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Cuando recién naci. me regalaron un campo para sembrar mi huerto, era de tamaño infinito
como el horizonte, sería el huerto más grande y popular de todos , plantaría zanahorias
,cebollas y tomates para la salsa que le pondría a los fideos hechos con harina de trigo
también del huerto .Un gran árbol de manzanas verdes sería para desayunar en las
mañanas y para alimentar a la burra Berta.
Cuando recién naci, me dieron todas las semillas que pedí, y las planté en la tierra, fueron
dos días de trabajo hasta que no quedó ninguna en mi pequeña palma . Lista con esa tarea
me fui a acostar. A la mañana siguiente desperté lista y con ánimo para regar la tierra, llené
la jardinera y empecé una por una , me dí cuenta que era mucho más grande de lo que mi
cuerpo podía soportar, las piernas se me caían y tenía que volver y atornillarlas cada cinco
minutos ,lo que empezó como una bella actividad se estaba transformando en una
pesadilla. Las semillas que había plantado no iban a brotar, o peor, iban a traer a los
palomos que son como plagas si encuentran comida en alguna parte ya después no podría
plantar nunca más nada si encontraban mi campo. Finalmente decidí por cuidar solo 5
brotes , eran de pera amarilla . No estaba mal, podía ver como crecían los árboles y al cabo
de diez meses de cuidado y dedicación brotó una pequeña fruta verde.Era tan pequeña que
podía atravesar el aro que formaba mi pulgar e índice cuando se tocan. La cuidé como
hueso santo para que creciera sabrosa y fuerte . y cuando ya estaba madura la amarilla,
bella jugosa fui a cortarla para comerla a la orilla del río . La sumergí en el agua y la sequé
con mi manga de lana , cuando estaba punto de darle un mordisco veo que de un pequeño
agujero de la pera se asoma un gusano rosado y risón, hacía un baile como riéndose de mí
. Nunca había visto un gusano así de gordo, no podía comerme en esas condiciones.
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