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Omar V. Rosas
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
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All content following this page was uploaded by Omar V. Rosas on 01 January 2016.
I. Experiencia y conocimiento
Es posible mantener las determinaciones supremas del conocimiento que Kant dio y, sin embargo,
contradecir su concepción epistemológica [erkentnistheoretischen] de la estructura del conocimiento
natural o experiencia. Estas determinaciones supremas descansan en el sistema de las categorías. Pero
se sabe que Kant no estableció dichas determinaciones como únicas y que, por el contrario, hizo
depender la validez de las categorías para la experiencia de la naturaleza de su relación con contextos
determinados en el espacio y el tiempo. La oposición de Kant a la metafísica reside precisamente en
esa proclamación de dependencia de la validez de las categorías. La afirmación de la posibilidad de la
metafísica puede tener por lo menos tres significados posibles, y Kant afirmó la posibilidad positiva de
uno de ellos y discutió la de los otros dos. Kant escribió una metafísica de la naturaleza y en ella trata
aquella parte de la ciencia natural que es pura, es decir, que no proviene de la experiencia sino de la
simple razón a priori y en la que el conocimiento se determina como sistema de la naturaleza; ella
indaga por lo que pertenece al concepto de la existencia de una cosa en general o de una cosa en
particular. En este sentido, la metafísica de la naturaleza podría designarse como la constitución a
priori de las cosas naturales sobre la base de las determinaciones del conocimiento natural. Sin
embargo, esta acepción podría fácilmente conducir a la coincidencia total de la metafísica con el
concepto de experiencia y Kant no temía nada tanto como ese abismo. Buscó evitarlo, en primer
lugar, en beneficio de la certeza del conocimiento natural y, sobre todo, en beneficio de la integridad
de la ética, refiriendo todo conocimiento natural y por lo tanto también la metafísica de la naturaleza,
no sólo a espacio y tiempo como a conceptos ordenadores en ella, sino que hizo de ellos toto coelo
determinaciones diferentes de las categorías. De esta manera se evitó, por un lado, un centro
epistemológico unitario cuya enorme fuerza de gravedad habría atraído hacia él toda experiencia, y por
otro lado, se creó la necesidad de una base para la posibilidad de experiencias a posteriori, es decir,
que si no la coherencia, por lo menos la continuidad entre conocimiento y experiencia, se había roto.
La separación de las formas de la intuición y las categorías resultó en la así llamada "materia de la
sensación" [Materie der Empfindungen]1 que fue separada artificialmente del centro vivificante del
sistema [Zusammenhang] de las categorías por las formas de la intuición en las que fue absorbida
incompletamente. De este modo se efectuó la separación de la metafísica y la experiencia, esto es,
según la expresión de Kant, del conocimiento puro y la experiencia.
El temor frente a un uso exaltado de la razón, las exigencias de un entendimiento sin referencia a
ninguna intuición y la preocupación por la protección de la particularidad del conocimiento ético no
fueron, quizá, los únicos motivos de esa estructura fundamental de la Crítica de la Razón Pura. A esto
se agrega sea como poderoso componente, sea como resultante de estos motivos, el decidido rechazo
del tercer concepto de la metafísica (si el segundo designa la ilimitada aplicación de las categorías, es
*
La primera traducción al castellano que hice de este fragmento apareció en 1998 en el sitio web del Walter Benjamin Research Syndicate
(http://www.wbenjamin.org/WB_spanish.html). Esta segunda versión busca corregir algunos matices semánticos importantes, proporcionar
algunos detalles bibliográficos y mejorar la fluidez de la lectura, respetando siempre la complejidad de la prosa benjaminiana.
decir, lo que Kant llama uso trascendental). Ese tercer concepto de la posibilidad de la metafísica es el
concepto de la deducibilidad del mundo a partir del principio o sistema supremo del conocimiento o,
en otras palabras, del concepto de conocimiento especulativo en el sentido exacto del término. Es
sumamente sorprendente que Kant establezca, en aras de la aprioridad y la logicidad, una aguda
separación y discontinuidad precisamente allí donde los filósofos prekantianos buscaron producir, a
partir del mismo interés, la más intima continuidad y unidad, esto es, producir la más íntima conexión
entre conocimiento y experiencia a través de la deducción especulativa del mundo. El concepto de
experiencia que Kant relaciona con el concepto de conocimiento, por lo demás nunca bajo el modo de
continuidad, no tiene la riqueza del concepto de experiencia de los filósofos anteriores. Se trata, a
saber, del concepto de experiencia científica. Y Kant también intentó en parte separar dicho concepto,
tanto como fuera posible, de la afinidad con el concepto ordinario de experiencia y en parte, cuando
esta separación sólo era parcialmente posible, mantenerlo a una cierta distancia del centro del sistema
de conocimiento. Precisamente la doctrina de la aprioridad de ambas formas de la intuición tuvo que
satisfacer esas dos determinaciones fundamentalmente negativas de aquel concepto de "experiencia
científica", en contraposición a la aprioridad de las categorías y por la misma razón también en
contraposición a la aprioridad de otras formas aparentes [scheinbaren] de la intuición.
Puede admitirse que el interés de Kant en una prohibición de los vuelos vacíos y fantásticos del
pensamiento podría haberse realizado de otra manera que a través de la doctrina de la estética
trascendental. Mucho más importante y difícil, por el contrario, es la cuestión de su posición frente al
conocimiento especulativo. Pues a este respecto, el razonamiento de la estética trascendental es,
ciertamente, la contradicción que se opone a toda transformación del idealismo trascendental de la
experiencia en un idealismo especulativo. ¿Cuál es el fundamento de la resistencia de Kant a la idea de
una metafísica especulativa, es decir, al protoconcepto [Inbegriff] de una metafísica que aprehendiese
deductivamente el conocimiento? Esta cuestión es tanto más justificada en cuanto que los esfuerzos de
la escuela neokantiana insisten en la superación de la rigurosa distinción entre formas de la intuición y
categorías; pero con la superación de esa distinción parece surgir, de hecho, la transformación de la
filosofía trascendental de la experiencia en una filosofía trascendental pero especulativa, si por
pensamiento especulativo se entiende un pensamiento que deduce el conocimiento entero a partir de
sus principios. Quizá se pueda presumir ahora que en una época en que la experiencia estuvo abstraída
en una enorme trivialidad e impiedad [Gottlosigkeit], el interés filosófico, cuando fue sincero, no
podía ya tener ningún incentivo en la salvación de esa experiencia para la esencia del conocimiento.
Hay que admitir que tal vez una confusión entre dos conceptos de experiencia yacía en el fondo de
toda metafísica especulativa prekantiana; pero, por ejemplo, Spinoza no tuvo que sacar precisamente
de esa confusión el interés apremiante por la deducibilidad de la experiencia, mientras que Kant en su
momento y en razón de la misma confusión tuvo que rechazar dicha deducibilidad. Es preciso
distinguir el concepto natural e inmediato de experiencia del concepto de experiencia que pertenece al
sistema del conocimiento. En otras palabras, esta confusión radica en la mezcla de los conceptos:
conocimiento de experiencia y experiencia. Para el concepto de conocimiento, la experiencia no es
nada nuevo y externo a él; ella no es sino conocimiento bajo otra forma, la experiencia como objeto de
conocimiento es la pluralidad unitaria y continua del conocimiento.2 Aunque suene paradójico, la
experiencia misma no acontece en el conocimiento de experiencia precisamente porque este último es
conocimiento de experiencia y, por consiguiente, un contexto de conocimiento. Pero la experiencia es
el símbolo de ese contexto de conocimiento y se sitúa en un orden completamente diferente al del
contexto mismo. Quizá el término símbolo sea una elección desafortunada; él debe expresar solamente
la diferencia de órdenes que quizá puede ser explicada en una imagen: cuando un pintor está sentado
frente a un paisaje y, como solemos decir, lo pinta, el paisaje mismo no aparece en su cuadro; se le
podría designar a lo sumo como el símbolo de su contexto artístico y, claro está, se le otorgaría una
dignidad más elevada que al cuadro y esto también sería perfectamente justificable. /
La experiencia absoluta es, para la intuición de la filosofía, lenguaje; lenguaje, no obstante, entendido
como concepto simbólico sistemático. Ella se especifica en modalidades del lenguaje, una de las
cuales es la percepción; las doctrinas sobre la percepción así como aquellas sobre todos los fenómenos
[Erscheinungen] inmediatos de experiencia absoluta pertenecen, en el sentido más amplio, a las
ciencias filosóficas. La filosofía entera, incluyendo las ciencias filosóficas, es doctrina.
Notas
〈fr 19〉
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1
N. del T. Véase la "Estética Trascendental" (A19 B33-B73) en la Critica de la Razón Pura,
traducción de Pedro Ribas. Madrid: Ediciones Alfaguara, 1995, pp. 65-91.
2
N. del T. Con esta frase, ligeramente modificada, concluye Benjamin su ensayo "Sobre el programa
de la filosofía venidera", en Para una crítica de la violencia y otros ensayos (Iluminaciones IV),
traducción de Roberto Blatt. Madrid: Taurus, 1998, pp. 75-84.