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EL MATRIMONIO CRISTIANO

Carta de Pablo a los de Éfeso. (Cap. 5: 21 – 33).


El comienzo del matrimonio
A. Génesis, el libro de los orígenes, nos relata como Dios instituyó el matrimonio. Lee Génesis 2:18-25 y anota
tus observaciones sobre el plan de Dios y el matrimonio:
B. No podemos tratar el tema del matrimonio si no sabemos en qué consiste. ¿Cuáles crees tú que serían los
problemas de dejar la definición del matrimonio al criterio o sentimientos de cada uno?
II. Génesis 2:24: Tres aspectos esenciales del matrimonio
A. Génesis 2:24 es la definición funcional del matrimonio en la Biblia. Este versículo es tan importante que
se cita tres veces en el Nuevo Testamento (Mateo 19:5, Marcos 1 0:7-8 y Efesios 5:31). Escribe tu
resumen de este versículo:
B.
B. "Dejar"
1. Para ti, ¿qué quiere decir "dejar a los padres"?
2. Según Éxodo 20:12 (un versículo que se repite siete veces en el Nuevo Testamento), ¿es este "dejar" un
rechazo total de los padres? Ver también Marcos 7:9-13.
3. Esta separación de la familia para formar un nuevo núcleo familiar tiene ciertas manifestaciones. Anota
como uno puede "dejar" a sus padres:
a) Geográficamente:
b) Económicamente:
c) Psicológicamente:
d) Espiritualmente:
e) En la toma de decisiones:

4. ¿Para quién es difícil este proceso de dejar a los padres: para ellos o para los hijos?
5. ¿Por qué es necesario que el matrimonio nuevo se separe de los padres?
6. Según todo esto, ¿cuál relación es más importante: padre-hijo o esposo-esposa? Entonces, ¿cuál debe ser la
prioridad en el matrimonio al nacer los hijos?
7. ¿Cuáles serían algunos pasos prácticos para "dejar" a los padres que la pareja puede tomar con ellos antes
de la boda?

C. "Unirse"
1. ¿Cómo entiendes la palabra "unirse" aplicada al matrimonio?
2. El verbo traducido como "unirse" tiene, entre sus varios sentidos, la idea de "adherirse como con
pegamento". ¿Qué comunica esto en cuanto a la permanencia que Dios quiere que haya en el matrimonio?
3. Si unes dos hojas de papel con pegamento y después intentas separarlas, ¿cuál es el resultado? ¿Cómo
podemos aplicar esta idea al daño que sucede a las personas que intentan divorciarse?
4. Examina Malaquías 2:14-16 y Marcos 10:2-12 y escribe un resumen sobre lo que dice la palabra de Dios en
cuanto a la permanencia de la unión matrimonial:
5. Según Romanos 7:1-3 y 1 Corintios 7:39, ¿cuál es el evento que termina definitivamente con el matrimonio?

D. "Ser una sola carne"


1. Para ti, ¿qué quiere decir la frase "ser una sola carne"?
2. ¿Qué implica que este aspecto del matrimonio existiera antes de la caída del hombre?
3. En 1 Corintios 6:13-16. ¿Te da la idea que tener relaciones sexuales equivale a casarse?
4. Cuando Siquem se acostó con Dina (Génesis 34:1-2), ¿después se consideró casado con ella por ese hecho?
Génesis 34:3-12
5. Si una virgen era engañada por un hombre, según Éxodo 22:16-17 ¿tenía que casarse?
6. ¿Tú consideras a Sansón casado por sus aventuras sexuales? Jueces 16:1-5
7. Lee cuidadosamente Juan 4:16-18 y escribe una declaración sobre si Jesús considera la unión libre como un
matrimonio o no:
Aunque el sexo fuera del matrimonio no constituye un matrimonio, hay que recordar que es un pecado (la
fornicación) con consecuencias terribles y contamina el cuerpo que es el templo de Dios. El hecho de tener
menos consecuencias sociales no disminuye los daños personales. Si tienes dudas, repasa el estudio "El sexo y
el matrimonio".
III. La necesidad de una boda para estar casado
La boda es el contrato social que fija la existencia de un matrimonio. Cada sociedad tiene sus propias
costumbres en cuanto a la boda, pero el factor común es que es una ceremonia con participantes que también
sirven de testigos, o sea un evento público que hace concreto el matrimonio. La boda señala públicamente
que el hijo empieza a formar su propio núcleo familiar ("dejar"), que desde ese momento existe un contrato
social al cual uno debe mantenerse fiel ("unirse"), y que la pareja ya tiene derecho a las relaciones sexuales
("ser una sola carne").

NOS CASAMOS; ¿Y AHORA?


Para la mayoría de las personas, decidirse a vivir en pareja constituye una de las decisiones más importantes
de su vida. Sin embargo, algunas parejas sucumben a la decepción después de comprobar que la convivencia
no es tan sencilla ni tan gratificante como esperaban. Muchas veces, las dificultades que atraviesan estas
parejas se deben a la falta de habilidades de convivencia. La escasa comunicación, el no saber resolver
conflictos o pactar, no divertirse juntos o no apoyarse mutuamente, provoca la falta de entendimiento y el
progresivo distanciamiento, a pesar de habitar bajo el mismo techo.
Aunque el matrimonio está fundado en el amor, es natural que las parejas encuentren diferencias y
dificultades que deben aprender a reconocer y resolver, para evitar el conflicto. Un conflicto no es un
desacuerdo. Los desacuerdos son normales. Pero cuando los desacuerdos no son respetados o causan
problemas en la pareja, se convierten en conflictos.

Poco tiempo después de haber iniciado la convivencia, la mayoría de las parejas, por no decir todas, empiezan
a darse cuenta de que vivir de forma cotidiana en un mismo hogar requiere de algo más que ilusiones y
buenas intenciones para lograr que su relación funcione bien.
Para empezar, cada uno de los miembros que formáis la pareja necesitáis enfrentaros al hecho de que habéis
dejado de ser hijo o hija de familia. Ahora sois el compañero o la compañera de una persona con la que os
habéis comprometido. Cada uno de vosotros es ya un adulto independiente de su familia de origen y necesita
aprender una nueva forma de relacionarse con la familia que acabáis de formar.
En segundo lugar, el compromiso contraído con la pareja requiere limitar actividades que antes se hacían
libremente como solteros, para darle ahora prioridad a la relación entre los dos.
También es importante que establezcáis acuerdos entre vosotros para regular vuestra nueva forma de vida.
Cada uno está aportando a esta convivencia su propia individualidad con hábitos, costumbres y formas de
proceder adquiridas por la educación que habéis recibido. Se requiere unir esas dos individualidades mediante
acuerdos tomados en común acerca de muchos asuntos, como los horarios de trabajo, la disposición del
tiempo libre, la administración del dinero y muchas cosas más.
Es evidente que al tratar de establecer estos acuerdos van a surgir múltiples diferencias entre vosotros. Pero
si recordáis que estas diferencias son las que contienen la riqueza potencial de vuestra relación, seréis capaces
de hacer el esfuerzo que se necesita para lograr el consenso, aunque esto rompa, momentáneamente, la
armonía o tranquilidad que deseáis tener y os lleve a discusiones en las que os sintáis incómodos por veros
enfrentados a lo que no os gusta de vosotros mismos. Si los dos estáis dispuestos a trabajar activamente por
vuestra relación y a no dejar asuntos pendientes que se conviertan en un lastre en el futuro, os daréis cuenta
que los conflictos, grandes o pequeños, son parte inherente de la vida de una pareja y que buscarles solución,
en vez de negarlos o evitarlos, es algo enriquecedor que os ayudará a madurar.
La situación contraria, es decir, quedar vinculados emocional o físicamente a las familias de origen, resistirse a
abandonar las actividades de solteros, no establecer vuestras propias normas de funcionamiento o huir de las
situaciones conflictivas, buscando distracciones como el trabajo o las amistades, es vivir esta etapa de manera
equivocada, es obstruir la madurez que puede lograrse y dejar asuntos inconclusos que van a dificultar, en el
futuro, vuestra relación.
Otro punto muy importante de esta etapa en la vida de dos personas es que, en un plazo no muy largo, ambos
os daréis cuenta de que no se cumplen las expectativas que teníais acerca de vuestra relación. Como esas
expectativas generalmente se relacionan con recibir cariño, comprensión, apoyo a lo que es cada uno, en la
medida en que cada cual lo necesita, el no recibirlo como se desea, produce malestar y desilusión, y hasta la
sensación de haberse equivocado en la elección de pareja.
A veces, nuestro ego está tan necesitado de todo lo que esperábamos para darnos fuerza, que no toleramos el
no recibirlo, y en cambio encontramos críticas, confrontaciones y motivos de malestar, y tomamos la decisión
de dar por terminada la relación a través de una separación que, con frecuencia, quizás pudiera haberse
evitado con una mayor comprensión y deseos de superación por parte de ambos.
- Una analogía aplicable a esta etapa de la vida de una pareja sería decir que un hombre y una mujer
inician su relación con un gran estallido de luz que ilumina sin cegar y calienta sin quemar (el
enamoramiento). Esto tiene una duración breve, y la gran luminaria se convierte en una fogata que
sigue iluminando y calentando pero que requiere ser alimentada con leña nueva cada día. Sólo que la
leña ni les va a ser entregada a domicilio ni se compra en la tienda más cercana, sino que es necesario
ir a por ella. Esto significa que hay que ir al bosque, escoger un buen árbol, cortarlo con las propias
manos, partirlo con todo el esfuerzo que esto implica, hacerlo entre los dos y así mismo, transportar la
madera a casa, almacenarla y después saber cuánta leña se debe poner en la fogata según cada
momento o situación, para que la fogata no queme la casa ni tampoco se convierta en un rescoldo que
apenas dé un poco de calor y termine convertida en cenizas.

Identidad
Normalmente, con la convivencia se inicia la etapa de identificarse como pareja, de dejar de lado el tú y el yo,
que son reemplazados por el "nosotros", donde el compartir es la fórmula esencial
Lo principal para crear ese "nosotros" es el desarrollo de la intimidad, que lleva a los dos a mostrarse más
abiertamente. La comunicación juega un papel fundamental en esa apertura para convertirse en
descubridores y no en juez del otro. Es colocarse en el lugar del otro, entendiendo lo que piensa, siente y
cómo actúa.
Para que la intimidad se desarrolle hay que vencer el miedo a mostrase a sí mismos con sus temores y
vergüenzas, ese temor a decepcionar al otro, lo cual es un error, porque uno es amado realmente cuando se
muestra tal como es y el otro así lo acepta.

Una rutina de equilibrio y consenso


La búsqueda de la armonía de la pareja nos mueve a muchos a intentar identificar todo aquello que conviene
evitar y también lo que debemos hacer cuando surgen los desencuentros. Comencemos por crear una rutina
en la que queden desterrados los silencios con significados negativos, los enfados soterrados y los rencores
acumulados. En su lugar, hablemos. Pongamos un diálogo constante y la negociación: el consenso y los
acuerdos. Ante la discrepancia de opiniones, la alternancia en las decisiones es una buena opción: hoy eliges
tú la película a ver en el cine, mañana decido yo a qué restaurante vamos. O cada uno va por su lado, por qué
no.
Ceder el paso a los sobreentendidos, los silencios acusatorios y las suposiciones genera posos de desconfianza
y distanciamiento que envenenan la relación y resultan difíciles de disipar. Una pregunta, un comentario a
tiempo, frena ansiedades y malestares y permite que fluya la comunicación.

Lo que no conviene hacer


- Esperar a que mi pareja adivine lo que quiero y necesito, a que se adelante a mis deseos antes de
formulárselos, a que renuncie a su vida personal y me coloque en el centro de su existencia, a que sea
la procuradora de mi felicidad.
- Responsabilizarle de mis frustraciones, de que lo que obtengo de mi vida de pareja no se corresponde
con mis expectativas, de los cambios que he tenido que introducir en mi vida.
- Competir por quién es más o menos, mejor o peor, quién le debe más o menos al otro, quién es esto,
aquello o lo otro, quién es el que más pone para mantener viva la pareja.
- Acumular, sin sacarlos a la luz y sin comentarlos de forma relajada, desaires, desacuerdos, enfados,
reproches, faltas de respeto y desilusiones,.
- Dudar de la otra persona. Las fisuras por falta de confianza suponen el inicio del resquebrajamiento de
la pareja. Es difícil, y muy duro, amar a alguien de quien se duda.
- Permitir o propiciar los silencios ante situaciones que pueden provocar un desencuentro o bronca.
Positívesenos: una circunstancia crítica puede ayudar a aclararnos, a adoptar compromisos y acuerdos.
El silencio es el vacío y en éste (aunque en principio pueda resultar apacible y llevadero) no hay nada.
- Renunciar a formular nuestras quejas, necesidades y querencias de una forma clara, concisa y directa.
Hemos de mostrar una clara intención de negociar cambios concretos y de acordar en firme con plazos
determinados, todas las cosas que planteamos.
- La ironía, el sarcasmo, la crítica destructiva, el grito, el insulto, la ridiculización, la descalificación o el
desdén al dirigirnos a la otra persona. Las formas cuentan, y mucho. La familiaridad no debe
convertirse en ordinariez, falta de respeto o grosería. Hemos de procurar que las discusiones tengan un
cierto protocolo, unos límites que no conviene sobrepasar. Todo puede decirse con un mínimo de
corrección y respeto al otro. Lo cortés no quita lo valiente.
- Culpabilizar al otro de todo cuanto no ha salido como esperábamos.
- Relegar las relaciones sexuales a un plano secundario. Son imprescindibles para el mantenimiento del
compartir, de la confidencialidad y la ilusión en la relación de pareja. La carencia de estas relaciones
corporales abonan el desánimo y la apatía en la comunicación de la pareja. La rutina y la inercia que la
acompaña nos puede llevar a un callejón sin salida.
- Gestionar mal las cosas prácticas. Una vida en común tiene muchos aspectos tangibles, prácticos y
cotidianos sobre los que hay que llegar a acuerdos. Hemos de hacer frente a tareas domésticas, gastos
y otros cometidos familiares. Habrá que hablarlo y ver cómo vamos a organizar los gastos, la
distribución de las tareas domésticas, la crianza de los hijos o, incluso, las vacaciones. Lo mejor es una
negociación continua que se adapta a cada etapa de la relación.
- Creer que sólo existo como miembro de la pareja. La relación es cosa de dos, pero de dos que suman.
Por tanto, empieza por uno mismo y es por ello que me cuido física y anímicamente, en esa medida,
aporto riqueza a esa relación. Cada uno tiene su propia vida y la pareja es la expresión de dos vidas que
se unen para sumar, para aportar la una a la otra.

¿Por dónde empezamos?


Proyectemos, planifiquemos, decidamos…
EL planear y decidir, los aspectos más importantes que atañen a conseguir logros, objetivos, elementos
materiales, para el matrimonio o la familia se inician con la buena comunicación y resultan en metas que
ayudan en la unión matrimonial saludable , dejando atrás, la costumbre de ser individualistas, autosuficientes
o egoístas, en nuestra relación, asumiendo solos los planes y decisiones importantes.
Plan, es una intención, un proyecto. Es una manera de poner en concreto sueños, expectativas y deseos.
Decisión, es una opción, es una elección que hacemos de algo. Determinación, resolución que se toma o se da
en una cosa dudosa. Sea que lo concibamos meditando mucho o no, éste hecho. Para poner en
funcionamiento un plan.

Elaboremos nuestro proyecto de vida (ejemplos)

A. ¿Por qué principios nos vamos a orientar?


Entendemos por principios el conjunto de normas éticas objetivas que ordenan la convivencia. Sobre la base
de principios aceptados por ambos es posible tener confianza mutua y vivir en paz. Si no se respetan estos
principios aceptados por ambos, a la larga la convivencia se hace caótica.

Por ejemplo:
Respeto: No nos gusta agredirnos mutuamente ni de palabra ni físicamente.
Veracidad: Nunca nos engañaremos. Trataremos de decirnos la verdad, aunque sea dolorosa.

Fidelidad: Mantendremos la mutua fidelidad, respetando la exclusividad de nuestro amor.


Lealtad: Nunca comentaremos hacia fuera las debilidades y errores del otro.
Privacidad: Cuidaremos de conservar nuestra intimidad sin dejar que otras personas se interioricen de lo que
es sólo nuestro.

A. ¿Qué metas nos pondremos?

Antes de tomar los acuerdos de nuestro proyecto, conviene que dejemos volar libremente la imaginación,
para permitir que afloren los anhelos profundos del alma que tenemos con relación a nuestra vida en común.
Intercambiaremos sobre cómo nos gustaría que fuera nuestra vida conyugal y la familia que vamos a formar.

1) ¿Cómo nos gustaría que fuera nuestro hogar? ¿Cómo quisiéramos que fuera el ambiente que reine en él?
2) ¿Cómo quisiéramos que fueran nuestras relaciones mutuas?
3) ¿Cuántos hijos quisiéramos tener?
4) ¿Cómo quisiéramos educarlos?
5) ¿Cómo quisiéramos que fueran nuestras relaciones con los parientes, amigos, etc.?
6) ¿Cómo queremos vivir nuestra fe?
7) ¿Cómo podríamos simbolizar nuestro matrimonio?
B. ¿Qué acuerdos queremos tomar?
Después de soñar un poco, conviene aterrizar para construir juntos el futuro. Con el término “acuerdos” nos
referimos a un cierto “rayado de cancha” práctico por el que los novios se ponen de acuerdo como personas
adultas en temas contingentes: Por ejemplo: cultivo de amistades, visitas a las familias de origen,
administración de los bienes, decisiones prácticas, formas de vida religiosa, etc.
Nuestra vida intima
a) ¿Cómo queremos cultivar nuestra vida afectiva y sexual?
¿Caricias, regalos, delicadeza, agradecimiento, servicios, etc.?
b) ¿Cómo vamos a regular la fertilidad?, ¿Conocemos los métodos que nos propone la Iglesia? ¿Estamos de
acuerdo en los principios básicos de la Iglesia para esta regulación? ¿Necesitamos más información?
c) ¿Cómo vamos a educar a nuestros hijos?
d) ¿Qué vamos a hacer si Dios no nos regala hijos? ¿Vamos a adoptar?
e) ¿Cómo vamos a administrarlos bienes económicos? ¿Vamos a ceñirnos a un presupuesto familiar? ¿Cómo
tomaremos las decisiones en ese campo?
f) ¿Cómo vamos a compartir las responsabilidades y tareas propias del hogar?
g) ¿Qué fiestas vamos a celebrar y cómo nos gustaría hacerlo?
h) ¿Cómo vamos a solucionar nuestros conflictos?
i) ¿Qué importancia le vamos a dar al perdón, a la sinceridad?
j) ¿De qué manera compartiremos los diversos aspectos de nuestra vida, por ejemplo nuestros problemas y
sentimientos?

k) ¿Cómo vamos a tomar las decisiones que atañen al hogar u a la familia? En caso de desacuerdo de un
punto determinado, ¿quién de los dos tendrá la última palabra y en qué materias?
l) ¿Qué rasgos quisiéramos acentuar en nuestro estilo de vida común, por ejemplo: sencillez, orden, etc.?
m) ¿Dónde y cómo aspiramos a vivir? ¿Nos interesa tener casa propia? ¿Qué tipo de casa nos gustaría
tener? ¿En qué ambiente nos gustaría vivir?
n) ¿Cómo nos gustaría que fuera nuestro tiempo de descanso? ¿Cómo nos entretendremos? ¿Cómo nos
gustaría que fuesen nuestras vacaciones?

Nuestra vida laboral


a) ¿Vamos a trabajar ambos? ¿Cuánto tiempo le dedicaremos al trabajo?
b) Cuáles serán nuestras prioridades con respecto al trabajo remunerado, el cultivo del hogar, la educación de
los hijos y el tiempo para nosotros.

Nuestra vida social


a) ¿Cómo vamos a manejar nuestras relaciones sociales? ¿Qué criterios vamos a utilizar para seleccionar a
nuestros amigos? ¿Qué acuerdos tomaremos para invitar gente a nuestra casa?
b) ¿Cuál va a ser nuestra relación con nuestras familias de origen? ¿Cómo aseguraremos nuestra
autonomía?

¿Qué resguardos tomaremos?


Bajo el término “resguardos” entenderemos puntos básicos que se adoptan como compromisos para
garantizar aspectos esenciales de la vida en común: por ejemplo el diálogo es el seguro para alimentar el
amor, la oración es el seguro para conservar la fe, la sinceridad es el seguro para conservar la confianza, etc.
a) Amor conyugal y comunión de vida

¿Cómo asegurar el diálogo como alimento de nuestro amor?


¿Cómo resguardaremos su calidad y frecuencia?
b) Vida espiritual
¿Cómo asegurar nuestra vida espiritual, la oración y la Santa Misa?
c) Confianza mutua
¿Cómo asegurar confianza mutua? ¿Cómo proteger la fidelidad?
d) Respeto Mutuo
¿Cómo resguardar la privacidad de nuestro hogar? ¿Qué resguardar la privacidad de nuestro hogar? ¿Qué
acuerdos tomar con relación a nuestros familiares y amigos?
e) Respeto mutuo
¿Cómo asegurar el respeto mutuo en todas las circunstancias de nuestra vida?
¿Qué límites pondremos?

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