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En el articulado de la mencionada ley se encuentra regulada la terminación de la

relación de trabajo en su Capítulo V del Título II (artículos 76-84). En ellos se establece


que la relación de trabajo, es decir, el cese del contrato de trabajo, se puede producir por
voluntad de ambas partes, por causa ajena, o por voluntad de una de ellas (bien sea por
despido, si es por iniciativa del empleador; o por retiro, si es por iniciativa del trabajador).
El despido y el retiro pueden a su vez ser por causa justificada o injustificada, operando en
esta última la obligación de dar un aviso (preaviso) a la otra parte con la anticipación que
fija la ley; en su defecto, habrá la obligación de pagar una indemnización equivalente a la
otra parte.  Además, una vez terminada la relación de trabajo, cuando el trabajador lo exija,
el patrono deberá expedirle una constancia de trabajo a los fines de acreditar su labor.

Por otro lado, la ley por disposición constitucional, garantiza la estabilidad en el trabajo
y limita toda forma de despido no justificado; además, determina que los despidos
contrarios a la Constitución serán nulos. Ahora bien, así como el legislador regula la figura
de la estabilidad también lo hace con la de la inamovilidad laboral, la cual no solo protege
al trabajador contra despidos; también lo hace contra traslados o desmejoras en las
condiciones de trabajo, sin causas justificadas. En ese sentido, es importante resaltar que es
posible despedir a un trabajador que goce de estabilidad o inamovilidad laboral, siempre
que haya incurrido en una causa justificada para despedirlo y se haya agotado el
Procedimiento de Estabilidad o Inamovilidad establecidos en los correspondientes
ordenamientos jurídicos.

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