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JOHN LOCKE
ROB RIEMEN
Sin embargo, hoy los mejores maestros del peor idioma son quienes
tienen un micrófono y, desde la radio y la televisión, la zurran
diciendo cosas como las siguientes: “El partido se alentó en la
segunda parte y ya no hubo más emociones”. Obviamente se trata
de una futbolejada, y quien tal cosa dijo, para otros miles que le
creen, quiso dar a entender que el partido se tornó lento y sin
emociones. Esto ha hecho escuela, y ahora hay quienes afirman,
por ejemplo, no en el futbol, sino en otro campo aun más amplio (el
de los internautas), que “mi laptop se alenta cuando pongo algún
juego”. Quiere decir el discípulo de los locutores del futbol que su
computadora portátil se pone lenta, se lentifica, cuando descarga en
ella un programa de juegos. Así hablamos hoy, y así escribimos.
El uso del idioma sin lógica, sin ortografía, sin la buena sintaxis que
exige la semántica, sin pleno sentido gramatical, no sirve de mucho
para expresarnos y hacernos entender; se presta a la confusión y
nos impide la clara comunicación. Por ello es necesario que nuestro
idioma sea preciso. Bien decía el sabio padre Ángel María Garibay
que debemos hablar con propiedad y limpieza, pues “la lengua
hablada es imagen y vehículo. Como habla uno, así piensa”. Por
ello, “hablar limpio es pensar seguro”.
Así como quien habla mal, piensa mal, también escribe mucho peor.
Siendo la lengua un ente vivo y no un fósil, se renueva
constantemente. Lo malo es echarla a perder con tonterías y
barrabasadas, muchas de ellas calcadas de otros idiomas, y muy
especialmente hoy del inglés, y del peor inglés de los peores
angloparlantes, hoy también imitados por los peores y más serviles
anglicistas y anglófilos. Aunque el préstamo léxico es natural en
todas las lenguas, especialmente cuando nombran realidades hasta
entonces ajenas a la lengua que adopta el préstamo, como muy
bien lo advirtió José Manuel Blecua, cuando fue director de la Real
Academia Española, “los anglicismos son hoy [y desde hace ya
algunas décadas] un peligro para el castellano”. Esto se debe al
prestigio que mucha gente hispanohablante descastada le atribuye
al inglés, y al desprestigio y desprecio con el que trata su propia
lengua. Es como tratar mal a la madre que nos parió e idolatrar a la
madre de otros que, por lo demás, es despreciativa con la nuestra.
Esto es exactamente lo que ocurre con los enfermos de anglicismo,
con los anglicistas patológicos.
Lo más extraordinario es que justamente en el ámbito de la
academia y de las profesiones, esto es de las carreras
universitarias, es donde más se utilizan los anglicismos idiotas e
innecesarios que minan, que socavan nuestro idioma: ¡en el ámbito
que debería proteger, con mayor celo, el patrimonio cultural de la
lengua! Que los estudiantes de licenciaturas y posgrados reciban
becas y se vayan a estudiar a los países anglosajones, y que para
esto deban aprender y usar el inglés, ello no debería implicar que se
olviden de su madre y, lo que es peor, que la traten con las patas, es
decir con patanería. Debe renovarse la lengua, y lo está haciendo
constantemente, pero —lo enfatizaba el padre Garibay hace ya
sesenta años— “no tomando modos ajenos, ni inventando al tuntún
lo que cada uno quiera. Y si en otros campos la invasión es
reprobable, mucho más en el de la lengua que es el medio de
conservación de la cultura propia”. Ningún universitario merece título
alguno si antes no demuestra que conoce y sabe utilizar
perfectamente su idioma. ¡Y bien sabemos que muchísimos de ellos
no son capaces de escribir sus tesis! Pagan por ellas.
Uno de los desbarres en los que pongo mucho énfasis en este tomo
es el que corresponde a las tautologías, las redundancias (o
rebuznancias) y los malos pleonasmos. Diré muy ampliamente por
qué. Las tautologías, las redundancias y los pleonasmos que
abundan en la lengua española, son en general, salvo en los casos
de intencionalidad literaria, esto es estética, formas viciosas en el
habla y en la escritura. Sustancialmente, no hay diferencia entre
unas y otros, salvo cuando tenemos el deliberado uso retórico, y
además efectivo, en el arte literario; solamente así dichas formas
viciosas adquieren relevancia virtuosa. En casi todo lo demás (ya
sea en el habla o en la escritura), lo que tenemos son disparates
pleonásticos o redundantes, pues un pleonasmo, contra lo que
pudiera suponerse de manera simplista, no es mejor que una
redundancia si carece de buen efecto estético o de eficaz énfasis
retórico.
Dicho está.
CONCEPTOS Y SIGLAS FRECUENTES EN ESTE
LIBRO
CONCEPTOS
SIGLAS
1. a no es lo mismo que ha
“A” es la primera letra del abecedario español, “que representa el
fonema vocálico abierto central” (DRAE). Es también preposición
que “precede al complemento directo cuando éste es de persona
determinada o está de algún modo personificado”. Ejemplo del
diccionario académico: Respeta a los ancianos. También puede
preceder al complemento indirecto. Ejemplo: A ese presidente le
decían Roto el Chucho, pues robaba a los pobres para enriquecer
más a los ricos. Tiene otros usos, además de estos dos principales.
En cambio, “ha”, del verbo “haber” (“ser, existir”), es una partícula
auxiliar que sirve para formar los tiempos compuestos de los verbos.
Ejemplos: Había llegado; Ha corrido; He sabido. Es un disparate
muy extendido en la escritura inculta utilizar la preposición “a” en
vez del auxiliar verbal “ha”. Abunda en internet, pero también
aparece ya con profusión en las publicaciones impresas.
Hoy, cuando hasta los analfabetos publican libros con gran éxito de
ventas, no resulta extraño leer en alguno de ellos cosas como la
siguiente:
“al día de hoy más de 150 mil mujeres han sido beneficiadas”.
la abdujeron.
7. ¿abusado?
¿Hay ágoras que no sean públicas? Hay quienes piensan que sí,
pero es porque no han acudido jamás a consultar el diccionario de la
lengua. Si alguna vez hubieran hecho esto, habrían leído lo
siguiente en la entrada correspondiente al sustantivo femenino
“ágora” (del griego agorá): “En las antiguas ciudades griegas, plaza
pública”, “asamblea celebrada en el ágora”, “lugar de reunión o
discusión” (DRAE). Esta última acepción del DRAE es equívoca y no
la incluye María Moliner en su Diccionario de uso del español. En la
entrada correspondiente del DUE, Moliner ofrece la siguiente
información: “Plaza en donde se reunían las asambleas públicas en
las ciudades de la antigua Grecia”, “la misma asamblea”. En
conclusión, no hay ágoras que no sean públicas, pues el sustantivo
“ágora” se traduce, literalmente, como “plaza pública” o “espacio
público”. Basta con decir “ágora” para saber que se trata de un
espacio abierto al público. Decir y escribir “ágora pública” es, pues,
una redundancia que cometen especialmente las personas cultas,
puesto que el sustantivo “ágora” no es utilizado en los ambientes
incultos.
ágora.
Quiso escribir
Google: 1 690 000 resultados de “los aliens”; 473 000 de “un alien”;
245 000 de “el alien”; 12 400 de “unos aliens”; 4 580 de “esos
aliens”.
Las tres principales acepciones del verbo transitivo “apoyar” son las
siguientes: “hacer que algo descanse sobre otra cosa”; “basar,
fundar”; “favorecer, patrocinar, ayudar”. ¿Tiene algún sentido lógico
aplicar estas acepciones, o alguna de ellas, a las frases “apoyar el
cáncer”, “apoyar la discapacidad”, “apoyar la enfermedad”, entre
otras con esta misma construcción semántica? Si suponemos que la
vinculación lógica es con la tercera de ellas, la pregunta sería: ¿Se
favorece el cáncer, se patrocina la discapacidad, se ayuda la
enfermedad? Obviamente, no. Lo cierto y lo lógico, además de la
intención benéfica, es “apoyar la lucha contra el cáncer”, “apoyar a
los discapacitados”, “apoyar los esfuerzos y las investigaciones
contra la enfermedad (de Parkinson, de Alzheimer, etcétera)”. Por
tanto resulta ilógico y absurdo decir y escribir que hay que apoyar el
cáncer, la discapacidad y la enfermedad. Lo que se apoya,
realmente, es el esfuerzo o la lucha para combatir el cáncer, la
discapacidad y la enfermedad. Se trata de dos cosas muy
diferentes. Y en todos los casos de esas construcciones erróneas
(que las hay por cientos de miles), existe una abundancia de
hablantes y escribientes del español que no suele consultar un
diccionario y que reprobó en la escuela la materia de lógica. Se
apoya al enfermo, no a la enfermedad; se apoya al discapacitado,
no a la discapacidad; se apoya a quien padece cáncer, no al cáncer.
(Muy diferente, y del todo correcto, es decir o escribir, por ejemplo:
“La base sobre la que se apoya la enfermedad de la adicción es el
miedo, el miedo irracional que impide cualquier tipo de
razonamiento”. Lo que se dice es que la adicción se apoya en el
miedo.) Estos descalabros semánticos están tan ampliamente
difundidos en nuestro idioma, lo mismo en el habla que en la
escritura, que ya casi nadie repara en su falta de sentido lógico y en
su incongruencia gramatical. En publicaciones impresas y en
internet, en la radio y en la televisión, en anuncios incluso oficiales,
esta enfermedad del mal uso del idioma, con construcciones tan
desafortunadas como las ya referidas, infesta nuestra lengua. He
aquí unos pocos ejemplos: “famosos se ofrecen para apoyar la
enfermedad”, “lo recaudado será para apoyar la enfermedad”, “una
carrera para apoyar la enfermedad”, “asociaciones y entidades que
apoyan la enfermedad”, “se apoya la enfermedad de manera
grupal”, “arte para apoyar el cáncer de mama”, “lazos para apoyar el
cáncer de hígado”, “hombres apoyan el cáncer de mama”, “apoyan
el cáncer de próstata”, “invitan a nadar para apoyar la discapacidad”,
“una campaña para apoyar la discapacidad”, “el Teletón apoya la
discapacidad”, “Claro y Samsung apoyan la discapacidad”.
Excelentes intenciones, pero pésimo sentido de la lógica y absoluta
incongruencia gramatical.
Google: 588 000 resultados de “apoyar la enfermedad”; 441 000 de
“apoya la enfermedad”; 289 000 de “apoyan la enfermedad”; 253
000 de “apoyar el cáncer”; 154 000 de “apoyan el cáncer”; 89 800 de
“apoyar las enfermedades”; 81 200 de “apoyar la discapacidad”; 79
000 de “apoya el cáncer”; 36 000 de “apoyan la discapacidad”; 35
900 de “apoya la discapacidad”; 31 700 de “apoyan las
enfermedades”; 27 800 de “apoyando las enfermedades”; 24 900 de
“apoyando el cáncer”; 24 100 de “apoyando la discapacidad”.
“Azar” (del árabe hispánico azzahár, y éste del árabe clásico zahr,
“dado” y también “flores”) es un sustantivo masculino con tres
acepciones principales: “casualidad, caso fortuito”; “desgracia
imprevista”; “en los juegos de naipes o dados, carta o dado que
tiene el punto con que se pierde” (DRAE). Ejemplos: Por un azar se
involucró con las peores personas; Los juegos de azar fueron su
perdición. Su plural es “azares”. Ejemplo: Los azares lo fueron
llevando a una existencia sórdida. “Asar” (del latín assāre) es verbo
transitivo con las siguientes acepciones: “hacer comestible un
alimento por la acción directa del fuego, o la del aire caldeado, a
veces rociando aquel con grasa o con algún líquido”; “tostar,
abrasar” (DRAE). Ejemplo: Cuando las brasas ya no despedían
humo puso la carne a asar. En su uso pronominal (“asarse”), este
verbo significa sentir extremado ardor o calor. Ejemplo: Al mediodía
sintió que se asaba. “Azahar” es un sustantivo masculino que tiene,
exactamente, el mismo origen de “azar”, pero es casi una
transcripción exacta del árabe hispánico azzahár cuyo significado es
“flor blanca” y, especialmente, la de ciertos cítricos, como el naranjo
y el limonero. Su plural es “azahares”. Ejemplos: El aroma de los
azahares del naranjo perfumaba el jardín; Pidió un té de azahar.
Aunque los sustantivos “azar” y “azahar” provengan de la misma
raíz árabe, en español una cosa es “azar” y otra muy distinta
“azahar”. Abundan los hablantes y escribientes que suelen
confundirlos y, peor aún, agregar a esta confusión el verbo “asar” al
que dan también el incorrecto uso equivalente a “azahar”.
34. ¿audicionar?
“Audicionar” no es un verbo que exista en español. Lo que existe en
español es el sustantivo “audición”: “acción de oír”; “concierto o
lectura en público” y “prueba que hace un actor, cantante o
intérprete de un instrumento musical ante el empresario o el director
de un espectáculo”. Acudir a una “audición” significa realizar la
prueba que algunos llaman “casting” (en inglés, reparto). Ejemplo:
Para representar al personaje principal de la obra, fueron muchos
los actores que acudieron a la audición. El problema con el falso
verbo “audicionar” es que la Real Academia Española no lo admite
(aunque su uso sea generalizado), pero, incongruentemente,
legitima el verbo “versionar” cuya naturaleza es muy parecida a la
de “audicionar”, pues ambos parten de un sustantivo: “audición” y
“versión” (traducción).
35. ¿autoconvocar?
convocar a la Cámara.
“La primera ocasión de gol no pudo ser conectada por Irven Ávila
tras un centro de Calcaterra, la segunda fue el autogol en propia
puerta de Yair Yglesias, en la tercera —la más clara— quizás Ross
se esté lamentando tras el término del partido”.
38. ¿autopostular?
39. ¿autoproclamarse?
un desarrollo sostenible.
44. ¿azalia?
Google: 34 800 000 resultados de “en base a”; 3 300 000 de “bajo la
base de”; 2 090 000 de “con base a”.
excelente, y punto.
He aquí otros ejemplos de esta barbaridad redundante: “la
privacidad es bastante excelente”, “la ubicación estaba bastante
excelente”, “un programa bastante excelente”, “sabemos que él es
bastante excelente”, “particularmente me pareció bastante excelente
y de mucha utilidad”, “en Didáctica Universitaria es bastante
excelente”, “chistes bastante excelentes”, “disposiciones bastante
excelentes”, “tiene algunas bastante excelentes críticas”.
Me la peló el bato.
“Matusalem”.
¿Es posible que exista una belleza que no sea estética? Hay
quienes creen que sí, puesto que suelen utilizar la redundancia
“belleza estética”. Pero se trata justamente de esto, de una
redundancia y, además, de una falta de lógica. Veamos por qué.
“Bello” (del latín bellus) es adjetivo que califica a aquello que “por la
perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por
extensión, al espíritu” (DRAE). Ejemplo: Cuán bello era mi pueblo
antes de que el Fonatur le partiera la madre. De ahí el sustantivo
femenino “belleza”: “cualidad de bello”, y “persona o cosa notable
por su hermosura”. Ejemplo: La belleza de mi tierra natal fue
arrasada por los gobernantes y empresarios que sembraron hoteles
y negocios por todos lados (para turistas gringos descerebrados).
En cuanto al término “estética”, forma femenina del adjetivo
“estético” (del latín moderno aestheticus y éste del griego
aisthētikós), su principal acepción es la siguiente: “perteneciente o
relativo a la estética, disciplina que estudia la belleza” (DRAE).
Ejemplo: Las ideas estéticas en la obra de Octavio Paz (típico título
para una tesis de grado). Otra acepción, que es la que más nos
importa en este caso, es la siguiente: “perteneciente o relativo a la
percepción o apreciación de la belleza” (DRAE). Ejemplo: El placer
estético nos llena de satisfacción. Por todo lo anterior, es obvio que
la belleza siempre es estética y que la estética remite
invariablemente a la belleza, y en este sentido es una tontería culta
decir y escribir “belleza estética” puesto que no hay forma de que la
belleza no sea estética (aun en la representación de lo grotesco) ni
de que ésta no aluda a la belleza, pues sería tanto como admitir que
puede haber algo (una mujer, un paisaje, una obra de arte) que tiene
una belleza horrible o, peor aún, de la chingada.
Google: 305 000 resultados de “la berga”; 128 000 de “¡a la berga!”;
77 700 de “les gusta la berga”; 69 000 de “váyanse a la berga”; 20
400 de “le gusta la berga”; 18 600 de “las bergas”; 17 000 de “me
pelan la berga”; 14 900 de “bergotas”; 8 990 de “pura berga”; 8 230
de “le meto la berga”; 7 730 de “cara de mi berga”; 6 120 de “vete a
la berga”; 5 130 de “bien bergas”; 2 430 de “un vergante”.
bimestral.
Google: 527 000 resultados de “una dona”; 387 000 de “las donas”;
218 000 de “dona de chocolate”; 99 800 de “donas de chocolate”; 33
400 de “donas de azúcar”; 26 400 de “donas de canela”; 24 800 de
“dona para el cabello”; 21 600 de “deliciosas donas”; 17 700 de
“donas de colores”; 17 400 de “donas para el cabello”; 17 300 de
“donas de sabores”; 6 590 resultados de “bísquets”; 5 910 de “donas
para el pelo”; 4 280 de “bísquet”; 4 120 de “dona para el pelo”.
56. bisón no es lo mismo que visón
El término “bisón” carece de significado en la lengua española, aun
si con él se pretendiese nombrar al “bisonte” (del latín bison,
bisontis, de origen germánico), sustantivo masculino que el DRAE
define, hilarantemente, del siguiente modo: “bóvido salvaje, parecido
al toro, con la parte anterior del cuerpo, hasta la cruz, muy abultada,
cubierto de pelo áspero y con cuernos poco desarrollados”. El
diccionario Clave ofrece una definición menos cómica: “Mamífero
rumiante bóvido, de cuerpo grande, robusto y más elevado hacia la
cabeza, con cuernos pequeños y separados, con barba y con la
frente y el cuello cubiertos por una larga melena”. Ejemplo (del
propio Clave): Los bisontes eran la base alimenticia de los indios de
las praderas. Al bisonte americano también se le conoce como
búfalo. Lo cierto es que aunque su nombre científico sea Bison
bison (el americano) o Bison bonasus (el europeo), su nombre
común en español es “bisonte” y no “bisón” ni “bison”, aunque en el
diario ecuatoriano El Comercio se salgan con la puntada, en un
encabezado, de que “DiCaprio comió hígado de bisón crudo en su
último papel”. Lo que ocurre es que, en general, hablantes y
escribientes del español suelen confundir al “bisonte” (que llaman
“bisón”) con el “visón” (del francés vison), nombre del “mamífero
carnicero semejante a la nutria, de cuerpo alargado, patas cortas y
color pardo oscuro, que habita en el norte de América y es
apreciado por su piel” DRAE). Se llama también “visón” a la piel de
este mamífero y a la prenda hecha con piel de visón. La homofonía
entre el erróneo “bisón” y el correcto “visón” confunde a quienes
creen que se hacen abrigos de “bisón”, es decir de “bisonte” cuando,
en realidad, aunque pudiesen hacerse, a lo que quieren referirse es
a las prendas hechas con la muy fina piel de los “visones”.
Ante esto, yo leí veinte páginas más de este libro tan desaseado,
que trae cosas como “bien venido” y “a mis ojos de diez años”, entre
otras muchas zonceras, y lo abandoné para siempre. Hay que
imaginar de qué modo se puede “blandir” una sonrisa o una
expresión, y hay hasta quienes hablan y escriben de “blandir” sus
dientes. Esto sí es algo digno del Museo de Ripley. He aquí otros
ejemplos de este desbarre de escritores: “Eleanor blandió una
sonrisa”, “blandió una sonrisa de desprecio”, “ella blandió una
sonrisa pícara”, “la chica le blandió una sonrisa”, “el hecho de
blandir una sonrisa logra el muy loable objetivo de mejorar
notablemente la comunicación entre personas”, “debe blandir una
sonrisa”, “quiero blandir una sonrisa precisa”, “podemos blandir una
sonrisa de cortesía”, “blandiendo una sonrisa en la que ella se
perdió”, “acudía a mi encuentro blandiendo una sonrisa”, “se me
acercaban blandiendo una sonrisa”, “blandiendo una sonrisa
amarilla y mellada”, “blandiendo una sonrisa encantadora”,
“blandiendo mi risa sin miedo”, “blandí una sonrisa pequeña” y, lo
peor, “qué os pongo, dijo blandiendo los dientes”. En cambio, lo
mismo Apollinaire, autor de Las once mil vergas, que su traductor al
español sabían usar el verbo “blandir” para aplicar la acción a otra
parte del cuerpo. Leemos ahí: “El príncipe blandió su enorme verga,
gritando”. Aunque sin duda exagera el autor, hay cosas que se
pueden blandir, pero, definitivamente, entre ellas no están ni la
sonrisa ni la risa ni los dientes. En el caso de los novelistas, poetas,
ensayistas, dramaturgos, etcétera, hay que ser de veras muy malos
escritores para suponer que “blandir una sonrisa” o “blandir los
dientes” constituyen afortunadas fanopeas (recurso retórico que
consiste en la capacidad de crear imágenes a través de las
palabras). En cambio, como lo supo Apollinaire, “blandir la verga”
(en caso de que tenga el suficiente tamaño para blandirla) puede ser
un símil muy afortunado con la imagen de blandir una espada, un
tolete, un garrote, un bastón, un machete o algo por el estilo.
Muchos escritores, incluso aquellos o especialmente aquellos que
triunfan en el ámbito editorial y venden cientos de miles de
ejemplares, no sólo necesitan consultar de vez en cuando el
diccionario de la lengua, sino también volver a la escuela primaria.
En tanto esto no ocurra, los lectores deberán acostumbrarse a que
sigan blandiendo su sonrisa... y su ignorancia.
“Dejar algo mal sabor de boca a alguien” es una locución verbal que
el DRAE define del siguiente modo: “Dejar un mal recuerdo o
producir un disgusto, por haber sido triste, desagradable, etc.”
Parecida es la definición de María Moliner en el DUE: “Dejar una
cosa mal sabor de boca a alguien: Dejarle un disgusto íntimo por
haberla hecho o dicho, por haber ocurrido o por la manera de
ocurrir”. Ejemplo: Aquella primera experiencia le dejó un muy mal
sabor de boca. De algún modo se emparienta con el sustantivo
masculino “sinsabor” (en una sola palabra): “disgusto”, “impresión
causada en el ánimo por una pérdida material o moral” (DUE);
“pesar, desazón moral, pesadumbre” (DRAE). Ejemplo (del
Diccionario panhispánico de dudas): Pronto conoció el sinsabor de
la derrota. Ni el DRAE ni el DUE ni el Panhispánico de dudas
consignan la locución contraria: “Dejar algo buen sabor de boca a
alguien”. No hay explicación al respecto, pero resulta obvio que casi
toda palabra o expresión admite su antónima y, en este caso, tiene
entera lógica si con dicha locución se da a entender que el recuerdo
es feliz y agradable. Ejemplo: Su amabilidad me dejó un buen sabor
de boca. Ahora bien, tanto la una como la otra, lo mismo la admitida
por el DRAE que la no registrada, son expresiones pleonásticas,
semejantes a “lo vi con mis propios ojos”. El sustantivo masculino
sabor (del latín sapor, sapōris) se define como la “sensación que
ciertos cuerpos producen en el órgano del gusto” y la “impresión que
algo produce en el ánimo” (DRAE). Siendo así, es obvio que si el
sabor se experimenta en la boca es innecesario acompañar las
expresiones “mal sabor” y “buen sabor” con el sustantivo femenino
“boca”: “cavidad donde están colocados la lengua y los dientes” y
lugar donde se localiza el sentido del gusto. Si algo tiene mal sabor
o buen sabor, lo sabemos por medio de la boca y, especialmente, de
las papilas gustativas que tenemos en la lengua. De ahí el adjetivo
“sabroso” (del latín saporōsus): “sazonado y grato al sentido del
gusto; deleitoso, gustoso, deleitable al ánimo” (DRAE). Ejemplos: La
comida estuvo muy sabrosa; Cogimos muy sabroso. Más aún: si la
locución verbal “dejar algo mal sabor de boca a alguien” se define
como dejar un mal recuerdo o producir un disgusto, estrictamente
este mal sabor ni siquiera es de boca sino de ánimo, y siendo así es
un doble disparate, ya sea que lo admita o no el DRAE. Con la
expresión “mal sabor de boca” no se alude ni siquiera a un
desagradable alimento, sino a un lamentable estado de ánimo.
Resulta claro que ya no es posible evitar estas expresiones, estén
legitimadas o no por la RAE. La gente las seguirá utilizando, pero en
lugar de decir y escribir que algo nos ha dejado con un mal sabor de
boca o con un buen sabor de boca, es más que suficiente decir y
escribir un mal sabor o un buen sabor y punto; porque, además,
como ya vimos, ese sabor ni siquiera es de boca, sino de ánimo.
Algún día la Real Academia Española tendrá que ocuparse de este
tema, en vez de andar perdiendo el tiempo en zarandajas.
64. ¿bypass?
Google: 280 000 resultados de “un bypass”; 199 000 de “el bypass”;
19 100 de “los bypass”; 6 080 de “un baypass”; 5 920 de “el
baypass”.
Google: 93 200 resultados de “baipás”; 4 020 de “baipases”.
C
cada uno se fue por su lado y que había dos personas oyendo en el
pasillo.
Google: 176 000 resultados de “les tapó la boca”; 135 000 de “tapar
la boca”; 97 300 de “me tapó la boca”; 19 500 de “taparles la boca”;
11 900 de “tapando bocas”; 7 930 de “taparles la boca a todos”; 5
220 de “les tapa la boca”; 4 810 de “nos tapó la boca”; 3 510 de “les
tapé la boca”.
72. ¿camuflageado?
Dan grima las canciones de Arjona, y bien se dice que la mala letra
no es exclusiva de los médicos, pues también hay muestras de
sobra en las canciones de este cantautor que, sintomáticamente, es
el favorito de algunos de los peores gobernantes y ex gobernantes
de América Latina. He aquí otros ejemplos de esta barbaridad:
“código de afiliado camuflageado”, “paneles con un diseño
camuflageado”, “militares con atuendo camuflageado”, “chamarra
camuflageada”, “ropa camuflageada para cacería”, “descubren en
colonia Juárez casa de citas camuflageada como despacho
contable”, “la droga estaba camuflageada”, “encuentran cocaína en
seis bultos camuflageados”, “binoculares camuflageados”,
“escopetas camuflageadas”, “artistas camuflageadas”.
Google: 62 800 resultados de “camuflageado”; 44 200 de
“camuflageada”; 36 000 de “camuflageados”; 21 500 de
“camuflageadas”.
75. ¿cellista?
“toros cementales”.
toros sementales.
85. ¿chirria?
chirrían.
Como hemos dicho, es obvio que las citas son previas. ¡Ni modo
que no! Las instituciones públicas de prácticamente todos los países
de habla española cometen este disparate redundante, pero es en
España donde se utiliza con más alegría. He aquí otros ejemplos,
casi todos españoles: “se facilita cita previa para consulta médica”,
“cita previa sanitaria”, “cita previa con su centro de salud”, “cita
previa en centros de salud”, “los usuarios del Sistema Público de
Salud pueden solicitar cita previa para las consultas”, “seleccione la
provincia donde desea solicitar la cita previa”, “bienvenido al portal
de cita previa”, “agotadas las citas previas de mayo”, “denuncian la
venta ilegal de citas previas” (¿quiere decir esto que existe una
venta que es legal?), “quejas por los retrasos en las citas previas
para renovar el DNI”, “concluyen módulos del IFE sus labores con
citas previas”, “con citas previas se busca agilizar procesos”,
etcétera.
Google: 933 000 resultados de “cita previa”; 713 000 de “con cita
previa”; 691 000 de “citas previas”.
“lo coces con vino, vinagre y especias varias y la carne queda muy
suave”.
Quiso decir y escribir el comentarista que a ese torero que sufrió tal
lesión se le debió colocar,
95. ¿complejizar?
“Conclusiones finales”.
cortinas y cornisas.
119. ¿currícula?
Los presuntamente cultos pero afectados y pedantes suelen decir
“los currícula” para referirse al plural de “currículum”. Es un
disparate. El término curricula es plural de curriculum siempre y
cuando se esté hablando y escribiendo en latín y no en español. En
español se dice y se escribe “currículum” y “currículo”, para el
singular, y “currículums” y “currículos”, para el plural. Ejemplos:
Todos entregaron sus currículums; Sin excepción, todos cumplieron
con la entrega de sus currículos. Así que nada de “los currícula”,
aunque quienes afirmen que es lo correcto sean doctores en
lingüística o cosa parecida.
120. ¿cute?
Google: 652 000 resultados de “muy cute”; 523 000 de “¡qué cute!”;
133 000 de “chica cute”; 62 100 de “ay qué cute”; 23 100 de “foto
más cute”; 14 900 de “momentos cute”; 14 500 de “chico cute”; 10
200 de “qué cutes”; 4 990 de “muy cutes”.
D
Resulta obvio que de las expresiones correctas “al lado mío”, “al
lado tuyo” y “al lado suyo” se desprendieron las barbaridades
“delante mío”, “delante tuyo”, “delante suyo”, “detrás mío”, “detrás
tuyo” y “detrás suyo”, de amplio uso, pero también “cerca mío”,
“cerca tuyo”, “debajo mío”, “debajo suyo”, “dentro mío”, “dentro
tuyo”, “dentro suyo”, “encima mío”, “encima suyo” y “enfrente mío”,
menos utilizadas, pero igualmente disparatadas. El uso coloquial se
ha extendido a la lengua escrita incluso en personas que han ido a
la universidad, pero que merecerían estar en la escuela primaria. En
el libro uruguayo Viaje a Bolivia (Ediciones Trilce), de Mariana Berta,
leemos lo siguiente:
“Moldee su derriere”.
¿Será tal vez un consejo para meter las nalgas en un molde? No. Lo
que quiere aconsejar realmente la redactora a las mujeres es:
Google: 318 000 resultados de “un derriere”; 245 000 de “el derrier”;
70 400 de “el derriere”; 41 600 de “su derriere”; 31 800 de “un
derrier”; 20 200 de “su derrier”.
Según el video, lo que tocó con la vagina fue una flauta o un silbato.
De cualquier modo, Terra debió informar correctamente sobre el
137. ¿dije entre mí?, ¿pensé entre mí?, ¿reí entre mí?
Google: 1 050 000 resultados de “rió para sí”; 557 000 de “me dije”;
261 000 de “dije para mí”; 164 000 de “dijo para sí”: 110 000 de
“decía para mí”; 67 400 de “dice para sí”; 65 600 de “reí para mí”; 45
900 de “dije entre mí”; 44 700 de “decir para sus adentros”; 27 800
de “dije para mis adentros”; 28 200 de “dijo para sus adentros”; 21
400 de “decía entre mí”; 19 900 de “reí para mis adentros”; 14 300
de “dice para sus adentros”; 13 700 de “rió para sus adentros”; 9
250 de “decía para mis adentros”; 8 890 de “reír para sus adentros”;
4 850 de “reía para mis adentros”; 3 490 de “reí entre mí”; 1 700 de
“ríe para sus adentros”.
“Esto basta para colocar al snob en un nivel mucho más alto que el
dilettante. El dilettante sólo sabe decirnos que ama la música o la
pintura, pero de ahí no sale”.
el diletante.
Obviamente, el gobierno:
fue disuelto.
140. ¿distopia?
“Distopia fiscal”.
distopía fiscal.
142. ¿disvariar?
desvariar.
¿Existe una divisa que no sea extranjera? Mucha gente cree que sí,
puesto que califica el sustantivo femenino “divisa” con el adjetivo
“extranjera”. Debe creer que hay “divisa nacional”. Nada más
inexacto. El sustantivo “divisa” tiene, entre sus varias acepciones, la
siguiente: “Moneda extranjera referida a la unidad del país de que se
trata” (DRAE), y su uso más generalizado se da en plural. Ejemplo:
El propósito del mercado de divisas es facilitar el comercio
internacional y la inversión. Si el término “divisa” ya contiene en sí
mismo el significado de “moneda extranjera”, es absolutamente
redundante decir y escribir “divisa extranjera”. Esta redundancia
abunda en el periodismo y se ha generalizado en nuestro idioma. Es
obvio que todo sustantivo admite calificativos pero, en definitiva, el
término “divisa” excluye el calificativo “extranjera” porque no hay
“divisas” que no lo sean. Si se desea precisar, se puede decir y
escribir “divisa estadounidense” (el dólar), “divisa europea” (el euro),
“divisa japonesa” (el yen), etcétera. Es necesario enfatizarlo: por
definición, en un determinado país, todas las “divisas” son
extranjeras.
145. ¿Edinburgo?
“Zoológico de Edinburgo”.
zoológico de Edimburgo.
146. ¿efervescer?
148. ¿eficientar?
“De una misma fuente no puede manar agua dulce y agua amarga”.
Google: 61 200 000 resultados de “en lo que es”; 1 770 000 de “en
lo que sería”; 445 000 de “en lo que viene siendo”.
La Herradura.
“manifestantes embozados”.
El gesto espontáneo.
“estado de derecho”.
“Estado de Derecho”.
“Estado de derecho”.
estándar.
Son numerosos estos barbarismos en nuestra lengua, ya sea que
estén escritos con tilde o sin ella, pero siempre con una “d” final. He
aquí otros ejemplos: “habitaciones estándard”, “México adoptará un
estándard asiático”, “especificación estándard para tuberías”, “la
importancia de no salirse del estándard”, “características estándard
de los equipos”, “análisis matemático no-estandard”, “estandard de
comunicaciones”, “tarifas estandard”, “nuevo estandard para el
control de viruela”. Si a esto le sumamos el “estandardizar” y la
“estandardización” del DRAE, podemos comprender por qué
hablamos y escribimos cada vez peor el español. ¡Quizá en su
próxima edición el diccionario académico acepte que el plural de
“estándar” puede ser también “estándardes”!
“El FBI publica por sorpresa nuevos documentos sobre una antigua
investigación a Bill Clinton”.
Google: 587 000 resultados de “el FBI”; 541 000 de “Estados Unidos
de Norteamérica”; 473 000 de “los Estados Unidos de
Norteamérica”; 93 200 de “Buró Federal de Investigación”; 55 700
de “el Buró Federal de Investigación”; 4 720 de “Agencia Federal de
Investigación (FBI)”.
“en junio de 1982, Israel invadió [Líbano] con un falso pretexto, con
el respaldo de la administración Reagan”.
182. ¿felíz?
¿Por qué mucha gente acentúa el sustantivo “feliz” (del latín felix,
felīcis) siendo que no requiere de tilde? Obviamente, por ignorancia
de las reglas ortográficas. El adjetivo “feliz” (cuyo significado es “que
tiene o causa felicidad”) es una palabra bisílaba (fe-liz) que
únicamente puede pronunciarse como aguda, es decir con acento
prosódico (sin necesidad de tilde) en la última sílaba, pues es una
palabra terminada en “z” sin ruptura de diptongo; semejante a
“actriz”, “aprendiz”, “barniz”, “cicatriz”, “desliz”, “lombriz”, “nariz”,
“tapiz”, etcétera, pero diferente a “lápiz” (palabra llana o grave con
tilde en la penúltima sílaba) y a “maíz” y “raíz”, palabras agudas que
llevan tilde en la última sílaba a causa de la ruptura del diptongo “ai”:
“ma-íz”, “ra-íz”. Una regla simplísima de aprender es la siguiente:
Todas las palabras agudas (es decir, con acento en la última sílaba)
terminadas en “z” no requieren de tilde (audaz, ajedrez, calidez,
pequeñez, desliz, Ortiz, perdiz, arroz, precoz, tragaluz, etcétera) con
las excepciones de “maíz” y “raíz” (y otras menos utilizadas como
“jaraíz” y “cahíz”, ambas de origen árabe) en las que, como ya
advertimos, es necesario romper el diptongo “ai” justamente para
que tengan sonido agudo.
184. ¿flamingo?
No cabe duda que por algo resulta casi imposible leer la prosa
pedregosa de una gran parte de los sociólogos, politólogos,
economistas y otros profesionales y académicos: no escriben en
español, escriben en galimatías. Es obvio que el texto del ejemplo
anterior no tiene remedio, porque el autor simplemente no sabe que
no hay “fundamentos” que no puedan ser (en sí mismos)
“fundamentales”, lo cual le impide decir y escribir simplemente:
fundamento.
Google: 336 000 resultados de “futuro por delante”; 126 000 de “un
futuro por delante”; 88 900 de “con un futuro por delante”; 68 400 de
“gran futuro por delante”; 66 100 de “un gran futuro por delante”; 56
400 de “todo un futuro por delante”; 35 400 de “con un gran futuro
por delante”; 26 800 de “buen futuro por delante”; 23 000 de “pasado
detrás”; 16 200 de “un pasado detrás”; 9 950 de “pasado detrás de
ellos”; 9 800 de “brillante futuro por delante”; 9 160 de “un buen
futuro por delante”; 7 950 de “pasado detrás de ella”; 7 260 de
“pasado detrás de él”; 6 850 de “el pasado detrás”; 4 740 de “muy
buen futuro por delante”; 2 530 de “largo futuro por delante”; 1 760
de “su pasado detrás”; 1 120 de “mi pasado detrás”.
Google: 557 000 resultados de “vida por delante”; 247 000 de “toda
una vida por delante”; 63 500 de “mucha vida por delante”; 55 100
de “larga vida por delante”; 23 100 de “una gran vida por delante”; 9
950 de “gran vida por delante”.
G
191. gatopardismo
El DRAE incluye en sus páginas definiciones para adjetivos
derivados de nombres propios de grandes personalidades
universales que han influido decisivamente en la historia y en la
cultura ya sea para bien o para mal. Así, en sus páginas
encontramos “dantesco”, de Dante; “hitleriano”, de Hitler; “kafkiano”,
de Kafka; “maquiavélico”, de Maquiavelo; “masoquista”, de Sacher-
Masoch; “sádico”, de Sade, etcétera, lo cual está muy bien porque
son muy utilizados en nuestra lengua para significaciones muy
precisas. En algunos casos, también incluye los sustantivos, como
“hitlerismo”, “maquiavelismo”, “masoquismo” y “sadismo”. Incluso
tiene adjetivos derivados de personajes más que de personas, y ni
siquiera de carácter universal, como “cantinflesco”, que deriva de
“Cantinflas”, personaje cómico que hizo famoso, a través del cine y
en el ámbito de la lengua española, el actor mexicano Mario
Moreno. Pero así como los académicos madrileños y sus colegas
americanos y filipinos distrajeron su tiempo fatigando el ambiente de
la farándula, para luego incluir pendejadas como “amigovio” y
“papichulo” en el DRAE, también se echaron a dormir y pasaron de
noche sobre el sustantivo “gatopardismo” y el adjetivo
“gatopardista”, derivados ambos de la célebre novela de Giuseppe
Tomasi Di Lampedusa, Il Gattopardo (1958), traducida al español
como El gatopardo, y que se utilizan con bastante frecuencia en los
ámbitos literario, sociológico, político, filosófico y, en general,
académico de nuestra lengua (y de otras lenguas, por supuesto)
para referirse a quienes, cínica y oportunistamente, desde
posiciones privilegiadas, están en favor de las reformas políticas
confiados en una paradoja que es la mayor lección política del
protagonista de la novela, Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina:
“cambiar algo para que nada cambie”: adaptarse a los tiempos para
que la aristocracia siga viva en sus valores y con el control del
poder, ahora bajo la apariencia de la revolución burguesa. El
sustantivo “gatopardismo” significa, en conclusión, actitud
calculadora y oportunista que consiste en adaptarse a los tiempos
para conservar los privilegios y el poder bajo el lema paradójico
“cambiar para que las cosas permanezcan inalterables”. Ejemplo: El
gatopardismo de los porfiristas mexicanos los mantiene en el poder
y con sus privilegios intactos más de un siglo después de la
Revolución mexicana. El adjetivo “gatopardista” es lo perteneciente
o relativo al gatopardismo. Ejemplo: La aristocracia mexicana
gatopardista nunca ha dejado el poder ni ha perdido sus privilegios:
se acomodó simplemente a la nueva realidad. Que los académicos
incluyan pendejadas del espectáculo en el DRAE y dejen de incluir
cosas importantes de la cultura, habla de su incapacidad filológica y
lexicográfica. “Gatopardismo” y “gatopardista” son términos
correctos y esenciales en nuestra lengua, y muy utilizados en el
ámbito culto. He aquí algunos pocos ejemplos: “el gatopardismo en
el siglo XXI”, “otra vez el gatopardismo entre nosotros”, “el
gatopardismo de la existencia”, “el gatopardismo mexicano”, “que se
acabe el gatopardismo en México”, “Felipe González, la cia y el
gatopardismo en España”, “Rajoy y la vigencia del gatopardismo en
España”, “el gatopardismo catalán”, “Cataluña y el gatopardismo de
la transición”, “reforma fiscal gatopardista”, “vorágine electoral
gatopardista”, “alianza gatopardista PAN-PRD es lo mismo que el
PRI” (o algo todavía mucho peor).
Google: 811 000 resultados de “orgullo gay”; 429 000 de “los gays”;
409 000 de “el gay”; 295 000 de “cine gay”; 179 000 de “derechos de
los gays”; 116 000 de “los gais”; 85 300 de “la gaya ciencia”; 16 900
de “derechos de los gais”; 4 080 de “el gay saber”.
195. ¿glamour?
Lo correcto es:
Google: 174 000 resultados de “golea 3-0”; 123 000 de “golea 4-0”;
63 200 de “golea 5-0”; 25 800 de “golea 6-0”; 16 500 de “golea 7-0”;
16 000 de “golea 7-1”; 4 960 de “goleada de 9-0”; 3 110 de “goleada
de 11-0”; 2 500 de “goliza de 7-0”; 2 390 de “supergoleada de 11-0;
1 370 de “golea 38-0”.
Cuán difícil resulta para las personas que no saben utilizar las tildes
distinguir, en la representación de la escritura, los relieves de los
sonidos fuertes en relación con los débiles. Para quien no sabe de
reglas ortográficas, da lo mismo escribir “guevon” que “guevón”,
pero, además de ello supone que en ambos casos se debe leer
“güevón”, término éste que, para ser fiel a su fonética, debe llevar
diéresis (signo ortográfico que consiste en dos puntos sobre la “ü”) y
tilde (o acento ortográfico) sobre la “ó”. De otro modo es imposible
leer “güevón”. La regla es simple: en todas las combinaciones “gue”
y “gui” el sonido de la “u” es tan débil que casi desaparece (como en
guerra, gueto, guillotina, guiño, Guillermo, etcétera) en tanto dicha
vocal no lleve diéresis. En caso de llevarla (como en Ar güelles,
cigüeña, güera, güero, güeva, güevón, güevonada, güevonear, güey,
halagüeño, güiro, güisqui, paragüero, pingüino”, etcétera), este
signo indica que la “u” debe pronunciarse como vocal fuerte. Ello no
ocurre con las combinaciones “gua” y “guo” en las que
invariablemente, sin necesidad de diéresis, la “u” tiene sonido fuerte,
como en agua, ambigua, antigua, contigua, enagua, guacamole,
Guadalajara, Guadalupe, guajolote, paraguas, ambiguo, amortiguo,
antiguo, averiguo, contiguo, santiguo, etcétera y, de hecho, es una
falta ortográfica imponer en ellas la innecesaria diéresis, como
cuando se escribe, incorrectamente, “ambigüa”, “antigüa”,
“contigüa”, “ambigüo”, “antigüo”, “contigüo”, etcétera. Quienes
escriben “guey” (creyendo que están escribiendo “güey”, aunque en
realidad escriben a lo güey) son los mismos que escriben “guevon” y
que creen que están escribiendo “güevón” (en realidad, son
güevones para aprender a escribir correctamente). El adjetivo
“güevón”, los sustantivos “güeva” y “güevonada” y el verbo
“güevonear” son mexicanismos coloquiales que resultan de la
deformación de “hueva”, “huevón”, “huevonada” y “huevonear”,
estos tres últimos admitidos ya por el DRAE con los significados de
“flojo, haragán, perezoso”, “flojera” y “perder el tiempo”. En el caso
de “güeva” (“flojera, pereza”), es una deformación del sustantivo
femenino “hueva”, que designa a la masa que forman los huevecillos
de ciertos peces. Como es obvio o, más exactamente, como es ovo,
estos coloquialismos y sus deformaciones gráficas y fonéticas
provienen del sustantivo masculino “huevo” (del latín ovum): el
cuerpo ovalado o redondeado “que producen las hembras de las
aves o de otras especies animales, y que contiene el germen del
embrión” (DRAE), pero también el “testículo” o, mejor dicho, los
“testículos” (el par de ellos) o glándulas sexuales masculinas que
segregan los espermatozoides y que, por su forma oval, se
denominan, vulgarmente, “huevos”. En todos los casos, “güeva”,
“güevón”, “güevonada” y “güevonear” deben llevar diéresis en la “ü”,
la cual sería errónea en “hueva”, “huevón”, “huevonada” y
“huevonear”, pues, como ya dijimos, la diéresis se usa sólo para
distinguir el sonido fuerte de la “u” en las combinaciones silábicas de
“güe” y “güi”. Por tanto, esto último es válido también para el
sustantivo masculino “güiro”: cierto tipo de calabaza y, además, un
instrumento musical, y para el adjetivo “halagüeño”: “que halaga,
que lisonjea o adula”, y en sentido figurado que es “señal o indicio
de algo bueno”, justamente por “halagador”, ya que el verbo
transitivo “halagar” significa “dar motivo de satisfacción”, y el
sustantivo masculino “halago” es la “cosa que halaga” y la “acción y
efecto de halagar”. Lo incorrecto es escribir “halagueño” y
“halagueña” (sin diéresis), pues nada tiene que ver una cosa
“halagüeña” (con su obligada diéresis) en relación con “malagueña”
(sin diéresis, por supuesto). El adjetivo y sustantivo “malagueño”,