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BACANTES

- Euripides -
Argumento de "Las bacantes", libro de Euripides.
Dionisio, hijo de Zeus y Sémele se presenta en la ciudad de Tebas. 

Ha trocado su figura de dios por la humana, y manifiesta haber dejado los campos ricos en oro de los lidios y
de los frigios y de  haber recorrido las mesetas ardientes de los persas y muchas tierras más, tan sólo para llegar a
aquella ciudad gobernada por Penteo, el hijo de Agave y nieto de Cadmo.

La razón de su llegada está motiva por la disposición de Penteo de prohibir la difusión del culto báquico
(Dioniso También fu llamado Baco entre los griegos, y con este nombre lo conocieron los romanos. 

Era considerado dios del vino. Sus orgiásticos ritos se basaban en la aspiración al éxtasis y a lograr ser
poseídos por el dios en un delirio místico, lo que se intentaba en ceremonias nocturnas en las que los
participantes realizaban danzas violentas acompañadas de flautas, locas carreras a través de los montes y
persecuciones de animales salvajes que, una vez atrapados, eran descuartizados y comidos crudos. 

Ya en Tebas, Dionisio ha enloquecido a todas aquellas mujeres que de una u otra forma han pretendido
dañarlo. 

Sus tías, Ino, Autonóe y Agave, hermanas de su madre, son las primeras que han recibido castigo, obligándolas a
llevar el atavío de sus orgías y a danzar en el monte con la razón perturbada. 

Dionisio arenga a las mujeres que forman su comitiva para que tomen los tímpanos y los hagan resonar
alrededor del palacio de Penteo.

Para que toda la ciudad de Tebas se entere de su llegada; mientras tanto él se dirigirá al monte de Citerón, donde
se encuentran las bacantes con las cuales danzará. 

Tiresias, uno de los más celebres adivinos de toda Grecia, llega en busca de Cadmo, el mayor de los hijos de
Agenor. 

Ya anciano, Cadmo dejó a su nieto Penteo el trono de Tebas, ciudad que él fundara. 

Tiresias, que es ciego, ha hecho un pacto con el viejo Cadmo: empuñar los tirsos, vestir pieles de cervato y
coronar sus cabezas con ramos de hiedra, para ir a rendir culto al dios Dionisio. 

Cadmo no puede ocultar su alegría por el hecho de ir a tributar honores al poderoso dios, hijo de su hija Sémele.

Tiresias es partidario de las tradiciones paternas que poseen desde tiempos inmemoriales, las cuales según él
no pueden ser destruidas por ningún razonamiento, ni aun cuando se haya alcanzado la sabiduría por obra de
mentes excelsas. 

Este comentario del adivino invidente es una clara alusión a los que critican el culto a Dionisio. 
Cuando se disponen a partir, llega precipitadamente el rey Penteo.

Al encontrarse con su abuelo y con el adivino, Penteo se avergüenza de aquellos que según él hacen el ridículo
con aquellas vestimentas.  Acusa    a Tiresias de haber seducido a su abuelo y le dice que sólo le perdona la vida
por ser un hombre viejo. 

El anciano adivino no se intimida y pide a Penteo que permita las fiestas baquianas. Cadmo también pide a su
nieto que recapacite y que deje a un lado su soberbia, pues, no hará más que destruirlo; le recuerda el caso de su
primo Acteón, al cual las perras que él había  criado, lo destrozaron porque se había jactado de ser mejor en la
caza que Artemis en las montañas. 

Colérico, Penteo ordena destruyan la casa de Tiresias y ordena la captura de Dioniso.  No tardan en aparecer
los hombres de Penteo para llevarle al prisionero, quien no opuso resistencia.  Le informan además que las
bacantes que se hallaban encarceladas han escapado, sin que nadie se explique cómo lograron evadirse de los
grilletes que las sujetaban. 

Después de interrogarlo, Penteo ordena que Dioniso sea encerrado junto a los pesebres de los caballos no sin
antes decirle que a sus seguidoras las pondrá a trabajar en sus telares. 

Dioniso logra salir de la prisión donde se encuentra; Penteo, en su ira, no reparó en la habilidad de su prisionero
quien suplantó las patas de un toro por sus manos, a la hora de ser aherrojado.

Después de provocar un violento sismo que deja en escombros el palacio del rey, Dioniso se presenta ante
éste quien aun no sale de su asombro por lo sucedido. Un mensajero comunica al rey que hallándose en las
faldas del Citerón, apacentando sus rebaños, ha visto tres comitivas de coro de mujeres, las cuales eran dirigidas
por Autónoe, Agave y el tercer coro por Ino. 

El mensajero describe con lujo de detalles las danzas, los cánticos y muchas otras cosas portentosas y dignas
de admiración. 

Cuenta asimismo que un grupo de boyeros y pastores, buscando congraciarse con su rey, trataron de capturar a 
Agave para sacarla de los ritos báquicos, pero la intervención de un grupo de bacantes los puso en fuga,
salvándose milagrosamente gracias a que las bacanes se detuvieron ante unas vacas que se hallaban por ahí, a las
cuales destrozaron a mordiscos. 

En un diálogo de gran habilidad sicológica, Penteo es engañado por Dioniso para que, vestido de mujer, vaya
al monte Citerón a espiar a las bacantes, entre las que se encuentran su madre y sus tías.  

A pesar de la vergüenza que siente, Penteo tiene que acceder a los requerimientos de Dioniso para que se vista de
mujer, pues, de lo contrario su identidad masculina sería descubierta por las bacantes quienes le darían una
horrorosa muerte. 

Todo esto no es más que una trampa del rey del vino para deshacerse de su enemigo. Un mensajero que llega
del monte, nos cuenta la muerte del rey a manos de las bacantes enloquecidas por el estro del dios del vino. 

La cruenta descripción del mensajero concluye anunciando que Agave ha dejado el Citerón para dirigirse a
Tebas.  Agave ingresa en la ciudad victoriosa y orgullosa portando un tirso en cuya punta lleva la cabeza de
Penteo, la que ella personalmente se ha encargado de separar del tronco. 

Agave se encuentra obnubilada, pensando que lo que muestra tan orgullosamente es la cabeza de un cachorro
de León.  Sólo la presencia de Cadmo, quien aparece llorando sobre los restos despedazados de su nieto, logran
sacarla de su confusión y estado. 

Agave prorrumpe entonces en llantos y lamentos, pero ya la tragedia ha sido consumada, y en la última
escena asistimos a la glorificación de Dioniso y a la salida para el destierro de Cadmo y Agave. 

El viejo rey parte muy abatido no sólo por haber perdido a su nieto quien era su protector, sino porque Dioniso
envuelto en su sed de venganza contra los cadmeos ha determinado que el antiguo rey se transforme en dragón y,
que su esposa Harmonía sufra una transformación en serpiente. 

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