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PALABRAS DE MIMO”
Pero este cuadro también puede verse en “clave de re”. ¿Qué es eso? Pues
relacionando lo que se ve con las ansiedades que todo adulto, no muy
“decente” que se diga, tiene adentro: El sueño secreto de todo vampiro, de
poder encontrar, algún día, carne fresca. Y desde este ángulo, la historia
cambia y la historia del arrepentimiento del asesino deja de tener sentido.
Porque no es un corazón joven lo que se ansía comer, sino la juventud misma.
Se trata de dañar para satisfacer el placer egoísta de perdurar. No se trata de
matar a ninguna jovencita, sino de conquistarla (¡no de comprar!). De asediar
su corazón, símbolo de la vida misma, hasta que ella se entregue. Si lo hace,
triunfamos.
¡A ver si podemos, dijo el ciego! De acá surge la gran lección: Si eso es lo que
deseabas: ¿De qué te arrepientes? Si eso deseaba el asesino, a qué
arrepentirse. Pero esta vuelta a la tuerca, que tal vez estuvo en la mente del
actor, no es la que se ve. Lástima. Pero no importa, pues igual en mi
imaginación he transformado la última escena de carácter cristiano, en otra
más vital y profunda. Y esto es lo que logró la obra, en mayor o menor medida,
en todos nosotros: Desbordar nuestra imaginación.
Otro cuadro bello, es la escena de “las máscaras”. Ésta nos permitió observar el
manejo hábil de varias herramientas: Un cincel, un pincel, un buril, un combo,
todas chocando, acariciando o estrellándose contra la madera, para fabricar
varias máscaras, que luego fueron a parar al rostro del mimo, iluminándolo de
ira, risa y dolor, tan rápidamente como sea posible: Es el artista en la plenitud
de su capacidad actoral, asombrándonos a muerte. También estuvieron “el
caballo”, la “bicicleta”, el “fuego” (con su insinuante ballet de música de
percusión), el “aire”, etc. Y al final, oh horror, el árbol esplendoroso del
principio, muriendo.