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Alicia Rodrigo

María Cristina Grillo


TEORÍAS EMOCIONALES Profesoras

DONALD WINNICOTT

SUS APORTES TEÓRICOS

D. Winnicott , médico pediatra y psicólogo inglés, estudió psicoanálisis, trabajó con


bebés y sus madres e investigó sobre las consecuencias de la “deprivación afectiva”. Se
destacan de sus investigaciones, su concepción sobre el proceso de maduración del bebé y
la importancia de la tarea de la madre en éste, dando cuenta de un espacio intermedio entre
los mundos interno y externo, así como una nueva mirada sobre la estructuración psíquica
que incluye la comprensión de los fenómenos culturales.
Para Winnicott, el desarrollo del primer año de vida del niño es de vital importancia en
la estructuración del psiquismo infantil.

Rol materno y construcción psíquica:

El afirma que el bebé no puede adaptarse solo al entorno; necesita de un “ambiente


facilitador” producido por la madre, con lo cual privilegia el rol de la madre en la constitución
psíquica del niño.
Así mismo, propone al padre como sostén y protector de la diada madre-bebé y proveedor
de un espacio para que ella pueda desarrollar su tarea.

No existe tal cosa llamada bebé

Dice Winnicott: “El bebé existe siempre con alguien más; una mamá
que lo corporaliza, lo construye, lo invita amorosamente a vivir, la que
cumple la “función materna”, que debe ser lo suficientemente buena
para garantizar su salud física y psíquica”.

Ella será la responsable de iniciar las acciones de holding, handling y mostración


o presentación de objetos.

 El holding es el sostén corporal que no se agota con el cuerpo global, sino que se
continúa en la mirada, en la palabra.

 El handling o manipulación es la particular manera que tiene la madre de moverlo,


depositarlo y trasladarlo en el espacio (esto no es privativo de la edad del lactante, sino
que transcurre en cada momento evolutivo desde los 45 días a los 3 años).

 La mostración de objetos o presentación de la realidad incluye todo aquello que está


inscripto en la presentación del mundo: desde el plato de comida sólida y la cuchara,
hasta las rutinas de lo que es diurno y lo que es nocturno, de lo que es familia y lo que no
lo es.

Por otra parte, Winnicott asigna gran importancia al juego. Éste no es solo descarga
pulsional, sino que comienza como movimiento de separación de la madre en un espacio
potencial entre ésta y el bebé. Se trata de una experiencia real, donde está involucrado el yo
con sus capacidades, pudiendo la excesiva estimulación, arruinar o detener el juego.

Objeto transicional:

Entre los 8 y 12 meses es común encontrar al niño “adherido a un objeto o juguete


personal ,que generalmente es blando y suave”, que lo acompaña siempre y no comparte
con nadie y con el cual se siente protegido en momentos de tensión, temor, ansiedad o al
conciliar el sueño.
Winnicott, lo denominó objeto transicional, y en su libro “Realidad y Juego”, lo define así:

...”en el desarrollo de un niño pequeño, aparece, tarde o temprano, una


tendencia a entretejer en la trama personal objetos distintos que yo;
quizás un puñado de lana o la punta de un edredón, o un osito de
peluche, que llegan a adquirir un importancia vital para el bebé en el
momento de disponerse a dormir y que es una defensa contra la
ansiedad. Este objeto blando, se convierte para él en lo que yo llamo
objeto transicional. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan
siempre consigo. La madre permite que esté sucio, pues sabe que si lo
lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebé,
que puede destruir la significación y el valor del objeto para éste”.

Este objeto transicional es, ni más ni menos que la necesidad del bebé de
contactarse con el cuerpo de la madre, con sus olores. Por eso es común observarlo con el
objeto contra su rostro, cerca de la nariz, indicándonos seguramente, en que medida ese
objeto sustituye el pecho o el cuello blando y confortable de la madre.

Estas conceptualizaciones de Winnicot, nos alertan sobre la trascendencia que los


primeros modelos de acción materna tienen sobre la constitución subjetiva del bebé y la
importancia de que los mismos sean respetados, al ingresar a una institución. Pero también
y sobre todo nos alertan sobre nuestras propias acciones concientes o no, que solemos
realizar a diario con nuestros niños pequeños, desconociendo los riesgos de ellas.

PIERA AULAGNIER

SUS APORTES TEÓRICOS

Piera Aulagnier, psicoanalista italiana radicada en Francia, discípula de Lacan,


propone que los primeros enunciados maternos, estructurados desde el lenguaje, dan origen
al yo. Sostiene además, adhiriendo a las concepciones de Winnicott y Mahler, que el bebé al
nacer todavía no tiene aún armado su psiquismo, sino que tiene que constituirlo de la misma
forma como va a construir las destrezas y posibilidades de su cuerpo y de su inteligencia.
Para lograrlo, le es imprescindible la presencia activa del otro. No podrá humanizarse sin el
otro significativo.

Un yo anticipado por la madre y un yo por venir:

El bebé recién nacido, sumergido en la indiferenciación de los comienzos transita


entre un yo anticipado por la madre y un yo por venir.
En estos primeros días él es un simple repetidor de los enunciados con los que la
madre lo piensa; pero son esos enunciados el único y necesario apoyo que tiene para
reconocerse a sí mismo como otro.
Así, este yo, para poder constituirse debe apropiarse de los mensajes que la madre
ofrece.
Este yo anticipado por los mensajes de la madre, es una prótesis necesaria para el
niño, ya que a partir de esta íntima dependencia con ella, el niño podrá formular sus
primeras palabras, reconocer la exterioridad y comenzar a intuir un movimiento temporal,
que le permitirá descubrir la existencia de un después.

Esta prótesis invalorable le posibilitará el funcionamiento del yo, cuyo


devenir dependerá tanto de una serie de factores internos, producto de
su propia organización, como de otra serie de factores externos no
previsibles con los que se encontrará a lo largo de su existencia:
experiencias, logros, frustraciones, que el medio externo le impondrá
inevitablemente.

Violencia primaria y violencia secundaria:

A partir de estas consideraciones desarrolla los conceptos de violencia primaria y violencia


secundaria.

 Hay una primera violencia o violencia primaria, necesaria e indispensable para la


constitución del psiquismo infantil. Cuando la mamá atiende al bebé, le presta
interpretación, le cede palabras, realiza una acción anticipatoria y construye un discurso
exclusivo para él: llora porque tiene hambre, se angustia porque me voy, etc. Esto es
necesario que sea hecho por la madre, porque lo está significando, le presta psiquismo,
deseo y necesidades, le da a todo eso una significación.

Y esta violencia es primaria porque aún no hay en el niño un psiquismo armado, entonces
ella tiene el poder frente a él. Es por ello que el psiquismo del adulto marca, deja huellas y
define las primeras manifestaciones vivenciales del bebé; él comenzará a operar
irremediablemente desde esos códigos, y es fundamental e indispensable que esto
suceda.

 En cambio la violencia secundaria se ejerce en contra del psiquismo en formación:


prevalecen los discursos de los otros, imponiendo una decisión sobre el bebé y no una
interpretación de sus necesidades como realiza la madre, sino una interpretación
subjetiva que decide mas allá de las necesidades reales: “no se porque te abriga tanto si
hace calor”. Esta son frases que dualizan al niño, angustiándolo.

Piera Aulagnier, privilegia el lugar del encuentro en la constitución de


la subjetividad, en el desencadenamiento de las potencialidades
individuales. Este es un encuentro entre un cuerpo y un mundo exterior
que el bebé desconoce como tal; encuentro entre una psiquis y un
discurso deseante, el de la madre. Este encuentro teje una trama
emocional cargada de gestos, de mensajes, de silencios sustitutos de
una palabra de amor o de enojo.

MARGARET MAHLER

SUS APORTES TEÓRICOS


Comienza a investigar sobre 16 casos de psicosis infantil a los que define con
dificultades para establecer “una relación con objetos” y con “adultos significativos”. Sostiene
que en los dos primeros años de vida está situada la raíz de esta problemática que está
definitivamente ligada a la acción del medio sobre el niño. Para comenzar a investigar al
respecto, se hace las siguientes preguntas:
Cuál es la manera en que el recién nacido llega a constituirse en un individuo
separado?. Cómo contribuye la madre a esos procesos?; y formula la siguiente hipótesis:

“El nacimiento biológico del infante humano y el nacimiento


psicológico no coinciden en el tiempo. El primero es una
acontecimiento espectacular observable y bien circunscripto; el
último es un proceso intrapsíquico de lento desarrollo”.

Hacia el nacimiento psicológico:

Este proceso por el cual se produce el nacimiento psicológico del individuo, es


denominado por ella proceso de separación-individuación.
Este proceso, afirma, como cualquier otro proceso intrapsíquico, se manifiesta a lo
largo de todo el ciclo vital; pero los principales logros psicológicos ocurren en el período que
va del 4º o 5º mes a los 36 meses.
Desde el comienzo el niño se moldea y despliega en la matriz de la unidad dual
madre-infante.

Cualesquiera que sean las adaptaciones al niño que la madre pueda


realizar, podemos asegurar que la capacidad adaptativa del niño, y
su necesidad de adaptación (para lograr satisfacción), son mucho
mayores que las de aquella, cuya personalidad está firme y a
menudo rígidamente constituida, con todas sus pautas de carácter y
de defensa.

La necesidad que el infante tiene de su madre es absoluta; la necesidad que la


madre tiene del infante, es relativa. El bebé se configura en armonía y contrapunto con las
maneras y estilo de la madre, sea que ésta proporcione por su parte un objeto sano o
patológico para tal adaptación.
Mahler establece así, una serie de fases, por las que el bebé deberá pasar
indefectiblemente, para garantizarse una sana construcción de su aparato psíquico.

La fase autística:

El infante recién nacido pasa la mayor parte del día en un estado de semisueño y
semivigilia. Se despierta sobre todo cuando el hambre u otras tensiones provocadas por
necesidades lo hacen llorar, y se hunde o cae nuevamente en el sueño cuando está
satisfecho, es decir, cuando se han aliviado las tensiones excedentes. La vida de vigilia del
neonato se centra en torno a estos intentos de recuperar el equilibrio. Predominan proceso
fisiológicos antes que psicológicos. El infante aparece como protegido contra los estímulos
externos, en una situación semejante al estado prenatal; con una falta de conciencia de la
existencia de un agente maternante.
Esta fase se continua por un estadio de oscura conciencia de que uno mismo no
puede proveer la satisfacción necesaria, sino que ésta proviene de algún lugar de fuera del
sí mismo. Dando comienzo a la siguiente fase.

La fase simbiótica:

A partir del segundo mes, esta oscura conciencia del objeto que satisface las
necesidades, marca el comienzo de la fase de simbiosis normal, en que el infante se
comporta y funciona como si él y su madre constituyeran un sistema omnipotente, una
unidad dual dentro de un límite unitario común. En este período, la barrera casi sólida contra
los estímulos, esa caparazón autística que excluye los estímulos externos, comienza a
resquebrajarse.
Este es aún, un estado de indiferenciación, de fusión con la madre; en que el “yo” no
está aún diferenciado del “no-yo” y en que lo interno y lo externo solo están llegando en
forma gradual a ser sentidos como diferentes.
Alrededor de los 4 o 5 meses de edad, instalado en la fase simbiótica, comienza a
intensificarse el proceso de ruptura de la caparazón autística: la atención del bebé comienza
a rotar lentamente de adentro hacia fuera, durante los cada vez más duraderos períodos de
vigilia.
A los 6 meses y coincidiendo con el logro de la exploración manual, aparecen signos
definidos de que el bebé comienza a diferenciar su propio cuerpo del de su madre: mira y
toca el rostro de su madre, su pelo, sus vestidos, explora con sus manos sus senos, su
boca, sus orejas, etc.
Al 8º mes, no solo se interesa en su madre, sino que comienza a compararla con
“otro”; compara lo familiar y lo no familiar, rasgo por rasgo. Así se transforma en un experto
en lo que “es madre”: su olor, su gusto, su voz, su temperatura, su apariencia y todo lo que
pertenece a su cuerpo. Logra discriminar entonces lo que “es madre” de lo que “no es
madre”, mientras continúa diferenciando a la madre de él mismo.

La fase de separación-individuación:

Debemos concebir a la separación y la individuación como dos desarrollos que se


producen en forma complementaria.
La separación consiste en la emergencia del niño de una fusión simbiótica de la
madre porque sigue la trayectoria de la diferenciación, el distanciamiento, la formación de
límites y la progresiva desvinculación de la madre
La individuación consiste en los logros que jalonan la asunción por parte del niño de
sus propias características individuales. Es el nacimiento de la autonomía psíquica, que
incluye el desarrollo de la memoria, la inteligencia, etc.
Esta fase de separación-individuación es una especie de segunda experiencia de
nacimiento, que se puede describir como “una ruptura definitiva de la membrana común
madre-hijo”
Dentro de ella, Malher caracteriza cuatro subfases. Cada una tiene sus propias
características de conductas, que corresponden a cada etapa del desarrollo cronológico del
niño hasta llegar a los tres años.

Las cuatro subfases son:

Subfase de diferenciación (5-9 meses)


 
Comienza a disminuir la dependencia corporal total de la madre, a medida que la
maduración psicomotora permite el primer intento de apartarse de ella.
Aparecen una variedad de reacciones ante personas que no son la madre. Las reacciones
ante extraños incluyen la curiosidad y el interés, y también la cautela y una ansiedad leve o
incluso fuerte. Esa ansiedad se calma al comienzo del periodo de ejercitación, pero
reaparece en diversos momentos a lo largo del proceso de separación- individuación.

Subfase de ejercitación (9-14 meses)


 
"Durante este periodo el niño es capaz de alejarse activamente de la madre y volver a ella,
primero gateando y más tarde por el dominio de la locomoción vertical. Es un periodo en el
cual la exploración del ambiente, animado e inanimado, y la ejercitación de capacidades
locomotrices, están muy investidas de energía."
“Merodea lejos de la madre, pero cuando se fatiga o se le agota la energía, busca
restablecer el contacto corporal con ella. Este 'reabastecimiento' lo revigoriza y restablece su
interés anterior en la ejercitación y exploración".

Subfase de acercamiento (15-24 meses)


 
Se caracteriza por un redescubrimiento de la madre, que es ahora un individuo
separado, y por una vuelta a ella después de las correrías obligatorias del periodo de
ejercitación. Al deambulador le agrada compartir sus experiencias y posesiones con la
madre, a la que percibe ya más claramente como separada y exterior.
“El deambulador desea estar unido con la madre, y al mismo tiempo separado de
ella. Alcanzan su apogeo los berrinches, quejas y humor triste, y se producen fuertes
reacciones a la separación".

Subfase de individualidad y constancia objetal emocional (2 años en adelante)


 
“Durante este periodo se logra un cierto grado de estabilidad, y se establece en
medida suficiente la separación de la representación del yo y del objeto. La madre se percibe
claramente como una persona separada y ubicada en el mundo exterior, y al mismo tiempo
tiene existencia en el mundo interno representacional del niño".
Estas diferentes fases de constitución, descritas por Mahler, son las que permiten el
progreso de la “relación de objeto” y de la “relación con adultos significativos”, coincidiendo
con Winnicot, en la conceptualización de “objeto transicional”, como intermediarios
necesarios en este camino hacia la individuación.
Todo este camino, que el bebé recorre hacia su construcción psíquica autónoma, le
permitirá descubrir claramente con el tiempo, que existe una madre y que ésta puede estar
presente o ausente, sin que esto signifique, necesariamente, una ausencia afectiva. Luego ,
coincidiendo con la adquisición de la marcha, también descubrirá que puede ir a buscarla, y
así sabrá definitivamente que el amor puede llegar a estar presente aún en ausencia física.

Sus aportes nos alertan sobre los riesgos de sobreestimular y apurar el


desarrollo cognitivo de los niños, ya que es imprescindible que el
desarrollo emocional acompañe y vaya de la mano de todo otro
desarrollo. Por ejemplo: apurar el temprano logro de la locomoción, con
los despliegues físicos que son inherentes a ella, no va a poder ser
disfrutado emocionalmente, si el niño aún no ha elaborado la angustia de
separación. Esto se ve claramente en las familias e instituciones con
modelos muy rígidos, que exigen una sobreadaptación al bebé: el bebé se
adapta a su madre, mas allá de sus posibilidades y límites y esta
adaptación es mayor que la de la mamá al bebé.

FRANCOISE DOLTÓ
SUS APORTES TEÓRICOS:

Francoise Doltó, médica y psicoanalista francesa se dedicó al estudio de la psicología


infantil, con el deseo de prevenir trastornos psico y socio afectivos en la primera infancia.
Creó la “Casa Verde” en Francia, como espacio de prevención primaria para la protección y
prevención de la salud infantil.

El lenguaje, alimento indispensable del bebé:

Desde las primeras experiencias sensoriales precoces, el bebé junto al alimento,


experimenta sensaciones sonoras, táctiles, gustativas, auditivas, olfativas y respiratorias.
Estos primeros lazos sensoriales lo conducen a discriminar el afuera, del adentro del cuerpo
y van construyendo imágenes psíquicas y representaciones de su relación con el otro y con
lo otro. Es así, que desde el nacimiento, las necesidades del bebé están irremediablemente
relacionadas con aquel otro que se ocupa de satisfacerlas y que puede modificarlas o
aliviarlas.
Desde el nacimiento, todo lo sustancial, lo material de la satisfacción y del
intercambio que el bebé recibe, está rodeado por esa relación que nace de la comunicación
emocional, que rodea esa asistencia primigenia. La alimentación, la digestión, todas las
sensaciones, sumergen al niño en un universo relacional desde el comienzo de la vida.

Aparece entonces el lenguaje hablado como presencia permanente que


acompaña todos los cuidados corporales.

Para el recién nacido la leche que ingiere no es solo un alimento


puramente natural, sino que está entremezclada con lenguajes y
deseos de comunicación.
El olor, la mirada, las caricias, la voz de la madre cautivan al bebé y su
historia individual es modelada por las emociones que ella le brinda en
cada acto y por los sentimientos y emociones de su entorno familiar.

Comienza a constituirse entonces un cuerpo portador de una palabra; donde todas


estas vivencias corporales y relacionales dejarán huellas somatopsíquicas, con las cuales el
bebé construirá las primeras imágenes inconcientes del cuerpo.

La imagen inconciente del cuerpo:

Doltó establece una clara diferenciación entre esquema corporal e imagen


inconciente del cuerpo.
El esquema corporal es un hecho en sí mismo. A medida que el niño progresa en su
crecimiento, va formando representaciones que conforman su esquema corporal, sus
nociones del cuerpo y sus posibilidades.
En cambio la imagen inconciente del cuerpo, está alimentada, no solo por las
necesidades de su propio cuerpo en desarrollo, sino, como ya hemos dicho, por los afectos
y el lenguaje con que la madre y los otros significativos acompañan cada momento de
atención del niño.
Este es un proceso de construcción individual y personal que ocurre en cada niño,
sobre todo en los momentos íntimos de crianza: las palabras y el afecto que acompañan la
alimentación, el sueño, el cambio de pañal, la higiene toda.
Esta imagen inconciente se construye con cada palabra, cada sensación y emoción
que el adulto pone en los rituales íntimos: la mamá le limpia la cola, le lava la cara,
construyendo así una historia emocional del cuerpo, que es absolutamente personal y que
va armando huellas estructurales.
La palabra y la construcción subjetiva:

Esta concepción nos permite descubrir la trascendencia que el gesto, pero sobre todo
la palabra tienen en la construcción subjetiva del niño. Dice Doltó en “La causa de los niños”:

“la palabra que el adulto elige para con el niño, debe estar cargada de verdad”
...se pretende ayudar a madres y niños, y es legítimo hacer algo en ayuda de las
madres que tienen que trabajar, ofreciéndole un lugar donde cuiden a sus hijos
en su ausencia; pero se pretende hacerlo sin respetar el lazo que asegura la
comunicación psíquica: el lazo simbólico.
El lenguaje verbal, el lenguaje psicomotor son códigos que el bebé ya ha
establecido con su madre, no con cualquier persona, y no de golpe, sino
progresivamente. Es entonces imprescindible que ella, con palabras prepare a
su hijo para cierta nueva persona amiga a quien confiará su cuidado.
De nada sirve que la madre, para facilitar la transición, se quede unas horas
con el bebé en la sala; es preciso que haga en actos y en palabras, el relevo
entre él y los otros niños, entre ella y las educadoras, y no simplemente entre él
en casa y él en otro ámbito”.

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