Uno de los pilares de la Arquitectura del Renacimiento fue el clasicismo: los
hombres renacentistas tomaron el mundo greco-romano como modelo de su sociedad, concretando conceptos como la belleza. Sin embargo, estos valores clásicos eran considerados paganos y pecaminosos por la Iglesia Católica, cuya presencia era de suma importancia para el arte, ya que el Renacimiento surgió en Italia, sede principal de esta religión. Por otro lado, la naturaleza es vista como la creación suprema de la obra de Dios, y la existencia más perfecta.
Sumado a esto, se retoma el Humanismo existente en la Antigüedad Clásica, pero
con una importancia mayor, siendo así el segundo pilar de esta Arquitectura. Se deja atrás el teocentrismo medieval para entrar en el antropocentrismo, debido a que el hombre se analiza como medida y referencia del Universo, y no como un ser creado a imagen y semejanza de Dios.
Se incorpora la perspectiva como instrumento del proyecto arquitectónico y la
noción de diseño como forma de conocimiento, pues en el Gótico era suficiente un boceto para iniciar la obra, y los detalles se diseñaban in situ y se elaboraban individualmente. El arquitecto supervisaba cada paso, y eran frecuentes la improvisación y los cambios sobre la marcha. En el Renacimiento estos hábitos fueron desechados. El arquitecto diseñaba el edifico a medida, siendo posible para la mano de obra erigir la estructura sin la supervisión del arquitecto.
A medida que el Renacimiento evolucionaba, se dejaron de un lado los cánones y
obras técnicas de clasicismo, para empezar a redactar sus propios tratados del estilo, aunque basados en el en dicho clasicismo, llegaron a ser anti-clásicos. Aun así, se preservan los diez libros De Architectura del arquitecto romano Marco Vitruvio, cuyo contenido sirvió de base para los principales estudios realizados en esta época, como los diez libros de Luis Battista Alberti, siendo una derivación de los de Vitruvio, y conocidos como De re aedificatoria. Los autores de los tratados procuraban posicionar a los arquitectos como una figura perteneciente a la élite fundamental en cualquier estructura social.