y Revolución Rusa
Año: 2020
INTRODUCCIÓN
El siguiente informe gira en torno a dos procesos simultáneos, analizados por la autora
María Bejar, que caracterizaron el siglo XX: por un lado, la Primera Guerra Mundial (1914-
1918) que modificó los límites y derechos imperiales del mundo, y por otro la Revolución
Rusa (1917-1923) que significó el derrocamiento del Régimen Zarista Imperial y la creación
de una República Socialista.
Se articula el proceso sobre una serie de ejes organizadores que la autora garantiza. En
primer lugar, el reconocimiento de la necesidad de avanzar hacia una historia mundial y, al
mismo tiempo, la certidumbre de que solo ha sido posible delinear algunos trazos centrales en
este sentido. En segundo lugar, la convicción de que las dimensiones que conforman la
“realidad social” son muchas. Este texto se limita a recortar, principalmente, los aspectos
económicos, políticos y las relaciones internacionales. En tercer lugar, la certidumbre que la
historia se procesa a través de la articulación entre los que nos viene dado, lo que decidimos y
hacemos y las irrupciones del azar; predomina el peso de las estructuras aunque sin dejar de
lado las acciones de los sujetos.
Cabe destacar que la periodización del material sitúa el inicio de la historia del mundo
actual en la era del imperialismo.
Se abordarán con respecto a la guerra los factores que desencadenaron el conflicto, los
frentes combatientes y sus sociedades, las paces y la conformación del nuevo mapa mundial.
En lo que compete a la Revolución Rusa, se abordan las características del Imperio Zarista, el
impacto de la guerra en su desarrollo y los detalles de la doble revolución desde febrero a
octubre de 1917.
DESARROLLO
Para entender las causas que desataron la guerra es necesario, primero, contemplar el
sistema de alianzas internacionales que se había formado en el contexto de expansión
imperialista. El sistema se divide en dos frentes: la triple alianza conformada por el Imperio
Alemán, Austria-Hungría e Italia. Ésta última no se unió a la guerra debido a lo que consideró
una imprudencia de Austria de iniciar el conflicto. Por otra parte, la Triple Entente: se
conformaba por el Reino Unido, Francia y el Imperio Ruso. El sistema de alianzas sufrió
modificaciones conforme al desarrollo de la guerra, Italia finalmente se unió a la Triple
Entente, junto al Imperio de Japón, Grecia y Estados Unidos.Mientras tanto, el Imperio
otomano y el Reino de Bulgaria se unieron a las potencias centrales.
En el territorio europeo permanecieron neutrales España, Suiza, Holanda, los países
escandinavos y Albania.
Uno de los factores que explican al mismo tiempo el sistema de alianzas y la explosión
del conflicto es el cambio en las relaciones de fuerza entre los Estados europeos con el
ascenso político y económico de Alemania y el declive industrial de Gran Bretaña. En gran
medida, también, porque como resultado del proceso de la expansión imperialista Europa
empezó a ser una pieza dentro de un sistema mundial mucho más complejo con la entrada en
escena de Japón y Estados Unidos en el Lejano Oriente. Pero además, porque en el marco de
una próspera economía cada vez más global, entraron en crisis los imperios multinacionales
europeos: el ruso y el austro-húngaro y se desmoronaron dos de los imperios más antiguos, el
chino y el otomano. El debilitamiento de la dinastía manchú, de autoría británica, posibilitó
el avance de Japón sobre China y anexionó Corea en 1910, tras vencer contra esta y Rusia.
En 1902, Tokio firmó con Gran Bretaña el primer tratado en términos de igualdad entre una
potencia europea y una asiática, basado en el interés mutuo de contener el expansionismo
ruso en Asia. Estos cambios hicieron difícil la preservación del equilibrio europeo en los
términos establecidos a partir de 1815.
Una serie de crisis –en el norte de África y en los Balcanes– alentó la carrera
armamentista y confirmó la consistencia del nuevo sistema de alianzas. En dos ocasiones,
1905 y 1911, los Hohenzollern cuestionaron el avance de Francia sobre Marruecos; sin
embargo, la solidez de los lazos forjados entre París, Londres y San Petersburgo frenó los
intentos expansionistas de Berlín. La retirada de los turcos otomanos de esta zona exacerbó
las rivalidades entre el imperio zarista y el de los Habsburgo. A las apetencias de estos
imperios se sumaron las rivalidades entre los distintos grupos nacionales que ocupaban la
región en pos de imponer su predominio. Las reivindicaciones territoriales, por ejemplo de
serbios, búlgaros y griegos los conducían a enfrentamientos armados.Viena temió que los
serbios impusieran la unidad de todos los eslavos bajo su conducción. En ese caso, los
Habsburgo perderían sus posesiones en los Balcanes y, además, la independencia de los
eslavos podría servir de ejemplo al conglomerado de pueblos no alemanes que conformaban
el imperio. La corona austríaca no dudó en asumir una postura intransigente frente a Serbia,
cuando el 28 de junio de 1914, un joven estudiante serbio vinculado a la organización
nacionalista clandestina “Mano Negra” asesinó en Sarajevo al heredero del trono austro-
húngaro, el archiduque Francisco Fernando, y a su esposa, la duquesa Sofía. El desarrollo
exponencial de la industria armamentística fue otro de los factores que le dio a Austria el
impulso para iniciar oficialmente el conflicto que se hallaba en gravitación hace tiempo.
Al mismo tiempo que los gobiernos convocaban a tomar las armas, multitudes patrióticas
se reunían en Berlín, Viena, París y San Petersburgo para declarar su voluntad de defender su
nación. Este fervor patriótico contribuyó a la prolongación de la guerra y dio cauce a hondos
resentimientos cuando llegó el momento de acordar la paz. Sin embargo, estas
concentraciones belicistas no expresaban al conjunto de las sociedades: hubo
pronunciamientos y marchas contra la guerra, aunque tuvieron menos presencia en la prensa
y ocuparon espacios más periféricos en las ciudades. Las generaciones que se manifestaban
no conocían la guerra sino a través de la historia, confiaban en una derrota rápida,
contundente y heróica. Desde el Vaticano, ni bien estalló el conflicto, el papa Benedicto XV
se pronunció sobre sus causas en la encíclica Ad beatissimi Apostolorum. Aseguraba que si
se deseaba realmente poner paz y orden había que restablecer los principios del cristianismo.
La economía se puso entonces al servicio de la guerra. Los gobiernos no dudaron en
abandonar los principios básicos de la ortodoxia económica liberal, sus decisiones recortaron
la amplia libertad de los empresarios y la política tomó el puesto de mando. En Gran Bretaña,
el primer ministro Lloyd George creó un gabinete de guerra, nacionalizó temporalmente
ferrocarriles, minas de carbón y la marina mercante, e impuso el racionamiento del consumo
de carne, azúcar, mantequilla y huevos. En Alemania, la economía de guerra planificada fue
aun más drástica. En 1914 fue creado el Departamento de Materias Primas, que integró todas
las minas y fábricas. Sus dueños mantuvieron el control de las mismas, pero se sometieron a
los objetivos fijados por el gobierno. También aquí se decretó el racionamiento de los
alimentos.
En 1917 se produjeron dos hechos claves: la Revolución rusa y la entrada de Estados
Unidos en la guerra. La caída de la autocracia zarista, en lugar de dar paso a un orden liberal
democrático, como supusieron gran parte de los actores del período, desembocó en la toma
del poder por los bolcheviques liderados por Lenin en octubre de ese año. La paz inmediata
fue la principal consigna de los revolucionarios rusos para ganar la adhesión de los obreros y
avanzar hacia la revolución mundial. El gobierno soviético abandonó la lucha y en marzo de
1918 firmó con Alemania la paz de Brest-Litovsk1.
Woodrow Wilson pretendió mantener la neutralidad de Estados Unidos, pero la guerra
submarina puesta en marcha por los alemanes provocó el hundimiento de barcos
estadounidenses, en los que perdieron la vida numerosos ciudadanos. Estos ataques
conmocionaron a la opinión pública, y eso predispuso al país contra Alemania. El
agotamiento de los alemanes y sus recursos junto con la llegada de las tropas norteamericanas
resolvieron la guerra a favor de la Entente. Con el desmoronamiento de los imperios
centrales, los gobiernos provisionales pidieron el armisticio en 1918. Al año siguiente, los
vencedores se reunían en Versalles para imponer los tratados de paz a los países que fueron
considerados como culpables de la Gran Guerra.
No hubo paz negociada. Los vencidos, declarados culpables de la guerra, debieron
someterse a las condiciones impuestas por los vencedores: pérdida de territorios, restricciones
a las fuerzas armadas y pago de indemnizaciones de guerra. Alemania, a través de la firma
del tratado de Versalles: Austria de Saint Germain y Bulgaria de Neuilly. Solo Turquía,
después del triunfo de Kemal Atartuk en la guerra contra los griegos que habían ocupado
parte de Anatolia, logró que el duro tratado de Sèvres, firmado por el sultán, fuera
reemplazado en 1923 por el de Lausana. Este último reconoció al nuevo Estado nacional
turco integrado por Anatolia, Kurdistán, Tracia oriental y parte de Armenia, cuya población
había sido masacrada por los turcos durante la guerra. Turquía no debió pagar
indemnizaciones de guerra.
En los cuatro años de la Primera Guerra Mundial, entre agosto de 1914 y noviembre de
1918, murieron veinte millones de personas, cayeron los tres imperios europeos: el de los
Romanov en Rusia, Habsburgo en Austria y Hohezollern en Alemania y, fuera de Europa, el
Imperio otomano. A lo largo del conflicto quedó en claro la inmensa crueldad de la
tecnología. Fue una guerra en aire, mar y tierra, con ejércitos inmersos en el barro de las
tricheras, sin poder avanzar. La Revolución Rusa fue la gran revolución del siglo XX y,
mientras perduró el régimen soviético, alentó entre gran parte de aquellos que rechazaban el
capitalismo, la convicción que era factible oponer una alternativa a las crisis y la explotación
del sistema capitalista. Pero también, desde que los bolcheviques tomaron el Palacio de
Invierno, el campo socialista se fracturó entre quienes asumieron esta acción como el ejemplo
a seguir y quienes la visualizaron como un peligroso salto al vacío. La trayectoria soviética
decepcionó sin lugar a dudas las esperanzas que suscitó.
También desde 1916 se registraron las primeras protestas obreras, que crecieron en los
años siguientes frente a la profunda distancia entre los sufrimientos y esfuerzos impuestos a
los distintos grupos sociales para salvar a la patria. Entre 1917 y 1918, la oleada de
movilizaciones dio lugar a la caída de los tres imperios europeos. Antes de llegar a la paz, los
Romanov en Rusia, los Hohenzollern en Alemania y los Habsburgo en Austria-Hungría
habían abandonado el trono.
CONCLUSIÓN
Las disputas por el control económico y político no son nada nuevo en la historia
mundial, ese nivel de determinación y ambición existen desde tiempos remotos y fueron las
principales preocupaciones responsables de modelar el mundo como lo conocemos. Sin
embargo, estos enfrentamientos siempre habían sido hechos aislados, conflictos civiles por la
supremacía de una dinastía u otra. Pero el descubrimiento y exploración total del mundo en
esta instancia ya estaba hecho y todos los territorios tenían de una u otra forma un liderazgo y
le compraban a un extranjero en particular, mientras comenzaba a profundizarse también el
sentido de pertenencia de los habitantes con respecto a la identidad de su aglomeración.
Mientras tanto, se transformaba la idea griega de desarrollo y la política comenzaba a ser
exclusiva servidora del mercado, relegando a las clases bajas a la subsistencia e ignorando
sus peticiones, el modelo liberal fracasó ante el avasallador avance industrial y era necesario
expandir el abanico de consumidores para los países industrializados. El aumento del
sometimiento a los intereses económicos europeos para con los liderazgos débiles era
inevitable, pero he aquí el problema: ya se había llevado a cabo un reparto, no sin
complicaciones, en la época colonial; estas colonias crecieron y se expandieron hasta los
límites de otras colonias y algunas se perdieron sin oportunidad de reconquista, como Estados
Unidos, que había llegado tarde al reparto y necesitaba hacerse un lugar en el mundo para
sostener su impecable crecimiento. La diplomacia encontró como vía de contención las
alianzas mundiales y los trust, pero no pudo sostener la paz por mucho tiempo; la ineficiencia
de los alemanes en cuanto a la imposición de sus intereses por la vía diplomática le llevó a
hacer uso de la fuerza para obtener su porción en el reparto del mundo.
Gran Bretaña sufrió un breve período de desventaja por sus dificultades para adaptarse al
nuevo capitalismo y esto le costó su predominio económico, sin embargo, supo mantener su
nivel jerárquico en el mundo tomando propiedades menos extensas pero más significativas.
El dominio norteamericano creció significativamente debido a sus numerosas invenciones y
una política en constante cambio que comenzó a marcar el rumbo a las demás potencias.
El Imperio Ruso también se enfrenta a un inevitable proceso de transformación y
democratización, fundamentalmente por el atraso y la pobreza que resultaron de un supuesto
reparto equitativo y sosteniimiento de la equidad. El constante comenzar desde lo básico no
permitía los trabajdores mejorar su condición ni realizar avances significativos en cuanto a lo
tecnológico y metodológico. Como contraparte, el pueblo vivía la miseria mentras
irónicamente los líderes acumulaban riqueza. La necesidad inminente de cambio desata una
de las más sentidas y coordinadas revoluciones que puedan recordarse, sin embargo esto
deriva nuevamente en el monopolio del poder por un sector que prioriza sus intereses
particulares.