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PROGRAMA No.

0496

1 CRÓNICAS

Cap. 16:22 - 18:4

Continuamos hoy, nuestro recorrido por el Primer Libro de Crónicas, y nos


encontramos todavía en el capítulo 16. Y en nuestro programa anterior, estábamos
hablando de El Pacto que Dios hizo con Abraham. Y decíamos que, hay muchos en el día
de hoy, que quieren menospreciar el pacto que Dios hizo con Abraham. Pero, vimos que
David no está menospreciando ese pacto. David dice: “hablemos de él.” Dios hizo un
pacto con Abraham y lo confirmó con Isaac, hizo juramento; dijo, “Yo voy a hacer esto.”
Y ahora, David dice: “hablemos de esto.” Dios, ha hecho pactos, amigo oyente, y esos
pactos tienen mucha importancia en el día de hoy. Dios hizo un pacto con Abraham. El no
ha retractado Su palabra. Dios dijo: “Te daré a ti y a tu descendencia esta tierra,” y Dios
lo va a hacer. Ahora, eso no quiere decir que tienen que ir a tomarla de nuevo, ahora; sino
que cuando la reciban de Dios, no habrá por qué temer a ninguna otra potencia. Ellos no
necesitarán temer a nadie, porque cada uno vivirá bajo su propia viña, bajo su propia
higuera en paz. Y eso quiere decir, amigo oyente, que Dios permitirá que tengan su
propiedad. Pertenecerá a Dios, como lo es en el día de hoy, pero Dios se las está dando. Y
El nos ha dado tantas bendiciones espirituales. Ahora, ¿cuál es ese pacto? Bueno, no fue
algo que duraría sólo un día, o por un cierto período de tiempo. Fue hecho para siempre.
David entendió que Dios había hecho pacto con Abraham, en cuanto a la tierra y que se la
iba a dar a él. Ahora, lo interesante, amigo oyente, es que en nuestros días, uno puede
hacer mucho daño, y hasta pasar por desapercibido. Parecería que así fuera. Pero, como
hemos visto, Dios dijo aquí en el versículo 22, de este capítulo 16 del Primer Libro de
Crónicas:

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22
No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas.

Tenemos, pues, que tener mucho cuidado de no interferir con la obra de Dios. Esa es
una de las razones, por las cuales somos estrictos aquí en este programa “A Través de la
Biblia,” en cuanto a la doctrina. Hay algunos grupos con los cuales, uno no está de
acuerdo. Sin embargo, tenemos que tener cuidado de no interferir en su obra. Quizá no
hagan todo como nos gusta a nosotros, pero guardan la integridad de la Palabra de Dios y
la Deidad del Señor Jesucristo. No debemos, pues, tocar a los ungidos de Dios. Yo no los
toco, porque creo que en nuestros días, tenemos que tener mucho cuidado con la obra de
Dios. Amigo oyente, usted tiene que tener cuidado en su iglesia, en cuanto a lo que está
haciendo. ¿Está usted perjudicando o interfiriendo con la obra de Dios? ¿Está usted
ayudando? Eso es lo importante. Bien, continuemos ahora con este Salmo de David, que
tenemos aquí en este capítulo 16, del Primer Libro de Crónicas. Leamos, el versículo 23,
ahora:

23
Cantad a Jehová toda la tierra, proclamad de día en día su salvación.

Llegará un día, amigo oyente, cuando esta creación que está gimiendo de dolor,
esperando la redención de los hijos de Dios, podrá ser liberada. Y, amigo oyente, usted
podrá escuchar una música tan hermosa como nunca ha escuchado. Escuche ahora, lo que
dicen los versículos 24 al 26:

24
Cantad entre las gentes su gloria, y en todos los pueblos sus maravillas. 25Porque grande
es Jehová, y digno de suprema alabanza, y de ser temido sobre todos los dioses. 26Porque
todos los dioses de los pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los cielos.

Y eso quiere decir, amigo oyente, que esos dioses no son nada, sino un pedazo de
madera, o un pedazo de roca, algo de metal. Pueden también ser vegetal, o mineral, o

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cualquier otra cosa. ¿Es ese su dios, amigo oyente? Y ahora, leamos los versículos 27 al 29:

27 28
Alabanza y magnificencia delante de él; poder y alegría en su morada. Tributad a
Jehová, oh familias de los pueblos, dad a Jehová gloria y poder. 29Dad a Jehová la honra
debida a su nombre; traed ofrenda, y venid delante de él; postraos delante de Jehová en la
hermosura de la santidad.

¿No habla eso, amigo oyente, de una Iglesia hermosa? ¡Cómo me gusta eso a mi! Pero
aquí nos está hablando de la santidad. Muchos de nosotros no sabemos siquiera cómo
adorar a Dios. Y aun ahora, al leer este Salmo, ¿no siente el deseo de por lo menos
susurrar un pequeño ¡Amén!? O quizá quiera exclamar: “Gloria a Dios,” “Alabado sea el
Señor.” No como una frase ya gastada, sino como algo que sí tiene significado. ¡Qué
hermoso es esto! Veamos ahora, los versículos 30 al 33:

30
Temed en su presencia, toda la tierra; el mundo será aún establecido, para que no se
conmueva. 31Alégrense los cielos, y gócese la tierra, y digan en las naciones: Jehová reina.
32 33
Resuene el mar, y su plenitud; alégrese el campo, y todo lo que contiene. Entonces
cantarán los árboles de los bosques delante de Jehová, porque viene a juzgar la tierra.

Ese día llegará, amigo oyente. Los árboles cantarán. Yo estoy esperando ese día.
Quizá, usted me pregunte, y “¿Cómo cree usted que cantarán los árboles?” Bueno, no lo
sé. Pero cuando lleguemos a ese día, amigo oyente, usted y yo lo sabremos. Ahora, el
versículo 34, dice:

34
Aclamad a Jehová, porque él es bueno; porque su misericordia es eterna.

A Dios no le falta la misericordia, amigo oyente, y eso es lo que yo necesito. Y me


imagino que usted también la necesita. El tiene suficiente. ¿Por qué no va usted a El?

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¿Qué es lo que usted necesita? Lo que sea, amigo oyente, vaya a El. Y ahora, los versículos
35 y 36, dicen:

35
Y decid: Sálvanos, oh Dios, salvación nuestra; recógenos, y líbranos de las naciones,
36
para que confesemos tu santo nombre, y nos gloriemos en tus alabanzas. Bendito sea
Jehová Dios de Israel, de eternidad a eternidad. Y dijo todo el pueblo, Amén, y alabó a
Jehová.

¡Esto es maravilloso, amigo oyente! Hemos tocado apenas la superficie de este Salmo.
Hemos podido detenernos a un lado, por así decirlo, y contemplar su hermosura. Debemos
seguir adelante en este capítulo 16. Leamos los versículos 37 al 39, ahora:

37
Y dejó allí, delante del arca del pacto de Jehová, a Asaf y a sus hermanos, para que
ministrasen de continuo delante del arca, cada cosa en su día; 38y a Obed-edom y a sus
sesenta y ocho hermanos; y a Obed-edom hijo de Jedutún y a Hosa como porteros.
39
Asimismo al sacerdote Sadoc, y a los sacerdotes sus hermanos, delante del tabernáculo
de Jehová en el lugar alto que estaba en Gabaón, . . .

No sabemos quién era el Secretario de Estado de David, o quién era el Ministro de


Hacienda, o el Representante ante las Naciones Unidas; pero sí sabemos quien cuidaba del
arca y quién adoraba ante Dios y estaba a cargo de los asuntos espirituales de su reino.
Prosigamos ahora con los versículos 40 y 41:

40
para que sacrificasen continuamente, a mañana y tarde, holocaustos a Jehová en el altar
del holocausto, conforme a todo lo que está escrito en la ley de Jehová, que él prescribió a
41
Israel; y con ellos a Hemán, a Jedutún y a los otros escogidos declarados por sus
nombres, para glorificar a Jehová, porque es eterna su misericordia.

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Ellos habían dejado abierta la comunicación con Dios. Y esa es la razón, amigo oyente,
por la cual nosotros debemos dar gracias a Dios, porque es eterna Su misericordia. Esta es
una sección muy admirable. Aquí vemos dónde Dios pone Su énfasis.

Y este capítulo 16 del Primer Libro de Crónicas, concluye con estos versículos 42 y 43,
diciendo:

42
Con ellos a Hemán y a Jedutún con trompetas y címbalos para los que tocaban, y con
otros instrumentos de música de Dios; y a los hijos de Jedutún para porteros. 43Y todo el
pueblo se fue cada uno a su casa; y David se volvió para bendecir su casa

Al entrar ahora en el capítulo 17, nos encontramos con David en el templo. El arca se
encuentra nada más que en una tienda. Quizá el viejo tabernáculo ya ha sido gastado con
el uso y lo único que tienen es una tienda, es algo provisional.

Al leer los primeros dos versículos de este capítulo 17, usted va a darse cuenta que ya
hemos visto esto en el séptimo capítulo del Segundo Libro de Samuel. Leamos, pues, estos
dos primeros versículos del capítulo 17 del Primer Libro de Crónicas:

1
Aconteció que morando David en su casa, dijo David al profeta Natán: He aquí yo habito
en casa de cedro, y el arca del pacto de Jehová debajo de cortinas. 2Y Natán dijo a David:
Haz todo lo que está en tu corazón, porque Dios está contigo.

Simpatizamos mucho con Natán. El hizo lo que pensó que era lo más apropiado, la cosa
más correcta. Pero aquí vemos que un Dios privado, es algo incorrecto. David dijo:
“Quiero edificar una casa para Dios. Yo estoy viviendo en una hermosa casa, un palacio, y
cada vez que salgo y miro desde el Monte Sión, veo esa tienda allá abajo.” Puede ser que
durante la noche hubiera llovido y David hubiera dicho: “Anoche oía el golpeteo de la

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lluvia en el techo y pensaba en el arca. Quiero hacer una casa para Dios.” Dios dio crédito
a David por eso. Leamos los versículos siguientes, versículos 3 hasta el 5 de este capítulo
17, del Primer Libro de Crónicas:

3
En aquella misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo: 4Ve y di a David mi
siervo: Así ha dicho Jehová: Tú no me edificarás casa en que habite. 5Porque no he
habitado en casa alguna desde el día que saqué a los hijos de Israel hasta hoy; antes
estuve de tienda en tienda, y de tabernáculo en tabernáculo.

Ahora, Dios tuvo que corregir a David. Dios siempre se identifica con Su pueblo, y es
por eso que El tomó sobre Sí mismo nuestra humanidad. El siempre se ha identificado con
Su pueblo. Su pueblo tuvo que vivir en tiendas y El también vivió en tiendas con ellos. Con
eso queremos decir, que allí es donde El se encontraba con ellos. Ahora, en el versículo 6,
leemos:

6
Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿hablé una palabra a alguno de los jueces
de Israel, a los cuales mandé que apacentasen a mi pueblo, para decirles: ¿Por qué no me
edificáis una casa de cedro?

Cuando el pueblo llegó a su tierra y edificó casas más permanentes, no se edificó un


templo permanente. Y Dios dice que no les pidió que le edificasen una casa. Pero esto
estaba en el corazón de David. De modo que, Dios envía a Natán el profeta con un mensaje
para David. Leamos el versículo 7:

7
Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé
del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo Israel; . . .

El le dijo a David: “No quiero que te olvides de tu origen humilde. Yo fui y te busqué

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cuando eras un simple pastorcito, para hacerte rey sobre mi pueblo.” Y Dios, continúa
hablando a David, por medio de Natán, el profeta, aquí en el versículo 8 y dice:

8
y he estado contigo en todo cuanto has andado, y he cortado a todos tus enemigos de
delante de ti, y te haré gran nombre, como el nombre de los grandes en la tierra.

De paso, digamos que David es en realidad, uno de los grandes hombres de la tierra.
Ahora el versículo 9, continúa:

9
Asimismo he dispuesto lugar para mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite en él
y no sea más removido; ni los hijos de iniquidad lo consumirán más, como antes,

En otras palabras, Dios está diciendo que llegará el día cuando El pondrá a Su pueblo
en su tierra, y ellos tendrán paz. “Ellos se volverán a Mí en ese día, dice El.” No lo han
hecho todavía. Nadie puede decir que lo han hecho, porque están muy lejos de hacerlo. En
el día de hoy existe una gran división en Israel, sobre si deben o no seguir el punto de vista
ortodoxo. Avancemos ahora, con el versículo 10:

10
y desde el tiempo que puse los jueces sobre mi pueblo Israel; mas humillaré a todos tus
enemigos. Te hago saber, además, que Jehová te edificará casa.

¿No es esto tal cual nuestro Dios? David dice: “Yo quiero edificar una casa para Dios.”
Y Dios dice: “David, tú no lo puedes hacer. Tus manos están manchadas de sangre. No
puedo dejar que tú la edifiques. Pero Yo te voy a edificar una casa a ti. Yo te doy crédito
por lo que quieres hacer.” David tenía en su corazón el deseo de edificar una casa para
Dios; pero Dios dice: “Yo te edificaré a ti una casa.” Escuche dónde pone el Señor el
énfasis aquí en los versículos 11 y 12:

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11
Y cuando tus días sean cumplidos para irte con tus padres, levantaré descendencia
después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino. 12El me edificará casa, y yo
confirmaré su trono eternamente.

Ahora, ¿De quién está hablando Dios, aquí? Bueno, abra su Biblia en el primer libro
del Nuevo Testamento, y lea en el capítulo 1, versículo 1, del evangelio según San Mateo.
Los dos grandes pactos que Dios hizo, tienen que ser cumplidos en Jesucristo. Escuche lo
que Dios dice ahora, en el siguiente párrafo, aquí en el capítulo 17, de este Primer Libro de
Crónicas, versículos 13 y 14:

13
Yo le seré por padre, y él me será por hijo; y no quitaré de él mi misericordia, como la
14
quité de aquel que fue antes de ti; sino que lo confirmaré en mi casa y en mi reino
eternamente, y su trono será firme para siempre.

Dios cumplirá eso, amigo oyente. Dios tendrá su reino sobre la tierra. El Señor
Jesucristo vendrá a establecer ese reino sobre la tierra. Leamos ahora, el versículo 15:

15
Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David.

Dios pensó que esto era importante. Esta es la segunda vez que es mencionado. Lo
vimos allá en el Segundo libro de Samuel, capítulo 7. Y Dios, vuelve otra vez sobre esto
para hacer notar lo que El considera que es importante. Notemos ahora, la reacción de
David, aquí en el versículo 16:

16
Y entró el rey David y estuvo delante de Jehová, y dijo: Jehová Dios, ¿quién soy yo, y
cuál es mi casa, para que me hayas traído hasta este lugar?

David dice: “Yo no entiendo Tu bondad, Tu gracia y Tu misericordia.” Y aquí

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podemos decir lo mismo que David. ¿Por qué ha sido Dios tan bueno conmigo? ¿Por qué
ha sido Dios tan bueno con usted, amigo oyente? Su misericordia – a Él, amigo oyente, no
le falta misericordia, es muy abundante. ¡Qué bueno es tener una relación con Dios! Tener
que hacer cosas personales con Él. Tener una comunicación abierta con Él, porque sí
tenemos comunicación con El; por medio de ésta, Su Palabra. Y David, continúa aquí.
Leamos los versículos 17 y 18, ahora:

17
Y aun esto, oh Dios, te ha parecido poco, pues que has hablado de la casa de tu siervo
para tiempo más lejano, y me has mirado como a un hombre excelente, oh Jehová Dios.
18
¿Qué más puede añadir David pidiendo de ti para glorificar a tu siervo? Mas tú conoces
a tu siervo.

David sabe que él no es mas que un pecador, y aun así, Dios hace esto por él. Luego,
David repasa - ya hemos visto esto antes - repasa lo que Dios ha hecho por él. Leamos los
versículos 19 al 27, ahora:

19
Oh Jehová, por amor de tu siervo y según tu corazón, has hecho toda esta grandeza, para
20
hacer notorias todas tus grandezas. Jehová, no hay semejante a ti, ni hay Dios sino tú,
según todas las cosas que hemos oído con nuestros oídos. 21¿Y qué pueblo hay en la tierra
como tu pueblo Israel, cuyo Dios fuese y se redimiese un pueblo, para hacerte nombre con
grandezas y maravillas, echando a las naciones de delante de tu pueblo, que tú rescataste
de Egipto? 22Tú has constituido a tu pueblo Israel por pueblo tuyo para siempre; y tú,
Jehová, has venido a ser su Dios. 23Ahora pues, Jehová, la palabra que has hablado acerca
de tu siervo y de su casa, sea firme para siempre, y haz como has dicho. 24Permanezca,
pues, y sea engrandecido tu nombre para siempre, a fin de que se diga: Jehová de los
ejércitos, Dios de Israel, es Dios para Israel. Y sea la casa de tu siervo David firme delante
de ti. 25Porque tú, Dios mío, revelaste al oído a tu siervo que le has de edificar casa; por eso
ha hallado tu siervo motivo para orar delante de ti. 26Ahora pues, Jehová, tú eres el Dios
que has hablado de tu siervo este bien; 27y ahora has querido bendecir la casa de tu siervo,

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para que permanezca perpetuamente delante de ti; porque tú, Jehová, la has bendecido, y
será bendita para siempre.

¡Qué bueno es, amigo oyente, poder llegar a Dios hoy y estar en Su presencia!

Y pasamos ahora al capítulo 18 de este Primer Libro de Crónicas. En este capítulo


tenemos una nueva sección. Desde el capítulo 18 hasta el capítulo 20, se habla de las
guerras en las cuales participó David. Y de seguro, que alguien va a decir ahora, usted está
enfatizando que en estos dos libros de Crónicas, tenemos el punto de vista de Dios. ¿Cómo
es posible entonces, hablar de guerras? Para responder, amigo oyente, quisiéramos hacer
una declaración preliminar. En la epístola del apóstol Santiago, capítulo 4, versículo 1, nos
dice el apóstol: 1¿De dónde vienen las guerras? El hizo esa pregunta y también da la
respuesta: ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
2
Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis,
pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

En otras palabras, podemos decir que el problema es que detrás de las guerras, está el
corazón del hombre, y es causado por el pecado que vino a este mundo. La cuestión, amigo
oyente, es el pecado y no el problema de la guerra. Es muy fácil protestar contra la guerra,
y de eso hemos visto mucho. Pero uno no se libra de la guerra, protestando. Quizá se logre
la finalización de una guerra, pero otra va a comenzar enseguida, porque el problema es el
corazón del hombre.

Usted y yo, amigo oyente, vivimos en un mundo en el cual, según el Señor Jesucristo
dijo allá en el evangelio según San Lucas, capítulo 11, versículo 21: - el hombre fuerte
armado guarda su casa.- ¿Por qué? Porque tiene enemigos. Es que nosotros no estamos
viviendo en una situación ideal. El milenio no ha llegado, y el hombre no puede producirlo.
Sólo el Príncipe de Paz podrá traer paz, verdadera paz a este mundo, y hasta entonces
debemos guardar nuestra pólvora seca. Hacemos bien en guardar nuestras bombas

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atómicas, porque hay enemigos en el mundo y hay también mucho odio.

Fue muy interesante lo que Dios dijo a Satanás en el instante que el hombre pecó; dijo:
Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya.” Amigo oyente,
usted no puede cambiar eso. El Señor Jesús dijo: No penséis que he venido para traer paz a
la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.” Y hasta que el pecado sea quitado de
esta tierra, hasta que sea quitada de la tierra la iniquidad, continuarán las guerras. Las
guerras son solamente el síntoma; la enfermedad es el pecado, y ese es el problema.

Dios se enfrenta al pecado. David es un hombre a quien Dios ha bendecido, y como


resultado hay enemigos a su alrededor. Mientras él era un pequeño rey, el rey de una
tribu, no le prestaban mucha atención. Pero ahora tiene problemas. Y Dios nos hace saber
que Él tomó nota de que aun el reino de David estaba en un torbellino cuando había
guerra, y que nosotros no debemos descuidarnos y que debemos cerrar bajo llave nuestras
casas.

Me parece un poco gracioso que haya personas que dicen que no está bien que una
nación use armas químicas en una guerra, mientras está aprobando que otros usen armas
de menor calibre, pero igual de destructivas. Por lo menos, tratan de explicar y dicen que
nosotros no entendemos cómo se siente esa gente. Bueno, creemos que entendemos. Esas
personas son pecadoras y ese es el problema, y allí esta el problema. Veamos, pues, algo
sobre las guerras de David. Leamos los primeros cuatro versículos de este capítulo 18 del
Primer Libro de Crónicas:

1
Después de estas cosas aconteció que David derrotó a los filisteos, y los humilló, y tomó a
Gat y sus villas de mano de los filisteos. 2También derrotó a Moab, y los moabitas fueron
siervos de David, trayéndole presentes. 3Asimismo derrotó David a Hadad-ezer rey de Soba,
en Hamat, yendo éste a asegurar su dominio junto al río Eufrates. 4Y le tomó David mil
carros, siete mil de a caballo, y veinte mil hombres de a pie; y desjarretó David los caballos

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de todos los carros, excepto los de cien carros que dejó.

Ese es el botín de guerra. ¿Por qué se deshizo David de esos caballos? Porque Dios le
había dicho al rey que nunca debía multiplicar ni caballos, ni mujeres; aunque más tarde,
su hijo Salomón multiplicó ambas cosas.

Una de las cosas más prominentes encontradas en las ruinas de Meguido, en la llanura
de Esdrelón, son los establos que tenía el rey Salomón. Allí es donde él guardaba sus
caballos. También se pueden encontrar en Jerusalén. El los tenía por todas partes. Y
Salomón se había dedicado a ese negocio. Pero David no lo hizo. David quería
fervorosamente obedecer a Dios, pero era también un poco exaltado, como veremos más
adelante.

Pero, vamos a detenernos aquí por hoy, amigo oyente, porque nuestro tiempo ha
llegado a su fin por el día de hoy. Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo
programa.

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