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El Pensamiento Humanista en Simón Bolívar, Simón Rodríguez y José Martí.

Pensamiento Humanista de Simón Bolívar

El Humanismo es un término que se utiliza comúnmente para indicar toda tendencia de

pensamiento que afirme la centralidad, el valor, la dignidad del ser humano, o que muestre una

preocupación o interés primario por la vida y la posición del ser humano en el mundo. El

humanismo plantea transformar la práctica de la representatividad, dando la mayor importancia a

la consulta popular, el plebiscito y la elección directa de los candidatos.

El humanismo Bolivariano es socialista por que plantea una ruptura epistemológica con

toda expresión de las sociedades basadas en la explotación y promueve la instauración de un

sistema libre de toda forma de alienación y desigualdad social.

El socialismo es el sistema que coloca lo humano por encima del capital; es, según el

Amauta peruano José Carlos Mariátegui, “la realización de un inmenso ideal humano”. Es

humanista por cuanto su preocupación y razón de ser es el hombre y su desarrollo integral con

equidad, participación democrática y realización personal. Abre una variedad de temas de

fundamental importancia como: Reivindicación del papel del hombre, del indigenismo, de las

mayorías nacionales como sujeto fundamental del proceso revolucionario, para que este

importante conglomerado social, pueda alcanzar sus derechos humanos, respeto político, social y

constitucional. Lo cual incluye respeto a sus costumbres, lengua, territorio, memoria histórica,

ajuste de cuenta con la injusticia y un importante paso hacia la integración nacional. También

incluye el humanismo bolivariano la reivindicación de la mujer, niños, adolescentes y ancianos


abandonados por la lógica inclemente del capital. La democratización de la comunicación

mediante las radios comunitarias alternativas y la prensa alternativa, es parte importante de esta

humanización y abre una mayor posibilidad de conocimiento y comprensión de lo político-social

para el hombre común.

Si bien en Simón Bolívar podemos encontrar un pensamiento ético consagrado en la

aspiración de la independencia y la libertad continental, no es éste precisamente un sistema de

normas y principios coherentemente fundamentado y articulado es sencillamente un torrente de

ideas que van emanando en sus escritos y discurso y que fueron madurando en su vida cotidiana

dejando para la posteridad lecciones morales concretas que lo ha inmortalizado para siempre.

Nuestro Libertador consideraba la justicia como la virtud esencial, siendo ésta el

establecimiento de un nuevo orden que ha de tener en su base el reconocimiento de la igualdad

de derechos de todos los seres humanos, la oportunidad y la condición externa para una buena

vida.

Bolívar sugería una educación revolucionaria; una educación para el futuro de Venezuela.

No tenía como propósito el mantener una situación existente, sino que pretendía una

transformación en forma radical. Se educaría con el objetivo de construir la noción de patria

americana y no para mantener la idea de España como patria; no se buscaría el conservar una

estructura político administrativa caduca, sino justamente, para destruirla y construir una

adecuada; no para la idea de una ficticia paz y armonía. Buscó innovaciones en Educación

Superior, en formar escuelas donde las niñas pudieran formarse al igual que los varones, buscó la
promoción de la educación popular, de la integración social en las escuelas y hasta llegó a enviar

becarios a Europa.

El análisis del pensamiento de Bolívar nos conduce a comprender, que es la herramienta

elemental para la liberación definitiva de los pueblos latinoamericanos, ya que representa una

expresión formada al calor de los magnos principios éticos y morales que el Libertador fue

construyendo en cada una de sus experiencias, que en los diferentes conflictos y escenarios pudo

enfrentar dentro de la realidad continental, que hoy se perfila como una inminente solución a los

gravísimos males causados por el capitalismo salvaje que avasalla a los pueblos más pobres del

mundo, expoliando sus riquezas y alienando sus culturas. Hoy más que nunca este pensamiento

libertario y humanista, representa para los venezolanos y latinoamericanos el verdadero

estandarte, de la liberación de los explotados y oprimidos y, la dignidad de los pueblos, que

debemos enarbolar y hacer tremolar con orgullo y abnegación sublime, en los aires del ambiente

de la revolución que nos conduce hacia el socialismo, en la que el pueblo ha sido protagonista y

que debe seguir protagonizando con patriótico sentimiento hasta lograr la victoria final.

Es de considerar que en tiempos de revolución, es imposible desconocer el espíritu

integracionista de Simón Bolívar, que en su contexto liberador, humanista e integrador de los

pueblos latinoamericanos, explotados y oprimidos por el Imperio Español, en aquel tiempo, y

hoy, en franca lucha por deshacernos de las garras imperiales de los jerarcas del gobierno

Norteamericano, promotor empecinado del capitalismo salvaje, que ha impuesto el colonialismo

neoliberal donde se expresa la barbarie, el saqueo, la muerte, la destrucción, el hambre y la

miseria, en el mundo a través de cruentas guerras, que fomenta el Imperio.


Pensamiento Humanista de Simón Rodríguez

Para él Educación debe tener una función vital y social-humanista, donde se respeten los

deberes y derechos de todos los seres humanos. Rodríguez proponía educación para todos: para

los pardos, para los pobres; también una educación para preparar artesanos y hombres útiles, es

decir, humanizar a las personas mediante la educación para que puedan vivir dignamente.

Buscaba una educación holista que preparara a las personas para la vida y de ese modo poder

cambiar su situación social, moral, humana.

Es importante resaltar que el contexto, social, cultural, político, económico, ideológico y

humanista que le correspondió accionar a Simón Rodríguez, era sin duda alguna adversa a un

pensamiento liberador, al concepto de igualdad, educación general, al pensamiento crítico,

creador. Le correspondió vivir en sociedades que pretendían ser estáticas.

Rodríguez quería que la educación, en Venezuela y América, se impartiera con calidad,

en torno al desarrollo personal de los individuos, su capacidad de comprender y analizar la

sociedad en la que viven, su desarrollo humano y personal en el contexto del desarrollo social y

comunitario inspirado en principios y valores como la igualdad, la equidad, libertad,

emancipación social y humana. Una educación que permita a cada uno desarrollar a plenitud sus

talentos y construirse como persona y ciudadano solidario y productivo. Que le enseñe a ser, a

convivir, a aprender y a trabajar. En fin, una educación que le enseñe a cada individuo crecer y

desarrollarse como persona y a preocuparse por su entorno social, que le enseñe los valores y

principios de su sociedad. Formar individuos que enfrenten al mundo valiéndose de sus destrezas

y habilidades. Formar personas pensantes que no se valgan solo de la memoria y por último que

se les enseñe a trabajar y a valorar su trabajo. Es partidario de combinar la educación con el


trabajo, promoviendo la creación de escuelas técnicas y agrícolas, que posibiliten formar

recursos humanos que sean capaces de “colonizar el continente con sus propios habitantes” para

evitar así la emigración indiscriminada del exterior, especialmente de Europa.

Pensamiento Humanista de José Martí

“Naturaleza es todo lo que existe, en toda forma, ¾espíritus y cuerpos”, escribió Martí en

un apunte sin fecha. No sabemos si persistió en esta idea, pero es constante en toda su obra una

concepción de la Naturaleza como realidad, por así decirlo, magistral. En ella está la inspiración,

el ejemplo, la sabiduría, lo cual sólo es posible si, como dice el apunte, ella incluye tanto “el

misterioso mundo íntimo” como “el maravilloso mundo externo” y si “la naturaleza observable

es la única fuente filosófica”. El verso óptimo será “el verso natural”. La religión futura, la

religión “natural”, de la que por cierto también hablara San Pablo (Romanos, 2, 14-16). Siendo

así, el humanismo martiano resulta una especie original de “naturalismo” en cuanto la Naturaleza

es su paradigma. Una Naturaleza integradora de lo visible y lo invisible, en que “todo, como el

diamante, / antes que luz es carbón”, en que la armonía, la justicia y la belleza son hijas del

sacrificio, idea madre de su humanismo y de su poesía, la de sus versos y la de su acción

histórica.

Su humanismo “natural” es, simultáneamente, un humanismo “a lo divino”. Este

humanismo es el que está en el Evangelio. La humanidad de Dios se llama Jesucristo. Por eso

Martí dijo ser “pura y simplemente cristiano”, entendiendo por ello el sufrimiento redentor: dar

su sangre “por la sangre de los demás”. Pero tiene también una visión humanista de la naturaleza

física, porque desde temprano (antes de leer a Emerson, ya desde su periodismo mexicano)
percibió la analogía entre los hechos físicos y los que llamó “hechos del espíritu”, y porque,

como se verifica en sus últimos Diarios, la naturaleza patria que lo recibía en el combate

redentor, llegó a ser para él un libro tan abierto, sabio y elocuente como piadoso.

Volviendo a lo que podemos llamar el humanismo europeo de Martí, en cuanto a

incorporación y disfrute, se pone de manifiesto en textos como su elogio de Cecilio Acosta,

donde revela un enciclopedismo a la altura del prócer venezolano. En años de helenismos

ornamentales, a propósito de la poesía de Francisco Sellén, puso el acento en lo griego esencial;

y si repasamos su olvidada traducción juvenil de Anacreonte sentiremos el sabor de un vino que

no supieron destilar en español, respetando el zumo primigenio, ni Meléndez Valdés ni…

Quevedo. Del tránsito de la Edad Media al Renacimiento su figura tutelar fue Dante, que ilumina

sus Versos libres y todo lo secretamente auroral de su prosa mayor, desde el “Prólogo a El

poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde. Lo que él retiene de la herencia humanística

europea es lo que puede continuar y crecer en América: el Eros universal, la integración de lo

dionisíaco y lo apolíneo, las semillas de libertad. Lo que rechaza es la retórica, la preceptiva, el

neoclasicismo.

Durante toda su vida Martí libró una tenaz batalla íntima y pública contra el odio. Como

todas sus convicciones, esta de la necesidad de combatir el odio se movió en dos planos conexos:

el de la espiritualidad de la conducta y el de la eficacia política. Su primera y definitiva victoria

sobre el odio la obtuvo en el presidio político, donde descubrió que la “reacción” del odio, por

legítimo que sea, es una forma profunda de esclavitud, una ganancia del enemigo, un lastre para

la verdadera “acción” revolucionaria, que debe partir de una raíz de libertad interior. Allí
comprendió que también los flageladores de las canteras de San Lázaro, en cuantas víctimas

inconscientes de un sistema embrutecedor, merecían piedad. Comparando a aquellos esbirros con

sus propios padres y con las virtudes del “sobrio y espiritual pueblo de España”, distinguió

nítidamente entre el régimen colonial y el pueblo español. De ahí surgió la concepción de la

guerra sin odio, porque, además, el odio “no construye”, su obra es siempre “reaccionaria”, los

que odian “son la ralea”, hay que aprender a “domar el odio”. Dos hechos le daban la razón en la

historia inmediata: el odio a España, la hispanofobia, había nutrido subjetivamente el

anexionismo, en la isla y en la emigración; las animadversiones internas entre los regionalismos,

entre militaristas y civilistas, entre los jefes, entre aldamistas y quesadistas, habían minado desde

adentro la guerra del 68. Pero lo que Martí llamó la “fórmula del amor triunfante”, va mucho

más allá de una rectificación o superación política. Se trata de un amor cognoscitivo (“el amor es

quien ve”) y del amor como sol de la vida, el que hay que conquistar, no solo políticamente, “con

todos, y para el bien de todos”.

La aspiración a una cultura o una religión que las integre todas resulta evidentes en Martí,

pero sin nada que ver con la globalización sin rostro que hoy nos amenaza. Ni siquiera en la

estrategia política de la América del Sur frente a la del Norte, y aunque ello implicara disentir de

una tesis bolivariana, fue partidario Martí de sacrificar el “ansia del gobierno local y con la gente

de la casa propia”. Perder la individualidad de las culturas sería perder la cultura misma. En “La

Exposición de París” vio algo más que un espectáculo vistoso, sintió y nos hace sentir una visión

profética de la fraternidad, de la armonía de los pueblos del mundo, cada uno con sus modos

nacidos de sí propio. No la globalización sino la coralidad de las culturas. En cuanto a lo que

muchas veces llamó “la religión venidera”, partiendo del hecho de que todas las religiones, por
reveladas que sean para sus fieles, se manifiestan y actúan en la historia, la concibió como aquel

punto futuro en que el hombre llegue a ser capaz de ir a lo esencial e innato de su apetencia

trascendente. Esa religión venidera, sin perder la pluralidad de sus manifestaciones culturales,

saldaría sus deudas con la razón y con la libertad: una “razón nueva”, tan rigurosa como abierta a

lo desconocido, negada a convertirse en el renovado fanatismo de una ciencia dogmática y

amoral; una libertad cuyos límites estuvieran únicamente en el respeto a “la dignidad plena del

hombre”. No presenta Martí estas ideas como utopías, ni siquiera como esperanzas realizables,

sino como resultado de las leyes del espíritu y la historia. Su inspiración, diríamos hoy,

tercermundista, está limpia del resentimiento del colonizado o del perteneciente a un mundo

“periférico”. No podía desconocer esa situación quien llevaba en el cuerpo las marcas de la

esclavitud. Su obra y su vida, sin embargo, fueron una dádiva libre a todos los hombres.

El Pensamiento Social en Ezequiel Zamora, Fidel Castro, Ernesto “Ché” Guevara, Hugo

Rafael Chávez Frías

Pensamiento Social en Ezequiel Zamora

Ezequiel Zamora no era un soñador era un revolucionario y las circunstancias no le

permitían desperdiciar el tiempo en discusiones sobre futuros planes de reforma social. Era

revolucionario, un hombre de acción y pensamiento, que leía, estudiaba y discutía con la firme

intención de hacer la revolución. A pesar de ser blanco y vivir en una sociedad donde la

explotación económica se escuchaba en lo hondo del prejuicio social, comprendió cuando

adivino la madurez que en tan encarada lucha la razón estaba de parte de los hambrientos y

opulentos, sus pensamientos estaban identificados y dirigidos con los sentimientos y aspiraciones

de las masas populares venezolanas y el desarrollo apasionado ideal igualitario que fue digno

permanente en su vida. Sus pensamientos estaban dirigidos a defender a los humildes y a los
débiles, expreso con absoluta fidelidad sentimientos democráticos y las reivindicaciones

económicas sociales de la masa popular venezolana.

Tanto así que la lucha de Zamora fue la lucha por una redistribución de la tierra, "Tierras

y Hombres Libres" fue su consigna principal que encontró un masivo apoyo en los habitantes del

campo que para ese entonces era la mayoría del pueblo venezolano. Por su parte el sector

minoritario que ejercía el dominio fue claramente identificado por Zamora como el enemigo a

vencer, "Horror a la Oligarquía" repetía continuamente. Nadie más que Zamora podía plantear el

protagonismo de los desposeídos como paso fundamental para el logro de la igualdad social y lo

que es más importante para la creación de la democracia popular. Nuestro proceso se nutre del

pensamiento Zamorano para establecer que los cambios se harán con los sectores populares, para

el beneficio de ese 80% de venezolanos y venezolanas que han estado históricamente excluidos y

excluidas del acceso a la riqueza nacional.

Pensamiento Social en Fidel Castro

Es indudable el carácter profundamente social del pensamiento y obra del gran líder

revolucionario cubano, latinoamericano y universal de Fidel Castro Ruz, orientada en todo

momento a la reivindicación profunda de los derechos fundamentales del hombre. En tal sentido,

es importante tener presente en esta relación el hecho de que la Revolución Cubana ha

considerado asumir con fidelidad y originalidad las ideas de Marx, Engels, y Lenin a partir de

escardar dogmatismos, voluntarismos y tergiversaciones y sumar los aportes con que han sido

enriquecidas estas ideas. Al respecto Fidel Castro acentúa que “haber interpretado de forma

creadora y original el marxismo-leninismo, el no habernos dejado arrastrar por dogmas fue lo


que nos llevó a la victoria”. (Castro: 1968, P.30). Alertando cuidarse de ideas disfrazadas de

ropaje marxista y sobre el debido enfoque para abordar ideas revolucionarias sin incurrir en

posiciones dogmáticas, advertía que: “… hay ideas que incluso se esgrimen en nombre del

marxismo que parecen verdaderos fósiles;” tuvo los marxismos geniales pensadores: Carlos

Marx, Federico Engels, Lenin, para hablar de sus fundadores. Pero necesita el marxismo

desarrollarse, salir de cierto anquilosamiento, interpretar con sentido objetivo y científico las

realidades de hoy, comportarse como una fuerza revolucionaria”. Veinte años más tarde el

debilitamiento y posterior derrumbe del socialismo en Europa del Este demostrarían la necesidad

de esta alerta.

De hecho, Fidel Castro es una figura ejemplar tanto para el pueblo cubano como en su

dimensión universal expresado en el carácter profundamente ético de su conducta, acompañado

por su sagacidad,

inteligencia y consagración a la obra de la revolución cubana y las transformaciones en

bienestar del pueblo, desde el establecimiento de las líneas programáticas de la revolución con

respecto a la educación, tal como las medidas tomadas en los territorios liberados por el ejército

rebelde de alfabetizar a los campesinos ya estaban evidenciada la importancia que la educación

tenia para las transformaciones sociales y en este sentido Fidel consideraba a la educación como

la solución a los grandes problemas sociales y elemento básico para promover cambios radicales

en la vida de su país, para ello incluye la elevación del nivel escolar y cultural de la población de

manera que puedan enfrentar el desarrollo científico de la época. Destaca así el lugar que ocupa

la educación como medio de salvar la cultura, la revolución y la humanidad en un sentido más

abarcador. Desarrolla el concepto de educación popular y aporta elementos nuevos que se


expresan en la idea de contribuir a la culturización de todas las capas y sectores sociales del país

en vinculación con las organizaciones sociales y de masas. Además, en 1962 se llevó a cabo la

campaña nacional de vacunas contra la poliomielitis, el tétano, se crearon hospitales rurales, y en

el campo de la educación Fidel concibió el plan de becas universitarias, la educación obrero-

campesino, la creación de los primeros círculos infantiles. En la esfera del deporte la práctica

masiva de este, la creación de institutos deportivos y universidades, en fin, todo un proceso

revolucionario socialista originado, desarrollado y materializado por Fidel y el pueblo cubano.

Asimismo, las ideas de Fidel Castro sobre la religión han sido una obligada referencia en este

análisis y la comprensión del cómo se asume la religión como conciencia y fenómeno social en

el socialismo cubano.

En más de medio siglo de Revolución el líder cubano ha abordado el tema de manera

creativa dentro del pensamiento marxista, jugando un importante papel en la conformación de la

originalidad del proceso revolucionario cubano. En tal sentido él señala:

“Un tema que me interesó siempre mucho, una cuestión que siempre me interesó, como

tema político, como tema histórico, era la cuestión de la relación entre revolución y creyentes,

porque nosotros nos consideramos revolucionarios y actuamos a partir de esa idea siempre, de

una manera consecuente.” (Granma, 1997).

Es explicable entonces la insistente idea de Fidel Castro de que en el Socialismo no tiene

por qué haber contradicción entre la conciencia política y la conciencia religiosa cuando tienen

un basamento de justicia y amor que hace realista su unidad. La relación dialéctica entre las
formas de la conciencia social -política, religiosa y ética- tiene su singularidad en el pensamiento

cubano a través de la historia. Esta síntesis se refleja en las ideas de Fidel Castro sobre la religión

donde el elemento ético y humanista es cimiento para una relación virtuosa entre política,

ideología y religión. Al respecto nos dice Fidel: ¨… Son dos conciencias que pueden marchar

perfectamente juntas, … porque no creo que pueda haber una sola medida justa en la sociedad

humana, no creo que pueda haber una obra buena en la sociedad civil de los hombres que no

quepa en una sana y justa conciencia religiosa, porque si la religión es encarnación de un

sentimiento justo, de un sentimiento noble, es la encarnación de una idea buena, de una idea del

bien ¡la revolución es la encarnación de los principios más nobles del hombre, de los principios

más justicieros del hombre!”

Pensamiento Social en Ernesto “Ché” Guevara

El Che Guevara es un gran pensador social revolucionario. Su pensamiento ha de ser

estimado por sí mismo. Claro que las comparaciones con el pensamiento de Marx, con el de

Lenin o con los de otros autores pueden arrojar luz, más independientemente de esas

comparaciones, de esos cotejos, más allá o más acá de los mismos, merece la pena --hoy más que

nunca-- estudiar la obra teorética de Ernesto Guevara. Lejos de constituir, como frecuentemente

se piensa, un utopismo voluntarista divorciado de la realidad, las ideas del Che sobre cómo

construir la sociedad no capitalista integran un sensato realismo con la firmeza en rechazar, en

toda la medida posible, el recurso a procedimientos de economía de mercado que socavan y a la

postre destrozan al socialismo. La esencia de su pensamiento radica en su ética, a pesar de que

fue un hombre multifacético que abarcó varias disciplinas, el interés en el individuo como ser

social es el tema principal en cada uno de sus actos y obras. En su corta pero intensa vida no se
dedicó a dejar un tratado acerca de sus concepciones, pero estas ideas las encontramos en los

discursos y trabajos escritos que hizo. El Che apunta como elementos fundamentales en el

proceso revolucionario, el fortalecimiento de la conciencia, la espiritualidad, la subjetividad y la

moral, estos son indispensables en la formación del Hombre Nuevo, que creará los cimientos

hacia el comunismo. Al respecto añade: "Para construir el comunismo, simultáneamente con la

base material hay que hacer al hombre nuevo. De allí que sea tan importante elegir correctamente

el instrumento de movilización de las masas. Ese instrumento debe ser de índole moral,

fundamentalmente, sin olvidar una correcta utilización del estímulo material, sobre todo de

naturaleza social." En el pensamiento del Che, la formación del hombre nuevo constituye el

objetivo fundamental de su ideario moral. Su ideal moral se concreta en la formación del hombre

del siglo XXI, en el cual se perfilan rasgos morales superiores como la intransigencia hacia la

explotación, el rechazo al individualismo, el humanismo, el internacionalismo, el compañerismo,

la disciplina, la veracidad, la honradez, la sencillez y la modestia.

Transformar moralmente a los hombres sobre la base de los objetivos a alcanzar y los

éxitos obtenidos en la construcción de la nueva vida, es el eje esencial en la formación del

hombre nuevo. Las enfáticas discusiones sobre el problema de los estímulos morales y

materiales, los programas de emulación, la normalización del trabajo, entre otros temas, reflejan

una preocupación fundamental por los principios que regulan una distribución justa. Parece

obvio pensar que un revolucionario marxista estuviera necesariamente preocupado por la justicia

social y por el modo en que dicha justicia debía ser administrada. Recalcó que la nueva sociedad

no se hace solo para tener fábricas brillantes, sino también para lograr un hombre integral.

Manifestaba que el hombre debe transformarse a la par del avance de la producción y que no
haríamos una tarea adecuada si solamente fuéramos productores de artículos y no fuéramos a la

vez forjadores de hombres. La base fundamental del hombre nuevo es la educación; ya que es

allí donde se va a lograr el cambio de conciencia, ideológicamente hablando. Planteaba que se

debía priorizar a la juventud, ya que es la nueva generación, la que está menos vinculada con el

pasado y por tanto tiene más posibilidades de acercarse rápidamente a la fisonomía moral del

nuevo individuo. En otras palabras, no nacerán con el pecado original, así pues, se irá

encontrando la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica.

Su ideario moral se afinca en el criterio de que el trabajo honesto, en bien de la sociedad,

y la preocupación por conservar los bienes sociales constituyen rasgos esenciales en la vida de

los hombres de la sociedad nueva, principios básicos de la moralidad. La transformación del

hombre nuevo no es algo radical, sino un proceso que se enriquece día a día, a través de la

participación, la reflexión, la crítica y la autocrítica, con esto se llegan a estándares mayores de

justicia y equidad social. El Che, trabajador infatigable, no reparó nunca en el descanso. Su firme

convicción de que el trabajo es la única fuente de riqueza y bienestar de la sociedad lo llevó a ser

promotor del trabajo voluntario en nuestro país, como expresión viva de la nueva moral en

formación. Proclamaba la tesis marxista de: (…) "transformar la realidad sólo es posible en el

proceso de la actividad laboral constructiva del hombre."

Queda claro entonces que la práctica revolucionaria conlleva al cambio, el trabajo es una

pieza fundamental para consolidar la conciencia social. Es necesario que los estudiantes vinculen

el estudio con el trabajo, con las escuelas al campo. Esto garantiza su formación integral, ya que

son ellos los hombres del mañana de quienes dependerá el socialismo. Sostiene que
simultáneamente se va construyendo el nuevo hombre al calor del proceso de transformaciones

sociales y a medida que la conciencia se va desarrollando y va dejando de lado las formaciones

mezquinas y egoístas que imperan en el capitalismo, el ser humano va tomando como motor

fundamental de su accionar los incentivos morales. Reflejaba la necesidad de pensar en el

beneficio colectivo por encima del individual.: "Todos y cada uno de nosotros paga

puntualmente su cuota de sacrificio, conscientes de recibir el premio en la satisfacción del deber

cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el hombre nuevo que se vislumbra en el

horizonte" Su proyección humanista que parte siempre del hombre como protagonista del

proceso revolucionario, defensor del compañerismo, la identificación con los trabajadores, la

preocupación por su familia y por sus hijos, un hombre capaz de vibrar ante las injusticias que

pudieran cometerse en cualquier lugar del mundo. Si bien Marx trató de expresar la idea del

comunismo incluyendo a la consciencia como elemento dentro de su explicación; no llegó a ser

lo suficientemente preciso, por lo que se puede llegar a considerar que Guevara realiza una de las

contribuciones más ricas y significativas al desarrollo del humanismo marxista. Recalcó el

compromiso moral de los internacionalistas cubanos de prestar un apoyo total a la lucha por la

liberación de los pueblos oprimidos de América. La necesidad de ayudar, por todos los medios, a

esos pueblos en su lucha por la independencia y la soberanía.

Entre los principios éticos fundamentales, de manera general, concebidos para el hombre

nuevo se pueden encontrar:

• Alto sentido de la dignidad humana, que abarca desde el apreciado significado de

respeto, consideración y estima a la sensibilidad del hombre y sus derechos como ser humano, en

cualquier parte del mundo.


• Este valor humano universal integra entre sí las cualidades de ser consciente y

cumplidor de sus deberes, tener una actitud positiva ante el trabajo, ser auto reflexivo y

valorativo, amor a la justicia social y a la patria, mantener el espíritu de rebeldía ante las

injusticias y humillación humana, antirracista, valentía en la defensa de los ideales sociales y de

sus puntos de vista.

• El valor de la intransigencia e intolerancia ante todo tipo de dominación o

intervención extranjera que incluye, a su vez, el valor de la fidelidad a la causa revolucionaria,

que implica la no traición, y adquiere rango de principio ético e ideal moral, generando las

cualidades de voluntad de lucha ante las dificultades y ante lo mal hecho, la capacidad de

resistencia.

Pensamiento Social en Hugo Rafael Chávez Frías

La versión socialista propuesta por Chávez presenta el atractivo de no inspirarse en el

pasado, sino en el porvenir, ni estar comprometida con doctrina alguna que obligue a sus

militantes a adoptar ideas políticas como si fueran actos de fe. El socialismo venezolano no es un

dogma que se toma o se deja, sino un surtido de opciones para la participación que cada cual

asume según su credo y sus simpatías.

En esta opción conviven en armonía o en sus contradicciones naturales y no antagónicas,

la gran propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, las riquezas nacionales:

petróleo, gas, agua, subsuelo, bosques, tierra y otras con las pequeñas y medianas empresas

agrícolas, comerciales e industriales, las cooperativas, el capital extranjero y la iniciativa

endógena y naturalmente con un escrupuloso respeto al dinero y la riqueza bien habidas. No hay

una doctrina a priori acerca de las clases y los partidos, sino una amplia plataforma donde caben
los interesados en un proyecto nacional de justicia social y tampoco es preciso asumir opciones

filosóficas ajenas y la libertad de conciencia religiosa es total. Para el presidente Chávez los

procesos electorales no son momentos de cuestionamiento sino de relegitimación que asume con

la alegría del que marcha al encuentro con quienes lo quieren y lo aprecian. La revolución

enriquece su convicción acerca del socialismo con la exposición de una nueva moral, la de un

pueblo culto y sano, bien dirigido y que cultiva una nueva moral: la moral del trabajo y del

esfuerzo por la defensa de los valores. Algo es seguro: el socialismo propuesto por Hugo Chávez

no tendrá que inventarse un rostro humano: el pensamiento Bolivariano es humanismo de la

mejor ley.

Según sus propias palabras: …”En el marco del capitalismo es imposible que exista una

verdadera sociedad, es imposible que en capitalismo exista una verdadera comunidad, ustedes

verán todos los días en medios de comunicación imperialistas y lacayos aquí en Venezuela y

opinadores de oficio sesudos intelectuales como yo los llamo…Han comenzado un ataque

diciendo que el socialismo es imposible, que el mundo siempre ha sido capitalista, que es natural

que cada quien debe aspirar a tener dinero, que sí que eso es legítimo que todos aspiremos a ser

ricos ¡ Mentira¡ Vivamos dignamente y seamos útiles eso si es importante, vivamos en

comunidad por eso es que hay que estudiar “ Moral y Luces”. Miren el capitalismo como tiene

dos siglos, que instalaron el modelo capitalista y luego ahora la fase superior como decía o como

lo llama Lenin, el imperialismo, pero no fue el capitalismo el modo de vida desde siempre es

mentira, pero uno lo lee todos los días en los periódicos o en televisión diciendo no siempre el

mundo ha sido capitalista, el socialismo sí, es bonito, pero es una utopía, están tratando de
engañar al pueblo. Nuestros aborígenes vivían aquí en socialismo vivían en comunidades, solo

llego la invasión europea y los esclavizo” ….

En otro momento agrega: …” Nos han impuesto, este modelo de integración neoliberal,

donde lo que impera es el valor, donde lo que más importa es la ganancia económica. Una

integración por tanto sin alma, destinada al rotundo fracaso”… …”Algún día tendremos que

darle forma en nuestra América a nuevos modelos de integración que comiencen por el alma de

los pueblos, que comiencen por el afecto entre los pueblos, que comiencen y tengan como fuente

permanente y eterna el amor entre los pueblos”… …”La integración es ante todo una obra de

infinito amor con nuevos parámetros de integración integral, respetando cada uno al hermano en

cuanto a sus particularidades políticas, ideológicas, geográficas, etc.

Por otro lado, la Revolución Bolivariana se fundamenta en el ideario bolivariano y, como

tal, en sus principios éticos, libertarios y de emancipación plena de nuestras naciones y de sus

ciudadanos.

Más específicamente, tal como señala el Preámbulo de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela (1999):

El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección

de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de

nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana;

con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática,

participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y

descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad,


el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las

futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la

justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la

cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de

acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía

universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional,

el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio

común e irrenunciable de la humanidad… Y, más específicamente, tal como señala el Art. 1, del

Título uno de nuestro texto constitucional:

Artículo 1. La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e

independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y

paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de

la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la

autodeterminación nacional.

En definitiva, se podría decir que todos estos pensamientos se basan o su objetivo

principal siempre apunta al beneficio de la población, la igualdad y el trabajo de unidad que debe

existir siempre en las sociedades, con el fin de crear un socialismo y derrocar esas ideas

capitalistas sembradas por el imperio, que buscan solo el beneficio de la minoría pudiente.

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