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Echeverría Coaching Empresarial
Echeverría Coaching Empresarial
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éste deberá necesariamente traducirse en cambios en las acciones de los miembros de la
organización. El aprendizaje organizacional requiere traducirse en aprendizaje
individual. Si los individuos no modifican la manera como actúan, tampoco se modificará
el actuar de la organización.
La primera de estas aclaraciones nos lleva a reconocer que la acción de una organización
no es sólo el resultado de una suma de acciones individuales independientes. La acción
organizacional requiere orientar y coordinar la acción de sus miembros. Uno de sus
rasgos más importantes es el hecho de que los miembros de una organización requieren
subordinar su actuar al cumplimiento de los objetivos de la organización. No son los
miembros de la organización los que, independientemente, definen sus acciones. Es la
organización, de acuerdo a los procedimientos instituidos para estos efectos, la que define
las acciones que los individuos requieren realizar.
De allí que podamos sostener que una de las funciones más importantes de un directivo,
de un gerente, sea el convertir acciones individuales en acción organizacional, en
acción que responde a los objetivos declarados por la organización y no a los objetivos
que sus miembros puedan declarar de acuerdo a sus inquietudes individuales específicas.
Dentro de la organización, los individuos sirven las inquietudes de ésta y no las propias. O
dicho de otro modo y mejor, idealmente todo miembro de la organización debería poder
asumir las inquietudes de ésta en inquietudes propias.
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rasgos comunes de comportamiento en razón del efecto que en ellos ejerce una misma
estructura.
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estructural de los líderes y directivos de la organización y no quedarse en intentos
que se limitan al ámbito de sus comportamientos individuales aislados.
Pero existe un segundo aspecto que limita también el aprendizaje individual. La capacidad
de aprendizaje individual no es ilimitada. Ella encuentra un conjunto de obstáculos. A un
nivel superficial, ella está condicionada por condiciones motivacionales. Si el individuo
resiste el aprendizaje, éste se hace muy difícil. Sin embargo, la motivación al cambio no
es el único problema que interfiere con la capacidad de aprendizaje de los individuos.
Incluso cuando los individuos logran reconocer la insuficiencia de sus comportamientos,
cuando perciben la necesidad del aprendizaje y están dispuestos a él, éste suele no ser
posible. Ello, por cuanto el aprendizaje no es sólo cuestión de voluntad o de una
adecuada motivación. Nuestras posibilidades para aprender reconocen un “techo”, existen
al interior de un horizonte acotado. Este fenómeno lo llamamos el horizonte del
aprendizaje individual posible.
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Todo observador ilumina el mundo de una determinada manera pero, al hacerlo, hay
cosas que logra observar y otras que deja en la penumbra y que, por lo tanto, no puede
percibir. Todo observador tiene fortalezas, pero tiene también debilidades. Dado como es,
hay cosas que un observador puede hacer, para las que tiene poder, pero hay muchas
otras que escapan a sus posibilidades de acción y frente a las cuales se revela impotente.
Todo observador tiene limitaciones. No existe un observador sin límites.
Y así como el tipo de observador que es un individuo limita el rango de sus acciones, de
la misma manera limita también sus posibilidades de aprendizaje. A un primer nivel, estas
limitaciones pueden resultar de la incapacidad de los individuos de detectar las
insuficiencias de sus acciones o algunas de las consecuencias que se derivan de ellas.
Una acción que pareciera ser muy efectiva en el entorno inmediato puede tener
consecuencias que el individuo no logra percibir en áreas más distantes de la estructura,
fuera de su ámbito inmediato de observación.
Así, por ejemplo, una política de reducción de gastos impuesta por contabilidad puede ser
percibida como un incremento de la efectividad del departamento. Sin embargo, puede
simultáneamente estar produciendo serias consecuencias negativas en la capacidad de
ventas de la empresa. Y ello puede no ser percibido directamente por quienes tomaron la
decisión. De la misma manera, una acción que exhibe aparente efectos positivos en el
corto plazo, puede estar simultáneamente produciendo efectos negativos en el largo
plazo, sin que ello sea adecuadamente percibido por quienes la realizaron. Los efectos
negativos de largo plazo pueden incluso ocurrir luego que abandonaran la organización
quienes tomaron las decisiones iniciales, por lo que no están siquiera presentes para
evaluar el resultado de sus acciones. La teoría de sistemas se orienta precisamente a
mostrarnos este tipo de efectos que resultan del carácter parcial de las observaciones
individuales.
Así como la organización no actúa por si sola, tampoco observa por si sola el conjunto de
las consecuencias que resultan de las acciones tomadas en su nombre. Sólo puede
observar estas consecuencias a través de sus miembros. De allí la importancia de
transformar el tipo de observador que son los miembros de una organización en
observadores sistémicos, capaces de expandir su ámbito de observación inmediata de
manera de medir las consecuencias de sus acciones tanto a través de la estructura como
en el tiempo. Este es un aspecto adicional de aprendizaje organizacional.
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El coaching empresarial como herramienta de aprendizaje organizacional
Pero hay aspectos limitantes del aprendizaje todavía más profundos. Muchas veces los
individuos están incluso conscientes de que sus acciones son insuficientes o simplemente
ineficaces. El problema no reside en que no sean capaces de observar los efectos
negativos de sus comportamientos. Lo saben y sin embargo no sabe que hacer para
modificarlos. No saben qué podrían aprender y cómo hacerlo para cambiar lo que
reconocen que no funciona.
Veamos un ejemplo. La relación entre el jefe y uno de sus subordinados, o entre dos
miembros de un mismo equipo, es a todas luces deficiente. Ambos lo saben y lo sienten.
Ambos quisieran que las cosas fueran diferentes. No se trata de personas masoquistas.
Ambos han intentado algunos cambios con la expectativa de resolver este problema. Sin
embargo, nada pareciera funcionar y a veces la situación pareciera incluso empeorar.
Ambos parecieran exhibir la motivación adecuada para aprender aquello que los llevaría a
un tipo diferente de relación.
¿Significa lo anterior que la situación no tiene salida? ¿Significa que no hay solución al
problema? Esa es la respuesta que normalmente damos a estas situaciones. Ello implica
que terminamos optando por resignarnos a lo que consideramos que no puede ser
modificado o simplemente optamos por la ruptura de la relación con el otro, como una
manera de quitarnos el problema de encima. Estas situaciones las encontramos en todos
los ámbitos de la vida.
Sin embargo, los costos para organización que suelen tener las opciones de resignación o
ruptura son muy altos. Al mantener resignadamente una relación deficiente afectamos el
ambiente de trabajo y muy posiblemente la productividad del equipo. Al optar por la
ruptura posiblemente nos desprendemos de alguien que puede ser capaz de aportes
valiosos más allá del área de no entendimiento. Situaciones como la descrita afectan la
productividad y el clima emocional de la organización. Se trata, por lo tanto, de una
situación que, al menos en el papel, llama a la transformación y al aprendizaje y donde
pareciera que ello no es posible.
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para hacerse cargo de él. No se trata, sin embargo, de situaciones en las que no sabemos
cómo hacer algo porque no tenemos los conocimientos -- conocimientos socialmente
disponibles -- para poder actuar de manera efectiva. En este caso, podemos contratar a
quién sabe o por simplemente aprender lo que no sabemos. Este tipo de aprendizaje que
se sitúa dentro de lo que hemos llamado aprendizaje de primer orden. El aprendizaje de
primer orden se caracteriza por tratarse de un aprendizaje que se realiza a través de una
expansión de la capacidad directa de acción. Añade competencias nuevas a mi antiguo
repertorio de competencias, sin poner en cuestión el tipo de observador que soy
La práctica del coaching ontológico está dirigida a superar los límites del horizonte de
aprendizaje posible de un individuo. Tal como lo señaláramos arriba, las posibilidades de
aprendizaje autónomo que tiene todo individuo están acotadas. Por si mismo, todo
individuo sólo puede aprender hasta un cierto límite. Estos límites están determinados por
el tipo de observador que es todo individuo. Lo que el coaching ontológico busca realizar
es la expansión de ese límite a través de la identificación y disolución de las barreras que
afectan la forma como el individuo observa, restringiendo su actuar y limitando a la vez
sus posibilidades de aprendizaje. Su objetivo es la transformación del tipo de observador
que es una persona. Consideramos al coaching ontológico otra alternativa indispensable
de aprendizaje organizacional.
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Papel del coaching en la empresa
Dado los desafíos que imponen a las organizaciones sus entornos en cambio permanente
y acelerado cabe anticipar que junto con la creación de gerencias de transformación y
aprendizaje veremos también emerge la figura del coach empresarial como una función
dentro de las organizaciones para identificar y disolver las barreras que tanto en la acción
como en los procesos de aprendizaje enfrentan sus miembros. Éste será un especialista,
con un determinado conjunto de competencias, al que la organización podrá recurrir cada
vez que sienta que las acciones de sus miembros se entraban y que éstos muestran no
ser capaces de resolver tales dificultades por sí mismos.
Hoy en día, sin embargo, se escucha con creciente frecuencia la idea de que las
competencias de coaching no pueden limitarse a la emergencia de una nueva función,
sino que ellas requieren ser igualmente incorporadas como parte integrante de las
competencias directivas. Son muchos los autores que insisten en esta idea.
Michael Hammer1, por ejemplo, hablándonos del nuevo tipo de directivo que hoy es
requerido nos dice que este directivo “se convierte en un coach". Alguien cuyo rol es
aconsejar, apoyar, facilitar. Que prepara a los miembros del equipo para que puedan
hacer su trabajo. Pero no basándose en la premisa de que los directivos están mejor
cualificados para hacerlo, porque, francamente, si estuviesen más capacitados para
hacerlo es seguro que estarían haciéndolo ellos mismos. Sino porque su capacidad está
en potenciar y enriquecer el trabajo del equipo.”
Más adelante Hammer añade, “en la organización del futuro tendremos tres tipos de
personas. Tendremos la inmensa mayoría que son quienes agregan valor, la gente que
hace el trabajo real, sea éste rutinario o altamente creativo. Tendremos un grupo pequeño
de coaches para darles apoyo y servirles de facilitadores. Y tendremos un puñado de
líderes, que son quienes dirigen la organización” y que, como vimos, deberán incorporar
en su labor muchas de las competencias del coach. Tres tipos de miembros dentro de la
organización: quienes hacen el trabajo real, los coaches y los directivos/coaches.
La función del nuevo directivo no será la de ordenar, supervisar, controlar y predecir. Ello
caracterizaba la función tradicional del directivo. Sin embargo, esto ha dejado de ser un
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Michael Hammer, “Más allá del fin de la gestión empresarial”, en Rowan Gibson, Preparando el Futuro, Ediciones
Gestión 2000, S.A., Barcelona, 1997.
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comportamiento efectivo en un entorno dinámico como el actual. En el esquema
tradicional, le correspondía al directivo determinar lo que sus subordinados debían hacer y
asegurar que lo hicieran de la manera más efectiva. A éstos sólo les correspondía seguir
las instrucciones impartidas desde arriba. El directivo era quién sabía, los subordinados
ejecutaban lo que éste les indicaba. En el nuevo esquema, es tarea del directivo expandir
constantemente el potencial de desempeño de quienes trabajan bajo su responsabilidad.
No basta con que éstos hagan lo que el directivo esté en condiciones de instruirles. Es
responsabilidad del directivo que quienes trabajan para él hagan todo cuanto les sea
posible en la consecución de los objetivos planteados y que incursionen en áreas donde
el directivo deja de ser competente y, por lo tanto, en las que no puede darles
instrucciones.
Ello modifica por completo el rol del directivo. Cuando se dirige a través de órdenes e
instrucciones se busca asegurar desempeños mínimos de parte de los subordinados. La
orden define lo que no puede dejar de hacerse, lo que el subordinado está obligado a
hacer. En este sentido, la orden o instrucción fija la cota inferior de un desempeño. Pero
con órdenes no se inducen los más altos desempeños posibles, ni se busca la expansión
de esos umbrales de posibilidades.