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Richard Sennett

Construir y habitar
Ética para la ciudad

'Iraducciírn de Marco Aurelio Calmarini

EDITORIAL ANAGRAMA
I}AR(]EI,0NA
Título dz ia edición original:
Building and Dwelling. Ethics for the City
Farrar, Straus and Giroux
Nueva York, 2018

Ilustración: O Dmitri Popov / EyeEm / Getty Images Para Ricky.y Mika Burdett

Primera edición: marzo 2019

Diseño de la colección: Julio Vivas y Estudio A


O De la t¡aducción, Marco Aurelio Galmarini, 20t 9

O Richard Sennett, 20 I B
O EDT|ORIATANACRAMA. S. 4.. 20I9
Pedró de la Creu, 58
08031+ Barcelona

ISBN: 978-84-3 39 -6433-5


Depósito Legal: B. 4357-2019

Printed in Spain

l.iberdúplex. S. L. U., ctra. BV 2249,km 7,4 - Polígono'lirrrcntlirrrl,r


0879 1 Sant l.lorenq d'l lortons
2. FUNDAME,NTOS INESTABLES

I. EL NACiMIENIO DEt, URBANISMO _ HISTORIA


DE UN INCF]NIEIIO

En 1859, el arquitecto español Ildefons Cerdá llevó por


primera yez ala imprenta las voces «urbanismo» y «urbanistar.
¿Qué había de nuevo en esto, si los seres humanos ya llevaban
miles de años viviendo en ciudades? La aparición de estas pala-
bras se debió a que las condiciones de la vida moderna exigían
una comprensión más específica de las ciudades.l
A principios del siglo XVIItr comenzó en Europa una enor-
me migración hacia las ciudades, principalmente de jóvenes y
cle gente pobre, sobre todo a Londres y París. Una vez allí, difi-
cilmente encontraban trabajo; en 1720, solo alrededor del se-
senta por ciento de la población urbana pobre de I-ondres tenía
empleo a tiempo completo. En Estaclos Unidos, muchos inmi-
grarltes atravesaban Nueva York y Filadelfia en su camino a la
frontera, mientras que en Gran Bretaña y Francia estas masas,
cual sangre coagulada, permanecía en las ciudades. Cuando se
inició la Revolución Francesa, la sensación de que había refor-
mas imprescindibles que hacer estaba muy extendida y entre
los objetivos de esas reformas figuraban precisamente las condi-
ciones materiales de vida, como el derribo de los suturbios de
construcción precaria. Pero las personas que Cerdá definió
cclmo nurbanistas, no tenían en mente la crisis económica. Lo

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que las movió a pensar de nuevo las ciudades fueron problemas tal. El amontonamiento de cuerpos enfermos aseguraba el nue-
de salud pública, enfermedades que afectaban tanto a ricos vo contagio recíproco si por casualidad mostraban algún signo
como a pobres. de recuperación, pero tanto los médicos como los pacientes es-
Las ciudades habían estado siempre expuestas al peligro de taban absolutamente convencidos de <¡uc la luz solar que caía a
las pestes. A finales de la Edad Media la peste bubónica acabó raudales sobre los moribundos tenía poderes desinfectantes,
con una tercera parte de la población de Europa. En cuanto las tremendo legado de la antigua creencia en la capacidad curativa
primeras ciudades modernas se hicieron más grandes y rnás de la luz de Dios.2
densas f, por tanto, aumentó la acumttlación de orina y mate- Los ingenieros civiles se convirtieron en los maestros artesa-
ria fecal, se convirtieron en excelente caldo de cultivo para la nos de la ciudad moderna, que trataban de mejorar la calidad
proliferación de ratas y la difusión de las enfermedades de las de ia vida urbana mediante la experimentación técnica. Las ca-
que estos animales eran portadores. Si un niño conseguía so- lles inféctadas de peste estimularon a los ingenieros a reflexio-
brevivir a su nacimiento (auténtico logro en aquella época de nar sobre la fabricación de los materiales que se utilizaban en la
otrstetricia primitiva), le esperaba la probabilidad de morir de di- construcción. Las piedras lisas para Jravimentar las calles, nece-
sentería debido al agua contaminada. El aumento de la pobla- sarias para limpiar de manera eficaz las deposiciones de los ca-
ción requería también más vivienclas, más viviendas implicaba ballos, se utilizaron por primera vez en las plazas de Blooms-
más chimeneas contaminantes, y el aire róxico que así se produ- bury del Londres del siglo xvill, pero su empleo solo se
cía propagaba la tuberculosis. generalizó cuando Ias máquinas -a partir de 1800 aproximada-
Los primeros urbanistas que se empeñaron con toda ener- mente- comenzaron a producir losas a escala industrial. Los in-
gía en enmenclar estas condiciones eran ingenieros, no médi- genieros civiles crearon un mercado para la piedra cortada a
cos. La ingeniería civil no es una profesión que goce de un gran máquina. Pensaban que si las calles resultaban más Fáciles de
prestigio popular, pero en la generación de Cerdi los ingenie- limpiar, la gente est.aría más dispuesta a limpiarlas en lugar de,
ros se convirtieron en figuras heroicas, porque afrontaron los por ejemplo, arrojar la basura por las ventanas de las casas (has-
problemas de salud pública de modo más activo que los médi- ta entonces una práctica habitual). En realidad, Ios ingenieros
cos, quienes carecían de ideas concretas para prevenir la tuber- suponían que si se modificaba la estructura, derivarían de ello
culosis o las causas de las pestes. prácticas de salud pública más racionales. En otras palabras,
Entre los ciudadanos, lo mismo que entre los expertos en que la uille podia alterar la cité.
medicina, las prácticas culturales que rodeaban el cólera hun- De la misma manera, inventos como el urinario pírblico,
dían profundamente sus raíces en la ignorancia. Erróneamente, ideado en París en 1843, marcó un auténtico progreso en la sa-
se consideraba que la enfennedad se propagaba por el aire y no lud pública. El urinario para múltiples usuarios (llamado uAle-
por el agua; asi, en 1832, durante una epidemia, muchos pari- xandriner), que hizo su aparición en la década de 1880, era una
sinos intentaron defenderse de una plaga clue barrió la ciudad tecnología sanitaria particularrnente idónea para Lrna calle con
cubriéndose la boca con pañuel<.¡s blancos cuando hablaban mucha gente. lJna vez más, la idea era que Ia provisión del me-
con otras personas, con la idea de que el blanco era una protec- dio para una práctica saludable induciría un cambin de acti-
ción particularmcnte importante. El Palais-Roval, antiguo mer- tud; hasta 1843, los hombres exhibían su pene sin pudor para
cado a la vez que prostíbulo, se convirtió en hospital donde se orinar en público, y lo hacían como perros, tanto contra los
colocaba a los enfermos en estrechas filas baio el techo de cris- muros como en medio de la calle; tras la aparición del pissoir se

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pudo canalizar la orina ba.io el suelo. f,os valores de la cité varia- chester, Friedrich Engels observaba que ulas repetidas epide-
ron en consonancia; poco a poco fue pareciendo vergonzoso rnias de cólera, tifus, viruela y otras enfermedades mostraron al
orinar a la vista de extraños. Más positivamente, una conse- burgués británico la urgente necesidad de proceder al sanea-
cuencia indirecta de la elirninación de la materia fecal y la orina rniento de sus ciudades [...] los abusos más escandalosos [...] o
de la calle fue que el espacio exterior resultó más utilizable bien han desaparecido ya o no saltan tanto a la vistar. Era, sin
como espacio público. El gran café al aire libre fiente a un bu- duda, una historia victoriana de progreso, pero muchas conse-
levar fue el regalo con que el ingeniero sanitario obsequió a la cuencias de la ingeniería de la ciudad fueron a menudo acci-
civilización urbana.3 dentales y no intencionales: los ingenieros no se pusieron a tra-
La ingeniería de las ciudades saludables tuvo como presagio bajar para crear cafés cn los bulevares.4
un descubrimiento fundamental en torno al cuerpo humano Buena parte de la infraestructura urbana del siglo xlx era
que se produjo tres siglos antes de que los ingenieros urbanistas abierta al estilo del Media Lab en su apogeo. Los ingenieros
dieran comienzo a su obra. En 1628, De motu cordis, de Wi- conjeturaban y descubrían accidentalmente, sin saber de ante-
lliam Harvey, explicó que el corazón humano hacía circular la mano las repercusiones que tendrían sus inyentos técnicos. Los
sangre mecánicamente por las arterias y las venas, mientras que ingenieros que trabajaban para ]oseph Bazalgette, por ejemplo,
con anterioridad la medicina había creído que la sangre circula- en la construcción del alcantarillado de Londres en las décadas
ba cuando se calentaba. Un siglo después, ál d.r.,rbri-iento de de 1850 y 1860 inventaron la tecnología de las rejillas para re-
Harvey sobre el sistema circulatorio se convirtió en un modelo siduos sólidos mientras ensarnblaban las tuberías experimen-
de planificación urbana; el urbanista francés Christian Patte tando con distintos diseÁos de filtros, sin idea previa del tama-
utilizó la imagen de las arterias y las venas para idear el sistema íro que debían utilizar. Bazalgette estaba seguro de lo que había
de calles unidireccionales que hoy conocemos. Los planificado- que hacer en general: dar al reino del alcantarillado -el reino de
res de la Ilustración imaginaban que si el movimiento por la Los miserables- la fbrma de una red de tubos que reprodujera la
ciudad se bloqueaba en un punto nodal, el cuerpo colectivo red de las calles. Pero también tenía tendencia a dudar. A me-
tendería a una crisis circulatoria como la que experimenta un nudo Bazalgette hizo alcantarillas de diámetro mayor que el que
individuo que sufre un ataque al corazón. Las calles de una sola parecía necesario, con el argumento de que la planificación no
dirección que promovía el modelo circulatorio eran mucho podía predecir las necesidades del futuro.5
más factibles en las ciudades pequeñas, con tráfico relativamen- Este proceso experimental exigía al ingeniero-urbanista el
te ligero; en grandes ciudades, como París, cüya población y desarrollo de nuevas herramientas visuales. Antes de la época de
tráfico no dejaron de crecer durante el siglo XIx, la fluidez del trá- Cerdá y Bazalgette, las convenciones artísticas del dibujo y las
fico se convirtió en un desaffo cada vez mayor a la planifica- artes plásticas habían provisto los medios para la concepción del
ción, pues requería intervenciones más sistémicas en el tejido aspecto qr"re debía tener una ciudad; en palabras de Donald Ol-
de la ciudad que la mera colocación de señales que indicaban la sen, ula cir"rdad se concebía como una obra de arte». Incluso los
dirección de las calles. ingenieros militares, al reflexionar sobre la mejor manera de di-
Sin embargo, la ingeniería de [a salud pública, tanto bajo señar una ciudad que pudiera necesitar protección en casc¡ de
tierra como a nivel dei suelo, fue un gran logro del siglo XIx. asedio, recurrían a respetables patrones artísticos. Por ejemplo,
En 1892, en un nuevo prefacio al libro que había escrito medio cn un diseño en forma de estrella para la ciudad de Palmano-
siglo antes sobre las miserias de las clases trabajadores de Man- va, en ltalia, sus planificaclores militares impusieron a un terre-

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no áspero e irregular la imagen de una ciudad sobre campo llano, sc advierte que su ubicación y su ramaño han sido cuidadosa-
con agradables jardines en su interior, muros bellamente adorna- mente calculados, que la obra fue desde el primer momenro
dos y cosas por el estilo. El dibujo de planos en proyección ver- una inserción en la trama de la ciudad, aunque en cierto modo
tical, horizontal o de perfil es una técnica clásica perfectamente absorbida por ella. Palladio es una clara demostración de com-
adaptada a la clara representación de un ediflcio en parricular. plejidad. Los ingenieros se regían por otro tipo cle intervención.
Pero la enredada mezcla de formas a lo largo de una calle densa Fln efecto, su trabajo no renía para los demás la misma tangible
y desordenada requiere otros medios de representación. evidencia. El púrblico percibía las consecuencias, como que una
Hoy podemos visualizar esta complejidad gracias al monta- calle ya no hedía, sin poder contar con datos evidentes para ex-
je que permiten las posibilidades de un diseño con asisrencia plicar por qué. Lo que caracteriza esa complejidad es la ambi-
informática, pero nuestros antecesores solo podían verla con los giiedad. l,a construcción de un sistema de alcantarillado impli-
ojos de la imaginación. T'ampoco podían las representaciones caba mucha y complicada investigación de los materiales en los
clásicas mostrar de qué manera las tuces de gas, que hicieron su qLle se instalarían los tubos, pero Bazalgerre no podía explicar a
aparición en las calles de Londres en 1807, afectarían su aspec- los demás la decisión acerca del empleo de caños de 1,80 o de
to nocturno, ni podían los arquitectos representar gráficamente 2,70 r-netros, porque en realidad no se lo podía explicar a sí
la velocidad a la que se desplazaría el tráfico. Las infraestructu- mismo. l-a oscuridad es afín a Bill Mitchell, incapaz de explicar
ras que los ingenieros construían bajo tierra eran invisibles. Las la uestética del movimiento» de manera tal que los asistentes de
representaciones tradicionales no proporcionaban las técnicas su estudio supieran qué hacer la mañana siguienre.
que el ingeniero-urban ista necesitaba. La complejidacl ambigua establecía el nexo entre los inge-
Por todas estas razones, su práctica no era la de una ciencia rrieros-urbanistas de la uille y los escritores-cronistas dela cité.
exacta. No aplicaban principios establecidos a casos particula-
res, no había políticas generales que dictaran las mejores prácti-
cas. Al contrario, con su aprendizaje sobre la marcha, Ios inge- II. I,A "CITÉ, DIFÍC]IL I)I,I,I,,F,II
nieros presagiaron la descripción de Jerome Groopman del
«ensayo clínico flexibler. Uno de k:rs aspectos realmente admi- La dificultad de interpretar la cité se hizo evidente para el
rables del carácter de Bazalgette es que rebosaba confianza vic- ioven Friedrich Ilngels cuando, a cornienzos de la década de
toriana sin por eso afirmar que sabía exactamente qué hacer, 1840, viajó a Manchester para documenrar las miserias de los
pero estaba convencido de que al final haría lo correcto. Esto es pobres" Se trataba de un viaje extraño para esre.ioven de veinti-
más cierto aún en relación con los ingenieros civiles en la ciu- cu¿rtro años. Engels, hijo de un rico comerciante alemán, era
dad de aquella época, cuyo conocimiento técnico era de final un arnable conquistador en la ciudad y un apasionado cazador
abierto. de zorros en el campo; aunque admiraba a Karl Marx, el joven
Sin embargo, esto planteaba cuestiones tales como la difi- Iin¡¡els tenía un espíritu más aventurero. Tanto en Gran Breta-
cultad que encontró Mitchell cuando trató de traducir sus ideas íra como en firancia había una larga tradición de escribir esce-
para que otros las entendieran. Los arquitectos urbanos del Re- nas sobre la vida cotidiana de las uclases bajasr, pero los refor-
nacimiento, como Palladio, eran conscientes de la mejor mane- madores radicales tendían a escribir sin moverse del sillón. Para
ra de ver su obra. Cuando se contempla su iglesia de San Gior- conocer dc primera mano la vida de los pobres que trabajaban
gio desde Piazza San Marco, al otro lado del agua, en Venecia, cn l¿rs fábricas de Manchester, Engels fue allí, recorrió sus ca-

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lles, metió la nariz en burdeles, pasó el tiempo en tabernas y deux, maintenant» («¡Esto va entre tú y yo!r), declara- para ter-
asistió a los servicios de iglesias inconformistas (aunque le pro- rrrinar descubriendo, como Lucien Chardon en Las ilusiones
ducían una repugnancia visceral). perdidas, que hay muchos otros como él enseñando los dientes.
El historiador E. P. T'hompson observó qr.re el sombrío y (lomo los globos, el joven y ambicioso protagonista se desinfla.
opresivo Manchester le inspiró a Engels la creación de un len- Stendhal describe otra forma en que Ia ciudad puede quebrar el
guaje de clase, pues inventó palabras y categorías para los pobres espíritu de la juventud. El joven provinciano que ha sufrido
que hasta entonces no existían. En su descripción de Manches- ,rbusos de su padre en El rojo y el negro, Julien Sorel, es más que
ter acuñó las palabras proletariat y su opuesto, lumperuproletariat. un nlonstruo de ambición; al huir a la ciudad descubre un nue-
La situación de la clase obrera eru Inglaterra no era, sin embargo, vo y urgente deseo sexual en sí mismo. En París no hay señales
un simple reportaje del horror; el joven cazador de zorros con- de límites morales, así que Sorel, sin prohibiciones ext€rnas, no
vertido en antropólogo empezó a advertir aspectos de la ciudad puede manejarse a sí mismo y al final su exceso de deseo resulta
que no casaban del todo con el nuevo lenguaje de clase, como la ser fatal. También él se desinfla.
manera en que los niños jugaban en las calles, la velocidad con Los novelistas urbanos del siglo XIx se regodeaban -no me
que las mtrjeres caminaban por ellas o los placeres que la gente parece que el término .sea excesivo- en las maneras en que una
hallaba en las tabernas. ciudad puede aplastar las esperanzas de los jóvenes. Cuando
Sus sensibles antenas urbanas relacionaban a. Engels con Balzac describe las humillaciones o Ia indiferencia a las que se
ciertos novelistas de la época, en particular con Balzac y Sten- ve sometido su joven personaje ansioso de sexo, encontramos
dhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle). Es cierto que estos pasajes que solo pueden calificarse de exquisitos. En Flaubert,
ácidos novelistas y el comunista incipiente tenían a la vista di- el ritnro de las oraciones se acelera y el colorido de las imágenes
ferentes ciudades. En lugar de un centro industrial como Man- se intensifica cada vez más -¡el novelista está conmovido!-
chester o, más cerca de casa, Lyol.r, donde se fabricaban el teji- cuando en La educación sentimental el autor conduce a sus jóve-
do y el vidrio de Francia, París combinaba rutilante opulencia, n€s personajes masculinos al desastre. En el hundinriento de
corrupción financiera gubernamental, gigantescas burocracias sus personajes, los novelistas producían placer estético.
y miseria masiva. Para transmitir este denso mundo urbano se De una manera menos perversa, novelas no tan logradas
requerían novedosas técnicas novelísticas, de la misma manera comparten con estas obras maestras dicho problema enla cité,
que los ingenieros-urbanistas necesitaban nuevas técnicas vi- que es también un problema parl. sus lectores, pues la pleni-
suales. rud que se busc¿r llegará de personas que aún no se conoce. Es
Para representar una ciudad difícil de leer, novelas como menester dominar a extraños diffciles de interpretar, porque es-
Las ilusiones perdidas, de Balzac, o El rojo I el negro, de Sten- tán ocultos.
dhal, comienzan con una intriga aparentemente simple. Un jo- En la época a la que pertenecen estas novelas los habitantes
ven provinciano va a una gran ciudad lleno de esperanzas y la turlranos ya no se sentían cómodos cuando hablaban con extra-
ciudad frustra sus deseos o los vuelve autodestructivos. Los no- íros en la calle. Tampoc«r hoy solemos sentirnos a gusto en esas
velistas modulan esta simpie narración de dos maneras. Primero circunstancias, de modo que nos cuesta imaginar que no haya
explotan las ambiciones de los jóvenes héroes, fuertemente im- sido siempre así. Pero en el París o el Londres de mediados del
pulsados por el adagio Stadtlufi macht jiei. F.n Pire Goriot, de .siglo XVIII, un extraño no dudaba en abordar a cualquiera en la
Balzac, el joven Rastignac enseña los dientes a París -uA l.,ou, c¿rlle, recabarle información y cogerle por el brazo (de hombre a

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hombre) para mantener su atención. De modo semejante, que los botones que en realidad no cerraban la manga de un
cuando uno pedía un cafe en una cafetería, se sentaba ante una abrigo indicaban que el usuario era un gentleman, aun cuando
mesa larga con la expectativa de pasar un buen rato hablando el corte de su abrigo fuera casi exactamente igual al del que usa-
sobre cuestiones de actualidad con perÍéctos desconocidos. El ban los comerciantes y ambos tuvieran el mismo matiz de ne-
París de Stendhal marcó un punto de inflexión cuando en la gro. En las novelas que f:orman La comedia ltumana, de Balzac,,
calle, o en un café, la gente daba por supuesto que tenía dere- el autor nos invita a deducir la historia de una familia median-
cho a estar sola, concentrada en la bebida y en sus pensamien- te el análisis de las manchas en una alfombra o la presencia de
tos. En público, se comenzó a desear la protección del silencio, pelos de gato en un cojín; el lector, por su parte, pasa de las mi-
que defendía de la intrusión de extraños, 1o cual es cierto aún nucias del entorno al carácter íntimo de los personajes. En tér-
hoy, ya que en la ciudad moderna los extraños se relacionan minos más generales, el forastero necesita comprender lo que
entre sí más visual que verbalmente. ÍJalzac llama ufisonomía, de las calles, sus aspectos superficiales,
El siglo xIX fue una época de vestimenta negra, no al ele- córno y qué las conecta, fbnómenos físicos superficiales que
gante estilo en que los japoneses emplean el rojo-negro como ofrecen pistas acerca de la vida de extraños detrás de las puertas
toque de color, sino una masa de gris-negro totalmente despro- de la calle.
vista de gracia, así que la multitud urbana eta un mar de hom- Así como el artesano se centra en la corrección de los pe-
bres vestidos de negro y con sornbreros negros. Era también el queños detalles, también para el habitante urbano el análisis
momento en que aparecía por primera vez la ropa de confec- preciso de los detalles es lo único que le permitirá comprender
ción, esto es, prendas cortadas por máquinas en patrones estan- la cité. El panorama es vasto, neBro y homogéneo; el espacio
darizados. I-a combinación del negro y la ropa de confbcción mental de la complejidad consiste en analizar pequeñas porcio-
creaba un uniforme anónimo que protegía a los individuos de nes de realidad. Aprender a ulee» la ciudad cle esta manera en-
llamar la atención, de destacar, moda equiparable a la del hom- cierra la promesa de hacer del recién llegado rln experto en la
bre que permanecía en un cafe acompañado tan solo de su be- vida de la calle. Sin embargo, pocas de estas novelas eran histo-
bida y sus pensamientos. Otra vez, el contraste con el París y el rias triunfales. La anárquica economía de la ciudad, su inestabi-
Londres del siglo xvltl, cuyas calles estaban llenas de colores, lidad política, su territorio en collstante crecimiento, todo ha-
donde la vestimenta ancien régime no solo marcaba un lugar en cía que la nciencia de la citér, como la llamaba Balz.ac, fuera una
la jerarquía social, sino, de modo más personal, ia profesión o ciencia demasiaclo a menudo engañosa. Por ejemplo, era posi-
el oficio (los carniceros usaban bufandas a rayas rojas y blancas, ble leer erróneamente los botones de la manga de un extraño y
los farmacéuticos siempre llevaban romero en Ia solapa). Ahora, que este fuera en realidad un delincuente de clase alta que po-
el mar de uniformidad significaba que era más difícil reconocer día permitirse un buen sastre y nos estuviera timando.
a un extraño con la mera observación de su vestimenta. La brúfula ética de los novelistas urbanos trascendía cual-
quier simple contraposición entre virtud alcleana y vicio urba-
Tanto los personajes de ficción como los compradores de no. Lo que ellos trataban de transmitir era más bien la manera
las novelas de Balzac trataban de interpretar este encubierto do- en que el carácter humano cambia de estructura en la ciudad
minio público de una manera particular. Intentaban deducir la moderna. Comparemos dos parisinos malvados, el Vautrin de
condición de un extraño mediante el examen de pequeños pero Balzac y Ia villana marquesa de Merteuil de Las relaciones peli-
reveladores detalles de la vestimenta. Por ejemplo, pensaban grosrt.s, que había escrito I-aclos en el siglo anterior. Madame «Je

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Merteuil pertenece por entero a un medio, el salón aristocráti- resuena en el laboratorio, donde se .juega enrre la rutina y el
co, mientras que Vautrin -ladrón, jefe de policía, seductor tan- descubrimiento. De la misma manera, también en la vida coti-
to de mujeres como de muchachos- es más camaleónico, difícil diana deseamos equilibrar el cambio y la estabilidad. Todos los
de situar: aparece, desaparece y vuelve a aparecer, está constan- constructores de ciudades tienen una experiencia particular de
temente en trasformación. Madame de Merteuil tiene, sin esta tensión, debido precisamenre a la cruda realidad de que los
duda, varias capas de maquillaje, pero Vautrin es complejo en edificios son objetos consisrenres que, si bien no eternos, están
otro sentido, pues para él no hay nada establecido y completo. destinados a permanecer largo tiempo en su lugar. ¿Cómo se
El rnismo contraste entre Laclos y Balzac puede extenderse al pueden conciliar con los rápidos cambios de la vida moderna,
que se da entre Pushkin y Dostoievski. Las evocaciones de la con su líquido flujo disolvente de las viejas formas económicas,
vida cortesana de Pushkin están maravillosamente redondeadas sociales o religiosas? ¿Cómo relacionar una uille sólida con una
y pulidas, mientras que las evocaciones dostoievskianas de cite líquida?
Moscú son descripciones intencionalmente ásperas de seres hu- En el año 1848 Lrna ola revolucionaria barrió Europa desde
manos en transformación. pequeñas ciudades alemanas hasra grandes urbcs francesas. El
El carácter inestable de la vida urbana produjo tal vez la de- privilegio hereditario tembló, pero no se hundió. l-ampoco las
finición de mayor resonancia de la propia modernidad. Esta de- condiciones de rrabalo se vieror.l muy afectadas por las revolu-
finición apareció en El manifiesto comunistd, que Marx y Engels ciones; la emancipación de los trabaiadores que Marx y Engels
escribieron en 1848, año de levantamientos revolucionarios en anunciaban en El rnaruifiesto comunisl¿, escriro el rnismo año,
toda Europa: uQuedan disueltas todas las relaciones fijas, oxida- fue una esperanza que se extinguió €n pocos meses. Retrospec-
das, con su cortejo de representaciones y visiones venerables des- tivamente, podemos aclvertir qlre ese año crucial acentuó la im-
de antiguo, mientras que todas las recién formadas enve.iecen portancia de la sociedad civil en general y de la ciudad en par-
antes de poder osificarse. Todo lo estamental y establecido se es- ticular. En la década de 1850 surgió urla gran generación de
fuma..., Esta declaración coincide con la representación de la urbanistas que intentó hacer que la uille respondiera a la cité.
modernidad qLre, unos aíros después, ofrece Charles Baudelaire Buscaban reso]ver las ambigüedades de la cité, pero por cami-
en El pintor de la uida moderna, según la cual la modernidad nos opuestos.
consiste en ulo transeúnte, lo huidizo, lo contingente». La idea
de modernidad que ellos evocan se resume hoy en la frase del fi-
lósofo Zygrnunt Bauman ula modernidad líquidar. La moderni- Ilt. l.A.vl1.t"bl,
dad líquida se inauguró en la manera de escribir de los novelis-
tas urbano.s, cuando el carácter deja de ser fijo y es representado En esta generación sobresale¡r tre.s figrrras: el propio Cerdá,
por un lenguaje centrado en detalles y fragmentos. 6' 7' 8 que ideó un tejido planificado para Barcelona; el barón
La frase puede parecer un mero cliché -la vida moderna Haussrnann, que rehízo París como una red que sirviera a una
como ellemiga de la tradición- a menos que reconozcamos la ciudad móvil, y Frederick Law Olmstcd, quien, en el ordena-
tensión que le es inherente. Baudelaire reconoció que en la de- rniento de Central Park, en Nueva York, extrajo cierros princi-
finición del arte moderno como puramente fugaz y líquido ha- pios de la reiación de la forma construida con el enrorno natural.
bía algo erróneo; el arte también tiende a la permanencia, el ar- I)or lo que yo sé, estos tres rrrbanistas tuvieron escaso contacto
tista debe ndestilar lo eterno a partir de lo transitorio». Esto entre ellos, quizá porque sus enfoques eran muy distintos.

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Al igual que los ingenieros, estas tres figuras eran visiona- otro objeto realmente pesado. Cuando una bala de cañón im-
rios disfrazados de prácticos hombres de negocios. A diferencia pactara en la barricada, los objeros pesados provocar-ían el de-
de los ingenieros, no tenían formación especializada. Supuesta- rrumbe de la estrucrura enrera en lugar de .su dispersión y, en
mente, Napoleón III redactó la udeclaración de objetivos, ini- consecuencia. el acceso permanecería bloqueado.
cial para la nueva París al dorso de un sobre (probablemente no AI enderez-ar las calles, Hau.ssmann dificultó la fbrmación
sea cierto, pero es creíble). El método de uanálisis urbano, del de barricadas. Por ejemplo, en la calle comúnmenre conocida
barón Haussmann consistía en obligar a sus topégrafos a enca- como bulevar de Sebastopol, pidió a los ingenieros que calcula-
ramatse a altos posres con el fin cle obte¡rer una perspectiva aé- ran tramos rectos y lo suficientemente anchos como para que,
rea de las ca[es, dibujar lo que veían rnientras se las arreglaban en caso de insurrección, los cañones tirados por caballos pudie-
para no caerse y, una vez en tierra, comparar las respectivas ran desplazarse por el bulevar en filas de a dos v disparar por
anotacioncs. Olmsted comenzó su vida con)o periodista y, to- encima y detrás de las casas que bordeaban arnbos lados de la
cado por una varita rnágica, se reinventó como arquitecto pai- calle. Estc'r implicaba un cambio de relación entre la ingeniería
sajista. Cuando construyó Central Park sabía de plantas apenas civil y la militar. Tradicionalmenre, se había concedido una
un poco nrás que sus usuarios. Cerd) era ciertamente url arqui- gran importancia a la fortificación perirnerral de una ciudad.
tecto profesional, pero su vocación por la planificación urbana Por eso, las murallas de las ciudades medievales se consrruían lcr
surgió en 1848 como consecuencia de su actitud política.e más gruesas posible a fin de resistir la incursión enemiga. Las
nrurallas renacenristas, como las propuestas por Vincenzo Sca-
Urua red" En la primera mitad del siglo XIX, desplazarse por mozzi para Palmanova, estaban más cuidadosamenre diseñadas,
París era un infiern<-,. Mil años de historia habían impreso en la con la idea de evirar que las balas de cañón que se disparaban
ciudad una maraíra de calles tortuosas e irregr.rlares; un viaje en por encima de lir muralla impacraran en irlgún blanco inrerno
carruaje por París desde el Campo de Marte hasta el Jardín Bo- significativo; sin ernbargo, los planificadores seguían cenrrados
tánico antes de lB50 podía durar dos horas, más que si se iba a en Ia protección del perímetro y las ¡:,uerras. El enemigo poren-
pie. El barón Haussmann enderezó la ciudad en dos décadas. cial de Haussmann, por el conrrario, ya estatra denrro.
Unió sus diversas partes mediante un sistema de tráfico üazan- Pero la reducción de sus planes al servicio de trn Estado po-
do tres redes -réseaux- de bulevares que cruzaban la ciLrdad de licial no explicaría gran cosa acerca de su p:rrticularidad. Una
norte a sur y de este a oeste. Estas nrodificaciones estaban car- vez la ciudad estuvo a salvo de la revolución, inrentó poner los
gadas de implicaciones políticas. réseaux -esto es, los grandes bulevares en los que desembocaban
'fres revoluciones
-las de 1789-1794,1830 y 1B4B-. habían las calles tributarias- al servicio de finalidades sociales más
precedido la designación de Flaussmann por Napoleón III
a positivas. Abrió a todos los parisinos los parques del centro de
como planificador en jefe en la década de 1850. Los insurgen- la ciudad, en particular las Tullerías, creó el bosque de Boulo-
tes de las dos últimas revueltas se habían adueírado de las enre- gne cerca de los nuevos distritos burgueses del borde occidenral
vesadas calles mediante la construcción de barricadas, con las de la ciudad y los bosques des Buttes-Chaumonr y de Vincen-
que impedían el acceso de los soldados o de la policía. Cons- nes para los trabajadores que vivían al nordeste y el sudeste del
truir una barricada era entonces muy sencillo. Se atravesaba centro.
una calle con objetos ligeros como sillas y cajas, se apilaban so- Unavez terminados los bulevares, Haussmann los flanqueó
bre ellos arcones y mesas y encima se colocaba un carruaje u de viviendas destinadas a las nuevas clases medias de París, for-

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rnadas por ciudadanos no sospechosos de arrojar su casa por la rnesas para tres o cuatro personas. Como se ha observado ya,
ventana para construir barricadas. Las viviendas haussmanianas un aspecto de la vida urbana moderna era el velo de silencio
respondían a un carácter mixto ya existente en el pasado, pero que se extendía sobre lugares públicos para protegerse de extra-
su ejecución era irregular. Un pario contendría las tiendas y los íros. La pequeña mesa de café era el mobiliario adecuado para
talleres que servirían al quartier local; luego, en abrupto salto, esta protección; solo un conocido se sentaría con uno en la
los ricos ocuparían el siguiente nivel. Hasta aquí, era un modelo misma mesa. (uUne table á vous seul ou vos intimes», como
anriguo. Haussmann ordenó las plantas superiores sistemática- anunciaba su nuevo mobiliario el Cafe de la Paix.) A esta sole-
mente de tal manera que a medida que se subiera las escaleras, dad en la masa correspondían las formas de rransporte público,
se encontrara vecinos respetables, pero menos adinerados, y en pues los tranvías y los ómnibus de libre movirniento que
las buhardillas, ocultos, los sirvientes. Pese a la atracriva imagen Haussmann promovió a lo largo de los bulevares de los réseaux
de La Bobéme elaborada por el popular novelista Henri Mur- trasladaban una masa de gente heterogénea y aprerujada que se
ger, los artistas raramenre se alojaban en las buhardillas; en su rnantenía ensimismada y en silencio, mientras que los pasajeros
mayoría habitaban casas precarias en espacios perifericos como de los carruajes del ancien régime se comportaban en ellos como
Montmartre. Del mismo modo, también las inmensas masas de cn las tabernas, charlando durante todo el viaje.ll
trabajadores de la ciudad estaban ocultas detrás de ]as casas de los La amplia aprobación de la que fue objeto el París de
lrulevares, en barrios desatendidos y pestilentes. La ecología Haussmann no se debió únicamente a que los réseaux lo hicie-
ecr-¡nómica de la nueva ciudad se asemejaba a sucia ropa inte- ran más funcional, sino también a que los bulevares se transfor-
rior bajo un traje de fiesta. rnaron en una especie de escenario de espectáculos que atraían
No obstante, por muchas razones, Haussmann fue una fi- a la gente, aun cuando como espectadores cada individuo ocu-
gura auténticamente popular en roda Francia, incluso entre al- para, por así decir, un asiento en solitario. Lo mismo que ocu-
gunos sectores de las clases tr:r.bajadoras. Enormemente ilnpru- rrió más tarde con la construcción de la Torre Eiffel, el diseño
dente, Haussmann se tomó muy en serio el adagio uno hagas de la uille excedía lo meramente utilitario para poner en reali-
pequeños planes, y dedicó grandes surnas de dinero a promesas dad de relieve el desplazamiento de la consideración ética de Ia
que sabía que no podría cumplir; tras dejar París en bancarrora vida en Ia calle.
después de quince años de desarrollo, fue depuesto en 1869 por Los arquitectos de Haussmann cargaron las fachadas de los
contables que habían quedado atrapados con é1. Con gran ra- edificios de los bulevares de una elaborada ornamentación que
pidez, los grandes cafés de los nuevos bulevares produjeron enmarcaba las ventanas y destacaba los diferenres niveles del
un resultado felizmente opuesro al planeado en un inicio por edificio, en contraste con las maneras en qu€ se había construi-
Haussmatrn, pues, en vez de lugares exclusivos, terminaron sien- do la opulencia en el siglo anterior. Entonces, la ornamenta-
do locales populares para todo París.r0 ción elaborada se ocultaba en el interior de la estrucrura, mien-
Las multiudes que inv¿rdieron los cafés de los bulevares de tras que el exterior era sobrio, aunque no hostil. La edificación
l:laussmann no tenían nada de las amenazantes masas que la napoleónica de los barrios de la margen derecha, que atraían a
burguesía había temido. En lugar de las grandes mesas comu- Balzac, estaban a medio camino entre la exhibición interior y la
nes de las viejas tabernas y los restauranres antiguos, en 1900 la exterior, con sus tallados dinteles y marcos de puerta que insi-
mayoría de los cafés disponían de pequeñas mesas redondas nuaban Ia riqueza interior, pero con Haussmann la fachada del
para ulra o dos personas, o, con ocasión de comidas sociales, de edificio se convirtió en una expresión teatral por sí misma.

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La ciudad en red era una exhibición de la superficie verti- cho de vidrio excavado en la trama de grandes calles y con pe-
cal y esta combinación tomó forma en una nueva clase de co- queñas tiendas en su interior. Después de las guerras napoleó-
rnercio: el gigantesco almacén situado en el gran bulevar. Este nicas, París comenzó a desarrollar elaboradas redes de estos
comercio dependía en parte de una nueva lbrma de construc- vasos sanguíneos comerciales a resguardo de las inclemencias
ción recientel)-Iente itrventada: la gran lámina de vidrio. El vi- climáticas. L,as tiendas de las galerías eran en su mayoría nego-
drio, que hasta finales de la Edad Media había sido un mate- cios especializados cuyos escaparates estaban llenos de artículos
rial de construcción tan caro qtte casi nunca se utiliz-aba, se fue de un mismo tipo, que invitaban más a la avidez de propiedad
haciendo poco a poco n-rás común gracias al uso de pequeños que a la estimulación dispersa de la escenografia comercial. I-as
paneles fáciles de producir. En la década de 1840 se fabrica- paredes y los pasillos entre edificios se habían ido enderezando
ron por primera vez grandes hoias de cristal a escala industrial con el tiempo, lo que les daba el aspecto de réseaux, o bulevares
en Francia y Holanda, lo que fue posible gracias a[ invento de internos, pero esto es una ilusión retrospectiva. En un princi-
pesados rodillos calientes para funclir el vidrio; una vez er-rfria- pio, muchas galerías hubieron de apuntalar edificios existentes
das, estas hojas eran colocadas en marcos de hierro, que las con las lárninas de vidrio enmarcadas en hierro. El transporte
sostenían con mayor rigidez que los tradicionales bastidores de colectivo rápido de los réseaux iávoreció a los grandes almace-
madera. nes, mientras que la galería interirlr fue aliment¿rda por peatones.
lnstaladas en la plar-rta baia de rrn edificio, al fbndo y a los El crecimienro de la galería fue más lento y en pequeña escala.
lados, como si se tratara del decorado de un escenario, estas A Flaussmann no le gustaban las galerías precisamente debido
grandes láminas de vidrio en cuyo interior se exponíatr los artícu- a lo improvisado de su carácter, en oposición a lo previamen-
los en venta ctearon el ADN del gran almacén. Los réseaux de te planificado. A su juicio, una red moderna debía ser cohe-
transporte pernritían al público de todo París actrclir a esos nuc- rente y clara, aun cuando Ia red de transporte conectara a la
vos establecin-licntos en el centro de la ciudacl, ctlyos grandes gente con una ciudad enorme, compleja y a menudo descon-
escaparates atraían a mucha Elente que se cletenía a contemplar- certante.
los. Esta escenografia comercial no exponía etr su interior cin- Este contraste erltre gran almacén y galería comercial define
cuenta ejernplares de una olla en venta, sino solo urlo o dos, tal el legado más importante de Haussmann.
vez combinanr-lo tan prosaico obfeto con una preciosa bandeja
de porcelana china, una tetera de las colonias británicas o un Lugar espacio. En términos generales, los seres humanos
I
gigantesco queso parmesano de ltalia. La idea era atraer me- se mueven en un espacio y habitan un lugar. La ciudad de
diante ia intriga y la sorpresa, dotando a la olia de un atractivo [Iaussmann favorecía el espacio por encima del lugar; las re-
que le venía por asociación con ottos obietos inesperados que la des de transporte conectaban la población a través del espacio,
elevaban por encima del reino de la pura utilidad. Era la mezcla pero reducían su experiencia de lugar. Lo que marcaba la dife-
de asociaciones que Marx llamaba "fe'tichismo de la mercan- rencia entre espacio y lugar era [a velocidad a la que la gente
si¿r; los escaparates de un almacén hacían las veces de fuente podía recorrer la ciudad. La fisiología humana es la base de la
tangible del fétichismo de la mercancía. El teatro de Ias cosas diferencia entre uno y otro. Cuanto más rápidamente nos mo-
,r'emos, menos conscientes somos de las particularidades del
debilitaba la serena estimación dc su valor.
El gran almacén contrast¿rba en esta exhibición teatral con la medio; si, conduciendo a 60 kilómetros pá. hora, nos distrae-
galería comercial. F<>nralmente, una galería es utr ¡rasaje con te- firos e causa de lo llamativo de una tienda o el atractivo de un

50 5r
viandante, nos estrellamos. El aumento de la velocidad proyec- dad no funcionaba. [Jn cambio físico en el medio provocó una
ta el cuerpo hacia delante: obliga a fijar la mirada en el frente y respuesta visceral y la sensación de bloqueo pasó de la ansiedad
elimina la visión periferica a fin de percibir únicamente lo que a la cólera. De la misma manera que el deseo de no sufrir con-
obstaculiza ese movimiento. Cuando uno camina. recoge mu- tacto ffsico en público, el de moverse libremente -y no quedar-
cha más información visual liminar que cuanclo se desplaza en se atascado en el tráfico- es una sensación que damos por su-
un automóvil o un autobús. Se estima que el cerebro procesa puesta como natural, pero que en realidad es una construcción
entre el cincuenta y el cincuenta y cinco por ciento más de in- histórica de nuestra sensibilidad. Nos volvemos sumamenre an-
formación visual lateral a pie que elr un coche. l2 siosos, mientras que nuestros antecesores premodernos eran
El movimiento como tal no es un problema. Cuando pasea- más relajados porque daban por supuesta la lentitud del movi-
mos, la mayoría de nosotrcls tiene reacciones placenteras simila- miento en una ciudad -como hacían respecto de lo que hoy
res a las de Edgar Degas, quien escribió a su amigo Henri llamaríamos ucomida lentar- sin la sensación de que la ciudad
Rouart: nNo se está mal en la cir-rdad. [...] Puedes detenerte a use había detenidor.

observar cualquier cosa, peqtteñas y grancles ernbarcaciones, El hincapié que Flaussmann hacía en la posibilidad de mo-
gente que se mueve incesantemente en el agua y también en tie- verse libre y f,ácilmente por una red de bulevares hizo de la mo-
rra. El movimiento de las cosas y de las personas clistrae e inclu- vilidad el núcleo mismo de la definición de una ubueua ciu-
so consuela..., Son los placeres delflaneur; moverse de aquí para dad,. La importancia de la libre circulación se convirtió en la
allá proporciona e[ tipo de infbrmación en pritnera persona que iclea rectora de los planificadores de grandes ciudades del si-
descubrió lvlanchester a Engels. [.os parisinos empezaron a ex- glo XX, como Robert Moses, el constructor de la red de auto-
perimentar el problema cle Ia velocidad a bordo de tranvías tira- pistas de Nueva York, para quien era evidente que la movilidad
dos por caballos, que se movían más rápido que los carruajes in- debía ser la preocupación más relevante de la planificación ur-
dividuales, o de los férrocarriles de vapor que prestaban seryicio bana. De la misma manera, debido al brusco crecimiento urba-
en los sul,xrrbios. n¿l)ónde ldel bulevar llamado de Scbastopol] no de nuestros días, como en el caso de Pekín, los planificadores
estamos?», observaba tura guía de la ciucl:rcl en la década de los influidos por Haussmann invierten grandes sumas de dinero en
ochenta; «se va tan ráprido que todo parece igual., Es el inicio autopistas. La experiencia de la velocidad en las calles define
del problema del tráfico motorizado <le tiempos posteriores, clue una determinada visión de la modernidad: rapidez equivale a
disuelve la conciencia del medio porque los lugares pierden su libertad, mientras que lentitud equivale a falta de libertad" La
carácter cuando se atraviesa el espacio a gran velocidad.l:1 fonnulación «moverse a donde se quiera, cuando se quiera y lo
También parece ser que los parisinos se viernn aféctados más rápido posible,, debilita Ia sensación de habitar un lugar,
por una nueva ansiedad, la dc no desplazarse tan rápido c«rmo de conocerlo con todo el cuerpo, para estar en él solo de paso.
deseaban. Durante las décacias de lB70 y 1880 aparecieron in- En este s€ntido, el Iegado de Haussmann es perverso, porque la
formes de disputas generalizadas entre conductores. En los uille en red ha debilitado la cité.
tiempos en que la lentitud del movirniento urbano era Ia nor-
ma, los atascos producían mucha menos tensión, pues en las re- Tejido.Ildefons Cerdá, pese a provenir de un ambiente téc-
torcidas calles de las ciudades antiguas los embotellamientos se nico, fue un urbanista más orientado a la gente. En aquella
aceptaban senciliamente como cosas de Ia vida. Ahora, Ios atas- época, Barcelona albergaba una emprendedora clase profesional
cos de tráficos eran la señal de que algo fallaba, cie que la ciu- que se inspiraba en las ideas de progreso racional de la Ilustra-

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ción, en oposición a la oscura España de los Habsburgo, allen- que las distintas alturas del skyline senrejan el espesor y los colo-
de las fronteras de Cataluña. Al igual que otras ciudades-puerro res de las hebras. «Textura, se usa a veces de modo intercam-
que bordeaban el Mediterráneo, era una nrezcla cosmopolita de biable con grano, pero más en particular se refiere a la mez-cla
etnias y religiones. Cerdá fusionó estos elemenros en una espe- de usos y a la relación entre actividades fbrmales e informales de
cie de socialismo cooperativo que floreciíl en cierras zonas de un plan. uNudos, es un término de mi invención para designar
Europa Occidental a mediados ciel siglo XIX y que, a la manera los Iugares de un plan. En tejeduría, un nudo puede atar las he-
del antiguo modelo aristotélico, tendía más a integrar en la ciu- bras de una trama, pero pequeños bultos o grandes nudos pue-
dad grupos diversos que a provocar el ripo de conflicro de c[a- den perturbar la suavidad de la superficie y crear un énfasis tác-
ses que había fr¿rcasado en I848. til. Del mismo modo, en una ciudad cualquier cosa puede dar
La Barcelona que Cerdá conoció en su iuventud era una lugar a un nudo, desde un mínimo parque hasta una estatua o
ciudad tan insalubre como París durante los años de la peste dc una fuente ubicadas en un lugar destacado; cualquier cosa que
la década de 1830. Antes de lo.s:rños cincuenra, el a.islamienro tenga un carácter disrintivo.
de los enfermos en cuarentena había f-racasado en las grandes El tejido urbano se prescnta en trcs tipos. El primero es la
ciudades; a mediados del siglo era er.idente que la pesre solo organización ortogonal, cuadrícula o clamero, como la que dio
podía combatirse Fomentando la higicnc en toda la población. forma a las antigrras ciudades romanas. Cuando los romanos
Así las cosas, corno ohserva Joan Rusqrrcts, urba¡ista de llarce- lundaban una ciudad nueva, establecían en su centro el princi-
lona de nrrestros días, uesta idea de ciudad higiernica, funcional, pal cruce de calles en ángulo recto (el tlecuntanus y el cardo),
produciría, según Cerdi, condiciones de igualdad enrre todos donde instalaban las instituciones más importantes cle Ia nueva
los residentes que la utilizaran». Esta proprresta, par¿r nosotros ciudac{; luego sr.rbdividían cada cuadrante de la ciudad de la
evidente, no figr-rr':rba en el clcsarrollo selectivo cle la París dc misma manera creando miís centros locales mediante cruces de
Haussmann, ni ingenieros como Bazalgette, en l,or-rclres, pen- las calles principales y luego, otra vez, vecindarios más peque-
saban en la higiene como instrumento para c«.rmLratir la desi- ños con cruces en ángulos rectos. Así sc proyectaron, sin excep-
l'í
suralclad. cii¡n, las nuevas ciudacles romanas, de Lonclres a Jerusalén.
En cuanro urbanisra, Cerd) cs hoy recordado comc¡ diseír¿r- Fuera de Occidente, los mayas y luego los aztecas ernplearon el
dor del tejido cerdiano, y para ev¿rluar strs logros es preciso de- mismo diseño. La cuadrícula ortogonal habría tenido senrido
cir unas palabras en general sobre el ,,tciido, urbano, esro €s, para cualquier cultura que supiera tejer. l5
los planes que apurlran a teier la ciudacl en un roclo. Para com- En el segundo tipo de tcjido, la unión de los patios crea una
prender sus planes, uecesitamos desarrollar esta alusión. ciudad celular. También esta fbrma de ciudad es conocida en
Tejido, textura, grano, nudo: estas cuatro palabras, todas todo el mundo y al parecer desde los comienzos de la era ur-
derivadas de la artes¿rnía textil, describen el carácter de los p[a- bana. Básicanrente, los edificios se construyen intramuros, y los
nes, tanto a gran escala como en pllntos y lugares particulares focos de desarrollo son los patios interiores, no el espacio exter-
dei mismo. Por utejido, de un¿r ciudad se entiencle su urdirnbre no de las calles. El tejido celular tiende a preserltar muchas va-
y su trama, es decir, la forrna básica qtle se crea relacionand<r riantes a medida que se va fbrmando; las células del distrito de
entre sí eclificios, calles y espacios abiertos. Corno «grano» pue- Nanluoguxiang, en Pekín, o el casco antiguo árabe de Saná,
de concebirse la cornplejidad del modelo, el ancho de lirs calles, componen un moteado tapiz de patios de distintos tamaños y
la relación de los espacios interiores con los exreriores, mientras fbrmas dentro de las murallas. La mayoría de los patios albergan

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lrrruilias, pc«r tarr.rbién pueden contener lugares mels públicos Cad¿r uno de estos te.iiclos urbanos define un espacio parti-
-zocos y bazares, iglesias, rnezquitas y sinagogas- que, ¿uites que cular de poder, o de resistencia al poder. l.a cuadrícula divisible
cstar en abierta exposición, existen como domittios reselados. escenif-icaba la dominación romana, pues el poder político se
El tercer tipo de tejido es por agrcrgación. Así era el plan transmitía desde el centro y se autorreproducía en cada espacio
de Cerdá para Barcelona. Incluía un sistema de rnanzar-r¿rs de subdividido. La configuración celular sirvió a menudo a los ha-
igual medida que se repetían una tras otra, alrnque sin el eje bitantes desprovistos de poder como espacio secreto, difícil de
orientador de la fbrma ortogonal romana. Cerdá irnaginó que penetrar para las autoridades, como en el caso de los cristianos
sus manzar)as se cxtenderían pclr B:rrcelona envolvicndo la en la antigua .|erusalén o en el de los residentes de Shanghái a
ciudacl antigua y abriéndola por lc,s bordes. Su idea dc asregar comienzos del reinado de Mao. En la era rnoderna, la cuadrícu-
una manzana tras otra ernpezó a llcvarse a la práctica cn [a dé- la por agregación ha scrvido como instrunlento de poder capi-
cada de 1860 en el nuevo barrio del Eixaniple, que se exten- talista. Lewis Mumforcl afirmaba que planes como el qrie se
día por la costa del Mediterráneo. Más que una nron(¡tona re- proyectó para Nueva York en 1811, que proponía manzanas
petición, el conjtrnro clel plan que Cerd') rrazó p:rra Barcelona regulares e interminables por encima de Creenwich Village,
en 1859 contenía puntos fbcales en form¿r de espacios verdes «trataban la parcela individual y la manzana, la calle y la aveni-
distribuidos en toda la ciudad y no concentrados en un solc'¡ da, corno unid¡rdes abstractas para comprar y vender, sin respe-
lugar, como perlas diseminadas en rrn tejido por lo demás to por los usos históricos, las condiciones topográficas ni las ne-
igual.16 cesidades socialesr. I 7

En la actualidad, el rápido crecimicnto de la población ur- Dos de estas fortnas son acogedc)ras prrra la vida social cn la
bana favorece la creación de los tejido.s por agregación en citr- úté. Una de ellas, naturalmente, es el entr¿rmado de patios, por
dades desbordadas por: la inmigración masiva, conro la (liudad la cantidacl de actividades quc tienen lrrgar en r.rn espacio abier-
de México, porque pueden proporcional vivienclas rá¡ridamcn- to y compartido. l.a cuadrícula romana rambién estimulaba la
te. Una configuración celular se Forrna más leutarnenre y una vida social concentrando las activiclades en las intersecciones de
ortogonal al estilo romano exige un coutrol de la planificaciótr las calles. Lil problema esr¿í en la cuadrícr.rla por agregación.
inexistente en rnuchos barrios y otros asentamientos informa- ;Cómo hacerla sociable? ¿Cómo, en términos textiles, crear nu-
les. En términos de forma urbrrna, el rascacielos es una currdrí- tlos en ella?
cula vertical por agregación en la que cada pl,rnta re¡rite lir es- Este es el problema que Cerdá trató de resolver en Barcelo-
rructura de la inferior. Hoy, de dieciocho a veintitrés plantas es na. Su progranra enrpezó a desarrollarse en 1860, tras el fracaso
la norma para los edificios habitacionales en las cir-rdades chinas .lc una piopuesta del arquitecto Antoni Rovira i Trias, segírn Ia
construidas desde cero, mientras c¡ue la norm¿1 con'rercial parzr cual Barcelona se habría ampliado lentirmente, en olas de círcu-
la construcción, tanro e¡r el Norte como en el Sur Gl<lbal, es de los concéntricos que irradiaban a partir de su centro medieval.
cuarenta a sesenta plantas, aunque dentro cle pr-ico set'rí econó- l'.1 programa de Cerdi, alrnqlre inicialmente constaba solo de
micamente más eficiente construir ediflcios arin más altos. Fln t¡cinta y dos m:rnzanas, fue mr.Lcho más allá, pues el planifica-
la envoltura de una cuadrícula verticai, en Ia medida en clue las .lor buscabir incorporar las grandes extensiones de terreno bal-
vigas de apoyo son cada vez rnenos, le colun¡na de servicio, esto ,lío existente firera de l<¡s límites legales de la ciudad. uEspera-
es, los baños y los asccusores, se conviertcn en el nóciulo dc l'rr", ob.ewan los urbanistas Eric Firlev y Caroline 5¡¿fi1, «quc
cada planta. citrl oférta teóricanrente ilimitada c-le strelo mantendría su pre-

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cio a bajo nivel, lo que le permitiría ofrecer vivienda al alcance gresos en remas de higiene que se exhibieron en la Gran Expo-
de los pobres.,l8 sición en el Palacio de Clristal de Londres en I B 51 , en parricular
Cerd} imaginaba Ia vivienda mixta de acuerdo con lo que los eficienres inodorcls ideados por el ingeniero-inventor Geor-
terminaría denominándose umodelo holandés», ert el que los ge Jennings. Además rrar«i de aplicar algunos <le esos principios
apartamentos construidos para diferentcs clases sociales coexis- cle gestión de los residuos a sistemas de alcanrarillado.l')
ten en el mismo edificio sin distinciones visibles: si uno llama En lo que respema al problema social de Ia cuadrícula por
al timbre del apartamento 4-C, no tiene idea de la riqtreza de la agregación, la solt¡ción vino más del desar.rollo que de [a inten-
gente qLle vive allí; no l'rabría «Puertas para pobres" colllo las tí- cich. Inicialmenrc lc¡s inrervalos estaban clesrinados a ser espacios
picas de los actuales program:ts de vivienda mixta en Nueva de sociabiiida<l, micntras que las calles servirían a los vehículos.
York, según los cuales los ricos entran por delante y los residcn- Par:a facilitar el giro de los vehículos, Cerdi realizí un pequeño
tes más pobres por un lado o por atrás. En su época, lo que corte en diaqonal r:n lrrs escluina.s de las manzanas, de modo que
Cerdá se proponía con su plan habitacional preseutaba un mar- estas se achaflanaron ficilitanclo y suavizando el giro. De la mis-
cado contraste con el de Haussmann, según el cual sc saLlía que lna rnArrcr¿l clue un carpintero redonclea la pata de una mesa
cuanto más se subiera, más pobres serían los moradores. para suavizar str trorde, Cerdi reclondeó su cuadrícula para
¿Cónro tradujo Cerdá estas intenciones en la planificación
adaptarla rr los carruajcs veloces. Esre recorre del borde puede
de la uille? Cada nranzana de esta cuadrícula constabir origina- pareccr trivirrl; sin eml'l:rrgo, dernostr<i tener enorrnes consecuen-
riamente de dos grandes edificios etr forma de caja de zapatos' ci¿rs sociales, ya que fue exacramentc allí donde se instaló la cité

uno frente al otro, con un gran espacio ahierto entre ellos, ir.r- que surgió en la uille de Cerdá.
tervalos que debían ocrlpar al menos el cincttcnta por ciento del Fll canr[rio empezó cuanclo, rr finales de la década de 1860,
suelo, a fin de permitir una iltlminación abundante v la circula- se unicr«¡n lr.rs cxtrr:rnos cle cada manzana. l)e esta m¿lnera, una
ción del aire. A medida que el plan se desarrolló, las clos ctjas masa continua de edificios cubría los cuarro lados de la manza-
de zapatos se conectaron por los extremos Para crear trn edifici<-r na y cerlaba cl intervalo. La fr.rnción del chaflán cambió en
de cuatro lados con un amplísimo Patio interior, la ut'nanzana concord:rncia con esre cierrc, pues lir est¡uinir achaflanada de l:r
perimetral, de la jerga urbanística. lJIlrl rnanzana pcrimetral manzalla perimetral se convirtió entonces en un espacio mara-
igual por sus clratro lados es distinta de urt patio palaciego con villosarnente acoseclor en el que la gente podía reunirse. Más
un edificio principal con alas y una mur¿rlla en el frente. La que alejar ¿r los vehícrrlos, el espacio octogonal invitó a la gente
transfbrm¿rción del inrervalo cn perímetro Ie fue impuesta a a rransitrrr, aparcar, beber, pasar el riernpo cn aquellas esquinas,
Cerdá. 'fanto espacio abierto para los pobres en su plan origi- lo que erÍ lJarcelona es evidente aún hoy.
nal se consideró un lujo imposible, como en La llarcelr¡neta, Así, un espacio se convirtió en Lrn lugar. Entre un cafe de
suburbio de trabajadores de las afueras dc Barcelona en el quc, buk:var de estilo haussmaniano y un café sicuado en el octógo-
en 1900, casi todas las parcelas de suelt, estaban ediflcadas. I-a no clel dirmero cerdiano solo había un¿r diferencia de escala;
generosa previsión original de Clerde en materia de espacio sos- aquel era mucho más grande y su clientela, rrrenos local. La di-
tenía, por el contrario, el derecho de los trabajadores a aire, luz Grencia en la velocidad era tan importanre como la que había
y espacio. crr la escal¿r, pues a r-nedida que las esquinas se atestaban de
Cerdá prestó especial atencitin a la inlraesttuctlrril subterrá- gcnte, se cc¡nvertían elr lrrgares en los que ralentizar el movi-
nea del agua bajo Ias calles de la cuadrícula, acorde con los pro- rniento er.r lugar de espacios donde acelerarlo. Pero ic-r más im-

5tt 59

I
portante es que estos espacios de sociabilidad no eran espacios almacenaje, cle modo que, reducido, el espacio admite menos
de espectáculo en ei sentido dc Haussmann. M¿is que Puntos aire; y en un espacio así, la oscuridad y la humedad rambién
de encuentro para extr¿1iros que llegaban de toda la ciudad, son peligrosas. Un medio uniforme enferma con facilidad, r

eran escenarios vecitrales. como ha ocurrido en las urbaniz-aciones perimetrales desde


Moscú hasta Viena o Londres.2o
Monocultiuo. El legado de Cerdá es, en mttchos aspectos, La tragedia del visionario trabajo de Cerdá fue que no
admirable, pues intentó consrrttir una ciudad para todos, con previó nada de esto; su proyecro se proponía igualar la cité
la cuadrícula como espacio cle igualdad y sociabiliclad. Pero la igualando la uille. El remedio parece claro. La alternativa al
idea que Cerd) tenía de la uille también entrañaba un peliero, monocultivo en el medio construido es una combinación de
el de la cuadrícula por agregación como monocultivo. Éil peli- distintos tipos de edificios, de personas y de actividades, lo
gro es evidente en la agricultura, donde los nlonocultivos ltgo- que puede parecer visual y socialmente un caos, pero a largo pla-
tan el suelo y son más vulncrables a enfbrmedades itlc«rntrola- z<¡ demostrará ser más resistente que un medio monocolor. La

bles, mientr¿rs que los campos con biocliversitlacl son más sanos reflexión sobre los sistemas abiertos aconseja precisamente este
y resistentes. La lósica de la biodiversidad tanrbiér'r sc aplica a tipo de combinación, pues de esa manera el todo resulta ma-
los medios urbanos. Los planes constituiclos Por agregaciir¡1, yor que la suma de las partes. En orras palabras, el tejido no
destinados a repetirse cada vcz a mayor escala, están particular- se desgarra tan fácilmente. Entonces, ¿cómo construir este te-
mente expuestos a cnfcrmeclades de tipo social y ecotrómictl, jido urbano más fuerte? El tercer gigante de la prirnera gene-
porque una vez que ulta mitttzana comienz¿r a degradarse, n<r ración de trrbanistas pensaba que la naturaleza sugerí:r una res-
hay razón para que otras manzarttts, exactalne tlte igualcs a esa, puesta.
no sucurnban al mismo problema.
La vulncrabilidad de la idea de Ccrdl se Pone <¡stcnsible- Paisaje. Cuando Alexis de Tocqueville fue por primera vez
mente de manifiesto en la propiedad comercial. En efecttl, un a Estados Unidos, en l83 1,la manera habitual de viajar a Nue-
conjunto de edificios unifbrmes, como el Oanirry \7harf de va York, para un exrranjero, era llegar por barco al puerto des-
Londres, no puede resistir los ciclos cle auge y dcpresión' pucs- de el sur, ruta que le ofrecía la visión repentina de una multi-
to qu€ las desvalorizaciones que afectan a ulr eclificio afcctan ttrd de rnástiles a lo largo de abarrotados mue[les que
mmbién il otras cstructuras senreiatttes. Ct>mo ha scñalado la es- albergaban oficinas, hogares, iglesias y escuelas. Esta escena del
pecialista en vivienda Anne Porver, el ntonocultivo tiene conse- Nuevo Mundo parecía ser una familiar escena europea de prós-
cuencias sociales, como puede comprobarse en las urbanizacio- pero caos-mercanril, como el de Amberes o de aguas abajo de
-fámesis.
nes británicas de vivienda social. [,os problemas que comienzan Londres, sobre el En cambio, Tocqueville se aproxi-
en un edificio -un vecitro alborotador o el co¡lsumo infantil de mó a Nueva York desde el norrc, por la costa. Su primera vi-
drogas- se expanden rápidamente, «como la pestc,, Porque no sión de Manhattan, el l1 de mayo, fue la de su bucólico paisaje
hay raz.6n para que cualquier otro sector de la urbanización sc'a de aguas arriba, zona agrícola que en l83l aun no estaba desa-
distinto, ni social, ni físicamente. Una enférmedad característi- rrollada y mostraba unas pocas aldeas desperdigadas. En un
ca de las manzanas perimetrales construidas para gente de esca- primer momenro, lo que le impresionó de la vista de la ciudad
sos recursos en el modelo de Cerdá es que los patios pueden fue la repentina irrupción de una metrópolis en medio de un
obstruirse por el amontonamiento de objctos o cobertizos de paisaje natural intacto. Experimentó el entusiasmo de un euro-

60 6t
peo recién llegado que imaginaba poder establecerse en ese pai- leza en la ciudad.Lo mismo que Haussmann, y a diferencia de
saje puro, en esta América fresca y sencilla, en oposición a la Cerdá, carecía de habilidad profesional. Vástago de una familia
Europa marchita y compleja. acomodada de Nueva Inglaterra, se interesó de forma superfi-
Cuando hubo pasado este ¿rtaqrre de entusiasmo juvenil, cial por los estudios de agricultrrra y de lirerarura y en la edad
Nueva York empezó a pertrrrbarlo. Nadie parecía preocuparse a<lulta terminó por dedicarse al periodismo. Un punro de in-
por el medio natural en sí mismo, y con esa nrisma indiferencia flexión en su vida tuvo lugar cuando, en su juventud, via.ió a
se trataba a los edificios de la ciudad, pues la gente salía a toda l-iverpool y escribió un libro sobre lo que había visto. Su des-
prisa de oficinas, restaurantes y tiendas sin rneditar demasiado cripción de Liverpool recuerda Ia crítica que Engels había reali-
en cómo estaban construidos o sin siquiera tomar nota de ello. zado de Manchester, si bien el joven Olmsted solo tenía la con-
En todo su viaje por F)stados Unidos,'Iocqueville quedó impre- vicción de que algo había que hacer, pero no sabía qué.
sionado por la inconsistencia del asentamiento norteamericano, Liverpool había sido una de las sedes del tráfico de esclavos
pues nada se hacía para que dur¿rra, nada era permanente. Eso británico. Aunque esta injusticia había desaparecido cuando
se debía a que el uhombre nuevo» americano .se sentía demasia- Olmsted realizó su visita, la historia de la ciudaci le hizo cons-
do impulsado a la colonización; uno dejar de moverse, era la ciente de la esclavitud racial en su país. Después de esta visita,
mentalidad de frontera. pero antes de la Guerra Civil, hizo una gira por los estados es-
Aunque era una de Ias ciudades más :rntiguas de Estados clavistas de Estados Unidos, fruto de Ia cual fue una interpreta-
Unidos, los planificadores de Nueva York la trataron efectiva- ción aún hoy fascinante de lo que allí vio. A su criterio, la es-
mente como si también ella fuera una ciuclad de fiontera. En clavitud racial en el Sur había produciclo la terrible ironía de
1811 impusieron en una sola opc'ración una cuadrícula por que mientras que el látigo del amo provocaba en los esclavos
agregación en Ivfanhattan *desde Clanirl Street, el borde de una €stoic¿r resistencia y fbrmas ocultas de apoyo mutuo, tenía
denso asentamiento, hasta la callc 155* y luego, en l868, pro- efectos debilitantes y degradantes en los blancos que se dedica-
pusieron una segunda fase c¡ue extendería la cuadrícula desde ban más a aLotar que a trabajar"
su puerto vielo hasta el final de la isla y el esre de Brooklyn. Los Esta conciencia de la raza indujo a Olmsted a concebir los
colonos de [a frontera, fuera por miedo o por prejuicio, no tra- parques como lugares clonde las razas pudieran mezclarse, más
taban a los indi«.¡s colrro sus prójirnos, sino t:omo animales clel allá de la plantación, en una ciudad. No está claro por qué
paisaje; en la frontera no había nacla civilizadt>, era un vacío que Olmsted pensaba que podía diseñar parques, considerándose
era preciso Ilc,nar. Los planificadores no pudieron adaptarse me- de repente uri ujardinero paisajista,, o, como diríamos hoy, ur.r
jor al paisaje preexistente en Nueva York que al de fllinois, aun uarquitecto paisajista,. Esro era pr_rra imaginación al estilo de
cuando, en la práctica, ciertas disposiciones más flexibles que Pico della Mirandola. En calidad de creador de par<¡ues urba-
simples calles en una cuadrícula habrían aprovechado mejor una nos, Olmsted iba tras las huellas multicentenarias de arquitcc-
colina o el caprichoso nivei freático cle Manhattan. Inexorable- tos-jardineros de Europa. Como consrrucciones físicas, los
mente, el desarrollo en cuadrícula impidió que granja ni aldea parques de Olmsted debían mucho a un predecesor norreame-
alguna se interpusiera en su expansión. ricano inmediato, Andrew Jackson Downing, que en la década
El tercer gigante de la generación de la década de I850, el de 181+0 desarrolló cernenrerios en el interior de ciudades
-por
norteamericano Frederick [.aw Olmsted, trató de poner reme- ejemplo, el Mount Auburn Cemetery, en Cambridge, Massa-
dio a esta destructividad afirrnando el valor social de la natura- chusetts- corno lugares de encuentro para los vivos a la vez que

62 63
de descanso para los muertos. Otra era la idea de Olmstecl so- entradas. Las comisiones de planificación querían grandes en-
bre los usos mixtos de un parque. tradas ceremoniales alrededor del parque, que Olmsted rechazó
Olmsted concebía estos parques racialmente mixtos más con el argumento de que las puertas más modestas indicaban
como lugares «gregarios» que como «vecinalesr. l,os primeros «que to<lo el mundo era bien recibido, independienremente de
eran más amplios y reunían a gente de toda la ciudad, en oposi- su jerarquía social o su riqueza,. Este cletalle, insignificante en
ción a estos, más peqtieños, que servían írnicamente a habitan- apariencia, marcó la actitud de Olmsted respecto de las masas ur-
tes locales y tendían a presentar una identidad más unifbrme. banas, en total oposición a la de Haussmann. En París, sólidas
El parque «gregario» también debía ser integraclor cle cristianos puertas enmarcaban los nuevos parques, porque a Haussmann
y judíos o de inmigrantes irlandeses y alcmanes, todos ellos lo obsesionaba el control de las masas. Olmsted rechazó el te-
norteamericanos. En otras palabras, la integración era más pro- mor de que un parque enorme sería inevitablemente inseguro
bable en un espacio impersonal de extraños que en un espacitr por la noche; en consecuencia, Central Park estaría abierto a
más íntimo de vecinos. E,n esto Olmsted definió una ética so- todas horas y su acceso no presentaría ninguna dificultad.
cial para la ciudad. Era preferible vincular etrtre sí a gentes dis- Cuando el parque estuvo concluido, en 1872, aparecieron mu-
tintas en espacios públicos impersonales que en pequeñrls co- chos espacios caractcrísticos qtre no figuraban en los planes ori-
munidades. Tan problernático demostró ser este ideal de ginales, colno, por ejemplo, espacios en los rincones del nor-
integración en el espacio p(rblico, clue necesitamos comprender deste y del sudoeste, qrre se podían utilizar de modo informal.
en detalle có¡no intentó Olmstcd llevarlo a la práctica en el di- Con el tiempo, la prograrnación de otros espacios fue cada vez
seño de Central I'ark.2l más flexible.2r'24
La construcción de Central [)ark comenzó en l85B y, en su Este parque se ha vr,relto tan familiar, hasta tal punto su pai-
forma «rriginal, acabó aproximaclarnetrte en 1tl7-1. ]ls l¿r obra saje natural parece haber estaclo siempre allí, que ni los neoyor-
con.iunta de Olmsted y sut s«rcio Calvert Vaux' Olmsted, el afi- quinos nativos ni los visirrrntcs tienen ya rringuna sensación de
cionado, realizó el proyecto general y nlanttlvo las reiaciones lo artificial que es. Cuatro nril hombres trabajaron durante su
con la política y el pírblico, mier¡tras que Vaux' arquitecto ex- construcción para trar)sportar 3,8 millones de metros cúbicos
perimentado, se encargó de la infraestructura subterránea de de material con el fin de construir las colinas y los campos
drenaje y, en la superficie, de los puentes 1z l6¡t ediflcios del par- abiertos qtre hcly nos parecc <¡r-re sicrnpre han estado allí. Sus
que. Central Park es una extensión de tierra de 34 t hectáreas atractivos son todos artif-iciales, como el quiosco de múrsica si-
de suelo originarianlente arcillos<t y afloramientos rocosos' si- tuado en medio de un bos<¡ue plantado o el campo deportivo
tuado al norte de la Ntreva York urbanizada. En a«¡uella época, donde s<¡lía haber matorraics. J'al vcz uno inragina qr¡e un pan-
el térrnino ncentral, del nombre del parque era Plrra fantasía, tano ha sido arnpliado y convertido en lago o en otro artefacto
pues se hallaba lejos de la ciudad. l)esde comienzos dcl si- acuático. Pues no. Los pantanos tienen que drenarse para ser
glo XIX, negros libres e irlandeses habían cultiv¿rdo la tierra y remodeladcrs; el gigantesco estanque del extremo norte del par-
creado pequeíras aldeas con iglesias y cementerios' El proyecto que fue alimentado externarnente.
de Olmsted destruyó esta vida rural integrada existentc en A mi juicio, los artificios más milagrosos son los puentes de
nombre de una imaginaria vicla urbana integrada'z2 Vaux. Están cavados en la tierra, de modo que, a nivel del sue-
Olmstcd cmpezó su invitación «gregaria» en los bordes del lo, el intenso tráfico que gracias a ellos cruza el parque de este a
parque. El parque está rodeado por cercas baias y tiene muchas oeste resulta invisible. I-a idea de Vaux sobre transporte es to-

64 65
talmente distinta de la de llaussmann: este colocó el tráfico ve- destinados exclusiv¿rmente al paseo y expectativas nunca fius-
loz en la superficie, mientras que Vaux Io hundió ba.io tierra y tradas. A este respecro, en el París del siglo XVIII no parecía ha-
convirtió los puentes en pasajes peatonales. I.o rnaravilloso de ber nada más atrayenre que la gran Place de l,ouis XV (place de
los puentes en sí mismos es la lúdica variedad de formas que la Concorde). Aunque ubicada exacramenre en el cenrro de pa-
adoptan sus bocas. Cuando uno se acerca al [)enesmouth Arch rís y sal¡ricada de firentes y esraruas, se convirrió en una jungla
tiene la impresión de caer absorbido en el Infierno, mientras urbana en la que la gente se paseaba erráticamente (sin miiar
que el Gothic Bridse invita a los niños a trepar a él y bajar ga- nada, lo mismo que liov). La Place cle I-ouis XV contrastaba
teando por encima del tráfico. con los jar<lines reales que se consrruían fucra de las ciudades,
Pero la concepción de Olmsted resultó scr un plan tan in- como el del Palacio de Versallcs, de [.uis XlV, o el de Sans
fructuoso para acabar con las diferencias sociales como lo fue Souci, dc Federico el (lranc'le, clisciplinados por filas dc árboles
la del Eixample en Barcelona. F.n un plazo dc cllarclrtrl aÁos, e[ que rr.rarchaban con corrección rnilirar haci:r puntos de Fuga: los
perímetro cle Central Park a lo largo de la Quinta Avenida se reyes nrandaban sobre la naturaleza. E,n la Place dc l,ouis XV se
llenó de mansiones individuales de ricos, al ticrnpo <¡ue el oeste había dejadr) a la nrrturalez.a cn libcrtad. Pcro, cn un conrienz_o,
de Central Park comenz.aba a flanquearse cle bloques de aparta- estos oasis urb¿rnos cstab¿rn clestinados únicrrnlentc a una élite.
mentos de clase media alta. A medicla quc los privilegiaclos ro- En cambi<1, C.lentral Park, es lo que cspcraba su creador, invita-
deaban el parque, la gente de su interior se mezclaba cada vez- ba a las mrlses.
menos; la.s clases medias bajas y los pobres no acudíirn con re- Al igual qr-re [,.nsels, ()lrnstecl srbía clui: para lur inmcns¿r
gularidad para pasarlo bien, como C)lmsted había deseado, sino mayorízr cle la gcnrc, las conclicioncs dc vida cran cluras. El par-
raramente, en ocasiones especiales. Por dentro, el parqrre conren- qtre clc ()lmstcd esr¿rl>¿r dcsti,acftr a alivirrr lrr prersiirn de l¿r ciu-
zó su decadencia material. [,os uhucsos, de la infraestructura de dacl, per«r su err()r fire 1>ensar quc cn csc cspacio de
¡rlacer er:r
Vaux parecían mantenerse sólidos, pcro los carnpos deportivos posible eltrdir, , al r.c,os disnrinuir, las rerrsi.nes raciales cle
y los lagos se deterioraron por falta de cuidaclo. En la clécada dc una ciudad. Allí la scnre sc nrczclaría clc un nrodo socialrlc cn
1960 se requirieron cuantiosas inversiones para rcscatar Central b'-rsca de placcr, rnicntrrrs c¡rrc los lugarcs fr-rncion¿rles, c<lmo las
Park del crimen y la decadencia.25 flibricas, cl i'clus. Ias callcs c.r,ercialcs, no cstimulan los im-
Sin embargo, subsiste aírn la provocariva propuesta de que pulsos "gregurios,. I'll artiflcio alrim:r la sociabilidad, rnienrras
Ia integración social puede diseñarse fisicamente, contra [a que la rcalidad la softrca. No se rrata de un ideal et('reo; en l:r
creencia de Rudofsky de que la uille acompañaba pasivamente a actualidad hay más c()ntacto racial cn los cartrpos dep<trtivos o
la cité. A mi criterio, lo que da mtisculc¡ a esta propuesta es pre- entre quicncs van cle pícnic a (lenrral Park que en k¡s medios
cisamente la índole artificial del lugar. de transporte urbano o en los espacicls cle trabajo. Con sus dise-
ños, Oln-rsted espcraba lograr la sociabilidad clel placer a través
Artificio. I-os autores pastorilcs, a partir cje Virgilio, han de un tipo pirrticular cle ilrrsi<i¡r.2('
evocado la paz que el mundo natural podía proporcionar a las Olmsred concebía el parque conlo un teatro, lo que no era
personas hastiadas de la lucha por el poder o las cargas de la nada nuevo por sí rnismo. Como los Vauxhall y Ranelagh Gar-
vida. En cierto sentido, el alivio parece evidente: se apartan las dens de Londres, los jardines trrbanos clel siglo xvlt albergaban
preocupaciones dc [a mente por un nromento y se habita en espectáculos de tíreres, el foso dc los osos y orras diversiones. En
cambio en un mundo de iardines siempre floridos, caminos tiempos de Balzac, los jardines interiores del palais Royal, en

66 67
el centro de París, ofiecían ttn espectáculo de sex«r duratrte las lidad entraña una puesta entre paréntesis de la realidad. Y el
yeinticuatro horas del día. Olmsted era más puritano y pensab:r teatro es precisamente el encargado de hacerlo.
en placeres más inocentes para su parque: cl espectáculo teatral El High Line es una reproducción moderna del trabajo pai-
descansaba en los usos de meclios natur¿rles para crear la viv¿ ilu- sajista que Olmsted y Vaux realizaron en (]entral Park. Los sin
sión del parque como teatro de Ia natur¿rleza. techo de la década de 19(r0 subían a un coniunto de vías ferro-
lJna vez más, Olmsted no era ni t¡.lucho filenos el primer viarias en desuso al oeste de Manhattan para dormir allí; los gais
paisajista que concebía como hermanas la naturaleza y la ilu- lo hacían en busc¿r de sexo aní¡nimo y a toda hora el lugar servía
sión. En el siglo XVIII, la jardincría ind«irnita, de libre llt¡reci- como mercado cle drclgas. u'l'oclo el mund<>, sabía que la High
miento, que se conocía 6e¡1e uitrglesar, parc'cía ser un desc.¡n- Line scría derribacla. Sin enrbareo, unas poc¿rs personas no in-
trol espontáneo de la natura[ez¿. [,] .iarclín sin líntires», en cluidas en utr.lclo el rnundo,, entre ellas Ia arquitecta Eliz-abeth
palabras de Robert Harbison, c.lrecc de uun conrienzo o un fin:rl Diller, pensab:rn <le otra rnancr¿:r.. Ella observ<i qtre de las grietas
obvios [...1, los límites son confusos por doquier». Estos salvajes de las vías brc¡t¿rban plantas inreresanres. Con los paisajistas inno-
jardines ingleses eran en realidad ilusiones inteligentemente cal- vadores James Corner y Piet Oudolf, sc irnaginó esta fórmula:
culadas. El desorden estaba diseñado n-rcdiante la mez-cla de es- vías del Ferroc:rrril + plantas inreresantes = nuevo tipo de paseo
pecies de flores de diferentes zonas dcl mundo, la forzada a¡rro- urbano. Esta propuesta resultó rodo un éxito. Hoy, el High Line
ximación de flores de difércntes períoclos de floración y [a atrae tanto a nunrcrosos nativos que salcn a clrrr una vuelta como
cuidadosa conrposición de fbllaies colltrastantes cotlto telón clc a turistas que sicnren curiosid:rd ¡ror la originaliclad dcl lugar.
fondo de las flores; esas técnicas de ¡rlarrtación cxpresaban el I'Jn ncxo con Olmsred residc en el artificio de la propia
mismo desco dc, crear ull entorno de crccitlieltt() aParcntcmel)tc plantación: en estc diflcilísirno rerrer)o, Pict Ouclolf plantó es-
salvaje y crl pcrmanente y libre proclucciótr, por cl que, sin ettr- pecies que n<l cohubiran cn el rnisrno suc[o. El paisaje combin:r
bargo, también era posible pase¿lr attn cuando se llevara Puesto ruderales, esro es, plantas cle crecirnicnto rápido que tienden a
un arnplio miriñaque..., y aclemás, por puro azar,la naturalez-a rnorir jóvenes, () selr, nrayonncnre malczas, pcro también flores
había provisto también un serpenteantc scndero dc piedras pla- antrales, con competid«rras que tienclen a desplazar a las otras,
nas por donde pasear. pero que cometen suiciclio floral al agorilr los ntrtricntes del
Los paisajistas ingleses no veíau crtrrflictct entre lo natural y suelo, como hacen muchas hierbas, y con plantas tolera.ntes al
lo artificial. Los artiflcios, en re¿rlitlar-1, ¡-»odíarr ser ilusioncs estrés, como la Crambe ruaritim¿, r¡ue necesira protección para
transparcntes; por ejemplo, las oveias pasttrbat.r a lo lejos' pero crecer pero que, una vez establecida, cs crlpaz tle rnedrar en un
por alguna razóu nunca se acerc¿rban lo strflciente colno Para medio pobre en ¡rtrtricntes. El progranra clc plantación en High
ensuciar los sender<¡s cotl sLts excrelltcnt()s. Se las trt:rutetría ¿ Line, grucias a la utilización dc rccinrt¡s er-r li¡rma de bandcja,
rayir gracias alos ha-ha, esto es, cunctlls irlvisil¡les que se practi- mantiene los tres tipos de cr,lltivc'l al nrisrno tiempo, producien-
caban en el suclo. La gente era c<tnscicrtte de ello y se cor.npla- do en el visir¿rnte Ia ilusión de biodivcrsid¿rd unaturalr.2T
cía del artificio. La inspección de un lta-ht era ¡rarte del placcr En Nuev¿r Y<rrk y en orras grandes ciudadcs, los parques y
de un paseo. En cierto rnodo, cl artificio perceptible caracteriza los lugares de juego infántil pueden consrruirse en orros lugares
los puentes de Vaux en Central Park, con sus jucgos de visibili- inverosímiles, siernpre de acuerdo con la vinculaciórr típica de
dad a nivel del suelo e invisibilidad por dcbajo, que derivaba dc Olmsted entre espacio artificial y esp:rcio de sociabilidad. En la
un ba-ha británico antcrior. En resrtmcn, la ética de la sociabi- década de 19U0 Lrstuve implicado en uno de esos provecros, el

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.1.,' rrrr p:u(lu( (()nstluid() sobre una planta de tratamiento de dad modcrna" Dada su creciente dependencia del turismo, la
.r11rr.rsrtsitlrr,rlcs r'¡r cl ocste de Manhattan, en l{arlem, a lo lar- econonria. de placer/consllrno se ha convertido en foco del ur-
1y, .kl rír¡ I lrrrl.son. Pese a todos nuestros esfuerzos, durante va- banismo, pero el resultado no es precisanlente la mezcla socia-
rios :rirr¡s htrbo un firerte olor procedente de las aguas que había bilizada de gentes distintas.
dclrajo. Sin cmbargo, los niños de la comunidad necesitaban Podría parecer absurclo comparxr Central Park con el sa-
-fimcs
run lr.rgar donde jugar y se adaptaron al mal olor hasta <¡ue neamiento de Square en Nueva York. Sin embargo, hay
aprendimos a neutralizarlo. En términos generales, cuando en algo que rel:rciona errtre sí estos lugares: el esfucrzo por crear
urbanismo hablamos de "naturalizaciónr> de una siruación, lo reatralidad. l{ogar <lel teatro neoyorquino drlrante un siglo, Ti-
que en realidad queremos decir es que una construcción arbi- mes Sqtrare albergó -hasta hace dos generaciones- una flore-
traria como esta es finalmente considerada un datcl originario. cientc culttua de la droga cn sus crlles y en sus ¡rortales, a la vez.
nNaturalización, es el proceso por el cual un artificio tcrmina que proporciondr hoteles baratos a la inclustria sextral de la ciu-
por ser aceptado pclr sí mismo corno elemcnto integrante de la dad. L,ra trn lugar de peqtreíro.s robos y hurtos (aunquc nunca
mentalidad dela cité. con grave yi«rlcncial en Nucva York, como <:¡1 orros sitios de
Olmsted no pensal'ra en los términos ecológico.s qu<: hoy Estaclos {-lnidos, el clcli«r con violencia sc du nrás en escenarios
empleamos, según los cr¡ales el obfetivo es lograr lir unión indi- domésticos quc en las celles).
soluble entre naturaleza y c¡bra humana. No hay integración [',1 sancamic:nr<l in-rplicab;¡ Ia dcsrrucción de n-ruchos edifi-
suave entre, por un lado, el mundo planta<lo y el esculpir.lo clel cios dcterior,rdos en urla supcrficic de dieciocl'ro manzanas.
parque y, pol otro lado, las plantaciones de las calle.s, ias cutrier- Aunquc est«r-s cdiflcitls aloiabar.r tralrajad«rre.s sexualcs y prote-
tas del alcantari[ado y las barreras antimareas clc la infraes¡ruc- gían a clroqadicrc¡s, trrnbién contení:rn nruchos pcqueíros talle-
tura de la ciudad. Central Park contiene un inmenso clepósito res a lo largo clc srrs tntrgricnt<ls corrcdores: moclist¿r.s que con-
de agua, pero .su papel ccológico luncionrl ha delnostraclo scr fecci<tnaban ropa para los reutros o cortal¡an patrorles que se
contradictorio debido a que para poder utilizar el agua contami- utilizarían en cl c{istrito dc h vestimcnt'¡, al sur dc Tirncs Squa-
nada hace falta un cornplicado y costoso proceso de deptrración. re. F.[ okrr a cocin:r cn los corrcclorcs dc cstos edificio.s p«rdía
A f-inales del siglo X{X ftre abatrdonado. lil depírsitt> drr una a¡-»a- mezclarsc con la frag:rncia dc la rnadera recién corrada, pucs en
riencia de practicidad, per«r no es esa la flnaliclad del parque. 'I'irncs Squarc rambién había prl>speros t¿rlleres de nruebles.
Antes que considerar a Ohnsted un ccolclgista fracasad<¡, tiet¡e: F.sos tallcrcs urb:uros debíen su r:xistencia al bajo precio de los
más sentido pensar en él como en un sociólogo que clesca u.sar el alqtrilercs. Antes dcl sancatnicnto, cetltena[es der pequeños res-
suelo y las plantas para reunir a la gerrte y como en un clirector taurantes y bares servían a cstos trabajadores. (iriegos e iralia-
teatral del propio mundo plantado. nos llev¿ban estos establecimier-rtos, algtrnc',s de los cuales senle-
iahan el interior dc un Frigoríficr, mientras que otros parecían
El dominio ¿le una ilusión. Las csperanzas de ,.rrnronírr racial polvorientos rerleclos dc plirstico de los del nviejo país,. Segura-
qr-re alentaba Frederick Law Olmsted descensahen en la idea c1e rnente no atracrian a ningúr-r turista, ni entraban en la califica-
llevar a la gente del trabaio a un lugar de esparcimiento; cl p:rr- citin del Neru York 'l-irnes, alulque mucho.s trabajadores cle este
que estaba destinado a dejar en suspenso las hostilidades del periódico acudían a ellos a pasar el rato cuando el Ti.rues se im-
mundo exterior, que experimentaban por igual ricos y pob,res, primía en T'irnes Square.
negros y blancos, expectativa que ha percliclo vigencia er-r la ciu- C--on el )^aneamiento, tras el derribo cle los edificicls abarro-

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tados cual coneieras, surgieron torres de oficinas y bloques de pr-oblemas qtre plantea la ciudad moderna. No obstante, hay
apartamentos, mientras que los talleres desaparecieron. I-os fa- un elemento que no aparece en su.s planes para la uille y qte
bricantes de ropa se iueron a Nueva Jersey, los de botones se tampoco figura en los trabajos de los ingenieros civiles. Me re-
convirtierou en vendedores por correo y algunos de los más an- fiero a una reflexión sobre el material característico del que está
tiguos productores de instrumerttos musicales clecidieron iubi- hecha la cité: sus multitudes. ¿Cómo se relaciona esta densa sus-
larse, mientras que los más jóvenes se rctiraron a almacenes erl tancia hunrana con la torma urbana?
el campo. En la actualidad, Times Square es territorio para tu-
ristas, con los servicios necesarios para el turi.stn«l de masas, i

como la consigna para equipajes, cadctlas de sitios Para comer IV. 1,A ML]LI'II LJI)

u hoteles estandarizados. No hay nada de despreciable en esto,


pero pocos neoyorquinos van a cste centro de Nucva York por A finalcs clel sielo XIX, dos escritores trat¿rron cle dar senti-
'Irafálgar Squarc, en l,ondres, do :l la densiclad. A aurbos les itrteresaba la psicología de las
elección. Lo mismo que Parece
lleno de vida, pero para los resider.rtes cs ttn aguicro ncgro' Los masas, pero de nlaneras completanrcnte opucstas. Uno exploró
turistas y los habitantes de la ciuclad no se nrezclrtn' y Pocos soll Lln tipo cl¿isico cle nrr¡ltitud, la masa rebelde y violcnta que de.ia
los paqrtetes de turistas que se lnezclall cutre sí. Su placer está cn libertad sus pasiones. lil otro investigó la experiencia de
organizaclo y contenido. en Ineclio <lc la r-ntrltitud,
<-rpresiírr.r lr.l clue pr«rducc una reacción

A nadie sc le puede atribtrir la responsabilidad cle lo que cle contcnción v aisl¿nrient«r.


ocurre después de su muerte' Sin embargo, C)lmsted, admira-
ble e incltrso noble en sus aspiracioncs, fuc quie n empezó '¡ dar' Ld tn¡tstt. Gustavc Le Bon fire un n'ronárquico sin comple-
le cicrta importancia a la elintin¿rcitin de seí.rales y lugares de jos quc tret«i de explicar la cxcitación clue corría por las venas
trabajo en sr.r planificación de espacios urbanos de sociabilidad cle las nrasas, c()nro ocurrió durantc la prirnera Revolución
en la ciudad, de manera que la equiparación de sociabilidad y [iranccsa, cu,rndo lrrs n.rucheclumbrcs recclrríirn las calles en bus-
artificio convierta la ciudad misnra en ulla especie de teatro (lo ca dc rnonlir-«¡uicos para atacilrlos. Antes de ].c Bon, para los es-
que, en su traducción comercial en turisn-ro' ptrede tener Lln critorcs re¿rccion:rrios la rnultitucl cr¿ un evidente horror, una
efecto aletargante sobrc e[ centro de la ciudacl)' lnasa cornl)r.resta clc chusnrrr v gentc dc las capas sociales más
baias. Para I-c Ilon la cuestión no era t¿rn sencilla. El pensaba
'I'oda la gran generación de urb¿rnistas intctrtó modelar la que cl1 personas de los r'irc]clres sociales rnás variados podía pro-
uille para movilizar la cité, solo que pt>r cantiltos oPuestos' clucirsc trrr crrmbio ¡rrofirndo cualrill se {undían e¡) una multi-
Haussmann intentó volver accesible la ciudad; Cerdá, hacerla tud, lo que las rrotivaba ¿l c¿Iz-¿tr en nranada, cotno los lobos.
igualitaria, y Olmsted, sociabilizaria. Clacl¿r cual tttvo sus limita- l)ara é1, l¿r clavc cst¿rba cn la mancra en que la masa toma
ciones. Las incisiones que Haussmann practicó erl la red de I)a- [i>rnra, y str intuicitir) crlr (lue, siernprc quc se reúne un número
rís dieron prioridad al espacio frente ¿r.l lugar; el tejido que Cer- elevado de personas, cs posiblc que uincurran juntos en delitos
dá ideó para Barcelona produjo monoculturalidrrd, y Ohnsted que nurlcr¿r cc»rneterí:rt'l cn solitario,,. En parte, esto se debe al
favoreció el placer artif-rcial con el firl de promover la integra- sin-rple lrecho cle quc en la nrLrititud cl individuo se vuelve anó-
ción social, pero esta no sc produio. l)odría Parecer riclículo cri- nimo, deja dc scr identificable conlo persona y la densidad de la
ticarlos por no haber resuelto desde el comienzo los trcmen.los masa [e ascgr.rra que r1o se l.: podrá haccr res¡ronsable. Psicológi-

72 73
rl

camente, cuando un grupo aumenta de tamaño, surge la exci- La sensdcióru de opresión en medio de la multitud. F-n 1903,
tante sensación de pertenencia a un «nosotrosr, de liberación, de ocho aíros después de que se publicara el libro deLcBon Psico-
tener derecho a hacer cualquier cosa. Dice Le Bon que cuando hgía de las masas, Georg Simmel escribió un ensayo corto, Die
se descubre una nueva energía colnpartida, la ugrandiosidad, Grofstridte urud das Geistesleben, para acompañar una exposición
sustituye al razonamiento más sobrio. uVamos a por el rey; nada en Dresde. El ensayo suele traducirse en inglés como Tbe Me-
nos detendrá., Esra movilización de la energía multitudinaria es tropolis and Mental LiJi len castellano como Las grandes ciuda-
inseparable de la creación de espectáculo, como decapitar al rey des y la uid¿ intelectuttt). tl térn-rino alernán Oeist se aproxima a
o simplemente apedrear a cualquier aristócrata al quc encuentres lo clue en fiancés sc cnriende por rnentalidad, en este caso, una
por azar en la calle. El drama sustituye al razonarniento.2s mcntalidacl dc lr-rgar'. La Gro$stadt que Simmel tenía en menre
Este análisis de la psicología de las rnasas erigió a Le Bon en era Berlín, ¡ror lo que en 1903 Drcsde, ciuclad pequeña y dor-
padre de la psicología social, puesto quc afirmó que cl erupo micla, resulraba scr un extraño p¿ltrocinador de la investigación
tiene un conjunto de sentirnientos y dc cornportamientos di- de Sinrnrel. Sc poclía prever que los personajes cívicos impor-
ferente del de las personas que lo forman, considcradas indivi- tantes de I)resde se sinticran ntolestos con cl ensayo de Sim-
dualmente. l,as ideas de I-e Bon ¿lccrca de la multitud depravada me l.J2
lueron recogidas por Sigmrrnd [rr:eud a partir de aproximada- Sirrlr¡el aborclti Ia sobrccarg:r sensorial c¡ue se produce
mente 1921 en sus escritos sobre psicología cle grupo. I-a capa- cuando masas dc pers()nirs sc rrpricten ulres cou otras. Escribió
cidad cle la multinrd para transfbrrnar a los inclividuos -cs decir, quc fa característica básica de la t.ité, cntcnclida como gran ciu-
para degradarlos en rnasa-- sc convirtiri en un tenla de irn¡reriosa dacl, es ula interrsificacitin clc [a cstinrulaci<in ncrviosa resultante
necesidad durante la clécada lrascista y nazi de 1930. L'.lias Ca- del c¿rnlbio rápido c ininterrtrnrpido de esrírnul«rs cxrcrnos e in-
netti intentó comprender cirmo esta rransftrrmación puclo clar- tenros» (nrriclcrniclad líc¡trida). t'l.st¿i clcscribicnclo la P<¡tsdarner
se en los ubuenos alemanes, y Orteea y (lasset analizó sus efbc- Platz. «lc llcrlín, cs¿r turbulentrr crrcruci.jada cle la capital alema-
tos en los españoles normalnrente pacíficos.2e")0'Jl [,a nrrilrinrcl na, y cspecíflcarncnte las rnrrltitr¡des cn sus aceras, confusa
suspencle el juicio moral. nlasa cn r.r.lovirniento fbrnl¡cl¿r p()r c()rlrprlrdores y viajer<ls habi-
El propio Le Bon se considcraba ¿rnalista de un¿r cité mty Aquí, cn el coraz.«in cle Ilerlín, grandes al-
tu¿rlcs clc ccr«:unírrs.
oscura, pero, si bien las ciudades, con sus inmensas rnultitudes, mllccncs y :rrnplios cal'cs, cl trhflc«r clc l.rcatoncs, <irnnibus tira-
parecían el calclo de cultivo natural para esa transfbrmación, no dos por c¿rb¿rlkrs y carruajcs ¡rrivarlos, así corno el transporte
aportó nada de ¡;ran interés al respccto. Pensaba quc cualqr.rier ptiblico <¡ue traslirclaba trna ¡roblaci<in bcrlincsa cada vcz más
gran espacio podía ser útil: la entrada al Palacir¡ de Versalles extcnsa y nrrís p<llíglota clc jrivcncs provincianos, extran.ier()s
durante la primera ILevolución -Francesa, el patio delantero del desplazados y l:r crecicrrtc rlrasa cle scllclados acuartclados en la
Louvre durante la segunda, l<¡s salones del Ay'untamieuto du- ciudrrrl , ocupairan por conrplcto un gigantesco cspacio. Iln las
rante la Comuna. Un análisis más scnsiblc dcsde cl punto de aceras, c<;nro las cle la Potsd,rrner Piatz-, ticne iugar una sobre-
vista espacial es el de un contemporáneo de Le Bon, Georg carga scnsor-ial «al cruzar la callcr; aquí uel tempo y la multipli-
Simmel, quien de la experiencia de inmcrsión en la multitud, ciclad de la vid¿r cconrirniclr, ocupacional y social, se aceleran.3l
sentirse apretado en ella y presionado por los dernás, dedujo Ilaussmann y C)lmstccl br.rscatran, por difcrentes vías, incre-
una psicología completamente diferente. nlentar la intcnsida.d dc la vida urbana. Simmel la temía. El ex-
ceso dc estirnulación provoca rrr-rsie«lad: un coche toca el cla-

74 75
tl

xon, giras involuntariamente los ojos y estás a punto de tropezar co menos sensible [...],.l carácrer racional [...] considerado el
escudo de nuestra vida subjetiva conrra la violación con que nos
con un anciano <¡ue camiua errátican'rente delante de ti. Por un
instante, tu atenci<it-r se ve absorbida por tttt sin techo que men- amenaza el pocler abrumador [del rnundo exterior].» La gran
ciudacl concentra estas fuerzas invasoras en sus multitudes, que
diga acuclillado y que, al advertir que 1o observas, intenta in-
corporarse. f'e sientes abrumado por todas esas sensaciones, así
constituycn una amenaza para l¿r vida interior. Su densidad im-
pulsa a cerrarse en uno misnro; aunque sobreestimuiada, la gen-
que, pxra protegerte, les pones un freno a tus reacciones. uEl ha-
te revcla poco al exterior.:15
bitante de la gran ciudad [...] crea para sí mismo un órgano de
protección contra el desarraigo con que lc¡ amenazan la fluidez I-a mentalidad indiferenre que Simmcl describe tiene que
y los contrastes del mcdio ambiente [...] rcacciona ante ellos no ver con su biografia. Era judío solo teóricanlente, porque su
con sus sentimientos, sino con la taz(tn., No te paralizas cuan- ii padre.se [rrrlría convcrtido al carolicismo y su madre era lurera-
do suena el claxon; no clas señal de respuesta al mendigo que se
na; para la lcy jLrclía, dado qtrc su nradrc er¿r crisriana, esraba
ii upeldido p;rra el juclaísmor. Pcro r.ro en la Alemania del káiser
incorpora, sino que continúas tu march:r evitando el ct¡nt¿rcto
(luillermo. Aunque Max §lebr:l' lo enc¿rminó a la vida acadé-
visual. Absorbes impresit>nes, pero no clas ante ti mismo ntues-
tras de vulncrabilidad. Te mantienes inclif-crente.3a
mica, el irr)tisemitismo le ccrró el paso y durante mucho tiem-
Es la máscara de Simmel. La exprcsión es mía, no .,tyr. Él
po no pudo obtener un cargo trniversitario normal. Sin embar-
habla de una «actirud blasé', lde indiferencia por hastío o satu- go, Sirnrncl no se larnentó dc su suertc; ni debían hacerlo otros
juclíos aIcrnancs, dijo. Los judíos necesitaban una máscara,
raciónl, que no hace del todo justicia a stt iclea, ya que la gente l

no es en realidad ir-rdilerente a su entorn<1, sitto que simple-


I
pcrmanccer indifcrentes, guardar distancia, no rcaccionar os-
mente actúa como si lo fuera. La acritud cle incliférencia culmi- tensibler.ncnte a estímukls dr¡lorosos. I)ero el mundo exterior
na en un conrpoltamientc¡ indiferente: ves c¡ue las cosas stlce- lastinra, cn grxn p:rrtc polqr¡e el claíro queda silel-rciado. Simmel
considcra cl clilerna dcl juclío c«rnrcl emblenrárico del hombre y
den y sigues adelantc, no te implicas. Por supucsto, esta actittlLl
puede convertirse en caricatura, como la famos¿r -y ap<lcrifa*
la nrtrjer cle la cr¿r rnoclcrn¿r. Escribió: ul,cls problemas funda-
lnentalcs dc' la vida moclcrna provicnen del hecho de clue el in-
anécdota de la gentc que en 'fimes Squarc pas¿l por encima del
cadáver de un turista clue ha sufri<Io un ataque cardíaco. Ade- dividuo ,rrrhel¿r prcscryar Ia auronomía y la originalidad de su
más, un soldado podría olrjetar que cl'r la incliferencia no hav existeucia d" [...] la cultur¿r exrerna y de la técnica dc la vidar;
anre: cl ¡reliero cle sercncasillado en un dererminado rip<1, el in-
rrada específicanrente ttrhano, que bajo el firego enemigo, artn
cu¿rndo sus camaradas estén muriéndosc o griranclo de cl<llor, el
divicluo rrccesitrr urrrr másc:rra pr()tecr()r11 plrra no sentirse deglu-
soldado competente debe mantener el orclen en el grupo danclo
tido en cl unrecanisrno tecnológico,. La impersonalidad puede
protellcr- cl y.r. l('
pruebas cle sangre fiíav comportarse con dignidad a ojos de los
Sc trata rlc r-rn enfilqrrc inrprtnc'ntc, en verdad trágico, de Ia
otros, con independencia de lo que sienta por dentro.
rnentalidacl urbana. Pcro no sc rel¿rciona dem¿rsiado explícita-
La palabra blasé tampoco hace justicia a 1o que Simmel tenía
rnente c,<rn [a uille, c<¡t't las Formas construidas quc podrían ha-
en mente porque él concebía la ansieclad en un marcc. amplio.
cer que [a gcnte se sinticra oprimida. Para explicar esta relación,
La máscara que un¿r persona se pone para protegerse denuncia
ttecesitamos abrLndonar por un rnornento la gran visión de
un tipo de racionalidrrd. En lugar dc responder impulsivamente,
Sinrmel pera exarrrinar la rclació¡r de los sentimientos con una
una persona da un paso atrás y reflexiona. nl-a reacción a los fe-
firrnra url>rrnrr cspecífica: Ia acera.
nómenos de las grandes urbes se ve transférida al órgano psíqui-

76 77
ll

La acera. Hay dos modos de mec{ir la sensación de opre- I.a efectividad de una acera depende de lo que haya debajo
sión. Uno es la udensidad de rranseúntes,), qlle cllenta el nú- de ella. Los prirneros consrrucrores de aceras cavaban tubos de
mero de cuerpos que pasan por un punto deterrninado; en mi drenaje directamenre en el suelo, pero Ia generación de Baz.al-
propia práctica profesional de planificación, por ejemplo, un gette advirtió que era preciso excavar alrededclr de ellos; esta
equipo controlará cuántas personas pasan por la entrada de unos disposici«in del tubo cn un túnel es la que se utiliza aúrn hoy" Si
grandes almacenes cada cinco minrrtos. El otro moc'lo de medir bien es cierto que una acera ha de ser más alta que la calzada,
es la udensidad sésilr, la cantidad de personas encerrirdas o que no puede ser demasiado alta, so pena cle prclvocar problemas de
deciden permanecer ull tiempo más o menos prolongado en accesibilidad a las personas mayores y los niños; en nri priictica
un sitio, como, por ejemplo, una nrultitud en un estadio de proft:sional, nuestra norma empírica es dar a Ia acera una altura
fútbol o en un cafe. La densidad cle transeítntes no es una cilra del setenta y cinco por ciento del escalón normal de una casa,
estable. Las vías públicas destinadas a procesiones ceremonia- esto es, alrededor de l6 centímetros.
les, por ejemplo, solo presentan una gran clensidacl de perso- l,a traducción de udenso, por uabarrorado, proviene física-
nas de manera intermitente, dc lo cual cs un buen ejernplo la mente de los efectos de compresión de las aceras en coml'raración
ca[[e Gorki de lvloscú. Caiie desorclcnada y mezclada en el si- con la mayor Iibertacl dc nlovimienros (luc se experimenraba en
glo XIX, en 19 j7 los urbanistas soviéticos come nzaron a trans- e[ antiguo y más rrrncirfo cspacio de l,r caile. (]uriosarnente, la es-
formarla en un espacio para el es¡rectáculo estaliuisra. Sus fácha- trechez de una acer:l no guarda correlaci<in c«rn [a sensaci(ln de
das, decoradas con los pesados nrotivos clásicos promovidos compresión, pues a nrenudo las aceras rnás pobladas son las más
por el dictador, acogían grandes rnultitudes solo unas pocas anchas y pueden recibir nrás liicilmcnte derrsidades sésiles. La
veces por aíro, nrientrlrs quc el resto del tienrpo crau un esce- sensacirln de opresitin en una acera varía también de trna ctrltura
nario vacío. Simrncl cclnfundió este uso excepcional ccln el ustr a otra. [,as densid¿rdcs dc las aceras de Ia Sexr:r Avenida en el ccn-
corriente.:17 tro de Nueva York a medioclía son Lrn ochenta por cient«'l mayo-
Pisaba terreno más seguro cuando asocial'¡a la sobreestimu- res que las de Piccadilly en l-ondres, Io quc puede dar al visitante
lación con las aceras. I-as calles c¡ue limitirn [a densidad a las neoyorquino de [.ondres un:-r sensación de ligereza, rnientras que
aceras son relativanrcnte modernas. l,as accras anchas y elevadas para el londinense se tr¿rta de un hacin¿rnriento inso¡rortable.:19
características dei urbanismo de Haussmann perrnitían a densas El otro factor de la uille que derernrina en qué nredicla se
multitudes de peatones poblar las calles al tiempo que estaban siente la rnasifica.ción de trna calle es cl ajuste o desajrrste entre
protegidas de los vehícuios veloces. Hasta la aparición de los las líneas de la calle y las de los edificios. Si un edificio csrá reri-
pavimentos cortados inclustrialmente o los suelos de asfalto, rado respectc¡ de la línea general de edificación, la presión de
esos canales peatonales eran muy escasos, pues la calzada ocu- contención sc aiivia y esta descornpresión rcsulta más pronun-
paba todo el espacio entre edificios. Únicamcnte en el período ciada cuando son varias las estrucrt¡ras aleja<las de esa línea. Si,
moderno la acera elevada se convirtió en una característica del por el contrario, Ias fachadas de los cdificios presenran una lí-
tejido urbano de las ciuclades europeas )¡ rlorteanlericanas. Esto nea continua, como ocurre en la m¿ryor parte de Manhartan, la
en parte fue posible gracias a la producción indusrial de tubos presión de contención aumenta; la calle, por así decir, no tiene
de hierro perfbrados en la década de 1820, que permitió drenar válvula de escape. Flsta distinción muestra ejempios más com-
una calle imprimiendo a las aceras un ligero declive para que plejos cuando, aur'! estando permitidos los espacicrs laterales en-
vertieran ei agua a la calzadrr.'r8 tre eciificic¡s, los bordes dc estr¡s están regularmenre alineados

7B 79
en relación con una acera o una carretera (para emplear otra que tender a separarse, la gente se apiña, aunque originaria-
metáfora, cuando los dientes de la calle son iguales). Los dien- menre dicho bulevar se concibi6 para [a dispersión.'*2
tes parejos han sido de hecho una aspiración de larga data del Simmel quería explicar el otro aspecto de la acera, el oscuro
diseño urbano; ya en 1258, una ley de Roma ordenaba que to- e insociable. El novelista norteamericano Theodore Dreiser re-
das las casas de la Via Larga (ahora Via Cavotrr), así como de currió a[ tropo de ,,masas de ojos que no ven» para describir las
otras calles nuevas, estuvieran igualmente alineadas a lo largo multitudes urbanas, su frialdad e indiferencia. Simmel no tomó
de la calle.ao ese cliché en su sentido literal. lJna masa de gente generará sen-
LJn tercer elemento en el origen de la sensación de opresión saciones negativas de opresión y compresión; una acera es la for-
en la calle tiene más relación con el habitar que con el hacer: es ma fisica que materializa [a conrpresión. En consecuencia, la gen-
la tendencia a agruparse. Hace dos generaciones, el urbanista te usa una máscara de indiferencia para repeler [a sensación de
§Tilliam H. \flhyte, al estudiar los espacios que rodean el Sea- opresión, pero aun así no puede evitar la agitación interior.
gram Building, el rascacielos de Mies van der Rohe en el cora- En lo que respecta al ADN humano de una ciudad, podría
zón del centro neoyorquino, cornprobó que la gente, antes que parecer que sus multitudes componen un triángulo. En un lado
alejarse de los demás todo lo posible, prefería acercarse. LJna del triángulo se encuentra el comportamiento masificado; en el
presunta ciencia llamada uproxémica,, confecciona nrapas de la segundo, el comp<lrtamiento indifbrente; y en el tercero, senti-
manera en que la gente elige agrupars€, como en el hallazgo de mientos más sociables. [,as construcciones de Haussmann para
un estudio según el cual, durantela passegiata del final del día, París, en la lógica militar de calles largas y anchas a Io largo de
los italianos prefieren estar más cerca unos de otros que los no- las cuales pudieran desplazarse los cañones, rcspondían a la
ruegos en su deambular a la salida del trabajo. Las variaciones concepción cle la multitud corno masa turbulenta. Irónicamen-
de la proxémica son una cuestión de sentido común. En efecto, te, Ios bulevares se convirtieron r:n lugares de reunión para la
ya se trate de italianos o de noruegos, si van ala caza de sexo en genre. Ccrdá y Olmsted creían en la sociabiliclad de la mulri-
una discoteca intentarán acercarse más a los extraños que si van rud, ya fuera en las esquinas o, al margen de las calles, en los
de compras a un supermercado.4l parques. En todo c¡rso, la imagen del triángulo no transmite la
El urbanista bienintencionado tratará de satisfacer, e inclu- complcjidad cle la multitud tal como Simmel la errtenclía, esro
so de estimular, el deseo de agruparse, por ejemplo, instalandcr es, la expericr-rcia de densidad cn las calles que impulsa a los in-
bancos y otros elementos de mobiliario urbano en grupos antes dividuos a replegarse sobre sí mismos p¿lra proteger su subjeri-
que distribtridos de un modo más uniforme, pero más aislado, vidad.
a lo largo de la calle. En otros casos, los bancos han de estar
cerca de las paradas de autobuses, no lejos de ellas. (luando me
rocó trabajar en el proyecto de un parque en la citrclad de Nue- V. MODERNO, PEI{O N() LIBRIT - MAX \lFltlt'lR, IN.§ATISFECHO
va York, mi regla de oro era proveer los suficientes bancos
como para que seis fámilias de medida italiana típica pudieran Como hemos visto, aún hov resuena el eco del adagio me-
reunirse en un lugar. En la mayoría de los casos, los grupos de dieval según el cual Stadtlufi macht fei todavía tiene vigencia
sociabilidad surgen con independencia de las intenciones del cuando la gente cree ser libre para modelarse a sí nrisma en una
planificador. En la densa cal]e de Las Ramblas de Barcelona ciudad. A finales del .siglo XlX, M¿x '§7eber pensaba que la ciu-
-en realidad, una plaza muy larga flanqueada de calles-, antes clad moderna no proporcionaba en realidad esa libertad, ni a los

80 8l
,l

individuos, ni al cuerpo colectivo de ciudadanos urbanos. Los ción. La ciudad carecía de vida propia, porque no conrrolaba
escritos de Max'Weber sobre las ciudades aparecen como parte su propia forcuna. Por el conrrario, una verdadera ciudad, para
de su obra magna, Economía y sociedad. En su conjunto, Ia obra \leber, oestaría dotada de las siguientes instalaciones: 1) fortifi-
versa sobre mucho más que mera economía; es, en ciencia so- cación, 2) mercado, 3) tribunal de.jusricia propio, 4) estructura
cial, el equivalente al ciclo wagneriano del Anillo. Sin embargo, asociariva entre grupos diférentes, 5) como mínimo, autonomía
'Weber
por lo que yo sé, no escribió una sola palabra sobre Cer- o autogobierno parcial [...] y con la participación de los ciuda-
dá, Haussmann ni ninguno de los otros urbanistas modernos. clanos...r. En otras palabras, una verdadera ciudad era, como la
Aun así, el autor ftre real..rente sensible al lugar en que vivía; en antigua Arenas o la Siena medieval, una ciudad-Estado.a6
medio de largos episodios de depresión caminaba por sus calles una manera de dar concreción a las áridas especificaciones
y seguía con avidez la suerte de sus ciudadanos.4l de \7eber es contemplar las nrurallas alrededor de las ciudades
La construcción del Berlín del propio \ü7eber siguió el mo- rnedievales. Estas murallas eran gruesos apilamientos de piedras
delo de Londres y París. Berlín compartía con estas ciudades con pocas entradas, como en Siena. 'Iras ellas se protegían los
los problemas de suciedad. August Bebel recordaba que ulas ciudadanos del interior y ios campesinos de extramuros cuando
aguas residuales de las casas, recogidas en las acequias, corrían a un ejército sitiaba una ciudad. Las puertas de la muralla eran
lo largo de los bordillos y emitían un olor verdaderamente ho- los puntos de recaudación de inrpuestos donde los guardianes
rrible. No había lavabos pírblicos [...] y, .o-o metrópolis, hasta decidían quién podía enrrar a comerciar. Dentro, la ciudad con
después de I870 Berlín no salió del estado de barbarie para en- gobierno propio no er¿l un mercado de libre comercio; por el
trar en la civilizaciónr. IJna vez que Bis¡narck hubo dispuesto contrario, la ciudad regulaba el precio del pan, las especias, los
que Berlín fuera la ciudad capital, no se podía mantener ese es- ladrillos y las pieles. Por esta rtzón, creía'Weber, cl mercado se
tado de cosas. En efecto, a finales de la década de 1870 se ins- hallaba norrnalmente en el cenrro de una ciudad-Esrado, de
taló un amplio sistema de alcantarillado yen la de 1890 se dio modo clue fuera f;icil observar y conrrolar a los mercarleres. Pero,
comicnzo a una red igualmente extensa de transporte público. por encinra clc todo, la ciudad,Esrado podía redacrar, nlodificar
En terrenos hasta entonces salpicados de chozas y huertos sur- y volver a modificar sus leyes para adaptarlas a las cambiantes
gieron enormes edificios de ladrillo y piedra. Esta transforma- circu¡rstancias de extramuros así como a las rransfi¡rmaciones
ción se produjo a gran velocidad; el escritor Stefan Zweig re- que se produjeran en su población. El exiliado de Florencia del
cordaba Que «sl Berlín de 1905 no se parecía a la ciudad que yo año anteri<.rr podía converrirse ese año en ciudadano de Siena y
había conocido en 1901 [...] se había convertido en una mecró- al año siguiente en un exiliado sin dcrechos, en función de las
polis internacional que a su vez palidecía en comparación con relaciones que Siena ruviera con Florencia. En una ciudad-Es-
el Berlín de l9l0r. Aun así, los monumentales espacios públi- tado, Stadtlufi mac'htf'ei tenía sentido, porquc l:t ciudad podía
cos hacían las veces de apaño cosmético que encubría la pobre- decidir que una persona fuera libre... o que no lo fuera.
za real de la mayor parte de la ciudad.a4''t5 Para \7eber, la ciudadanía no es una condición universal,
'W'eber,
Para esta capital, pese a la magnitud y la fastuosi- pues los derechos y los poderes rienen fundamento local. Si
dad que había alcanzado, no era realmente una ciudad. Berlín uno no vive en un lugar, no debería tener derecho a decir qué
no era más que el espejo de un Estado. En efecto, todas las se- sucede allí (o, en rérminos acruales, deberÍan limitarse drástica-
ñales de grandeza de sus avenidas y parques, monumentos y mente los poderes de los inversores extranjeros). A la inversa,
edificios de fachadas ornamentadas, escenificaban la nueva na- todos los ciudadanos deberían disfrutar de ciertos derechos bá-

82 B3
sicos por vivir allí. Esta lógica de la ciudad-Estado daría origen físicas como la muralla, que se adaptan perféctamente a la ma-
al modelo de pasaportes y carnés de identidad nacionales. nera en que los ciudadanos quieren vivir.
No cuesta mucho deducir cómo se aplicaría al presente esta \7eber propuso los cinco elernentos de su ciudad como la
visión del pasado. El tipo ideal de ciudad de \feber condenaría cstructura racional y funcional de un lugar con autocontrol. La
la ciudad moderna por su falta de autocontrol. Evidentemente, cité cono experiencia subjetiva, [ena de tensión emocional,
los ciudadanos no votaron para crear una red de bulevares en como Sinlmel la concebía, queda excluida del pensamiertto we-
París, un te.iido cuadricular para Barcelona ni Central Park en las beriano. Irsta insensibilidad a lo subjetivo del vasto proyecto
afueras de la Nueva York de entonces. Estos planes eran arbi- lveberiano parece habcr alejado realmente a \ü7eber de Simmel.
trarias afirmaciones de poder. El primero de ellos, llevado a En un principio, ambos conrpartían el interés por la compren-
cabo por un emperador; el segundo, por un comité no elegido sión cualitativa cle la expericncia (Verstehen), y \Weber continuó
de notables, y el tercero por un comité de encargados de plani- admirando ¿r Simrnel corno escritor durante toda su vida. Pero
ficación que no sometieron la posibilidad de dicho parque a su- Economí¿ 1 sociedad, de \Weber, comienza con esta declaración:
ficiente debate público. Pero más en general, de acuerdo con uf)e la rnctodoiogía dc Simrnc[ 1...] difiero en la separación que
'W'eber,
las ciudades modernas no tienen autogobierno porque llevo a cabo, siemprer que es Factib[e, entre "sentido" rnentado y
el gobierno está en manos de los Estados nacionales, empresas "serrtido'' objetivamer¡e urílido., Irn csto, pienso, cl sociólogo
internacionales y ubicuas burocracias. Las ciudades-Estado que se ha hech«l un flaccl servicit¡.''7
él admiraba eran democracias en las que los ciudadanos, conro E[ burócrata sentadc, ¿lntc sr.l cscritorio, regulando fríamen-
un todo, habían votado los planes que daban fbrma aIa uille. te la vida cotidiana nlcdiantc áridas rcglas abstractas, repugnaba
l-a versión weberiana de la ciudad-Estado ha levantado am- al sociólogo; la propia fálta de afecto del burticrata parecía con-
pollas en ciertos historiaclores. Si se compara Venecia y Siena fin:rr a los dcnrás a r-rna ujaula de hierror. Aunque sentía poca
en 1500, por ejemplo, Ia primera tenía un firme autocontrol, simparía por las clionisíacas fiestas qtre Nietzsche exaltaba, \ü7e-
pero era una oligarquía, mientras que Siena fire un fállido ex- ber tcrní¿r quc la verdaclcra nrarc¿r distintiv¿r cle la nroclernidad fue-
perimento de autogobierno democrático y, hacia 1500, niña ra la vida cn,-:err¿rd:r cn l¿r rutina burocrática, tenror al exceso de
bonita de la vecina Florencia. Si bien es cierto que la caracte- orden c¡uc lo alcjaba dc la imagcn c1r.rc F,ngels y Marx tenían de lo
rización weberiana de la ciudad-Estado corltiene un elemento moderno, dondc utodo lo cstarnent¿rl y establecido se csfumar.
importante de idealización, también lo es que ese tipo de des- La in-rportarrcia que lc da al autog<ltrierno no cs rrn deseo cle prcl-
cripción puede ser útil a ios fines de la crítica. EI método de cedirnicnto ¡rccstableciclo; \Wcl¡cr aclmira cn Siena la continua
'Weber
consiste en crear 1o que él llama un «tipo ideal, de es- reelaboracir'rn tle sus leyes, el c¿rrnbio c()nstatrte en los precios del
tructuras sociales como la Ciudad y luego explorar por qué [a pan y l.rs ladrillos en función cle las ¿rlteraciones de las necesida-
realidad diverge del modelo. Es cierto, responden tüeber y los des de l¿r comunidad. Antes que un con.iunto fijo de regulacio-
weberianos, que la realidad es diferente, pero solo nos damos nes, el autogobierno ers prlrlr é[ un trabajo cn evolución.
cuenta de eso porque tenemos un cuadro ideal coherente de la 'I'al vez esta actitud tanrbién cxplique por qué a este omní-
Ciudad, del Mercado l-ibre o del Cristianismo que nos permi- voro rnental no le gustaban los planes urbanos que se desarro-
te medir sus deféctos. Aquí, en el tipo ideal de ciudad-Estado, llaban a su alrededor, planes que declaraban la solidez, la inmu-
la conexión entre uille y cité (aunque \7eber n<¡ utiliza estas pa- tabilidad y la 1-»errnanencia btrrocrática del Estado alemán, pero
labras) será indisoluble porque una ciudad-Estado crea formas que más en ger.rcral afirmaban el plan para la ciudad moderna,

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la forma que le era propia. No podemos pedirle que explique 3. «CI'I'[, Y UVILLE,, SE SE,PARAN
detalladamente esta crítica, puesto que solo escribió sobre un
pasado lejano; pero sí podemos observar que su lista de los ele-
mentos que dan vida a r¡na ciudacl-Estado es abierta en un sen-
tido que ha desaparecido. l,a crítica rveheriana irrrplícita a la ciu-
dad moderna es que sus condiciones no promueven la ciudacl
como lugar de autoanálisis y autogobierno, sino que favclrecen
los procesos burocráticos por cnc-ima de los democráti«:os.
Si contemplamos rctrospectivamerlte el nacimient«r del ur-
banismo moderno, esta crítica parece desacertada. Las ciutladcs
que la Gran Generación de urbanistas se propuso nroclelar ncr
eran en absoluto lugares estables, como lo es la vida en la iirula
del burócrata. La Gran Generación trató de in.rponer diflrentes L,a (lran (lcncracirin luch<i por conectllr cité y uille. Sus he-
formas de orden en la ciudad, pero ninguna de ell¿rs fue sufi- redercls rentinciarcln a esta luch¿r, y, como ocurre en un matri-
ciente para resolver los ¡rroblemas que afrontaba. l.a ciudad en mclnio con problcrnas, pesaron a primcr plarro los corrosivos si-
red cle Haussmann no puclo controlar sus rnultitudes; la trama lencios. No se hacía fi'ente a las dificultades. !.n la década de
urbana de Cerdá no pu<lo hacer real el objetivo socialista dc 1930, uille y citi rl-tan cn franco camino al divorcio. En los di-
una ciuclad más igualitaria, ni los part¡ues ,"1e Olmstccl ltteron vorcios cle [rr¡ilia, los problemas que krs padres no son capaces
por sí solos el medio para log,rar ttna ciudad más sociable. l-a de afrontar pasrrrán a srrs hi.jos. lrn urtranismo, csto ocurriír des-
Gran Generación experimentó con l¿r ciuclad y, como sucede pués clc [a Segr"rnda (iuerra Mundial, quitando intcrés a los de-
con cualquier experimento, conoció callejones sin salida y fr-a- bates sobre la apcrtura clc la ciuclecl.
casos a [a vez que éxitos. Después de ella, en el siglo XX, la pesa-
dumbre del fracaso se atemperó en la medida en que el urba-
nismo se hizo rrenos ambicioso en lo tocantc a la conexión I. (;trN'l'li Y t,U(;AI{ Sll DLSCC)Ntrc'l'AN - C}ll(lA(;() Y PAIIÍS
entre lo vivido y 1o construidcl. St. I(;N()RAN Mtl'l L.lAMtiN'l'll

Obiugo. Apenas terminaba \Weber de encomiar l¿rs ciud¿r-


des-Estado de la Edacl Media cuando un grupo de norteameri-
canos traró de conseguir un .iuicio más completo y positivo
acercra cle la vida en la ciudad modertra. [,a Universidad de Chi-
cago era un buen lr,rgar para ello, pues clescle su creación en
1890 se había acercado más conlo centro de investigación al
modelo universitario alemán que al inglés de club de jóvenes
catralleros ref-inados. Aunque la universidad estaba ubicada en
cl frondoso lado sur de Chicirgo y se había construido para que
pirreciera una institución medicval, sus sociólogos abandonaron

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