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B. Según sus fines, los procesos pueden ser de conocimiento o cognición, de ejecución y
cautelares, los que a su vez pueden ser conservativos o innovativos.
I. Los procesos de cognición pueden tener como finalidad la declaración de un derecho
discutido, la constitución de una relación jurídica o la declaración de una obligación. En todos ellos
el juez regula un conflicto de intereses y determina quién tiene el derecho. De acuerdo con estas
finalidades es que podemos subdistinguir:
a) De declaración o declarativo.
b) Constitutivo.
c) De condena.
Con arreglo a ello es que existirán sentencias declarativas de certeza, declarativas de
constitución o constitutivas y declarativas de condena.
a.- Procesos declarativos: son aquellos que tienden a eliminar un estado de incertidumbre a
través de un pronunciamiento que resuelva acerca de la existencia, alcance y modalidad de una
relación jurídica o de un derecho, o sea, que se limita a reconocer una situación jurídica existente, sin
que se imponga al demandado ninguna condena ni se le solicite la modificación de una situación
determinada. El reconocimiento de la pretensión es suficiente para satisfacer su tutela (por ejemplo,
aquel procedimiento en que se persigue la nulidad de un contrato, o en que se solicita el
reconocimiento de una relación de trabajo).
Si el proceso es de esta clase, el tribunal no crea en su sentencia una relación jurídica nueva.
Esta es preexistente, pero se discute en su alcance o incluso, se discute su existencia. El tribunal al
fallar establecerá la certidumbre de esta relación.
Se ha dicho que cuando el interesado solicita al juez que declare la existencia o inexistencia
de un derecho o relación jurídica, sin que se trate de imponer al demandado ninguna responsabilidad,
ni de alegar incumplimiento, nos hallamos en presencia de un proceso declarativo puro, que busca la
certeza jurídica del derecho o la relación jurídica.
La sentencia dictada en un proceso declarativo produce cosa juzgada, pero dado que en ella
no se contiene la condena a prestación alguna respecto del demandado no requiere, al igual que
respecto de las dictadas en los procesos constitutivos, del ejercicio de la acción de cosa juzgada para
exigir su cumplimiento, puesto que ellas satisfacen al actor con su sola dictación.
b.-Procesos constitutivos: son aquellos que procuran una sentencia que, además de declarar
un derecho, produzca la génesis de un nuevo estado jurídico innovando sobre el preexistente. No se
limitan a la mera declaración, sino que crean, modifican o extinguen un estado jurídico. Son de esta
clase, por ejemplo, los procedimientos en que se pretende que se declare interdicto a un disipador, o
aquel en que se solicita la declaración del divorcio.
El tribunal en el procedimiento constitutivo cumple dos misiones:
1.- Cumple una misión propia del ejercicio de la jurisdicción: jurisdicere.
2.- La sentencia constitutiva modifica una situación existente y en consecuencia hace nacer,
vale decir, "constituye” una nueva situación jurídica en reemplazo de la anterior, como sucede con
las sentencias que declaran estados civiles.
Las sentencias constitutivas, al igual que las meramente declarativas, no son susceptibles de
ejecución ni la necesitan, puesto que lo perseguido por el actor se satisface con la sola dictación de la
sentencia.
c.-Procesos de condena: son aquellos en que el actor procura la dictación de una sentencia
en la que además de declarar un derecho, se imponga al demandado el cumplimiento de una prestación
de dar, hacer o no hacer. Por ejemplo: se pide que se declare un hecho ilícito o una obligación y la
responsabilidad del demandado; o cuando se ejerce la acción reivindicatoria, que tiene por objeto que
el demandado sea condenado a restituir al demandante la cosa reivindicada. La condena del
demandado va ligada, por lo tanto, a la declaración de que el derecho del demandante existe como
base de aquella.
Por lo general, se asocia la condena a la ejecución forzosa diciendo que la primera sirve para
preparar la segunda. La conexión que existe entre la sentencia de condena y la de ejecución radica en
que aquélla declara la sanción a que el obligado debe ser sometido o impone la prestación que debe
cumplir, con lo cual prepara el proceso ejecutivo, pues la ejecución es la aplicación de la
responsabilidad y ésta, a su vez, viene declarada precisamente en la condena.
Toda sentencia de condena servirá de título ejecutivo, pues no se concibe una que imponga la
prestación o sanción, sin que pueda hacerse cumplir. La ejecución es el resultado necesario del
incumplimiento de la prestación impuesta en la condena. El procedimiento de condena siempre
desemboca en una ejecución posterior para los efectos de obtener la satisfacción de la pretensión.
III. En los procesos cautelares conservativos se pretende impedir que se modifique una
situación existente, como acontece con la orden de no innovar; mientras que en los procesos
cautelares innovativos se persigue producir un cambio en la situación jurídica existente de forma
provisional ya que de no procederse así se comprometería la eficiencia y eficacia del resultado del
juicio jurisdiccional, como sucede con los alimentos provisorios.
C. Según su naturaleza, los procesos pueden ser contenciosos o voluntarios. En los procesos
contenciosos se está en presencia de un litigio, mientras que en los procesos de jurisdicción voluntaria
no hay un litigio, ya que, tal como dispone el art. 817 del CPC: Son actos judiciales no contenciosos
aquellos que según la ley requieren la intervención del juez y en que no se promueve contienda alguna
entre partes.
D. Según las partes que en ellos intervienen, los procesos pueden ser singulares o colectivos.
En los primeros intervienen dos personas, el demandante y el demandado, mientras que los procesos
colectivos son aquellos en que la materia del mismo comprende una universalidad, como el
patrimonio de una persona, o la herencia de un difunto. De allí que sean ejemplos típicos de juicios
universales, el procedimiento de liquidación concursal (juicio de quiebras) o el de liquidación de una
comunidad (por ejemplo, hereditaria o derivada de la disolución de la sociedad conyugal).
E. Según las reglas que los regulan, los procesos (en este caso entendido como sinónimo de
procedimientos) pueden ser ordinarios o especiales.
Los primeros se aplican a la generalidad de los asuntos sometidos al conocimiento de los
tribunales ante la ausencia de una norma especial; el ejemplo por excelencia de tales procesos es el
juicio ordinario de mayor cuantía, regulado en el Libro II del Código de Procedimiento Civil.
Los procesos especiales, en cambio, son aquellos que se rigen por reglas propias o específicas,
distintas a las normas de aplicación general del procedimiento ordinario. Estos procesos están
regulados, como juicios especiales, en el Libro III del Código de Procedimiento Civil.
La distinción anterior es relevante porque el procedimiento ordinario tiene un carácter
supletorio respecto de los procedimientos especiales. Así lo establece expresamente el art. 3º del CPC:
“Se aplicará el procedimiento ordinario en todas las gestiones, trámites y actuaciones que no estén
sometidos a una regla especial diversa, cualquiera que sea su naturaleza”.
Determinar la naturaleza jurídica del proceso consiste en establecer si el proceso puede ser
explicado a través de alguna de las figuras jurídicas conocidas por el Derecho o si, por el contrario,
constituye una categoría especial de éste. La determinación de la naturaleza jurídica del proceso reviste
importancia porque con ello se precisa la legislación aplicable al mismo.
Se han sostenido las siguientes teorías:
1. Contrato: Contractualista.
2. Cuasicontrato: cuasicontrato de "litis contestatio".
3. Relación jurídica: Von Bulow, Chiovenda, Kohler, Hellwig, Wach, etc.
4. Situación Jurídica: Goldschmidt.
5. Institución Jurídica: Jaime Guasp.
3.- El Proceso como Relación Jurídica (Von Bülow, Kholer, Wach, Hellwig, Stein)
Por relación jurídica debe entenderse toda vinculación intersubjetiva regulada por la ley. Un tipo
de relación jurídica es la relación jurídica procesal, que vendría a ser el vínculo regulado por la ley que
une a los sujetos del proceso, generando poderes y deberes en relación con los actos procesales.
Entre los sujetos del proceso (actor, demandado y juez) se crean vínculos o ligámenes, que los
unen entre sí. La relación jurídica crea derechos y obligaciones recíprocas, como la obligación del juez
de proveer y sentenciar, y de las partes de comparecer, ejercer sus facultades y de acatar las resoluciones
del Tribunal.
En cuanto a la forma y los sujetos entre los cuales se generaría la vinculación subjetiva del
proceso se han formulado diversas teorías:
Kohler sostiene que la relación jurídica procesal se concibe como vínculos recíprocos entre
demandante y demandado a modo de dos líneas paralelas, excluyendo al juez como sujeto de dicha
relación.
Hellwig afirma que la relación jurídica procesal no puede admitirse sin involucrar al juez ante
quien las partes formulan sus peticiones y quien, a su turno, dicta resoluciones que impulsan la
actividad procesal. Al mismo tiempo observa que la relación no se da directamente entre las partes
sino a través del juez.
Wach considera la relación en forma triangular, en la cual no se dan sólo relaciones de partes
a juez y de juez a partes, sino que también de las partes entre sí, las que vienen a cerrar el triángulo.
Como quiera que sea esta relación jurídica procesal se caracteriza por ser una relación jurídica
de Derecho Público, autónoma, unitaria, compleja y dinámica.
Es de Derecho Público, puesto que está destinada a regular el ejercicio de la función pública
que es la jurisdicción, destinada a mantener la paz social y a solucionar los conflictos que se presentan
entre los miembros de ella. Es autónoma del derecho substancial, por cuanto existe
independientemente de la relación jurídica material, observando un contenido e intervinientes
diversos de aquélla. Es unitaria, en el sentido de que las relaciones recíprocas que se traban entre los
sujetos en forma bilateral se enlazan y coordinan en función de un fin común: la solución del conflicto
o litigio. Es compleja en la medida que comprende un conjunto de derechos y obligaciones de los
sujetos del proceso, sin perjuicio de estar todos ellos vinculados a una finalidad común, los que le
otorgan un carácter unitario. Es dinámica, en cuanto todos los hechos, actos y negocios procesales
inherentes a la relación jurídica procesal se verifican en forma continuada y constante, moviéndose
progresivamente a un fin. La relación jurídica procesal se desarrolla, se desenvuelve, y se extiende
en forma sucesiva en el tiempo cubriendo diversas etapas y fases que apuntan hacia una meta precisa:
la decisión jurisdiccional
En Chile, se ha aceptado la teoría de la relación jurídica procesal tanto por un sector de nuestra
doctrina como la mayoría de nuestra Jurisprudencia.
Hay que destacar que la relación jurídica no supone la necesaria comparecencia o intervención
del demandado, ya que éste es parte con o sin su voluntad. Es el emplazamiento válido el instante que
marca el nacimiento de la relación procesal, lo que reviste particular importancia, puesto que a partir
de ese momento es posible, por ejemplo, solicitar medidas precautorias, solicitar alimentos
provisorios, promover incidentes, se genera el estado de litispendencia, etc.
Respecto al instante en el cual se traba la relación jurídica procesal se han sustentado dos
teorías:
i. Según algunos, la relación jurídica procesal se constituye con la notificación válida de la
demanda. Esta teoría encuentra su respaldo legal en normas del Código Civil: art. 1603
inc. 5, sobre el pago por consignación, y el art. 1911 relativo a la cesión de derechos
litigiosos. Los detractores de esta teoría sostienen que se trata de preceptos específicos
y que no poseen alcances generales para la determinación del momento en que debe
existir juicio, sino que tienen por objeto proteger intereses de terceros (art. 1911) o de
evitar la existencia de situaciones poco claras (art. 1603).
ii. Para la mayoría de los autores, la relación jurídica procesal se constituye una vez que se ha
verificado el emplazamiento, que se configura en la primera o única instancia por la
concurrencia de dos elementos: la notificación válida de la demanda y el transcurso del
término de emplazamiento, aun cuando el demandado no conteste la demanda.
El primer requisito, esto es, la notificación válida de la demanda requiere que tanto ella como la
resolución que le da curso, por regla general, se notifique en forma personal al demandado, de
conformidad a lo previsto en el art. 40 del CPC, por tratarse usualmente de la primera notificación
que se ha de practicar en el proceso.
A este respecto, es importante tener presente que las medidas prejudiciales no contienen la pretensión
que se hará valer en el proceso, por lo que nuestra jurisprudencia ha entendido que la notificación de
ella no genera la constitución de la relación jurídica procesal. En efecto, la pretensión se debe hacer valer
por el actor al momento de presentar la demanda, siendo ésta lo que constituye el elemento objetivo del
proceso. Tratándose de la interposición de medidas prejudiciales, en éstas la pretensión no se hace valer,
puesto que el legislador exige que sólo se enuncie la pretensión que se hará valer con posterioridad y
someramente los fundamentos de ella (art. 287 CPC). Así las cosas, una medida prejudicial no permite
que se tenga por constituida la relación jurídica procesal, y, en consecuencia, no genera el estado de
litispendencia.
El segundo elemento se encuentra constituido por el transcurso del término de emplazamiento8.
8
El término de emplazamiento, entendido como el plazo fatal para que el sujeto pasivo del proceso se defienda varía
según el procedimiento civil que se trate. En el juicio ordinario el término de emplazamiento para contestar la demanda
es de 15 días, ampliable en 3 días más si la notificación se verifica fuera de la comuna que sirve de asiento al tribunal
pero dentro de su territorio jurisdiccional, y ampliable más los días que contempla la tabla de emplazamiento si la
notificación al demandado se verifica fuera del territorio jurisdiccional del tribunal (arts. 258 y 259 del CPC); en el juicio
Notificada la demanda nace para el demandado la posibilidad de defenderse, lo que debe hacer en un
término fatal preestablecido en la ley. En materia civil, debemos tener en cuenta que todos los términos
establecidos en el CPC revisten el carácter de fatales, por lo que siempre y cualquiera que sea el
procedimiento contemplado en ese Código, la contestación de la demanda deberá efectuarse dentro del
término de emplazamiento que éste establece, el cual por tener el carácter de fatal extingue el derecho
de contestar la demanda por su sólo transcurso y por el sólo ministerio de la ley, sin necesidad de dictarse
por el tribunal resolución alguna.
En caso de que no se hubiere cumplido con los requisitos de la notificación válida de la demanda y
el transcurso del término de emplazamiento el procedimiento será nulo, y en contra de la sentencia
definitiva que se dicte podrá deducirse el recurso de casación en la forma (arts. 768 N° 9 en relación con
el art. 795 N° 1 del CPC).
A esta teoría de la relación jurídica procesal se le han formulado dos objeciones. En primer lugar, que
no hay realmente verdaderos derechos y obligaciones procesales. En segundo lugar, que los derechos y
obligaciones procesales, aunque existan, por el hecho de ser múltiples, exigen la formulación de un
concepto superior que los sintetice y que sirva para designar la unidad procesal. La primera de estas
objeciones da lugar a la teoría de la situación jurídica; la segunda, a la teoría de la institución jurídica.
sumario el término de emplazamiento para contestar la demanda es de cinco días contados desde la última notificación,
ampliable en los días de la tabla de emplazamiento si la notificación de la demanda al demandado se verifica fuera del
territorio jurisdiccional del tribunal en que se sigue el juicio (art. 683 del C.P.C), y finalmente, en el juicio ejecutivo, el
término de emplazamiento para oponer excepciones es de 4 días si el requerimiento de pago al ejecutado se verifica en la
comuna que sirve de asiento al tribunal; de 8 días si el requerimiento de pago al ejecutado se verifica fuera de la comuna,
pero dentro del territorio jurisdiccional del tribunal ; y de 8 días, más la tabla de emplazamiento, si el requerimiento al
ejecutado se verifica fuera del territorio jurisdiccional que conoce del juicio y se desean formular excepciones ante ese
tribunal (arts. 460 y 461 del CPC).
posibilidades de obtener una sentencia favorable.
Finalmente, se entiende por carga procesal el ejercicio de un derecho para el logro del propio
interés.
El concepto de carga procesal es el principal aporte de la teoría de la situación jurídica procesal,
el que se diferencia claramente de la obligación, de acuerdo con lo siguiente:
a) La carga es una facultad que conlleva un riesgo para su titular, siendo voluntario el sobrellevarla. En
la obligación, la realización de la conducta es necesaria, puesto que en caso de incumplimiento puede
ser forzado a cumplirla.
b) En la carga, el interés que se tutela cuando ella es sobrellevada es el interés propio. En la obligación,
cuando el obligado realiza la conducta el interés que se tutela es el ajeno.
c) En la carga, el incumplimiento no genera un derecho para la otra parte. La contraparte en caso de
que una parte no sobrelleve su carga no tiene derecho para exigirle compulsivamente que realice el acto
procesal en beneficio de su propio interés. Así, por ejemplo, cuando el demandado no contesta la
demanda, el demandante no puede solicitar al tribunal que compulsivamente lo obligue a cumplir con
ese deber; o cuando el demandante no rinde prueba para acreditar su pretensión, no puede el demandado
pedirle al tribunal que compulsivamente obligue a ello a la contraparte. En la obligación, en caso de
incumplimiento se genera el derecho para la otra parte de exigir el cumplimiento compulsivo de la
prestación.
Uno de los aportes del concepto de carga es que se puede explicar fundadamente la situación de la
rebeldía del demandado en la contestación de la demanda. En efecto, el demandado no tiene la
obligación o el deber de contestar la demanda, ya que no existe la posibilidad para el actor de obligarlo
compulsivamente a ello. La defensa se encuentra exclusivamente radicada en el demandado y a éste le
corresponderá sobrellevar voluntariamente la carga que se le ha impuesto. De esta manera, la contestación
de la demanda no es una obligación, sino que una carga procesal que no genera sanciones específicas
sino perjuicios procesales en función de una sentencia favorable.
Las principales cargas que podemos apreciar en el proceso son la carga de la afirmación que pesa
sobre el demandante; la carga de la defensa que recae en el demandado; y la carga de la prueba, que es
donde mayor aplicación se ha dado a este concepto.
Según Goldschmidt, la teoría de la relación jurídica procesal está basada en una formulación
estática del Derecho; y en cambio la situación jurídica parte de una formulación dinámica del derecho,
puesto que la posición de las partes en el proceso en relación con la obtención de una sentencia favorable
se va transformando y variando continuamente y en cada instante de acuerdo con la forma en la cual
cada una de ellas asuma las posibilidades, expectativas, cargas y liberaciones de cargas.
La mayor crítica formulada a esta tesis es la de haber considerado una visión empírica y sociológica,
muchas veces defectuosa o apartada de lo que debe ser el proceso. La situación jurídica nos indica cómo
puede tener lugar el proceso en la vida del foro, pero no nos indica cómo debe ser el proceso.