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DONALD WINNICOTT
Dice Winnicott: “El bebé existe siempre con alguien más; una mamá
que lo corporaliza, lo construye, lo invita amorosamente a vivir, la que
cumple la “función materna”, que debe ser lo suficientemente buena
para garantizar su salud física y psíquica”.
El holding es el sostén corporal que no se agota con el cuerpo global, sino que se
continúa en la mirada, en la palabra.
Por otra parte, Winnicott asigna gran importancia al juego. Éste no es solo descarga
pulsional, sino que comienza como movimiento de separación de la madre en un espacio
potencial entre ésta y el bebé. Se trata de una experiencia real, donde está involucrado el yo
con sus capacidades, pudiendo la excesiva estimulación, arruinar o detener el juego.
Objeto transicional:
Este objeto transicional es, ni más ni menos que la necesidad del bebé de
contactarse con el cuerpo de la madre, con sus olores. Por eso es común observarlo con el
objeto contra su rostro, cerca de la nariz, indicándonos seguramente, en que medida ese
objeto sustituye el pecho o el cuello blando y confortable de la madre.
PIERA AULAGNIER
Y esta violencia es primaria porque aún no hay en el niño un psiquismo armado, entonces
ella tiene el poder frente a él. Es por ello que el psiquismo del adulto marca, deja huellas y
define las primeras manifestaciones vivenciales del bebé; él comenzará a operar
irremediablemente desde esos códigos, y es fundamental e indispensable que esto
suceda.
MARGARET MAHLER
La fase autística:
El infante recién nacido pasa la mayor parte del día en un estado de semisueño y
semivigilia. Se despierta sobre todo cuando el hambre u otras tensiones provocadas por
necesidades lo hacen llorar, y se hunde o cae nuevamente en el sueño cuando está
satisfecho, es decir, cuando se han aliviado las tensiones excedentes. La vida de vigilia del
neonato se centra en torno a estos intentos de recuperar el equilibrio. Predominan proceso
fisiológicos antes que psicológicos. El infante aparece como protegido contra los estímulos
externos, en una situación semejante al estado prenatal; con una falta de conciencia de la
existencia de un agente maternante.
Esta fase se continua por un estadio de oscura conciencia de que uno mismo no
puede proveer la satisfacción necesaria, sino que ésta proviene de algún lugar de fuera del
sí mismo. Dando comienzo a la siguiente fase.
La fase simbiótica:
A partir del segundo mes, esta oscura conciencia del objeto que satisface las
necesidades, marca el comienzo de la fase de simbiosis normal, en que el infante se
comporta y funciona como si él y su madre constituyeran un sistema omnipotente, una
unidad dual dentro de un límite unitario común. En este período, la barrera casi sólida contra
los estímulos, esa caparazón autística que excluye los estímulos externos, comienza a
resquebrajarse.
Este es aún, un estado de indiferenciación, de fusión con la madre; en que el “yo” no
está aún diferenciado del “no-yo” y en que lo interno y lo externo solo están llegando en
forma gradual a ser sentidos como diferentes.
Alrededor de los 4 o 5 meses de edad, instalado en la fase simbiótica, comienza a
intensificarse el proceso de ruptura de la caparazón autística: la atención del bebé comienza
a rotar lentamente de adentro hacia fuera, durante los cada vez más duraderos períodos de
vigilia.
A los 6 meses y coincidiendo con el logro de la exploración manual, aparecen signos
definidos de que el bebé comienza a diferenciar su propio cuerpo del de su madre: mira y
toca el rostro de su madre, su pelo, sus vestidos, explora con sus manos sus senos, su
boca, sus orejas, etc.
Al 8º mes, no solo se interesa en su madre, sino que comienza a compararla con
“otro”; compara lo familiar y lo no familiar, rasgo por rasgo. Así se transforma en un experto
en lo que “es madre”: su olor, su gusto, su voz, su temperatura, su apariencia y todo lo que
pertenece a su cuerpo. Logra discriminar entonces lo que “es madre” de lo que “no es
madre”, mientras continúa diferenciando a la madre de él mismo.
La fase de separación-individuación:
FRANCOISE DOLTÓ
SUS APORTES TEÓRICOS:
Esta concepción nos permite descubrir la trascendencia que el gesto, pero sobre todo
la palabra tienen en la construcción subjetiva del niño. Dice Doltó en “La causa de los niños”:
“la palabra que el adulto elige para con el niño, debe estar cargada de verdad”
...se pretende ayudar a madres y niños, y es legítimo hacer algo en ayuda de las
madres que tienen que trabajar, ofreciéndole un lugar donde cuiden a sus hijos
en su ausencia; pero se pretende hacerlo sin respetar el lazo que asegura la
comunicación psíquica: el lazo simbólico.
El lenguaje verbal, el lenguaje psicomotor son códigos que el bebé ya ha
establecido con su madre, no con cualquier persona, y no de golpe, sino
progresivamente. Es entonces imprescindible que ella, con palabras prepare a
su hijo para cierta nueva persona amiga a quien confiará su cuidado.
De nada sirve que la madre, para facilitar la transición, se quede unas horas
con el bebé en la sala; es preciso que haga en actos y en palabras, el relevo
entre él y los otros niños, entre ella y las educadoras, y no simplemente entre él
en casa y él en otro ámbito”.