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El 

pensamiento crítico consiste en analizar y evaluar la


consistencia de los razonamientos, en especial aquellas
afirmaciones que la sociedad acepta como verdaderas en el contexto
de la vida cotidiana.
Dicha evaluación puede realizarse a través de la observación, la
experiencia, el razonamiento o el método científico. El pensamiento
crítico exige claridad, precisión, equidad y evidencias, ya que intenta
evitar las impresiones particulares. En este sentido, se encuentra
relacionado al escepticismo y a la detección de falacias.
En este sentido tenemos que dejar patente que las falacias son el
conjunto de mentiras o engaños que alguien realiza, de manera
frecuente o no, con el claro objetivo de conseguir hacer daño a otro
individuo en concreto.

Mediante el proceso que implica el pensamiento crítico, se utiliza


el conocimiento y la inteligencia para alcanzar una posición
razonable y justificada sobre un tema. Entre los pasos a seguir, los
especialistas señalan que hay adoptar la actitud de un pensador
crítico; reconocer y evitar los prejuicios cognitivos; identificar y
caracterizar argumentos; evaluar las fuentes de información; y,
finalmente, evaluar los argumentos.
Además de todo lo expuesto para conseguir que alguien se convierta
en experto pensador crítico es importante que posea o haya adquirido
una serie de habilidades fundamentales para el desarrollo de dicho
pensamiento. Entre ellas se encuentra, por ejemplo, la capacidad para
interpretar tanto ideas como situaciones o datos de diversa índole.

No obstante, no es la única cualidad vital. Asimismo, también debe


poseer una perfecta habilidad tanto para lo que es proceder al análisis
de lo que tiene ante sí como para evaluar diversos parámetros, entre
los que se encuentran las intenciones del autor o fuente pues sólo de
esa manera se sabrá si se le otorga o le resta credibilidad.

A las cualidades citadas habría que añadir, de la misma forma, la


necesidad de que pueda evaluar y analizar las interferencias que se
pueden producir y la habilidad para explicar los argumentos que son
fundamentales en sus conclusiones. Y todo ello sin olvidar la propia
capacidad del pensador de autoanalizarse y examinarse a sí mismo
como un método de enriquecimiento.

Cabe destacar que el pensamiento crítico no implica pensar de forma


negativa o con predisposición a encontrar defectos y fallos. Tampoco
intenta cambiar la forma de pensar de las personas o reemplazar los
sentimientos y emociones.
El objetivo del pensamiento crítico es evitar las presiones sociales que
llevan a la estandarización y al conformismo. El pensador crítico
busca entender cómo reconocer y mitigar o evitar los distintos
engaños a los que es sometido en la cotidianeidad. Por eso desconfía
de las fuentes de información como los medios de comunicación, ya
que tienden a distorsionar la realidad. La premisa del pensamiento
crítico es dudar de todo lo que se lee o escucha, para acercarse con
mayor precisión a los datos objetivos.
Una de tus labores más importantes como docente en el siglo XXI es
enseñar a tus alumnos a pensar por sí mismos. No importa la asignatura
o lección que impartas, al final del día el objetivo primordial es que cada
uno de tus estudiantes adquieran las herramientas necesarias para
resolver cualquier problema por sí mismos, ¿cómo lograrlo? Impulsando
en ellos el pensamiento crítico.

En México y en el mundo muchos colegios mantienen el modelo


educativo tradicional de enseñanza centrado en memorizar y
mecanizar, el cual se enfoca en la transferencia de información del
profesor hacia el alumno y en la repetición de procesos; método que
funcionaba bastante bien hace más de una década, cuando se creía que
el conocimiento solo era transferible por los profesores.

Sin embargo, en la actualidad las personas estamos siendo


bombardeadas por grandes cantidades de noticias, investigaciones y
saberes de todo tipo a cada segundo; a través de distintas personas,
canales y dispositivos, lo cual exige que aprendamos a filtrar esa
información, analizarla y elegir aquella que nos sea más útil, tarea que
necesita del pensamiento crítico.

Pensamiento crítico, habilidad del Siglo 21    


El pensamiento crítico se refiere a la capacidad de identificar,
analizar, evaluar, clasificar e interpretar lo que está a nuestro
alrededor. Es un modo de pensar que promueve la autorregulación y
ayuda a identificar soluciones más fácilmente, una habilidad del siglo XXI
que aporta todo tipo de beneficios a los alumnos e impacta en su vida
académica y profesional, entre los que destacan:

 Claridad y precisión en la formulación de problemas.


 Comprensión y análisis más eficiente.
 Mejor planificación y administración de actividades.

Además, esta forma de pensamiento influye directamente en el


desarrollo de habilidades blandas como la creatividad, la resolución de
conflictos, la empatía, la autonomía, la autocrítica y la adaptación.

¿Cómo promover el pensamiento crítico en las


aulas de clase? 
Pensar críticamente es un ejercicio que se enfoca en conocer diferentes
puntos de vista, juicios o evidencias, para después contrastarlas y tomar
en cuenta aquello que sirva para resolver determinada situación; algo
que puedes promover en tu salón de clase mediante distintas estrategias
como:

Estimular el debate y el diálogo


Sin importar el tema que trates en clase, si es de humanidades, ciencias
o arte, externar su propio punto de vista y discutir al respecto ayudará a
tus estudiantes. Invítalos a cuestionarse entre sí y procura fomentar su
reflexión acerca del tema entorno a sus propias experiencias.

Impulsar metodologías activas


Modelos educativos como el de aprender-haciendo, en el cual el alumno
es protagonista activo de su aprendizaje, fomentan la confianza, el
interés y la motivación para adquirir nuevos conocimientos e
implementarlos adecuadamente.

Puedes impulsar este tipo de metodología mediante la observación, la


experimentación y la interacción con su entorno.

Implementación de clases de robótica educativa


La robótica para niños desarrolla la creatividad y el pensamiento crítico al
estimular la construcción de soluciones propias mediante ensayo y error,
fomentando además el aprendizaje de habilidades STEM a través del
juego.

El éxito de la educación actual depende directamente de la


efectividad de los profesores para enseñar a los alumnos a pensar
por sí mismos, a desarrollar habilidades que les permitan seguir su
camino para resolver problemas y afianzar estrategias para aplicar sus
propias soluciones.

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herramientas necesarias. Solicita una presentación gratuita y descubre
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armas para construir un futuro brillante!
ONCEPTO DE PENSAMIENTO CRÍTICO

A pesar de existir coincidencia entre los autores que investigan y escriben sobre el
pensamiento crítico, se registra una gran variedad de definiciones, según enfaticen
un aspecto u otro o según el ámbito en que se especialicen. Las descripciones
facilitan poco la definición de pensamiento crítico como una entidad concreta, ya
que cada autor hace de la definición un uso adecuado a su ámbito (filosófico,
psicológico, educativo) y aplicación. Una de las definiciones más genéricas fue la
elaborada por Robert Sternberg, quien escribía que el pensamiento crítico son los
procesos, estrategias y representaciones que la gente utiliza para resolver
problemas, tomar decisiones y aprender nuevos conceptos (Robert Sternberg
1986).

En el marco de la educación, Ennis comienza en los años sesenta a estudiar el


pensamiento crítico. Para Ennis, es un proceso cognitivo complejo que implica
disposiciones y capacidades con tres dimensiones básicas: la lógica (juzgar,
relacionar palabras con enunciados), la criterial (utilización de opiniones para juzgar
enunciados) y la pragmática (comprensión del juicio y la decisión para construir y
transformar el entorno). Se centra en lo que la persona puede decidir, creer o hacer
algo de forma reflexiva, razonable y evaluativa. Asimismo, implica un análisis,
buscar la verdad a través de criterios y evidencias así como llegar a un juicio de
valores. Este proceso se evidencia en situaciones problemáticas en las que hay que
adoptar una posición y llevar a cabo una actuación. Asimismo, describe quince
capacidades para el pensamiento crítico, siendo las tres últimas habilidades
auxiliares (Ennis 1991, 2011, 2016): centrarse en la pregunta; analizar los argumentos;
formular preguntas de clarificación y dar una respuesta; juzgar la credibilidad de
una fuente; observar y juzgar los informes derivados de la observación; deducir y
juzgar las deducciones; inducir y juzgar las inducciones; emitir juicios de valor;
definir los términos y juzgar las definiciones; identificar los supuestos; decidir la
acción que a seguir e interactuar con los demás; integrar disposiciones y otras
habilidades para realizar y defender una decisión; proceder de manera ordenada de
acuerdo con cada situación; ser sensible a los sentimientos, nivel de conocimiento y
grado de sofisticación de los otros; emplear estrategias retóricas apropiadas en la
discusión y presentación, tanto oral como escrita (López Aymes 2013). Ennis clasifica estas
capacidades en tres grupos: la clarificación, la base de una decisión, la inferencia, y
añade dos habilidades metacognitivas, la suposición y la integración (Ennis 2001).

Por otro lado, Bloom evoca seis aspectos del pensamiento crítico, de creciente
complejidad e íntimamente ligados al proceso de aprendizaje (Bloom 1971). La
taxonomía va desde el orden inferior al superior: desde recoger información hasta
juzgar un resultado (Anderson & Krathwohl 2001). Los niveles que propone son:

1. Conocimiento

2. Comprensión

3. Aplicación

4. Análisis

5. Síntesis

6. Evaluación
Este modelo, que Bloom plantea para explicar la progresividad del aprendizaje
viene a ser un proceso de pensamiento crítico que profundiza en el conocimiento y
puede aplicarse a otros ámbitos que no sean el educativo.

Scriven & Paul piensan que se puede formar y guiar al estudiante para
conceptualizar, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar información a través de la
experiencia y de la reflexión, así como llegar a una opinión y a una manera de
actuar consciente. Según su visión, el pensamiento crítico tiene dos componentes:
por una parte, un conjunto de destrezas de producción y procesamiento de
información y creencias y, por otra, el hábito de utilizar dichas destrezas para guiar
su comportamiento (Scriven & Paul 2003).

Siguiendo en el mundo de la enseñanza, el pensamiento crítico supone la habilidad


para explorar un problema, cuestión o situación; integrar la información válida
sobre los mismos, llegar a una solución o hipótesis y justificar una propuesta
(Warnick & Inch 1994; citado en Petress 2004). Para Petress el pensamiento crítico
incluye la evaluación del proceso que lleve a la toma de decisiones, por lo que
requiere “tiempo, energía, habilidad y dedicación” (Petress 2004). Añade este autor que
es necesario integrar en la definición del pensamiento crítico los siguientes
criterios: suficiencia, relevancia, fiabilidad, consistencia, actualidad, accesibilidad,
objetividad. En el proceso formativo, recoge las siguientes características de un
pensador crítico (Ferrett 1997; citado en Petress 2004): plantear las oportunas
cuestiones; evaluar argumentos; admitir vacíos de conocimientos o información;
tener curiosidad; estar interesado en hallar nuevas soluciones; definir con claridad
criterios para analizar ideas; examinar creencias, convencimientos y opiniones y
contrastarlos con los hechos; escuchar cuidadosamente a los otros y ser capaz de
dar “feedback”; suspender el juicio antes de haber recogido y considerado todos los
hechos; acreditar asunciones y creencias en base a evidencias; revisar opiniones
ante nuevos hechos; buscar beneficios; examinar problemas cuidadosamente;
rechazar información incorrecta o irrelevante; considerar que el pensamiento crítico
es un proceso vital de autoafirmación. Estas características, según Petress, están
imbuidas de un sentido dialógico, que a su vez da sentido al valor social del
pensamiento crítico (Petress 2004).

Paul & Elder, definen el pensamiento crítico como un modo de pensar en el cual “el
pensante mejora la calidad de su pensamiento al apoderarse de las estructuras
inherentes del acto de pensar y al someterlas a estándares intelectuales”. El
resultado es un pensador crítico que formula preguntas con claridad y precisión,
que evalúa información, que llega a conclusiones y soluciones a base de criterios
relevantes, que piensa con una mente abierta y da soluciones a problemas
complejos. Añaden estos autores que el pensamiento crítico es “auto-dirigido, auto-
disciplinado, autorregulado, y auto-corregido” (Paul & Elder 2003).

Para Villarini el sistema del pensamiento se articula en tres subsistemas


dependiendo de factores de adaptación e histórico-culturales: sistema de
representación o codificación que forma significado (imágenes, nociones,
conceptos); sistema de operaciones o la forma de organizar o reorganizar la
información y sistema de actitudes (emociones, sentimientos, valores). Para
Villarini, el pensamiento crítico se define como “la capacidad del pensamiento para
examinarse y evaluarse a sí mismo (el pensamiento propio o el de los otros)” (Villarini
2003
). Este examen y evaluación tienen como resultado una mejora en la persona y
en su entorno. Es relevante en Villarini la vinculación de la educación del
pensamiento crítico en la actividad política y social. Según este autor es un proceso
que lleva a la implicación, al compromiso y a la solidaridad, después de un proceso
individual. Para que el aprendizaje sea auténtico, incluido el del pensamiento
crítico, las actividades en clase tienen que ser significativas, activas, reflexivas,
colaborativas y empoderadoras (Villarini 2003).
Para Facione, los buenos pensadores críticos se definen función de lo que hacen,
cómo lo hacen y cómo llegan a una síntesis. Facione concluye que el pensamiento
crítico es “el proceso del juicio intencional, auto regulado” (Facione 2007). Para este
proceso Facione propone seis pasos (Facione 2007):

1. Identificar el problema

2. Definir el contexto

3. Enumerar las opciones

4. Analizar las razones explícitamente

5. Listar las razones explícitamente

6. Autorregulación

El pensamiento crítico, añade este autor, impregna toda la vida y le da sentido; va


más allá del aula. Es una competencia esencial en la investigación, en la educación,
así como en la vida personal y cívica de cada uno.

Desde el punto de vista del docente, Moore, después de una entrevista con 17
académicos de tres áreas de conocimiento (historia, filosofía y estudios culturales y
literarios) para conocer su visión y conceptualización del pensamiento crítico,
distingue las siguientes siete categorías en el concepto del pensamiento crítico:
emitir juicios; tener una visión escéptica y cuestionadora de la realidad; ser original
y producir conocimiento; leer de forma sensata y cuidadosa un texto; racionalidad y
forma de razonamiento; adoptar una postura ética y activista; y como
autorreflexión y autoconciencia (Moore 2013). Esta aportación supone un análisis y
categorización de la visión del pensamiento crítico de los docentes universitarios en
la práctica, uno de los objetivos del presente estudio. Moore es consciente de que
su estudio es limitado, aun así demuestra la variedad de respuestas que dan los
docentes para definir la competencia, al tratarse de un término polisémico. Su
aportación también remarca la convicción y el compromiso de los docentes de
incluir en sus aulas dicha competencia.

En síntesis, podría decirse que lo característico del pensamiento crítico es que se


trata de un pensamiento orientado a la comprensión y resolución de problemas, a
la evaluación de alternativas y a la toma de decisiones. El pensamiento crítico
implica comprender, evaluar y resolver. Implica autoevaluación, pensar acerca del
pensamiento (metapensamiento) y estar seguro de no pasar, sin fundamento
suficiente, a conclusiones. En la educación superior, el pensamiento crítico es uno
de los elementos claves en la consecución de una sociedad sostenible. Por dicho
motivo, hay que educar en la crítica, en una nueva forma de pensar, de evaluar y
de hacer. La universidad da la oportunidad de confrontar valores, prácticas,
pedagogías, programas de aprendizaje, etc. con la comunidad y que dicho
aprendizaje se vea reflejado en la vida profesional del estudiante de forma
sostenible (Wals & Jickling 2002). El pensamiento crítico puede llegar a una actuación y a un
compromiso propio y social. Por eso su importancia, no sólo en la educación, sino
en el mundo profesional.
Pensamiento crítico: definiendo el
concepto
El pensamiento crítico es la capacidad manifestada por el ser humano
para analizar y evaluar la información existente respecto a un tema o
determinado, intentando esclarecer la veracidad de dicha información
y alcanzar una idea justificada al respecto ignorando posibles sesgos
externos.

Aplicamos el pensamiento crítico para intentar discernir la realidad de


lo que nos dicen y percibimos a partir del análisis de los
razonamientos empleados para explicarla. De una forma análoga a
lo que proponía Descartes, se trata de dudar de las informaciones,
dogmas y axiomas absolutos que nos rodean hasta que nosotros
mismos podemos darles veracidad o por lo contrario ignorarlas. Con
ello, se busca tener una idea justificada de la realidad y no aceptar
ciegamente lo que otros nos digan.

Este tipo de pensamiento, vinculado con el escepticismo, ayuda al


ser humano a crear su propia identidad, apareciendo a lo largo del
desarrollo y siendo especialmente visible en la adolescencia y a partir
de ella. No se trata de llevar la contraria al mundo, sino de ser
capaces de elaborar nuestro propio punto de vista en base a la
comprobación y contrastación de datos. Lo que se pretende con el
pensamiento crítico es eliminar falacias y sesgos que comprometen la
objetividad de los datos investigados.

El pensamiento crítico está muy relacionado con otras capacidades


tales como la creatividad, la lógica o la intuición, permitiéndonos
elaborar nuevas estrategias y formas de ver y percibir las cosas. Tener
buena capacidad de pensamiento crítico nos ayuda a evitar el
conformismo y a avanzar como seres humanos, evitando que existe
un único modo de ver el mundo.

Pensamiento crítico y no desiderativo


Antes hemos indicado que el pensamiento crítico nos sirve para no
dejarnos llevar por la opinión de los demás y considerar esta algo
totalmente cierto y correcto. Sin embargo, no hay que confundir el
pensamiento crítico con actuar en base a nuestros impulsos.

Si bien ser crítico con lo que se da por cierto es de gran


ayuda para superarnos y crear nuevos modos de ver el mundo, eso
no quiere decir que tengamos que depender de lo que creamos sin
más. Ello podría llevarnos a pensar que lo que deseamos o pensamos
de algo es la verdad, lo que a su vez puede llevarnos a cometer
sesgos cognitivos. 

Por ejemplo, una persona con depresión mayor puede creer que su
estado no va a cambiar nunca y que todo aquello que intente no tiene
la menor importancia. Ello no quiere decir que así sea, encontrando
(sea solo o con ayuda profesional) en su vida cosas positivas que le
ayudarán a mejorar su estado.

El pensamiento crítico en sí implica ser capaz de dejar de lado las


diferentes falacias y sesgos para centrarse en buscar una verdad lo
más justificada y razonable posible, buscando pruebas y evidencias
respecto a que lo que se dice o hace sea verídico. Se basa en la
búsqueda de la objetividad, obviando los elementos subjetivos y
manipulativos que otras personas o incluso uno mismo puede
introducir en el análisis de la información.
¿Qué habilidades implica tener
pensamiento crítico?
Hemos hecho una descripción de lo que es pensamiento crítico. Sin
embargo cabe preguntarse ¿qué es necesario exactamente para
tenerlo? Tener un pensamiento crítico supone que el individuo que lo
tiene posee en algún grado las siguientes habilidades o rasgos.

1. Capacidad de reflexión
Para ser capaz de tener una mentalidad crítica es necesario ser
capaz de reflexionar sobre las cosas en términos abstractos. Es
decir, ser capaz de asociar la información que nos llega con su
significado a un nivel tanto superficial como profundo, así como las
implicaciones que dicha información tiene con respecto al resto de la
realidad.

2. Flexibilidad
El pensamiento crítico implica la capacidad de dudar de que lo que
percibimos o creemos percibir sea cierto, aceptando la posibilidad de
que existan otras alternativas diferentes de la o las propuestas. Así,
es necesaria cierta flexibilidad mental que nos permita visualizar que
otras perspectivas diferentes de la habitual pueden ser objetivas y
producir los resultados buscados.

3. Lógica y detección de sesgos


La capacidad de visualizar la lógica o falta de ella en las cosas que
analizamos, así como los posibles fallos y sesgos puedan tener las
afirmaciones y pensamientos respecto a ellas, resulta fundamental en
este aspecto. Si no somos capaces de detectar aspectos concretos de
la argumentación que no se acaben de corresponder con la realidad o
a los que les falte explicación, no es posible hacer una crítica fundada.

4. Teoría de la mente
Es necesario tener en cuenta que todas las afirmaciones y opiniones
son elaboradas por seres humanos, que presentan sus opiniones en
base a lo que ellos consideran correcto. Así pues, el conocimiento
puede estar sesgado incluso a propósito, si se busca con su
transmisión un objetivo.

 Artículo relacionado: "Teoría de la Mente: ¿qué es y qué nos


explica sobre nosotros?"

5. Capacidad de dudar de las cosas


Para no aceptar cualquier explicación es necesario ser capaz de
cuestionarse la veracidad de ésta. Sin embargo, es necesario que las
dudas se circunscriban a lo razonable, pues de lo contrario se
podría dudar de todo principio existente. Y si bien sería un tipo de
pensamiento crítico, el escepticismo excesivo no llevaría a ninguna
resolución.

6. Motivación y curiosidad
Para dudar de algo es de gran utilidad que aquello de lo que dudamos
nos sea significativo. Podemos ser críticos con algo que no nos
importe, pero la presencia de una motivación alta y de curiosidad
respecto al tema o a los argumentos dados implica que se intentará
buscar una solución veraz y justificable.
Métodos para potenciar el pensamiento
crítico
El pensamiento crítico es una capacidad de gran utilidad y hoy en día
muy buscada por la sociedad, tanto a nivel laboral como en otros
aspectos de la vida. Por ello es de gran interés ser capaz de
potenciarlo. Con este fin disponemos de diversas actividades y
hábitos que nos pueden ser de utilidad.

1. Intenta mantener una mente abierta


Todos tenemos nuestras opiniones sobre lo que nos rodea. Sin
embargo, para pensar de forma crítica es necesario tener en cuenta
que la nuestra o la explicación que la sociedad ofrece puede no ser la
única ni la más certera. Es más complicado de lo que parece, pero
debemos permitir en nuestra mente la aceptación de otras posturas
por muy diferentes que sean de la propia.

2. Intenta entrenar la empatía


Ser capaz de ponerse en el lugar de otros facilita entender cómo han
llegado a las conclusiones a las que han llegado. Alguna actividad que
puede facilitar la empatía es la realización de role-playings, el
teatro, o la expresión y comunicación de las emociones y
pensamientos a los demás.

3. Participa activamente en debates


La mejor forma de aumentar la competencia en una capacidad es
ejercitarla. Por ello, la participación en foros y debates resulta de
gran utilidad, al confrontarse en ellos las opiniones, creencias y datos
encontrados por diferentes personas.
4. Analiza textos y vídeos
El análisis de diferentes materiales puede ayudar a mejorar la
capacidad de pensamiento crítico. Resulta especialmente importante
observar los posibles objetivos o los motivos que puede tener una
persona para crear dicho material. Puede empezarse por material
sencillo y claramente basado en elementos subjetivos, como las
columnas de opinión o elementos publicitarios. Posteriormente
podemos avanzar incorporando material más técnico y aparentemente
objetivo.

5. Evita los efectos bandwagon y underdog


Muchas personas se suman a una opinión debido a que es o bien
apoyada por la mayoría o bien ignorada por ésta. Es necesario que
nuestro pensamiento no se vea influido por el hecho de que otros
presten más o menos atención al hecho o información en cuestión.

 Quizzás te interese: "Gregarismo: el efecto Bandwagon y el


efecto Underdog"

6. Cuestiona estereotipos
La sociedad genera de forma constante estereotipos respecto a una
gran cantidad de temas. Intenta escoger uno de ellos y buscar
información que lo ponga en cuestión para ver hasta qué punto sirve
para explicar la realidad.

7. Busca y compara elementos contradictorios


Es sencillo encontrar publicaciones sobre temas controvertidos sobre
los que no hay una opinión general clara ni absolutamente cierta.
Buscar dos opiniones confrontadas y analizar cada una de ellas
permite observar qué puntos débiles tienen dichas
argumentaciones, ayudando a ser capaz de analizar otras futuras
informaciones.

8. Investiga y fórmate
De cara a poder discutir algo es necesario saber de qué estamos
hablando. Estar informado sobre lo que acontece en el mundo nos
va a permitir poner en perspectiva las informaciones que recibamos
del exterior, incluyendo el propio medio por el que nos hemos
informado.

9. Aprende a separar la información de lo que


esta te provoque
Las emociones nos ayudan a dar un significado interno a lo que nos
sucede y vivimos. Sin embargo, en muchos casos provocan que nos
comportemos o pensemos de determinada manera únicamente en
base a dichas sensaciones. Esto nos puede llevar a considerar lo
que algo nos hace sentir como la única verdad.

10. Intenta hacer caso a tu intuición


A pesar de lo dicho en el punto interior, a veces nuestra mente actúa
de una forma concreta que no podemos explicar racionalmente. La
intuición se conceptualiza en ocasiones como el resultado del
procesamiento inconsciente de la información, es decir, como la
realización de un análisis interno de la información que a nivel
consciente no hemos procesado. Sin embargo hay que tener en
cuenta que esta intuición también puede estar sesgada.
¿Qué son las falacias?
Una falacia es un razonamiento que a pesar de parecerse a un
argumento válido, no lo es. 

Se trata, por tanto, de una línea de razonamiento que es errónea, y las


inferencias que se presenten como producto de estas no pueden ser
aceptadas. Independientemente de si la conclusión a la que se llega a
través de una falacia es verdadera o no (podría serla por pura
casualidad), el proceso por el cual se ha llegado a este es defectuoso,
porque vulnera al menos una regla lógica.

Las falacias y la psicología


En la historia de la psicología casi siempre ha existido una tendencia
a sobrevalorar nuestra capacidad para pensar racionalmente, estando
sujetos a unas reglas lógicas y mostrándonos coherentes en nuestra
manera de actuar y argumentar.

Con la excepción de ciertas corrientes psicológicas como la


psicoanalítica fundada por Sigmund Freud, se ha dado por supuesto
que el ser humano adulto y sano obra de acuerdo a una serie de
motivos y razonamientos que pueden ser expresados textualmente
con facilidad y que normalmente entran dentro del marco de la
racionalidad. Los casos en los que alguien se comportaba de manera
irracional se interpretaban bien como una muestra de debilidad o bien
como un ejemplo en el que la persona no sabe identificar las
verdaderas razones que motivan sus actos.

Ha sido en las últimas décadas cuando se ha empezado a aceptar la


idea de que la conducta irracional está situada en el centro de
nuestras vidas, que la racionalidad es la excepción, y no al revés. Sin
embargo, hay una realidad que ya nos venía dando una pista de hasta
qué punto nos movemos por emociones e impulsos poco o nada
racionales. Este hecho es que hemos tenido que desarrollar una
especie de catálogo de falacias para intentar que estas tengan poco
peso en nuestro día a día.

El mundo de las falacias pertenece más al mundo de la filosofía y la


epistemología que al de la psicología, pero mientras que la filosofía
estudia las falacias en sí mismas, desde la psicología se puede
investigar el modo en el que se utilizan. El hecho de ver hasta qué
punto los falsos argumentos están presentes en los discursos de
personas y organizaciones nos da una idea del modo en el que el
pensamiento que hay detrás de ellos se ciñen más o menos al
paradigma de la racionalidad.

Los principales tipos de falacias


El listado de falacias es muy largo y posiblemente haya algunas de
ellas que aún no se han descubierto por existir en culturas muy
minoritarias o poco estudiadas. Sin embargo, hay algunas más
comunes que otras, así que conocer los principales tipos de
falacias puede servir como referencia para poder detectar
vulneraciones en la línea de razonamiento allí donde se den.

A continuación puedes ver una recopilación de las falacias más


conocidas. Como no existe una sola manera de clasificarlas para crear
un sistema de tipos de falacias, en este caso se clasifican según su
pertenencia a dos categorías relativamente fáciles de entender: las no
formales y las formales.

1. Falacias no formales
Las falacias no formales son aquellas en las que el error del
razonamiento tiene que ver con en el contenido de las premisas.
En este tipo de falacias lo que se expresa en las premisas no permite
llegar a la conclusión a la que se ha llegado, independientemente de si
las premisas son ciertas o no. 

Es decir, que se apela a ideas irracionales sobre el funcionamiento del


mundo para dar la sensación de que lo que se dice es cierto.

1.1. Falacia ad ignorantiam

En la falacia ad ignorantiam se intenta dar por hecha la veracidad


de una idea por el simple hecho de que no se puede demostrar
que es falsa. 

El famoso meme del Monstruo Espagueti Volador se basa en este


tipo de falacia: como no se puede demostrar que no existe un ente
invisible formado de espaguetis y albóndigas que además es el
creador del mundo y sus habitantes, debe de ser real.

1.2. Falacia ad verecundiam

La falacia ad verecundiam, o falacia de autoridad, vincula la


veracidad de una proposición a la autoridad de quien la defiende,
como si eso proporcionase una garantía absoluta. 

Por ejemplo, es corriente argumentar que las teorías de Sigmund


Freud sobre los procesos mentales son válidas porque su autor era
neurólogo.

1.3. Argumento ad consequentiam

En este tipo de falacia se intenta hacer ver que la validez o no de


una idea depende de si aquello que se puede inferir a partir de
ella resulta deseable o indeseable. 
Por ejemplo, un argumento ad consequentiam sería dar por hecho que
las posibilidades de que el ejército dé un golpe de estado en un país
son muy bajas porque el escenario contrario supondría un duro golpe
para la ciudadanía.

1.4. Generalización apresurada

Esta falacia es una generalización no fundamentada en datos


suficientes. 

El ejemplo clásico lo encontramos en los estereotipos acerca de los


habitantes de ciertos países, que pueden llevar a pensar falazmente,
por ejemplo, que si alguien es escocés debe de caracterizarse por su
tacañería.

1.5. Falacia del hombre de paja

En esta falacia no se critica las ideas del oponente, sino una


imagen caricaturizada y manipulada de estas. 

Un ejemplo lo encontraríamos en una línea argumental en la que se


critique a una formación política por ser nacionalista, caracterizándola
como algo muy próximo a lo que fue el partido de Hitler.

1.6. Post hoc ergo propter hoc

Se trata de un tipo de falacia en el que se da por sentado que si


un fenómeno ocurre después de otro, es que está causado por
este, a falta de más pruebas que indiquen que eso es así.

Por ejemplo, se podría intentar argumentar que la subida repentina en


el precio de las acciones de una organización se ha producido porque
el inicio de la temporada de caza mayor ya ha llegado a Badajoz.
1.7. Falacia ad hominem

Por medio de esta falacia se niega la veracidad de ciertas ideas o


conclusiones resaltando las características negativas (más o
menos distorsionadas y exageradas) de quien las defiende, en vez de
criticar la idea en sí o el razonamiento que ha llevado a ella. 

Un ejemplo de esta falacia lo encontraríamos en un caso en el que


alguien desprecie las ideas de un pensador argumentando que este
no cuida su imagen personal.

Sin embargo, hay que saber distinguir este tipo de falacia de


argumentos legítimos referidos a las características de una persona
en concreto. Por ejemplo, apelar a la falta de estudios universitarios de
una persona que habla sobre conceptos avanzados de física cuántica
puede considerarse una argumentación válida, ya que la información
que se da guarda relación con la temática del diálogo.

2. Falacias formales
Las falacias formales lo son no porque el contenido de la premisa
no permita llegar a la conclusión a la que se ha llegado, sino
porque la relación entre las premisas hace que la inferencia no
sea válida.

Por eso sus fallos no dependen del contenido, sino del modo en el que
están vinculadas las premisas, y no son falsas porque hayamos
introducido en nuestro razonamiento ideas irrelevantes e innecesarias,
sino porque no hay coherencia en los argumentos que usamos.

La falacia formal puede ser detectada sustituyendo todos los


elementos de las premisas por símbolos y viendo si el razonamiento
se ajusta a las reglas lógicas.
2.1. Negación del antecedente

Este tipo de falacia parte de un condicional del tipo "si le doy un


regalo, será mi amigo", y cuando se niega el primer elemento, se
infiere incorrectamente que el segundo también queda negado: "si no
le doy un regalo, no será mi amigo".

2.2. Afirmación del consecuente

En este tipo de falacia también se parte de un condicional, pero


en este caso se afirma el segundo elemento y se infiere
incorrectamente que el antecedente es verdadero:

"Si apruebo, descorcho el champán".

"Descorcho el champán, así que apruebo".

2.3. Término medio no distribuido

En esta falacia el término medio de un silogismo, que es el que


conecta dos proposiciones y no aparece en la conclusión, no
cubre en las premisas a todos los elementos del conjunto.

Ejemplo:

"Todo francés es europeo".

"Algún ruso es europeo".

"Por lo tanto, algún ruso es francés".


Teoría de la Mente: ¿qué es y
qué nos explica sobre
nosotros?
Teoría de la Mente: la capacidad de
pensar que yo pienso que tú piensas...

Cuando pensamos en todas aquellas facultades mentales que son


propias del ser humano y de ninguna otra especie, resulta muy fácil
pensar en el lenguaje, la capacidad de aprender todo tipo de cosas o
la posibilidad de resolver problemas matemáticos complejos. 

Se trata de características humanas fácilmente observables, pero no


son las únicas que disfrutamos en exclusiva. Existe otra, mucho más
discreta, gracias a la cual nuestras relaciones sociales son más ricas.
Esta capacidad ha sido llamada Teoría de la Mente.
¿Qué es la Teoría de la Mente?
Definida de manera general, la Teoría de la Mente es la capacidad de
tener consciencia de las diferencias que existen entre el punto de
vista de uno mismo y el de los demás. 

Dicho de otra forma, esta facultad hace posible que tengamos en


cuenta los estados mentales de otros sujetos sin suponer que estas
ideas o pensamientos son como los de uno mismo. Una persona que
ha desarrollado Teoría de la Mente puede atribuir ideas, deseos y
creencias al resto de agentes con los que interactúa. Y todo esto de
manera automática, casi inconsciente.

Una jerarquía de estados mentales


Con mucha frecuencia somos expuestos a situaciones en las que
tenemos que imaginar lo que está pensando alguna otra persona. A su
vez, esta persona puede suponer, a partir de la información que tiene
acerca de nosotros, lo que nosotros pensamos que está pensando, y
todo esto puede ser también inferido por nosotros y por la otra
persona en un bucle teóricamente infinito. Una jerarquía de estados
mentales que se contienen los unos a los otros: yo creo que tú crees
que yo creo…

La Teoría de la Mente se sitúa en el segundo lugar en esta jerarquía


(yo creo que tú crees esto), y es la semilla de la que nace la capacidad
para ir progresando hacia el resto de categorías más complejas.

¿Cómo se desarrolla la Teoría de la


Mente? El umbral de los 4 años de edad
Los seres humanos somos, probablemente, la única especie en la que
sus integrantes pueden pensar en los demás como agentes
intencionales, es decir, seres con unos intereses propios. Esto significa
que desde una edad muy temprana, la gran mayoría de los humanos
somos capaces de distinguir entre una acción y el objetivo al que está
orientado esa acción, aunque lo último no se haya revelado
claramente. Además, a los pocos meses de vida todas las
personas aprenden a tener en cuenta hacia dónde están
centrando su atención los demás, y por lo tanto pueden reclamar
esa atención para uno mismo o hacia algo que se encuentra cerca.

Estos cambios en el desarrollo cognitivo de los bebés empiezan


hacia el final del primer año de edad y forman parte de lo que se
conoce como la revolución de los nueve meses, de la que emanan
habilidades que se van construyendo unas sobre otras y potencian la
creación de conductas sociales complejas, como el juego simulado,
que requiere entender que el otro está actuando al usar un plátano
como si fuese un teléfono, o la imitación, en la que el niño aprende de
las acciones del adulto y es capaz de figurarse el objetivo de cada uno
de los movimientos que está viendo.

La Teoría de la Mente aparece hacia los 4 años de edad y se


construye sobre los fundamentos de todas estas capacidades
derivadas de la revolución de los nueve meses, pero interviene en
procesos mentales más abstractos y refinados. Así, todas aquellas
personas que desarrollan Teoría de la Mente piensan en los demás no
solo como agentes intencionales, sino también como agentes
mentales, con toda una serie de estados psicológicos complejos que
les son propios. Entre estos nuevos estados mentales que se atribuye
a los demás se encuentran, por ejemplo, los deseos y las creencias.

El experimento de la falsa creencia


El método clásico para averiguar si un niño o niña ha desarrollado
Teoría de la Mente es el test de la falsa creencia. Esta es una prueba
que sólo puede ser solucionada de manera correcta si se es capaz de
diferenciar los propios conocimientos sobre el entorno de lo que otra
persona cree acerca de este. Además, es un ejercicio que puede ser
utilizado para ayudar a detectar casos de  Trastornos del Espectro
Autista, ya que las personas que manifiestan síntomas asociados al
autismo tienden a mostrar una Teoría de la Mente poco o nada
desarrollada.

En un ejemplo de esta prueba, el psicólogo manipula dos muñecos


para formar una pequeña narración en la que todo ocurre ante la
mirada atenta del niño o niña puesta a prueba. En primer lugar, el
primer muñeco enseña un juguete y luego muestra cómo lo guarda en
un baúl cercano. Luego, el muñeco desaparece de la escena y
aparece el segundo muñeco, que saca el juguete del baúl y lo mete
en, por ejemplo, una mochila apoyada en el suelo. En ese momento,
se le pregunta al niño o niña: "cuando el primer muñeco vuelva a
entrar en la habitación, ¿cuál es el primer lugar en el que buscará el
juguete?".

Normalmente, los niños y niñas de menos de cuatro años fallarán al


dar una respuesta, porque creerán que el primer muñeco tiene la
misma información que ellos e irá a buscar en primer lugar a la
mochila. Sin embargo, con cuatro años la mayoría ya dan una
respuesta correcta, prueba de que han hecho la transición hacia la
Teoría de la Mente y de que han abandonado una percepción de
la realidad más bien egocentrista.
Definición de Verborragia

El término verborragia
(sinónimo de verborrea) es un término que se utiliza para
designar a un tipo de actitud o tendencia que presentan
algunas personas y que las lleva a hablar permanentemente,
sin parar, sin hacer pausas casi para escuchar al otro, a
su interlocutor, incluso muchas veces sin controlar las cosas
que se dicen y sin mantener un límite que permita interactuar
con los demás.

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