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La Tatuana

Es una de las más bellas leyendas del folclore narrativo de América. Según
versiones del folclor histórico, La Tatuana era una mujer real que vivió en época
colonial y en la década de 1830, durante el gobierno de Rafael Carrera, según la
obra Leyendas populares de aparecidos y ánimas en pena de Guatemala,
de Celso Lara (2002). Era una bruja condenada por la Inquisición a ser quemada
viva en la Plaza Mayor de Santiago de Guatemala, que fue arrestada por orden
del Capitán General y encerrada en una bartolina. “La Tatuana pidió una gracia:
que le fuera entregado un pedacito de carbón. Así lo hicieron los soldados. Al
tener en sus manos el trozo de carbón, dibujó en la pared un barquito, se subió en
él y voló por entre los barrotes. Al entrar los guardias para llevarla a la hoguera,
lo único que encontraron fue un terrible hedor a azufre. Se la ‘había ganado’ el
diablo”, se expone la obra. Era una bruja que dominaba todas las artes de la
magia negra y era amiga del demonio. En el siglo XIX la leyenda tenía plena
vigencia. El historiador Antonio Batres Jáuregui hizo mofa de ella diciendo que
era uno de esos espantos que no solo quitaba el sueño a los niños sino también a
los adultos.

La Cegua

Hace mas de doscientos años, en un pueblito de Cartago, vivía una mujer muy
hermosa, la más linda del pueblo. Bella como una rosa, de curvas pronunciadas,
hermosísimos bustos, piernas torneadas y una cara sin igual; sin embargo era la
muchacha muy orgullosa y no guardaba la menor consideración por sus padres, a los
que con frecuencia humillaba y desobedecía, pues se decía ser muy infeliz de ser
pobre.

Cuenta la leyenda que, un día, esta bellísima joven recibió una invitación de un
acaudalado y buen mozo español para asistir a un baile, a lo cual su madre se opuso,
pues el joven era reconocido por sus atributos de conquistador y poco formal con las
muchachas.

Ante la negativa de su mamá, la joven estalló en ira y blasfemó contra ella y llenó de
improperios su humilde hogar; su madre la observaba y lloraba en silencio, ante la
actitud de su hija, pero a la joven no le bastó con insultar, sino que en un momento
dado levanto su mano para abofetearla, pero no había levantado completamente aún
su mano, cuando de la nada salio una mano negra, con grandes uñas y sostuvo la
mano de la hija ingrata, entonces se escucho una voz estruendosa que dijo:

"Te maldigo mala mujer, por ofender y pretender golpear a quien te dio la vida, desde
hoy y para el resto de los siglos los hombres a ti se acercarán pero por tu espantoso
rostro de ti correrán"

Así es como desde entonces la cegua se aparece de pronto en el camino pidiendo que
a algún jinete la lleve en su caballo, argumentando que va al pueblo mas cercano; “no
hay un hombre que se resista a tan hermoso cuerpo y dulce ruego”, pero una vez que
sube en ancas al caballo su cara se transforma en la de una horrible bestia similar a la
de un caballo relinchando.

La cegua aparece también a aquellos hombres mujeriegos que andan a altas horas de
la noche en la calle, ella se les aparece y con su dulzura le hace creer que es una
nueva conquista pero en un momento dado muestra su rostro de caballo.

Muchos dicen haber tenido encuentros con la cegua y aún hoy se menciona que en
cualquier carretera cuando vayas en tu auto y de noche, has de tener cuidado de quien
te haga una parada, pues ella se subirá con todos sus encantos a tu auto, y cuando
estés absorto con su belleza se convertirá en lo que es, la cegua.

El Jilguerillo
La leyenda cuenta que hace mucho tiempo, en Guatemala se
estableció una tribu indígena. Entre ellos había un guerrero
llamado Batsu, quien era muy cruel. Un día este guerrero se
propuso buscar esposa y eligió a una mujer joven y hermosa
llamada Jilgue. Ella acostumbraba a pasear por el bosque cantando
como un pajarillo. Jilgue se enteró de las intenciones que tenía
Batsu hacia ella, quien conociendo la crueldad del guerrero decidió
huir y esconderse en el bosque. Cuando Batsu se enteró de que
Jilgue había desaparecido se enfureció y envió a todos sus
guerreros en busca de ella. Luego de buscar por un
tiempo, escucharon el canto de Jilgue. Pero cuando creyeron estar
cerca del lugar de dónde venía el canto, Jilgue desapareció. Batsu
estalló en cólera y ordenó que se quemara el bosque. Cuando las
llamas comenzaban a expandirse le gritó a Jilgue que si salía podía
salvarse, pero ella le respondió que antes prefería la muerte, el
fuego se hacía cada vez más fuerte. Luego se pudo observar cómo
Jilgue, inconsciente, caía al suelo. Pero un pajarillo color ceniza,
con patas y pico rojo, comenzó a cantar sin cesar. Luego se dieron
cuenta de que no era el canto de un pajarillo, era la voz de Jilgue
que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los
jilgueros que hoy habitan los bosques de las tierras de Guatemala.

La Siguamonta
A finales del Siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la capital guatemalteca se
expande y crece más allá de los barrancos que la rodeaban y habían mantenido hasta
cierto punto contenida en lo que hoy son las zonas céntricas de la ciudad. Este crecimiento
trae consigo horripilantes sucesos y surge así la leyenda de la Siguamonta. A finales del
Siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la capital guatemalteca se expande y
crece más allá de los barrancos que la rodeaban y habían mantenido hasta cierto punto
contenida en lo que hoy son las zonas céntricas de la ciudad. Este crecimiento trae consigo
horripilantes sucesos y surge así la leyenda de la Siguamonta… Muchos confunden a la
Siguamonta con la Siguanaba, primero por el obvio parecido en los nombres, y también
porque ambos nefastos personajes suelen atraer a sus víctimas a sus muertes, aunque se
valen para ello de estrategias muy distintas, dirigidas contra una presa en especial:
mientras la Siguanaba atrae a los hombres mujeriegos, la Siguamonta hace lo propio con
los niños curiosos y desobedientes. Y es que a principios del siglo pasado, la ciudad no era
para nada ruidosa –al menos no comparada con el ensordecedor bullicio de estos días- y
la rodeaban verdes barrancos repletos de vegetación y animales. A falta de suficientes
puentes y caminos, los habitantes solían atravesar los barrancos para acortar las distancias
entre una y otra zona. Es durante estos cortos trayectos entre los matorrales que
empezaron a suceder cosas horribles, pues varias personas ya no volvían a casa, solo para
ser encontrados muertas algunas horas o incluso días después. Muchas de las víctimas
eran niños que presentaban múltiples heridas, pero no era claro si esos golpes habrían
sido propiciados por algún adulto o por el contrario los habrían sufrido al caer por el
barranco. La teoría más aceptada era que en los barrancos de la ciudad se escondían
peligrosos y desalmados bandoleros que aprovechaban para asaltar y despojar de sus
pertenencias a quienes se aventuraban a ingresar en sus profundidades con la esperanza
de ganar algunas horas en su recorrido. La mayoría de padres de familia prohibiría a los
niños acercarse a los barrancos, pero su naturaleza rebelde y curiosa los obligaba en
muchos casos a desobedecer, formando pequeños grupos para sentirse más seguros al
momento de ingresar al barranco a investigar. En una ocasión, uno de estos grupos
formado por 5 niños entre los 8 y 13 años de edad, bajó por el barranco del barrio Gerona
que separa las zonas 1 y 5 de la capital para realizar su habitual recorrido de 2 horas. Eran
aproximadamente las 4 de la tarde y los niños ya casi terminaban su recorrido, cuando
escucharon el peculiar silbido de un pajarito: “Tutuiiit! Tutuiiit! Tutuiiit!”

Al no poder ver al ave que producía tan simpático sonido, los 2 chicos mayores de 12 y 13
años decidieron ir a investigar, avanzando algunos pasos. Cuando los chicos caminaban el
ave no producía ningún sonido, y cuando paraban repetía su silbido, como llamándolos:
“Tutuiit! Tutuiiit!”. Los chicos se alejaban cada vez más de los pequeños de 8 y 10 años,
quienes los llamaban a gritos para que no siguieran y que no los dejaran solos. En vano.
Los chicos desaparecieron detrás de unos arbustos y luego solo se escucharon sus gritos
que se tragaban las profundidades del barranco para terminar en un silencio sepulcral.
Y entonces, nuevamente el silbido: “Tutuiit! Tutuiiit!” esta vez muy cerca de los pequeños,
que alcanzaron a ver al pequeño pajarillo que parecía de oro al reflejar los últimos rayos
del sol de esa tarde. Espantados, los chiquillos corrieron fuera del barranco llorando y
pegando de gritos de terror y de auxilio.

Algunos adultos que regresaban de sus faenas diarias los detuvieron y tras tranquilizarlos
escucharon incrédulos la historia que les contaban, pero al notar la ausencia de los
mayores de 12 y 13 años organizaron un grupo de búsqueda y rescate. Sus esfuerzos
fueron infructuosos debido a la caída de la noche, pero muchos hombres dijeron haber
escuchado los silbidos a través del monte y algunos incluso dijeron haber visto unos ojos
brillantes que los observaban entre los arbustos. Entre ellos, estaba un dominicano que
huyó despavorido al sugerir que se trataba de la Ciguapa, un fantasma que vive en
cavernas y montes de aquella isla y baja a los ríos en busca de afecto y protección.

No fue sino hasta al día siguiente que pudieron encontrar los cuerpos de los niños. Es así
como de la fusión de la historia del pajarito visto por los niños y de la Ciguapa sugerida
por el dominicano surge la Siguamonta en el imaginario popular, como un ave
endemoniado dorado y  de simpatiquísimo cantar que atrae a los niños curiosos y
desobedientes hasta su muerte. La historia de la Siguamonta recorrería toda la ciudad de
Guatemala y sería transformada en incontables versiones por padres angustiados que
buscaban la manera de mantener a los niños lejos de los barrancos. Hoy en día, aún hay
quienes creen en la Siguamonta principalmente en el interior del país, y sugieren que al
escuchar el cantar de un pajarito deben ignorarlo y proseguir su camino para evitar caer en
su encantamiento potencialmente fatal.
El Mico Brujo

Se dice que el mico brujo es en realidad una mujer con extrañas facciones de simio, baja estatura,
brazos, manos y pies alargados, cuerpo cubierto de pelos, ojos anaranjados y un grito aterrador y
escalofriante, que corre por las ramas de los árboles, los techos de las casas y en los patios
buscando comida o robar animales de corral.Decían nuestros antepasados que había unas mujeres
que a las once de la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante; que
estas mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal.
Ya sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer diabluras. Otra versión
relata que para transformarse, las mujeres van a un árbol de chilamate, toman una de sus flores
que brota justo a media noche y recitan un antiguo conjuro de un brujo maya.La creencia popular
dice que las monas son mujeres despechadas que se transforman para ir en busca de los hombres
que las abandonaron. Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepan a los
árboles y techos de las casas, brincando de un lugar a otro y haciendo gran escándalo en los techos
de lámina, tirando frutas y piedras a la gente que se asoma o camina en las calles. Se cuenta que
también en algunos casos arañan a la gente con sus garras y se meten a las casas donde roban
comida de las alacenas o animales pequeños de los corrales.Muchas personas han tratado de
agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y creen
tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto. En los pueblos donde se ha visto al Mico
Brujo, las ancianas aconsejan a los hombres que salgan de noche con la ropa interior al revés para
ahuyentarlo.
También contaban nuestros antepasados que estas mujeres podían convertirse en cerdas muy
grandes, negras y llenas de lodo. Al ver a un hombre que despechó a una mujer, la “señalaban”,
aligeraban su trote y comenzaban a gruñir. Embestían furiosamente a la persona y le daban
trompadas y mordiscos en las piernas hasta derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al día
siguiente, la víctima amanecía magullada, mordida, y con los bolsillos vacíos. Esta es una leyenda
que se originó en tiempo de los mayas, hace más de medio milenio, y que se mezcló con algunas
creencias aportadas por los españoles tras la conquista. Habla acerca de unas brujas que tienen el
poder de transformarse en seres muy similares a monos mediante un ritual sagrado. El poder de la
transformación tiene su origen en la tradición de los nahuales, una especie de chamanes de las
culturas mesoamericanas que tenían la capacidad de metamorfosearse en animales, algunas veces
con fines malvados. Mientras que las brujas fueron aportadas tras la llegada de los conquistadores
españoles, quienes trajeron historias de brujas medievales desde Europa,  creando el mito del
“Mico Brujo”. Específicamente, La Mona como leyenda tiene su origen en el pueblo chorotega. Los
chorotegas, de origen mesoamericano, conservaron muchas de las costumbres, mitos y
tradiciones de las culturas azteca y maya, entre ellas, la creencia en los poderes de los nahuales.
El Cuadro del Payaso

Guatemala, Ciudad. Esta es la trágica historia de la acaudalada familia Muñoz, oriunda de


Quetzaltenango, compuesta por el padre, don Amilcar Muñoz; la madre, Josefina de
Muñoz; y sus tres hijos: Alberto, de 15 años; Francisco, de 11 años; y Marcela, de 4.

Don Amilcar Muñoz era médico de profesión y amigo del Ministro de Salud de Guatemala
en ese entonces. Por varios años había trabajado en el hospital de Quetzaltenango, hasta
que en enero de 1980 es llamado a trasladarse a la capital para ocupar un puesto
importante en el Ministerio. Todos están muy contentos con esta oportunidad. Todos,
excepto Alberto, el hijo mayor, ya que tendrá que dejar a su novia y amigos en Xela.

Al llegar a la ciudad de Guatemala, la familia es llevada a la casa que les ha preparado el Sr.
Ministro. Se trata de una casa muy grande y hermosa, frente a la iglesia Yurrita en la zona 4
capitalina. La familia está entusiasmada, los mas pequeños entran corriendo a la casa para
explorarla, los padres entran abrazados sintiendo que el futuro les depara cosas muy
buenas, mientras que Alberto aún no está convencido del cambio por lo que entra de
último con un sentimiento de frustración. Los niños corretean por toda la casa, y ya han
escogido los que serán sus cuartos en el segundo piso, mientras que los esposos Muñoz
inspeccionan la cocina, el comedor y la sala antes de subir al cuarto principal para ver el
que será su nuevo nidito de amor. La casa está amueblada, pero no ha sido habitada en
varios años, por lo que unas polvorientas mantas blancas cubren los muebles, cuadros y
línea blanca. Tras el recorrido inicial y dejar sus maletas en los que serán sus cuartos, la
familia se reúne en la sala familiar y decide dar inicio al siguiente paso: descubrir y
desempolvar todo el amueblado. Inician pues por quitar las mantas de la sala familiar.
Aparece un hermoso y cómodo sofá de 3 piezas, una bella mesita de centro, unas
convenientes mesas auxiliares, un mueble con una vieja TV, un cuadro de un hermoso
paisaje de Antigua, otro cuadro extraño en el que se aprecia un circo, y un espeluznante
cuadro de un payaso. El cuadro del payaso causa escalofríos a toda la familia, posee una
mirada penetrante, una sonrisa maquiavélica y un puño cerrado. Todos quieren tirar el
cuadro a la basura, excepto Alberto, que ve la oportunidad de fastidiar a sus padres por
haberlo obligado a mudarse a la ciudad de Guatemala. Sus padres le dan permiso de
quedarse con el cuadro, pero le piden que lo cuelgue en su cuarto, para no tener que
verlo. Esto calma un poco el ánimo de Alberto, que los empieza a molestar por miedosos y
toda la familia termina bromeando. Caída la noche, todos están exhaustos por el largo
viaje y la ardua tarea de limpiar la casa. Entre risas y risas pasan una cena alegrísima e
inolvidable. El futuro ahora si parece muy alentador para todos, incluso para Alberto. La
mañana siguiente inicia muy distinta. Don Amilcar se levanta temprano, pero decide no
despertar a Josefina ni a los niños porque es sábado y sabe que se cansaron mucho el día
anterior. Poco a poco los niños se van despertando, primero es Marcela, luego Alberto y
por último Francisco. Son las 10h00 y deciden hacer un rico desayuno familiar. Sirven la
mesa y mandan a Marcela a despertar a su mamá. Marcela regresa un par de minutos
después y les dice a todos que su mami no despierta, por lo que don Amilcar sube. Pero lo
único que baja es un intenso grito de dolor, don Amilcar grita desesperadamente
intentando reanimar a su esposa pero no lo consigue. Josefina, su compañera de vida de
casi 20 años yace inerte en la cama.
SIGUANABA
Esta criatura de la mitología guatemalteca se presenta a los hombres infieles
como una mujer de hermoso cuerpo y cabello largo. Pero cuando la observan
de cerca, tiene rostro de caballo. Según la leyenda, La Siguanaba se aparece
frecuentemente en áreas solitarias, especialmente en barrancos. 

Esto se debe a que es ahí a donde atrae a los hombres para luego arrojarlos,
haciendo que pierdan la vida y el alma a favor de ella. En otra de las versiones
se afirma que La Siguanaba era una mujer joven que fue obligada a casarse
con un hombre cuarenta años mayor que ella. Dicho hombre
la hechizó, convirtiéndola en una mujer fea y vieja. Otra adaptación de la
leyenda dice que aparece en lugares cercanos al agua, ya que se suele bañar
al mismo tiempo que peina su cabello con un peine de oro. Los hombres que
la observan en esta situación quedan embrujados por la hermosa mujer.

Es entonces cuando ella los llama. En el momento en que ya se los ha ganado,


muestra su rostro con apariencia de caballo. Sus víctimas ven sus ojos rojos y
la piel arrugada, sus uñas crecen al momento en que desata una risa
aterradora.

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