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Introducción

La empresa es un concepto que cualquier ciudadano de un país con economía de mercado, hoy en día, comprende,
en un sentido muy amplio, tanto su significado como su función dentro del sistema económico. Pero es posible
que si se le exigen ciertas precisiones surjan algunos problemas de definición, cierta confusión con otros conceptos
o instituciones económicas. Así, si dar una definición rigurosa y completa de cualquier concepto resulta muy
difícil, más aún cuando el objeto a definir es una realidad tan compleja como lo es la empresa, donde se combinan
problemas de diversa índole (económicos, tecnológicos, sociales, psicológicos, humanos...), y que, además,
constituye una realidad dinámica, viva, sometida a permanentes cambios, que se rige por leyes generales, en
ocasiones, o muy concretas y específicas, en otras.
La diversidad de aspectos (técnico-productivos, socio-jurídicos, económico-financieros) que definen la realidad
empresarial hacen que ésta sea estudiada por diferentes disciplinas sociales (derecho, economía, sociología,
psicología...) y técnicas. Esta concepción se ha materializado en un enfoque interdisciplinar del estudio de la
empresa, propio de la denominada Teoría General de Sistemas, que abordaremos en el último epígrafe de este
tema.
Concepto de empresa
Es evidente que en nuestra disciplina nos interesa estudiar la perspectiva económica de la empresa. Si
la Economía es la ciencia que estudia la asignación eficiente de los recursos escasos, es obvio que en el concepto
de empresa primero subyace claramente este problema, considerándose como un agente que organiza
con eficiencia los factores económicos para producir bienes y servicios para el mercado con el ánimo de
alcanzar ciertos objetivos. (Entendemos por eficiencia, la capacidad o cualidad de un agente económico para
lograr el cumplimiento de un objetivo, minimizando en lo posible el empleo de recursos).
En una segunda observación dentro de este campo, nos interesa el aspecto interno o administrativo,
como conjunto de elementos humanos, técnicos, financieros y de marketing, ordenados según determinada
jerarquía o estructura organizativa y que dirige una función directiva o empresario.
Como señalábamos en la introducción, la empresa puede ser estudiada por medio de varias dimensiones. Cada
una de estas dimensiones puede utilizarse, como de hecho así ha sido, para ofrecer un concepto determinado de
empresa, aunque muestre sólo uno de los aspectos que caracterizan a la misma.
La dimensión funcional representa la justificación del papel que la empresa juega en la economía de mercado.
La dimensión técnico-económica se concentra en el proceso de transformación productiva, explicada por unas
funciones de producción y de coste. La dimensión económico-financiera acerca la empresa a una concepción
característica del capitalismo financiero, es decir como unidad creadora de valor (de riqueza) y, en consecuencia,
de movimientos de capital (de dinero) a través del mercado en general y, en particular, de los propios mercados
financieros. La dimensión jurídico-mercantil parte de la consideración de la empresa dotada con personalidad
jurídica para contratar como sociedad mercantil con otros agentes y propietarios de factores económicos.
La dimensión social, está asociada a las relaciones existentes entre un grupo de seres humanos.
A cada una de estas dimensiones conceptuales, se les puede hacer corresponder las siguientes características
definitorias de la empresa como unidad económica:
La empresa es una organización: dotada de una estructura interna según determinada relación de autoridad o con
una «jerarquía», es decir, con una función directiva o empresarial, por la que pretende la consecución de unos
objetivos, normalmente, la obtención del excedente o beneficio empresarial.
La empresa es una unidad de producción: combinando un conjunto de factores económicos, según una acción
planeada y que a través de un proceso de transformación obtiene unos productos o servicios. La empresa es una
unidad financiera: dotada de un capital, según determinada estructura de propiedad, de forma que desarrollará un
conjunto de transacciones financieras que le llevarán a un crecimiento sostenido y equilibrado. La empresa es una
unidad de decisión o de dirección: con capacidad de formulación de sus objetivos, y de gestión de los mismos a
través del desarrollo de unas funciones características (directivas) marcando las pautas a seguir por la organización.
La empresa es un sistema social: conjunto de personas que mantienen unas relaciones formales e informales, una
comunicación, con sus correspondientes motivaciones y comportamientos individuales y de grupo, configurando
determinada cultura y relaciones de poder.
A la vista de tales características, se podría proponer el siguiente concepto de empresa (siguiendo al Prof. Bueno
Campos):
La Empresa es la unidad económica que combina los diferentes factores productivos, ordenados según
determinada estructura organizativa, localizados en una o más unidades técnicas y físico-espaciales y dirigidos
sobre la base de cierta relación de propiedad y control, con el ánimo de alcanzar unos objetivos, entre los que
destaca el beneficio empresarial.
Para finalizar este primer epígrafe, vamos a distinguir la empresa de otros conceptos afines que con frecuencia, se
confunde, como sociedad mercantil, explotación y planta o establecimiento industrial.
Los elementos de la empresa
Sí la empresa ha sido inicialmente definida como un conjunto de elementos interrelacionados que persiguen un
plan común o unos mismos objetivos, es preciso detenerse unos instantes en la composición de la misma para
poder percibir mejor la realidad socioeconómica de la organización.
Como se ha demostrado en el epígrafe precedente, la empresa integra en una determinada estructura dirigida por
una autoridad, los factores productivos disponibles según unos contratos, pagando unas rentas o precios por su
utilización.
Según cuál sea el papel que desempeñan los factores económicos o productivos en el proceso de transformación
de valor que la empresa desarrolla para cumplir su función y lograr los objetivos propuestos, se pueden clasificar
en dos grandes grupos los factores pasivos, o bienes económicos, y los factores activos o las personas.
Los factores pasivos representan los recursos económicos clásicos (tierra y capital), sujetos a la característica de
la escasez o de su disposición limitada. En la actualidad estos factores, dadas las condiciones de los procesos
productivos, se pueden clasificar en estas categorías:
· Capital financiero o recursos financieros líquidos
· Capital técnico:
· Tangible:
· Inversiones técnicas o bienes de equipo e informáticos
· Materiales y mercancías (productos elaborados, componentes o kits)
· Intangible:
· Tecnología y software informático.
De la anterior clasificación se desprende que los bienes económicos pueden ser clasificados tanto por su naturaleza
tangible o intangible, como por su temporalidad: duraderos o inversiones, y no duraderos o corrientes; los primeros
vinculados al ciclo de capital de la empresa y los segundos a su ciclo de explotación, el cual deberá apoyarse en la
estructura económica que las citadas inversiones representan.
Volviendo sobre la tangibilidad de los bienes, hay que mencionar que, en los momentos actuales, los intangibles,
caso de los desarrollos tecnológicos o el derecho a usar la tecnología y el correspondiente software informático,
soporte de la mayoría de los procesos de transformación física y de los procesos administrativos, están
representando un valor muy relevante sobre el total de la inversión en capital de la empresa. En suma, ello sólo
viene a afirmar la importancia de la tecnología en la competencia actual de la empresa.
En cuanto a los factores activos, en principio menos limitados ya que pueden ser desarrollados con una adecuada
dirección de recursos humanos o de personas representan el concepto clásico de la fuerza de trabajo del moderno
de capital humano o de grupo humano.
Dentro del capital humano se pueden diferenciar grupos de personas en relación a sus intereses, papel y relaciones
con la empresa. Tal es el caso, como queda reflejado en la figura 1.1, de los propietarios del capital de la empresa,
(ya sea con ánimo de control o simples inversores financieros), los empleados o trabajadores y los directivos o
administradores.
Es evidente que hay que añadir un tercer tipo de factor para completar la concepción moderna de la empresa, como
es el empresario, o también conocido en economía por la organización. Concepto que se puede vincular al grupo
de los propietarios o de los directivos, según cual sea el grado de separación entre la propiedad y la administración,
tal y como se abordará en temas posteriores. En definitiva, la organización surge como un conjunto de relaciones
de autoridad, de jerarquía, de coordinación y de comunicación entre los factores activos y en conexión con los
factores pasivos. Estructura que define el empresario y que le permite integrar a todos los factores y dirigir la
producción.
En muchas ocasiones, dada la estrechez o cercanía de las relaciones con proveedores o suministradores y
con clientes, y especialmente por el poder de negociación que los mismos tengan, parecería lógico considerarlos
como otros grupos dentro de los factores activos. En principio esta decisión no es aceptada, por entender que
pertenecen al entorno de la empresa, pero sí hay que tenerlos muy en cuenta en la forma de administrar si se quiere
responder a planteamientos de eficiencia frente al mercado.
Evolución histórica del concepto de empresa
De una forma resumida se aborda en este epígrafe cuál ha sido la evolución de la empresa como órgano del sistema
de economía capitalista o de mercado. No se va a entrar en muchos detalles, pues corresponden más a una
disciplina como la historia económica.
Como es sabido, el sistema económico capitalista pasa por cuatro modelos de organización económica conocidos
como: feudalismo, capitalismo mercantil o mercantilismo, capitalismo industrial y capitalismo financiero. En
cada uno de ellos la empresa ha tenido sus orígenes y su correspondiente evolución como órgano básico del citado
sistema, pasando de un modelo y configuración simple a la actual situación de complejidad que expresa el modelo
de «empresa como organización».
En la tabla se recogen las etapas del modelo de empresa, con sus especificaciones principales respecto a su
estructura básica y sobre su definición sintética o explicativa de cada etapa, correspondiente, a su vez, con la del
modelo de organización económica en que la empresa actúa. ( Figura 1.2.)
Feudalismo. Como se comprueba en la indicada tabla, la primera etapa de la empresa se caracteriza por el énfasis
en la dimensión técnica y como unidad simple, es decir, muy orientada a una transformación primaria y artesanal
de los factores productivos y dotada de una organización sencilla, réplica en cierta medida de la estructura familiar
de su propietario: el artesano o empresario individual e industrial de la época.
Mercantilismo o capitalismo mercantil. También en la segunda etapa, la del modelo comercial, la empresa sigue
conceptuándose como unidad simple, en cuanto a su estructura productiva, aunque como consecuencia del
incremento del comercio internacional y colonial y del desarrollo político-económico de las ciudades y de los
Estados surgen nuevas formas societarias de los negocios (de las sociedades personalistas-colectivas y en
comandita a las sociedades anónimas) y nuevos planteamientos organizativos para lograr los objetivos
comerciales. Es por todo ello por lo que se comienza a definir a la empresa como unidad comercial o técnico-
económica, momentos en los que se forjan el «espíritu capitalista» y el «espíritu burgués» en la sociedad, de los
que dimanará el «espíritu de empresa», base del desarrollo de la empresa capitalista, caracterizada jurídicamente
por la «sociedad por acciones» o «sociedad anónima».
Capitalismo industrial. El gran desarrollo de la empresa se produce con el modelo de capitalismo industrial, el
cual surge históricamente con la Primera Revolución Industrial en la Inglaterra del XVIII. La aparición de la
primera máquina de lanzadera para tejer y la sucesión de nuevas máquinas para llevar a cabo tareas industriales,
culminando con la máquina de vapor, transformó el panorama económico del siglo XIX, dando origen al
surgimiento de la industria pesada, ferrocarril y siderurgia, que junto a otras industrias más ligeras y a la minería,
especialmente del carbón, han definido el comienzo del citado capitalismo industrial. En él la empresa ya se
configura como una unidad compleja, tanto por los aspectos productivos, como por los restantes aspectos jurídicos
y sociales, aunque sean los primeros los más relevantes, razón de que se la defina como unidad económica de
producción.
En esta etapa la empresa vive los momentos de los primeros estudios formales o con cierta metodología científica
sobre la misma, caso del llamado «enfoque neoclásico» (teoría de la firma) y del primer «enfoque administrativo»,
también conocido por la «administración científica», protagonizado básicamente por el norteamericano F. W.
Taylor y por el francés H. Fayol; enfoques que aparecen básicamente durante el primer cuarto del siglo XX.
Precisamente en esta primera época el capitalismo industrial, gracias a la conocida Segunda Revolución Industrial
basada en el motor de combustión, el desarrollo de la electricidad y en el nacimiento de la electrónica, inicia la
andadura que ha caracterizado el modelo de desarrollo económico del sistema capitalista de gran parte del siglo
XX y que ha configurado la estructura productiva de los países industriales. Por todo ello, la empresa industrial
ha sido la protagonista y ha definido una estructura más compleja y organizada que en épocas anteriores, siendo
ya característica su dimensión jurídica de sociedad anónima e inclusive de grupo de sociedades (sociedad matriz
o tenedora y sociedades filiales o controladas) y su actuación sobre una base funcional (actividades funcionales
económicas y directivas, tal y como se estudiará más adelante en otros capítulos).
Capitalismo financiero. Finalmente, el capitalismo industrial, dado su crecimiento patrimonial, requirió de un
importante crecimiento financiero o de necesidades de capital para atender al primero. Esta circunstancia y el
logro de importantes excedentes financieros por las grandes empresas industriales, desarrollaron la economía
financiera, sus instituciones, mercados y operaciones. La última fase del desarrollo capitalista o capitalismo fi-
nanciero se caracteriza por la relevancia máxima de los movimientos del capital financiero, de los recursos
financieros líquidos, de forma que su colocación produzca elevados rendimientos.
En esta etapa se produce la separación o ruptura de la propiedad y de la administración de la gran empresa
industrial. Poco a poco se va observando el triunfo del proceso monopolizador, así como de todo tipo
deconcentración del poder empresarial, entendiendo por tal la reducción gradual del número de unidades
productivas autónomas que operan en el mercado, con el correlativo aumento del tamaño o dimensión de las
empresas que permanecen en el mismo. Tal concentración empresarial se puede manifestar de múltiples formas:
- A través del crecimiento interno o expansión de la propia empresa, ya sea aumentando el poder de las factorías
existentes o mediante la creación de nuevas, en puntos estratégicos del mercado nacional o extranjero; este fenó-
meno de internacionalización tiene su máxima expresión en las multinacionales.
- A través de fusiones o absorciones. Por fusión se entiende la agrupación de patrimonios de varias sociedades
jurídicamente independientes en una nueva; tal proceso supone la previa disolución y liquidación de todas las
involucradas. En el caso de la absorción (o fusión por absorción) varias sociedades traspasan sus patrimonios al
de otra ya existente; las que van a ser absorbidas son disueltas previamente, y la absorbente ampliará, en caso
necesario, su capital social en la cuantía que proceda para efectuar la adquisición de los patrimonios de las
sociedades absorbidas; por tanto, a diferencia del caso de la fusión, jurídicamente no se crea ninguna nueva
sociedad.
- A través de participaciones financieras en el capital social de otras empresas, lo que asegura un control sobre las
mismas.
- A través de relaciones no patrimoniales o inmateriales, derivadas de dependencias técnicas, comerciales,
financieras, etc., o de acuerdos intersocietarios.
Tal concentración tiene como consecuencia la aparición de grupos económicos, esto es, agrupaciones de
sociedades jurídicamente independientes con relaciones accionariales o de cualquier otro tipo entre ellas. Los
grupos pueden clasificarse fundamentalmente en dos tipos:
-Grupo industrial: conjunto de sociedades dedicadas a la realización de actividades complementarias y que se
rigen bajo una estrategia común y global. Su objeto es aprovechar las economías de escala o ventajas económicas
derivadas de las grandes unidades productivas. Generalmente nacen en torno a una actividad principal, realizada
por la sociedad líder, que es complementada por otras colindantes realizadas por otras sociedades del grupo,
lográndose así controlar una mayor porción del proceso productivo total. A tal tipo de relación se conoce como
«expansión en sentido vertical» o «integración vertical». Las sociedades del grupo industrial pueden pertenecer a
distintos propietarios.
- Grupo financiero: conjunto de sociedades que pertenecen fundamentalmente a un único propietario o grupo de
poder. La sociedad matriz posee participaciones accionariales en un cierto número de filiales, las cuales, a su vez,
controlan a otras, y así sucesivamente, formándose una coalición que se extiende, en la mayoría de los casos, a
una gama muy diversa de industrias o sectores. Las características fundamentales de este tipo de grupos son, por
una parte, la dependencia financiera de todo el conjunto de filiales respecto a la matriz y, por otra, el control de
ésta, vía participaciones accionariales, sobre aquéllas. A estos grupos financieros también se les
denomina holdings.
El fenómeno de los grupos de sociedades ha hecho revisar y reformular el concepto de
empresa. Actualmente éste gira en torno al de unidad de dirección, esto es, al de centro de decisión y de
financiación, pudiéndose materializar, por tanto, en un «grupo». En consecuencia, diversas sociedades con
personalidad jurídica propia, en la medida en que no posean independencia en cuanto a su capacidad de decisión
y, por tanto, de control, se considerarán integradas en una unidad superior, formando una única empresa.

COLEGIO CATÓLICO AMOR VIDA ESPERANZA


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Tema: Introducción a las empresas y sus conceptos
Presentación: Taller: 001 – Logro: I – Grado: 6° Periodo: IV

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