Conjunto de crónicas reunidas como parte del trabajo final del curso
Taller de Periodismo Informativo, impartido por la docente Lilly
Huamanchumo en la Escuela Profesional de Comunicación Social.
Espejismos mentales
Kimy Ramírez 8
En compañía de su ausencia
Daniela Vásquez 17
Nadie lo vio
Brigitte Avellaneda 31
Íntimos secretos
Steven Ángeles 59
Otro ciclo más
Diego Rengifo 67
Conociendo lo desconocido
David Celestino 105
Lecciones: Charlie 42
Manuel Valdivia 112
El caso Calígula
José Córdova 165
El último silencio
Alexandra Zambrano 191
Resistencia amazónica
Sara Jiménez 203
Eran de esos días cálidos, cuando no sabes si tener frío o calor, pero que
de igual manera llevas tu suéter contigo. Son de esos días que aparentan
ser calmados, sin ningún ajetreo de por medio más que lavar los servicios.
Mis padres regresaban de una cita médica y en ese momento empezó todo.
Papá no dejaba de decir que el médico le había indicado que tenía que
tomar la pastilla ahora, mamá decía todo lo contrario.
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A pesar de que desde pequeña compartí la casa con mis tíos, ellos nunca
han influenciado en mí, ni yo en ellos. Para mí, mi familia solo estaba
conformada por mis padres y mi hermano.
Y es que estando pequeña no lograba a entender por qué siempre mis tíos
solían entrar a discusiones con mis padres. Producto de esas discusiones,
muchas veces mi papá solía estar enojado, por ende, nos gritaba sin razón.
En mi inocencia, solo pensaba en jugar, reír y abrazar a mis padres.
Con el paso del tiempo, y para evitar esas dichosas discusiones, pasamos
de vivir en el segundo piso a un cuarto del primer piso.
Creo que el punto de quiebre para que esto llegara a suceder, fue el que
esa señora (a quien tengo que llamar tía) denunció a mi padre por
supuestos maltratos hacía mi abuelita. ¿Se imaginan el daño que puede
llegar a ocasionar en una persona el ser acusado de maltratar
psicológicamente a su propia madre? Supongo que no. Incluso para mí, es
difícil imaginarlo.
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Felizmente, dicha demanda no procedió a más, pero mi padre ya no era el
mismo. Era como si a un niño pequeño le mencionaran que Papa Noel no
existe. Ese mismo brillo de alegría e ilusión se habían ido de sus ojos.
Para mi sorpresa, no fue así. Ella comenzó a gritar: ¡Moisés, papá se ha caído!,
y yo me sentí culpable. Comencé a llorar. Tal vez si no hubiera renegado
y le hubiera avisado a mi padre más rápido, esto no estaría pasando.
Inmediatamente llamaron a la ambulancia y se llevaron a mi abuelo en una
camilla; esa sería la última vez que lo vería.
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Inmediatamente comenzó a realizar el papeleo para el sepelio y el
velatorio, y en ambas oportunidades se le vio con una expresión neutra.
Aproximadamente tres semanas después que salí con mis padres a dar un
paseo para despejar la mente, es cuando comencé a notar
comportamientos extraños en mi padre. Me decía que todos lo observaban
y sentía que hablaban de él. Al paso de unos días, mientras veía un
programa de televisión, él vino enojado hacia mí y me dijo que apagara eso
porque el protagonista le estaba hablando cosas que él no quería escuchar.
Comenzó a descuidar su apariencia y a perder el apetito que antes solía
tener.
Siguiendo estos consejos, mis padres fueron a la posta más cercana, pero
aparentemente todo era en vano. El sistema de salud mental en nuestro
país es deplorable. Después de varias insistencias, finalmente fueron
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atendidos por la psicóloga del local, quien le hizo un análisis básico para
tratar de encontrar el problema.
Tras varias semanas en incertidumbre, con mi papá que cada vez se ponía
peor, mi mamá obtuvo los resultados; y aunque ella intentara ocultarlo
para que yo no me preocupe por las cosas que pasaban, pude leer el
documento: “Depresión leve con tendencias suicidas. Recomendación:
contactar con un psiquiatra”.
Al inicio, creí que todo esto era mentira, mi padre aún no podía dormir
por las noches y en las mañanas se ponía violento, mientras que yo tan
solo observaba la escena desde una esquina, llorando y abrazando a mi
mascota.
Aún no lo podíamos dejar solo en casa, pero veía como mejoraba poco a
poco. Las sesiones iban avanzando y la dosis iba reduciendo. Todavía se
afligía por las pequeñas cosas que pasaban, pero ahora intentaba decirlo y
no guardárselo.
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La llegada de mi sobrina al mundo fue como una esperanza más, ya que, a
pesar de que mi padre aún se encontraba en buen estado, le gustaba ir a
ver a la pequeña y sostenerla en sus brazos.
A inicios de este 2020, otra vez todo se tornó oscuro. Por una parte, en
las noches, a mí se me cerraba el pecho y no podía respirar; y por la otra,
mi abuela padecía un tipo de cáncer terminal. Todo ello iba en suma a la
preocupación de mi padre, y lo que menos quería era que desencadenara
otra vez en depresión.
Las citas con el psiquiatra pasaron de ser tres días por semana, a una vez
cada tres meses; al igual que la medicación, que se redujo notablemente.
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Brisa Tello
No deseo que nadie sienta en carne propia lo que es vivir con un familiar cercano con
ansiedad. A la vez, mediante este escrito, quisiera que todos los malos recuerdos se
vayan de mí para pasar a vivir lo que es el presente y nada más que eso.
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ESPEJISMOS MENTALES
A los doce años media un metro con cincuenta y seis centímetros y pesaba
más de sesenta kilos. A los doce años noté, por primera vez, que mi físico
no era igual al del resto. ¿Pesaba de más? Tal vez había detalles que había
pasado por alto. ¿Había un estándar que no había notado antes? Mientras
esas preguntas iban surgiendo en mi mente, comentarios y preguntas
empezaron a despertar algo en mí.
Siempre había sentido que mi familia tenía altas expectativas sobre todo
lo que refería a mí. Mis calificaciones, mis talentos, mis destrezas e,
inevitablemente, mi aspecto físico. Un tema que no solía ser punto de
discusiones o análisis – al menos no con frecuencia- fue, progresivamente,
convirtiéndose en un tema de conversación recurrente. Una constante en
las cenas diarias y en los almuerzos dominicales. Se transformó en un
chirrido de tiza que no quería escuchar pero que no podía evitar. “¿Hay
que hacer ejercicio, ah” “¿Treinta y dos en el pantalón? Mejor pruébate
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una más por sea caso” “Creo que eso me queda mejor a mí, hijita”. Ante
cada frase, esbozaba una media sonrisa
Empezó siendo minúsculo, escuchaba comentario, sonreía e intentaba
seguir la corriente. No había pasado por mi mente que podía ser una burla
hasta ese momento. ¿Por qué hablaban de mi físico y no del de resto?
Preguntas de ese estilo empezaron a rondar por mi mente.
Los meses pasaron y las frases sobre mi físico se aglutinaron poco a poco
en un espacio de mi mente. Este patrón de recibir comentarios, como
mínimo, un par de veces al día empezaba a asentarse en mi mente sin que
me diera cuenta. Invisibles pero fuertes, ya no eran solo ideas, sentía que
podían desbordarse de mí y, por las noches, unas lágrimas caían en silencio
de mis ojos antes de dormir. Mi personalidad jamás había sido
confrontativa, guardaba lo que sentía para mí y al resto, siempre mostraba
una sonrisa. La excepción no sería esta, definitivamente.
Las palabras se tornaron en pequeños susurros en mis oídos que
escuchaba día tras día. Si me comparaban: más fuerte; si cambiaban de
tema: más leve. Los meses pasaron y llegó diciembre. Llegó el fin del
primer año de secundaria y ocupé el primer puesto de mi promoción.
Fotos, sonrisas. “Felicitaciones, Kimy” “Gracias”. Fotos con mi mamá,
orgullosa. Yo feliz porque lo estaba. Llegada a casa. “Kimy sacó el primer
puesto”. Abrazos, más felicitaciones. “Este verano te ponemos en vóley
para que bajes de peso y te veas más bonita” “Sí mamita, que ya no te va
a quedar el pantalón”. Media sonrisa. “Eres muy bonita, pero tienes que
bajar de peso”. Cena en familia. “Me voy a dormir” “Descansa”. Si alguien
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prestaba atención, se podía sentir un llanto contenido debajo de las
cobijas. Un llanto hasta quedarme dormida.
Para ese momento, una idea se había instaurado en mi mente: para verte
bien debes ser delgada. Así que, llegué a una determinación: Si mi físico
era un problema, debía cambiarlo. Eso me ayudaría a sentirme mejor.
Tomé entonces una decisión: dejaría comida en mi plato en los almuerzos.
Una reducción de la porción de lo que comía implicaba que bajaría de peso
por lógica, así que empecé a hacerlo.
Los primeros días fue sutil. Mínimo. Tan minúsculo, que ni yo misma me
daba cuenta. Un par de semanas después se volvió notorio. Mi abuela, me
increpó en uno de los almuerzos familiares. Mi mamá le dijo que no
exagere, que estaba bien que dejara comida, porque estaba muy subida de
peso. Nadie la contradijo. Debía estar bien entonces. Si a mi mamá le
parecía bien, no debía ser algo malo. Para ese entonces empecé a llevar un
taller de vóley. La combinación de deporte y reducir mi porción de comida
resultaron en la pérdida de unos pocos kilos que noté y mi familia, como
era de esperarse, aplaudió.
Un día de ese verano de 2012, mi madrina fue a visitarme y llevarme un
regalo. Era un polo que, a primera vista, se veía un poco chico pero que
me probé y sonreí al darme cuenta de que me quedaba. Algo en mi interior
se movió. Al llegar a mi casa por la noche, mi madre me pidió que se lo
enseñe y soltó un “no creo que te quede, seguro será para mí”. Su espíritu
sarcástico fue mi mejor aliento para probarme ante ella. Me probé, pues,
el polo para que viera que me quedaba. Ella llamó a mi abuelita y ambas
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celebraron. “Bajas un poquito más y ya te queda perfecto”. Media sonrisa.
Fui al baño luego de unos minutos y lloré. Me lavé la cara y nada había
pasado.
En un espacio de mi casa había un espejo en la lavandería, rectangular y
grande. Yo pasaba delante de él constantemente para observar cómo me
veía. Primero una vez al día, luego dos, después tres. Luego más. Me
miraba y trataba de identificar qué estaba mal allí, cuanto debía de perder
en los brazos, en el estómago, en todo el cuerpo. Una suerte de rutina que
empecé a repetir día tras día.
Uno día como cualquiera de ese verano, se me presentó una sensación
extraña. Culpa. Me había excedido en comer. Pensé en soluciones. Mi
corazón empezó a palpitar rápido por miedo. El sonido se extendió a mi
cabeza. Recordé que, días atrás, en un foro online había encontrado que
podía vomitar si eso pasaba. La sensación iba in crescendo. Me dirigí al
baño. Lo hice. Sentí alivio. Me cepillé los dientes y lavé la cara. Ese fue el
inicio de un ciclo que se repetiría cada vez que me sentía muy llena por
haber comido demasiado, hasta volverse una costumbre semanal. Cuando
menos lo noté, había vuelto al colegio. Los dos kilos menos del inicio ya
eran unos cinco. La baja de peso era evidente. Lo evidente, como es
sabido, se comenta: “¿Qué hiciste?” “Qué buena dieta, Kimy”. En casa,
incluso, mi mamá me empezaba a preguntar si comía bien y procuraba
verme mientras lo hacía. Cada vez, yo negaba cualquier otra posibilidad.
Durante el transcurso de las semanas mi peso iba bajando cada vez más.
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Más de un profesor, en ese lapso de tiempo, se acercó a mí para
preguntarme si todo estaba bien.
- Kimy, puedes quedarte un momento en el recreo?
- Sí miss, claro
- Kimy, ¿está todo bien?
- ¿Sí miss, por qué lo dice?
- Conforme está pasando el tiempo te veo cada vez más delgada
- (Sonrisa) Sí, es que he bajado de peso
- Sí, pero es mucho y no ha pasado tanto tiempo. Te veo muy
delgada
- No miss, no se preocupe, no es nada malo
- Puedes contarme si necesitas algo, ¿sí?
- Claro miss, gracias.
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hurgar entre la basura y descubrir lo que estaba haciendo. Además, me
sentía llena. No podía comer si estaba llena, era lógico dejar la comida.
Una tarde, en medio de una conversación con mi mamá, sobre si todo
estaba bien, sentí la necesidad repentina de ir al baño y devolver mi último
almuerzo.
- Hija, tú sabes lo que son los trastornos alimenticios. ¿No piensas
que puedes estar teniendo uno ahora? Estas dejando muy seguido
la comida
- No mamá claro que no, yo no tengo nada. Mi pulso se aceleró.
Ansiedad. “tienes que ir al baño ahora”- me gritaba mi
subconsciente
- Tienes que decirme si pasa algo para poder ayudarte. Yo no me
voy a molestar contigo
- No mamá, en serio, no pasa nada. Quiero ir al baño, espera
- Kimy...
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Decidí no mentir, pero tampoco ser sincera. Le conté sobre una situación
que me ocurría para salir del paso:
- Desde hace unas semanas tengo una sensación extraña. Como un
ácido que sube por mi garganta y esto hace que quiera vomitar.
No te dije nada antes porque no quería preocuparte.
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hay vómito” “diagnostico psicológico” “lo más pronto posible”. Desperté
y vi a mi mamá llorando. Me miró. Me abrazó muy fuerte. Lloré con ella.
Saliendo de la clínica nos dirigimos a un lugar para desayunar. Nadie decía
nada. Ella me animó a hablar. Asé pues, le conté todo. Cómo escondía la
comida, como me escondía para vomitar, mis rutinas de mirarme en el
espejo, como me media el diámetro del cuerpo. Le conté que lloraba
muchas noches y que pensaba que lo que estaba haciendo podía
controlarlo. El resultado que arrojaba esofagitis como producto de mis
constantes vómitos y un análisis de sangre posterior, indicaron todo lo
contrario.
- Vamos a salir de esto juntas, ¿sí? Yo te voy a apoyar en todo y voy
a estar aquí para ti. Perdóname hija, nunca quise hacerte sentir
mal. Jamás pensé que podía hacerte daño. Lo siento, Kimita.
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Kimy Ramírez
A través de esta crónica busco reflejar un poco de lo que fue mi experiencia durante la
primera parte de un proceso trastornos alimenticios. La negación, el temor y la
normalización de actos y hechos que viví hasta concluir con la identificación de lo que
estaba sucediendo y aceptar la ayuda que se me brindaba para poder iniciar así un
nuevo capítulo.
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EN COMPAÑÍA DE SU AUSENCIA
Por azares que nada obedecen a la norma, el cuñado de Ítala, Samuel, logró
entrar y la acompañó hasta el pasillo, marcado por rastros de sangre y
cadáveres desconocidos. Allí, miles de historias inconexas se unían por las
almas sin aliento. Ambos observaron el cuerpo de la adolescente de 17
años. Estaba completamente desnudo, con cicatrices del pasado y cortes
del presente, visible en un establecimiento sin privacidad. Allí, el cuerpo
sin vida era un ejemplar más para el personal que trabajaba diariamente.
No obstante, para Ítala se trataba del cuerpo de su única hija, el remanente
de la familia que alguna vez formó.
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Ver varios cuerpos desconocidos manchados de sangre no fue una
experiencia sencilla, mucho menos tocar el de su hija lleno de cortes. Son
recuerdos que latirán en sus mañanas. Imágenes que nunca podrá olvidar.
La última vez
En medio del dolor, Ítala comprendió que no podría estar con ella otra
vez. La joven sufría de depresión desde hace dos años y, debido a algunos
cortes que se había hecho en la muñeca, había estado en el hospital
anteriormente. Esta vez no se trataba de cortes: esta vez era el aire y no la
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sangre lo que le faltaba. Ítala sabía eso. Lo había comprendido: esa sería la
última vez que su hija estaría en un hospital.
- También quiero irme de este mundo para ver a mi hija y estar con
ella- decía afligida, con sumo pesar. Las paredes de su casa acogían
a más de 10 personas - todos ellos, familiares -, pero sabía que la
casa no sería la misma sin ella: parte de la familia que ella había
formado, se había ido.
De visitas a plantas
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las mascarillas que la coyuntura exigía, la saludaban con una sonrisa que
no se dejaba ver y la consolaban con unos ojos muy expresivos: el único
elemento del rostro que les permitía transmitir emociones.
Y este último tema era muy frecuente. Porque Ítala introducía ese tema,
porque ella quería escuchar su nombre, porque lo mencionaba
constantemente para llenar su ausencia. A veces, para acompañarla, sus
familiares acomodaban algunas velas frente a las fotos de la adolescente;
en otras, Ítala cocinaba y todos se sentaban a la mesa para conversar y
tener una cena que hacía recordar a aquellas navidades familiares. Solo que
no era navidad, porque era mayo y no diciembre; y tampoco se celebraba,
porque el año no había dado motivos para hacerlo. Comían juntos con
los alimentos que les había enviado una familiar de Cajamarca, la madre
de Samuel.
En las noches, algunos familiares se turnaban para dormir con Ítala. Sus
sobrinas y hermanas la acompañaban los primeros días luego del incidente.
Ítala no quería dormir: no le gustaba esa experiencia. Dormir significaba
despertar: soñar con Rosa para abrir los ojos y darse cuenta de que ella ya
no existía.
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En una ocasión, Ítala compró un sofá cama para la habitación de Rosa.
Ella le había pedido ese mueble por algunos meses, pero la respuesta era
negativa debido al precio.
Durante el primer mes, Ítala decoró su casa en torno a Rosa. Llenó las
paredes de su casa con muchas fotografías de ella. Había fotos de cuando
ella era bebé, cuando era niña y adolescente. La casa era un espacio de
momentos congelados en el tiempo, con cuadros de recuerdos en las
paredes. Cada uno contando una historia, cada uno mostrando un pasado.
El pasado es lo que más evocan los delgados labios de Ítala. En las
conversaciones, solía y aún suele incluir el nombre de su hija. También
tenía un humor fluctuante. En varias ocasiones se enojaba con algunos de
sus vecinos.
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floreció en Ítala un deseo de redecorar el cuarto de su hija, sino también
por hacer aquellas cosas que a su hija le gustaba hacer.
- Mi tía cree que el don que tenía Rosa ha pasado ahora a ella-
comenta Leslie- últimamente está con las manualidades. Está
haciendo manualidades de cemento.
En un inicio eran portavelas. Eran esas las que utilizaba para rezar a su
hija. Utilizaba el cemento con sus manos, sin guantes y los moldeaba con
forma de portales. Luego fueron macetas. Su hija amaba las plantas.
Incluso tiene las manos quemadas por no usar guantes.
Soledad a destiempo
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Daniela Vásquez
Porque la muerte del decisor es la faceta más conocida del suicidio. Para aquellos que
desconocen del sufrimiento que permanece: aquí hay una muestra del solitario y triste
efecto de aquellos que rodean a quien alguna vez vivió.
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ANTE LA ESPERA DEL TIEMPO, EL AMOR
Aquel viernes había amanecido con los restos de una tímida llovizna y con
el rocío fresco sobre las plantas; gris, húmedo. Invierno limeño, pues, que
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mata todo con su frío helador y electrizante. La neblina reposaba aún
sobre las casitas del cerro y lo teñía todo de un blanco grisáceo; luego,
alrededor de las doce del día, un tímido sol asomaba como queriendo darle
un poco de color a ese cielo gris. Más tarde, en la madrugada, llamaron a
la puerta de mi cuarto: Papá no respira, dijeron. Abrí súbitamente los ojos
mientras escuchaba los pasos alejarse de quien había dicho eso. ¿Cómo? Me
quedé en la cama cinco minutos más; evidentemente, (creía que) era un
sueño. Estaba esperando a que mi madre regresara para decirme que todo
estaba bien, pero al ver que no volvía, me tuve que levantar. Todos ya
estaban despiertos y yo me acercaba lentamente, caminando bajo la
oscuridad de esa (nunca antes llamada con más razón) fría madrugada.
***
Convivir con la angustia y la incertidumbre era cosa de todos los días. Por
un lado, estaba la información que llegaba diariamente -como si se tratase
de misiles-, que advertía y atiborraba a todos del peligro mortal que
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significaba la llegada del nuevo coronavirus; por el otro, las trasnochadas
que hacíamos todos. De pronto, la casa se cargó de pesadillas, de
esperanzas, de frustraciones, y todo ese ajetreo provocaba una tensión que
se respiraba durante el día siguiente. Era como si alguien hubiera sabido
algo y todos supieran que ese alguien lo sabe, pero nadie se atrevió a decir
algo, nunca.
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Las tareas propias de la casa, intercaladas con las de la universidad (virtual),
empezaron a estresarme y todo ello se tradujo en una ansiedad por no
saber si habrá un mañana en el que todo pueda volver a la normalidad. El
trabajo escaseaba y conseguir dinero para las compras de la semana se
tornaba cada vez más difícil; y de conseguirlo, casi siempre terminaba en
alguna discusión para determinar qué se compraría y qué no. Pero en ese
decurso de las cosas, nunca me sentí sola. A pesar de que este año se tornó
amargo, insulso y agobiante, las circunstancias me acercaron a personas
maravillosas. Durante esos primeros meses del año (marzo-junio), me
sentí feliz de contar con personas ajenas a mi familia con quienes podía
recrear un locus amoenus, porque esta ridícula pandemia -al menos- sirvió
para reforzar las relaciones con mis amigos enormemente. Entonces,
todos los sábados por la tarde empecé a tener una reunión semanal para
jugar calabozos y dragones, para reír y para conversar (todo virtualmente),
de las tareas que nos faltaban hacer, de las que no queríamos hacer y de
las que disfrutábamos hacer, aunque todo el mundo (mi mundo) estuviera
cayéndose a pedazos.
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unión física, ni siquiera proximidad, se refiere a nuestro amigo que vive
lejos y del que no sabemos nada. Es una unión en la que estamos con él
en una convivencia simbólica, donde nuestra alma parece dilatarse
fabulosamente, parece salvar las distancias y, esté donde esté, nos sentimos
en una esencial reunión con él. Todo eso se lo dije cuando –con lágrimas
en los ojos, las manos temblando y con el corazón y el alma destrozados–
le escribí: por favor, no te alejes de mí. Nunca, estaremos juntos siempre,
te lo prometo, me respondió; y aquel mensaje fue lo único que pudo
mantenerme con algo de vida en ese momento. Él y yo (mi mejor amigo
y yo), hemos estado juntos desde aquel lejano septiembre del 2018,
esperando todo este tiempo para poder sentirnos de nuevo, porque ahora
más que nunca hay ganas de volver, de amar y de no ausentarse. Porque seguimos
soportando la pesadumbre de vivir confinados un mismo tiempo que se
hace infinito, sintiéndonos a miles de millas de distancia, pero a la vez tan
cerca como si durmiésemos en habitaciones contiguas o viviésemos en la
misma casa y así, el tiempo se hace corto.
***
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vida ahora nos sirve de ejemplo, pues en cada acción que hizo siempre
estuvo presente el amor. Hasta el final, hasta su último respiro. No
recuerdo ninguna vez en que nos haya hablado con desdén o enojo; su
trato fue de hijita, hijito, papito, mamachita y siempre estaba dispuesto
para cualquier cosa que él se sintiera capaz de hacer. Era el primero en
despertarse y apuntarse en la comisión de ir a recoger a algún tío o tía de
la agencia cuando venían de viaje; el primero en ofrecerse a sacar una cita
en el hospital para quien quiera que lo necesitara; el primero dispuesto a
llevar documentos a algún ministerio en caso de que alguien quisiera
postular a un puesto de trabajo. Le gustaba ser el primero en todo, tanto
así que también fue el primero de mi familia en irse, cuando era de quien
menos lo veíamos venir. Se veía más fuerte que nosotros, aun a sus 83
años, porque nadie nunca le vio usar un bastón, ni siquiera lentes.
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Leslie Arestegui
A mi Papá José, por habernos heredado su infinito amor. Y a Jacob, por ser quien
estuvo conmigo en todo momento cuando eso sucedió. Eres la persona más divertida y
tierna que conozco, gracias por aceptarme en tu vida y permanecer aun después de tantas
idas y vueltas.
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NADIE LO VIO
Era una mañana de junio, había acabado el receso y subí las escaleras al
segundo piso donde se encontraba el salón, cuando entré escuché que un
grupo de compañeras murmuraban inquietas. Una de ellas se acercó a mí
y me preguntó: ¿Has visto mi lapicero? Es un pilot color rosa. Solo le di una
mirada confundida y negué con la cabeza. El perder un lapicero no era
algo del otro mundo, el verdadero problema era que no solo se había
perdido un lapicero. Yo no encuentro mi borrador. Tampoco encuentro mi lapicero.
Yo dejé el mío aquí. El pequeño grupo de antes empezó a quejarse y parecía
que a todas les había pasado lo mismo. Mientras el barullo continuaba me
percaté de un curioso patrón entre las cosas desaparecidas, todas
pertenecían a chicas y eran artículos llamativos: resaltadores pastel, lápices
con diseños, borradores con olor. El ladrón parecía tener gustos definidos.
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jabón líquido de la profesora tenía aroma a cereza, parecía caro y muy
pocas veces lo prestaba, permanecía en el armario junto al escritorio de
maestros. El silencio se mantuvo unos minutos más y llegamos a un
consenso mental, esto no podía ser una coincidencia. Pero… ¿jabón
líquido?
Muy bien, quiero que todos abran sus mochilas, voy a hacer una inspección, se volvió
a enderezar y empezó por los asientos junto a la pared derecha, tardaría
un poco en llegar a mí (tercer asiento junto a la pared izquierda, siempre
seguro, los profesores no solían notar a los alumnos de media fila). ¿Por
qué no abres tu mochila?, una vocecita aterciopelada se escuchó delante mío,
levanté la cabeza pensando que se dirigía a mí, pero la chica que habló
tenía su mirada puesta en otra persona quien no tardó en responder con
prepotencia: La miss está allá, cuando llegue a mi sitio la abriré. Las que hablaban
eran Gabriela (Gabby, para los amigos) y Victoria (ella no tenía tantos
amigos), ambas se sentaban en el primer y segundo asiento
respectivamente.
Ellas eran conocidas en el aula de tercer año de secundaria como las “cero
compatibles”. Una era sociable y agradable, mientras que la otra era
solitaria y fría. Una sonreía; la otra hacía muecas. Una tenía los ojos claros
castaño-caramelo, dulces y risueños; la otra los tenía oscuros y opacos,
honestos pero crueles.
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Ah, bueno, yo te sugiero que la revises, el tono dulce característico de Gabby
cambió. Rodó los ojos y volvió a mirar al frente, dejando a Victoria y a mí
completamente mudas. Parece que no fui la única que sintió el desdén en
esa frase y su actitud extraña, bueno… Después de ese incómodo
intercambio de palabras, Victoria procedió a hacer lo pedido. Cuando jaló
la cremallera del primer bolsillo, su rostro palideció quedando helada por
varios segundos. Quise preguntar qué sucedía, pero la respuesta llegó a mí
al instante.
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problemático y si no fuera por el llamado de asistencia nadie notaría que
estaba ahí (seguro se asustó porque nunca pensó oírla levantando la voz).
Estaban en mi mochila. La respuesta de Victoria no le fue satisfactoria e
insistió: ¿Simplemente aparecieron allí?, la maestra la observó detenidamente,
como si hacerlo le asegurara que diría la verdad, pero solo logró que los
ojos oscuros de Victoria se afilaran: Estoy segura de que no, pero en todo caso yo
no fui quien las puso allí, yo tengo lápices y borrador y si quisiera los resaltadores o el
jabón compraría unos, le volvió a responder con palabras lógicas, fastidiada
por las insinuaciones de la profesora.
Qué loco lo que pasó hoy, ¿no?, dijo mi amiga Sandra mientras nos dirigimos a
la salida para esperar a nuestra movilidad. Aunque no me creí eso de que no
íbamos a salir. La verdad yo creí que demoraría un poco más… El mostacho se veía
molesto y la psicoloca por poco y nos manda a todos a terapia, dije intentando
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bromear. Teníamos por costumbre ponerles apodos a todas las
autoridades del colegio, rebeldía adolescente quizá.
Como joden, no es como si supiéramos quién fue, piensan que lo estamos escondiendo…
¿Crees que alguien le tenga cólera a Victoria?, la pregunta de Sandra era difícil
de responder, Victoria era descuidada y franca al hablar, pero era parte de
su humor, nunca la vi pelearse realmente con nadie ¿Provocó con palabras
a quién no debía? ¿Ofendió a alguien sin querer?
No sé, eso era todo lo que podía responder (sobre alguien que no conocía
muy bien). Y entonces llegó a mi memoria la extraña actitud de Gabby
justo antes de que encontrara los objetos.
El armario siempre está con llave y solo la pueden solicitar los delegados y tenemos como
cinco, uno de ellos debió ser. A pesar de que el punto de Sandra fue discutido
cuando llegaron las autoridades estudiantiles, no se pudo probar nada.
¿Crees que fue... Gabby?, solté eso sin pensarlo mucho, ella era la delegada de
aseo, ella una de los que tenían acceso a la llave. No era una idea
descabellada. ¿Por qué Gabby? O sea, no me cae, pero eso es porque sonríe mucho.
Mi amiga tenía la fuerte convicción de que “Las personas que actuaban
como muy buenas, no eran buenas en lo absoluto”.
No sé. No sabía si explicar lo que vi o no, tal vez me estaba equivocando y
solo veía cosas, como toda una paranoica.
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***
Pasaron tres meses sin incidentes y ahora estábamos en clase de Educación
física. ¡Muy bien, chicos! ¡A cambiarse! Nuestra escuela reemplaza las clases
comunes de gimnasia por clases de natación, esta era una de las razones
por la que mis padres me pusieron en esta escuela.
Vi a Victoria temblar a la orilla con los pies aún dentro del agua, con una
toalla sobre sus hombros, siempre era la última en salir, no le gustaba
cambiarse con todas las demás. A veces ella misma se aislaba. Durante
estos meses la psicóloga tiene charlas con ella de vez en cuando, para
comprobar que todo siguiera en orden (no le gustaban esas reuniones y se
levantaba de su sitio a regañadientes, había un acuerdo tácito de no
comentar cada que esto sucedía).
¡Ah, olvidé mi toalla! No parecía ser el día de Sandra. ¿Quieres que te la traiga?,
me ofrecí. Sí, porfa y gracias de paso. Solo reí ante su respuesta y me dirigí al
baño, dentro se encuentra la banqueta donde dejamos nuestras
pertenencias, para evitar que las cosas se mojen en el piso húmedo.
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¿Brigitte, eso es tuyo? Diana, una de nuestras compañeras, me interceptó en
la puerta, detrás vi a un grupo que aún se encontraba cambiándose.
Cuando le pregunté a qué se refería, me señaló un uniforme tirado en el
piso. Blusa, falda, medias y hasta la cinta yacían en las losetas azules,
totalmente empapados.
Diana me comentó que todas las que estaban en el baño confirmaron que
no era suyo. Solo faltaban dos personas, Sandra y Victoria, que aún no
entraban. Le entregué su toalla a Sandra y llamé a Victoria para que
verificaran. Es el mío. Victoria observaba su uniforme con detenimiento y
asombro, continuaba con su toalla y el bañador puesto, gotas de agua caían
sobre su ropa resbalando por su pelo mojado.
Volvía a pasarle algo extraño, todas la miramos calladas hasta que Diana
se atrevió a decir Seguro se debe haber caído. La fría mirada que le dirigió
Victoria al escuchar eso estaba mezclada con incredulidad No, estaba en mi
mochila, cerrada. Y curiosamente esa mochila está en la banqueta sin ningún rastro de
humedad. Su tono sarcástico solo remarcaba lo que me parecía obvio,
alguien tuvo que haberlo sacado. Genial, Ahora, ¿qué? ¿Tomaré la siguiente
clase en ropa de baño? La risa desganada que soltó Victoria intentaba desviar
la atención de sus ojos enrojecidos, otra vez.
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Tuvieron que llamar a sus padres, para que le trajeran un cambio de ropa
y no volvió a la siguiente clase. Observé de lejos como su madre se veía
inmensamente preocupada, la psicóloga hablaba con ella y Victoria, ya con
ropa de calle, miraba a la nada sin responder ninguna pregunta.
Esta vez se pasó, si es Gabriela la que hace esto, está loca. No podía estar más de
acuerdo con lo que dijo Sandra, busqué con la mirada a la susodicha y la
encontré hablando con Diana, tan sonriente como siempre. Nuevamente,
no había testigos ni pruebas, solo sospechas.
***
Llegó diciembre, era el último día de escuela y estábamos decorando el
salón para recibir a los padres que vendrían a la clausura. Preparamos un
periódico mural gigantesco para poner los nombres de todos en el salón,
no estaba entre las encargadas de eso, solo ayudaba moviendo mesas.
¿Qué cosas son las que más te gustan, Brigitte?, me preguntó Gabby mientras me
miraba cálidamente y preparaba un papel en blanco para las respuestas, al
ver mi rostro interrogante continuó Es que estaba pensando en poner junto a
38
nuestros nombres, dibujos o stickers que nos identifiquen a cada uno. Sería un bonito
recuerdo.
***
Cuando llegó el atardecer y subíamos las escaleras al segundo piso por
última vez, presenciamos lo que sería el último acto del extraño
ladrón/saboteador sin rostro.
El nombre de Victoria escrito en tinta negra con notas musicales alrededor
había sido reemplazado y en su lugar colocaron un papel cuadriculado
arrancado de un cuaderno con su nombre escrito con lápiz en letras
capitales. Recordé las palabras de Gabby “Cosas que nos identifiquen”. En esta
ocasión, no hubo mucha reacción de Victoria. No dijo absolutamente
39
nada y se dispuso a alistar sus cosas para irse. Se veía cansada y sin ánimos
de reclamar.
Yo tengo por costumbre quedarme hasta que todo el mundo se vaya, ver
por última vez el espacio y pararme al frente a decirle babosadas a las sillas
vacías. Este era mi bonito recuerdo. Victoria me sorprendió por detrás
cuando ya creía estar sola: ¿Aún no te vas? Ante su sorpresiva aparición traté
de buscar una excusa. No, solo estaba… buscando algo. Gran excusa.
Ah, yo venía a hacer algo, no me hagas caso. Dejó su mochila en una de las
carpetas vacías y se acercó al periódico mural, de repente agarró uno de
los carteles y lo rompió. Al suelo caían los pedazos de un nombre escrito
en tinta rosa con flores de colores alrededor. El cartel con el nombre de
Gabriela.
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Luego de eso decidí cambiar de tema, armamos aviones de papel con
material del salón (técnicamente era nuestro no nos lo podían reprochar)
y hablamos todo lo que pudimos haber hablado en el año. Terminé
pensando “Oye, creo que... pudimos haber sido buenas amigas”. Si alguien
pregunta, no estuvimos aquí, dijo mientras lanzaba su avión de papel amarillo
a la pizarra. Yo sostuve entre mis manos un avión rojo magullado, lo
golpeé un par de veces contra mi palma y le respondí: Descuida, nadie lo vio.
Brigitte Avellaneda
Este es el suceso más extraño que he vivido como estudiante de secundaria, es tan “de
película” que muchas personas no me creen cuando se los cuento. Pero estos ojos y el
avión de papel rojo que aún guardo en mi cajón, están ahí para decirme: Sí, yo lo vi.
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HASTA LA MUERTE DE MI PADRE
“Uno, dos, tres, cuatro, cinco… otra vez” fue lo único que repetía mientras las
lágrimas reflejaban el dolor en su alma. Quince insuflaciones por minuto,
cada insuflación no debía pasar los cinco segundos. Se sorprendió por lo
bien que recordaba aquella información. Durante el último año escolar no
había prestado atención a las clases, pero recordaba perfectamente las
indicaciones necesarias para prestar primeros auxilios.
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Sin embargo, él siempre decía que mientras sirva para llevar pan a la mesa,
el trabajo, estaba bien.
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Cuando preguntabas en las esquinas, lo conocían como “el siempre
trabajador” y “amiguero Narcizo”. Sin falta esperaba cada sábado para
reunirse con los directivos del campeonato que se realizaba a las 10 a.m. y
por las noches, sin falta lo esperaban un par de cervezas junto a sus amigos
de la cuadra. Para ella no fue sorpresa verlo llegar los domingos por la
tarde pasado de copas. Tampoco fue sorpresa cuando lo escuchó toser la
primera vez; los inviernos en Independencia eran largos, frescos, secos y
ventosos. Sin embargo, no imaginó que ese sonido sería algo natural en
casa durante los próximos años. También se volvió familiar ver, contar y
clasificar los caramelos de colores para los malestares.
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También se preguntaba cuánto tiempo había tardado en notar que las
apariencias engañaban. Él no estaba flaco, pero estar en su peso ideal no
fue sinónimo de estar sano. “¿A dónde iba el poco dinero que ganaba?”
se preguntaba. Claro que sabía la respuesta, a las reuniones sabatinas.
Al día siguiente cuando sus hermanos buscaban pasta dental, jabón o papel
higiénico, no encontraban. No porque se hubiesen agotado, aunque solo
era cuestión de tiempo, sino porque su madre cansada de la situación había
escondido lo necesario para el aseo. Un ultimátum para que busquen
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trabajo y ayuden con los gastos en casa. Aun con problemas familiares, su
padre fue el único que nunca le reprochó, incluso cuando supo que a los
diecisiete años estaba embarazada.
La tarde en que todo sucedió transcurría como un día normal. Ella estaba
a cargo de las actividades de la casa y de cuidar a su papá. Cuando
escuchaba su famoso silbido, caminaba hacia el cuarto y lo ayudaba a
trasladarse desde la cama hasta el baño. La falta de fuerzas se había
intensificado durante las últimas semanas, por lo que solía dejarlo dentro
del baño y volvía cuando escuchaba otro silbido. Mientras le brindaba
minutos de privacidad en el baño, pasaba por la sala para verificar que
Helen, su hija de seis meses, y Brayan, su hermano de cuatro años, se
encuentren bien. Posteriormente se dirigía a la cocina para seguir
preparando el almuerzo. Cuando los minutos pasaron, el silencioso baño
solo podía significar algo malo y el miedo inundó sus pensamientos.
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No importó el peligro que implicaba dejar la cocina de kerosene prendida
con niños en casa, corrió en dirección al baño y tocó la puerta, pero no
obtuvo respuesta. Para bien o para mal, como solían quejarse a menudo,
la puerta no tenía seguro. Entró al baño y la imagen de su padre fue difícil
de procesar, lo encontró sentado con la cabeza agachada y el cuerpo
apoyado en la pared. Todo sucedía en cámara lenta. El cuerpo casi frío y
el espacio exacto para el retrete jugaban en su contra. No había
condiciones para recostarlo en el piso y presionar su pecho. En su
desesperación comenzó a darle respiración boca a boca, no supo si de
manera correcta o incorrecta, pero funcionó. Rápidamente buscó frazadas,
para envolver el delgado cuerpo de su papá cuando sintió que lentamente
volvía a respirar.
Vivían en Los Quechuas, así que era imposible conseguir taxis. Los taxis
solo pasaban por la Avenida Túpac Amaru y llegar hasta ahí tomaba
aproximadamente media hora caminando o nueve minutos en cocorocos.
Los cocorocos eran colectivos antiguos cuyo paradero inicial era La Pista y el
último, Los Quechuas. Cuando llegaron a la avenida subieron en el primer
taxi que encontraron, sin importar cuánto dinero costaba llegar al hospital.
Dentro del carro, hacía lo posible para dejar de llorar y buscaba darle calor.
Se preguntaba si esas frazadas eran suficiente para mantenerlo caliente o
si debió envolverlo con unas más gruesas. De rato en rato, apretaba su
mano, solo para asegurarse que aún estaba ahí, que aún podía protegerlo,
tal y como él hizo con ella durante los últimos dieciocho años.
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Fueron tres largos meses sin escuchar sus silbidos y sin que la busque,
porque él siempre la buscaba. Fueron tres largos meses esperando con el
corazón en la mano a que regrese a casa como en ocasiones anteriores,
pero el tiempo solo pasó y las bolsitas de té seguían en su sitio. “¿Ya
terminaste?” –escuchó que preguntó su hermana desde la entrada de la casa.
“¿Cuánto tiempo podré vivir con este vacío en el pecho?” -se preguntó
internamente, al mismo tiempo.
Fue difícil ver llorando a su hermana mayor cada vez que llegaba del
hospital durante el último mes. En ocasiones porque discutía con los
doctores por la falta de interés en encontrar cuál era el mal que lo mantenía
enfermo. “Desde que ingresó, le cambian el nombre, no sabemos qué tiene” –
escuchaba entre lágrimas mientras hacía dormir a Helen. En tres
ocasiones, cuando las muestras de líquido cefalorraquídeo se extraviaron
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y los doctores no encontraron explicación para lo sucedido, llegó furiosa.
Pero ninguno de esos días se comparó a cuando la vio llegar
completamente destrozada el día que todo terminó. También fue difícil
ver a Brayan sin comprender la situación. “¿Por qué papá ya no viene?” y “¿Pero
vendrá después?” Eran las preguntas que solía repetir antes de dormir,
esperando a que lo carguen solo como papá sabía hacerlo.
Angie Valenzuela
Vivimos en total incertidumbre sin saber cuándo veremos por última vez a ese ser
especial que tanto amamos. Una madre, un padre, un hermano, un familiar o un amigo.
Por ese motivo, decidí revivir los recuerdos de mi madre junto a mi abuelo hasta el día
de su muerte.
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¿QUÉ PASA CUANDO MUERE EL ESPOSO?
Son las 5:00 de la madrugada del jueves 9 de septiembre del 2004, todavía
el cielo está oscuro y la casa de la av. San Juan, en Tarma, se mantiene
serena. Rosa León se levanta de la cama por tercera vez, pero en esta
ocasión se dirige presurosa hacia la radio que reposa sobre su esquinero
viejo. Sintoniza la emisora de siempre, Radio Sudamericana 102.5 FM; sin
embargo, el sonido de estática e interferencia le anunciaba, para su
sorpresa, que aún no había comenzado la programación habitual. El dial
se movía de derecha a izquierda buscando alguna señal que rompiera el
silencio de la habitación. Y lo consiguió. Radio Tarma 99.3 FM anunciaba
con un flash informativo, en palabras de Rosa, lo siguiente: “¡Flash!, los
periodistas de Radio Sudamericana han sufrido un grave accidente. El
vehículo que los transportaba ha chocado y dejó seis heridos, y al fallecido
Wilder Juan “Tato” Hurtado Caballero.
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septiembre del 2004. En otro punto de las afueras del estadio, el chofer
del vehículo que los regresaría a Tarma, tarmeño también él, celebraría con
varios vasos de cerveza hasta casi la misma hora que el grupo de
periodistas. Una vez juntos los siete, con copas encima y con todo listo
para partir, tomaron el auto y arrancaron, sin saber que el trayecto
terminaría con un fuerte choque en el km. 36 de la carretera Central como
consecuencia del exceso de velocidad y la irresponsabilidad de manejar en
estado de ebriedad. El accidente ocurrió alrededor de la 1:00 de la
madrugada, aproximadamente, del 9 de septiembre del 2004. El vehículo
no pudo girar en una curva cerrada y, como la velocidad era muy alta,
chocó directamente contra un camión que se transportaba en dirección
opuesta. Pasaron varios minutos antes de la llegada del cuerpo médico,
estos transportaron a los periodistas al hospital de Tarma Felix Mayorca
Soto, al cual “Tato” llegó muerto. Con su fallecimiento, Rosa León, su
esposa, quedaba viuda a los 30 años y sus hijos Juan y Merly Hurtado
León, quedábamos huérfanos a los 4 y 1 años de edad, respectivamente.
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Eran casi las 6:00 de la mañana, Rosa no se había movido ni un centímetro;
entre nerviosa y sorprendida seguía negándose el fallecimiento de su
esposo con quien llevaba más de cinco años de convivencia. Solo atinaba
a mirar a sus hijos y a pensar en quién se inventaría una noticia como esa,
mientras que las primeras luces mañaneras se filtraban por las cortinas
delgadas e iluminaban lentamente la habitación y dejaba ver la ropa sucia
que había dejado “Tato” la mañana antes de irse. “Por un momento pensé
en salir corriendo de la casa”, cuenta Rosa; sin embargo, Juan, que
pataleaba bajo las frazadas y, Merly que aún dormía en la cuna, se lo
impedían. Unos largos minutos pasaron hasta que un desesperado timbre
comenzaba a sonar, eran los amigos y colegas de “Tato” quienes con su
presencia terminaron de confirmar el deceso. Las condolencias
comenzaron a caer al mismo tiempo que las lágrimas. Frases como “Debes
ser fuerte” o “Ahora él está con diosito” tenían la intención de dar
consuelo, pero solo consiguieron reafirmar la fúnebre noticia. Rosa no
había llorado, pero la racha duró un poco menos de dos horas. Con la
madre llorando, los hijos despiertos y los amigos con ganas de ayudar, pero
sin saber qué hacer, dieron las 7:00 de la mañana: había que salir de ahí,
pero ¿a dónde ir?
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brazos abiertos y lágrimas en los ojos”, comenta Rosa. La noticia había
sido devastadora para todos los parientes, amigos y conocidos de la
familia. Madre e hijos permanecieron en la casa de los Huamán hasta,
aproximadamente, las 11:30 de la mañana: el cuerpo de su esposo se
encontraba en Tarma y tenía que verlo, tocarlo; como quién quiere
confirmar un acontecimiento con sus propios ojos. “Charo” tenía una
amiga enfermera que trabajaba en el hospital tarmeño, quizá, con un poco
de suerte, ella se encuentre en turno y deje pasar a Rosa para que se dé el
encuentro de la pareja que ya tenía 12 horas retrasado. Cogieron la primera
moto que vieron, los niños se quedaron al cuidado de Ela, y partieron
rumbo al hospital Mayorca Soto, “Mi corazón sonaba más fuerte que el
motor de la moto”, cuenta Rosa.
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consternada ante la negativa de ingreso, la frase “Ya tiene familia adentro”
rebotaba en su cabeza y tapaba sus oídos. Sintió el rechazo y la exclusión,
de esa manera, por primera vez en su vida. Minutos después, escoltada por
Charo, salió del gentío.
“¿Y yo qué soy?, ¿acaso no soy su familia?”, repetía Rosa mientras lloraba
sentada a unos metros de los periodistas. Charo no pudo contactarse con
su amiga enfermera hasta cerca de las 2:00 de la tarde, ella se encontraba
trabajando cumpliendo su rutina diaria. Salió del hospital por una puerta
alterna que solo el personal utilizaba, no conocía a Rosa, pero quiso
ayudarla a encontrarse con su esposo. Caminaron durante un par de
minutos hacia la parte posterior del hospital: una zona en construcción
mal tapada que, si trepabas por unos andamios, dejaba visualizar la morgue
del centro de salud. Sin pensarlo dos veces, Rosa comenzó a trepar por las
escaleras de madera y en un parpadeo ya estaba arriba; no le angustiaba
caerse, más angustia le provocaba no ver a “Tato”. A través de los
ventanales sucios sus ojos observaron algunos cuerpos echados sobre
baldosas blancas, ninguno de ellos se parecía al de su esposo, excepto uno
semidesnudo que tenía la cabeza aplastada y la parte superior del cuerpo
lleno de sangre mal limpiada. El cuerpo era como una mancha roja en un
lienzo blanco. Era “Tato”. “Mi cuerpo comenzó a temblar, ya no lloré,
pero quería gritar”, cuenta Rosa. “Charo” y la enfermera hicieron que baje
del andamio, y las lágrimas cayeron otra vez.
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Cerca de las 3:00 de la tarde, ya un poco más en calma y con menos gente
en el frontis, Rosa pudo entrar al hospital y estar al lado del cuerpo, su
apariencia había cambiado: tenía el lado derecho del cabeza cosido, estaba
limpio, peinado con una raya al medio como siempre solía hacerlo, bien
vestido con un terno negro, su color favorito, y los ojos cerrados. Todo
estaba casi bien, solo el color de su piel trigueña no era el mismo,
demasiado pálido para él, demasiado frío. La escena se tornó desgarradora,
un llanto incesante rompió la solemnidad de la sala. Rosa le reclamaba a
su esposo, esperando alguna respuesta, al menos una palabra: “¿Por qué
me dejaste?, ¿por qué me mentiste? Dijiste que no me dejarías”, pero nada,
no hubo respuesta. Jaime Chirinos, colega de “Tato” y amigo de la familia,
tuvo que retirar a Rosa del lugar, “me pusieron el alcohol en la nariz y me
sacaron de ahí”, recuerda Rosa. “Charo”, quien esperaba afuera del
hospital con un taxi, la llevó de vuelta a casa de los Huamán para que
pueda calmarse y ver a sus hijos.
Son las 6:00 de la tarde del 9 de septiembre del 2004, Wilder Juan “Tato”
Hurtado Caballero ha fallecido, su esposa, Rosa León Martínez y sus hijos,
regresan a su casa de la av. San Juan para pasar la noche más fría y triste
de todas. Los niños son inconscientes de lo que sucede, el pequeño Juan
Hurtado parece saber lo que pasa; sin embargo, “se le olvida jugando”,
como dice Rosa. Al llegar a su hogar, varias vecinas, enteradas de lo
sucedido, esperaban por ellos en el patio general de la quinta. Rosa no
pudo dormir esa noche, las pesadillas y la angustia lo impedían, por suerte,
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varias vecinas hicieron vigilia con ella mientras chacchaban coca y bebían
tragos calientes.
Rosa cruzó las puertas del local con un paso lento y nervioso, su ropa
negra al igual que su cabello, no eran símbolos de luto solamente, era el
color favorito del difunto. No saludó a nadie y nadie la saludó, caminó
directo hacia los arreglos florales y dejó un modesto ramo de rosas rojas,
sus flores favoritas. Cruzó miradas con Percy y Humberto Guadalupe,
periodistas amigos que habían almorzado en la casa de la av. San Juan
semanas antes, pero, esta vez, ni se saludaron. Cruzó miradas con Nelly,
Mabel e Ivette, suegra y cuñadas, pero no hubo palabras. Rosa sintió el
rechazo de todos los asistentes y de aquellas personas que hace días pensó
que eran familia. “Cuando murió ´Tato`, también morí yo”, reflexiona
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Rosa. Esta vez no lloró: se mantuvo fuerte y firme; recordó el consejo que
su esposo le dejó en vida: “Nunca te dejes humillar por nadie”. Rosa
caminó firme hacia el ataúd donde yacía su esposo, vio y tocó por última
vez a “Tato”. Las lágrimas no cayeron y el despido de la pareja se
consumó. Sin embargo, algo cambió en la actitud de Rosa ese día. Eran
las 2:00 de la tarde, aproximadamente.
Luego del velorio, el ataúd salió del local donde descansaba, alrededor de
las 5:00 PM. El entierro de “Tato”, reafirmó su personalidad amiguera y
amable: “había un mar de gente” o “todo Tarma fue al entierro”, fueron
frases que resumieron la mirada de Rosa. Ella acompañó al cajón alejada
unos 10 metros, con Merly cargada en el brazo izquierdo y Juan tomado
con el brazo derecho. Su suegra y sus cuñadas caminaban al lado del cajón,
nunca vieron a Rosa, nunca preguntaron por ella. Ellas eran, en el hospital,
las protagonistas de la frase “Ya tiene familia adentro. Espere afuera”.
Rosa León no entró al Cementerio de Tarma, no vió cómo pusieron la
placa blanca tallada con el nombre “Wilder Juan ´Tato` Hurtado
Caballero, no vio cómo Ivette Hurtado casi se desmaya mientras ponían
el yeso para pegar la placa, no vio la gran cantidad de flores que dejaron al
pie de la tumba, no vio cómo la gente se iba cuando ya todo estaba listo;
ella prefirió quedarse en la puerta del cementerio, persignarse, decir “dame
fuerza ́Tato`, cuida a tus hijos”, dar media vuelta y enfrentar al mundo
con sus dos hijos en brazos.
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Juan Hurtado
Esta crónica fue escrita por la necesidad de contar esta historia. La ausencia de un
padre en el hogar no es un caso particular, lo que sí es único es el camino que debe seguir
la familia después de ese acontecimiento.
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ÍNTIMOS SECRETOS
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Esa semana caminaba sola por las aceras de la universidad o sentada con
su grupo de amigos con los que se reunía para beber licor en “Tubos”,
parque al costado de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, como
siempre lo había hecho. El fin de semana, junto a un grupo de amigos, nos
invitó a reunirnos y accedimos, hicimos un círculo entre todos. Éramos
una buena cantidad de personas, cada hora se llenaba más y más el centro
habiendo puras botellas y vasos, hasta que después de tantas charlas, risas
e historias, poco a poco el grupo se iba dispersando, llegando a quedar
más botellas vacías que personas. Al final, quedamos 4 personas,
incluyendo Keyla.
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enseñó a nosotros dejándonos sorprendidos sin saber qué decir. Él dejó
de ir a la universidad por unos meses, fugándose a la selva.
Luego de ese desahogo, me pidió prestado el celular para que pueda entrar
a su cuenta de Messenger y avisarle a alguien que la recogiera. Se hizo de
noche y cada uno tomó su rumbo. Ella estaba tan ebria que olvidó cerrar
sesión en mi móvil. Esa misma noche, me dieron curiosidad las
notificaciones que no dejaban de hacer vibrar al celular, no pude ignorarlo,
y el interés hizo que leyera sus conversaciones.
Resulta que ella también estaba metida en la vida bohemia desde hacia
mucho. Incluso ayudaba a su exnovio a realizar las entregas de alijos. Al
igual que su ex novio, decidió continuar sola con el mismo negocio
durante esas semanas. Tuve toda su información durante muchos días. Y
ahora todo tenía sentido, desde su figura corporal, producto de la mala
alimentación que llevaba a causa del consumo de drogas duras como la
cocaína que la dejaba sin apetito; hasta la forma en la que vestía, prendas
de marcas caras que no suelen verse con frecuencia.
Uno de los últimos días que pude revisar sus mensajes, leí un chat que era
distinto al resto. Volvió a hablar con El Botas, comentándole que una
noche antes salió a beber con unos dizque amigos. En esa ronda hubo más
que solo bebidas alcohólicas. Lo último que recuerda de ese momento es
que sentía que no podía realizar ningún movimiento, como si fuera a entrar
a un estado de inconsciencia. Habían echado las conocidas “pepas”, que
no son más que pastillas antidepresivas, al trago combinado.
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Al despertar se sentía muy confundida, no sabía dónde había dormido ni
el momento en que se durmió. A su costado se encontraba uno de sus
acompañantes, un tal Alex, el cual habría abusado de ella.
Lo último que supe de ella fue por fotos en sus redes sociales. Viajó a
Europa para quedarse con unas primas en Suecia. El viaje ya estaba
planeado, razón por la que estudiaba inglés.
62
Así pasaron alrededor de 25 minutos, lo único que quería era irme. Abrí la
puerta…” –me contaba Yazmin aguantando su tristeza detrás del teléfono.
Yazmin llegó esa noche con un vestido overol jean, llevando por dentro
una blusa negra que marcaba un prudente escote. Su cabello ondeado con
un agradable aroma llamaba incluso más la atención. Toda la indumentaria
que llevaba la hacía resaltar del resto de chicas. Una cara de ángel con un
cuerpo que hacía voltear a más de uno.
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y amigos reunidos. Solamente de algunos con los que frecuentemente
hablaba por redes sociales.
Primero hizo que recuerde esa noche y las personas que estaban reunidas
con nosotros. Junto a ella, estaba un chico alto, de 1.80 m. Se conocieron
esa misma noche. Le dijo que pertenecía a la Fuerza Aérea del Perú.
Charlaron sobre ellos mientras tomaban junto al grupo. La invitó a bailar
para entrar en confianza. Y así fue el resto de la noche.
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primera reacción fue encerrarme en el baño. Tenía miedo, le supliqué que
me dejara ir. Dijo que lo sentía, que le disculpe, que no volvería a ocurrir.
Así pasaron alrededor de 25 minutos, lo único que quería era irme. Abrí la
puerta, y lo primero que hizo fue disculparse. Le dije que quería irme y él
me respondió que era muy tarde para eso, que no estaba en las condiciones
para irme sola. Se paró delante de la puerta para evitar que salga. Y me
propuso que durmiera en la cama, recalcó que dormiría en el piso y que
esperaría al amanecer para irse. Le creí, y, a los minutos, el mismo
cansancio hizo que me echara boca abajo en el colchón. No pasó mucho
tiempo y mi cuerpo ya se estaba tranquilizando. No sé cuánto tiempo pasó
hasta que sentí que este “pata” se sentó encima de mí e hizo que me
despertara inesperadamente. Cuando quise pararme ya no podía hacerlo,
se me habían ido las fuerzas. Alzó mi falda, bajó mi trusa y comenzó a
abusar de mí. ¡Me violó! Le supliqué que por favor pare, ya que me dolía
demasiado. Él dijo que me calle, asegurando que es algo que yo también
quería cuando no era así. Ya no podía hacer nada, solamente me quedaba
llorar y esperar a que todo acabara. Fue la primera vez que me sentí sucia.”
–resumió lo indescriptible, Yazmin, con una voz de impotencia al otro
lado del teléfono.
Luego de revelarme ese íntimo secreto, no hizo más que echarse la culpa.
“Es mi culpa por haber confiado en un desconocido”, no paraba de
echarse la culpa pese que le había explicado que esa situación estaba fuera
de sus manos.
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Ella lloraba mientras me decía todo eso. “No quiero contárselo a nadie
más, ni a mi madre” –me dijo, puesto que no quería que la viera débil ni
que piense cosas malas de ella. Lo primero que hice fue explicarle que su
mamá siempre va a estar apoyándola, al igual que sus amigos,
incluyéndome. Luego le dije que es necesario realizar una denuncia para
que no se quede así el tema. Prefirió no realizarla ya que el chico tiene
contactos en la policía, y no había las suficientes pruebas para incriminarlo.
Ella, en ese momento, tenía su enamorado. No sabía si contarle o no, ya
que no sabía cómo reaccionaría. Al final, sí le llegó a contar, puesto que el
día que abusaron de Yaz, el violador le contagió del VPH, y eso era algo
que no podía ocultarlo, aunque quisiera.
Steven Ángeles
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OTRO CICLO MÁS
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universitaria aún por ver, pero con noción a la que irá dirigida: al ámbito
de las comunicaciones por mi facilidad de expresión y gustos afines como
equipos multimedia.
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A mediados de febrero, para entrar en confianza me inscribo al simulacro
de admisión de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Con
investigaciones previas sobre su prestigio, me llama la atención la malla
curricular de Comunicación Social y todas las facilidades de esta
Universidad al ser pública, para alguien con bajos recursos y ganas de
estudiar es de gran beneficio. Al término del simulacro logro el objetivo
de experimentar de primera mano la sensación de un examen competitivo.
La experiencia es grata, al salir de la prueba me encuentro tranquilo, el
examen tenía preguntas interesantes, de carácter general, pero también
analíticos, soy consciente que solo fui a entrar en confianza y el resultado
es el esperado.
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inmediatamente. Contesto el teléfono y me dice “Diego, al fin contestas,
¿pasado mañana estarás libre?, una señorita te busca porque quiere verte
actuar”, el profesor me explica que están haciendo audiciones para una
película, esas últimas palabras me hicieron saltar la vista y mi interés. Es
así como aprovecho los permisos para pedir uno, salir temprano de la
academia y dirigirme hacia la Piscina municipal de Carabayllo, lugar donde
labora. Llego a tiempo para la cita y me encuentro con mi profesor, junto
a él se encuentra una señorita de cabello corto, contextura delgada y
chaleco negro, se presenta y me comenta que vio videos en internet sobre
mí, actuando en obras y en reportajes que hice durante la secundaria y subí
a YouTube como parte de mis tareas, le agrada el manejo de palabras para
alguien de mi edad y tiene interés en hacerme una audición para una
película. Empiezo a interpretar el guion que me enviaron por correo, trata
sobre un chico de la sierra acompañado de un amigo, están en un lago y
conversan sobre chicas, el uso del diálogo coloquial y malas palabras es
recurrente, se torna difícil interpretarlo.
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De regreso al ámbito académico, la audición y volver a actuar reafirma mis
ganas de seguir la carrera de comunicación, a pesar de no salir elegido,
tengo en mente en otro momento participar en alguna producción
audiovisual como actor o detrás de cámara, eso me motiva a seguir
preparándome para ingresar y estudiar.
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aquella anhelada posibilidad, cierro los ojos un momento y respiro antes
de darle el último clic y ver mi apellido. Está en blanco, al lado de mi
nombre no figuran las dos palabras conocidas por todos, esbozo una
sonrisa y veo el puntaje. Para ser la primera vez obtuve 1200 puntos
aproximadamente, eso me motiva a seguir mejorando y no detenerme en
mi preparación.
72
rutina, de esta manera, entre agosto y setiembre me inscribo a la academia
Pamer de Comas.
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resuelvo las que no pude en su momento, un poco más calmado, duermo
unas horas y parto temprano a la Universidad.
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Diego Rengifo
Escribo esta crónica con el fin de contar el extenso trayecto que me tomó para ingresar
a la Universidad e intentar a inspirar a alguien más a seguir adelante a pesar de los
inconvenientes que puedan suceder en el proceso, que nunca es tarde para cumplir el
objetivo propuesto.
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SONRISAS DE COLOR AZUL
Entonces ¿cambio de rutina? Claro, esa parece ser la respuesta obvia, por
supuesto, y cambio de rutina. Dejo el trabajo y me concentro en el centro
de idiomas, pero por situaciones de la vida, me veo obligada, nos vemos
obligados a no salir.
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Para llenar mis horas en casa, participo en algunos proyectos y empiezo a
estudiar un idioma más, uno que llevo mucho tiempo esperando estudiar,
son cosas de mi interés, pero aún así me siento vacía.
Todas las mañanas, los rayos del sol suelen entrar por la pequeña ventana
de mi habitación, me dan en el rostro a manera de buenos días, pero yo
simplemente no quiero levantarme, no tengo sueño, simplemente no
tengo ganas de hacer nada.
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la almohada, mientras pasan las horas una tras otra, hasta que simplemente
me levanto porque tengo hambre. El levantarme es toda una odisea
porque tengo una sensación.
Es una sensación muy rara: una pesadez en mis piernas que evitan que me
pueda levantar cuando hay mil cosas que hacer, cuando no hay
absolutamente nada. Las piernas siguen igual sin querer levantarse, si
colaboran, si dan algún paso, esto es con mucho esfuerzo, no duelen, no
arden, no molestan, simplemente ya no quieren andar.
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hija, sus expectativas conmigo cada vez eran más altas y esto solo me hacía
sentir cada vez más inútil.
Es por ello que es incrédula ante alguna debilidad mía, como si se dijera a
sí misma: “a mi hija jamás le pasaría eso”.
Por supuesto, los doctores indicaron que pasara por todo tipo de
exámenes para encontrar el problema. Con el pasar de los días la movilidad
regresó, tan repentinamente como se fue; pero el miedo de encontrar algo
terrible en mi cuerpo crecía en mí. Las palabras del doctor fueron
“fisiológicamente, estas bien– el rostro de mi madre era de desconcierto –
sería bueno que se te derive a un centro de salud mental” esas palabras
retumbaron en mi cabeza. Siempre supe que mi estado mental no estaba
completamente sano, pero el punto de inmovilizarme era un extremo que
no pensé alcanzar.
Mi madre, muy escéptica, cedió a llevarme por presión del doctor. Las
primeras citas con el psicólogo me llevaron con el psiquiatra. Él dio su
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veredicto después de algunas sesiones - depresión - una palabra que lejos
de desconcertar a mi madre, hizo que se le formará una sonrisa en el
rostro. Ella descartó esa idea bajo su típico lema “está exagerando” ni
mencionar que me prohibió determinadamente que tomará las medicinas
para tratarme.
“Lo que tienes solo es falta de voluntad, solo necesitas ganas, así que ponte
a hacer limpieza para ver si así te dan ganas”, dijo. En ese momento me di
cuenta que mi madre, debido a sus expectativas conmigo, no podía ver
que yo era una persona frágil y débil como los demás, que a pesar de su
crianza para que fuera una mujer fuerte, yo no era lo que ella quería.
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me veían menos, mis ánimos mejoraban y mis sonrisas eran cada vez más
sinceras.
Cuando de vez en cuando comento a alguien que pasa lo mismo que pasé,
me dicen “no puedo creer que hayas sufrido depresión, siempre estás
contenta, transmites alegría todo el tiempo”, a lo que respondo: “no
siempre es lo que parece, además ahora ya no la padezco”; al parecer mi
última premisa ya quedó atrás.
Me siento en una lucha interna, aún recuerdo la frase del doctor: “estar
deprimido, no es estar triste, es estar enfermo”. Todo este tiempo he
tenido miedo de volver a estar enferma, solo decía “estás triste” o “ve a
dormir, mañana sí o sí te levantas con mejor ánimo”, pero debo
reconocerlo. Solo deseo gritar ¡no estoy bien!, ¡no quiero sonreír!, ¡no
quiero ir a trabajar!, ¡no tengo sentido en mi vida!, ¡no sé qué es lo que
quiero!, ¡no soy perfecta!, ¡quiero llorar!, ¡déjenme sola!
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Mientras miro un cielo donde no hay estrellas, donde el sol brilla a millones
de kilómetros, sin ningún rayo de luz en mi rostro, me siento decidida: no
se puede seguir así. Si quiero una luz tengo que generarla yo. Encuentro
una caja olvidada, prendo mi lámpara. En mis manos tengo una pequeña
pastilla de color azul.
Ariana Viguria
La depresión está estigmatizada, y es por ello que escribo: porque a pesar de que hay
días que la enfermedad me imposibilita muchas cosas, hay otros en los que pongo toda
mi voluntad para superarlo sola. Esta es una lucha que muchos llevamos en soledad,
pero que se puede ganar.
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VER A OTROS ESCRIBIR
(TRABAJAR EN UNA EDITORIAL
INDEPENDIENTE)
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convocatoria para llamar a nuevas voces literarias e invitarlas a colaborar
con la editorial, tanto cultural como financieramente. A los seleccionados
se les había enviado una carta felicitándolos y explicándoles que para
seguir con el proceso debían aportar con la compra de una cantidad de los
libros que se iban a imprimir, lo que significaba un aporte de trescientos o
cuatrocientos soles. A más de uno esa “estafa” no le agradó. Y los
comentarios de odio no tardaron en aparecer en aquella publicación que
cerraba todo el evento.
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- “Entonces, ¿para qué me hicieron escribir si iban a hacer esta
payasada? De haberlo sabido no habría escrito nada”.
Retrocedí tres años en el tiempo. Para una novata de dieciocho años con
su primer trabajo de verdad (planilla, impuestos, etc.), escribir era todo un
mundo y sabía perfectamente que alcanzar reconocimiento por hacerlo era
demasiado difícil. El mercado editorial, aquí en Perú, es uno de los más
exigentes, de los más limitados. Nadie compra, nadie lee. Pero,
empedernida en mi sueño, invertí mi primer sueldo en un taller de escritura
creativa y amé cada una de las cuatro sesiones a lo largo del mes que
duraron las clases. En mi mente quise que ese fuera el primer paso a
nuevas oportunidades. El profesor era un hombre de edad, cabello blanco,
frondosa barba y un humor y un nombre bastante peculiar, Eduardo
Pucho Verdura. Cuando el curso acabó, él informó que nos avisaría de las
novedades. Pasó un mes para que recibiera un correo de su parte,
invitándome a enviar cualquier texto de mi autoría para publicarlo junto a
otros autores en un libro pequeño. Pequeñísimo, de hecho. Lo
presentamos a modo de recital en un café que amablemente nos cedió un
espacio para reunirnos quienes habíamos participado. Cada uno leyó lo
suyo y recibimos felicitaciones entre todos. Un ejemplar costaba cinco
soles. Lo compré para mostrarles a mi familia la gran hazaña de mi
persona. Recuerdo haberles dicho, emocionada, que mi nombre estaba en
un libro y que ya podía morir en paz. Sin saber que luego de tres meses un
nuevo correo llegaría a mi bandeja de entrada invitándome a la
convocatoria “Tiempos modernos”. Tardé casi dos semanas en armar un
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texto decente para enviarlo. Cuando me avisaron que había pasado a la
siguiente etapa, mi corazón era un cúmulo de emociones rebosantes, no
sabía a quién decírselo, cómo contarlo; pero grande fue mi decepción
cuando más abajo me pedían una colaboración de doscientos soles para
seguir con el proyecto. Ya no estaba trabajando, mis ahorros no llegaban
ni a la mitad, y aunque sí lo hiciesen, no podía gastar todo en una sola
ocasión, sería muy imprudente. Así que no dije nada y asistí con
normalidad a mi universidad al día siguiente. Cuando iba de regreso a casa,
el viento sopló innecesariamente fuerte y fue cuando vi, allí a unos cuantos
metros de mí en el piso, diez soles abandonados.
Esa noche, un tanto avergonzada, les pedí a mis padres que me ayudaran
a completar los doscientos soles. Con algunos ajustes, aceptaron,
dándome los ánimos que necesitaba.
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veces en la Casa de la Literatura Peruana y una tercera más antes de que la
pandemia empiece.
Pero cabe decir, que la única vez donde pagué fue en la primera
presentación. Luego de ella, ya no tenía dinero para seguir publicando. A
la segunda convocatoria antes de considerar enviar algo, le escribí a
Eduardo, a quien aún llamaba “profesor”, agradeciéndole la
consideración, pero que a falta de recursos debía abstenerme de participar.
Entonces recibí la respuesta: “Que el dinero no impida mostrar tu talento,
Judith, envíanos tu texto. Un abrazo”. Comencé a escribir emocionada por
la gran oportunidad, no sabía muy bien a qué se refería, pero lo hice y esa
fue mi segunda presentación en la escena literaria. Las siguientes tres
presentaciones en la Casa de la Literatura también me recibieron sin pagar,
sin embargo, a modo de agradecimiento ofrecía mi ayuda para recibir a los
autores en la puerta del evento, guiarlos, responder preguntas de los
invitados y apoyar a Corina, esposa de Eduardo, tras bambalinas, mientras
las presentaciones se llevaban a cabo. Era todo un laberinto asistir a tantas
personas durante la hora y media que duraban los recitales. Corina y yo
terminábamos exhaustas, pero aliviadas y felices de que todo había
marchado bien, mientras que Eduardo se tomaba una foto final con todos
los autores. En las antologías donde yo no participaba me quedaba detrás
de la cámara observando a todos posar mientras el fotógrafo hacía la
cuenta regresiva. Todos, con sus libros en mano, con la misma sonrisa que
yo había mostrado en mi primera presentación. Todos felices, amantes de
la literatura, felicitándose entre sí, cada uno en medio de su momento de
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gloria, desobedeciendo al estigma de que la literatura se está muriendo. Yo
me enamoré de eso. De esos ojos soñadores y esas sonrisas deslumbrantes.
Y me atrevo a decir que el profesor también, quien al final descubrí que es
el director de la editorial y que, a quienes no podían aportar
económicamente, los apoyaba y permitía publicar, asumiendo él mismo
los gastos que hacían falta cubrir. Entendí que ni Autómata ni el profesor
tenían la finalidad de lucrar con todo ello. Era un arduo trabajo producto
de un sueño con más de treinta años de vigencia, tiempo en el que
Eduardo decidió por fin levantar su propia editorial como segunda opción
a los autores que encontraban puertas cerradas en el mercado literario.
Porque sí, todo es comercial, todo debe generar ganancias o ahí muere.
Así que decidí quedarme con ellos, ofreciendo nuevamente mi ayuda y
pidiendo algún trabajo dentro de la editorial que pudiese desempeñar sin
arruinar nada.
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su elegante fonética … Su capacidad de penetrar en el alma con la
efectividad de un cuchillazo en la ingle, de conmover hasta las lágrimas
con solo la imaginación, se escribe porque la necesidad de hacerlo te posee
… Por supuesto, quien no puede entender eso, pensará que está siendo
estafado, creerá que deben pagarle como si fuese el gran poeta del siglo.
Yo busqué el nombre de esa persona en Google y no apareció ni por
casualidad. El ego causa ceguera, claro está.
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pero todavía muchos otros planes esperan concretarse. Al final de todo,
podrán juzgar si la editorial hizo un buen trabajo o si realmente era de
mierda, pero en todos esos libros que ha publicado, los cuales suman,
contra todo pronóstico, más de treinta, se ha demostrado algo: cada
historia cuenta.
Judith Tarrillo
Cuando el director de la editorial solicitó mi ayuda para ser CM, pronto me di cuenta
del titánico esfuerzo que es impulsar un rubro que agoniza, que ese trabajo se comparte
con los autores que aman escribir y que tal hazaña debe ser reconocida, incluso por los
que han olvidado la literatura.
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PANDEMIA, CUARENTENA Y UN PAR DE LOCOS
ENAMORADOS
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gran cantidad de gente, pero una parte de mí seguía pensando que esto no
pasaría a mayores, que en un par de semanas estaría nuevamente
trabajando. Qué iluso, ¿no?
El local tiene dos escaleras: una delantera y otra trasera. Por ambas pueden
transitar tanto clientes como trabajadores, pero la trasera da para la cocina,
la caja y el horno, además que estaba más cerca al lugar en donde me había
sentado a conversar. Cuando bajé, vi una larga cola de trabajadores - en el
tercer piso estaba el call-center de la pollería, así que ahí había muchos
trabajadores que yo no conocía - esperando su turno en la caja para llevar
a casa alguno de los insumos que nos estaban ofreciendo.
Ese día me dejaron salir media hora antes de mi horario habitual de salida,
así que al momento de salir, me despedí de mis amigos y con una chica
que se hizo mi amiga muy rápido, nos abrazamos al despedirnos, como si
muy dentro de nosotros supiéramos todo lo que se venía.
Aún no entendía muy bien qué era lo que estaba pasando así que me quedé
viendo los noticieros esperando que den mayor explicación. Cuando
entendí un poco más lo que había decretado el Estado, le escribí a mi
enamorada.
Entonces ella me dijo que le diría a su mamá y que tomaría un taxi para ir
a mi casa, además que me dejaría un par de mascarillas porque la pareja de
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su mamá había logrado comprar varias. Cuando llegó, pasamos la tarde
juntos, vimos una película, almorzamos y ella se tuvo que ir al anochecer.
No sabíamos que pasarían tantos días en los que no nos veríamos después
de eso.
La primera semana fue tranquila, no tenía nada que hacer más que ver
vídeos, películas y jugar con mi celular, así pasé los primeros días. La
comunicación con mi enamorada era todo el día por WhatsApp o haciendo
videollamadas. Durante esos días en que todos en mi círculo social
buscaban qué hacer con su exceso de tiempo libre surgió el juego para
móviles Ludo - yo odié con toda mi fuerza ese juego porque no hacías más
que tocar la imagen del dado y decidir qué ficha mover, sin mencionar que
solo ganabas si el algoritmo del juego estaba a tu favor - La noche del 22
de marzo, antes de empezar a jugar Ludo con mi hermano, mi mejor
amigo y mi enamorada, hice videollamada con ella, en la que estuvimos
conversando de varias cosas que se nos ocurrieron en ese momento, hasta
que sucedió.
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Yo estaba en mi casa con mi hermano al costado, él estaba participando
de la conversación y yo no tenía audífonos, así que ella sabía que él la
estaba escuchando. Ella dijo algo que me fastidió mucho porque me
pareció una referencia a algo personal que solo sabíamos los dos y después
de eso le empecé a hablar cortante. En ese momento no manejé bien las
cosas. Siempre habíamos dicho que si algo nos molestase del otro lo
conversaríamos. Pero me ganó la inmadurez, la apatía y simplemente dejé
de ser el novio amoroso que suelo ser y me mostré distante.
Yo solo esperaba que ella dijera “lo siento” y para mí no había pasado
nada, pero no sucedió. Yo le dije que algo que ella me había dicho durante
la videollamada me había fastidiado, pero que – no pasa nada, tonta – así
que ella no le tomó importancia. Pero yo seguía esperando que se disculpe.
Para ella no había pasado nada, yo le había dicho que no pasaba nada, pero
yo seguía fastidiado y todavía no podía volver a ser el mismo de siempre.
Con la molestia encima, conversé con una amiga contándole todo lo que
había pasado y lo que pensaba. Ella era mi ex compañera de trabajo en el
call-center donde trabajé el año anterior y en esa época siempre estábamos
juntos, por lo que le tengo bastante cariño. Luego de contarle todo lo que
pasó, y de que ella me hizo darme cuenta que yo había actuado mal al no
ser claro con mi enamorada y decirle directamente lo que me fastidiaba,
nos pusimos a jugar Stop!, una especie tuttifruti para celular para el que
tenía cierta habilidad. Surgió una conversación que me pareció graciosa así
que decidí compartirla en mi estado - ¿tiene nombre esa tendencia juvenil
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de tomarle screenshot a un chat y colgarlo en tus redes sociales? ¿o tiene al
menos una base psicológica?
Para ese momento, yo era el distante, para ella no pasaba nada, por lo que
tenía el sin sabor de mi trato. Con esa incógnita en la cabeza, ella no supo
qué pensar y se fastidió mucho por la conversación.
Yo no advertí que algo le fastidiaba a ella pues ahora era yo quien pensaba
que si algo nos molestaba del otro, lo expresaríamos. Sin darnos cuenta
ambos estábamos molestos con el otro y no sabíamos que el otro también
estaba molesto, solo notábamos que el chat había perdido esa dulzura que
casi provocaría diabetes a cualquier extraño.
Ninguno de los dos es de los que dan el primer paso para resolver las
cosas, pero ambos somos conscientes de que nuestra relación es algo
especial, por lo que decidí dar el primer paso. Días atrás, Ariana me había
dedicado una canción llamada Better Together, una canción muy linda que
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habla de la unidad de pareja, así que decidí aprenderla en guitarra para
enviarle un audio cantándosela. Luego de varios intentos para coordinar
mi voz con el rasgueo - me tomó casi dos horas poder grabar los dos
primeros compases y el coro sin equivocarme, se lo mandé.
Ella me respondió una frase del coro y un corazón. Para nada lo que
esperaba después de mi esfuerzo. Con la desilusión de su fría respuesta, le
respondí – vale –. Ella demoró unas horas en responderme. Cuando no se
siente bien o está molesta, decide apartarse de las redes para distraerse.
Cuando me respondió, ya al anochecer, me dijo que sí quería hablar. Así
que comenzamos.
Luego de dejar en claro que aún nos queríamos y teníamos ganas de seguir
con la relación - me pareció exagerado mencionar siquiera la opción de
cortar porque para mí había sido una pelea de nada - ella propuso una
dinámica muy linda para expresar lo que sentíamos.
–Dime qué es lo que más te gusta de mí y por qué estás molesto – dijo ella
tomando la iniciativa en nuestra reconciliación.
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–Me gusta mucho tu forma de ser, tienes un corazón muy lindo y noble,
amo cómo te expresas y la forma en la que me haces sentir. Estaba molesta
por tu actitud de esa noche y me terminó de joder por completo lo que
publicaste– dijo ella al tiempo que terminaba con esta tonta pelea.
El 4 de mayo cumplí 20 años, pero días antes, desde fines de abril. Las
cosas no venían muy bien con Ariana, no eran peleas como la primera en
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la que pasamos dos días enteros así, pero sí sentía por momentos un
malestar. Pero ese 4 de mayo fue muy especial.
100
la segunda década de mi vida. Sin embargo, llegó la hora de despedirse.
Acompañé a Ariana hasta la avenida para que tome taxi y para alargar el
tiempo que nos quedaba juntos ese día.
Ella llegó a su casa, y estuvimos bien casi una semana, pero hacia el 10 de
mayo comenzamos a tener pequeñas discusiones por dramas - quiero
definir drama como una exageración adrede de una cosa que ha hecho el
otro con el fin de bromear - que uno hacía y el otro tomaba demasiado en
serio.
Y lo volví a hacer.
Supongo que eso fue un error de mi parte. Tuve cero empatía con mi
pareja y fui completamente egoísta sobre lo que ella sentía. Nunca fui
capaz de ponerme en sus zapatos para tratar de conversarlo. Dejamos
pasar eso sin solucionarlo bien y arrastramos el enojo durante esos días.
Hasta que en la última semana de mayo me molestó mucho algo que ella
hizo y - por fortuna - se lo dije directamente.
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Como tenía mucho tiempo libre, volví a descargar un juego con el que
hasta el día en que escribo esto sigo viciado: Call of duty mobile. Con mi
hermano, mi mejor amigo y mi amigo Fabrizzio comenzamos a jugar en
las noches el modo de juego Battle Royal, que consiste en que hay cien
personas formando equipos de cuatro en un mapa grande y cada equipo
debe “matar” a los otros equipos para poder quedar vivos hasta el final y
ganar la partida. Ariana se descargó el juego para poder jugar conmigo, y
una noche que estábamos jugando mi hermano, mi mejor amigo, ella y yo,
ella se molestó y se salió.
–Oye, por qué te saliste así. No la jodas, por favor– refiriéndome a que no
vuelva a generar una pelea entre nosotros. Pero yo ya estaba molesto, así
que no había mucho que hacer. No hablamos mucho esa madrugada, pero
por la mañana ella me dijo que no quería pelear por tonterías. Pero yo
seguía molesto.
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Cuando me lo dijo y me explicó que no quiso decírmelo porque ella sabía
que era una tontería, yo le dije que quería saber qué era exactamente. Ella
me respondió:
–¿De qué sirve que te diga eso?– con la carita triste que se forma al poner
“:” y “(” al final de su oración.
–Para no hacerlo más ¿no te das cuenta que no quiero joderte? Que quiero
que estés bien conmigo. Sé lo que es tener inseguridades y quiero que no
tengas ni una. Porque yo me muero por ti. De verdad me muero por ti. Y
no la quiero joder contigo.
–Es que no es que te diga algo para que no lo hagas porque no tiene nada
de malo. Amor, así como tú te mueres por mí, yo también por ti. Eso es
lo que me repito y me demuestras a diario. Créeme que solo fue algo tonto
porque estaba toda emocional, pero me di cuenta que no lo vale porque
me amas y yo a ti. Y si pasara cualquier cosa, sé que no, al final ambos
perdemos
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La cuarentena nos ha servido para encontrarnos un poco más como
pareja, tener costumbres juntos, aprender juntos y hacer planes a futuro
juntos. Establecimos los jueves de películas, los findes de videollamada
para avanzar un curso virtual de diseño y cuando se acabe la cuarentena,
pasar toda la vida juntos.
Sebastián Lozano
Durante la cuarentena, mi novia fue mi contacto con el exterior, la única persona con
la que conversé todos los días y el principal motivo por el que me mantuve cuerdo esos
días tan locos. Quise dedicarle esta crónica, porque cada día ella me dedica más de lo
que merezco.
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CONOCIENDO LO DESCONOCIDO
Iba camino a casa, finalizada la clase de historia, era hora del almuerzo y
me apresuré por llegar a tiempo para satisfacer mi apetito, de repente sentí
una vibración en mi bolsillo –genial, seguro un mensaje del grupo de
historia- dije en mis pensamientos.
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Entablar conversaciones con personas que veía casi toda la semana era
caer en una rutina, la rutina agobia el espíritu de libertad que todos
tenemos; por mucho tiempo no sucedía nada interesante en Facebook y
recibir un mensaje como ese no era algo que suceda muy a menudo,
mucho menos de alguien que sea fan de un anime poco conocido que me
encantaba.
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-Hola David, ya te percataste de la publicación de Facebook donde te
etiquetaron- dijo con tono asombrado.
La persona que me había escrito antes, había compartido una foto que yo
no había publicado en ninguna red social, además de ello, me había
etiquetado; hasta ahora no logro entender el porqué alguien hace eso.
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estudiaba en mi escuela, probablemente sea alguien que conozco, pero
como consiguió la foto, entonces lo recordé.
-No te preocupes, sólo quiero saber por qué lo hiciste- contesté de manera
breve. Pasaron pocos minutos y mi celular comenzó a vibrar, la respuesta
a mi mensaje también fue breve, -quiero hablar contigo, personalmente-
sentí que su inseguridad había sido superada, es increíble como pude llegar
a sentirme tan emocionado por el sólo hecho de que alguien quisiera
llamar mi atención.
-¿Por qué lo haría?, sólo quiero aclararlo todo-, por alguna extraña razón
esas palabras me tranquilizaban, sentía su sinceridad.
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El acuerdo entre ambos de encontrarnos el sábado por la tarde fue mutuo,
faltaban dos días, pero ya sentía la emoción del día sábado, emoción que
se aumentó durante los dos días faltantes.
Para llegar a la loza era necesario pasar por el parque, sabiendo eso me
senté en una de las bancas del parque a esperar, esperaba ver a alguien
conocido porque recuerdo el rostro de todos mis compañeros, tengo una
buena memoria fotográfica, además tenía la certeza de ver a alguien de mi
salón.
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seguida me puse a mirar los alrededores, trataba de descubrir donde estaba,
pero no alcancé a reconocer a nadie.
Decidí regresar a mi casa, cuando me vuelve a llegar otro mensaje, -te estoy
esperando en la pileta del parque-, tenía dudas sobre si ignorar el mensaje
o no; finalmente fui para aclararlo todo.
Pude entender de que trataba todo, sin la pseudoseguridad que te dan las
redes sociales no hubiésemos llevado nuestra amistad al siguiente nivel,
ambos no hubiésemos tenido el valor de entablar una conversación cara a
cara sobre lo que realmente sentíamos.
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noche, no podía faltar una amena conversación en mi agenda,
conversación que se extendía hasta que el cansancio me gane, estuvimos
así por un buen tiempo hasta que decidí eliminar mi cuenta de Facebook,
pero bueno esa es otra historia.
“Gali” significó mucho para mí, cada vez que vuelvo a recordar ese pasaje
de mi vida, me doy cuenta de lo mucho que he madurado como persona;
tener a alguien que te guíe y te comprenda en una etapa temprana de tu
juventud te hace querer ser la mejor versión de ti. Actualmente, guardo
esta anécdota como un bonito recuerdo de alguien a quien todavía aprecio.
David Celestino
Esta anécdota es especial para mí, no suelo confiar fácilmente en alguien, pero siempre
hay una primera vez para todo, quise mostrar que no todo lo desconocido es malo.
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LECCIONES: CHARLIE 42
Ya eran las 0200 horas cuando aparece un joven oficial que, renegando,
quizá por el sueño, comienza a ordenar: “Ya carajo, ¡fórmense!, todos los que
tienen documentos a este lado y los que no tienen a este lado”. Dos filas se formaron
rápidamente entre aquellos seres en falta que iban pasando revisión por el
personaje de verde. El joven, ni lento, ni tonto y sin documentos, cogió el
último lugar de la fila “documentados” junto a su amigo “el chino” para
probar su suerte.
—Alférez lo que pasa es que yo, hoy día, tengo que presentarme —dijo el
joven, apenado y apurado, mientras sacaba un recorte de un viejo
periódico que guardaba en su billetera.
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El joven mentía. La verdad es que aún no era tiempo de que sirviera
obligatoriamente a su país. Pero algo más allá del patriotismo lo movía. El
hambre. El frío. El miedo. El oficial siguió increpando hasta que escuchó
una explicación. Falsa, pero explicación al fin y al cabo. “Alférez es que, era
mi despedida y fui con mi hermano…”. Y antes de dejarlo continuar, lo calló y
los dejó ir.
A las 0430 horas entró a lo que en ese entonces era el Ministerio de Marina.
Emocionado por no encontrar cola afuera, pero rápidamente impactado
por la cantidad de gente que ya había adentro. Alfa y Bravo ya estaban
formadas. 150 para cada una. Seguía Charlie que se estaba formando y le
dio una denominación a este joven. Charlie 42.
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El tiempo transcurrió hasta las 0900 horas. Entre hacerlos parar y estar en
cuclillas. “Lo hacían por joder” —dice hoy Charlie 42, ya no tan joven. Hasta
que aparecieron otros oficiales y comenzó “el trabajo psicológico”.
“¡¿Quiénes no quieren estar aquí?, ¿quién es maricón?, ¿a quién lo han violado?, ¿algún
huevón con tatuaje?, ¿un maricón con arete?!...”
Pregunta hecha, persona que botaban, insultos van pero no vienen. Solo
se escuchaban las ofensas de los oficiales y los llantos de los
desmoralizados. Padres pagando para que sus hijos no vayan a la isla. 500,
1000, 1500 soles. Todo sea para que te firmen y sellen como “INAPTO”.
Así, quedaron solo los que querían entrar. O los que no podían pagar.
Luego de esperar llegaron las lanchas al muelle de la Plaza. Ese era el fin
de la vida civil de Charlie 42. La compañía Charlie subió en una lancha
para 150 personas y zarpó rumbo a la isla San Lorenzo, donde se
encontraba la Escuela Naval de la Isla San Lorenzo (o como ellos le
114
llamaban, ENSO). En medio del viaje, o del mar, mejor dicho, se detuvo.
El oficial a cargo preguntó: “¿Quiénes no saben nadar?”. La compañía se
separó y Charlie 42 sí sabía nadar. Una tabla en la proa y cerca de 60
personas que no sabían nadar marchando encima de ella mientras los
primeros se caían al mar fue suficiente para la primera lección de la vida
militar:
Primera lección: “Todo marinero debe saber nadar, ¡carajo! Ya no están con su
mamita, su papito. ¡Ahora todos pertenecen a la Marina de Guerra del Perú!” —
repetía el oficial mientras Charlie 42 y sus compañeros rescataban al resto
que se ahogaba.
0500 horas. Despertarse, correr y hacer ejercicio. 0700 horas. A las duchas
y a desayunar. 0800 horas. Ejercicios nuevamente. 1000 horas. A clases.
1300 horas. Almuerzo. 1400 horas. Más ejercicios. 1700 horas. A estudiar
de nuevo. 2000 horas. Cena. 2100 horas. A dormir. 0500 horas. Repetir.
Durante tres meses fue la rutina casi inamovible de Charlie 42. Sin
embargo, la vida militar no es tan rígida como algunos creen.
115
y desapareció rápidamente en su boca el huevo sancochado que siempre
daban en el desayuno. Esa mano era “Titi”. Moreno, alto, fornido, “un
huevonazo” —dice Charlie 42 mientras hace un ademán de grandeza.
Caracterizado por abusar de los demás e incluso extorsionar dentro de la
“cuadra”, que era la habitación de la compañía.
Ambos pasaron unas horas en enfermería, pero, ¿no eran 24 horas? Pues
ahí recién comenzaba el “pitiudo”. Marcha de pato, subir y bajar el “Monte
Calvario”, soportar la arena ardiente de la mañana con ampollas en el
pecho, comer en el suelo y soportar una noche en la playa hasta el
amanecer del día siguiente en una caja de calamina que te calentaba como
un horno y terminaba en una nueva visita a la enfermería.
117
Nueva lección: “Carajo, aquí todos son un equipo y no pueden estar peleándose como
huevones. Aprendan o si no, ¡lárguense!” —dijo el cabo a cargo de la cuadra
Charlie mientras hacía ranear a toda la compañía.
Tras estar 3 meses en ENSO era el momento de que los reclutas salieran.
Si bien es cierto tenían que cumplir 1 año de servicio militar obligatorio,
ya no eran reclutas sino, grumetes. Y podían ser “destacados” a diferentes
dependencias. Charlie 42 fue destacado al “BAP Ríos” (BAP: Buque de la
Armada Peruana) por recomendaciones del alférez Palomino, responsable
de la isla San Lorenzo en los meses de recluta de Charlie 42 y un amigo de
anécdotas.
118
“¡¿Y yo cómo me llamo?!”. El desconcierto entre las miradas de los nuevos
grumetes dio pase a la orden del oficial. “Ah no saben cómo me llamo. Ya!, pa’
ranas 1, 2!” y los nuevos comenzaron a saltar en plena cubierta y a la vista
de toda la tripulación. “¿Y ahora cómo me llamo? —siguió el oficial mientras
los grumetes seguían raneando. “Yo soy el capitán de corbeta Jorge Castro, ¡y soy
su comandante! Y así van a estar hasta que se acuerden mi nombre. 20 más!”
Es por ello que quienes saltan de un barco a otro deben ser rápidos, hábiles
y sobre todo, temerarios. Porque se debe tener mucho valor o valorar muy
poco la vida para correr semejante riesgo. Pues Valdivia, Cachete y
Metralleta eran los 3 encargados de arriesgar su vida para remolcar esos
barcos. Pero ellos debían esperar, no solo el “momento exacto”, sino
también las órdenes de su comandante. Quien con su barba enorme, voz
aguardentosa y camisa destapada gritaba la señal que conocía toda la
tripulación. “Al abordaje mis valientes!” Cachete, Metralleta y Valdivia tenían
que saltar hacia lo que podría ser el último salto. Fortuna, Dios o
inteligencia. Algo los salvó todas las veces que remolcaban.
120
Nueva lección: “Para disfrutar de La Marina debes tener dos cosas: Habilidad y
Valor. Sin una de esas dos, por las huevas estás” —dijo el comandante Castro
en una mesa durante la cena de un domingo con los tres.
F.O.E.S: Humano
Dentro de ellos se encontraba “el chato Spiru”. Era bajo pero agarrado y
estaba obsesionado con el entrenamiento. Cada mañana salía a correr y el
trío lo veía. Hasta que un día comenzaron a hablar y Spiru les comentó su
sueño de ser parte de las F.O.E.S (Fuerza de Operaciones Especiales y
Demolición Submarina del Perú). Uno de los cursos más difíciles, si no es
el más difícil, de todas las FF. AA. del Perú.
Valdivia, o “Milkito” como le llamaban sus amigos (ya que era más orejas
que cabeza cuando lo raparon al entrar), se interesó por ese sueño. Lo hizo
suyo. A partir de ese momento salió a entrenar con Spiru y sus amigos
cada mañana. Cachete y Metralleta no tenían el mismo objetivo. No les
interesaban las F.O.E.S y se sentían bien donde estaban.
121
—Porque era lo mejor, lo más alto. Cualquiera en La Marina lo sabe. Un
FOES es imponente, es respeto, es autoridad. Si tú estás caminando en
una vereda y ves que viene un FOES tú debes cambiarte de vereda. Doble
rancho, aprender a sobrevivir, ser respetado. Yo había comenzado como
recluta pero podía ser más —dice hoy Charlie 42 mientras sus ojos se
emocionan y destellan aquella juventud que lo quería todo.
122
“Tocas tu campana y te vas. Muchos no aguantan, pero más que todo es psicológico,
nunca te golpean, solo es ejercicio. Todos te dicen que eres basura, que no vales nada,
que estás por las puras, mientras te esfuerzas con todo lo que tienes”.
Era el año 85’ cuando el Charlie 42 pasó a ser FOES y lo que preocupaba
a todo militar era el terrorismo en la Sierra. Todos sabían que ser destacado
a la Sierra era el riesgo más grande en aquella época y muchos de los que
iban no volvían. O volvían en bolsas.
123
tuvimos la culpa —mientras mira al techo se humedecen los ojos de aquel
ex FOES.
A parte del grupo de Valdivia, fueron otros dos grupos, dos instructores
FOES y 200 infantes de Marina. Al volver, llegaron los 3 grupos y los dos
instructores. Ningún infante volvió.
Sin embargo, ese día era diferente. Un oficial llamó a Valdivia y le pidió
“un favor”. Tenía que ir a Barrios Altos, a la casa de la familia Ramírez.
Un tal Alejandro Ramírez había fallecido y querían que Valdivia entregue
una conmemoración a su familia y una citación para que fueran a
reconocer a su familiar.
Una vieja quinta de Barrios Altos, despintada o quizá nunca pintada. Abría
la puerta una señora mientras el bullicio de la calle parecía callarse. Algo
mayor. 45 o 50 años. Trigueña. Él nunca la había visto, pero Alejandro
124
había estudiado con Valdivia en el colegio Daniel Alcides Carrión de
Barrios Altos durante la secundaria. “Fuimos los únicos que nos graduamos. Solo
2 terminamos la secundaria en el 82’. Era sano, no como el resto de mis amigos. Apenas
y lo conocía. Estuvo en La Marina y tampoco lo conocí”.
Última lección: “No hay ejercicio que te enseñe más que esos momentos. Nadie te
enseña a llorar. Nadie te enseña a ser humano.” —dice Milkito, Charlie 42,
grumete Valdivia y FOES Valdivia mientras llora y su voz se corta.
Termina.
125
Manuel Valdivia
Quise darle otra mirada a la imagen que tiene la sociedad de la vida militar, además
de contar parte de la vida de mi padre para que, de esta manera, otras personas con
padres militares o exmilitares entiendan el porqué son como son. Y yo poder entender a
mi padre.
126
EL PARAÍSO ESTÁ EN LA TIERRA
Escapar. Esa era mi consigna. Quería buscar paz y me dirigía hacia ella sin
saber lo que vendría. Abordé el bus. Las ventanas parecían pantallas que
reflejaban diversos paisajes. Campos desérticos y campos frondosos de
cultivos. Así sentía que poco a poco me alejaba del caos. Sin caer en
cuenta, cerré los ojos. Perdí la noción del tiempo, pero sentía mi
respiración un poco más agitada. Allí entendí que ya me había alejado
bastante de Lima. Estaba en busca de esas experiencias en la vida que se
anclan en nuestras memorias. Cada vez que traemos a nuestra mente un
recuerdo, él viene cargado de nostalgia y emoción. No solamente porque
las vivimos, sino porque anhelamos revivirlas una vez más.
127
Puno me recibió diferente. Con un abrazo frío, pero acogedor. El viento
soplaba; sin embargo, la gente del lugar me transmitía su calma. Ya podía
sentir con más claridad las dificultades para respirar. Una cena ligera fue
mi compañía esa noche del 15 de noviembre. Una sopa consistente y
caliente para sobrellevar el frío y para dar sensibilidad a mis extremidades,
pues el clima me provocaba algo de dolor en el cuerpo. No había
amanecido, pero ya el cielo estaba iluminado, eran apenas las 5am del 16
de noviembre. Nuevamente Puno me dio un abrazo más frío que el de
ayer, sin embargo, esta vez con un cielo majestuoso. Nubes que parecían
algodones, blanquísimos como la nieve y un cielo celeste, tan claro como
el mar caribeño. Era como una premonición de lo que se venía.
128
“Duerman” gritó el conductor. Quería que descansásemos porque
después necesitaríamos todas las energías posibles para la caminata. Poco
a poco las imágenes se distorsionaban. Lentamente, con el silencio
absoluto de los pasajeros cerré mis ojos. Necesitaba ese descanso.
Comencé a percibir mi entorno. Solo veía un azul alrededor. Un silencio
increíble. Una paz absoluta. Si eso encontré aquí en el inicio de mi viaje,
ya empezaba a imaginar el final. A lo lejos se veía un pequeño bloque de
piedra que mientras los minutos pasaban, ella crecía. Se notaba a lo lejos
su majestuosidad. Tan alta y soberbia. Conforme se aproximaba la lancha,
se sentía un viento intenso, como si me diera la bienvenida con un fuerte
abrazo.
Recorrer aquí fue bastante calmado, respiré un aire puro, sentía que el aire
frío de las montañas oxigenaba mis pulmones, como dándome fuerzas
129
para seguir. Y un ruido imponente. Era el río que me acompañaba. Me
indicaba el trayecto. Nos cruzábamos. El bajaba y yo subía. Yo seguía su
rastro. Frondosos árboles se aparecían frente a mí, con un ligero viento,
que me hizo sentir la tranquilidad del lugar. Cada paso era importante. No
sentía ni calor ni frío, pero sí un viento bastante agradable que me
refrescaba. Todo estaba tan bien. Hasta que en mi andar llegué a un
segundo letrero: cima de la Isla Taquile, 4 km. Sentí que había caminado
más, pero no. Solo fue 1 km. Y allí comenzaría mi tragedia.
Mi ropa era más pesada. Mi mochila se volvió más pesada todavía. Respirar
se volvió una tarea difícil y parecía que no lo estaba haciendo bien. Sentí
que el viento ya no me ayudaba con su aliento y que el lago ya no me
animaba con su voz calma, como un susurro, pues nos habíamos separado.
Lo dejé atrás cuando empecé a subir. Mis pies querían parar y yo quería
130
seguir. Imaginaba la vista panorámica en mi mente. Tantas veces la vi en
fotos que contaba los minutos para apreciarla. Ya estaba a más de 3900
msnm.
“You can. It 's wonderful! Keep walking” me dijo una turista canadiense.
Cruzamos nuestros caminos. Yo aún subía y ella descendía. Sus palabras
alimentaron mi entusiasmo. Me hizo recordar la consigna. Me eché
nuevamente a andar. Alcancé a ver otro letrero: cima de la isla, 2 km. Sin
embargo, ya no quería seguir. Me faltaba el aire. Me dolía un poco la
cabeza. Ya no tenía más agua. Estaba solo. Algunos compañeros habían
desertado en el camino y otros continuaban, pero a paso lento. Empecé a
cuestionarme: ¿Vale la pena tanto esfuerzo? ¿Llegaré a la cima?
Seguí. Ya estoy aquí. Estoy más cerca del final que del comienzo. Ya
habían pasado dos horas de caminata intensa, de dolores, mareos y de
cuestionamientos. El camino se puso aún peor. Un zigzag lleno de piedras
y vegetación. Un terreno aún más estrecho y empinado. Conseguía ver la
cima más cerca. Ya podía imaginar el momento. Pero cada imaginación se
disipaba por el intenso dolor de cabeza y la dificultad para respirar. Mis
paradas eran más frecuentes. Descansaba algunos minutos en las piedras.
Ellas se volvieron mis mejores amigas. Me apoyaban y me daban confort.
A lo lejos veía algo brillando. Era una iglesia. Con un imponente brillo
desde el campanario. Rodeada por una pequeña ciudadela de piedras y a
sus pies el lago con sus aguas calmas. Nada se podía ver a los lejos. Era
solo la continuidad del lago. Allí recuperé fuerzas. Fui hacia ella. Aumenté
131
el ritmo de mis pasos. Y mi corazón también se aceleró. Mi cabeza iba a
explotar de tanta presión y mi nariz no conseguía respirar bien. Ya mis
pies no respondían, pero allí estaba, paso a paso.
Empecé a usar mis manos para avanzar aún más. Ya la podía ver. Un
panorama majestuoso. Estaba en una montaña imponente, rodeado de
una variedad de colores azules que ya no conseguía diferenciar. No sé si
fue por el cansancio o porque de verdad la naturaleza misma me impactó.
Yo me congelé. Sentí que nadie me acompañaba. Me detuve en el tiempo
para apreciar los colores tan naturales del lugar. Respiré profundamente.
Estaba allí frente a mí. Lo tenía tan cerca: un mirador en el que girabas y
solo veías el lago a tu alrededor. Un viento fuerte me reforzaba los
pulmones con un aire tan puro. Era mejor de lo que esperaba. Las fotos
que había visto solo mostraban una parte de su belleza. Mis ojos se
quedaron viendo fijamente el panorama. Y fue allí que sentí que lo había
logrado y que sí valió la pena. Encontré el paraíso en la tierra.
Orlando Lloclle
Escribí esta crónica porque siento que la rutina nos absorbe, nos controla, nos resta un
poco de nuestras vidas y sin percibirlo. Parece que la monotonía nos tiene presos y el
sedentarismo causa que vivamos congelados en el tiempo. Desligarse de todo pensamiento
es difícil, pero vale la pena intentarlo.
132
LA CHINA SE MURIÓ, EL COVID LA MATÓ
Como cada lunes tocaba trabajar, 2 horas diarias de viaje, 2 horas pérdidas
del día debido al estresante caos que caracteriza a nuestra Lima, la gris. La
mañana del mes mayo, tenía un sentido diferente. ¿Por qué?, es fácil, las
Fuerzas Armadas y el estado peruano habían realizado un buen trabajo en
conjunto los dos primeros meses luego de la llegada del Coronavirus. El
sentido diferente del 11 de mayo no fue la nueva normalidad, el sentido
diferente fue el regreso de la antigua normalidad en la nueva normalidad.
133
diferentes rutas de transporte. Acostumbrada a esta pequeña etapa de
felicidad, llegó el 11 de mayo para hacerme despertar de tanta perfección.
134
mí, llevo desde las 6:30 esperando aquí”. Solo me reí y seguí caminando
hacia los paraderos iniciales de Ventanilla. Después de 25 minutos de
caminata, decidí ver la hora, el reloj de mi celular señalaba las 7:45. Llevaba
intentando 1 hora y media subir a algún carro.
Los buses pasaban con anormalidad, verlos sin el aforo cotidiano era raro.
Los usuarios se peleaban por subir, incluida en ese grupo también estaba.
“La empresa no perdona al Coronavirus”, dijo una señora que logró
alcanzar un asiento dentro de las 20 personas que se amontonaron para
subir. Y sí, era cierto, los despidos en las grandes, medianas y pequeñas
empresas eran masivos, la economía solo prosperaba para las empresas
retail y el personal debía salvaguardar su puesto a costa de la pandemia.
136
En medio de mi búsqueda entra una llamada, era mi jefe, la comprensión
en mi jefe se había disipado dando opción a la exigencia. Traté de explicar
que esta situación se me escapaba de mis manos, pero él no entendía. Y sí,
siendo realistas, las empresas solo buscan el bienestar propio, muchas
veces olvidando las situaciones adversas que pasan sus empleados. Colgué
la llamada, luego de unos largos, para mí, 2 minutos de explicación.
Cansada de esperar, logré divisar una combi en dirección hacia mi destino:
la avenida Pershing.
- Uy, no, amiguita. Ahora es difícil que encuentres carro hacia allá,
me respondió.
137
Bajo esta serie de emociones y recuerdos, el escandaloso sonido de una
combi me hace volver a la realidad en mascarilla.
Mi único movimiento fue correr hacia la única combi que llegaría hacia mi
destino. Entre quince personas corriendo como parte de una película de
supervivencia, logré subir. Ya arriba del carro -cómodamente sentada- me
di cuenta que no era la única que corrió entre quince personas que
estábamos en lucha de abordo. Tristemente solo dos personas pudimos
entrar.
Saqué los cincuenta céntimos que faltaban, y durante los 15 minutos tenía
que esperar para llegar a mi recorrido pensé en la frase que me dijo el
138
cobrador: “La china ya murió, el Covid la mató”. Me quedé pensando en
qué tan creativo puede ser el peruano para acoplarse a las situaciones con
la otra cara de la vida, olvidándonos de las tragedias y saliendo adelante en
un país que poco a poco se recupera a su manera.
139
Pese a todo aprendí que las cosas ya no serán las mismas y que la nueva
normalidad terminará dominando a lo que somos y seremos. Aquí nadie
se escapa, ni la china.
Rosa Quinteros
140
NO ACEPTAMOS AL CURA DEL BARRIO
141
metros de altura y no se tienen ningún respeto por la “Casa del Señor”, es
por ello que estamos en contra de la gestión del nuevo cura”.
En su defensa, el nuevo cura del barrio, César Valdivia, negó las injurias
mencionadas, además, agregó que serían Albán, Cachata y otro grupo de
vecinos quienes impedían el correcto funcionamiento de la iglesia. Frente
a estas declaraciones, otros vecinos de la zona salieron en defensa del
nuevo párroco, aludiendo que Albán junto a su cúpula, conformaban una
organización de tráficos de terrenos y que incluso obstaculizaban las obras
del nuevo cura, como el reparto de víveres o facilitar el ingreso a otros
proyectos que le correspondería asumir. Los vecinos del barrio
comenzaban a lanzar terribles acusaciones en señal abierta, acusando hasta
de delincuentes a Cachata y Albán.
142
una persona llena de ambición y lujos, altamente contradictoria con las
predicaciones que exponía en misa.
143
pues creían que cambiaría radicalmente los antiguos proyectos del antiguo
párroco.
144
Iván Ucharima
145
EL CASO DE RUTH THALÍA SAYAS
146
programa en su conducta?, ¿por qué creía que debía ser indemnizado?
Con el paso de los días, las exigencias de Bryan Romero para recibir dinero
u algún beneficio se fueron incrementando. Según Beto Ortiz conductor
de «El valor de la verdad», durante la entrevista con Mónica Delta en «90
segundos», el asesino confeso Bryan Romero y su Tío Redy Leiva visitaron
las instalaciones del canal de Frecuencia Latina a modo de pedir una
indemnización por haberle causados daños irreparables a la imagen de
Bryan Romero. Además, añaden que deben darles dinero porque Ruth
Thalía no ha compartido parte del premio con ellos. Al no conseguir
dinero por parte del canal, contactaron con la revista Caretas para afirmar
que el conductor del programa le ofreció dinero y trabajo a cambio de su
participación.
Beto Ortiz refirió que no ofreció nada, ya que hay un contrato en el cual
se establece los términos de la participación y el uso de la imagen que es
consentida por cada persona, quien voluntariamente decide ser parte del
programa. Asimismo, dijo que su tío Redy Leiva ha sido el principal
instigador y representante para conseguir un beneficio económico, ya que
Bryan Romero es una persona con lenguaje e inteligencia limitada.
Como no consiguió lucrar, buscó otras maneras de conseguir beneficio
económico. Por ello, se comunica insistentemente con la familia Sayas
para que le den parte del premio obtenido en el programa. Semanas
después, según El Comercio, Ruth Thalía Sayas denunció a Bryan Romero
por el robo de una laptop, un celular y mil soles. La denuncia fue retirada
por miedo a las amenazas de Bryan Romero a través de mensajes de texto.
147
Con el paso de los días, el interés económico de Bryan Romero crece a tal
medida que decide junto con su tío Redy Leiva ejecutar un plan macabro
para vengarse y sacar beneficio propio. Dicho plan se basaba en secuestrar,
violar y exigir el dinero a Ruth Thalía hasta matarla.
El 11 de septiembre del 2012, los familiares reportaron la desaparición
Ruth Thalía. El padre de la joven refiere que el día de su desaparición había
tenido una llamada por parte de Bryan Romero. Por ello, se empieza a
sospechar de él.
Al ser el principal sospechoso, se interroga a Bryan Romero para que dé
su versión de cómo sucedieron los hechos. En su declaración, según El
Comercio, entró en contradicciones y ante la presión, exclamó: «¡La he
asesinado!». Ese mismo día, la policía lo trasladó al lugar en donde había
enterrado a la víctima.
Horas después, el cuerpo fue reconocido por el padre de la víctima,
Leoncio Sayas. Luego, apareció Eva Sayas, la hermana de Ruth Thalía, la
cual tuvo una crisis nerviosa al enterarse que su hermana estaba muerta y
sepultada en el silo de un terreno. En este encuentro también hubo
personas que se compadecieron con la familia de la difunta y también
pedían justicia para que el caso no quede impune. La situación se alteró
aún más cuando llegó Bryan Romero al lugar, incluso Eva Sayas intentó
tirarle una piedra; por lo cual, la policía tuvo que resguardarlo.
Cabe resaltar que Bryan Romero, horas antes de su confesión, mostró
cinismo, insensibilidad y nulo sentimiento de culpa por su delito. Esto se
reflejaba en la entrevista en «Día D» transmitida por ATV. En esta niega
148
rotundamente tener algún vínculo con el asesinato y desconocer el
paradero de Ruth Thalía. Incluso refiere: «algunas personas la han visto en
Chorrillos» —con voz despreocupada y hasta sonriendo con la aparente
convicción de que no será descubierto—.
En esta entrevista se desencadenaron una serie de preguntas direccionadas
para conocer mejor su perfil y si realmente tenía motivos para asesinar a
la joven.
La periodista: «Cómo te sentiste cuando te invitaron al programa y ella
reveló todas esas cosas en televisión».
Bryan Romero: «Como estaba con otra persona, mucha atención ya no
tomaba; pero escuchaba todo lo que tenía guardado y no me gustaba que
apareciera a cada rato en la tele’».
La periodista: «Crees que ella hirió tu orgullo de hombre».
Bryan Romero: «Claro, mi orgullo, me hirió por mis amigos, familia, por
cómo me miran» —dijo mientras miraba al piso.
Periodista: «Qué te dicen después de ese día».
Bryan Romero: «Me dicen ‘cachudo’, toda mi familia se ha amargado
conmigo, me dicen ‘idiota’, ‘para qué vas’. Mi nueva enamorada se
molestó».
La periodista: «Por qué fuiste».
Bryan Romero: «Me pidió un favor, me dijo que diga somos enamorados».
La periodista: «Qué estabas haciendo esa noche que desapareció Thalía»
—refiere con incredulidad—.
Bryan Romero: «Yo estaba tomado con mi tío Redy temprano. Salí a
149
comprar el celular a mi mamá y me encuentro con mi tío en moto. Él me
dijo que vayamos a tomar un par de cervezas hasta la tarde, se acercó un
amigo más, mi amigo se retira porque tenía hambre. Nos quedamos los
dos, se queda durmiendo, mi tío. Luego, salí 8:30 p.m., a comprar el regalo
de mi mamá, me encontré con un amigo y fui a tomar a mi cuarto.
Estuvimos en mi cuarto, ese rato, fui a comprar vino y se me ocurrió
llamarle para decirle que es el cumpleaños de mi mamá» —dijo con
palabras entrecortadas—.
La periodista: «¿Sientes rencor hacia ella?».
Bryan Romero: «No tengo rencor, solo le dije es tu vida cuando me enteré
que chambeaba en eso (prostitución)» —refirió con una mirada esquiva—
.
El joven durante la entrevista reiteró en varias oportunidades no haber
sido enamorado de Ruth Thalía cuando se emitió el programa y que solo
fue porque quería enterarse qué había hecho su exenamorada durante los
tres años de relación.
Luego, se comprobó que hubo más de un asesino. Además, tenían datos
de la participación de Redy Leiva, tío de Bryan Romero, y un adolescente
de catorce años quien ayudó a movilizar el cuerpo hacia el lugar.
Igualmente, se corroboró que Redy Leiva y Bryan Romero se
comunicaron de forma frecuente durante la noche del asesinato y el día
posterior a este. Por ello, Redy Leiva fue intervenido.
La pieza clave, según El Comercio, fue el adolescente porque confesó que
avisó la llegada de Ruth Thalía al paradero, haber participado en la
150
movilización del cuerpo y haber sido testigo de cómo sacaban el cuerpo
desde la casa de Mery Leiva, madre de Romero. Por todo ese apoyo,
recibió 50 nuevos soles y un celular.
En base a ello, se hizo la reconstrucción de los hechos en la cual se relata
que Bryan Romero asesinó a la víctima en casa de Mery Leiva y trasladó el
cuerpo a una habitación en la Av. Carapongo. Luego, con la ayuda de su
tío, enterraron el cadáver en el terreno de Redy Leiva ubicado en
Jicamarca.
Debido a ese testimonio y los resultados de las pruebas luminol, tanto
Redy Leiva como Bryan Romero fueron trasladados al penal Piedras
Gordas.
Un año después, el 02 de octubre del 2013, el Ministerio Público pidió
cadena perpetua contra los dos asesinos. Durante el proceso, la defensa
de Bryan Romero pidió que lo procesaran por delito de homicidio por
emoción violenta. Por el contrario, la fiscalía lo denunció por robo
agravado, secuestro, violación sexual y homicidio.
Lo más intrigante fue qué motivó al tío a ser partícipe de un asesinato si
no tenía un vínculo cercano a la víctima, ¿solo quería limpiar la imagen de
su sobrino o también quería el dinero de la joven?
Para conocer la verdad, después de unos años, hubo un careo entre Beto
Ortiz, Redy Leiva y Bryan Romero en el penal Lurigancho.
Al comienzo, Beto Ortiz reiteró su versión sobre que Redy Leiva
acompañó a su sobrino Bryan a las instalaciones de Frecuencia Latina la
fecha del 12 de julio de 2012 para reclamar por los perjuicios que le había
151
ocasionado participar en «El valor de la verdad». Asimismo, Redy Leiva
mantuvo su declaración que en ningún momento pidió dinero y que lo
único que dijo fue: «mi sobrino ha venido a salir al programa, a decir la
verdad»; pero Beto Ortiz se negó porque Bryan Romero había firmado un
documento en el que establecía que no podía ir a ningún programa.
En el careo, refirieron que un día antes, 11 de julio de 2012, hubo una
llamada en la que Ortiz afirma que el motivo de la misma fue anunciarle
que la aparición de Bryan Romero en el programa «Abre los ojos» había
sido cancelada. A lo que Bryan responde que él solo quería mostrarse en
televisión para limpiar su imagen y no pedir dinero.
Del mismo modo, Beto Ortiz reitera —con desdén e incomodidad— que
Bryan Romero tenía intención de lucro; pero el sentenciado lo niega y
añade que el conductor de «El valor de la verdad» le ofreció trabajo como
su asesor, que ganaría mil soles mensuales y solo trabajaría cinco horas.
Luego de dos años, tanto Bryan Romero como Redy Leiva regresaron a
Huachipa para la segunda reconstrucción de los hechos. El asesino reiteró
que actuó solo sin la participación de su tío. Sin embargo, el 27 de febrero
del 2014, el Colegiado B de la segunda Sala Penal de Reos en Cárcel
condenó a cadena perpetua a ambos por robo agravado, seguido de
muerte. Además, deberán pagar como reparación civil s/. 700 mil en favor
de los herederos de su víctima. Los sentenciados pidieron recurso de
nulidad.
En la solicitud de nulidad por parte de Redy Leiva, el sentenciado
manifestó enérgicamente una serie de enunciados: no tener participación
152
en el crimen, no prestar su domicilio para asesinar a la víctima, la
contradicción en el testimonio del adolescente, no haber estado en el lugar
de los hechos y la declaración de su sobrino en la que refiere ser el único
autor del crimen. Mientras hablaba reflejaba en su lenguaje corporal
indignación y enfado.
Igualmente, el abogado del sentenciado refiere —con trabas y
nerviosismo— que el testimonio del menor de edad es contradictorio,
cambiante y que está influido por el miedo a los policías. También, añade
que hay testigos que confirman que no salió de su domicilio. Por último,
termina concluyendo que no se han valorado las pruebas en favor de su
patrocinado, por ende, se han violado sus derechos al emitir su sentencia.
Por otro lado, la contraparte responde de manera pausada y con aparente
seguridad que en la confesión de Bryan Romero hay una serie de
incoherencias porque, según la verificación «in situ» del tribunal, se
concluyó que no es posible que solo una persona pueda trasladar a la
víctima de un mototaxi a la casa de Bryan Romero porque existía una
escalera estrecha. También, el silo donde encontraron a la víctima se
encontraba en el terreno que pertenecía a Redy Leiva y, según otra
verificación «in situ» del tribunal, llegar a ese lugar es de complicado acceso
por lo que es necesario una guía, ya que Bryan Romero solo había visitado
ese lugar dos veces. Con respecto al testimonio del menor, se menciona
que es una versión verosímil, ya que está firmada por su madre y por el
Ministerio Público; además, fue asistida por un fiscal.
Añade también que los productores del programa «El valor de la verdad»
153
tenían exigencias y reclamos económicos por parte de Redy Leiva y Bryan
Romero, ya que el programa tuvo mucho rating y esto se «debía» a la
participación de su sobrino, quien más reclamaba era Redy Leiva. La
familia de la víctima también confirmó esas exigencias económicas, para
evitar esos reclamos la madre de Ruth Thalía dijo que le iba a dar 2 mil
soles, acto que nunca sucedió porque la tarjeta de débito, no apareció.
Luego, la contraparte refirió que el acusado Redy Leiva se encuentra
vinculado con el crimen en la calidad de coautor porque ambos (Redy
Leiva y su sobrino) tenían interés económico en el premio, estaban
vinculados con el testimonio del menor de edad y solo dos personas
personas podían subir el cuerpo por las escaleras.
No obstante, el magistrado refirió, sin expresividad en el rostro, que hay
pruebas científicas que acreditan que el móvil del crimen fue el interés por
los 15 mil soles que tenía la víctima; por ello, Bryan Romero y Redy Leiva
interceptaron a Ruth Thalía para quitarle la clave de la tarjeta.
Por último, se vuelve a comprobar la culpabilidad de Bryan Romero y
Redy Leiva quienes actualmente están cumpliendo cadena perpetua.
Raquel Meza
Conocer a fondo la historia de la muerte de Ruth Thalía, cuáles fueron las causas y los
agresores de aquel crimen. Asimismo, se informa sobre los acontecimientos relevantes
con el caso del entorno de la víctima.
154
DE ENAMORADA A ACUSADA…
Su madre era una mujer muy bella, todavía la recuerda cuando a los 15
años entró a casa con una gran sonrisa y diciéndole emocionada que era
rica, que el abuelo había cambiado su testamento antes de morir y que le
había dejado la tercera parte de la millonaria herencia a ella, Eva con tan
solo 15 años. Cómo olvidar la risa de su madre, esos labios gruesos, su
marcada belleza gitana, sus ojos hechizantes con los que conseguía todo
lo que deseaba. En casa la esperaba su hermano Ariel, de 17, apenas un
año menor que ella. Lucy y Simeón, los empleados, y 4 perros que había
extrañado mucho. Pero se quedaría por un breve tiempo, arreglaría unos
155
asuntos y volvería para visitar la casa de su escritor favorito en República
Checa, sí, eso haría, se sentía libre viviendo lejos y sin su familia.
Lo que Liliana no sabía era que Eva no iba a permanecer mucho tiempo
en Perú. Se llevó una sorpresa cuando le pidió que no se ilusionara, que
tenía planeado enrolarse al ejército, que no quería tener ninguna relación,
que prefería viajar y descubrirse a sí misma y que todo lo que podía
ofrecerle era solo una bonita amistad.
156
tranquilo y blando de sus hijos. Le prohibió ir al gimnasio donde se
encontraba con ese chico, aunque pronto aprendió a buscar a su amado a
escondidas de todas formas. Luego empezaron madre e hijo a tener
problemas en casa.
Eva tuvo más suerte, Myriam nunca conoció a Liliana; por allí una noche
la vio brevemente muy lejos de la puerta de la casa cuando entraba a casa
en su auto; “te busca una machona”, fue todo lo que le dijo con un tono
burlón. Sin embargo, eso no habría hecho mucha diferencia, Eva y su
madre, desde hacía mucho, mantenían una relación de amor-odio gracias
al carácter intenso de las dos, y el problemático comportamiento que había
estado adoptando Eva los últimos meses que estuvo en la universidad
habría provocado que la mandaran a Israel.
Conforme los días pasaban en el invierno limeño del 2006, Myriam llevaba
algunas veces a su hija a la oficina. Ella era una empresaria de origen judío,
tenía un espíritu fuerte; sus hijos la veían como una mujer sencilla, aunque
algunas veces gustaba de lucir vestidos caros y un maquillaje bastante
seductor; tranquila algunas veces, explosiva las otras, era toda una mamá
gallina, amaba a sus hijos, y les daba todo para que sean felices a pesar que
no tuvieran cerca a Marco, el padre trujillano no judío de quién se separó
hace muchos años.
157
Fue en agosto, ese octavo mes de pasiones, cuando Eva y su madre
realizaban los papeleos para la escisión de las empresas constructoras
Sideral y Cosmos que hace 4 años había dejado como herencia Enrique
Fefer, el padre de Myriam, a quién le generó muchos conflictos con sus
hermanos y tíos al momento de la repartición.
158
encontraría con una extrañísima escena, Myriam se encontraba en el piso,
tumbada boca abajo, había sangre por todas partes, vidrio roto y una de
las perras estaba sobre la cama.
Ariel salió listo para ir a la escuela; Eva, detrás, aún en pijamas. Cuando
bajaron y encontraron las manchas de sangre en el que yacía su madre,
Eva se quedó fría, Simeón volteó a la desmayada y atinó a ponerle una
almohada debajo de la cabeza, Ariel comenzó a darle respiración boca a
boca, levantó las piernas de su madre para que la sangre circulara y llamó
la atención a su hermana para que reaccionara y llamara inmediatamente a
una ambulancia.
159
Media hora después llegó la policía y varios periodistas que rodearon
inmediatamente con sus cámaras los alrededores de la casa.
Esa misma mañana apareció en la casa Pinkas Flint. Pinkas era amigo de
Myriam, ambos habían sido amantes un par de años atrás. Lo que algunos
días después llamó la atención a la prensa fue que en una habitación
contigua a la de la víctima se encontraba un cuadro con su cara al lado de
todo tipo de velas, inciensos y santería. Resultó que Myriam no tenía dudas
del poder de la magia, la prensa la acusó de bruja y conspiradora. Según
contaron hasta intentó matar a su padre algunos años antes.
También llegó Lucy, la empleada que no vivía en la casa, pero que sentían
como parte de la familia; Marco, el padre de los chicos; y algunas personas
como Liliana, a quien Ariel llamó para que acompañara a su hermana que
se encontraba en shock. Pronto anocheció y la compañía se tuvo retirar,
la casa se sentía extraña, a Lucy le pidieron que se quede y aceptó, Marco
muy acongojado también lo hizo.
160
La vida de los hijos de Myriam había cambiado de repente, una se sentía
destrozada y el otro solo quería estar solo.
Otra noche llegó y Lucy ya no podía quedarse; pero Marco sí, aunque su
presencia no hacía mucha diferencia en el corazón de los chicos, para ellos
no era una verdadera compañía.
Se sentían muy solos esa noche, así que Eva le pidió a Liliana que la
acompañara y su hermano hizo lo mismo con Julius, el chico mayor que
veía en el gimnasio. A Marco no le gustó la idea y probablemente a Myriam
tampoco.
161
A inicios del mes de siembre, Liliana y Eva viajaron hacia Huanchaco.
Mientras en Lima, los detectives fueron a la casa para realizar pruebas de
luminol. Los familiares jamás pensaron que la policía venía realizando
errores en la investigación.
Al volver a casa, Eva y Liliana se enteraron que Ariel había echado fuera
a Julius por no poder ayudar con las cuentas, todo un amor tan frágil. Solo
ellas permanecieron juntas.
Con el pasar de los meses, Eva le cedió más poder dentro de la empresa a
Liliana. Cuando su madre murió, Eva nunca pudo cederle a su madre la
herencia que el abuelo le había dejado.
Era el año 2007, y Eva y Ariel tuvieron que asumir muchas funciones
importantes dentro de la empresa. Liliana asumió un cargo importante. Y
la investigación no daba luces de develar quien habría sido el culpable.
162
sus compañeros de celda de haber asesinado a una importante empresaria
en Perú y que la policía nunca daría con él. Para su mala suerte, sus
comentarios llegaron hasta un oficial del penal de Santa, donde se
encontraba, y luego al periodista que se encargaría de divulgar la noticia
hasta la Policía peruana, que pronto hizo los arreglos necesarios para
extraditarlo e investigarlo por el crimen de Myriam Fefer.
163
entonces una acusación que no superaría hasta el 2015, fecha en la que se
archivaría el caso.
Edwin Quevedo
Debo reconocer que uno de mis gustos en el sistema del entretenimiento es el género de
los misterios por resolver, el suspenso y la tragedia. Admiro los textos policiales de
Agatha Christie, el arte de las películas de Darío Argento y las maquinaciones que
Alfred Hitchcock hace con sus historias.
164
EL CASO CALÍGULA
Cuando Jorge de Romaña vio a su hermano Fernando (24) por última vez,
éste salía de su casa en Miraflores con su amigo Julio César Domínguez
(20) en un Toyota plateado de placa LQ-3023. Eran alrededor de las 4:30
de la tarde del jueves 13 de febrero de 1992. A las 7 p.m. de ese día, ya
habían sido encontrados los cuerpos sin vida de los dos jóvenes. El cuerpo
de Fernando había sido dejado en el kilómetro 17 de la carretera rumbo a
Cieneguilla. Tenía tres disparos en la cabeza, y a su alrededor fueron
hallados seis casquillos calibre 38 y dos charcos de sangre. A Domínguez
lo encontraron muerto de un balazo en el ojo izquierdo. Su cuerpo fue
abandonado en Monterrico, cerca de la clínica Montefiori, al lado de él
también fue dejado el Toyota en el que salieron de la casa de Miraflores.
165
Desde un inicio, todo indicaba que había algo inusual en el mismo. A
Fernando se le encontró entre sus pertenencias la suma de 400 dólares, su
reloj y una cadena. Este hecho descartaría un robo común (o en el caso de
un robo, el objetivo sería otro, uno quizá más planificado). La teoría más
aceptada, sin embargo, era que se trataba de un ajuste de cuentas. La
prensa ya tenía un buen inicio para comenzar a abrir sus tentáculos. Lo
que aumentaba el interés también era que este par era muy conocido en el
mundo de las fiestas y discotecas de la escena limeña de la época.
Muchos años antes de que los videos sean los protagonistas de la escena
peruana con los llamados “vladivideos”, había otros videos que eran el
centro de atención de todo el país. Los videos pornográficos (que nunca
166
se encontraron) protagonizados por Fernando de Romaña Calígula o
alguno de sus amigos (u orgías en la que aparecía el grupo) teniendo
relaciones sexuales con alguna o algunas damas de turno. Las damas,
jovencitas de la “clase acomodada” limeña. El modus operandi, captarlas en
las fiestas o discotecas de moda, seducirlas (ayudados también con pastillas
para poder “pepearlas”) y llevarlas a la cama grabando todo sin su
conocimiento. Después, extorsionar a los padres de las chicas,
amenazándoles con hacer público el video si es que no pagaban la suma
de dinero que se les pedía. La historia desbordaba en morbo, no solamente
estaba el elemento sexual, sino que involucraba también a los hogares más
privilegiados de Lima y al desenfado sexual de su progenie femenina.
167
Pero la admiración no sería el único sentimiento que el grupo de Calígula
podría despertar. También estaba el odio de los padres burlados (y de
algún esposo cuya mujer también cayó en el juego). Se dice que uno de
ellos tomó la justicia por su cuenta. La historia más difundida fue la de un
padre italiano (o de origen italiano) que aceptó el trato, pero lejos de
pagarles el video de su hija con dinero, se los pagó con los balazos que
acabarían con sus vidas. Era el Ángel vengador.
168
solo eso, sino que él sería la razón por la cual estos jóvenes sin oficio
conocido habían realizado numerosos viajes a diversos países alrededor
del mundo. Habrían sido los primeros “burriers” del Perú.
El Ángel vengador
169
motivado por los efectos de las drogas, algo habitual en él. Sin embargo,
decía conocer a Jano (quien fue capturado en esas épocas) porque en algún
momento le vendió algo de droga. La hermana de Calígula, Giuliana,
también señaló a Jano cuando éste fue capturado, diciendo que el día
siguiente del asesinato éste se robó dos libretas y varios videos de las orgías
del grupo.
¿Sucio policía?
170
con gente de gran influencia habrían terminado en algún punto de 1990.
Los policías involucrados en estas operaciones sabían de esto, y
empezaron a exigir cada vez una mayor parte y a extorsionarlos, teniendo
la seguridad de que no tenían los vínculos que anteriormente podían
protegerlos. Utilizando los últimos contactos que tenía, Jano habría
conseguido que Calígula y el grupo se pudieran reunir con un coronel de
la Dircote para denunciar a los policías que los acosaban. Los policías
señalados habrían sido dados de baja. Se dice entonces que el asesinato de
Fernando y Julio César el 13 de febrero de 1992 no sería más que una
venganza por parte de esos policías denunciados, los que en algún
momento formaron parte de las actividades ilícitas del grupo y que
terminaron extorsionándolos.
El loco soy yo
José Córdova
El caso Calígula fue uno de los más sonados en la historia reciente del país. Los distintos
elementos de la historia, como la vida al límite, el sexo, las drogas, la “alta sociedad”,
entre otros, reflejan temas muy característicos de algunas de las ficciones de los 90.
172
EL ASESINATO EN CUMBRES: LAS VÍCTIMAS
COLATERALES DE UNA OBSESIÓN
Humberto suspiró. Érika Peña Coss le había puesto fin a su relación con
Diego hace ya más de dos meses, pero él no se daba por aludido.
Desesperados intentos para volver con ella (incluyendo una vergonzosa
fiesta realizada en San Valentín para lograr que hablaran) solo le habían
valido negativas y hasta risas por parte de la muchacha, quien ya se había
sumergido en otra relación desde hace unas semanas.
173
- No mames Diego, ¿para qué quieres que te lleve a su casa a esta
hora? La morra ya no quiere nada contigo.
Habían pasado semanas desde que no entraba a la casa de los Peña Coss,
pero sus dedos bailaron fácilmente por las teclas que conformaban el
código de acceso de la puerta, como había hecho innumerables veces
antes, y no le fue difícil entrar en plena madrugada usando un
pasamontaña y teniendo los pies envueltos en cinta para no dejar huellas
en esa fría noche de marzo.
176
Después de transportar el cadáver de vuelta al cuarto de Teresa Coss y
ocultarlo bajo una pila de ropa en el suelo, Diego Santoy permaneció
sentado tranquilamente en un sillón de la sala durante cuatro horas.
Esperaba que en algún momento de la mañana se levantara la verdadera
razón por la que había ido a la casa, y finalmente bajara para que pudieran
hablar de su relación arreglando los problemas que pudieron haber
existido entre ellos. Efectivamente, a las 10 de la mañana Erika despertó y
bajó a la primera planta, encontrándose con su ex-novio con el rostro
tapado ocupando uno de los sillones
Se generó una discusión entre los dos jóvenes durante unos minutos,
discusión que habían tenido múltiples veces desde que lo suyo se terminó
y siempre terminaba igual. Ella se negaba y le decía que la deje tranquila,
hasta que una frase lo cambió todo.
177
- Maté a la sirvienta y a los niños- informó Diego tranquilamente
mientras caminaba de nuevo hacia el cuarto de la madre de la
familia.
Érika le rogó que no quería, lloró y suplicó que la deje en paz, que su mamá
iba a ponerse triste si ella moría y que quería ver a sus hermanos. Como
toda respuesta, él permaneció tumbado a su lado.
178
Ella volvió a decirle que no quería, lloraba, que no era una asesina y que
ni muerta iba a volver con él. Ante la negativa, el chico la apuñaló en el
cuello repetidas veces hasta que Erika dejó de hablar y permaneció
tumbada con los ojos cerrados. Creyéndola muerta, se levantó de la cama
y cogió las llaves del coche de su ex-novia. Sacó a Catalina del baño y la
volvió a encerrar, esta vez en la cajuela del auto. Condujo durante una
hasta que decidió que había sido suficiente y que era hora de deshacerse
de la sirvienta. Mientras tanto, Erika se arrastró hasta la oficina de la
contadora de la familia, a unos metros de la casa principal, rogándole que
llame a una ambulancia con sus últimas fuerzas y desmayándose sin ser
consciente del dolor que le infligían sus heridas.
Al otro lado de la ciudad Diego Santoy dejó libre a Catalina, le dio 10 pesos
para el bus y le dijo que se fuera porque él iba a huir del estado y del país.
Subiéndose al auto, dejó una estela de humo por el tubo de escape de un
auto que iba a ser el más buscado de México durante todo el día siguiente
y se perdió en el tráfico de mediodía de Monterrey.
¿O no?
180
Teresa Coss negaba cualquier relación con el ex-novio de su hija y se
escandalizaba cuando le preguntaban acerca de ello. Erika prefería no dar
declaraciones, ni siquiera cuando Diego la acusó de haberle pedido que
asesinara a su hermano en un arranque de furia que tuvo en medio de una
acalorada discusión por la aventura con su madre. La muchacha no negó
nada cuando Santoy declaró que ella había sido quien, oyendo los pasos
de Maria Fernanda, le dijo que se acercara para jugar un juego nuevo para
proceder a ahorcarla con la cuerda de una de las persianas que le pidió a
Diego que cortara. La familia Peña Coss desmintió todas y cada una de las
palabras de Diego Santoy, aún cuando su versión de que Erika le había
pedido que le diera martillazos en la cabeza y que él solo balanceó el
martillo torpemente sobre su cabeza para luego tirarlo junto a la cama
coincidía con la de los doctores, quienes no explicaban como un
traumatismo en el cráneo solo se limitaba a tres leves moretones que
desaparecieron en cuestión de días.
181
ni los rumores aclarados. La verdad sobre lo que sucedió el 2 de marzo del
2006 no fue totalmente alcanzada y el autor intelectual del crimen puede
estar tras las rejas cumpliendo su sentencia, o aún libre después de haberse
mudado de Monterrey con su familia entera a formar una nueva vida sin
que la persiga el sangriento recuerdo (o la culpa) de lo que ocurrió aquella
madrugada con sus hermanos.
Jimena Celis
Las víctimas del asesinato en Cumbres quedaron en segundo plano mientras que se
imprimían ríos de tinta en las primeras planas sobre el escándalo de la relación de
Santoy con Teresa. Escribí esta crónica para que las vidas de Erik y María Fernanda
no fueran olvidadas.
182
DILE A MI MAMÁ QUE NO LLORE
“Dile a mi mamá que no llore” fue la frase que Jovi emitió horas antes de
que su cuerpo fuese devorado por el fuego.
Era un 22 de junio. Jovi Herrera se dirigía a aquel gran edificio blanco que
lo vería con vida por última vez. Décadas antes había sido una fábrica de
fideos ahora es conocida con el nombre de Galería Nicolini. Jovi, sin el
menor presentimiento y con la esperanza de que el día le brinde la
oportunidad de ganar el dinero que un joven padre de familia necesita,
llegó.
Como todos los días caminó de prisa por los pasadizos dirigiéndose hacia
el quinto piso, lugar donde se ubicaba el puesto de venta de su jefe. Ahí se
saludaron, cogió la pequeña escalera y llegó al contenedor de fierro, lugar
en el que trabajaba. Ahí yacían varias pilas de cajas con fluorescentes. Su
jefe, como cada mañana, colocó un candado en la puerta para que trabaje
las horas completas y no se atreva a robarle su mercadería.
183
a los fluorescentes y Jorge Luis les colocaba una marca reconocida para
que su jefe los vendiera a un precio mayor. Aunque es una actividad que
infringe las normas, las necesidades económicas no les permitían darse el
lujo de rechazar ese trabajo.
Las rejas de fierro rodeaban a Jovi y Jorge Luis durante todo el día, ellos
al son de cumbias y salsas trataban de olvidar el encierro. Tampoco creían
que trabajar de esa forma fuese un peligro. La tarea terminaba a las 6 de la
tarde, aunque, ciertamente, el horario de salida no era fijo. El sueldo no
era ni el mínimo legal. La salida del contenedor era restringida, solo podían
ir al baño e incluso les llevaban sus alimentos para que comieran ahí.
Cada hora más unidades de bomberos se unían para tratar de aplacar el tal
fuego incontrolable.
185
Esas fueron las primeras palabras que Jovi les dijo a sus familiares, quienes
sin titubear subieron a un taxi y llegaron rápidamente al lugar, pero vaya
detalle desafortunado, ellos no sabían dónde se encontraban ambos
jóvenes. En aquel instante comenzó la pesadilla más grande y terrorífica
de Adela Castro, abuela de Jovi.
Luego, la tía, una vez más se comunicó con Jovi, les preguntó por el
motivo de su permanencia en el lugar, entonces supo que el dueño tenía
las llaves del candado y que los dejaban así hasta que acabaran su trabajo
diario. La desesperación de la tía, el tío y la abuela de Jovi era desgarradora,
lloraban, gritaban y les pedían que busquen alguna forma de salir. Saber
que una llave pudo haber evitado tal final trágico, para ellos aún es
inconcebible.
186
- Cuando les entregué el teléfono a los bomberos para que se
comunicaran con él me sentí tan feliz, creí que todo se acabaría
pronto. Pero pasaron los minutos, las horas y no se pudo.
Alrededor de las 3.00 p.m., después de haber pedido ayuda por mucho
tiempo, ambos jóvenes entendieron que ese sería el último lugar en el que
estarían con vida.
El último deseo de Jovi fue que cuidaran a su pequeña hija Catalina y que
su mamá, como le decía a su abuela, no llore.
187
Después de muchos intentos fallidos, Jovi no pudo más, el humo
asfixiante ganó la batalla y se desmayó. Jorge Luis, quien había mantenido
la tranquilidad a pesar de que no podían salir permaneció consciente por
más tiempo, con esa templanza que lo caracterizaba su último deseo fue
que su familia no se preocupara por él. Posteriormente se perdió el
contacto con ambos jóvenes.
Tres días después, el fuego pudo ser controlado, los informes señalaron
que el lugar estuvo expuesto a más de 1000 º C grados de temperatura. Seis
días después del incendio, en el lugar se podía percibir un olor ácido y
tóxico, las paredes negras demostraban la ferocidad del incendio. Un
grupo de bomberos y autoridades a duras penas pudieron ingresar al lugar
para realizar los peritajes pertinentes. A pesar de las altas temperaturas, la
cerradura aún permanecía sellada, los bomberos tuvieron que utilizar
herramientas que, durante un incendio hubieran sido difícilmente
manipulables. En medio del calor abrumador, encontraron los cuerpos de
ambos jóvenes, el fuego los había consumido, por la posición de los
cadáveres se presume que fallecieron abrazados. Los bomberos
188
anunciaron que, aunque ellos hubieran ingresado a esa área, el rescate
hubiese sido casi imposible.
En los siguientes días los cuerpos de las víctimas fueron velados por sus
familiares en medio de reclamos por tal final trágico e inmerecido para
estos jóvenes. Las familias esperan que Jonny Coico, dueño de las llaves
del candado, sea enjuiciado. Jonny estuvo fuera de la galería durante el
incendio e incluso brindaba instrucciones para rescatar a los jóvenes, sin
embargo, no mencionó que estos se encontraban encerrados. Días
después fue denunciado, en las audiencias señaló que no conocía a Jovi ni
a Jorge Luis, que ellos habían comenzado a trabajar para él una hora antes
de que el incendio comience, además culpó a los bomberos por sus
muertes. Los familiares de Jovi han manifestado que él trabajaba hacía
meses en esa galería. La madre de Jorge Luis lamenta no haber conocido
las condiciones de trabajo de su hijo.
189
Nabi Velásquez
Esta crónica narra de cerca una historia con un final trágico, la escribí porque considero
que existen hechos como este que no se deben olvidar para que no se repitan. Y con el
objetivo de dar a conocer que los responsables directos del suceso han buscado diversas
formas de alargar el proceso judicial y aún no están cumpliendo su condena.
190
EL ÚLTIMO SILENCIO
Eran las 9 a.m. cuando Rosa llegó a su destino y empezó a realizar las
compras habituales de la semana: Un poco de verduras, menestras y, si
sobraba un poco del ajustado dinero que conseguía ella y su esposo
durante la semana, unos dulces para los 5 niños que esperaban su llegada
a casa.
Ocupada por escoger las mejores menestras no se percató del techo viejo
e inestable del mercado. Maderas dispersas pegadas con minúsculos clavos
oxidados al mínimo movimiento de caer, todo ello cubierto por unas
191
grandes telas marrones y sucias que evitaban el paso del sol y, en casos de
invierno, la llovizna que azotaba al distrito.
Fue al llegar que percibió todo en cámara lenta, personas desesperadas por
escapar, otras en el suelo rezando que termine la pesadilla, escombros de
las maderas que cayeron del techo las cuales algunas personas
192
desafortunadas no pudieron escapar de ellas, como muchos llorando
como todo se destruía frente a sus ojos.
Pasaron los 80 segundos más lentos de la vida, de los que se espera vaya
más rápido pero que no lo hacen y parecieran ir al revés de lo establecido.
Tardó un largo momento cuando todo se detuvo.
193
había dejado. De una ida en 15 minutos se volvió en una vuelta de 5
minutos.
Mientras corría se percató del gran daño en las calles, solo una casa de cada
cuadra logró apenas mantenerse en pie, con severos daños, con la mitad
por los suelos, con rasgaduras en las paredes que parecían no poder
aguantar si ocurría una réplica.
Muy poco quedaba por rescatar, los escombros aplastaron todo dejando
inservible las viviendas vecinas. Polvo y más polvo salían de las casas. Unas
cuadras abajo se presenciaba gran cantidad de humo negro, un balón de
gas había explotado dentro de una casa ocasionando un gran incendio en
cuestión de segundos.
Pero, por más que quisiera, no era momento de preocuparse de los demás,
su familia se encontraba en un posible peligro en el mejor de los casos. No
quería pensar en otras posibilidades, sería muy doloroso pensar lo peor.
194
aún no encontraba a sus hijos. No pudo entrar a la cocina porque esta sí
se encontraba destruida. Afortunadamente no había colapsado el balón de
gas o una tubería de agua, pudo ser muchísimo peor.
-Tuvimos que salir ma, se rompieron los vidrios de la cocina y nos asustamos- contó
Miriam, la mayor de sus hijos, asustada y agarrando de la mano a sus
hermanos menores quienes no paraban de llorar.
195
Alexandra Zambrano
Siempre se pueden crear nuevas experiencias cuando alguien te cuenta algo que vivió.
Mi abuela me ha contado cientos de historias y decenas de anécdotas. Llegué a vivir los
relatos debido a la manera en que ella me cuenta hasta las cosas más comunes. Sé que
recordaré cada historia para compartirlas y no dejar en el olvido cada memoria y grata
experiencia que disfrutamos hablando en la sala de mi hogar. Mamama, sigamos
disfrutando de las buenas anécdotas hasta que no seamos capaces de contar más.
196
POR TU CULPA, POR TU CULPA, POR TU GRAN
CULPA
Pensó. ¿Qué había pasado? ¿No estaba ella con sus amigos? ¿Cómo
terminó en aquella habitación de humor incómodo? Pensó. Pensó y
recordó. Recordó y no pudo contener las lágrimas cuando, en menos de
un segundo, todas las piezas del rompecabezas se armaron en su memoria.
197
eliminan el estrés. Recordó ver a sus amigos forcejeando con aquellos tres
muchachos que acababa de conocer. Recordó cómo, luego de tanta
insistencia, ella y su amiga Sara fueron arrastradas a un mototaxi por estos
tres muchachos.
Una hora, dos horas, tres horas, María apenas y podía llevar la cuenta, cada
minuto parecía durar el triple y es que no podía pensar en otra cosa que
no fuera: “es hoy, hoy me toca a mí, hoy soy yo la que no regresa a casa”.
Luego de ser liberada, María fue llevada a pasar por los exámenes médicos
correspondientes. Muy poco se habla de estos últimos, muy poco se
informa sobre el tortuoso proceso que forma parte de una recolección de
199
evidencia y las implicancias psicológicas de este. Muy poco se dice sobre
la anamnesis (serie de preguntas específicas sobre el abuso sexual, como
si se utilizó preservativo, si hubo eyaculación, entre otras); sobre el examen
físico de traumatismos generales y vaginales; sobre el examen de
colonoscopia; sobre la recolección de muestras de cabello, semen, sangre,
orina y saliva; sobre las pruebas de laboratorio y de embarazo. Muy poco
se comenta sobre las medicinas para prevenir el VIH que la víctima deberá
tomar por un mes, las pruebas de enfermedades de transmisión sexual que
deberá realizar y la famosa pastilla del día siguiente que ingerirá también.
Muy poco se habla sobre todos esos procesos incómodos por los que tuvo
que pasar María —y todas las víctimas de abuso sexual—, procesos que,
quizás, si fuesen conocidos por el común de la sociedad evitarían que se
propaguen comentarios de odio, reproche y culpabilidad hacia las
denunciantes… La pesadilla de María estuvo lejos de terminar luego de
pasar por aquellos exámenes.
Pero, aun con todos aquellos factores que estuvieron a su favor luego de
tener que vivir tal desgracia, ella no estuvo exenta del ojo prejuicioso ni de
201
los comentarios filosos de una sociedad donde las leyes reconocen a
hombres y mujeres como iguales pero el machismo dentro de sus
ciudadanos se encarga de hacer de esta igualdad tan frágil como el cristal.
«Si la violaron fue porque estaba ebria», «¿Cómo pudo exponerse de esa
forma?», «Se lo merece por ser una chica fácil», «Yo creo que ella está
mintiendo, no podemos acusar a los policías sin tener pruebas, es una
mentirosa», «Ella tiene la culpa por tomar de más» …
Pero las mujeres de hoy no son las mismas que las del siglo XV, las mujeres
hoy expresan su voz sin miedo, denuncian injusticias y han aprendido, con
el paso del tiempo, que jamás serán responsables de las agresiones que se
cometen en su contra. Han aprendido a ser valientes y decirles a los
agresores, con una mirada fija y desafiante: por tu culpa, por tu culpa, por
tu gran culpa.
Nota: El nombre de la víctima ha sido cambiado para proteger su
identidad.
Natalia Gutiérrez
Escogí el tema porque la violencia contra la mujer es el pan de cada día en nuestro país,
pero, aun con las cifras existentes, existen muchos que se rehúsan a creer que esta es
real. La violencia existe y proviene tanto de civiles como de instituciones del Estado.
202
RESISTENCIA AMAZÓNICA
203
Si bien los portales de los medios más grandes del país lo daban por
muerto cuando vieron su frágil y desvanecido cuerpo siendo cargado por
sus amigos, Santiago logró ser trasladado de emergencia, en medio del
combate, hacia un hospital de Chiclayo donde logró despertar. A pesar de
encontrarse aún en un estado crítico y cargando con un dolor físico y
moral, una orden de captura emitida por el Primer Juzgado Penal de
Utcubamba parecían golpear aquellas lunas del cuarto donde se
recuperaba como quien recordando lo que fue aquel enfrentamiento. Una
orden que lo mantuvo postrado en una camilla bajo la constante
supervisión y custodia de los policías. Los cargos: culpable de los 33
fallecidos que dejó el Baguazo.
Aquel cuerpo frágil golpeado por tanta injusticia, contrastaba con la gran
fortaleza que tenía. Santiago no solo se levantaba una vez más en contra
204
de las injusticias que enfrentan las comunidades nativas como lo hizo
contra el avance del grupo subversivo Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru (MRTA) y los narcotraficantes, sino que también se levantaba
contra un país indiferente que los catalogaba de salvajes. Por su ejemplo
de valentía y sacrificio en el 2011 finalmente se logró promulgar la Ley de
Consulta Previa logrando que ante cualquier acuerdo el Estado respetaría
a los pueblos originarios.
“No podemos permitir que los presidentes sigan vendiendo nuestra amazonía'', fueron
las palabras de aquel líder innato cuando le preguntaron en una entrevista
acerca del catastrófico evento señalando que no estaba arrepentido de
haber participado con tal de proteger el hogar y los recursos del pueblo
awajún. “Lo volveremos a hacer siempre y cuando veamos amenazado nuestro territorio
y cuando no nos hagan ningún caso por la vía legal”.
“Aunque lo hago libremente, lo que yo hago es responder a ese pueblo mío que me llama
y confía en mí. Y por encima de todo, respondo a nuestro Gran Ajutap, Dios nuestro,
que está presente en nuestra lucha, que me llama y acompaña, y en quien confío
plenamente. A ellos entrego este Premio”.
206
tiempo y sacrificio y donde habitan quienes nunca habían conocido dato
alguno de aquella red de comunicación mundial.
Un derecho que fue ganado tras la lucha constante del Apu Santiago hoy
era violentado por el avance de las grandes corporaciones extractivas que
van arrasando a diestra y siniestra con lo que hay a su paso.
Lamentablemente este es uno de los pocos avances que la pandemia no
pudo detener.
Sara Jiménez
Nuestra selva día a día es golpeada por las malas decisiones que se toman con el fin de
buscar mayores ingresos. Las voces, el conocimiento y aquella sabiduría ancestral se va
perdiendo mientras el Gobierno aún no brinda atención adecuada. Esta situación no
debe quedarse en el olvido.
208
ERES UNA MÁS
Cuatro años atrás, un día cualquiera una chica va a la casa de una amiga,
lejos de casa, para hacer un trabajo de la escuela. Descubre que no estarán
solas. Su amiga invitó a su enamorado. Piensa que estará de sobra, –un
mal tercio– pero se da con la sorpresa de que estará alguien más, el novio
de su amiga trajo también a su primo. Lo ve pero no le toma importancia,
es más importante concentrarse en el trabajo. Una tarde que debía ser de
trabajos se convierte en una pequeña reunión amical.
Camilla decide solo formar parte de esta reunión hecha para que nadie esté
solo; sin embargo, no le toma importancia al tercer miembro apenas
invitado. En su mente aún está el trabajo para el cual había salido de casa.
Entre risas y piqueos recién preparados Camilla dice “Oye, Claudia –su
amiga–, debemos hacer el trabajo”. Tras quejas y abucheos terminan
haciendo lo que un principio se tenía planeado.
209
***
***
***
Es enero del 2016 y Camilla debe comenzar una nueva etapa de su vida,
esa etapa que la llevará a lo que ella quiere: la universidad. Su madre le dice
de entrar al Ciclo Extraordinario de la Pre San Marcos –un ciclo exclusivo
para los chicos y chicas apenas egresados de la escuela con posibilidad de
ingreso directo–. Pero Camilla no se siente preparada, le habían dicho que
212
en ese ciclo de la Pre entran personas bastante preparadas, que han
frecuentado la academia desde que estaban en la secundaria. Pese a todas
estas inseguridades, decide entrar y pelear por una vacante a la carrera de
Ingeniería Civil.
***
213
responde diciendo “perfecto, podemos estar en mi casa”. Camilla se sintió
un poco incómoda al llegar pues era la primera vez que estaba en la casa
de un muchacho, le dice que si pueden salir a pasear y él le dice que no se
preocupe, que no están completamente solos, sus padres están arriba, pero
no los molestarán. Camilla aún se sentía incómoda, pero prefirió no
tomarle mucha importancia.
214
Fueron minutos, ella recordaba que se estaban besando y de pronto hizo
un salto en el tiempo, uno de minutos, que para cuando se dio cuenta, ya
sangraba y sentía dolor. Su reacción más rápida fue gritarle y decirle que
qué hizo. Le dijo que ella no quería. Él solo le dijo “tranquila, es normal.
Somos enamorados, debía suceder”.
Ella se sentó en una esquina y Luis solo se acercaba a decirle “ya cálmate”.
No le prestó atención y solo le pedía que se aleje, él en un acto de
manipulación tomó una tijera y la colocó su muñeca vociferando “si no te
calmas, me corto”. Camilla vio esta escena y lo único que atinó a decir y
hacer fue levantarse, abrazarlo y decirle “por favor no hagas locuras”, lo
abrazó, aunque por dentro sentía asco y miedo por la persona que ella
consideraba su primer amor.
***
Pasaron un par de días de días y como toda madre que cuenta con un sexto
sentido para con sus hijas, la aborda y le pide que le muestre si aún tenía
el periodo –debía tenerlo–. Camilla se queda callada y le dice “no era mi
periodo, mamá”. Su madre con un rostro de decepción le grita: “Eres una
215
agrandada, ¿qué carajos has hecho?”. Su hija entre lágrimas sintiendo lo
peor solo dice “perdón, mamá. Yo no quería que suceda, yo no quería que
suceda”. Su madre cambió de expresión, “cómo que tú no querías que
suceda”. En ese instante Camilla rompió en lágrimas y le contó todo lo
que ocurrió ese día. Su madre solo abrazó a su hija y le dijo “¿dónde vive?”,
Camilla respondió y en seguida fueron a la casa. Al llegar la madre gritó y
los padres de Luis salieron. “Ustedes han permitido que en esta casa se
cometa una violación, putamadre” –dijo–. Los padres del chico se
sorprendieron y dijeron que ellos no estaban en casa ese día y que dudaban
que su hijo fuera capaz de eso. “Quizá su hija solo quiere quedar bien con
usted, señora” –dijeron–. Camilla solo tomó de los brazos a su madre y se
la llevó.
Mamá, ya no quiero saber nada de él. No lo quiero volver a ver, por favor
quiero olvidar todo esto; sin embargo, su madre le dijo que debían poner
una denuncia, a lo que Camilla se negó, no quería volver a contar lo que
pasó. Simplemente quería olvidar, aunque muy dentro de ella sabía que
nunca lo haría.
Una tarde llegó a la casa de Camilla un auto, del cual descendió una señora
de buen vestir. Buscaba a la madre de Camilla. “Señora, en mi familia no
queremos tener problemas, soy hermana de la madre de Luis Enrique,
estoy dispuesta a entregarle una suma de dinero con el fin de que no
existan más problemas y salgan de nuestras vidas” –dijo la señora cuyo
216
nombre nunca dio–. Después de oír esto la madre de Camilla solo la botó
y le dijo que tomaría cartas en el asunto.
***
217
Pasó un año desde que comenzó el proceso de la demanda por violación
en contra de Luis Enrique Arteaga Mendoza, un año en el que Camilla
Fernanda Yáñez Tolentino de 16 años tuvo que frecuentemente recordar
aquella escena que con todas sus fuerzas quería olvidar, todo con la
esperanza de que se supiera la verdad. Pero tras un año de peleas,
citaciones, citas a médicos y psicólogos, el juez falló a favor de Luis
Enrique, declarado inocente debido a que no se aceptaron las pruebas de
Camilla por una –hasta el día de hoy– extraña y desconocida razón.
Camilla no quiso apelar al fallo, no quería seguir peleando, sentía que la
sociedad y el sistema estaría en su contra. Ella no quería seguir, estaba
resignada y en su mente solo repetía: “para qué pelear, si solo eres una
más…”.
Bryan Grovas
Escribí esta crónica porque a pesar de que tristemente sea un tema recurrente en el Perú,
un país donde la corrupción es un mal endémico, cada historia debe ser contada, cada
chica violentada debe ser oída. Aun cuando se sientan solas, sepan que al menos alguien
les cree.
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PICHANAQUI Y LOS AÑOS DEL TERROR
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alarmantes, pasaron de informar sobre los eventos cafetaleros a bloqueos
en la carretera, secuestros, balaceras y asesinatos. La presencia de grupos
subversivos era cada vez más notoria. Los toques de queda, los ronderos,
los saqueos y apagones se volvieron el pan de cada día.
Hasta ese momento, Dora conocía mucho, pero entendía poco. Estaban
“los negros”, así llamaban a los emerretistas, quienes “decían que
buscaban justicia y odiaban a los policías, pero al final solo hacían daño”
–declaró algo confundida. No obstante, entre rumores e historias que oía,
conoció a “los rojos”, partidarios de Sendero Luminoso, un grupo al cual
consideraba más sanguinario y violento que el MRTA. Como si fueran
cuentos de terror, escuchaba como reclutaban a jóvenes y los obligaban a
asesinar a alguien de su familia como su primera misión, para luego ser
internado en lo más profundo de la selva ocupando casas abandonadas,
llamados “campamentos”.
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subversivos y falleció. Otro policía no identificado también murió durante
el ataque. Según Dora, este hito provocó el crecimiento exorbitante de
emerretistas en Pichanaqui.
Dora recuerda con nitidez la primera vez que vio a los emerretistas tan de
cerca. Habían pasado pocos meses del atentado al puesto policial, unos
hombres con ropa negra y batas de plástico, para protegerse de la lluvia,
habían ingresado a su casa, una humilde vivienda en medio de una
arboleda frutal. Ella vivía junto a sus seis hermanos, sus padres y su abuela
paterna; eran una familia humilde y cristiana, por eso cada día agradecían
a Dios por protegerlos. Todo ocurrió horas antes del almuerzo, las
hermanas mayores ayudaban a preparar la comida, mientras que los
hermanos mayores acompañaban a su padre a secar el café en el patio. La
rutina no les avisó cuando los hombres, no tan desconocidos, se
adentraron en su vivienda con armas en mano. Eran como cinco personas,
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algunos se veían muy jóvenes, pero todos desprendían un mal olor, quizá
porque llevaban días huyendo de pueblo en pueblo hasta llegar a algún
campamento. Solo se acercaron dos de ellos y el resto se ocultó entre los
árboles, probablemente había más terroristas de lo que imaginaba.
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Después de cumplir 14 años, la pichanaquina recuerda múltiples historias,
las cuales al inicio no creía ciertas por lo terrorífico que se oían. Eran
historias sobre asesinatos y torturas en pueblos muy cercanos a Zotarari,
zona donde vivía. Actualmente, gracias a los testimonios recopilados por
la CVR, reconoce que todo lo que creía ficticio era una cruda realidad. En
agosto de 1989, en el centro poblado de Pichanaqui, miembros del PCP-
SL se llevaron a Hermógenes Padilla Escalante hacia la orilla del río Ene
en donde le dieron muerte de un golpe en la cabeza. El cuerpo de la
víctima fue encontrado luego de siete días del hecho. Cuando la familia de
la víctima le reclamó al presunto responsable por la muerte, este les dijo
que había sido asesinado por soplón. En el mismo mes, pero en Alto
Kimiriki, unos senderistas interceptaron el vehículo que manejaba Daniel
Altamirano Muñico. Lo hicieron conducir hasta el kilómetro siete de la
carretera Marginal donde amarraron a la víctima y la asesinaron con dos
disparos en la cabeza.
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eran inhumanos.
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esperanza de que el cuerpo policial solucione el conflicto rápidamente. Sin
embargo, la noche estaba próxima a llegar y no había señales de que el
enfrentamiento terminaría pronto, por esa razón decidieron salir uno por
uno. Aunque la mayoría de los amigos de Dora vivían en la misma ciudad,
ella todavía tenía un largo camino por recorrer, aproximadamente dos
kilómetros.
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ganar más, pero la conocida “ciudad luz” no estaba pasando por un buen
momento económico. Los emerretistas salían de sus campamentos cada
vez más seguido, necesitaban nuevos suministros, para ello bloqueaban la
única vía que conectaba a La Merced, Pichanaqui y Satipo. La avenida
Marginal era de doble sentido y atravesaba el pueblo de Pichanaqui, no
existía otra vía de transporte.
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algunos en medio de las frutas sin cosechar. Cada cierto tiempo oía
historias sobre desapariciones, violaciones y violentas muertes por parte
de los terroristas, pero seguía sin sorprenderle, porque los había visto en
persona y sabía que eran capaz de hacer eso y más. Sin embargo, también
era consciente que los comuneros y los policías habían cometido
injusticias y maltratos hacia las personas que prometieron proteger.
Silvana Quiñónez
Considero que falta más material que documente o transmita lo que se vivía en
Pichanaqui durante esos años. La generación actual no ha vivido el terrorismo y solo a
través de estos testimonios pueden conocer y recrear en sus mentes esos momentos.
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