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“Como comer y descomer”: flexibilización

laboral y baja salarial durante el gobierno


de Cambiemos

Facundo Barrera Insua y Pablo Ernesto Pérez

El cuarto año de Cambiemos en el gobierno comenzó con


despidos en múltiples empresas —Villa del Sur (bebidas),
Emepa, Fadecya (metalurgicos), Aegis (call center), Ritex
(textil), Craveri (laboratorios)—; suspensiones de trabajadores
en grandes empresas (Toyota planta Zárate, IVECO Córdoba) y
cierres de plantas o fábricas enteras (como la ex Masis, KMG,
Tecnosport). La crisis es transversal a la mayor parte de los
sectores, sin importar el tamaño de planta.
Los resultados económicos y sociales de la gestión
de Cambiemos dan cuenta de fuertes retrocesos en las
condiciones de vida de las y los trabajadores en la Argentina.
Una combinación de argumentos relativos al diseño de la
política (es decir, al carácter premeditado y previsible de
sus resultados), junto con los errores en la aplicación (o sea,
improvisación o falta de rigurosidad técnica), conviven en los
análisis de por qué se llegó a dicha situación.
Desde nuestro punto de vista, que buscaremos desarrollar
en estas páginas, no nos encontramos ante la idea de un
saqueo o de una “ceocracia” que maneja el Estado según
sus intereses particulares, sino que la administración
actual impulsa una búsqueda de recomposición del poder

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la economía política de cambiemos

empresarial. En particular, de ciertas fracciones de clase que


habían sido desplazadas durante los gobiernos kirchneristas,
principalmente los capitales agrario, financiero y de servicios1,
que buscaron imponer un proyecto político-económico que
cristalice una nueva correlación de fuerzas. Para modelar y
consolidar la nueva relación de fuerzas, el oficialismo presentó
—luego de un claro triunfo en las elecciones legislativas
de octubre de 2017— tres grandes reformas legislativas que
consideraba imprescindibles para mejorar la rentabilidad
y la competitividad de las empresas y avanzar en una
reestructuración de la organización del trabajo social: la
reforma fiscal, la previsional (parte de la cual fue aprobada en
diciembre de 2017, en medio de fuertes protestas) y la laboral.
Con estas reformas busca reencauzar el proceso de acumulación
bajo el comando de ciertas fracciones del capital, vía un
aumento en la flexibilidad laboral, en la intensidad del trabajo
y en la disminución de los salarios (directos e indirectos) de los
trabajadores (Reartes y Pérez, 2018).
La frase con la que titulamos este trabajo refiere a la analogía
presentada en una declaración radial por el exsecretario de
Empleo, Miguel Ponte, al defender el avance flexibilizador
en el mercado laboral: “La posibilidad de entrada y salida del
mundo laboral es una esencia del sistema laboral, como lo es
en el organismo humano comer y descomer” (Radio con Vos, 8
de enero 2017). Si la metáfora orilla con el mal gusto literario,
no podemos menos que reconocerle el modo en que cristaliza
una idea. Las personas pueden ser engullidas, metabolizadas
y defecadas por el mercado laboral, una imagen representativa
del modo en que esta gestión considera a quienes venden su
fuerza de trabajo para poder vivir. El organicismo biologicista
ínsito en la metáfora, finalmente, es propio de la mirada
patologizante que desde el gobierno encabezado por Mauricio
Macri se construye sobre los sectores más vulnerables.
En el apartado siguiente analizaremos algunos elementos
de la política de Cambiemos dirigida al mercado laboral. En
1 / El Capítulo 4 de Costantino avanza en un debate pormenorizado de los sectores
económicos ganadores y perdedores de la etapa, mientras que puede revisarse el
Capítulo 1 de López y Cantamutto para ver las disputas en términos políticos.

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“Como comer y descomer”

particular, distinguiremos las políticas que involucran el


manejo del tipo de cambio y su correlato en poder de compra
de los salarios, los cambios en el accionar del ex -Ministerio
de Trabajo y las propuestas de reforma laboral. En un segundo
apartado examinaremos la evolución de los principales
indicadores, que permiten destacar algunos cambios en el
mercado de trabajo. Transcurridos casi cuatro años de gobierno,
los datos disponibles muestran que, lejos de superar los
problemas legados del kirchnerismo, la situación económica y
social para la mayoría del pueblo es peor a la heredada.
Con objeto de realizar el trabajo comparativo, el estudio
se realiza sobre un corto período de tiempo (2013-2018), lo
que permite enfatizar la situación de los tres últimos años
de gobierno del Frente para la Victoria, en relación con los
primeros tres años de Cambiemos. Además, a lo largo de dicho
lapso las condiciones macroeconómicas no varían de manera
sustancial, lo que permite ver mejor las respuestas de cada
gobierno ante escenarios económicos semejantes.
Desde luego, la dinámica del mercado de trabajo en este
período —y en cualquier otro—, no puede ser explicada solo
por la ofensiva de los sectores dominantes, sino que, desde
nuestro enfoque, se vuelve primordial estudiar las resistencias
al avance sobre los derechos y las condiciones materiales de
vida, por lo que en el tercer apartado revisaremos lo sucedido
en torno al conflicto laboral. Finalmente, en la cuarta y última
sección, aportamos algunas reflexiones que buscan contribuir
a una mirada integral del mercado de trabajo bajo el gobierno
de Cambiemos.

1. Economía política / política económica de Cambiemos y


sus efectos sobre el mercado laboral

Si bien no es nuestra intención analizar aquí la política


económica del período, necesitamos marcar algunos
elementos para entender el rumbo seguido y los cambios

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la economía política de cambiemos

en el mercado de trabajo. En la última etapa del gobierno de


Cristina Fernández se acumularon problemas recurrentes/
estructurales de la economía argentina que fueron deteriorando
los principales indicadores económicos y sociales y señalaron
ciertos límites del modelo económico: el agravamiento de
la restricción externa, la apreciación del tipo de cambio y la
pérdida de competitividad asociada, el estancamiento de la
economía —y sobre todo de la industria manufacturera—, el
significativo incremento del déficit fiscal, la aceleración de la
inflación, entre los principales2.
Destacando estos problemas, el gobierno ha construido un
relato sobre lo que llamó la “herencia recibida” y diagnóstica
la situación económica subrayando tres grandes ejes: 1) La
inflación desalienta decisiones de inversión y es consecuencia
del elevado déficit fiscal, por lo cual considera necesario
reducir la emisión monetaria; 2) La pérdida de competitividad
argentina se debe a los elevados costos en dólares, por lo cual
busca reducir los salarios para ganar competitividad, lo cual,
además, contribuye a mejorar la rentabilidad de las empresas
y a enfriar la economía (lo cual, además, aliviaría la presión
inflacionaria); 3) La participación del Estado ahoga la iniciativa
privada, por lo que debería reducir su intervención en la
economía, particularmente el elevado nivel de subsidios y el
excesivo empleo público (y el alcance de los planes sociales).
En líneas generales, podríamos decir que la idea del
gobierno fue que gran parte de estos problemas estructurales
se resolverían con una (re)inserción competitiva al mundo,
lo que, en buena medida, implicaba un esfuerzo de parte de
los y las trabajadoras (Ver Capítulo 3, de Belloni y Wainer). A
continuación, analizamos algunas políticas que impactan
directamente sobre las condiciones del mercado laboral.

1.1 Del tipo de cambio a la actividad económica y los salarios


La desmejora de la industria y del agro, vinculada en
particular con la apreciación del tipo de cambio real durante
2 / Para leer un debate pormenorizado del mercado de trabajo en tiempos de gobierno
kirchnerista puede verse Pérez y Barrera Insua (2018).

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los últimos años del gobierno kirchnerista, generó un


creciente descontento y un fuerte reclamo por la devaluación
de la moneda, la cual tuvo lugar apenas asumió el gobierno
de Macri en una magnitud importante (alrededor de 40%),
junto con la posibilidad de libre compra de dólares. Más allá
de aquel impulso inicial, la devaluación no se detuvo a lo largo
del gobierno de Cambiemos, destacándose el brusco salto de
abril de 2018. La recurrente expectativa devaluatoria3 provocó
la intervención del Banco Central vía el manejo de la tasa de
interés para restringir la cantidad de dinero en circulación y
disminuir la demanda de dólares. La consecuencia directa de
una política monetaria contractiva es una disminución en los
niveles de inversión y una reducción de la actividad económica,
situación que afecta las decisiones de los empresarios respecto
a la contratación de nuevos trabajadores.
¿Por qué es trascendente el precio del dólar para mirar la
situación social? Una nueva devaluación tiende a mejorar la
deteriorada cuenta comercial, pero a un alto costo: se aceleran
la suba de precios y la caída en el salario real de los trabajadores.
Por el contrario, el intento por mantener el precio del dólar
estable, con el incremento de precios elevado de la etapa,
deteriora la competitividad cambiaria de las empresas y tiende
a empeorar la balanza comercial. La decisión de Cambiemos ha
estado más cerca del primero de los escenarios descriptos, tal
como se ve en el gráfico 1.1.

3 / En ese contexto, la liquidación de divisas por parte de los exportadores agropecuarios fue
menor a lo esperado por el gobierno, a pesar de la devaluación y la quita de retenciones a las
exportaciones.

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Gráfico 1.1. Salario medio real total asalariados, I-2013 – III-2018 (I 2013=100)

> Nota: El índice se construye sobre el salario promedio del total de asalariados
(pesos), deflactado por IPC publicado por CIFRA (hasta 2016) e INDEC (2016 en
adelante). El faltante de datos correspondiente al cuarto trimestre de 2015 y primer
trimestre de 2016 responde a la suspensión de su publicación por parte del INDEC en
el marco de la “emergencia estadística”.
> Fuente: Elaboración propia con base en datos del Ministerio de Producción y
Empleo y CIFRA.

El proceso inflacionario que degrada los salarios, aquel que


Cambiemos supo poner en el centro de los problemas de la
economía que dejaba el kirchnerismo, no solo no se resolvió,
sino que se agravó se respecto al gobierno anterior. La inflación
promedio interanual durante el segundo gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner fue de 25,5%, en tanto que la del gobierno
de Macri alcanza el 38,3%, según datos del IPC-9 Provincia
(CIFRA) e INDEC.
Del gráfico también observamos que el momento decisivo
en cuanto a la caída de los ingresos de los trabajadores y
trabajadoras se da a partir del segundo trimestre de 2018, donde
aparece una caída superior a los 10 puntos porcentuales. Según
los últimos datos, el salario real promedio de los asalariados
registrados en el sector privado cayó 8,8% interanual en febrero

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de 2019 (respecto de febrero de 2018). La situación es aún más


delicada para los trabajadores del sector público, cuyo salario
real promedio se derrumbó el 23,4% entre diciembre de 2018
y diciembre de 2017. En este caso, se trata de una política
buscada para reducir el peso de los salarios en las erogaciones
del Estado, en el marco del plan de ajuste acordado con el FMI.
Mientras que en 2015 las remuneraciones eran el 14,8% de los
gastos corrientes, en 2018 su peso se redujo al 12,9%.
Vale la pena señalar que hasta la espiral inflacionaria del
año 2018, la dinámica salarial promedio venía exhibiendo
una recuperación, que lograba posicionar los ingresos al nivel
del cierre del período kirchnerista (ingresos que ya venían
deteriorándose durante los años finales de la etapa previa,
particularmente con la devaluación de 2014).
Tal vez aquellos cuestionamientos al gradualismo por parte
de los sectores dominantes puedan entenderse a partir de
la lectura de esos primeros dos años de recuperación de los
ingresos (ver Capítulo 1, de Cantamutto y López), donde no
aparecían tendencias claras en torno a la desvalorización de
la fuerza de trabajo. Ahora bien, las críticas hacia las políticas
económicas se sostenían en torno a la velocidad e intensidad
definida para realizar el ajuste y no a la dirección, ya que
como veremos en las siguientes secciones, desde un principio
buscaron reestructurar la dinámica del mercado de trabajo.

1.2. Las acciones hacia la rearticulación del balance de poder:


del (des)empleo público hacia las señales pro-empresariales

La temática del empleo en el Estado se impuso


tempranamente, a partir de las decisiones de despidos
por parte del gobierno. Ya desde la asunción, la gestión de
Cambiemos rescindió contratos y despidió trabajadores/as en
numerosas dependencias del Estado. Estos despidos no solo
buscaban reducir la planta estatal, sino que contenían un
direccionamiento claro hacia la desarticulación de programas
de gobierno anterior: trabajadores y trabajadoras de la exEsma,

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del canal público de televisión, encargados del control de


precios en la Secretaría de Comercio, del INTI y de SENASA. Al
mismo tiempo, acompañaron dichas acciones con alusiones
a la “grasa militante” y a los “ñoquis”, buscando hacer mella
en un sentido común donde el trabajador estatal no sería más
que un desempleado encubierto y, por tanto, conformaría un
Estado plagado de ineficiencias y sobredimensionado.
Sin embargo, a pesar del plano discursivo y entendiendo que
la magnitud del empleo estatal depende de todos los niveles
de gobierno (nacional, provincial y municipal), en febrero
de 2019 había 15 000 estatales más que en diciembre de 2015
(MPyT, 2019). Este número surge de un reacomodamiento de
trabajadores que son despedidos de un área y recontratados en
otra (lo que refiere a una restructuración de programas de política
pública), pero también de los cerca de 5000 nombramientos de
trabajadores/as en cargos jerárquicos (entre diciembre de 2015
y junio de 2018) (Arelovich, 2018). Desde luego, el hecho de que
no se haya producido una reducción del total de trabajadores
estatales no significa que los despidos, muchos de ellos sin
causa y a trabajadores/as de planta permanente, no tengan
consecuencias sobre el funcionamiento del mercado de trabajo.
A través de los despidos y de la argumentación en torno a ellos,
el gobierno de Cambiemos dio señales claras de cómo debían
resolverse las tensiones existentes en el mercado de trabajo:
un sector público que expulsa favorece las decisiones del sector
privado para adaptar su dotación de personal a los vaivenes de la
demanda. Más si se ve acompañado por decisiones del órgano
administrativo encargado de atender dichos conflictos. En este
sentido, la expulsión de mano de obra en el sector privado se vio
acompañada con un tipo de intervención del exMinisterio de
Trabajo que ante los conflictos otorgó mayores libertades para
el cese de la relación laboral. Con indemnizaciones acordadas
y retiros voluntarios, las propuestas de dicho organismo se
centraron en dar fluidez a los conflictos, a pesar del avance
contra los puestos de trabajo (ODS-CTAA, 2016). Por cierto, el
hecho de degradar el Ministerio a Secretaría de Trabajo y Empleo
es otra acción que va en el mismo sentido.

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Un segundo ejemplo en el cambio de intervención ministerial


se relaciona con el Programa de Recuperación Productiva
(REPRO). Luego de la reactualización del programa, la decisión
gubernamental vinculada al otorgamiento del subsidio y a la
aceptación del pedido de procedimiento preventivo de crisis,
ya no requirió de la aprobación sindical (interviene y/o aprueba
la comisión interna).
El breve panorama de señales puede completarse con decretos
del Poder Ejecutivo como el veto de la ley “antidespidos”
o la modificación de la ley de las Aseguradoras de Riesgo de
Trabajo4, políticas con un definido signo antiobrero.
De esta manera, la señal parece ser simple: si el Estado,
mediante las decisiones de contratación o intervención
institucional, habilita los despidos, la crisis sería la justa razón
para el rediseño de las unidades de negocios, la reconversión
productiva (modificación de la relación capital-trabajo),
y el ajuste del costo salarial. Un dato adicional permite
dimensionar el planteo: si se observan los despidos por tamaño
de empresa durante el año 2016, las grandes empresas (mil
trabajadores o más), que en términos generales son quienes
tienen mayores posibilidades de afrontar los vaivenes en la
demanda y en los ingresos, fueron responsables del 43% de los
despidos del empleo formal, si bien explican solo el 17,3% del
empleo registrado total (CIFRA-CTA, 2017).
Finalmente, en lo que respecta al salario entendido como
costo laboral, la propuesta del gobierno no se redujo a
bajar los salarios reales, ni a medidas de política dentro del
marco normativo vigente, sino que al considerar todo esto
insuficiente, se propuso avanzar en la flexibilización de dichas
normas. En la siguiente sección discutimos muy brevemente
las principales iniciativas incluidas en el Proyecto de Reforma
Laboral presentado por el gobierno hacia fines del 2017.

4 / Se establece que los trabajadores estarán obligados a asistir a comisiones médicas, antes
de comenzar un juicio contra la patronal.

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1.3. La propuesta de desregulación del mercado de trabajo

La intención de modificar las relaciones laborales en Argentina


comenzó ni bien asumió el gobierno de Cambiemos y tuvo como
eje central la modificación de las bases institucionales y legales
que hasta ahora habían reflejado determinada correlación
de fuerzas entre las clases dominantes y la clase trabajadora
(Reartes y Pérez, 2018).
Luego de varios intentos parciales por flexibilizar la legislación
laboral en busca de bajar los costos que no tuvieron el éxito
esperado (como el proyecto de ley de primer empleo o el fracasado
convenio con McDonald’s5), en 2017 —tras el triunfo en las
elecciones, que avalaron el rumbo oficial— el presidente Macri
propuso tres reformas clave —previsional, laboral, y fiscal— con
el fin de combatir la pobreza, crear empleo y lograr equilibrio
fiscal. Un escenario regional auspicioso, tras la reforma laboral
brasileña a mediados de 2017, favorecía el avance.
Hacia fin de año se aprueban las reformas previsional (Ley
27.426)6 y tributaria (ley 27.430), en un contexto de fuerte
rechazo y movilización popular, pero con un alto costo político
para el gobierno, que lo obligó a retrasar el avance del resto de
las reformas. Tras la conflictividad de diciembre contra la reforma
previsional, el proyecto de reforma laboral tal cual había sido
elaborado se congeló y durante 2018 se buscó aprobar la reforma en
partes (y de forma moderada respecto a la original). La propuesta
se presentó bajo la forma de tres proyectos de ley, a la vez que
siguió avanzando la flexibilización mediante cambios en algunos
convenios colectivos y fallos judiciales en contra de los trabajadores.
Del proyecto original se destacan tres propuestas. Primero, el
intento por modificar el concepto de trabajo, poniendo en un

5 / McDonald’s proponía incorporar a cinco mil jóvenes, a los cuales les pagaría un salario
de 4500 pesos (por debajo del Salario Mínimo, Vital y Móvil) por un trabajo de 30 horas
semanales. El gobierno la relevaría de pagar cargas sociales, a la vez que le otorgaría $1000 de
subsidio por cada joven empleado. Este acuerdo fue anulado por la Justicia, que lo consideró
violatorio de la Constitución Nacional.
6 / Contempla un cambio en la fórmula de movilidad; en la periodicidad de las actualizaciones,
limita el 82% móvil a quienes tengan 30 años de aporte y habilita un aumento en la edad
jubilatoria, entre los cambios más importantes.

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“Como comer y descomer”

plano de igualdad a trabajadores y empleadores:“La cooperación


entre las partes para promover esa actividad productiva y
creadora (el trabajo) constituye un valor compartido, generador
de derechos y deberes recíprocos, y una regla esencial de
ejecución del contrato” (texto de artículo número 39, propuesta
para modificar el cuarto de la Ley 20.744). Desconoce así la
desigualdad de poder entre empleador y trabajador, una relación
de subordinación, justamente reconocida en la legislación
actual que protege la posición de los trabajadores. Segundo, se
pretende modificar el alcance de la irrenunciabilidad (hoy son
irrenunciables los derechos laborales establecidos por la Ley
de Contrato de Trabajo, los convenios colectivos, los estatutos
profesionales y/o los contratos individuales), buscando que
los trabajadores “voluntariamente” (en un contexto de alto
desempleo, bajo amenaza de despidos) renuncien a derechos
que hoy tienen por encima de los mínimos establecidos por
las regulaciones aplicables. Tercero, se prevé la creación de
un banco de horas, mediante el cual el empleador puede
obligar al trabajador a realizar horas extras cualquier día,
compensándolas con una disminución de la jornada en otros
días. Esto afecta la planificación de la vida del trabajador fuera
del ámbito de trabajo (al desconocer la duración de su jornada
laboral) sin una compensación monetaria por ello.
Tal como mencionamos, la propuesta se presenta en 2018
fragmentada bajo la forma de tres proyectos de ley. En el primero
de ellos, Regularización del empleo no registrado, lucha contra la evasión
en la seguridad social y registración laboral se propone: 1) eximir
del pago de multas a aquellos empresarios que blanqueen a
sus trabajadores y condonar las deudas de las contribuciones
patronales no realizadas; 2) reconocer hasta 60 meses de
antigüedad; 3) eliminar la responsabilidad penal y el Registro
de Empleadores con Sanciones Laborales (REPSAL); 4) reducir
la penalidad a los empleadores por el trabajo no registrado
(50% del SMVM vigente al momento de la imposición por cada
período no registrado) y cambiar el sujeto que percibe la multa
(del trabajador a la ANSES), desincentivando la denuncia; 5)
habilitar la creación de Fondo de Cese Laboral en los Convenios

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la economía política de cambiemos

Colectivos de Trabajo, con aportes del empleador para cubrir


el pago de indemnizaciones por preaviso y despido sin causa;
6) reducir la base de cálculo de las indemnizaciones por despido
arbitrario, excluyendo de la base del cálculo aguinaldo, premios/
bonificaciones y compensación/reconocimiento de gastos.
El segundo proyecto de ley crea el Sistema de Prácticas Formativas
en ambientes de trabajo y producción de bienes y servicios para
estudiantes/nóveles graduados mayores a 18 años (Art. 10) que
sustituiría la Ley 26.427 (2008). En principio, se destaca que
se encubre una relación laboral como una práctica formativa:
“Las prácticas tendrán un carácter “exclusivamente formativo
y no de carácter productivo, sin generarse por ello relación
laboral alguna con la Empresa o Institución donde se realicen”
(Título II). Además, no se reconoce un salario  sino una “suma
de dinero en carácter no remunerativo en calidad de asignación
estímulo”. También aumenta el límite máximo de la jornada que
deberán cumplir los pasantes (de 20 a 30 horas por semana, con
la posibilidad de pactar hasta 130 horas por mes). Finalmente,
reincorpora el período de prueba luego de la pasantía (la ley
actual dice que “si luego de la pasantía educativa se contrata a
la persona por tiempo indeterminado, no se puede hacer uso
del período de prueba”). A su vez, el Título III, llamado Fomento
del empleo juvenil y entrenamiento para el trabajo está dirigido a
menores de 24 años en proceso de inserción al mundo del
trabajo, desocupados, ocupados en la economía informal, con
empleo no registrado o que provengan de hogares en situación
de vulnerabilidad, para quienes propone “prácticas formativas
en ambientes reales de trabajo”, por las cuales “podrán percibir
una ayuda económica mensual cuyo importe será fijado por el
MTEySS” y los empleadores incorporados al sistema pueden
computar esta ayuda económica como parte del salario.
El tercer proyecto plantea la creación de la Agencia
Nacional de Evaluación de Tecnologías de la Salud (AGNET),
que funcionará como un organismo autárquico dentro del
Ministerio de Trabajo y actuará como un órgano de consulta
en procesos judiciales que traten temas sanitarios vinculados a
los reclamos de los trabajadores (cobertura de medicamentos,

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“Como comer y descomer”

cirugías o tratamientos). Principalmente busca regular cuáles


son los remedios y tratamientos que las obras sociales y
prepagas están obligadas a brindar en el marco del Programa
Médico Obligatorio. Se trata de un antiguo reclamo de las obras
sociales y prepagas para disminuir sus costos vinculados a los
fallos judiciales, mayoritariamente adversos a sus intereses.
En síntesis, bajo un diagnóstico genérico de que muchos
empleadores no contratan más trabajadores ni formalizan las
relaciones laborales por los altos costos involucrados, el gobierno
busca avanzar en la flexibilización de las relaciones laborales
(mediante las nuevas pasantías) y reducir los costos laborales
tanto directos —vía la baja salarial comentada previamente—
como indirectos. En este último caso, propone disminuir los
costos asociados al despido (a través del fondo de cese laboral
y reducción de la base de cálculo de indemnización), los
incentivos del trabajador a denunciar las irregularidades en la
registración (deja de percibir la multa el trabajador) y los costos
vinculados a temas de salud en prestaciones de obras sociales y
prepagas y también en juicios laborales. Por otro lado, se avanza
en la precarización del trabajo, particularmente de trabajadores
jóvenes, dado que la contratación de estudiantes y jóvenes se
haría encubriendo una relación laboral mediante actividades de
capacitación/formación. Los pasantes continúan de esta manera
sin poseer derechos laborales como la afiliación sindical, licencia
por maternidad, aguinaldo, aportes jubilatorios, entre otros.
Finalmente, a principios de abril de 2019 el gobierno presentó
en el Senado un proyecto de ley de Regularización del empleo no
registrado, un nuevo intento que recupera (con escasos cambios)
las propuestas que habían presentado sin éxito durante los dos
años anteriores.

2. De los indicadores del mercado de trabajo en 2013-2018

Pese a las condiciones desfavorables en términos


macroeconómicos, la orientación de la política pública

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la economía política de cambiemos

durante el kirchnerismo consiguió que los niveles de empleo


se mantengan elevados y el desempleo entre los más bajos de
la región hasta finales de su gobierno. Inversamente, con la
asunción de Cambiemos el magro nivel de actividad económica
rápidamente se expresó en un alza en la desocupación, que no
disminuyó a pesar de a la leve recuperación del PBI en 2017 y
se consolidó por encima del 9% durante todo el 2018. De esta
manera, el desempleo se elevó de un promedio de 7% en el
tramo final del gobierno de Cristina Fernández (2013-2015) a
8,7% durante la presidencia de Macri (2016-2018).
El incremento en el desempleo es resultado no solo de la
reducción de personal, sino también producto de numerosos
cierres de empresas. Los sectores más afectados fueron la
industria y la construcción (se suma aquí la importante caída
en la obra pública). Desde que asumió Cambiemos hasta 2018,
la reducción neta de empresas fue de 12 744, el 80% de las cuales
se cerraron durante 2018, casi el 2% de las empresas declaradas
ante el SIPA (CIFRA-CTA, 2019).

Gráfico 2.1. Tasas porcentuales de desocupación, subocupación e


informalidad (eje secundario), 2013-2018 (en %)

> Nota: El faltante de datos correspondiente al cuarto trimestre de 2015 y al primer


trimestre de 2016 responde a la suspensión de su publicación por parte del INDEC, en
el marco de la llamada “emergencia estadística”.
> Fuente: Elaboración propia con base en datos de INDEC.

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“Como comer y descomer”

Aun así, en un contexto de manifiestos vaivenes en la actividad


económica, las tasas de participación laboral (actividad) y de
empleo no han sufrido cambios bruscos. Particularmente,
llama la atención que en períodos recesivos y de elevados
cierres de empresas no haya disminuido considerablemente
la tasa de empleo. Las respuestas pueden buscarse mirando
algunas variables complementarias. En primer lugar, debe
incorporarse en el razonamiento el alza en las tasas de
subocupación horaria (alrededor de 30% más altas en 2018 que
en 2015), ya que puede esperarse el paso del trabajo formal
estable hacia empleos precarios, las llamadas changas, como
alternativa de subsistencia. En la mayor parte de los casos se
trata de situaciones más cercanas a la desocupación que a la
posesión de un puesto de trabajo. En segundo lugar, en un
análisis entre puntas —es decir, se analizan datos de febrero
de 2019 versus datos de diciembre de 2015 (MPyT, 2019) — y
siempre dentro del campo de empleos registrados, la destrucción
de puestos de trabajo del sector privado fue compensada con el
incremento del número de monotributistas y trabajadoras de
casas particulares y en menor cuantía, en el sector público.
Nuevamente, aparece el incremento de la precarización del
trabajo como denominador común.
En el mismo sentido, entre 2016 y 2018 casi la mitad de los
puestos de trabajo creados fueron no asalariados, y casi un
tercio asalariados informales7; es decir que alrededor del 80% de
los puestos de trabajo generados se trata de empleos precarios,
que aumentan la discrecionalidad de las empresas para despedir
en caso que disminuya la demanda y que posibilita reducir los
costos al no cumplir la totalidad de los derechos laborales.
En el caso de los no asalariados se destaca el impulso al
autoempleo por parte del gobierno, incentivando el dogma
del emprendedor exitoso: ni de una empresa ni del Estado,
la generación de empleo depende de la misma persona, de
la propia trabajadora o trabajador, convertido ahora en un
emprendedor que deberá ser activo, innovador y tomar riesgos
7 / No parece existir consenso en la conceptualización de la informalidad ni respecto de su
forma de medición. En el presente texto consideramos trabajadores informales a aquellos
trabajadores asalariados que no hacen contribuciones a la seguridad social.

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la economía política de cambiemos

en contextos de incertidumbre. Como aclaraba Esteban Bullrich


en campaña, “lo que nosotros buscamos es que la gente deje de
buscar empleo y lo genere” (Diario Uno, 20 de julio de 2017).
No obstante, más allá del relato del emprendedor exitoso se
constata que se trató principalmente de cuentapropistas, que
realizan tareas operativas, técnicas y no calificadas, con un
escaso uso de maquinaria.
En cuanto al segundo caso, vemos que los trabajadores
sin un contrato formal refuerzan su importancia durante
la presidencia de Cambiemos. Durante los últimos años del
período kirchnerista, conjuntamente con un crecimiento del
empleo más lento, el trabajo informal se estabilizó en torno a
un tercio de los trabajadores asalariados. Sin embargo, tanto
en la etapa anterior como en la presente, no debemos vincular
la informalidad únicamente con actividades de autoempleo,
de subsistencia -tal como fue concebido originalmente el
problema-, sino que en buena medida dicha problemática
se relaciona con una estrategia de las empresas –pequeñas
y grandes, formales e informales- que utilizan trabajadores
informales para disminuir sus costos laborales y adaptar
más fácilmente sus plantillas a los vaivenes de la actividad
económica8.
Un párrafo aparte merece el debate acerca de que las
estadísticas presentadas refieren a un promedio entre
varones y mujeres. Sin embargo, si discriminamos por
género encontraremos que más allá del período analizado, la
situación para las mujeres se agrava en numerosos sentidos.
En lo referido al desempleo, si realizamos la apertura por
género y tomamos como referencia el promedio de 8,7%,
veremos que impacta en un 7,3% en varones y un 10,5% en
mujeres. Asimismo, al analizar la distribución sectorial
del empleo según género, encontramos que el sector peor
pago de la economía, Personal doméstico, está cubierto en un
95% por mujeres y que casi una de cada cinco mujeres se

8 / Reconociendo este fenómeno, a partir de 2003 la Organización Internacional del Trabajo


extendió el concepto de informalidad a aquellos trabajadores que no están sujetos a la
legislación laboral nacional con independencia del sector productivo de pertenencia (formal o
informal) así como al tamaño de la empresa.

202
“Como comer y descomer”

desempeña en esta actividad. Mientras que si observamos la


Construcción, donde aparece la situación opuesta en términos
de la distribución por género, veremos que aun estando entre
los cinco sectores peor pagos, el salario mensual promedio
es prácticamente el doble que para el Personal doméstico, sin
que la disparidad horaria lo pueda explicar. A su vez, para el
total de la economía y con referencia en el tercer trimestre de
2017, las mujeres cobran un 25% menos que los hombres (Paz y
Carracedo Villegas, 2018).
Finalmente, nos parece relevante señalar que el agravamiento
de los problemas de trabajo en la etapa actual no puede reducirse
a la mirada de indicadores relevantes, pero insuficientes,
como las tasas de empleo y desempleo e informalidad, ya que
el proceso de desasalarización y degradación de la calidad del
trabajo se encuentra en un lugar principal.

3. Dinámica del conflicto o el lado B del ajuste

En el comienzo de su gestión, Alfonso Prat Gay afirmó que


los gremios debían ver si iban a “arriesgar salario a cambio de
empleos” (Cronista Comercial, 2016). El entonces ministro de
Hacienda y Finanzas Públicas hacía una referencia concreta a las
características del conflicto laboral y adelantaba que los reclamos
por salarios podían traducirse en un alza en el desempleo.
En otras palabras, recomendaba a los sindicatos moderar las
demandas para conservar los puestos de trabajo existentes.
Las dimensiones para analizar las respuestas de los
trabajadores y las trabajadoras organizadas a los cambios en el
mercado de trabajo pueden ser de variada índole. En este caso
optamos por discutir lo que viene sucediendo con el conflicto
laboral a partir de los datos que registra el ex Ministerio de
Trabajo de la Nación. Lo primero a mencionar es que hay
un desplome de los conflictos con paro (públicos y privados)
durante el gobierno de Cambiemos. De superar los 1230
conflictos en el año 2015, se pasó a valores cercanos a los 940,

203
la economía política de cambiemos

es decir, una caída del 24%. En dicho retroceso del conflicto, el


sector privado ha sido principal responsable: si bien siempre
destacó el protagonismo del sector público, a partir de 2017
crece la disparidad y pasa a detentar el doble (o más) que los
conflictos vinculados al sector privado (Gráfico 3.1).

Gráfico 3.1. Conflictos totales (privados y públicos) con paro y razón


público/privado, 2013-2018 (en %)

* Los datos respecto al año 2018 surgen de la información semestral anualizada.


> Fuente: Elaboración propia con base en datos de Producción y Trabajo.

Por otra parte, también es interesante señalar algunas


características del conflicto que se modifican marginalmente,
más allá del cambio de gobierno. Al analizar los conflictos totales
con paro según cuál es el reclamo principal, podemos observar en
la tabla 3.1 los correspondientes a reclamos salariales y no salariales.
En promedio, la participación de una y otra categoría se mantiene
prácticamente constante. Sin embargo, al interior de cada
categoría podemos destacar elementos que configuran el fenómeno
de la crisis actual. Dentro de reclamos salariales, las mejoras dejan
lugar al crecimiento de los reclamos por pagos adeudados. Mientras

204
“Como comer y descomer”

que entre los reclamos no salariales crecen los conflictos por


despido o renovación contractual a costa de los correspondientes a
regularización contractual y seguridad, principalmente.

Tabla 3.1. Promedios conflictos totales con paro según reclamo principal,
2013-2015 y 2016-2018 (en %)

Reclamo principal 2013-2015 2016-2018

Salariales 56% 55%


Mejoras 60% 57%
Pagos adeudados 40% 43%
No salariales 44% 45%
Despidos o renovación contractual 22% 35% (*)
Regularización contractual 15% 10% (*)
Seguridad 11% 6% (*)
Otras 52% 48% (*)
> Nota: El dato del año 2018 surge de información semestral anualizada.
(*) Promedio 2016-2017 por no contar con la apertura para 2018.
> Fuente: Elaboración propia en base a datos de Producción y Trabajo.

Es decir, el conflicto laboral muestra la dimensión de la crisis


que, aunque no comienza en la etapa actual, se agrava ante las
peores condiciones económicas y ante una avanzada de parte
de las patronales y de la conducción estatal. Desde luego, como
hemos mencionado, las dimensiones de sector privado y sector
público presentan dinámicas diferentes. En el primero, el
crecimiento de los conflictos por despidos es más agudo, a pesar
de la resonancia mediática que han podido tener los despidos
en el Estado. Lo mismo sucede con los conflictos vinculados con
pagos adeudados.
Sin embargo, existen algunos elementos adicionales a la
dimensión laboral-salarial que nos permiten tener una mirada
más acabada del momento en el que nos encontramos, en
relación con las resistencias de los sectores populares. En primer
lugar, a pesar de la caída de los conflictos laborales totales, el

205
la economía política de cambiemos

nivel sigue siendo elevado. De hecho, se vuelve a los registros


del año 2011, pese a encontrarnos en un contexto objetivamente
desfavorable para el impulso de reclamos laborales.
En segundo lugar, como mencionamos, si bien los cambios
del conflicto laboral hacen evidente la crisis —y la ofensiva del
capital y sus garantes—, la dinámica no muestra una ruptura
respecto al pasado reciente. Tendríamos que ir a ver los registros
promedio de los primeros años del kirchnerismo y extendernos
no más allá del año 2009 para ver esas diferencias.
En tercer lugar, los conflictos mencionados no logran captar
el importante fenómeno, relativamente nuevo entre las
resistencias de trabajadores y trabajadoras, de los conflictos
en torno a la economía popular (feriazo, verdurazo y otras
denominaciones similares). Tal como señala el Observatorio
del Derecho Social (ODS) de la CTA Autónoma en su informe
de marzo de 2019, los conflictos en el sector público y privado
dejaron paso a los protagonizados por los y las trabajadoras
informales, lo que hizo que en 2018 se pudiera alcanzar el
mismo número de conflictos que en 2017. Asimismo, el ODS
señala que dicha trayectoria comienza en 2015 y se viene
manteniendo en los últimos años (ODS, 2019). Este fenómeno
no solo puede entenderse por el incremento de la precarización
de la vida, sino que la lectura debe contemplar el surgimiento de
organizaciones como la Central de Trabajadores de la Economía
Popular (CTEP), que ha logrado representar y visibilizar los
reclamos de este nutrido grupo de trabajadores.
En cuarto lugar, y en igual sentido que el punto anterior, el
ascenso de los conflictos del movimiento de mujeres en torno
a la violencia de género y equidad, es un eje articulador de
las luchas del presente que no tiene expresión dentro de los
conflictos analizados (ver Capítulo 1, de Cantamutto y López).
Así como la primera de las convocatorias del Ni Una Menos
se dio en junio de 2015, se han multiplicado los reclamos por
el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo que ha
impulsado la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal,
Seguro y Gratuito, que llegó a tener expresión parlamentaria
a través de la media sanción conseguida en la Cámara de

206
“Como comer y descomer”

Diputados de la Nación durante 2018). A pesar de no contar con


un indicador que registre estas luchas, los avances en leyes y
políticas públicas dirigidas a la igualdad de género son datos de
la realidad que permiten graficar el fenómeno. El Plan Nacional
de Acción impulsado por el Instituto Nacional de las Mujeres,
la sanción de la ley de paridad a nivel nacional y la creación de
los registros públicos de femicidios son algunos ejemplos que
ilustran estos avances.
En quinto lugar, es necesario considerar que durante 2018 se
ha visibilizado un proceso tendiente a la centralización de las
luchas (ODS, 2019). Es decir, que trabajadores y trabadoras de
distintos sectores económicos fueron confluyendo en torno a
reivindicaciones transversales como la caída del salario real.
De hecho, las federaciones y uniones han ganado participación
en la firma de los acuerdos colectivos. Esto puede implicar un
cambio cuantitativo a la baja, pero puede más potente ser
cualitativamente9.
En sexto y último lugar, podría decirse que lo anterior hace
referencia a una lectura del conflicto “por abajo” a partir de una
caracterización de las resistencias basada en datos de carácter
cuantitativo. Por tanto, de manera complementaria debería
incorporarse las decisiones tomadas por la cúpula sindical,
en particular aquellas pertenecientes al triunvirato de la
Confederación General del Trabajo de la República Argentina
(CGT), conducción de la principal central obrera. Aquí
simplemente mencionaremos dos que nos parecen relevantes
y que requerirían de un estudio más amplio para tener una
valoración justa. Por un lado, en el lapso temporal estudiado
se hizo evidente la tensión base-cúpulas, con expresiones de
las primeras acerca de una actitud retardataria del conflicto
por parte de la cúpula sindical. Tal vez el hecho más recordado
del período tenga que ver con los incidentes producidos el día
7 de marzo de 2017 cuando, luego de una amplia movilización
convocada por la CGT entre otras centrales sindicales, el
triunvirato que integraba su conducción (Juan Carlos Schmid,

9 / Un análisis de las características particulares de la dinámica sindical en el conflicto y la


negociación salarial puede encontrarse en Barrera Insua (2017).

207
la economía política de cambiemos

Héctor Daer y Carlos Acuña) debió retirarse anticipadamente


frente a una multitud que reclamaba que fijara una fecha de paro
nacional. En este sentido, la investigadora Abal Medina señala
que el gobierno temía más a los movimientos sociales que a la
CGT (Genoud, 2018), en una clara referencia a las organizaciones
que lo enfrentaban más abiertamente. Por otro lado, estas
organizaciones que desde hace años parecieran representar
universos distantes —dicho de manera sencilla, trabajadores
formales e informales—, durante la etapa comenzaron a
mostrar señales concretas de unidad en la acción, como en las
movilizaciones del 7 de agosto detrás de la consigna “Paz, Pan y
Trabajo”10, que a pesar de haber sido originalmente convocada
por la CTEP ha ido incorporando gremios tanto de la CGT como
de la CTA, algo que parecía imposible poco tiempo atrás.

4. Reflexiones finales

El devenir del mercado de trabajo en los últimos años


del gobierno kirchnerista no venía siendo auspicioso. Sin
embargo, en un escenario macroeconómico complicado, la
dinámica laboral se ha vuelto aun más nociva para el conjunto
de trabajadores y trabajadoras: han aumentado el desempleo,
el subempleo, el empleo formal precario y el informal; y han
disminuido considerablemente los salarios reales, al compás
del sostenido incremento en los precios.
Justamente, los numerosos despidos en el sector público a
comienzos del gobierno de Cambiemos y luego las réplicas
en el sector privado, no pueden ser entendidas más que como
formas de disciplinamiento obrero. La suba en el desempleo es
funcional al nuevo esquema económico debido a la necesidad
de doblegar a la fuerza de trabajo y condicionar su poder
de negociación: favorece una baja salarial que mejora la
competitividad de ciertos sectores de la economía y aumenta

10 / La primera de dichas movilizaciones fue realizada en el año 2016 en conmemoración de la


que fue realizada en el año 1982 en contra de la Dictadura Cívico-Militar.

208
“Como comer y descomer”

los márgenes de rentabilidad de las empresas. A su vez, en


la perspectiva gubernamental, tiende a enfriar la economía
(disminuye el nivel de actividad económica) y genera menor
consumo, menor presión de demanda y menor presión sobre
los precios. Sin embargo, no es la única herramienta disuasoria
para las demandas salariales de los trabajadores. El incremento
de los empleos precarios, asalariados y no asalariados —rasgo
distintivo de la etapa, aunque ha sido menos destacado—,
también condiciona las posibilidades de acción y favorece la
desarticulación de las demandas.
Sin embargo, los cambios mencionados no fueron suficientes
para la mirada del gobierno en curso. En las propuestas de
Cambiemos para desregular el mercado de trabajo —tanto en el
plano legislativo como vía la judicialización sindical— podemos
observar también el intento de debilitar a la clase trabajadora,
una búsqueda por cambiar las relaciones de fuerza capital-
trabajo y cristalizar esta nueva relación en una legislación que
perdure en el tiempo.
Ahora bien, en buena medida los procesos de reformas no
pudieron avanzar por las resistencias populares, hoy más
diversas y no menos potentes: a los tradicionales conflictos
laborales se suman reivindicaciones de organizaciones de
mujeres y de la economía popular. Es ese sentido, no avanzaron
porque —aunque con valores inferiores a los de años atrás—
el conflicto laboral sigue siendo un dato que no se puede
soslayar. Las demandas salariales y no salariales impulsadas
por sindicatos no han caído de manera significativa, a pesar
de las peores condiciones para impulsar el conflicto. No
avanzaron, además, porque la difusión de los problemas de
trabajo precario y degradación de las condiciones de vida que
el propio gobierno impulsó, favorecieron el protagonismo de
organizaciones que toman la representación de los sectores
de trabajadores y trabajadoras de la economía popular. No
avanzaron, porque en momentos decisivos como en la discusión
por la reforma previsional, al tiempo de obtener el triunfo en
las elecciones de medio término, dilapidaron el aval social en la
más importante confrontación abierta que las organizaciones

209
la economía política de cambiemos

de los y las trabajadoras dieron en estos años. No avanzaron


definitivamente, porque las viejas y nuevas organizaciones de
representación de los sectores populares, aun con sus errores,
lograron enfrentar en peores condiciones la avanzada de los
sectores dominantes y su representación estatal. Ellos no
avanzaron definitivamente. Nosotros y nosotras deberemos
seguir confluyendo para conseguir terrenos más propicios en
los que poder prosperar.

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