Cada persona tiene un miedo diferente, pero todos nos
identificamos con esa sensación de angustia e inseguridad generada por un peligro incontrolable real o imaginario. Normalmente, nuestros temores son originados por experiencias propias, pero el mundo los alimenta, la sociedad de la información nos ha acercado tanto a ellos, que este se puede convertir en un lenguaje universal.
A lo que más le temo es a la oscuridad. Pensar en esta me da
escalofríos, me genera millones de escenarios ficticios y me trae recuerdos de gritos, oraciones y quejidos en medio de la noche, me recuerda aquellas personas que se retorcían como serpientes, vomitaban y golpeaban; o esas voces graves y burlonas las cuales no pertenecían al cuerpo que hablaba.
Cuando sentimos temor inmediatamente buscamos la manera de
escapar o hacernos menos vulnerables ante la situación. Según Olbeth Hansberg en su libro La Diversidad De Las Emociones, “en cualquier caso el miedo siempre tiene un efecto motivacional, tanto si es temerario, paralizante o inteligente” personalmente fijo toda mi atención en los estímulos que se empieza a desencadenar. Todo empieza con mis oídos que se agudizan y empiezo a imaginar lo que puede estar sucediendo dentro de cada sonido que escucho, después mi cuerpo se vuelve sensible ante cualquier presencia que note; el problema con la oscuridad es que no sabes de que, de quien o como te tienes que defender.
Según Aristóteles “La huida del cobarde, aquel apoderado por
el temor, que decide resguardarse ante una amenaza, es movida por una significación previa del dolor” cuando tenemos miedo sentimos que algo doloroso o perverso nos va a ocurrir, lo podemos aceptar y después llevarlo a la realidad pero aun MIEDO A ENFRENTAR MI PROPIO MIEDO
después de esto no queremos enfrentarlo, ya que , tenemos