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CONGREGACIÓN HIJOS DE LA SAGRADA FAMILIA

Curia General
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Circular n. 3

Ante la beatificación del papa Juan Pablo II


Carta a todos los hermanos, religiosos y laicos, de la Congregación:

El beato Juan Pablo II y San José Manyanet

El día 1 de mayo, fiesta de la Divina Misericordia por él instituida, será


beatificado en Roma Juan Pablo II. Un papa que durante su largo y fecundo
pontificado de 27 años, realizó 483 canonizaciones y 1345 beatificaciones, entre las
cuales la del P. Manyanet. Desde una actitud agradecida quiero recordar brevemente
algunas de las palabras que, a lo largo del todo el proceso que llevó al P. Fundador a los
altares, nos fue dirigiendo a todos los “hijos e hijas espirituales” de san José Manyanet.
El papa quería ofrecer a los hombres y mujeres de nuestro mundo modelos de santidad
cercanos y recordar que ésta, la santidad, es la vocación de todo bautizado (“La
vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la
juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y
en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte”).

Nadie duda, estudiando sus muchos escritos y recordando sus actitudes, gestos y
palabras, que el papa Juan Pablo II fue un gran “enamorado” de la familia a través de la
cual, en tantas ocasiones lo subrayó, “pasa el futuro de la humanidad”; por ello animaba
a trabajar incansablemente y unidos, en el marco de la nueva evangelización, a favor
de las familias cristianas y de la vida, sin olvidar, además, que el mejor ejemplo de
vivencia evangélica en la historia del día a día es la Sagrada Familia, inspiradora de la
vida del hogar y también de la pastoral familiar.

Estas convicciones y actitudes del recordado Santo Padre nos permiten entender
mejor el sentido profundo y tan actual de todas las intervenciones que tuvo en relación
con el gran acontecimiento de la canonización del P. Manyanet desde los inicios del
mismo. El 12 de julio de 1982 el papa Juan Pablo II firmó el Decreto sobre la
heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios. En su primera parte afirmaba que el
padre: “… consideró ya el apostolado dirigido a las familias como una de las tareas
prioritarias, por lo cual fundó nuevas familias religiosas para hacer presente el mensaje
de la Familia de Nazaret y llevó a cabo el empeño de su vida y apostolado: Un Nazaret
en cada hogar”.

Declarado el ejercicio heroico de la caridad a lo largo de su vida y “verificado”


el milagro atribuido a su intercesión, se anunció la solemne beatificación, por parte del
mismo papa, para el 25 de noviembre de 1984. Peregrinos de todos los lugares
manyanetianos llenaron la basílica de San Pedro. En la homilía el papa resaltó: “El
motivo de la exaltación de este sacerdote y fundador de dos congregaciones religiosas,
no es otro que su heroica entrega al amor de Dios y a la causa de Cristo en el servicio
del prójimo. Ello le llevó a poner todas sus fuerzas –a pesar de las limitaciones de la
enfermedad- en procurar sobre todo el honor de la Sagrada Familia y el bien de las
familias y los niños…”.

Y durante la audiencia general a los peregrinos recomendó a los padres y madres


“recoger esa herencia, para ayudar a vuestros hijos en el camino de la vida”; a los ex
alumnos y alumnos “a ser coherentes con la formación recibida o que estáis recibiendo,
siendo forjadores de una sociedad mejor que camine hacia la civilización del amor”; a
los hijos e hijas de la Sagrada Familia a “ser fieles al patrimonio espiritual y humano
recibido de vuestro Fundador; a afianzar vuestra vocación de educadores como
característica de vuestra vida consagrada, inspirando en vuestros alumnos sólidos
principios cristianos y humanos”.

Recogidas las pruebas de una nueva curación, atribuida a la intercesión del


beato José Manyanet, se fijó la fecha de canonización para el 16 de mayo de 2004, hace
ya siete años. La Iglesia nos propuso a todos un nuevo modelo de santidad, inspirado
en la vida de Jesús con María y José en Nazaret, capaz de ayudarnos a encarnar en la
vida consagrada, conyugal y familiar el mensaje evangélico. La santidad de José
Manyanet, como afirmó el Santo Padre, tiene su origen en la Sagrada Familia; fue
llamado por Dios «para que en su nombre sean bendecidas todas las familias del
mundo». El Espíritu forjó su personalidad para que anunciara con valentía el
«Evangelio de la familia». Su gran aspiración era que «todas las familias imiten y
bendigan a la Sagrada Familia de Nazaret»; por ello, quiso hacer una «Santa Familia»
de cada familia. La canonización del Beato Josep Manyanet sancionó no sólo la
santidad, sino también la actualidad y el valor para el mundo actual de su mensaje
nazareno familiar.

En la ceremonia de la canonización, ante miles de peregrinos llegados de todos


los rincones del mundo, el papa Juan Pablo II destacaba, refiriéndose a su espiritualidad
y apostolado: “Él fijó su corazón en la Sagrada Familia. El "evangelio de la familia",
vivido por Jesús en Nazaret junto a María y José, fue el motor de la caridad pastoral del
Padre Manyanet e inspiró su pedagogía. Buscó, además, que la Sagrada Familia fuera
conocida, venerada e imitada en el seno de las familias. Esta es su herencia y, con sus
palabras, os digo hoy, a vosotros, religiosos y religiosas fundados por él, a los padres y
madres de familia, a los alumnos y ex-alumnos de sus centros: ¡Haced de vuestros
hogares, una Sagrada Familia!”.

El P. Manyanet nos ofrece un modelo de santidad muy necesario en nuestro


tiempo al mostrar que se puede alcanzar la plenitud del amor y de la vocación cristiana
en la vida diaria, ordinaria, concreta, familiar, en el ambiente habitual de trabajo o de
convivencia humana. Para ello recordaba la importancia de cultivar la interioridad y la
espiritualidad personal, comunitaria y familiar “visitando” a menudo el hogar de Jesús,
María y José. En el mensaje dirigido a los religiosos con motivo del Centenario del
Instituto, firmado el 7 de diciembre de 2001, el Papa subrayaba: “Como hizo y os
enseñó vuestro beato Fundador, también ahora os invito a vivir espiritualmente en la
casa de Nazaret, contemplando el gran misterio de Cristo, comenzando por ese “dato
humanamente desconcertante del nacimiento virginal de Jesús de María, esposa de
José” (Novo milenio ineunte, 18). En aquel hogar empezó a oírse “la palabra hecha
carne” (Jn 1, 14) que “con toda claridad” puede dar a conocer el misterio de Dios a la
humanidad (cf. Jn 1, 18; 16, 25), haciendo de aquella casa la primera escuela de fe y de
encuentro entrañable con Jesús. Allí se aprende a crecer en sabiduría y gracia de Dios
(cf. Lc 2, 39), a vivir gozosamente la sujeción en el amor (cf. Lc 2. 51) y a responder
sobre todo, por encima de otras pretensiones, al plan que Dios tiene para cada una de las
personas (cf. Lc 2, 49)”.

El papa Juan Pablo II supo asumir “el plan de Dios” sobre él; hombre de
profunda oración, familiarizado con el dolor y el sufrimiento, recordó una y otra vez
que la familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez
primera los valores que les guiarán durante toda su vida. En la exhortación apostólica
“Familiares consortio” (1981) escribía: “Deben amar de manera particular a la familia.
Se trata de una consigna concreta y exigente. Amar a la familia significa saber estimar
sus valores y posibilidades, promoviéndolas siempre. Amar a la familia significa
individuar los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la
familia significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo.
Finalmente, una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con
frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades creciente, razones
de confianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia y en la misión
que Dios le ha confiado”.

El futuro “se fragua”, en gran parte, en la familia, y, desde esta convicción los
hijos e hijas del P. Manyanet debemos vivir y trabajar con esperanza poniendo las
bases, a través de una educación personalizada e integral, de un porvenir más humano
y “familiar” para todos; desde el misterio de Nazaret aprendemos con Jesús a vivir en
comunión y fraternidad y esto lo proponemos a todos como un camino de felicidad.
Juan Pablo II nos dejó un gran legado simbolizado en la frase que dio inicio a su
pontificado: “No tengáis miedo; abrid las puertas a Cristo”. Las puertas del corazón y
las puertas del hogar, como María y José en Nazaret. Gracias San José Manyanet.
Gracias beato Juan Pablo II. Y para todos los mejores deseos de una Feliz Pascua de
Resurrección.

Unidos en cadena de oración por las vocaciones. Vuestro hermano en Jesús,


María y José,

Jesús Díaz Alonso, S.F.


Padre general

Barcelona, sede de la Curia General, 15 de abril de 2011, 152 aniversario de la Primera


Misa del P. Fundador.

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