1
1.1 La interpretación de Juan Carlos Portantiero
1
Sergio Nicanoff y Sebastián Rodríguez, La “Revolución Argentina” y la crisis de la sociedad
postperonista (1966-1973), en AAVV, Historia Argentina Contemporánea. Pasados presentes de la
política la economía y el conflicto social, Buenos Aires, Dialektik, 2008, p. 251 y sig.
2
Otras interpretaciones analizadas en el artículo citado, son las de Guillermo O’Donnell y Alfredo
Pucciarelli. Aunque divergen en sus análisis e interpretaciones, tanto estas dos últimas como la de Juan
Carlos Portantiero, todas explican la inestabilidad que caracterizó a la vida política argentina del período
a partir de la crisis de hegemonía. Para profundizar sobre la noción de hegemonía y crisis hegemónica,
ver AAVV, Historia Argentina Contemporánea, Pasados presentes de la política, la economía y el
conflicto social, op. cit., pág. 21 y 22.
2
1.2 Lucha inter-burguesa: proyectos económico-sociales en
pugna
Para entender qué discutían las distintas fracciones de la burguesía, cuáles eran
sus modelos o proyectos de país, así como los grupos políticos que expresaban sus
intereses, vamos a leer el siguiente texto de Marcelo Cavarozzi y el cuadro
trabajado en la actividad 1).
Luego, sistematizaremos la información de ambas fuentes en el cuadro sobre los
modelos socio-económicos de la pág. 4.
Las consignas del populismo reformista fueron promovidas por el radicalismo, que se había
transformado en la única oposición partidaria organizada después de 1946.
Sin embargo, cuando el líder de los intransigentes, Arturo Frondizi, fue elegido presidente en
1958, redefinió radicalmente la orientación económica del partido, articulando una posición
enteramente distinta, la desarrollista, y fue la otra fracción, es decir los radicales del pueblo,
quienes mantuvieron su apoyo a los postulados del populismo reformista.
3
extranjero a la economía. El desarrollismo recién se terminó de articular en 1958, cuando
Frondizi cambió de curso y tiró por la borda el programa “nacional y popular” que había
contribuido significativamente a generar los apoyos sociales que le permitieron alcanzar la
victoria en las elecciones de ese año.
Comparativamente, la última de las posiciones, la liberal, fue mucho más lejos en la crítica
del proceso de industrialización iniciado en la década de 1930 y de las prácticas sociales y
políticas asociadas al mismo. Los liberales no sólo criticaron el modelo de conciliación de
clases; cuestionaron también la premisa según la cual el desarrollo industrial debía constituir
el núcleo dinámico de una economía cerrada. Argumentaron en este sentido, que desde los
años treinta –y particularmente desde 1946- la Argentina se había enfrentado con dos
problemas críticos; el progresivo deterioro de la disciplina de los trabajadores y la ineficacia
de amplias franjas de la burguesía industrial. Tales problemas tenían su raíz, desde la
perspectiva liberal, en las políticas que habían cerrado la economía, favoreciendo la
proliferación de industrias “artificiales”, y en el excesivo crecimiento del Estado. La imagen
del mercado pasó a constituir en un doble sentido, la piedra fundamental de la posición
liberal. Por una parte, implicaba la apertura de la economía argentina y su reintegración al
mercado internacional, mediante la reducción de los aranceles y la eliminación de otras
“distorsiones” que protegían a los sectores artificiales. Por otra parte, suponía una drástica
reducción de la intervención del Estado en la economía y la restauración, mediante
adecuados incentivos, de la iniciativa del sector privado.”
4
expresan políticamente
Populismo /
reformista
Desarrollismo
Liberalismo
5
Los debates y enfrentamientos políticos que se libraban en el seno de la burguesía y dentro del campo
antiperonista en general por imponer estos modelos, así como los posicionamientos encontrados en
torno a la proscripción del peronismo, llevaron una y otra vez, entre 1955 y 1976, al quiebre de la
institucionalidad democrática.
Estas y otras divergencias no impidieron, sin embargo, que la economía argentina profundizara su
perfil industrial. Efectivamente, durante estos años, la industria creció significativamente bajo
criterios desarrollistas, protagonizando lo que se conoce como la Segunda fase o Segunda etapa de la
I.S.I. (1955-1976).
Durante esta nueva fase de industrialización, no sólo creció el producto industrial, sino que también
se asistió a una profundización de la sustitución de importaciones por el desarrollo de ciertas ramas
básicas, como la química, la petroquímica y derivados del petróleo, materiales de transporte e
industria automotriz, producción de maquinaria eléctrica y no eléctrica. El proceso se caracterizó,
además, por una fuerte extranjerización del aparato industrial (expansión de las empresas
multinacionales, en su mayoría de origen estadounidense), así como por aumentos de los ritmos de
trabajo e intentos de debilitamiento de los sindicatos y de la cohesión de los trabajadores. Los
gobiernos de Frondizi (1958-1962)y de Onganía (1966-1970) fueron clave en este proceso.
En 1966, una alianza de sectores civiles y militares concretó un golpe de estado contra el
gobierno del presidente Arturo Íllia. Los golpistas establecieron una dictadura, la Revolución
Argentina, con el objetivo de transformar profundamente las pautas de comportamiento
vigentes en la sociedad y la política argentinas.
Efectivamente, la alianza cívico-militar liderada por el General Onganía no pretendía como en
el pasado dar un golpe correctivo para restaurar un sistema semi-democrático. Los golpistas
del ’66 ya no creían en la efectividad de sostener gobiernos civiles, como el de Frondizi o el
de Illia. Consideraban que la fórmula “democrática” establecida luego de 1955-1958, incluso
con el peronismo proscripto y tutelada por los mismos militares, no había sido capaz de
impedir los conflictos, de asegurar el crecimiento económico y, lo que les resultaba quizás
más preocupante, no había sabido constituir una valla efectiva para frenar los avances del
comunismo, movimiento cuya fuerza renacía en mundo entero, particularmente desde 1959-
1961, con el triunfo y afianzamiento de la Revolución cubana.
Movidos por estas consideraciones, los grupos más concentrados de la burguesía industrial y
las fuerzas armadas, encolumnadas detrás del Gral. Juan Carlos Onganía, instalaron una
férrea dictadura. La misma no se proponía acomodar ciertos desajustes para luego llamar a
elecciones y reestablecer la democracia. Esta dictadura, nutrida en la Doctrina de la
Seguridad Nacional (ver recuadro en página siguiente) decía no tener plazos. Consideraba que
la sociedad argentina padecía una severa enfermedad y que, para curarla, había que realizar
cambios muy profundos, no importaba a qué costos ni con qué métodos.
La fórmula de la transformación escogida combinaba la modernización económica, bajo la
dirección de las grandes empresas transnacionales, con el establecimiento de un orden
férreo, que asegurarían las Fuerzas Armadas. En la búsqueda de ese orden, la dictadura
encabezada por el Gral. Onganía extendió la proscripción política a toda la ciudadanía
(peronista y antiperonista) y tendió su mano represiva sobre las fábricas, con la intención de
disciplinar a los trabajadores; sobre los políticos y gremialistas; sobre la prensa; sobre un
empresariado nacional tildado de ineficiente y sobre las economías regionales, quitando
subsidios y sembrando desocupación. También sobre la Universidad, considerada el núcleo de
la subversión comunista. La nueva dictadura no se detuvo ni siquiera ante la vida privada de
6
los argentinos y argentinas, intentando frenar el aliento arrollador de las nuevas costumbres
que se propagaban a escala planetaria.3
Durante los primeros tiempos, el cerrojo con el que la dictadura pretendió obturar las más
variadas expresiones políticas, sociales y culturales de la época, pareció muy efectivo. Daba
la impresión de que los distintos actores políticos y gremiales se habían llamado a silencio y
que habían aceptado las normas establecidas por la dictadura.
Sin embargo, en mayo de 1969, la insurrección popular que estalló en Córdoba (El
Cordobazo), derribó en pocas horas ese mito de paz y armonía social construido por el
gobierno y los medios de comunicación afines. Fruto de la acción de diversas fuerzas sociales
insatisfechas por la política dictatorial y, en algunos casos, con el sistema mismo de
relaciones sociales capitalistas, el Cordobazo constituyó una bisagra en la historia reciente
de la Argentina ya que, si bien fue el catalizador de muchas tensiones acumuladas, se
transformó a la vez en el punto de partida de un ciclo de auge de luchas populares.
Efectivamente, a partir del mismo, estallaron muchos furores contenidos y diversas corrientes
político-sindicales-estudiantiles contestatarias encontraron un terreno apto para expandirse,
crecer y ganar en radicalidad y popularidad.
3
Para analizar el régimen de Onganía, así como el ciclo de luchas populares que se abre con El
Cordobazo, recomendamos consultar en Internet la serie Crónicas de archivo, coproducción de la
Universidad de Córdoba con el Canal Encuentro.
7
Busquen información sobre El Cordobazo en el artículo de Nicanoff y Rodríguez,
págs. 275 a 280, También pueden ver alguno de los documentales que se citan a
continuación, guiados por las siguientes preguntas orientadoras: a) ¿Por qué se
produjo El Cordobazo? ¿Cuáles fueron sus múltiples causas?, b) Quiénes fueron
sus protagonistas; c) ¿Cuáles fueron sus principales consecuencias?
Texto 1:
“Las implicancias de los acontecimientos fueron múltiples. En primer lugar, el mito de la “paz
social” en la que los militares basaban la legitimidad de la Revolución Argentina, a partir del
supuesto consenso pasivo de la mayoría de la población, se resquebrajaba en pedazos poco
antes de cumplirse los tres años de su llegada al poder. (…)
Por otro lado, el Cordobazo marcaba la masificación de una resistencia popular contra la
dictadura que se alejaba de los canales institucionales para asumir niveles de violencia que
comenzaban a gozar de una legitimidad creciente. En particular, la unión en las calles del
movimiento obrero con la población estudiantil –que terminaba con un largo divorcio entre
los dos sectores sociales- implicaba la posibilidad de una convergencia social que por su
número, capacidad de movilización y potencialidad radical, aterrorizaba al poder militar y al
establishment. A su vez la burocracia sindical quedaba claramente cuestionada en su política
de contemporización con el régimen mientras crecía un desafío, cada vez más evidente, a su
capacidad de control sobre los trabajadores por un conjunto de experiencias sindicales que
asumían nuevas metodologías y objetivos.
Por su parte, el aumento de la conflictividad social repercutía directamente sobre las Fuerzas
Armadas, agudizando sus contradicciones internas. Las masivas movilizaciones
profundizaban las tensiones entre (…) Onganía (…) y los altos mandos de las Fuerzas
Armadas, quienes se sentían los convidados de piedra a la hora de las decisiones clave del
8
gobierno mientras pagaban el precio de asumir los costos políticos de la represión en las
calles.
De manera aún más determinante, el Cordobazo abría una etapa donde un amplio espectro
de nuevos actores sociales, que habían surgido lentamente en los años anteriores,
encontraban amplias perspectivas de desarrollo. Crecientes sectores de la sociedad
prestaban oídos más receptivos a las interpelaciones de dirigentes obreros antidictatoriales,
antipatronales y antiburocráticos, organizaciones guerrilleras, curas tercermundistas,
coordinadoras estudiantiles que no agotaban sus planteos en el enfrentamiento a la
dictadura vigente, sino que cuestionaban el capitalismo como sistema y se proponían, cada
vez más explícitamente, construir una sociedad a la que comenzaban a definir como
socialista. Si el Onganiato se había propuesto finalizar con la crisis de dominación, el
Cordobazo era la prueba más contundente de que la misma se reabría en un grado de
profundidad mucho mayor, desplegándose una situación de “crisis orgánica”. Evidentemente
el Cordobazo señalaba un punto de inflexión no solamente en el derrotero de la Revolución
Argentina, sino que el proceso que germinaba en el país comenzaba a mostrar que ya nada
volvería a ser igual que antes. (…)
Entendemos por (crisis orgánica) a un proceso donde las contradicciones sociales se han
agudizado de tal manera que “la clase dominante –siguiendo a Antonio Gramsci- ha perdido
el consentimiento, o sea, ya no es dirigente, sino sólo dominante, detentadora de la mera
fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías
tradicionales, (…). La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer
lo nuevo…” Esta crisis hegemónica se expresa (al decir de Antonio Gramsci) en una “crisis de
autoridad… o crisis del Estado en su conjunto”, donde el dominio es cuestionado en diversos
planos por las clases subalternas y éstas comienzan a recorrer, aunque de manera
embrionaria y contradictoria, un camino donde se esbozan al menos en potencia las líneas
de un proyecto propio y ajeno a las estrategias y la primacía ideológica de quienes detentan
el poder. (…)
La crisis de dominación involucraba todos los planos de la realidad (político, social, cultural,
económico) y era el trasfondo que facilitaba el desarrollo de los nuevos actores sociales
impugnadores del orden establecido.”
9
Texto 2:“La primavera de los pueblos”
“Poco después del Cordobazo hubo episodios similares en Rosario –el Rosariazo- y en
Cipolletti, en la zona frutícola del Valle de Río Negro: los episodios se repitieron luego en
Córdoba en 1971, en Neuquén y en General Roca, y adquirieron una magnitud notable en
Mendoza en julio de 1972. La misma agitación se advertía en las zonas rurales, sobre todo
en las no pampeanas, como el Chaco, Misiones o Formosa, donde arrendatarios y colonos,
presionados por el desalojo o los bajos precios del algodón o la yerba, se organizaban en las
Ligas Agrarias. Las explosiones urbanas se prolongaron en manifestaciones callejeras, a las
que se sumaban los estudiantes universitarios en permanente estado de ebullición, y en
acciones más cotidianas de reclamo en barrios o villas de emergencia. Estas formas
originales de protesta -…- eran desencadenadas por algún episodio ocasional: un impuesto,
un aumento de tarifas, un funcionario particularmente desafortunado, pero expresaban un
descontento profundo y un conjunto de demandas que, puesto que el poder autoritario había
cortado los canales establecidos de expresión, se manifestaban en espacios sociales
recónditos, en villas, barrios o pequeñas ciudades, y emergían poniendo en movimiento
extensas y difusas redes de solidaridad. Surgidas de cuestiones que hacían a la vida
cotidiana antes que laborales –la vivienda, el agua, la salud-, movilizaban a sectores mucho
más vastos que los obreros: desde trabajadores ocasionales, no agremiados y
desprotegidos, hasta sectores medios cuya participación era uno de los datos más
novedosos, y que se manifestaba también en las huelgas de maestros y profesores,
empleados públicos, funcionarios judiciales, en los lock out de pequeños comerciantes e
industriales.
Se trataba de un coro múltiple, heterogéneo pero unitario, regido por una lógica de la
agregación, al que se sumaban las voces de otros intereses heridos, como los grandes
productores rurales o los sectores nacionales del empresariado. Unos y otros se legitimaban
recíprocamente y conformaron un imaginario social sorprendente, una verdadera “primavera
de los pueblos” que fue creciendo y cobrando confianza – hasta madurar plenamente en
1973- a medida que descubría la debilidad de su adversario, por entonces incapaz de
encontrar una respuesta adecuada. Según una visión común, (…), todos los males de la
sociedad se concentraban en un punto: el poder autoritario y los grupos minoritarios que lo
apoyaban, responsables directos y voluntarios de todas y cada una de las formas de
opresión, explotación y violencia de la sociedad. Frente a ellos se alzaba el pueblo,
hermandad solidaria y sin fisuras, que se ponía en movimiento para derrotarlos y resolver
todos los males, aún los más profundos, pues la realidad toda parecía ser transparente y
lista para ser transformada por hombres y mujeres impulsados a transitar el camino entre
las reivindicaciones inmediatas y la imaginación de mundos distintos.”
Fuente: Luis A. Romero, Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, F.C.E.,
2001, p. 177/178
10
Profundizaremos ahora en este ciclo de luchas populares que se abrió en 1969 con El
Cordobazo y que se extendió, ganando masividad y radicalidad, hasta la Masacre de
Ezeiza, ocurrida el 20 de junio de 1973.
En relación con ese ciclo corto, complejo e intenso, que Luis A. Romero
llama primavera de los pueblos y que otros autores, como Juan Carlos Portantiero,
caracterizan como crisis orgánica, brindamos un conjunto de textos sobre tres
actores que, según S. Nicanoff y S. Rodríguez, resultaron clave en este ciclo de
radicalización social y política que se abrió con El Cordobazo4.
Nos referimos a:
a) El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM)
b) El sindicalismo combativo
c) Las organizaciones armadas
4
Un conjunto de documentales producidos por la Universidad Nacional de Córdoba y Canal Encuentro,
pertenecientes a la Serie Crónicas de Archivo y también algunos otros de la Serie Historia de un país,
Argentina Siglo XX (ambos citados más arriba), brindan rica información sobre el comportamiento de
distintos actores sociales en los acontecimientos y procesos que estamos analizando.
También podrán indagar en la memoria de familiares y/o vecinos que hubieran participado de ese
multitudinario y heterogéneo coro que se levantó contra el autoritarismo y/o por la revolución, en los
convulsionados tiempos de fines de los años '60 y comienzos de los '70.
11
legitimada cuando en 1968 se reunió en Medellín, con la presencia del Papa, la
Conferencia Episcopal Latinoamericana.
Es importante subrayar que estos cambios conciliares y postconciliares, al legitimar
las ideas y prácticas de una numerosa camada de sacerdotes comprometidos con los
sectores más empobrecidos de las sociedades latinoamericanas, dieron un
extraordinario estímulo a su tarea pastoral entre los desamparados y por el
socialismo, reafirmando sus convicciones acerca de que era este mundo y no otro, el
escenario donde debía librarse la lucha contra las injusticias del capitalismo y de
toda situación opresiva.
Subrayemos también que las relaciones entre catolicismo y marxismo eran hasta
entonces prácticamente irreconciliables y que este acercamiento que se propugnaba
desde las filas católicas, constituía un acontecimiento histórico. Histórico a la vez
que impactante y revulsivo para los sectores dominantes de América Latina, ya que
suponía la posibilidad de que se unificaran en el mismo movimiento transformador,
hombres y mujeres procedentes de distintas tradiciones político-religiosas.
Del mismo modo, merecen ser resaltadas las proyecciones que tuvo la legitimación,
brindada por los más altos niveles eclesiales, de la violencia de los de abajo cuando
se ejercía en respuesta de la violencia que procedía desde arriba. Muchos grupos e
individuos, cercanos a la Iglesia, se sintieron desde entonces habilitados para
transitar el camino de la transformación de la sociedad por vías violentas, camino
que, por otra parte, gozaba de muchísimos defensores y adeptos en la etapa.
“Frente a los movimientos que actualmente sublevan a las masas obreras y campesinas del
Tercer Mundo algunos obispos, pastores de estos pueblos, dirigen este mensaje a sus
sacerdotes, a sus fieles y a todos los hombres de buena voluntad. Esta carta prolonga y
adapta la encíclica sobre el desarrollo de los pueblos. Desde Colombia y Brasil hasta Oceanía
y China, pasando por el Sahara, Yugoeslavia y el Medio Oriente, la luz del Evangelio
esclarece las preguntas que, casi siempre las mismas, son planteadas por todas partes.
En el momento en que los pueblos y las razas pobres, toman conciencia de sí mismos y de la
explotación de la cual todavía son víctimas, este mensaje dará valor a todos los que sufren y
luchan por la justicia, condición indispensable de la paz.
1. Como obispos de algunos de los pueblos que se esfuerzan y luchan por su desarrollo,
nosotros unimos nuestra voz al llamado angustioso del Papa Pablo VI en la encíclica
Populorum Progressio, con el fin de precisar sus deberes a nuestros sacerdotes y fieles, y
para dirigir a todos nuestros hermanos del Tercer Mundo algunas palabras de aliento.
12
pueblos materialmente menos ricos. Ahora bien, nuestros pueblos no son ni menos honestos
ni menos justos que los grandes de este mundo. (…)
4. y Desde el punto de vista doctrinal, la Iglesia sabe que el Evangelio exige la primera y
radical revolución: la conversión, la transformación total del pecado en la gracia, del egoísmo
en amor, del orgullo en servicio humilde. Y esta conversión no es solamente interior y
espiritual, sino que se dirige a todo el hombre, corpóreo y social al mismo tiempo que
espiritual personal. (…)
5. (…) la Iglesia tiene un solo esposo, Cristo. La Iglesia no está casada con ningún sistema,
cualquiera que éste sea, y menos con el “imperialismo internacional del dinero” (...), como
no lo estaba a la realeza o al feudalismo del antiguo régimen, y como tampoco lo estará
mañana con tal o cual socialismo. Basta con examinar la historia para ver que la Iglesia ha
sobrevivido a la ruina de los poderes que en un tiempo creyeron deber protegerla o poder
utilizarla. Actualmente la doctrina social de la Iglesia, reafirmada por el Vaticano II, la ha
rescatado ya de este imperialismo del dinero, que parece ser una de las fuerzas a las cuales
estuvo ligada durante algún tiempo. (…)
8. (…)En el momento en que un sistema deja de asegurar el bien común en beneficio del
interés de unos cuantos, la Iglesia debe no solamente denunciar la injusticia sino además
separarse del sistema inicuo, presta a colaborar con otro sistema mejor adaptado a las
necesidades del tiempo, y más justo. (…)
14. Teniendo en cuenta ciertas necesidades para ciertos progresos materiales, la Iglesia
desde hace un siglo, ha tolerado al capitalismo con el préstamo a interés legal y sus otros
usos poco conformes con la moral de los profetas y del Evangelio. Pero ella no puede más
que regocijarse al ver aparecer en la humanidad otro sistema social menos alejado de esta
moral. Tocará a los cristianos de mañana, según la iniciativa de Paulo VI, reconducir a sus
verdaderas fuentes cristianas estas corrientes de valores morales que son la solidaridad, la
fraternidad (...). Los cristianos tienen el deber de mostrar “que el verdadero socialismo es el
cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad
fundamental” Lejos de contrariarse con él, sepamos adherirlo con alegría, como a una forma
de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del
Evangelio. Así evitaremos que algunos confundan Dios y la religión con los opresores del
mundo de los pobres y de los trabajadores, que son, en efecto, el feudalismo, el capitalismo
y el imperialismo. (…)
15. La Iglesia saluda con orgullo y alegría una humanidad nueva donde el honor no
pertenece al dinero acumulado entre las manos de unos pocos, sino a los trabajadores,
obreros y campesinos. Pues la Iglesia no es nada sin El que sin cesar le da su ser y su hacer,
Jesús de Nazareth, quien durante tantos años ha querido trabajar con sus manos para
revelar la eminente dignidad de los trabajadores. “El obrero es infinitamente superior a todo
el dinero” como recordaba un obispo en el Concilio. Otro obispo, de un país socialista,
declaraba igualmente: “Si los obreros no llegan a ser de alguna manera propietarios de su
trabajo, todas las reformas a las estructuras serán ineficaces. Incluso si los obreros a veces
reciben un salario más alto en algún sistema económico, ellos no se contentarán con estos
aumentos de salario. Ellos quieren ser propietarios y no vendedores de su trabajo.
Actualmente los obreros son cada vez más conscientes de que el trabajo constituye una
parte de la persona humana. Pero la persona humana no puede ser vendida ni venderse.
Toda compra o venta del trabajo es una especie de esclavitud…"
Fuente: http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrmanifiestodeobisposdelte
rcermundo66/y en: http://www.puntofinal-archivohistorico.org/PDFs/1967/PF_044_doc.pdf
13
La repercusión en Argentina: el MSTM
Los aires de cambio que conmovían a la Iglesia católica con sede en Roma tuvieron
rápidamente expresión en la Argentina. A fines de 1967, se conformó en nuestro país
el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM).
El MSTM no era
"sólo un reflejo de los cambios operados en la Iglesia a nivel mundial. El movimiento
expresaba la fuerte sensación de malestar de cientos de curas con el apoyo que le brindaba
a la dictadura (encabezada por Onganía) la cúpula eclesial, (…).Su creación se engarzaba
con la subjetividad de sus integrantes potenciando un proceso que era previo. La mayoría de
los sacerdotes llevaba adelante su compromiso religioso en barrios obreros –reeditando la
anterior práctica de trabajo en las fábricas impulsada por los curas obreros-, en las villas
miseria y barriadas más pobres del país. Al vivir de cerca y en muchos casos compartir una
vida de privaciones y sacrificios, surgía un sentimiento de rebelión contra las injusticias del
poder que, de manera creciente, los llevaba a la conclusión de que ninguna de las tareas de
ayuda y caridad podía ser verdaderamente efectiva sin un profundo cambio de las
estructuras económico-sociales que engendraban la pobreza. (…)
La prédica del MSTM ayudó también a legitimar el uso de la violencia contra el gobierno
militar. Aunque la mayoría de sus miembros no se integraron a las organizaciones armadas,
haciéndose eco de la autoprofética frase del sacerdote Carlos Mugica: “estoy dispuesto a
que me maten, pero no a matar”, sí proclamaban el carácter de justicia existente en todas
las formas de rebelión contra el sistema, porque éstas eran un producto de los abismos
sociales que desarrollaba el capitalismo con su accionar.”
14
Consideramos importante, para colaborar en la comprensión del proceso en estudio,
poner especial atención en el rol cumplido por el MSTM en la politización de amplios
sectores juveniles, así como en el acercamiento, en el marco de la lucha
antidictatorial y antisistémica, de tradiciones que hasta entonces parecían
irreconciliables, como catolicismo y marxismo o peronismo y antiperonismo.
Efectivamente, los curas tercermundistas brindaron el nexo y los espacios para que
experiencias múltiples y diversas, hasta hacía poco antagónicas, se encontraran
solidariamente en la lucha común contra la opresión dictatorial y el régimen
capitalista.5
b) El sindicalismo combativo
5
Un conjunto de fuentes fílmicas y gráficas permitirá enriquecer la mirada sobre este movimiento que
desde Roma impactó fuertemente en Argentina y el resto de América Latina, por ejemplo, el
documental Movimiento Sacerdotes del Tercer Mundo de la Serie Crónicas de Archivo (coproducción
Canal Encuentro-Universidad Nacional de Córdoba).
Otra fuente relevante para profundizar enel tema es la revistaCristianismoy Revolución. En el
portal www.ruinasdigitales.com/cristianismo/ pueden encontrarse diversos números. Desde los
mismos, se podrá acceder a su pensamiento, a sus prácticas, y a las relaciones del MSTM con otros
colectivos (obreros, campesinos, estudiantes y movimientos villeros) que, encontraban en la revista, un
foro de visibilización y de discusión teórica y práctica.
6
El vandorismo –nombre que deriva del dirigente sindical Augusto Timoteo Vandor- es la corriente
sindical dominante en la CGT a partir de 1960. Por esos tiempos, declina la militancia y confianza
adquirida por los trabajadores durante la “resistencia” y comienza una etapa de repliegue y reflujo de su
participación.
Con ese telón de fondo, en los sindicatos cobró mayor fuerza la burocratización, se erosionó la
democracia interna, avanzó la corrupción de los dirigentes y la creciente integración sindical al sistema
político. Los dirigentes gremiales –liderados por Vandor- desplegaron una creciente vigilancia hacia los
obreros más combativos y tendieron a adoptar una posición cada vez más pragmática, orientada a
aprovechar las oportunidades que los distintos gobiernos les ofrecían. Para Daniel James, el
“vandorismo” se convirtió en símbolo de negociación y pragmatismo, e implicó el empleo de la fuerza
política y la representatividad de los sindicatos para negociar con otros factores de poder, como las
Fuerzas Armadas, la Iglesia o las corporaciones empresariales.
15
burocratización, la ausencia de democracia interna, así como su propensión a dejarse
cooptar por el gobierno dictatorial y el gran empresariado) proponen nuevas formas
organizativas, con la asamblea de trabajadores como eje de la toma de decisiones y
líderes sindicales que no gozan de beneficios especiales respecto de sus pares
obreros. Implementan ademásnovedosas formas de lucha, como las tomas de fábrica,
las huelgas activas con movilización y búsqueda de solidaridad de otros ciudadanos,
entre otras prácticas de acción directa, aunadas con un discurso frontalmente
anticapitalista y antiburocrático, en pos del socialismo.
Aunque al principio, el clasismo tuvo un carácter fuertemente regional con eje en
Córdoba, poco a poco sus principios hallaron eco en el complejo industrial
(principalmente siderúrgico y petroquímico) montado entre Buenos Aires y Rosario, y
posteriormente, alrededor de 1972, en el conurbano bonaerense.7
Influenciadas todas ellas por la Revolución Cubana, adherían a la teoría del foco guerrillero,
enunciada por el Che y luego teorizada por Regis Debray. De acuerdo con la misma, en
América Latina “estaban dadas las condiciones objetivas para un cambio revolucionario, por
lo que la tarea principal consistía en generar y/o acelerar las condiciones subjetivas –
conciencia de las masas– para lo que el foco guerrillero era esencial. A través de su ejemplo,
de sus acciones cotidianas, éste actuaría como un irradiador de conciencia hacia las clases
explotadas que, en la medida en que la guerrilla se desarrollara, irían pasando de la simpatía
política a la lucha frontal al convencerse de que el triunfo era posible.”
7
Para profundizar en el análisis de estas líneas del sindicalismo, podremos consultar varios
documentales dela serie Crónicas de archivo. Entre otros, encontramos: El sindicalismo combativo;
Sitrac/Sitram/; Agustín Tosco.
16
acción y el hacer, antes que la reflexión sobre la propia práctica y principalmente, por la
experiencia cotidiana común de enfrentamiento a la dictadura, todos esos elementos
favorecían al menos potencialmente el acercamiento entre sí, aunque nunca llegarían a
unificarse.”
Sin embargo, nada de esto fue automáticamente visible en el lapso que medió entre el
Cordobazo y las elecciones de marzo de 1973. Impulsadas por la crisis orgánica que cubría a
la Argentina, las fuerzas de las organizaciones guerrilleras se multiplicaron. Prestigiados por
su nivel de entrega, los militantes que tomaban el camino de las armas fueron vistos por el
activismo de la época como “los mejores de nosotros.” Legitimados además por porciones
crecientes de la sociedad que justificaba su lucha, aumentaron su incidencia social.1 Así,
superando los límites de su primigenia base de reclutamiento, proveniente en general de la
clase media y en particular del estudiantado, se insertaron crecientemente en fábricas,
barriadas populares y experiencias sociales de todo tipo.”
17
sino en el seno mismo del peronismo, donde, a poco del triunfo electoral de marzo
de 1973, se delinearon claramente tres proyectos antagónicos: el tradicional de
capitalismo industrial distributivo al que Perón terminará adscribiendo junto a los
sectores más tradicionales del sindicalismo peronista; un rumbo autoritario,
destinado a terminar con el ala revolucionaria del peronismo, levantado por el
Ministro de Bienestar Social del nuevo gobierno peronista, José López Rega; y un
proyecto socialista, abrazado por el ala juvenil del peronismo, un sector que se había
incorporado recientemente al movimiento y que fue intensamente alentado por
Perón durante los años de pugna con el General Lanusse, con el objetivo de ganar el
centro de la escena política y la convocatoria a elecciones sin proscripciones.
Las contradicciones existentes en el seno del peronismo salieron a la luz y se
agudizaron una vez que este movimiento ganó las elecciones en marzo de 1973. La
Argentina vivió entonces una cortísima y a la vez intensa etapa, en la que la
radicalización y la movilización de la sociedad, activada desde los días del
Cordobazo, llegaron a su cénit. Durante esos días, con Héctor J. Cámpora en la
presidencia de la Nación y con varias gobernaciones y la Universidad de Buenos Aires
bajo la gestión de aliados de la Tendencia revolucionaria del peronismo, el clima de
rebeldía y de herejía a lo constituido se exacerbó. En el acto y en las movilizaciones
organizadas para la asunción del nuevo gobierno, en el Devotazo (donde una multitud
logró la liberación de los presos políticos y forzó una amnistía general), en las tomas
de colegios, de oficinas públicas o en las huelgas y medidas de acción directa en
distintas fábricas, los sectores del pueblo movilizados imponían sus decisiones,
definían en última instancia el acontecer político, marchando por delante de sus
representantes políticos.
Ante el giro que tomaban los acontecimientos, los sectores de la derecha (peronista y
antiperonista) decidieron desplazar a Cámpora y escarmentar a la izquierda mediante
el Terror. El inicio de este nuevo derrotero se produjo en Ezeiza, el 20 de junio de
1973, día en que los peronistas de todas las corrientes confluyeron en las cercanías
del Aeropuerto, en manifestación multitudinaria, para recibir a su líder, en el
regreso definitivo a la patria, luego de dieciocho años de exilio.
La fiesta pronto derivó en tragedia. Los organizadores del acto (hombres y mujeres
pertenecientes al lopezreguismo -una particular alianza entre la derecha peronista y
antiperonista- y a gremios importantes del sindicalismo peronista), atacaron con
armas de fuego, desde el mismo escenario montado para la recepción del líder, a las
columnas de Montoneros y de la Juventud Peronista, para evitar que éstas ganaran
los lugares más cercanos al palco desde el que hablaría Perón.
Secuestros, torturas y muertes jalonaron ese día que hoy se recuerda como La
masacre de Ezeiza. La trágica jornada fue el primer acto de un golpe palaciego que
pretendía desplazar a Cámpora y a los grupos de la Tendencia de las posiciones de
poder que ocupaban desde el 25 de mayo de 1973. Ezeiza constituyó una bisagra, un
punto de inflexión del proceso de radicalización social y política iniciado en El
Cordobazo, al marcar el inicio de un proceso de terror y exterminio contra el
progresismo y la izquierda en todas sus vertientes, así como el reflujo de las luchas
populares.
Luego de Ezeiza, sobrevino la renuncia de Cámpora y la breve presidencia de Perón
(octubre de 1973- julio de 1974). Durante la misma, el líder del más importante
movimiento político de la Argentina, no logró encauzar a las fuerzas en pugna dentro
de su movimiento. Durante esos meses, las relaciones entre Perón y la Juventud se
tensaron hasta la casi virtual ruptura a raíz de los nuevos posicionamientos
estratégicos del líder, quien ahora se apoyaba en el sindicalismo tradicional y el
lopezreguismo para impulsar su histórico proyecto reformista de los años ‘40.
A pesar de los entredichos y confrontaciones, y a pesar de las dificultades para
disciplinar detrás de sí a un movimiento que se había complejizado respecto del de
los años ’40 y ’50, Perón constituía un dique que frenaba el estallido de una violencia
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abierta entre los distintos grupos peronistas. A partir de su muerte, acaecida en julio
de 1974, los asesinatos de militantes del peronismo de izquierda, así como de otras
expresiones de la izquierda política, se transformaron en moneda corriente, por
parte de una organización paramilitar, la Alianza Anticomunista Argentina (A.A.A.),
más comúnmente conocida -por sus siglas- como la Triple A.
La Triple A era una organización comandada por el gobierno de los Estados Unidos.
Servía a un plan continental de golpes, torturas y asesinatos que, sustentado en la
Doctrina de Seguridad Nacional, buscaba frenar todo intento revolucionario o mismo
reformista en América Latina. La AAA agrupaba elementos de las Fuerzas Armadas,
de los Servicios de Inteligencia del Estado (SIDE), de otros organismos de seguridad,
así como barras bravas y matones sindicales. Era dirigida internamente por el
Ministro de Bienestar Social de la Nación, José López Rega, y orientaba sus acciones
terroristas contra dirigentes políticos y sociales progresistas y de izquierda.
Frente a estos embates de la reacción, Montoneros volvió a la clandestinidad y el ERP
redobló sus acciones. Transitaron, de este modo, el camino deseado por las fuerzas
de la extrema derecha que, mientras tanto, se dedicaron a perseguir y masacrar al
movimiento social de superficie que se vinculaba con las organizaciones armadas,
sembrando terror y desconcierto. La situación atemorizó a las clases medias, hasta
hace poco solidarias con las luchas de los sectores populares y de izquierda contra la
dictadura.
Mientras tanto, el gobierno peronista – desde la muerte de Perón, a cargo de su
viuda, y del Ministro de Bienestar Social, José López Rega- terminaba a merced de
los poderes económicos más concentrados y de las Fuerzas Armadas.9
El ensayo no duró largo tiempo. La presidente no garantizaba plenamente las
condiciones para la aplicación del programa neoliberal que estos sectores alentaban,
no controlaba a las bases trabajadoras ni podía disciplinarlas. Además, los vestigios
de institucionalidad democrática que aún restaban, constituían un obstáculo para la
plena aplicación del modelo neoliberal. Era necesario desplazar al peronismo, aún en
su vertiente de derecha, para iniciar un proceso represivo que permitiera aplicar un
programa de desindustrialización selectiva y disciplinamiento de la mano de obra. 10
El 24 de marzo de 1976, un nuevo golpe cívico-militar produjo ese desplazamiento y
puso fin a una experiencia que tantas y enormes expectativas había sabido despertar
entre vastos sectores de la sociedad. Los grupos más concentrados del capital y las
Fuerzas Armadas (con el apoyo de los EE.UU.) confluyeron en el golpe y en el
establecimiento de un régimen dictatorial. Su propósito era refundar la Argentina
sobre bases neoliberales. El Terrorismo de Estado era una condición para esa
refundación. Su aplicación sistemática y planificada cortó de raíz el vasto torrente
contestatario que se había formado al calor de las luchas y vicisitudes de los años ’60
y principios de los ’70. El plan neoliberal aplicado desde entonces sentó los cimientos
de otra Argentina, la más desigual e injusta de que se tenga memoria.
9
Para profundizar en los conflictos del período 1973-1976, se puede consultar la Serie de
documentales Crónicas de Archivo. Particularmente, los siguientes:
- Cámpora al gobierno, Perón al poder//- Ezeiza// - López Rega y la Triple A
También es muy recomendable la película No habrá más penas ni olvido, comedia dramática, dirigida
por Héctor Olivera y escrita por Roberto Cossa y el mismo Olivera, quienes se basaron en la novela
homónima de Osvaldo Soriano. Disponible en Youtube.
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10
Sergio Nicanoff y Fernando Pitta, “El tercer peronismo” (1973-1976), en AAVV, Historia Argentina
Contemporánea. Pasados presentes de la política la economía y el conflicto social, op. cit.
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2. La violencia política en los años ’60 y ‘70
Hasta aquí analizamos uno de los temas analizados en su artículo por Sergio Nicanoff
y Sebastián Rodríguez: el tema de la inestabilidad política en la Argentina y el pasaje
–en términos de las conceptualizaciones utilizadas por Juan Carlos Portantiero- de
una crisis de hegemonía a una crisis orgánica.
Otro de los temas centrales del artículo de Nicanoff y Rodríguez, es el de la violencia
política en la Argentina de las décadas de 1960 y 1970.
Para abordarlo vamos a leer directamente a sus autores, en el libro de la cátedra,
punto 5 del artículo varias veces citado, pág. 299 a 308.
Vamos a recorrer tales páginas, tratando de resolver las siguientes consignas:
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Consignas para estudiar el período 1955-1976 a partir de los materiales que
presenta esta propuesta didáctica
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