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Mateo - Seco L y Brugarolas, Misterio de Dios, Pamplona, EUNSA, 2016, capítulos 2 – 4, pp.
24-134.
TEMA 2 EEL DIOS ÚNICO Y TRASCENDENTE EN LA SAGRADA ESCRITURA
Este tema está dedicado a la noción de Dios en la Sagrada Escritura. La revelación de Dios en la
Sagrada Escritura tiene lugar de una forma progresiva y maravillosamente coherente. Dios es,
ante todo, el Dios que se ha revelado al hombre con el propósito de establecer con Él una
Alianza. La doctrina cristiana sobre Dios no se presenta como el resultado de un hallazgo
humano, sino como el resultado de la iniciativa de un Dios que sale al encuentro del hombre.
Se tratan los rasgos esenciales con que Dios se manifiesta en el Antiguo y en el Nuevo
Testamento y la singularidad de la doctrina bíblica con respecto a cualquier otra enseñanza
sobre Dios.
• Por parte de Dios, esta relación es descrita como acercamiento, llamada, elección. Así se ve,
por ejemplo, en la alianza con Noé (cf. Gn 9, 9-17) y FRQ$EUDKDP
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\VHSRQHHVSHFLDOPHQWHGHPDQLÀHVWRHQOD Alianza establecida en el Sinaí (cf. Ex 19–
24). • Por parte del hombre, esta relación es descrita muchas veces como el rechazo de la
oferta divina y, otras veces, como el arrepentimiento y la vuelta. • Pero siempre, tanto la
relación de Dios con el hombre como la relación del 27 hombre con Dios es presentada como
una relación existente entre personas. La enseñanza bíblica en torno a Dios excluye además la
idea, ampliamente extendida entre los pueblos vecinos de Israel, de que existe una relación
natural entre el dios nacional y sus adoradores, sea una especie de parentesco de sangre, sea
una vinculación con el país, que ligue al dios con sus habitantes. Esta radical diferencia
refuerza cuanto venimos diciendo acerca de la singularidad de la enseñanza bíblica sobre Dios.
$GHPiVHOKHFKRGHTXH'LRVVHPDQLÀHVWHVLHPSUHFRPRAquel que ha tomado la iniciativa
de la Alianza, hace que la religión de Israel lleve el sello
GLVWLQWLYRGH©ODHOHFFLyQªGH©ODYRFDFLyQª(VWHUDVJRGLVWLQJXHGHÀQLWLYDm
ente la religión de Israel de las religiones naturales. 2. Los nombres de Dios • Como ya se ha
dicho en el tema primero, Dios trasciende todo conocimiento y, en consecuencia, trasciende
toda palabra que pueda ser dicha sobre Él. Desde este punto de vista, Dios está por encima de
todo nombre. • Pero, al mismo tiempo, Dios es un ser personal, un ser que toma la iniciativa
de la Alianza y a quien nos dirigimos en nuestra oración como a $OJXLHQFRPRDXQ7~• Si no se
le pudiese atribuir ningún nombre, Dios se nos presentaría como una fuerza anónima e
impersonal, incapaz de ser invocado con un nombre concreto. La cuestión del nombre de Dios
es, pues, inseparable de la consideración de Dios como un ser personal. De ahí que,
HQODUHYHODFLyQGHOQRPEUHGH'LRVVHPDQLÀHVWDVXFDUiFWHU personal hasta el
punto de que ha podido decirse con razón que la revelación TXH'LRVKDFHGHVXQRPEUH
FI([
HV©XQDHVSHFLHDWHQXDGDGHHQFDUQDFLyQª
0 6FKPDXVTeología dogmática I, Madrid 1960, 271). En efecto, al
UHYHODUVXQRPEUH'LRVHQWUDGHÀQLWLYDPHQWHHQODKLVWRULDKXPDQDFRPRXQ ser
personal al que se puede invocar. Como señala el Catecismo de la Iglesia
católica©'LRVVHUHYHOyDVXSXHEOR,VUDHO dándole a conocer su nombre. El nombre
expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de la vida. Dios tiene un nombre. No
es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a conocer a los otros. Es, en cierta
manera, comu- 28 nicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz de ser íntimamente
conocido y de VHULQYRFDGRSHUVRQDOPHQWHª
CEC, n. 203). Las cualidades que acompañan el nombre de Dios muestran hasta qué punto, en
el pensamiento bíblico, HO QRPEUH VH LGHQWLÀFD FRQ'LRVPLVPR. Baste
UHFRUGDUHVWDVDÀUPDFLRQHVHOQRPEUHGH'LRVHV©VDQWRª
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©JUDQGH \ WHUULEOHª
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©LQFRPXQLFDEOHªHVGHFLUQRFRQYLHQHDQLQJ~Q otro, sino solamente a Dios (Sb 14, 21).
El nombre de Dios es poderoso: es en nombre de Dios como hablan los profetas (cf. Dt 18, 19;
Jos 9, 9; Mt 7, 22; Lc 24, 47). Incluso nuestro Señor Jesucristo no habla más que en nombre de
su Padre (cf. Jn 5, 43; 10, 25). • El nombre propio del Dios de Israel es el de Yahvé, aunque hay
otras formas complementarias de designarle. Entre estas se encuentran El Sadday, Dios
omnipotente (Gn 17, 1; 28, 3; Ex 6, 3); El Elyon, Dios Altísimo (Gn 14, 18-22), Adonai, Señor
(Jdt, 16, 16). El Antiguo Testamento utiliza también el término Elohim para designar a Dios. Es
un nombre que se encuentra aplicado tanto al Dios verdadero como a los dioses falsos; pero
casi siempre se utiliza para designar al Dios verdadero y en este caso
YLHQHSUHFLVDGRGHGLYHUVDVIRUPDVFRQXQDUWtFXOR
©<+:+´<RVR\HOTXHHVµR´<RVR\HOTXHVR\µRWDPELpQ´<RVR\HOTXH
Con claridad y belleza se formula este monoteísmo en Isaías cuando dice: © yo soy el primero
y el ultimo, IXHUDGHPtQRKD\QLQJ~QGLRV
«
$VtGLFH Yahvé tu redentor, el que te formó desde el seno Yo Yahvé, lo he hecho todo,
\RVRORH[WHQGtORVFLHORV\RDVHQWpODWLHUUDVLQD\XGDDOJXQDª
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(O PRQRWHtVPR DSDUHFH FODUD \ H[SOtFLWDPHQWH DÀUPDGR HQ OD %LEOLD. Al mismo
tiempo, el politeísmo es rechazado vigorosamente. Yahvé es el único creador de todo, el único
Dios que hace la alianza con los padres, el que revela a Moisés su nombre, y el que insiste en
que su divinidad es única. A pesar de la presión del ambiente y de tantas caídas del pueblo en
la idolatría, la confesión de fe monoteísta se encuentra constantemente presente en el
Antiguo Testamento. Al mismo tiempo, como es lógico, el monoteísmo, tan claramente
expresado en la biblia, encontró grandes dificultades para penetar en el pueblo de Israel, dada
su tendencia a la idolatría. Es, pues, necesario distinguir entre la religiosidad popular de los
antiguos israelitas y la doctrina sobre Dios que profesan los libros sagrados. Llama la atención
la pureza del monoteísmo bíblico, ya que esos escritos están redactados en medio de un
pueblo proclive al politeísmo y en un entorno idolátrico.
/DSXUH]DGHOFRQFHSWRGH'LRVHQODHQVHxDQ]DGHOD%LEOLDHVVRUSUHQdente. Se
plantea la pregunta de cómo un pueblo surgido de un clan nómada, sin relieve cultural
especial, en un ambiente claramente politeísta, pudo llegar a la idea del Dios único, Señor del
universo, Soberano de la historia de la humanidad. La respuesta es que este Dios único no es
hallazgo de ese pueblo, ni de sus sabios, sino que es Alguien que ha salido al encuentro
GHOSXHEORLos relatos bíblicos están penetrados por la viva presencia de una divinidad –un
ser personal y viviente–, que adopta a un grupo étnico en función de unos designios de
salvación anteriores a la existencia de ese pueblo. No hay en la Biblia nada de panteísmo o de
inmanentismo, sino una distinción clara entre la esfera de lo divino y la de lo humano. Esta
perspectiva religiosa tan nítida y coherente es 32 totalmente excepcional y muy distinta del
ambiente en que se desenvuelve el proceso histórico. A tantos siglos de distancia y desde un
ambiente profundamente monoteísta, nos resulta difícil captar la complejidad de la situación
de aquellos justos del Antiguo Testamento que tenían que relacionarse –desde su situación de
pequeña minoría– con gentes que eran politeístas y que, por otra parte, tenían un nivel
cultural superior. La situación podría describirse así: el monoteísmo que se aprecia en los
relatos patriarcales es una monolatría, sin que se haya H[SOLFLWDGR D~QOD DÀUPDFLyQ
WHROyJLFD GHOD XQLFLGDG GH 'LRV/D UHOLJLyQ patriarcal consistiría esencialmente en el
lazo personal y exclusivo con este Dios que se habría revelado, iniciando así la educación de su
pueblo hacia el monoteísmo. Este PRQRWHtVPRSUiFWLFRKDEUtDVLGRSURIXQGDPHQWH
UHDÀUmado con la revelación del nombre de Yahvé y con la prohibición absoluta
GHDGRUDUDRWURVGLRVHV'LRVHVXQ'LRV©FHORVRª&RQYLHQHWHQHUHQFXHQWD que
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(VWH©H[FOXVLYLVPRªHVWiUHODFLRQDGRFRQODUD]yQGHIRQGRGHOPRQRWHtVPREtEOLc
o: solo se ha de adorar a Yahvé, porque no hay otro Dios distinto de Él. Él es el único Dios. Este
único Dios, como se ve en el Nuevo Testamento, es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Distinto es el
modo en que el islam entiende el monoteísmo: para el islam la unicidad de Dios es
incompatible con el misterio de la Trinidad, es decir, con el hecho de que el Dios único exista
en tres Personas. En consecuencia, UHFKD]DGHSODQRHOKHFKRGHTXH-
HV~VVHDHO+LMRGH'LRV©(O,VODPVHFRQVLGHUD
QRUPDWLYDPHQWHDVtPLVPRFRPROD~OWLPDUHYHODFLyQGH$OODKDWUDYpVGHO´VHllo
de la profecía” que son la persona y la actividad de Mahoma. Vive de la conYLFFLyQGHVHU
´ODPHMRUGHWRGDVODVFRPXQLGDGHVªFRUUHODWLYDDO©PHMRUGHORV
SURIHWDVµ\DO´OLEURLQLPLWDEOHµTXHHVHO&RUiQ(VWDFRPXQLGDGHVWiGHVWLQDGD
como consecuencia, al dominio del mundo por voluntad divina. Lo político y lo
UHOLJLRVRVHHQFXHQWUDQDVtLQGLVROXEOHPHQWHXQLGRVª
-0RUDOHVEl valor distinto de las religiones, Madrid 2003, 39). Los profetas lucharon
vigorosamente contra la tentación del pueblo de adorar a los dioses de los pueblos vecinos en
un intento de hacerlos propicios. Fue en estas circunstancias cuando aparecieron las
formulaciones más claras de un monoteísmo teológico absoluto (cf., por ejemplo, Is 44-45). En
estos textos no
QRVHQFRQWUDPRVFRQXQDDUJXPHQWDFLyQÀORVyÀFDFRPRVLVXPRQRWHtVPR
IXHVHXQDYHUGDGDOFDQ]DGDSRUXQHVIXHU]RGHUHÁH[LyQ-WDPSRFRVHSUHVHQtan como
una nueva revelación, sino que VRQXQDWRPDGHFRQFLHQFLDGHÀQLtiva del contenido
monoteísta de la revelación del Dios de Israel.
La posibilidad del panteísmo se deriva del hecho de que Dios es el origen del mundo y debido a
esto el mundo tiene algo de divino, tiene una gran belleza, muestra un misterio insondable: el
misterio del ser. Se puede decir que existe
FLHUWD©DÀQLGDGªHQWUHHOPXQGR\'LRV'LRVPLVPRHVWiSUHVHQWHHQODFUHDFLyQ El
pensador panteísta percibe con toda viveza la profundidad numinosa del cosmos, pero,
precisamente por no haber conocido el hecho de la creación ex nihilo, confunde a Dios con la
realidad del mundo o con sus elementos. La exigencia moral que comporta el monoteísmo
israelita –solo se ha de servir a Yahvé y se han de cumplir todos sus mandatos– se fundamenta
en el hecho de que Él es el Señor Supremo y absoluto, el único. Dios es el primero y el único
(cf., por ejemplo, Sal 90, 2; 102, 26; Pr 8, 22; Is 41, 4; 44, 6; 48, 2). Dios no es esclavo de la
creación, sino que es su Señor y su Juez; sus designios son inescrutables: nadie puede
enseñarle nada, nadie puede pedirle cuentas de su proceder (cf., por ejemplo, Jb 38-40). El
hecho de estar por encima de todas las cosas en cuanto Creador es lo que explica que Dios se
encuentre totalmente cercano, sin que esta cercanía disminuya en nada su trascendencia.
Todo esto está dicho en el marco de una concepción de Dios en la que Él toma siempre la
iniciativa. /DV DÀUPDFLRQHV VREUH ODXQLFLGDGGH'LRV \ su actividad creadora han de ser
contempladas en el horizonte de la teoORJtDGHOD$OLDQ]DSi la teología de la creación tiene
cabida en el Antiguo Testamento es precisamente porque ella forma parte de la Alianza en
cuanWRTXHHVVXH[RUGLR-HVMXVWRDÀUPDUTXHODFUHDFLyQGHOPXQGRHV\DXQD 34
©SUHÀJXUDFLyQªGHHVWD$OLDQ]D\TXHOD$OLDQ]DHVHOÀQGHODFUHDFLyQOD creación
del mundo tiene lugar como un acontecimiento previo e imprescindible para la Alianza.