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Antecedentes
El 13 de julio del 2017, se registró un enfrentamiento entre ambas
comunidades. En el incidente un hombre perdió la vida, dos
resultaron heridos y tres fueron capturados.
Edgar Taylor, abogado penalista comentó que hay dos aspectos que
se evidencian en el Código Penal, uno es el de usurpación, que es
considerado de acción permanente, es decir, que quien lo comete
está en constante flagrancia, y el segundo, es que los protocolos de
desalojo son complicados e impiden acciones contundentes.
Invasión en Ocós
Unos mil 500 campesinos invadieron ese mismo 20 de febrero
terrenos del entonces parcelamiento La Blanca, Ocós, San Marcos,
los cuales reclaman como área de reserva para la ampliación del
centro urbano destinado a la construcción de viviendas.
Raíz social
La invasión de tierras es un problema que Guatemala arrastra desde
hace más de un siglo. La marcada diferencia entre la minoría que
posee la mayor parte de tierra cultivable y la mayoría que no posee
sale a relucir siempre que estallan los conflictos agrarios.
Los denunciantes afirman que los invasores provocan pérdidas por más de Q5
millones, además de daños a la propiedad.
Por: ÓSCAR F. HERRERA oherrera@elperiodico.com.gt
Representantes de las Cámaras del Agro, Industria, Finanzas y la Asociación
Nacional del Café (Anacafé), denunciaron a una supuesta estructura criminal que
se dedica a la invasión de fincas privadas de la Costa Sur para luego vender lotes
de manera ilegal, estafando a pobladores con sumas que rondan los Q10 mil por
lote.
“El 5 de julio ingresaron por primera vez”, dijo Carlos Torrebiarte, director de
Agroindustrias Miramar, quien contó que los invasores indicaban que la finca era
propiedad de la ex vicepresidenta Roxana Baldetti y que al explicarles que se
trataba de una finca privada y desmentir la supuesta propiedad de la ex
funcionaria se retiraron.
“Lo increíble es que las personas que primero decían que la finca era de Roxana
Baldetti, ahora dicen que es del Estado y que ellos tienen derechos posesionarios
y el 13 de septiembre se les otorgó un amparo provisional por lo que volvieron a
invadir y ahora con más de 3 mil personas”, subrayó Torrebiarte.
De esa cuenta las agrupaciones empresariales solicitan la acción de la Corte
Suprema de Justicia (CSJ) para que restablezca los derechos legítimos de
propiedad de la finca en mención.
“Se han presentado más de cinco denuncias por otras invasiones dirigidas por las
mismas personas y de la misma forma. Es una estructura criminal y por ello
demandamos que sea investigada por la Fiscalía Contra el Crimen Organizado”,
apuntó Torrebiarte.
Acompañamiento
>El Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, indicó que sus
delegaciones departamentales han dado acompañamiento a las acciones en la
finca San Francisco Miramar. Sin embargo, a partir de la resolución de la sala que
otorgó amparo provisional, el caso ya se considera “judicializado”, por lo que
aguardarán a que las partes solventen sus asuntos legales ante las instancias
correspondientes.
Según los datos del Registro de la Propiedad, Pananish está integrada por 6 fincas,
dos de ellas pertenecen a Iliana Thomae Estrada y Sofía Thomae.
Esteban Ichich, Hermelindo Ichich, Roberto Caal, Isaías Ayú, Ricardo Chún Laj,
Mario Iquí Caal y Tomás Choc fueron acusados de haber promovido una supuesta
invasión. Todos con familia, agricultores, uno de ellos enfermero.
—Acá todos vivimos de la agricultura, eso es lo que sabemos, a eso nos dedicamos.
Vivimos del frijol, el maíz, la caña, el chile, el banano—, dijo uno de ellos.
Fueron denunciados por usurpación. La familia Thomae asegura que los terrenos son
de su propiedad desde hace más de 100 años. La versión de los acusados es distinta.
No es una propiedad privada, es una tierra en la que han vivido por generaciones, no
están invadiendo, simplemente ocupan el espacio que les corresponde, aseguran.
—Son las tierras en las que crecimos, por generaciones. Ahí enterramos a nuestros
abuelos también. Nuestros padres ahí trabajaron, ahí estamos trabajando nosotros
también—, relató uno de los pobladores bajo el anonimato porque temen represalias
legales.
—Eso es lo que ellos dicen. La verdad es que somos agricultores. Dicen que
estábamos armados y no tenemos armas, siempre llevamos nuestro machete, somos
agricultores. Siempre cargamos machete porque somos campesinos. Ellos llegaron
pero con armas de fuego. Nosotros les tenemos miedo a las armas de fuego.
El perito Juan Carlos Peláez fue el encargado de hacer un análisis histórico registral
sobre la propiedad que, aparentemente, pertenece a la familia Thomae. Es decir, un
análisis histórico sobre la propiedad de 2,368 manzanas de tierra que la familia
Thomae reclama como suyas.
Una de sus conclusiones fue que las cuatro fincas analizadas —Corozal, San Rafael,
Tamaxque, Los Encinos y Pancoc— surgieron a la vida jurídico-registral dentro del
proceso de despojo a que fue sometido el pueblo indígena de su propiedad comunal.
El juez le dio crédito a ese análisis y en su sentencia dejó claro que la familia
Thomae tenía una posesión desproporcionada de tierra y que eso ocasionaría
conflictos sociales. Sobre todo porque contrasta con la precariedad, limitación y
pobreza en la que viven los habitantes de las comunidades vecinas. Una de ellas,
Washington.
—Agarramos agua del pozo, pero hay épocas en las que se seca y tenemos que ir al
río, que nos queda como a dos horas a pie—, cuenta uno de ellos. No se lamenta.
Tener un río “cerca” es uno de los grandes privilegios para la comunidad.
Tampoco hay energía eléctrica. La sustituyen con paneles solares, pero solo los
tienen las familias con más ingresos. No hay casas de concreto. La mayoría están
hechas de troncos de madera. Otras de lámina.
Según el juez, en las inscripciones registrales de este caso apenas se hace relación de
las colindancias y extensión métrica de los terrenos. Tampoco se cuenta con planos
que generen certeza sobre la extensión real y delimitación de cada una de las tierras
al punto que, como lo señaló el perito, en algunos sitios geográficos existe
sobreposición de hasta cinco inscripciones.
Y continúa el juez:
“En el caso concreto, el estudio efectuado por el perito Peláez Villalobos sobre los la
documentación de las fincas que integran ahora la entidad Agropecuaria Pananish,
S.A., demuestra la forma en que, mediante pagos dinerarios simbólicos, se
adjudicaron a los originales propietarios esas extensas tierras, pero, más relevante es
el criterio del citado profesional sobre la necesidad de realizar el levantamiento
planimétrico sobre tales terrenos para determinar, con exactitud sus dimensiones y
límites”.
—Lo que no esperábamos es que habiendo una mesa de diálogo hubiera un desalojo
—, dijo Ignacio Urquijo, uno de los abogados del caso.
Por su parte, la postura de Byron Thomae es que las propiedades que reclaman como
suyas y que han sido “invadidas” por las comunidades, fueron adquiridas legalmente
por su familia, desde hace más de 100 años con “el fruto de sus esfuerzos”.
Thomae sostiene que estas tierras fueron compradas por sus antepasados, que luego
las heredaron a su padre.
Declaró que los comunitarios ocuparon sus tierras, hicieron champas con nailon,
después las hicieron con varas y paja; actualmente, han hecho construcciones de
lámina. Intentó establecer una reunión conciliatoria con algunos de ellos pero
finalmente el caso llegó al plano judicial.
[Te recordamos este texto: ¿Qué fue lo que pasó en el desalojo de Izabal:
propiedad legal o tierras ancestrales?, por Gladys Olmstead]
Ser desalojados sin tener a dónde ir
Ese día, a la finca Corozal llegó un juez ejecutor, el personal de la PNC, cerca de 1
mil agentes de policía y algunos representantes de la PDH. Su intención era realizar
cinco desalojos, pero solo concretaron uno.
—Según el juez venían a sacarnos con una orden pero no llevaron un papel, se los
pedimos pero no lo llevaban—, relató uno de ellos. Antes hizo una advertencia.
—No publique mi nombre porque ellos están buscando quiénes somos—, solicitó.
—El juez nos dijo: Ahora van a firmar unos papeles y van a recibirnos.
— Le dijimos: Antes de recibir ese papel, será que no va a dar lectura.
— Él dijo que no. Dijo: “Nada más reciben y firman acá”.
— Pero no firmamos. Después nos dijo que saliéramos, que era una finca privada,
que así está en los juzgados, que ya había una orden en el juzgado de Salamá.
— Ahora tienen 15 minutos para salir de ese lugar, nos dijo.
— Señor juez, ¿a dónde vamos a ir? No tenemos dónde vivir. Aquí nacimos, dijimos
nosotros.
— Nos dijo, yo no sé nada de eso. Yo vengo a cumplir la orden.
— Les dijimos: No vamos a salir, solo que nos maten a todos, si aquí nacimos, aquí
estuvieron nuestros abuelos.
— Después de eso la Copredeh (Comisión Presidencial Coordinadora de la Política
del Ejecutivo en materia de Derechos Humanos) empezó a decirnos: para que la ley
los apoye ustedes deben salir del lugar. Sálganse y después platican entre ustedes
qué van a hacer. El de la PDH también nos dijo que nos fuéramos.
Las autoridades insistían en que salieran del lugar. Ellos insistían en que no se irían
de donde han vivido, ellos y sus antecesores. Ante esa negativa, comenzaron las
medidas de represión para los pobladores.
—Nos empezaron a echar gases. Todos salieron. Después de eso comenzaron a
quemar las casas, quemaron el maíz. Quemaron cinco casas. Entraron a destruir las
casas con gasolina, otros tirando gases. Cómo ardía, nosotros no conocemos eso,
casi nos ahogamos todos.
Algunos calculan que ese desalojo duró 10 minutos. El tiempo suficiente para que
los policías convocados quemaran y destruyeran las casas. Algunos, según los
testimonios de los afectados, se robaron colchas, paneles solares y pollos.
Cuando la PNC se retiró del lugar llegaron diez hombres a los que ellos reconocen
como miembros de la seguridad del “patrón”.
—En ese caso se verificó que se cumplieron algunos requerimientos como tener
albergues para las persona que pudieran ser desalojadas y transporte para llevarlos.
Se observó el actuar de la PNC. Según el reporte de los delegados del PDH, no fue
necesaria una intervención más allá de después de una hora. Los comunitarios
salieron de manera voluntaria. Se cumplió la hora y las personas no se retiraron y la
PNC intervino, usó gases, humo para disuadir, luego utilizó gases lacrimógenos. Las
personas se retiraron y dijeron que no iban a utilizar los albergues ofrecidos—,
declaró.
Ese día, el juez dirigió uno de los cinco desalojos programados para esa tarde. Los
demás se realizarán mañana 13 de febrero.
—Tenemos miedo de la Policía, de los hombres del patrón. Ellos disparan al aire.
Nosotros pedimos a las autoridades que nos apoyen, nosotros no vamos a hacer
nada.
Están asustados, pero también enojados. Entre ellos, están conscientes de que se
enfrentan a los intereses de una de las familias más adineradas del lugar. Finqueros
que, según dicen los pobladores, le apuestan al negocio de las hidroeléctricas y por
eso se aferran a la tierra de Purulhá, en Baja Verapaz.
Además, se evalúa con una medición en campo de cada uno de los predios
analizados.
Sin embargo, las comunidades sostienen que durante generaciones han vivido sobre
terrenos propios, que han pertenecido a sus antecesores. Hay familias que han vivido
en esos espacios por años, pero el nombre de otras personas figuran como
propietarios en los folios del Registro de la Propiedad.
Walter García, uno de los ingenieros del RIC, encargado de esos procesos, tiene una
explicación para eso:
—Hay comunidades que están viviendo en áreas cuya posesión se ha ido heredando
de generación en generación. El problema es que hay una ley (el Código Civil) que
dice que para tener certeza jurídica tienen que inscribir la propiedad. Muchas
comunidades solo la han poseído y no regularizan su situación.
El perito Peláez explica que hay una serie de anomalías en cuanto al registro de
tierras que inicialmente pertenecían a comunidades originarias de la región.
El caso de Purulhá, según el exdiputado Amílcar Pop, es uno de cientos más que han
generado conflictividad en distintas regiones. Según el RIC, Huehuetenango, Izabal,
Baja Verapaz, Alta Verapaz y Zacapa son los departamentos que destacan por
problemáticas de tierras.
Cada vez que un conflicto de tierras entre finqueros y comunidades llega al plano
penal, los juristas recurren a lo estipulado en el Código Civil, sobre el procedimiento
para registrar propiedades. Sin embargo, la Constitución misma habla de la
protección a las tierras y las cooperativas agrícolas indígenas.
A pesar del temor a ser desalojados en cualquier momento, tienen clara su consigna:
—Acá nos vamos a quedar, aquí nacimos, aquí murieron nuestros abuelos.