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SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA

El 9 de enero de 2001 el abogado MIGUEL ALFREDO BERMUDEZ, actuando con el carácter


de apoderado judicial de los ciudadanos HAIDEE BEATRIZ MIRANDA, MARYERI DE LOS ANGELES
OLIVO RICO, LIUMBER LAURELIS D’VICENTE CAMACARO, OSWALDO RAFAEL FIGUEROA, DEIVIS
ANTONIO PEROZA MIRANDA, JORGE LUIS CORDOVA FIGUEROA, OSCAR ALBERTO ARARZE
COLMENAREZ, VICENTE CAMACARO, OSWAL JOSÉ Y STARLIN ABRAHAMS PARRA SÁNCHEZ,
titulares de las cédulas de identidad números: 4.968.262, 13.262465, 14.442.597, 16.592.547,
11.647.847, 13.313.958, 13.179.179, 13.179.256 y 12.077.415, respectivamente, interpuso ante
esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, acción de amparo constitucional contra
la decisión dictada el 30 de octubre de 2000 por la Corte de Apelaciones del Circuito Penal del
Estado Yaracuy, que declaró con lugar el recurso de apelación interpuesto por el Fiscal del
Ministerio Público contra la sentencia dictada por el Tribunal 1º de Control del Circuito Penal del
Estado Yaracuy el 10 de agosto de 2000, la cual declaró nulo el allanamiento practicado el día 23
de junio de 2000 por los funcionarios del Instituto Autónomo de Policía, Destacamento Nº1, y por
el Fiscal Auxiliar de la Fiscalía Cuarta del Ministerio Público del Estado Yaracuy y ordenó la libertad
plena de los ciudadanos indicados.

El 9 de enero de 2000, se dio cuenta en esta Sala, y se designó ponente al Magistrado que
con tal carácter suscribe el presente fallo, a los fines de conocer de la presente acción de amparo.

Mediante decisión del 6 de febrero de 2001 esta Sala Constitucional admitió la presente
acción de amparo y, en consecuencia, ordenó la notificación del Presidente de la Corte de
Apelaciones del Circuito Judicial del Estado Yaracuy, para que compareciera por ante la Secretaría
de la Sala, a fin de conocer el día y hora en que se celebraría la audiencia oral y pública. Asimismo,
y a tenor de lo dispuesto en el artículo 15 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, se ordenó notificar al Ministerio Público.
Efectuadas las notificaciones correspondientes, por auto del 22 de marzo de 2001, se fijó el
16 de abril de 2001, a las doce y treinta (12:30 p.m.) para que tuviera lugar la audiencia
constitucional a que hace referencia el artículo 26 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales.

El 16 de abril de 2001 tuvo lugar la audiencia constitucional, a la cual comparecieron el


representante judicial de los accionantes del amparo y la abogada Rose Marie España,
representante del Ministerio Público. Se dejó constancia de la ausencia del Presidente de la Corte
de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy, accionado. En esa oportunidad se le
concedió el derecho de palabra a la parte accionante, y a la representación del Ministerio Público,
los cuales ejercieron el derecho a réplica y contrarréplica; éste último consignó escrito contentivo
de su exposición. En este estado la Sala se retiró a deliberar y finalizada la deliberación, se declaró
sin lugar el amparo constitucional interpuesto, lo cual fue anunciado oralmente por el Magistrado
Presidente de esta Sala constitucional.

Corresponde en esta oportunidad a la Sala emitir, íntegramente y por escrito, su fallo, para lo cual
realiza las siguientes consideraciones:

FUNDAMENTOS DE LA ACCIÓN DE AMPARO

El abogado Miguel Alfredo Bermúdez, apoderado judicial de los ciudadanos anteriormente


identificados, en el escrito contentivo de la acción de amparo expuso:

El 23 de junio de 2000, una comisión de la Brigada Especial de la Policía del Estado Yaracuy
procedió a practicar un allanamiento en el domicilio de la ciudadana Haidee Beatriz Miranda, así
como también en el domicilio de la ciudadana Josefina Camacaro, y en ambos casos, sin la orden
judicial debida, únicamente motivado por una denuncia “ANÓNIMA” de que se estaban
cometiendo unos hechos de carácter punible. En esa oportunidad señaló “ fueron detenidos mis
representados, así como una serie de restos vegetales y unas bolsas plásticas, contenidas (sic) de
un polvo blanco, cuyas cantidades y características aparecen discriminadas en el acta policial”.

Por otra parte señaló que el ciudadano Oswal José D’ Vicente Camacaro “fue detenido al día
siguiente del allanamiento sin ninguna orden judicial, ni acto en flagrancia como se puede apreciar
en el acta policial de fecha 24 de junio de 2000”, por lo cual observa que “de manera inexplicable
la participación de la detención al Fiscal del Ministerio Público, es de fecha 23 de junio de 2000, lo
cual deja una incertidumbre desde el punto de vista procesal, sobre la fecha de su detención, ya
que existe disparidad entre el acta policial y la fecha de participación”.

Igualmente alegó que “en su oportunidad solicitó al Juez de Control del Circuito Penal del Estado
Yaracuy, una prueba anticipada mediante la cual le fuera tomada declaración a los ciudadanos:
Sánchez Ramón y Eliécer Espinoza, Giménez José, Sivira Reinaldo, Riera Saturnino, Valenzuela
Marcial, en calidad de testigos presenciales en el procedimiento, ya que por conocimiento de los
habitantes de la comunidad, los mismos no presenciaron los hechos sino una reconstrucción
simulada de los hechos y la declaración de los mismos iba a desvirtuar todo lo expuesto en el acta
policial, lo que iba a permitir que la acción intentada por el Fiscal iba a ser desestimada por el
Tribunal de Control en la audiencia preliminar”, (sic) “solicitud que fuera negada por el Tribunal
de control en fecha 7 de agosto de 2000, cuya apelación fue interpuesta el día 9 de agosto del
mismo año”.

Continuó señalando que en la audiencia privada, el Juez de Control decretó una medida cautelar
sustitutiva de privación de libertad, con un régimen de presentación a los ciudadanos antes
identificados y el 10 de agosto de 2000 se realizó la audiencia preliminar donde la defensa invocó
la violación de normas de rango constitucional “que violaban el procedimiento policial así como las
pruebas obtenidas”.

Asimismo, el apoderado judicial del accionante señaló que el Tribunal de Control declaró
nulo el allanamiento practicado por los Funcionarios del Instituto Autónomo de Policía,
destacamento Nº 1, y por el Fiscal Auxiliar de la Fiscalía IV del Estado Yaracuy, lo cual -en su
opinión- motivó que el Fiscal IV del Ministerio Público ejerciera recurso de apelación contra tal
decisión.

Alegó que la Corte de Apelaciones, el 30 de octubre de 2000 declaró con lugar el recurso de
apelación interpuesto por el Fiscal del Ministerio Público y, en consecuencia, ordenó que se
celebrase de nuevo la audiencia preliminar, obviando “(...) uno de los elementos sobre el cual se
fundamenta el procedimiento penal que motivó el allanamiento como lo es el ANONIMATO, el
cual de manera expresa el artículo 57 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
prohibe de manera determinante al determinar: ‘NO SE PERMITE EL ANONIMATO’ ”(sic), pues el
Código Orgánico Procesal Penal, en sus artículos 294 y 295, establece quienes están facultados
para denunciar y la forma de hacerlo, y en tal sentido, la misma debe contener la identificación de
los denunciantes, la narración circunstancial del hecho y el señalamiento de quienes lo han
cometido y de las personas que lo hayan presenciado.
Indicó que la decisión de la Corte de Apelaciones violó a sus representados los derechos
constitucionales a la Libertad Personal, a la Inviolabilidad del Hogar Doméstico, al Debido Proceso
y al Derecho a la Defensa.

En tal sentido, y en cuanto a la violación del derecho a la libertad personal, alegó que en el caso
del ciudadano Oswal D’ Vicente Camacaro fue detenido ilegalmente, sin orden judicial y sobre tal
irregularidad de procedimiento la Corte no se pronunció, lo que en su opinión, evidenció la falta
de estudio y análisis de dicha situación, lo que resulta grave, por tratarse de una violación de los
derechos humanos.

Asimismo, señaló que el domicilio de sus representados fue allanado de manera violenta, sin
orden judicial y una vez practicado fue que los agentes policiales solicitaron la presencia de un
auxiliar de la Fiscalía Cuarta del Ministerio Público para avalar tal situación, lo que trajo como
consecuencia que los funcionarios procedieran a hurtar prendas de valor, así como otros bienes,
que en criterio de la Fiscalía ameritan una investigación por la comisión del delito contra la
propiedad. De tal manera que la sentencia de la Corte de Apelaciones lo que hace es convalidar
acciones de naturaleza vandálica.

Por otra parte, que la violación al debido proceso por parte de la sentencia de la Corte de
Apelaciones se constató al convalidar la violación del domicilio de sus representados y darle un
valor a las pruebas obtenidas mediante un procedimiento viciado de nulidad.

Y por último, señaló que la violación al derecho a la defensa se verificó a través de la circunstancia
relativa a que el procedimiento penal se inició mediante una denuncia anónima, lo cual contradice
el artículo 57 constitucional, sobre lo cual la Corte de Apelaciones no se pronunció, lo que
estimula a los Cuerpos de Seguridad del Estado, a imponer, esa vieja figura como justificación para
realizar cualquier procedimiento arbitrario.

En virtud de lo expuesto, solicitó que al declarar con lugar la presente acción, se declarase, en
consecuencia, “la nulidad de las actuaciones practicadas en contravención de las normas
constitucionales” y, se “restituya los derechos civiles que les fueron desconocidos a mis
representados por parte de la Corte de Apelaciones del Estado Yaracuy”.
II

SENTENCIA ACCIONADA

La sentencia de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy, sobre la cual
se aduce la violación de derechos constitucionales, declaró con lugar la apelación interpuesta por
el abogado Omar Antonio González Pérez, actuando con el carácter de Fiscal del Ministerio
Público, contra la sentencia dictada por el Juzgado de Control Nº 1 del Circuito Judicial Penal del
Estado Yaracuy, que declaró nulo el allanamiento practicado por los funcionarios del Instituto
Autónomo de Policía, Destacamento Nº1 y por el Fiscal Auxiliar de la Fiscalía Cuarta del Estado
Yaracuy, efectuado el 23 de junio de 2000; la nulidad de todas las pruebas recogidas en este
procedimiento írrito; inadmisible la acusación interpuesta por la Fiscalía del Ministerio Público y,
acordó la libertad plena de los imputados.

Dispuso la sentencia accionada en amparo, que la norma del Código Orgánico Procesal
Penal es de carácter adjetivo y si bien reconoce la protección que debe existir para el domicilio por
mandato constitucional, la limita en ciertos casos excepcionales como lo es para evitar la comisión
de un delito, de tal manera que se encuentran contrapuestos intereses, por una parte, la
necesidad de la persona que amerita que su hogar sea respetado y, a su vez, la seguridad jurídica
de los demás ciudadanos que ameritan ser protegidos ante un ataque ilícito.

Estableció, que en el caso de autos, el juez de instancia aplicó el control difuso de la


Constitución y por ello, desaplicó el artículo 225 del Código Orgánico Procesal Penal, lo cual
implica, al anular totalmente el procedimiento, dejar impune un delito contra la humanidad, que
amerita que se debata de forma pública y oral para que se establezca si existió o no
responsabilidad de las personas involucradas, pues se debe anteponer el interés general sobre el
interés particular, y en tal sentido, la justicia, la salud pública, el derecho al desarrollo integral de
los miembros que conforman la sociedad.

En ese orden de ideas, al analizar el contenido del acta que refería la visita domiciliaria
cuestionada, la Corte de Apelaciones consideró que la comisión policial junto al Fiscal del
Ministerio Público y los testigos instrumentales, se presentaron en las viviendas donde explicaron
el motivo de su visita, fueron recibidos y les permitieron el acceso a las viviendas, para lo cual no
actuaron de forma coactiva, pues el allanamiento a que se refiere el Código Orgánico Procesal
Penal obedece a una intromisión en el hogar o recinto privado en contra de la voluntad de las
personas que en él se encuentran, y ello, en el presente caso, no ocurrió.

En tal sentido, concluyó estableciendo que si dicha visita ocurrió de otra forma, no es la
audiencia preliminar donde puede dilucidarse esta situación, ya que allí las pruebas no son
valoradas ni apreciadas, pudiéndose solamente aclarar tal situación, en un debate público, lo cual
además causa un gravamen irreparable y hace imposible la continuación del proceso.

III

OPINIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO

La abogada Rose Marie España Viladams, actuando en su carácter de Fiscal del Ministerio
Público ante el Tribunal Supremo de Justicia, al momento de presentar la opinión jurídica del
organismo que representa, señaló:

El Código Orgánico Procesal Penal le atribuye la competencia de asuntos concernientes al


quebrantamiento de garantías constitucionales al tribunal de Control, al establecer, entre otros
aspectos, que corresponde a este órgano jurisdiccional hacer respetar las garantías procesales,
decretar las medidas de coerción que fueren pertinentes, y conocer de la acción de amparo a la
libertad y seguridad personales, por lo cual estima mal podría interponerse un amparo ante la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia basado en la violación a la libertad personal, que
en todo caso se verificó, no fue por parte del Juez, sino por los funcionarios de cuerpos policiales
del Estado Yaracuy.

Asimismo, sostuvo que la Corte de Apelaciones tampoco le violó el derecho al debido


proceso de los accionantes, dado que el procedimiento de allanamiento, que señalan los
accionantes, se realizó con fundamento en dos de las excepciones a la exigencia de orden judicial
para su práctica, previstas en el artículo 225 del Código Orgánico Procesal Penal y en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Con respecto al “anonimato” alegado por los accionantes, señaló que el Ministerio Público,
de acuerdo a lo previsto en el artículo 292 del Código Orgánico Procesal Penal, está obligado a
disponer lo conducente para la práctica de las diligencias tendientes a investigar y hacer constar la
comisión de delitos, cuando “de cualquier modo” tenga conocimiento de la perpetración de un
hecho punible, de manera que, el propio legislador dispuso la posibilidad de que tal conocimiento
llegue al Ministerio Público “de cualquier modo”.

Además, indicó que el artículo 57 constitucional consagra la libertad de expresión de


pensamiento, ideas u opiniones, estableciendo, a la vez, la responsabilidad del ciudadano por lo
que exprese, prohibiendo de esta forma el anonimato con el objeto de no hacer nugatoria en un
momento determinado, la posibilidad de hacer efectiva la responsabilidad civil y penal, lo cual no
guarda relación alguna con la presunta violación del derecho a la defensa.

En virtud de lo expuesto, señaló que es opinión del Ministerio Publico que el presente
amparo constitucional sea declarado sin lugar.

IV

CONSIDERACIONES PARA DECIDIR

Corresponde a esta Sala pronunciarse acerca de la presente acción de amparo, por lo que
analizados como han sido los alegatos expuestos tanto por los accionantes, como por la
representante del Ministerio Público, se observa:

La sentencia objeto de la presente solicitud de amparo constitucional, declaró con lugar la


apelación ejercida por el Fiscal del Ministerio Público en contra de la sentencia del 10 de agosto de
2000, dictada por el Juez de Control de esa misma Circunscripción Judicial, que declaró nulo el
allanamiento efectuado el día 23 de junio de 2000 y acordó la libertad plena de los imputados. A
tal decisión se le imputa la violación del derecho a la libertad personal, a la inviolabilidad del hogar
doméstico, al debido proceso y a la defensa, así como del artículo 57 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, por revocar el referido fallo dictado por el Juez de Control.
Al efecto, se observa que la referida sentencia fundamentó su decisión, principalmente, en la
improcedencia del control difuso que, en el caso de autos, ejerció el Juez de Control, basada en la
contraposición de los bienes jurídicos tutelados (la necesidad de la persona que amerita que su
hogar sea respetado y, por otro lado, la necesidad de seguridad jurídica de los demás ciudadanos
que ameritan ser protegidos ante un ataque ilícito, la salud pública, el desarrollo integral de los
miembros que conforman la sociedad); y al mismo tiempo, en su apreciación del acta contentiva
del allanamiento efectuado sin orden judicial, de que tal allanamiento no fue efectuado de manera
coactiva, sino bajo el consentimiento de quienes habitaban o se encontraban en ese momento en
las viviendas allanadas.

En tal sentido, la Sala observa que, si bien, de conformidad con lo previsto en el artículo 334
constitucional, todos los jueces de la República tienen la potestad de ejercer el control difuso de la
constitucionalidad de las normas legales, tal potestad no puede ser producto de una simple
confrontación de normas, debe obedecer a una interpretación integral, orientada por los
principios que informan el ordenamiento constitucional vigente, el cual instauró un nuevo orden
social, determinado por un tipo de fisonomía de Estado diferente al anterior, un Estado
Democrático y Social de Derecho y de Justicia, inspirado en valores superiores, entre ellos, la
justicia, la igualdad, la solidaridad y la responsabilidad social; y cuya vigencia garantiza la misma
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, al establecer en su artículo 7, que
“La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las
personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución” y para darle
vigencia inmediata consagró la norma derogatoria ÚNICA como garante de la supremacía
constitucional.

Así, considera esta Sala, que la fundamentación esgrimida al respecto por la Corte de Apelaciones,
en su decisión, obedece al espíritu de la Suprema Ley. En efecto, si bien el artículo 47
constitucional, al prever la inviolabilidad del hogar doméstico, el domicilio y todo recinto privado,
estableció de manera categórica que “[n]o podrán ser allanados, sino mediante orden judicial,
para impedir la perpetración de un delito o para cumplir de acuerdo con la ley las decisiones que
dicten los tribunales”. Interpretar, únicamente, que en virtud de tal disposición, siempre para la
realización de un allanamiento a un determinado domicilio, será necesaria la existencia de una
orden judicial que lo autorice, sería llegar a la exageración de suponer que, aun hasta para el caso
de fuerza mayor o estado de necesidad, se requiera la referida orden. La norma no prevé nada al
respecto, pero no por ello, en el caso de auxilio inmediato, solicitado o no, de riesgos para la vida
o seguridad de las personas, o de otros supuestos análogos, la entrada al domicilio o recinto de
que se trate, por parte de funcionarios policiales o cualquier otro agente de autoridad, e incluso
de un particular, debe ser considerado como una vulneración a su inviolabilidad, pues se está ante
uno de los supuestos en que es necesario preservar unos derechos sobre otros, igualmente
constitucionalmente protegidos.

Debe entenderse, entonces, de acuerdo con el precepto constitucional en referencia, que la


orden judicial es la regla, resultando sin embargo, posible su limitación dependiendo del ámbito
de que se trate (civil o penal), pues debe estudiarse en cada caso cuándo se le debe dar
supremacía a éste ante otros derechos fundamentales, y viceversa, dado que puede ocurrir que el
mismo, como un derecho particular pretenda sobreponerse a un derecho de orden colectivo,
como la salud pública.

En tal sentido, debe advertirse que en el ámbito penal, el derecho a la inviolabilidad del hogar
doméstico admite excepciones, que como tal, en principio, están contempladas en el Código
Orgánico Procesal Penal, en el artículo 225, pues existe el supuesto, como en el caso de autos, no
contemplado en dicha norma legal, en el cual tampoco resulta necesaria la orden judicial, que es
cuando la persona que habita determinado domicilio o morada, autoriza o consiente
voluntariamente su ingreso a ella, lo cual obedece al deber que tiene todo ciudadano de la
República de colaborar con la justicia como expresión de los principios de solidaridad y
corresponsabilidad social que orientan el nuevo orden institucional y social del Estado actual, y
que se encuentran previstos en el artículo 135 constitucional.

Así, en atención a lo expuesto, el consentimiento o la autorización del habitante, debe constar en


la respectiva acta, circunstancia que en el presente caso se constata, y que como tal lo estableció
la Corte de Apelaciones, al examinar el contenido del Acta levantada el día 23 de junio de 2000,
que cursa en el expediente de los folios 6 al 8 del Anexo “ 1 B”, y se encuentra suscrita por los
funcionarios actuantes, los testigos y por el Fiscal Auxiliar Cuarto del Ministerio Público, siendo
éste último, el que le otorga autenticidad externa al acta, es decir, la reviste de certeza legal en
cuanto a quienes son sus autores, su cualidad y de que en la oportunidad referida en ella se
realizaron las actuaciones allí contenidas, siendo por demás fecha cierta la que se indique para la
confección del acta, pues, en este sentido, el acta individualiza fehacientemente al funcionario que
la suscribe y se identifica en ella (lo que es una garantía para el imputado), y en principio es auto
autenticante, en cuanto a que se tiene por cierto que quien la suscribe es el funcionario que se
identifica como su autor. La autenticidad extrínseca que se le reconoce al acta deriva del artículo
1-A de la Ley Aprobatoria del Convenio para Suprimir la Exigencia de legalización de los
Documentos Públicos Extranjeros, suscrito en la Haya el 5 de octubre de 1961 (G.O. Nº 36.446 del
5 de mayo de 1998), el cual preceptúa entre los documentos públicos a los emanados del
Ministerio Público, y es un principio de derecho documental que todo documento público es
auténtico (artículo 1.357 del Código Civil). Así, si el Ministerio Público produce documentos
públicos, ellos, al menos en lo externo, deben ser auténticos y dar fe de la autoría. (Vid. Revista de
Derecho Probatorio Nº 11).

Lo expuesto conduce a esta Sala a afirmar que, dada la fe de autenticidad que le brinda la sola
rúbrica del Fiscal Auxiliar del Ministerio Público que intervino en el allanamiento practicado al acta
que lo contiene, esta Sala, al igual que lo hizo la Corte de Apelaciones, debe dar por cierto el
consentimiento asentado en la misma, y el que haya sido otorgado por los ciudadanos
identificados en dicha acta, razón por la cual, comprobada la autorización para ingresar al
domicilio de una de las imputadas, que no hace necesaria la orden judicial, esta Sala considera que
la sentencia accionada no incurrió en la violación del derecho a la inviolabilidad del hogar
doméstico, y así se declara.

Por otra parte, se observa que la cuestionada sentencia tampoco incurrió en violación del derecho
a la libertad personal, pues es evidente que el artículo 44 constitucional alegado, admite una
excepción a la detención mediante orden judicial, y, ésta es, la flagrancia, la cual efectivamente, se
constata en el caso de autos del contenido del acta relativa al allanamiento, que al efecto fue
transcrita por el Juzgado Ad quem, al establecer en ella que los agentes policiales y el Fiscal
auxiliar y los testigos, en ella identificados, se trasladaron “…a los sitios indicados y amparados en
el artículo 225, ordinales 1 y 3 del COPP” procedieron a practicar la visita domiciliaria”, pues, se
entiende que hay flagrancia no sólo cuando se sorprende al imputado en plena ejecución del
delito, o éste lo acaba de cometer y se le persigue por ello para su aprehensión, sino cuando se le
sorprende a poco de haberse cometido el hecho, en el mismo lugar o cerca del lugar donde se
cometió, con armas, instrumentos u otros objetos que de alguna manera hagan presumir con
fundamento que es él autor. En el presente caso, se dejó constancia en el acta de que los vecinos
del sector les indicaron a los funcionarios policiales que, en el domicilio donde se practicó el
allanamiento, estaban entrando personas extrañas que probablemente procederían a comprar
drogas, y al ingresar los funcionarios al mismo pudieron constatar, según se desprende del acta,
que existían elementos que hacían presumir la comisión de un delito relacionado con
estupefacientes, razón por la cual esta Sala desestima el presente alegato, y así se declara.

Con relación a la denunciada violación del debido proceso, determinada según los accionantes,
por la valoración que de las pruebas obtenidas mediante el allanamiento, hizo la Corte de
Apelaciones, se observa que cuando los policías capturan al imputado en los casos, como el de
autos, de flagrancia, de acuerdo a lo previsto en el artículo 257 del Código Orgánico Procesal
Penal, las armas, instrumentos y otros objetos que hagan presumir su autoría, pueden ser
ocupados por el aprehensor, ya que esa es una prueba no sólo de la flagrancia, sino de la
legitimidad de su actuación, pero para que estos elementos se conviertan efectivamente en
medios de pruebas, deben ser objeto de contradictorio, en atención al derecho del debido
proceso, lo cual efectivamente fue expresamente reconocido por el juzgador ad quem, al
establecer, en cuanto al allanamiento, que “[s]i dicha visita ocurrió de otra forma no es en la
audiencia preliminar donde puede dilucidarse esta situación, ya que allí las pruebas no son
valoradas ni apreciadas; sólo podrá aclararse tal situación en un debate público”, pues la
autenticidad intrínseca del acta, que es el resultado efectivo que como medio de prueba ésta
pueda tener, debe ser revelado dentro del proceso contencioso, pues si no se incorpora como tal
al juicio oral, a través de la ratificación de los funcionarios de los que emanó, carecerá como tal de
valor probatorio alguno.

Se observa que, aunque el Código Orgánico Procesal Penal no establezca nada al respecto, el
principio de contradicción de la prueba debe ser respetado, pues, es la posibilidad que tienen las
partes de oponerse a que se reciban probanzas ilegales o impertinentes, y de impugnar los medios
como tales, para descubrirlos de una apariencia de veracidad, legitimidad o fidelidad, caso en que
tal impugnación, por los tres motivos expuestos, dada la función del Juez de Control “de controlar”
el cumplimiento de los principios y garantías que entronizan la Constitución, los tratados
internacionales y el propio Código Orgánico Procesal Penal, basándose en los artículos 291 y 517,
no tenga que esperar por el debate oral, para que en función de ella se solicite la declaratoria de
falsedad, ilegitimidad (ilicitud) o infidelidad (según los casos) del medio, dado que entre las
atribuciones del Juez de Control está resolver las peticiones de las partes, y ésta pudiera ser una
de ellas. De lo contrario se estaría violando la economía y la celeridad procesal, si se llegase a
comprobar que a una persona se le está enjuiciando con base a pruebas falsas o ilícitas. Claro está
que siempre en el debate oral se podrá impugnar la falsa probanza.

En el presente caso, la Corte de Apelaciones ordenó acertadamente que se celebre de nuevo la


audiencia preliminar, por cuanto estimó que la decisión del Juez de Control causó un gravamen
irreparable e impide la continuación de la causa. Será entonces la audiencia preliminar, la
oportunidad para que el Fiscal del Ministerio Público y el imputado indiquen las pruebas que
producirán en el juicio oral, razón por la que estima esta Sala la decisión accionada de manera
alguna viola el derecho constitucional denunciado. Así se declara.

Por último, en cuanto a la violación del derecho a la defensa, fundamentada en que la Corte de
Apelaciones no valoró que el procedimiento se había iniciado mediante una denuncia anónima, en
contravención a lo dispuesto en el artículo 57 constitucional, se observa que el anonimato a que se
refiere el mencionado artículo 57 se aparta del ámbito penal, pues obedece a la manifestación de
opinión o pensamiento que, a través de cualquier medio de comunicación o difusión, pueda hacer
una persona sobre determinado tópico, que lo responsabiliza, además, del criterio emitido. No
puede extenderse su aplicación al campo penal, en cuanto a las razones por las cuales el
Ministerio Público inicia las investigaciones respectivas, entre las cuales se encuentra la noticia
criminis, por tanto, no debe ser objeto de discusión la aplicación del referido texto constitucional,
en ese aspecto reseñado, por parte de los Jueces de la Jurisdicción Penal, por lo que tampoco, en
el presente caso, se verifica la violación denunciada. Así se decide.

DECISIÓN

En virtud de los razonamientos antes expuestos, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley, declara SIN
LUGAR la acción de amparo constitucional interpuesta por el abogado Miguel Alfredo Bermúdez
Gamarra, en su carácter de apoderado judicial de los ciudadanos Haidee Beatriz Miranda, Maryeri
de lo Ángeles Olivo Rico, Liumber Laurelis D’ Vicente Camacaro, Oswaldo Rafael Figueroa, Deivis
Antonio Peroza Miranda, Jorge Luis Córdoba Figueroa, Oscar Alberto Ararze Colmenarez, Vicente
Camacaro Oswal José y Starlin Abraham Parra Sánchez, contra la decisión recaída el 30 de octubre
de 2.000, dictada por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción
Judicial del Estado Yaracuy.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Notifíquese al Presidente de la Corte de Apelaciones


del Circuito Judicial Penal del Estado Yaracuy.

Dada firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del Tribunal


Supremo de Justicia, a los 15 días del mes de MAYO del año dos mil uno. Años: 191º de la
Independencia y 142º de la Federación.

El Presidente,

IVAN RINCON URDANETA


El Vicepresidente,

JESUS EDUARDO CABRERA

Magistrados,

JOSE M. DELGADO OCANDO ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA

Ponente

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ.

El Secretario,
JOSÉ LEONARDO REQUENA

EXP Nº 01-0017

AGG/Zap

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