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Es necesario enseñar a los niños desde bien pequeños determinadas lecciones emocionales.

Algunas son más fáciles, otras son


más difíciles en función de variables que tienen también que ver con el temperamento y el carácter de cada uno.

La primera lección es poner nombre. Hay que enseñarles a poner nombre a sus emociones. Que desde pequeños, si tienen, por
ejemplo, dos años y tienen un incipiente lenguaje, puedan decir: "Estoy contento o estoy enfadado. O estoy triste. O tengo miedo".
Cuando van siendo un poquito más mayores pueden aprender a nombrar la vergüenza, la envidia... porque, identificando sus
emociones y dándose cuenta del nivel de intensidad, es más fácil luego poder regular esa emoción.

La segunda lección emocional, que para mí es básica para el desarrollo de la personalidad equilibrada en cualquier niño es que
aprendan a quererse, a valorarse. Es decir, que se desarrolle su autoestima, que se den cuenta de que son seres únicos en el
universo, con potencialidades y con limitaciones, como cualquiera, que todo no se les da bien.
A veces, las familias me dicen: "Yo le digo a mi hijo, para potenciar la autoestima, que es muy bueno en todo".
Pues no es verdad, y no es adecuado. La autoestima se alimenta desde el realismo. Cuando un niño o una niña tienen una buena
autoestima es como que tenemos una tierra fértil donde cualquier cosa que queramos sembrar, va a prosperar.

La tercera lección, que es tremendamente importante, y que en esto, yo creo que las familias tenemos que procurar un poquito más
poner el acento, es que tienen que aprender a tolerar la frustración.
Y hay que educar a los hijos diciéndoles: "Mira: en la vida, hay algunas cosas que puedes elegir, pero otras, no. Si llueve, llueve, y
por más que te enfades, no tiene sentido que te enfades, porque va a seguir lloviendo, no depende de ti". Tolerar la frustración
significa que hay que aprender a esperar, que hay que ser paciente y darse cuenta de que en todo momento no lo tienes ya, lo que
tú quieres y de la manera que quieres. Es también, prepararles para enfrentarse a ese malestar emocional que conlleva cualquier
frustración, porque eso no se lo podemos evitar. Si te encuentras una piedra en el camino, tendrás que aprender a saltarla.
No se trata de blindar a los hijos frente a las dificultades, sino de darles herramientas para que sepan enfrentarse a ellas.

La cuarta lección emocional, que todo niño y niña debe recibir desde bien pequeño, es aprender a regular sus emociones, que no
significa reprimirlas, significa aprender a expresarlas de forma adecuada, legitimando las emociones, y esto es muy importante.
Un padre le puede decir a su hijo, entiendo que te hayas enfadado porque tenías mucha ilusión por ir al campamento y resulta que
no se puede realizar el campamento, de acuerdo. Pero, estar enfadado por una cosa que tú no puedes cambiar, no tiene sentido.
Legitimo tu enfado pero, a ver, ¿qué vas a hacer con ese enfado? ¿Vas a seguir enfadado con pensamientos rumiantes, todo el día
protestando porque no vas a poder ir de campamento? La buena gestión emocional es básica en la convivencia. Entonces, hay
estrategias que se pueden enseñar para desarrollar este autocontrol. Pero, muy asociada a esta cuarta lección,

viene la quinta, La quinta es, aprender a entrar en calma. Yo creo que una lección básica, más en la sociedad que tenemos, tan
estresada, tan estresante, en la que prima la inmediatez, la velocidad, la rapidez. Parece que si un ordenador va más rápido, es
mejor, si un coche corre más, es mejor. Los seres humanos tenemos necesidad de calma, necesitamos ritmos, y hemos perdido el
ritmo. Acción, acción, acción. No. Imagínate lo que supondría estar comiendo todo el día. Bueno, es que tenemos que comer y,
luego, digerir. En muchos centros educativos ya se han dado cuenta de que antes de un examen, es muy bueno hacer un ejercicio
de relajación, porque la atención se concentra. Y también se han dado cuenta de que un exceso de estrés o de ansiedad, bloquea,
ante un examen, a alumnos brillantes, que han podido estudiar muchísimo, pero que luego no les luce, porque el primer síntoma del
estrés, es el bloqueo de la memoria.

Y la sexta, que es muy importante, es aprender a pensar en positivo. Ser optimista, pero realista. No podemos negar la realidad, no
se trata de ponernos unas gafas de color de rosa y decir que el mundo va fenomenal, que todo está muy bien y que no hay
problemas, no. Pero se trata de ver la botella medio llena. La percepción de las personas que se enfocan en positivo amplía su
mirada, les da más creatividad, más capacidades de reaccionar, de resolver problemas. Una visión optimista hace que te enfoques
en la solución, en vez de estar dando vueltas y vueltas al problemas.

La séptima lección que cualquier niño debe aprender y que para eso también los adultos somos espejos, somos referentes, tienen
que aprender a ser empáticos. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo rodeado de personas, somos seres sociales, nuestro
cerebro es social, sobrevivimos gracias a los demás, somos felices porque amamos y nos aman, porque interactuamos con los
demás. Luego la empatía te permite ponerte en el lugar del otro, comprenderle, entender sus motivaciones. No significa estar de
acuerdo con lo que hace o con lo que piensa o con sus creencias, pero te pones en su piel. Hay un proverbio indio que dice: "No
juzgues a nadie hasta que no hayas andado mil millas en sus mocasines". La empatía es la base de la educación en valores, pero
además, es el elemento fundamental en la prevención de la violencia.

Y la última lección, no es porque sea ni más ni menos importante, pero es aprender a comunicarnos con los demás de forma
asertiva. Hay tres tipos de comunicación: agresiva, sumisa o pasiva y asertiva. Sería la fórmula equilibrada. La persona agresiva
impone su voluntad La persona sumisa es la tipo camaleón: "Lo que tú digas, donde tú digas, como tú quieras". Porque si una
persona se quiere a sí misma puede expresar sus necesidades, sus deseos, sus opiniones, sin enfrentarse con nadie, Y no hablar
con mensajes. "Esto es lo que yo pienso, esto es lo que yo necesito, esto es lo que yo creo, pero respeto que tú pienses, necesites
y creas cosas diferentes". Esa es la asertividad. Empodera mucho, la asertividad, en los niños, porque les permite sentirse capaces,
sentirse competentes y sentir que su voz cuenta Yo creo que si en todos los colegios del mundo y en todas las familias se
trabajaran estas competencias, la sociedad sería totalmente diferente.

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