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Desarrollo De La Memoria

1. Características generales de la memoria y su desarrollo en los niños:


En la Psicología antigua de discutieron muchas veces si, en comparación con la
del adulto, era mejor o peor la memoria del niño. Esta contraposición se explica
por la concepción vulgar de la esencia misma de la memoria. Se suponía que esta
última se basaba en la existencia de la substancia metafísica “Mneme” que posee
cierta plasticidad.
Los Niños con edad comprendida entre tres y cinco años aprenden de memoria
con extraordinaria rapidez cosas variadas o difíciles.
La doctrina de Pávlov acerca de las leyes de la formación y extinción de las
conexiones nerviosas temporales en la corteza cerebral del hombre, así como los
datos que proporcionan los fisiólogos sobre las peculiaridades de la actividad
nerviosa superior del niño, barren por completo la noción anticientífica acerca de la
memoria como “mneme pura”.
La formación de la conexión nerviosa que cierra distintos sistemas de células
nerviosas, estimuladas por un excitador determinado, es la base material de toda
la actividad psíquica del individuo y por consiguiente explica la naturaleza y la
función de su memoria: fijación, conservación y reproducción de las excitaciones.
Forman el contenido de la memoria del hombre, imágenes de los objetos antes
percibidos (memoria figurativa) y representaciones sobre los movimientos propios
realizados (memoria motriz), sobre los sentimientos vividos (memoria emocional) y
sobre los pensamientos oídos o expresados por la propia persona (memoria
semántica)
Las palabras son envoltura material del pensamiento. La memoria del pequeño, al
igual que su psique completa, se distingue por una serie de peculiaridades
específicas. Son determinadas por las características de su actividad nerviosa
superior:
 El sistema nervioso de los niños de poca edad es de una plasticidad
extraordinaria. Las conexiones temporales se forman con rapidez, cuando
los estímulos son orales se forman inmediatamente. Esta peculiaridad se
manifiesta en la facilidad con que el niño recuerda un nuevo material,
especialmente cuando es emocional.
 El sistema nervioso del pequeño es lábil en extremo. Las conexiones
nerviosas se forman en la corteza cerebral y son inestables en alto grado, el
material percibido se mantiene ahí poco tiempo. Los niños de poca edad se
olvidan del material. La duración de lo que se recuerda depende de la
intensidad de la consolidación emocional de las asociaciones que se han
formado.

 La debilidad de la inhibición diferenciadora, característica del niño de poca


edad, se manifiesta en que los pequeños les es difícil distinguir objetos
similares.

 La inexactitud de la diferenciación se expresa en un recuerdo caótico y


desordenado en cierto grado, cuando se percibe un gran número de
impresiones que suscita una excitación general y difusa en la corteza
cerebral, el pequeño no esta en condiciones en dar respuestas
exactamente diferenciadas, recuerda los objetos sin conexión alguna entre
si.

 En la memoria infantil se debe de mencionar el recuerdo preferente de los


objetos percibidos. Esta sensible preponderancia de las imágenes
sensoriales se mantiene durante toda la edad temprana y preescolar.

En las investigaciones de la memoria preescolar se menciona las complejas


relaciones que existen entre lo que se percibe de modo directo y lo que se designa
con la palabra cuando el pequeño lo reproduce.
La influencia extraordinariamente intensa del material que se percibe
sensorialmente sobre los niños de poca edad se manifiesta, asimismo, en que el
reconocimiento se adelanta considerablemente a la reproducción y al recuerdo.
Cuanto mayor es la edad de los niños, tanto mayor papel comienza a desempeñar
la palabra en su vida psíquica, incluido también el proceso de la memoria, f La
palabra se convierte en condición principal para que el pequeño acumule y utilice
su experiencia. Se crean así las condiciones para pasar de la memoria concreta,
basada en imágenes, a la memoria lógica, a la retención de imágenes conscientes
y de conceptos asimilados, de sus grupos y sistemas.
2. Desarrollo del volumen, firmeza y exactitud del recuerdo y de la
reproducción del material:

a) Se suele entender por volumen de la memoria la cantidad de


impresiones de objetos, palabras y signos cuyas huellas han quedado
en la memoria del individuo y éste puede reproducir.
El desenvolvimiento de la experiencia de vida del niño, al ampliar
bruscamente el número de cosas y personas con las que establece
contacto directo y variado, hace que se amplíe rápidamente el volumen
de su memoria.
La enseñanza y educación correctas se manifiestan en el hecho de que
el adulto amplía gradualmente el círculo de conocimientos del pequeño
en uno u otro sector. miento de los conocimientos acerca de un mismo
objeto o fenómeno que el niño conoce. Ello se logra por dos
procedimientos. En primer lugar, resaltando nuevos aspectos. En
segundo lugar, mediante el descubrimiento de nuevas relaciones entre
el objeto y otros fenómenos próximos.
Es característica distintiva de una memoria bien educada la
sistematización temprana en sus conocimientos de que dan muestras
hasta los niños en edad preescolar. Esta sistematización ofrece grandes
posibilidades de utilización. Es de lamentar, sin embargo, que,
frecuentemente, los niños de siete años que ingresan en la escuela
posean una gran reserva de nociones superficiales e imprecisas y, por
consiguiente, inertes.
b) El desarrollo de la memoria se manifiesta en el alargamiento del plazo
en que se recuerda el material. Todas las anotaciones de los diarios
consultados muestran esto convincentemente. Es sabido que el período
de conservación comienza en el instante en que se fija el material y
termina con su reproducción. Este intervalo de tiempo se denomina
“período latente”. El sistema nervioso del pequeño, al estar sometido a
un entrenamiento natural constante, va perdiendo gradualmente su
labilidad inicial.
El plazo de conservación del material percibido aumenta gradualmente.
Si durante el segundo año de vida el pequeño puede reconocer a su
padre después de dos meses de separación, ya en el cuarto año el
período latente aumenta hasta diez o doce meses. También se
incrementa este período latente en la reproducción.
Sobre la firmeza en la retención del material, ejerce una influencia
especial la actitud emocional del niño hacia el contenido que percibe. La
importancia de este factor se deja sentir durante la infancia temprana y
preescolar, y se manifiesta tanto sobre el volumen de lo fijado como
sobre la firmeza, es decir, la duración de lo que se retiene y la plenitud
de la reproducción.
Al finalizar su tercer año de vida, los niños recuerdan de buen grado y
sin dificultad todo lo que hay que recordar: una canción, un encargo, un
verso.
c) El desarrollo de la memoria se deja también sentir en un ¡mejoramiento
de la calidad, es decir, en la exactitud de la conversación y reproducción
del material.
Una de las peculiaridades de la memoria del niño de poca edad es su
inexactitud. Esta se manifiesta de formas distintas: en los cortes y
lagunas en que incurre el pequeño al reproducir uno u otro material; en
ligeras tergiversaciones de lo percibido. En el último caso, al olvidarse
de un detalle, a veces muy importante, el niño lo soslaya tranquilamente,
ya omitiéndolo por completo, ya sustituyéndolo por un episodio o un
hecho que se inventa, recogiéndolo de un texto o fenómeno
completamente distinto e injertándolo en otra trama totalmente extraña.
La inexactitud de la memoria infantil se manifiesta asimismo en la ligera
tergiversación de la realidad, que se presenta con especial relieve allí
donde un fuerte estímulo emocional impide al pequeño separar lo real
de lo imaginario o que se desea ardientemente. La debilidad de los
procesos de inhibición interna se manifiesta claramente en la facilidad
con que se confundan lo real y lo imaginario.
Con el desarrollo del niño, a medida que se enriquece su horizonte y se
asimila la aptitud para analizar no sólo el presente, sino también el
pasado, aumentan la toma de conciencia, el enfoque crítico y, con ellos,
la exactitud en la reproducción del material.
3. Desarrollo de los tipos de memoria:

I. Los tipos de memoria se diferencian de acuerdo con el material que se ha


percibido y que el individuo reproduce. En este caso, se distinguen las
memorias del movimiento, o motriz, de la imagen, emocional y verbal-
lógica, o semántica.
El reconocimiento, seguido de la reproducción de los movimientos, se basa en la
simple conexión nerviosa que se forma en la corteza cerebral cuando el estímulo
que tiene su origen en la excitación del interceptor se une a uno u otro refuerzo no
condicional. En el transcurso de la edad temprana y preescolar, el pequeño se
ejercita en un gran número de movimientos, en su exactitud, diferenciación,
rapidez y coordinación.
En su totalidad, el período infantil es un tiempo que se dedica a elaborar los más
variados hábitos, que forman el contenido principal de la memoria cinética. El
movimiento que todavía no ha sido asimilado, por ejemplo, la escritura de letras o
de cifras por los alumnos de primer grado, se halla sometido, al principio, al control
del niño, y sólo después del ejercicio se convierte en un componente automatizado
de la actividad consciente del individuo. Este automatismo de la acción o del
movimiento sólo parece incontrolado.
Los educadores dedican una atención especial a la elaboración de todo un
sistema de hábitos en los niños de poca edad y, ante todo, los hábitos del
autoservicio, los hábitos higiénicos, los hábitos de estudio y los hábitos laborales.
Todos estos hábitos surgen al principio como actos imitativos (trazos en el papel
con el lápiz), como acciones no voluntarias (el acto prensil) o, finalmente, a
consecuencia del adiestramiento especial del niño por los adultos (por ejemplo, el
movimiento de las manos al lavarse).
Sin embargo, la complicación de las relaciones del pequeño de cinco y seis años
con el medio no sólo exige la asimilación de los propios movimientos y acciones,
sino también la capacidad de aplicar los hábitos que ha asimilado a la nueva
situación, a las nuevas condiciones para resolver los nuevos problemas que ante
él se plantean. No cabe la menor duda de que estas aptitudes, en cuanto
procedimiento o método de acción, nunca pueden llegar a automatizarse. (En la
actualidad, el problema de la comprensión del hábito y la relación entre el hábito y
las aptitudes está sometido a discusión.) Exigen la asimilación del lenguaje, que
proporciona la generalización de las percepciones y los movimientos, y, por
consiguiente, la flexibilidad de empleo.
La memoria emocional se manifiesta también muy pronto. Aparece en el niño
cuando éste conserva las huellas del refuerzo positivo o negativo que ha obtenido,
refuerzos que, ante todo, son los excitadores no condicionales (comida, calor,
etcétera).
No obstante, muy pronto comienzan a desempeñar la función de intenso refuerzo
factores especiales, como son, por ejemplo, el trato con los adultos, cuya
necesidad aumenta rápidamente en el niño. La caricia, la risa, la broma y los
juegos interesantes los recuerda fácilmente el pequeño de un año, como recuerda
también las voces coléricas, el tono grosero y ofensivo o el trato desagradable. Al
mismo tiempo, se modifica el proceso mismo de formación de las asociaciones.
A medida que el pequeño se desarrolla, pasan a ser señal para la reaparición de
los sentimientos vividos no sólo el objeto que percibe directamente, sino también
su representación, el retomo de la imagen y más adelante la palabra. El niño de
tres y cuatro años da muestras de gran entusiasmo cuando se entera de que
habrá árbol de Navidad o de que llegará una visita; comienza a llorar en cuanto la
mamá habla de la medicina o se prepara para salir. La huella de los estados
vividos suscita su reacción positiva o negativa.
En su “forma pura”, la memoria emocional no existe, no se puede separar del
reflejo de los objetos, personas, palabras, sucesos y fenómenos, es decir, del
contenido que ha suscitado estos sentimientos.
La memoria de la imagen tiene una importancia especial. Las imágenes forman el
contenido principal de la memoria infantil. Su desarrollo se manifiesta en la
ampliación del círculo de representaciones, en su ahondamiento y precisión, en su
comprensión y empleo multifacético en la propia actividad creadora.
La fijación y reproducción del material verbal atañen a la memoria lógica-verbal.
Comúnmente, para el individuo adulto, la memoria verbal es, al mismo tiempo,
memoria semántica, ya que en las palabras y oraciones se expresan unas u otras
ideas. En el niño puede darse una divergencia entre las palabras y el sentido que
en ellas se expresa, ya que el pequeño no siempre comprende el sentido de las
palabras y oraciones que pronuncia.

II. Se puede analizar la memoria bajo el punto de vista del grado de


participación de los analizadores principales en el recuerdo y reproducción
del material. En este caso, se distinguen la visual, auditiva, cinética y
combinada: audio-visual, cinético-visual, etc.
A medida que el pequeño se desarrolla, disminuye el papel del procedimiento
cinético de recuerdo, cediendo el papel principal a la vista y a la audición del
lenguaje. No obstante, en la edad preescolar, es aún muy grande el papel del
procedimiento cinético de conocimiento del material para su fijación. En la vida
cotidiana, un niño normal percibe la realidad que le rodea a través de todos sus
sentidos. Hasta el desarrollo de la memoria musical suele ser inseparable del
recuerdo de la letra de la canción que entonan los pequeños, o de los movimientos
con que acompañan la música que escuchan.
La experiencia del trabajo con los pequeños en los jardines de niños muestra
convincentemente las grandes posibilidades que existen para el desenvolvimiento
del oído y la memoria musical en todos los niños. En lo que respecta a la memoria
visual, que, frecuentemente, ocupa una posición destacada entre los demás tipos,
su volumen, precisión y solidez se hallan en la más directa dependencia de la
forma en que los adultos enseñan a los pequeños a percibir y observar la vida
circundante y cómo trabajen para conservar y reproducir las impresiones
recibidas.

III. Finalmente, acerca de los tipos de memoria se habla cuando se diferencia


la forma en que se recuerda el material. Se distinguen entonces la llamada
memoria mecánica y la lógica, así como la voluntaria y la involuntaria.
En el estudio de los diversos tipos de memoria infantil ofrece un interés especial e
importancia práctica la investigación de las memorias “mecánica” y lógica.
Hasta ahora se denominaba memoria “mecánica” a la capacidad de los niños para
recordar el material por “asociación”, es decir, basándose en la conexión que se
forma entre las representaciones, en virtud de los encadenamientos,
absolutamente casuales, de diversas imágenes en el espacio o en el tiempo.
Según se afirma, es característico de la memoria del pequeño la “aparición” y el
“encadenamiento” de representaciones cualesquiera de entre las que fueron
percibidas en alguna ocasión, con total independencia de sus intenciones y aparte
de las relaciones lógicas de todo tipo de una representación respecto a otra.
La teoría de Pávlov muestra convincentemente que tanto la memoria “mecánica”
como la lógica se basan en las conexiones nerviosas temporales, en las
asociaciones (tal y como Pávlov entendía este término) que se forman en el
cerebro.
Las conexiones de las señales primarias suelen ser el fundamento del recuerdo
“mecánico”. Estas conexiones surgen merced a la coincidencia en el tiempo (al
estímulo simultáneo o sucesivo) de dos o más excitadores. Pero en los sistemas
complejos de excitadores, el pequeño no sabe todavía establecer la diferencia
entre lo fundamental y lo casual.
Para el pequeño de tres años, la conexión causal entre el paraguas en manos de
la visita y el tiempo que hace, y que es posible que no haya visto ese día desde la
ventana de su habitación, sigue sin descubrir. De ahí que el recuerdo y la
reproducción haya sido “mecánica”.
La gran plasticidad (es decir, receptividad) del sistema nervioso del niño de poca
edad, la falta de experiencia y el deficiente desarrollo de las operaciones básicas
análisis y síntesis, sin las que es imposible comprender el material percibido y
reproducirlo, son las causas del recuerdo por parte de los niños, en forma ligera y
carente de sentido, de un contenido, sobre todo cuando es difícil para ellos.
De ahí que en la modificación del carácter del recuerdo, no sólo influya el aumento
de la experiencia del pequeño, sino también el trabajo especial que con él realicen
las personas adultas. Cuando el educador descubre ante los niños los aspectos y
rasgos realmente esenciales del fenómeno y muestra sus conexiones principales,
lo que hace es destacar las partes principales de apoyo en la totalidad del material
percibido y, de este modo, conduce al pequeño al recuerdo consciente, es decir,
lógico, y luego a su reproducción. Es evidente que cuando el material es conocido,
estas operaciones las asimilan los niños antes y con mayor facilidad que cuando
es nuevo y difícil.
El fenómeno de la reconstrucción, es decir, la “elaboración lógica” del material
reproducido, estudiado por A. G. Komm, se manifiesta en lo siguiente:
a) en la sustitución de las palabras poco conocidas por otras que lo son más.
b) el manejo del sentido, es decir, la recordación lógica, se manifiesta en la
omisión que se hace de ciertos detalles que, en realidad, carecen de
importancia esencial en lo que se reproduce (descripción del tiempo, de los
caminos, del bosque).
c) en la reproducción lógica, a la par de las omisiones, los niños suelen incluir
frecuentemente por su cuenta algunos detalles, reforzando ciertas partes y
subrayando episodios del relato.
d) lo esencial del relato que los niños disocian les permite cambiar a voluntad
la sucesión de ciertos detalles de lo que exponen, dentro de unos límites que
no infringen la lógica principal de su narración.

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