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En Alemania, hasta la llegada del nazismo, los diferentes códigos penales incluían la
homosexualidad como delito, “castigándose con prisión menor la deshonestidad antinatural
cometida entre personas del sexo masculino o por persona con animales” desde 1871 a
1935 (Valdés, , p. 167).
Para lo que fue en el siglo XX, no hará más que profundizar esta situación
sometiendo sistemáticamente a los homosexuales a los más crueles tratamientos,
discriminación y burla. Desde la humillación a los 41 en Ciudad de México, de 1901 (las 41
“maricas” presas en una sola noche y sometidas a torturas) los experimentos y estudios
antropométrico de los médicos paulistas de la década de 1930, hasta la desaparición
sistemática, nunca oficialmente reconocida, de gay argentinos en la truculenta dictadura de
1976-83. (Massetti, Gómez, Villanueva, 2011, p.226).
Desafiantes y entre adrenalina, carteles y consignas como “¡No hay libertad política
si no hay libertad sexual!” y “¡Sin libertad sexual no habrá liberación social!” las y los
asistentes avanzaban y, quizá sin saber, con sus pasos escribían un nuevo episodio en la
vida pública de nuestro país y en la lucha por el reconocimiento de los derechos de las
personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, travestis, transexuales e intersexuales
(LGBTTTI+).
Los contingentes, que juntaban a alrededor de mil personas, llegaron a la hoy extinta
Plaza Carlos Finlay y con su recorrido culminaron la primera Marcha del Orgullo
Homosexual de México, la cual tuvo lugar en la Ciudad de México en junio 1979. Si bien
no es la primera manifestación pública de un grupo de personas homosexuales, sí se trató
de la primera identificada como tal en nuestro país. (secretaria de cultura, 2019).