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En efecto, estamos ante una película que constituye una profunda reflexión crítica sobre
la inocencia o la culpabilidad del imputado.
Es decir, ante una meditada crítica hacia la Verdad y la Justicia que deben resplandecer
siempre en todo proceso judicial.
En definitiva, estamos, a la vez, ante una revisión de la ética profesional que debe
acompañar a todo abogado, y en general a todo jurista, en cuyas manos se encuentra, en
muchas ocasiones, el destino de la vida de un ser humano y, a la par, la protección de los
valores fundamentales de la sociedad. Estamos, en definitiva, ante un profundo análisis,
cómo no, del principio fundamental, en todo Estado de Derecho, de la presunción de
inocencia. El film está basado en la novela de William Diehl, y nos muestra la
personalidad de un afamado abogado criminalista de Chicago, llamado Martin Vail
(Richard Gere), jurista ambicioso, a quien lo único que parece interesarle, por encima de
todo, es su propia notoriedad pública. Acepta los casos, o bien ofrece sus servicios
jurídicos, dependiendo si estos le van a reportar o no fama y dinero, y si, en consecuencia,
su nombre va a aparecer en caracteres destacados en los titulares de la prensa y en las
portadas de las más prestigiosas revistas de todo el país. Lo único que le concierne es
ganar el caso, sobre todo si con ello su fama y notoriedad van en aumento. Sólo está
interesado en la defensa a toda costa de su cliente, sin importarle en realidad su verdadera
participación en los hechos presuntamente delictivos, sin interesarle si en realidad es
culpable. No le importa la realización de Justicia, ni cuál sea la Verdad. Su verdad, la
verdad que a él le importa, es la que él crea o construye en el juicio, su versión, una
ilusión o apariencia de verdad. No en vano, el film se inicia con estas sugerentes palabras,
del abogado Martin Vail a un periodista que le está haciendo una entrevista, y cuya foto
como abogado importante aparecerá, por supuesto, en portada:
● El primer día de clase en la Facultad de Derecho, el profesor nos enseñó dos cosas:
la primera, cuando su madre les diga que les quiere, pidan siempre una segunda
opinión, y la segunda, si quieren justicia vayan a una casa de putas, y si quieren
que les jodan vayan a los tribunales…
● …Pero, supongamos que tiene un cliente que usted sabe que es culpable…
● Ah!... No, no, empecemos con eso… A nuestro sistema judicial eso no le importa,
y ni a mí tampoco. Todo acusado, haya hecho lo que haya hecho, tiene derecho a
la mejor defensa que su abogado le pueda dar…
● Entonces, de qué le sirve a usted la Verdad…
● ¿La Verdad? ¿A qué se refiere?
● Sólo puedo referirme a una cosa…
● ¿Cree que sólo hay una Verdad?
● ¿Cuál es la auténtica?
● Para mí sólo hay una Verdad… Mi versión de la Verdad… La que yo genero en
las mentes de esos doce hombres que forman el Jurado… Llámelo si quiere
apariencia de Verdad, eso ya es cosa suya…
Aarón Stampler (Edward Norton) es acusado del cruel y despiadado asesinato del
Arzobispo Richard Rushman de Chicago. El Arzobispo es acuchillado en su dormitorio
por la mañana, cuando tras darse una ducha, y secarse, empezaba a vestirse. Un cartero
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JORGE ESTUARDO ALVARADO CASTILLO
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JORGE ESTUARDO ALVARADO CASTILLO
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La noticia del asesinato del Arzobispo Richard Rushman, una de las personas más
queridas y admiradas de Chicago, que días antes había participado en un importante
evento público, donde asistieron todas las personalidades del mundo del Derecho, entre
las que se encontraba el abogado Martin Veil, que acudió elegantemente vestido de
smoking, en su mercedes biplaza, salta inmediatamente a los medios de comunicación
causando gran alarma. Enterado por las noticas de televisión, el abogado criminalista
Martin Veil ofrece rápidamente sus servicios jurídicos a Aarón, a quien visita en el
calabozo de las mismas dependencias policiales, donde se encontraba ya detenido. Aarón
dirá que no tiene dinero para pagarle. Sin embargo, el abogado responde que no le
importa, y que no obstante, pone todo su saber a su servicio. Veil lo único que, en realidad,
busca, movido por su insaciable afán de notoriedad, es fama y una gran repercusión
mediática con la defensa de este nuevo caso. No en vano, aparecerá, con ocasión del
mismo, en la portada de la célebre revista norteamericana City. Sin embargo, tras
entrevistarse varias veces con Aarón, -quien siempre manifestará reiteradamente su total
inocencia y que el Arzobispo Rushman era como un padre para él, y que, en consecuencia,
le tenía gran cariño-, Martin se da cuenta de la gravedad de la enfermedad mental que
padece el muchacho desde hace tiempo, y de las grandes posibilidades de defensa del
mismo ante un Jurado, si lograra demostrar dicha afección psíquica que anula su voluntad.
Martin Vail, contaba con una gran experiencia profesional en el ámbito jurídico. Antes
de ejercer como Abogado, había ejercido de Fiscal, cargo que había abandonado, pues,
consideraba que en dicho puesto se terminaba ejerciendo un cargo político. Y respecto, a
la figura del Juez, sostiene: “¿Por qué ser árbitro, si puedes ser jugador?”. Durante el
desarrollo del juicio, por tanto, Martin Veil deberá hacer un buen uso de toda su astucia
y sabia dialéctica de abogado criminalista para hacer frente a los convincentes argumentos
de la Fiscal Janet Venable (Laura Linney) quien directamente imputa a Aarón la comisión
del asesinato del Arzobispo Rushman, considerándolo culpable de asesinato en primer
grado. Martin Vail, en su primera intervención dirá a la Juez que su cliente se acoge a la
5ª Enmienda, y por tanto a su derecho a no declarar, pues pide un informe pericial que
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JORGE ESTUARDO ALVARADO CASTILLO
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todos como un jurista interesado exclusivamente en obtener fama y dinero con la defensa
de sus pleitos, y ello sin duda le satisface, pero en realidad, como le confiesa a un
periodista, cuando se encontraba en estado algo ebrio, una noche tomando unas copas:
“Creo en la idea de que una persona es inocente hasta que no se demuestre lo contrario…
Personas muy buenas pueden hacer cosas muy malas…y personas muy malas, pueden
hacer cosas muy malas, y tener una buena excusa para ello…”. Martin se muestra
profundamente convencido del valor y la importancia del principio de la presunción de
inocencia. Así, en varios momentos, a lo largo del film, se muestra preocupado por
averiguar la verdad: “Creo que ese chico tiene la verdad”, dirá a los colaboradores de su
bufete, refiriéndose a su cliente Aarón Stampler. O, llegará a declarar a los periodistas
que esperaban expectantes su entrada al Tribunal, la mañana que daba comienzo el juicio:
“La verdad es lo único que importa”. O se mostrará preocupado en todo momento de que
todo aquel, incluso la propia policía, que se dirija a Aarón como asesino, intercale siempre
previamente la denominación de “presunto”. Asimismo, Martin busca, durante la
celebración del juicio, siempre incansablemente precedentes judiciales que permitan
sostener y avalar la inocencia de su cliente. Como cuando, finalmente, incluye en la
defensa de su cliente el argumento del abuso sexual, dirá que sólo busca “un juicio justo”,
e invoca el caso Michel O´Donnel de 1985, fecha en la que ya se había denunciado al
Arzobispo Rushman por abusos sexuales, y sin embargo dicho caso fue archivado
injustamente en aquel entonces por la Fiscalía. Asimismo, Martin intenta saber en todo
momento, en su afán por descubrir al auténtico culpable, qué ha pasado con la novia de
Aarón, Linda, y con los otros monaguillos que cantaban el coro, que desde el asesinato
del Arzobispo Rushman desaparecieron misteriosamente. Otros personajes, que también,
parecen mostrar una doble cara son el Fiscal jefe de Janet Venable, quien bajo la
apariencia de defender siempre el interés público, y de la víctima, estaba implicado en
negocios poco claros con la Fundación Rushman. O, el propio delincuente Joe Piñero,
anterior cliente de Martin Veil, quien habitaba en un barrio marginal de Chicago, y quien
no acepta abandonar la ciudad pese a las recomendaciones de la Fiscalía, porque de él
depende su familia y mucha gente de su barrio para subsistir diariamente. Por mantener
esta actitud íntegra, y negarse a abandonar la ciudad, por cuidar de su familia y amigos,
una madrugada aparecerá ahogado en el puerto.
Martin Veil visitará posteriormente tras la celebración del juicio a su cliente, aún
detenido, con quien había llegado a establecer una cierta relación de afecto no exenta de
compasión, y le comunicará la buena noticia de que el juicio ha sido anulado y de su
absolución por la Justicia. Aarón se muestra feliz y agradecido hacia su abogado. Pero,
habrá algo en las palabras del muchacho que desconcierta profundamente a Martin. Aarón
y Martin se despiden con un entrañable abrazo, y Martin le recuerda que le llame si alguna
vez le necesita. Cuando Martin está a punto de salir de la celda donde aún Aarón está
privado de libertad, éste le dice que le pida de su parte disculpas a la Fiscal Janet Venable,
si le hizo daño en el cuello, cuando le asaltó tan violentamente durante la vista… Martin
asiente, sonríe y sale de la celda, pero de pronto se detiene, y vuelve sobre sus pasos, entra
de nuevo en la celda, y le pregunta a Aarón cómo puede recordarlo…:
● Dígale a la Sra. Venable que lo siento, que espero que su cuello esté bien…
● ¿Qué has dicho?, ¿no decías que no podías recordar nada?...
Aaron Stampler sonríe burlonamente, y comienza a aplaudir, porque por fin el afamado
abogado criminalista de Chicago, Martin Veil, se ha dado cuenta de su perfecta
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JORGE ESTUARDO ALVARADO CASTILLO
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Desde el sendero de la Filosofía del Derecho, el análisis de este film nos sugiere varias
ideas: