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Sarai Quintas Guzmán

BIOGRAFÍA DE ISAÍAS COMO MISIONERO


El contexto en el que vivió Isaías da un aporte más a la
misión de Dios. El nombre “Isaías” quiere decir “Jehová es
salvación”. Isaías profetizó durante el periodo del reino
dividido.  Durante la vida de Isaías el reino de los asirios
llevó cautivo a Israel y amenazó a Judá en tiempos de
Ezequiel.
Este fue el tiempo de mayor amenaza y trato con otras
naciones que Israel tuvo en la historia de los profetas. Sus
profecías fueron de índole histórica, las cuales tenían que
ver con la relación de Israel y Judá con las naciones vecinas
de Asiria, Siria, Egipto y Babilonia. Estos eran años de
crisis, y el profeta ofrecía sus consejos a los reyes
contemporáneos con él. Dentro del contexto de Isaías y
algunos de sus relatos encontramos hechos como la alianza
de Israel con Siria, la oposición experimentada de Asiria y
el vuelco de esta historia terminando en guerra con Siria y
aliados con Asiria, el cual “responde saqueando a Gaza, llevando a toda Galilea y Galaad
en cautiverio y finalmente capturando Damasco”.
Isaías vivió en los últimos tiempos del rey Uzías (Is. 6.1). Uzías fue un símbolo de éxito
espiritual, político y económico. Comenzó a reinar a los 16 años siendo un rey ejemplar (2
Cr. 26.4), asimismo su hijo Jotam (2 R. 15.34). Todos sus hechos como rey de Israel se
relatan en 2 Crónicas 26, constituyendo reformas sociales, políticas de seguridad y reformas
económicas. Aún siendo años ricos en el reino del sur, el tiempo en el que Isaías profetizó
fue un año lleno de crisis, ya que después de este tiempo de seguridad en el reinado de
Uzías vino un tiempo de gran prueba de conflictos políticos e imperialismo. Dentro de
todos estos conflictos políticos, podemos encontrar un propósito divino para alumbrar a las
naciones con el mensaje profético. Isaías enfocó su mensaje con la misma fuerza hacia Judá
que hacia las naciones, teniendo como propósito principal recordar a sus lectores la relación
especial que tenían con Dios
Isaías es citado 104 veces en el Nuevo Testamento. Luego de Salmos es el libro más citado.
Es el libro que nos da más información del Mesías que en ese tiempo había de venir, y de
las características de su reino. Isaías sin duda tiene parte en el plan global de Dios dentro de
las escrituras, y en efecto, dentro de la revelación de Dios para el mundo. Es el libro que
habla de la Gracia de Dios, del Reino de Dios, del Santo de Israel. Los profetas se vieron a
sí mismos como eslabones en una cadena de profetas, siendo partes de la revelación
progresiva y aportes a la escatología. Isaías dentro de su libro ministra al pueblo de Dios
como bálsamo dentro de los años de cambios que estaban y seguirían viviendo. Ministró a
sus contemporáneos en la ciudad de Jerusalén dando esperanza de un libertador y un mesías
en un mundo que recientemente había querido tomarlos cautivos.
Y además ser un libro con profecías hacia el pueblo de Israel, Isaías es también un libro
enfocado hacia las naciones, dándonos un espacio de al menos 20 capítulos directamente
enfocados hacia las naciones gentiles. La sección identificada por MacArthur como
“Oráculos de juicio y salvación (13.1-23.18)” incluye al menos 11 naciones presentes y
futuras en el tiempo de Isaías.

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BIOGRAFÍA DE JEREMÍAS COMO MISIONERO
Su nombre significa “Jehová exaltará” y fue intrépido en su
servicio al Señor; a pesar de ello, en su alma el profeta
Jeremías padeció mucha angustia.
Jeremías nació en la ciudad de Anatot, a unos cinco
kilómetros al nordeste de Jerusalén. Su padre, Hilcías, era
“de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en tierra de
Benjamín” (Jeremías 1:1). Siendo joven, el Señor lo llamó a
ser Su profeta: “…a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo
lo que te mande” (Jeremías 1:7). Al principio se resistió a la
confianza que el Señor había depositado en él: “…no sé
hablar, porque soy niño” (Jeremías 1:6), pero el Señor era
consciente de su potencial: “Antes que te formase en el
vientre te conocí… te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5).
Un factor principal del moldeado de la vida de Jeremías fue su flexibilidad, es decir, su
disposición para someterse a los mandamientos de Dios, para ser flexible al escoger libre y
repetidamente hacer la voluntad de Dios en vez de la suya. La humildad, la obediencia, la
fe y el ser libres del orgullo son cualidades del carácter que fomentan la cualidad de ser
moldeable. El Maestro alfarero probó con frecuencia la disposición que Jeremías tenía para
ser obediente.
En una ocasión, el Señor le mandó a Jeremías que comprara una vasija de barro, que la
rompiera delante de los líderes del pueblo y que luego profetizara con audacia: “…Así ha
dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien
quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar más”. Para cumplir con esta
asignación de hacer una denuncia tan osada de los líderes gubernamentales, Jeremías tuvo
que obedecer con valentía y poner a un lado cualquier interés en su propia seguridad.
Entonces la palabra del Señor vino a Jeremías para convertirse él mismo en una lección. Se
le mandó que tomara un listón y unas correas para hacerse un yugo y ponérselo al cuello en
presencia del rey Sedequías y del cuerpo diplomático de Jerusalén. ¡Qué espectáculo tan
extraño debió haber sido Jeremías ante esos hombres de gran influencia y poder! Jeremías
les dijo que si no se inclinaban y servían voluntariamente al rey de Babilonia, como bueyes
con un yugo, el Señor los destruiría.
En éstas y otras muchas circunstancias, Jeremías fue lo suficientemente moldeable para
hacer lo que el Señor le mandaba, sin importar lo peculiar, lo impopular o lo absurdo que
hubiera podido parecerle a la gente.
Jeremías fue un hombre que vio muchas aflicciones. De hecho, el Señor le advirtió en el
momento de llamarlo que los reyes, los príncipes y los sacerdotes, y la gente en general,
lucharían en su contra. El Señor le prometió: “Y pelearán contra ti, pero no te vencerán;
porque yo estoy contigo… para librarte” (Jeremías 1:19). A continuación se encuentran
sólo dos de las muchas circunstancias difíciles que Jeremías tuvo que soportar.
Cuando Pasur, el sacerdote encargado de mantener el orden en el recinto del templo, oyó el
estruendo que causó Jeremías al romper la vasija de barro y profetizar ante el pueblo,
mandó que lo arrestaran, lo azotaran y lo pusieran en el cepo. Al día siguiente mandó que le
trajeran a Jeremías, pero éste repitió sin temor las palabras del Señor sobre la inminente

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destrucción, añadiendo: “Y tú, Pasur, y todos los moradores de tu casa iréis cautivos”
(Jeremías 20:6).
Cuando el ejército babilónico sitió Jerusalén, Jeremías transmitió al rey Sedequías y a su
pueblo la palabra del Señor de que debían rendirse, lo cual molestó a ciertos oficiales,
quienes utilizaron el intento de Jeremías de abandonar la ciudad como pretexto para
arrestarlo y encarcelarlo acusado de traición.
Jeremías fue arrojado a una cisterna que hacía las veces de mazmorra, para que muriese de
hambre. Las cisternas son cavidades en forma de pera excavadas en la roca, cuyo objeto es
recoger y almacenar el agua. Con el correr de los años, los sedimentos se habían ido
acumulando en el fondo de la cisterna, hasta que era tal la cantidad, que “se hundió
Jeremías en el cieno” (Jeremías 38:6). De no ser por el valor y el servicio cristiano de un
etíope siervo del rey, Jeremías habría muerto sin remedio.
Cuando el rey babilonio invadió Jerusalén, Jeremías escogió permanecer con su pueblo en
La ciudad, para así continuar proclamando la palabra del Señor a pesar del rechazo
constante del pueblo a seguir su consejo. Se cree que Jeremías falleció en Egipto no mucho
después de una última apelación a su pueblo para que se volviese al Señor. Las cosas que
padeció Jeremías fueron algunos de los instrumentos más poderosos del Señor, para
moldear y purificar su vida. Igualmente, aquello que padecemos y soportamos con
paciencia nos servirá de experiencia y puede ser para nuestro bien.
Jeremías fue un profeta que en verdad testificó de Cristo. El Salvador mismo empleó sus
palabras para enseñar y profetizar durante Su ministerio terrenal.

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BIOGRAFÍA DE JONÁS COMO MISIONERO

La Biblia brinda unos pocos hechos acerca de Jonás.


El nombre de su padre, su aldea natal (Gat-Hefer,
ubicada en Galilea, entre la cual más tarde llegaron a
estar las aldeas de Nazaret y de Caná) y su llamado
como profeta están registrados en 2 Reyes 14:25. Dijo
a los marinos, durante la tormenta en el mar: “Soy
hebreo; temo a Jehová, Dios de los cielos, quien hizo el mar y la tierra seca”. También les
dijo que estaba huyendo de Jehová (versículo 10). Lo que mejor se conoce es que Jonás fue
tragado por un “gran pez” (Jonás 1:17).Su misión a Nínive, cuando finalmente llegó, fue un
éxito. Liberó a la gran ciudad del mal y la violencia cuando sus ciudadanos invocaron a
Dios (Jonás 3:10). Pero aunque los datos son escasos, la Biblia revela más acerca de la vida
interior y los pensamientos de este profeta misionero que acerca de cualquier otro personaje
bíblico; excepto, tal vez, de Jeremías. La historia de Jonás descubre los contrastes, los
conflictos y las oposiciones de su vida interior, al volcarse sobre su esfuerzo misional. La
oposición y el contraste están dispersos por toda la historia, tanto los internos como
aquellos en las situaciones externas en las que se encontró. Por ejemplo, aun mientras Jonás
estaba en la cubierta de ese barco, que cabeceaba navegando al oeste en lugar de ir al este,
su respuesta a las preguntas de la tripulación incluyeron varios elementos opuestos, que
más tarde llegarían a ser importantes: “hebreo” (versus “Israelita”); “Jehová, el Dios del
cielo” (versus el dios local de Nínive); “mar” versus “tierra firme” (Jonás 1:9).
La última vez que sabemos de Jonás, profeta y misionero, todavía estaba en su humilde
enramada, bajo la planta marchita de ricino. Su profecía acerca de la restauración de las
fronteras de Israel, ¿siguió a su experiencia de Nínive (ver 2 Reyes 14:25)? No se nos dice.
Tal vez haya referencia a él, al pasar, en la obra de su compañero, el profeta Oseas, quien
fue contemporáneo y ministró en la misma región. ¿Estaba Oseas aludiendo a Jonás,
cuando profetizó el retorno de los israelitas de una futura cautividad en Asiria: “Acudirán
[...] de la tierra de Asiria como paloma [Jonás, en hebreo yonah]; y los haré habitar en sus
casas” (Oseas 11:11)? ¿Estaba Oseas aludiendo al regreso de Jonás a Israel desde Nínive?
Jonás pudo haber sido un misionero perturbado, pero fue un pionero del método preferido de
Dios para las misiones futuras. La obra de Dios por medio de él salvó a una gran ciudad, y
proveyó a Jesús con una poderosa lección objetiva para su propio pueblo en sus días. Como
el primer misionero llamado y comisionado del tipo “Ve”, Jonás cometió errores. Pero
estos errores deben ser juzgados a la luz del éxito asombroso de su misión. Su teología
personal necesitaba expandirse, de modo de aceptar este nuevo método de misión. También
necesitaba ajustarse al sorprendente descubrimiento del interés de Dios en la salvación de
los pueblos lejanos, rebeldes, que eran una amenaza a la paz y la segundad de Israel. La
historia de Jonás ha dejado, para las siguientes generaciones de hijos, una maravillosa
historia del gran pez y otra asombrosa historia de las (des)venturas, seguidas por el éxito.
Finalmente, la historia de Jonás muestra cómo la obra de misión de Dios no se detendrá por
la condición caída de la humanidad de sus agentes elegidos para la misión.

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