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ALGUNAS RELACIONES CONCEPTUALES ENTRE PRAGMATISMO Y

PRAGMÁTICA
Ruben Tani y María Gracia Núñez
En Grupo de Estudios Peirceanos (GEP) Universidad de Navarra. España,
http://www.unav.es/gep/Articulos/NunezTani.html

Sumario
En este trabajo se analizan ciertos conceptos de Ch. S. Peirce (1839-1914)
representativos de algunas características generales del Pragmatismo, según
los cuales el lenguaje es una forma de acción simbólica y los actos de habla
contextualizados expresan las intenciones de los hablantes y sus aspectos
cognitivos, volitivos y emotivos. Estas nociones también son relevantes en las
obras de Malinowski, Austin y Vaz Ferreira, autores que retoman dichas ideas.
Así, por ejemplo, señalaremos que los conceptos de ‘falacia realista’ de
Malinowski y de ‘falacia descriptiva’ de Austin expresan que el significado en
términos de valor de verdad con relación a la lógica formal no pueden dar
cuenta del lenguaje real como proceso que expresa procesos cognitivos y
volitivos.
El Pragmatismo es una línea de pensamiento que subyace a las divisiones en
áreas de estudio, corrientes y disciplinas y presenta una solución de
continuidad que se hace evidente en las relaciones que surgen al examinar
ciertos textos clásicos. Aunque Ch. Morris opina que el término pragmática
tiene relación con el Pragmatismo, nuestra intención es destacar que el
Pragmatismo de Peirce integra algunos conceptos estudiados por la
pragmática. Las divisiones de la Lógica que Peirce distinguía entre Lógica
crítica, Gramática especulativa y Retórica especulativa en los Collected Papers,
(CP 2.93), Morris las transforma en Semántica, Sintaxis y Pragmática. La
consideración de esta transformación ha sido abordada por Rochberg-Halton y
McMurtrey (1983:139), Deledalle (1996:153) y Dascal (1999:22).

I. Introducción
El pragmatismo es una tradición filosófica que tiene sus raíces en la obra de los
pragmatistas clásicos: Peirce, James, Dewey, Royce, Lewis y Mead. Ha sido
estudiado y cobra un nuevo auge con Quine, Putnam, Rorty, Apel y Habermas.
Surge en Estados Unidos de Norteamérica a partir de dos artículos de Charles
Sanders Peirce -1877 y 1878-, quien realiza un desarrollo del pensamiento de
Kant, Duns Scoto, Hegel y Darwin.
En Europa a comienzos del siglo XX el pragmatismo se conocía por la obra de
William James y de F.C.S. Schiller, en tanto la obra de Ch. S. Peirce y J.
Dewey no se había difundido aún. Schiller concuerda con la postura realista de
Peirce y Dewey contraria al nominalismo sin atribuir verdad metafísica a
ninguna ley. Afirma, antes que Wittgenstein, que el significado de una regla
reside en su aplicación. (Ver Nubiola, 1995).
La obra de Peirce se empieza a conocer a partir de la antología de 1923
editada por M. Cohen: Chance, love and logic fue acogida con interés por el
lógico F. Ramsey, discípulo de F.S.C Schiller. Ramsey realiza una reseña en
Mind en 1924 sobre The meaning of meaning de C. K. Ogden y I. A. Richards,
resaltando el apéndice que trata sobre Peirce. Wittgenstein conoció a Peirce a
través de las conversaciones que sostuvo con Ramsey en Cambridge entre
1929 y 1930. (Deledalle, 1996: 20 y 164). En The meaning of meaning se da a
conocer el artículo de B. Malinowski, “El problema del significado en las
lenguas primitivas” como Suplemento I.
Se puede, según Rescher, considerar que Peirce, Dewey y C.I. Lewis expresan
una forma de pragmatismo objetivo y pluralista, en tanto que James, F.S.C.
Schiller y Rorty son exponentes de un pragmatismo subjetivo y pluralista. Para
los objetivistas, el razonamiento mediante el hábito inteligente fija la creencia
acerca de la validez de las hipótesis formuladas considerando sus
consecuencias prácticas. El pragmatismo subjetivista, aunque comparte la
relación de la hipótesis con la experiencia, llega a conclusiones relativistas.
Luego de la prevalencia del neopositivismo lógico así como de la filosofía
analítica, a partir de los años ‘70 dentro del campo de la filosofía surge el
«neopragmatismo» de Richard Rorty y de Nicholas Rescher (Rorty, 1996,
Introducción). Al mismo tiempo, la obra de Peirce, quien relacionó pragmatismo
y semiótica, se vuelve objeto de interés en el campo de los estudios sobre
Semiótica generándose una vasta investigación interdisciplinaria, al punto que
actualmente la bibliografía de trabajos sobre aspectos de la obra de Peirce es
inmensa.
Los conceptos filosóficos, metafísicos y epistemológicos característicos del
pragmatismo de Peirce tienen que ver con la “realidad” de la mente, el
pluralismo, la generalidad de los términos y la relación del pensamiento con la
acción. En su opinión, el pensamiento sólo se puede realizar mediante las
inferencias que realiza en un proceso cuasi-infinito de signos. En su
faneroscopía o fenomenología no hay intuiciones a priori de los fenómenos y
tampoco fenómenos y noúmenos. El sujeto, antes solipsista con Descartes y
trascendental con Kant, se transforma en un sujeto que realiza inferencias
(deducción, inducción y abducción) mediante signos y, por esta razón, Peirce
considera a la teoría del conocimiento como una rama de la semiótica. Para
Peirce “cognoscibilidad” en su sentido más amplio y “ser” son términos
sinónimos. (CP 5.257). (Vallejos 1999). En este sentido, la teoría de la acción
que sugiere el pragmatismo –para conocer el significado de una proposición o
teoría se debe considerar en un proceso las consecuencias prácticas que
puede resultar de la verdad de la proposición o teoría– tiene una semejanza
con la Tesis 2 sobre Feuerbach de Marx, fundador de una versión política de la
teoría de la acción como praxis. (Delledale, 1996:67 y ss.). Dicha teoría
relaciona las hipótesis que realiza un sujeto o una mente, los signos y la
acción, siempre en un proceso de transformación continuo.

II. Algunas características del pragmatismo de Peirce


A partir de los términos kantianos praktisch y pragmatisch Peirce explica por
qué elige el segundo término que se refiere a propósitos humanos definidos.
(CP 5.412). El pragmatismo de Peirce se destaca, en primer lugar, por su
crítica al cartesianismo y al dualismo sujeto-objeto, ya que la intuición y la
evidencia que de ella se deriva no es condición suficiente para que el sujeto
pueda elaborar hipótesis acerca del mundo. La relación sujeto-objeto está
mediada por signos y conocimientos previos basados en hipótesis, sin que esto
signifique un retorno a un origen incondicionado trascendental o teológico. (CP
5.262-263).
En segundo lugar, la relación del individuo con la comunidad que plantea
Peirce procede de las críticas a Descartes: todo el conocimiento del mundo
interno se deriva por hipótesis realizadas en el mundo externo, todo
conocimiento es determinado por conocimientos anteriores. Así, no podemos
pensar sin signos y lo incognoscible es impensable. (CP 5.265). La relación del
intérprete –quien realiza hipótesis– respecto al mundo es posible,
especialmente, a través de signos dinámicos relacionados con el objeto
dinámico y el interpretante dinámico. (1) El intérprete pertenece a una
comunidad determinada, ya que individualmente no puede esperar alcanzar la
filosofía última que persigue, por lo tanto, sólo puede procurarla en y para la
comunidad de filósofos (5.265) Así, expresa:

“Finally, as what anything really is, is what finally come to be known


to be in the ideal state of complete information, so that reality
depends on the ultimate decisión of the community; so thought is
what it si, only by virtue of its addressing a future thought which is in
its value as thought identical with it, thoug more developed. In this
way, the existence of thought now depends on what is to be
hereafter; so that it has only a potential existence, dependent on the
future thought of the community”. (CP 5:316).

Contra el método de la autoridad y el de la tenacidad, Peirce adopta el método


científico en el sentido que es público e institucional. La consideración de la
relación del individuo con otros en determinadas circunstancias sociales
caracteriza el pragmatismo de Peirce. Su doctrina semiótica de las categorías
distingue cualidades o ‘primeridades’, relaciones o ‘secundidades’ e
interpretaciones o ‘terceridades’. Dicha distinción involucra cogniciones,
sentimientos y voliciones.
En tercer lugar, existe un vínculo entre los aspectos cognitivos y los
sentimientos con relación al conocimiento subyacente a estos aspectos del
proceso semiótico: nociones, sentimientos y esfuerzos, teniendo en cuenta que
el elemento volitivo en la interpretación tiene que ver con el interpretante
dinámico. El elemento emotivo, el hábito y la voluntad son fundamentales para
comprender el concepto de “acción” simbólica y tienen relación con el concepto
de obsistencia o resistencia (CP. 2.89), ya que el significado de todo signo
consiste en una idea de sentimiento o en una idea de actuar y ser actuado. (CP
5.7).
Considerando que los signos representan conocimientos y valores, Peirce
distingue: 1) el bien estético tiene que ver con la cualidades del sentir
integradas en la expresividad del signo, 2) el bien moral tiene que ver con
acciones con respecto a fines y con la veracidad del signo y, 3) el bien lógico
tiene que ver con la verdad expresada por el signo (CP 5.140, 141,142). Cabe
señalar la similitud de esta distinción con la desarrollada por Habermas.
(Habermas 1999:415).
La cuarta característica tiene que ver con la doctrina falibilista –que no supone
una postura escéptica– propone que para vencer la duda se necesita fijar una
creencia activa mediante una inferencia a partir de los datos del mundo
externo. Un juicio es un acto de conciencia acompañado de una creencia, que
es un hábito inteligente que nos permite actuar cuando se presenta
determinada ocasión. La hipótesis se desarrolla in the long run en un proceso
que implica virtualidad o futuro. (CP. 2.435, 2.293). Se trata de un proceso
simbólico que transforma los estados subjetivos en procesos semiósicos
sociales que pre-existen al sujeto. (CP. 7.558). Por esta razón, un individuo no
crea, por ejemplo, el símbolo ‘estrella’ (hablado o escrito) porque este símbolo
es un producto social y comunitario. Esta palabra es un universal, pero, a
diferencia de Occam, Peirce considera que no es meramente un término
particular aplicable a cosas individuales porque es re-utilizable en forma
sucesiva. (CP 2.301, 2.293).
En este sentido, no considera la existencia de una racionalidad última ni las
realidades sustantivas o noumenales kantianas y propone que el conocimiento
se genera realizando hipótesis e inferencias acerca del significado y la verdad
de las proposiciones reguladas en una comunidad científica. El pragmatismo de
Peirce sugiere que la realidad es plural y discontinua, en tanto que las
inferencias son falibles y proyectadas en el futuro. El pensamiento y la semiosis
simbólica es un proceso continuo que acepta la novedad y el azar. (Nubiola
2001). Por eso resulta interesante estudiar el alcance que tienen las
expresiones: Cuasi-Mente, Cuasi-elocutor, Cuasi-intérprete y variedades de
pensamiento no-humano (ver CP 4.551), con las consecuencias de la tarea de
de-construcción propuesta por Derrida. (2)
De este modo, el significado de una proposición se verifica en un proceso que
implica una actividad simbólica –un esfuerzo o una voluntad– en la que los
índices determinan cuáles son las circunstancias u ocasiones apropiadas. En
cuanto a la anticipación de los conceptos centrales de la pragmática posterior,
llegó a formular un esbozo de concepto de acto de habla así como la distinción
entre el hábito inteligente o conocimiento de las reglas de un sistema de signos
y el conocimiento o experiencia colateral o conocimiento del mundo.

III. El acto de habla y el contexto


El pragmatismo de Peirce se dirige a propósitos humanos definidos, propios de
la relación del pensamiento con la acción, esto es, del vínculo que existe entre
un sujeto y otros sujetos en determinadas circunstancias sociales. La relación
sujeto-objeto está mediada por signos y por conocimientos previos. Esos
signos son compartidos por una comunidad determinada y están mediados por
cogniciones, sentimientos y voliciones. En este sentido, el elemento emotivo, el
hábito y la voluntad son decisivos para comprender el concepto de “acción”, en
tanto que el significado de los signos consiste en una idea de sentimiento o en
una idea de actuar y ser actuado. No es posible pensar sin signos: el intérprete
se relaciona con el mundo a través de signos dinámicos que están vinculados
al objeto dinámico y al interpretante dinámico. Así, los procesos mentales, en
los que se acepta la novedad y el azar, corresponden a procesos semiósicos
de carácter social donde la expresividad, la veracidad y la verdad son valores
atribuidos a los signos. De modo que las inferencias son susceptibles de ser
falibles y de ser proyectadas en el futuro, donde el significado de una
proposición se verifica en un proceso que supone una actividad simbólica en la
que los índices determinan cuáles son las circunstancias apropiadas. Los
índices son los signos, verbales o no verbales, que señalan el universo de
discurso al que se refieren un emisor y un oyente, esto es, tanto el contexto de
la oralidad dialógica (cara-a-cara) como el mundo real, la ficción literaria o
lógica.
Asimismo, el concepto de acto de habla es objeto de atención por parte de
Peirce, quien lo circunscribe a un contexto, es decir, a una comunidad de
intérpretes en la que se distingue determinada noción de verdad,
intencionalidad e institucionalidad. Un acto de habla asertivo conlleva
determinadas circunstancias públicas de interacción social; es, tal como Austin
lo denominará, una actividad ilocucionaria en la que se presentan integrados
aspectos cognitivos y volitivos. Según Peirce, un juramento o una aserción
supone un acto con efectos y consecuencias prácticas en el que intervienen
dos individuos pertenecientes a una comunidad de intérpretes, es decir, un acto
social que hace pasible al individuo de posibles sanciones sociales, morales o
jurídicas. Peirce distingue el acto, el significado, el sentido y la referencia,
categorías a las que aludirán más tarde Austin y Searle; también distingue el
acto, el símbolo y la voluntad que lo expresa. Así, cuando un emisor realiza una
aserción, tiene lugar una acción pública que conlleva la voluntad manifiesta de
persuadir al receptor. En dicha acción los signos son indicadores de una
intención que debe interpretar el oyente para comprender las circunstancias a
las cuales se refiere el emisor.

1. El acto de habla
En 1908, cuando Peirce expone la relación entre el juicio y la aserción, también
está planteando que un acto de habla asertivo se relaciona con un efecto
elocutivo y un efecto perlocutivo, en coincidencia con su punto de vista
pragmático. La comunicación de creencias a través de la expresión de una
proposición en una ocasión determinada tiene que ver con la comunidad de
intérpretes que buscan la verdad bajo el impulso de la “Investigative
Intelligence” (CP 2.333) (ver Tani 1987:95).
La precisión de su definición pragmática resulta notable y revela que Peirce
distinguía no solamente las consecuencias éticas sino también la definición de
acto de habla asertivo (3):

“If a man desires to assert anything very solemnly, he takes such


steps as will enable him to go before a magistrate or notary and
takes a binding oath to it. Taking an oath is not mainly an event of
the nature of setting forth, Vorstellung, or representation. It is not
mere saying, but is doing. The law, I believe, calls it an act” (CP
5.546) (Itálicas de Peirce).

Para complementar esta afirmación examinaremos otros textos relacionados


con este tema (ver Brock, 1981) analizando el modo en que Peirce define la
emisión de una proposición cuya aserción se relaciona con la verdad y ciertas
consecuencias como una actividad lingüística que asume una intencionalidad
que supone el esfuerzo “to make believe”:

“For clearly, every assertion involves an effort to make the intended


interpreter believe what is asserted, to which end a reason for
believing is must be furnished” (CP 5.546).
Peirce destaca que el concepto de aserción se presenta como un acto cuya
legalidad institucional se realiza en ciertas circunstancias públicas e implica la
interacción a través de actos de habla que relacionan al individuo en el diálogo
social. En otras palabras, esta acción verbal refiere a una “Intentional
Pragmatics”. (Ver Brock 1981:325). En este sentido, el pragmatismo de Peirce
anticipa el concepto de actividad ilocucionaria tal y como fue luego elaborado
por Austin.
La actividad que supone el proceso de la acción verbal no se refiere solamente
a sus aspectos cognitivos sino que también integra el esfuerzo de la voluntad.
Podemos decir que la noción de “fuerza” ilocucionaria de Austin (1986:100)
tendría en Peirce una más amplia descripción a través de la noción de esfuerzo
relacionada con los conceptos de obsistencia y transacción, correspondientes
respectivamente a las categorías de Secundidad y Terceridad. (CP 2.89).
Los elementos que Peirce distingue son: 1) el concepto de acto asertivo
(2.315), 2) el concepto de aserción genuina (5.546) que se relaciona con la
felicidad del acto de habla sincero y con el acto asertivo no defectivo de Searle;
y 3) la diferencia entre un acto de habla genuino y las frases convencionales
que no implican consecuencias para el hablante. Austin considera que las
frases convencionales no son performativos (Austin 1986:80 y 81) porque
deben expresar algún sentimiento. Malinowski considera que estas expresiones
son propias del uso o la función fática (‘comunión fática' ); Peirce entiende que
estas oraciones son actos significativos:

“Nobody takes any positive stock in those conventional utterances,


such as “I am perfectly delighted to see you, upon whose falsehood
no punishment at all is visited” (5.546).

Podríamos resumir estos conceptos expuestos del siguiente modo:


a) un juramento no es solamente el vehículo de un concepto, a modo de
representación, también implica la realización de un acto que tiene efectos y
consecuencias prácticas (5.547),
b) una aserción de un juicio implica la idea de un acto genuino simultáneo en
conformidad con la pragmática de los actos intencionales, actos en los que
decir es hacer,
c) una aserción, como acto de habla, supone por lo menos dos individuos y
una comunidad de intérpretes, aunque Peirce considera que el procedimiento
también se aplica a la meditación individual o “inner dialogue” (5.547). Afirma:

“That is the first point of this argument; namely that the judgement,
which is the sole vehicle in which a concept can be conveyed to a
person’s cognizance or acquaintance, is not a purely representitious
event, but involves an act, an exertion of energy, and is liable to lead
to real consequences of effects” (5.547)

2. Aserción, juicio y contenido proposicional

Peirce realiza una distinción específica entre aserción y juicio como elementos
del acto de habla estableciendo la relación entre un mundo de actividades, uno
interior y otro exterior (inner y outer world, 2.315). Afirma que un juicio es un
acto mental que busca una verdad proposicional en el mundo interior, en tanto
que la aserción tiene la función semiótica de afectar a otros individuos.
Su criterio demarca la diferencia que existe entre el juicio, un acto mediante el
cual el individuo se convence de la verdad (truth inner self-impressing) y la
aserción como acto social que hace pasible al individuo de posibles sanciones
sociales, morales o jurídicas (2.315). Esta distinción analítica se debe a que
considera que las proposiciones son signos y que pueden ser juzgadas
virtualmente aunque no siempre sean pasibles de aserción o asentimiento.
Para aclarar la relación entre la aserción y la proposición en el acto de juzgar,
Peirce plantea la siguiente pregunta: “Which is the matter upon which the act of
judging is exercised?” (2.252). Responde que un símbolo proposicional (legal
index) no precisa ser necesariamente expresado para que tenga significado. (4)
El acto mental se articula mediante proposiciones tales como dicisigns,
incluyendo a Dicent symbols y Dicent indexical legisigns que son el contenido
lógico, la logical matter del juicio cuyo significado semántico es verdadero si se
expresa mediante un Dicent indexical legisign.
Antes de continuar con el análisis debemos realizar dos aclaraciones. En
primer lugar, cabe señalar que los índices son los signos, verbales o no
verbales, cuya relación con el objeto dinámico y el interpretante dinámico
representan la característica relevante del pragmatismo (y de la pragmática) de
Peirce porque son los signos que se contextualizan en difeferentes ocasiones.
(2.248) En segundo lugar, cuando Peirce se refiere a la mente, acto mental o
modo de pensar no está aludiendo a una entidad cartesiana o platónica sino
que es un signo.
En una nota a pie de página afirma que la mente es una función proposicional
de un universo de categorías (lo más amplio posible) de modo que sus valores
son los significados de todos los signos cuyos efectos reales se encuentran en
una interconexión efectiva. (CP 4.550). Es posible reflexionar sobre el concepto
de juicio aclarando que Peirce distingue entre un acto asertivo y su contenido
proposicional:

“For an act of assertion suposses that, a proposition being


formulated, a person performs an act which renders him liable to the
penalities of the social law (or the moral law)” (Ver 2.315; 2.252 y
5.546) (itálicas nuestras).

En la expresión: “Tulio tiene una verruga en la nariz”, que es una proposición


con significado, sea falsa o verdadera, sea afirmada o asentida o no, se
destacan el acto, el significado, el sentido y la referencia tal y como los
distinguirán Austin (1986:100) y Searle (1985:31). A estos elementos se suma
la noción de illocutionary force que Austin diferencia del significado de una
expresión (1986:100). Peirce afirma: “A proposition asserts something. That
assertion is performed by the symbol which stands for the act of consciousness”
y agrega que aquello que equivale a la aserción y que parece tan diferente de
otros tipos de significación es su carácter volitivo. (2.436) (itálicas de Peirce).
En esta cita de Peirce distingue: i) que un juicio es un acto, ii) que un símbolo
expresa el acto y, iii) que una proposición es un símbolo que expresa una
aserción, una voluntad.
Peirce diferencia la proposición como símbolo, el carácter volitivo del acto de
aserción y la ‘fuerza’ ilocucionaria. Establece una diferencia entre emisión
realizativa o una convencional -performative utterance- y el significado de una
sentence. Según Peirce, el emisor de una aserción da evidencia de una
creencia que comunica a un oyente, y esta trans-suasión se expresa a través
de un índice o un precepto que describe cómo debe actuar el oyente para
comprender las circunstancias a las que refiere la aserción. (2.336). La emisión
de ésta supone una acción pública que denota una conducta o hábito para
persuadir a un oyente (2.315, 2.334), lo que está estrechamente relacionado
con la realización del juicio, acto de conciencia en el cual reconocemos la
creencia como un hábito inteligente. (2.435). (Ver Nesher 1982:86-87).
Es posible analizar los signos que pueden conformar una proposición según la
semiótica de Peirce. En primer lugar, un signo dicente o ‘fema’ equivale a
oraciones interrogativas, imperativas o declarativas, oraciones que ejercen un
efecto compulsivo en el intérprete. (4.538). Peirce no se refiere solamente a
oraciones declarativas, posición que se puede comparar con la clasificación de
Searle (1985:31). Las oraciones en indicativo o declarativas como las llama
Peirce pueden expresar aserciones dudosas, interrogaciones o imperativas.
(2.291 y 4.538).
En segundo lugar, una proposición o símbolo dicente es el contenido del acto
de conciencia (2.436), esto es, un acto voluntario que intenta afirmar o
modificar una creencia (2.435). Una proposición es un símbolo legal informativo
(2.315, 2.357) que incluye índices e íconos (2.306). Por esta razón no debe
sorprender que la semiótica de Peirce considere, además de las proposiciones
expresadas por los ‘signos arbitrarios’ de la lingüística de Saussure, otros tipos
de oraciones no verbales, de un modo semejante a lo que propone Foucault
respecto al enunciado. (Foucault 1985:82). De este modo, un dicisign (2.271),
signo dicente, proposición o ‘fema’ son símbolos, a veces ejemplificados
mediante un deíctico, un brazo que señala, una flecha, una veleta o el retrato
de un hombre con su nombre debajo. En este último ejemplo, se trata de una
proposición, aunque su sintaxis no sea verbal. (2.320).
En tercer lugar, los índices son también importantes en relación a los universos
de discurso. Una ficción o expresión artística no es arbitraria; es un tipo
cualitativo estético general (1.383) y, si en ella se expresa que ‘Hamlet estaba
loco’, de algún modo se refiere a la locura que acontece en el mundo real
(2.337). Así, el universo de la ficción resulta difícil de diferenciar del mundo real
por una simple descripción. Por esta razón, sólo se puede distinguir el mundo
real del universo de la ficción si se realizan aserciones en las cuales los índices
(tonos de voz o miradas) permitan señalar a qué clase de mundo se refieren los
hablantes. Cuando nos referimos a proposiciones lógicas analíticas tales como
‘Todos los triángulos tienen tres lados’ o ‘Todos los hombres son mortales’
debemos indicar que pertenecen al mundo de las ficciones lógicas para que
sean así interpretadas. (2.337).

3. El contexto

En todo acto de aserción se distinguen un emisor y un oyente aunque el


segundo pueda estar no inmediatamente presente o, como en el caso que
menciona Peirce, respecto al diálogo interior en el cual el oyente se ‘identifica’
con el emisor y la aserción afecta al mismo emisor. Se trata de un proceso de
persuasión que tiene que ver con su Retórica especulativa. (2.333, 2.334 y
5.546). En todos estos casos, una aserción presenta alguna evidencia en
apoyo de una creencia y una réplica de un índice que debe llamar la atención
del oyente respecto a determinada ocasión. (Ver Short 1982:294). Peirce
presenta la idea de la relación intencional entre el emisor y el oyente con
respecto a determinada ocasión del siguiente modo:

“It is the circumstances under which the proposition is uttered or


written which indicate that environmet as that which is referred to.
But they do so not simply as an Index of the environment, but as
evidence of an intentional relation of the speech to its object, which
relation it could not have if were not intended for a sign” (2.357).

Esta idea de la intencionalidad del signo, el concepto de ‘illocutionary effect’ de


Searle (1985:47) supone el orden de las palabras, el acento, la entonación, la
puntuación y el modo verbal. Al mismo tiempo, indica cómo la proposición debe
ser comprendida y qué acto de habla está realizando el emisor. (Searle
1985:30). Así, en la semiótica de Peirce los signos son indicadores de una
intención susceptible de ser interpretada por el oyente para comprender las
circunstancias a las cuales se refiere el emisor, pueden ser rasgos
paralingüísticos o bien no lingüísticos como una mirada o un gesto. (2.288). Los
índices refieren a individuos o a un conjunto de objetos, son compulsivos y
expresan relaciones de contigüidad:

“It is requisite that there should be a kind of sign which shall act
dynamically upon the hearer’s attention and direct it to a special
object or occasion. Such a sign I call an Index. It is true that there
may, instead of a simple sign of this kind, be a precept describing
how the listener is to act in order to gain the occasion of experience
to which the assertion relates” (2.336).

Los índices señalan el universo de discurso al que se refieren un emisor y un


oyente, esto es, tanto al contexto de la oralidad dialógica (cara-a-cara) o mundo
real, como a la ficción literaria o a la ficción lógica. Peirce distingue entre el
contexto de enunciación hic et nunc, oral o escrito, el universo de discurso y el
conocimiento colateral. A diferencia de Austin, admite que aún con relación al
contexto oral real puede existir una diferencia como en el ejemplo del mensaje
en una botella (2.334) cuyo intérprete es ‘problemático’ o ‘cuasi-existente’. El
universo de discurso de la ficción utiliza términos empleados en el mundo real.
Así, ‘Hamlet era loco’ supone un conocimiento previo o una experiencia acerca
de la locura en el mundo real. Por esto, afirma que todas las proposiciones
ordinarias se refieren al universo real, en general al medio circundante más
próximo. Si una persona grita ‘¡Hay un gran incendio!’ Suponemos que se está
refiriendo a la vecindad y no al mundo ficticio de las Mil y una noches o al
incendio de Roma. (2.357).

IV. La teoría pragmática de Malinowski

Según Malinowski, el lenguaje expresa una actividad social humana, actividad


común a las culturas “primitivas” y las “civilizadas” que tiene carácter
pragmático. Sus ideas sobre el contexto de situación, el lenguaje-en-acción y la
comunión fática surgen a partir de la dificultad implícita ante el intento de
traducir la lengua de los nativos alejada de los contextos culturales orales en
los que se produce. Así, considera que toda lengua debe ser estudiada
teniendo en cuenta su contexto y las producciones simbólicas en las que se
inserta (mitos, canciones, leyendas, fórmulas rituales, etc.). El universo de
cosas a ser expresadas cambia según las culturas y, por lo tanto, cabe
analizarlas según las funciones y los usos propuestos de acuerdo al contexto
de situación. De este modo, aprecia que la comunión fática se da en contextos
tanto letrados como iletrados y tiene que ver con el hecho de atribuir una
actitud mágica a las palabras: a través de ellas se ejerce influencia sobre
personas, objetos o acciones. Malinowski parece anticipar las condiciones de
felicidad de los actos de habla de Austin cuando se refiere a las condiciones
que regulan las prácticas rituales exitosas, al sostener que la acción mágica va
precedida por condiciones estrictas.
Se puede afirmar que ciertas apreciaciones de Malinowski sobre el contexto de
situación, el lenguaje-en-acción y la comunión fática se anticipan a la tesis de
Milman Parry (1928) sobre la epopeya griega mostrando que la Ilíada y la
Odisea son básicamente orales, a las investigaciones de Luria sobre la cultura
oral en Uzbekistán y Kirghizia en los años 1931-1932 y a las a las Conferencias
de J. L. Austin de 1955.
De regreso a Inglaterra es invitado a participar con un artículo en el libro de C.
Ogden y I. A. Richards El significado del significado de 1923. El trabajo de
Malinowski se tituló “El problema del significado en las lenguas primitivas”. Se
refiere al momento en que, habiendo reunido una cantidad de materiales tales
como fórmulas mágicas, ejemplos de folklore, fragmentos de conversación,
narraciones y frases de los nativos de las islas Trobriand de Nueva Guinea, se
propone organizarlas y se encuentra con los problemas del significado y de la
traducción. Luego de consultar diversas gramáticas y vocabularios de Oceanía,
arriba a la conclusión de que es difícil traducir la forma en que los nativos
utilizan su lengua fuera de su contexto cultural. De allí surge la importancia del
contexto de situación de la práctica lingüística, ya que no podemos aplicar el
método de estudio de las lenguas clásicas a situaciones orales “de una cultura
primitiva, en la cual nunca se practicó la escritura” (1964:325). Malinowski se
refiere a los límites de la filología y la gramática formuladas según la tradición
de las lenguas clásicas y aún las modernas que, basadas en la escritura
occidental, intentan interpretar las formas de comunicación social de culturas
orales.
Según Malinowski estudiar las lenguas habladas y las escritas sin considerar el
contexto es una ficción. En este sentido, el lenguaje es un modo de acción. Si
bien se centra en las características de la lengua primitiva, sus consideraciones
se aplican tanto a las lenguas primitivas como a las civilizadas.
Enfrentado a la tarea de traducción de lenguas habladas en comunidades
orales tanto como occidentales, Malinowski adelanta el tema de la escritura, la
memoria oral y la función expresiva del lenguaje. Aunque los primitivos carecen
de escritura “han fijado textos en sus canciones, dichos, mitos, y leyendas, y lo
que es más importante, en sus fórmulas rituales y mágicas”. (Malinowski,
1964:331) (Itálicas nuestras). (Ver Cancel 1989:13 y 17).
Distingue básicamente cuatro usos: el práctico o lenguaje-en-acción, el fático o
de cortesía, el narrativo relacionado con la memoria oral y el ritual relacionado
con la magia, el rito y la moral. El lenguaje en acción se expresa cuando se
realizan diversas actividades, por ejemplo, pescar o cazar.
El concepto de comunión fática es retomado por Jakobson en los años ’60.
Malinowski menciona el uso no cognitivo del lenguaje y la intención de
mantener el canal de comunicación para establecer lazos: “En tanto haya
palabras para intercambiar, la comunión fática sitúa tanto al salvaje como al
civilizado en la placentera atmósfera del intercambio cortés y social”.
(Malinowski, 1964:335).
En las narraciones es posible distinguir tres géneros de textos: el relato
(kukwanebu), es decir, relatos fantásticos para entretener en determinadas
épocas del año, el libwogwo en los que se distingue hazañas naufragios,
gestas como testimonio de acontecimientos y el mito (liliu) en relación a los
ritos, ceremonias y a la conservación de las reglas morales. En este sentido
anota: “los indígenas distinguen perfectamente entre narraciones míticas e
históricas...”. (Malinowski, 1995:297). Estas actividades sociales representan
un continuo proceso de actualización contextual del texto mítico a través del rito
y la ceremonia.
El uso ritual del lenguaje tiene que ver con la actitud mágica hacia las palabras
observada tanto en el salvaje como en el iletrado. La palabra da poder y a
través de ella se ejerce influencia sobre personas, objetos o acciones. El
significado de una palabra procede de la familiaridad, de la capacidad de usarla
como conjuro como hace el hombre primitivo. La palabra actúa sobre una
persona o cosa y este acto libera a la palabra. Malinowski sostiene: “Esto, en
verdad, no es ni más ni menos que la esencia de la teoría sobre la cual reposa
el uso de la magia verbal. Y encontramos que esta teoría se basa en
experiencias psicológicas reales acerca de las formas primitivas del lenguaje”.
(Malinowski, 1964:343).
La “teoría pragmática” de Malinowski es procesual y, por lo tanto, considera
que el lenguaje expresa una actividad social humana, actividad común a las
culturas ‘primitivas y las ‘civilizadas’ y concluye que el lenguaje, como la
escritura en nuestras culturas tiene un carácter esencialmente pragmático, aún
si se lo considera como vehículo para transmitir literatura o ciencia. Malinowski
observa que esta forma de comunicación es practicada por personas de
determinados estratos sociales que operan de manera semejante a los nativos.
(Malinowski, 1964:338 y 342).
Afirmando que las palabras deben ser estudiadas como símbolos se refiere al
principio de la relatividad simbólica porque el universo de cosas a ser
expresadas cambia según las culturas y, por tanto, cabe analizarlas según las
funciones y los usos propuestos. En este sentido, renueva su crítica contra la
visión formalista y estática del simbolismo llevada a cabo tanto por la filología
como por la gramática, disciplinas mediadas por la escritura desarraigada de
todo contexto de situación (324). De este modo, establece una diferencia entre
lo que denomina una lingüística de las lenguas muertas y una de las lenguas
vivas. Malinowski percibe la diferencia que existe entre un escrito realizado por
un científico que realiza un corte teórico de un proceso mediante clasificaciones
y categorías. Por eso expresa:

“Ogden y Richards han puesto en descubierto ahora, de la manera


más convincente, la extremada persistencia de la antigua falacia
realista, según la cual una palabra certifica, o contiene, la realidad de
su significado. (Malinowski, 1964:358).

Su concepción, podríamos decir próxima al pragmatismo de Dewey, se


evidencia cuando afirma: “El significado de la cosa se constituye mediante
experiencias de sus usos activos, y no mediante la contemplación intelectual.
/.../ Una palabra se usa cuando puede producir una acción y no para
describirla”. (Malinowski, 1964:342). Sugiere que debería reconocerse que la
formulación del significado mediante la escritura es una práctica institucional
específica de las culturas complejas que no puede ser tomado como pauta
para estudiar el lenguaje y el simbolismo en nuestra cultura. Aún aquellos que
utilizan el lenguaje científico practican y conocen otras variedades lingüísticas.
Antes de comenzar a adquirir un vocabulario científico mediante el aprendizaje
de un estilo de escritura, una persona ha aprendido el uso de palabras y
construcciones “cuyo significado se ha formado en su mente de una manera
totalmente diferente”. (Malinowski, 1964:337).
Dentro del campo de los estudios antropológicos y sociales hay quienes
sostienen que el funcionalismo de Malinowski es teóricamente débil, circular y
simple. Sin embargo, pueden destacarse dos ideas de este antropólogo: una
textualista y la otra performativa. Malinowski afirma: “Los personajes y seres
que hallamos en los mitos son lo que parecen ser en la superficie y no
símbolos de realidades ocultas”. (Malinowski 1954:126). Esto último está
emparentado con Foucault, quien emplea la metáfora superficie de los
discursos y sostiene: “La arqueología no busca otro discurso más escondido
(...) es la descripción sistemática de un discurso-objeto”. (Foucault 1985:234-
235).
Malinowski parece anticipar las condiciones de felicidad de los actos de habla
de Austin (Austin 1986:14) cuando se refiere a las condiciones que regulan las
prácticas rituales exitosas, al sostener que la acción mágica está precedida por
condiciones estrictas: “...recuerdo exacto del encantamiento, correcta
performance del rito, adhesión indeclinable a los tabúes. Si alguno de estos
pasos es descuidado, la magia fracasa”. (Malinowski, 1954:85).

V. Los ‘usos del lenguaje’ y los actos de habla según Austin


El papel asignado por Austin (1911-1960) a la investigación del ‘lenguaje
ordinario’ no supone una mera investigación empírica que mezcla aspectos
psicológicos y sociales. En realidad, el mérito de Austin reside en su visión –no
reduccionista del lenguaje– como una actividad social cuyas diversas
realizaciones merecen un análisis filosófico proponiendo una visión holística del
lenguaje: "The total speech act in the total speech situation is the only actual
phenomenon which, in the last resort, we are engaged in elucidating". (Austin,
1986:52 y 148). (Smith, 1990, 29-61) (Dascal 1999:30 y Rabossi 1999:53 y ss.
para un análisis reciente de la teoría de los actos de habla y su relación con la
pragmática).
En la obra de Austin es posible reconocer algunos conceptos similares a los
esbozados por Peirce, que forman parte integral del Pragmatismo como
corriente e incluyen: (a) una visión del lenguaje como actividad social, (b) el
concepto de acto de acto de habla (speech act) como un uso intencional del
lenguaje no necesariamente cognitivo, (c) la noción de contexto o
circunstancias apropiadas de enunciación y la noción de réplica y, (d) la
consideración de la situación total de la realización de un acto de habla en que
coexisten pensamientos, intenciones, sentimientos y pueden ser realizados en
forma no verbal (gestos convencionales).
Cabe agregar a esta similitud de intereses que Austin, en las conferencias
William James llevadas a cabo en Harvard en 1955, afirma que deslinda todo
parentesco con el pragmatismo en general y con William James en particular:

This doctrine is quite different from much that the pragmatist have
said, to the effect that the true is what works, &c. The truth or falsity
of a statement depends not merely on the meaning of words but on
what act you were performing in what circumstances. (Austin, 1986:
145).

Entre los aportaciones más influyentes de Austin a la filosofía analítica


contemporánea y a diferentes disciplinas sociales se destacan la noción de
emisión performativa y la crítica del modelo lógico-formalista como clave para
explicar el lenguaje ordinario. Estas nociones son desarrolladas en How to do
things with words (1962), obra que recoge las conferencias mencionadas y
donde sostiene que los filósofos han cometido una falacia descriptiva al
suponer que la única ocupación interesante de una emisión lingüística es
registrar un hecho o describir una situación con verdad o falsedad.
Tradicionalmente los filósofos se han centrado en estudiar el lenguaje
considerando básicamente los enunciados constatativos que ' describen'
estados de cosas o hechos con relación a los valores de verdad o falsedad.
Con esto se desconoce o reduce a otros tipos de oraciones usuales que no
tienen la forma canónica de sujeto y predicado y que no describen estados de
cosas. A estos últimos enunciados los denomina performativos. (Austin,
1986:3).
Según Austin se ha planteado una oposición entre los enunciados constatativos
y los preformativos; considera la emisión constatativa sin tener en cuenta su
posible carácter performativo y a la emisión performativa con abstracción de la
dimensión de su correspondencia con los hechos. Esta oposición de casos
extremos, según él, se debe al análisis de ejemplos del tipo ‘El gato está sobre
la alfombra’ y ‘Pido disculpas’ en tanto expresiones emitidas sin ninguna
intención concebible fuera de la situación de habla particular.
En un primer momento, Austin trata de caracterizar un tipo de enunciados, que
no carecen de sentido y que, sin embargo, no se puede considerar verdaderos
o falsos. A las oraciones de esta clase y a las emisiones llevadas a cabo por
medio de ellas las denominó realizativos o performativos y las contrastó con
enunciados, descripciones, informes o, en general, constatativos. El término
‘performativo’ indica que al mismo tiempo que se emite una oración se realiza
una acción y que esta acción no es una mera descripción o un mero decir algo.
(Austin, 1986:6-7). El performativo o illocucionario es una locución que, por el
simple hecho de ser pronunciada en ciertas condiciones, conlleva la realización
de una acción. Austin afirma que es necesario que las circunstancias en las
cuales se expresan las palabras sean las apropiadas. (Austin, 1986: 8).
Además de esta primer distinción, analiza tres tipos de actos que acontecen en
un mismo acto de habla: a) acto locucionario: la emisión de una oración con un
cierto significado (sentido y referencia), b) acto ilocucionario: la realización de
una orden, promesa, etc., -al emitir una locución con una fuerza convencional
que le confiere una expresión realizativa explícita; con los actos ilocutivos, el
hablante realiza una acción diciendo algo, la función ilocutiva determina el
modo de una locución empleada como afirmación, promesa, orden, confesión,
etc.-, y c) acto perlocucionario: la producción de ciertos efectos sobre los
sentimientos, pensamientos o acciones de la audiencia, tales como convencer,
sorprender, asustar, desorientar, etc. Por medio de la ilocución, según las
circunstancias de la emisión para intimidar, convencer, felicitar, etc., es decir,
consiste en lograr ciertos efectos que producen ciertas consecuencias por el
hecho de ejecutar este tipo de acción lingüística. (Austin, 1986:94 y ss.).
El acto ilocucionario es una formulación convencional y literal en el sentido de
que podría hacérselo explícito mediante la fórmula realizativa y es universal en
tanto se realiza en toda actividad verbal humana. No obstante, la definición
lingüística de estos actos de habla básicos se atiene a condiciones de
cumplimiento y son regidos por convenciones similares a las que rigen otras
formas de comportamiento y de interacción en la respectiva sociedad. En este
sentido, los ejemplos presentados por Austin como bautizar un barco o prestar
juramento ante un juez son actos de habla institucionalmente ligados como lo
sostiene Habermas. (Habermas, 1999:378).
Se podría decir que la clasificación semántica de los actos de habla realizada
por Austin supone el reconocimiento de un grupo de expresiones que se
realizan en determinadas circunstancias socialmente marcadas y cuya ‘fuerza’
parece que es inmanente al lenguaje. (Austin 1986:76). Bourdieu critica el
intento de definición inmanente o puramente verbal del acto de habla que no
tiene en cuenta los efectos de poder y los conflictos en el campo social.
(Bourdieu, 1985:46 y 73).
Es cierto que Austin trata las expresiones declarativas no en su aspecto
meramente formal debido a su exigencia metodológica de atenerse en todo
momento a la situación total del habla, evitando la disociación de lenguaje y
vida real. Se trata, según Austin, de examinar las palabras que se usan y las
circunstancias, considerando que no solamente los significados importan sino
también la realidad a la que nos referimos usando las palabras. Se puede
considerar que distingue entre la situación total del habla y ciertos contextos
especiales.
La actitud adoptada por Austin para solucionar el problema de la verdad de
ciertos enunciados presenta alternativas según las cuales no tiene sentido
preguntar acerca de la verdad de los enunciados declarativos, por ejemplo,
aunque el enunciado: ‘Francia es hexagonal’ afirma un hecho, la cuestión de su
veracidad depende si se usa en una reunión de científicos o en un texto
escolar. (Austin 1986:143).
Luego de establecer que un acto de habla se expresa en primera persona del
modo indicativo, por ejemplo, ‘prometo’ expresa la realización de una promesa
y no una mera descripción. Austin sugiere que la emisión de un acto de habla
se realiza en determinadas condiciones: las personas adecuadas y las palabras
adecuadas en ciertas circunstancias realizan un procedimiento convencional
correcta y completamente ejecutado por todos los participantes quienes deben
actuar de acuerdo a los pensamientos y sentimientos que en ese contexto
expresen. (Austin 1986:14-15).
Estas condiciones basadas en convenciones sociales y lingüísticas le permiten
establecer tipos de actos ilocucionarios –advertencias, estimaciones,
veredictos, enunciados y descripciones– tratando de analizar el modo
específico en que han de ser realizados para ser "afortunados" o
"desafortunados" y qué significan en determinadas circunstancias de
enunciación. Esta necesidad de establecer la importancia de reglas
convencionales dobles (sociales y lingüísticas) hace que la posibilidad de
realizar actos de habla mediante otros medios no verbales quede reducida a un
mero acompañamiento de las emisiones lingüísticas. (Austin 1986:76).
Estas condiciones permiten, en primer lugar, saber de qué modo un acto de
habla puede fracasar, es decir, determinar lo que Austin denomina ‘felicidad’ o
‘infelicidad’ de este tipo de realizaciones lingüísticas, lo que se encuentra en
oposición a los valores de verdad o falsedad. En segundo lugar, se hace
necesario el requisito de la transparencia que permite establecer una
correlación entre lo que se piensa y lo que se expresa, es decir, el requisito de
la sinceridad. (Austin 1986:39). El interés de Austin no es necesariamente ético
sino que trata de deslindar los actos de habla de otras expresiones que
implican otros ‘juegos de lenguaje’ diferentes y no tratados aunque son
utilizados en la vida real tanto como los actos de habla.
Austin critica la noción de ‘uso de lenguaje’. En su opinión este concepto
incluye usos parásitos y decolorados del lenguaje, es decir, desviaciones
retóricas y poéticas, usos figurados y no literales (non-literal), usos no serios y
usos expresivos del lenguaje. (Austin, 1986:22 y 122). Considera que las
expresiones ‘significado’ y ‘uso de una oración’ borran la distinción que realiza
entre locucionario e ilocucionario. Del mismo modo, la noción de ‘uso del
lenguaje’ borra la distinción entre ilocucionario y perlocucionario. (Austin,
1986:103). Esta ‘demarcación’ le permite definir el acto de habla como una
realización sincera, estándar y literal que se realiza en circunstancias ordinarias
donde existe una simetría entre lo que se piensa y lo que se dice en la
’dimensión de la realidad’ y en el intercambio oral cara-a-cara.
Puede suponerse que la crítica de Austin a la noción de ‘uso’ se refiere a
Wittgenstein, cuya teoría de los juegos de lenguaje aporta la idea de que no
podemos hablar de un lenguaje o varios lenguajes sino de diferentes juegos en
los cuales es posible encontrar parecidos de familia. Estos juegos suponen
reglas que son parte de la capacidad de jugar y son éstas las que implican la
participación del otro. Siempre es posible infringir las reglas y transformarlas.
No es necesario conocerlas sino mostrar competencia en el empleo de
aquellas.
Austin distingue: a) la dificultad que generan los usos espurios, por ejemplo, la
ironía y la metáfora y, b) la no presencia de un interlocutor en los actos de
habla realizados mediante emisiones escritas (inscriptions), realizaciones no
ligadas al contexto oral. No se trata de contextos sino de textos, cuya
interpretación no implica la oralidad cara-a-cara. No distingue claramente la
diferencia que existe entre un universo de discurso y un contexto de
enunciación como Peirce, o los textos orales y los contextos como Malinowski y
la relación que él establece con la institucionalidad convencional oral de los
actos de habla (Austin 1986:60 y 143. (Para una crítica explícita de estos
conceptos ver Derrida 1989:347 y ss.).
Las investigaciones de Austin a propósito del ‘lenguaje ordinario’ tienen que ver
con una visión del lenguaje como actividad social, el concepto de acto de acto
de habla como un uso intencional del lenguaje no necesariamente cognitivo, la
noción de contexto o circunstancias apropiadas de enunciación y la
consideración de la situación total de la realización del acto de habla en la que
coexisten pensamientos, intenciones y sentimientos. La noción de emisión
performativa en oposición a las emisiones constatativas –objetos tradicionales
de análisis de la Filosofía– tiene en cuenta el contexto de situación en el que
las emisiones tienen lugar. Los enunciados performativos, no susceptibles de
ser encasillados en términos de verdad o falsedad, suponen la realización de
acciones siempre que las palabras, el contexto y las personas son los
adecuados para tal instancia. Se trata de formulaciones convencionales y
universales que deben atenerse a cumplimiento y que sólo tienen sentido
respecto a una situación total de habla en la que intervienen los elementos
señalados, en la que el procedimiento convencional sea correcto y
completamente ejecutado por todos los participantes quienes deben actuar de
acuerdo a los pensamientos y sentimientos que ese contexto demande. En
este sentido, en los actos de habla interviene una sinceridad ideal: la simetría
entre lo que se piensa y lo que se dice en el intercambio cara-a-cara. En
síntesis, un acto de habla supone una acción verbal que indica las
circunstancias en que se enuncia y el modo en que deben ser entendido.

VI. El pragmatismo crítico de Vaz Ferreira


Malinowski utiliza el concepto de ‘falacia realista’ y Austin el de ‘falacia
descriptiva’ en oposición a teorías que, expresando el significado en términos
de valor de verdad con relación a la lógica formal, no pueden dar cuenta del
lenguaje real como proceso que expresa intenciones. Según Vaz Ferreira
(1872-1958), dicha falacia se comete al tratar los problemas normativos con los
mismos criterios con los que se tratan las cuestiones explicativas y se presenta
tanto en “cuestiones teóricas” con sus “efectos especulativos” como en la “vida
práctica” (Vaz Ferreira, 1957:90). Esta idea guarda semejanza con la “falacia
descriptiva” la que, según Austin, consiste en generalizar los criterios con los
que se analizan los enunciados descriptivos y aplicarlos a los enunciados
aparentemente descriptivos o realizativos que no son ni verdaderos ni falsos y
que realizando una acción verbal indican las circunstancias en que se enuncian
y el modo en que deben ser entendidos.
Vaz Ferreira desarrolla en Conocimiento y acción (1905) una serie de
argumentos centrados en la crítica a lo que considera una inconsecuencia
fundamental entre el pragmatismo teórico y el pragmatismo práctico. Realiza
esto mediante conceptos que permiten comprender la relación que tiene la
“lógica de las discusiones” con lo que denomina la “acción buena”. Critica el
pragmatismo de James en tanto considera que, a fuerza de sostener la
importancia de la convicción para la eficacia en la acción, termina por degradar
la idea de la verdad al independizar las creencias de la experiencia.
Vaz Ferreira evalúa las posibilidades de aplicación del pragmatismo filosófico
de James como orientación amplia, esto es, como perspectiva ontológica,
epistemológica, ético-política y sobre todo metodológica, con el fin de contribuir
a la resolución de problemas eco-sociales concretos. En la conferencia que
lleva por título “El Pragmatismo”, enumera las cuatro tendencias que califica
como más productivas de esta corriente: la tendencia antiverbalista que se
relaciona con el reconocimiento del carácter convencional y no sustancial de
las categorías y las clasificaciones; la tendencia a ir a lo concreto que tendría
que ver con una visión psico-lógica de la discusión racional, la tendencia de
discutir problemas importantes y, por último, la tendencia relativa a la
orientación práctica respecto a respetar ideas y sentimientos diferentes.
Veamos primeramente la tendencia anti-verbalista: el desprecio hacia las
cuestiones puramente de palabras; la liberación de ese dominio verbal al que la
lógica antigua, la gramática y la manera tradicional de pensar, nos habían
sujetado. En el pragmatismo no hay preocupación por las definiciones
absolutamente precisas ni por los hechos desnudos sino sensibilidad por el
acontecer en la experiencia. Propugna el análisis de conceptos, creencias,
valores, normas, etc. en relación con sus consecuencias concretas en cada
situación dada, admitiendo la legitimidad, en principio, de una pluralidad de
descripciones alternativas de un mismo fenómeno y de distintas propuestas
para el curso de acción que, en su caso, se deba tomar.
En segundo término se encuentra la tendencia a ir a lo concreto, a lo real. Hay
cierta filosofía que produce en el espíritu la impresión de que los problemas
verdaderamente importantes han de presentarse fatalmente de una manera
abstracta, por distinciones, enumeraciones o clasificaciones. No es justo
atribuir al pragmatismo una concepción estrecha de las consecuencias de las
acciones, el mero valor del ir a lo práctico. Hace justicia a la complejidad y
diversidad de los aspectos involucrados en los asuntos ambientales y defiende
la necesaria visión a largo plazo de los mismos, ya que subraya lo que tienen
de proceso de transformación continua.
Una tercera tendencia relacionada con la anterior es la tendencia a discutir
problemas importantes. Mientras no tiende a dejar de lado los problemas que
no tienen importancia vital, es buena. Hay ciertos problemas, los más vitales de
todos, que la filosofía ha tenido, en ciertas épocas, tendencia a dejar de lado: el
primero de todos, el problema de la inmortalidad del alma, de la vida futura.
La cuarta tendencia es la que se revela en la orientación teórica de los
pragmatistas y, a veces también en su orientación práctica, de respetar ideas y
sentimientos diferentes. (Vaz Ferreira, 1963:175-176). Vaz Ferreira no cae en
el subjetivismo postulando que sólo es verdadero o auténtico la subjetividad del
individuo o lo útil para la satisfacción de las necesidades individuales. En su
vertiente epistemológica, el pragmatismo busca superar la dicotomía objetivo-
subjetivo, al subrayar que el sujeto se constituye al mismo tiempo que los
objetos de su experiencia. Es una concepción refinada de la experiencia, que
incluye los objetos, nuestra experiencia de los mismos y la propia relación entre
unos y otra. En su vertiente normativa, la tentación subjetivista es dejada de
lado por el pragmatismo que prefiere trabajar en la colocación de las bases de
la responsabilidad individual y colectiva ante el entorno y ante nuestros
congéneres.
Desde el comienzo de su análisis del pragmatismo de James, Vaz Ferreira
distingue entre la teoría de la verdad pragmatista y sus aplicaciones, por lo
tanto, la verdad se va haciendo, ocurre, sobreviene, depende de las creencias.
De modo que la verdad resultará de un conjunto de consecuencias prácticas y
de sus aplicaciones exitosas porque las consecuencias prácticas de las
creencias serán lo más relevante para el pragmatismo. Así, ante cualquier
problema, se plantea qué modificaciones prácticas se seguirían de que la
doctrina fuera verdadera o falsa (Vaz Ferreira, 1965:133).
En Conocimiento y acción sostiene que el pragmatismo comprende
fundamentalmente dos aspectos: una especulativa, y otra aplicada; una teoría
de la verdad y una teoría de la creencia práctica. (Vaz Ferreira, 1963:117). Si la
verdad se reconoce buscando las consecuencias, la teoría de la creencia
práctica que se deriva de la teoría de la verdad pragmatista supondrá ciertas
aplicaciones que generarán dos consecuencias. En primer lugar, puede dejar
de lado problemas sin consecuencias prácticas y luego, tiende a preferir
explicaciones considerando sus consecuencias. De allí deriva Vaz Ferreira su
crítica más fuerte al pragmatismo, a la cuestión de pretender derivar
consecuencias prácticas de lo que es solamente una definición o explicación de
la verdad: “De acuerdo a la teoría pragmatista de la verdad, ésta se reduce a
consecuencias prácticas, mecánicas, referentes a nuestras relaciones con la
materia: “La verdad se reduce a consecuencias, la verdad es consecuencias”.
(Vaz Ferreira, 1965:149).
Vaz Ferreira presenta una alternativa: considerar todas las consecuencias,
actuales y futuras, reales y posibles, conocidas y desconocidas, previsibles e
imprevisibles, como lo sostienen los pragmatistas, o tratar algunas, por
ejemplo: las consecuencias que pueden percibirse, que pueden preverse, las
consecuencias que ocurren en un momento dado o en una época dada, las
que afectan a un individuo o sociedad determinada.
En el primer caso, el pragmatismo teórico no afecta absolutamente en nada las
reglas de creencia; en el segundo caso, las afecta. Es entonces cuando el
pragmatismo podría tener consecuencias prácticas; pero también cuando el
pragmatismo podría volverse una “doctrina funesta”. (Vaz Ferreira, 1963:122-
123).
Según la teoría de la verdad pragmatista la verdad de una proposición no es
otra cosa que el conjunto de sus consecuencias prácticas y de sus
aplicaciones; lo que habría de entenderse, teóricamente, con toda la amplitud
posible: aplicaciones actuales y futuras, próximas y remotas, presentes o
posibles. La segunda parte del pragmatismo es una teoría de la creencia
práctica. Ella sería, según los sostenedores del sistema, deducida de la
primera; y consiste en una serie de reglas destinadas a regir nuestra creencia.
Esta segunda parte del pragmatismo, no es ya especulativa o teórica, como la
otra, sino aplicada; y las aplicaciones serían fundamentalmente las siguientes.
Primera: el pragmatismo nos ofrece un criterio de la verdad: el de buscar las
consecuencias de una creencia. Reconocemos la verdad de una proposición,
buscando sus consecuencias. Esto se traduce, cuando la creencia es
verdadera, en un éxito, que los pragmatistas describen a veces,
preferentemente, como un éxito interno o psicológico; otras, preferentemente,
como un éxito objetivo o exterior.
La segunda consecuencia práctica que se destaca dentro del pragmatismo
aplicado es la autorización, y hasta el consejo de abandonar, de dejar de lado,
de considerar como secundarias, todas aquellas cuestiones o investigaciones
que no se traduzcan en consecuencias prácticas.
Y, finalmente, la tercera de las aplicaciones fundamentales, consiste en
legitimar esa actitud que es corriente en los hombres, pero que nosotros
estamos acostumbrados a considerar como reprobable o cuanto menos
evitable; esa actitud, decíamos, que consiste en tomar en cuenta, para admitir
o rechazar una creencia, las consecuencias de ésta. (Vaz Ferreira, 1963:119)
Vaz Ferreira se dedica al estudio al estudio del pragmatismo práctico, esto es,
el estudio del pragmatismo en cuanto pretende modificar nuestras reglas de
conducta relativas a la creencia práctica. Trata de mostrar que lo que llama
pragmatismo práctico; esto es, las reglas de creencia que aconsejan Schiller,
James y los demás pragmatistas, “-no es, como lo creen sus autores, una
consecuencia del pragmatismo teórico, o sea de la teoría de la verdad que
esos mismos autores profesan”. (Vaz Ferreira, 1963:119). Así, nuestro autor
afirma que la confusión fundamental de James ha consistido en pretender
sacar consecuencias prácticas de lo que no hubiera debido ser más que una
definición o explicación de la verdad. (Vaz Ferreira, 1963:121).
La verdad de una doctrina, según los pragmatistas, se reconoce por su “éxito”,
pero esta palabra es elástica, vaga y de mal uso. Vaz Ferreira opina que James
no explica si se trata de un éxito concreto, temporal, que ocurre en un momento
dado para una persona, o para varias personas, o para una sociedad. Critica la
metáfora de F.S.C Schiller que juzga la verdad de una idea porque podemos
cabalgar sobre ella. No es lo mismo sostener que Dios es Dios y Mahoma su
profeta en Turquía, allí se cabalga sobre esa idea; pero si se la sostiene en la
República del Uruguay, no se cabalga. Según los pragmatistas esto no quiere
decir que la idea, en el primer caso, sea verdadera, y en el segundo caso falsa,
porque no se trata del éxito de una persona, ni siquiera del éxito de una
sociedad; no se trata solamente de consecuencias próximas sino de
consecuencias remotas y posibles. Pero Vaz Ferreira afirma que, en este caso,
se vuelve al pragmatismo teórico; y el pragmatismo queda encerrado en un
dilema: “o bien su definición de la verdad se refiere a todas las consecuencias
tomadas con la mayor amplitud, y entonces no modifica la práctica; o bien
modificar la práctica, pero es prescindiendo de algunas consecuencias
posibles, por lo menos, de las creencias; y, en este caso, modifica la práctica
en mal sentido, y el pragmatismo se vuelve un sistema funesto, porque nos
conduce a tomar en muchísimos casos el error por verdad, buscando el criterio
del éxito”. (Vaz Ferreira, 1963:123-124).
Vaz Ferreira analiza dos tipos de dimensiones respecto a la verdad: una literal
o lógica y otra psicológica que contempla la incidencia del proceso en que
adviene la verdad de ese enunciado respecto a un futuro previsible, esto es,
sus posibilidades y consecuencias prácticas que involucran a otras personas.
Pero, además de este aspecto psico-lógico, considera también un aspecto
moral. El aspecto ético con respecto a las consecuencias prácticas se relaciona
con la posibilidad de realizar ciertos procedimientos para promover una
convicción en otras personas y para conducir con éxito las discusiones. Este
tema es un problema moral difícil que se refiere a los procedimientos
éticamente permitidos para hacer triunfar un proyecto personal.
El problema podría generalizarse, y plantearse en esta forma: “si el ideal moral
es la verdad, ¿cuál es la verdadera verdad?: pronunciar o escribir palabras que
sean literalmente verdaderas, o pronunciar o escribir palabras que produzcan
como efecto la verdad “(Vaz Ferreira, 1957:179-180).
Vaz Ferreira sugiere que las consecuencias de decir la verdad –aproximada
según su teoría gradualista de la verdad– a veces acarrean consecuencias
negativas o perjudiciales. Si a un médico, se le presenta una joven enferma
que trabaja; y le consta que el padre está interesado en que no deje de
trabajar. Esta paciente tiene una congestión pulmonar incipiente que, es
curable; pero acabará en tuberculosis, si la paciente sigue trabajando. En esta
situación el médico podría expresar una verdad literal que sería: ‘Su hija tiene
que dejar el trabajo; no está grave en este momento, pero se agravará si sigue
trabajando’. Vaz opina que psicológicamente, el efecto que producirá no es el
efecto verdadero debido al interés que hay en hacer trabajar a la joven, es
seguro que seguirá trabajando.
El médico puede mentir literalmente, y decir: ‘Esta enferma está en un estado
grave’. Literalmente, en este caso, miente, porque la paciente no está en
verdad en estado grave; pero trata de producir el que debería ser el efecto de
verdad; esto es: “un estado de espíritu conducente a que esa persona sea
librada del trabajo”. Vaz se pregunta: ¿Cuál es la verdadera verdad? (Vaz
Ferreira, 1957:181)
Con este ejemplo, Vaz Ferreira plantea una cuestión ética referida a
enunciados explicativos que es fundamental cuando se consideran las
consecuencias prácticas que produce decir la verdad literal. Un enunciado
verdadero en el futuro puede tener consecuencias nefastas, en tanto que el
enunciado literalmente falso puede producir consecuencias benéficas. Esto se
relaciona directamente con su discusión con James acerca de la “explicación”
de la verdad y cómo se determina in the long run.
Vaz Ferreira considera que en la vida práctica una teoría o una creencia cuya
aplicación todavía no se vislumbra es verdadera cuando conduce a resultados;
entendidos de una manera muy amplia. Trata de establecer criterios para
entender que la verdad o falsedad de una doctrina no es un tema teórico,
consiste en desenvolver el significado de sus consecuencias éticas y sociales.
Este desenvolvimiento debe ser armónico en lo personal y en lo social, debe
permitir ampliar y perfeccionar nuestras relaciones con el universo expresando
nuevos hallazgos y resultados. En Vaz Ferreira las consecuencias prácticas de
la “verdad” se expresan en el desarrollo del significado de una teoría o creencia
con vistas a un interés general.
Así, aborda la sinceridad de las intenciones del sujeto tal como lo plantea
Austin pero en forma más sutil porque no se trata sólo de que los pensamientos
o sentimientos coincidan con la emisión del acto de habla, se trata de decir algo
contrario a lo que se piensa teniendo en cuenta los efectos de la verdad. En
Vaz Ferreira el concepto de contexto implica la “situación significativa” de
Ogden y Richards como discurso realizado en instituciones: políticas,
educativas, jurídicas, etc. Vaz Ferreira coincidiría con Peirce en que, la
aprobación de un acto voluntario, es una aprobación moral. La Ética estudia
qué fines de la acción estamos, en forma deliberada, preparados para adoptar.
(CP 5.130).
Vaz Ferreira coincide con Peirce y James cuando utiliza el concepto in the long
run refiriéndose a un proceso respecto a la verdad que implica virtualidad o
futuro. En este sentido, la verdad se va haciendo y depende de diferentes
creencias y circunstancias históricas. De modo que la verdad de una creencia,
para Vaz Ferreira cobra significado en un núcleo social y político que atribuye
diálogicamente un conjunto de interpretaciones y de aplicaciones. La verdad,
según Vaz Ferreira, no debe reducirse a consecuencias sino permitir plantear
la mayor cantidad posible de alternativas y consecuencias. Así, destaca que se
trata de verdades posibles y futuras, presentes y posibles. Respecto a la
verdad distingue dos dimensiones: una literal o lógica y otra psicológica que
contempla la incidencia del proceso en que adviene la verdad de ese
enunciado respecto a un futuro previsible, esto es, sus posibilidades y
consecuencias prácticas. En esta segunda dimensión surge el aspecto moral,
es decir, procedimientos éticamente permitidos para hacer triunfar un proyecto
personal. Vaz Ferreira trata de establecer criterios para entender que la verdad
o falsedad de una doctrina no es un tema teórico sino que consiste en
desenvolver el significado de sus consecuencias éticas y sociales. De modo
que las consecuencias prácticas de la “verdad” se expresan en el desarrollo del
significado de una teoría o creencia con vistas a un interés general.

NOTAS
(1) Respecto a la idea de comunidad, Dewey afirma: “Language is specifically a
mode of interaction of at least two beings, a speaker and hearer; it presupposes
an organized group to which these creatures belong, and from whom they have
acquired their habits of speech. It is therefore a relationship, not a particularity.
This consieration alone condemns traditional nominalism”. (Ratner, 1939:858).
Por otra parte Royce expresa: Our fellows furnish us the constantly needed
supplement to our own fragmentary meanings. (Royce, 1959:172). (Itálicas de
Royce).

(2) Derrida sostiene: “Peirce va muy lejos en dirección a lo que hemos


denominado anteriormente la des-construcción del significado trascendental, el
cual, en uno u otro momento, pondría un término tranquilizante a la remisión
de signo a signo. Hemos identificado el logocentrismo y la metafísica de la
presencia como el deseo exigente, poderoso, sistemático e irreprimible de
dicho significado trascendental. Ahora bien, Peirce considera lo indefinido de
esta remisión como el criterio que permitiría reconocer que se trata de un
sistema de signos. Lo que inaugura el movimiento de la significación es lo que
hace imposible su interrupción. La cosa misma es un signo. (Derrida, 1984:63-
64). (Itálicas de Derrida).

(3) Anticipando algunas ideas de Austin, en primer lugar, Ogden y Richards


distinguen cinco funciones: 1) simbolización de la referencia; 2) la expresión de
la actitud respecto del oyente; 3) la expresión de la actitud respecto del
referente; 4) la promoción de efectos que se trata de lograr; 5) el apoyo de la
referencia. (Ogden y Richards, 1964:238)
En segundo lugar, Karl Bühler en 1934, propone algunos conceptos sobre la
actividad del habla:
a) Sprachhandlung (de Saussure’s parole) = verbal action,
b) Sprachakt (de Husserl y Steinthal) = verbal act,
c) Sprachwerke = verbal product,
d) Sprachgebilde (de Saussure’s langue) = linguistic form.

(4) Blau afirma: “Peirce was careful to point out that his pragmaticism led to a
theory of meaning; to a concern for the meaning of ideas and not necessarily
their truth”. (Blau, 1952:247)
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