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La autorrealización de la persona desde la perspectiva antropológico personalista

y la tecnología.
La sociedad actual, está definida por su dependencia a la tecnología, y esta
incrementa cada día, ya que cada vez en más necesario tener acceso a ella para poder
realizar compras, viajar, estudiar e incluso relacionarse con los demás. Ante lo negativo,
hay que rescatar que la tecnología se puede usar como un favor positivo para la persona
si se sabe usar de la manera adecuada para trabajar la comunicación.
El mundo está encaminándose a una era digital cada vez más presente en
nuestras vidas. Ante esta realidad, se busca sacar aprovechamiento de la necesidad de
las TIC’s en estos tiempos, por tanto, se convierten en un instrumento para lograr la
difusión de información importante y distribuir contenido.
La evolución de las tecnologías de la información y la comunicación, a pesar de
tener un inicio poco aceptable, actualmente se encuentra como una gran necesidad del
ser humano. En los últimos años ha habido una incorporación de nuevos elementos
tecnológicos, a su vez, ha incrementado su utilidad volviéndose algo indispensable para
la comunicación
Y de acuerdo a las afirmaciones de los filósofos personalistas, la comunicación
es una experiencia fundamental de la persona, entonces ante la tecnología como medio
de interacción, esta puede apoyar en lograr el objetivo de la realización personal
mediante una adecuada comunicación, se lleva bajo criterios y estrategias que apoyen al
adecuado uso de las tics.
Así mencionaba Juan Pablo II en el 2003 en la jornada mundial de relaciones
sociales, con respecto a los medios y la revelación de la verdad como parte de la
comunicación humana que la lleva a su libertad:
Los Medios y la verdad. La exigencia moral fundamental de toda comunicación
es el respeto y el servicio a la verdad. La libertad de buscar y decir la verdad es un
elemento esencial de la comunicación humana, no sólo en relación con los hechos y la
información, sino también y especialmente sobre la naturaleza y destino de la persona
humana, respecto a la sociedad y el bien común, respecto a nuestra relación con Dios.
Los medios masivos tienen una irrenunciable responsabilidad en este sentido, pues
constituyen la escena donde hoy en día se intercambian las ideas y donde los pueblos
pueden crecer en el conocimiento mutuo y la solidaridad.
Sin embargo, no se puede dejar de lado la observable de la sociedad actual, la
cual esta sumergida en una época de vanidad, donde la superficialidad es tomada como
real, y la tecnología fomenta más esa posición, llevando a que la persona no se
encuentre así misma.
Haciendo referencia al filosofo personalista Mounier, quien recalcaba la
importancia del encuentro de la persona en sí misma a través de la comunicación verás,
en la interacción honesta, grata y fiel que se mantiene con otra persona, sin embargo, el
desenlace actual no trae esa comunicación que ayuda al crecimiento personal, la cual se
rige detrás de un ordenado donde cada uno finge ser y no es realmente.
En este punto, podemos tomar de referencia al papa Benedicto XVI en el 2009,
quien nos menciona en la jornada mundial de relaciones, sobre lo importante de la
interacción honesta con los demás, mostrándose de manera auténtica y como eso nos
acerca a nuestra armonía personal y sobre todo con Dios:
El deseo de estar en contacto y el instinto de comunicación, que parecen darse
por descontados en la cultura contemporánea, son en el fondo manifestaciones
modernas de la tendencia fundamental y constante del ser humano a ir más allá de sí
mismo para entrar en relación con los demás. En realidad, cuando nos abrimos a los
demás, realizamos una de nuestras más profundas aspiraciones y nos hacemos más
plenamente humanos. En efecto, amar es aquello para lo que hemos sido concebidos por
el Creador. Naturalmente, no hablo de relaciones pasajeras y superficiales; hablo del
verdadero amor, que es el centro de la enseñanza moral de Jesús: "Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas",
y "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (cf. Mc 12, 30-31). Con esta luz, al reflexionar
sobre el significado de las nuevas tecnologías, es importante considerar no sólo su
indudable capacidad de favorecer el contacto entre las personas, sino también la calidad
de los contenidos que se deben poner en circulación. Deseo animar a todas las personas
de buena voluntad, y que trabajan en el mundo emergente de la comunicación digital,
para que se comprometan a promover una cultura de respeto, diálogo y amistad.

Por lo tanto, quienes se ocupan del sector de la producción y difusión de


contenidos de los nuevos medios, han de comprometerse a respetar la dignidad y el
valor de la persona humana. Si las nuevas tecnologías deben servir para el bien de los
individuos y de la sociedad, quienes las usan deben evitar compartir palabras e
imágenes degradantes para el ser humano, y excluir por tanto lo que alimenta el odio y
la intolerancia, envilece la belleza y la intimidad de la sexualidad humana, o lo que
explota a los débiles e indefensos.

Así fue como Benedicto, hacia un llamado a los creadores tecnológicos al


respeto a la dignidad de la persona, mediante el diálogo en esta nueva era de la
tecnología, sin embargo, no es lo que se da, así tenemos el caso de Harris Tristan, quien
salió de Google, por la falta de ética a la privacidad de la persona, ya que es utilizada
como material de manipulación a las persona, llevándolas a perder su autenticidad, el
respeto hacia si mismos y por ende, también hacia sus semejantes, reduciéndonos a solo
material de consumo.

Justin Rosestein, ex ingeniero de Facebook, argumentaba que el hecho de tener


servidores de acceso gratis, no es un beneficio para la persona, ya que eso significa que
las tics están utilizando a la persona en un bien material, llevándonos a perder nuestra
esencia como mero fin en sí mismo como decía Karol Wojtyla, la persona no es un
objeto, no es un medio, el fin ultimo del ser humano se allá en sí mismo y por eso
somos merecedores de respeto a nuestra dignidad humana, hecho que la tecnología no
considera en su avance.

Claro es, no se puede negar las aportaciones que brinda actualmente a un mayor
enlace entre pobladores, a una expansión de las relaciones sociales, en facilitar la vida
cotidiana, sin embargo, no hay un reconocimiento al respeto de la dignidad humana, y si
este no es impuesto por la tecnología, está en la misma persona ubicar estos límites, así
nos menciona el papa Francisco en la jornada mundial de relaciones sociales del 2019:

Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos
más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se
prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de
obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus
derechos. Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos
se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético.

La metáfora de la red, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra


figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una
comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue
objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red solidaria precisa de
la escucha recíproca y del diálogo basado en el uso responsable del lenguaje.

Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es


automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de
las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se
quedan solamente en agregaciones de individuos que se agrupan en torno a intereses o
temas caracterizados por vínculos débiles. Además, la identidad en las redes sociales se
basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al
grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a
la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y
otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen,
también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por
fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se
convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo.

La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero
puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los
jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen
completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes
que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse
completamente de la sociedad. Esta dramática dinámica pone de manifiesto un grave
desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.

Esta realidad multiforme e insidiosa plantea diversas cuestiones de carácter


ético, social, jurídico, político y económico; e interpela también a la Iglesia. Mientras
los gobiernos buscan vías de reglamentación legal para salvar la visión original de una
red libre, abierta y segura, todos tenemos la posibilidad y la responsabilidad de
favorecer su uso positivo.

Podemos pasar así del diagnóstico al tratamiento: abriendo el camino al diálogo,


al encuentro, a la sonrisa, a la caricia... Esta es la red que queremos. Una red hecha no
para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La
Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se
funda sobre los “like” sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se
adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.
Rescatando lo mencionado por Francisco, el ser humano no esta hecho para vivir
en soledad, sí en solitariedad, ya que necesitamos momentos para encontrarnos a
nosotros mismos, analizarnos, pero siempre en comunidad conjunta la cual nos ayuda a
reflejarnos y llevarnos al crecimiento mutuo. Sin embargo, mediante las redes sociales
es muy fácil caer en falsas amistades, en comunidades que fomentan solo la agresión y
el aislamiento, cayendo en un individualismo sin límites, llevando a generar personas
envueltas en hipocresía y narcisismo.
Hace mención a una realidad multiforme, que manipula la visión de cada uno
para no percatarse de esta pérdida de valor hacia la persona, llevando a caer en el
individualismo, el cual solo fomenta el egoísmo, la mediocridad y la soberbia,
características destructivas para la persona y su entorno. Y bien es mencionado en la
jornada, está en la responsabilidad de la persona consigo mismo, el no caer en ello, en
crear enlaces de unión, de valores, respeto tanto para sí mismo como la familia, la cual,
es su comunidad actual.
Las relaciones con otros, en este caso con la principal comunidad de cada
persona, que es su familia, es ahí donde implica conservar la que caracteriza a cada uno
como seres humanos, como la empatía, la resiliencia, la afectividad, lo cual ningún
ordenador, celular, etc., te va a transmitir.
Es momento en el cual las personas asumamos nuestra propia responsabilidad
con nosotros mismos, de dejar de culpar a otros por nuestros errores, buscar soluciones
a lo que parece imposible de solucionar, de convencernos que el camino fácil jamás te
lleva a un buen final.
De esta manera, empezar actuar con el respeto hacia la persona, porque se
merece contribuir para si mismo y su realización, y manejar las situaciones externas
como lo que son, un medio, y quitarles la batuta a las tics de tratar a la persona como
objeto, porque la posición es al revés. Es momento de demostrar, quien manda
realmente, porque lo merecemos, porque sabemos lo que valemos.

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