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Presentación
Introducción
Para reflexionar:
1. A lo largo del día, ¿cuántas veces pienso en Dios?
2. ¿Le pido a Dios que aumente mi fe en su presencia?
Para reflexionar:
1. ¿Sobre qué me preocupo normalmente?
2. ¿Soy capaz de echar de mi mente un pensamiento que
me preocupa?
Para reflexionar:
1. ¿Amo verdaderamente a la Virgen María? ¿Cómo le
manifiesto mi amor?
2. ¿Estoy tratando de imitar sus virtudes?
Oración: Señor, que escogiste a la Virgen María para
ser la madre de tu hijo, ayúdanos a imitar las virtudes
que se destacaron en su vida y a recordar que ella
siempre nos acompaña con su amor maternal en cada
momento de nuestra vida. Gracias, Señor Dios y
perdóname, Señor Dios.
5
Despreocuparnos por lo que dicen los
demás de nosotros
Pienso que has oído hablar sobre san Juan María
Vianney, el santo cura de Ars. Este santo recibía muchas
cartas de toda Francia. Una vez confesó a un amigo:
“Hoy recibí dos cartas. La primera me elogiaba por ser
santo y la segunda me acusaba de ser un mentiroso y un
charlatán”.
Su amigo le preguntó con curiosidad: “¿Y cómo
reaccionaste?”.
Con inmensa tranquilidad y sabiduría, el santo cura
contestó: “Con mucha calma. Es que la primera no
agregó nada y la segunda no me quitó nada. ¿Por qué
debería preocuparme?”.
Lamentablemente, tenemos que admitir que nosotros
no somos así. Muchas veces nos entristecemos mucho
cuando los demás hablan mal de nosotros; nos
preocupamos por lo que nos dicen en nuestra cara y nos
enfurecemos por lo que dicen a nuestras espaldas.
¡Dejamos que un comentario negativo nos siga
atormentando durante días, y a veces, durante semanas
o meses!
A veces, por culpa de un comentario negativo,
dejamos de hacer alguna buena obra que estábamos
realizando. Cuando un cura le dijo a un catequista que
dedicara más tiempo a preparar su encuentro de
catequesis, este se molestó y renunció; cuando un
alumno le dijo “cura” a un compañero porque
participaba en la parroquia, este dejó de asistir a la
misa; cuando un anciano le comentó a una señora, que
le llevaba el almuerzo, que “siempre era lo mismo”,
esta dejó de llevárselo.
San Jorge Preca solía predicar a menudo sobre el
“respeto humano”. ¿Qué es eso? ¡Fácilmente se puede
malinterpretar! El respeto humano significa dar
importancia a lo que dicen los demás y dejar que sus
comentarios influyan en nuestras decisiones. El respeto
humano nos impulsa a tratar de agradar siempre a los
demás, para que hablen bien de nosotros, y evitar lo que
pueda suscitar críticas y comentarios negativos. El
padre Jorge nos decía que para vivir como verdaderos
católicos, nuestro criterio no debe ser “¿Qué dirán o
pensarán de mí?”, sino “¿Qué es lo que agrada a Dios?
¿Qué es correcto?”.
Es inevitable que a veces hablen bien de nosotros, y
otras veces, mal. ¡Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, que
solo se dedicó a hacer el bien, logró agradar a todos!
¡Lo tildaron de todo: loco, estafador, mentiroso,
blasfemo y mucho más!
Entonces, nunca dejemos que un comentario negativo,
quizás injusto y malintencionado, nos haga perder la
paz de nuestro corazón y nos desanime a hacer el bien
que estamos realizando. ¡Seamos sabios como el santo
cura de Ars!
Para reflexionar:
1. ¿Me doy cuenta de que al enojarme cuando alguien
me critica, me estoy dejando llevar por la soberbia?
2. ¿Cómo debo reaccionar cuando alguien habla mal de
mí?
Para reflexionar:
1. ¿Qué alegra más mi corazón?
2. ¿Hay algo que empecé a apreciar solamente cuando
lo perdí?
Oración: Señor, Tú llenaste el mundo y mi vida con
muchas maravillas. Te pido que abras mis ojos para
percatarme de ellas y poder disfrutarlas, porque así te
doy gloria a ti, Creador de todo el universo. Gracias,
Señor Dios, y perdóname, Señor Dios.
8
Amigos de Jesús
En una de sus homilías, el Papa Francisco mencionó a
un hombre que trabajaba en el obispado de Buenos
Aires. Era padre de ocho hijos y trabajó allí durante 30
años. Este hombre, cuenta el Papa, antes de hacer
cualquier trabajo, tenía la costumbre de decir “Jesús”.
“¿Por qué siempre dices Jesús?”, le preguntó en una
oportunidad el Pontífice, que en esa época era el
Cardenal Jorge Bergoglio.
El hombre le contestó: “Jesús es mi mejor amigo.
Cuando digo Jesús, me siento fuerte, siento que puedo
trabajar, y yo sé que Él está conmigo y que me
protege”.
El Papa comentó: “Ese hombre nunca estudió
Teología, pero me enseñó algo muy importante: en este
mundo que nos ofrece muchos salvadores, es solamente
Jesús quien salva”.
“Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro”. Los
amigos dan sabor a nuestra vida; nos acompañan en
momentos de alegría y de tristeza; nos ayudan a crecer
como personas; son un reflejo del cariño del Señor, de
su amor y de su presencia amable. Para los católicos, así
como descubrió ese señor humilde que menciona el
Papa Francisco, es imprescindible que nuestro mejor
amigo sea Jesús.
Ser amigos de Jesús no es difícil porque es Él mismo
quien nos ofrece su amistad. En una oportunidad dijo a
los apóstoles: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que
yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos,
porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me
ha dicho” (Jn 15, 14-15). Lo único que debemos hacer
es decirle: “Gracias, Señor, por el regalo de tu amistad.
Es un honor ser amigo tuyo porque sé que contigo todo
es distinto. Sé que Tú eres el amigo que nunca falla”.
El Papa Francisco nos dice: “La amistad de Jesús es
inquebrantable. Él nunca se va, aunque a veces parece
que hace silencio. Cuando lo necesitamos se deja
encontrar por nosotros y está a nuestro lado por donde
vayamos. Porque Él jamás rompe una alianza”.
Así como la amistad humana crece con la
conversación, también podemos profundizar nuestra
amistad con Jesús por medio de la oración. El Papa
Francisco nos dice: “Con Jesús también conversamos.
La oración es un desafío y una aventura. ¡Y qué
aventura! Permite que lo conozcamos cada vez mejor,
entremos en su espesura y crezcamos en una unión
siempre más fuerte. La oración nos permite contarle
todo lo que nos pasa y quedarnos confiados en sus
brazos” (Christus vivit, 155).
Entre amigos se comparten las cosas más preciosas
que uno tiene. Tener una verdadera amistad con nuestro
Señor Jesús, además de permitirnos compartir con Él lo
más valioso que tenemos, le da la oportunidad de
compartir con nosotros lo más precioso que tiene. ¿Qué
es lo más precioso que tiene Jesús? La misericordia de
un Padre Celestial, el tierno cariño de una Madre
encantadora, un amor profundo hacia la humanidad y
una paz interior que solo Él puede regalar.
Tener un amigo es tener un tesoro. En el caso de
Jesús, es aún más que eso; tener a Jesús como amigo, es
tenerlo todo.
Para reflexionar:
1. ¿Soy un verdadero amigo de Jesús? ¿Cómo lo
demuestro?
2. ¿Cómo puedo profundizar esta amistad con Él?
Para reflexionar:
1. ¿Tengo la costumbre de leer un relato del evangelio
cada día?
2. ¿Me doy cuenta de que desconocer los evangelios, es
desconocer a Jesús?
Para reflexionar:
1. ¿Tengo la costumbre de orar todos los días?
2. ¿Estoy progresando en mi vida de oración, o siempre
repito lo mismo?
Para reflexionar:
1. ¿Me acerco regularmente al Sacramento de la
Confesión?
2. ¿Qué experimentó en mi corazón después de
confesarme?
Para reflexionar:
1. ¿Tengo el vicio de juzgar a los demás?
2. ¿Qué hago cuando me doy cuenta de que estoy
juzgando a una persona?
Para reflexionar:
1. ¿A quién pudiste bendecir hoy y, por una u otra
razón, no lo hiciste?
2. ¿Qué experimentas en tu corazón al bendecir a
alguien?
Para reflexionar:
1. ¿Creo verdaderamente en el poder de la oración?
2. ¿Por quién puedo interceder hoy?
Para reflexionar:
1. ¿Me acepto cómo soy o busco siempre mi lado
negativo?
2. ¿Estoy agradecido con Dios por todo lo que soy?
Para reflexionar
1. ¿Qué significa para mí la fiesta de la Navidad?
¿Cómo la celebro?
2. ¿Qué puedo aprender del nacimiento del niño Jesús?
Para reflexionar:
1. ¿Cuáles son mis necesidades en este momento de mi
vida?
2. ¿Confío en que Dios las pueda satisfacer?
Oración: Señor, así como una oveja está perdida si no
tiene un pastor bueno que la apaciente, yo también
estoy perdido sin ti. Ayúdame a seguir confiando en tu
bondad y misericordia. Gracias, Señor Dios, y
perdóname, Señor Dios.
20
Contemplar la belleza de la creación
Una pareja alemana celebró su cincuenta aniversario
de matrimonio. Cuando al esposo le preguntaron cuál
era su secreto para superar los momentos difíciles, él
contestó: “Como todas las parejas, hemos tenido
momentos difíciles. Pero yo he tenido un gran aliado: el
bosque. Cada vez que discutía con mi esposa, muchas
veces porque estaba estresado o cansado, daba una larga
caminata por el bosque que tenemos cerca de nuestra
casa. Al regresar, siempre me sentía un hombre
completamente distinto; el motivo de la discusión me
parecía una tontería y estaba determinado a empezar de
nuevo. El bosque sanaba mi alma”.
La experiencia de este esposo no es única. Todos
sabemos que la naturaleza es un hermoso regalo que
Dios nos ha otorgado para enriquecer la vida y
alimentar el alma. Hace falta contemplarla no solamente
con los ojos físicos, sino también con los ojos de
nuestro corazón y de nuestra alma.
La creación es una delicia para los cinco sentidos.
Podemos ver la hermosura de una puesta de sol; la
bóveda celestial llena de las estrellas por la noche; la
variedad de árboles, flores, animales y aves. Podemos
oler el perfume de los lirios, de la tierra después de la
lluvia, del mar salado cuando vamos a la playa y el
aroma del café. Podemos tocar la textura del tronco de
un árbol, la delicadeza del pétalo de una flor y la tierra
húmeda llena de vida. Podemos escuchar el canto de las
aves y el susurro de las hojas de los árboles moviéndose
en la brisa. Podemos saborear la dulzura del mango y de
la miel, la acidez del limón y de la naranja, y la
amargura del café y del chocolate negro.
En la creación todo es hermoso; incluso las cosas que
nuestra cultura desprecia, tienen su hermosura: las
arrugas marcadas en el rostro de una mujer anciana, el
vuelo de una lechuza en la noche, el diseño de una
telaraña, el canto de las ranas después de la lluvia y las
pequeñas flores silvestres.
Dejemos que la creación nos tome de la mano, como
una madre a un hijo pequeño, y nos enseñe que la
paciencia es indispensable en la vida porque todo tiene
su tiempo; que en la vida, todo está conectado y tiene su
importancia, incluso las criaturas más pequeñas; y que
la vida es asombrosa y siempre triunfa sobre la muerte.
Sobre todo, dejemos que la creación nos hable del
Creador. San Jorge Preca solía decir que de las cosas
concretas, podemos visualizar el abstracto. Así pasa con
la naturaleza. ¡El Creador dejó sus huellas por todas
partes! La inmensidad del universo nos habla de la
grandeza de Dios; la hermosura de las flores nos habla
de su belleza; la fuerza de los truenos y de los ciclones
nos hablan de su poder; la lealtad de un perrito nos
habla de su fidelidad; el amor de una madre nos habla
de su ternura; la variedad de especies nos habla de su
creatividad.
La naturaleza es un regalo que debemos valorar,
cuidar, disfrutar y contemplar.
Para reflexionar:
1. ¿Tengo todavía la capacidad de asombrarme ante la
creación?
2. ¿Cómo puedo dejar que la naturaleza alimente mi
alma?
Para reflexionar:
1. ¿Estoy verdaderamente convencido de que Dios me
ama?
2. ¿Me percato de las pruebas de su amor hacia mí en la
vida cotidiana?
Para reflexionar:
1. ¿Cómo realizo los quehaceres cotidianos? ¿Con amor
o por obligación?
2. ¿Me doy cuenta de que cuando realizo alguna acción
con amor, ya no me cuesta mucho sacrificio?
Para reflexionar:
1. ¿Cuáles de estas promesas me inspiran más?
2. ¿Cómo me pueden ayudar a cambiar mi actitud hacia
la vida?
Para reflexionar:
1. ¿Soy una persona agradecida con los demás?
2. ¿Agradezco a Dios por las bendiciones que me
otorga?
Para reflexionar:
1. ¿Qué he experimentado en mi corazón cada vez que
no he obrado según lo que me dijo mi conciencia?
2. ¿Qué me está diciendo mi conciencia en este
momento de mi vida?
Para reflexionar:
1. ¿Trato de mirar las circunstancias de mi vida desde la
perspectiva de Dios?
2. ¿Me doy cuenta de que todo sucede por algo y que es
Dios quien gobierna todo?
Para reflexionar:
1. ¿Tengo la costumbre de orar cinco misterios del
Santo Rosario cada día?
2. Si no la tengo, ¿qué me está impidiendo hacerlo?
Para reflexionar:
1. ¿Cuándo fue la última vez que serví a alguien?
2. ¿Por qué a veces me cuesta aprovechar una
oportunidad para servir?
Para reflexionar:
1. ¿Habita la esperanza en mi corazón?
2. ¿Qué diferencia hace la virtud de la esperanza en mi
vida?
Para reflexionar:
1. ¿A qué preguntas no he logrado encontrar una
respuesta?
2. ¿Cómo me he sentido cada vez que una pregunta
quedó sin respuesta?
Para reflexionar:
1. ¿De qué me quejo más?
2. ¿Qué siento en mi corazón cuando me encuentro con
una persona que se queja todo el tiempo?
Para reflexionar:
1. ¿Me doy cuenta del poder de las palabras?
2. ¿En alguna oportunidad, he dicho palabras de las
cuales me he arrepentido?
Para reflexionar:
1. ¿Tengo la costumbre de compararme con los demás?
2. ¿Me doy cuenta de las consecuencias que emanan de
ella?
Para reflexionar:
1. ¿Cómo me imagino el paraíso?
2. ¿Ha habido algún acontecimiento en mi vida en el
cual he encontrado mucho consuelo al saber que
existe el paraíso?
Para reflexionar:
1. ¿A qué me estoy aferrando en este momento de mi
vida?
2. ¿Qué consecuencias tiene sobre mí?
Para reflexionar:
1. ¿Busco momentos de silencio en mi vida cotidiana?
2. Cuando estoy en silencio, ¿me siento a mi gusto o
incómodo?
Para reflexionar:
1. ¿Tienes la costumbre de contemplar a Jesús
crucificado?
2. ¿Qué inspira Jesús crucificado en tu mente y en tu
corazón?
Para reflexionar:
1. ¿Qué implicaciones tiene la resurrección de Jesús en
mi vida?
2. ¿Por qué será que nosotros los católicos meditamos
más en Jesús crucificado que en Jesús resucitado?
Para reflexionar:
1. ¿Qué me cuesta más perdonar?
2. ¿Hubo alguna circunstancia en mi vida en que logré
perdonar de corazón? ¿Cómo me sentí?
Para reflexionar:
1. ¿Sé distinguir entre la humildad y la baja autoestima?
2. ¿Cómo puedo acrecentar en mí esta hermosa virtud?
Para reflexionar:
1. ¿De qué me asombro en el camino de la vida?
2. ¿Estoy perdiendo o recuperando la capacidad de
asombrarme?
Para reflexionar:
1. ¿Qué significa para mí “morirme a mí mismo”?
2. ¿Cómo puedo ver esta actitud reflejada en la vida de
Jesús y de los santos?
Para reflexionar:
1. ¿Cuál es la cruz más grande que me toca cargar en
este momento de mi vida?
2. ¿Qué actitud tengo hacia mi cruz?