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A pesar de existir coincidencia entre los autores que investigan y escriben sobre el
pensamiento crítico, se registra una gran variedad de definiciones, según enfaticen
un aspecto u otro o según el ámbito en que se especialicen. Las descripciones
facilitan poco la definición de pensamiento crítico como una entidad concreta, ya
que cada autor hace de la definición un uso adecuado a su ámbito (filosófico,
psicológico, educativo) y aplicación. Una de las definiciones más genéricas fue la
elaborada por Robert Sternberg, quien escribía que el pensamiento crítico son los
procesos, estrategias y representaciones que la gente utiliza para resolver
problemas, tomar decisiones y aprender nuevos conceptos (Robert Sternberg
1986).
Por otro lado, Bloom evoca seis aspectos del pensamiento crítico, de creciente
complejidad e íntimamente ligados al proceso de aprendizaje (Bloom 1971). La
taxonomía va desde el orden inferior al superior: desde recoger información hasta
juzgar un resultado (Anderson & Krathwohl 2001). Los niveles que propone son:
1. Conocimiento
2. Comprensión
3. Aplicación
4. Análisis
5. Síntesis
6. Evaluación
Este modelo, que Bloom plantea para explicar la progresividad del aprendizaje
viene a ser un proceso de pensamiento crítico que profundiza en el conocimiento y
puede aplicarse a otros ámbitos que no sean el educativo.
Scriven & Paul piensan que se puede formar y guiar al estudiante para
conceptualizar, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar información a través de la
experiencia y de la reflexión, así como llegar a una opinión y a una manera de
actuar consciente. Según su visión, el pensamiento crítico tiene dos componentes:
por una parte, un conjunto de destrezas de producción y procesamiento de
información y creencias y, por otra, el hábito de utilizar dichas destrezas para guiar
su comportamiento (Scriven & Paul 2003).
Paul & Elder, definen el pensamiento crítico como un modo de pensar en el cual “el
pensante mejora la calidad de su pensamiento al apoderarse de las estructuras
inherentes del acto de pensar y al someterlas a estándares intelectuales”. El
resultado es un pensador crítico que formula preguntas con claridad y precisión,
que evalúa información, que llega a conclusiones y soluciones a base de criterios
relevantes, que piensa con una mente abierta y da soluciones a problemas
complejos. Añaden estos autores que el pensamiento crítico es “auto-dirigido, auto-
disciplinado, autorregulado, y auto-corregido” (Paul & Elder 2003).
1. Identificar el problema
2. Definir el contexto
6. Autorregulación
Desde el punto de vista del docente, Moore, después de una entrevista con 17
académicos de tres áreas de conocimiento (historia, filosofía y estudios culturales y
literarios) para conocer su visión y conceptualización del pensamiento crítico,
distingue las siguientes siete categorías en el concepto del pensamiento crítico:
emitir juicios; tener una visión escéptica y cuestionadora de la realidad; ser original
y producir conocimiento; leer de forma sensata y cuidadosa un texto; racionalidad y
forma de razonamiento; adoptar una postura ética y activista; y como
autorreflexión y autoconciencia (Moore 2013). Esta aportación supone un análisis y
categorización de la visión del pensamiento crítico de los docentes universitarios en
la práctica, uno de los objetivos del presente estudio. Moore es consciente de que
su estudio es limitado, aun así demuestra la variedad de respuestas que dan los
docentes para definir la competencia, al tratarse de un término polisémico. Su
aportación también remarca la convicción y el compromiso de los docentes de
incluir en sus aulas dicha competencia.
Por ejemplo, una persona con depresión mayor puede creer que su
estado no va a cambiar nunca y que todo aquello que intente no tiene
la menor importancia. Ello no quiere decir que así sea, encontrando
(sea solo o con ayuda profesional) en su vida cosas positivas que le
ayudarán a mejorar su estado.
1. Capacidad de reflexión
Para ser capaz de tener una mentalidad crítica es necesario ser
capaz de reflexionar sobre las cosas en términos abstractos. Es
decir, ser capaz de asociar la información que nos llega con su
significado a un nivel tanto superficial como profundo, así como las
implicaciones que dicha información tiene con respecto al resto de la
realidad.
2. Flexibilidad
El pensamiento crítico implica la capacidad de dudar de que lo que
percibimos o creemos percibir sea cierto, aceptando la posibilidad de
que existan otras alternativas diferentes de la o las propuestas. Así,
es necesaria cierta flexibilidad mental que nos permita visualizar que
otras perspectivas diferentes de la habitual pueden ser objetivas y
producir los resultados buscados.
4. Teoría de la mente
Es necesario tener en cuenta que todas las afirmaciones y opiniones
son elaboradas por seres humanos, que presentan sus opiniones en
base a lo que ellos consideran correcto. Así pues, el conocimiento
puede estar sesgado incluso a propósito, si se busca con su
transmisión un objetivo.
6. Motivación y curiosidad
Para dudar de algo es de gran utilidad que aquello de lo que dudamos
nos sea significativo. Podemos ser críticos con algo que no nos
importe, pero la presencia de una motivación alta y de curiosidad
respecto al tema o a los argumentos dados implica que se intentará
buscar una solución veraz y justificable.
Métodos para potenciar el pensamiento
crítico
El pensamiento crítico es una capacidad de gran utilidad y hoy en día
muy buscada por la sociedad, tanto a nivel laboral como en otros
aspectos de la vida. Por ello es de gran interés ser capaz de
potenciarlo. Con este fin disponemos de diversas actividades y
hábitos que nos pueden ser de utilidad.
6. Cuestiona estereotipos
La sociedad genera de forma constante estereotipos respecto a una
gran cantidad de temas. Intenta escoger uno de ellos y buscar
información que lo ponga en cuestión para ver hasta qué punto sirve
para explicar la realidad.
8. Investiga y fórmate
De cara a poder discutir algo es necesario saber de qué estamos
hablando. Estar informado sobre lo que acontece en el mundo nos
va a permitir poner en perspectiva las informaciones que recibamos
del exterior, incluyendo el propio medio por el que nos hemos
informado.
1. Falacias no formales
Las falacias no formales son aquellas en las que el error del
razonamiento tiene que ver con en el contenido de las premisas.
En este tipo de falacias lo que se expresa en las premisas no permite
llegar a la conclusión a la que se ha llegado, independientemente de si
las premisas son ciertas o no.
2. Falacias formales
Las falacias formales lo son no porque el contenido de la premisa
no permita llegar a la conclusión a la que se ha llegado, sino
porque la relación entre las premisas hace que la inferencia no
sea válida.
Por eso sus fallos no dependen del contenido, sino del modo en el que
están vinculadas las premisas, y no son falsas porque hayamos
introducido en nuestro razonamiento ideas irrelevantes e innecesarias,
sino porque no hay coherencia en los argumentos que usamos.
Ejemplo:
El término verborragia
(sinónimo de verborrea) es un término que se utiliza para
designar a un tipo de actitud o tendencia que presentan
algunas personas y que las lleva a hablar permanentemente,
sin parar, sin hacer pausas casi para escuchar al otro, a
su interlocutor, incluso muchas veces sin controlar las cosas
que se dicen y sin mantener un límite que permita interactuar
con los demás.