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INFANCIAS

En la Edad Media la palabra infancia no existía en su contexto. El infante era visto como un “adulto
en miniatura”, trabajaba y se vestía como un adulto. En esa época el niño era descuidado, estaba
desamparado por el adulto, no tenía derechos que lo cubrieran ni que lo hicieran valer.

Pero a partir de la edad Moderna, desde el siglo XV, se le comienza a dar importancia a la infancia.
Aries señala que, a partir del siglo XVI, “los niños adquieren valor por sí mismos” y comienzan a
ver cambios, como en la forma de vestir. Aries fundamenta que, “la infancia es una construcción
histórica que termina de ser elaborada en la modernidad, no algo natural”. Los niños pasan de
compartir las actividades sociales, productivas, lúdicas, educativas, de manera relativamente
indiferenciada con los adultos, a ser reconocidos como sujetos que requieren atenciones y
cuidados específicos, por lo cual debe ser separados del mundo de los grandes.

El niño será caracterizado como un ser dependiente e inocente, y la infancia como un tiempo de
espera, de preparación para la vida adulta.

A mediados del siglo XIX, surge el proceso de escolarización. En la medida en que el proyecto
moderno supone la incorporación de toda la población infantil a las escuelas bajo practicas
institucionales y pedagógicas homogéneas, será necesario producir un saber sobre el niño con
medios y estrategias válidas para todos. Las clases eran organizadas de tal manera que el docente
pudiera “enseñar a todos lo mismo, de la misma manera y al mismo tiempo”.

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