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Sentencia C-985/10.

Ha precisado la jurisprudencia que el imperativo constitucional en lo que refiere a


la protección y promoción de la institución familiar no es la duración del matrimonio
-como una de sus formas de constitución-. Es lograr la estabilidad y armonía del
grupo familiar, no solo como presupuesto social, sino como condición sine qua non
para permitir la realización humana y el desarrollo integral de cada uno de sus
miembros en un clima de respeto, óptima convivencia y libre expresión de sus
sentimientos y emociones. Dichos objetivos no se garantizan ni se logran
manteniendo vigente el contrato matrimonial, en aquellos casos en los que surgen
diferencias, desavenencias o conflictos entre los cónyuges que hacen imposible o
dificultan gravemente la convivencia y que perturban la estabilidad familiar,
sometiendo a sus integrantes, entre los que se cuentan los hijos, a crecer y
desarrollarse en un ambiente hostil o que afecta sensiblemente su proceso de
desarrollo y formación.
Sentencia T-688/12
La decisión de ser padre y madre es sumamente importante, pues tiene
implicaciones directas en la sociedad, en la familia como institución, y en las
personas consideradas de manera individual, es por eso que debe ser asumida
con un alto compromiso y responsabilidad. Así mismo, el ser padre y madre
implica una serie de derechos y deberes que en principio deben ser asumidos de
manera conjunta, con la finalidad de proporcionarle a los menores un adecuado
desarrollo físico, psicológico, una vivienda digna, educación, vestuario, recreación,
salud y en general un compromiso por parte de los padres de proporcionarle a los
hijos un clima favorable que le garantice un desarrollo integral que más adelante
permita que sean sujetos que le contribuyan de manera positiva a la sociedad. Los
padres son los primeros y principales comprometidos en el desarrollo integral de
sus hijos, situación que se ve favorecida cuando el padre y la madre conviven, o
cuando al establecer residencia en lugares diferentes, estos mantienen relaciones
cordiales las cuales permiten desarrollar un clima de ayuda mutua y de
estabilidad, escenario que genera en los menores seguridad en distintos aspectos.
Por el contrario, este contexto se ve gravemente afectado cuando los padres son
separados, han conformado nuevas parejas o se han presentado rupturas
familiares. En todo caso, con independencia de la relación sostenida entre los
padres, estos se ven obligados y a su vez los hijos pueden demandar el
cumplimiento de sus deberes legales y constitucionales.
Sentencia T-044/14
Existe un derecho fundamental a tener una familia y a no ser separado de ella.
Este derecho no es absoluto, de tal suerte que un niño o niña puede ser separado
de su familia, cuando se verifican una serie de circunstancias definidas por la ley y
la jurisprudencia. Además, por tener el derecho a la familia un carácter
prestacional, el Estado tiene la obligación de adoptar políticas públicas para la
preservación del núcleo familiar y que faciliten a los padres el cumplimiento de sus
deberes, de modo que las obligaciones del Estado en la materia van más allá del
mero cumplimiento de la ley y de la implementación de medidas de
restablecimiento de derechos.

Sentencia C-727/15.
En este caso, la Corte se propuso resolver si la declaración de nulidad de un
matrimonio, que trae como consecuencia el pago de los gastos de alimentos y
educación de los hijos a cargo del cónyuge culpable, siempre que éste tuviere los
medios para ello de acuerdo con lo dispuesto en el aparte final del artículo 149 del
Código Civil, desconocía la Constitución (C.P. art. 4) y, en particular, el derecho a
la igualdad entre los miembros de la pareja respecto de las obligaciones y
derechos que se desprenden de la paternidad (C.P. art. 13, 42 y 43).
Declaro INEXEQUIBLE la expresión “pero si el matrimonio se anuló por culpa de
uno de los cónyuges, serán de cargo de este los gastos de alimentos y educación
de los hijos, si tuviere medios para ello, y de no, serán del que los tenga”
contenida en el artículo 149 del Código Civil.
sentencia C-359 de 2017
en donde consideró que “(…) el reconocimiento de protección de las llamadas
familias de crianza y a otro tipo relaciones familiares que también puedan surgir de
situaciones de facto basadas en lazos de afecto, ayuda mutua, respeto, socorro y
solidaridad, es en principio, atribuible a la jurisprudencia, y, en ese ámbito, no se
acredita (…) la existencia de una norma constitucional que imponga al legislador
un mandato concreto para su reconocimiento. (…)
Sentencia T-384/18.
El derecho de los niños, niñas y adolescentes a tener una familia y a no ser
separados de ella sin duda va más allá de la mera obligación de los padres de
sostenerlos y educarlos mientras sean menores o impedidos, ya que trasciende a
un nivel de distintas manifestaciones como el recíproco afecto, el continuo trato, la
permanente comunicación, el ejemplo de vida y de dirección, es decir, genera una
conexión directa con el cuidado y el amor. Tan así resulta lo anterior, que la
jurisprudencia constitucional ha reconocido que “el niño tiene derecho a que sus
padres obren como tales, a pesar de las diversas circunstancias y contingencias
que puedan afectar su relación como pareja. La ruptura del vínculo entre los
padres no disminuye ni anula de ninguna manera sus deberes para con los hijos ni
su correspondiente responsabilidad”. Tan fuerte es el reconocimiento de este
derecho en favor de los niños, niñas y adolescentes, que el ordenamiento
constitucional, los diferentes tratados internacionales que obligan a Colombia y los
desarrollos legales internos en materia de infancia y adolescencia promueven la
unidad familiar en tanto resulta ser piedra angular para el desarrollo social y el
bienestar de los menores. Así, el artículo 44 superior reconoce expresamente
como derecho fundamental de los niños, niñas y adolescentes el tener una familia
y no ser separados de ella, a su vez que el Código de la Infancia y la Adolescencia
establece en el artículo 22 que tienen derecho a tener y crecer en el seno de la
familia, a ser acogidos y no ser expulsados de ella; por consiguiente, los niños,
niñas y adolescentes sólo podrán ser separados de la familia cuando ésta no
garantice las condiciones para la realización y el ejercicio de sus derechos.

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