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TÍTULOS VALORES

El título valor es un documento escrito que enuncia una determinada obligación y por ese
motivo es un derecho subjetivo. Contiene una promesa unilateral de pago.
Está sujeto a requisitos formales, cuya omisión, en caso de ser esencial, produce en el
documento la pérdida de su calidad de título valor. Ello, sin embargo, no afecta los efectos
del acto jurídico (contrato, acuerdo, etc.) que le hubiera dado origen.
Los títulos valores, por su naturaleza, tienden a circular, es decir, a ser transferidos de un
titular a otro, el cual podrá ejercer todos los derechos contenidos en el título en su propia
persona. Es posible, sin embargo, restringir su circulación mediante cláusulas contenidas en
este.

Los títulos valores se rigen por cuatro principios básicos: incorporación, literalidad,
autonomía y legalidad

Principio de incorporación y necesidad


El principio de la necesidad está consagrado en el artículo 619, cuando dice que los títulos
valores son documentos necesarios para legitimar el ejercicio del derecho, y la amplía el
artículo 624 al expresar que el ejercicio del derecho consignado en el título requiere la
exhibición de éste y su devolución, si es pagado. Exhibir el documento para poder reclamar
el derecho es necesario, porque el legislador fundió éste en aquél, de suerte que, durante la
existencia del título, documento y derecho –esto es, continente y contenido– son una sola
cosa. De ahí que para poder reclamar el derecho se debe entregar el documento. Para
mayor claridad, recuérdese que el título valor incorpora un derecho que proviene de un
negocio llamado fundamental o causal o extracambiario.
Suponga, por ejemplo, un contrato de compraventa, en el cual se debe el precio y se ha dado
un plazo para pagarlo. Las partes de ese contrato acuerdan, mediante la llamada convención
ejecutiva, incorporar esa obligación de pagar el precio en el futuro, en un pagaré o en una
factura. A continuación, el deudor, en un documento que contenga las formalidades exigidas
para el respectivo título, hace una declaración unilateral no recepticia, mediante la cual se
obliga a pagar el precio de la compraventa. En ese momento, la obligación que se
sustentaba en el contrato transmigra al título y, a partir de ahí, el precio sólo se puede hacer
efectivo al exhibir el título. Se entiende, en otras palabras, que el precio de la compraventa
fue pagado, aunque en realidad, mediante la objetivación en el título, fue cambiado su
régimen de obligación personal al de los bienes. De ahí que el legislador exija que para
reclamar el derecho se exhiba y entregue el bien.
Por el principio de incorporación se entiende que el derecho y el documento constituyen
una misma unidad, este derecho se encuentra adherido de forma indisoluble al título que lo
contiene.
El documento, bien material (título), y el derecho, bien inmaterial (valor), se incorporan en un
solo instrumento. El derecho, que es una cosa incorporal, se materializa al adherirse al título
confundiéndose el derecho con el propio título, con el cual circula.
Así, la forma de probar el derecho contenido en un título valor es con el título original, a
diferencia de lo que ocurre en el Derecho Civil, donde es posible probar un derecho a
través de diferentes medios que contribuyan a generar certeza sobre su existencia.
La incorporación es un principio esencial que permite al título valor ejercer su carácter
circulatorio. De esta manera, la sola transferencia de este significa una transmisión de
derechos a favor de su tenedor legítimo. Este tipo de transferencia contribuye a una
agilización de las relaciones comerciales, permitiendo el tráfico de derechos mediante las
reglas de la enajenación de bienes, muebles, evitando así tener que seguir los mecanismos
destinados a la cesión de derechos.
El tenedor o adquiriente de buena fe tiene la propiedad del título y, por lo tanto, es titular de
los derechos contenidos en él. Por ende, se encuentra legitimado para ejercer la acción
cambiaria correspondiente contra el obligado que figurará en el documento.
Los derechos que se incorporan a un título son de naturaleza patrimonial y suelen ser
derechos de crédito, que obligan al deudor al pago de una prestación dineraria. Sin embargo,
es posible que contengan derechos de naturaleza diferente, como en el caso de las
acciones, o referido a bienes individualizados, como ocurre con conocimientos de embarque.
Como consecuencia del principio de incorporación, es requisito indispensable para el
ejercicio del derecho contenido en el título, la presentación o exhibición del título valor por
parte de su tenedor legítimo.
Ejemplo:
Atilio es carpintero y, a pesar de que siempre tiene bastante trabajo, muchas veces sus
clientes se retrasan en el pago, por lo cual recibió de muy buena gana un cheque por
$1’000.000 que le emitió Marco para la fabricación de una puerta. Atilio, a fin de comprar
materiales, va inmediatamente al banco a cobrar el cheque, pero al llegar a la ventanilla se
da cuenta de que ya no está el documento en su bolsillo, que lo ha extraviado. Explica al
personal del banco su problema y si hay alguna otra forma de cobrarlo, la respuesta que le
dan es que sin la presentación física del cheque es imposible realizarle el pago, pues el
documento y el derecho de crédito están ambos integrados en el título valor.

Principio de Literalidad
Los derechos deben constar por escrito en el título valor o en hoja adherida a él. Así,
quien suscribe un título valor se obliga por la prestación contenida en él conforme con su
tenor literal.
De esta manera, se obliga no solo a ejecutar una prestación sino también a realizarla de
cierta forma, en cierto plazo, etc., de acuerdo con la naturaleza del propio título y con las
obligaciones que adicionalmente pudieran haber sido pactadas y expresadas por escrito en
dicho documento.
En oposición a ello, el deudor de un título valor se encontrará obligado única y
exclusivamente a lo que estuviera señalado expresamente en él. No podrá imputársele
obligaciones adicionales que no figuraran en el documento.
Esto da certeza tanto al tenedor del título como a aquel que se encuentra obligado
a cumplir con la prestación contenida en él.
El primero sabrá exactamente en qué consiste su acreencia y cuáles son sus límites,
mientras el segundo, aun cuando el título pudiera haber cambiado de poseedor, se
encontrará únicamente obligado a efectuar la prestación por la que se comprometió en
el título valor.
La literalidad, sin embargo, es un principio que se presenta con diferentes grados de
intensidad, según los títulos valores de los que se trate. Cuando son perfectos o completos,
la literalidad se presenta con mayor fuerza, como en el caso de las letras de cambio o los
cheques. Cuando, por el contrario, nos encontramos ante títulos valores imperfectos o
incompletos, como las acciones, sus alcances están determinados por elementos que no
están expresados necesariamente en el título, en este caso podemos referirnos a una
literalidad atenuada.
Respecto de su contenido, la Ley General de Sociedades señala que, cuando se trata de una
prestación dineraria, el título debe expresar el monto y la moneda en que deberá efectuarse.
En caso hubiera discrepancia entre la suma expresada en letras o en números o mediante
codificación, prevalecerá la suma menor. En caso de diferencia en la referencia de la unidad
monetaria, se entenderá que su importe corresponde a la moneda nacional, si uno de estos
estuviere expresado en dicha moneda. En caso contrario, si ninguna de las distintas
monedas expresadas en el título fuera nacional, el documento no surtirá efectos cambiarios.
Los importes que no consignen la unidad monetaria, se entenderán que corresponden a la
moneda nacional. En todos estos casos, el interesado igualmente podrá hacer valer sus
mayores derechos frente al obligado, por la vía causal.
Cuando se haga uso de una hoja adherida al título valor, el primero que utilice la hoja
adherida deberá firmar en modo tal que comprenda dicha hoja y el documento al que se
adhiere. En caso contrario, no procederá el ejercicio de las acciones derivadas del título valor
por quienes hayan intervenido según la hoja adherida, quedando a salvo sus derechos
causales

Los derechos y obligaciones que se establezcan conforme a la ley de la materia con relación
a los valores con representación por anotación en cuenta, bajo responsabilidad del emisor,
deberán ser inscritos en los respectivos registros, surtiendo pleno efecto desde su
inscripción, ejemplo las acciones que deben quedar registradas en el Registro Nacional de
Emisiones y Valores, con la respectiva anotación en lo libros de accionistas de la sociedad
anónima.
Como consecuencia del principio de literalidad, las medidas cautelares, la prenda, el
fideicomiso y cualquier afectación sobre los derechos o los bienes representados por el título
valor, deben anotarse obligatoriamente en el mismo título, de lo contrario no surtirán efectos.
En otros títulos, de acuerdo con su naturaleza, las anotaciones deberán realizarse en la
matrícula o registro del respectivo valor.
Ejemplo:
Tiberio ha vendido su automóvil a Lucio. El precio fijado es de US$ 5,000.00, por el cual
Lucio ha emitido una letra de cambio a su propio cargo, que deberá pagar a su tenedor el 30
de mayo de 2012. Al llegar la fecha de pago, Tiberio pone a cobro la letra frente a Lucio
señalándole que debe pagarle los US$ 5,000.00 expresados en ella más los intereses
calculados desde la fecha de la celebración del contrato de compraventa. En la medida que
la letra solo obliga a Lucio a pagar la cifra consignada en ella, el deudor quedará liberado de
su obligación realizando el pago de ese monto, sin que pueda exigírsele el pago de sumas
accesorias como los intereses.

Principio de Autonomía
Por este principio, cada uno de los sucesivos titulares del título valor se vincula de forma
independiente con el obligado. El tenedor legítimo, por lo tanto, ejercita un derecho propio y
autónomo contra el obligado que no puede ser restringido o afectado por las relaciones que
los anteriores poseedores hubieran tenido con el deudor.
El tenedor del título valor tiene la calidad de acreedor originario del obligado y no de mero
sucesor de quien lo precedió en la titularidad del documento. Cada nueva adquisición da
origen a una nueva relación independiente de todas las anteriores.
De esta manera, cada tenedor tiene una relación independiente, saneada de cualquier vicio
que pudiera afectar a la de los tenedores anteriores. En ese sentido, tendrá derecho a ejercer
la acción cambiaria sin que el obligado pueda oponer defensas a propósito de su relación
con anteriores tenedores.
La autonomía permite que el derecho adquirido sea en muchas ocasiones de superior
categoría, como cuando el derecho consignado en un título valor o en el título mismo estaba
viciado por una causa de nulidad en el momento de transferirse el título el derecho, el
adquirente de este lo obtiene totalmente saneado, rompiéndose con el principio del Derecho
Civil en el sentido de que nadie puede transmitir más derechos de los que tiene; en materia
de títulos valores sí se puede.

Ejemplo:
María compró un ecógrafo a Tomás, emitiendo una letra de cambio que sería pagada por ella
misma el 30 de agosto de 2012. Tomás, que tiene una deuda desde hace varios años con
Francisco por la cesión en uso de su marca, le endosa la letra.
Sin embargo, a mediados de julio, el ecógrafo que compró María se descompone, por lo que
exige de Tomás la respectiva reparación o el cambio del equipo. Tomás se excusa
señalando que no cuenta con el servicio técnico adecuado ni con el stock para reemplazar el
equipo dañado. Al llegar la fecha de vencimiento del título valor, Francisco presenta la letra a
cobro ante María, quien se niega a cumplir con su obligación señalando que no va a pagar
por un equipo malogrado.
Según el principio de autonomía, Francisco se encuentra en el derecho de exigir a María el
pago del íntegro de la letra en la fecha de su vencimiento, sin importar la relación que tuviera
con el tenedor anterior.

Principio de Legitimación
Existen dos tipos de legitimación: legitimación activa y legitimación pasiva.
La legitimación activa supone el derecho del tenedor, por su sola condición, de exigir
el cumplimento al obligado. Así mismo, importa el derecho a transferir válidamente el
documento.
No es necesario demostrar un derecho de crédito que subyaga al título, solo tener
la posesión conforme con la ley de circulación del título, dependiendo de si se trata de
un título a la orden, al portador o nominativo.
En los títulos valores al portador, la posesión es el requisito que legitima al tenedor
para exigir el cumplimiento de la prestación contenida en el documento. En los títulos
nominativos y a la orden, aun cuando por sí sola no es suficiente, la posesión sigue siendo
un requisito indispensable para ejercitar el derecho en ellos incorporados.
En los títulos valores al portador, entonces, se presume que el poseedor es el titular y tiene
derecho al cobro, con lo cual podrá exigir el cumplimiento de la prestación a cargo del
deudor.
Por la legitimación pasiva, el obligado se libera de su deber al cumplir la prestación
frente al tenedor del documento.
El deudor de buena fe que cumple con la prestación contenida en el título queda libera
do, aunque el tenedor que se lo presentase a cobro no resultase ser el titular del derecho.
En ese sentido, el deudor no está obligado a cumplir con la prestación si no es mediante la
exhibición del título. Por otro lado, ante la presentación de este por su tenedor, se encontrará
liberado del cumplimiento. Así, para evitar que se le obligue a pagar dos veces, el deudor,
una vez cumplida su obligación, se encuentra facultado a reclamar el título.
Ejemplo:
Pablo ha solicitado un préstamo a Marco por el cual ha firmado una letra de cambio a
la vista y al portador. Marco está muy acostumbrado a garantizar sus acreencias mediante
letras, por lo cual lleva muchas archivadas en un cajón. Sin embargo, un día advierte que la
letra firmada por Pablo no está guardada con las demás. En ese momento, se apresura a
comunicarse con Pablo para señalarle que la letra ha desaparecido, pero este le responde
que no, que de hecho acaba de pagarla a una persona que se presentó con la letra a cobro
como su legítimo tenedor. De esta manera, Pablo ha quedado liberado de la obligación.

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