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Pobladores de Nahualá y Santa Catarina

Ixtahuacán se enfrentan de nuevo


Una persona resultó herida en un nuevo enfrentamiento entre
pobladores de Nahualá e Ixtahuacán, Sololá, pese a que
recientemente se firmó un acuerdo que pretende la convivencia.
Una fuente oficial informó que la persona herida es de Nahualá y
que el enfrentamiento armado se registró la noche del jueves 20 de
junio en un área de cultivos.

Durante varios años se han registrado enfrentamientos entre


pobladores de ambos de municipios, debido a un conflicto limítrofe.

Este nuevo enfrentamiento se da, pese a que en mayo de este año se


firmó un acuerdo que busca promover la convivencia pacífica entre
ambos poblados. Este conflicto territorial ha causado muertos,
heridos y bloqueos en la ruta Interamericana.

El último enfrentamiento entre ambas poblaciones se registró el 1 de


abril de este año y se reportó la muerte de un poblador.

Los últimos enfrentamientos se han registrado en la cumbre de


Panquix.

Antecedentes
El 13 de julio del 2017, se registró un enfrentamiento entre ambas
comunidades. En el incidente un hombre perdió la vida, dos
resultaron heridos y tres fueron capturados.

En esa ocasión, los pobladores se agarraron a machetazos por la


disputa de un terreno del que ambas comunidades alegan ser
propietarias.
Testimonios de propietarios de fincas
invadidas evidencian pérdida de empleos
y exportaciones
La Asociación para la Defensa de la Propiedad Privada (Acdepro)
señaló que las invasiones de finca son un problema latente que
afecta en su mayoría a zonas de Alta Verapaz, Izabal y Petén,
además, provocan pérdidas millonarias y afectan las inversiones.
En una conferencia de prensa virtual, Acdepro denunció que no ha
existido voluntad de las autoridades para ejecutar los desalojos que
ya han sido autorizados.

Dorothee Dieseldorff, propietaria de la finca Cubilguitz en Cobán,


Alta Verapaz, relató que los terrenos han pertenecido a la familia
desde hace 110 años y hace 18 meses fueron invadidos por más de
300 personas.

En seis ocasiones diferentes se han emitido órdenes de desalojo, pero


ni la Policía Nacional Civil (PNC) y el Ministerio Público (MP) se
han presentado para ejecutarlas, “existe temor entre las mismas
autoridades de accionar en estos temas”, lamentó Dieseldorff.

Los invasores han tomado aproximadamente el 30% de la finca


Cubilguitz, lo cual ha generado pérdidas millonarias para los
propietarios, debido a que se pierden cosechas, plantaciones y
activos, por la pérdida de terrenos utilizados para siembras.

“El Estado y los gobiernos han permanecido inactivos ante tales


hechos, e incumplen su deber constitucional de proteger el derecho
de la propiedad privada”, enfatizó la propietaria.
Propiedad destruida por invasores en finca Cubilguitz en Cobán, Alta Verapaz. (Foto Prensa Libre:
Cortesía)

Finca Cubilguitz ha perdido hectáreas de bosques de hule,


producción que era exportada a varios países, siendo Guatemala un
referente mundial del comercio de este producto, las pérdidas se
estimaron en unos Q27 millones.

Actualmente se han perdido 120 puestos de trabajo, que equivalen a


Q4 millones de ingresos para las familias de la finca, quienes están
en riesgo de seguridad alimentaria.

Asimismo, se han destruido más de 10 hectáreas de bosques de pino


y bosques naturales (imposible cuantificar por el momento), lo cual
necesita permisos especiales para su aprovechamiento maderable.

“Los invasores instalados en la propiedad han talado los árboles


para venta y para uso personal, provocando un grave daño
ecológico”, afirmó Dieseldorff.

Segundo testimonio: Finca Sequibal-Agropalmito


Finca Sequibal-Agropalmito está ubicada en Cobilguitz, Alta
Verapaz, en cercanías del municipio de Chisec. En marzo de 2019
fue invadida por 30 personas pertenecientes a un grupo clandestino
que indicó estar al servicio del autollamado Comandante César
Montes o Julio César Macías, informó Víctor Suárez, propietario de
la finca.

Suárez relató que estas personas invadieron la finca violentamente,


irrespetando el derecho a la propiedad privada, garantizado en la
Constitución Política de la República de Guatemala. A su ingreso,
amenazaron y golpearon a trabajadores y guardias. Además, les
robaron sus pertenencias, instrumentos de trabajo y dinero.

Al tomar por la fuerza parte de la finca, el grupo criminal quemó,


destruyó y robó la propiedad privada invadida, así como
fertilizantes, el dinero para el pago de planilla y otros activos.
Vehículos tipo pic up y tractor fueron desmantelados, y sus partes,
vendidas al mejor postor, aseguró el dueño de la finca.

También robaron la cosecha de palmito y cardamomo almacenada


en las bodegas de la finca; y talaron árboles, solo en daño forestal
representa unos Q250 mil.

En total se han perdido 2 millones de palmitos, que en ventas


equivalen a unos Q30 millones. Además, pérdidas en cardamomo
que ascienden a Q227 mil.

Suárez dijo que los líderes de la invasión estafaron a muchas


personas, pues vendieron el derecho de lotes ubicados dentro de la
propiedad privada de Sequibal-Agropalmito, queriéndose apoderar
de tierras que poseen sus dueños legítimos, quienes cuentan con
escrituras que demuestran su propiedad legal.

Para julio de 2020, más de 300 personas invaden la finca y cada


usurpador paga montos entre Q500 y Q5 mil, afirmó el propietario
de la finca.
Plantean creación de fiscalía
Las actividades agrícolas generan empleos, aportan a la economía
del país y el desarrollo a las familias y comunidades en su entorno.
La certeza jurídica es un elemento clave para las inversiones
nacionales y extranjeras en el país, enfatizó Carlos Torrebiarte,
vicepresidente de la Asociación para la Defensa de la Propiedad
Privada (Acdepro).

Torrebiarte dijo que plantean la creación de una fiscalía de


Protección a la Propiedad Privada en el Ministerio Público y que el
delito de usurpación sea catalogado como crimen organizado.

Edgar Taylor, abogado penalista comentó que hay dos aspectos que
se evidencian en el Código Penal, uno es el de usurpación, que es
considerado de acción permanente, es decir, que quien lo comete
está en constante flagrancia, y el segundo, es que los protocolos de
desalojo son complicados e impiden acciones contundentes.

“El delito de usurpación se clasifica en tres fases: la primera es la


amenaza, la segunda es la que se produjo hace más de 30 años y la
tercera son las más recientes, y deben ser apreciados en su justa
dimensión”, dijo Taylor.

En opinión del abogado penalista los jueces y los fiscales se quedan


solos y tienen miedo de tomar estos casos, por lo tanto, se debe
garantizar su seguridad.

Desalojados campesinos de dos fincas de


Sololá
El 20 de febrero de 1996 400 agentes de las Fuerzas de Reacción
Inmediata (FRI) de la Policía Nacional desalojaron a unos 250
campesinos que mantenían ocupadas las fincas Santo Tomás y La
Providencia, en San Lucas Tolimán, Sololá.
El desalojo, efectuado por orden de un juzgado local, dejó siete
campesinos heridos, quienes se enfrentaron a las FRI.

Unos 250 campesinos decidieron invadir las referidas fincas a finales


de diciembre de 1995, con el argumento de la falta de tierra para
vivir y cultivarla; sin embargo, los propietarios de las fincas
invadidas iniciaron acciones legales ante el Juzgado Primero de
Primera Instancia de Sololá.

Trascurrieron los días, hasta que el 20 de febrero un juez local pidió


ayuda a las fuerzas de seguridad para hacer cumplir la orden de
desalojo de los invasores.

Al lugar también acudieron representantes  de la Misión de las


Naciones Unidas para Guatemala (Minugua), Gobernación
Departamental  y de la Procuraduría de los Derechos Humanos. 
Seis funcionarios de Minugua fueron retenidos y un vehículo fue
dañado por los inconformes.
Los hechos
A las 9 horas del 20 de febrero los representantes de los campesinos
se reunieron con autoridades para negociar la salida. Sin embargo, a
las 11 horas los campesinos fueron informados por sus
representantes de que no habían llegado a ningún acuerdo y que de
inmediato serían desalojados del lugar. Esa situación provocó que se
caldearan los ánimos y que se provocara un enfrentamiento.

Finalmente, los campesinos abandonaron la finca Santo Tomás y el


FRI procedió a desmantelar las viviendas improvisadas.

A las 13 horas, el contingente policiaco fue movilizado a la finca La


Providencia, para desalojar al otro grupo de invasores, donde sei s
funcionarios de Minugua fueron  retenidos y liberados 90 minutos
después.

A las 1 4. 3 0 horas se produjo  otro  enfrentamiento entre


campesinos y fuerzas de seguridad; al final fueron desalojados.

Según el entonces vocero de Minugua, Carlos Urrutia, los incidentes


se produjeron debido a la tensión que generó la presencia policiaca
en el lugar.

Además, aclaró que los funcionarios de Minugua en ningún


momento fueron retenidos; lo que ocurrió fue que los campesinos
cerraron la puerta de entrada a la finca La Providencia, para impedir
el ingreso de la Policía.

El funcionario de Minugua admitió que un vehículo de la misión fue


dañado por los labriegos.

Invadirán otra vez


Los campesinos desalojados de las fincas mencionadas afirmaron
que volverían de nuevo a ocupar las dos fincas, y demandaron del
Gobierno una solución a la falta de acceso a la tierra, indicó un
funcionario de una organización defensora de derechos humanos,
que pidió no ser identificado.

Dijo que la situación de los campesinos es precaria y que las


autoridades de Gobierno deben adoptar medidas urgentes para
solucionar el conflicto agrario, de lo contrario, pueden ocurrir graves
incidentes.
Los campesinos estaban dispuestos a ofrecer sus vidas por el
reclamo de tierra que llevan a cabo, añadió.

Invasión en Ocós
Unos mil 500 campesinos invadieron ese mismo 20 de febrero
terrenos del entonces parcelamiento La Blanca, Ocós, San Marcos,
los cuales reclaman como área de reserva para la ampliación del
centro urbano destinado a la construcción de viviendas.

El corresponsal en esa región dijo entonces que el presidente del


comité para compra de tierras, Juan López y López, afirmó que los
invasores mantenían reclamos de esos terrenos desde 1953, cuando
se creó el parcelamiento La Blanca.

Las parcelas que reclamaban los labriegos estaban identificadas con


los números 62, adjudicada a Manuel Rodas; 63, Pablo Alfaro; 64,
Vicente Barrios; 89, Carlos Galindo, y la 90-A, a Carlos Melgar.
También reclamaban  la parcela 61 que fue adjudicada.

Raíz social
La invasión de tierras es un problema que Guatemala arrastra desde
hace más de un siglo. La marcada diferencia entre la minoría que
posee la mayor parte de tierra cultivable y la mayoría que no posee
sale a relucir siempre que estallan los conflictos agrarios.

Sumado a ello, fenómenos sociales como la migración también ha


causado durante los últimos 50 años el aumento de invasión de
tierras. En forma paralela han surgido asentamientos humanos como
una reacción social ante la falta de vivienda digna.

Líderes comunitarios y finqueros firman


convenio sobre conflicto de tierras
Terratenientes de Jalapa y líderes comunitarios de Santa María
Xelapán firmaron este miércoles un acuerdo que pondría fin a un
conflicto de tierras que data de tres siglos.
La firma del convenio participaron representantes de la Secretaría de
Asuntos Agrarios de la Presidencia y de la Procuraduría de los
Derechos Humanos, que acompañaron el proceso de diálogo que
culminó con ese acto.

El convenio de entendimiento los pobladores de la Montaña Santa


María Xalapán y terratenientes se comprometen a respetarse
mutuamente, por lo que los primeros no deberán invadir tierras y
los finqueros no pedirán desalojos.

Las partes consideran que la firma del acuerdo es solo el principio


para evitar más violencia por reclamo de tierras en ese
departamento.

Durante décadas los habitantes de la cabecera de Jalapa vivieron con


temor debido a que pobladores de Montaña Santa María Xalapán
ocupaban tierras periféricas de esa ciudad, pues aducían que en los
propietarios, para lo cual se amparaban en una cedula real  
otorgada por el rey Carlos V de Alemania y II de España, en el siglo
XVIII.

Desde el año 2000 ocurrió una serie de invasiones y desalojos que


degeneraron en enfrentamientos violentos que dejaron muertos que
enlutaron a familias de ambos bandos.  

Carlos Antonio Morán Pop, secretario de Asuntos Agrarios de la


Presidencia, indicó que el convenio permite generar una convivencia
pacífica que pueda llegar a consensos para solucionar los conflictos.

“Desde que se asumió la secretaría, en el 2016, este caso fue tomado


como prioridad, pues se trata de resolver un problema que data de
más de 300 años”, resaltó Morán.

Convenio pone candados


Miguel Ángel Sandoval, presidente de la Asociación de Propietarios
de Tierras, reconoció que el convenio pone candados para que
ambas partes se respeten.  

El mayordomo y representante legal de la Montaña Santa María


Xalapán, Nicolás Castrillo Jerónimo, dijo en los acuerdos ponen fin a
los hechos delictivos que se han cometido durante los años que ha
durado el conflicto de tierras en ese departamento, y quien los viole
tendrá que atenerse a las consecuencias legales.

Cecilia Aguirre, auxiliar de la Procuraduría de los Derechos


Humanos, que fue mediadora durante el proceso de diálogo, señaló
que la firma del convenio es importante para la población
jalapaneca, porque tanto la comunidad Santa María Xalapán y los
propietarios de tierras se comprometen a convivir de manera
pacífica.

Conflicto de tierras habría originado


ataque con machete contra tres hermanos
en Olopa
Cuando retornaban de cultivar sus tierras, en Olopa, Chiquimula,
tres hermanos fueron atacados con machete por desconocidos, en
un hecho que pareciera ser un conflicto de tierras, informó la
Policía Nacional Civil (PNC).
El incidente ocurrió en el camino de terracería que conduce a la
Laguna de Cayur, en dicho municipio, donde resultaron heridos
Pedro, Ovidio y José Díaz Ramírez, de 21, 22 y 23 años,
respectivamente.

Las víctimas informaron a las autoridades que los atacantes le


salieron al paso y sin mediar palabra empezaron a agredirlos,
ocasionándoles heridas en distintas partes del cuerpo.
También lea:  Más de Q80 millones en cultivos se pierden por la sequía en
Chiquimula
“Intentamos defendernos con piedras, pero fue en vano, por lo que
tuvimos que pedir auxilio a otros vecinos. Los atacantes se dieron a
la fuga entre los matorrales, y no es la primera vez que ocurre un
ataque contra nuestra familia”, informó Pedro Díaz, uno de los
heridos.
Quieren sus terrenos
Añadió que habían recibido amenazas de una familia del sector,
cuyos integrantes quieren apoderarse de sus terrenos, donde
siembran maíz y frijol.

“Con mis hermanos volvíamos de sembrar milpa porque la primera


cosecha se perdió, debido a la falta de lluvias, hicimos un préstamo
para volver a cultivar nuestra tierra y ahora nos ocurre esta
tragedia”, dijo Ovidio, otro de los heridos.

Autoridades de la PNC informaron que montaron operativos en


busca de los agresores, pero los resultados fueron negativos.

De acuerdo con autoridades del Hospital Modular local, Pedro


sufrió amputación de una de las manos; José tiene una herida en el
brazo y Ovidio una en el cráneo, por lo que quedaron
hospitalizados.
“Ya no se puede vivir tranquilo, porque la delincuencia nos quita le
poco que ganamos con el sudor de nuestra frente. Es ahora de que
nuestra comunidad se organice y patrulle, porque ni Gobernación ni
la PNC nos van a defender de la violencia”, explicó Henry Valdez,
vecino.

Denuncian estructura criminal


que invade fincas de la Costa Sur
Grupos empresariales demandan restablecimiento de derechos a propietarios de
finca San Francisco Miramar.

Los denunciantes afirman que los invasores provocan pérdidas por más de Q5
millones, además de daños a la propiedad.
Por: ÓSCAR F. HERRERA oherrera@elperiodico.com.gt
Representantes de las Cámaras del Agro, Industria, Finanzas y la Asociación
Nacional del Café (Anacafé), denunciaron a una supuesta estructura criminal que
se dedica a la invasión de fincas privadas de la Costa Sur para luego vender lotes
de manera ilegal, estafando a pobladores con sumas que rondan los Q10 mil por
lote.

Señalan el caso de la invasión de la finca San Francisco Miramar ubicada en


Colomba, Costa Cuca, Quetzaltenango, donde tras realizarse los debidos
procesos para desalojar a varios usurpadores, y de ejecutado el desalojo, el
magistrado Edwin Alberto Mis Ávila, de la Sala Regional Mixta de la Corte de
Apelaciones de Retalhuleu, concedió un amparo provisional a los invasores,
quienes volvieron a invadir dicha finca.

“El 5 de julio ingresaron por primera vez”, dijo Carlos Torrebiarte, director de
Agroindustrias Miramar, quien contó que los invasores indicaban que la finca era
propiedad de la ex vicepresidenta Roxana Baldetti y que al explicarles que se
trataba de una finca privada y desmentir la supuesta propiedad de la ex
funcionaria se retiraron.

Sin embargo, el 19 de julio más de 1,500 personas llegaron a usurpar el lugar.


Tras realizar los procesos legales y demostrar la legítima propiedad de la finca, el
1 de agosto el Juez de Primera Instancia de Coatepeque ordenó el desalojo, el
cual se concretó el 30 del mismo mes con la participación de 1,200 agentes de la
Policía Nacional Civil (PNC).

“Lo increíble es que las personas que primero decían que la finca era de Roxana
Baldetti, ahora dicen que es del Estado y que ellos tienen derechos posesionarios
y el 13 de septiembre se les otorgó un amparo provisional por lo que volvieron a
invadir y ahora con más de 3 mil personas”, subrayó Torrebiarte.
De esa cuenta las agrupaciones empresariales solicitan la acción de la Corte
Suprema de Justicia (CSJ) para que restablezca los derechos legítimos de
propiedad de la finca en mención.

Entre los integrantes de la red criminal señalan al exdiputado al Congreso por el


extinto partido Lider, Luis Adolfo Chávez Pérez, sobre quien pesa una condena de
tres años de prisión por el delito de tráfico de influencias. elPeriódico intentó
contactar a Chávez sin embargo, no se obtuvo comunicación.

“Se han presentado más de cinco denuncias por otras invasiones dirigidas por las
mismas personas y de la misma forma. Es una estructura criminal y por ello
demandamos que sea investigada por la Fiscalía Contra el Crimen Organizado”,
apuntó Torrebiarte.

Acompañamiento

>El Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, indicó que sus
delegaciones departamentales han dado acompañamiento a las acciones en la
finca San Francisco Miramar. Sin embargo, a partir de la resolución de la sala que
otorgó amparo provisional, el caso ya se considera “judicializado”, por lo que
aguardarán a que las partes solventen sus asuntos legales ante las instancias
correspondientes.

Una añeja pelea por la propiedad de la tierra

y un desalojo inminente en Purulhá


Unas 300 personas están a punto de ser desalojadas en el municipio de Purulhá, Baja
Verapaz. Una familia de empresarios alega tener los títulos sobre la tierra en la que habita
la comunidad. Frente a eso, ellos exigen que la justicia reconozca la propiedad desde sus
derechos ancestrales.

POR KIMBERLY LÓPEZ / 12 FEBRERO, 2020


En diciembre hubo un intento de desalojo en las comunidades de Purulhá. Fueron llevadas
varias patrullas y decenas de policías.
FOTO: FACEBOOK

Una comunidad recóndita de Purulhá, Baja Verapaz, a 180 kilómetros de la Ciudad


de Guatemala, y una familia de empresarios se disputan más de 700 metros
cuadrados de tierra. El conflicto llegó al ámbito penal desde 2015, cuando quienes
figuran como propietarios de las tierras, la familia Thomae, denuncia usurpación
agravada. La denuncia fue interpuesta por Byron Thomae y la Agropecuaria
Pananish, S.A., que es representada por Byron Thomae Estrada y Guillermo Thomae
Chon.
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Según los datos del Registro de la Propiedad, Pananish está integrada por 6 fincas,
dos de ellas pertenecen a Iliana Thomae Estrada y Sofía Thomae.

Esteban Ichich, Hermelindo Ichich, Roberto Caal, Isaías Ayú, Ricardo Chún Laj,
Mario Iquí Caal y Tomás Choc fueron acusados de haber promovido una supuesta
invasión. Todos con familia, agricultores, uno de ellos enfermero.

—Acá todos vivimos de la agricultura, eso es lo que sabemos, a eso nos dedicamos.
Vivimos del frijol, el maíz, la caña, el chile, el banano—, dijo uno de ellos.

Eso es lo que los fiscales consignaron en la denuncia:

“El 16 de marzo de 2015, en horas de la noche, 80 personas “invadieron” el lugar,


las fincas que pertenecen a la familia Thomae. Se instalaron en el lugar, montaron
pequeñas casas y sembraron cultivos”.

Fueron denunciados por usurpación. La familia Thomae asegura que los terrenos son
de su propiedad desde hace más de 100 años. La versión de los acusados es distinta.

No es una propiedad privada, es una tierra en la que han vivido por generaciones, no
están invadiendo, simplemente ocupan el espacio que les corresponde, aseguran.

—Son las tierras en las que crecimos, por generaciones. Ahí enterramos a nuestros
abuelos también. Nuestros padres ahí trabajaron, ahí estamos trabajando nosotros
también—, relató uno de los pobladores bajo el anonimato porque temen represalias
legales.

Los denunciantes sumaron un suceso más al expediente.

El 5 de abril de 2016, un grupo de fiscales y representantes de la PDH llegó a la


comunidad Washington para realizar una inspección ocular en seguimiento a la
denuncia interpuesta por los finqueros; según el documento, un grupo de unas 60
personas les bloqueó el ingreso, los amenazaron con armas y los obligó a firmar un
acta donde se comprometían a no volver.
Para sustentar su denuncia, la familia Thomae presentó testigos que declararon que
fue un encuentro “sumamente” agresivo. Los denunciaron también por coacción.

El juez Mario Castro Can, de Salamá, condenó a 4 de ellos a 2 años de prisión


conmutables por el delito de usurpación agravada. Y al resto por coacción.

En diciembre hubo un intento de desalojo en las comunidades de Purulhá. Fueron


llevadas varias patrullas y decenas de policías.

Pero, nuevamente, la versión de los acusados era muy distinta.

Uno de ellos lo recuerda de esta forma:

—Eso es lo que ellos dicen. La verdad es que somos agricultores. Dicen que
estábamos armados y no tenemos armas, siempre llevamos nuestro machete, somos
agricultores. Siempre cargamos machete porque somos campesinos. Ellos llegaron
pero con armas de fuego. Nosotros les tenemos miedo a las armas de fuego.

A partir de la denuncia y un proceso judicial que terminó el 26 de septiembre de


2018, el juez Castro Can resolvió condenarlos por usurpación y coacción. Fue una
sentencia que los acusados percibieron como confusa porque también cuestionaba la
propiedad de la tierra. Llegó a esa decisión a pesar de que durante el juicio se
cuestionó la legalidad de la propiedad de esas tierras.

El perito Juan Carlos Peláez fue el encargado de hacer un análisis histórico registral
sobre la propiedad que, aparentemente, pertenece a la familia Thomae. Es decir, un
análisis histórico sobre la propiedad de 2,368 manzanas de tierra que la familia
Thomae reclama como suyas.

El peritaje se realizó a través de la información recopilada en el campo por el


Registro de Información Catastral (RIC), datos del Registro de la Propiedad y títulos
comunales sobre las tierras. Peláez determinó que existían anomalías en el registro
de las tierras y que ninguna porción ocupada por la comunidad Washington
pertenece a algún particular, sino a la comunidad.

Una de sus conclusiones fue que las cuatro fincas analizadas —Corozal, San Rafael,
Tamaxque, Los Encinos y Pancoc— surgieron a la vida jurídico-registral dentro del
proceso de despojo a que fue sometido el pueblo indígena de su propiedad comunal.

El juez le dio crédito a ese análisis y en su sentencia dejó claro que la familia
Thomae tenía una posesión desproporcionada de tierra y que eso ocasionaría
conflictos sociales. Sobre todo porque contrasta con la precariedad, limitación y
pobreza en la que viven los habitantes de las comunidades vecinas. Una de ellas,
Washington.

Los servicios más básicos no llegan a la comunidad. Tampoco llega el Estado, ni la


educación, ni la salud. La mayoría de niños opta por no ir a la escuela porque la más
cercana está en una de las comunidades cercanas a la zona más poblada de Purulhá.
Para llegar al centro de salud más próximo, se requieren de 2 horas de camino.

Los pozos y ríos sustituyen el servicio de agua potable.

—Agarramos agua del pozo, pero hay épocas en las que se seca y tenemos que ir al
río, que nos queda como a dos horas a pie—, cuenta uno de ellos. No se lamenta.
Tener un río “cerca” es uno de los grandes privilegios para la comunidad.

Tampoco hay energía eléctrica. La sustituyen con paneles solares, pero solo los
tienen las familias con más ingresos. No hay casas de concreto. La mayoría están
hechas de troncos de madera. Otras de lámina.
 

La PDH supervisó el desalojo programado el 11 de diciembre del 2019.

Además de la brecha de riqueza entre los Thomae y las comunidades aledañas —


continúa el juez—, la distribución de tierras también despierta dudas sobre la
exactitud de los registros:

“Resulta igualmente obvio que la desmesurada apropiación de estas vastas


extensiones de tierra tuvo como consecuencia la incertidumbre que hasta ahora se
experimenta sobre la certeza de extensión física de las distintas fincas que se fueron
formando con el correr del tiempo”.

Según el juez, en las inscripciones registrales de este caso apenas se hace relación de
las colindancias y extensión métrica de los terrenos. Tampoco se cuenta con planos
que generen certeza sobre la extensión real y delimitación de cada una de las tierras
al punto que, como lo señaló el perito, en algunos sitios geográficos existe
sobreposición de hasta cinco inscripciones.

Y continúa el juez:
“En el caso concreto, el estudio efectuado por el perito Peláez Villalobos sobre los la
documentación de las fincas que integran ahora la entidad Agropecuaria Pananish,
S.A., demuestra la forma en que, mediante pagos dinerarios simbólicos, se
adjudicaron a los originales propietarios esas extensas tierras, pero, más relevante es
el criterio del citado profesional sobre la necesidad de realizar el levantamiento
planimétrico sobre tales terrenos para determinar, con exactitud sus dimensiones y
límites”.

En la resolución también ordenó que se estableciera una mesa de diálogo con la


participación de la Secretaría de Asuntos Agrarios de la Presidencia, el Registro de
Información Catastral, la Procuraduría de los Derechos Humanos, el Fondo de
Inversión Social. El objetivo sería resolver de forma definitiva “lo relativo a la
propiedad y delimitación de las áreas mencionadas en la sentencia que incluya los
legítimos derechos ancestrales y comunitarios”.

El problema es que, mientras en una parte de su veredicto habla de la necesidad de


aclarar el origen de la propiedad de esas tierras, paradójicamente también ordenó un
alejamiento para todas las familias que ocupan el lugar.

A los comunitarios les sorprendió la decisión.

—Lo que no esperábamos es que habiendo una mesa de diálogo hubiera un desalojo
—, dijo Ignacio Urquijo, uno de los abogados del caso.

Por su parte, la postura de Byron Thomae es que las propiedades que reclaman como
suyas y que han sido “invadidas” por las comunidades, fueron adquiridas legalmente
por su familia, desde hace más de 100 años con “el fruto de sus esfuerzos”.

Thomae sostiene que estas tierras fueron compradas por sus antepasados, que luego
las heredaron a su padre.

Declaró que los comunitarios ocuparon sus tierras, hicieron champas con nailon,
después las hicieron con varas y paja; actualmente, han hecho construcciones de
lámina. Intentó establecer una reunión conciliatoria con algunos de ellos pero
finalmente el caso llegó al plano judicial.
[Te recordamos este texto: ¿Qué fue lo que pasó en el desalojo de Izabal:
propiedad legal o tierras ancestrales?, por Gladys Olmstead]
Ser desalojados sin tener a dónde ir

A partir de la resolución del juez, la comunidad se paralizó ante la posibilidad de ver


a las fuerzas armadas y ser desalojados. Especialmente porque son diligencias en las
que los oficiales recurren a la fuerza y métodos para agredir, dijeron algunos.

El 11 de diciembre de 2019 el MP programó cinco desalojos en las fincas que, según


el juez, son propiedad de los Thomae.

Ese día, a la finca Corozal llegó un juez ejecutor, el personal de la PNC, cerca de 1
mil agentes de policía y algunos representantes de la PDH. Su intención era realizar
cinco desalojos, pero solo concretaron uno.

—Según el juez venían a sacarnos con una orden pero no llevaron un papel, se los
pedimos pero no lo llevaban—, relató uno de ellos. Antes hizo una advertencia.

—No publique mi nombre porque ellos están buscando quiénes somos—, solicitó.

Este es el relato de uno de los comunitarios:

—El juez nos dijo: Ahora van a firmar unos papeles y van a recibirnos.
— Le dijimos: Antes de recibir ese papel, será que no va a dar lectura.
— Él dijo que no. Dijo: “Nada más reciben y firman acá”.
— Pero no firmamos. Después nos dijo que saliéramos, que era una finca privada,
que así está en los juzgados, que ya había una orden en el juzgado de Salamá.
— Ahora tienen 15 minutos para salir de ese lugar, nos dijo.
— Señor juez, ¿a dónde vamos a ir? No tenemos dónde vivir. Aquí nacimos, dijimos
nosotros.
— Nos dijo, yo no sé nada de eso. Yo vengo a cumplir la orden.
— Les dijimos: No vamos a salir, solo que nos maten a todos, si aquí nacimos, aquí
estuvieron nuestros abuelos.
— Después de eso la Copredeh (Comisión Presidencial Coordinadora de la Política
del Ejecutivo en materia de Derechos Humanos) empezó a decirnos: para que la ley
los apoye ustedes deben salir del lugar. Sálganse y después platican entre ustedes
qué van a hacer. El de la PDH también nos dijo que nos fuéramos.

Las autoridades insistían en que salieran del lugar. Ellos insistían en que no se irían
de donde han vivido, ellos y sus antecesores. Ante esa negativa, comenzaron las
medidas de represión para los pobladores.
—Nos empezaron a echar gases. Todos salieron. Después de eso comenzaron a
quemar las casas, quemaron el maíz. Quemaron cinco casas. Entraron a destruir las
casas con gasolina, otros tirando gases. Cómo ardía, nosotros no conocemos eso,
casi nos ahogamos todos.

Una vivienda quemada durante un desalojo.

Algunos calculan que ese desalojo duró 10 minutos. El tiempo suficiente para que
los policías convocados quemaran y destruyeran las casas. Algunos, según los
testimonios de los afectados, se robaron colchas, paneles solares y pollos.

—Cuando se fueron, salimos de donde estábamos escondidos y empezamos a ver


que ya no teníamos nada.

Cuando la PNC se retiró del lugar llegaron diez hombres a los que ellos reconocen
como miembros de la seguridad del “patrón”.

—Comenzaron a disparar. Ya han matado a varios de la comunidad, nos escondimos


y nos quedamos quietos. Después de eso se fueron, comenzamos a ver las casas que
ya se estaban consumiendo por el fuego—, recuerda uno de los testigos.
A pesar de la manera en que los comunitarios recuerdan ese desalojo, Daniel Tucux,
delegado de la PDH, cuenta una versión distinta.

—En ese caso se verificó que se cumplieron algunos requerimientos como tener
albergues para las persona que pudieran ser desalojadas y transporte para llevarlos.
Se observó el actuar de la PNC. Según el reporte de los delegados del PDH, no fue
necesaria una intervención más allá de después de una hora. Los comunitarios
salieron de manera voluntaria. Se cumplió la hora y las personas no se retiraron y la
PNC intervino, usó gases, humo para disuadir, luego utilizó gases lacrimógenos. Las
personas se retiraron y dijeron que no iban a utilizar los albergues ofrecidos—,
declaró.

—¿Por qué no aceptaron los albergues?


—Nos dijeron que había camiones para llevarnos a los albergues, pero dijimos que
no estamos acostumbrados a vivir así, en un salón de la municipalidad, tenemos
pollos, siembras…, dicen que nos van a trasladar a un lugar seguro pero no estamos
acostumbrados a vivir en un lugar así. Estamos acostumbrados a trabajar en nuestro
lugar.

Ese día, el juez dirigió uno de los cinco desalojos programados para esa tarde. Los
demás se realizarán mañana 13 de febrero.

Mientras tanto, los miembros de la comunidad han permanecido en ese lugar. No


saben a dónde ir, no quieren perder sus casas. A pesar de eso, tienen miedo.

—Tenemos miedo de la Policía, de los hombres del patrón. Ellos disparan al aire.
Nosotros pedimos a las autoridades que nos apoyen, nosotros no vamos a hacer
nada.

Están asustados, pero también enojados. Entre ellos, están conscientes de que se
enfrentan a los intereses de una de las familias más adineradas del lugar. Finqueros
que, según dicen los pobladores, le apuestan al negocio de las hidroeléctricas y por
eso se aferran a la tierra de Purulhá, en Baja Verapaz.

En el Registro de la Propiedad, desde el 2008 figura un proyecto hidroeléctrico a


nombre de la familia Thomae. Mauricio Thomae Cruz figura como representante
legal de la empresa Energías Renovables, Enerjá, S.A.
Según una investigación realizada por el Centro de Medios Independientes de
Guatemala (CMI), a Enerjá fue concedido un préstamo por Q760,000 del Banco de
Desarrollo Rural (Banrural), fiduciario del “Programa de Desarrollo Integral en
áreas con potencial de riego y drenaje” del Ministerio de Agricultura Ganadería y
Alimentación (MAGA). Byron Thomae trabajó para dicha institución.

También se les otorgó un proyecto para la construcción y equipamiento del sistema


de riego de la Finca San Rafael por Q750,000. CMI constató que Enerjá necesita de
los ríos Sinajá y Panimá, que colindan con los terrenos en donde se encuentra
ubicada la comunidad Washington.
Un país sin certeza jurídica territorial

La certeza jurídica de las tierras es mínima en un país que solo ha completado


análisis catastrales en el 30% de su territorio.

Un estudio catastral implica la realización de un mosaico gráfico de fincas, un


bosquejo en el que se dibujan en un esquema todas las fincas que están en el área,
según la información del Registro de la Propiedad. Eso se compara con otras fuentes
de inscripción registral de derechos reales.

Además, se evalúa con una medición en campo de cada uno de los predios
analizados.

Luego de realizar ese proceso en la comunidad Washington, el RIC emitió su


dictamen y determinó que la comunidad está abarcando cerca de 743,984 metros
cuadrados sobre las fincas de la Agropecuaria Pananish. Y hay un área de 52,900
metros cuadrados sobre las fincas que pertenecen a otros miembros de la familia
Thomae.

Sin embargo, las comunidades sostienen que durante generaciones han vivido sobre
terrenos propios, que han pertenecido a sus antecesores. Hay familias que han vivido
en esos espacios por años, pero el nombre de otras personas figuran como
propietarios en los folios del Registro de la Propiedad.

Walter García, uno de los ingenieros del RIC, encargado de esos procesos, tiene una
explicación para eso:

—Hay comunidades que están viviendo en áreas cuya posesión se ha ido heredando
de generación en generación. El problema es que hay una ley (el Código Civil) que
dice que para tener certeza jurídica tienen que inscribir la propiedad. Muchas
comunidades solo la han poseído y no regularizan su situación.
El perito Peláez explica que hay una serie de anomalías en cuanto al registro de
tierras que inicialmente pertenecían a comunidades originarias de la región.

—No se trata de un conflicto por derechos ancestrales, es un problema de anomalías


en los registros de las propiedades—, aclara.

El caso de Purulhá, según el exdiputado Amílcar Pop, es uno de cientos más que han
generado conflictividad en distintas regiones. Según el RIC, Huehuetenango, Izabal,
Baja Verapaz, Alta Verapaz y Zacapa son los departamentos que destacan por
problemáticas de tierras.

—El tema es complejo porque es de minuciosidad de interpretación del derecho. El


hecho de que se niegue el reconocimiento de este derecho (de la propiedad) es parte
del racismo institucional del Estado. Los derechos ancestrales existen, hay títulos
reales que adquieren legalidad. El hecho de que no se hable de eso no significa que
no exista—, cuestiona Pop.

Cada vez que un conflicto de tierras entre finqueros y comunidades llega al plano
penal, los juristas recurren a lo estipulado en el Código Civil, sobre el procedimiento
para registrar propiedades. Sin embargo, la Constitución misma habla de la
protección a las tierras y las cooperativas agrícolas indígenas.

—Las tierras de las cooperativas, comunidades indígenas o cualesquiera otras


formas de tenencia comunal o colectiva de propiedad agraria, así como el
patrimonio familiar y vivienda popular, gozarán de protección especial del Estado,
de asistencia crediticia y de técnica preferencial, que garanticen su posesión y
desarrollo, a fin de asegurar a todos los habitantes una mejor calidad de vida. Las
comunidades indígenas y otras que tengan tierras que históricamente les pertenecen
y que tradicionalmente han administrado en forma especial, mantendrán ese sistema.

También es un derecho reconocido en el convenio 169 de la OIT, que sigue siendo


un desafío para la jurisdicción guatemalteca.

La comunidad Washington cuenta como uno de los 723 conflictos de límites


territoriales, en el municipio de Purulhá, registrados por el RIC. A nivel nacional,
solo 68 municipios han culminado un proceso catastral. Los vecinos de Washington
fueron notificados de un próximo desalojo que se realizará el 13 de febrero.
Permanecen en sus viviendas porque no tienen a dónde ir, ni dónde cultivar. Ante el
miedo, solicitaron medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) pero aún no han recibido una respuesta.

A pesar del temor a ser desalojados en cualquier momento, tienen clara su consigna:

—Acá nos vamos a quedar, aquí nacimos, aquí murieron nuestros abuelos.

SAA pone fin a


conflicto de tierras
Representantes de la comunidad Sosela, en Santa María Cahabón, Alta Verapaz,
firmaron un convenio de convivencia pacífica con la propietaria de una finca, lo
que puso fin a un conflicto que duró más de veinte años. 

Esto se logró con la mediación de la Oficina Regional de la Secretaría de Asuntos


Agrarios (SAA) del Polochic, en
dicho departamento.

“Este es el resultado del acompañamiento y promoción para buscar una solución,


priorizando el diálogo. Esta acción beneficiará a 64 familias indígenas, que llevan
27 años asentadas en ese lugar”, indicó Yury Arana,
titular de la SAA.

El acuerdo establece el respeto mutuo, la convivencia, el uso de la tierra y del


agua, así como la negociación para adquirir 12 caballerías y dar certeza jurídica a
los vecinos. • Patricia González.

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