I. INTRODUCCION
Aristóteles nació en Estagira en el noreste de la Grecia actual, en el año 384 a.C. Era hijo del
médico del rey de Macedonia; de ahí quizás su propensión al conocimiento desde una perspectiva
observacional. No obstante, a los 18 años ingresó a la Academia de Platón, un lugar de estudios con
mayor tendencia al racionalismo (si cabe la aplicación del término para la época); egresó de la
misma a los 37 años, luego de la muerte del maestro y siguió una orientación filosófica diferente a
la que iba adoptando la Academia. Su concepción del alma (expuesta en De anima, tratado Acerca
del alma o Peri psyché1), es una muestra de ello.
Hasta Aristóteles, entre los griegos se concebía el alma desde dos criterios diferentes:
a) Una concepción materialista, propia de la filosofía jónica, cuyos representantes principales
probablemente hayan sido los atomistas. Ellos consideraban al alma como una composición de
átomos esféricos y lisos, y, en tanto que material, mortal. Pero, además, los átomos que
componen el alma tienen la singularidad de tener el principio de calor y movimiento, esta última
característica resulta diferenciadora de los demás átomos que componen el resto de los cuerpos
de la naturaleza. El alma sería para el materialismo, a grandes rasgos, aquello presente en los
seres vivos que les permite realizar sus actividades vitales y que los diferencia, de este modo, de
los seres inertes.
b) Una corriente pitagórico-platónica consideraba el alma como aquello que es trascendente en la
naturaleza y que posibilita el conocimiento. Esta corriente no tenía interés en explicar tanto el
alma en su aspecto vital, natural, sino en destacar el carácter diferencial del hombre por el hecho
de estar provistos de ella. Por esta razón instala una dimensión gnoseológica (de conocimiento),
a la vez que, ético-religiosa. La actividad racional, intrínsecamente humana, sostenían estos
filósofos, nos permite acceder en última instancia a lo eterno e inmutable, purificarnos y aspirar a
un destino bienaventurado luego de esta vida. Así, el interés sobre el alma estaba condicionado
por cuestiones impropias del análisis estrictamente natural, entre otras, su inmortalidad, su
transmigración o metempsicosis y los premios o castigos ulteriores a partir de su comportamiento
en la vida.
En su tratado Acerca del alma, Aristóteles va a vincular ambas tradiciones, pero si bien su
interés es fundamentalmente científico y naturalista (propio de la concepción jónica), la influencia
1
Para este trabajo nos basaremos en ARISTÓTELES: Acerca del Alma, trad. y notas de Tomás Calvo Martínez. Madrid,
Ed. Gredos, 1994.
platónica se advierte en el desarrollo de su exposición, en la que analiza el alma minuciosa y
progresivamente, desde las manifestaciones más elementales de la vida vegetativa, para llegar a la
manifestación más compleja: la actividad racional. La concepción aristotélica del alma influyó, a su
vez, en la historia del pensamiento psicológico hasta avanzada la modernidad, principalmente entre
los empiristas ingleses.
De modo que Aristóteles no problematiza la existencia del alma: la da por sentada. Pero,
aunque la influencia de su maestro Platón sobre él es fuerte, intenta superarla y explicar el
fenómeno de la vida desde la vida misma. Establece la distinción de los seres naturales entre
vivientes y no vivientes, y las distinciones propias de los primeros a partir de las diferentes
funciones del alma en cada caso. Por lo cual, “el tratado Acerca del Alma no es sino un tratado
acerca de los vivientes, acerca de los seres dotados de vida” 2. Hoy, siglo XXI, agregaríamos,
presenta un enfoque naturalista, propio de los estudios biológicos.
Aristóteles también hereda una tradición de análisis de carácter dualista acerca de la relación
alma-cuerpo. Sin embargo, lleva adelante su análisis a partir de innovadores recursos
metodológicos que fue concibiendo y desarrollando a lo largo de toda su obra: las oposiciones
sustancia-accidentes; materia-forma; potencia-acto.3
Todo ente de la naturaleza que existe por sí mismo (determinada montaña, río, árbol,
caballo, María o Pedro) es sustancia, se trata de los entes individuales. En cambio, aquello que
necesita de los entes individuales para existir (lo que aparece grande-pequeño; alto-bajo; cerca-
lejos; uno-múltiple, entre otros) son los accidentes de un ser individual, se dan en él pero no existen
por sí mismos. Sin embargo, los entes individuales son lo que son (hombre, árbol, perro) por un
conjunto de características necesarias que definen al individuo; son sus notas esenciales, es decir,
la forma o esencia (o forma sustancial -ver glosario-). A esa esencia, como veremos, se puede
acceder mediante la capacidad de intelección del alma, que caracteriza exclusivamente al hombre.4
Materia es aquello conque está hecho algo; y la materia de un ser viviente es su cuerpo, el
conjunto de piel, huesos, órganos, etc. Éstas, a su vez ya son determinaciones de una materia más
primordial pero que no se expresa en el mundo sino ya con alguna forma, porque no hay materia en
su máxima pureza en el orden natural; siempre la materia se presenta “configurada” en algo (por
ejemplo, el agua ya tiene forma/determinación de esa materia fundante, lo mismo que el aire, el
fuego, la tierra). Conjunto, sin embargo, que no explica por sí mismo al ser vivo como tal, a un
determinado hombre como “Sócrates” por ejemplo. Para Aristóteles un ser concreto es un
compuesto de materia y forma. La forma es aquello que hace que un ente sea tal, o sea, su esencia.
2
Calvo Martínez, T. Prólogo; en Aristóteles, op. cit.
3
También es importante su concepción de la causalidad. Ver Sección I.3
4
La sustancia también es siempre en acto, es el sujeto físico de los cambios o accidentes, que son sus posibilidades o
potencialidades. Este tema lo retomaremos más adelante. Agreguemos que, para Aristóteles, sustancia es el sujeto
gramatical de quien se predican todos los accidentes. Esta alusión no es anecdótica, ya que el estagirita consideraba
que en el lenguaje se manifiesta el ser en todas sus acepciones, dado que las categorías de la realidad se ponen de
manifiesto en el mismo, a diferencia de concepciones posteriores en la historia como el nominalismo que entienden
los términos de la lengua como meras convenciones. Así, por ejemplo, en la expresión Sócrates contesta
concentradamente una pregunta sobre la amistad en el ágora una tarde soleada, se manifiesta el ser de Sócrates en
su sustancialidad: Sócrates como tal; la actividad que está desarrollando: contesta una pregunta; el modo o situación:
concentradamente; el lugar: en el ágora; el tiempo: una tarde soleada (entre otras categorías posibles, ya que las
categorías del lenguaje para Aristóteles son diez . Aristóteles; Metafísica, Libro IV (Gamma) 1003 a32-1005 a18. )
Por consiguiente, un ser vivo es el compuesto de cuerpo y alma, materia y forma respectivamente,
pero la esencia de un ser viviente es su alma
Si bien un ente puede ser analizado en el pensamiento, captado en sus rasgos fundamentales
(operaciones que se dan en el alma y que veremos en la Sección II.1.2), en la naturaleza los entes
animados y los inertes están inmersos en el cambio constante. Cambio que es inevitable, pero no
azaroso sino inteligible (comprensible por el intelecto). No puede ser de otro modo, los entes no
pueden no cambiar, pero una semilla no devendrá azarosamente en caballo o lago, sino
necesariamente en brote, tallo, arbusto, árbol, flor y fruto para convertirse en otra semilla.
Aristóteles da explicación, de este modo, a uno de los problemas más específicos del pensamiento
griego: el del cambio y, a la vez, la permanencia de los entes. Y lo hizo sin aludir a realidades
trascendentes como su maestro Platón.
¿Cuál es la causa del cambio? Aristóteles también da respuesta a este problema con recursos
metodológicos propios: su teoría de las cuatro causas. Él distingue: la causa material, la causa
formal, la causa eficiente y la causa final.
La causa material explica de un ser su materialidad elemental, pasible de diferentes
determinaciones (si consideramos la madera como materia de muebles, la misma puede ser silla,
mesa, cama, etc.).
La causa formal, como vimos, corresponde a la esencia, la definición del ente, la idea
universal a la que corresponde y que puede ser identificada en la definición mediante el género
próximo y la diferencia específica.
La causa eficiente es la que produce los cambios, la que “hace” (agente) los cambios (en el
ejemplo de la madera, el agente es el carpintero).
La causa final es aquella hacia lo cual los cambios tienden. Es por ella por lo que se
producen los cambios y se cumplen las determinaciones del ente. De este modo, en la naturaleza, la
esencia o forma de un ente in-forma (da forma) a la materia en cuestión, hacia su finalidad (telos),
mediante un agente (la propia naturaleza, o el hombre con sus techné o técnicas).
El alma vegetativa o nutritiva es propia de las plantas, seres que no pueden desplazarse o
cambiar de lugar. Posibilita la nutrición, el crecimiento, el envejecimiento.
El alma sensitiva, propia de todo animal que se desplaza, les permite ser afectados de un
modo más vivaz por su entorno, sintiendo deseo o repulsión, placer o dolor. Los animales no
dejan de tener por eso las características propias del alma vegetativa o nutritiva.
Por último, un modo más complejo y superior de vida es la que corresponde a seres dotados
de alma racional o intelectiva, la que pertenece a los hombres. Este tipo de alma puede
alcanzar los grados más altos del conocimiento y la autopercepción. Obviamente, y como en
el caso del alma sensitiva que incorporaba a sus propias funcionalidades las del alma
vegetativa, el alma racional incorpora a sus propias funcionalidades las propias del alma
vegetativa y del alma sensitiva.
Cumple dos funciones propias que corresponden por un lado a la recepción de sensaciones
de la naturaleza y por el otro a la capacidad de crear imágenes que hacen posible la representación
de la realidad.
5
Armstrong, A. H. Introducción a la Filosofía Antigua; EUDEBA; Bs. As.; 1987; p. 152.
6
Aristóteles: Acerca del Alma; p. 412 b12.
A) Las sensaciones:
Al explicar las sensaciones, propias de los seres vivos semovientes (que se desplazan por sí
mismos: los animales en general y el hombre), Aristóteles se sirve de los principios de acto y
potencia, y de materia y forma; principios que además le permiten resolver una clásica disputa en la
filosofía griega: ¿Cómo conocemos? ¿Conocemos los entes de la naturaleza por algo en nosotros
que es semejante a ellos? ¿O los conocemos por su desemejanza hacia nosotros?
Ambos temas tendrán una larga trayectoria de estudio a través de los siglos posteriores, y
serán retomados por las diferentes corrientes psicológicas una y otra vez hasta el presente.
Para Aristóteles, posturas como las de Empédocles de Agrigento y Anaxágoras 7 ostentaban
parte de la verdad, puesto que nuestros órganos sensoriales son diferentes en acto a aquello que
causa nuestra percepción, pero el mismo órgano es potencialmente semejante a ese ente y se torna
en acto semejante a él al actuar nuestro órgano sensible como materia para su forma, al recibir en sí
mismo la forma accidental (color, sabor, aroma, etc.) del objeto percibido, y al tener actualizada
por este objeto su potencialidad de percibir 8. En consecuencia, la capacidad de percibir es
desemejante en acto al objeto que causa la percepción, pero en potencia será semejante al mismo
una vez percibido. Una vez realizada la percepción, lo que era desemejante se convirtió en
semejante en acto.
¿Cómo se entiende esto?
Aristóteles identifica cinco sentidos a partir de los cuales percibimos la realidad que nos
circunda: vista-oído-olfato-gusto-tacto, y cada uno de ellos nos brinda una sensación propia,
diferente a la de los demás. El oído nos permite tener sensación de agudo y grave porque el ente que
nos afecta lo hace a partir de su forma (accidental) aguda o grave. La vista nos brinda la sensación
de color (blanco o negro) por ser afectada por la forma (accidental) del color respectivo. Así,
nuestros sentidos se comportan como la materia en donde se manifiestan la forma de sonido, color,
sabor, etc., que son los sensibles propios de cada uno de aquellos. Serían la recepción de la forma
accidental en nuestros órganos de los sentidos. Además, cada órgano tiene una limitada capacidad
de percepción; por lo cual, por ejemplo, una muy débil afección de sonido no sería percibida, en
tanto que una sensación demasiado fuerte podría destruir el órgano de percepción, en este caso la
audición, o una luminosidad excesiva sobre la vista.
De los cinco sentidos, Aristóteles da preponderancia al tacto como el más básico y
primitivo, y que está extendido por todo el cuerpo. Los seres vivos con alma sensitiva, al
desplazarse captan su entorno por medio del tacto y reconocen lo que les causa placer o dolor. Por
eso, los seres vivos sensibles, que tienen capacidad para desplazarse, experimentan deseos y
rechazos. El deseo es causa o motor de los desplazamientos.
7
Empédocles de Agrigento (aprox. 495-430 a.C.) consideraba que se conoce a partir de las semejanzas. O sea, por
ejemplo, nuestra naturaleza en su aspecto húmedo capta lo húmedo de los entes; el calor en nosotros identifica el
calor en las cosas, y así sucesivamente. En cambio, Anaxágoras (500-428 a.C.) defendía la idea contraria: nuestras
percepciones de frío, húmedo, caliente, etc. son posibles por la presencia de sus respectivos opuestos en nosotros; o
sea, y como ejemplo, “lo frío” de las cosas se reconoce como tal al contactarnos y enfrentarnos desde “lo caliente” en
nosotros, y viceversa (Kirk, G. S. & Raven J. E: Los Filósofos Presocráticos; Ed Gredos; Madrid; 1981).
8
Armstrong, A. H. Introducción a la Filosofía Antigua; EUDEBA; Bs. As.; 1987; p. 155.
¿Cómo se llega de la percepción de las formas accidentales o simples de los sensibles
propios, a la formación de conceptos y a esa actividad del pensar que es la abstracción y las
operaciones que pueden prescindir de la experiencia?
Aristóteles desarrolla una descripción minuciosamente analítica de la actividad del alma
(psyché) en sus distintas funciones.
En primer lugar distingue aquellas sensaciones características de cada uno de los sentidos
(como gusto, aroma, color, etc.) que mencionamos como sensibles propios de aquellas sensaciones
en donde participa más de uno de los cinco sentidos, como por ejemplo tamaño (que puede ser
percibido por el tacto o por la vista); movimiento; reposo; cantidad (entre otras) a las que denominó
sensibles comunes (porque ponen en juego más de un sentido). Los sensibles comunes tienen
además un rol fundamental ya que son los que nos permiten saber que percibimos, que advertimos
nuestras percepciones. Posibilitan, también, diferenciar los objetos a pesar de presentar una misma
sensación (v.g. reconocer que no son lo mismo la leche y la nieve); y viceversa, que un ente
presente distintas sensaciones, pero, a pesar de eso, poder reconocerlo como idéntico (v.g. un
mismo alimento que presenta diferentes gustos según sus partes, como el kinoto)9.
9
También menciona los sensibles accidentales al caracterizar esas sensaciones que participan en los entes, pero no de
un modo necesario sino circunstancial (v.g. “caliente” en un fruto al sol; “blanco” en el color de la piel de una persona;
“áspera” una pared).
10
Brun, Jean: Aristóteles y el Liceo; EUDEBA; Bs. As.; 1979; p. 100.
La capacidad de inteligir, de entender (nous), es la que hace del hombre un ser singular de la
naturaleza. El alma racional, según Aristóteles, pertenece exclusivamente al hombre. En su
abordaje, Aristóteles hace una distinción entre un intelecto o entendimiento pasivo, y un intelecto
activo.
a) Intelecto pasivo.
Acto (ser en): «ser en acto» es la traducción que hizo el pensamiento medieval de dos términos
aristotélicos: enérgeia (en trabajo, que designa a un movimiento o cambio que se está produciendo
ahora) y entelékheia (ver más adelante). Ser en acto quiere decir ser plenamente, ser ya, ser ahora.
Acto puro: acto puro es aquel modo de ser en acto que, al mismo tiempo, no es nada en potencia.
Toda sustancia física, hecha de materia, puede cambiar. Por eso toda sustancia física, aun siendo
algo en acto, es, al mismo tiempo, algo en potencia. Solo Dios (solo el Primer Motor Inmóvil), por
no estar constituido de materia, es acto puro.
Ciencia (episteme): Aristóteles emplea el término ciencia para designar dos cosas: (1) Un modo de
conocimiento que trata de lo universal y necesario, y que consiste en mostrar como unos principios
se derivan necesariamente de otros dados. Su modo de operar es descrito por la analítica o lógica.
(2) Una virtud intelectual (o díanoética), consistente en el hábito de practicar la ciencia.
Definición: es aquel tipo de tesis que dice lo que algo es, prescindiendo de su realidad o existencia.
Entelequia: En la filosofía de Aristóteles, fin u objetivo de una actividad que la completa y la
perfecciona (Diccionario Real Academia Española, DRAE)
Entendimiento (nous). Es, para Aristóteles, una parte del alma, (ver sección II.2.). Dice que el
entendimiento es dos cosas: (1) por un lado, es la capacidad de ser cualquier principio inteligible
(dicho de otra manera: es, en potencia, cualquier principio inteligible). Al entendimiento así
definido lo llama entendimiento paciente; (2) por otro lado, es lo que mueve al entendimiento
paciente a ser algo en acto. Al entendimiento así concebido lo llama entendimiento, sin más. Tal
entendimiento se identifica con el conocimiento de los principios de todas las cosas.
Forma accidental: son las formas que van agregadas a una sustancia (que van, por decirlo así,
insertadas en una sustancia), sin la cual no tienen existencia. Son las responsables de ciertos rasgos
individualizadores de esa sustancia, tales como el color, el olor, el tamaño, etc.
Forma pura: para Aristóteles la forma pura es la forma sustancial que aparece totalmente
desvinculada de la materia. Solo Dios es forma pura, pues solo Dios es una sustancia sin materia.
Forma o Forma sustancial: es lo que da un orden o estructura a la materia prima. La materia prima
organizada por la forma sustancial da origen a una sustancia, a una cosa individual, concreta, tal
como un hombre, un caballo, un roble, etc. La forma sustancial es universal, esto quiere decir que es
la misma para todos los miembros de una especie. Por lo que habrá una forma sustancial «hombre»,
una forma sustancial «caballo», etc. Pero no una forma sustancial Pedro; ni una forma sustancial
Babieca. La forma sustancial es el equivalente en Aristóteles de las Ideas platónicas. Al igual que
aquellas, constituyen el ser, la esencia de las cosas.
Hylemorfismo: se llama así a la teoría aristotélica que sostiene que todas las sustancias están
compuestas de materia (hyle) y forma (morphé).
Materia: es uno de los principios que constituyen las sustancias del mundo físico, que no existe (no
se da) separada de las formas sustanciales. No obstante, podemos descomponer, esto es, analizar
intelectualmente esa sustancia para indicar los rasgos que tendrían por sí mismos sus principios
constitutivos. Hecho esto deducimos que por sí misma la materia prima se caracterizaría por ser
absolutamente indeterminada (pero será determinada por una forma sustancial), eterna, ser pura
potencia (pues al no estar determinada por una forma no es nada en acto), y ser principio de
individuación de las sustancias.
Movimiento o cambio: Aristóteles define el movimiento como paso de ser en potencia a ser en
acto. Los movimientos pueden ser de cuatro tipos: sustanciales, cualitativos, cuantitativos y locales.
Así mismo las causas del movimiento pueden ser de cuatro tipos: material y formal (que operan
desde el interior del cuerpo que cambia), eficiente y final (que operan desde el exterior del cuerpo
que cambia).
Naturaleza (physis): Aristóteles define lo natural como aquello que tiene en sí un principio de
movimiento o estancia. Esto es, natural es aquello que llega a ser lo que es por sí mismo. Lo natural
se contrapone a lo que es obra de la técnica humana (lo que hoy llamaríamos artificial). Así, un
abeto, en tanto que abeto, es un ente natural, pues llega a ser abeto en virtud de su propia naturaleza
interna. Una cama hecha de madera es, en tanto cama, un ente no natural.
Potencia (ser en): Aristóteles introduce el término potencia (dynamis) para designar a la capacidad
que tiene algo para ser otra cosa que todavía no es. Así, la bellota es, en potencia, una encina, el
mármol es, en potencia, una estatua, etc. Todo cuerpo material tiene siempre la capacidad, la
potencia, de ser algo distinto. Solo aquello que es forma sin materia (Dios, el Primer Motor
Inmóvil) carece de potencia para ser algo distinto de sí mismo. Por eso, solo Dios es acto puro.
Primer Motor Inmóvil: Aristóteles denomina así a una sustancia inmóvil, que es acto puro (esto
es, no es nada en potencia sino que posee un ser pleno y actual) y forma pura (esto es, carece de
materia), que sería la causa final del movimiento del cosmos. A este Primer Motor Inmóvil le
denomina también Aristóteles Pensamiento del pensamiento, pues toda su actividad consiste en
pensarse a sí mismo. (Se podría decir que el Primer Motor Inmóvil es el límite superior de la
realidad, dado que es puro acto, puro ser. Así como la materia prima es el límite inferior de la
realidad, por ser pura potencia para ser, pero nada en acto.)
Principio: Aristóteles denomina principio a lo primero desde lo cual algo es o se conoce. Así, la
materia prima y la forma sustancial constituyen los principios constituyentes de las sustancias. El
principio de no contradicción, de exclusión de tercero, o de identidad, constituyen principios dados
en el nous a partir de los cuales pueden derivarse determinados conocimientos.
Principio de individuación: aquellos sistemas filosóficos que parten de la existencia de entidades
universales (como sucede, por ejemplo, con el aristotélico, que defiende la existencia de formas
sustanciales) se ven con frecuencia, obligados a explicar por qué, además, hay realidades
individuales (esto es, individuos). El principio de individuación será entonces aquel principio que
hace a los individuos, que establece diferencias individuales en el seno de lo universal (que
diferencia al individuo frente a la especie). Este principio de individuación será la materia particular
del individuo.
Sabiduría (sophía): para Aristóteles constituye la plenitud del conocimiento. Es el conocimiento de
los principios de todas las cosas a partir de los cuales se demuestra (se deduce, se deriva) todo lo
que se deriva de ellos necesariamente. (Es la suma de nous + episteme). Pero la sabiduría es,
también, una virtud intelectual (o dianoética), consistente en la práctica habitual de la sabiduría.
Sensibles propios: Aristóteles llama así a los caracteres sensibles propios de cada sentido. Así, son
propios de la vista los colores, del olfato los olores, etc.
Sensibles comunes: Aristóteles llama así a aquellas cualidades sensibles que no son captadas por
ningún sentido concreto, que no son específicas de ningún sentido en particular. Tales como el
movimiento, que se puede captar a través de la vista, del tacto y del oído.
Aristóteles designa también con esta expresión a un sentido interno cuya función es discernir entre
las sensaciones que pertenecen a un sentido o a otro (por ejemplo, saber que el rojo pertenece al
sentido de la vista, lo rugoso al del tacto, etc.), y unificar las sensaciones que son captadas por
varios sentidos (por ejemplo, unificar un movimiento captado a través de la vista y del tacto).
Sustancia: según Aristóteles, todo lo que existe o bien son sustancias o bien accidentes de alguna
sustancia. Las sustancias son las cosas individuales y concretas que tienen realidad en sí mismas.
Tales como un caballo concreto, un ser humano concreto, un árbol concreto, etc. La sustancia es lo
que soporta los accidentes, tales como colores, olores, ser músico, ser en alto. Sustancia viene a ser
sinónimo de «cosa», «entidad». Todas las sustancias -excepto el Primer Motor Inmóvil- se
componen de materia prima y forma sustancial.
Teología: para Aristóteles la teología es la parte de la filosofía primera que se ocupa de la primera
causa del movimiento o cambio. A esta primera causa del movimiento le llama Primer Motor
Inmóvil o Dios.
Virtud (areté): en el mundo griego la virtud es entendida, en general, como una especial capacidad,
habilidad, destreza, para algo. Con Aristóteles la virtud pasa a ser entendida como una capacidad,
destreza, para alcanzar la felicidad. Pero la felicidad consiste en la autorrealización. Esto es, en que
el hombre se realice como lo que es, en que desarrolle su propia esencia, su propia naturaleza. Por
eso Aristóteles entenderá que la virtud reside, para los hombres, en el hábito (la disposición
permanente, la costumbre) de someter su vida a la realización de su propia esencia. Pero la esencia
humana consiste en ser un animal racional. Por lo que la virtud consistirá en la costumbre de
ejercitar la razón (virtudes intelectuales), o de guiar los deseos, pasiones y apetencias por la razón
(virtudes morales).
Virtudes intelectuales: son aquellas que surgen del hábito de razonar, cuya práctica hace a los
seres humanos realmente humanos. Dado que Aristóteles diferencia cinco tipos de saber, de
conocimiento intelectual o racional, habrá, en consecuencia, cinco tipos de virtudes intelectuales: el
arte o técnica (tékhne), la prudencia (phrónesis), la ciencia (episteme), el entendimiento (nous) y la
sabiduría (sophía).
Virtudes morales: son aquellas que surgen del hábito de guiar las pasiones, deseos, apetencias (es
decir, todo aquello que nace de la parte animal de los hombres, de su alma sensitiva), por un tipo de
razón, por la prudencia. Guiar las pasiones y deseos por la razón significa satisfacer estos deseos y
pasiones (dado que forman parte de nuestra naturaleza), pero sin dejar que nos arrastren (lo que
reduciría nuestro comportamiento a un comportamiento meramente animal). Este control racional
de las pasiones y los deseos nos lleva a mantenernos en el camino de en medio, frente a cualquier
tipo de exceso.
BIBLIOGRAFÍA
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