CRISIS, SOCIEDAD Y PANDEMIA

ISSN: 2788-6905

Fotografía: Luis Maguiña, 2020

EL FRACASO DE LA VIGILANCIA POLICIAL DE PROTESTAS EN EL PERÚ

A PROPÓSITO DE LAS MARCHAS DE LA GENERACIÓN DEL BICENTENARIO
STEFANO CORZO VARGAS
BACHILLER EN SOCIOLOGÍA POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
RESUMEN
En noviembre de 2020, el Perú se sumergió en una profunda crisis política luego de un proceso de vacan-
cia presidencial impulsado por el Congreso de la República. La salida del mandatario Martín Vizcarra y el
ingreso del nuevo Gobierno, encabezado por Manuel Merino de Lama, se encontró con un rechazo masivo
desde su concepción. Movilizaciones masivas comenzaron a desarrollarse a lo largo de todo el país pidiendo la
renuncia del nuevo presidente. Estas manifestaciones fueron gravemente reprimidas por las fuerzas policiales.
Durante las marchas convocadas para el jueves 12 y sábado 14, se evidenció un uso extremo e irregular de la
fuerza, que acabó con cientos de heridos y dos muertos. Este texto propone analizar el accionar policial de
esos días a la luz de las nuevas tendencias y criterios de vigilancia policial de protestas, sobre todo aquellas
propuestas por el criminólogo americano Edward R. Maguire (2015). Los criterios propuestos por este autor
son la educación, la facilitación, la comunicación y la diferenciación que son contrastados con el despliegue
policial de las marchas de noviembre de 2020. Adicionalmente, se propone un quinto elemento para explicar
la respuesta policial de esas fechas: la cultura institucional, entendida como el producto de un trauma históri-
co. En el caso de la Policía Nacional del Perú (PNP), se propone que el trauma fundacional de esta institución
es su lucha contra las organizaciones subversivas de los ochenta y noventa.

PALABRAS CLAVE: POLICÍA NACIONAL, REFORMA POLICIAL, CRISIS POLÍTICA, 14N.

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INTRODUCCIÓN cumplimiento de sus funciones2. Por su parte,

Este ensayo no aborda de manera directa el
tema de la crisis sanitaria. Más bien, su enfoque
se dirige a otro punto de quiebre surgido en
medio de dicho contexto: el cuestionamiento
generalizado de la institución policial, por la
violencia ejercida durante la represión de las
marchas, en contra del gobierno de facto de
Manuel Merino en noviembre del 2020.
Se debe remarcar que la selección de este tema
no es arbitraria, puesto que la pandemia ha
implicado un proceso de resignificación de los
roles y funciones asumidos por las instituciones
tutelares del Estado, principalmente la Policía
y las Fuerzas Armadas a nivel global. En
algunos contextos, la asunción de estas nuevas
competencias significó un renovado proceso
de legitimación de las fuerzas del orden frente
a la sociedad civil. Por ejemplo, durante la
cuarentena impuesta por el Gobierno en abril
del año pasado, la aprobación de la Policía
Nacional del Perú (PNP) subió a un 88 % (IEP,
2020).
No obstante, se debe señalar que en este periodo
también han resurgido viejos cuestionamientos.
En países como Estados Unidos, Colombia y
Nigeria, fuertes contingentes de la sociedad
civil desplegaron movilizaciones masivas en
contra de la violencia policial1; mientras que en
Francia, las manifestaciones han sido en contra
de un polémico proyecto de ley que pretendía
limitar la difusión de imágenes de la policía en
la policía en América Latina no solamente ha
tenido que combatir los embates del nuevo
coronavirus, sino también de los históricamente
altos índices delictivos que caracterizan a la
región (Banco Interamericano de Desarrollo
[BID], 2020). Por lo tanto, un análisis crítico
de la respuesta de las instituciones tutelares del
Estado durante la pandemia es indispensable.
Sin embargo, para efectos prácticos, el enfoque
del texto es el accionar policial, desplegado
durante la movilización social producida tras
la vacancia del expresidente Martín Vizcarra el
año pasado.
Las marchas de noviembre del 2020,
particularmente aquellas ocurridas en Lima el
jueves 12 y sábado 14, evidenciaron niveles
de violencia extremos por parte de los agentes
policiales a cargo de las labores de vigilancia
en dichas protestas. Esta afirmación no es una
observación personal, sino un hecho concreto.
Hasta la fecha, tres organismos internacionales
han publicado informes extensos sobre las
irregularidades y abusos cometidos por la
PNP en la represión demostrada durante estas
jornadas.
La Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH)3, Human Rights Watch
(HRW, por sus siglas en inglés) y la Oficina del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Derechos Humanos (ACNUDH) coinciden
en ello: la Policía cometió un excesivo uso de
la fuerza bajo diversas modalidades e infringió

1. El año pasado, los asesinatos de George Floyd en Estados Unidos, Javier Ordoñez en Colombia y un hom-
bre no identificado en Nigeria a manos de la policía fueron registrados en video y rápidamente viralizados.
Tales sucesos desataron fuertes protestas en esos países y generaron una corriente de opinión a favor de una
restructuración total de las instituciones policiales en los mismos.

2. La denominada ley de seguridad global buscaba, en su artículo 24, restringir y penalizar la difusión de
imágenes de la Policía o de las Fuerzas Armadas que podrían atentar contra su integridad física o psíquica.
Naturalmente, las interpretaciones a las cuales podía estar sujeto este artículo creaban un espacio poroso don-
de la impunidad y la censura podían implantarse, por lo cual el rechazo hacia el proyecto de ley fue masivo.

3. La CIDH ha publicado un informe preliminar de su visita al Perú. Es decir, la relatoría oficial todavía está
pendiente de ser publicada y presentada. Sin embargo, como en el caso de la mayoría de sus trabajos, estos
incluyen casi la totalidad de sus hallazgos preliminares.

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“¿Era prevenible el nivel de violencia y represión de la que fuimos

testigos durante esos fatídicos días? ¿La PNP tiene el conocimiento
teórico y práctico para evitar que situaciones como las acontecidas se
les escapen de las manos?¿Cómo debe cambiar la vigilancia policial
de protestas en el Perú para que lo ocurrido en noviembre del año pa-
sado no vuelva a pasar? ”
sobre un conjunto considerable de derechos marchas de noviembre de 2020. Algunas de
civiles y sociales contemplados en la normativa las preguntas que guían este esfuerzo son: ¿Era
internacional, nacional y los propios protocolos prevenible el nivel de violencia y represión de
de la institución policial (CIDH, 2020; HRW, la que fuimos testigos durante esos fatídicos
2020; ACNUDH, 2021). días? ¿La PNP tiene el conocimiento teórico y
práctico para evitar que situaciones como las
Todos los informes anteriormente mencionados acontecidas se les escapen de las manos? ¿Cómo
describen y relatan los hechos sucedidos a la luz debe cambiar la vigilancia policial de protestas
de diversos testimonios de víctimas, autoridades, en el Perú para que lo ocurrido en noviembre del
periodistas, defensores de derechos humanos año pasado no vuelva a pasar?
y otros informantes que participaron de las
marchas, como también la gran cantidad de Los argumentos presentados se han escrito
material audiovisual que se registró. Pero ninguno en función de una revisión a los informes
ha confrontado la estrategia desplegada por la señalados, como también de los Planes de
PNP en esas fechas con las nuevas tendencias Operaciones elaborados por la Región Policial
de vigilancia policial de protestas diseñadas Lima para el control de las marchas del 12 y
para evitar resultados como los suscitados en 14 de noviembre de 20204. Finalmente, se
noviembre del año pasado. utilizaron los conceptos elaborados por el
criminólogo americano, Edward R. Maguire5
De esta manera, el objetivo es contrarrestar los , esbozados en su trabajo “New Directions in
nuevos conceptos y técnicas en vigilancia policial Protest Policing” (2015) sobre el devenir de
de conflictos o protestas —surgidos en contextos la vigilancia policial de protestas en Estados
anteriores al peruano, pero similares con base en Unidos. Además, es necesario relatar brevemente
las recomendaciones y aprendizajes realizados— los sucesos y acontecimientos que llevaron al
con la represión cometida por la Policía en las terrible desenlace de esa trágica semana.

4. El Plan de Operaciones Nº 206 “Marcha Nacional Ante la Vacancia Presidencial y Juramentación del
Nuevo Presidente” corresponde a la marcha del jueves 12 de noviembre de 2020, mientras que el Plan de
Operaciones Nº 211 “Segunda Marcha Nacional de Protesta Ante la Vacancia Presidencial y Juramentación
del Nuevo Presidente” corresponde a la manifestación del sábado 14 de noviembre de 2020. Ambos son do-
cumentos de carácter reservado.

5. Edward R. Maguire es profesor de criminología y justicia criminal de la Universidad Estatal de Arizona.

Ha desarrollado una línea de investigación extensa sobre la historia de la vigilancia policial de protestas en
los Estados Unidos, ubicando las tendencias que han existido, los sucesos que han impulsado cambios en las
mismas y la eficacidad de cada una.

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1. RADIOGRAFÍA DE UNA CRISIS. EL ASCENSO
DE MERINO Y EL RÉGIMEN POLICIAL DE UNA
SEMANA
Semanas antes de la vacancia, se anunció en
redes que un noticiero dominical revelaría
pruebas rotundas en contra del expresidente
Martín Vizcarra, mostrando su participación
en actos de corrupción. Llegado el 8 de
noviembre, cientos de mensajes de WhatsApp
entregados por un colaborador eficaz del caso
“Club de la Construcción”; ponían en evidencia
la estrecha relación del exmandatario con una
serie de personajes investigados por sobornos
millonarios (Villasis y Loyola, 2020). No
obstante, la contundencia de la información
radicó más en la cantidad de los mensajes que
en el contenido.
Por la noche, Vizcarra emitió un comunicado
rechazando la “información incompleta y
descontextualizada” que se había presentado
a través de diversos medios (Gestión, 2020).
Pero la mesa ya estaba servida. Durante la
mañana del lunes 9 de octubre, en contra de
Figura 01: Marchas de la ciudadanía en contra del Congreso
Fuente: Maguiña, 2020
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todo pronóstico, el pleno del Congreso aprobó
la segunda moción de vacancia presentada
en contra del mandatario con una mayoría
abrumadora: 105 votos a favor, 19 en contra y
4 abstenciones.
La interpretación distorsionada del artículo 113
de la Constitución que establece como causal
de vacancia presidencial la “incapacidad moral
permanente”, fue suficiente para subvertir
el orden constitucional y sumergir al país en
una nueva crisis política. Manuel Merino,
expresidente del Congreso de la República,
juramentó como mandatario el 10 de
noviembre. Durante su breve gobierno, Merino
solo fue reconocido parcialmente en el cargo
por la comunidad internacional (Fowks, 2020);
pero con un rechazo masivo de la sociedad civil.
A penas se gestó la vacancia, se registraron
marchas masivas a lo largo de todo el territorio
nacional (véase figura 01). No a favor de
Vizcarra, sino en contra de una evidente e
innecesaria disrupción de nuestra precaria
democracia, más afectada aún por el contexto
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 FRACTUAL - REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES

“El rechazo de la sociedad civil fue masivo desde el inicio. A penas se

gestó la vacancia, se registraron marchas masivas a lo largo de todo
el territorio nacional. No a favor de Vizcarra, sino en contra de una
evidente e innecesaria disrupción de nuestra precaria democracia, más
afectada aún por el contexto crítico de la pandemia. ”

crítico de la pandemia. En el vacío institucional periodistas heridos por el impacto de balas

generado —los 18 miembros del gabinete
presidencial oficializaron su renuncia luego
de la destitución de Vizcarra—, la represión
policial de las manifestaciones civiles iniciales
evidenció un grado de violencia muy alto que
se fue agravando conforme el nuevo gobierno se
iba instalando.
Pese a los cuestionamientos realizados sobre
el accionar policial durante las protestas, las
autoridades negaron que se estaba haciendo
uso excesivo de la fuerza (RPP Noticias, 2020).
Sin embargo, con cada marcha que se convocó,
la masa crítica de pruebas y testimonios que
demostraban los atropellos cometidos durante
las mismas se incrementaba. Con la designación
del gabinete Flores-Aráoz y la elección del
Teniente General de la PNP, Gastón Rodríguez
Limo, en el cargo de ministro del Interior, el
despliegue policial tenía una línea de mando
clara con indicaciones específicas para la
contención de las protestas: reprimirlas a todo
costo, incluso haciendo uso discrecional de las
armas de fuego a su disposición.
De repente, las imágenes de las protestas
desarrolladas en la capital circulaban por las redes
y sembraban una ola de indignación y pánico:
Calles enteras cubiertas en gases lacrimógenos,
efectivos policiales armados de equipamiento
antimotines que apuntaban y disparaban hacía
los cuerpos de los manifestantes, decenas de
no reglamentarias de metal y por el otro lado,
miembros no identificados del Grupo Terna
que realizaban detenciones sin ningún tipo de
explicación.
En un contexto de irregularidades por doquier,
la marcha convocada para el sábado 14 de
noviembre, significó el final catastrófico del
golpe que se había orquestado:
Dos jóvenes estudiantes —Inti Sotelo y Jack
Pintado— murieron como consecuencia de la
represión desplegada por la Policía durante la
manifestació. Además, más de cuarenta personas
estuvieron desaparecidas por varios días.
Durante la mañana del día siguiente, Manuel
Merino renunció a la Presidencia de la
República. El nuevo gobierno también propuso
y avanzó con la creación de una comisión
multidisciplinaria para realizar propuestas de
mejora y restructuración dentro de la PNP, pero
los resultados todavía son escasos. Semanas
después de las marchas, se revelaron detalles
del plan de operaciones que había utilizado
la Policía para controlar las manifestaciones,
corroborando que varias irregularidades fueron
cometidas (Aguirre, 2020). Tan cuestionado fue
el despliegue policial de esas jornadas, que la
propia Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) envió una delegación a para
investigar los hechos y elaborar un informe con
recomendaciones para el Estado peruano6.

6. Los resultados recabados por esta delegación han sido plasmados en uno de los tres informes revisados
para la elaboración de este ensayo (CIDH, 2020).

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Es innegable que, durante este periodo, se
suscitaron una serie de situaciones externas
al propio accionar policial (y altamente
cuestionadas), que podrían haber contribuido
al endurecimiento de la represión realizada por
esta institución.
El 13 de noviembre, se difundió en redes un
video donde el entonces primer ministro,
Flores-Araoz, acompañado del ministro del
Interior, Gastón Rodríguez, se dirigía a un
grupo de policías en una comisaría de la capital
y los felicitaba por las labores de contención
realizadas en la manifestación del día anterior:
“En mí encontrarán siempre un defensor.
Les agradezco que siempre procedan en
cumplimiento de los derechos humanos
y de los protocolos, evitando lógicamente
que haya daños, pero reaccionando
cuando haya que reaccionar. Les repito,
he venido a saludarlos y agradecerlos”.
(El Comercio, 2020).
Figura 02: Represión policial y presencia de policía no uniformada
Fuente: Maguiña, 2020
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Las declaraciones del entonces premier se
contradicen directamente con los severos
cuestionamientos que manifestaron diversos
medios y organismos civiles hacia el accionar
policial de ese día. Igualmente, el considerable
registro audiovisual que se comenzaba a
acumular daba cuenta de que las palabras
enunciadas por el primer ministro con respecto
al cumplimiento de los derechos de los
manifestantes no eran ciertas.
Un episodio similar se produjo cuando, luego de
asumir la Presidencia de la República, Manuel
Merino tuvo una conversación telefónica con
César Gentile, el saliente ministro del Interior
de la gestión de Vizcarra, para solicitarle que,
ante el rechazo social que había nacido fechas
cercanas a su gobierno; aplique ‘mano dura’ a las
protestas (Gorriti, 2020). Indiscutiblemente, el
breve régimen buscó legitimarse a través del uso
de la fuerza policial en las calles (véase figura
02).
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Figura 03: Marchantes después de los acontecimientos de represión policial.

Fuente: Moreno, 2020

No se puede determinar con certeza hasta qué
punto este tipo de validaciones al accionar
policial en las manifestaciones pudieron haber
contribuido a generar un clima de impunidad.
Uno que, consecutivamente, favoreciera la
toma de medidas más drásticas en cuanto a las
estrategias de vigilancia de protestas desplegadas
por la PNP. La respuesta parece evidente, pero
no es el objetivo de nuestro análisis. Como se
observa a continuación, el enfoque del texto se
dirige, sobre todo, al propio accionar policial
desplegado durante esas fechas7 (véase figura
03).
2. ¿NUEVAS TENDENCIAS O VIEJAS PRÁCTICAS?
LA VIGILANCIA POLICIAL DE PROTESTAS EN EL
PERÚ
El trabajo “New Directions in Protest Policing”
(2015) del criminólogo norteamericano,
Edward R. Maguire, nace como producto de la
respuesta policial a las protestas desarrolladas
en la localidad de Ferguson,Misuri, en el 2014.
Estas manifestaciones surgen luego del asesinato
del ciudadano afroamericano Michael Brown
Jr., un joven de 18 años, quien fue abatido por
una agente policial blanco de ese Estado tras un

7. Actualmente, hay dos investigaciones abiertas en contra de Manuel Merino y toda la cadena de mando
político y policial señalada como responsable de los heridos y muertos durante las protestas de noviembre del
año pasado. Una de las investigaciones está siendo realizada por el Ministerio Público, mientras que la otra
corresponde a una denuncia interpuesta por las organizaciones que conforman la Coordinadora Nacional de
Derechos Humanos (CCNNDDHH).

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CRISIS, SOCIEDAD Y PANDEMIA

altercado. El suceso desató una ola de protestas
en los Estados Unidos que se encontró con un
despliegue violento y desproporcionado por
parte de las agencias policiales de ese país8.
Maguire hace una breve exposición del caso,
un recorrido histórico sobre la evolución de las
tendencias y enfoques de la vigilancia policial
de protestas (protest policing) en los Estados
Unidos9. Finalmente, propone cuatro pilares
o criterios fundamentales para este tipo de
labores policiales en la actualidad: educación,
facilitación, comunicación y diferenciación.
La mayoría de tales criterios se basa en décadas
de investigación de psicología de masas y
el estudio del comportamiento de grupos
humanos en contextos similares a los de una
manifestación y/o marcha; además, se han
constituido como estándares internacionales
para este tipo de intervenciones. En el presente
trabajo, vamos a describir y explicar cada uno
a la luz de las acciones impartidas por la PNP
en Lima durante las marchas de noviembre del
año pasado.
Al inicio, una comparación de las estrategias
de vigilancia policial en los Estados Unidos
con aquellas desarrolladas en el Perú podría
parecer un tanto forzada; después de todo,
se trata de instituciones cuyos presupuestos,
devenir histórico, legitimidad ante la sociedad y
desafíos son diferentes. Sin embargo, sería muy
ingenuo obviar la gran influencia que ha tenido
Estados Unidos en la formación y adopción de
estrategias policiales y militares en la región y
nuestro país durante las últimas dos décadas,
así como gran parte de la segunda mitad del
siglo XX, en aras de la “seguridad nacional”.
Solo cabe resaltar la influencia que tuvieron
agencias de inteligencia norteamericanas como
la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por
sus siglas en inglés) en las labores realizadas
por sus pares peruanas como el Grupo Especial
de Inteligencia del Perú (GEIN). En parte, la
captura del líder del Partido Comunista del
Perú Sendero Luminoso (PCP-SL), Abimael
Guzmán, se logró porque la CIA dotó de
recursos —cámaras, aparatos de escucha,
anteojos de visión nocturna— y entrenamiento
especializado —técnicas de interrogación,
vigilancia encubierta, análisis científico-
social— al GEIN (McClintock y Vallas, 2005).
En la actualidad, uno de los ejes principales
de esta cooperación se da en torno a la lucha
contra el narcotráfico. La Escuela Nacional de
Formación Profesional Policial (ENFPP) lidera
varios cursos e iniciativas que buscan fortalecer
el conocimiento y la pericia de nuestros policías
mediante la realización de cursos impartidos
por expertos y agencias provenientes, en varias
ocasiones, de los Estados Unidos10.
2.1. EDUCACIÓN
Por el lado de educación, Maguire (2015)
entiende que los esfuerzos realizados por la
Policía para informarse sobre las identidades
sociales, de los distintos grupos que comprenden

8. La controversia que esta respuesta desató llevó incluso a que el entonces presidente, Barack Obama, convo-
que a una comisión de expertos para emitir un informe y recomendaciones sobre la historia de las relaciones
entre la Policía y las comunidades minoritarias de ese país denominado el Grupo de Trabajo del Presidente
Obama sobre Control Policial en el Siglo XXI.

9. Todas las traducciones en este artículo son propias del autor.

10. Muchas de estas iniciativas son difundidas y promovidas por la Embajada de Estados Unidos en Perú, tal
como lo indica la nota de prensa sobre una serie de cursos virtuales para la PNP en temas como “liderazgo
policial, análisis criminal, ciberseguridad, investigaciones forenses, delitos contra el medio ambiente, preven-
ción del uso de drogas, inteligencia y protección de la infancia y adolescencia” (U.S. Embassy Lima, 2020).

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al conjunto de personas en una marcha y/o
manifestación. Es decir, se está ante un trabajo
de inteligencia policial donde debe primar el
discernimiento de estas diferentes identidades
con el propósito de elaborar estrategias de
contención y control diferenciadas.
Por lo general, el grupo humano que asiste a
una marcha está compuesto de subgrupos con
identidades sociales diversas que, en ocasión,
puede tener intersecciones con otras presentes
en una movilización. Este punto es importante
porque, como bien señala el autor, no todos los
grupos que asisten a una manifestación tienen
los mismos objetivos y/o están dispuestos
a desarrollar las mismas estrategias para
conseguirlos.
En las marchas de noviembre, la diversidad de
los grupos participantes era evidente. Había
un conjunto de actores cuya participación
en este tipo de movilizaciones es recurrente:
federaciones estudiantiles de universidades
públicas y privadas, organizaciones políticas,
colectivos feministas, sindicatos, civiles no
agrupados y otros. Pero también se hicieron
presentes agrupaciones cuya presencia cada vez
cobra mayor relevancia en la vida política del
país: alumnos de secundaria y jóvenes cuyas
identidades se podrían definir, parcialmente,
con base en sus patrones de consumo cultural
como: los ‘barristas’, ‘tiktokers’, ‘kpopers’
y ‘otakus’; cuya presencia en estas protestas
le agregó un matiz totalmente diferente a
anteriores.
Para algunas personas, la mención de estas
últimas agrupaciones podría resultar irrisoria.
Pero ciertamente no debe ser ignorada, sobre
todo, si se considera el rol fundamental que
tuvieron las redes sociales, las plataformas
virtuales en la convocatoria y la difusión de
información de las protestas. En ese sentido,
Maguire (2015) resalta que: “La Policía a
menudo reúne inteligencia criminal sobre los
manifestantes con un historial de violencia u
11. Un ejemplo clásico de manifestantes con un historial de violencia podrían ser las alas extremas de las
denominadas ‘barras bravas’.
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FRACTUAL - REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES
otros tipos de comportamiento criminal, pero
es mucho menos común para ellos reunir
información sobre las identidades sociales de
los participantes no-criminales” (p. 98)11. Sería
un despropósito para este trabajo no admitir
que, efectivamente, en las manifestaciones hubo
una presencia minoritaria de individuos cuyo
aparente objetivo era chocar con las fuerzas del
orden y/o causarles daño. Pero, evidentemente,
ello no puede ser justificación para la respuesta
desmesurada y generalizada que implementó la
policía en esas fechas.
Los informes de la CIDH, HRW y ACNUDH
también dan cuenta de este hecho. Un caso
notorio de la escasa consideración de este
criterio se demuestra con la intervención de
la policía sobre periodistas que cubrían las
manifestaciones y defensores de derechos
humanos presentes en las marchas. Sobre este
último caso, nos referimos específicamente al
hostigamiento físico y verbal que sufrió tanto
el personal de la Defensoría del Pueblo como
los abogados de la Coordinadora Nacional de
Derechos Humanos (ACNUDH, 2021).
Es verdaderamente incomprensible que los
efectivos policiales hayan obstaculizado la
realización de las labores competentes de estas
instituciones cuando están completamente
permitidas dentro de todos los marcos
normativos existentes.
Ahora, evidentemente, sería muy difícil —si
no imposible— que la Policía pueda realizar
un trabajo de vigilancia tan pormenorizado
que permita tomar en cuenta las identidades
sociales y objetivos específicos de absolutamente
todos los grupos humanos presentes en una
manifestación. Pero, justamente para ello, las
labores de inteligencia (o educación, como se
refiere Maguire) deben permitir que la Policía
tenga un conocimiento real de los niveles de
riesgo que pueden representar los diversos
subgrupos presentes en una marcha, sobre
todo, en un conjunto de marchas que fueron
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concebidas y difundidas como pacíficas desde 2.2. FACILITACIÓN

su inicio. Tampoco se puede sostener que la
Policía no tiene la capacidad, el conocimiento
y/o el interés para realizar este tipo de labores. El
Plan de Operaciones Nº 206 “Marcha Nacional
Ante la Vacancia Presidencial y Juramentación
del Nuevo Presidente”, en el apartado de
“Antecedentes”, informa de lo siguiente:
Asimismo, hace conocer sobre la propagación
vía redes sociales de una IMAGEN
INFORMATIVA con el siguiente contexto:
“Pinta un tombo, en países como Chile
o España los manifestantes tiran globos
con pintura a las fuerzas policiales para
evitarles ver a través de sus máscaras
y cascos haciéndoles que tengan que
retirarse bajándolos a las mismas
condiciones que los manifestantes. Es así
que los gases lacrimógenos se vuelven en
su contra, comparte esta para evitar que
los policías bastardos sigan usando estos
gases tóxicos contra nuestros hermanos
manifestantes; o estás con el pueblo o
estas en contra”. (Región Policial Lima
[REGPOL-Lima], 2020a).
El hecho de que se difunda este tipo de
información dentro de un plan de operaciones
policial confirma que la PNP realiza labores
de rastreo de inteligencia en redes. En efecto,
imágenes y videos con este mensaje fueron
ampliamente difundidas en plataformas
virtuales y redes sociales durante ese periodo. Lo
que no queda claro —y refuerza la importancia
del primer elemento identificado por Maguire—
es el criterio mediante el cual mensajes de este
tipo son considerados pertinentes o no para la
vigilancia policial en las protestas. El criterio de
la educación está intrínsicamente ligado al de la
diferenciación.
Para muchos manifestantes, la idea de una
marcha donde las fuerzas del orden acompañen
y prioricen el mantenimiento del orden público
en vez de optar por la represión es extraña. Sin
embargo, esta es justamente la labor que debería
cumplir la Policía en el sentido de facilitar
el ejercicio de los derechos civiles y sociales
que son constitucionalmente garantizados a
la población dentro de los parámetros legales
permitidos.
Maguire (2015) resalta que esta labor es
especialmente importante cuando las protestas
son en contra de la propia institución policial,
considerando que cualquier injusticia percibida
por los manifestantes solo agravará aún más la
situación. Es innegable que esto pasó cuando,
con cada protesta que se convocaba en noviembre
del año pasado, las consignas no eran solamente
en contra del gobierno de Manuel Merino, sino
también de la propia Policía.
Otro aspecto crucial de la facilitación se refiere
al uso indiscriminado de técnicas como el
acorralamiento (kettling) para prevenir que los
manifestantes puedan desplazarse libremente.
Como señala Maguire (2015), el uso de
métodos muy restrictivos de contención de
masas puede generar un agobio innecesario en
los manifestantes pacíficos (la mayoría) que
termine promoviendo una atmosfera de desafío
violento hacía el control policial.
Un ejemplo de ello es el bloqueo policial
realizado en la intersección de las avenidas
Abancay con Nicolas de Piérola en el Centro
de Lima, que tenía como objetivo prevenir que
los manifestantes lleguen hacía las afueras del
Congreso de la República12.

12. Sobre este punto, el informe de ACNUDH (2021) hace bien en señalar que el propio Tribunal Consti-
tucional, en el 2005, declaró inconstitucional aquellos articulados de la normativa de la Municipalidad Me-
tropolitana de Lima que buscaban restringir los derechos de la protesta y la reunión pacífica en vías públicas
correspondientes al centro histórico de Lima. A pesar de ello, el cierre y cercamiento de calles y avenidas del
centro histórico durante protestas sociales es una práctica común todavía.

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Ergo, no es una coincidencia fortuita que estos
espacios se hayan convertido en verdaderas zonas
de combate donde los contingentes policiales
hicieron gran parte del uso irregular de sus
armas. La periodista Rosa Laura ha publicado
dos reconstrucciones que detallan los últimos
minutos de Inti Sotelo y Jack Pintado —los
manifestantes asesinados durante la marcha del
sábado 14—. Ambas investigaciones coinciden
en que el lugar donde estos estudiantes fueron
heridos mortalmente fue justamente la zona
del bloqueo policial de estas avenidas (Laura,
2020a; 2020b).
En Plaza San Martín, se cerraron todos los
accesos, salvo por uno; mediante el uso de
rejas metálicas. Cuando la Policía comenzó a
dispersar el gran contingente de manifestantes
ubicados en esa zona, haciendo uso de
bombas lacrimógenas, su evacuación resultó
muy problemática, debido a la escasez de
rutas alternativas, como consecuencia del
enrejamiento y la concentración de los gases.
El informe de ACNUDH (2021) —que coincide
con Maguire (2015) en este punto— argumenta
que esta práctica de ‘encapsulamiento’ es ‘muy
problemática desde la perspectiva de estándares
internacionales’ (p. 8). No obstante, su uso fue
muy difundido según se puede constatar en los
planes operativos de ambas marchas, donde se
establecieron 22 puntos de colocación de rejas
para la protesta del 12 de noviembre y 27 para
la realizada el 14 (REGPOL-Lima, 2020a;
2020b).
Un último punto, vinculado a la facilitación,
tiene que ver con el ejercicio de la libertad de
expresión y de prensa. Aparte de las afectaciones
en contra de periodistas, también están las
detenciones a personas por el simple hecho de
haber participado en las marchas, incluyendo a
una menor de edad (HRW, 2020; Cuarto Poder,
2020a), o el caso de la detención del dueño de
una imprenta y una trabajadora del local bajo el
argumento de que estaban imprimiendo afiches
en contra del Gobierno y la PNP (ACNUDH,
2021; Cuarto Poder, 2020a). En el primero, hay
acusaciones de agresiones sexuales cometidas;
en el segundo, se acusa a la policía de haber
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FRACTUAL - REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES
sembrado el material por el cual se realizó
la detención; la policía no puede hacer uso
discrecional de sus facultades para impedir que
las personas ejerzan sus derechos más básicos.
Como comenta Maguire (2015):
“Pedirle a la policía que facilite la
expresión libre de contenidos que
puedan encontrar ofensivos quizás sea
muy desafiante para los líderes policiales,
pero es esencial para transformar a la
institución en «verdaderos guardianes
de la democracia” (p. 102).
2.3. COMUNICACIÓN
La comunicación es un aspecto esencial de la
vigilancia policial comunitaria (community-
oriented policing). En las labores de vigilancia
policial de protestas también es una herramienta
fundamental, pese a las dificultades que los
contextos de manifestaciones pueden presentar:
“La comunicación entre la policía
y los manifestantes puede ser muy
desafiante. Por lo general, las protestas
son altamente descentralizadas y
desorganizadas. Algunas protestas
emergen espontáneamente y, por lo
tanto, no tienen un liderazgo o dirección
clara. Algunas otras, como Ocupa Wall
Street [Occupy Movement], rechazan
la idea de una jerarquía y liderazgo
por principio. Muchas protestas son
bulliciosas, caóticas y toman una
vida propia; así, cuando sea posible,
la policía debería comunicarse con
los manifestantes mucho antes de la
protesta en sí”. (Maguire, 2015, p. 103).
El contexto político que catapultó las marchas del
año pasado, no favorecía la creación de espacios
de diálogo entre la policía y los manifestantes. A
pesar de ello, el criterio de la comunicación en
cuanto a las prácticas estandarizadas de la policía
debería ser aplicable a todos los momentos de
una protesta: Antes, durante y después. Si la
policía comunicara efectivamente sus planes
operativos para protestas de esta envergadura,
como también ofrecer conferencias de prensa
21 // 2021 //
CRISIS, SOCIEDAD Y PANDEMIA
luego de los hechos para dar cuenta ante la
prensa y la sociedad civil de las actividades
realizas, es muy probable que la legitimidad
de sus acciones se vea beneficiada. Además,
estos espacios podrían servir para comunicar
externalidades surgidas en el desarrollo de las
protestas y explicar los criterios utilizados para
las respuestas realizadas.
Uno de los principales objetivos de la
comunicación en la vigilancia policial de
protestas es conocer los objetivos específicos
de los manifestantes y los subgrupos que
conforman una marcha. Si una comunicación
efectiva se hubiese realizado, los agentes a cargo
del cerco policial hubiesen podido reconocer
que el único objetivo de este contingente de
manifestantes era llegar hasta los exteriores
del Congreso, no para provocar daños o
vandalizarlo, sino para expresar su indignación
ante los hechos suscitados.
Los agentes en ningún momento intentaron
comunicarse con los manifestantes. Los propios
protocolos de la PNP, que fueron ampliamente
desacatados durante esas fechas, dan cuenta
de ello. El Manual de Procedimientos
para las Operaciones de Mantenimiento y
Restablecimiento del Orden Pública, en su
apartado sobre la Ejecución de las Operaciones,
indica que, la policía debe:
“Advertir verbalmente de la intención
de usar la fuerza y las armas de fuego
mediante el empleo táctico y estratégico
de los Equipos especiales de Respuesta,
con tiempo suficiente para que ésta
sea tomada en cuenta, teniendo en
consideración que en la mayoría de los
casos este aviso no basta para dispersar a
la multitud”. (DIRGEN, 2016).
Este tipo de advertencias jamás fueron dadas. Lo
que sí se escucharon fueron consignas y frases
propias de regímenes dictatoriales y conflictos
bélicos. En uno de los videos más controversiales
13. Se trata específicamente de la Apreciación de Inteligencia Nº 492-2020-7D4A/U2 con fecha de elabora-
ción el 13 de noviembre de 2020.
// NÚMERO 02 //
del registro audiovisual de esas fechas, se ve
a un agente equipado de un rifle antimotines
(con municiones no identificadas) que, a vista y
con el respaldo de sus compañeros, es alentado
a causar el mayor daño posible con su arma:
“Mátala, mátalo” (Amnistía Internacional,
2020). Mensajes como estos son inaceptables
bajo cualquier perspectiva. Y, lamentablemente,
también conforman elementos de comunicación
que seguirán socavando la baja legitimidad de
la institución policial.
2.4. DIFERENCIACIÓN
Por último, la diferenciación hace referencia
a la necesidad de desarrollar respuestas
policiales diferenciadas en el contexto de
una manifestación. Este criterio puede ser
considerado transversal a los anteriores porque
parte de la idea de no depender en soluciones o
estrategias únicas. Maguire (2015) —basándose
en los hallazgos de varios estudios de psicología
de masas— apunta que cuando las fuerzas del
orden “tratan a manifestantes moderados de un
grupo, quienes se están comportando de manera
legal, como criminales puede por inadvertencia
alentarlos a alinearse con los manifestantes más
extremos en contra de la policía” (p. 104).
Este punto es fundamental para las marchas
de noviembre porque permite demostrar que,
desde el inicio, la estrategia policial desplegada
no consideró una respuesta diferenciada en lo
absoluto. El periodista Ricardo Velazco (2020)
del semanario Hildebrandt en sus Trece publicó
un artículo donde se presentaba una de las
apreciaciones de inteligencia elaboradas por la
Policía durante las marchas13.
En función de la vigilancia policial de protestas,
estos documentos deberían servir para que los
agentes puedan tener una información concreta
sobre los diversos grupos que asisten a esas
manifestaciones, así como conocimiento de sus
identidades social y objetivos específicos. De
esa manera, la repuesta policial puede darse de
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manera diferenciada y proporcional al riesgo
que podrían suponer algunos grupos. Aunque,
como ya se mencionó, la mayoría de los
participantes eran pacíficos. El propio informe
preliminar de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos corrobora ello:
La Comisión ha señalado que el carácter
pacífico y sin armas previsto en los instrumentos
interamericanos como requisito del ejercicio del
derecho de reunión, no habilita a que se declare
el carácter no pacífico de una manifestación en
función de las acciones de algunas personas. Por
ello, recuerda que cuando algunos individuos
cometen actos de violencia en el contexto de una
protesta, éstos deben ser individualizados pero
los demás manifestantes conservan su derecho a
la reunión pacífica y, en consecuencia, ninguna
reunión debería considerarse desprotegida.
“A excepción de lo anterior, se pudo
observar que las personas manifestantes
eran mayoritariamente jóvenes y
estudiantes y subraya que de forma
generalizada las convocatorias se
realizaron de manera espontánea, desde
múltiples liderazgos y en un tono
pacífico, con reivindicaciones por medio
del uso de pancartas, banderas, cantos y
expresiones artísticas”. (CIDH, 2020).
No obstante, en el documento revelado
por Velazco se puede constatar que nada
de esto se tomó en cuenta. En el listado de
“organizaciones sindicales, políticas y otras
que participan en la marcha” (referente a la
marcha del 14 de noviembre), se mencionan
unas 34 organizaciones sin ningún tipo de
diferenciación entre ellas. Así, estudiantes de
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
(UNMSM), la Universidad Nacional Federico
Villareal (UNFV) y la Pontificia Universidad
Católica del Perú (PUCP) se incluyen en la
misma lista con organizaciones polémicas y de
una accionar completamente distinto como el
Movimiento por la Amnistía y los Derechos
Fundamentales (MOVADEF) y el Frente
de Unidad y Defensa del Pueblo Peruano
(FUDEPP) (Velazco, 2020).
// NÚMERO 02 //
FRACTUAL - REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES
Algunas acciones concretas de la respuesta
policial en las marchas también dan cuenta
de un accionar generalizador en vez de uno
diferenciador. Tanto en la marcha del jueves
12 como la del sábado 14, agentes policiales
dispararon perdigones y dirigieron gases
lacrimógenos a grupos de brigadistas de salud
que socorrían a personas heridas durante el
embate policial (ACNUDH, 2021). En cambio,
como demuestra una crónica periodística
emitida en un noticiero dominical, la policía
no tomó acciones contra sujetos que parecían
pretender iniciar una confrontación física
con los agentes a cargo de ciertos sectores.
En el reportaje,se observa cómo un sujeto no
identificado —aparentemente vinculado a la
“barra brava” de un equipo de futbol— incita a
la agresión de los agentes policiales sin recibir
ningún tipo de advertencia por parte de ellos
(Cuarto Poder, 2020b).
Como remarca Maguire (2015), el uso de
una estrategia policial gradual y diferenciada
puede ser muy difícil para los agentes que se
encuentran en las líneas de contención. Es
un hecho innegable que en las marchas había
grupos minoritarios de manifestantes que
buscaban provocar una reacción de los policías
insultándolos e incluso tirándoles objetos como
botellas plásticas vacías y fuegos artificiales.
En estas situaciones, la disposición emocional
y psicológica de los agentes puede provocar
reacciones violentas o el uso indebido de su
equipamiento. En este tipo de situaciones, la
responsabilidad recae principalmente en los
superiores que están a cargo de monitorear la
ejecución de estas actividades:
“En eventos donde los policías están
siendo amenazados o donde hay un
verdadero riesgo de violencia, los agentes
deberán ser rotados periódicamente para
tomarse un descanso antes de retomar
sus labores. Los buenos supervisores
prestarán atención a señales de estrés
emocional o físico entre sus oficiales y
los relevarán conforme sea necesario. Los
policías también deben ser entrenados
para prestar atención a esos estímulos
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CRISIS, SOCIEDAD Y PANDEMIA
en ellos mismos y sus pares y para
responder conforme sea necesario para
prevenir conflictos u otros problemas”.
(Maguire, 2015, p. 107).
Lamentablemente, en las marchas se observó
una disposición completamente opuesta. El
control de pares era más bien una incitación a
escalar la violencia y los métodos de represión
sin ningún tipo de diferenciación de por medio.
Sin una estrategia de repuesta diferenciada,
se corre el riesgo de criminalizar una protesta
legítimamente justificada y amparada en los
marcos normativos existentes, hecho que
lamentablemente ocurrió en las marchas de
noviembre y que, ha sido una práctica muy
común en gran parte de las protestas sociales
realizadas durante los últimos veinte años.
2.5. LA CULTURA INSTITUCIONAL Y EL TRAUMA
POLICIAL
Para Maguire (2015), los cuatro principios
o criterios anteriormente identificados
constituyen la base para una nueva visión sobre
la vigilancia policial de protestas en los Estados
Unidos. Para efectos de este ensayo, se han
expuesto las razones por las cuales se consideró
pertinente también, para entablar una discusión
seria sobre las prácticas policiales en el control
de protestas y marchas en el Perú.
De hecho, la mayoría de contenidos del Manual
de Procedimientos para las Operaciones de
Mantenimiento y Restablecimiento del Orden
Pública, elaborado por la Secretaría General
de la PNP en el 2016, utilizan varios de estos
principios como base. Sin embargo, la repuesta
policial a las marchas de noviembre de 2020
y una larga cola de manifestaciones que las
anteceden —Espinar, Lote 95 y Bagua, por
mencionar algunas— son prueba de que estos
conceptos no son del todo interiorizados por la
Policía. De acuerdo al Sistema de Monitoreo de
Conflictos Sociales (SIMCO) de la Defensoría
14. Hasta 1988, la Policía Nacional del Perú —como ahora es conocida— estaba conformada por tres Fuer-
zas Policiales (Guardia Civil, Policía de Investigaciones y Guardia Republicana) que fueron integradas en el
cuerpo que conocemos hasta la actualidad.
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del Pueblo, entre el 2006 hasta el 2020 (31
de octubre), 289 personas han muerto en
conflictos sociales, mientras que 5098 han sido
heridas (Flores, 2020).
En efecto, estos hechos y cifras implican una serie
de interrogantes sobre las que se ha producido
una cantidad de literatura considerable: ¿La
PNP cuenta con los recursos suficientes y
una estructura organizacional apropiada para
generar cambios reales en la vigilancia policial
de protestas? ¿Qué tanta influencia pueden
tener los marcos normativos existentes para
promover este tipo de estrategias policiales?
¿Hasta qué nivel, los actores ubicados en los
otros poderes del Estado (Presidencia y Congreso
principalmente), pueden instrumentalizar a la
Policía en la represión de agitaciones sociales
contrarias a sus intereses?
Todos estos factores son importantes y deben
ser tomados en cuenta para proponer verdaderas
soluciones y cambios en la institución que le
permitan cumplir a cabalidad con su mandato
constitucional, sobre todo, el apartado del
Artículo 166 que dice: “Prestar protección
y ayuda a las personas y a la comunidad”
(Constitución Política del Perú, 1993).
Pero hay un factor adicional que se propone en
este texto y presentar como un argumento que
permite explicar, hasta cierto punto, la respuesta
policial de las marchas de noviembre y otras:
la cultura institucional de la PNP, entendida
como el producto de un trauma histórico. El
trauma histórico al cual se hace la referencia es
la lucha que esta institución emprendió contra
las organizaciones armadas subversivas durante
las décadas de los ochenta y noventa14.
Cuando el Movimiento Revolucionario Tupac
Amaru (MRTA) y Sendero Luminoso (PCP-
SL) le declararon la guerra al Estado peruano
bajo posiciones ideológicas distintas, fueron las
Fuerzas Armadas y la PNP quienes repelieron
24 // 2021 //

y virtualmente, aplastaron la amenaza que
estas organizaciones representaban. También se
produjeron una serie de abusos sistemáticos de
derechos humanos por parte de las fuerzas del
orden que han sido ampliamente documentados
por instancias como la Comisión de la Verdad y
Reconciliación (CVR) en el 2003.
No se va a detener sobre este punto puesto
que el objetivo es simplemente identificar
la causa del trauma al cual se referencia. Sin
embargo, para contextualizar a qué se hace
referencia por un trauma histórico, se utilizó
la conceptualización de esta idea por parte del
historiador americano, Dominick LaCapra15.
Para LaCapra, existen ciertos traumas que surgen
como producto de acontecimientos límite que
pueden ser considerados fundacionales porque
paradójicamente permiten la formación de una
identidad sobre la base de ellos mismos. En una
entrevista al respecto, menciona lo siguiente:
“Es una paradoja extrema e interesante.
Si lo piensas, esto probablemente ocurra
en la vida de todas las personas, en un
mayor o menor grado. Todos los mitos
de origen tienen algo como un trauma
fundacional, a través del cual las personas
transcurren y emergen fortalecidas, al
menos así han podido superar la prueba
del trauma fundacional. La guerra civil en
Estados Unidos, la Revolución francesa
en Francia y, ciertamente, el Holocausto
en Israel (y para los judíos en el mundo,
quizás más aún en la actualidad) puede
verse como un procesamiento del trauma
donde uno encuentra una identidad que
es personal y colectiva al mismo tiempo.
Nuevamente, esto es entendible, pero
también debería ser cuestionado; el
trauma debería ser visto como algo que
eleva la cuestión sobre la identidad, más
que solo fundarla. Por lo tanto, estamos
ante un complejo de problemas: la
singularidad sobre el Holocausto; sobre
15. En el caso de LaCapra, sus trabajos sobre la memoria traumática del Holocausto son especialmente re-
conocidos
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FRACTUAL - REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES
como llamas al Holocausto; y sobre
cómo el Holocausto está funcionando
ideológica y políticamente”. (Goldberg,
1998).
La mención final que hace LaCapra sobre
el debate existente en torno al nombre del
Holocausto surge de una polémica sobre la
forma más adecuada para referirse a este evento.
Desde diversas disciplinas y perspectivas, se
han propuesto y debatido diversos nombres:
el Holocausto, el holocausto, la Shoah, el
genocidio nazi, entre otros. Esta observación es
muy pertinente también para el caso peruano
donde el periodo de violencia entre 1980-2000
es denominado de diversas maneras y sujeto a
debate: Conflicto Armado Interno (acuñado
por la CVR), Guerra contra el terrorismo
(nombre preferido por las Fuerzas Armadas y
Policiales), Pacificación Nacional, entre otros.
La lucha emprendida por la Policía durante
esas dos décadas podría ser considerada un tipo
de trauma fundacional que ha permitido la
formación de una identidad institucional con
base en ella. Luego del periodo de transición
democrática en el 2000, la institución policial
fue seriamente cuestionada por los graves
crímenes e irregularidades que se cometieron.
En el 2001, se inició un proceso de reforma
institucional en la PNP que buscaba deshacer
aquellas estructuras organizacionales que
permitieron la comisión de estos atropellos. Los
resultados han sido variados; sin embargo, gran
parte de esta cultura institucional ha persistido.
Los planes de operaciones de las marchas de
noviembre son prueba de ello. Por lo general,
este tipo de planes siempre detallan una serie de
supuestos y antecedentes al inicio que permiten
contextualizar las acciones planificadas. De la
misma manera, se incluye un listado de fuerzas
propias y amigas (en su mayoría otras unidades
policiales especializadas y entidades estatales
como el Ministerio Público), pero también
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CRISIS, SOCIEDAD Y PANDEMIA
de fuerzas adversas. Casi siempre, dentro de
estas últimas se incluyen las siguientes dos:
delincuentes comunes (DDCC) y delincuentes
terroristas (DDTT). ¿Cuál es el criterio o la
apreciación de inteligencia que justifica la
inclusión de delincuentes terroristas como
posibles fuerzas adversas en un conjunto de
marchas que eran pacíficas?
En ambos planes también, bajo las suposiciones
de probables eventualidades que hace la Policía,
se indica que:
“Se prevé, que integrantes de las
OO.TT [Organizaciones Terroristas],
aprovechen la coyuntura política del
país para realizar acciones de AGIPRO
[Agitación y Provocación], mediante
pintas, volanteo; así como acciones
que atenten contra el orden interno,
provocando actos de violencia,
agresiones al personal PNP, incitando
a los manifestantes a fin de realizar
daños a la propiedad pública y privada”.
(REGPOL-Lima, 2020a, 2020b).
No existe razonamiento alguno para incluir
este tipo de suposiciones en los planes de
control y contención de marchas que en
ningún momento evidenciaron la presencia de
“organizaciones” o “delincuentes terroristas”.
Lo más preocupantes es que este tipo de
suposiciones no son exclusivas de las estrategias
policiales en marchas, sino aparentemente en
otro tipo de medidas también.
El Plan Fortaleza 2020, elaborado por la PNP y
presentado ante la ciudadanía como la “principal
estrategia del gobierno para incidir sobre la
delincuencia y sus diversas manifestaciones en la
fase de reactivación económica y poscuarentena”
(Corzo, 2020), también incluye dentro de sus
suposiciones la posibilidad de: “que, integrantes
de OOTT [Organizaciones Terroristas], atenten
contra algunos Activos Críticos Nacionales
16. El término es prestado de un amigo historiador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Ricar-
do Gavilán Cortez, quién lo propuso luego del contexto de las marchas de noviembre de 2020.
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(ACN), que generen servicios esenciales”
(SCG-PNP, 2020). Verdaderamente, resulta
muy cuestionable la inclusión de este supuesto
en un plan nacional de seguridad ciudadana,
cuando ni Sendero Luminoso ni el MRTA han
realizado acciones armadas considerables en los
últimos 20 años y son organizaciones que han
estado desarticuladas durante más tiempo aún.
La razón por la cual este tipo de suposiciones
son peligrosas es porque son muy fáciles
de generalizar, sobre todo, en un contexto
como el peruano, donde el ‘terruqueo’ de
las manifestaciones sociales es una práctica
altamente difundida pero, por suerte, cada vez
menos eficaz. Por otro lado, la construcción de
una identidad institucional a partir del trauma
ocasionado por la lucha mortal contra un
enemigo que busca la destrucción del otro es
muy problemática, no solo para la realización
de la vigilancia policial en protestas, sino de las
labores policiales en general.
El destierro de estas concepciones debe ir
acompañado por la adopción de perspectivas
comunitarias que vean en la población a un
aliado con diversas expresiones e identidades y
no un enemigo único.
3. ¿ES POSIBLE UNA POLICÍA DEL BICENTENARIO16?
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Las marchas de noviembre de 2020 se han
convertido en un hito generacional. Quizás
la Generación del Bicentenario no sea solo
aquella que comparte un perfil demográfico
y patrón de consumo similar —como han
querido demostrar varias empresas—, sino,
más bien, cuya identidad colectiva también
surgió de un trauma fundacional con base en la
experiencia compartida de la indignación y el
rechazo de la violencia policial experimentada
durante las diversas manifestaciones públicas,
especialmente ante temas políticos.
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En ese sentido, se encuentra ante un desafío
muy grande para la Policía, mas no imposible
de alcanzar. El primer paso debe ser reconocer
los errores cometidos, facilitar los procesos de
búsqueda de justicia para las víctimas de los
muertos y heridos, y sancionar a los responsables.
Consecutivamente, se deben desarrollar mejores
mecanismos de comunicación entre la policía
y los manifestantes que permitan conocer los
objetivos y límites de cada uno.
Para ello, es indispensable que la policía
reconsidere integralmente la construcción
ideológica de sus supuestos enemigos.
Finalmente, es necesario que la vigilancia
policial de protestas en el Perú dé un giro
completo que le permita diferenciar entre
la mayoría de reclamos y quejas justas de la
ciudadanía de una minoría que solo busca la
agitación para fines e intereses particulares.
La memoria de la violencia extrema
experimentada en esas fechas jamás será
borrada de nuestras mentes. Pero ello, tampoco
debe ocultarse el hecho de que, en muchas
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// NÚMERO 02 //
FRACTUAL - REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES
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policiales fueron casi impecables. En Arequipa,
por ejemplo, la policía hizo uso efectivo de
todos los criterios planteados por Maguire
(2015), inclusive tomando consideraciones
adicionales como la entrega de mascarillas y
alcohol a los manifestantes debido al contexto
de la pandemia (El Búho, 2020; La República,
2020). Por lo tanto, es posible concluir que
otro tipo de vigilancia policial de protestas es
posible y, como corolario, que otro tipo de
Policía es posible.
La denominada Generación del Bicentenario
destacó por su valentía, pese a la crisis sanitaria,
el decrecimiento socioeconómico y el desastroso
panorama político de los últimos años. A
pesar de los intereses políticos que buscaban
convertir al país en su caja registradora personal,
esta generación supo ponerse al hombro la
democracia del país cuando más los necesitaba.
La Policía del Bicentenario debe poder
garantizar que esto suceda cuantas veces sea
necesario. En ello debe radicar su renacimiento.
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