Cuando los chicos crecen en un entorno seguro, con amor
incondicional de sus padres, con comprensión empática y disponibilidad, aprenden a aceptar lo que sienten, a confiar en ellos mismos y en los demás, enriquecen su repertorio de respuestas y su capacidad de regulación, y adquieren recursos para procesar y responder a situaciones de complejidad creciente.