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ATLAS DE EUROPA
MEDIEVAL
CÁTEDRA
H1STORJA. SERlE MAYOR
l.ª edición, 1999
4. ª edición ampliada, 2011
11
Raymond McCluskey, Universidad de Glasgow
Alastair J. Macdonald, Universidad de Aberdeen
Jennifer McDonald, Universidad de Bergen
Angus MacKay, Edimburgo
Martín L. McLaughlin, Universidad de Oxford
Simon MacLean, Universidad de St. Andrews
Norman Macleod, Universidad de Edimburgo
M. Michele Mulchahey, Universidad de St. Andrews
Malyn D. D. Newitt, King's College, Londres
Richard Oram, Universidad de Stirling
Esther Pascua, Universidad de St. Andrews
Theo Riches, Universidad de Birmingham
Andrew P. Roach, Universidad de Glasgow
Richard K. Rose, Universidad de Glasgow
Michael L. Ryder, Edimburgo
Ross Samson, Glasgow
Elina Screen, Universidad de Cambridge
Julia M. H. Smith, Universidad de Glasgow
Clive R. Sneddon, Universidad de St. Andrews
Angus D. Stewart, Universidad de St. Andrews
Roger Tarr, Edimburgo
Alfred Thomas, Universidad de Harvard
Elspeth M. Tumer, Universidad de Edimburgo
lan Wei, Universidad de Bristol
Bjom Weiler, Universidad de Gales, Aberystwyth
Christopher J. Wickham, Universidad de Oxford
Alex Woolf, Universidad de St. Andrews
12
EUROPA OCCIDENTAL:
CARACTERÍSTICAS FÍSICAS
Altura en metros
- Más de 2.000
- 1.000-2.000
D soo-999
D Menos de 500
Océano
Atlántico
Alta Edad Media
(395-1050 aproximadamente)
1 Palestina Salutaris 61 Campania
2 Palestina I 62 Samnium
3 Palestina II 63 Apulia ."
4 Phoen~ce ·banens1s Calabna ..
5 Phoernce L1 . 64 Lucania et Bruttu
6 Syria Saluta_ns 65 Maxim_a .
7 Euphratens1~ Caesanens1s
8 Mesopotam1a 66 Flavia .
9 Cilicia I Caesariens1s
10 Cilicia 11 67 Britan~ia I
l 1 Isauna _ 68 Valent1a
12 Cappodoc1a ¡ 69 Britannia JI
13 Cappodoc1a Il_ 70 Germanía II
ALAMANES 14 Galatía_ Salutans
15 Bithyn~a
16 Hononas
17 Paphlagorna
18 Helepontus
71 Germarna I
72 Belgica I s Senoma
73 Lugdunens1
74 Lugdunens1s II rum
BEREBERES 75 Maxima Sequano
76 Alpes ~oenmae
77 ViennSIS
- - Límite de diócesis
78 Narbonensis!
79 Novempop_uh
- - - Límite de provincia I Diócesis de Oriens 80 Narbonen~1~ II
81 Alpes Mant_une
. . . , n entre Europa oriental II Diócesis de Pontica 82 Augustammaca
DIVISIO
y occidental .
l '
, Arcadia
~. _. -· - 1, A,gyptus \ ____ -
1II Diócesis de Asian~ Vlll Diócesis de Italia .
500
'-..."-."..' Áreas perdi~a~tdeelmayor
lmpeno .,
extens1on
rv Diócesis de Thr.1c1a . . d e Suburbicans
IX Diócesis . Xlll Diócesis de Septum
"-."'-"' desde el peno o km
V Diócesis de Macedonia X Diócesis de Afnca . Provinciae ,
Thebais
4 PICTOS Vecinos y enemigos VI Diócesis de Dac'.a XI Diócesis de Britanmae e XIV Diócesis de Hisparnae
VT Diócesis de Jllyncum XI l Diócesis de Galliac XI Di6cesis e Aegyptus
A '· D
Guerra y política
El Imperio romano del año 395 era considerablemente distinto al de los tiem-
pos del primer emperador Augusto (27 a.C.-14 d.C.). Unas presiones externas más
fuertes, unas condiciones económicas cada vez peores y el desorden político, agra-
vados por la falta de seguridad dinástica y la ambición de los generales, culminaron
en el abandono de las provincias más alejadas de Roma y en el caos generalizado del
siglo III. Con la reorganización fundamental emprendida por Diocleciano (284-305)
y continuada por Constantino (306-337), el emperador ascendió a la condición de
autócrata remoto a la manera de Oriente, se instauró una gran burocracia y se divi-
dió el ejército en dos niveles formados por unidades móviles de élite y tropas locales
de rango inferior. En un intento por fortalecer el gobierno local y reducir al mínimo
la amenaza de revueltas, Diocleciano duplicó el número de provincias y las agrup6
en diócesis dirigidas por vicarii, mientras que Constantino separó los poderes del
gobierno civil y de los jefes militares. Tras derrotar a sus adversarios en el Puente
Milvio (312), Constantino se convirtió al cristianismo y dio un gran impulso a la
que hasta entonces había sido un fe minoritaria al confiar a cristianos cargos impor-
tantes y ceder a la Iglesia tierras y edificios. No por ello perdieron virulencia las dife-
rencias teológicas, y el culto pagano no se prohibió hasta el reinado de Teodosio I
(378-395). Constantino trasladó la capital al emplazamiento estratégico de Bizancio
(rebautizada Constantinopla en el año 330) como reflejo de su compromiso con la
nueva fe y de la creciente importancia de Oriente en el seno del Imperio.
Estos cambios proporcionaron cierta estabilidad política y económica, pese a la
disputas familiares que resquebrajaban la dinastía de Constantino, pero la calma
relativa cesó cuando los persas mataron a Juliano (363), emperador pagano de breve
reinado. Bajo los emperadores sucesivos, aumentaron las presiones bárbaras en las
fronteras, como resultado en parte de la llegada de los hunos nómadas a Europa en
los años 370. Los visigodos habían encontrado asilo en el Imperio en el año 376,
pero se volvieron contra los romanos aduciendo malos tratos y derrotaron al ejérci-
to romano en la batalla de Adrianópolis (378), donde murió el emperador Valente.
Esta derrota fue un gran golpe para el prestigio romano, pero tuvo escasos efectos
directos. Los godos obtuvieron tierras en los Balcanes en condición de foederati
(aliados) y el orden quedó restablecido de la mano firme de Teodosio I, emperador
cristiano de origen español.
Con la muerte de Teodosio en el año 395, se inició una fase crítica en la trans-
formación del mundo romano tras la división del Imperio entre sus dos hijos Ho-
17
noria (Occidente) y Arcadio (Oriente). Sin que se resquebrajase por ello el mito de
la unidad imperial, la tensión aumentó entre las dos cortes. El Imperio de Oriente
mantuvo un poder considerable dada su mayor riqueza y población, así como la
inmunidad relativa ante la presión bárbara y la peligrosa influencia que ejercían los
mercenarios germanos en Occidente. El cristianismo había calado hondo en la so-
ciedad y, pese a algunas controversias cristológicas aceradas, reforzó la autoridad
imperial haciendo del Imperio un instrumento de política divina. En Occidente, en
cambio, las grandes fallas económicas y sociales estaban agravadas por las intrigas
cortesanas, los intereses de la élite senatorial y las frecuentes revueltas incitadas por
usurpadores. Mientras la administración, la sociedad y la cultura romanas se mante-
nían firmes en los más altos niveles, la descentralización de la pars occidentalis se re-
flejaba en el crecimiento de culturas no romanas (como en el caso de Gran Bretaña
y el norte de África) y en la aparición de alianzas políticas locales (como en la Ga-
lia), ya antes de que en el siglo v se manifestasen los efectos de las migraciones
bárbaras.
T. S. Brown
18
MIGRACIONES (Todas las rutas de las invasiones son aproximadas)
BÁRBARAS
+· ·- Visigodos +- - Ostrogodos
-
... Burgundios
•-- AlanosNándalos
/ Suevos
◄ ·
++ Pictos
♦ ++ Francos
◄t-+-+ Escotos
+---
+·-
Anglosajones
Hunos
•· ··- Bereberes
*
4 Metz 451 Ciudad saqueada
5 Narhona 493
6 Verana 489 0 Ciudad atacada pero no capturada
7 Ravena 493 (refugio
imperial desde 402) .._ Cuartel general de Atila
o Ciudad ocupada sin violencia aparente
· , (h. 434-453)
" º ,i;. • Otras ciudades
\
X Batalla
·f1]:>>i¡._
□
\:v: · · ·
:::'· ::
.. . .
o 250
...... km
'°
.Corinto 396
Los pueblos germánicos que habían permanecido al norte del Danubio (héru-
los, gépidos, rugios, esquiros y ostrogodos) se convirtieron en súbditos de los hunos,
que fundaron un imperio tributario bajo el mando de Atila (434-453). Atila lanzaba
ataques periódicos contra las provincias romanas más orientales de los Balcanes,
pero mantenía lazos de amistad con Aecio, fuerza dominante en Occidente, hasta que
le indujeron a atacar de forma poco concluyente la Galia (ataques que cesaron tras la
derrota de Chalons en el 451) y el norte de Italia. La caída del Imperio huno tras
la muerte de Atila (453) significó un aumento de las presiones germánicas (ostrogo-
dos, rugios y otros) en la frontera del Danubio.
Mientras tanto, en el norte de la Galia cundía la confusión tras la caída de la
frontera del Rin a finales del año 406 en manos de una fuerza bárbara mixta domi-
nada por vándalos, suevos y alanos. Mientras algunos alanos se convirtieron en
aliados romanos en la Galia, otros se unieron a la invasión vándala de España (409).
Los suevos formaron un reino de salteadores en Galicia que l?erduró hasta el
año 585. Ante la presión visigoda, los vándalos navegaron hasta Africa (429) y ob-
tuvieron las provincias occidentales en virtud de un tratado (435). Su muy avezado
rey Genserico se apoderó de Cartago (439), ocupó el resto del África romana y lanzó
una serie de ataques navales muy lucrativos que culminaron con la ocupación de
Sicilia, Cerdeña y Córcega y el saqueo de Roma (455). Tras su muerte en el año 477,
las políticas agresivas y confiscatorias que afectaban a la aristocracia romana y a la
Iglesia católica dieron paso a un régimen más conciliador y romanizante.
La caída de la frontera del Rin (406/407) tuvo grandes repercusiones. La guarni-
ción romana en Gran Bretaña se retiró y los jefes rivales británicos tomaron el poder
hasta la invasión anglosajona de finales de los años 440. En el año 413, los burgun-
dios fundaron un reino en la parte alta del Rin; en el 443, tras trasladarse como fe-
deración a la zona del Jura/Lago de Ginebra, construyeron un reino romanizado
que en el año 457 incorporaba las áreas de Lyón y de Vienne. A lo largo del Rin
medio y bajo, unos grupos de francos muy poderosos atacaron ciudades como Co-
lonia y Tréveris. En la Galia septentrional, el gobierno estaba amenazado por oscu-
ras rivalidades entre generales usurpadores, los bretones, rebeldes campesinos (Ba-
gaudae), alanos y los regímenes subrromanos de Egidio y su hijo Siagrio basados en
Soissons (hacia 456-486). Qyien se benefició a largo plazo de este vacío de poder fue
la dinastía franca del salio Childerico (m. 481) y su hijo Clodoveo, que se expandió
gradualmente de su centro original en Toumai conquistando o aliándose con ban-
das rivales de francos, incluidos los bien establecidos laeti (granjeros soldados).
T. S. Brown
20
REINOS BÁRBAROS
Frontera aproximada de los
(h. 534) - - - principales reinos germánicos (h. 534)
Tierras bajo dominio franco (h 400)
;:::-::::·
!!
1 1 11] Reino de Childerico (m. 481)
~,,~ Reino visigodo de Toulouse,
~"'~ conquistado por los francos (507)
t(.J:''
·-; :·.•.-:.;.········
Provenza, bajo dominio ostrogodo (507
y bajo dominio fu.neo (536)
Wh Arca al este del R..in, señorío franco
1/#, bajo Teodoberto I (533-548)
e ::..~: ~c;;quuta
IMPERIO
BIZANTINO
500
que trasladar su base de operaciones a España con capital en Toledo. El reino de sus
primos los ostrogodos empezó a declinar a la muerte de Teodorico como resultado
de la incertidumbre dinástica y de tensiones entre elementos prorromanos y tradi-
cionalistas. Dos de los reinos inicialmente más poderosos fueron conquistados
en 533-534: los territorios burgundios de la Galia sudorienta! pasaron a los francos
y el gobierno vándalo del norte de África tocó a su fin con la vertiginosa campaña
del general bizantino Belisario. En el año 534, los ostrogodos estaban en el punto
de mira del emperador Justiniano, en su sueño por restaurar el poder romano en
Occidente, y las fuerzas de Belisario invadieron Italia en el año 536. Pese a la feroz
resistencia de un ejército godo en el norte, liderado por Vitiges, Belisario ocupó
Ravena (540). En la misma década, sin embargo, cambió la corriente ante las divi-
siones y la corrupción de los imperialistas, y el competente jefe godo Totila recupe-
ró la mayor parte de la península, pero en el año 552 llegaron más tropas proceden-
tes de Oriente al mando de Narsés y derrotaron a los ostrogodos. Pequeños enclaves
de resistencia goda sobrevivieron en el norte hasta los años 560 e Italia siguió devas-
tada por años de guerra. El intento de Justiniano de reconquistar Occidente alcanzó
un nuevo hito en 551 cuando arrebató a los visigodos que reinaban en España un
enclave situado alrededor de Cartagena, que permaneció bajo gobierno bizantino
hasta la década de 620. No obstante, los problemas económicos y las nuevas presio-
nes ejercidas por ávaros, eslavos y persas no permitieron a Bizancio consolidar sus
victorias, y desde el año 568 los lombardos ocuparon la mayoría de Italia. El poder
dominante en Occidente dejó de ser el Imperio para pasar a manos de su supuesto
aliado, el reino católico de los francos.
T. S. Brown
21
~
LA GALIA MEROVINGIA Áiea aproximada
de dominio merovingio
.600) (apenas efectivo en
Aquitania y al este
SAJ NES del Rin, en particular
tras la muerte de
Dagoberto I (639)
C iudad utilizada
1 @ regularmente como
TURINGIOS residencia real
I "Reino parcial" (Teilrei,hen).
I Las fronte ras en tre
I NEUSTRJA los reinos fuero n variables
y prov isio nales desde el 5 11
~
ims
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Verdún
• @Metz
• rréveris
HESSIANOS
/
I
I BÁVAROS
1
1
• Poitiers BORGOÑA
O 100
'-----'
km
A
LA GALIA MEROVINGIA (HACIA 600)
T. S. Brown
Cuando Justiniano subió al trono (527), el Imperio tenía unas fronteras razona-
blemente bien definidas : el Danubio, el Éufrates y los desiertos de Arabia y Egipto,
todas ellas bien defendidas por fortalezas como Singidunum, Dara y Edesa, que
neutralizaban la amenaza de los persas sasánidas por el este, de los búlgaros por el
23
A D
IMPERIO DE JUSTINIANO
ÁVAROS
FRANCOS
HÉRULOS
VISIGODOS
· ~·
LAJM!ES
Berytus 1
• Sede patriarcal
A B e D \
bajo Danubio y de las tribus del desierto. Internamente, el Imperio sufría con las
rivalidades entre las facciones del circo, pero más graves eran las divisiones religio-
sas. El emperador y la Iglesia estaban atrapados en Constantinopla entre aquellos
que valoraban la unidad eclesiástica y los lazos con el papado forjados en el Conci-
lio de Calcedonia (451) y aquellos que preferían una Iglesia bizantina independien-
te. La influencia de estos últimos había ido en ascenso desde el año 484 aproxima-
damente, cuando el cisma de Acacio separó las iglesias de Roma y de Constantino-
pla. Antes incluso de subir al trono, Justiniano apoyó la comunión con Roma, que
se logró en el 518. Esta nueva orientación implicaba un interés mayor en Occidente,
dominado en gran medida por las tribus germánicas que habían adoptado la herejía
arriana. Existía cierta discriminación contra las comunidades católicas nativas que
se convertía en persecución descarada en el norte de África, bajo gobierno vándalo.
Justiniano se erigió en protector de la Iglesia católica y en el año 533 lanzó una ex-
pedición contra los vándalos: Belisario tomó Cartago, capital vándala, y recuperó
las provincias norteafricanas. Seguidamente, J ustiniano penetró en la Italia ostrogo-
da. En el año 535, Belisario ocupó Sicilia e invadió Italia. La clave estaba en Roma,
que Belisario ocupó en el año 536; su defensa de la ciudad minó la resistencia ostro-
goda y entró en la capital de Ravena (540), dejando a los ostrogodos confinados al
valle del Po.
Estas victorias relativamente fáciles se desvanecieron en la década siguiente. El
rey de reyes sasánida Cosroes I (531-579) saqueó Antioquía en el año 540 y su ejér-
cito capturó Petra, que garantizaba el acceso al mar Negro y daba control sobre La-
zica. En el año 544, la ciudad de Edesa repulsó un ataque persa y se concluyó una
tregua. Ambos lados sufrían los efectos de la plaga bubónica que les había azotado
en 541/542. El número de vidas perdidas en Constantinopla fue enorme, hasta el
extremo de que la administración y la economía quedaron paralizadas. Los ostrogo-
dos recuperaron la mayor parte de Italia, y los eslavos, agolpados a lo largo del Da-
nubio, llegaron hasta las provincias europeas del interior del Imperio. El gobierno
de Justiniano empezó a recuperar lentamente su equilibrio. En el año 550, las pro-
vincias europeas quedaron libres de invasores eslavos; en el 522, Narsés invadió
Italia con un ejército formado en gran parte por contingentes reclutados más allá del
Danubio, entre los hérulos, los gépidos y los lombardos. Los ostrogodos no resistie-
ron la invasión e Italia regresó al Imperio. Entre tanto, una expedición enviada en
el año 550 recuperó el sur de España para los visigodos, así como el norte de la
costa africana alrededor de Septem (Ceuta). Petra, en la frontera oriental, volvió al
gobierno de los sasánidas en el año 551 y, con ella, el control de Lazica. En la guerra
del desierto, los gasánidas, tribu árabe aliada a los bizantinos, derrotaron a los laj-
míes, vasallos de los sasánidas. En el año 562, se concluyó un acuerdo de paz
entre Persia y Bizancio de una duración prevista de cincuenta años, que regulaba entre
otras cosas el comercio fronterizo, por ser las rutas de dicho comercio un punto de
rivalidad entre bizantinos y sasánidas. Los bizantinos dependían de estas rutas para
obtener la seda necesaria para alimentar su industria, centrada en Berytus.
Gracias a la construcción de costosas fortificaciones, se mantuvo la frontera del
Danubio, pero muchas tribus, los eslavos y otros pueblos se agolparon a lo largo de
ella sin cejar en sus pretensiones. Para hacer frente a tales presiones, Justiniano pidió
ayuda a los ávaros, que habían llegado recientemente del Asia central y se habían
establecido al norte de Crimea. Tal iniciativa resultó ser un error de cálculo, pues a
la muerte de Justiniano, los ávaros destruyeron a los gépidos (567), hicieron retroce-
25
der a los lombardos hasta Italia e intensificaron los ataques eslavos contra territorios
bizantinos. Todo ello culminó en la desintegración del Imperio de Justiniano, ya
esbozada en el terreno eclesiástico con el advenimiento de iglesias independientes
en Siria y Egipto. Se ha dicho que «el reinado de Justiniano fue testigo de un intento
tardío de unificar un vasto Imperio que iba perdiendo poco a poco su cohesión».
M.Angold
Diez años después de la muerte de Mahoma (632), los ejércitos del Islam cruza-
ron las fronteras de Arabia, vencieron a los sasánidas de Persia y arrebataron Siria,
Palestina y Egipto al Imperio bizantino. La movilidad de los árabes los hacía temi-
bles. En el año 636, se concentraron en Yarmuk, del otro lado del Jordán, y derrota-
ron al ejército bizantino. Con esta victoria obtuvieron Damasco, que convirtieron
en su cuartel general. En el año 637/638, cayó Jerusalén, seguida al poco tiempo de
Antioquía y Edesa. La conquista de Palestina y de Siria se completó en el año 642
con la captura de Cesarea. Gaza ya había caído y la conquista de Egipto culminó con
la rendición de Alejandría (642).
El Imperio bizantino tuvo que ponerse a la altura del nuevo desafio. Detuvo el
avance de los árabes en Anatolia creando el nuevo sistema de defensa de los themas.
Inicialmente, esto significaba dividir Anatolia en tres comandos militares: Opsi-
kion, Anatolikon y Armeniakon. Opsikion, originalmente reserva estratégica, que-
daba delimitada por los accesos a Constantinopla. Anatolikon era el antiguo ejérci-
to del este, ahora en retirada para defender el sudeste de Anatolia, mientras que
Armeniakon era el ejército de Armenia, establecido ahora en el norte de Anatolia y
defensor de las rutas de Melitene y el medio Éufrates.
El avance árabe era particularmente amenazador porque se lanzaron a empresas
marítimas: ocuparon Chipre (649/650) y destruyeron la flota bizantina en Finike
(655) en la costa de Anatolia. Constantinopla estuvo sitiada entre el año 674 y el 678,
pero el ataque fue rechazado por el ejército griego. Otro ataque similar fracasó en
el 718 y, desde entonces, Constantinopla y Anatolia gozaron de relativa seguridad,
aunque hubo ataques intermitentes hasta mediados del siglo IX y en algunos de ellos
los árabes llegaron muy cerca de Constantinopla.
Los bizantinos no frenaron a los árabes con tanto éxito en el Mediterráneo.
Cartago sucumbió finalmente en el año 697, y desde su nueva capital de Kairuán,
los árabes convirtieron a los bereberes. Tales victorias alentaron el avance musulmán
en España, donde la capital visigoda de Toledo cayó en el año 711, y en el 718 la
conquista de España se daba prácticamente por concluida. Los árabes cruzaron los
Pirineos, pero fueron derrotados por los francos en la batalla de Tours (732), y así
concluyó el esfuerzo de la conquista musulmana en esas regiones para centrarse en
el Mediterráneo. Tomaron Creta en el 824 e iniciaron la conquista de Sicilia. Los
árabes se establecieron en Palermo, pero hasta el 878 no cayó la capital provincial
del Imperio bizantino en Siracusa. En el año 840 capturaron Bari y convirtieron la
ciudad en centro del emirato que aterrorizó el sur de Italia y el Adriático. Los bizan-
tinos recuperaron la ciudad en el año 876 y en la región central del Mediterráneo se
restauró cierta estabilidad.
!!!
26
n,
BIZANCIO Y LA EXPANSIÓN DEL ISLAM POR EL MEDITERRÁNEO
(siglos v11-1x)
CÁZAROS
BEREBERES
A B e D
N
--..J
El avance musulmán agotó los recursos del Imperio bizantino, que también te-
nía que defenderse en los Balcanes. En el año 582, Sirmio cayó en manos de los
ávaros y sus tributarios eslavos invadieron los Balcanes, donde se establecieron de
forma permanente y penetraron hacia el sur hasta el Peloponeso, donde la pobla-
ción nativa se refugió en Monemvasia. En el año 679, los búlgaros cruzaron el Da-
nubio y se establecieron en las tierras del sur. Por estas fechas, los territorios bizanti-
nos se limitaban a Tracia y unas pocas ciudades en la costa del Egeo como Tesalónica,
sitiada en varias ocasiones por los eslavos. Para mantener estos territorios, a finales
del siglo VII se establecieron los thémas de Tracia y Hellas. A finales del siglo VIII, los
bizantinos se propusieron seriamente recobrar el dominio de Europa, y estos esfuer-
zos culminaron con la recuperación del Peloponeso y la creación (hacia 805) del
théma del Peloponeso con cuartel general en Corinto.
El Imperio bizantino sobrevivió a los ataques y pérdidas de territorios que se
sucedieron desde el siglo VII hasta principios del IX y, en muchos aspectos, salió
fortalecido de todos ellos, gracias a la capital de Constantinopla y a la evolución del
sistema de los thémas.
M.Angold
28
e D
1
1·
REINO DE LOS -. ~
Frontera septentrional del reino lombardo
,-- .1vrea
LOMBARDOS
. castelseprio
. Trento
~ Territorio conquistado por los lombardos
(h. 636-675)
1.
• , ' • Turin •Milr _ --
J3rescia
~ er~
CE] Árc;i del exarcado a la muerte
del rey Llutprando (744)
I
I
Pavía ,,J -- Territorios prometidos al papado en
la "Donación de Pipino" según
I registros pontificios
I
1 ! § Territorios de la región romana
cedidos al papado por Carlos en d 781-787
/
/
I
1
1
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'-. NÁPOLES . \-:,:, ..
'-... ~sd:n~: 660>·-:-::
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100
1ft km
B C
29
corona lombarda. La resistencia ante tal toma de control estaba encabezada por el
papado, que seguía en lo esencial leal a Bizancio, pero era incapaz de conseguir
ayuda importante de sus «protectores» imperiales. Tras la captura lombarda de Ra-
vena, encabezada por Astolfo (751) y las amenazas que se cernían sobre la propia
Roma, el papa Esteban II logró que interviniese el rey franco Pipino III el Breve, que
derrotó a Astolfo y cedió al papa vastos territorios del centro de Italia (Donación de
Pipino, 756). Las amenazas se reanudaron con el sucesor de Astolfo, Desiderio,
contra el papa Adriano I, que solicitó la intervención de Carlos, hijo de Pipino, en
el año 773. En el 774, Carlos capturó Pavía y se erigió en rey de los lombardos. El
reino lombardo mantuvo sus características instituciones sociales y gubernamenta-
les, mientras que la llegada de oficiales francos y el aumento de la riqueza y poder
de la Iglesia fue muy gradual.
El mapa político de la Italia del siglo VIII es bastante confuso. Benevento, a dife-
rencia de su vecina del norte Spoleto, estaba fuera del control franco y se convirtió
en principado y centro de la legitimidad lombarda tradicional bajo Arichis, yerno
de Desiderio, mientras se aliaba a menudo con Bizancio para mantener su indepen-
dencia. El Imperio propiamente dicho seguía gobernando Sicilia y las plazas fuertes
de Calabria y Apulia, junto con la alianza nominal de las ciudades marítimas de
Arnalfi, Gaeta, Nápoles y Venecia. La provincia de Istria cayó en manos francas a
finales del siglo VIII. Las aspiraciones papales sobre gran parte de Italia central, in-
cluida la Toscana meridional, Spoleto, además del ducado de Roma y el antiguo
exarcado, se propagaban con celo en boca de oficiales letranenses que esgrimían la
Donación de Constantino (falsificación de la época), así como vagas promesas de
los reyes francos. Sin embargo, no podemos hablar en ningún caso de un Estado
pontificio. En muchos aspectos, el papado estaba más interesado en propiedad te-
rritorial y derechos que en una jurisdicción global, mientras que en otros los francos
se vieron forzados, mediante sobornos o Realpolitik, a ceder el poder a figuras locales
como el arzobispo de Ravena. Incluso en el ducado de Roma, la autoridad papal no
era nada firme, como demostró la revuelta contra el papa León III (795-816), que
llevó a este último a pedir ayuda a Carlos y a que el rey franco asumiera el título
imperial en San Pedro el día de Navidad del año 800.
T. S. Brown
30
(768-814) u _-"'
EL IMPERIO DEC:~RLOMAGNO
DAN
•••. 11 1111 1 Am conquistad, po,
::: Pipino el Breve (75 1-768)
Pnnc1pales campañas de
~
Carloma~no (desde el 794
~ la mayona encabezadas
l Erc:sburgo por sus h1¡0s o subordmados)
2 Roncesvalles 778 •• OBRO DITAS
~O - Área ba¡o influencia
-A.:{ :-: ~ ~RABOS === carolingia en el 8 14
BRETAN .X. Batalla
9
, ~ --~ ~ ■ Castillo
1 lii';:'l~~~ ~~~~ fonta no b,zan uno
79 ~~~ AVAROS
~ .., ~ Las fechas corresponden a la conquista
~ definitiva o a la creac16n de la marca
' 2
A PAM PLONA (fnnca 778 y 806)
REI
ASTU B MARCA DE BRETAÑA 786
C MARCA DE TURINGIA 806
Zaragoz D MARCA DE CAR! NTIA 788
778 E MARCA DE PANON IA 796
NICA 75. . MARCA DE SAJ ON IA 808
EMIRATO DE ¡ ,: e:' REINO LOMBARDO 774
CÓRDOBA .-:-:•.· ·.•: PATRIMON IO DE SAN PEDRO
MARCA DE FRIULI 776
RIA 788
L SEPTI MAN IA 759
GASCUÑA 768
JONIA 804
LETO
sajones (772, 775, 776), contra los lombardos, de cuyo reino se apoderó en el año 774,
y contra los musulmanes hispánicos, en una expedición malograda que culminó
con la matanza de la retaguardia por los vascos (778). En los años 780, Carlomagno
dirigió varias campañas más contra los sajones (780, 782, 784, 785), visitó en Italia a
su estrecho aliado el papa, aprovechó para intimidar al ducado lombardo de Bene-
vento (781, 787) y depuso al duque Tasilón de Baviera (788). A partir del año 790,
Carlomagno centró su atención en el poderoso Imperio vasallo de los ávaros, al que
finalmente destruyó tras una serie de campañas (791, 795 y 796).
Carlomagno también se interesaba cada vez más por asuntos no militares. Se
rodeó de consejeros eruditos, como el inglés Alcuino (782), construyó un nuevo
palacio en Aquisgrán (principal residencia de invierno desde el año 794), expresó sus
ideas teológicas en los Libri Carolini (794) y estableció lazos diplomáticos con el cali-
fato de Bagdad y con Bizancio (con los consiguientes planes de alianzas matrimonia-
les). La toma de poder de la emperatriz Irene (797) y la ceguera del papa León III (799)
fueron los catalizadores del acontecimiento más controvertido de su reinado : la
entrada en Roma del año 800 y su coronación como emperador romano por el papa
el día de Navidad.
El título imperial no debe considerarse tanto la culminación de la política de
Carlomagno ni un paso clave en la formación de una identidad occidental indepen-
diente como el producto de factores muy particulares y eminentemente locales. La
idea de un Imperio romano cristiano atraía, sin lugar a dudas, a los consejeros ecle-
siásticos de Carlomagno, y el concepto de renovatio imperial está presente en el arte,
monedas, cartas, escritos asociados con el «Renacimiento carolingio» y en la crea-
ción de nuevas ordenanzas más ambiciosas. En la práctica, sin embargo, el título
imperial resultó ser un obstáculo para Carlomagno, al quedar su gobierno ligado
31
demasiado estrechamente al papado y a Roma, y enemistado con Bizancio. El des-
encanto consiguiente se refleja en la divisio regnorum entre sus tres hijos (806), donde
no se menciona la existencia de un imperio, y en la coronación por el propio Car-
lomagno de Ludovico Pío (813). No se hizo ningún esfuerzo para crear una nueva
identidad universal para los súbditos de Carlomagno, sino que se acentuaron las
diferencias étnicas entre los francos y los demás grupos al redactar leyes distintas
para cada uno de los pueblos bajo su gobierno. La maquinaria para la administra-
ción del «imperio» siguió siendo primitiva, con una mínima burocracia central y
una gran influencia de poderosos condes locales. Las innovaciones como el uso de
ordenanzas, inspectores (missi) y consejeros legales (scabini) tuvieron poco efecto. El
gobierno dependía sobre todo del éxito de empresas militares, con el consiguiente
aflujo de tierras y riquezas, y de lazos personales como juramentos y cesiones de
privilegios a vasallos reales y otras personalidades.
Los últimos años de vida de Carlomagno fueron menos activos y se caracteriza-
ron por un sentimiento de decadencia, la preocupación por la sucesión y la amena-
za externa de daneses, árabes y eslavos. La fragilidad del Imperio de Carlomagno se
manifestó claramente durante el reinado de su hijo Luis (814-840), escrupuloso pero
mal aconsejado. No obstante, esta debilidad estructural fundamental no debe oscu-
recer los logros decisivos de Carlomagno y sus consejeros en el terreno de la ense-
ñanza, la justicia y la reforma de la Iglesia, aspiraciones que sólo se materializaron
parcialmente, pero que sirvieron de ideales para dirigentes medievales posteriores.
T. S. Brown
32
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(855-869) en los Países Bajos se repartió entre sus tíos Luis y Carlos. En la Francia
occidental, Carlos luchó valientemente contra los invasores vikingos y el separatismo
de la aristocracia, y fue coronado emperador tras la muerte de su sobrino Luis II en el
año 875. Tras su muerte (877), sin embargo, sus descendientes pecaron de incompe-
tencia y fallecieron prematuramente. Luis el Germánico resultó ser el rey más fuerte
de los tres, pero a su muerte (876), se dividió el reino y sus hijos fallecieron uno tras
otro, sobreviviendo el más joven, Carlos el Gordo, que gobernó un imperio reuni-
ficado de forma fortuita e ignominiosa desde el año 884 hasta que fue depuesto en
el 887.
T. S. Brown
33
LA GRAN MORAVIA
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los intentos francos para fortalecer su estatus de tributarios. Estas dinámicas contri-
buyeron al surgimiento del llamado Imperio moravo a mediados del siglo IX, que
dominó la Europa central durante varias décadas. Este reino, con centro en el valle
del río Morava, en el territorio de la actual República Checa, estaba controlado por
una dinastía conocida como Mojmírida, cuyo nombre deriva de su gobernante
Mojmír I (hacia 830-846). Mojmír y sus sucesores, Ratislav (846-870) y Svatopluk/
Zwentibold (870-894), extendieron la hegemonía morava anexionándose los territo-
rios gobernados por los bohemios y los francos orientales. El poder de los monarcas
moravos queda puesto de manifiesto en la construcción de grandes fortificaciones
de tierra y madera, algunas de las cuales se perfeccionaron con el uso de piedra en
el siglo IX. Cerca de 30 de dichas fortalezas han sido excavadas, siendo la más impre-
34
sionante la del centro político mojmírida de Mikulcice. La construcción de este tipo
de fortificaciones se extendió en esta época a lo largo del territorio eslavo occidental
como muestra de la resistencia militar morava frente al imperialismo franco y refle-
ja el auge del poder de los gobernantes eslavos y el surgimiento de jerarquías sociales
cada vez más pronunciadas. Aunque las fuentes francas a veces describen a los mo-
ravos como a extranjeros «diferentes», parece que los moravos eran culturalmente
bastante similares a sus vecinos francos, sobre todo en lo que respecta al comporta-
miento de su aristocracia guerrera, lo que explica que se les encuentre con frecuen-
cia apoyando a una u otra facción en las luchas internas de los francos. Los moravos
eran cristianos y a finales del siglo IX tanto Roma como Constantinopla lucharon
larga y apasionadamente por hacerse con su obediencia eclesiástica. Consecuencia de
estas disputas fueron la creación de una liturgia vernácula eslava y el restablecimiento
del antiguo arzobispado de Sirmium. No obstante, la política morava entró en rápida
decadencia tras la muerte de Svatopluk. Animados por el rey franco Amulfo (887-899),
caballeros magiares provenientes de la cuenca de los Cárpatos atacaron las fortificacio-
nes moravas y destruyeron su imperio hacia el año 906.
S. MacLean
Desde mediados del siglo IX, Bizancio tomó la ofensiva como respuesta a los
cambios ocurridos más allá de sus fronteras. Tras la batalla del año 863, los árabes
dejaron de ser una amenaza real para Anatolia. A lo largo de la frontera oriental,
emergieron pequeños emiratos, no todos ellos en manos musulmanas. Tephrike,
por ejemplo, estaba gobernado por los herejes paulicianos. La captura de este emi-
rato (878) colocó a los bizantinos a corta distancia del Éufrates. Los avances sucesi-
vos se consolidaban mediante la creación de nuevos thémas fronterizos, como Me-
sopotamia y Lykandos (hacia 900). Melitene, llave de entrada al medio Éufrates,
cayó en el 934 y Teodosiópolis (Erzenum) en el 949, permitiendo a los bizantinos
ejercer más influencia en tierras armenias, donde se aplicó una política de pequeñas
anexiones sucesivas. En el año 968, se anexionó el principado armenio de Tarón y
se convirtió en théma. Estos avances se completaron con la conquista de Tarso y de
Cilicia (965). Antioquía cayó en el año 969 y la ciudad de Alepo se convirtió en
tributaria. La frontera oriental avanzó así de los montes Tauro y los Alpes Pónticos
hasta el norte de Siria y las tierras del medio y el alto Éufrates.
En el Mediterráneo, los bizantinos todavía se mantenían a la defensiva en los
albores del siglo x, pero los corsarios árabes de Creta fueron expulsados en el año
960/961 y Chipre cayó en el 965. Las victorias del Mediterráneo oriental acabaron
con la llegada de los fatimitas de Egipto (969), quienes se extendieron rápidamente
por Palestina y Siria.
Las condiciones cambiaron rápidamente también al norte del mar Negro. Desde
el siglo Vll, Bizancio se había apoyado en su alianza con los cázaros, sin embargo, a
principios del siglo IX apareció un nuevo pueblo, los rusos, que controlaban los ríos
que desembocaban en el Báltico y el Caspio. La reacción de Bizancio fue crear un
thema en la península de Crimea, concretamente en Cherson (833). Esta iniciativa
no evitó que un ataque sorpresa ruso casi culminase con la caída de Constantinopla
35
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EL IMPERIO BIZANTINO BAJO LA DINASTÍA MACEDÓNICA
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(860). Los rusos atacaron de nuevo en el año 907 y en el 941, pero Bizancio respon-
dió con valiosas concesiones mercantiles.
Los rusos también rivalizaban con los pechenegos, poder dominante en las este-
pas, cuya amistad cultivaba Bizancio, pues podían cortar la ruta mercantil de los
rusos a lo largo del Dniéper desde Kiev, además de constituir una amenaza para
los búlgaros de la otra orilla del Danubio. Cuando los búlgaros se convirtieron a la
ortodoxia en el año 865 parecía probable que se incorporaran a la órbita bizantina,
pero el zar búlgaro Simeón (hacia 893-927) era un rival más capaz que sus antepasa-
dos paganos. Simeón cosechó importantes victorias contra los bizantinos, incluida
la batalla de Anquíalo (917), y en los años 921, 922 y 924 avanzó hasta las murallas
de Constantinopla; dominó asimismo los Balcanes, penetró hasta el Peloponeso y,
cuando falleció en el año 927, Bizancio se apresuró a hacer las paces con su hijo
Pedro (927-969). En los cuarenta años siguientes, la balanza del poder se inclinó del
lado bizantino. En el año 967, se recabó la ayuda del príncipe ruso de Kiev, Svjatos-
lav, para luchar contra los búlgaros, pero los rusos decidieron conquistar Bulgaria
por sí mismos. Al final fueron derrotados por los bizantinos en Silistria, a orillas del
Danubio (971), y Bulgaria quedó anexionada a Bizancio. Cuando los rusos regresa-
ban a sus territorios fueron sorprendidos por los pechenegos que asesinaron a Svja-
toslav, en una demostración clásica de diplomacia bizantina. La muerte de Svjatos-
lav preparó el camino para la conversión de su hijo Vladimir al cristianismo.
Vladimir ayudó al emperador Basilio 11 (976-1025) a sofocar la rebelión de los
themas orientales y a lograr la consiguiente victoria de Abidos (989). Estos proble-
mas internos permitieron a los búlgaros establecer un nuevo estado con sede en
Ohrid (Macedonia). El objetivo primordial de Basilio II era reducir a los búlgaros.
La victoria de Clidion (1014) fue decisiva, y en el año 1018 ya no quedaba ni rastro
de resistencia. Seguidamente, Basilio II extendió el control bizantino hasta Armenia
y se anexionó Vaspurakan (1021); también fortaleció el poder de Bizancio en el sur
de Italia al derrotar a los lombardos en Cannae (1018). Fueron éstos logros fenome-
nales, pero sus sucesores tuvieron muchas dificultades para defender las nuevas
fronteras.
M . Angold
Los VIKINGOS
Entre los años 800 y 1100, los pueblos escandinavos pasaron de vivir en la edad
de Hierro a ser una sociedad medieval propiamente dicha. Las profundas transfor-
maciones sociales necesarias para ello quedan reflejadas en los cambios que experi-
mentaron las expediciones aventureras y en el uso generalizado de la plata. Antes
del año 800, la riqueza en plata se almacenaba en joyas, muy a menudo enormes
aros o broches. Se supone que muchas de estas piezas circulaban como regalos,
dotes y botines. En el siglo xn, los reyes ya tenían monedas con su imagen y la ma-
yor parte de la plata en forma de monedas se utilizaba en transacciones financieras
directas o para el pago de rentas, impuestos o diezmo. Ya fuese la plata el motor del
cambio social o sencillamente un elemento indispensable en la carrera política y
social de la sociedad escandinava, la verdad es que los vikingos se lanzaron en su
busca con bravura y violencia.
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1.000
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A B
En el siglo rx, saqueaban y cambiaban los botines por plata, pero hablar de mer·
caderes vikingos sería anacrónico. En las famosas Njálssaga islandesas, uno de los
protagonistas trata de conseguir paja de un vecino, primero comprándola (negando
cualquier relación social entre ambos), luego pidiendo que se la regale (ofreciendo
su amistad) y, por último, le amenaza con llevársela (confirmando su enemistad).
Más al este, los suecos viajaban enormes distancias para comerciar e intercam-
biar, comprar y vender, regalar y robar en los puestos comerciales y ciudades de
Ladoga, Novgorod, Kiev y Bulgar. Los principales ríos rusos, el Dniéper, el Don y
el Valga, eran sus rutas preferidas. Al otro extremo de estos ríos estaba Constantino-
pla y el Imperio bizantino, pero sobre todo el califato de Bagdad y toneladas de
plata islámica. En Escandinavia se han encontrado más de 85.000 monedas árabes.
Las más de 70.000 monedas alemanas halladas en Suecia parecen indicar que los
contactos de los vikingos con regiones germanas y eslavas, a lo largo de la costa y de
los ríos Oder y Vístula, fueron igualmente intensos, aunque actualmente se conside-
ren poco relevantes.
No cabe duda alguna de que los vikingos comerciaban en las Islas Británicas,
pero parece que mucha de la plata obtenida era fruto de la violencia. Del saqueo del
monasterio de Lindisfame en el año 793 o del de Noirmoutier a la batalla de Stam-
ford Bridge en 1066, la violencia fue en aumento, desde saqueos de barcos hasta
grandes tropas invasoras. Incluso los grandes ejércitos estaban primordialmente in-
teresados en la plata, en el tributo de extracción, el denominado Danegeld. Entre los
años 991 y 1014, los vikingos recibieron oficialmente más de 150.000 libras de plata,
el equivalente de 36 millones de monedas.
El paso de saqueos perpetrados por pequeñas bandas a grandes ejércitos refleja
r el cambio de la sociedad escandinava. A medida que el poder político se centraliza-
"
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38
ba, la organización económica y social en Escandinavia se asemajaba más a la de
otras naciones europeas. Las invasiones escandinavas tardías eran comparables a las
guerras de sus vecinos y el objetivo era la conquista. Fueron pueblos nórdicos los
que dominaron Normandía y le dieron nombre; los daneses controlaron gran parte
de la Inglaterra oriental (de ahí el Danelaw), y Cnut llegó a ser rey de Inglaterra.
Tal vez como resultado de las tensiones en Escandinavia durante este período de
acelerada centralización política, muchos noruegos abandonaron su tierra para esta-
blecerse en regiones del Atlántico Norte, Shetland, Orkney, las Hébridas, Man, las
Faroes, Groenlandia e incluso Norteamérica. Ésta es, sin duda, una de las razones
míticas que dan las sagas islandesas para el abandono original de Noruega. En esas
nuevas tierras, los nórdicos quizá no encontrasen clima y paisajes idénticos, pero sí
lo bastante similares para poder perpetuar su estilo de vida; además, esas islas esta-
ban deshabitadas o contaban con una población muy reducida.
Los vikingos impresionaban y asustaban a los pueblos de la Europa más seden-
taria de los siglos IX y x no sólo por las distancias que viajaban, sino también por lo
«primitivos» que eran y el paganismo que los acompañaba. De esta falta de com-
prensión hemos heredado el mito y leyenda de los vikingos.
R. Samson
Los MAGIARES
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LOS MAGIARES
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pleno desarrollo. Con la obra del obispo Pilgrim de Passau (971-991), se había ini-
ciado la conversión al cristianismo y, en el año 1001 , Vaik, bautizado con el nombre
de Esteban, adoptó el título de rey. Con el consentimiento papal, Hungría pasó a
contar con un metropolitano propio, poniendo así fin a las pretensiones rivales de
Passau y de la Iglesia griega, que también habían enviado misioneros a esas tierras.
Las confrontaciones posteriores entre húngaros y alemanes ya fueron guerras
propiamente dichas entre reinos vecinos.
R. Samson
El mapa político del este de Europa en el año 1000, pese a las escasas fronteras
bien definidas, empezaba ya a perfilarse debido principalmente a la conversión de
los pueblos de la región al cristianismo y al triunfo de las ambiciones dinásticas en
detrimento de la lealtad tribal. También intervino en esta evolución la afiliación
política con los Imperios bizantino y germánico, de lo cual Bulgaria constituye un
ejemplo temprano : situada entre los dos imperios, Boris aceptó finalmente el cris-
tianismo de Bizancio en el año 865 y, de esta manera, las ambiciones bizantinas de
jefatura suprema. Boris concentró sus esfuerzos en la conversión de su pueblo, tan-
to de la élite búlgara como de los tributarios eslavos. Esta iniciativa contribuyó a
consolidar la autoridad dinástica y a unificar a sus gentes. Su hijo Simeón fue el
encargado de desafiar a Bizancio al asumir el título imperial y reclamar la condición
patriarcal para la Iglesia de Bulgaria. Las ambiciones del nuevo emperador culmina-
40
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Patriarcado
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ron en una guerra con Bizancio. A su muerte (927), las hostilidades cesaron provi-
sionalmente, pero Bizancio no podía tolerar un rival potencialmente tan peligroso
en las mismas puertas del Imperio. Los bizantinos acabaron finalmente con la resis-
tencia búlgara en el año 1O18 y se anexionaron el país.
Los rusos también constituían una amenaza por sus ocasionales ataques a Cons-
tantinopla. Eran originalmente bandidos escandinavos que controlaban las vías flu-
viales entre el Báltico, el Caspio y el mar Negro; Kiev era su cuartel general y some-
tieron a las tribus eslavas vecinas. El espíritu militar de este pueblo le alejaba del
cristianismo, al que no se convirtieron hasta los años 987-989, cuando Vladimir,
príncipe de Kiev, aceptó el cristianismo de Bizancio bajo sus propias condiciones,
aprovechando la fragilidad temporal del emperador bizantino para obtener la mano
de la hermana del emperador, con el prestigio que ello suponía. En estas circunstan-
cias, las exigencias políticas de Bizancio en Rusia siempre lograban acallarse y no fue
necesario que el príncipe de Kiev reclamase su título imperial. El poder permanecía
en manos de la familia regente y el territorio ruso seguía dividido en una serie de
principados poco estables que el príncipe de Kiev se limitaba a presidir como miem-
bro de honor. A la cabeza de la Iglesia rusa estaba el metropolitano de Kiev, quien,
pese a ser designado probablemente por Constantinopla, postulaba una identidad
muy estrecha entre la Iglesia y la familia regente: se veneraba a Vladimir como fun-
dador y a sus hijos Boris y Gleb, que murieron asesinados, como sus mártires.
Los rusos consiguieron así resolver el dilema que acabó con la destrucción del
Imperio búlgaro, es decir, evitar los enredos políticos inherentes a la conversión al
cristianismo. Tales dificultades se pusieron igualmente de manifiesto en los tratos de
los eslavos de Occidente con el Imperio germánico. Bohemia tuvo que aceptar un
alto grado de dominio germánico y, en el año 973, el jefe bohemio reconoció la
soberanía del emperador germánico Otón I y la sede de Praga quedó subordinada
a Maguncia, pero la dirntstía nativa de los presmylidas continuó en el poder gracias a
la reputación póstuma del duque Wenceslao, asesinado en el año 929 y erigido
santo nacional de Bohemia.
A la vista de la usurpación germánica, el dirigente polaco pagano intentó apren-
der una lección de la experiencia de Bohemia, contrajo matrimonio con una prin-
cesa bohemia y en el año 966 aceptó voluntariamente someterse al cristianismo
antes de que se lo impusieran. Poco tiempo antes de su muerte en el año 992, otor-
gó al papado la «Donación de Polonia» para evitar las pretensiones germánicas sobre
las de la Iglesia en Polonia. Bajo el mando de su hermano Boleslao, el emperador
germánico Otón III reconoció formalmente la independencia de Polonia (1000) en
el transcurso de una ceremonia de inauguración del arzobispado polaco de Gniez-
no, pero no se acordó título regio alguno.
La ceremonia se solemnizó con el traslado de las reliquias de San Adalberto de
Praga, mártir de los prusianos paganos. Adalberto procedía de una familia noble
de Bohemia y fue nombrado obispo de Praga en el año 982. Dedicó gran parte de
su energía a evangelizar las tierras orientales y trabajó con los polacos y húngaros
que tanto habían aterrorizado hasta su derrota (955) ante Otón I en la batalla de
Lechfeld. En el año 995, Adalberto bautizó al jefe húngaro Geza y a su hijo, el futu-
ro san Esteban, quien en el año 1000 aceptó la corona real de manos del papa. En
Esztergom se estableció un arzobispado húngaro. Existen claros paralelismos entre
la situación de Hungría y la de Polonia. Ambas recurrieron al papado como medio
para contrarrestar el dominio germánico. Boleslao de Polonia siguió el ejemplo de
42
san Esteban y en el año 1025 obtuvo del papado la corona que le habían negado los
germánicos.
M.Angold
EL IMPERIO OTONIANO
Con la extinción virtual de la dinastía carolingia, los duques del reino germáni-
co oriental eligieron a uno de los suyos como rey, Conrado de Franconia, que lu-
charía después contra ellos, pero en su lecho de muerte designaría a otro de los du-
ques como sucesor, Enrique de Sajonia. Los duques de Suabia y de Baviera fueron
enemigos de Enrique y hasta el reinado de su hijo, Otón (936-973), el reino germá-
nico no se convirtió en la fuerza política más poderosa de Europa.
Otón I fue coronado emperador en el año 962 y se le compara frecuentemente
con Carlomagno (coronado en el 800). En muchos aspectos fue el heredero del le-
gado político de Carlomagno, y el núcleo del Imperio otoniano era precisamente la
parte germánica del dividido Imperio carolingio. No obstante, el Imperio germáni-
co de Otón estaba my lejos del estado franco de un siglo y medio antes.
Tras las divisiones del Imperio de Carlomagno, las porciones más antiguas del
oeste francófono tendían a la fragmentación. Por otra parte, las porciones más re-
cientes como el este germanófono manifestaron tendencias unificadoras más fuer-
tes. Estas diferencias no pueden explicarse sencillamente por los problemas creados
por los vikingos. Los magiares resultaron ser igualmente molestos para los reyes
germánicos, y tanto los carolingios del oeste de Francia como los nuevos reyes del
este germánico contemplaban a los rivales políticos como amenazas igualmente
serias. En realidad, dada esta violencia política endémica, no puede decirse que los
caprichos hereditarios y de sucesión fueran la única causa de la disparidad en los des-
tinos de ambos pueblos.
Más razonable parece la sugerencia de que los reinos occidentales se fragmenta-
ran como resultado de la feudalización de la sociedad. El reino germánico era más
primitivo, tal vez más similar al reino franco que heredó Carlomagno. En los 200
años anteriores a la coronación de Otón como emperador se había impuesto el
cristianismo, desarrollado una organización en diócesis incompleta todavía en las
zonas fronterizas del Imperio, fundado abadías y organizado la recaudación del
diezmo. Era todavía reciente la acuñación de monedas al este del Rin; mientras que
la explotación de la tierra por los eclesiásticos, potentados laicos y el rey, basada en
la propiedad de la tierra y fincas agrícolas trabajadas por campesinos serviles, se
alejaba de las formas de autoridad más personales y de los pagos de tributos que
habían imperado hasta entonces. A diferencia de los estados reales carolingios, algu-
nos de los cuales se habían convertido de nuevo en villas romanas, las ciudades
reales sajonas (las más habitadas estaban en las colinas de Harz, por ejemplo Tilleda,
Goslar, Werla, Q!Jedlinburg y la «nueva Roma» de Otón, Maguncia) eran de nueva
fundación. Tan sólo algunas regiones (como Baviera y Lorena) contaban con una
larga tradición de compleja organización política y social.
Al igual que el Imperio de Carlomagno se mantuvo unido gracias en parte a la
expansión hacia el este contra sus menos desarrollados vecinos germánicos, el Im-
perio de Otón debió su cohesión a los ataques contra los vecinos bárbaros eslavos.
43
EL IMPERIO OTONIANO
(962)
Arzobispado
Obispado
Abadía
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REINO DE ITALIA
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En este proceso se crearon principados y marcas en zonas fronterizas, que se inte-
graron bajo el gobierno político germánico y fueron civilizados desde centros como
Brandeburgo y Meissen.
A diferencia de lo que ocurrió en el Imperio franco, la extensión del poder po-
lítico centralizado en el nuevo Imperio germánico se consiguió gracias, en gran
medida, a la Iglesia. En el año 951, Otón declaró exentos de toda autoridad secular
a 85 monasterios y a todos los obispados, que quedaban así «inmunes» a la adminis-
tración ducal y cuyas tierras no podían cederse en vasallaje sin autoridad real.
Otón asumió el gobierno del reino de Italia después de que el papa le invitase a
deshacerse de su rival político Berengario. La campaña fue rápida y fácil, y Otón fue
coronado emperador por el papa, pese a que Italia no tenía un lugar de honor en el
programa político de Otón como sí lo tendría en el de emperadores germánicos
posteriores.
R. Samson
A principios del siglo XI, Escandinavia cambió de ser una gran sociedad tribal
predominantemente pagana a un territorio ocupado por reinos individuales. Aun-
que los daneses habían estado al borde de esta transición en numerosas ocasiones
desde el período romano, la fase final no se alcanzaría hasta el reinado de Harald
«Diente Azul» (hacia 958-987), culminando bajo su hijo Svend (hacia 990-1014) y su
nieto Cnut (1019-1035). Los centros comerciales de Riba y Hedeby, en Jutlandia, se
desarrollaron convirtiéndose en ciudades mientras el episcopado, que se había im-
puesto débilmente bajo la hegemonía otoniana, se enraizó. Durante el reinado de
Cnut se produjo un intento fallido de elevar Roskilde, cercana al centro de culto de
Leire, a la categoría de metrópolis. Sin embargo, la dinastía danesa no permitió que
ninguna región se desarrollase a expensas de las demás: Hedeby, en el sur de Jutlan-
dia, fue el principal centro comercial; Viborg, en el norte, la sede de la investidura
real, y Lund, en el núcleo continental escandinavo de Escania, el centro de acuña-
ción de moneda.
La dinastía de Harald «Diente Azul» consiguió imponer temporalmente su he-
gemonía sobre la mayor parte de Escandinavia. En Noruega, una dinastía local ac-
cedió al poder en el siglo x bajo Harald «Cabellos Hermosos» y sus sucesores. El
núcleo de sus territorios se encontraba en Vestland, limitando con Vinken, donde la
hegemonía danesa había evitado su expansión, y Trondheim, al norte, gobernada
por el régimen semimonárquico de los jarls o condes Hladir. Oppland, en el inte-
rior, permaneció dividida en pequeñas capitanías hasta el siglo XI. Noruega también
experimentó el fenómeno de la emigración, con pobladores que se dirigieron al
oeste hasta Islandia y las Islas Británicas, al este hacia la boscosa Jamtland y al norte
hacia la costa de Hálogaland. Esta última provincia estaba poblada por las tribus
finesa y sami, de quienes los colonos obtuvieron pieles y mercancías árticas bajo
coacción. A principios de la década del 970, la competencia en Viken provocó la
guerra entre Harald «Diente Azul» y el rey de Vestland, Harald «Piel Gris», en la que
la dinastía noruega fue aniquilada. La hegemonía danesa se reforzó por medio de la
alianza con Hakon Sigurdsson, eljarl de Hladir.
45
LOS REINOS ESCANDINAVOS (h. 1000)
100 km
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FINNMARK
HÁLOGALAND
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GOTLAND
46
Erik «el Victorioso», rey de Svear o Suecia (?970-974/5), encabezó la resistencia
contra el dominio danés. Svealand (territorio que se extendía alrededor del lago
Malar, cuyo centro de culto era Uppsala) era rico pero políticamente menos adelan-
tado que Dinamarca. Sus gobernantes llevaban tiempo controlando el comercio de
bienes del Ártico desde el norte de Noruega, que luego pasaba hacia el este de
Europa vía Jamtland, Sigtuna y el Báltico. Al igual que los pobladores noruegos
habían colonizado Jamtland e Islandia durante la antigua era vikinga, los suecos
abrieron Varmland e larnberaland a occidente y a las costas del Báltico. La hegemo-
nía real sobre dichos territorios fue bastante superficial, en el mejor de los casos con
1a imposición de pequeños caciques que competían por su influencia en Ias asam-
bleas provinciales o althings.
Al sur de Svear se extendían los territorios de los gautar. Parece que a finales del
siglo XI Gotlandia oriental y occidental (separadas por el lago Vattern) siguieron ca-
minos distintos, aunque aún se discute sobre si en algún momento tuvieron una
política común. Pese a que las fuentes hablen de los duques de estas provincias, tal
vez fueran producto de la competencia por la hegemonía entre daneses y suecos. La
población local abogaba por las «repúblicas agrícolas» dirigidas por un representan-
te electo. La historia legendaria plasmada en las sagas islandesas y en el antiguo
poema inglés Beowu!fy atribuyen a Gotlandia la existencia de una dinastía pre-vikinga
y de unas estructuras monárquicas, aunque tampoco está claro si se trata de una
simple fantasía. Aunque finalmente prevaleció la hegemonía sueca, la influencia
danesa en Gotlandia occidental siguió siendo muy fuerte.
Tras la muerte de Erik, Sveinn de Dinamarca se casó con su viuda y ejerció un
gobierno hegemónico sobre su hijo adoptivo, Olaf (hacia 994-1022). Sin embargo,
cuando parecía que se iba a conseguir la unión de Escandinavia, Noruega se escapó.
OlafTryggvason (hacia 995-999) y OlafHaraldsson (hacia 1016-1030), hijos de un
cacique menor de las regiones de Viken y Oppland, regresaron de Inglaterra con
Danegeld, guerreros y aspiraciones separatistas. Aunque no lograron el éxito, los es-
fuerzos «contra-insurgentes» del régimen de Cnut consiguieron la unión de los no-
ruegos. En 1033, algunos viejos caciques daneses trajeron desde Rusia al hijo aún
niño de Olaf Haraldsson, Magnus. Con el apoyo del rey sueco Ónudr, sobrino de
Cnut que había sido apartado del poder, la independencia noruega se afirmó en
torno a la figura de Magnus.
A. Woo!f
LA SUPREMACÍA DE MERCIA
47
LA SUPREMACÍA
DE MERCIA
Las fechas indican
825 el periodo de la
supremacía de Mercia
Elleendun 825 indica
" el final de dicha
~00
km
(825) por el reino en auge de Wessex. El legado más perdurable de Offa fue la gran
muralla construida en el límite con Gales, que no fue tanto una frontera negociada
,.
1
como la base para futuras incursiones.
S. Coates
Este mapa muestra Inglaterra durante el reinado de Etelredo II (r. 978-1013, 1014-
1016). A lo largo del siglo x, los sucesivos reyes de Wessex expandieron las fronteras del
reino hasta incluir la mayor parte de las áreas angloparlantes de Gran Bretaña. Sus
principales rivales en este esfuerzo fueron los reyes escandinavos de York, cuyo poder
se eclipsaría finalmente en el año 950, dejando a los gobernantes de Wessex el absolu-
to control de Inglaterra. Las leyes reconocieron la continuidad de las fuertes tradicio-
nes regionales e Inglaterra fue dividida en tres áreas (Wessex, Mercia y Danelaw), cada
una con su propio código. Danelaw fue la zona donde prevalecieron las costumbres
escandinavas, reflejando el patrón de los asentamientos vikingos de los siglos IX y x.
También se preservaron los nombres de los antiguos reinos ingleses en las unidades
regionales repartidas entre los ealdormen, oficiales designados por el rey para fortalecer
la ley y controlar la recaudación local de impuestos. Destaca la escasez de concejales y
obispos (que también actuaban como agentes reales) para el área de Danelaw.
Las fronteras de Inglaterra con los núcleos políticos celtas y celta-escandinavos
estaban lejos de ser estables. Cornualles fue incorporada a Inglaterra en el año 900
(tal como indica el testamento del rey Alfredo) y el extremo nororiental de Gales fue
anexionado de forma permanente bajo el gobierno inglés mediante la construcción
48
B e D
INGLATERRA (h. 1000)
Frontera de lnglatcrra
t Diócesis
50 100
km
A e D
49
del municipio de Cledemutha en el 921. Pero en su mayor parte, la muralla de Offa
siguió siendo el borde que delimitaba la frontera entre los territorios de Inglaterra y
Gales. Las fronteras septentrionales de Inglaterra son menos nítidas y seguirán sien-
do motivo de disputa durante siglos. Edimburgo cayó en manos escocesas durante
el reinado de Idulb (954-962) y Lothian debió ser incorporada a Alba al mismo
tiempo o, a más tardar, durante el reinado de Malcolm II (1005-1034). En el noroes-
te, la frontera entre Inglaterra y Strathclyde sigue siendo motivo de debate entre los
especialistas. Este reino cayó en el siglo XI y su territorio se dividió entre Inglaterra y
Alba. El sucesor de Etelredo, Cnut, reorganizó las provincias de los ealdormen y la
diócesis de Cornualles se fusionó con Crediton, marcando con ello los posteriores
cambios de la política geográfica de Inglaterra.
C. Downham
C. Downham
El mapa político de Francia en la Alta Edad Media quedó definido por los acon-
tecimientos del siglo x. A partir del año 877, ningún rey ejerció tanto poder como
Carlos el Calvo; las casas de moneda y los estados fiscales escaparon al control real
y se abandonaron los métodos de gobierno carolingio, como el uso de missi y orde-
nanzas. El reino siguió bajo la amenaza de los vikingos hasta los años 920 y la coro-
na osciló entre dos familias: los carolingios (Carlos el Simple, 898-929; Luis IV,
936-954; Lotario, 954-986; Luis V, 986-987) y los condes robertianos de París (Odón,
888-898; Roberto I, 922-930, y el yerno de este último Rafael de Borgoña, 930-936).
Aunque Luis IV y Lotario fueron jefes enérgicos, no pudieron evitar que el robertia-
no Hugo el Grande, «duque de los francos», impusiera su autoridad sobre los con-
50
B e D
IRLANDA (h. 1000)
ULSTER provincias
• Dublín principales asentamientos vikingos
ULSTER
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CONNAUGHT 5,7
nA,da
Uí BriúinAí Sláine
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100 km
A B e D
51
D
FRANCIA Y SUS PRINCIPADOS (h. 1000)
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DUCADO
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DE
AQUITANIA
REINO DE
BORGOÑA
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DUCADO DE
GASCUÑA
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Dominio real
A D
52
des de Neustria ni la ascensión al trono de su hijo Hugo Capeto (987-996), con el
consiguiente inicio de la dinastía de los Capetas.
En el siglo x, los principales beneficiarios del debilitamiento del poder real fue-
ron los «príncipes», personajes dinámicos que acumularon poder por distintos me-
dios: matrimonios ventajosos, obtención de títulos como el de dux, apoderamiento
de condados, establecimiento de redes de fideks, asunción de muchas de las funcio-
nes económicas y judiciales de los bannum (autoridades públicas carolingias) y ejer-
cicio de un liderazgo militar efectivo. Algunos principados estables fueron el duca-
do de Aquitania, dorrúnado por los condes de Poitou desde el año 930 aproximada-
mente; el ducado de Borgoña, construido por Ricardo el Justiciero (m. 921) pero
reducido hacia el año 960 a un pequeño territorio dominado por una rama menor
de los Capetas; Flandes, cuyos condes se apoyaron en su fuerza militar para cons-
truir castillos y explotar el enorme potencial económico del condado; y Toulouse,
cuyos condes gobernaban también Gotia. Otros principados no encajaban en esta
clara división. Algunos quedaron debilitados por la muerte prematura de un dirigen-
te, como el caso del bloque de condados de Vermandois al nordeste de Francia, que
se vino abajo a la muerte de Herberto II (943). El ducado de Bretaña permaneció
débil pese a su distintiva identidad, y cayó a menudo bajo el dominio de jefes vecinos.
Cataluña fue una unidad poderosa con los condes de Barcelona, pero salió de la ór-
bita francesa hacia el año 987, como ocurrió con gran parte del ducado de Gascuña.
Los orígenes de Normandía como Estado que frenó a los vikingos le valió gran im-
portancia, pero los duques normandos perseguían la política familiar de revivir una
administración de estilo carolingio, ganarse seguidores y cooperar con la Iglesia.
En otras regiones de Francia, la forma de gobierno era distinta, por ejemplo
basada en obispados mayoritariamente independientes como Langres, Cathors,
Reims y Laón, condados independientes como Rouergue y regiones bajo el mando
de pequeños condes y señores locales como Auvernia, Berry y Picardía.
En el siglo xr, los derechos reales judiciales y fiscales eran limitados, y la autori-
dad de reyes como Roberto el Piadoso (996-1031) y Enrique I (1031-1060) era en
gran medida honoraria. Aunque los territorios carolingios que rodeaban Laón y
Reims se incorporaron a la heredad y la Iglesia era un partidario muy útil, vasallos
como los condes de Anjou y de Blois se convirtieron en figuras poderosas y en riva-
les frecuentes; Normandía fue aliado durante algún tiempo, pero la política expan-
sionista del duque Guillermo I a partir del año 1047 provocó la hostilidad real.
A finales del siglo x y principios del XI, se produjeron varios cambios socioeconómi-
cos, incluida una recuperación general y la proliferación de castillos. Esta última fue a
menudo resultado de la iniciativa de príncipes y condes, pero algunos se construyeron
por orden de pequeños aristócratas o «nuevos hombres» en terrenos alodiales como
reflejo de la ruptura del poder semipúblico de los condes. En muchas regiones,
como Berry, Auvemia y Maconnais, los castellanos asumieron los derechos públicos
del bannum e iniciaron un régimen opresivo. Este cambio fue consecuencia, en parte,
de la creciente importancia de los guerreros montados (milites o caballeros), unidos a sus
señores por lazos feudales. Contrariamente al punto de vista tradicional, en un princi-
pio el vasallaje formal no estaba generalizado ni era uniforme entre la aristocracia, pero
el uso difundido del término feudo en el siglo XI condujo a una precisión legal mayor
en las relaciones, y finalmente consolidó la posición del rey como señor feudal.
T. S. Brown
53
EL SUR DE ITALIA EN EL SIGLO XI
EL SUR DE ITALIA
EN EL SIGLO XI
E3 Territorios de $. Pedro
~ Áreas musulmanas
~ Imperio bizantino
A o
54
Las fuerzas de Roger, más pequeñas, ayudadas de forma ocasional por las de su
hermano, capturaron Palermo (1072) y después aseguraron poco a poco el resto de
Sicilia, culminando con la captura de Noto (1091). Hacia este mismo año, la mayor
parte del sur de Italia se encontraba bajo dominio normando, aunque aún no estu-
viera unida bajo un sistema gubernamental único.
E.]ohnson
55
AL-ANDALUS:
LA IBERIA
V, MUSULMAN
°'
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-- - - Rutas comerciales
Faro
50 100 150 200 km
A as e D
grandes ciudades musulmanas de Córdoba (en 1236), Sevilla (en 1248) y Valencia
(en 1236). Entre 1250 y 1492, Al-Andalus se vio confinada al reino de Granada, que
logró resistir en las montañas que se extendían entre Almería y Algeciras. Bajo
la dinastía nazarí, este reino pudo sobrevivir a los repetidos ataques cristianos y la
propia Granada, ahora la principal ciudad musulmana de toda la península, se con-
virtió en un importante centro comercial, muy frecuentado por mercaderes genove-
ses. Los cristianos fueron poco a poco invadiendo sus fronteras y en 1492, cuando
se produjo el ataque definitivo a Granada, la zona bajo control musulmán había
retrocedido a los alrededores inmediatos de la ciudad.
La cultura de la España musulmana era primordialmente urbana. El monumen-
to más importante de la primera fase de la historia andalusí es la gran mezquita de
Córdoba. En el siglo XI, varias cortes de los taifas se convirtieron en importantes
centros culturales, siendo el palacio de la Aljafería de Zaragoza uno de los testimo-
nios de su riqueza y elegancia. La principal construcción del siglo XII es el minarete
almohade conocido como la Giralda, actualmente campanario de la catedral de
Sevilla. Los almohades también construyeron las torres albarranas de Sevilla (Torre
del Oro) y de Alcalá de Guadaira. El último gran monumento de Al-Andalus es la
ciudad-palacio de la Alhambra en Granada.
H. Kennedy
La península Ibérica, conquistada por los árabes en los años 711-715, estaba
gobernada desde el 756 desde el emirato omeya independiente de Córdoba. El
control del emir sobre las distintas regiones varía según la época y no es de sorpren-
der que la debilidad del gobierno central fuese acicate para el avance del enemigo
cristiano.
Estos enemigos se alzaron originalmente en Asturias (hacia 718), donde su líder
don Pelayo derrotó a los árabes en Covadonga (hacia 722) y fundó un reino inde-
pendiente. Los descendientes de don Pelayo se anexionaron Cantabria y Galicia, y
devastaron el área comprendida entre la Cordillera Cantábrica y la Sierra de Guada-
rrama convirtiéndola en una tierra de nadie tras la cual podían protegerse de
los ataques musulmanes y consolidar su poder. Estas gentes decían descender de los
visigodos que habían gobernado desde Toledo antes del año 711 y haber heredado de
ellos la península, por lo que se proponían liberar al país, es decir, «reconquistarlo».
Centros de resistencia similares al asturiano surgieron en Pamplona (740) y Ara-
gón, aunque poco se sabe de ellos. En el este, los carolingios expulsaron a los mu-
sulmanes del Languedoc (751), tomaron Gerona (785) y Barcelona (801) y organiza-
ron la España franca como marca imperial bajo el mando del conde de Barcelona.
Cuando el Imperio se desintegró, los descendientes se convirtieron en jefes heredi-
tarios de la marca, denominada a la sazón Cataluña, pero no lograron llevar la
frontera más allá de Barcelona hasta que en el año 1120 capturaron Tarragona.
Mientras tanto, inspirados por el descubrimiento de la supuesta tumba del após-
tol Santiago en Compostela (hacia 810), los asturianos atacaron el emirato y sacaron
partido de las guerras civiles para apropiarse de las llanuras del Duero, incluidas las
57
u,
00 D
LA RECONQUISTA ESPAÑOLA Y PORTUGUESA
(hasta 1140 aprox. .)_,::::-· :-.·-:-:
O Fortaleza
4
♦ Monasteno o santuano
Canuno
Fronteras emre
100 los reinos cristianos
km Áica mont.1.1iosa
A e
ciudades de Oporto (868), Zamora (893) y León (856). El Duero pasó a ser la nueva
frontera, protegida por fortalezas y pueblos habitados por caballeros campesinos y
organizados a menudo en torno a grandes abadías y monasterios como los de Saha-
gún, Cardeña y Silos. Ésta fue la frontera vigente durante el siglo siguiente, pues
Abderramán 111 (912-961) salió victorioso de las guerras civiles con el título de
califa (929) y un enorme poder; los reyes cristianos pasaron a ser sus tributarios y,
más adelante, víctimas de continuos ataques encabezados por el dictador militar
Almanzor (976-1002). Después del 1031, sin embargo, el califato se vino abajo, de-
jando unos treinta estados fraccionados, los reinos de taifas, que pronto pasaron a
ser vasallos de los cristianos y a pagar tributos a los reyes de León y a los condes
catalanes.
Cuando en el año 1085 Alfonso VI conquistó Toledo, finalizó este período de
equilibrio y traslució que León tenía la fuerza y la base estratégica necesarias para
conquistar toda la España musulmana, siempre y cuando esta última no recibiese
ayuda del exterior. Los musulmanes de la península pidieron desesperados ayuda a
los dirigentes almorávides del noroeste de África, quienes, tras vencer a Alfonso en
Sagrajas (1086), se anexionaron los reinos de taifas para convertirlos en meras pro-
vincias de su propio Imperio bereber. A partir de entonces, los musulmanes de la
península, demasiado débiles para defenderse, confiaron en las dinastías bereberes
de Marruecos para que los protegieran contra los reconquistadores cristianos, mien-
tras se sometían irritados al gobierno «bárbaro» africano.
Los almorávides emprendieron una guerra santa para recuperar las tierras ocupa-
das por los cristianos. En esta empresa toparon con la resistencia de Rodrigo Díaz
de Vivar, «El Cid», que tomó Valencia (1094-1099) y detuvo el avance musulmán
por la costa este, y con la de miles de cruzados franceses que descendieron para
defender Aragón, Navarra y Cataluña, y ayudaron en la reconquista de Huesca
(1096), Zaragoza (1118) y el resto del valle del Ebro. Como resultado, se formó un
nuevo estado en el nordeste, Aragón-Cataluña, que rivalizó con León e hizo que la
Reconquista siguiera siendo un movimiento de fuerzas políticas divididas y, a veces,
conflictivas. Sin embargo, el foco de atención siguió siendo Toledo; a esa ciudad
reservaron los almorávides los principales ataques en el período 1086-1139, y fue
la resistencia de Toledo Gunto con el alzamiento de los almohades en Marruecos) la
que acabó finalmente con las energías y el entusiasmo de la guerra santa. Mientras
tanto, los cristianos se habían hecho fuertes en la región situada entre el Duero y el
Tajo, tanto en el aspecto demográfico como en el espiritual (con la influencia del
papado y una profunda europeización), militar y político. Cuando en el año 1140
ya estaban en condiciones de repeler cualquier avance, el Imperio almorávide em-
pezaba a desintegrarse.
D. Lomax
59
Gobierno, sociedad y economía
Los reyes carolingios poseían muchos palacios, villas y fincas, pero sólo residían
en los más importantes de ellos. Es tarea imposible esbozar siquiera un mapa parcial
de todas las propiedades agrícolas de los reyes carolingios, porque sólo se conserva
información acerca de algunas de las granjas cedidas a las iglesias, la mayoría de
cuyos registros, a su vez, se han perdido. Damos por supuesto que la mayor parte
de fincas agrícolas no estaban muy alejadas de los palacios residenciales, puesto que
resultaba caro transportar los productos alimenticios. La excepción eran los produc-
tos de lujo como el vino y es por ello posible que los viñedos sí estuviesen más
alejados de los palacios. Con el uso creciente de monedas para el pago de las rentas,
la distancia dejó de ser un problema.
Los predios reales, sin embargo, eran mucho más que fuentes de ingresos o lu-
gares donde pernoctar. Las grandes villas carolingias de Aquisgrán, Compiegne,
O 100
'----'
km
D
61
Fráncfort, Herstal, Ingelheim, Nijmegen, Paderborn, ~ierzy y Thionville eran cen-
tros de gobierno propiamente dichos. En ellas se ratificaban cartas, se acogía a em-
bajadores, se reunían grandes asambleas e incluso sínodos eclesiásticos, y se promul-
gaban leyes.
Las fincas a lo largo del Rin y entre los ríos Masa y Mosela delimitan la patria
de la familia carolingia. Las fincas situadas al este del Rin se visitaban como conse-
cuencia de la actividad política, por ejemplo, para planear campañas contra los
sajones. Los reyes carolingios se trasladaban en escasas ocasiones al sur de Francia,
donde no tenían propiedades personales, no sufrían amenazas políticas ni contaban
con intereses importantes.
Las propiedades que no se visitaban con frecuencia y se dejaban al cuidado de
terceros acababan a menudo siendo usurpadas. La escasez de propiedades reales
estaba íntimamente ligada a una autoridad política débil. La teoría de que el poder
político carolingio menguó a medida que se cedían masivamente propiedades se
denomina disolución del tesoro carolingio, pero no se sabe con certeza la cantidad
de tierras que se perdieron en realidad. A medida que los palacios y las tierras anexas
envejecían, los reyes se inclinaban por otros nuevos; así, los palacios favoritos de los
merovingios, como el de Berny-Riviere, seguían siendo propiedad de los reyes caro-
lingios, pero apenas los visitaban. Los palacios preferidos de Carlomagno y de su
hijo, Aquisgrán e Ingelheim, fueron reconstruidos.
R. Samson
Aunque el penique de plata siguió siendo el principal valor a lo largo de los si-
glos IX y x, a finales del siglo IX se produjeron cambios significativos en la acuñación
que, hasta ese momento, habían reglamentado cuidadosamente los gobernantes
carolingios. Los tesoros muestran que Carlomagno, Luis el Piadoso y Carlos el Cal-
vo introdujeron nuevos tipos de moneda y retiraron las antiguas de circulación.
Bajo Carlomagno y Luis el Piadoso las monedas circularon con rapidez a través de
todo el Imperio. Tras la división imperial (843), los tesoros muestran el desarrollo
de patrones de circulación regionales, que continuaron a lo largo del siglo x. El Rin
era la frontera práctica del uso de cecas y monedas. Las principales cecas carolingias
incluyen Dorestad (hasta aproximadamente el 850), Mainz, Melle, Orleans, ~en-
tovic, París y las cecas italianas de Milán y Pavía. El número de cecas varió de mane-
ra importante, de aproximadamente cuarenta y cinco bajo Luis el Piadoso a cerca de
noventa durante la acuñación Gratia Dei Rex de Carlos el Calvo.
En el siglo x, acuñar moneda dejó de ser un privilegio exclusivo de la monar-
quía. Junto a la acuñación real, los condes, obispos y abades de los antiguos reinos
carolingios iniciaron las llamadas acuñaciones «feudales». En un primer momento,
la mayor parte de estas monedas mantuvieron el nombre del rey y los diseños típi-
cos carolingios como el monograma «Carolus». En la década del 930, algunos con-
des, incluyendo a Guillermo Larga-Espada, conde de Rouen (927-943), comenzaron
a acuñar monedas con su propio nombre y a finales del siglo x existían en Francia
al menos cincuenta cecas reales y «feudales» que acuñaban monedas distintas. Este
siglo también vio una expansión geográfica de las acuñaciones, a medida que las
62
CECAS CAROLINGIAS Y OTONIANAS
• Cecas del siglo 1x
® Cecas de los siglos IX yx
O Cecas del siglo x
1/¡¡ Área de producción de peniques Otón-Adelaida
' (finales del siglo X-princip ios del siglo x1)
No todas las cecas batían moneda de forma continuada.
Su producción variaba cons iderab leme nte
O Erfurt
egensburg
O Freising Danubio
Augsburgo
O Salzburgo
® Basilea
Besanc;o n
® Chur
® Milán
® Pavíac,-------;;---_ _
km 100
··· ···Barcelona
A B
E. Screen
La alta nobleza dominaba la escena política y social del mundo carolingio. Aun-
que la adquisición de oficios de manos del rey era crucial para cualquier carrera
aristocrática importante, ese poder derivaba en igual medida del control de la tierra.
La tierra no constituía únicamente un recurso económico, también otorgaba poder
sobre las gentes (las familias bajo un régimen de servidumbre o semiservidumbre,
63
UNROCH : 1 + 2 : todos nuestros bienes
LAS PROPIEDADES SEÑORIALES EN EL SIGLO IX: en Lombardia y Alemania
BERENGARIO: 3: Annappes
EL TESTAMENTO DE EVERARDO DE FRIUL Y GISELA 4: H ildinam
5: todas las propiedades
familiares en Condrozgau
AD ELARDO: 6: Cysoing
7: Gruson
8: Camphin
9: Somain
RODOLFO: 10: Vitry-cn-Artois y Maistaing
11 : Schelle
12: todas las propiedades
fami liares en Toxandria
t::. : St. Vaast
O 100 200 300 400
INGELTRUO: 13: Harmclen y Maarsscn
km
JUDITH : 14: Ballngen
15: HdJwshcim
HEILWIG: 16: Angreau, Vendegle, Ootegen,
Lu inhue
GISELA: D : monja en St. Salvatore, Brescia
A B
64
LAS PROPIEDADES
SEÑORIALES EN EL
SIGLO IX: FLANDES
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2 ♦
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Cysoini
* Lobbes t
A A.
A * B e A.
Símbolos pequeños = propiedades de tamaño pequeño a mediano, símbolos grandes= grandes propiedades
e ♦ St. Amand
t
Perteneciente a St. Peter, Gante 20
O Tierras solariegas de St. Peter + St. Benin km
)C St. Bavo
Á. Lobbes *
■ Catedral de Colonia
Familia de Everardo de Friul y Gisda
Fuente: J. Smith, Europe A.fter Rome: A Cultural History (OUP, 2005). Con licencia
de Oxford University Press.
65
fieren a él como «nuestra iglesia») y probablemente también desempeñase un papel
a la hora de coordinar la gestión de las tierras familiares en el norte de Francia. Su
presencia debió verse reforzada por el control de Rodolfo de las abadías no familia-
res de Saint Vaast y Saint Bertin. Pero, aunque este dispersísimo patrimonio pueda
parecer impresionante, no hay que olvidar que la gestión cotidiana de estos estados
se llevaba a cabo en un contexto muy local. El segundo mapa muestra la zona de
Flandes que rodea Cysoing y destaca lo compleja y competitiva que resultaba la
administración de territorios en una zona como ésta, tan variada agrícolamente. La
aristocracia imperial estaba enraizada en esta clase de paisajes regionales y era sobre
este tipo de escenario local en el que actuaba el poder político.
S. MacLean
A D
66
das, debido en parte a la necesidad de pagar las grandes sumas que exigían los dane-
ses. Las casas de moneda centrales estaban en Londres, Lincoln, Winchester y York,
con centros provinciales en Exeter, Stamford y Chester, y centros condales en
Oxford y Shrewsbury.
Los burgos solían estar fortificados, eran ciudades amuralladas que habían pro-
liferado durante el reinado de Alfredo con fines militares. Tenían condición real y si
el rey así lo deseaba podían convertirse en centros de acuñación o en sedes de mer-
cados. Su importancia fue en aumento como centros mercantiles con el desarrollo
del comercio y se dotaron de sus propias leyes y administración. La extensión de la
autoridad inglesa por los territorios ocupados durante una o más generaciones por
los daneses dependía mucho de los burgos. Hertford, Northhampton, Huntingdon
y Cambridge habían sido cuarteles generales fortificados de los ejércitos daneses.
La administración local se caracterizaba por la división en shires (condados),
bajo el mando de un ealdorman, más tarde llamado shire reeve o sheriff Los condados
no estaban organizados de forma sistemática y no se consolidaron de forma perma-
nente hasta el reinado de Eduardo el Confesor. Tenían sus propios tribunales y el
territorio estaba a su vez dividido en hundreds (centenas), sede también de tribuna-
les. En regiones de elevada ocupación danesa, las subdivisiones de los condados se
denominaban también wapentakes.
S. Coates
67
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ITINERARIOS REALES •
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POR FRANCIA Y ALEMANIA (siglo x1)
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• Goslar •
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Orléans.0,
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0
0 •
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0 Poitiers
Número de Felipe I
visitas registradas Enrique IV
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2-5
6-20 .• o
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Más de 20 ■
Frontera entre Francia
y el imperio
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R. Bartl.ett
LA INGLATERRA DE GUILLER..MO I
69
B
GLATERRA DE GUILLERMO 1
□ Arrendatarios prominentes
junto a una fuente importante
.;;i1.}:: de sus bienes territoriales
···y~
:O.w-•:
100
A B
70
conquista se alzaban sobre fortificaciones existentes y se construían principalmente
con barro y madera. El castillo solía levantarse sobre una mota o montículo escar-
pado y estaba rodeado de una bastida o patio de armas. En el Tapiz de Bayeux se
refleja la velocidad a la que se construía un castillo, pues en él vemos cómo se cons-
truyó la mota de Hastings en los apenas quince días que allí permanecieron las
tropas. Una vez acabadas las urgencias militares, los normandos se lanzaron a la
construcción de castillos más elaborados.
S. Coates
l 71
ASENTAMIENTOS ESCANDINAVOS
EN LAS ISLAS BRITÁNICAS
Topónimos escandinavos
- Nórdico casi en su totalidad
t
~-~-
DEBRKNEY
YCAITHNESS
~ Mezcla de danés y anglosajón
~ Mezcla de nórdico, danés y anglosa~
• Topónimos escandinavos aislados y
t
o:J
V)
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Nombres de batallas
870-Hoxne
9 18 - Rive r Tyne
937 - Brunanbunh
954 - Stainmore
997 -Maldon
1014 - Clontarf
h. !030 - Ness
IOO 200 km
A B e
72
a poco serían absorbidos en un reino de Inglaterra unificado. Sin embargo, en la
zona de asentamiento de «Danelaw», situada al nordeste de Inglaterra, conservaron
sus leyes y costumbres, mientras que en las Islas del Norte, los pobladores norse
mantuvieron su propia lengua y, junto con las Islas Orientales, siguieron formando
parte del reino de Noruega durante varios siglos.
B. Crawford
HAMWIC DORESTAD
HAMWIC
(Southampton en
el período sajón
cdio)
km
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Cementerio
Pu,no
Zona comercia!,
~ almaccncs,ctc.
500
§ Gr:m1as
73
DoRESTAD
R. Hodges
DuBLfN
Antes de que los escandinavos poblasen Dublín (841) ya existían dos asenta-
mientos nativos. Áth Cliath («vado con orillas de caña») fue un asentamiento situa-
do en lo alto de una colina y un centro neurálgico de las rutas de larga distancia
sobre el vado que cruzaba el río Liffey. Las «orillas» eran posiblemente unas estruc-
turas ligeras de cañizo entrelazado que se colocaban sobre las riberas de lodo que se
extendían a ambos lados del río. Dubhlinn (del irlandés antiguo Duiblinn, «estan-
que negro») era un complejo eclesiástico rodeado por un típico recinto de forma
ovoide. La antigua denominación escandinava Dyflinn derivaba claramente de éste
último nombre y recientes excavaciones arqueológicas han sacado a la luz estratos
de población pertenecientes al siglo IX del antiguo recinto amurallado (en irlandés,
dún, «fortaleza»). A orillas de la bahía de Dublín se estableció la asamblea o parla-
mento vikingo (Thingmót), en cuyas cercanías se alza la Steine, un obelisco que
conmemora este importante asentamiento escandinavo. Algunas de las iglesias anti-
guas eran pre-vikingas, mientras otras puede que reflejen la observancia cristiana
fuera del dún previa a la aceptación oficial del cristianismo (hacia 1030) y la cons-
trucción de una catedral justo al oeste de éste.
H. B. Clarke
CONSTANTINOPLA
74
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DUBH~lNN t
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d«luudo)
Pos1blc1glcmoc.apilb. 6
Fuente: H. B. Clarke, Dublín, part. 1, hasta 1610 (lrish Historie Towns Atlas, ed. Anngret Simms, H. B.
Clarke y Raymond Gillespie, núm. 11, Royal Irish Academy, Dublín, 2001), pág. 3. Reproducido con el
permiso del Irish Historie Towns Atlas, Royal Irish Academy © RIA.
e o
CONSTANTINOPLA
St.Mamas ..
(rusos .. :::· ·
desde 911) _<:;::.·
86sfaro
75
entre Europa y Asia. Aunque Constantino quería que su capital respetase el esque-
ma de Roma, con sus siete colinas, doce regiones y foros, la disposición fue total-
mente distinta incluso antes de la construcción de las murallas de Teodosio (413).
Estaba articulada alrededor de la Mese, la gran avenida que se iniciaba en la Puerta
Áurea, entrada solemne a la ciudad, a través de una serie de foros hasta el Augous-
teion. Aquí estaba el corazón de la ciudad, rodeado del Palacio imperial, la catedral
de Santa Sofia y el Hipódromo. Durante los ataques de los nikas (532) sufrió gran-
des daños, pero Justiniano reconstruyó muchos edificios públicos, incluida Santa
Sofia, y dejó su marca personal en la ciudad. Atención especial mereció el suminis-
tro de agua mediante acueductos y cisternas, una necesidad prioritaria para una
población de casi medio millón de habitantes. Este número decreció rápidamente a
partir del siglo VII, y hasta el siglo IX la ciudad no recuperó parte de su prosperidad
anterior, gracias sobre todo a las «factorías» extranjeras que se establecieron alrede-
dor del Cuerno de Oro, centro comercial de la ciudad. La ciudad entró en decaden-
cia permanente tras su caída con motivo de la cuarta Cruzada (1204).
M . Angold
ROMA
Aunque Roma dejó de ser residencia imperial regular en el siglo IV, mantuvo
mucho de su prestigio por albergar el senado y el papado. Se construyeron muchas
iglesias, santuarios dedicados a mártires, casas renovadas de anteriores jefes privados
(tituli) y grandes fundaciones imperiales. Pese al saqueo de los visigodos y los vánda-
los y al control germánico a partir del año 476, la riqueza, la población y la produc-
e t D
ROMA
Extensión aproximada
del abita/o en d siglo x
Murallas de Aurclio (siglo 111)
y puertas
Murallas leoninas, construídas
alrededor del Vaticano h. 852
florecieron h. 550-750)
• ~d!~~j~ bi!:~~,~~:~s~~í~~ida
~6~ir11)"tes postcriorts como
A D
76
ción artística de la ciudad se mantuvieron hasta mediados del siglo Vl, cuando la
guerra con Gotia (535-554), el eclipse del senado y la invasión lombarda (568) pre·
cipitaron su caída. La ciudad era la capital del ducado bizantino (hacia 536-727),
pero, desde el pontificado de Gregorio I (590-604), el papado ejerció un control
cada vez mayor sobre ella. Pese a que el área residencial estaba prácticamente conte-
nida entre las orillas del río por debajo del Palatino, siguió teniendo gran importan-
cia cultural, dados los numerosos monasterios griegos encabezados por refugiados
orientales y las iglesias que seguían construyéndose como complejos de beneficen-
cia (diaconiae) o para dar cabida al creciente número de reliquias y peregrinos.
Tras varios conflictos con Bizancio por asuntos de iconoclasia, impuestos y la
incapacidad del Imperio de retener las invasiones lombardas, los papas lucharon
desde el año 727 aproximadamente por establecer un estado autónomo. Se estable-
ció una estrecha alianza con los francos, que culminó con la coronación imperial de
Carlomagno en San Pedro (día de Navidad del año 800). Pese a que las relaciones
fueron a menudo tensas y la influencia cultural y social de Bizancio se mantuvo
fuerte, el mayor poder de Roma en asuntos políticos y jurisdiccionales enriqueció a
la ciudad y dio impulso a la actividad constructora, todo lo cual se reafirmó con la
coronación imperial del rey sajón Otón I (962) y la consiguiente atenuación del
problema endémico de la violencia entre la nobleza local.
T. S. Brown
RAVENA
La Ravena romana con su puerto de Classe era una base naval importante. La
seguridad y buenas comunicaciones que le proporcionaban las marismas y canales
circundantes animaron al emperador Honorio a trasladar allí la capital imperial en
el año 402, y fue entonces cuando el tamaño de la ciudad aumentó espectacular-
mente durante la denominada «primera edad de oro», que se prolongó hasta la caída
del Imperio de Occidente (476) y queda reflejada en los edificios de ricas decoracio-
nes como el Mausoleo de Gala Placidia y el Baptisterio de los Ortodoxos.
Ravena siguió floreciendo como capital del reino italiano del rey Odoacro (476-
493) y de sus sucesores ostrogodos (493-540), por encargo de los cuales se constru·
yeron el Baptisterio de los Arrianos, la catedral gótica, el palacio de Teodorico y la
capilla adjunta (denominada posteriormente S. Apollinare Nuovo) y el mausoleo
del mismo rey. La importancia de la ciudad estaba a la altura del poder de sus obis-
pos, que fundaron la iglesia octogonal de S. Vitale y la basílica de S. Apollinare in
Classe (finalizada después de la conquista bizantina del 540 cuando se añadieron
decoraciones como el mosaico del emperador Justiniano, de la emperatriz Teodora
y su corte).
La afluencia y la producción artística de la ciudad decayeron a la muerte de
Justiniano (565) debido a las invasiones lombardas, quedando así debilitados los
vínculos con el este y acelerada la sedimentación del puerto. Pese a todo, siguió te·
niendo importancia política como residencia del exarca (mencionada por primera
vez en el año 584). Esta guarnición imperial se convirtió en una fuerza muy pode-
rosa a medida que echaba raíces locales y fue motivo de varias revueltas desde prin-
cipios del siglo VlI. El patronazgo de jefes externos y de piadosos locales encumbró
77
B c IF,lc.s1a 1mponanre conservada o
RAVENA
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Mausoleo de
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...... -:::~
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t~~í~ o Edificio seglar
Calles cuyo trazado anllguo
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se conoce con cierta seguridad
Foro romano
03.
romana
Mausoleo de Cala Pl:icidia, h. 440
(periodo S. Giovanni Evangel 1st1c•. h. 424
tardío)
B(Jjihrfl Apostolorum (actualmente
@~ t:~:s~~~~d)~ r;;n~i~:o ~~s~
5
V
poco después de 450
3 Bap11s1cno de los Arri,mos (despué.s S. Maria
in Cosmedin), h. 493 526
a los arzobispos al puesto de jefes de facto de Romagna y las Marcas tras la captura
de Ravena por los lombardos (751) y la consiguiente incorporación al Estado pon-
tificio. Durante los tres siglos posteriores, la ciudad siguió siendo una capital local
muy importante, pese a la decadencia comercial y cultural.
T. S. Brown
Es dificil reconstruir las rutas comerciales del Imperio carolingio a partir de las
fuentes escritas de la época. Por ello, antes de contar con pruebas arqueológicas, se
discutía si los carolingios se habían dedicado de alguna manera al comercio. Sin
embargo, en los últimos veinte años, las investigaciones arqueológicas de los gran-
des centros mercantiles de Dorestad (Países Bajos), Haithabu (Alemania), Ribe (Di-
namarca), Q!ientovic (Francia), lpswich, Londres, Southampton (antiguamente
Hamwic) y York (Gran Bretaña) han permitido reconstruir las actividades mercanti-
les en las que los carolingios participaron directamente. Además, las excavaciones
efectuadas en otros centros situados alrededor del mar Báltico ponen de manifiesto
la influencia de largo alcance de este Imperio, mientras que estudios actualmente en
marcha en Italia parecen apuntar hacia una conexión a pequeña escala entre el reino
de Beneventum y la dinastía aglabí del Magreb.
El comercio de este período se explica más fácilmente en términos de redes co-
merciales que abarcaban: a) el mar del Norte, b) el Canal de la Mancha, c) el mar
Báltico y d) el Mediterráneo.
78
D
RUTAS COMERCIALES
DEL IMPERIO CAROLINGIO
-----
500
km
A
Las pruebas arqueológicas acumuladas indican que ya en el siglo VI había activi-
dad comercial entre los austrasianos (en Renania), frisios, daneses y los reinos anglo-
sajones de Kent y East Anglia. Esta actividad era probablemente a pequeña escala y
se limitaba a productos de prestigio. Pero más avanzado el siglo VII, se fundó una
amplia comunidad mercantil frisia en Dorestad, junto a la desembocadura del Rin,
desde donde se embarcaban bienes manufacturados en el Rin hacia puertos tan aleja-
dos como Ribe, Londres e Ipswich, para abastecer a los reinos de Dinamarca, Mercia
y East Anglia, respectivamente. En tiempos de Carlomagno, la actividad mercantil
había aumentado y adquirido considerable importancia política. Por esa época, Ribe
fue sustituido por el nuevo puerto de Haithabu, donde confluían las redes mercanti-
les del mar del Norte y del Báltico. Después del año 830 aproximadamente, la red del
mar del Norte perdió importancia y no se recuperó totalmente hasta el siglo XI.
Los mercaderes carolingios también operaban una red independiente del norte de
Francia (el antiguo reino de Neustria) a Kent y Wessex. El principal puerto carolingio
era Qientovic, cerca de Montreuil-sur-Mer, mientras que Hamwic (el Southampton
anglosajón, ciudad planificada en una extensión de más de 45 hectáreas) era el puerto
principal al otro lado del canal. La historia de este sistema es paralela a la red del mar
del Norte y también decayó a partir del año 830 aproximadamente.
Por el mar Báltico el comercio sólo se realizó a pequeña escala entre las postrime-
rías del período romano y hacia el año 790, cuando los escandinavos establecieron
contacto con el califato abasida. Fue entonces cuando se fundaron alrededor del Bál-
tico pequeños centros mercantiles donde se comerciaba con plata oriental y mercan-
cías de prestigio, además de esclavos y pieles escandinavas; entre estos centros destacan
Staraja Ladoga (Rusia), Birka (Suecia), Vastergam (Gotland) y Kaupang (Noruega). Es
probable que por estas regiones pasaran varias rutas, que permitían el contacto entre
los mercaderes que navegaban por las riberas de la Rusia occidental y los que operaban
en el mar del Norte a partir de Haithabu, así como con los mercaderes escandinavos.
Este patrón comercial se mantuvo de forma intermitente hasta finales del siglo x.
Pocas pruebas existen del comercio mediterráneo entre finales del siglo VII y princi-
pios del XI, pero sabemos que el califa abasida Harun al Rasid ofreció a Carlomagno un
elefante que había viajado en barco desde Egipto a Pisa a finales del siglo VIII, lo que
podría indicar la existencia de una pequeña ruta en esa época. Ciertamente, varias fuen-
tes carolingias escritas parecen apuntar a la existencia de una ruta comercial de Sousse
y otros puertos norteafricanos a Gaeta, Nápoles y Salema en el reino de Beneventum.
Así quedaría tal vez establecida la fuente de las grandes cantidades de oro y plata que el
reino de Beneventum debía pagar como tributo a los carolingios. Esta conexión fue
breve y desapareció cuando se desintegró el Imperio. La desaparición de esta ruta co-
mercial en los años 830 alentó tal vez los saqueos árabes para obtener lo que anterior-
mente comerciaban, lo mismo que los vikingos hacían en el mar del Norte.
R. Hodges
80
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en 866 superior
- · - Precinto monacal • Venafro a 1.000 m
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Chronicon Vultumense y de las excavaciones arqueológicas realizadas en una parte del
monasterio. Al igual que el vecino Monte Cassino, su fundación fue probablemen-
te patrocinada por los duques lombardos de Beneventum. Hasta el año 780 aproxi-
madamente, era un pequeño retiro, propietario apenas de unas tierras en la parte
alta del valle de Volturno y unas pocas fincas menores en la zona montañosa (Abruz-
zo) situada al norte. Sin embargo, en el año 787, San Vincenzo cayó bajo jurisdic-
ción carolingia y obtuvo privilegios y exenciones tributarias. Según las excavaciones,
en esa época se construyeron nuevos edificios capaces de albergar a muchos monjes,
según el cronista Pablo Diácono.
En el año 792, el franco Joshua fue nombrado abad y en los veinticinco años
siguientes creó un nuevo monasterio muy ambicioso, mucho más grande, con una
abadía grandiosa, nuevas dependencias, iglesias y otros muchos edificios. Allí vivie-
ron hasta 500 monjes y hermanos legos. Las investigaciones arqueológicas demues-
tran, sin embargo, que esta abadía carolingia dependía de una mano de obra y recur-
sos que no podían conseguirse localmente. Los pueblos situados en sus tierras (terra)
del valle de Volturno apenas se beneficiaron de la afluencia de la abadía, pues San
Vincenzo obtuvo muchas propiedades en el centro del reino como regalos de la baja
aristocracia de Beneventum. Estas nuevas propiedades hicieron de la abadía uno de
los mayores terratenientes de Italia y debieron de convertir al abad en un importan-
te personaje político.
De estas nuevas tierras parece que San Vincenzo obtuvo la mano de obra para
construir el nuevo monasterio y a los hijos menores de la aristocracia como monjes.
El Chronicon cuenta que las columnas de la nueva abadía procedían de un emplaza-
miento romano de la región. Muchos artesanos debieron de llegar también proce-
dentes de otros lugares. Además, mientras que los pueblos de la terra apenas partici-
paron en el renacimiento de la abadía, algunas pruebas arqueológicas indican un
cierto desarrollo en las propiedades situadas en las tierras centrales, donde se inten-
sificó la ganadería y la producción de cereales.
San Vicenzo debió de sacar máximo partido de su ubicación al pie de las mon-
tañas para obtener productos lácteos de las tierras altas a cambio de cereales y pro-
ductos animales procedentes de la costa. La propia diligencia del monasterio fue
quizá suficiente para obtener donaciones y regalos. En sus talleres se fabricaban
vasijas de cristal y objetos litúrgicos de metal fino que debían de venderse en el rei-
no. A la muerte de Joshua en el año 817, San Vincenzo era un gran centro propieta-
rio de ricos tesoros y muchas tierras. Su poder procedía en gran medida, pues, de
haber abrazado la ideología carolingia y de su control sobre los habitantes del Bene-
ventum.
San Vincenzo adquirió algunas propiedades más en los años 820, pero a partir
de entonces fueron decreciendo las donaciones. La guerra civil de los años 840 ace-
leró la caída, y el 10 de octubre del 881 una banda árabe saqueó el monasterio. Los
monjes regresaron hacia el año 916, pero apenas emprendieron ninguna labor de
reconstrucción hasta la llegada del nuevo milenio. Entre los años 940 y 1000 aproxi-
madamente, el monasterio patrocinó el desarrollo de pueblos (incastellamento) en sus
tierras, creando una red a imagen de las que imperaban en las tierras centrales en el
siglo IX. Los contratos de arrendamiento concluidos con estos pueblos indican que
llegaron a la terra para desbrozar los bosques y desarrollar un régimen agrícola y
ganadero. Es obvio que las rentas recaudadas de estos pueblos, además del renacido
apoyo al monasticismo, ayudaron a San Vincenzo a reconstruir la abadía y los claus-
tros y a adquirir nuevas propiedades en las montañas y en el litoral. Se convirtió así
en un próspero magnate económico, que debía competir en la incipiente economía
de mercado de la región con otros potentados eclesiásticos y seglares.
San Vincenzo fue un modelo para la transformación de muchos monasterios
italianos en complejos monasteriales. Los restos fragmentarios de Monte Cassino
indican la existencia de construcciones similares, que también aparecen en Farfa en
las colinas Sabinas, en Novolesa cerca de Susa y en Nonaltola junto a Módena. Es
más, excavaciones realizadas en Mola di Monte Gelato y Santa Camelia, al norte de
Latium, demuestran la aplicación de una estrategia similar sobre los territorios papa-
les desde finales de la década del 780. De la misma manera, las excavaciones de los
pueblos de Miranduolo, Montarrenti y Poggibonsi, en la Toscana oriental, indican
que la aristocracia local también respondía a este nuevo orden económico, invir-
tiendo en nuevas casas señoriales que dirigiesen a las comunidades hasta ese mo-
mento poco desarrolladas.
R. Hodges
83
.....
Religión y cultura
85
B D
CRISTIANISMO Y PAGANISMO
EN OCCIDENTE (h. 350-750)
VISIGODOS 587
i Toledo
t Mérida
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·-:;:i:;;:•
A B e
86
-
trogodos y lombardos limitaban la influencia de la Iglesia, aunque apenas se daban
persecuciones declaradas. En el noroeste celta, la conversión del sur de Escocia y de
Irlanda se había iniciado en el siglo v gracias a los obispos misioneros Niniano y
Patricio, pero en el siglo VI la naturaleza tribal y no urbana de la sociedad facilitó la
aparición de una forma de iglesia más monástica. En el continente se fundaron
nuevas sedes, se convocaban periódicamente concilios y se concedieron poderes de
supervisión a la máxima autoridad provincial (metropolitanos o arzobispos). Con la
expansión de órdenes monásticas como la de san Benito (m. 547), la obra misionera
recayó cada vez más en monjes disciplinados y entregados. Citemos como ejemplo
al irlandés Columba, que inició la conversión de los pictos desde lona (hacia 565);
san Agustín, enviado por el poderoso papa Gregorio Magno para evangelizar a los
ingleses en el año 597, y Columbano (m. 615), cuyas austeras fundaciones irlandesas
en la Galia y en Italia despertaron el interés de los aristócratas germánicos. La expan-
sión y organización de la Iglesia inglesa fue en gran parte obra de monjes, ya fueran
de tendencias irlandesas (como Aidan de Lindisfarne) o romanas (como Wilfrido de
York). Hacia finales del siglo VII, misioneros irlandeses y anglosajones iban ganando
conversos y estableciendo sedes al este del Rin, siendo los líderes más destacados
Willibrord y Bonifacio.
En el año 750, poco se había avanzado en la conversión de los paganos que
habitaban fuera de las fronteras del antiguo Imperio romano. Muchos cristianos de
nombre seguían fieles a los valores germánicos tradicionales y la superstición estaba
generalizada en las zonas rurales, debido en parte a que no existían todavía parro-
quias locales. No obstante, la Iglesia había logrado difundir con éxito sus ideales al
mejorar enormemente su organización jerárquica, sus textos y la calidad de un per-
sonal bien preparado.
T. S. Brown
87
00
00 e D
• Trévcris
Tours •• Marmouticr
h. 371
• Liguge
363
• Anncsi
(Basilio 358)
• Belén
Ocrónimo 285)
• Nitria
• Scct1s
300
• Tcbaida
km TabcnniSi9
(Pacomio315)
A e D E
nástica en Annesi y creó una comunidad más integrada que la de Pacomio. Basilio
subrayaba la necesidad de que el monje ejerciera la caridad cristiana para con sus
semejantes. La evolución real del movimiento monástico en el Imperio de Occiden-
te suele ligarse a la influencia de Oriente, pese a que ya existía una tradición occi-
dental independiente de virginidad y ascetismo cristianos, y es posible que la des-
cripción del monasticismo antoniano o lavra fundado en Ligugé y Marmoutier por
el «padre» del monasticismo galo, Martín de Tours (m. 397), procediese de su cono-
cimiento hagiográfico de Oriente, además de su propia experiencia. Las visitas del
arzobispo exiliado Atanasia de Alejandría a Tréveris y a Roma (335-337 y 339-346)
inspiraron tal vez el monasticismo occidental, pero posiblemente tuvo mayor in-
fluencia la traducción al latín en el siglo N de su Vida de Antonio, que se convirtió
en un clásico de la hagiografia y en un modelo de vida ascética, además de ser la
primera de varias obras acerca de los «padres del desierto» en llegar a Occidente. La
conversión de Agustín a la vida cristiana sucedió precisamente tras descubrir esta Vida
en Milán. En el año 388, Agustín fundó su propio monasterio en su patria del norte
de África, Tagasta, y escribió una Regla de influencia oriental para la comunidad her-
mana de monjas. Los ideales ascéticos orientales llegaron a Occidente de la mano de
Jerónimo, quien fundó su propio monasterio en Belén en el año 385, y de Honorato,
que fundó Lérins hacia el 41 O al regresar de sus viajes por Oriente. Hacia la misma
época, Juan Casiano, que había pasado mucho tiempo en comunidades monásticas
orientales y compiló las Conferencias de los padres del desierto, fundó dos casas ceno-
bíticas en Marsella. Institutos es la primera obra de instrucción monástica redactada en
Europa occidental con descripciones detalladas de las prácticas orientales que ha lle-
gado hasta nosotros. En el siglo VI, el sur de Francia e Italia produjeron varias Reglas
cenobíticas, incluidas las de los obispos Cesario (hacia 470-542) y Aurelio de Arles
(m. 552) y la compilación (que quizá todavía se conserva) de Eugipio de Lucullanum.
Más controvertida es la Regla del Maestre que se dice inspirada por Benito de Nursia,
fundador de Monte Cassino (hacia 480-hacia 547). La Regla de Benito no fue en nin-
gún caso una obra aislada, pero refleja tanto la práctica contemporánea como ense-
ñanzas anteriores. En ella se divide la jornada del monje en plegaria (ocho oficios),
lectura (lectio divina) y trabajo. En Vivarium, monasterio fundado por Casiodoro, la
vida monástica se combinaba con un programa bien organizado de estudio.
M.Dunn
Uno de los discípulos de Martín de Tours, Niniano (m. 432), inició la evangeliza-
ción del sudoeste de Escocia desde el monasterio de Whithom. El monasticismo de
Martín tuvo mucha fuerza en el oeste de Francia, mientras que el este quedaba bajo la
influencia de Lérins y Marsella. Radegunda, esposa de Clotario 1, fundó el Convento
de Sainte-Croix de Poitiers bajo la Regla de Cesaría de Arles. El monasticismo irlandés
había surgido supuestamente bajo la influencia, directa o indirecta, de Oriente, y a
mediados del siglo VI se fundaron varios monasterios importantes, como el de Clonard
(fundado por Finiano), Clonfert (Brendan), Bangor (Comgall) y Clonmacnoise (Kie-
ran). Columba (o Colmcille, h. 521-597) fundó los monasterios de Durrow y Derry, y
hacia el año 560 emigró a lona, donde estableció un centro monástico que también
89
EL MONASTICISMO DEL NORTE
DE EUROPA
. 650
isfarne 635
w 682-685
earmouth 674
by 657
• Bobbio
615
250
km
A
B o
90
emprendió misiones entre escoceses y pictos. El monasticismo al estilo irlandés tam-
bién llegó a Melrose y Lindisfame. Hacia el año 590, Columbano viajó de Bangor (Ir-
landa) al continente, donde estableció la comunidad de Luxeuil bajo patronazgo de la
corte merovingia. Su Regla y el Penitencial que la acompañaba son los documentos más
antiguos de inspiración irlandesa que se conservan y, pese a lo severo del régimen,
tanto Luxeuil como la comunidad que fundó en Bobbio (Italia) atrajeron a muchos
monjes. Algunos fragmentos de las Reglas de Benito, Columbano y Cesario de Arles
están reunidos en la Regla de Donato (siglo vn) para las monjas de Besanc;:on. El uso de
«reglas variadas» también es característico de otras fundaciones francas, en particular las
de Neustria y Austrasia, encabezadas por obispos reformadores y por los merovingios
y su corte, por ejemplo, Rebais, St Wandrille,Jumieges, Pavilly, Fleury y Fécamp. Batil-
da, esposa de Clodoveo II, fundó Corbie con monjes procedentes de Luxeuil, mientras
que diplomas reales garantizaban que monasterios más antiguos, como Saint Martin
(Tours) y Saint Denis (París), estuvieran libres de exacciones económicas episcopales.
En esta región se fundaron varias casas dobles (es decir, que incluían un monasterio y
un convento) de renombre, de las cuales las más famosas son las de Faremoutiers,
Jouarre y la nueva fundación de Batilda en Chelles-sur-Cher. El monasticismo conti-
nental llegó a Inglaterra procedente de Roma cuando Agustín y sus compañeros des-
embarcaron en Kent en el año 597; solía suponerse que siguieron exclusivamente la
Regla de san Benito, pero actualmente se acepta que también se basaron en una especie
de «regla variada». En la Inglaterra del siglo VII, se fundaron varias casas dobles basadas
en el modelo hiberno-franco, entre ellas las de Whitby, cuya primera abadesa, Hilda,
presidió el sínodo de Whitby (664). Wilfi-ido, abad de Ripon y más adelante obispo de
York, quiso acabar con las prácticas celtas debatidas entre «romanos» y «celtas» en el
sínodo e instituyó una forma más «romana» de monasticismo en sus propios centros,
como Hexham. En Monkwearmouth y Jarrow, fundados por su amigo y contemporá-
neo Benito Biscop, las costumbres se basaban en la Regla benedictina y en los diecisie-
te monasterios (incluidos algunos en el continente) que había visitado Benito Biscop.
En la Europa continental de finales del siglo VII y VIII, Frisia, Hesse y Turingia fueron
evangelizados en gran parte por monjes ingleses, en particular Willibrord y Bonifacio;
en fundaciones como Echtemach y Fulda, la influencia benedictina fue mayor. Lo
mismo ocurrió en Reichenau, abadía establecida por el monje misionero Pirmino,
procedente de Irlanda o de España. En el sínodo de Aquisgrán (817), al abad Benito de
Aniano y el emperador Luis el Piadoso dieron fuerza legislativa al apoyo que la dinastía
carolingia había brindado a la Regla benedictina. Sin embargo, pese a alentar el uso de
una versión «pura» de la Regla, Benito de Aniano también quiso imponer usos y prác-
ticas litúrgicas que complementaban e iban más allá de las disposiciones originales.
M.Dunn
91
CENTROS IRLANDESES Y ANGLOSAJONES
~"'"--- EN LA EUROPA CONTINENTAL DE LA
•Wo,d, n ALTA EDAD MEDIA
•Fritzlar
~ • Hersfeld
• Fulda
Maguncia
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Ratisbona 6,..~~4.o
• Freising
150
km
92
•
gios imitaron las iniciales de estos libros y, en el siglo IX, este estilo se convirtió en
la base de la decoración del grupo de manuscritos «francosajones».
Estas influencias son dificiles de plasmar en un mapa y hemos seleccionado los
principales monasterios y centros irlandeses y anglosajones a los que se han atribui-
do con relativa certeza libros con características insulares.
]. Higgi,tt
EL MUNDO D E B EDA
D
EL MUNDO DE BEDA
0 Centro docente
♦ Ccmro eclesastico importante
500
km
93
procedente de un monasterio italiano acompañado del africano Adriano para tomar
posesión del obispado de Canterbury. Fundó una escuela en Canterbury y la surtió
de textos griegos. Entre los estudiantes destacó el erudito Aldhelm, que fundó una
escuela propia en Malmesbury. Bonifacio, futuro apóstol de Alemania, compuso su
Ars grammatica en una escuela de Nursling, mientras que en Nortumbría, del obis-
pado y de la escuela de Lindisfarne, salieron una vida anónima de su famoso obispo
san Cutberto, y una serie de manuscritos muy ricos, entre los que destacan los Evan-
gelios de Lindisfarne.
Beda también conocía la geografía de Tierra Santa como resultado de los viajes
del obispo franco Arculfo, narrados por el noveno abad de lona, Adomman. Este
último visitó Nortumbría y gracias a él Beda pudo escribir De Locis Sanctis. Los ára-
bes eran una amenaza en el mundo de Beda, que cuenta cómo invadieron Sicilia y
cayeron derrotados ante Carlos Martel en Poitiers (732).
S. Coates
S. Crumplin
94
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EL CULTO A SAN CUTBERTO
100 km
B e
Entre los años 772 y 804, Carlomagno sometió a los sajones paganos tras una
larga serie de campañas sangrientas. Un corolario natural de la conquista fue el
programa de actividad misionera y la creación de una jerarquía eclesiástica. El cora-
zón del cristianismo, sin embargo, no estaba compuesto por estructuras eclesiásticas
formales , sino más bien por el culto a los santos y a sus huesos con poderes milagro-
sos. Para la conversión de los sajones fue necesario importar reliquias o huesos sa-
grados de lugares donde existían en abundancia, como por ejemplo las iglesias del
norte de Francia y, especialmente, de Roma. Nuevos monasterios como Corvey y
sedes de reciente creación como Hildesheim poseían tales reliquias como foco de la
devoción local y fuente de poder sobrenatural. «Es fácil desviar a las masas de sus
95
ENTRADA
o o o1 0 c
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Corvey
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R. Bartlett
EL RENACIMIENTO CAROLINGIO
96
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EL RENACIMIENTO CAROLINGIO
- - - - - · Frontera franca
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O Sedes episcopales
O Otros lugares MAR DEL NORTE
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R. Drava
OCÚNO
A7LÁNTICO
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'-O MAR MEDITERRÁNEO
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A e
anteriores juntos. Los catálogos del siglo IX confirman que muchos centros monás-
ticos adquirieron rápidamente extensas bibliotecas: en Saint Gall y Reichenau hay
inventariados cerca de 400 manuscritos, y en Saint Riquier unos 250. Naturalmente,
muchos de estos textos eran religiosos. Biblias, derecho canónico, sacramentales
(misales) y otras obras cristianas reconocidas se producían en grandes cantidades en
scriptoria como los de Corbie, Saint Amand, Orleans, Metz y Tours. No obstante, la
literatura antigua (pagana) constituía una minoría muy significativa: la primera co-
pia de casi todos los grandes autores clásicos es carolingia. Los catálogos de las bi-
bliotecas también muestran un fuerte interés por la escritura y copia de historias
(contemporáneas y antiguas), legislación real, textos educativos y una amplia gama de
diversos géneros. La educación formal desempeñó un importante papel aunque sus
beneficios quedasen restringidos a la élite. Es dificil precisar la localización física de las
escuelas carolingias, aunque existieron maestros célebres en las iglesias de Fulda, Tours,
Saint Gall, Auxerre, Lieja, Metz, Laón, Salzburgo y Reims. Las principales áreas de la
actividad intelectual se corresponden con el corazón de la dinastía reinante: principal-
mente el norte de la Galia entre los ríos Loira y Masa, además del Rhineland y la zona
del lago Constanza. Los miembros del círculo cortesano de Carlomagno fueron nom-
brados cabecillas de iglesias importantes de esas zonas. Los impulsos más importantes
del Renacimiento carolingio fueron asumidos por las sucesivas generaciones de estu-
diosos que trabajaban al margen de la corte pero que se mantenían vivos mediante un
intercambio constante de correspondencia y préstamo de libros. En consecuencia, su
pensamiento siguió influyendo en gobernantes, líderes de la iglesia y demás patrones
de enseñanza durante generaciones, incluso tras la división del Imperio (843) y su co-
lapso (887-888). Estas últimas fases del desarrollo también ayudaron a diversificar la
naturaleza del proyecto carolingio: el final del siglo IX fue testigo de la evolución de las
literaturas vernáculas francesa y alemana, mientras la cultura política carolingia tuvo
una profunda influencia en la Inglaterra del siglo x.
S. MacLean
Lupus, monje y posteriormente abad de Ferrieres, fue uno de los personajes más
destacados que produjo el Renacimiento carolingio. Nacido en la Galia central (ha-
cia 805) de padres aristócratas, parece haber sido destinado desde niño a la carrera
eclesiástica. Tras entrar en la vida monástica, fue enviado a estudiar a Fulda, para
regresar posteriormente a Ferrieres (836), donde trabajó como estudiante y profesor
antes de ser nombrado abad (840) en recompensa por su apoyo a Carlos el Calvo
durante las guerras civiles carolingias. Fallecerá en el 862. La reputación adquirida
actualmente por Lupus se debe menos a su obra intelectual (que incluye comenta-
rios a la Biblia, códigos legales y debates teológicos) que a la conservación de sus
cerca de 130 cartas. Esta colección, una de las más significativas del período, refleja
día a día las preocupaciones de un abad y estudioso carolingio, entre las que se in-
cluyen la defensa de las propiedades y privilegios de la abadía -no menos de 13 cartas
de mediados de la década del 840 se escribieron para recuperar la celda o cella que
guardaba los restos de san Josse y que se había perdido durante las guerras civiles.
La correspondencia también abre una ventana hacia el constante intercambio de
98
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99
libros e ideas que constituían el corazón de la vida cultural carolingia. Pero, por
encima de todo, el cuidado de Lupus en cultivar un amplio círculo de amigos y
contactos influyentes demuestra la importancia de la creación de redes personales a
la hora de mantener una vida política e intelectual, sobre todo para figuras que cons-
truyeron sus carreras al margen del patrocinio real. Qye una parte de su correspon-
dencia más regular fuese tanto con sus parientes (tres obispos de Auxerre, posible-
mente el arzobispo Wenilo de Sens) o compañeros de sus días de estudiante en Fulda
(Marcward y Eigil de Prüm, posiblemente Luis de Saint Denis) muestra la importan-
cia de la familia y los monasterios como puntos nodales en la construcción de tales
redes. El mapa refleja la extensa naturaleza del círculo social de Lupus, ilustrando de
ese modo la naturaleza dinámica de la comunicación y el aprendizaje entre la élite
altomedieval. Sin embargo, puede resultar sólo una instantánea: el emplazamiento
geográfico de algunos receptores (sobre todo gobernantes) es algo artificial, ya que
Lupus escribió algunas de estas cartas en nombre de otros y además el mapa no in-
cluye aquellas cartas cuyos receptores no han podido ser identificados con certeza.
S. MacLean
100
CENTROS DE LA REFORMA EN
LOS SIGLOS X Y XI
• Brogne
reformado h. 930 • Centros monásticos
■ Canónigos regulares
• Gorze
reformado 933
• Cluny
910
■ ~e~~l:r~~tnli~6
• Ca~aldoli
• h. 1020 \:
• Fonte Avellana
h. 1000-añC?s 1020
km
LA PAZ DE Dros
La Paz de Dios es el término dado por los historiadores modernos a una serie de
concilios episcopales celebrados en y alrededor de Francia occidental a finales del
siglo IX en los que se intentó regular el grado de violencia infligido por la aristocracia
sobre la población local. Se alentó a los guerreros a realizar el juramento de no da-
ñar a ciertas personas ni cosas, como a las iglesias, los indefensos (mujeres, niños,
peregrinos, clérigos desarmados) o la capacidad productiva (viñedos, ganado y cam-
pesinos de otros señores). Los infractores e incluso aquellos que simplemente recha-
zasen hacer el juramento, podían ser amenazados con la excomunión. Hacia la dé-
cada de 1030, a dicha Paz se unió lo que los contemporáneos llamaron la Tregua de
Dios, según la cual toda violencia que no se cometiera como parte de una orden real
o episcopal, o fuese practicada en territorio propio, era considerada anatema duran-
te ciertos períodos del año.
Hasta hace poco, la Paz de Dios se ha venido interpretando como un intento
de reforma de la Iglesia para controlar que una parte de la aristocracia cayese en la
anarquía como consecuencia de la caída del estado carolingio, mientras la Tregua
se consideraba un proceso más secular. Pero recientes trabajos han sacado a la luz
la existencia desde el principio de una cooperación entre la aristocracia eclesiástica
y seglar -como el duque de Aquitania-, y que por ello la Paz de Dios podría
considerarse como una prolongación, y no una sustitución, de la tradición caro-
lingia.
Algunas fuentes describen la presentación de reliquias en el lugar de encuentro,
así como a la muchedumbre agolpándose para ser testigo de los milagros y procla-
mar su apoyo a dicha Paz. También se ha discutido que constituyese una evidencia
101
B D
LA PAZ DE DIOS
t Arzobispados
O 50 100
• Concilios sobre la Paz de Dios
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t Reims
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Verdun-su r-Ie-Doubs
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Vienne
h. principios del siglo x1
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Aurillac-Coler
h. 980'
t
Auch
A B D
del entusiasmo escatológico que estalló al cumplirse los mil años del nacimiento de
Cristo y los 1033 años de su crucifixión. Sin embargo, la descripción de la exhibi-
ción de reliquias y de muestras de aprobación masiva no se corresponde únicamen-
te con estos consejos de paz y las referencias explícitas a sentimientos milenaristas
son escasas. En realidad, las fuentes son muy dispersas y no se podrá ofrecer una
evaluación satisfactoria sobre la Paz de Dios hasta que se realice una mejor contex-
tualización de ellas.
T. Riches
102
lcONOCLASIA Y HEREJÍAS DUALISTAS
EN EL IMPERIO BIZANTINO (SIGLOS VIII-XII)
Analizándolo en retrospectiva, los dos desafios más importantes a los que tuvo
que enfrentarse la Iglesia ortodoxa fueron la iconoclasia y el dualismo. El dualismo
rechazó la estructura de la ortodoxia mientras la iconoclasia tenía que ver menos
con las imágenes per se que con el propio control imperial de la Iglesia, ya que, en
última instancia, el triunfo de las imágenes garantizaba una mayor libertad a la Igle-
sia. Esto hizo que se presentase como una victoria de la tradición, aunque se trató
más de una renovación radical de la vida de la Iglesia, en la que los monjes desem-
peñaban el papel dirigente. La controversia iconoclasta comenzó tras la exitosa de-
fensa que hizo León 111 de Constantinopla frente a los árabes (717-718). Para restau-
rar la autoridad imperial, León restringió la veneración descontrolada -y en
ocasiones la adoración- de las imágenes. Se trataba de una medida moderada y
conservadora que contaba con el apoyo general y cuya oposición vino de las zonas
limítrofes del Imperio. El papa protestó, al igual que hizo Juan Damasceno desde el
monasterio de San Sabba, situado a las afueras de Jerusalén, quien hizo una defensa
teológica efectiva de la veneración de las imágenes que conduciría a que se dudase
retrospectivamente de las acciones de León 111. Para rebatirlo, el hijo y heredero de
León, Constantino V (741-775), convocó un concilio de la Iglesia en el palacio
de Hiereia (754), que enunciaría la teología «iconoclasta», con la famosa afirmación
O km 100
OPSIK.ION
• Tephrike
ANATOLIKON
103
i
de que la veneración de imágenes era doblemente herética porque o bien confundía r
lo humano y lo divino de Cristo a la manera de los monofisitas, o bien lo separaba
a la manera de los nestorianos. Al contrario que su padre, Constantino recurrió a 1
la destrucción total de los iconos y persiguió a aquellos que se opusieron a ello
-principalmente monjes y monjas. Su actuación revela la profundidad del cariño
popular hacia las imágenes que, pese a la implacable oposición por parte del ejér-
cito, su nuera, la emperatriz Irene (780-802), se encargaría de explotar para restau-
rar el culto a las imágenes en el segundo concilio de Nicea (787). Los defensores de
las imágenes tomaron entonces el gobierno de la Iglesia ortodoxa, sustituyendo a
los patriarcas, obispos y abades. Mantuvieron una posición fuerte hasta que en el
año 813 un golpe militar llevó al poder a un régimen iconoclasta cada vez más
represivo. Esta situación duró hasta el 843, cuando la viuda del último emperador
iconoclasta se rindió a la presión de la corte y la administración para restaurar las
imágenes. Salvo el estamento militar, la iconoclasia no recibió casi ningún apoyo
popular.
Paradójicamente, el dualismo sí disfrutó esporádicamente del apoyo popular.
La fase medieval del dualismo comienza propiamente a principios del siglo vrn
con los paulicianos, que se establecieron en la frontera oriental de Bizancio, colo-
cando su capital en Tephrike. El apoyo tácito de León III sugiere que fueron en
un principio iconoclastas radicales cuyo rechazo a las imágenes materiales fomen-
tó una visión dualista, que consideraba lo material malvado, en contraste con el
mundo espiritual. El dualismo había representado desde el principio de la Iglesia
una contracultura que había surgido de forma espontánea como respuesta al pro-
blema del mal, al que el Cristianismo no había podido dar una solución adecua-
da, y además respondía al deseo de una participación laica más directa en la vida
religiosa, desafiando con ello el orden jerárquico de la sociedad. Es posible que los
paulicianos desempeñasen una especie de papel de coordinadores. Sus actividades
misionales se volvieron más importantes a partir del 878, cuando el emperador
Basilio I destruyó su base de Tephrike y deportó a un gran número de sus miem-
bros a y Filipópolis, en la frontera con Bulgaria, donde enseguida aparecieron
comunidades de dualistas. Conocidos como bogomilos (amados de Dios) -un
término aplicado a las comunidades dualistas bizantinas-, sus miembros se autopro-
clamaban los «puros (katharoz) de espíritu». A principios del siglo XII se organiza-
ron en cinco iglesias independientes -Rumania, Bulgaria, Dalmacia, Druguntia y
Melenguia- y tomaron como modelo las siete iglesias de Asia, recalcando su
identificación con la Iglesia primitiva. La Iglesia de Druguntia estableció lazos con
grupos dualistas del norte de Italia y del sur de Francia, cuya expansión durante el
siglo XII sin duda se debió en parte al trabajo de misioneros llegados del Imperio
bizantino.
M.Angold
104
e D
O 250
'-----.J
km
cio. Esta expedición, aunque primordialmente política, les valió gran experiencia en
el campo de las misiones, pues trataron de evangelizar a los cázaros, que tendían a
convertirse al judaísmo. El éxito de los hermanos fue limitado, pero fueron elegidos
de nuevo cuando en el año 862 el jefe de los moravos pidió a Bizancio el envío de
misioneros para contrarrestar la labor de los sacerdotes francos que trabajaban bajo
las órdenes de Passau y Salzburgo. Constantino y Metodio llegaron procedentes de
Tesalónica con la gran ventaja de conocer la lengua eslava y su primera labor fue
traducir a dicho idioma la liturgia y una parte de los evangelios. Esta iniciativa des-
agradó al clero franco, que insistía en que no podía aumentarse el número de idio-
mas sagrados, pero Constantino y Metodio viajaron a Roma para exponer sus ideas
y ganarse el apoyo del papa. Tras la muerte de Constantino (869), Metodio fue en-
viado a Panonia y a la sede de Sirmio. Los resultados inmediatos de su obra fueron
poco prometedores, pues tuvo que luchar contra la hostilidad franca, y la invasión
húngara (895) dio prácticamente al traste con todos sus esfuerzos entre los moravos.
Tras su muerte (885), lo que quedaba de su misión fue acogido por el dirigente búl-
garo Boris, descontento con la influencia del clero griego desde la conversión forza-
da en el año 865 como consecuencia de la invasión bizantina. El recurso al papado
fracasó, pero con ayuda de los seguidores de Metodio, Clemente y Naum, la Iglesia
búlgara se convirtió en el centro principal del cristianismo eslavónico. Muchos de
sus logros pasaron a los rusos tras el bautizo en Cherson (989) de Vladimir, príncipe
de Kiev. El éxito de las misiones bizantinas entre los eslavos se debió en gran medi-
da al uso de su propio idioma y permitió que el cristianismo se desarrollase indepen-
diente de Bizancio.
M.Angold
105
LA AUTORIDAD PONTIFICIA Y EL CISMA DE ÜRIENTE
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LA AUTORIDAD PONTIFICIA
Y EL SMA DE ORIENTE
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O 100 200
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Í Patriarcado
Lyón 1274 Concilio de la Iglesia
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106
(1261), Bizancio cada vez dependió más de la ayuda de Occidente, cuyo precio fue
el reconocimiento de la autoridad papal. Los bizantinos pusieron sus esperanzas en
un concilio general de la Iglesia, pero los acuerdos a los que se llegó en la reunión
de las iglesias en el segundo concilio de Lyón (1274) siguieron los términos dictados
por el papado y enseguida fueron rechazados por los bizantinos.
A mediados del siglo XN, la situación del Imperio bizantino era tan precaria que
en 1369 Juan V Paleólogo (1354-1391) viajó a Roma para presentar una petición al
papa personalmente, esperando obtener una ayuda que nunca llegaría. Su hijo,
Manuel II Paleólogo (1391-1425), también pidió ayuda a Occidente, aunque pudo
evitar la humillación sufrida por su padre gracias a la derrota infligida a los otoma-
nos en 1402. Previno a su hijo, Juan VIII (1425-1448), contra la reunión de las igle-
sias, consejo que ignoraría posteriormente al confiar en que podría aprovecharse de
las diferencias entre el papado y el movimiento conciliar. En 1438,Juan asistió a un
concilio en Ferrara (que luego se trasladaría a Florencia), en el que se entablaría un
debate abierto sobre las grandes diferencias. El papado hizo varias concesiones aun-
que no sobre los asuntos principales relativos a la doctrina Trinitaria y a la autoridad
pontificia. Cuando la delegación bizantina regresó a casa en 1439, sus miembros no
pudieron ocultar que habían sido obligados a aceptar los términos papales de la
reunión. El consiguiente ambiente de desmoralización y división facilitó en cierta
manera la invasión otomana de 1453. Sin embargo, la unión de Florencia dio frutos
en los territorios del sur de Rusia (conocidos posteriormente como Ucrania), que en
ese momento formaban parte del reino de Polonia, donde desde 1457 existía una
Iglesia unitaria. Allí se aceptó la doctrina y la autoridad de Roma, aunque se conser-
vó el rito ortodoxo. Su postura fue oficialmente aprobada en el Concilio de Brest
Litovsk (1596).
M.Angold
107
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□ ROMA Patriarcado
Limite provincial
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territorio polaco en Poznan. Pero con la creación de la sede metropolitana de Gniez-
no (1000), Polonia pasó a tener una Iglesia independiente del control germánico, al
igual que se mantenía políticamente apartada de las fronteras del Imperio, aunque
el arzobispo germánico asumiese durante un breve período de tiempo la jurisdic-
ción de Poznan. La experiencia húngara fue similar. La provincia bávara de Salzbur-
go fue la más activa en la evangelización de los bohemios, moravos y húngaros. La
diócesis bohemia de Praga (973) dependió de Maguncia hasta el siglo XN, pero Hun-
gría, al igual que Polonia, logró una Iglesia independiente tras la creación de la sede
metropolitana de Esztergom en el año 1001.
La Iglesia oriental competía con la occidental en la adhesión de los eslavos y,
mientras Roma se había ganado la mayor parte de Centroeuropa, los bizantinos
habían logrado establecer las iglesias búlgaras y rusas. La tensión entre latinos y
griegos, debido a complejas razones de las que formaban parte las diferencias teoló-
gicas, era más manifiesta en el sur de Italia. En esa región, los bizantinos goberna-
ban Apulia, Basilicata y Calabria con una considerable población griega en el extre-
mo sur, que pertenecía al patriarcado de Constantinopla. En la zona oeste de la
península, los lombardos de Campania observaban el culto latino. Los emperadores
otonianos germánicos (962-1002) pretendían arrebatar el control de la región a los
bizantinos con la consiguiente adhesión al patriarcado romano u occidental, pero
hasta unos años después, con motivo de la conquista normanda, el sur no quedó
totalmente supeditado a Roma. Hacia el año 1000, había cinco provincias en la
Italia meridional bajo el control de Constantinopla: Reggio di Calabria, Santa Seve-
rina, Otranto, Taranta y Brindisi-Oria. Apulia era una región de población mixta y
pertenecía técnicamente a Roma. Sin embargo, los metropolitanos de la provincia
de Bari-Canosa reconocían tanto la autoridad de Roma como la de Constantinopla
y, a partir de mediados del siglo x, también regentaban a menudo el arzobispado de
Brindisi-Oria. Además, la decisión de erigir el arzobispado de Trani (987) procedió
de Constantinopla y no de Roma, en una reacción quizá contra la creación de la
provincia de Benevento en el año 969 por iniciativa romana. El papa Juan XIII, a
petición de Otón I, parece haber establecido expresamente Benevento como una
avanzada latina con sus numerosos sufragáneos. Lo mismo podría decirse de Saler-
no, aunque quizá sea más acertado describir su fundación como un intento claro de
menoscabar al patriarcado griego. En el año 989, Juan XV otorgó al arzobispo juris-
dicción sobre Acerenza y las sedes calabresas de Bisigniano, Malvito y Cosenza.
Acerenza, pese a pertenecer técnicamente a Roma, ya había sido asignada junto con
otras cuatro sedes a la provincia de Otranto por decisión de Polieucto, patriarca de
Constantinopla (968), y Bisignano; Malvito y Cosenza figuraban a principios del
siglo x entre las sedes sufragáneas de Reggio di Calabria. La continua confirmación
de estas sedes como pertenecientes a Salema por los sucesivos papas pone en duda
la capacidad del arzobispo de controlar a sus ocupantes, y tales dificultades provo-
caron posiblemente el acuerdo del normando Roberto Guiscardo con Nicolás II en
el año 1059 para someter a las iglesias de todos los territorios que conquistara para
Roma. En cualquier caso, Acerenza y Cosenza se erigieron en sedes metropolitanas
a mediados del siglo XI, y Bisignano y Malvito quedaron directamente sujetas a
Roma a mediados del siglo XII.
Desde principios del siglo VIII, la principal amenaza para la Iglesia cristiana en el
Mediterráneo era el Islam. Además de la mayor parte de la península Ibérica y sus
islas más cercanas, los árabes también dominaban Sicilia, Cerdeña y Córcega, que
110
utilizaban como bases para atacar las costas europeas. A principios del siglo XI, los
pisanos y genoveses los expulsaron de Cerdeña y Córcega, y hacia 1070 los norman-
dos habían tomado control de Sicilia. En la península Ibérica, la organización en
provincias se había desmoronado tras la conquista musulmana. La sedes que sobre-
vivieron en Cataluña, que habían pertenecido anteriormente a la provincia de Tarra-
~ ¡:w,uon con el tiempo a anexionarse a la de Narbona, del otro lado de los
Pirineos, pero en otras zonas del norte cristiano, los obispos no quedaron sujetos
formalmente a ninguna autoridad metropolitana hasta finales del siglo xr. No obs-
tante, en el reino de Asturias-León, el obispo de la sede situada en el mismo lugar
que el poder real (primero Lugo, Oviedo y, por último, León) desempeñaba la fun-
ción de metropolitano. De la misma manera, en el siglo XI, el obispo de Jaca recibía
en los documentos oficiales el título de obispo de Aragón, y el de Burgos, el de
obispo de Castilla. Estas asociaciones reflejan claramente el alto grado de control
de los dirigentes cristianos españoles en asuntos eclesiásticos. A medida que la Re-
conquista arrebataba a los musulmanes los antiguos centros de autoridad metropo-
litana, se restablecía la organización provincial: en Toledo (1088), en Tarragona
(1091) y en Braga (1104). Además, dada su creciente importancia y prestigio como
lugar de peregrinación, Santiago de Compostela se había convertido en la ubicación
natural de una sede arzobispal (1120).
Al norte de los Pirineos, las fronteras provinciales establecidas con los reinos
francos a principios del siglo IX se mantuvieron invariables hasta bien avanzada la
Edad Media. En el año 779, Carlomagno confirmó la autoridad metropolitana y
animó a los obispos metropolitanos a adoptar el título honorífico de arzobispo, que
con anterioridad el papa Gregorio 111 había otorgado al misionero Bonifacio. En el
año 1000 ya se habían restablecido todas las sedes destruidas por las invasiones
vikingas. En Inglaterra, perduraron las dos provincias de Canterbury y York, creadas
a finales de los siglos VI y VII, pero la distribución de las sedes episcopales se había
visto más afectada en estas regiones, dada la pérdida permanente de varias de ellas,
y esta situación quedaría modificada muy pronto con la conquista normanda. En el
País de Gales y en Escocia todavía no había emergido un episcopado territorial
propiamente dicho, y sólo en St. Davids y St. Andrews había obispados de tales
características. El pleno desarrollo en estas zonas se produjo en el siglo XI y XII bajo
influencia normanda. De la misma manera, la división territorial de Irlanda en dió-
cesis y provincias no se inició hasta mediados del siglo XII.
R. K. Rose
CARTOGRAFÍA MEDIEVAL
Isidoro, obispo de Sevilla, compiló hacia el año 630 una obra de saber enciclo-
pédica que incluía un llamado mapa de Ten O, que en realidad era un diagrama
que dividía el mundo en Asia, Europa y África. Cada una de las áreas se vinculaba
a uno de los hijos de Noé, siendo Sem (el mayor) el que recibió la parte más grande.
El este estaba situado en la parte superior y las masas de tierra se encontraban sepa-
radas por una T de agua. Muchos de los mapamundis que se realizaron durante la
plenitud medieval, como el que actualmente se conserva en la catedral de Hereford,
siguen un esquema similar, adornados con una mayor profusión de detalles. En el
111
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mapa del salterio que ilustra la cubierta de este volumen, el este (o paraíso) sigue
situado en la parte superior, con Jerusalén en el centro. La T está pintada de verde, con
Roma situada al «norte» del Mediterráneo. Entre las demás representaciones que resul-
tan sorprendentes se encuentra el mar Rojo, coloreado en rojo, y las figuras que ador-
nan la circunferencia. Estos mapas, aunque de uso limitado en cuanto a navegación,
son de una enorme importancia cultural, devocional e iconográfica.
D. Ditchburn
112
Plena Edad Media
(1100-13 00 aproximadamente)
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LOS REINOS ESCANDINAVOS EN EL SIGLO XII
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LETONIA
- - Frontera
■ Sede episcopal
O Sede arzobispal
• Centros de poder
A e
Guerra y política
El siglo XII fue un período de grandes logros culturales para Escandinavia. Las
fluidas sociedades de la era vikinga se consolidaron en tres entidades nacionales,
cada una de ellas con una dinastía real que ejercía su poder de forma más o menos
efectiva sobre sus reinos territoriales. Prácticamente se había consumado la conver-
sión del norte pagano al Cristianismo y se había establecido una red eclesiástica por
toda Escandinavia, con una clara demarcación de diócesis y hacia mediados del si-
glo también de arzobispados en cada reino. La integración absoluta en el Cristianis-
mo queda reflejada en la participación de los reyes y de muchos de sus súbditos en
los movimientos de peregrinación y de cruzada.
El proceso de unificación territorial interna y de desarrollo de gobiernos políti-
camente centralizados no se produjo con la misma suavidad en todas las zonas. El
establecimiento de monarquías únicas y hereditarias en línea de primogenitura fue
una dura batalla. La primera mitad del siglo estuvo dominada por las luchas danesas
por la sucesión, mientras las guerras civiles en Noruega se continuaron casi sin des-
canso desde la década de 1130 hasta la de 1240. En Suecia, los reyes debían ser ele-
gidos y el poder real a menudo tuvo que luchar contra pretendientes apoyados por
los svear (en el este) o los gotar (al oeste). Durante gran parte del período entre
aproximadamente 1130 y 1250, hubo dos dinastías enfrentadas y el control real no
pudo imponerse de forma efectiva tanto en Svealand como en Gotland. La Iglesia
se esforzó por estabilizar la situación política por medio de su propia red diocesana,
sobre todo tras la fundación del arzobispado de Uppsala en 1164.
Una vez establecida la armonía, los reyes se vieron libres para embarcarse en
expediciones al extranjero y expandirse al otro lado del mar. Al igual que ocurriese
durante la era vikinga, los tres reinos se expandieron en distintas direcciones: Norue-
ga miró hacia el oeste, hacia las Islas Británicas, y sus reyes condujeron expediciones
cruzando el mar cuando las condiciones internas lo permitieron y las circunstancias
lo propiciaron. Suecia miró en dirección este hacia Finlandia y el Báltico oriental
para sus aventuras coloniales, mientras Dinamarca expandió sus fronteras por el
norte de Alemania y a lo largo de la costa sur del Báltico. Estas políticas agresivas
dirigidas por Suecia y Dinamarca contra los eslavos paganos fueron reconocidas
como cruzadas por parte del papado.
Un rasgo destacado del desarrollo político y religioso de los tres reinos fue la
elevación de varios miembros de la familia real asesinados a la santidad, que se
convirtieron así en símbolos de la unidad nacional. Esto ayudó a sustentar la base
115
ideológica de los monarcas, cuyo estatus se acrecentó mediante la coronación y la
unción, convirtiéndose en dispensadores de justicia y legisladores para todo su rei-
no, a pesar incluso de que las asambleas populares (thing) siguieron desempeñando
un papel importante en todas las sociedades escandinavas.
B. Crawford
116
-
EL IMPERIO HOHENSTAUFEN
(h. 11 50-1250) "'Y)
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HUNGRÍA
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MAR ADRIÁTICO
Fuente: B. Weiler, King Henry III ofEngland (1216-72) and the Staufen Empire, Woodbridge, 2006.
117
príncipes, y Federico II humilló a aquellos príncipes que desafiaron su autoridad o
que se negaron a cumplir con sus obligaciones. El claro papel dominante que adqui-
rirían los príncipes durante la Baja Edad Media no fue únicamente el resultado del
sistema de gobierno de los Staufen, sino de la confusión política que caracterizó a
Alemania entre 1245 y 1278. A lo largo de esos años, el plazo más largo en el que
un rey gobernó sin tener que enfrentarse a las reclamaciones de un rival fue de die-
ciocho meses.
B. Weiler
A B
118
Pese a la captura del papa Inocencia II en Galuccio (1139), tanto Roger como Gui-
llermo sufrieron importantes derrotas militares: Roger en Rignano (1137), mientras
Guillermo tuvo que ver cómo Bari y Brindisi caían brevemente en manos bizanti-
nas (1155). El papado finalmente aceptó el gobierno de Guillermo (1156) y median-
te el tratado de Benevento se reconoció la inclusión de Salema, Amalfi y Nápoles
como parte de su reino. Las influencias culturales griegas y árabes siguen siendo
importantes en su reinado pero, aunque no queda claro si tanto Roger como Gui-
llermo conservaron sus raíces «normandas», ambos condujeron sus territorios den-
tro de la órbita occidental. La muerte de Guillermo II sin dejar un heredero direc-
to (1189) fue seguida de una lucha por la sucesión que dejó el trono primero en
manos del nieto ilegítimo de Roger II, Tancredo, conde de Lecce (1190-1194), y
luego de los Hohenstaufen (como resultado del matrimonio entre Constanza, hija
de Roger II, y el futuro emperador Enrique VI). Todos los reyes normandos fueron
grandes mecenas de las artes, cuyos logros siguen visibles en iglesias y palacios, sobre
todo en Palermo, Monreale y Cefalii.
M.Angold
119
PENETRACIÓN ANGLONORMANDA d:J
EN GALES E IRLANDA W •/
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120
características llevó a los anglonormandos a Irlanda. En 1169-1170, Richard fitz
Gilbert («Strongbow»), lord de Chepstow y aspirante al ducado de Pembroke, diri-
gió a un grupo de anglonormandos, galeses y flamencos en una empresa que empe-
zó como una aventura mercenaria en apoyo al rey irlandés de Leinster y culminó
con el propio Strongbow con el título de lord de Leinster. El rey inglés, Enrique 11,
no podía permitir que un miembro rebelde de su propia aristocracia se instalase
como rey de un estado regio tan cercano a sus dominios y, en 1171-1172, llevó un
ejército a Irlanda para someter a Strongbow junto con la mayoría de reyes irlandeses
nativos.
Después de esta campaña, la situación en Gales e Irlanda muestra cierta simili-
tud. En ambos países, la aristocracia anglonormanda tomó el control de muchos
territorios, donde construyeron castillos, fundaron burgos y alentaron la inmigra-
ción. Pero en ambos países había jefes nativos cuyo poder estaba bien asentado y
podía recuperarse en cualquier momento. La Corona inglesa reivindicó una posi-
ción de superioridad absoluta sobre los señores coloniales y los líderes indígenas.
En el mapa queda ilustrada la distribución del poder en 1200. En Gales, el prin-
cipado nativo dominante era Gwynedd. Powys y Deheubarth habían quedado debi-
litados tras sucesivas divisiones e invasiones. Este último, en particular, estaba ro-
deado por los importantes centros reales de Cardigan y Carmarthen. En esta época,
Glamorgan también estaba en manos reales. El earl de la Marca de Pembroke, el
sucesor de Strongbow, y Guillermo de Braose, lord de Brecon, eran los aristócratas
más importantes de la Marca.
En Irlanda, la situación era más fluida. En 1200, los anglonormandos sólo esta-
ban asentados desde hacía una generación, y algunas regiones, como Connaught,
todavía no habían sido objeto de su expansión. Los grandes señoríos de Leinster y
Meath estaban en manos de jefes de las familias Marshal y de Lacy, afortunados
sirvientes de Enrique 11, mientras que Juan de Courcy, paradigma del conquistador
inconformista, había creado su base de poder en Ulster. Las ciudades nórdicas del
sur, como Waterford, Cork y Limerick, también eran bases avanzadas de la autori-
dad y el asentamiento anglonormandos.
R. Bartlett
La Escocia medieval surgió del reino gaélico de Alba de los pictos, cuyo centro
era el valle del Tay (Fife) y la llanura costera nororiental (mapa A). En el siglo XI,
Alba era un conjunto de provincias locales (que se convirtieron en earldoms «provin-
ciales») bajo el mando de mormaers (más adelante earls); pero el término mormaer o
«gran mayordomo», implica cierta autoridad superior, al igual que ocurre con la red
de thanages, que eran fincas reales administradas por agentes de la corona (thanes)
(mapa A). A partir de este centro geográfico, el reino de Alba/Escocia se expandió
hacia el sur, norte y oeste. La expansión hacia el sur se hizo a costa de la antigua
Nortumbría y Strathclyde/Cumbria; Lothian y Strathclyde fueron anexionadas alre-
dedor de la fecha de la victoria de Malcolm II contra Nortumbría en Carham (1018);
mientras que en el siglo XII se incorporó al reino Galloway y otras conquistas provi-
sionales al sur de lo que se perfilaba como la frontera angloescocesa. En el norte, la
121
(A) EXPANSIÓN DEL REINO
DE ALBA
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Frontera aproximada
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del "Reino de las islas
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Provincia convertida posteriormente
en earldom escocés
Otras provincias
Mormaershiplearldom suprimidos
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Northallerton
("Standard")
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122
(B) CONDADOS Y SEÑORÍOS
PROVINCIALES (h. 1124-1286)
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hasta 1266
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Fronteras entre
reinos con Inglaterra
y Noruega Lordships "normandos"
(antes de 1266 al oeste) (con fecha de creación)
Fronteras aproximadas A Annandale h. 1124
de earldams y lordships B Badenoch h. 1230
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C.' .;...· .ii
en manos
familia nativa
E Eskdale h. 1140
G Garioch h. 1180
MAR K Kyle Stewart h. 1140
por un monntur
La Lauderdale h. 1140
ISLAY Lordship escocés nativo Li Liddesdale h. 1140
[N 1212] Fecha de adquisición por familia "normanda" Lo Lochaber h. 1240 4
R Renfrew h. 1140
[no N] Propiedad normanda hasta después de 1286 Sa Strathavon h. 1200
• Sheriffdam a finales del siglo xm Sb Strathbogie h. 1200
123
(C) ESCOCIA FEUDAL
o 50
km
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E Ear/dom
L Lordship provincial
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Fronteras de earldoms
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124
(D) ESCOCIA INSTITUCIONAL
E Earldom
L Lordship provincial
Fronteras de earldoms
y lordships
Pertb Centro real importante
o
o
Burgo real creado
en 1124-1153
Burgo real creado
en 1153-1286
[)
• Sede de sheriffdom
125
gran provincia de Moray cayó directamente bajo gobierno de la Corona cuando su
jefe Macbeth se hizo con el trono en 1042, y quedó subyugada más adelante (1130)
cuando se suprimió el mormaershiplearldom; más al norte, la provincia nórdica de
Caithness también se incorporó al reino en el siglo XII. La expansión hacia el oeste
fue posterior, principalmente en el siglo xm; tras la rendición en 1266 de las islas
occidentales hasta entonces en manos noruegas (batalla de Largs, 1263), los magna-
tes de los Highlands occidentales y de las islas aceptaron en su mayoría la suprema-
cía real (mapa A).
Esta expansión fue en parte militar, tanto mediante conquistas externas como
mediante la frecuente represión de rebeliones internas; y en parte señorial, median-
te la instalación de agentes locales eficaces. La base esencial de esta expansión ya
estaba sentada en el siglo XI, pero el proceso está muy relacionado con la feudaliza-
ción de Escocia en el siglo xu; la mejor manera para los jefes de consolidar su poder
era a través de caballeros feudales subordinados y de señores residentes en castillos.
El primer rey feudal escocés fue David I (1124-1153), quien reclutó a muchos segui-
dores anglonormandos e ingleses, y fue un ejemplo para Malcolm IV (1153-1165),
Guillermo I (1165-1214), Alejandro 11 (1214-1249) y Alejandro III (1249-1286). Se
crearon nuevos lordships «provinciales» importantes para «normandos» distinguidos
(mapa B); mientras en toda la Escocia meridional y oriental se establecían tributos
y otros acuerdos feudales para caballeros individuales, a menudo basados en motas
y castillos (mapa C). Al mismo tiempo, se impuso una nueva estructura administra-
tiva organizada alrededor de los sheriffs (inicialmente en áreas situadas fuera de los
earldoms y lordships «provinciales», pero finalmente englobándolos también); se crea-
ron burgos o centros mercantiles, y reyes y magnates fundaron muchos monasterios
para las nuevas órdenes eclesiásticas reformadas (mapa D).
De esta manera, Escocia se convirtió en un estado feudal típico de los siglos XII
y XIII, pero la transformación de la infraestructura original no fue absoluta: ni siquie-
ra los burgos eran completamente «nuevos». En el terreno eclesiástico, las nuevas
comunidades se inscribieron en un marco antiguo (muchos obispados eran anterio-
res a 1100) y no se concedieron earldoms a ningún recién llegado, sino que permane-
cieron en manos de las familias locales y la sangre normanda sólo se introdujo a
través de matrimonios de herederas con señores «normandos» (mapa B). De la mis-
ma manera, la mayoría de los thanages permanecieron en manos de jefes nativos
durante el siglo XII y también en el XIII (mapa A). Así pues, en la «Escocia feudal»
sobrevivieron muchos señoríos nativos, sobre todo gaélicos. De hecho, en estos
años centrales de la Edad Media, Escocia era un reino híbrido, donde convivían
elementos gaélicos, anglosajones, normandos y flamencos bajo el liderazgo de reyes
nativos «normandizados». Pese a los numerosos choques y rebeliones (mapa A), el
resultado fue un pequeño reino muy próspero.
A. Grant
126
A
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Tierras heredadas por Enrique 11
127
había extendido significativamente más allá de las tierras familiares de Íle-de-France.
Los grandes señores a la cabeza de los feudos vecinos, aunque teóricamente vasallos
suyos, tenían una influencia política y económica similar. De hecho, con la invasión
de Inglaterra (1066), el duque de Normandía se erigió en rey de pleno derecho inde-
pendiente para los asuntos de su reino.
La conquista normanda demuestra que los Capetas operaban dentro de un ca-
leidoscopio político donde la ambición dinástica y la rueda de la fortuna podían
producir adquisiciones inesperadas de territorios, en las cuales la superioridad del
rey de Francia situado en el vértice de la jerarquía social no tenía relación alguna con
la realidad del poder político. En los años 1150, se produjo un cambio cuando a la
muerte del rey Esteban, Enrique de Anjou fue coronado rey de Inglaterra. Ya había
obtenido el título de duque de Normandía (1150) y heredado de su padre, Godofre-
do (m. 1151), las tierras del oeste de Francia en torno a Anjou, Touraine y Vendóme.
Además, su esposa Leonor, recientemente divorciada de Luis VII de Francia, había
aportado al matrimonio el ducado de Aquitania en 1152. Pero éstos no fueron los
límites del dominio de Enrique, que tenía por vasallo al rey de Escocia, extendió su
autoridad sobre los príncipes galeses y planeaba la conquista de Irlanda. Cuando
falleció su hermano Godofredo en 1158, invadió Bretaña y en 1173 el conde de
Toulouse le prestó homenaje.
Bajo el reinado de Enrique 11 (m. 1189) y de su hijo Ricardo I (m. 1199), esta
colección de territorios dispares se mantuvo unida con bastante éxito, aunque a
costa de una continua vigilancia y de grandes gastos. Pese a su supremacía feudal
teórica, ni Luis VII (m. 1180) ni Felipe II lograron grandes resultados. Sin embargo,
el «imperio» angevino era a la postre dependiente de las circunstancias dinásticas,
especialmente cuando en los territorios no había ninguna otra coherencia política
real. La muerte prematura de Ricardo dejó abierta una disputa sucesoria entre su
hermano Juan y su sobrino Arturo de Bretaña, siendo Juan aceptado en Inglaterra y
Normandía, mientras que Arturo se ganó Anjou, Touraine y Maine, formándose así
una división por el centro de los territorios angevinos. No obstante, en 1200 una
combinación de acciones militares enérgicas contra Arturo y negociaciones con el
rey Felipe culminaron con el reconocimiento de Juan, que mantuvo bajo su control
la mayoría de las tierras angevinas, pese a experimentar una subordinación feudal
mayor que la de su padre o hermano.
En 1204,Juan ya había perdido Normandía, y en los dos años siguientes perdió
Anjou, Touraine, el norte de Poitou y Bretaña. En la batalla de Bouvines (1214), diez
años de duras labores de recaudación de fondos y de meticulosa negociación
de alianzas quedaron en aguas de borrajas cuando Felipe II derrotó a los aliados de
Juan. Juan no estuvo presente en la batalla, pues se había visto forzado a regresar a
La Rochelle. Felipe explotó con mucha astucia los errores políticos y militares de
Juan, y eso fue bastante para separar unos territorios reunidos de forma tan precaria
y erigirse en líder del norte de Francia con acceso a los recursos normandos y a la
experiencia administrativa, ventajas que le colocaban bien por encima de la política
de Luis VII.
Las limitaciones que impone reflejar estos cambios en un mapa único son evi-
dentes. Los contemporáneos no pensaban en términos de fronteras claramente de-
finidas ni de entidades nacionales, ni extendían su autoridad de forma uniforme por
todo el territorio que teóricamente gobernaban. El que estos dirigentes viajasen
constantemente demuestra que eran conscientes de ello y de que cuanto mayor era
128
el territorio, mayores eran los problemas. Con un mapa podemos transmitir la es-
tructura geopolítica global, pero resulta equívoco si no se conocen las actitudes
políticas del siglo xrr.
M.C. Barber
CATALUÑA (1080-1180)
Entre los años 1080 y 1180, Cataluña pasó de ser un conjunto de condados in-
dependientes unidos por débiles lazos dinásticos a convertirse en un principado
unido bajo el mando del conde de Barcelona. La restauración del arzobispado de
Tarragona (1117), con autoridad sobre las diócesis orientales de la península Ibérica,
reforzó la coherencia de Cataluña como territorio diferenciado de Castilla y Lan·
guedoc. El condado de Barcelona se extendió gradualmente en tres direcciones:
cruzando los Pirineos hacia el sur de Francia, por los territorios musulmanes y por
Aragón. Los condes reforzaron su poder mediante tres mecanismos clave: lazos de
vasallaje, guerra y alianzas familiares. La anexión de condados pirenaicos como
Besalú (1111) y Cerdaña (1117) fue consecuencia de una sutil política dinástica. Los
condes desarrollaron una política de alianzas feudales con varios señores locales,
ganando la obediencia del conde de Peralada (1128) y, más allá de los Pirineos, de
Bemard Atón, conde de Carcasona y Razes (1112). La primacía política que disfru-
taron los condes hasta la batalla de Muret (1213) culminó con el matrimonio de
Ramón Berenguer III con Dulce de Provenza (1112) que aportó como dote la Baja
Provenza, Rouergue, Millau, Gavalda y Carlat.
Hacia el sur, la expansión viviría un gran impulso bajo Ramón Berenguer III
(1086/1095-1131), que tomó Tarragona en 1095. Pese a la llegada de los almorávides,
sitió las fortalezas de Amposta (1097), Oropesa y Murviedro (1098) y, con la ayuda de
las órdenes militares y de Pisa, conquistó Mallorca (1114-1116). No obstante, estos
avances se vieron amenazados por la expansión del reino de Aragón, cuyos reyes con-
quistaron Zaragoza (1118), construyeron el castillo de Gardeny con el fin de atacar
Lleida (1123), repoblaron Monzón (1130), ocuparon el área de Matarraña en la cuenca
del Ebro y planificaron la conquista de Tortosa y Valencia en 1133. Sin embargo, la
derrota en Fraga ante los almorávides (1134) y la posterior muerte del rey Alfonso I
llevaron el reino al desorden. Enseguida se establecieron contactos diplomáticos
y en 1137 el matrimonio entre Petronila, hija de Ramiro II, y Ramón Berenguer N
(1137-1162), uniría el condado y el reino para siempre. Tras varias campañas en el lito-
ral (Lorca, 1144; Valencia, 1146; y Almería, 1147), en 1148 Ramón Berenguer N
conquistó Tortosa, con el consentimiento del papa (que le concedió una bula de cru·
zada) y la ayuda de genoveses, pisanos y órdenes militares. Al año siguiente tomó Lleida,
Fraga y Mequinenza. En 1153, la caída de Siruana y Miravet, los últimos bastiones mu·
sulmanes en el Bajo Ebro, formó lo que un siglo después se conocerá como la Cataluña
Nueva. Es en este contexto de expansión catalana, fortalecida por la unión aragonesa,
donde cobran sentido los tratados firmados con Castilla en Tudellén (1151) y Ca-
zorla (1177), por los que se reparten las restantes zonas musulmanas por conquistar.
Los asentamientos de las regiones recientemente conquistadas difieren de las del
corazón de los territorios catalanes. Al norte del río Llobregat, comunidades campe·
sinas semiindependientes y monasterios benedictinos emplearon la institución de la
129
B e
CATALUÑA ( 1080-1180)
FRANCIA
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aprisio para apropiarse de las tierras que cultivaban. Los territorios medios de Man-
resa, Camarasa y Olerdola se encontraban bajo poder condal. Saqueados por mu-
sulmanes y cristianos, fueron poblados en olas sucesivas, lo que dio un mayor poder
a la nobleza, que creó un paisaje de castillos (castells termenats). Al mismo tiempo, en
la Cataluña Nueva se ofrecían fueros de repoblación a las comunidades de campesi-
nos bajo la jurisdicción del conde, a monasterios cistercienses como Poblet, Santes
Creus y Valldaura o a las órdenes militares. El dinamismo de esta sociedad urbaniza-
da explica tanto la importancia económica de Cataluña como la presencia militar en
las islas del Mediterráneo occidental, África y el sur de Italia en el siglo siguiente.
E. Pascua
130
IMPERIO DE LOS COMNENO (1081-1185)
M . Angold
131
......
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N
IMPERIO DE LOS COMNENO (1081 - 1185) RUSOS
CUMANOS
HÚNGAROS
MAR NEGRO
D!ES
Mantzike • )(.
RCOS
YÚCIDAS
PRINCIPADO
DE ANTIOQU!A
MEDITERRÁNEO
_i REINO DE
JERUSALÉN
• Jerusalén
LORENA
1095·1096
AUSTRIA
1187-1190
12 13-1217
H UNGIÚA
1213· 12l 7
CRUZADA
133
después de la primera, convocó a frisios, renanos, franceses, italianos del Estado
pontificio, austriacos, húngaros y otros contingentes. Los ejércitos cruzados del rey
Luis IX de Francia (San Luis) estaban formados en su mayoría por franceses, aunque
una expedición posterior tuvo menos apoyo que la primera. El príncipe Eduardo
del ejército inglés, que llegó a Túnez tras la muerte de Luis en ese país, debe consi-
derarse parte de la Cruzada de Luis. La geografia del reclutamiento de las cruzadas
es una clave esencial en la motivación cruzada.
G. Dickson
.. : > ~~9rB,,WE~
. ••: DUCA D O DE
NORMAND IA
CON DADO
DE BLQIS
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-·-•.•, . ..·.·.
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SIRJA
_ .. _ Ruta de Bohemundo
de Tarento D
134
el 28 de junio de 1098. Los cruzados emprendieron en enero de 1099 la última
etapa hacia Jerusalén, que cayó tras un mes de sitio (15 de julio). Estos éxitos fueron
posibles con la ayuda de los genoveses, que enviaron una flota en julio de 1097.
Ante las noticias de estas victorias, se organizaron dos expediciones más, que caye-
ron derrotadas a manos de los turcos en 11 O1. Estas derrotas fueron decisivas y sig-
nificaron que Anatolia permanecería bajo control turco y que la presencia de los
cruzados en Siria siempre sería precaria.
M.Angold
/
LA SEGUNDA Y LA TERCERA
CRUZADAS
·oquía
m;uco
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Rutas de la segunda Cruzad2.
salén
- - - Ruta de Ricardo I
- •- Ruta de Felipe Augusto
A B
135
musulmana (octubre de 1147) y una campaña sajona que cruzó el Elba contra los
wendos eslavos.
La tercera Cruzada pretendía recuperar Jerusalén, que había caído en manos de
Saladino el 2 de octubre de 1187. Los alemanes bajo el mando de Federico Barbarroja
partieron en mayo de 1189 y siguieron la ruta tradicional a través de los Balcanes y
Anatolia, pero Federico murió por el camino. Los ingleses y los franceses viajaron por
mar y pasaron el invierno en Mesina. Los franceses encabezados por Felipe Augusto
llegaron a Acre en abril de 1191; los ingleses bajo el mando de Ricardo I no lo hicie-
ron hasta junio, tras ocupar Chipre. Acre cayó el 12 de julio y Felipe Augusto regresó
a casa. Ricardo permaneció otro año y pese a su victoria sobre Saladino en Arsuf, no
logró recuperar Jerusalén, teniéndose que conformar con el bastión costero.
M.Angold
LA CUARTA CRUZADA
En 1198, el papa Inocencia 111 decidió convocar una nueva cruzada. Corno los
principales gobernantes de Europa occidental no pudieron, o quisieron, participar,
Inocencia apeló a la clase nobiliaria que tanto éxito había alcanzado en 1099. Tres
condes del norte de Francia -Balduino de Flandes, Teobaldo de Champaña y Luis
de Blois- negociaron un tratado con Venecia para conseguir transporte y provisio-
LA CUARTA CRUZADA
. , REir-ÍODE
"ven HU
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MAR MEDITERRÁNEO
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136
nes para el ejército. El objetivo, al igual que en las últimas expediciones, fue Egipto.
No obstante, el ejército que se reunió en Venecia en 1202 se componía de tan sólo
un tercio de los 33.500 hombres previstos, a pesar del reclutamiento de un importan-
te noble lombardo, Bonifacio de Monferrato, como nuevo comandante en jefe. Car-
gados de deudas, los líderes de la cruzada decidieron ayudar a los venecianos a retomar
Zara. Sin embargo, muchos se negaron y dejaron el ejército para buscar su propio ca-
mino a Tierra Santa. Aquellos que se quedaron consintieron en ayudar al príncipe bi-
zantino Alejo a derrocar a su tío, el emperador Alejo III de Constantinopla, a cambio
de su ayuda en la expedición y de la sumisión bizantina al papa. Alejo III huyó Gulio
de 1203), pero Isaac II y su hijo, el candidato cruzado Alejo IY, no pudieron cumplir
su promesa. Las relaciones se deterioraron y en febrero de 1204 un aristócrata bizanti-
no usurpó el trono. Los cruzados y venecianos atacaron de nuevo la ciudad el 12 de
abril, saqueándola brutalmente durante tres días. El 16 de mayo Balduino fue corona-
do como nuevo emperador «latino», pero en 1205 fue derrotado y muerto por los
búlgaros y cumanos en Adrianópolis, tras lo cual los gobernantes bizantinos se estable-
cieron en Épiro, Trebisonda y Nicea, y permanecieron en esta última hasta la finaliza-
ción del gobierno latino de Constantinopla (1261). Pese al restablecimiento del Impe-
rio bizantino, persistieron algunos focos de poder occidental hasta el siglo XIV y el go-
bierno veneciano sobre las islas continuó, en algunos casos hasta el siglo XVII.
A. Stewart
Como rey de Sicilia, el emperador Federico II estaba bien informado sobre los
acontecimientos del mundo musulmán y se dio cuenta de que podía sacar partido
de la rivalidad entre los jefes musulmanes de Egipto y Siria para recuperar Jerusalén.
Antes incluso de emprender la cruzada en 1228, negoció con el sultán de Egipto,
con quien en febrero de 1229 acordó la devolución de Jerusalén. Federico entró en
la ciudad y se coronó rey el 18 de marzo. Este golpe de efecto se agrió cuando fue
excomulgado. La forma en que había recuperado Jerusalén era una afrenta contra el
ideal cruzado y los términos de la ocupación significaban el aislamiento del territo-
rio. En 1244, la ciudad cayó de nuevo ante el primer ataque musulmán.
Estos acontecimientos provocaron una oleada de fervor cruzado cuyo epicentro
era Luis IX de Francia. En 1249, desde su base de Chipre, lanzó un ataque contra
Egipto, considerado llave de entrada a Jerusalén. Damieta cayó en junio, pero Luis
pospuso el avance contra El Cairo hasta otoño. Ganó la batalla de Mansura, pero
no pudo seguir adelante, hasta que se rindió el 6 de abril de 1250. Fue liberado tras
pagar un rescate de 800.000 bezantes. Para expiar su fracaso permaneció en Tierra
Santa hasta 1254, donde consolidó las defensas. En 1270 organizó otra cruzada; en
esta ocasión contra Túnez, cuyo líder parecía dispuesto a convertirse al cristianismo.
Luis enfermó a las puertas de la ciudad y falleció el 25 de agosto.
San Luis era un idealista que planeó con meticulosidad sus cruzadas, hasta la
construcción del puerto de Aigues-Mortes. Su completo fracaso perjudicó más el
espíritu de la cruzada que el oportunismo descarado de Federico.
M.Angold
137
e D
•· LAS CRUZADAS DE FEDERICO II Y DE SAN LUIS
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DE FRANCIA
Aigues-
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De los cuatro Estados, el primero que se estableció (1098) y que cayó en manos
de los musulmanes (1144) fue el condado de Edesa. Su posición, a ambos lados del
medio Éufrates, lo dejaba expuesto, pero protegía a Antioquía mientras sus prínci-
pes cruzados trataban sin éxito de tomar Alepo, que obstaculizaba la expansión
hacia el interior. Tras la derrota del Campo de Sangre (1119), quedaron práctica-
mente restringidos a la llanura costera. Al sur, el condado de Trípoli era también
exclusivamente costero y la llanura denominada La Bloquée abría el camino hacia
el interior, que quedaba bloqueado en Homs. En 1142 se construyó el krak de los
Caballeros para defender la frontera.
Este patrón de defensa tras una penetración fallida se repitió en el reino de Jeru-
salén, pero con algunas diferencias. Mientras que la frontera se estableció con rapi-
dez a lo largo del Jordán desde Galilea hasta el mar Muerto y más tarde (1115-1116)
se extendió hacia el sur hasta el Golfo de Aqaba, la costa fue más dificil de ocupar.
Tiro no cayó hasta 1125, y Ascalón, hasta 1153. El reino de Jerusalén formó así una
cuña entre los poderes musulmanes de Egipto y Siria. Era una amenaza contra El
Cairo y Damasco, pero tras la reunión de éstos bajo Saladino (1174), los cruzados
tuvieron que centrarse en la labor defensiva. Pese a todo ello, el reino de Jerusalén
prosperó y Acre se convirtió en el almacén del comercio por el Mediterráneo orien-
tal; pero el coste de la defensa, en especial la construcción y mantenimiento de
fortalezas, era enorme. Estas dificultades contribuyeron a la caída del reino tras la
victoria de Saladino en Hattin (1187). Tras la reconstrucción como resultado de
la tercera Cruzada, quedó limitado prácticamente a la costa; Jerusalén sólo fue recu-
perada brevemente (1229-1244). Gracias al interés mercantil de los italianos, el reino
138
B c
LOS ESTADOS CRUZADOS
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Fronteras aproximadas 4
de los Estados cruzados (h. 1140)
100
km
B c
139
sobrevivió a las divisiones entre los sucesores de Saladino. Cuando Egipto pasó a
manos de los mamelucos (1250), entregados a revivir la guerra santa, los días de los
Estados cruzados estaban contados, y Acre cayó finalmente en 1291.
M. A ngold
La Orden del Temple se fundó en 1119 con objeto de velar por la seguridad de
los peregrinos que viajaban deJaffa a Jerusalén y a otros Santos Lugares cercanos. Al
principio atrajo poca atención, pero la aprobación papal concedida en el Concilio
de Troyes (1128), seguida por una gran labor de reclutamiento en el siglo XII, trans-
formó la Orden de una pequeña asociación de beneficencia a una corporación in-
ternacional, propietaria de tierras en todo el mundo cristiano. Según la regla de la
Orden, sus posesiones se dividían en diez provincias, cada una de ellas gobernada
por una jerarquía de oficiales que dependían en última instancia del gran maestre.
Así se reclutaban nuevos miembros y una proporción establecida de los ingresos se
enviaba a Oriente en forma de responsiones. La necesidad de poner grandes sumas
de dinero a disposición de distintas regiones del mundo cristiano llevó rápidamente
a la creación de una estructura bancaria complementaria. Esta vasta organización esta-
ba encaminada a proteger los territorios cruzados de Oriente, donde, en distintas
épocas, la Orden controlaba un mínimo de cincuenta y tres fortalezas, desde grandes
l París
2 Provins
3 Troyes
4 Qrl¿ans
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6 Aviñón
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7 Mas Deu
8 Tortosa y Ruad
9 Stadford
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140
castillos como el de Athlit y Safed hasta pequeñas torres vigía donde los peregrinos
podían refugiarse. Hacia 1180, la Orden podía convocar a más de 600 caballeros
y 2.000 sargentos en ultramar.
Esta red era una compleja organización de apoyo para el frente. Puesto que to-
das las posesiones de la Orden procedían originalmente de la generosidad de bene-
factores piadosos, existía por supuesto un elemento de azar, pero en el mapa se
muestran los resultados de una meticulosa administración sin el deseo de aislamien-
to que afectaba la distribución de los centros cistercienses. La Orden poseía centros
en los principales puertos atlánticos y mediterráneos, mientras que las propiedades
del interior se reunían en tomo a las principales rutas de peregrinación y comercio
que comunicaban el norte de Europa: hacia el este a través de la Champaña, a lo
largo del Ródano, por la Provenza e Italia, y al oeste a través de Normandía, Anjou
y la Charente por el Languedoc y la península Ibérica. De hecho, la expansión de la
Reconquista en España creó un segundo frente para la Orden, que se estableció
firmemente en Aragón y, más tarde, en Portugal, aunque los jefes castellanos se
apoyaban más en órdenes militares locales. Los templarios tenían menos influencia
en el mundo cristiano de Oriente, dominado primero por la Hermandad de los
hospitalarios y, más adelante, por la de los Caballeros teutónicos. No obstante, una
de las provincias mencionadas en la Regla era Hungría, que a la sazón englobaba
Dalmacia, región donde posiblemente los templarios poseían muchos más centros
cuya ubicación no se conoce con bastante seguridad. El transporte por vía marítima
organizado por la Orden garantizaba contactos regulares con ultramar, donde los
templarios poseían sus propios muelles y almacenes en todos los principales puertos
de Palestina y Siria, y desde el siglo XIII también en Chipre y Cilicia. En 1307, los
templarios fueron arrestados en Francia por el gobierno de Felipe IV, acusados de
actividades herejes e inmorales y, en los dos años siguientes, corrieron la misma
suerte en otros países. Pese a que las acusaciones no tenían demasiado fundamento,
el papa suprimió la Orden en 1312 y transfirió sus tierras a los Caballeros hospi-
talarios.
En su mejor época, la Orden contaba probablemente con un mínimo de 5.000
miembros, si excluimos personas dependientes de toda índole, y un mínimo
de 800 centros, desde grandes complejos como el Temple de París hasta remotos
preceptorios rurales administrados tal vez por dos hermanos. Este mapa debe tratar-
se, pues, con precaución, pues es imposible marcar en él todos los centros o plasmar
su importancia relativa. Además, la situación no fue nunca estática y una represen-
tación más dinámica requeriría varios mapas.
M . C. Barber
141
LA JERUSALÉN DE LOS CRUZADOS LA ACRE DE
LOS CRUZADOS
MontMusard
ecim
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de
rn
To
David/
ciudadela O
Fuente: Runciman, Crusades JI, basado en el mapa Fuente: Runciman, Crusades /JI, basado en Marino
de Cambrai. Sanudo, Secretafidelium crucis.
M.Angold
LA Ac RE DE ws CRUZAD OS
San Juan de Acre fue capturada por los cruzados con ayuda de los genoveses
en 1104 y se convirtió en uno de los principales puertos del reino de Jerusalén. Los
italianos disponían de concesiones especiales, pero la ciudad permaneció bajo go-
bierno real. Saladino tomó Acre en 1187 y cuando los cruzados la recuperaron
en 1191 se cosechó el gran logro de la tercera Cruzada. La muralla sencilla estaba
reforzada con un foso y otra muralla exterior que incluía el barrio de rápido creci-
miento Mont Musard. Oficialmente era la capital del nuevo reino de Jerusalén, pero
cada vez era más propiedad de los templarios, los hospitalarios y los italianos, tras
la creación en 1232 de una comuna que desafiaba los vestigios de la autoridad real.
El comercio floreció y se organizó a través de la cour de la chaine, que se ocupaba
142
del comercio marítimo, y la cour de !afonde, encargada del mercado. Esta última es-
taba formada por dos francos y cuatro sirios, que cada vez cobraban más importan-
cia. La topografía de la ciudad en vísperas de su caída en 1291 ha llegado hasta no-
sotros gracias al mapa de Marino Sanudo.
M.Angold
Danubio
MAR NEGRO
SERBIOS
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del Imperio mceo en 1261 Q.
Áreas recuperadas por
Miguel VIII Paleólogo
e
143
Hacia mediados del siglo XIII, los sucesores de este último habían conseguido
aislar la Constantinopla latina, que finalmente recuperaron en julio de 1261. Pero
no estaba claro si el nuevo emperador, Miguel VIII Paleólogo (1259/ 1261-1282),
podría restaurar el Imperio a las viejas fronteras de finales del siglo XII o si las divi-
siones que habían surgido tras 1204 persistirían. En un principio pareció que los
territorios perdidos podrían ser recuperados sin demasiada dificultad. Guillermo de
Villehardouin, prisionero del emperador, compró su libertad en 1262 con la rendi-
ción del Peloponeso oriental. En ese mismo año, el ejército bizantino logró la
anexión de Filipópolis (Plovdiv), el valle del Maritza y el litoral búlgaro hasta el
delta del Danubio. En 1264, los gobernantes griegos de Epiro y Tesalia reconocieron
la soberanía bizantina. Se organizaron expediciones contra las bases venecianas de
Candia en Creta y de Negroponte en Eubea, mientras corsarios bizantinos recupe-
raban las islas del Egeo. Pero el momentum de recuperación bizantina disminuyó con
la aparición en escena de Carlos de Anjou, que conquistó el regno del sur de Italia y
Sicilia (1266) e inició el fortalecimiento de la resistencia latina. Con el respaldo an-
gevino, Guillermo de Villehardouin pudo detener los avances bizantinos en el Pelo-
poneso. Carlos reunió a los señores griegos del norte de Grecia y en 1271 fue elegido
rey de Albania. Pese a una dura campaña y a importantes victorias, los bizantinos
no pudieron expulsar a los angevinos de Albania. Por su parte, los venecianos logra-
ron resistir en Creta y Eubea.
La atención prestada por Miguel Paleólogo a sus provincias europeas hizo que
descuidase sus territorios anatolios, que sufrieron la presión creciente de las incur-
siones turcas. Otro indicador de lo que ocurrirá en el futuro fue el favor mostrado
al aventurero genovés Benedetto Zacearía, que recibió las minas de alumbre de Fo-
cea (1275) y que luego tomó la isla de Qiíos por cuenta propia. Esto muestra clara-
mente que Miguel Paleólogo nunca controló del todo la situación, aunque lograse
enmascararlo gracias a una rica diplomacia. Dándose cuenta de que las conquistas
mogolas en Rusia y el Oriente Próximo convertían Constantinopla en el punto
neurálgico de un nuevo sistema de poder, estableció alianzas matrimoniales con los
kanes de las Hordas de Oro que dominaban las estepas y con los Il-kan de Irán.
En 1281 accedió a firmar un tratado de paz con los mamelucos de Egipto, que se
oponían firmemente a las ambiciones cruzadas de Carlos de Anjou. Ya antes había
pedido el apoyo papal para neutralizar los planes de Carlos de una cruzada contra
Bizancio y se mostró dispuesto a ofrecer una unión de la Iglesia bajo los términos
papales en el segundo concilio de Lyón (1274), algo que se consideró como una
traición a la Ortodoxia e hizo crecer una encarnizada oposición en sus territorios.
Así pues, el resultado del gobierno de Miguel Paleólogo fue un Bizancio aún más
dividido que cuando llegó al poder.
M.Angold
144
D
ITALIA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIII
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Verona
100
km
A e D
145
manos de Carlos de Anjou, hermano menor de Luis IX de Francia. El papa había
invitado a Carlos a intervenir en el regno y la alianza «güelfa» entre Carlos y el papa-
do culminó en la cesión de Benevento al papado en 1263. Una vez establecido en
el sur, Carlos se propuso dominar también el norte uniendo las facciones güelfas de
Lombardía, asumiendo el señorío de varias ciudades toscanas y haciendo fuerte su
influencia en Roma. El dominio de Italia se derrumbó, sin embargo, tras la masacre
de angevinos franceses en Palermo y por toda Sicilia en Pascua de 1281, durante las
llamadas Vísperas Sicilianas. La dinastía de Anjou siguió dominando Nápoles hasta
el siglo XV, pero Sicilia pasó a manos de Pedro II de Aragón, cuya esposa Constanza
era hija de Manfredo. La Guerra de las Vísperas entre angevinos y aragoneses duró
noventa años y Jaume, hijo de Pedro, obtuvo del papado Cerdeña y Córcega.
En el centro de Italia, el papado se había convertido en la fuerza política prin-
cipal y el emperador electo Rodolfo de Habsburgo cedió en 1278 Ferrara, Bolonia
y las ciudades de la Romaña a los Estados pontificios. Una serie de papados bre-
ves, sin embargo, debilitó la autoridad papal en la región y en un intento de recu-
perar las riendas, Bonifacio VIII (1294-1303) nombró a Carlos de Valois, herma-
no de Felipe IV de Francia, vicario del Estado pontificio, pero sus logros en el
restablecimiento de la autoridad papal fueron limitados. Bonifacio también in-
tentó, con mayor éxito en esta ocasión, establecer a miembros de su familia Cae-
tani en las tierras fronterizas con Roma como base de apoyo. Pero esta política le
valió la enemistad de otras familias, en particular de los Colonna, que en 1303
colaboraron con los entonces hostiles franceses en el secuestro del papa en Ag-
nani. Ante la imposibilidad de pacificar el Estado pontificio, la corte se trasladó
en 1307 a Aviñón.
En el norte, mientras tanto, el comercio florecía, pero las facciones políticas
proliferaban en el vacío causado por la caída del poder imperial. Visto desde el ex-
terior, por lo menos, este conflicto (tanto entre ciudades como dentro de una mis-
ma ciudad) adoptaba la forma de rivalidad entre «güelfos» y «gibelinos». El nombre de
los güelfos propapales procede de los antiguos oponentes de la familia Welf que lucha-
ron contra los Hohenstaufen en Alemania, mientras que los gibelinos obtuvieron el
suyo del castillo de Waiblingen de los Hohenstaufen. En los años 1250, el papado
encabezó la cruzada contra Ezzelino da Romano y Oberto Pelavicino (Pallavicino),
quienes, haciéndose pasar por vicarios papales, controlaron entre ambos Cremona,
Pavía, Piacenza, Vercelli, Verona, Vicenza y Padua. Ezzelino fue asesinado, pero
Oberto, tras un cambio de chaqueta muy oportuno, construyó un «Imperio» más
fuerte que, durante breve tiempo, incluyó Milán. Después de este intervalo, el con-
trol de la ciudad alternó entre la facción gibelina della Torre (1263-1281) y la güelfa
Visconti (1281-1295). En Toscana, el conflicto estaba polarizado entre la tradicional-
mente güelfa Florencia, derrotada en Montaperti en 1260, y la tradicionalmente gi-
belina Siena. En realidad, estas alianzas se debían más a rivalidades locales que a
lealtades más profundas, pero la existencia de estos dos partidos ofrecía por lo me-
nos una medida de cohesión en una región políticamente fragmentada. Pisa, Géno-
va y Venecia luchaban, por su parte, por defender sus intereses comerciales: los ge-
noveses derrotaron a los pisanos en Meloria (1284) y a los venecianos en Curzola
(1298). En el noroeste, Guillermo VII de Monferrato extendió su poder al Piamonte
imponiendo su autoridad en Alessandria, Asti, Turín y otras ciudades, mientras que
al nordeste, la alianza de 1262 entre Verona, Padua, Treviso y Vicenza aspiraba a
evitar el dominio de una sola persona en cualquiera de estas ciudades. Pese a todo,
146
Verana y, más adelante, Vicenza, cayeron en manos de la familia della Scala, Treviso
de la familia da Camino y Padua de la familia Carrara.
F. Andrews
EL «ÜSTSIEDLUNG»
Entre 1100 y 1350, el este de Europa fue transformado por una ola de inmigra-
ción alemana (Ostsiedlung), que desplazó la frontera oriental del mundo germanófo-
no varios centenares de kilómetros más allá de la antigua frontera de los ríos Elba y
Saale. En algunas áreas, como Brandeburgo, este nuevo asentamiento siguió a las
conquistas de señores y caballeros alemanes, pero en otras regiones, como Pomera-
nia y Silesia, fueron los príncipes eslavos locales los que alentaron el asentamiento
alemán. El antagonismo nacional no tenía gran importancia; los nuevos colonos
querían tierras y los jefes locales se las dieron de buena gana, con el consiguiente
beneficio directo o indirecto, ya fuese mediante los impuestos, rentas y diezmo
procedentes de los nuevos pueblos.
La frontera empezó a desplazarse en la primera mitad del siglo XII, cuando po-
derosos señores de ciudades fronterizas, como Adolfo de Holstein, Enrique el León
(duque de Sajonia) y Alberto el Oso (margrave de Brandeburgo), favorecían activa-
mente la inmigración. Estos personajes anunciaban las ventajas de la frontera orien-
tal entre los habitantes de los superpoblados Alemania y Países Bajos, y sin hacerse
esperar llegaron torrentes de colonos a Holstein, Schwerin, Ratzeburg y Brandebur-
go. El ritmo de llegadas se aceleró en el siglo XIII, a medida que se emprendían labo-
res de desarrollo planeado a gran escala en Pomerania y en territorio polaco.
El asentamiento rural suponía, a menudo, la planificación de pueblos enteros,
formados por granjas estándar en disposición rectilínea (Hufen o mansi). El recluta-
miento y organización de los colonos era tarea de un empresario planificador (loca-
tor), que recibía como pago la tierra y los privilegios del nuevo asentamiento. Los
campesinos eslavos no eran desposeídos por lo general de sus tierras (aunque sí se
dieron algunos casos), pues solía haber tierras suficientes, especialmente para aque-
llos dispuestos a drenar ciénagas o talar bosques.
El asentamiento rural estuvo acompañado de nuevas fundaciones urbanas. Bur-
gueses alemanes formaban el núcleo de población de la mayoría de las nuevas ciu-
dades fundadas en el este de Europa en los siglos que nos ocupan; con ellos trajeron
el idioma, la cultura y el derecho. Lugares tan importantes para la civilización ale-
mana como Lübeck, Berlín y Leipzig son fundaciones del siglo XII o XIII en territorio
previamente eslavo. Los asentamientos urbanos alemanes se extendieron mucho
más que los asentamientos rurales, hasta llegar incluso a la frontera con Rusia, don-
de los burgueses alemanes se regían por el derecho urbano alemán entre poblacio-
nes rurales nativas.
En algunas regiones, la conquista y asentamiento alemanes coincidieron con la
conversión al cristianismo. Los eslavos que poblaban Meckleburgo y Brandeburgo,
por ejemplo, fueron paganos hasta el siglo XII. En la mayoría de las regiones, sin
embargo, los alemanes llegaron a tierras ya cristianas, pero un asentamiento alemán
destaca por ser el único creado y mantenido de forma permanente por la guerra
santa. Nos referimos al dominio de los Caballeros teutónicos, Prusia y Livonia,
147
EL OSTSIEDLUNG >
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1///0' Áiea de asentamiento alemán (h. 1100)
DUCADOS POLACOS
Um1tes dd :uenumicnto ,1lcmfo (h. 1300)
Bresbu ' ,
1
• Ciudades con población o leyes alemanas
R. Bartlett
Pola significa «campo», y por lo general hace referencia a la extensa llanura nor-
teuropea que se extiende hacia el este y se prolonga en la estepa. Limitada al sur por
los Cárpatos y pese a que el área de influencia polaca se prolongase hacia el oeste
hasta alcanzar el Elba, el corazón del reino era la zona comprendida entre los ríos
Oder y Vístula. El estado medieval se encontraba en gran parte apartado del área
que rodeaba Danzig/Gdansk.
A mediados del siglo x, las tribus eslavas que poblaban las orillas del Elba, el
Oder y el Vístula se unieron bajo Mieszko I (962-992), formando un estado que
dependió en gran parte del deseo de resistencia de la nobleza frente a la influencia
bohemia y germana, y de su unión en torno a la dinastía Piast de Mieszko: Boleslao
Chrobry, el Bravo (992-1025); Boleslao Szczodry, el Generoso (1058-1079); y Boles-
lao Krzywousty, Bocatorcida (1102-1138). Para fortalecer su frágil autoridad, los
gobernantes se asociaron con poderosos hombres de Iglesia y vecinos. Así, en el
año 1000 fue el propio emperador Otón 111 quien colocó su propia corona sobre la
cabeza de Boleslao I, que volvería a ser coronado por el arzobispo de Gniezno
(1025), mientras Boleslao II intentó obtener la corona de manos del papa Gregario VII
(1076). Estas repetidas coronaciones destacan el carácter incierto de los primeros
Piast.
Aunque los monarcas polacos de los siglos XI y XII llevaron a cabo una política
fiscal y mantuvieron un ejército estable, su autoridad entró en un declive constante
desde que la muerte de Boleslao III anunciase la división del reino entre sus hijos,
de la que emergerían cinco ducados: Malopolska, Wielkopolska, Mazovia, Silesia y
Pomerania. Es evidente que el reino se consideraba un estado dinástico y las histo-
rias de luchas intestinas entre Polonia y Kievan Rus, cuyas noblezas estaban estre-
chamente unidas por lazos matrimoniales, sugieren un fuerte sentido de comunidad
política basado en la familia.
El clero local, por su parte, mantenía una identidad colectiva polaca bien defi-
nida. Desde la conversión de Mieszko I (966), los gobernantes y el clero vivían bajo
el temor al arzobispado alemán de Magdeburgo, cuyas ambiciones eran tanto terri-
toriales como espirituales. Boleslao I utilizó el culto al misionero mártir Adalberto
para conseguir la aprobación papal con el fin de establecer una sede metropolitana
en Gniezno, con arzobispados dependientes en Cracovia, Poznan y Wroclaw, que
se hicieron rápidamente poderosos: cuando en 1079 Boleslao II ordenó la muerte
149
POLONIA EN EL SIGLO XI
-·-•-n Límite del Sacro Imperio Romano, h. J0\8
• - - - .. Límite de Polonia, h. 1025
PRUSIANOS Territorios conquistados por Boleslao I
(999-1018), fuera de los limites de 1025
~I '\\ ..,.-
j Í■
\ , - ~
Arzobispados, obispados, monasterios
••- •······ Rutascomerciales
Prypel
rn
Halicz
km 300
POLONIA ( 1138-1320)
MARCA DE
BRANDEBURGO
Brandeburgo
•
•
Magdeburgo
MARCA DE
MEISSEN
• Vladimir
REINO DE BOHEMIA
• Praga
- ·- ·- Límites provinciales
•··· ·••<• Límite de la provincia de Sandomien (l 146)
t i' Sedes episcopales y arzobispales • Kalicz
o km 300
• Viena
150
de Estanislao, obispo de Cracovia, fue él quien finalmente se vio obligado a abdicar.
El establecimiento de las órdenes monásticas de benedictinos, cistercienses y domi-
nicos también contribuyó al mantenimiento de contactos de Polonia con las prin-
cipales corrientes espirituales de Occidente. La masiva inmigración alemana hizo
que Polonia se convirtiese en un país católico tanto por medio de la colonización
como de la conversión.
En el siglo XIII, el vacío de poder despertó la codicia de los depredadores. Los
mogoles atacaron desde las estepas (1241), saqueando Cracovia y destruyendo al
ejército polaco en Legnica. Asaltos posteriores (en 1259 y 1287) recalcaron la falta
de estabilidad y seguridad de la región, lo que ayudó al auge de la orden de los Ca-
balleros teutones. Llegados del reino cruzado de Jerusalén, esta orden militar mo-
nástica quería recuperar el favor de Dios combatiendo contra los prusianos paganos
en la frontera nordeste de Polonia. En 1283 habían forjado su propio estado en
tomo a la impresionante fortaleza de Marienburg. Los margraves de Brandeburgo
también tenían ambiciones en la región y en 1300 Václav II de Bohemia se hizo
coronar rey de Polonia tras la efimera conquista de Wielkopolska.
Estas amenazas externas animaron a la nobleza polaca a resucitar una monar-
quía efectiva adoptando el principio electivo y en 1320 Ladislao Lokietek (el Corto)
fue coronado rey en Cracovia. Su reino se convirtió en un estado centroeuropeo
cuyos intereses se dirigían principalmente hacia el sur y el este y que, al igual que sus
vecinas Hungría y Bohemia, disfrutaría de una época de esplendor sin precedentes
durante el siglo XIV.
A. P. Roach
151
B
CONFLICTO
CENTROEUROPEO ENTRE
\< PREMYSLIDAS Y HABSBURGOS
'· - -- BRAND EBURGO NEUMARK
·, (bajo dominio bohemio
\. .., ,.- - ~373-1415) • Bcrlí n POLONIA
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1300-1306)
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(bajo dommio bohemio (tcmtorio vasallo hasta 1378)
• Lcipzig 1368-1635)
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BOHEMIA (Brum)
• Ratisbona
BAV!ERA
• Passau
• Ki-cms
• Linz • Nitra
• Enns • Viena
HUNGRlA
AUSTRIA (bajo dominio bohemio
130 1-1304)
Depósitos minerales
o Estaño ESTIRIA
■ Hierro
.o. Plata
• Oro
-o Cobre
,.. Plomo CARINTIA
75
km
A e D
152
de Praga. Esta colonización formaba parte de una política económica y política más
amplia destinada a explotar los recursos mineros del reino y a crear una clase inter-
media entre el rey y sus rivales tradicionales, la nobleza.
El primer jefe premyslida que sacó partido de las disputas dentro del Imperio
fue Premysl Otakar I (1198-1230), que obtuvo del emperador una Bula de Oro
(1212) por la que confirmaba el título real y renunciaba al derecho imperial de rati-
ficar cada uno de los sucesores a la corona. El miembro más poderoso de la dinastía
fue Premysl Otakar II (1253-1278). Duque de Austria cuando accedió al poder,
Otakar se deshizo con habilidad de los rivales al trono vacante mientras dirigía sus
ambiciones dinásticas a la Europa central. Tras una serie de brillantes campañas
militares, Otakar incorporó a sus dominios Estiria, Carintia, Carniola e Istria, de
modo que gobernaba desde Silesia hasta el Adriático, convirtiendo en realidad his-
tórica el ideal shakespeariano de una Bohemia con litoral.
Los éxitos de Otakar le valieron inevitablemente el antagonismo y resentimien-
to de los príncipes alemanes, quienes en 1273 eligieron al conde Rodolfo de Habs-
burgo al puesto imperial. La Dieta de Ratisbona (1274) anuló los derechos de Otakar
en Austria, Estiria y Carintia, mientras que en 1276, Rodolfo, apoyado por los hún-
garos y los lores recalcitrantes de Otakar enojados por la política proalemana del
rey, marcharon contra Otakar, quien solo y sin apoyo apeló en una carta a los du-
ques de Silesia y Polonia pidiendo ayuda en nombre de la resistencia de todos los
eslavos a la amenaza alemana. Pero el ejército de Otakar fue derrotado en la batalla
de Dürnkrut en la Marchfeld y el propio rey pereció en ella. El gobierno de los
Habsburgo en Austria quedó así establecido hasta el siglo XX. Pese a que Bohemia
prosperó bajo el siguiente reinado de Wenceslao II (1278-1305) y vivió una edad de
oro bajo Carlos IV, emperador y rey de Bohemia, el foco del poder había pasado a
manos de los Habsburgo del sur. Frente a los altibajos que vivió Bohemia en los tres
siglos siguientes, la Austria de los Habsburgo estaba destinada a convertirse en una
de las principales potencias europeas del mapa de la Europa moderna.
A. Thomas
Los rumores de las conquistas de los mogoles bajo el mando de Gengis Kan
llegaron a oídos del campamento cruzado de Damieta en 1221, donde despertaron
un interés pasajero. Los rusos tampoco prestaron mucha atención, pese a ser derro-
tados en 1223 por una fuerza de reconocimiento mogola, y no estaban preparados
para el asalto mogol lanzado en 1237 por Batu. Los principados de la Rusia septen-
trional fueron los primeros en caer; los mogoles saquearon Rjazan' y Vladimir, y el
príncipe Jury falleció en el campo de batalla del río Sit' (4 de marzo de 1238). Los
mogoles se encaminaron entonces hacia el sur y su campaña culminó en diciembre
de 1240 con la destrucción de Kiev, a la que siguió una invasión cuidadosamente
organizada del corazón de Europa. Mientras un ejército acababa con la resistencia
polaca en Liegnitz (9 de abril de 1241), otro derrotaba a los húngaros en Mohi (12 de
abril de 1241). Los mogoles se reunieron en Hungría, pero el riesgo de que se insta-
lasen permanentemente desapareció cuando llegó la noticia de la muerte del gran
153
LAS INVASIONES MOGOL-TÁRTA
YS EN OCCIDENTE
~ Batalla
Invasión mogola
........_ de Europa 1236-1242
O 300
L---....J
km
A B e
kan Ogoday. Batu evacuó a los ejércitos a la base del norte del Caspio para controlar
mejor los acontecimientos de la capital mogola de Karakoram. Esta retirada le dio
al nuevo papa Inocencia IV la oportunidad de evaluar la amenaza mogola. El asun-
to tuvo prioridad en la minuta del concilio general convocado en Lyón en 1245. El
papa también envió al dominico Juan de Pian Carpini ante el gran kan Kuyuk para
conocer las intenciones mogolas y sondear las posibilidades de que se convirtieran
al cristianismo. La respuesta que recibió en 1247 fue poco esperanzadora: el gran
kan decía tener derecho al dominio del mundo por mandato del Dios del Cielo y
exigía la sumisión del papa. La lucha sucesoria tras la muerte de Kuyuk en 1248
obligó al teniente mogol de Persia a adoptar un tono más conciliador ante la prime-
ra Cruzada de San Luis (1248-1250). San Luis rechazó su oferta de alianza e insistió
en que primero debían convertirse al cristianismo. Tal precaución resultó ser acerta-
da, porque al poco tiempo otro emisario regresó con una nueva exigencia de sumi-
sión del gran kan.
Estas pretensiones explican por qué Occidente mantuvo su temor a las iniciati-
vas mogolas incluso cuando el Imperio mogol empezó a desintegrarse. En Persia,
los iljans solicitaron varias veces una alianza occidental. Este estado sucesor de los
mogoles fue fundado por Hulagu, partidario de los cristianos nestorianos y hostil al
Islam, que en 1258 invadió Bagdad y asesinó al califa. Hulagu contaba con el apoyo
del rey armenio de Cilicia y del príncipe cruzado de Antioquía, que entró triunfan-
te en Damasco en 1260 con el ejército mogol. Casi inmediatamente siguió la derro-
ta de los mogoles en Ain J alud frente a los mamelucos de Egipto, y desde entonces
el frente occidental de los iljans a lo largo del Éufrates estuvo bajo amenaza cons-
tante de los mamelucos, quienes en 1268 tomaron Antioquía. Los iljans pidieron
ayuda a Occidente, enviando incluso emisarios al segundo concilio de Lyón (1274),
donde se discutía la organización de una cruzada. La religión resultó ser un
obstáculo y los iljans enviaron al nestoriano Rabban Sauma en 1287 para impresio-
nar a Occidente con su devoción al cristianismo. Se habló de la devolución de Jeru-
salén, Occidente permaneció distante, pero los mamelucos se tomaron en serio la
posibilidad de una alianza occidental con los mogoles y reaccionaron ocupando los
restantes lugares cruzados de Palestina, con la toma de Acre en 1291. El impacto
mogol en Occidente perdió fuerza y la pax mongolica abrió brevemente Oriente a los
mercaderes occidentales, con la capital iljan de Tabriz como destino predilecto.
También ofreció algunas oportunidades a los misioneros occidentales, que desapa-
recieron rápidamente cuando los iljans se convirtieron al Islam al final del siglo XIII.
Para los rusos, el desenlace fue distinto, pues hasta el siglo XV fueron tributarios de
la Horda de Oro, Estado mogol de Batu y sus descendientes con capital en Sarai. El
yugo mogol hizo que Rusia se desarrollase aislada de Occidente, mientras que la
aceptación mogola de la Iglesia ortodoxa fortalecía el control de la sociedad rusa.
M.Angold
155
o
FRANCIA BAJO EL REINADO
DE FELIPE EL HERMOSO
100
km
A B e
156
construyó de forma consistente un domaine real por medios más pacíficos como
alianzas matrimoniales, compras, acuerdos de paréage Gurisdicción compartida con
otro señor, por lo general eclesiástico, antes de lograr el control directo) y la inteli-
gente manipulación de las ambigüedades en la ley sucesoria, respaldado todo ello
por un uso de la fuerza juicioso y reducido. Como resultado, se ampliaron las fron-
teras del reino, en particular hacia el este, mientras se consolidaba la autoridad de la
Corona en el interior. Algunas adquisiciones fueron incorporaciones permanentes
al domaine, mientras que otras se cedieron a Carlos de Valois y Luis de Evreux, her-
manos del rey, o a sus hijos, pero todas volvieron a la Corona en unas pocas gene-
raciones.
Por su matrimonio con Juana (1284), heredera de los condados de Champaña
y Brie además del pequeño reino de Navarra, Felipe obtuvo vastas propiedades
fronterizas con el territorio imperial al este de Francia. La adquisición de Valen-
ciennes (1292), el reconocimiento de su soberanía por el conde de Bar (1301) y
por el arzobispo de Lyón en el Lyonnais (1397), junto con un paréage con el obis-
po de Viviers en ese mismo año, ayudó a llevar las fronteras del reino muy cerca
de las establecidas en el tratado de Verdún (843), con el Mosa y el Ródano como
límites del dominio real. Al acordar el matrimonio del heredero Felipe V con la
heredera del condado de Borgoña, Felipe IV llevó su influencia al otro lado del
Saona. Otros paréages se concluyeron con el obispo de Mende para el Gevaudan,
el obispo de Le Puy para Velay y el obispo de Cahors para Cahors (todos ellos
en 1307).
Restaban así cuatro grandes señores feudales que todavía gozaban de considera-
ble autoridad independiente: el conde de Flandes y los duques de Guyena, Bretaña
y Borgoña. La toma de Guyena (1294) y de Flandes (1302) fueron triunfos breves,
pues Felipe tuvo que cederlos al poco tiempo a sus dirigentes originales y sólo se
quedó con el vizcondado de Soule (1306) y las castellanías de Lille, Douai y Béthu-
ne (que en 1322 se cambió por Orchies) como incorporaciones más permanentes al
dominio real. Pero en los cuatro principados el poder local estaba limitado por la
Corona y sus representantes, pues al desarrollar una doctrina real de la soberanía
conforme a los preceptos de la ley romana, el parlamento de París ejercía a la sazón
el derecho de recibir apelaciones de tribunales provinciales, el rey promulgaba orde-
nanzas de aplicación general y los oficiales reales vigilaban de cerca a los gobiernos
locales de los principados e incluso intervenían con frecuencia. Los vínculos entre
la Corona y los principales vasallos también solían adoptar una forma más definida.
En 1297, por ejemplo, el duque de Bretaña fue nombrado par de Francia, acentuan-
do así su prestigio, pero también su condición feudal, y quedando bien definidos
sus deberes.
Muchas acciones reales tenían cierto cariz autoritario, especialmente los ataques
a las minorías vulnerables como los financieros judíos y lombardos. Este autoritaris-
mo se manifestó particularmente en la persecución de la Orden del Temple, cuyos
miembros fueron capturados con escasas excepciones en una notable operación por
todo el país (13 de octubre de 1307). Qyizá no sea de sorprender que a la muerte de
Felipe siguiese una reacción generalizada de las provincias contra las tendencias
centralizadoras que habían marcado con tanta fuerza la política de Felipe IV y que
se pusieran en tela de juicio los logros de los Capetas.
M .Jones
157
RECONQUISTA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA (SIGLOS XII Y XIII)
En los años 1140, los almorávides fueron derrotados por la secta hereje de los
almohades, que se hicieron con el gobierno del Magreb y de la España musulmana.
Durante el interregno, los cristianos tomaron varias ciudades: el reino de reciente
independencia de Portugal tomó Lisboa (1147); el recientemente reunificado reino
de Aragón y Cataluña tomó Tortosa (1148) y Lérida (1149), y León tomó temporal-
mente Almería (1147). Además, los musulmanes hispánicos trataron de crear su
propio reino independiente con centro en Murcia y Valencia, que quedó absorbido
por el Imperio almohade en 1172. A partir de entonces, Portugal, León y Castilla
(independiente desde 1157), Navarra y Aragón-Cataluña fueron objetivos frecuen-
tes de las guerras santas del califa almohade y sólo disfrutaban de un respiro gracias
a la igualmente frecuente necesidad de suprimir a los disidentes musulmanes de
Túnez y Mallorca. Para resistir a estos ataques, los Caballeros templarios y hospita-
larios eran enviados a fortalezas situadas en las principales rutas de acceso al norte,
y cuando no lograron detener el avance, se crearon órdenes militares ibéricas con el
mismo propósito. Así, la Orden de Calatrava (fundada en 1158) defendió los ata-
ques a Toledo en Calatrava y Zorita; la de Santiago (fundada en 1170) defendió
Toledo en Uclés y Mora, Lisboa en Palmela y el camino de Sevilla a León en Cáce-
res, mientras que otras rutas principales eran defendidas por los frailes de Évora
(más adelante Orden de Avís) y Alcántara. En cambio, no se recibió ayuda alguna
de los cruzados extranjeros, excepto de aquellos que embarcaron con rumbo a Tie-
rra Santa, quienes colaboraron en la captura de Lisboa, Silves (1189) y Alcácer
(1217).
En Alarcos (1195), Alfonso VIII de Castilla (1158-1214) sufrió una gran derrota,
pero se resarció en las Navas de Tolosa (1212), donde arrolló al califa y la moral de los
almohades. Tras 1224, cuando el Imperio almohade se desintegraba en una guerra de
sucesión por el califato complicada por odios religiosos, raciales y tribales, los mu-
sulmanes hispánicos luchaban una vez más por fundar su propio estado, indepen-
diente de los cristianos y de los africanos, y lo lograron en el reino de Granada
(1232-1492), aunque oficialmente estaban bajo la soberanía de Castilla. Los cristia-
nos aprovecharon las desavenencias entre musulmanes para conquistar práctica-
mente todo el sur de la península, todo ello con la ayuda y el estímulo del papado.
Alfonso IX de León (1188-1230) tomó Cáceres (1229) y Badajoz (1230). Su hijo
Fernando III de Castilla, el Santo (1217-1252), heredó León (1230) y se sirvió de las
fuerzas combinadas castellano-leonesas para conquistar todo el valle del Guadalqui-
vir, incluidas Córdoba (1236),Jaén (1246) y Sevilla (1248) y para someter en vasalla·
je a los Estados sucesores de los musulmanes de Murcia (1243), Granada (1246) y
Niebla. Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando el Santo (1252-1284), anexionó Mur-
cia y Niebla, expulsó a la mayoría de los musulmanes de la Andalucía castellana y
los sustituyó por colonos cristianos. De esta manera, cuando la siguiente dinastía en
el poder de Marruecos, Banu Marin, invadió la península (1275-1340), fueron inca-
paces de reconquistar los territorios porque se toparon con la oposición masiva de
campesinos cristianos en pie de guerra, que defendieron Castilla contra el irreden-
tismo musulmán hasta que los reyes católicos Fernando V e Isabel I les condujeron
a la conquista final del último reducto musulmán de la península, Granada (1492).
158
RECONQUISTA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA (siglos xn y xm)
l Frontera crist1ano-
musulrnana h. 1140
Ciudad
□ Fonalcza
100 Camino
c __ _ ___J Fronteras cnuc
km reinos cristianos
...... D
V, A
'°
Mientras tanto en Portugal, las órdenes militares y los cruzados renanos toma-
ron la península de Palmela y Alcácer (1217). El rey Sancho II (1233-1248) recon-
quistó todas las áreas meridionales hasta la costa del Algarve, quedando sólo Faro
(1250), que cayó en manos de su sucesor Alfonso III (1248-1279). Con excepción de
algunas ciudades de la costa sur, todo el territorio fue cedido a las órdenes militares
y fue dedicado principalmente a la ganadería.
Al este, Jaime I de Aragón, el Conquistador (1213-1276), capturó las Islas Balea-
res (1229-1235) y la ciudad (1238) y reino de Valencia. De este último expulsó a los
musulmanes de las ciudades, donde los sustituyó por colonos cristianos, pero dejó
que los campesinos musulmanes permanecieran en las zonas rurales, apenas afecta-
das por la inmigración cristiana, aunque los redujo a una condición prácticamente
servil bajo una nueva aristocracia de terratenientes de Aragón y Cataluña. Así, con-
solidó el poder de la nobleza en todos sus territorios e inhibió la migración catalana,
excepto a Murcia y a las islas de ultramar que sus descendientes conquistarían en su
momento; también se aseguró de que, mientras el campesinado gozaba de condi-
ciones cada vez más favorables en Castilla, lo contrario ocurriese en Cataluña.
D . Lomax
160
Gobierno, sociedad y economía
161
APROVISIONAMIENTO EN TIEMPOS
DE GUERRA (siglo xn)
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100 arrobas de grano para pan
100 cerdos
~
,l. Marineros o aparejos navales
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y 1.000 palas)
Limites de condados
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• Puertos
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100
km
162
Bristol y Chester fueron los puertos más utilizados, pero la avena y otros pro-
ductos de condados septentrionales se enviaron directamente desde los puertos de
Cumbria. Obviamente, se recogieron más alimentos y otros materiales en los con-
dados más cercanos a Irlanda, pero la existencia de rutas navegables significaba que
los condados orientales también podían contribuir: se transportó grano por río
desde Cambridge hasta Lynn, por ejemplo. El contacto inicial entre los normandos
y los irlandeses había surgido de la ambición de algunos habitantes de las tierras
fronterizas durante una expedición autónoma. En 1171 intervino el Estado inglés,
y desde entonces se utilizaron los recursos de un área mayor para facilitar las inicia-
tivas militares o políticas en Irlanda. La cadena de aprovisionamiento se amplió
hasta el extremo de que en Dublín se excretaban bellotas de Norfolk.
Otros monarcas del mismo período lanzaron expediciones militares a gran esca-
la. Los reyes de Alemania, por ejemplo, condujeron repetidamente ejércitos de mi-
les de hombres a través de los Alpes, pero no queda constancia burocrática detallada
del aprovisionamiento de las tropas. Inglaterra es un caso único por la calidad de los
archivos conservados más que por sus empresas propiamente dichas. La existencia
de la información nos permite estudiar algunas de estas empresas y trazar un mapa
que ilustra el complejo funcionamiento de una de las actividades más características
de un Estado del siglo XII.
R. Bartlett
CASTILLOS
163
CASTILLOS
Plano del castillo de Rising (Inglaterra}, que responde al úpico bastión del siglo XII,
con una gran torre rodeada por un terraplén de tierra y piedra, y en la que se incluye
el gran salón del lord, así como las habitaciones privadas y de uso doméstico.
O.O URDAN
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homenaje
Patio de armas Mapa de los castillos documentados en Inglaterra y Gales hacia 1100.
Mientras algunos se construyeron como defensa frente a incursiones de
daneses, galeses o escoceses (aunque los castillos fronterizos eran centros
de expansión más que .. defensas nacionales•), la mayoría de los castillos
se levantaron como centros fortificados de los nuevos estados normandos
o para dominar las ciudades existentes. La construcción de castillos fue parte
integral del proceso de conquista.
Típico castillo de principios del siglo XIII (Dourdan, Francia, h. 1222). Su gran
torre del homenaje ha ganado en altura y contiene las habitaciones distribuidas
por pisos más que horizontalmente, se ha redondeado por motivos defensivos
y se ha trasladado para formar parte del muro defensivo. :g)
CRAC DE LOS CABALLEROS
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- Red de carreteras (simplificada)
• Castillo cruzado
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O 25 50 km
25 millas
Castillos construidos entre 1130 y 1150 para defender los caminos que
salían de Asca lón hacia el corazón del reino de Jerusalén, y desde los
que poder atacar a la guarnición egipcia de la ci udad. Los cruzados
Este plano simplificado del siglo xm del castillo hospitalario del C rac de los finalmente tomaron Ascalón en 1153.
Caballeros (Siria) muestra su complejo sistema de entradas y las sucesivas
líneas de defensa en altura creciente, famoso ejemplo de fortaleza
concéntrica.
164
A medida que las técnicas de asedio fueron evolucionando, lo mismo ocurrió con
el diseño defensivo de los castillos, que pasó de los sencillos «montículos» hechos
de tierra y leña, a los grandes baluartes concéntricos del siglo XIII. El aumento de su
coste hizo que su propiedad quedase restringida a los príncipes y grandes nobles: de
ser un símbolo de poderes locales independientes pasaron a convertirse en bastio-
nes de la autoridad real.
A. Stewart
M.Bull
Desde el siglo x, en Italia como en otros muchos lugares, se desarrolló una red
de castillos, foco permanente de las estructuras del poder privado, que iban emer-
giendo lentamente como sucesores del mundo público de los carolingios. En el
norte de Europa, los castillos solían ser fortificaciones de aristócratas que domina-
ban los ya existentes sistemas de asentamientos y campos, muy a menudo altamen-
te estructurados. En Italia, los pueblos eran menos estables y la agricultura menos
controlada colectivamente (no había campos comunes ni cultivo por franjas). Las
fortificaciones aristocráticas podían tener un impacto mayor en los asentamientos,
en particular en el escasamente poblado centro de la península; el desarrollo de
castillos (incastellamento) creó una red de pueblos fortificados que, entre los años 950
y 1200 aproximadamente, absorbió al resto de los asentamientos rurales. Alrededor
de Roma y hacia el interior, por ejemplo, desaparecieron los pueblos no fortificados
y las granjas aisladas que habían proliferado anteriormente; los aristócratas despla-
zaron pueblos enteros y grupos de pueblos al interior de sus fortificaciones y los
165
LA EXPANSIÓN DEL PODER REAL EN FRANCIA ( 1180-1226)
Bouvines (1214)
ARTOIS X \
FLANDES
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GASCUÑA
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II Montenero
o Mustia
167
SENTAMIENTOS EN LA ITALIA MEDIEVAL:
T A A E T 1
km
• Asentamiento abierto (casnú) documentado
en 1000-1200
168
campesinos independientes debían construir e instalarse en sus propios castillos si
querían mantener la independencia.
En el primero de los mapas se ilustra este proceso en el Monte Amiata, al sur de
Toscana. En esta región, la desintegración política fue muy lenta y apenas había
castillos antes del año 1000; pero más adelante, los principales personajes de Amia-
ta emprendieron la construcción, y la nucleación de asentamientos es evidente. Al
oeste de la montaña, se aprecia un modelo muy claro de castillos que reemplazó a
los asentamientos abiertos con relaciones de igual a igual : Mustia, por ejemplo, era
un pueblo que fue sustituido por Montenero. No se sabe con certeza si los asenta-
mientos pasaron a ser de otro tipo: quizá Mustia fuese un pueblo nucleado incluso
antes de la fundación de Montenero. Pero hacia 1200, después del incastellamento,
los asentamientos nucleados eran predominantes: algunos documentos demuestran
que en la Amiata del siglo xm apenas existían casas aisladas. Al este de la montaña,
los modelos de asentamiento cambiaron sin lugar a dudas: los pequeños emplaza-
mientos dispersos por el valle se reunieron en el siglo xr en un reducido número de
castillos y, hacia 1150, este grupo se concentró en un número incluso inferior. La vein-
tena de asentamientos, algunos de ellos muy pequeños, que había hacia el año 900
quedó reducida a dos en 1200: la Abbadia S. Salvatore (castillo del monasterio de
San Salvatore) y Radicofani S. Salvatore, que pudieron tomar esta iniciativa porque
eran propietarios de la mayoría de las tierras de una región poco poblada y necesita-
da de una reorganización económica de la que se encargó el monasterio. Este tipo
de evolución en los asentamientos suele ser indicativo de organización económica
y control político, aunque para el monasterio los dos castillos resultaron ser súbdi-
tos muy dificiles y, con el tiempo, les cedió muchos derechos.
También en Toscana, Casentino (mapa adjunto) es un caso similar de concen-
tración del poder privado en el mismo período, pero en un entorno muy diferen-
te. Está mucho más cerca de una gran ciudad, Arezzo (las ciudades cercanas a
Amiata eran débiles); la propiedad de la tierra en manos de aristócratas seglares e
iglesias era más fragmentada en esos años de la Edad Media y muy numerosos los
campesinos propietarios de tierras. Los señores locales construyeron muchos cas-
telli, incluso más que en Amiata, pero muy pocos eran centros de población y
muchos eran meras residencias fortificadas de aristócratas menores. Una red com-
pacta de pequeños asentamientos abiertos sobrevivió casi sin interrupción y algu-
nos de ellos estaban muy fragmentados, con casas que se extendían de extremo a
extremo del territorio. Uno de los escasos castillos que se establecieron como
centro de población propiamente dicho fue el de Bibbiena, base principal de los
poderosos obispos de Arezzo. Pero Camaldoni, Prataglia y Strumi, monasterios
locales cuyos archivos han sobrevivido, no construyeron castillos, aunque sí reci-
bieron algunos de familias seglares: evidentemente, su poder no precisaba una
retórica militar como en Amiata. La importancia de Bibbiena subraya el fracaso
de la mayoría de los demás castillos a la hora de expandirse, como si los aristócra-
tas nunca hubiesen tenido hegemonía sobre la población como ocurrió en el sur.
Este modelo de numerosos castillos y asentamientos dispersos es corriente en las
áreas urbanizadas de la llanura del Po y el norte de Toscana, y parece indicar la
existencia de un poder político relativamente fragmentado y, en ocasiones, de
derechos señoriales débiles.
C. Wickham
169
LA HUERTA DE VALENCIA
El Cid tomó Valencia en 1094, pero la ciudad fue reconquistada por los musul-
manes en 1102 y no cayó definitivamente en manos cristianas hasta que Jaime I de
Aragón logró ocuparla en 1238. Sin embargo, pese a que los acontecimientos dra-
máticos crearon la ilusión de una triunfante victoria cristiana, en realidad los con-
quistadores estaban dispuestos a reconciliarse con los musulmanes que permanecie-
ron en la ciudad y, ante todo, a servirse de su mano de obra e instituciones agrícolas.
De esta manera, el reino de Valencia contenía tras la reconquista varias ciudades
predominantemente cristianas, particularmente la propia Valencia, muchas ciuda-
des donde convivían musulmanes y cristianos, y los campos que estaban bajo con-
trol de los señores cristianos, pero arrendados en su mayoría a mudéjares (musulma-
nes que vivían bajo gobierno cristiano).
Algunas regiones de la costa levantina, especialmente Valencia y alrededores, te-
nían una economía rural con complejos sistemas de irrigación donde miles de peque-
ños canales y zanjas distribuían el agua procedente de canales más grandes por vastas
áreas del territorio. Los ríos desempeñaban, por supuesto, un papel importante, sobre
todo el Guadalviar y el Júcar, pero también eran fundamentales las pequeñas presas,
divisores de corrientes, ramificaciones de canales, norias (probablemente de origen
persa) y pozos horizontales que repartían el agua por la fuerza de la gravedad (qanats).
Los efectos prácticos de la irrigación se impusieron a la sociedad rural haciendo
indispensable la cooperación de aquellos que dependían de la distribución del agua
y favoreciendo el desarrollo de granjas pequeñas y no de grandes haciendas. Antes
A
LA HUERTA DE VALENCIA
Pla de Quart
~ Principales canales de la huerta
~ Canales secundarios
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Mar Mediterráneo
km
B e D
170
de conquistar Játiva, el propio Jaime I de Aragón describió el paisaje en mosaico, las
huertas de la región, los pueblos o alquerías y los cursos de agua o acequias de los
que dependían los habitantes.
A.MacKay
171
D E
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E Tierras de la Corona
~ Señoríos eclesiásticos
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Señoríos de órdenes m11tares
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y A . G o n zález
Jerez, Cádiz, Puerto de Santa María) arribaron extranjeros: ingleses, franceses,
bretones y sobre todo italianos, en particular genoveses. En el diagrama adjunto
se ilustra el origen de los primeros colonos de Jerez de la Frontera. Pese a los es-
fuerzos demográficos que exigió a Castilla la repoblación andaluza, la región estuvo
poco poblada en los siglos XIII y XIV, especialmente en las zonas rurales, lo que
explica la fundación o repoblación de muchos núcleos rurales en los últimos años
de la Edad Media.
Desde el punto de vista administrativo, Andalucía estaba organizada en los tres
«reinos» de Jaén, Córdoba y Sevilla. En ellos predominaba inicialmente la jurisdicción
real que se ejercía en su mayor parte a través de una serie de grandes municipios o con-
sejos municipales que poseían muchas tierras y se regían por códigos municipales o
fueros. También se crearon algunos señoríos, casi todos ellos en la frontera con el reino
de Granada y dirigidos por las órdenes militares de Calatrava, Santiago y Alcántara.
Se estableció o restauró asimismo la organización eclesiástica; inicialmente la
región se dividió en tres diócesis: los obispados de Jaén y Córdoba, dependientes
del arzobispado de Toledo, y el arzobispado de Sevilla. En 1263 se creó el obispado
de Cádiz, dependiente de Sevilla.
M. González Jiménez
LA LEGISLACIÓN MARíTIMA
173
poco después en Copenhague (1505) y que desde entonces se conocen con el nombre
equívoco de Derecho Marítimo de Gotland. Durante los siglos XVI y XVII se realizaron
numerosas ediciones que, en algún caso, incorporaban pequeñas variaciones.
E. Frankot
En los siglos XII y XIII se fundaron muchas ciudades nuevas y muchos antiguos
asentamientos se elevaron a la condición urbana. Una forma corriente de proceder
era conceder a la nueva ciudad los derechos y privilegios de otra ciudad existente, y
como resultado se creaban «familias» de derecho urbano, grupos de asentamientos
urbanos cuyas leyes se basaban, por lo menos inicialmente, en el modelo de una
«ciudad madre». Esta última podía ser un centro económico y político como Lübeck,
o un lugar relativamente insignificante como Breteuil (Normandía), que sirvió de
modelo para muchas ciudades fundadas en una amplia región.
El grado de dependencia entre las ciudades madre e hijas variaba de un caso a
otro. En algunas ocasiones, la ciudad nueva adquiría sencillamente los usos de otra
y ahí concluía la conexión. En otros casos, la ciudad afiliada recurría a la madre para
dirimir algún punto oscuro en la reglamentación. El vínculo era incluso más estre-
cho entre ciudades como las inspiradas en el modelo de Lübeck, que recurrían a esta
última para sentencias de apelación presentadas ante tribunales locales.
Los tres ejemplos de familias que acabamos de explicar ilustran la variabilidad
del fenómeno. Al primer grupo pertenece la familia de ciudades que adoptaron la
ley de Breteuil, pequeña ciudad normanda emancipada por su señor William fitz
Osbem hacia 1060. Tras la conquista normanda de Inglaterra, fitz Osbem obtuvo el
título de earl de Hereford e introdujo la ley de Breteuil en su señorío, desde donde
se extendió a regiones vecinas de Inglaterra y Gales. Entre los anglonormandos que
invadieron Irlanda después de 1169 se contaban muchos hombres, como los Lacy,
de esa parte del país, y cuando fundaron ciudades, como Drogheda, adoptaron
también la ley de Breteuil. Así, por una serie de conquistas feudales, la ley de una
pequeña ciudad normanda fue adoptada por docenas de asentamientos en Ingla-
terra, Gales e Irlanda.
La ley de Breteuil no era un cuerpo vasto ni bien definido de usos y costumbres,
sino que su esencia parece haber sido la limitación de las multas judiciales a la redu-
cida suma de 12 peniques. El fuero de Cuenca, por su parte, era mucho más elabo-
rado: contenía unas mil cláusulas, por las que se regulaban asuntos tan variados
como derechos patrimoniales, derecho penal, obligaciones militares, relaciones ju-
deocristianas, irrigación y pastos, baños públicos y multas por arrancar rosas y lirios
del huerto ajeno. Este completo código fue promulgado por Alfonso VIII de Casti-
lla poco después de arrebatar la ciudad a los musulmanes en 1177. Por las mismas
fechas, Alfonso II de Aragón promulgó un código similar en Teruel. La familia foral
de Cuenca-Teruel se extendió más allá de las fronteras políticas y, a medida que la
Reconquista avanzaba hacia el sur, el fuero se aplicó a más ciudades, que como
Baeza e Iznatoraf (Andalucía) sirvieron de modelo para otros asentamientos.
La ley de Lübeck, original del siglo XII y codificada en el siglo XIII, fue la base
de la más importante de las tres familias aquí mencionadas. Era un conjunto com-
174
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LEGISLACIÓN MARÍTIMA
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LA LEY DE LÜBECK
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176
plejo de disposiciones que regulaban la actividad comercial, además del derecho
penal y el gobierno de la ciudad, y sirvió de modelo para más de cien ciudades que
se fundaron en la costa báltica en el siglo xm. Esta ley fue la constitución urbana
básica de casi todas las ciudades de Mecklenburgo y Pomerania. Dado el acento en
la independencia urbana, algunos dirigentes la consideraban sospechosa y los Ca-
balleros teutónicos, por ejemplo, desaconsejaban la aplicación de la ley de Lübeck
en sus territorios, optando por una ley propia menos autonómica, la de Kulm.
Danzig y Memel, originalmente bajo la ley de Lübeck, tuvieron que abandonarla
ante la presión de los Caballeros, pero, pese a esta resistencia, la ley de Lübeck
dominó bajo distintas formas el Báltico desde la propia ciudad hasta la frontera
con Rusia.
R. Bartlett
C. Wíckham
177
EL CONTADO DE LUCCA DEL SIGLO XII
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178
MOVIMIENTOS COMUNALES
MOVIMIENTOS COMUNALES
Huesca •
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179
religiosos. Las ciudades que surgieron a lo largo de la famosa ruta de peregrinación
de Santiago de Compostela son ejemplo de ello. Entre los habitantes de Sahagún,
por ejemplo, había peregrinos y otros individuos de diversas regiones de Francia e
Italia, incluso de Alemania e Inglaterra, pero aunque muchos de los que se estable-
cieron en Compostela, Sahagún, Carrión, Burgos y Palencia prosperaron relativa-
mente como mercaderes y artesanos, su riqueza y condición no iba acompañada de
participación alguna en la estructura del poder local y las crónicas contemporáneas
de los problemas que surgieron posteriormente son muy similares a las de Guibert
de Noguent.
Según el cronista anónimo de Sahagún, la ciudad fue fundada por Alfonso VI
de León y Castilla (1065-1109), que había velado por proteger los derechos y la ju-
risdicción del monasterio ya existente en el lugar, de manera que, si alguno de los
habitantes de la ciudad poseía tierras dentro del señorío del monasterio debía aco-
gerse a los términos y condiciones establecidos por el abad; todos los que poseían
casas en la ciudad debían pagar una suma anual al monasterio como renta y recono-
cimiento de la supremacía monástica; y todo el pan debía cocerse en el horno del
monasterio. Las fricciones por este último requisito se resolvieron cambiando la
obligación por otro pago en efectivo, de modo que los habitantes de la ciudad te-
nían que pagar una cantidad en Navidad por concepto de horneado y otra en Todos
los Santos como renta y reconocimiento de supremacía.
Los habitantes de la ciudad no sólo se resistían a la autoridad del monasterio,
sino que querían sustituirla por la suya propia. En un incidente típico, por ejemplo,
entraron a la fuerza en la sala capitular del monasterio, presentaron un documento
con leyes y usos nuevos que habían redactado ellos mismos y obligaron a los mon-
jes a firmarlo.
Pese a que el objetivo de tales rebeliones era establecer el poder comunal, la
iniciativa se contemplaba en términos prácticos y no como ideal abstracto. Con
mucha frecuencia, además, las revueltas estaban ligadas a tensiones más amplias,
como conflictos entre la monarquía y la nobleza, o los ciudadanos recababan ayuda
de otros sectores descontentos de la sociedad, como en el caso de Compostela cuan-
do ejercieron el poder comunal de facto durante todo un año, durante el cual prác-
ticamente desaparecieron los poderes políticos y jurisdiccionales del señorío ecle-
siástico.
A.MacKay
180
FEDERICO I BARBARROJA Y LA LIGA LOMBARDA
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Milán Ciudad de la Liga lombarda
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dispuestas a aceptar. La subsiguiente destrucción de Milán en 1162 provocó una
resistencia colectiva formalizada en 1167 en la Liga lombarda. El apoyo del papado,
inquieto ante el restablecimiento del poder imperial al sur de los Alpes, mantuvo a
la Liga unida frente a las tres siguientes campañas imperiales, hasta que finalmente
en 1176 sus fuerzas derrotaron al ejército de Federico en Legnano. Obligado así a
reconocer la inviabilidad de un gobierno directo sobre Lombardía, Federico firmó,
a cambio de un tributo anual, el Tratado de Constanza (1183), por el cual quedaban
establecidos los límites de la supremacía imperial y confirmada la independencia
efectiva de las ciudades. Las ciudades recibieron el derecho a fortificarse y a renovar
la Liga y se estableció una especie de aprobación imperial ficticia a la hora de reco-
nocer a los cónsules elegidos por las propias ciudades. Era un acuerdo que salva-
guardaba el honor de Federico, pero no disimulaba la pérdida de cualquier posibili-
dad de restaurar el poder imperial en el norte de Italia, pese incluso a que en 1183
varias ciudades seguían siendo pro-imperiales. Más importante aún, el tratado con-
cedía a las repúblicas urbanas el poder consuetudinario, la legislación y el peso de la
autoridad real, sentando las bases para la expansión de la independencia de las ciu-
dades de todo el norte y centro de Italia.
R. Oram y E. Coleman
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182
compuesta por cinco. La más antigua databa del siglo x y estaba en Sack (alrededor
del castillo fortificado y la catedral) y Alte Wiek, asentamiento alrededor del merca·
do. En el siglo XI creció un barrio mercantil en Altstadt, mientras que el duque En·
rique el León de Sajonia fundó Hagenstadt y Neustadt en el siglo XII. Las tres ciuda-
des nuevas disponían de sus propios consejos municipales en el siglo XIII (antes que
las dos más antiguas). En 1269 establecieron un consejo general que se ocupaba de
los asuntos de interés común. Aunque la existencia de consejos en las ciudades
componentes, cada vez más similares a municipios, quedó confirmada en 1299, el
consejo general se ocupaba de los asuntos internos y externos.
D. Ditchburn
D. Ditchburn
183
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GRANDES
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Perugia
Los años centrales de la Edad Media estuvieron marcados por una vitalidad
económica generalizada. La población aumentó, se dedicaron más tierras al culti-
vo y las ciudades crecieron en número y en tamaño. La actividad comercial tam-
bién estaba en expansión, pues los individuos trataban de vender el exceso de
producto para adquirir bienes que no podían conseguir localmente. Este comer-
cio giraba en torno a los famosos mercados y ferias medievales. Muchos de estos
foros se habían desarrollado en el período medieval anterior en un estilo ad hocen
castillos y monasterios cuyos orígenes son difíciles de establecer. En determinadas
fechas del año se congregaban multitudes en esos lugares por razones judiciales,
religiosas, etc., y los mercaderes se dieron cuenta de que estos grupos eran clientes
potenciales. Así, en una época sin los recursos ni necesidades para centros comer-
ciales permanentes, los mercaderes podían conocer a otros mercaderes y negociar
con ellos. En esa época, los terratenientes se dieron cuenta por su parte de que era
posible sacar provecho, mediante impuestos, peajes y otros tributos, de la activi-
dad comercial que generaban tales ocasiones. Si un señor concedía permiso para
celebrar un mercado o una feria, ello contribuía asimismo a estimular la fortuna
de una nueva ciudad. Como consecuencia, los mercados y las ferias cayeron bajo
la protección y reglamentación señorial y pasaron a tener condición legal. Los
mercados solían celebrarse semanalmente y tenían importancia local, mientras
que las ferias eran menos frecuentes y a veces sólo se celebraban una vez al año;
la mayoría duraban varios días o semanas y atraían a mercaderes de fuera de los
confines del mercado local. Aunque algunas, como la feria del vino de Bozen, la
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FERIAS Y RUTAS COMERCIALES EUROPEAS
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185
feria de la lana de Medina del Campo y la feria del arenque de Escania, estaban
especializadas en productos particulares, la mayoría eran un foro para el intercam-
bio de una amplia gama de productos locales y de otras regiones. Muchas ferias
eran de carácter regional, pero unas pocas adquirieron prominencia internacional,
ayudadas por unas buenas comunicaciones y los avances en el transporte. En al-
gunas áreas, se establecieron ciclos de ferias secuenciales que ofrecían a los merca-
deres oportunidades de comerciar prácticamente todo el año. Uno de los primeros
ciclos de este tipo se organizó en Flandes hacia el siglo XII y giraba en torno a las
ferias de Ypres, Lille, Mesen, Torhout y Brujas, que se celebraban entre febrero y
noviembre. El ciclo más famoso era el de Champaña: desde la feria de Lagny en
enero y febrero, los mercaderes podían viajar a Bar-sur-Aube, Provins y Troyes para
regresar a Provins y a la segunda feria de Troyes en noviembre y diciembre. Estas
seis ferias de Champaña atraían a mercaderes y mercancías de toda Europa occi-
dental y destacaban como lugar de intercambio de tejidos de Flandes por produc-
tos que llegaban a lo largo de la ruta fluvial del Ródano y el Saona en los navíos
de mercaderes italianos. Como consecuencia de esta actividad comercial, las ferias
de Champaña adquirieron gran importancia como centro financiero donde se
cambiaba dinero, se negociaban préstamos y se saldaban cuentas. En la Baja Edad
Media, otras ferias alcanzaron fama internacional, como el ciclo de Amberes/
Bergen-op-Zoom y las de otras regiones en pleno desarrollo de la Europa central
y oriental. En cambio, las ferias de Flandes, Champaña y otras de gran renombre
internacional en el siglo XIII decayeron a principios del siglo XIV. En algunos casos,
la inestabilidad política contribuyó a tal decadencia, pero los factores económicos
fueron probablemente más decisivos. Las ferias de Champaña sufrieron con el uso
creciente de los pasos por los Alpes centrales y la comunicación directa por mar
entre Italia y el norte de Europa, rutas que ya no pasaban por Champaña. La cre-
ciente complejidad de negocios y técnicas financieras hicieron menos necesario el
contacto directo que se daba en Champañ.a entre los mercaderes del norte y el sur
de Europa. En términos más generales, el comercio se había convertido en una
actividad constante en las ciudades más grandes de Europa occidental y, aunque
los mercados siguieron desempeñando un papel fundamental en la actividad co-
mercial medieval y posterior, ya no era preciso estimular esta actividad mediante
ferias periódicas.
D. Ditchburn
PASOS ALPINOS
186
que luchaban en Italia solían optar por ellos, dado que los caminos de acceso pasa-
ban por territorios no alineados. Desde los años 1230, cuando se construyó el puen-
te de Schollenen, los pasos occidentales perdieron tráfico en beneficio de San Go-
tardo, al que se llegaba fácilmente desde el noroeste y desde las ferias de creciente
importancia en el sur de Alemania, como la de Frankurt-am-Main. Más adelante, la
lana inglesa también se transportó a través de San Gotardo para evitar el paso por la
entonces hostil Francia. El paso del Monte Ceneri, situado más al sur, adquirió
mala fama en el siglo xv por la presencia de bandidos, mientras que otros pasos
centrales tenían su foco en Chur, entre los cuales el de Septimer era el más popular,
aunque eran muy frecuentes las grandes nevadas y el ascenso desde el sur era muy
empinado. Como rutas militares, los pasos centrales eran menos atractivos porque
convergían en Como y en Milán, tradicionalmente hostiles a los emperadores. Tras
la incorporación de Austria al Imperio, los ejércitos usaron cada vez más el paso de
Brenner, cuyos caminos de acceso eran directos y podía evitarse fácilmente Verana;
era además de poca altitud y con menos riesgo de grandes nevadas. Dada su proxi-
midad a Venecia y el desarrollo de la economía en Europa central a finales de la
Edad Media, el paso de Brenner adquirió mayor importancia comercial y fue uno
de los pocos por donde se transportaba vino, mientras que en Bozen, precisamente,
se celebraba una importante feria vinícola. Más al este, el paso de Pontebba y, desde
el siglo XN, el de Predi!, fueron usados por los mercaderes que negociaban entre
Veneto y Carintia.
D. Ditchburn
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CAMBIOS MEDIOAMBIENTALES (HACIA 1000-1300)
188
CAMBIOS MEDIOAMBIENTALES (h. 1000-1300)
D Bosque de coníferas
Bosque templado (haya, roble, abedul, aliso, olmo, sauce)
- Bosque mediterráneo (roble de hoja perenne,
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alcornoque, encina, pino)
Dehesa y sabana
Q Cultivo del castaño
- Pantanales/páramos
.... Minería
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BOSQUE D E ~
CóRCEGA
Mar Mediterráneo
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O km 100
189
tañas vascas, de Turingia y de los Cárpatos empleando la táctica de quemar los árbo-
les o descortezarlos para debilitarlos antes de la tala; y en las zonas que bordeaban
el mar del Norte y el Báltico, las partículas de carbón vegetal encontradas en los
sedimentos de suelos y lagos atestiguan la agricultura de tala y quema desde el
siglo XIII. La quema frecuente de bosques, brezales y páramos dio como resultado zo-
nas de pastos y bosques dominados por el roble, a expensas de hayas y abedules.
En la Inglaterra posterior a la conquista surgieron dos tipos de paisaje diferencia-
dos que rara vez se mezclaban: el champion u openfield (campos abiertos), formado
por aldeas nucleares y granjas de grano comunales; y el anciento woodland, dedicado
principalmente al ganado y que muestra una mayor biodiversidad. Se empleaban
enormes cantidades de roble para la construcción, para la leña se recolectaba la
madera de avellanos, sauces y fresnos, mientras para usos domésticos se usaba el
roble, el fresno, el aliso, el sauce y el tejo. La técnica de producción de vástagos se
practicó de forma extensiva, a menudo en oposición a la explotación del pastoreo.
En otros lugares también fueron desapareciendo densos bosques del paisaje que
antes dominaran. Sólo en Polonia, Rusia, Irlanda y los Highlands escoceses los gran-
des territorios boscosos no se vieron prácticamente afectados por la expansión de la
sociedad europea.
E. Pascua
190
Religión y cultura
Hacia finales del siglo XIII, el mundo cristiano latino había alcanzado práctica-
mente sus límites territoriales hasta que dos siglos después se iniciase la expansión
europea en ultramar. Las vastas provincias eclesiásticas de la Europa central lindaban
al este y al sur con territorios seguidores del culto ortodoxo y al nordeste con la Litua-
nia pagana, que no se convirtió al cristianismo hasta las postrimerías del siglo XIV. Las
provincias de Gnienzo, que correspondía al reino polaco, y Esztergom y Kalocsa,
parte del reino de Hungría, se habían establecido en los primeros años del siglo XI,
entre 1000 y 1009, pero desde entonces poco se había avanzado en la creación de
nuevas diócesis en dichas provincias. Kalocsa había adquirido jurisdicción sobre
Bosnia tras ser absorbida por Hungría durante la cruzada organizada contra los he-
rejes de la región. La gran diócesis de Praga, que junto con Olmütz pertenecía al
reino de Bohemia, todavía dependía de Maguncia y no se erigió en provincia inde-
pendiente hasta 1244. Al nordeste, se habían fundado varias sedes episcopales en la
primera mitad del siglo XIII con objeto de fomentar y facilitar la actividad misionera
entre los pueblos del Báltico, que quedaron consolidadas en la provincia de
Riga en 1253, a excepción de Reval, que quedó ligada a la provincia escandinava de
Lund. Dentro de la propia Escandinavia, el proceso de conversión iniciado en el
siglo x con los daneses progresó hasta culminar en la creación de las tres provincias
de Lund (1104), Trondhjem (1152) y Uppsala (1164) colindantes con los reinos de Di-
namarca, Noruega y Suecia, respectivamente.
Del otro lado del mar del Norte, en las Islas Británicas, se habían producido
muchos cambios importantes desde el siglo XI. En Inglaterra, los conquistadores
normandos respetaron las fronteras provinciales, pero desplazaron varias sedes de
sus ubicaciones anglosajonas a otros centros de mayor peso político y económico.
Eduardo I conquistó Gales a finales del siglo XIII y acabó con las eternas esperanzas
de los obispos galeses de obtener independencia jurisdiccional, pues las sedes que-
daron ligadas a la provincia de Canterbury. En Escocia, la confusión diocesana de
los albores de la Edad Media fue seguida, en el siglo xn, por la fundación o restau-
ración de sedes bien establecidas, que a partir de entonces disfrutaron de una suce-
sión ininterrumpida de obispos hasta la abolición del episcopado con la reforma.
Los esfuerzos de los sucesivos arzobispos de York del siglo XII por colocar a la Iglesia
escocesa bajo su jurisdicción metropolitana fracasaron excepto en Whithorn. A ex-
cepción de Sodor y Man (las islas) y Orkney, que formaban parte de la provincia de
Trondhjem, las demás sedes septentrionales quedaron directamente sujetas a la ju-
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SEDES EPISCOPALES LATINAS A FINALES DEL SIGLO XIII
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risdicción de Roma y el papa Celestino II les concedió el título defi"lia specialis de la
sede apostólica (1192), confirmando así lo que era una realidad política. Con el
tiempo, las sedes de St. Andrews y Glasgow obtuvieron dignidad metropolitana con
sus propios obispos sufragáneos en 1472 y 1492 respectivamente, mientras que las
sedes de Whithorn, las Islas y Orkney quedaron incorporadas a la Iglesia escocesa.
En Irlanda, la organización diocesana según el modelo del resto de la cristiandad
latina se inició a principios del siglo XII. Las cuatros provincias de Armagh, Cashel,
Tuam y Dublín quedaron establecidas en el sínodo de Kells (1152), lo que en reali-
dad ocurrió unos años antes de que Inglaterra se apropiase de Irlanda, pero Enri-
que II consiguió sacar partido de las sospechas que había en Roma de irregularida-
des eclesiásticas en Irlanda para obtener la aprobación del papa Alejandro III cuan-
do conquistó la isla.
Mientras que las provincias o diócesis de Europa central, Escandinavia y las Islas
Británicas se habían organizado de tal manera que se correspondían con unidades
políticas, la estructura eclesiástica desarrollada tempranamente en los reinos francos y
en el Imperio carolingio no reflejaba tan claramente las fronteras políticas. Así, por
ejemplo, las diócesis de las provincias orientales de Reims y Lyón, incluidas ambas
sustancialmente en el reino de Francia, tomaron tierras del otro lado de la frontera del
Imperio. Además, con unas pocas excepciones como el ducado de Normandía que
colindaba con la provincia de Ruán, las fronteras de las diversas provincias y diócesis
no coincidían con las de los grandes feudos, todo ello fuente de dificultades potencia-
les para las autoridades eclesiásticas y seglares. Las antiguas aspiraciones del clero bre-
tón, en particular las de formar una provincia bajo la jurisdicción metropolitana de
Do!, no desaparecieron completamente hasta 1199, cuando Inocencia III pronunció
una sentencia definitiva en favor de las reivindicaciones tradicionales de Tours. Como
ocurría en Francia, el modelo de provincias y diócesis en el reino de Alemania estaba
bien establecido en el siglo XI. Sólo en las marcas orientales y sudorientales del Impe-
rio, en las provincias de Bremen-Hamburgo, Magdeburgo y Salzburgo, se crearon se-
des nuevas en los siglos XI, XII y XIII. De esta manera, a la provincia de Salzburgo, que
cuando se creó (798) sólo contaba con los tres sufragáneos de Freison, Passau y Ratis-
bona, a los que se unió al poco tiempo el de Brixen, se añadieron las sedes de Gurk
(1072), Chiemsee (1215), Seckau (1218) y Lavant (1228). Pocos fueron los cambios
importantes que se produjeron en Francia, el Imperio o los reinos centroeuropeos en
los siglos siguientes. Unas pocas sedes se fundaron en las provincias del este, por ejem-
plo la diócesis de Pamiers se creó en 1295 como medida para combatir la herejía, pero
en 1317 se eliminaron esta y otras seis sedes nuevas de la provincia meridional de
Narbona y se asignaron al nuevo metropolitano de Toulouse, mientras que otras pocas
se fundaban al mismo tiempo en las provincias de Bourges, Burdeos y la propia Nar-
bona. En 1475 se separó de Arles otra pequeña provincia, Aviñón.
Los principales cambios institucionales desde principios del siglo XI fueron los
que se produjeron en el Mediterráneo. La expulsión gradual de los sarracenos dejó
disponibles vastos territorios en los que establecer provincias y diócesis. En la penín-
sula Ibérica, se aspiraba primordialmente a restablecer las sedes episcopales en sus
ubicaciones originales y la reconquista que hizo posible este objetivo había conclui-
do prácticamente a finales del siglo XIII, cuando el único reino moro superviviente
era el de Granada en el extremo sur. En 1492 se conquistó Granada y se formó una
provincia, mientras que Valencia ya había ascendido a la condición metropolitana.
En 1318 se creó la provincia de Zaragoza con jurisdicción sobre las sedes que ante-
194
-
riormente pertenecían a Tarragona. El Gran Cisma tuvo como consecuencia la con-
tracción de la provincia de Braga y la creación de la de Lisboa, ambas dentro de los
confines del reino de Portugal, que apoyaba a los papas urbanistas a diferencia de lo
que ocurría con Castilla. De la misma manera, Cerdeña y Córcega, dominadas por
los sarracenos, fueron conquistadas por los genoveses y pisanos, mientras que Sicilia
cayó en manos normandas en el siglo XI, lo que abría las puertas a la creación de un
nuevo orden eclesiástico en esas islas. Las rivales Pisa y Génova habían adquirido
calidad metropolitana en 1092 y 1133, respectivamente. La división del norte de
Italia prosiguió con la creación de las provincias de Florencia (1420) y Siena (1459).
En el siglo XI, la fragmentación provincial del sur de Italia continuó con la creación
de Rossano, Siponto (Manfredonia), Acerenza, Cosenza, Trani y Conza. En las
postrimerías de la Edad Media, pocos cambios sucedieron en Italia, aparte de la
supresión o unión de varias de las sedes más pequeñas y más pobres.
R. K. Rose
195
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particular en la frontera oriental alemana, siempre en expansión, y al norte de Ingla-
terra. Hacia finales de 1151, había más de 330 casas cistercienses y en el siglo si-
guiente se produjo una expansión uniforme pero menos acentuada. En el mapa se
indican los centros más importantes, los primeros en fundarse en una determinada
región o aquéllos a partir de los cuales se crearon otros muchos.
La orden premonstratense, fundada en 1120 por el famoso predicador Norberto
de Xanten (m. 1134), era una orden de canónigos regulares que no sólo seguían la
Regla de san Agustín, que se convirtió en la regla más popular del siglo XII, sino
también unas costumbres basadas en parte en las de Cluny y una organización de-
rivada de la Carta de la caridad cisterciense. Vestían también hábitos blancos, conta-
ban con la ayuda de hermanos legos para cultivar algunas tierras y se extendieron
por las regiones fronterizas de Alemania, aunque la conversión del cabildo de Mag-
deburgo significó también una sucesión de obispos premonstratenses en esa y otras
regiones de Alemania. Su expansión geográfica y cuantitativa nunca fue tan espectacu-
lar como la de los cistercienses, pero eran conocidos por toda Europa. Otras agrupa-
ciones destacadas del siglo XII son las de Savigny, que se unió a Citeaux en 1147; la
Orden de Sempringham, una pequeña orden inglesa fundada en los años 1130 por
Gilbert para mujeres y canónigos; y el famoso centro de Fontevrault fundado a
principios de siglo por Roberto de Arbrissel, también para mujeres. La Orden de
Grandmont emergió tras la muerte de su «fundador» Esteban de Muret en 1125, se
expandió considerablemente, pero casi exclusivamente en la Francia del siglo XII, y
desarrolló su propia Regla, que hacía hincapié en la pobreza de la comunidad.
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to apareció en Italia, pero se extendió con rapidez por todo el mundo cristiano. Los
mendicantes solían ser recibidos con entusiasmo, sin embargo, también se toparon
con la oposición del clero seglar, que los consideraba competidores, particularmen-
te después de 1267 cuando Clemente IV les renovó el privilegio de predicar, oír en
confesión y oficiar entierros sin el consentimiento explícito de la diócesis. No obs-
tante, el papado se mostraba por lo general colaborador y trataba de dirimir los
conflictos con bulas como la Super cathedram, publicada en 1300, por la cual se esta-
blecía la necesidad de obtener permiso antes de emprender dichas actividades.
Los frailes se establecieron inicialmente fuera de las murallas de las ciudades y se
trasladaron al centro a partir de los años 1230, a ubicaciones ya existentes, a menudo
ruinosas, que les eran cedidas por un obispo, un particular o una corporación local
simpatizante. Las primeras iglesias mendicantes construidas como tales eran diminutas
y sencillas y pronto se quedaron pequeñas, por lo que fueron reconstruidas en un estilo
arquitectónico nuevo que recordaba al modelo cisterciense. Este plan se adaptaba per-
fectamente a las necesidades de la predicación, con una nave espaciosa (sencilla o con
alas), crucero opcional y un ábside o capilla absidal para rematar el extremo oriental.
Aparte de la dedicación de estas órdenes a la predicación, sermones y educa-
ción, su contribución artística fue inmensa, pues cada orden mendicante atrajo el
patronazgo de muchas familias y otras fraternidades que les encargaban obras de
arte a cambio de misas y funerales. Los dominicos y los franciscanos, en particular,
tuvieron gran impacto en todas las formas posteriores de vida religiosa, incluidas las
comunidades terciarias. Este Tercer Orden estaba formado por grupos de hermanos
legos que llevaban una vida piadosa y de caridad, seguían viviendo en sus hogares,
casados o no, y se unían a los mendicantes para los servicios litúrgicos.
L. Bourdua
BEGUINAS Y BEGARDOS
Las mujeres pías conocidas como beguinas aparecieron por primera vez en los
Países Bajos y en Renania a principios del siglo XIII como parte de un movimiento
transeuropeo de resurgimiento religioso popular. Su número creció con rapidez y se
extendieron por el norte de Francia, Suiza y Europa central. El equivalente mascu-
lino, los begardos, era menos numeroso y seguía a las mujeres en lugar de dirigirlas.
El origen de los nombres es desconocido, pero está relacionado posiblemente con
la herejía albigense y pretendía sin duda desacreditar a esas mujeres y varones que
llevaban una vida de devoción piadosa pero no se plegaban a ninguna Regla reco-
nocida ni hacían votos perpetuos. Entre las beguinas y los begardos había miembros
de la nueva burguesía rica y mujeres más pobres que a veces vivían en hospitales de
beguinas. Apenas se las menciona en los registros escritos, y el estilo de las comuni-
dades variaba de una región a otra, incluidas algunas donde vivían solas o en peque-
ños grupos en una casa o convento, mientras que en otros casos vivían en un am-
plio beguinazgo aislado del exterior o en parroquias de beguinas. Las beguinas y los
begardos aceptaban voluntariamente vivir en pobreza, renunciaban a los bienes te-
rrenales, se acogían al celibato mientras vivían en comunidad, subsistían con el tra-
bajo personal, que a menudo se desarrollaba en hospitales o manufacturas textiles
y, ocasionalmente, recurrían a la mendicidad. Su espiritualidad era, con frecuencia,
199
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FAndrews
Los «HUMILIATI»
Los humiliati o «humillados» fueron uno de los numerosos productos del llama-
do «despertar evangélico» de finales del siglo XII, consistente en la búsqueda renova-
da de una experiencia religiosa más intensa basada en la vida de Cristo y los Após-
toles, tal y como aparecía descrita en los Evangelios: la vita apostolica y el modelo de
la Iglesia primitiva, la ecclesie primitiveforma. En un primer momento surgieron en las
ciudades y el campo del norte de Italia durante los años 1170 y las primeras referen-
cias describen tanto grupos de clérigos que vivían en comunidad como de mujeres
200
-
y hombres laicos dedicados a la vida religiosa en pequeñas asociaciones que promo-
vían la fe católica. En noviembre de 1184, junto con los cátaros, los Pobres de Lyón
y otros grupos menos documentados, fueron anatemizados como herejes por el
papa Lucio III y Federico I Barbarroja en el Concilio de Verona. La práctica más
alarmante de los humiliati era su insistencia en predicar sin autoridad, tal como se
especificaba en el texto de Ad abolendam, el decreto papal. También rechazaban
prestar juramento, tal y como aparece claramente en posteriores cartas papales, que
llegaron a dar larguísimas disertaciones para explicar por qué era necesario prestar
juramento en ciertas circunstancias. Sin embargo, no hay que dar más importancia
de la debida a esta acusación que se hizo a los primeros humiliati de herejes, ya que
no pecaron en cuestiones de dogma y, al contrario de lo que ocurrió con los valden-
ses, no existen pruebas de que se desarrollasen creencias y prácticas que fueran
contra la ortodoxia tras ser rechazados por la Iglesia. Es más, existen pocas muestras
de que se emprendiesen acciones contra ellos como resultado de la decretal Ad
abolendam, y a finales del siglo estaban lo suficientemente consolidados para acercar-
se al papa Inocencio III (1198-1216) en busca de aprobación. Para esta fecha se re-
conocieron tres distintos elementos: hombres y mujeres, tanto solteros como casa-
dos, que llevaban a cabo una vida religiosa y vivían cada uno en su propia casa (los
primeros «terciarios»); comunidades regulares de hombres y mujeres que vivían en
común; clérigos que seguían el ardo canonicus. En 1201, estos grupos lograron que
se les reconociera como tres órdenes separadas bajo un único marco de autoridad,
supervisadas por las casas de Viboldone, Vialone, Lodi y Como. La regla adoptada
por las comunidades regulares, Omnis boni pricipium, era una combinación de anti-
guas observancias monásticas. Se hacía especial énfasis en el trabajo manual, que se
expresaba por medio del trabajo de la lana y la producción de paños, aunque al final
también se convirtieron en terratenientes de cierta importancia que seguían las prác-
ticas monásticas tradicionales y tal vez más concretamente las de los cistercienses.
Los humiliati predicaron activamente contra los heréticos en el norte de Italia y,
a mediados del siglo XIII, el ardo Humiliatorum había alcanzado un crecimiento es-
pectacular. En 1278, Bonvesin della Riva, él mismo un terciario humiliati, registró la
existencia de más de 200 casas pertenecientes a la «segunda» orden regular y 7 cano-
niches de la «primera» tan sólo en la ciudad y región de Milán. Un registro de 1298,
sobre el que se basa este mapa, nombra 387 casas. Los humiliati se convirtieron en
una presencia de primer orden en la vida religiosa, económica y administrativa del
norte de Italia. En tal que expertos trabajadores de la lana, fueron llamados a poblar
Perugia y llevaron a cabo una activa labor administrativa en ciudades como Bolonia,
Parma y Novara. A finales del siglo XIII y principios del XIV, sirvieron con regularidad
como tesoreros comunales en Siena, Florencia y otras ciudades. Sin embargo, sus
planes de expandirse por el reino de Francia no se cumplieron.
Durante los siglos siguientes la orden retrocedió tanto en tamaño como en presti-
gio. A principios del siglo XIV ya había adoptado la regla benedictina y en algún mo-
mento de ese mismo siglo los terciarios habían desaparecido en muchas ciudades. En
los años 1500 los humiliati fueron barridos por los aires de cambio de la Reforma ca-
tólica y en 1571 el papa Pío V suprimió las órdenes masculinas, mientras a las mujeres,
puede que siempre numéricamente más significativas que los hombres, se les permi-
tió irse disolviendo de forma menos dramática a lo largo de los siguientes siglos.
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Roma como centro de la cristiandad papal quedó simbolizada en un parlamento
eclesiástico de unas dimensiones sin precedentes.
Además de los asuntos cruciales de la Reforma eclesiástica, la lucha contra la
herejía y la próxima cruzada, el concilio también se ocupó de temas de política
eclesiástica como resultado de la elección imperial en Alemania, la conflictiva pri-
macía de la Iglesia española y la suspensión del arzobispo de Canterbury. Otro ca-
ballo de batalla fueron los derechos del conde de Toulouse sobre los territorios ob-
tenidos a raíz de la Cruzada albigense. Todos estos puntos tratados influyeron en la
composición geográfica del cuarto Concilio de Letrán.
La reunión celebrada en Roma en noviembre de 1215 empequeñeció todos los
concilios ecuménicos anteriores en Occidente y a ella se sabe que acudieron más
de 1.200 clérigos. Escoceses e irlandeses se unieron a húngaros, polacos y sicilianos,
pero es preciso matizar el ecumenismo y cosmopolitanismo del Concilio de Letrán.
Los cristianos de Oriente no acudieron y los prelados del este cristiano eran en su
mayoría latinos trasladados. Las sustanciosas delegaciones enviadas desde España,
Provenza e Inglaterra estaban motivadas parcialmente por intereses regionales espe-
cíficos. Por encima de todo, la distribución geográfica de los padres conciliares refle-
ja un predominio mediterráneo y especialmente italiano, aunque la lealtad de los
italianos estaba fragmentada y localizada. Los países escandinavos no prestaron gran
atención al Concilio, y el episcopado alemán, políticamente dividido, no estaba
bien representado. No todos los obispados directamente dependientes de Roma
estaban en suelo italiano, pero la concentración de clérigos italianos en el Concilio
quizá explique la importancia de la política italiana del papado en el siglo XIII, tanto
en los Estados pontificios como en el sur de Italia.
G. Dickson
204
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tras burgo, la conflagración fue incluso mayor y las víctimas fueron probablemen-
te los oscuros ortlibianos. Cuando los campesinos de Stedinger, al norte de Ale-
mania, se negaron a pagar el diezmo al arzobispo de Bremen, fueron acusados de
herejes; el papa Gregario IX, que les creía luciferianos, autorizó la cruzada que
acabó con ellos en 1234. Estos reductos de herejes, sin embargo, no eran ninguna
amenaza seria para la Iglesia.
Lo que más preocupaba a un papa como Inocencia III (1198-1216) era el peligro
de grandes concentraciones en medio de las comunidades católicas de libertinos
religiosos con relativa libertad para evangelizar. Los cátaros o albigenses, por ejem-
plo, eran dualistas que disponían de Iglesia propia. Sus hombres y mujeres santos,
denominados perfectos, desempeñaban una labor activa de proselitismo desde los
Pirineos hasta el Estado pontificio, hasta la periferia romana. También los Pobres de
Lyón o valdenses, seglares cuya principal herejía era predicar el Evangelio pese a la
prohibición eclesiástica, ganaban simpatizantes en el sur de Francia y en las ciuda-
des lombardas. Los valdenses y los cátaros eran rivales, pero coexistían en la Europa
meridional y, hasta cierto punto, también en el norte. Las herejías mencionadas
eran las más destacadas, aunque había otras muchas. El último perfecto cátaro fue
quemado en la hoguera en 1321, mientras que los valdenses del Piamonte sobrevi-
vieron hasta la Reforma.
La presencia de los cátaros o albigenses era mayor en las tierras del conde de
Toulouse del sudoeste de Francia. Dado que los herejes estaban tan arraigados en la
sociedad del Languedoc, la Iglesia no podía persuadir ni obligar a la nobleza seglar
a que los suprimiera en su nombre. Tampoco el rey de Francia, Felipe II Augusto,
mostraba deseo alguno de intervenir. Tras el asesinato del legado papal Pedro de
Castelnau (1208), el papa Inocencia 111 lanzó una cruzada contra los herejes y sus
seguidores, una guerra santa por la paz (contra los routiers mercenarios) y por la fe
(contra los albigenses herejes). Encabezada por legados papales como el abad cister-
ciense Arnold Aimery y el barón del norte de Francia Simon de Montfort, en su
nombre se saquearon ciudades, se asesinaron a perfectos cátaros y se confiscaron
tierras. La cruzada se prolongó intermitentemente durante la primera mitad del si-
glo xrn, pero los cátaros no desaparecieron. En 1271, el Languedoc pasó a la Corona
francesa y los Capetas fueron los beneficiarios últimos de la cruzada.
Durante la Cruzada albigense (1212), Inocencia 111 amenazó a los milaneses
con enviar un ejército cruzado si no acallaban a los herejes de la ciudad. Pero las
cruzadas eran un instrumento de violencia indiscriminada, mientras que la Inquisi-
ción era potencialmente más selectiva. Tradicionalmente era labor del obispo detec-
tar a los herejes de su diócesis, pero había llegado el momento de echar mano de
especialistas. Los frailes franciscanos y, particularmente, dominicos aportaron la
práctica teológica y el celo religioso a esa tarea. La carrera del inquisidor dominico
Roberto el Bribón (en activo entre 1232 y 1239 aproximadamente) culminó con el
auto de fe masivo de cátaros en Mont-Aimé (Champaña) en 1239. El canónigo se-
glar Conrado de Margburgo persiguió con igual ahínco a los valdenses, cátaros y
supuestos luciferianos de la región del medio Rin desde 1227 aproximadamente
hasta que le asesinaron en 1233. El papa que les había dado poderes a ambos, Gre-
gario IX (1227-1241), estableció la Inquisición en el Languedoc en 1233; los inqui-
sidores estaban basados en Toulouse, Montpellier y Albi, mientras que en Narbona
ya había un inquisidor dominico nombrado por el arzobispo. Los tribunales inqui-
sitoriales permanentes también datan del pontificado de Gregario IX y se multipli-
208
caron a partir de entonces. Particularmente efectiva era la Inquisición de los muer-
tos, pues si se condenaba como hereje a un testador ya fallecido, los herederos de-
bían renunciar al legado y la propiedad resultó ser un acicate poderoso para la
ortodoxia.
G. Dickson
ANTISEMITISMO (1096-1306)
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ANTISEMITISMO ( 1096-1306)
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cuerpo mediante la conversión, y las órdenes mendicantes, en particular los domi-
nicos, montaron campañas de conversión en el siglo XIII que se materializaban en
sermones dirigidos a los judíos y en la celebración de debates públicos como el de-
sarrollado ante la corte de Jaime I (Barcelona, 1263). El fracaso de este «sueño de
conversión» acentuó la idea de que los judíos no podían asimilarse al cuerpo social
cristiano, y por ello era preciso segregarlos o expulsarlos. Esta última solución fue la
adoptada en Inglaterra con la primera expulsión general de judíos (1290) y en Fran-
cia (1306).
P Hersch
«Renacimiento del siglo XII» es una etiqueta historiográfica muy cómoda y pese
a varias evaluaciones, la opinión de Haskins de este acontecimiento cultural publi-
cada en 1927 sigue siendo el punto de partida para su estudio. Haskins destaca el
interés renovado por el latín y los clásicos antiguos, el renacer del derecho romano,
una mayor complejidad en los textos históricos y el auge de las universidades. Por
encima de todo, dada la repercusión en el pensamiento filosófico y científico, acen-
túa la traducción de textos no disponibles en Occidente durante generaciones.
Los principales centros de traducción estaban en Sicilia (incluido el sur de la
península) y España. En Sicilia, se tradujeron varios textos directamente del griego,
incluido el Almagesto de Ptolomeo y obras de Euclides y Proclo. La escuela de me-
dicina de Salerno era fuente de demanda de textos médicos, especialmente de Gale-
no, y las traducciones se deben a hombres como Burgundio de Pisa, jurista que vi-
A
RENACIMIENTO DEL SIGLO XII:
TRADUCCIÓN Y TRANSMISIÓN
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211
sitó varias veces Constantinopla. Burgundio y otros italianos tradujeron también
obras teológicas de los Padres griegos, sin embargo, la motivación principal estaba
en la traducción de filosofia antigua, a menudo con comentarios en árabe, además
de matemáticas y astronomía. Las traducciones del árabe en España eran sobre todo
de esos temas y aspiraban a recuperar la obra de Aristóteles. La elección de Toledo
como centro principal debe matizarse, pues parece prematuro hablar de una «escue-
la» bajo el arzobispo Ramón (1125-1152), pero a partir de la segunda mitad de siglo,
Toledo atrajo sin lugar a dudas a muchos eruditos destacados, incluido el prolífico
Gerardo de Cremona. Otros traductores conocidos son: Hugo de Santalla en Tara-
zana, Plato de Tívoli en Barcelona, Roberto de Chester en Segovia, Germán de
Carintia en León (1142), Toulouse y Béziers (1143).
No se sabe con certeza cómo llegaban los manuscritos de Aristóteles y otros
autores hasta los centros intelectuales de Occidente, aunque, probablemente, los
propios eruditos itinerantes desempeñaron un papel fundamental en esta divulga-
ción. La iabor de sistematizar los «nuevos» conocimientos y de armonizarlos con los
fundamentos de la teología cristiana recayó en hombres como Santo Tomás de
Aquino (1225-1274).
R. McCluskey
EL SURGIMIENTC>••
DE LAS UNIVERSIDADES
(1339, fecha aproximadc.::a:
• París
• Angers •.Orléans
h. 1250 h. 1236
Verana
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Palencia 1248 • 11 88 ·-·._ :-.
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Salamanca • Valladolid
1218- 1219° 1300
212
un gran número de eruditos económicamente no productivos sólo se concibe en
ciudades que les ofrezcan viviendas y mercados donde comprar los productos de pri-
mera necesidad. Desde principios del siglo XII fue en aumento el número de escuelas
urbanas, en tomo a las catedrales o maestros individuales. Eran muy distintas de las
escuelas monacales que durante mucho tiempo habían dominado el mundo de la
enseñanza. El ambiente era muy competitivo porque los maestros necesitaban atraer
y retener a los estudiantes que pagaban las cuotas que permitían sobrevivir a las escue-
las urbanas. Era corriente que los maestros fundaran una escuela con la intención de
atraer a los alumnos de un maestro rival. Desde el punto de vista institucional, la situa-
ción era muy variable, con maestros que se ponían de moda y quedaban anticuados
con gran rapidez. En el siglo XII, las escuelas fueron cada vez más permanentes, cada
una de ellas con varios maestros. En 1200 se habían establecido ya las primeras univer-
sidades en Bolonia y París. Los studiageneralia, como se les conocía, eran esencialmen-
te corporaciones o gremios. En Bolonia, los gremios estaban formados por estudiantes
y los estudiantes regulaban la vida de los maestros. En París, sin embargo, el control
estaba en manos de los maestros, que formaban corporaciones, y los estudiantes obte-
nían derechos a través de la asociación con sus maestros. Las universidades de creación
posterior siguieron uno de estos dos modelos con mayor o menor fidelidad. Funda-
mental en la creación de una universidad era la cesión de privilegios por parte del
papa, emperador, rey o comuna; estos privilegios solían incluir un elemento de auto-
nomía jurídica, el derecho de elegir cargos, poderes para redactar estatutos y otras cla-
ves de la independencia. Mientras los privilegios concedidos a las primeras universida-
des se limitaban a reconocer y consolidar los avances que ya se habían producido,
muchas universidades posteriores se «fundaron» deliberadamente.
Las universidades desarrollaron muy rápido un sistema de facultades. Un stu-
diumgenerale solía tener una facultad de arte y, por lo menos, otra facultad donde se
enseñaba teología, derecho canónico, derecho romano o medicina. Aparecieron li-
bros de texto básicos en lo que podríamos llamar ahora disciplinas académicas.
Qyedaron asimismo establecidas algunas técnicas básicas de enseñanza que se utili-
zaban en todas las disciplinas. Las clases eran comentarios de conjuntos de textos,
mientras que en los debates los participantes expresaban opiniones dispares. Los
eruditos que trabajaban en este contexto desarrollaron nuevas formas de pensa-
miento en diversos campos de estudio.
El proceso por el cual se establecieron universidades por toda Europa no fue
siempre fácil. De hecho, las universidades eran fuente de gran controversia y conta-
ban con seguidores apasionados y con críticos acérrimos. Nada es de sorprender
esta actitud, dados los distintos papeles que desempeñaban muchos eruditos en la
sociedad. Los maestros de teología de la Universidad de París, por ejemplo, conside-
raban que era su responsabilidad despejar toda duda y error, elucidar la verdad, de-
fender la fe contra la herejía y preparar a otros para predicar, enseñar y velar por la
sanación de las almas en toda la cristiandad. Las universidades tuvieron sin lugar a
dudas un gran impacto en muchos aspectos de la sociedad medieval. Los eruditos
contribuyeron a moldear las actitudes y opiniones en muchas áreas de la vida. Los
universitarios abandonaban el mundo académico para ejercer sus carreras en todos
los niveles de la administración seglar y eclesiástica. La cultura del intelectual medie-
val fue, pues, una parte esencial de la sociedad medieval.
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213
DIFUSIÓN DE LA ÉPICA FRANCESA ANTIGUA (LA LEYENDA DE ROLDAN)
La batalla de Roncesvalles (15 de agosto del 778) dio origen a una leyenda de
gran vitalidad. El nombre de Roldán se asocia por primera vez con este hecho en los
Vita Carolini del siglo IX, escritos en la corte de Aquisgrán por Eginardo. Una nota
incorporada a una crónica del siglo XI de San Millán de la Cogolla (Castilla) otorga
una dimensión mítica a Carlomagno y a sus doce «sobrinos», alarga el papel de los
moros («sarracenos») y asocia a muchos héroes de la épica francesa con la batalla.
Hacia el año 1100, el arquetipo de los poemas contemporáneos procedía de Nor-
mandía, de la mano probablemente de un poeta culto que sacaba partido de las
tradiciones orales. Esta versión fue el origen del más antiguo de los manuscritos del
Cantar de Roldán, copiado en Inglaterra hacia 1150. El material recogido en Ingla-
terra se transmitió a Noruega y de ahí a Dinamarca para formar dos versiones de la
saga nórdica Karlamagn,ús (siglo xm). En el siglo XII, aparecieron versiones semiinde-
pendientes en las regiones del centro y el este de Francia, que hacían hincapié en los
detalles del romance entre Roldán y su prometida Alda. En los dos siglos siguientes,
se tradujo Roldán al inglés, galés, alto alemán medio, provenzal, aragonés y a la
koiné francoitaliana del Veneto. Probablemente fuese desde la Inglaterra Plantage-
net, posiblemente a través de Escocia y de la capitanía norse de Orkney, como se
transmitiría la leyenda a Noruega y Dinamarca, donde se incorporó junto con las
leyendas del héroe local Ogier el Danés en los antiguos textos norse Karlamagn,ús
saga y danés Karl Magn,us Kronike. En Inglaterra, las leyendas en las que aparecía el
personaje de Roldán conservaron su popularidad y produjeron una serie de roman-
ces sobre Carlomagno en inglés medio y escocés, dando lugar al Taill ofRauf Colyear
B
DIFUSIÓN DE LA
ÉPICA FRANCESA
ANTIGUA (la leyenda
de Roldán)
O 250
'-----'
km
214
en el siglo XVI. Se escribieron asimismo dos versiones de la juventud de Roldán
(Enfances): Aspremont en el reino normando de Sicilia (hacia 1190) y Girart de Vienne
de Bertrand de Bar-su-Aube (hacia 1175), que ligaba la leyenda de Roldán con la del
clan narbonés. La concepción incestuosa de Roldán está muy ligada a las leyendas
de los primeros años de la vida de Carlomagno, recopiladas entre otras obras en las
actualmente perdidas Mocedades de Mainete procedentes de Castilla y las alemanas
Karl der Grosse de Der Stricker. Como obra pseudohistórica, la leyenda cumplía ob-
jetivos cruzados en la Historia Caroli Magni («Pseudo-crónica de Turpin»), en una
versión temprana que se conserva en el Codex Calixtinus de Compostela. También
fue fuente de inspiración para crónicas oficiales francesas (siglo xrv) y para potenciar
el prestigio de la casa de Borgoña en el siglo xv. El atractivo duradero de la leyenda
se pone de manifiesto en las obras del siglo XIV Entrée en Espagne y Prise de Pampelune,
ambas escritas en la región de Padua y fuente de inspiración para Ariosto y Boyardo
en los cuentos tradicionales de Lieja y Nápoles, donde generaron teatros de mario-
netas todavía existentes, así como en cuentos similares que circulaban por Andalu-
cía y Portugal, desde donde llegaron al Nuevo Mundo y a Goa, donde todavía son
productivos. Las representaciones artísticas de la leyenda son numerosas y van des-
de los capiteles románicos de Estella y Fidenza hasta el «Ventanal de Carlomagno»
del siglo XIII en Chartres, estatuas góticas en Reims, el relicario de Carlomagno en
Aquisgrán (1200-1215) y la estatua del siglo xv de Roldán en Dubrovnik. Cabe men-
cionar, asimismo, el ya perdido mosaico del suelo de la catedral de Bari (siglo x11)
donde se representaba la batalla de Roncesvalles.
P. E. Bennett
215
D
TROVADORES: CENTROS
DE CREATIVIDAD Y VIAJES
DE LOS POETAS @ Centros prmc1palcs
O Centros secundarios
• Otros centros
250
km @ Poitiers
Blaye , \'b'Veu'/.
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0 Montferrand and Clem1ont
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el marqués de Montferrat como muchos trovadores del siglo XII y principios del XIII,
con quien viajó a Chipre y quizá a Constantinopla. Las rutas por las que viajó Gaus-
but de Poicebot entre el Limousin y España se conocen con menos precisión; al
igual que el más antiguo poeta gascón Cercamon («Busca mundo»), arquetipo tal vez
del «trovador errante». Otros poetas, en particular trobairitz como María de Venta-
dom y la condesa de Die, aunque también Raimbaut d'Aurenga (conde de Orange)
y caballeros pobres como Berenger de Palazo! (antes de 1164), permanecieron al
servicio de señores locales. Peire d'Alvemhe, originario de Clermont, es uno de los
numerosos poetas que abandonaron el claustro para llevar una vida itinerante en
Occitania, el norte de Italia y España. Otros, por el contrario, tomaron el camino
contrario, como Folquet de Marsella, que nació en una familia de mercaderes, posi-
blemente de origen genovés, y se convirtió en obispo de Toulouse; o como Guil
Folqueis, que pasaría a ser el papa Clemente N Algunas ciudades importantes fue-
ron centro de atracción para muchos poetas, como Vienne, sede del delfin, Le Puy,
que prestó su nombre a sociedades poéticas del norte de Francia, y Toulouse, donde
se celebraban los «Juegos florales» del renacimiento de los trovadores del siglo XIV.
No todos los trovadores procedían de Provenza: Lanfranc Cigala y Fouquet de
Marsella, obispo de Toulouse, eran de Génova, ciudad en la que escribió el primero de
ellos; Sordel era de Mantua, y Guillem de Cabestaing y Guillem de Bergedan, catala-
nes, y todos ellos viajaron por Francia y España. Sólo actualmente se ha llegado a reco-
nocer como merecen los largos y constantes viajes que llevaron a cabo estas gentes de
los siglos Xll y XIII, y los recorridos aún más extensos de sus libros, que vienen a corro-
borar la importante influencia que la poesía trovadoresca tuvo sobre poetas de Sicilia
(Folquet de Romans trabajó para Federico 11), el norte de Italia (su influencia sobre
Dante y Petrarca ha marcado de forma indeleble la cultura europea), España, Francia
y Alemania (tanto en Minnesinger como en Meistersinger). Muchos de estos desplaza-
216
-
mientas y la consiguiente difusión cultural emanaban de la enorme influencia y
conexiones político-geográficas de las casas de Anjou, Aragón-Toulouse y Provenza,
que, junto con otras casas transalpinas como la de Montferrat, alimentaban una
tradición continuada de patronazgo poético entre sus propios miembros.
PE. Bennett
EUROPA ROMÁNICA
D
EUROPA ROMÁNICA
Ruta de peregrinaciones
+- - lnflucncia lomba.rd.a
1 Spcycr
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km
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6 Morimond
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11
Périgueux
C\uny
12 Tournus
13 Puente la Reina
14 llonccsvallcs
15 Mo1ssac
16 Toulousc
17 Canigou
18 Cahors
19 Lyón
20 St. Gilles
21 Arles
217
de la arquitectura románica se llega en Inglaterra, en la catedral de Durham, con la
bóveda de crucería sustentada por pilares cilíndricos y compuestos.
Talleres de albañiles itinerantes de Lombardía eran convocados por abades y
obispos para reconstruir iglesias que habían sufrido daños tras sublevaciones o inva-
siones en el siglo x o para construir nuevos edificios para las órdenes religiosas refor-
madas. Esta iniciativa avanzó con naturalidad Rin arriba hasta Suecia. Una vez ins-
talados, los talleres preparaban a trabajadores locales y, con el tiempo, de estas áreas
partían más artesanos itinerantes. Así se explica la difusión de tendencias regionales
por toda Europa. Las órdenes cisterciense y cluniacense desempeñaron un papel
importante en el patronazgo de la época. Las rutas de peregrinación a Roma,Jerusa-
lén y, sobre todo, Santiago de Compostela, también fueron un factor importante en
la propagación del estilo. Entre los lugares más destacados de peregrinación están
Sainte Foy de Conques, San Marcial de Limoges, San Sernin de Toulouse y Santiago
de Compostela.
L. Bourdua
EUROPA GÓTICA
218
EUROPA GÓTICA
♦ - Expansión dd góLico
I L1c.hfield
2 Worcester
3 Hereford
4 Gloucester
5 Bristol
6 Wells
7 E.xeter
O 250 8 Salisbury
'--' 9 Peterborough
km
10 Ely
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12 Londres
13 Cantcrbury
14 Bru¡as
15 Ypres
16 Bruselas
17 Senhs
18 Reuns
19 París
20 Siena
21 San G1mignan
22 Perugia
23 Estrasburgo
24 Trévens
25 Limburg
26 Marburgo
27 Colonia
28 Paderbom
29 Núremberg
30 Ulm
31 Augsburgo
A
L. Bourdua
219
LOS VIAJES DE VILLARD DE HONNECOURT
Pilis (?) •
O 150
km
A B
J Higgitt
Desde el siglo XII, Westrninster se fue desarrollando como capital del reino y
centro de gobierno. El palacio de Westrninster era una residencia real que albergaba
las oficinas gubernamentales, tribunales y en numerosas ocasiones al parlamento.
220
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s;gJo XIV (Eduardo II y 111)
E Siglo XIV (Ricardo 11)
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Los lugares en cursiva
son de emplazamiento aproximado
metros 30 PALACIO
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Blanco-White
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Habi1acionts
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Plano del palacio de Westminster según Brown, Colvin y Taylor, History ofthe King's Works: Plans.
221
Para los reyes de Inglaterra posteriores a la conquista, la abadía de Westminster era
la iglesia en la que se coronaban, santuario del rey santo Eduardo el Confesor (ca-
nonizado en 1161) y, desde el siglo Xlll, también mausoleo real. Las múltiples fun-
ciones del palacio y de la abadía convirtieron Westminster en el centro de la autori-
dad temporal de la monarquía inglesa, fuente de su legitimidad espiritual y dinástica
y escenario de las principales ceremonias de la realeza.
La abadía de Westminster fue refundada como comunidad benedictina bajo el
rey Edgar (hacia 960). El patrocinio real, que se practicaba desde hacía siglos, siguió
bajo los reinados de Eduardo el Confesor (1042-1066) y Enrique 111 (1216-1272),
que reconstruyeron la abadía. Sin embargo, no existe una evidencia firme de la
existencia de un palacio real en Westminster hasta el reinado del Confesor. El hijo
del Conquistador, Guillermo Rufus, construyó el Gran Salón Westminster, el cual
con sus más de 1500 m 2 y ampliado por Ricardo II, que incluyó un techo artesona·
do, sigue siendo impresionante. En él se celebraban las aclamaciones y banquetes
de coronación, y en su estrado muestra el trono de mármol blanco mandado cons-
truir por Enrique III. En el siglo XIV se reunían en él la Corte de Alegatos Comunes,
la Corte del Tribunal del Rey (KB) y la Cancillería (C), aunque los recintos de los
tribunales de justicia, junto con las tiendas que se alineaban a lo largo de la sala, se
retiraban durante las celebraciones importantes. En 1216 además se instalaron en
Westrninster la Hacienda y el Tesoro. El Parlamento también se reunía en Westmins-
ter, los Lores sentados en la Cámara de la Reina y los Comunes en la sala capitular
o refectorio de la abadía. La residencia original, el Palacio Privado, fue ampliada a
lo largo de los años, aunque luego se abandonase a favor del palacio de Whitehall
bajo Enrique VIII. El esplendor del palacio se hará famoso gracias a la conocida
decoración del siglo XIII del Salón Pintado, que incluía escenas bíblicas y Virtudes
personificadas pisoteando a los Vicios. Las actuales cámaras del Parlamento fueron
reconstruidas sobre el mismo lugar después de que un incendio destruyese el pala-
cio en 1834.
S. Dixon-Smith
La Sainte Chapel/e, una capilla privada construida hacia 1242-1248 por Luis IX
para albergar las reliquias de la Pasión de Jesucristo que había adquirido de Baldui-
no II de Constantinopla, es una obra maestra del arte y la arquitectura gótica. Envi-
dia de los demás príncipes europeos, fue un modelo de capilla palatina en Francia
y demás países, aunque no debe subestimarse el poder e importancia política de las
reliquias. La adquisición de Luis de la corona de espinas, el símbolo supremo de la
realeza de Cristo, fue aclamada por los contemporáneos como si el propio Jesucris-
to hubiese identificado Francia como nuevo «pueblo elegido» y coronado a su rey
con su misma corona.
La Sainte Chapel/e se asemeja a un relicario gigante. La capilla superior, que acogía
las reliquias de la Pasión dentro de un relicario situado sobre una tribuna elevada en
el extremo oriental, parece una gran caja de cristal, la capefla vitrea de la leyenda artú-
rica. Todas las superficies están cubiertas de decoración policromada, salpicada con
los símbolos heráldicos de Luis y su madre, Blanca de Castilla. Las escenas que se
222
LA SAINTE CHAPELLE, PARÍS
SAN JUAN INFANCIA
EVANGELISTA DE CRISTO
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- EZEQUIEL
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JEREMIAS
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- - - - - - - ~":,,. JUDIT
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JOB
NÚMEROS 4cj}.~~~~~#9~é4i
APÓSTOLES
l. S.Juan
4. Santiago el Menor
APOCALIPSIS 6. S. Pedro
,,,,,..,. (Este rosetón 7. S. Pablo
h. 1485-1498, 9. Santiago el Mayor
reemplaza a otro 11. S. Bartolomé
anterior) 2, 3, 5, 8, 10, 12. Apóstoles
no identificados
Río Sena
223
describen en las impresionantes vidrieras de 615 m 2 recorren desde la Creación (A)
hasta el Apocalipsis (rosetón). La secuencia histórica del Antiguo Testamento (A-E,
K-N) se interrumpe en el ábside, donde la Pasión aparece flanqueada por escenas de
las vidas y Libros de los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Las propias
acciones de Luis (O) siguen a las de los reyes bíblicos (N). El primer Advenimiento de
Cristo (H) se sitúa frente al Apocalipsis (rosetón) y el rey aparece sentado bajo el Libro
de los Números (C), con las escenas superiores salpicadas de coronaciones apócrifas,
mientras la reina se encuentra adecuadamente situada bajo el Libro de Ester (H). Las
esculturas de los Apóstoles se alzan sobre pilastras (1-12), rodeando a Cristo represen-
tado por sus reliquias o incluso por el propio rey si ascendía a la tribuna del relicario.
A lo largo del pedestal, se disponen las rodelas de los santos cuyas reliquias fueron
trasladadas desde iglesias locales para recibir la llegada de la corona de espinas.
Dañada por el fuego, las inundaciones y el abandono, la capilla sufrió una im-
portante restauración en el siglo XIX, aunque la mayor parte de la estructura y las
vidrieras son originales, alzándose como monumento a la maestría artística medie-
val y a la propaganda real.
S. Dixon-Smith
224
LAS LENGUAS
VERNÁCULAS
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donia ex-yugoslava y Grecia. Puede que estas lenguas vernáculas se vieran reforzadas
por migraciones orientales llegadas desde Dalmacia y Panonia cuando los eslavos se
trasladaron al oeste, tal como sugiere la existencia del dalmaciano (que se extinguiría
en la década de 1880) y el istro-rumano en Eslovenia y Croacia. El latín como len-
gua culta se extendió a través de la conversión de paganos, sobrepasando amplia-
mente los límites de la zona de dominio romano, alcanzando Irlanda, Escandinavia
y el Báltico, al tiempo que la expansión de musulmanes y vikingos y la llegada de
los húngaros incorporaba nuevas lenguas al poder.
Con el tiempo, los dialectos que seguían vivos se fijaron como latín (ahora ro-
mance), alemán y eslavo, aunque los límites entre estas lenguas fueron inicialmente
fluidos como, por ejemplo, en los islotes de habla romance que sobrevivieron en la
zona germánica del Mosa y en los valles del Mosela hasta el siglo XII, o como los
vestigios de un antiguo límite, más oriental, de habla franco-provenzal al oeste del
cantón de Friburgo. Las diferencias geográficas y culturales aseguraron que en un
principio la lengua germánica se dividiese entre el nórdico antiguo (norse) y el ale-
mán, mientras los eslavos del sur acababan siendo separados de otros pueblos de
habla eslava por los húngaros.
El mapa trata sobre todo de reflejar la distribución de las lenguas vernáculas
hacia el año 1200 que contaron al menos con el apoyo social para sobrevivir como
lenguas diferenciadas (vasco, franco-provenzal, retorromance, sardo, húngaro, alba-
nés, daca-rumano) y del resto de lenguas vernáculas que disponían del apoyo polí-
tico suficiente como para competir para alcanzar el estatus de lengua culta. Este
apoyo político podía adquirir la forma de unidad política por lengua vernácula,
como en el caso de los cinco reinos cristianos de la península Ibérica desde las pri-
meras fases de la Reconquista. Por otro lado, las entidades políticas rivales a veces
tenían más de una lengua, como ocurría en el caso de las Islas Británicas. También
podía ocurrir que en los estados más grandes una variedad lingüística se prefiriese
con el tiempo a las demás, como ocurriría con la elección de la tangue d'oil en Fran-
cia o del antiguo alto alemán en el Sacro Imperio Romano Germánico, que refleja
el extracto del grupo dominante que gobernaría dichos estados. Por último, el nór-
dico antiguo, el ítalo-romance y el eslavo siguieron el proceso de fragmentación que
daría lugar a la separación de las distintas lenguas nórdicas en Escandinavia; al sur-
gimiento del veneciano y en el siglo XIV del toscano en Italia; y, tras las invasiones
mogolas del siglo XIII y del desarrollo del Ostsiedlung en el Báltico, a la aparición del
ruso como variedad dominante entre los eslavos orientales como réplica al polaco
entre los eslavos occidentales. Fue el prestigio de las élites medievales y el devenir
de las entidades políticas en las que ejercieron su influencia lo que puso los cimien-
tos de las lenguas nacionales modernas.
C. Sneddon
La mayor parte de los europeos occidentales que viajaron a Asia central y orien-
tal fueron mercaderes, prisioneros o esclavos. Sin embargo, salvo la versión de Mar-
co Polo, dictada a Rustichello de Pisa y que rápidamente captó la imaginación de
todos los occidentales, no contamos con ningún otro informe escrito de este tipo
226
A B D E
VIAJEROS OCCIDENTALES
AL LEJANO ORIENTE (siglo xm)
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·-
Bagdad
Kan Mongke
o km 100
A e D
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de viajes. En su lugar, fueron los enviados diplomáticos y los misioneros quienes
dejarían descripciones detalladas de sus recorridos.
Antes de la celebración del primer concilio de Lyón (1245), el papa Alejandro IV
despachó cuatro delegaciones de mendicantes a las regiones orientales más lejanas
que se conocían y a la famosa corte del kan mogol. Sólo una de ellas, la dirigida por
el fraile Juan de Plano Carpini, alcanzaría la corte del kan Güyüg. Sin embargo, tres
delegaciones dejaron informes sobre sus expediciones. La segunda jornada a Orien-
te de Andrés de Longjumeau, en nombre del rey Luis IX de Francia, inspiró la jor-
nada del fraile misionero William de Rubruck en 1253.
La incorporación de las obras de Juan de Plano Carpini y de Simón de Saint
Qyentin en el Speculum Maius (hacia 1250) de Vincent de Beauvais, la mención de
Roger Bacon en el Opus Maius (hacia 1265) de William de Rubruck y de Juan de
Plano Carpini y el uso del texto de Andrew de Longjumeau por parte de Matthew
Paris (hacia 1254) son una demostración del interés inmediato que suscitaron las
historias de viajeros. Gracias a estos informes, en especial al de William de Rubruck,
los europeos de Occidente aprendieron sobre la existencia de cristianos nestorianos
en la corte mogola, el budismo, el mar Caspio y las puertas de Alejandro, que ence-
rraban a los temidos pueblos Gog y Magog tras su derrota.
Los siglos XIV y xv fueron testigos de un creciente número de viajeros hacia
Oriente y de sus relatos. La descripción pormenorizada aunque algo fantástica de
Odorico de Pordenone sobre su largo viaje y los falsos, aunque espirituales, Viajes de
Sir john Mandeville alcanzaron gran popularidad. Puede que el legado de estos viaje-
ros fuese la inspiración que llevara a Cristóbal Colón y otros a salir en busca de rutas
a China vía Occidente.
S. David
228
Baja Edad Media
(13 00-1500 aproximadamente)
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: :'°:,·. .....
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LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS: < :• :
PRINCIPALES CAMPAÑAS Y BATALLAS ::•·
/ Eduardo III, 1339·1340
Eduardo III, 1342· 1343
~ Eduardo Ill, 1346
Eduardo III, 1359·1360
Lond~:s4 • Lancaster, 1345
• Metz
Toul
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I • Bou rges
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(
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100 200
km
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Fuente: K. Fowler.
Guerra y política
Las causas más remotas de la «Guerra de los Cien Años» (término que cubre los
conflictos sucedidos entre 1337 y 1453) fueron las aspiraciones del rey de Francia,
tras el tratado de París (1259), a la soberanía del ducado de Guyena (o Aquitania),
bajo dominio a la sazón de su vasallo el rey de Inglaterra. El conflicto surgió ante
la dificultad de aplicar tan complejo tratado y todos los acuerdos secundarios
(Amiens, 1279; París, 1303), junto a una definición más precisa de los derechos
soberanos. En 1294, Felipe IV sancionó Guyena e invadió el ducado. La paz quedó
rápidamente restaurada, pero los esfuerzos de los diplomáticos por resolver proble-
mas de antiguo fracasaron ante la intransigencia de ambas partes. En 1324, Guyena
fue confiscada de nuevo y, pese al acuerdo de paz de 1327, los franceses cedieron
un ducado reducido (conservando Agenais) y exigieron compensaciones. El proce-
so de Agen (1332) no hizo sino exacerbar las tensiones. Por entonces, otras causas
habían agudizado el malestar. Con la alianza franco-escocesa restablecida (1295),
Francia intervino en apoyo de David Bruce y en una serie de invasiones inglesas de
Escocia entre 1332 y 1337. La rivalidad se extendía a la búsqueda de aliados en los
Países Bajos, donde los factores económicos eran muy importantes debido al gran
comercio anglo-flamenco de lana. En el mar, la piratería y las actividades navales
ligadas a los planes cruzados de los franceses empeoraron aún más las ya malas
relaciones.
La extinción de la dinastía de los Capetas de línea directa (1328) fue un punto
de inflexión porque permitió a Eduardo 111 reclamar la Corona de Francia. La ba-
lanza se inclinó entonces hacia Felipe de Valois, el candidato adulto varón más
próximo. Eduardo, bajo la tutela de lsabella y Mortimer, prestó homenaje por sus
tierras francesas, pero tras otra serie de esfuerzos por resolver diferencias concernien-
tes a Guyena, Eduardo atentó contra la base de las relaciones anglofrancesas y recla-
mó la Corona de Francia, primero de forma tentativa y momentánea en 1337, y
luego de forma permanente a partir de enero de 1340. Qiizá fuese muestra de pura
conveniencia, pero se ha indicado que la estrategia de Eduardo hasta 1360 refleja un
firme convencimiento en sus exigencias, incluso en que tenía la Corona al alcance
de la mano tras algunas victorias espectaculares como la de Crécy (1346) y la de
Poitiers (1356). En cualquier caso, una vez adoptado, el título de «rey de Francia» se
incorporó al estilo regio hasta que Jorge 111 renunció a él en 1801, exceptuando en
el periodo 1350-1369 cuando se trató de aplicar el tratado de Brétigny (1360) que
puso fin a la primera gran fase de la guerra.
231
e
LA GUERRA DE LOS CIEN PROVINCIAS Y SENORfOS
AÑOS: Francia en 1328 1 HJndc~ 31 Clumparü
J. Arto1s 32 P1c.i.rdía
j Pomh1eu 33 An¡ou
4 BrJb.1n1e 34 Angou\Cnu:
5 lt.unJult 35 l'cngord
6 Normandia 36 Ga~cuña
7 Evreux 37 Cotcnt.rn
8 Alen,on 38 Tourainc
9 Blo,s 39 Orlt,rns
10 Bretañ,1 40 Bcrry
11 Rcthcl 41 M.kon
12 Bar -1 2 Navam
13 Lorena 43 Rouergue
14 Borgoña (ducJ.do) 44 Qucrcy
15 Bor!(oña (condado) 45 Albret
16 Never\ 46 Po1tou
17 Barbón
18 MJ.rdic
19 Auvcm1J
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21 Sabaya
2}. Dclfin.ido
23 Valence
24 rrovenLJ
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26 f-olX
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28 Beam
29 Guienne
JO \;unwngc
A e D
En caso de haberse completado, este tratado habría otorgado a los ingleses una
Guyena ampliada y soberana, incluidas Poitou, Saintonge, Périgord, Qyercy y
Rouergue, como justificación del recurso a la fuerza de Eduardo, pues tras un falso
inicio que supuso escasos logros tras la campaña en los Países Bajos y de hecho trajo
consigo la bancarrota y el estallido de la guerra de sucesión bretona (1241-1364) y
campañas en Normandía y Guyena, la fama de las armas y la caballería inglesas se
extendió por toda Europa. En 1359, Eduardo preparó incluso su coronación en
Reims, pero el &acaso de esta campaña provocó nuevas negociaciones con Juan 11,
capturado en Poitiers, y el reparto de Francia en el tratado de Brétigny.
Ante la imposibilidad de ejecutar el tratado, la guerra se reanudó en 1369. Car-
los V ocupó rápidamente los territorios que había perdido su padre y dejó la Guye-
na inglesa reducida a un montículo de tierra entre Burdeos y Bayona. La ambición
de expulsar definitivamente a los ingleses quedaba, sin embargo, fuera del alcance
de un país asolado por la guerra. La presencia inglesa permaneció viva a través de
bases en Calais, Cherburgo y Brest, y de la alianza, con frecuencia incierta, de prín-
cipes franceses como el conde de Flandes, el duque de Bretaña o el rey de Navarra,
propietarios de vastas extensiones en el norte de Francia. Además, desde el princi-
pio, ambas partes habían buscado el apoyo de sus vecinos y la guerra se extendió a
otras regiones, particularmente a la península Ibérica en 1365.
La guerra adquirió un impulso propio y muchos participaron en ella como fuen-
te de riqueza o de emociones fuertes. Desde los años 1340, a ambos reyes se les di-
ficultó la tarea de controlar a las tropas que aún reconocían su autoridad distante.
Algunas partes de la Francia septentrional, central y sudoccidental sufrieron los
abusos de las tropas sin ley, aunque ninguna región se libró totalmente de ellos.
232
Durante un período en los años 1350 y 1360, bandas de ingleses, bretones, gasco-
nes, navarros, alemanes y otros mercenarios o routiers fueron en busca de riquezas
personales y formaron las Grandes compañías que tiranizaron incluso al papa de
Aviñón y derrotaron al duque de Borbón en Brignais (1362). Las guerras civiles de
Flandes y Bretaña, así como diversos conflictos entre nobles poderosos, agudizaban
la violencia. Algunos capitanes independientes establecieron guarniciones en distri-
tos situados entre zonas inglesas o francesas y explotaron cruelmente a la población.
Sublevaciones como lajacquerie (1358) o la revuelta de los tuchinos de los años 1360
se alimentaron de los atropellos originados por los routiers. El mismo fenómeno
afectó a amplias regiones desde los años 1420, cuando los bandidos merecieron el
sobrenombre de «desolladores» (écorcheurs). De esta manera fue como muchas perso-
nas experimentaron la realidad de la guerra; otras fueron víctimas de las grandes
chevauchées lanzadas por los ingleses; otras aún, sufrieron en los interminables sitios
como los de Calais (1346-1347), Rennes (1356-1357), St. Sauveur (1374-1375), Ruán
(1418-1419) y Orleans (1428-1429).
En los primeros años de la guerra se repitió el modelo de campañas breves o si-
tios prolongados combinados con treguas y negociaciones que caracterizó los acon-
tecimientos entre 1369 y 1415. Si bien es cierto que Ricardo II no se volcó con
convicción en el conflicto heredado, sino que buscó la paz (en 1398 se inició una
tregua de 28 años) y Enrique IV no logró reanudar la guerra debido a revueltas y
enfermedades varias, Enrique V demostró escasos escrúpulos en cuanto a la justicia
de su causa. Tras pedir sin éxito que se cumplieran los términos de Brétigny, lanzó
el ataque de caballería que culminó en la victoria de Agincourt (1415). A partir de
entonces, sacó el máximo partido de las diferencias entre franceses y emprendió una
conquista sistemática que se inició en Normandía (1417-1419). En 1419, el asesinato
FRANCIA TRAS EL
TRATADO DE
TROYES
(1420)
233
de Juan sin Miedo, duque de Borgoña, llevó a su sucesor Felipe el Bueno a estable-
cer una alianza con los ingleses, a entregar París a Enrique, y abrió así las puertas a
una solución innovadora a la guerra.
Podría aducirse que hasta 1419 Enrique siguió la tradición de Brétigny de inten-
tar obtener soberanía total sobre vastos territorios (para lo cual las exigencias a la
Corona francesa podrían considerarse una tapadera), pero en 1420 adoptó una nue-
va perspectiva. En el tratado de Troyes llegó a un acuerdo con la reina Isabel y los
borgoñones para desheredar al delfin, el futuro Carlos VII, y casarse con Catalina,
hija de Carlos VI, obteniendo así la Corona para ellos y su descendencia, y forman-
do una monarquía doble de Inglaterra y Francia. La muerte prematura de Enrique,
dos meses antes de la de Carlos VI (1422), dejando como heredero al menor de edad
Enrique VI, arruinó las posibilidades de este audaz plan, aunque Enrique VI fuese
coronado rey en París en 1431, pues el renacimiento de las fortunas de Carlos VII,
«rey de Bourges», acabó gradualmente con la resistencia inglesa. No debe darse ex-
cesiva importancia a las hazañas de Juana de Arco como salvadora de Orleans (mayo
de 1429), pero la confianza renovada de la monarquía francesa, manifestada en la
coronación posterior, fue alentada por el abandono de los borgoñones de la alianza
con los ingleses en el tratado de Arras (1435). En 1436, Constable Richemont cap-
turó de nuevo París y a partir de 1439 varias reformas financieras prepararon el ca-
mino hacia la restauración de la autoridad real. En Inglaterra escaso era a la sazón el
apoyo a la guerra, y en 1444 se concluyó la nueva tregua de Tours. Enrique VI se
comprometió a casarse con la sobrina de Carlos VII y a devolver Maine. En 1449,
Carlos estaba listo para lanzar su ejército reformado, y tras una brillante campaña
reconquistó Normandía (1449-1450). En 1451, Guyena capituló y aunque volvió a
manos inglesas en 1452, los recursos enviados para defenderla resultaron ser inade-
cuados. En 1453, el veterano comandante John Talbot, earl de Shrewsbury, que con
un puñado de otros capitanes destacados había mantenido la ocupación de Nor-
mandía desde 1422, fue derrotado y asesinado en Castillon en la última gran batalla
de la guerra. Burdeos se rindió en octubre y, aunque no se firmó ningún tratado de
paz, la guerra se dio por acabada. Lo que se había iniciado como una disputa entre
señor y vasallo, se había convertido hacía tiempo en un conflicto entre «reinos
autónomos ... y los franceses e ingleses empezaron a odiarse por su condición de
ingleses y franceses» (Le Patourel).
M.jones
El auge y caída de este Estado bajo los duques de Valois, Felipe el Atrevido
(1363-1404),Juan sin Miedo (1404-1419), Felipe el Bueno (1419-1467) y Carlos el
Temerario (1467-1477), fue un proceso espectacular. Cuando falleció el último de
los duques Capetos de Borgoña en 1361, sus tierras pasaron a la Corona francesa y
Juan II otorgó el ducado a su hijo menor Felipe (1363), cuya riqueza aumentó más
incluso cuando se casó con la viuda del duque fallecido (1369), heredera de los
condados de Flandes, Artois, Rethel, Nevers y Borgoña. Tras casi cincuenta años de
planificación e influencias indirectas en el ducado de Brabante, éste y el de Limbur-
go cayeron en manos de Felipe el Bueno (1430). En 1421 había adquirido también
234
e
URGO
100
km
MONTBÉUARD
235
el condado de Namur, entre 1428 y 1433 heredó los condados de Hainault, Holan-
da y Zelanda, y en 1433 hizo valer sus derechos sobre el ducado de Luxemburgo.
Al sur, además del ducado y condado de Borgoña, adquirió el condado de Charo-
lais (1390), y Juan sin Miedo compró los de Tonnerre y Macan. La influencia bor-
goñona también era manifiesta en muchos de los enclaves y principados-obispados
de la frontera entre Francia y el Imperio, especialmente tras nombrar obispos a
varios bastardos ducales. De esta manera, en parte por accidente dinástico y en
parte a través de una política deliberada, los duques controlaron un amplio com-
plejo territorial que se extendía unos 800 kilómetros de norte a sur y entre 250
y 400 kilómetros de este a oeste, aunque los dos bloques principales (centrados
en Flandes y en los Países Bajos, y en las dos Borgoñas) estaban separados por
unos 250 kilómetros. Carlos el Temerario trató de colmar esta distancia adquirien-
do tierras adyacentes, lo que le valió un conflicto con sus vecinos, especialmente
con Bar, Alsacia y Lorena.
Unido por vínculos ante todo personales entre el duque (o su familia) y los
territorios, incluidos los altamente urbanizados Países Bajos y la Borgoña de rica
agricultura y recursos humanos, el Estado siguió siendo primordialmente una
creación dinástica, pese a desarrollar varias instituciones que permitían al duque
ejercer su gobierno más eficazmente. Se creó una moneda común (1433) y se
convocaron estados generales, mientras que en los tribunales, la administración y
entre los consejeros del duque había representantes de todos los sectores. La or-
den del Toisón de Oro (1430) giraba en torno a la fidelidad de la alta nobleza de
sangre y servicios en todos los dominios del duque. Para sus contemporáneos,
Felipe el Bueno y Carlos el Temerario eran «el gran duque de Occidente». Con
más de tres millones de súbditos, los duques tenían enormes recursos materiales
y humanos. Su prestigio era similar al de los reinos antiguos y las aspiraciones a
una Corona surgieron por vez primera con Felipe el Bueno en los años 1440. Bajo
Carlos, parecía inminente la aparición de un reino intermedio, y en 1473 incluso
mandó confeccionar un traje para la coronación, anticipándose a la reunión en
Tréveris con el emperador Federico III, del cual esperaba un decreto favorable.
Tristemente decepcionado cuando Federico abandonó en secreto la ciudad sin
una declaración formal, Carlos redobló sus esfuerzos por capturar el ducado de
Lorena. Tras la derrota a manos de los suizos (Morat y Granson, 1476) y los lore-
neses (Nancy, 1477), con la colaboración de Luis XI de Francia y de muchos de
los enemigos de Carlos en Renania y otros territorios, la muerte de Carlos antes
de Nancy (5 de enero de 1477) marcó el final del ducado de Valois. Los principa-
les beneficiarios en este caso fueron el rey de Francia, que tomó de nuevo pose-
sión de todos los feudos franceses del duque a excepción de Flandes, y la casa de
Habsburgo, cuando la única heredera del duque, María, ansiosa por lograr protec-
ción contra la agresión francesa, contrajo matrimonio con Maximiliano, hijo de
Federico 111 (agosto de 1477). Pese a las disputas internas en los Países Bajos y a la
muerte prematura de María (1482), Maximiliano consiguió conservar los feudos
imperiales de Borgoña, junto con Flandes. Efimero y personal, el ducado borgo-
ñón de Valois dejó otra herencia importante a los estados sucesores. Los historia-
dores belgas y holandeses, en particular, consideran el período de Valois decisivo
en el desarrollo de sus naciones.
M.Jones
236
GUERRAS DE INDEPENDENCIA ESCOCESAS
Los esfuerzos de Eduardo I de Inglaterra por ocupar Escocia en los años 1290
causaron una larga secuencia de invasiones, escaramuzas fronterizas y algunas bata-
llas devastadoras; pero ninguna de las dos partes logró que la otra se rindiese. La
principal zona de guerra se extendía de este a oeste por el centro de Inglaterra, desde
el Tyne al Forth, pero las regiones situadas más allá de esta zona tenían quizá una
importancia mayor, pues las invasiones escocesas no lograban llegar nunca lo bas-
tante al sur como para amenazar seriamente a la Corona inglesa (tampoco lograron
hacerlo en 1315 cuando se desviaron vía Irlanda); de la misma manera, los ingleses
eran incapaces de controlar de forma permanente la Escocia al norte del Forth, sin
lo cual la conquista era imposible. Eduardo I comprendió perfectamente esta situa-
ción y sus campañas hacia el norte en 1296 y 1303 (mapa A) dieron como resultado
(aunque provisionalmente) masivas sumisiones en Escocia, así como ocurrió con
Roberto I (Roberto Bruce), cuyos grandes logros al sur, incluida la victoria de Ban-
nockburn (1314) y el reconocimiento inglés de la independencia escocesa (1328),
sólo fueron posibles tras haber arrebatado a los ingleses y a los enemigos escoceses
el norte de Escocia (1307-1313) (mapa A). Cuando la guerra se reanudó en 1332, tras
la muerte de Roberto, Eduardo 111 renunció rápidamente a conquistar el norte y
decidió invadir y anexionarse aproximadamente la mitad sur de Escocia (mapa B).
Hacia finales del siglo XIV, el principal punto de contención en la guerra angloesco-
cesa (exceptuando las escaramuzas fronterizas) fue la recuperación por parte de los
escoceses de territorios previamente ocupados por los ingleses. Esta recuperación
concluyó en su mayor parte en 1384, y desde entonces la guerra fue perdiendo in-
tensidad, pero algunos lugares permanecieron en manos inglesas hasta bien entrado
el siglo xv, siendo la última captura escocesa la de Berwick en 1461, que se perdió
de nuevo de forma permanente en 1482 (mapa B).
A. Grant
Durante la mayor parte del siglo XIII, la balanza territorial entre los jefes galeses,
los señores de las marcas y la Corona estuvo en constante movimiento, pero se
perfilaban dos tendencias principales: el creciente fortalecimiento del gobierno real
y la emergencia de los príncipes de Gwynedd como señores del Gales nativo. Debi-
do a esta tendencia, los efectos de la guerra galesa de 1282-1283 fueron más radicales
que los de muchas de sus predecesoras. Eduardo I expulsó a Llywelyn ap Gruffydd
del norte de Gales y anexionó su principado a la Corona; esta toma de poder se vio
favorecida por la firme estructura que había desarrollado Gwynedd y por el abando-
no de algunos miembros de su clase ministerial.
Con la victoria de Eduardo, el antiguo núcleo del poder de Llywelyn quedó
organizado en los condados de Anglesey, Caemavon y Merioneth bajo el control
de un justiciar y un chambelán residentes en Caemavon. Se construyeron en puntos
estratégicos castillos reales, acompañados a menudo por municipios donde se aleo-
237
B
(A) GUERRAS DE INDEPENDENCIA
ESCOCESAS: 1 296-1328
A Noruega
(hasta 1648-1 649)
50
km
Bil~1 .x;
Myrton .X
1319
- Edua rd o I al norte del Forth, 1296 Gunio-agosto)
•
.X.
Castillos importantes con fecha de captura
por Roberto I después de 1306 (j\
Eduardo l
1296, 1298
\.V 1300-1301
G)
Eduardo II
1310-1311
1314, 1322
('j\
Escoceses
1296, 1298
\V 1311-1316
Batallas/escaramuzas (con fechas) 1303-1304 1319, 1322,
1314 Victoria escocesa (Bruce) 1327
238
--
B
(8) GUERRAS DE INDEPENDENCIA
ESCOCESAS: 1332-1357
Y POSTERIORES ATAQUES
FRONTERIZOS
so
km
> \ 'º()~•
e-,
\.
(1341) -:;:
r- __., ,.....··~
Berwick(l46l;perdido
- \ ,.; '\,'l><:J 1 •
Roxburgh
.r(l342/ ■
Halidon 1333
""Ji: FI dd
•
.t.º enJ~13
1482 )
,.,..'""""-, 1460) ■
1384
\
Humbledon 1402
~,r;:Jf
edburgh (1409)
~1 \•:•
Límite del territorio . .v Otterburn
cedido por Eduardo Balliol
en 1333 Lochmaben ... 1338 \
Límite aproximado
del territorio invadido Nevilles Cross
por los ingleses ~ 1346
Límite aproximado
de la "zona tapón"
en 1380/1384 (con fecha de
la reconquista escocesa) .:Ll: Inglesa
Fechas de las prlncipaJes
•
Castillos ocupados por los ingleses
después de 1335 (con fecha de
.X.
Batallas y escaramuzas
importantes ti+ 1334-1336, 1338,
1341, 1347, 1356,
1384-1385, 1400,
1417, 1448, 1482
la recaptura escocesa) 1388 Victoria escocesa
239
e
PAÍS DE GALES: EL PRINCIPADO
Y LAS MARCAS
ANGLESEY
··~~¿
t~~ TSHIRE
Caemarvon , c.,.:;:;
o 25
km
FLINSTONE Condado
~
Principado y señoríos
dependientes Señoríos de
Denbigh las marcas 1 Dyffryn Clwyd 9 Iscennen
m Señorios septentrionales
creados por Eduardo l!l Otros centros
reales
7 Abergavenny
8 Chepstow
15 Narberth
16 Llawhaden
240
tó el asentamiento inglés. Esta nueva área bajo la autoridad de la Corona, con las
conquistas de Eduardo en el oeste de Gales y los antiguos señoríos reales de Cardi-
gan y Camarthen, formaron el principado que desde 1301 pasa tradicionalmente a
manos del primogénito del rey. Al nordeste, aparte del condado de Flint gobernado
desde Chester, la mayoría de los nuevos territorios se distribuyeron entre aristócra-
tas ingleses, que también construyeron castillos, fundaron municipios y desplaza-
ron a la población nativa, todo ello unido al mosaico de marcas con privilegios ju-
risdiccionales que ya ocupaban la mayor parte del sur de Gales y las fronteras. En
los albores de la Baja Edad Media se produjeron algunas sublevaciones en Gales,
pero aparte de la de Owain Glyn Dwr durante el reinado de Enrique IV, fueron muy
locales y pasajeras. En unas condiciones políticas más estables, el principado y las
marcas estaban abiertos a la explotación económica de la Corona y la nobleza ingle-
sas, al servicio de las cuales se pusieron los squires galeses, que demostraron una
mezcla intrigante de oportunismo y resentimiento.
R. Frame
R. Frame
241
IRLANDA: SEÑORÍO INGLÉS Y GAÉLICO (h. 1350)
50
km
DUBLIN Condado
KERRY Liberty
A
•B
Ciudad importante de la Corona
242
LA CREACIÓN DE SUIZA
e D
LA CREACIÓN DE SUIZA ~ 19
Los trece cantones
(con fecha de incorporación) Mulhaüsen t} C1 Rot~
1515
UR Un (129 1)
SZ Shwyz (129 1)
NW Nidwalden (semicantón , 1291)
OW Obwalden (semicantón, 129 1) SH_
Schaflbausen
LU Lucerna (1332)
ZH Zünch (135 1)
GL Glarus (1352)
ZG Zug (1352)
BE Berna (1353)
FR Freiburg (148 1)
SO Solothum (1481)
BS Basilea (150 1)
SH Schaffhausen (1501)
AP Appenzell (1513)
Aliados y súbditos
VS Valais
GR Grisones
AG Aargau
1536-1567
243
no se incorporó hasta 1513 y Freiburg y Solothurn en 1486, tras su apoyo en las
guerras borgoñesas, mientras que Basilea y Schaflhausen, aliados en la Guerra de
Suabia, se unieron a los demás en 1501.
La unidad se basaba originalmente en el deseo de mantener la independencia
cantonal. En un principio no había instituciones centrales y los intereses de los
distintos cantones eran a menudo opuestos. Sin embargo, a través del éxito militar,
se mantuvo la unidad de esta alianza poco habitual entre ciudades y comunidades
rurales.
D. Ditchburn
;\i!t O
L---J
km
100
• Ciudad hanseática
o Ciudad con asentamiento haosc:itico
- • - • Fronteras de los reinos
- - - - Otros límites territoriales
e D
244
quedaron unidos formalmente en la Unión de Kalmar (1397). En 1409 se conquistó
Gotland, y en 1460 el rey Cristián I fue elegido también duque de Schleswig y Hols-
tein. Pese a esta expansión, el poder real tenía también sus limitaciones. Orkney y
Shetland fueron cedidas a Escocia en 1468-1469; en Dinamarca y Suecia, la monar-
quía seguía siendo electiva y poderosos magnates resentían la subida de los impues-
tos y el nombramiento de oficiales extranjeros y no pertenecientes a la nobleza. El
descontento era mayor en Suecia, y hubo revueltas encabezadas por Engelbrecht
Engelbrechtson y Karl Knutson, elegido rey Carlos VII de Suecia en 1448. Estas
revueltas se sofocaron en 1457, para reanudarse en 1464. Después de la victoria del
regente sueco Sten Sture contra los daneses en Brunkeberg (1471), los reyes daneses
Cristián I y Juan lucharon por mantener su autoridad en Suecia, recibieron el apoyo
de su pariente Jaime IV de Escocia y sacaron el máximo partido de las disputas entre
la nobleza sueca. La resistencia de Suecia solía contar con el apoyo de la Hansa,
pero hasta 1532 no quedó definitivamente disuelta la Unión de Kalmar.
D. Ditchbum
EMPERADORES Y PRÍNCIPES:
ALEMANIA EN LAS POSTRJMERÍAS DE LA EDAD MEDIA
245
BSBURGO /f IPADOS
Tierras de
. ·• · •· \:. t····'' Q
~ los Habsburgo
~ (con fecha de
adquisición) .-.::::..-.-:-:-:•>)::f: .-.-:-:-:-:-:-.
~--
~>)
i Elector de
...,,__:;;/ Brandcburgo
. Arzobispo de ·,_,..,~---
'--. ~ .,Colonia \
Elector de
~
1
Arzobispo de~ Elect~r del Saj
·~ . ., . l._réver':.J:~alatmado
~.\
i. Ciudades del Danubio 9
·' )\ ( ·~
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l (11351,
(1299 1300)
,• ·, Arzobispo de
Maguncia
,r ~~ab1chtsburg
..J "" enzbu rg, Kiburg,
~ Fre1burg cantones "suizos",
O
1 .. 11n etc.(siglos x1 xm)
,- Uchtland
¡ (1277)
IDO e
..; 100
t___J t___J
km km
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TIERRAS DE
~ Tierras de los Habsburgo
LOS HABSBURGO
(h. 1S00) - Tierras episcopales
1 Namur (1477)
... ~ ifi~d(¡;;4)
·\. •"""._.- ,. 4 Breisgau (siglo XIV)
Zelanda ...... \. 5 Nellenberg (1465)
6 Hohenberg (1381)
.... ... 7 Tiro! a. (1369) b. (1504)
8 Carniola a. (1335)
1mburgo (1477) b. (1500)
Carincia a. (1335)
Ha, b. (1374)
(14 10 Gorizia (1500)
11 Feldkirch (1375-1379)
12 Bludenz, Montafon y
' · Luxemburgo (1477) 13
14
Sonnenberg (1394-1474)
Bregenz (1451 -1523)
Condado de Istria (1374) ¡
·v, 15 Trieste(l382)
16 Cilli (1456)
l) • 6 ~Burgau
~1!,.:1:
17 Besanr;on (1492)
18 Ciudades del Danubio
(1299-1331)
19 Mondsee (J 506)
de<¡;'o~~~~,· (UO<) 20 Briiunlingen (1305)
(1493
1
,
1
3
.... ,,_.....-
21
22
23
24
25
26
Villingen (1326)
Po.rdenone
Fiume, etc. (1366-1377)
St. Wolfgang (1506)
Gurk
Brixen
.___,100
O \, Nota: exduidas tierras imperiales
km
c D
246
que también aspiraban otros príncipes. Ante lo limitado de sus recursos y derechos,
los reyes no tenían la necesidad ni la capacidad de crear sólidas instituciones de go-
bierno central y, presa de tales dificultades, la monarquía no despuntó como foco de
unidad política, sino que los reyes alemanes dedicaron su energía a aumentar las
propiedades familiares (Hausgut), en lugar de las posesiones imperiales (Reichsgut). En
tal empresa, el éxito de los Habsburgo fue colosal; en 1300 eran propietarios de Aus-
tria, Estiria y diversos territorios y jurisdicciones situados alrededor del castillo ances-
tral de Habichtsburg. Otras tierras fueron adquiridas antes de 1500 a través de conce-
siones imperiales, matrimonios, legados, compras y conquistas, mientras la influencia
de los Habsburgo se ejercía en principados eclesiásticos como Trento, Brixen y Gurk.
Las ambiciones y logros territoriales de los Habsburgo destacan por su alcance, aun-
que no por la esencia misma de la empresa, pues el avance del poder principesco,
incluido el de los Habsburgo, nunca fue rápido ni fácil. La penuria obligó a muchos
príncipes a hipotecar o vender sus tierras y la costumbre de distribuir la herencia llevó
a la división de muchos principados entre todos los herederos. Abundaban, además,
los vecinos agresivos con los que enfrentarse: los Habsburgo, por ejemplo, perdie-
ron los cantones suizos, y los húngaros ocuparon una parte de sus territorios orienta-
les en los años 1480. En el ámbito de muchos principados, los estados generales
(agrupaciones de nobles bajos, clérigos, ciudadanos y, a veces como en el Tirol, cam-
pesinos) explotaron las debilidades de los príncipes y con frecuencia impusieron su
influencia tras dirimir disputas entre magnates o en la recaudación de impuestos.
Sólo al final de la Edad Media superaron los príncipes todos estos problemas, cuando
el señorío feudal adquirió un carácter más territorial; por ejemplo, los electores del
Palatinado intercambiaron los siervos de otros príncipes del Palatinado por sus pro-
pios siervos en otros territorios. La introducción gradual de impuestos regulares, la
primogenitura (que acabó con la fragmentación de las tierras) y las nociones de dere-
cho romano (que exaltaban la posición del príncipe) dieron más fuerza a la autoridad
principesca. Desde la perspectiva de la consolidación del poder de los príncipes, la
evolución alemana fue lenta pero minuciosa y es equiparable al auge del poder real
en las demás regiones europeas.
D. Ditchburn
247
A
EL LEVANTAMIENTO DE
NORI (década de 1350)
., ~ +Ivrea
O' Novara
~ Vercelli @ ®
'.,~
0 Reggio •
O
Módena
@ Bolonia
Urbino ♦
~J'/'
FLORENCIA
'00
0 Visconti ¡p,4
B e
y suprimir toda oposición. Las ciudades más pequeñas bajo su dominio solían dispo·
ner de un considerable grado de autogobiemo y, en muchas ocasiones, las estructuras
administrativas de las comunas perduraron. Una vez en el poder, los signori aspiraban
a legitimar su posición y a establecer un derecho hereditario de gobierno, cultivando
el prestigio a través de alianzas matrimoniales, patronazgo artístico, honores y títulos,
como el de vicario papal o duque imperial, este último concedido por el emperador
a Giangaleazzo Visconti de Milán en 1395. Esta búsqueda de supremacía política
nunca estaba falta de violencia: en las ciudades surgían facciones que se enfrentaban
con frecuencia hasta el extremo del asesinato, como el de Bartolomeo della Scala
(1381) instigado por su hermano Antonio, que deseaba asentar su control en el signo-
rie de Verona y Vicenza. La lucha por la supremacía entre las ciudades-estados, por su
parte, era causa de una guerra continua. El uso creciente de compañías de mercena-
rios (a menudo formadas a partir de tropas extranjeras) y encabezadas por los condot-
tieri (que solían ser señores de centros más pequeños como los Mala testa de Rimini)
aumentó la inestabilidad política general. En el primero de los mapas se ilustra la si-
tuación de los años 1350, cuando las tierras de los Visconti de Milán se habían exten-
dido hasta absorber varias ciudades vecinas. La situación, sin embargo, era inestable
y los centros más pequeños pasaban a menudo de unas manos a otras; así, en 1336,
los della Scala controlaban Brescia, Padua, Treviso, Peltre, Belluno, Parma e incluso
Lucca, pero la derrota de 1339 ante Florencia y Venecia (las dos únicas grandes ciuda-
des que conservaban la forma republicana, aunque las diferencias fueran a menudo
algo más que simple retórica diplomática) redujo a los della Scala a Verona y Vicenza.
En el segundo mapa se muestra la situación cuando se firmó la Paz de Lodi en 1454.
En los años intermedios, el señorío basado en Milán de los Visconti se había exten-
dido bajo Giangaleazzo para dividirse parcialmente tras su súbito fallecimiento
en 1402. Se restauró sustancialmente a la mayoría de edad de su hijo Filippo Maria,
248
LA PENÍNSULA ITALIANA EN LA PAZ
DE LODI (1454)
- Lim1t('~ aprox1m;1dos
• Ccnuo tmporuntc
• Ouos centros
Alcss,tndna
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A MARQUESADO DE SALUZZO
B CONDADO DE ASTI F TIERRAS DE K REPUBLICA DE FLORENCIA
C MARQUESADO DE MONFERRATO G MANTUA (GONZAGA) L REPÚBLICA DE SIENA
D REPÚBLICA DE GÉNOVA H REPÚBLICA DE VENECIA M TIERRAS DE LOS APPIANO
E TIERRAS DE LOS MAL'ISPINA J REPÚBLICA DE LUCCA (ELBA Y l'IOMBINO)
A B c
pero en los años 1420 estalló la guerra con los enemigos de larga data Milán y Floren-
cia. En las décadas siguientes, la mayoría de la península Itálica participó en este
conflicto. Venecia, cada vez más preocupada por la seguridad de sus territorios fron-
terizos y dedicada a una política de expansión por tierra firme, se alió intermitente-
mente con Florencia contra Milán. Más adelante, tanto Alfonso de Nápoles como las
fuerzas pontificias entraron en la batalla. La muerte de Filippo Maria (1447) sin here-
deros varones legítimos transformó la situación. El régimen de Visconti en Milán fue
sustituido por la breve «República ambrosiana» (1447-1450). Tras el fracaso de dicha
república, que llevaba el nombre del santo patrón de la ciudad, Milán cayó bajo el
control de Francesco Sforza, un condottiere que había luchado para Milán y para Flo-
rencia, y que en 1441 había contraído matrimonio con Bianca, hija de Filippo Maria.
El 9 de abril de 1454, Milán y Venecia firmaron la Paz de Lodi, que acabaron por
ratificar las demás grandes potencias (Florencia, el papado y Nápoles). Estas cinco
potencias de Italia fundaron la Liga italiana (o itálica) que aspiró, con no demasiado
éxito, a la estabilidad política de la península reconociendo el statu quo territorial,
regulando los recursos militares y estableciendo reglas de campo para la guerra.
Asombrosamente, este acuerdo permaneció vigente durante cuarenta años.
F. Andrews
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A.MacKay
250
LA GUERRA DE LAS Dos RosAs
Este nombre, con el que se denomina el conflicto dinástico entre las casas de
Lancaster y de York, fue acuñado al parecer por Sir Walter Scott para referirse a las
guerras civiles que asolaron Inglaterra y Gales entre 1455 y 1485. Se iniciaron con
las rebeliones de Ricardo duque de York, con objeto de expulsar a los favoritos de
Enrique VI (1452, 1455, 1459), pero en 1460, tras la victoria de otra sublevación,
York reclamó el trono en la persona de su hijo, que fue proclamado Eduardo IV
en 1461. Este gobierno sufrió entre 1469 y 1470 la oposición de algunos de sus
propios seguidores, que devolvieron la Corona a Enrique VI; en 1471, el exiliado
Eduardo invadió Inglaterra y recuperó la Corona. En 1483, el hermano de Eduardo,
Ricardo duque de Gloucester, se la arrebató a su hijo Eduardo V. Ricardo III aplacó
la rebelión de ese otoño, pero en 1485 murió mientras luchaba en Bosworth contra
Enrique Tudor, representante de los intereses de Lancaster. En los doce años siguien-
tes se sucedieron varios complots y rebeliones fallidos, organizados por los preten-
dientes de York, pero Enrique VII los sofocó sin excesivos problemas.
La Guerra de las Dos Rosas fue sobre todo una sucesión de campañas móviles
con unos pocos sitios prolongados; los protagonistas querían tomar a los enemigos
de improviso y ocupar ciudades y municipios, ante todo Londres y York, con un
mínimo de disturbios para no perder apoyo popular. Las luchas prolongadas para
controlar algunos castillos marginales en Northumberland (1461-1464) y en Gales
(1461-1468) constituyeron una fase excepcional. Las comunidades urbana y rural
de la mayoría de Inglaterra y Gales participaron en la organización de campañas, de
defensas locales y en el avituallamiento de las tropas, pero esta participación solía
ser regional y reflejaba las ambiciones y rivalidades de potentados determinados y
de su clientela local; así, muchas campañas que apenas duraban unas pocas semanas
eran demasiado breves para causar daños generalizados. Únicamente en los años de
crisis de 1459 a 1461 y de 1469 a 1471, los conflictos adquirieron una dimensión
mayor. Ocasionalmente, algunos príncipes y mercenarios extranjeros entraban en la
guerra; algunos exiliados emprendieron invasiones desde Calais, Irlanda (propieda-
des de la Corona inglesa), Escocia, Zelanda, Bretaña y Normandía.
A. Goodman
A finales del siglo XIV (mapa A), el antiguo modelo territorial escocés de earldoms
y lordships «provinciales» se mantenía esencialmente intacto, pero se habían creado
otros dos earldoms «dispersos», Douglas y Crawford. Los Douglas, principales recep-
tores de recompensas reales tras las Guerras de la Independencia, habían adquirido
vastos territorios por todo el país, especialmente en las fronteras y en el sudoeste.
Mientras tanto, muchos de los demás earldoms y, por supuesto, la Corona habían
pasado a los Stewart. Colectivamente eran la familia más numerosa de todas, pero
hacia 1400 cundieron las disputas entre Roberto III, su hijo y sus hermanos, y la
base efectiva de la Corona se reducía al sudoeste. Hacia 1460, sin embargo, la estruc-
251
LA GUERRA DE LAS DOS ROSAS
(1455-1485)
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254
tura territorial de Escocia quedó transformada (mapa B). La mayoría de earldoms y
lordships «provinciales» estaban en manos de la Corona, sobre todo como resultado
de pérdidas tras enfrentamientos entre Jaime I (1406-1437) y sus parientes los Stewart,
y entre Jaime II (1437-1460) y el octavo earl de Douglas. Fuera de los Highlands, sin
embargo, los sheriffdoms (en lugar de earldoms y lordships) determinaban la estructura
política, mientras que la base de poder principal de la Corona se había trasladado a
la posición más central de Lothian (alrededor de Edimburgo) y Fife, Stirlingshire y
Perthshire. Los magnates, por su parte, disponían de estados dispersos y esferas lo-
cales de influencia en lugar de provincias enteras. Esta nueva situación se aplicaba a
los nuevos earldoms creados por Jaime II para sus seguidores, excepto en el caso
de los nuevos earldoms «provinciales» de Argyll (Campbell) y Huntly (Gordon), que
eran baluartes en la frontera de los Highlands contra el señorío MacDonald de las
Islas, vasto bloque de poder gaélico construido por los jefes del Clan Donald (earls
de Ross, 1437-1475), que dominaron la mayor parte de los Highlands entre las déca-
das de 1410 y 1490.
A. Grant
Desde 1350 hasta 1389 arreció la lucha por el control del reino de Castilla. Em-
pezó como una guerra civil entre Pedro I el Cruel de Castilla y León (1350-1369) y
una coalición de nobles encabezados por su hermanastro ilegítimo Enrique de Tras-
támara, pero ambas partes recurrieron a la ayuda extranjera, en particular proceden-
te de Francia e Inglaterra (entregadas ya a la Guerra de los Cien Años).
En 1365, el exiliado Enrique de Trastámara invadió Castilla con ayuda de mer-
cenarios franceses e ingleses y se proclamó rey con el nombre de Enrique II (1366).
Pedro huyó a Bayona y desde allí, con ayuda de los ingleses, preparó la contrainva-
sión y derrotó a los Trastámara en Nájera (1367). Este triunfo fue breve, porque
Carlos V de Francia dio pleno apoyo a otra invasión de Enrique y Pedro fue final-
mente derrotado y asesinado por su hermanastro en Montiel (1369).
En 1371,Juan de Gante, duque de Lancaster, se casó con la hija mayor de Pedro I
y reclamó la corona castellana. Cuando Juan I de Castilla (1379-1390) invadió Por-
tugal,Joao I (1385-1433), ayudado por los arqueros ingleses, infligió una dura derro-
ta a los castellanos en Aljubarrota (1385). El tratado de Windsor (mayo de 1386)
cimentó la alianza entre Inglaterra y Portugal, y cuando algunos meses después los
Lancaster invadieron Galicia y conquistaron La Coruña (1386), lo hicieron con la
ayuda de un ejército portugués. Aunque el intento Lancaster de hacerse con el trono
castellano falló, sus ambiciones fueron acalladas mediante la promesa de grandes
cantidades de dinero y de prestigiosas alianzas matrimoniales, que se plasmaron en
el matrimonio de sus hijas Catalina y Felipa, con el futuro Enrique III de Castilla
(1390-1406) y Joao I de Portugal, respectivamente.
A la muerte de Enrique III, su hermano menor Fernando, corregente durante la
minoría de edad de Juan II (1406-1454), dominó la escena política. Tras hacerse fa-
moso por arrebatar Antequera a los moros (1410), presentó con éxito sus aspiracio-
nes a la Corona de Aragón al morir Martín I (1395-1410) sin hijos y fue «elegido»
rey en el Compromiso de Caspe (1412). Pero su corto reinado de Aragón (1412-1426)
255
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LA PENÍNSULA IBÉRICA
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estuvo marcado por un interés continuado en la política de Castilla y en la salva-
guarda de los intereses familiares.
Sus hijos estaban llamados a protagonizar la escena política: Alfonso V de Ara-
gón (1416-1458) se dedicó principalmente a los asuntos italianos;Juan, heredero de
las vastas posesiones familiares en Castilla, permaneció absorto en los asuntos polí-
ticos de ese reino, pese a convertirse en rey de Navarra en 1425 y suceder a su her-
mano en la Corona de Aragón (1458-1479); Enrique se convirtió en maestre de la
Orden de Santiago y participó constantemente en intrigas políticas hasta que falle-
ció en 1445.
Su rival en Castilla era el poderoso favorito Álvaro de Luna, que juraba por
el absolutismo real en nombre del rey y derrotó a los aragoneses en la crucial
batalla de Olmedo (1445) antes de caer víctima de las intrigas cortesanas y ser
ejecutado en 1453. Tras un inicio prometedor, el siguiente reinado de Enrique IV
(1454-1474) degeneró en la anarquía, la crisis más grave que siguió a un intento
de deponer en efigie al rey en Ávila en 1465 y la «elección» de su hermanastro
Alfonso como rey rival. Tras la muerte de Alfonso en 1468, las facciones políticas
se prepararon para una lucha de sucesión que enfrentó a la presunta hija de En-
rique IV, la princesa de Asturias Juana «la Beltraneja» (nombre procedente de su
padre putativo, el favorito del rey, Beltrán de la Cueva), con la hermanastra del
rey, Isabel. La sucesión de Isabel I (1474-1504), que se había casado con Fernan-
do, heredero de la corona de Aragón en 1469, alertó a otros reinos que vieron
con temor el nacimiento de una nueva superpotencia. Cuando Isabel subió al
trono en 1474, Alfonso V de Portugal (1438-1481) reunió a sus tropas para defen-
der los derechos de la princesa de Asturias, su sobrina. Tras sufrir una decisiva
derrota de mano de las fuerzas castellanas en Toro (1476), Alfonso V intentó sin
éxito conseguir el apoyo de Luis XI de Francia y de Carlos el Temerario, duque
de Borgoña. La victoria de Isabel y Fernando II de Aragón (1479-1516) sobre sus
rivales castellanos dio lugar a una tregua con Portugal, ratificada en el tratado de
Alca¡;ovas-Toledo (1479-1480), que constituyó un reconocimiento tácito de Isa-
bel como reina de Castilla. La muerte de Juan II de Aragón (1479) unificó los
reinos de Castilla y Aragón, aunque sus respectivos reinos siguieron conservando
instituciones bien diferenciadas. Mientras Portugal mantenía su independencia,
Granada era conquistada en 1492 y el reino de Navarra se incorporaba a Castilla
en 1512.
A principios del siglo XIV, los bizantinos perdieron la Anatolia occidental a ma-
nos de los turcos, entre los cuales los más prósperos eran los otomanos que se esta-
blecieron frente a Constantinopla. Esta iniciativa bloqueó la expansión hasta 1354,
cuando la participación en las guerras civiles bizantinas permitió a los otomanos
establecer una cabeza de puente en Gallipoli, que se convirtió en su base para la
conquista y ocupación de Tracia, completada con la victoria en 1371 contra los
serbios en la batalla del Maritsa. La expansión turca se ha atribuido al rasgo ghazz~ es
decir, los turcos eran guerreros de la fe que deseaban extender las fronteras del Islam.
257
También eran pastores que buscaban nuevos prados para sus rebaños y se alimenta-
ban de las debilidades de sus oponentes. En 1387, Tesalónica, la segunda ciudad del
Imperio bizantino, se sometió voluntariamente a los otomanos. En 1389, derrota-
ron en Kosovo a los serbios, que se convirtieron en tributarios. En 1393, los otoma-
nos entraron en Tmovo y se anexionaron Bulgaria; también tomaron los emiratos
turcos de Anatolia, incluida Karamania (1397). Constantinopla sólo sobrevivió gra-
cias a Tamerlán, que invadió Anatolia y en 1402 derrotó a los otomanos en Ankara.
Fueron precisos casi veinte años para recuperarse de esta derrota, pero bajo Murat II
(1421 -1451) se recuperaron todos los territorios perdidos en los Balcanes y Anatolia,
excepto Karamania. Murat también dio una base más sólida al poder otomano al
regular el reclutamiento entre los jenízaros, tropas de esclavos que formaban el nú-
cleo del ejército otomano. Su hijo Mehmet I el Conquistador (1451-1481) fue el
encargado de tomar Constantinopla (1453), obteniendo así para los otomanos una
capital adecuada, capaz de mantener unidos los distintos territorios y de fomentar
la autoridad del sultán. Mehmet remató sus posesiones con la anexión de los restos
del Imperio bizantino en el Peloponeso (1460), Trebisonda (1461) y Karamania
(1468). Convertidos ya en una gran potencia, los otomanos se aprestaron a someter
el Mediterráneo.
La amenaza turca insufló nueva vida a la cruzada que había perdido su razón
de ser tras la caída de Acre en 1291. Los Caballeros hospitalarios tomaron la ini-
ciativa y en 1308 arrebataron Rodas a los bizantinos y la utilizaron como base
contra la piratería turca en el Egeo. Sus éxitos alentaron la actividad cruzada que
beneficiaba los intereses venecianos y satisfacía la nostalgia por las glorias pasa-
das. Se impuso la moda de la creación de órdenes caballerescas dedicadas a fo-
mentar la cruzada . Los principales logros llegaron en la Cruzada de 1344, con la
conquista de Esmirna, que pasó a manos de los Caballeros hospitalarios. Al arre-
batar de esta manera la iniciativa a los turcos en el Egeo, el foco de atracción pasó
a ser Chipre, donde Pedro I preparaba una cruzada contra los mamelucos de
Egipto. Alejandría fue invadida en 1365, pero fue imposible seguir avanzando
ante la oposición de los venecianos, que no querían poner en peligro sus intereses
comerciales en Egipto.
El avance otomano en los Balcanes hizo que el interés cruzado se centrase en
Bizancio. En 1366, Amadeo de Saboya partió al rescate de su primo el emperador
Juan V Paleólogo. La supervivencia de Constantinopla era asunto urgente para el
rey húngaro Segismundo, aunque sólo fuese para alejar a los otomanos de sus fron-
teras y logró captar el idealismo cruzado de las cortes francesas, ya explotado en 13 90
por los genoveses con la Cruzada de Luis de Borbón contra Túnez. A la cabeza de
la nueva cruzada estaba Juan sin Miedo, hijo y heredero del duque de Borgoña. Los
franceses se enfrentaron a los otomanos en Nicópolis en 1396 y fueron derrotados
sin piedad. Este desastre puso fin a la participación francesa en la cruzada, pero la
corte borgoñesa siguió alabando con entusiasmo el ideal cruzado. La Cruzada con-
tra los otomanos se convirtió en coto de los húngaros, pero fracasó en 1444 en
Vama, donde los cruzados húngaros que marchaban al rescate de Constantinopla
cayeron derrotados en una desesperada batalla de dos días. A partir de entonces, la
cruzada se relegó al dominio de los deseos inalcanzables: los otomanos habían re-
sultado ser rivales demasiado fuertes.
M.Angold
258
EL AVANCE DE LOS TURCOS
Y LA CRUZADA
EN LA BAJA EDAD MEDIA
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DE LITUANIA
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HUNGRlA
km 500
260
y Lituania crecieron más unidas incluso. El apoyo militar polaco permitió que Li-
tuania pudiese resistirse a los ataques moscovitas (aunque hacia 1537 perdiera una
parte importante de sus territorios) y la Unión permitió la derrota de los Caballeros
teutónicos, la posterior incorporación de la monarquía de Prusia dentro de la coro-
na polaca (1454-1466) y la creación del ducado de Prusia como feudo polaco (1525).
Los atractivos del sistema político polaco, con sus amplios privilegios nobiliarios,
estimularon la transformación de las instituciones y de la cultura política lituanas,
permitiendo que el último rey de la dinastía Jogalia, Segismundo Augusto, firmase
la Unión de Lublin (1569), que unió las dietas de los dos estados y aseguró la super-
vivencia de la Unión tras la extinción de la dinastía por línea masculina en 1572.
R. J. Frost
EL AUGE DE MoscoVIA
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EL AUGE DE MOSCOVIA
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HORDA DE ORO
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de Lituania en 1462
Fronteras aprmcimadas
de Moscovia en 1505
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4 4
262
Gobierno, sociedad y economía
DESARROLLO DE LA ADMINISTRACIÓN
Y LA FISCALIDAD DE LA CORONA FRANCESA
Entre el inicio de la Edad Media y el siglo XIII, el rey de Francia no obtenía sus
ingresos de los impuestos que pagaban sus súbditos, sino casi exclusivamente de
sus propios dominios como cualquier otro terrateniente. Pero bajo Felipe IV
(1285-1314), esta renta ordinaria, incluso aumentada con la cuidadosa explotación
de derechos soberanos y potenciada por ganancias inesperadas cuando la Corona
atacaba a grupos privilegiados como los lombardos, judíos y templarios, no lograba
cubrir las necesidades reales y cada vez mayores eran las cantidades recaudadas a
través de impuestos, denominados por lo general impuestos «extraordinarios». El
diezmo cruzado reclamado al clero en 1147 y 1188 es un modelo de este tipo de
imposición. En el siglo XIII, el rey recaudó décimas similares de los eclesiásticos con
bastante frecuencia, con aprobación papal o sin ella, y tal iniciativa se convirtió en
una fuente valiosa de ingresos. Pero Felipe IV, que justificaba sus peticiones abogan-
do una gran necesidad y la defensa del reino en caso de emergencia, buscaba sub-
venciones para la guerra directamente de sus súbditos seglares, aunque normalmen-
te tenía que recurrir primero a los señores feudales (arriere-ban). También experimen-
tó con los impuestos indirectos sobre la venta de productos alimenticios, bebidas y
manufacturas, junto con aranceles como el maltóte (1295). Al mismo tiempo, se trans-
formó la rudimentaria administración financiera, pero hasta mediados del siglo XIV no
se alcanzó un sistema adecuado de recaudación a partir de fuentes distintas del do-
minio real. Los Caballeros templarios, que habían sido los banqueros reales desde
mediados del siglo XII, fueron relevados de su cargo en los años 1290 y se fundó un
tesoro real. La contabilidad se llevaba a cabo ante grandes curia de compotis (1289) o
chambre des comptes, que funcionaban como tribunales en los años 1320, aunque
hasta 1381 no se eligiese un primer presidente, y el control de impuestos, ahora
denominados aides, pasó después de 1390 a la Cour des aides, mientras que la Cour
du trésor se encargaba de supervisar la renta procedente del dominio real.
La idea de que la renta extraordinaria debía convertirse en una fuente de ingre-
sos regular y permanente en tiempos de paz para la Corona tardó mucho en ser
aceptada. Algunos grandes ducados y condados como Bretaña, Borgoña, Flandes y
Gascuña conservaron la autonomía fiscal. No se consiguió planificar un medio es-
tándar nacional para autorizar la imposición ni para recaudar los impuestos y gran
parte del proceso se confiaba al gobierno local, mientras que la Corona se limitaba
a mostrarse agradecida por recibir una parte de lo que pedía. Felipe IV convocó una
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asamblea o Estados generales y sus sucesores creyeron urgente convocarlos ocasio-
nalmente, así como reuniones de Estados regionales para el sur y el norte de Francia
(Languedoil y Languedoc) para estudiar la imposición de una tasa concreta, pero lo
que buscaban era más un consejo que una aprobación. Los Estados generales no se
reunieron, sin embargo, entre 1439 y 1484, mientras que entre 1330 y 1430 se crea-
ron Estados provinciales más locales, algunos de los cuales, como el caso de Nor-
mandía, reclamaban el derecho a aprobar impuestos, y, de hecho, se les empezó a
consultar según las circunstancias o tradiciones. De esta manera, podían discutirse
algunas modificaciones de la forma o carga de los impuestos. Pero desde fecha tem-
prana, la Corona, frustrada por los retrasos que suponían inevitablemente estas
consultas (puesto que las decisiones adoptadas en los Estados generales debían ser
ratificadas por los Estados locales y los impuestos acordados para grandes cuerpos
casi nunca se recaudaban), empezó a decidir de antemano la suma que necesitaba y
se limitaba a ordenar a las asambleas que autorizasen la aplicación, lo que normal-
mente hacían compartiendo la cantidad entre los susceptibles de imposición en su
área, basando el reparto en la información que recogían en grandes censos, como el
de 1328, del número de hogares (feux) en las regiones bajo control real. A partir de
entonces, el impuesto del hogar (fouage) pasó a ser la principal forma de imposición
directa; establecido bajo el reinado de Felipe IV en el Midi, después de 1355 se
aplicó en Langueoil, donde desde los años 1380 se le denominaba taille. Con los
cambios demográficos, especialmente como consecuencia de la Peste Negra, debió
revisarse el número de flux y surgió el concepto de hogar fiscal formado por varios
hogares reales. Desde el principio pidieron quedar exentos delfouage y de la taille la
nobleza, el clero y otros grupos privilegiados (por ejemplo, oficiales reales), pero no
siempre lo consiguieron, especialmente dado el casi permanente estado de guerra en
que vivió Francia desde 1337.
Con la guerra contra Inglaterra se puso de manifiesto lo inadecuado de la renta
de la Corona a partir de subvenciones para la guerra. Tras recurrir a los medios tra-
dicionales de recaudación, especialmente manipulando la moneda, se generalizaron
una serie de impuestos, ya ensayados a menor escala. En 1341, se creó el impuesto
sobre la venta de la sal (gabelle), que se eliminó en 1346 pero volvió a establecerse
entre 1356 y 1380, y desde 1383 se convirtió en un elemento permanente de la
renta real. En el siglo xv, se recaudaba este impuesto en un tercio del reino en alma-
cenes reales (greniers) donde se almacenaba la sal antes de venderla. Pero el período
crítico en el establecimiento de impuestos directos e indirectos se desarrolló en-
tre 1355 y 1370. Una crisis política ya muy acusada en 1355 se agravó en 1356 cuando
Juan II fue capturado en Poitiers. Para poder pagar el enorme rescate de 3 millones
de escudos, se obtuvieron préstamos obligatorios y se concedió la ayuda feudal
tradicional, que se recaudó como fouage, mientras que el impuesto sobre la venta
(aides) también se amplió, acostumbrando así a los súbditos a pagar impuestos
anualmente no sólo en caso de necesidad evidente, sino para beneficio de todos.
Para recaudar este dinero, el reino de Francia se dividió en nuevos distritos adminis-
trativos. Los Estados de 1355-1356 nombraron recaudadores (e1us) en cada circuns-
cripción (e1ection). Las e1ections se basaban normalmente en diócesis existentes y so-
lían agruparse en recettes générales regionales supervisadas por consejeros generales.
Desde 1436 había cuatro recettes principales, bajo control de cuatro tesoreros y cua-
tro generales. La incorporación de nuevos territorios al dominio real a finales del
siglo XIV significó que durante el reinado de Luis XII (1489-1514) había diez u once
266
recettes y unas ochenta y cinco e1ections. Desde 1360, la Corona había asumido el
nombramiento y pago de los e1us y sus subordinados.
Así se costeó gran parte del rescate de Juan II y la Corona pasó a depender de la
recaudación regular de impuestos. Pero en su lecho de muerte, Carlos V (1364-1380),
consciente de que estos impuestos seguían considerándose tradicionalmente ex-
traordinarios, abolió elfouage. Las crisis militares y políticas permitieron a su sucesor
restablecer elfouage y las aides, que se habían cancelado después de la muerte de
Carlos, y esos impuestos se recaudaron regularmente hasta que la posición de la
Corona quedó debilitada una vez más después de 1412. Carlos VII (1422-1461) se
vio obligado a consultar con varias asambleas de representantes en los inicios de su
reinado. La taille no se recaudó entre 1412 y 1423, ni tampoco las aides entre 1418
y 1428, pero tras 1428 el rey impuso tasas unilateralmente y los Estados de Orleans
de 1439 fueron los últimos en aprobar el aumento de la taille. En 1443, Languedoc
y Dauphiné compensaron el pago de la taille con una suma global anual, el équiva-
lent. Por entonces, era ya clara la distinción entre pays d'états, regiones con institucio-
nes representativas, y los que carecían de ellas, pays d'e1ections, pero al parecer poco
influía tal división en la carga impositiva de cada uno. Normandía, pays d'états, por
ejemplo, proporcionaba entre un sexto y un tercio de la renta real tras la reconquis-
ta de 1450. En esa época, Carlos VII recaudaba anualmente unos 1,2 millones de
libras procedentes de la taille. Durante el reinado de Luis XI (1461-1483), la renta
anual de la Corona aumentó espectacularmente hasta 4,7 millones de libras, de los cua-
les sólo 100.000 procedían del dominio real, 650.000 de aides y no menos de 3,9 millo-
nes de la taille. El coste más oneroso con creces de la Corona era el ejército que se
estableció de forma permanente en los años 1440 y creció considerablemente con
Luis XI. Durante la minoría de edad de Carlos VIII (1483-1490), se produjo una
reacción inevitable contra la fiscalidad real. Los Estados generales de 1484 redujeron
el nivel de imposición y el tamaño del ejército, pero el inicio de la intervención
francesa en Italia hizo aumentar de nuevo los impuestos en los años 1490 hasta al-
canzar los 4 millones de libras.
M.]ones
267
B e
ADMINISTRACIÓN
BORGOÑONA
(h. 1450)
La H
ZELANDA ~
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BOLO
• Colonia
XEMBURG
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mburgo
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100
km
BAR-S-SEINE
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Reca udación general
de Holanda-Zelanda Basilea e
M Recaudación general
de las dos Borgoñas
~
Recaudación general
de Brabante-Limburgo
NAMUR Región/territorio
• Centro importante de la
administración borgoñona
268
vecinos. Las dos Borgoñas y algunos territorios adyacentes (Flandes y Artois, Bra-
bante y Limburgo, Holanda y Zelanda) solían tener una administración común. El
predominio del norte (durante el reinado de Carlos, los Países Bajos generaban
cinco veces más renta que las dos Borgoñas) estuvo marcado a principios del reina-
do de Felipe el Bueno por la eliminación de la responsabilidad de revisar las cuentas
de la casa ducal, además de las del recaudador general, de Dijon a Lille. Desde 1473,
Carlos trató de establecer junto con el parlamento soberano de reciente creación
para los territorios holandeses en Malinas una nueva chambre des comptes para susti-
tuir a las de Lille y Bruselas. Otras cortes soberanas funcionaban ya en Hainault
(Mons) y Franche Comté (Dale), aunque el parlamento de Beaune seguía depen-
diendo del de París, que también escuchaba las apelaciones de Artois y Flandes. La
mayoría de los territorios tenían instituciones de representantes, como los Estados
de Artois o los Cuatro Miembros de Flandes, y los duques los consultaban especial-
mente en materia de impuestos (aides). Desde 1425, los Estados de territorios adya-
centes solían celebrar reuniones conjuntas; la celebrada en 1464 se considera como
los primeros Estados generales de los Países Bajos, que desempeñarían un papel
muy importante en el futuro, especialmente tras la muerte de Carlos en 1477.
M.jones
269
N
-..J o E
o
GOBIERNO ALEMÁN
EN LA BAJA EDAD MEDIA Reuniones del Reichstag durante
• los reinados de Wezel (1378-1400)
ySegismundo(l411·1437)
1
0
Reuniones del Reichstag durante
el reinado de Maximiliano (1486-1519)
• Otros centros administrativos
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Breslau ' .
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O 100
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km
A o E
formó en la Reichskammergericht, tribunal supremo de apelación con jueces profesio-
nales asalariados. El coste de este tribunal y del ejército imperial debía proceder de
un nuevo impuesto imperial sobre la propiedad, el «céntimo común» (Gemeiner
Efenning). La imposibilidad de garantizar el pago del impuesto fue en detrimento de
las demás reformas y pronto se abandonó la idea del Gemeiner Efenning. En su lugar,
el gobierno recurrió al Kammerzieler, pequeño impuesto bienal en ayuda de la Reichs-
kammergericht, y otros impuestos tradicionales pero irregulares, incluido el «dinero
romano» (Rommermonate), subvención que originalmente iba dirigida a financiar las
coronaciones imperiales en Roma y se convirtió en un impuesto para propósitos
militares. Maximiliano se mostró menos entusiasta con otras de las reformas trata-
das en Worms, incluida la propuesta asociada a Berthold von Henneberg, arzobispo
de Maguncia, de establecer un consejo ejecutivo permanente. Este cuerpo (Reichsre-
giment) llegó a formarse en 1500, presidido por el rey o su diputado, y formado por
veinte miembros, entre ellos representantes de los electores, otros Estados del
Reichstag y seis circunscripciones o círculos (Kreise) nuevos, a los que se les otorgó
conjuntamente extensos poderes en materia de justicia, finanzas y política extranje-
ra. El Reichsregiment, con pocos recursos, sin medios para imponer su autoridad y
contemplado con desconfianza por Maximiliano, sucumbió al cabo de dos años,
pero resurgió en el siglo XVI. Como consecuencia de las características políticas y del
limitado éxito de las reformas propuestas por el gobierno, Alemania carecía de un
centro equivalente a Londres, París o Edimburgo, que se perfilaban como focos
administrativos nacionales. El Reichstag se reunía en lugares diferentes, pero con más
frecuencia bajo el reinado de Maximiliano en el sur o centro de Alemania. La dieta
urbana se reunió en Fráncfort, Speyer, Heilbronn y Esslingen, mientras que el Kur-
verein lo hacía en otras ciudades. La Kammergericht celebraba con frecuencia sus
reuniones en Rottweil y la Reichskammergericht quedó asignada a Fráncfort, donde
solían celebrarse las elecciones imperiales, aunque las coronaciones ocurrían en
Aquisgrán. La insignia real se guardaba en Múnich, luego en Karlstein, cerca de
Praga, y desde 1424 en Núremberg, donde también tenía su sede el Reichsregiment.
Pero en otros aspectos, al igual que puede considerarse Praga como el centro del
imperio de Carlos IV (1347-1378), Innsbruck era el centro del reino de Maximiliano.
En el centro administrativo de las tierras tirolesas fue precisamente donde Maximi-
liano basó su primera cancillería y corte imperiales y donde estableció el primer ar-
chivo imperial.
D. Ditchburn
Los monarcas portugueses, al igual que los demás reyes, se desplazaban conti-
nuamente. Sus itinerarios estaban determinados por las necesidades económicas, la
diplomacia, el clima y las epidemias, y por lo general siempre incluían las ciudades
de Lisboa, Coimbra, Santarem y Évora. Las visitas se restringían a un máximo de
dos meses en cada lugar. A finales del siglo XV, la ampliación de la casa real fue
transformando esta costumbre a medida que aumentaban las dificultades a la hora
de alojar un creciente número de cortesanos. Durante el reinado de Manuel I (1495-
1521) Coimbra perdió importancia y el itinerario real se centró más en palacios
271
ITINERARIOS REALES EN PORTUGAL
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km
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Toledo \. Fronteras del reino de Castilla
l!J Cáceres .!
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0
272
nuevos como Lisboa, Évora y Almeirim, cerca de Santarem. A medida que la coro-
na dedicó más dinero en sus nuevos palacios y que más nobles adquirieron aloja-
mientos privados en sus proximidades, la duración de las visitas reales en cada cen-
tro aumentó de forma significativa. Aunque la construcción de la Casa da India e
Guiné(1501) supuso la emergencia de Lisboa como capital administrativa de Portu-
gal, la corte portuguesa siguió siendo itinerante.
S. C. Humb"/e Ferreira
A.MacKay
273
REPRESENTACIÓN EN LAS CORTES CASTELLANAS (1445-1474)
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e Sevi lla
venían, y el clero y la nobleza se interesaron apenas por lo que ocurría en las cortes.
Así, reuniéndose ocasionalmente y sólo a invitación del rey, las cortes solían limitar-
se a ser una asamblea de representantes del tercer estado (procuradores) y oficiales
reales, cuya principal función era la de votar impuestos y presentar peticiones a las
que el rey solía responder con evasivas.
Cuarenta y nueve ciudades estuvieron representadas en las cortes de 1391, pero
a mediados del siglo YY este número descendió a un máximo de diecisiete ciudades,
todas ellas ciudades reales, pues los habitantes de feudos nobles y eclesiásticos esta-
ban teóricamente representados en el primer y segundo estado. En la práctica, por
consiguiente, regiones enteras como Galicia, las provincias vascas, Asturias y Extre-
madura no estaban representadas.
La selección de procuradores estaba controlada por las oligarquías urbanas, aun-
que el propio rey intervenía ocasionalmente en nombramientos individuales. Las
cortes de Zamora de 1432 confirmaron formalmente lo que durante mucho tiempo
había sido la práctica generalizada, a saber: que sólo los nobles podían ser procura-
dores. Por esas fechas, los gastos de los procuradores corrían a cargo de la Corona.
Por lo general, entonces, los procuradores no eran necesariamente más representati-
vos de los intereses de los habitantes de las ciudades que los obispos de los habitan-
tes de sus señoríos: aceptaban felizmente impuestos que ellos personalmente no
pagaban, y las oligarquías a las que representaban, orgullosas de su participación en
las cortes, obtenían incluso beneficios si accedían a las peticiones reales de gastar el
dinero de los demás.
A.MacKay
274
REPRESENTACIÓN PARLAMENTARIA
EN LA INGLATERRA DE LA BAJA EDAD MEDIA
A . Goodman
El norte de Europa se vio asolado por una hambruna prolongada que comenzó
en 1315 y continuó al menos hasta 1318, en muchas zonas hasta 1322. Tanto las
crónicas como la dendrocronología (estudio de los anillos de los árboles) prueban
que pudo estar causada por una serie de veranos fríos combinados con períodos de
lluvia anormalmente abundante cuyos efectos sobre las cosechas resultaron devasta-
dores. Aunque para los estándares modernos las cosechas de grano eran de cualquier
forma muy bajas -la mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que para el
trigo eran en el mejor de los casos de 3/1 o 4/1-, en el período 1315-1316 las cose-
275
B
REPRESENTACIÓN
PARLAMENTARIA
EN LA INGLATERRA
·' DE LA BAJA EDAD MEDIA
,.' )
Fronteras nacionales
Fronteras condales
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276
B e D
LA GRAN HAMBRUNA
DE 1315-1322
□ Zona aproximada
afectada por la
hambruna
Ruta de transporte
- - - - - de grano intenumpida
por la hambruna
Otras rutas de
··· ....... ·· ·• transporte de grano
,----,
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km
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·) .)
Ll
A B e D
277
chas de trigo descendieron en casi el 80 por ciento en algunos dominios del priorato
de Bolton en Yorkshire. Por lo general, las demás regiones y cultivos se vieron afec-
tados menos severamente, aunque la caída de las cosechas se vio agravada por varios
factores. La hambruna en Inglaterra y Alemania se dejó sentir en Noruega a medida
que el comercio de grano por el norte de Europa se derrumbó. Las limitaciones de
transporte dificultaron la entrega de productos alternativos provenientes de zonas
que no habían sido afectadas, aunque algunos pudieron llegar desde la península
Ibérica y el sur de Francia. Sin embargo, la escasez de grano no incrementó los pre-
cios de forma significativa. Mientras tanto, las ovejas morían de una epizootia que
afectó a las Islas Británicas, al tiempo que las epidemias afectaban al resto del gana-
do hacia 1317. En partes de Escandinavia, Alemania, Irlanda y en las fronteras franco-
flamenca y anglo-escocesa, la hambruna coincidió con la guerra. Aunque los índices
de mortalidad son dificiles de trazar, en Ypres se registraron 2. 794 muertes en tan
sólo seis meses durante 1316, lo que tal vez alcanzaba el 10 por ciento de la pobla-
ción, una proporción similar que en Tournai, aunque tal vez el doble de la pro-
porción de bajas de Brujas. Aunque los contemporáneos vieron en ello la mano de
Dios, algunos historiadores consideran la superpoblación como la clave de lo
ocurrido. Para muchos, esta «crisis de principios del siglo XIV», más que la Peste
Negra, sería el punto decisivo en la economía y la sociedad medievales, aunque el
debate continúa.
D. Ditchburn
278
PROPAGACIÓN DE LA PESTE NEGRA
O 250
e_____¡
km
N
'-J
'-O Fuente: E. Carpentier.
debidas, que entre una cuarta y una tercera parte de la población de Europa occi-
dental sucumbió a la peste. Sin embargo, esta estimación también debe considerar-
se dentro del contexto de las grandes variaciones en la incidencia de la mortalidad.
En algunas ciudades, y especialmente puertos, se sufrieron pérdidas enormes. Albi,
Castres y Florencia, por ejemplo, perdieron probablemente la mitad de la pobla-
ción; Génova y Hamburgo, dos tercios, y Bremen, hasta tres cuartas partes. Por otra
parte, Bohemia, Polonia y Hungría, y quizá las mesetas de Castilla, se vieron menos
afectadas.
Pese a lo horrendo de la Peste Negra, no fue un fenómeno aislado, y debemos
tomar en consideración los períodos anterior y posterior a la epidemia. La Peste
Negra fue precedida de años de hambre, en particular la Gran Hambruna de 1315-1317
en el noroeste de Europa, y es probable que el crecimiento demográfico en general
ya hubiese decaído antes de la epidemia. Por consiguiente, un análisis malthusiano
sugiere que la expansión de los siglos XII y XIII creó una situación donde el crecimien-
to demográfico superó los recursos en alimentos, dando como resultado unas crisis
de subsistencia más graves y el «colapso» final en el siglo XIV. Por las mismas razones,
la proporción tierra/población en la Europa central y oriental y en algunas regiones
de la península Ibérica demuestra que había más tierras que colonos, y ello explica-
ría a su vez que se vieran menos afectadas por la peste.
Tras la gran Peste Negra, la plaga se convirtió en un fenómeno endémico duran-
te el resto de la Edad Media (y más allá), con brotes esporádicos en diferentes épocas
y lugares, que, aunque eran predominantemente urbanos, no sólo limitaron el cre-
cimiento demográfico, sino que parecían afectar sobre todo a los que carecían de
inmunidad; así, por ejemplo, cabe mencionar las «pestilencias de los niños» en In-
glaterra en 1361 y en Cataluña en 1362-1363 (mortaldad dels infants).
A.MacKay
280
B Incidencia de la despoblación
D Esporádica (ligera)
1086-1100 o
o 100
1100-1350 l· o
1350-1450 17 12 30 12
km 1450- 1700 60 60 45 73
Fuente: M. Beresford, The Lost Villages ofEngland, Allan Su tton, 1983, págs. 221 y 224.
281
da antes del siglo XN, era la mayor vulnerabilidad de los pueblos más pequeños.
Factores como el tipo de suelo y la proximidad de vecinos redujeron tal vez el cre-
cimiento y predispusieron a los pueblos más pequeños a la pérdida de viabilidad
económica cuando los términos del comercio agrícola pasaron a ser desfavorables y
se impusieron ciertas condiciones demográficas.
Las despoblaciones del siglo XII se debieron en gran medida a las actividades de
ganadería ovina de los monasterios cistercienses y a factores locales como la erosión
de la costa y las escaramuzas fronterizas. Los abandonos entre finales del siglo xm y
mediados del xrv pueden atribuirse a la retirada de tierras marginales colonizadas
durante la expansión demográfica de finales de la Edad Media, debida a una com-
binación quizá del agotamiento del suelo y la caída demográfica ya vigente antes de
la Peste Negra. La sucesión de epidemias a partir de entonces casi nunca fue causa
directa del abandono de un pueblo, sino que los casos registrados en los 150 años
siguientes parecen relacionados con el continuo abandono de tierras marginales
cultivables y la producción pastoral emergente que se producía en el contexto del
estancamiento demográfico y de los cambios en la demanda. Particularmente sus-
ceptibles eran lugares, muchos de ellos en los condados centrales, donde la ventaja
relativa del pastoreo sobre la agricultura no era demasiado fuerte.
La parcelación anterior a 1500, tan vilipendiada por los comentadores contem-
poráneos, era claramente un síntoma y no una causa de despoblamiento de los
pueblos.
E.M. Turner
282
A
TRASHUMANCIA EN EUROPA OCCIDENTAL
A FINALES DE LA EDAD MEDIA
Rutas de trashumancia
Trashumancia normaJ
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CHAMPAÑA ..,..·- - --"":::_~~ VOSGES
◄--- Trashumancia inversa
Trashumancia centroeuropea
con escaso cambio de altitud
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4 ·º pastores vlad,
SU IZA 4 .., Otras áreas de trash umancia
4
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Skop¡c
250
km
A e D
mancia estaba regulada por una institución denominada Dogana. Las tratun-i unían
la Dogana de Foggia con las áreas altas del Abruzzi. En el reino de Castilla, la trashu-
mancia recorría muchos caminos secundarios o cañadas que alimentaban tres rutas
principales o cañadas reales, todas ellas señalizadas con mojones de 1,5 metros de
alto a intervalos de 100 metros. En el siglo XIII, el reconocimiento real de la Mesta,
asociación de ganaderos, consolidó los derechos de paso existentes y la Corona re-
caudaba impuestos de servicio y montazgo sobre el desplazamiento de ovejas. En el
sur de Francia se daba una trashumancia normal e inversa. Las can-airés, creadas en
el siglo XIII y formalizadas por los Statuts de la Transhumance en el siglo XVI, eran rutas
en las que convergían las más angostas drailles. En la trashumancia alpina, ejemplifi-
cada en Suiza, los pastos a diferente altitud tenían más importancia que las rutas.
Todos los pastos estaban situados en el área de montaña y en ellos pastaban sucesi-
vamente los animales a medida que avanzaba la estación: hefweiden a 1.000 metros,
vorweiden hasta 1.500 metros y alpweiden hasta 2.000 metros.
Pese a la dificultad de reconstruir las rutas del norte de Europa, no incluidas en
el mapa, también en esas regiones nórdicas se practicaba la trashumancia. En Islan-
dia se daba la trashumancia oscilante, en que las ovejas pasaban el invierno a cubier-
to y sólo pastaban en tierras altas en julio y agosto. En Noruega, los desplazamien-
tos se producían hacia el este desde la costa y valles occidentales hacia las montañas,
mientras que en Suecia los desplazamientos se producían hacia el oeste y la residen-
cia de verano era el seter. La prueba de que en las Islas Británicas se practicaba la
trashumancia se basa también más en los asentamientos de verano que en las rutas
seguidas, que probablemente se convirtieron en caminos para rebaños e incluso en
283
caminos ordinarios, del mismo modo que los asentamientos de verano se convirtie-
ron en granjas estables. En Gales, el asentamiento de verano era el hafod (mientras
que en las tierras bajas era el hendre). En los Apeninos y en Cumbria persiste la trashu-
mancia inversa y las ovejas pasan su primer invierno de vida en las tierras bajas. Los
toponímicos de los Apeninos que acaban en «sett» derivan de seter e indican la trashu-
mancia y la influencia escandinava. En Cumbria, la terminación nórdica de seter es
«erg», préstamo irlandés para asentamiento de verano, que indica a su vez la existencia
de trashumancia en Irlanda. Se practicaba asimismo la trashumancia en todas las áreas
montañosas de Escocia, donde el asentamiento de verano era el shieling.
El registro de la Inquisición del siglo XIV de Jacques Fournier, obispo de Pamiers,
ha permitido realizar descubrimientos fascinantes acerca de la vida de los pastores
del pueblo pirenaico de Montaillou.
M. L. Ryder
Las ligas urbanas en la Alemania de finales de la Edad Media eran alianzas pro-
visionales entre ciudades vecinas. Solían estar dirigidas contra caballeros y príncipes
que amenazaban los monopolios comerciales de las ciudades y sus jurisdicciones.
Pese a la prohibición explícita en la Bula de Oro (1356), las ligas florecieron porque
unos reyes débiles no lograban proteger los intereses de las ciudades. Cuando Car-
• Miembro original de
1 Buchhom la Liga (1376)
o Miembro posterior
3 Wangen
de la Liga
~ Batalla
284
los N y Wenzel impusieron impuestos muy elevados a algunas ciudades e hipoteca-
ron otras a sus enemigos principescos con objeto de financiar sus ambiciones dinásti-
cas, catorce ciudades bajo el liderazgo de Ulm formaron la Liga de ciudades suabas
en 1376. La Liga derrotó a su principal enemigo local, el conde de Wurtemberg, en
Reutlingen (1377), lo que animó a otras ciudades, en particular Ratisbona (1381) y
Núremberg (1384), a unirse a ellas. Se establecieron alianzas con la Liga renana (1381)
y con la Confederación suiza (1385), y la Liga suaba fue reconocida implícitamente
por el emperador en 1384. Pese a todo ello, en 1388, los príncipes derrotaron a la Liga
en Doffingen y a sus aliados renanos en Worms. Las ligas desaparecieron gradualmen-
te a partir de entonces y se prohibieron en virtud de la Pacificación de Eger (1389).
D. Ditchburn
ESTAMBUL
La ciudad que tomaron los turcos otomanos de los bizantinos en 1453 estaba
prácticamente en ruinas y restaurarla fue una de las tareas más urgentes de Mehmet I
el Conquistador. Atrajo colonos de todas las regiones del Imperio y el éxito de tal
iniciativa queda ilustrado en el censo de la ciudad compilado en 1477, según el cual
había un mínimo de 16.324 hogares, que representaban una población total de
unos 100.000 habitantes. Los musulmanes constituían aproximadamente tres quin-
tas partes de la población, los griegos algo menos de una cuarta parte y se concen-
traban en Fener, donde el patriarcado halló su lugar de reposo. La siguiente comu-
nidad en tamaño era la judía, aproximadamente una décima parte del total. Aunque
siempre muy cosmopolita, Estambul era una ciudad profundamente musulmana.
Santa Sofía se convirtió en la mezquita principal y Mehmet mandó construir la
Mezquita de la Fe en el lugar que ocupaba la Iglesia de los Santos Apóstoles. Aso-
ciadas a estas mezquitas había instituciones docentes, religiosas y de beneficencia,
así como mercados, tiendas y talleres. La fundación de tales complejos o imárets fue
típica del crecimiento de la ciudad. El ejemplo del Conquistador fue seguido por
ESTAMBUL
Vías principal es
285
NOVGOROD A FINALES DE LA EDAD MEDIA
. -·
Narva ,! :.:-:-:-.
1/ · -:-:-:- .
500
rn
sus visires y sucesores. Entre las obras más impresionantes, cabe destacar la Mezqui-
ta de Solimán, construida por Solimán el Magnífico (1520-1566), durante el reinado
del cual la población de Estambul rondaba el medio millón.
M.Angold
NüVGOROD
286
DUNFERMLINE
MEDIEVAL
Burg Mui r
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H=os~p1c='º:=____.Y:::::=- \\\t ..
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ODWYND
Canmore
de la Torre
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Capilla
de St Leonard -■
ÜUNFERMLINE
E. P. Dennison
SEVILLA
Dentro de sus murallas, la gran ciudad mercantil de Sevilla cubría un área de 276
hectáreas, a las que deben añadirse distritos extramuros como Triana. El núcleo
original, caracterizado por pequeñas manzanas de edificios y calles irregulares, esta-
287
O + Parroquias
.___250 Límites de parroquias
m - - y barrios
• Monasterios y conventos
■ Ed ificios civiles
Catedral
Colegiata del Salvador
Orden de Calatrav.i
Orden de S,m Juan
5 Orden de Santiago
6 Orden de Alcántara
7 Ayuntamiento
8 Casa de la moneda
9 Muelles de la Corona
10 Almacén público de grano
11 Castillo de Triana
12 Lon1 a de los genoveses
13 Lonja de los placentinos
14 Lonja de los catalanes
15 Lonja textil
16 Casa arzobispal
17 Real Alcázar
18 Casa del duque de Medina
Sidonia
19 Casa del duque de Arcos
20 Almaccn de sal
21 Mercado de aceite de oliva
22 Mercado de animales
23 Mercado de los Jueves
24 A.rea de burdeles
25 Mercados de carne
26 Muelles
27 Las Gr.idas
ba en el sudeste. Hacia el norte, las manzanas eran más grandes y las calles rectilí-
neas, especialmente en la parte noroccidental, que surgió más tardíamente. Las gran-
des manzanas ocupadas por monasterios y conventos eran muy importantes (había
diecinueve en 1500), sobre todo las establecidas en el siglo XIII y situadas en el fren-
te occidental.
Desde el punto de vista administrativo, la ciudad estaba dividida en veintiocho
parroquias y cinco barrios, y la población pasó de unos 5.000 vecinos o cabezas de
familia en los años 1430 a 7.000 en 1480, sin tomar en consideración los residentes
temporales ni las pequeñas minorías de judíos y musulmanes. Esta población se
distribuía irregularmente, con las mayores densidades en el sur de la ciudad, donde
se hallaban los centros de poder civil como el alcázar, el consejo municipal, el almi-
rantazgo y las aduanas; los mercados más importantes; la alcaicería o mercado de
seda; la zona donde se realizaban las transacciones internacionales; las lonjas o
centros comerciales de mercaderes de diversa procedencia; y todos aquellos asocia-
dos con actividades como el cambio de moneda, banqueros y notarios. La configu-
ración urbana era en su mayor parte herencia musulmana.
Al norte de las puertas de Osario y Goles, la densidad demográfica era menor y
ahí vivían familias dedicadas a la agricultura, la pesca y la navegación marítima, así
como gran número de jornaleros. Además, esta área carecía prácticamente de toda
infraestructura, excepto el mercado para abastecer a la localidad y otro mercado se-
manal que, probablemente con el mismo objeto, se celebraba los jueves.
Las casas de los grandes nobles y oligarcas patricios no estaban en un distrito
concreto, sino repartidas por toda la ciudad.
A. Callantes de Terán
288
Los CENTROS FINANCIEROS DE EUROPA OCCIDENTAL
289
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LOS CENTROS FINANCIEROS DE EUROPA OCCIDENTAL
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Campo
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290
de cambio fluctuaban. No obstante, en teoría era posible rechazar el pago en su des-
tino y luego volver a cambiarlo en su lugar de origen a una tarifa de cambio distinta,
obteniendo con ello un beneficio. Esto dio lugar a la práctica del cambio seco, en el
que se empleaban letras de cambio como pretexto o tapadera de la usura.
Con frecuencia, las grandes dinastías financieras y bancarias acababan abando-
nando con el tiempo su tradición empresarial, tal vez en parte por una especie de
complejo de culpa creado por la incompatibilidad entre sus actividades y sus valores
religiosos. Los Peruzzi de Florencia llegaron incluso a abrir una cuenta en beneficio
de «Messer Dommeneddio» («Mi Señor Dios»), cuyos beneficios iban a parar a los
pobres y que además fue la única que disponía de crédito cuando la compañía que-
bró. Pero por lo general se trataba más de una vía para adquirir respetabilidad y
poder político, como ocurrió con los Médicis, que gobernaron Florencia, se convir-
tieron en papas (León X y Clemente VII) e incluso se casaron con monarcas (como
Catalina de Médicis, reina de Francia).
D. Ditchburny A. MacKay
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daneses ofrecieron privilegios especiales a los de Lübeck y las ciudades hanseáticas
cercanas. Estas ciudades trataron de excluir a los demás mercaderes de las ferias de
Escania, objetivo que lograrían a principios del siglo xv. Los ingleses y los holande-
ses incrementaron entonces la explotación de otros recursos pesqueros en Islandia
y el mar del Norte, mientras las ferias de Escania iban perdiendo su papel como
centros del comercio internacional. Es más, el prolongado conflicto entre Lübeck y
sus aliados con Dinamarca continuó, llevando a la desaparición de los mercados de
Escania desde finales del siglo XV y el siglo XVI. Para entonces, los puertos del mar
del Norte, especialmente los de Holanda y Zelanda, habían conseguido dominar el
comercio internacional del pescado.
E. Frankot
LA «JACQUERIE»
295
LA JACQUERIE
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LA REVUELTA CAMPESINA DE 1381
A. Goodman
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LA REVUELTA CAMPESINA DE 1381
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LOS EXTRANJEROS EN INGLATERRA
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O Origen parcial o totalmente desconocido
A e D
299
que esto hace que los cobros de la tasa no constituyan un recuento válido de los
inmigrantes de Inglaterra, sí muestran evidencias de ciertas pautas migratorias.
En 1440, los irlandeses (de los que tal vez habría hasta mil) solían congregarse en la
región que se extendía entre Cornualles y Northamptonshire, con sólo unos pocos
en el norte y el este, y también algunos en Londres. Los escoceses (entre unos 2.000
y 3.000) dominaban el norte, con algunos situados en el límite meridional de Kent.
En el sur, el este y el oeste se registraron emigrantes franceses, mientras los holande-
ses, aunque dispersos a través de todo el país, eran más numerosos en el sudeste.
También había algunos emigrantes llegados de Islandia, Manx y Orcadia, distribui-
dos principalmente a lo largo del litoral oriental. Los llegados de las islas del Canal
y de la península Ibérica ocupaban preferentemente los distritos del sur y del oeste.
Una cantidad muy significativa de inmigrantes vivía en ciudades y puertos como
Londres, Bristol y Hull, aunque también los había en zonas rurales. En el norte,
donde un número significativo de inmigrantes eran mujeres, muchos de los extran·
jeros aparecen identificados como sirvientes o campesinos. Los descritos como «va-
gabundos» eran probablemente jornaleros itinerantes. Muchos de los inmigrantes
que poblaban las distintas zonas del país eran hombres casados con una posición
relativamente acomodada o artesanos cualificados que supieron aprovechar las
oportunidades de lucro surgidas tras la caída de población provocada por la Peste
Negra. También existía un disperso aunque significativo número de clérigos extran-
jeros, causa de varias quejas en el Parlamento. Es más, los extranjeros a menudo se
convirtieron en objeto de enérgicas agitaciones xenófobas.
D. Ditchburn
300
Religión y cultura
Entre 1305 y 1378, el papado abandonó Roma y residió durante casi todo ese
período en Aviñón, ciudad situada a orillas del Ródano a su paso por Provenza y
que entonces pertenecía al Imperio. Petrarca (m. 1374) equiparó la vida de la corte
papal de Aviñón con el vicio, corrupción y ambición de la legendaria Babilonia,
recurso literario utilizado para criticar las tendencias mundanas de la Iglesia por
Joaquín de Fiare en el siglo XII y más adelante por los franciscanos espirituales. Des-
de entonces, el «Cautiverio de Babilonia» se ha convertido en moneda corriente
para describir este período en la historia papal, pero los papas de Aviñón eran más
exiliados que cautivos. Las rivalidades entre las grandes familias romanas desempe-
ñaron un papel importante en el final ignominioso de Bonifacio VIII, y las disputas
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FINANZAS PAPALES:
PAGO DEL CENSO
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pagados por abades
301
entre güelfos y gibelinos del norte de Italia culminaron en guerras endémicas que
mantuvieron a los papas al otro lado de los Alpes, pese a que tomaron parte activa
en estos conflictos. Los planes de Clemente V (1305-1314) y de Juan XXII (1316-1334)
de regresar a Italia dieron paso a la complacencia de sus sucesores lejos de Roma.
Pese a todo, la opinión general, aunque injustificable, era que el papado estaba en
el bolsillo del rey francés, y el sentimiento general, que los males de la Iglesia des-
aparecerían si el papa regresaba a Roma. Después de lo que resultó ser una visita de
Urbano V (1362-1370) en 1369-1370, Gregario XI (1370-1378) volvió a Roma de forma
permanente, pero tras su muerte la Iglesia fue azotada por el Gran Cisma con la
creación de una línea rival de pontífices en Aviñón.
Los contemporáneos condenaban, por encima de todo, la codicia de los papas de
Aviñón, que exigían fondos para financiar la incipiente burocracia y las guerras italia-
nas. Esta necesidad estaba exacerbada por una caída de los ingresos procedentes de los
territorios pontificios en Italia debido a la confusión política reinante. Al igual que
los demás obispos, el papa obtenía sus ingresos de fuentes temporales y espirituales.
Estas últimas eran cada vez más importantes y originalmente tomaban la forma de
pagos nominales en reconocimiento de la autoridad papal, como por ejemplo el censo
que pagaban muchos monasterios y el céntimo de Pedro que entregaban muchos
países. En el siglo XIII y principios del XIV, los papas se apropiaban ocasionalmente de
décimos del valor correspondiente a los beneficios para financiar las cruzadas, pero la
mayoría del dinero recaudado caía en manos de potentados laicos y no se utilizaba
para el objetivo original. Más lucrativas eran las exacciones relacionadas con la crecien-
te práctica de la provisión papal o nombramiento directo por el papa a títulos y bene-
ficios eclesiásticos: servicios comunes pagados por arzobispos, obispos y abades, y
anatas pagadas por otros eclesiásticos. Los primeros constituían una tercera parte de las
segundas en el total de los ingresos anuales, lo que era inferior al valor verdadero. En
teoría, el derecho del papa de disponer de los beneficios eclesiásticos de una iglesia ya
estaba bien establecido, pero con Juan XXII, las ventajas fiscales de esta práctica mejo-
raron mucho. La constitución Execrabilis (1317) se promulgó para evitar el abuso del
pluralismo, pero también reservó para el papado la provisión de beneficios vacantes,
de forma que podían recaudarse las anatas, que todavía eran una novedad en la mayo-
ría de Europa. Durante este pontificado, la provisión de obispos y abades se volvió
moneda corriente. En el mapa, extraído de los registros de pago a la cámara apostólica,
se comparan el primer y último años del pontificado de Juan XXII para ilustrar de qué
manera los servicios comunes pasaron a ser una fuente de ingresos muy importante.
En ambos años, el censo total recaudado era aproximadamente de 100 florines, mien-
tras que los servicios comunes eran la principal fuente de ingresos de la Santa Sede.
En 1316-1317, veintiún prelados pagaron 9.343 florines, pero en 1332-1333 casi cien
clérigos pagaban unos 38.370 florines, es decir, más de cuatro veces la cantidad original.
R. K. Rose
Tras la muerte en marzo de 1378 de Gregario XI, quien el año anterior había
reinstaurado el papado en Roma, dieciséis cardenales celebraron un cónclave. El 8
de abril, eli3ieron a Bartolomeo Prignano, arzobispo de Bari, como Urbano VI, en
302
EL GRAN CISMA:
ENTRE PISA Y CONSTANZA
EL IMPERIO
• Constanza
HUNGIÚA
A e o
303
medio de ruidosas exigencias por parte del pueblo de que se eligiese a un papa ro-
mano. Aunque es posible poner en tela de juicio lo reglamentario de dicha elección,
dados los disturbios que la rodearon, a posteriori parece evidente que los cardenales
reconocieron y trataron a Urbano como papa legítimo. Pero unos meses después,
trece de los electores, hastiados de las explosiones violentas de su maestro, le deser-
taron y declararon no válida la elección. En un segundo cónclave celebrado en
Fondi, en el reino de Nápoles, eligieron al primo del rey de Francia, Roberto de
Ginebra, como Clemente VII. Incapaz de desalojar a Urbano de Roma, Clemente
decidió con toda naturalidad establecerse en Aviñón con su corte, donde cinco de
los cardenales de Gregario XI habían permanecido con gran obstinación. La obe-
diencia jurada a los papas rivales refleja en gran medida las simpatías políticas nacio-
nales en Europa. Carlos V de Francia había animado desde el principio a los car-
denales en su rebelión y éstos incitaron a Juana de Nápoles para que los apoyara. Era,
por tanto, natural que Inglaterra permaneciese fiel a Urbano y que Escocia, aliada
de Francia, aceptase al papa francés. Dentro de la propia Francia, el clero de Flandes
y de los enclaves ingleses de Calais y Gascuña rechazaron a Clemente. El emperador
Carlos IV, junto con los demás dirigentes de la Europa central y Escandinavia, reco-
nocieron a Urbano VI, pero algunas regiones del reino alemán, en particular las
fronterizas con Francia, siguieron a Clemente. Urbano urdió la caída de Juana de
Nápoles, pero sus planes se volvieron contra él porque Nápoles no le apoyó oficial-
mente hasta 1400, aunque sí contase con el apoyo del reino. Portugal vaciló entre
Roma y Aviñón hasta 1385, cuando se alineó definitivamente con la primera. Los
reyes de Castilla, Aragón y Navarra aplazaron su decisión hasta 1381, 1386 y 1390
respectivamente, cuando todos ellos reconocieron a Clemente.
Mientras que toda iniciativa militar resultaba fútil, en las universidades se deba-
tía la delicada cuestión de cómo cerrar el cisma. Juristas y teólogos estaban univer-
salmente de acuerdo en que la única razón válida para deponer a un papa era por
hereje, pero ninguno de los candidatos era acusado de herejía. Ya en 1379, Enrique
de Langestein y Conrado de Gelnhausen, ambos de la Universidad de París, defen-
dieron la convocatoria de un concilio general como ente superior al papa para exa-
minar la conducta delictiva de Urbano VI y la elección ilegal de Clemente VII, pero
el papa era el único que podía convocar dicho concilio general. El escándalo del
cisma se agravó cuando los cardenales romanos eligieron a Bonifacio IX a la muerte
de Urbano (1389). Pese a las exhortaciones de la Corona francesa para que no se
celebrase otra elección a la muerte de Clemente (1394), sus cardenales proclamaron
papa a Benito XIII. Más adelante, ambos papas cesaron en sus cargos, iniciativa
propuesta por los eruditos parisinos Pierre d'Ailly y Jean Gerson, y ése fue el mejor
medio para poner fin al cisma. En 1407 se convocó una reunión en Savona entre
Benito y Gregorio XII, pontífice romano desde el año anterior, pero este último no
completó el último tramo del viaje. Frustrados ante la situación de estancamiento,
los cardenales de ambos campos se unieron y convocaron un concilio general que
debía celebrarse en Pisa en marzo de 1409. Sin contar con apoyo universal y teñida
de la sospecha de ilegitimidad, la reunión fue un fraude y el resultado final no fue
el nombramiento de un papa, sino de tres. Siguió, sin embargo, imperando la idea
de que sólo un concilio podía resolver la situación. El período de inactividad fue
roto por el emperador electo Segismundo, quien convocó el Concilio de Constanza
que se celebró entre 1414 y 1417. El papa pisano Juan XXIII y Gregorio XII dimitie-
ron, pero Benito XIII se mantuvo firme hasta su muerte en 1423. El Concilio no
304
eligió al papa único, Martín V, hasta que todas las «naciones» enviaron a sus repre-
sentantes, lo que sucedió en noviembre de 1417.
R. K. Rose
Los Estados pontificios eran la base del poder terrenal del papado. Fundados en
el año 754, cuando Pipino, rey de los francos, otorgó al papa Esteban II el exarcado
de Ravena y de Pentápolis, estaban directamente gobernados por el papa como jefe
seglar y adquirieron autonomía política de las potencias vecinas en el siglo XIII. Pese
a la amplia red de caminos, basada en las antiguas rutas romanas, la desigualdad del
terreno presentaba grandes dificultades administrativas. Las ciudades clave de Roma,
rodeada por una llanura costera estéril, y Bolonia, en la fértil región de la Romagna,
estaban separadas por los pasos de los Apeninos y por la próspera Marca de Ancona,
región de colinas con una variada actividad económica y numerosos señoríos pe-
queños. El área en su conjunto estaba regida por los gobernadores del papa o recto-
res basados en Perugia, Ovieto, el Patrimonio de San Pedro en Tuscia, Romagna y
en otros lugares. Durante la estancia del papado en Aviñón (1309-1377), la autori-
dad de facto pasó a manos de numerosas comunas y, más adelante, de dinastías se-
ñoriales como los Malatesta de Rimini y los Montefeltro de Urbino. La región
fronteriza romana estaba igualmente dominada por familias como los Orsini, Cae-
tani, Colonna, da Vico y Anguillara, mientras que la propia Roma permanecía en
poder de diversas facciones, pese al intento de Cola di Rienzo de reorganizar el
gobierno de la ciudad en 1347. Bolonia, mientras tanto, se rebeló en 1334 y durante
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305
varias décadas la región estuvo asolada por la guerra. En 1353-1367, el cardenal Egi-
dio (Gil) de Albornoz recibió el encargo de Inocencia VI de restablecer el tesoro
papal. Por medios militares y diplomáticos, logró imponer cierto reconocimiento
de la autoridad papal y reconoció la legitimidad de algunos sign,ori nombrándolos
vicarios papales. Tras el regreso de los papas a Roma, los Estados pontificios sufrie-
ron la crisis del poder papal que había causado el Gran Cisma y el Movimiento conci-
liar: Ladislado de Nápoles, por ejemplo, tomó Roma en 1408 y 1413. La autoridad
papal quedó restablecida de forma precaria de la mano de Eugenio N (1431-1447), y
desde entonces los ingresos de los Estados pontificios contribuyeron a mejorar fi-
nancieramente un papado muy debilitado en la esfera espiritual.
FAndrews
ILEGITIMIDAD Y PENITENCIARÍA
APOSTÓLICA
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ILEGITIMIDAD y PENITENCIARÍA APOSTÓLICA
J. McDonald
La ocupación de Egipto y Siria por los árabes en el siglo VII privó al Imperio bi-
zantino de muchos de sus principales centros culturales, entre ellos Alejandría, Ate-
nas, principal universidad, y Beirut, gran centro de estudios jurídicos. Constantino-
pla se quedó con el monopolio de la enseñanza superior, erudición y letras, pero
incluso en esa ciudad desapareció la universidad fundada en el año 425. La enseñan-
za se circunscribió a la esfera de las escuelas y tutores privados, mientras que la su-
pervisión del Estado se limitaba a la entrega de fondos para seleccionar maestros y
escuelas. No existía institución de enseñanza superior alguna comparable al modelo
de las universidades occidentales. Bizancio heredó el programa de estudios helenis-
ta, con el consiguiente énfasis en la retórica, y con el pensamiento especulativo, ya
fuese filosófico o teológico, relegado a la esfera del interés privado. Este modelo
prevaleció hasta el siglo xn, cuando la supervisión de la enseñanza recayó en los
patriarcas de Constantinopla. Con la desintegración del Imperio bizantino tras la
conquista latina de 1204, Constantinopla perdió su monopolio cultural. Las escue-
las bizantinas se refugiaron en Nicea y Trebisonda. Tras la recuperación de Constan-
tinopla en 1261, el emperador Miguel VIII Paleólogo tomó las medidas necesarias
para reavivar la enseñanza y la erudición, pero Constantinopla no logró restablecer
su monopolio cultural ante el auge de Tesalónica en el siglo XN. En la fase final de
este proceso, Mistra pasó a ser el centro más prestigioso de erudición bizantina
gracias a las actividades del platonista Jorge Gemisto Pletón y su círculo.
Mientras la enseñanza y la erudición eran exclusivas de una pequeña élite, el
monasticismo afectó a toda la sociedad bizantina. Constantinopla siempre fue
el centro destacado del monasticismo bizantino. Desde su fundación a mediados
del siglo v, el monasterio de San Juan Bautista de Studios en Constantinopla figuró
siempre entre los más prestigiosos. La regla allí vigente sirvió de modelo para otras
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las postrimerías del estilo gótico. Entre los logros más destacados del emperador, cabe
destacar la fundación de la universidad centroeuropea más antigua en Praga (1347).
La Universidad se convirtió rápidamente en caldo de cultivo de herejías y allí
florecieron predicadores y reformadores notables como Jan Hus y su principal se-
guidor Jakoubek de Stribro. Este clima de disensión estaba acentuado por el débil
gobierno de Wenceslao IV y la falta de dirección de la Iglesia católica después del
Cisma de 1378. La deposición de Wenceslao del trono imperial (1400) y el decreto
de Kutná Hora (1409), por el cual los checos lograron una mayoría dominante en la
administración de la Universidad, supuso el declive de la importancia internacional
de Bohemia y de la Universidad de Praga. Bohemia quedó aislada y rechazada por
las demás regiones como centro de herejía.
Tras la muerte de Hus en la hoguera en 1415 y la condena de los herejes en el
Concilio de Constanza, los husitas presentaron varias exigencias para la reforma en
los Cuatro Artículos de Praga (1420): libre predicación de la Palabra de Dios, comu-
nión bajo las dos especies, confiscación de las propiedades del clero y castigos contra
los pecados públicos. Pero el nuevo movimiento se dividió muy pronto en varias
facciones: a la derecha estaban los utraquistas, que sólo reclamaban el derecho de re-
cibir la comunión bajo las dos especies (subutraque specie), en el centro estaba el partido
moderado, encabezado por Jakoubek de Stribro; a la izquierda, los taboritas, adheren-
tes al quilianismo o milenarismo; en la extrema izquierda, estaban los adamitas, secta
que practicaba el nudismo y negaba la doctrina de la Presencia real.
Las zonas de mayor actividad husita eran Praga, donde Hus y sus seguidores
predicaban en la capilla de Belén, y el noroeste, oeste y sur de Bohemia; Moravia y
Eslovaquia permanecieron católicas durante las guerras husitas. Los taboritas, en su
mayor parte campesinos y burgueses, fundaron la ciudad de Tabor (1420) y estable-
cieron una forma de gobierno municipal que abolía el sistema feudal. El movimien-
to se extendió rápidamente por las denominadas «cinco ciudades» (Plzen, Slany,
Zatec, Louny y Klatovy), que los predicadores radicales consideraban refugio defini-
tivo de los elegidos contra el Anticristo.
En 1420 se organizó una Cruzada antihusita encabezada por el hermano de
Wenceslao, Segismundo, rey de Hungría y Sacro Emperador Romano, que entró en
Bohemia y capturó Praga, donde fue coronado rey. Los taboritas, dirigidos por el
dinámico Jan Zizka, llegaron al rescate y expulsaron a los cruzados de Praga. Otro
asalto católico en ese mismo año también fracasó. Tras una tercera victoria contra
los cruzados al año siguiente (1421), la dieta de Bohemia se reunió en Caslay, donde
aceptó los Cuatro Artículos de Praga con rango de ley y rechazó las aspiraciones al
trono de Segismundo.
Los husitas emprendieron sus propias cruzadas religiosas en Polonia y Alemania a
las órdenes del sucesor de Zizka, Prokop Holy. Una guerra de aniquilación mutua
entre los herejes facilitó las invasiones católicas de 1427 y 1431, cuando las fuerzas de
Segismundo quedaron definitivamente derrotadas en la batalla de Domazlice. En los
años 1430, sin embargo, el ala moderada de los husitas buscaba una solución pacífica
al conflicto bohemio y esta iniciativa culminó con el acuerdo entre la nobleza utra-
quista y los católicos (la Compactación de Basilea). Ambos ejércitos se aliaron para
acabar con los extremistas en la batalla de Lipany (mayo de 1434) y, así, la destrucción
de la causa taborita abrió las puertas de nuevas negociaciones. Los utraquistas dejaron
de insistir en el uso obligatorio del cáliz en toda Bohemia, pero exigieron que el nuevo
arzobispo fuese de tendencias utraquistas. En 1436 se ratificó enJihlava la Compacta-
310
ción de Basilea, y Segismundo regresó a Praga como rey en agosto de 1436. Este
acontecimiento marcó el principio del nuevo modus vivendi entre husitas y católicos
que se prolongó hasta que los checos perdieron la independencia en 1620.
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ción hasta la muerte en la hoguera. En la primera década de las operaciones inqui-
sitoriales se condenó a más de 10.000 conversos. La expulsión de los judíos fue
autorizada el 31 de marzo de 1492 y en mayo los judíos que se negaron a convertir-
se se trasladaron a Portugal, norte de África y Turquía. Los que huyeron a Portugal
sólo encontraron un refugio provisional, pues cinco años después se les planteó de
nuevo el problema de la conversión obligatoria. Al igual que ocurriera en España,
esto supuso la aparición del criptojudaísmo y el 23 de mayo de 1536 se estableció
una Inquisición portuguesa a imagen de la española.
Con la expulsión de los judíos, el antisemitismo adoptó un matiz más racial. Es
cierto que ya habían aparecido libelos antijudíos dirigidos a los conversos, como en el
famoso juicio de difamación de la sangre del caso del «niño santo de La Guardia» (1490-
1491). De la misma manera, los conversos, como los judíos, guardaban hostias con
propósitos satánicos, pero en este caso la limpieza de la sangre se convirtió en una obse-
sión y, pese a que muchos conversos lograron esconder su «defecto», los que no lo con-
siguieron se vieron excluidos cada vez más de muchos cargos en la Iglesia y el Estado.
P. Hersch
PoGROMos EN ALEMANIA
A e
POGROMOS EN ALEMANIA
• Lüneburg
• Wildeshausen ~-
r:... • Centro de persecución
judía, 1348-1350
• Minden • Brunsw1ck
'·' º,/''...;,
Dortmund• Nordh; usen J-lalle ·, km
250
A e
Fuente: Graus.
313
habían sido víctimas de persecuciones. La llegada de la Peste Negra desencadenó un
nuevo brote de persecuciones, algunas espontáneas, otras premeditadas, en más de
ochenta ciudades, entre noviembre de 1348 y agosto de 1350. Al carecer de explica-
ciones para la propagación de la plaga, se difundieron por gran parte de Europa
acusaciones de que unos «extranjeros» habían envenenado el agua potable. En algu-
nas regiones se consideró a los peregrinos extranjeros como responsables y en Ale-
mania, entre otros lugares, la sospecha recayó en los judíos. Las matanzas alemanas
que sucedieron antes de la llegada de la peste pueden explicarse por el miedo de que
estallase la plaga más que por la búsqueda de chivos expiatorios. De la misma ma-
nera, ya hubo pogromos antes de la llegada de los flagelantes a las ciudades, a quie-
nes a menudo se ha acusado de avivar el sentimiento antijudío en una época de terror.
Por el contrario, esta actitud estaba quizá alentada consciente o inconscientemente
por los predicadores locales, pues muchos de los pogromos sucedían en domingo o
día de fiesta. Tradicionalmente, los pogromos de los años 1340 también se han in-
terpretado como la expresión de las tensiones políticas entre los artesanos no repre-
sentados (supuestamente hostiles a los judíos) y los patricios gobernantes (protecto-
res de las comunidades judías o dispuestos a aceptar las matanzas para apaciguar a
los artesanos). En los últimos tiempos se ha descartado esta interpretación, aunque
la desaparición de las deudas contraídas con los judíos asesinados favoreció a deu-
dores de clases sociales diversas. El trasfondo político de los pogromos es, sin em-
bargo, muy significativo. Aunque aspirantes rivales reclamaban con fuerza la Coro-
na, ninguno estaba en condiciones de ejercer el papel protector que tradicionalmen-
te asumía el emperador para con las comunidades judías. Los numerosos pogromos
de Meissen y Turingia reflejan los sentimientos antijudíos del señor local, mientras
que el pogromo único de Krems se produjo en tierras controladas firmemente por
los más compasivos Habsburgo.
D. Ditchburn
MARGERY KEMPE
Margery Kempe nació hacia 1373 en el próspero puerto inglés de King's Lynn
(entonces Bishop's Lynn). Hija de uno de los mercaderes más eminentes de su gene-
ración, John Brunham, contrajo matrimonio cuando contaba cerca de veinte años
con John Kempe, el hijo de un próspero peletero. Su convencional estilo de vida se
vio salpicado por intensos accesos de fervor y remordimiento religiosos. En 1413,
cuando la pareja se encontraba viajando por los santuarios de Yorkshire, consiguió
persuadir al reacio John a hacer voto mutuo de castidad. Para entonces ella ya sentía
que Cristo le hablaba a su alma. Desarrolló una rica vida espiritual interior en la que
mantenía diálogos con Cristo y con la Virgen María, tenía visiones de sus sufrimien-
tos temporales y percepciones del Altísimo, la Santísima Trinidad y el Cielo. Esta
amalgama derivaba de un profundo estudio de la obra de escritores contemplativos,
en concreto de Richard Rolle, Walter Hinton y de la obra magna del mayor ejemplo
de Margery, santa Brígida de Suecia.
Nuestro conocimiento de Margery proviene del libro que dictó en 1436-1438,
en el que se destacan sus visiones, sus violentos éxtasis, sus ilustrativas homilías y la
desconfianza de los confesores que a menudo la colmaban de sufrimientos por sus
314
e
MARGERY KEMPE
O 100
'----'
km
500
w km
......
V, A e
muestras de hostilidad y escepticismo, que soportó por su amor hacia Cristo. El
testimonio que ofrece su libro sugiere que además de la búsqueda de indulgencias y
la devoción contemplativa, centrada en un Cristocentrismo intensamente humano
y en el Marianismo, se sintió impulsada por las peregrinaciones internacionales. La
robusta Margery no buscaba sin duda las curas físicas sino conseguir la redención y
eludir las penas del Purgatorio. Cuenta que en 1413-1418 visitó como peregrina Je-
rusalén, Tierra Santa, Asís, Roma y Santiago de Compostela. En 1438, tras acompa-
ñar a su nuera alemana hasta Danzig, siguió la sugerencia de visitar el conocido
santuario eucarístico de Wilsnack en Brandemburgo.
El libro de Margery ofrece información sobre las costumbres y experiencias
fortuitas de las peregrinaciones. Para financiar sus recorridos internacionales empleó
en un principio el dinero que recibía de aquellos por los que iba a rezar en los san-
tuarios. Recorriendo las numerosas rutas y ciudades de Inglaterra, en compañía de
su marido o de algún otro compañero de peregrinación o sirviente, descubrió que
viajar era cómodo y por lo general seguro. Una mujer que quisiera viajar al extranje-
ro podía unirse a una compañía de peregrinos, pero a cambio tenía que cumplir sus
rígidas normas de conducta. El transporte en barco de peregrinos ingleses hacia
Santiago se había convertido en un gran negocio y para aquellos europeos del norte
con intención de acudir a Roma o a Tierra Santa vía Venecia, la peregrinación tam-
bién estaba muy bien organizada. En las regiones mediterráneas, los cristianos y los
musulmanes de Tierra Santa solían mostrarse tolerantes con los viajeros del norte,
siempre que se comportasen de acuerdo con las convenciones establecidas. Sin
embargo, cuando Margery regresó desde Wilsnack a Inglaterra, confiando en la du-
dosa protección de un compañero contratado y alejándose de las rutas recorridas
habitualmente por los peregrinos, a veces tuvo que hacer frente a la hostilidad y el
peligro inflamados por los sentimientos anglófobos.
Aunque en el libro se muestra una actitud amable de los musulmanes ante Mar-
gery, así como de tolerancia por parte de los romanos pese a ser begarda, esto no
constituye una firme afirmación de que los viajes internacionales promoviesen la
aculturación. Margery continúa siendo la patriótica hija burguesa de Lynn, con una
visión preconcebida de los lugares sagrados. Aunque su espiritualidad se vio refor-
zada por sus experiencias religiosas en Roma y Jerusalén, seguía estando formada
por los libros a los que había accedido en su ciudad natal y por los sentimientos de
piedad regional que absorbió en Norfolk y Yorkshire. Sin embargo, el que su primer
amanuense, un hombre laico de Lynn, escribiese el texto original del libro en una
mezcla de alemán e inglés, ilustra cómo los estrechos lazos comerciales que históri-
camente unían el mar del Norte pudieron desarrollar dicha aculturación. También
indica el alto nivel de hombres y mujeres ingleses de distintas clases que recorrían los
caminos de peregrinación a algunos de los principales santuarios de la Cristiandad.
A. Goodman
316
-
PEREGRINACIONES PENITENCIALES
DESDE AMBERES (1398-1513)
·~•·
• Wilsnack
e Würzburg
París • • Estrasburgo
St. Nicholas·dt"•i on
• Thann
Basel• • Elnsiedeln
St. Antaine
de Vienno1s
• Mil;i.n e
O km 200
B e D
las autoridades tanto seglares como religiosas. Muchos obispos imponían la peregri-
nación como penitencia y también los Inquisidores enviaban a los herejes del sur de
Francia a importantes santuarios. Desde el siglo XN, las cortes seculares, sobre todo
las del norte de Francia, los Países Bajos y Alemania, también adoptaron esta prác-
tica. A mayor gravedad del crimen, más remoto era el lugar de peregrinación que se
imponía. Las ofensas especialmente graves solían ser castigadas con la orden de vi-
sitar distintos santuarios lejanos o con no regresar antes de haber transcurrido un
período estipulado, lo cual constituía en la práctica una sentencia de exilio. Sin
embargo, la mayoría de las sentencias solían especificar emplazamientos más cerca-
nos. El mapa indica los cuarenta destinos (salvo Chipre) que impusieron con mayor
frecuencia los magistrados de Amberes entre 1398 y 1513. Colonia figura en 293 oca-
siones, seguida por Tréveris (203), s'Hertogenbosch (198) y Wilsnack (196). Es posi-
317
ble que muchas de estas sentencias se conmutasen y que cada santuario fuese tasado
con un pago en dinero. Una tarifa redactada en Oudenarde tasaba a Bari en 20 libras
parisis, Santiago de Compostela en 12, Saint Andrew en 8 y Aardenburgen en 12 cheli-
nes. No obstante, la conmutación de la pena no solía ser lo habitual. En Lille, don-
de se impusieron 1.027 sentencias de peregrinación entre 1407 y 1559 (en su mayor
parte a Halle -cerca de Bruselas-, Colonia y Boulogne), sólo existe prueba de que
se conmutaran un 16 por ciento de ellas. En Douai, situada unos 40 kilómetros al
sur, las conmutaciones alcanzaron el 44 por ciento del total de sentencias. Aquellos
que emprendían este tipo de peregrinaciones debían obtener un certificado en su
lugar de destino para probar que habían cumplido la sentencia.
D. Ditchburn
PERIPLOS CABALLERESCOS
318
e
PERIPLOS CABALLERESCOS:
RUI G. CLAVIJO
Samarcanda
• Bagdad
O 500
'--------.J - Ruta de Cl.1v110
km
•Slm'< •
PERIPLOS
CABALLERESCOS:
1 \
..
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_Si"cilia
arnasca
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o zoo
km
de la historia reciente de los territorios por los que viajó. También sorprende su
falta de prejuicios, algo que además viene a destacar la calidad de los diplomáticos
de finales de la Edad Media, ejemplificados por hombres como Ghillebert de Lan-
noy. Siendo un anciano, Ghillebert dictó una relación de sus viajes a su capellán,
gracias a la cual conocemos sus peregrinaciones a Tierra Santa siendo un joven ca-
ballero, su participación en un circuito de torneos por la península Ibérica, su viaje
a Europa oriental, donde visitó Novgorod, y su posterior misión diplomática a Es-
cocia, que le dio la oportunidad de cruzar hasta Irlanda y peregrinar al santuario del
Purgatorio de San Patricio. Su principal misión diplomática llegó en 1421, cuando
el duque Felipe II de Borgoña y el rey Enrique V de Inglaterra le enviaron ante el
emperador de Bizancio y el sultán mameluco, como parte de los preparativos para
una cruzada. Lannoy viajó por Europa central y oriental hasta Crimea, donde em-
319
\=-
G PERIPLOS CABALLERESCOS:
BERTRANDON DE LA BROQUIÉRE
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}:::'.:>:
1i
ama.seo
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O km 200
ta. Catalina,
Sinaí
_ _ . _ Ruta de Bertrandon de la Broquifre, 1432-1433 ¡ s. Antonia
¡ s, Pa.blo
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law PERIPLOS CABALLERESCOS:
\ Nuremburg
PEDRO TAFUR
Viena MardeAzov
r---1
O km 200
320
barcó rumbo a Constantinopla y a Egipto, que exploró en profundidad, llegando
incluso hasta los monasterios de San Antonio y de San Pablo, cerca del mar Rojo.
El fruto de sus viajes es un análisis detallado de los recursos y defensas del Egipto
mameluco, que provee información militar de primer orden.
Estos relatos vienen a definir los límites reales del conocimiento geográfico que
se tenía en Europa occidental en vísperas de la era de los «Grandes Descubrimien-
tos», donde destacan dos puntos. El primero es la nueva familiaridad que se tiene
respecto a los territorios de Europa oriental. El segundo es la obra de los misioneros
católicos y los mercaderes italianos: los primeros siguen manteniendo su presencia
en los territorios armenios, mientras los segundos se establecen permanentemente
en Damasco, El Cairo, Tabriz y los puertos del mar Negro. Juntos conseguirían fa-
cilitar el trabajo de los diplomáticos y demás viajeros occidentales.
M. Angold
EL MUNDO DE FROISSART
El escritor Jean Froissart creó una vívida imagen de la sociedad del siglo xrv,
especialmente en sus Crónicas, una obra que ha provocado en los historiadores
tanto fascinación como enfurecimiento. Aunque poco fiable en cuanto a fechas,
lugares y personas, ofreciendo una serie de anécdotas interesantes aunque a me-
nudo demasiado imaginativas, su obra refleja con brillantez la esencia de la épo-
ca. Los largos viajes que emprendió, por ejemplo a Escocia en 1365, con su equi-
paje a lomos de un caballo y acompañado por un galgo, fueron imprescindibles
a la hora de dar autoridad a sus relatos, ya que le permitieron estar presente en
importantes acontecimientos y codearse con personajes relevantes. El escritor es-
tuvo, por ejemplo, presente en Burdeos para el nacimiento del futuro Ricardo II
(1367), presenció la coronación de Carlos V en Reims (1380) y acudió a Abbeville
para ser testigo del encuentro diplomático anglo-francés (1393). Froissart también
aprovechó sus viajes para buscar el testimonio de informadores, que le describie-
ron lugares lejanos y acontecimientos relevantes. En Orthez (1388-1389), Frois-
sart disfrutó de la hospitalidad del conde de Foix y de la cordialidad del albergue
de la Luna, al tiempo que se informaba sobre los conflictos que asolaban la pe-
nínsula Ibérica y otros lugares. De esta forma, su obra logra abarcar zonas que se
encuentran muy apartadas de su experiencia personal. Así, aunque no haya visi-
tado las islas occidentales de Escocia, «el punto de encuentro de Irlanda y Norue-
ga», se siente capaz de describirlas. Habla de acontecimientos que transcurren
incluso más lejos, como la expedición cruzada contra los turcos otomanos de 1396
que alcanzó su sangriento desenlace en la batalla de Nicópolis, en las lejanas ribe-
ras del bajo Danubio. A pesar de que los viajes de Froissart no estuvieron exentos
de peligros -sufrió un robo en Aviñón-, le ofrecieron los medios para crear una
exhaustiva imagen de su tiempo.
A.}. Macdonald
321
B e o
EL MUNDO DE FROISSART
1 Brujas
2 Sluys
3 Gante
4 Bruselas
5 Valenciennes
6 Estinnes·au-mont
7 Chimay
8 Lille
9 Beaumont
10 Cambrai
O km 200
322
VIAJES DE GRANDES ARTISTAS ITALIANOS
(1250-1400 APROXIMADAMENTE)
Lago Lugano
VIAJES DE GRANDES
ARTISTAS ITALIANOS • Milán Verana•
( 1250-1400 aproximadamente)
•Módena
• Boloaia ··:<::,:
• Aviñón ··=:::
·-:-._
• Asís
• Orvieto
• Vitcrbo
_Nápoles
323
Como cabría esperar, existió mucho movimiento entre los centros de diversas
regiones italianas. Este hecho es importante, puesto que Italia era, por entonces, una
acumulación de Estados diferentes con vidas culturales muy dispares, por lo que el
intercambio de ideas artísticas es significativo en sí mismo. No obstante, los viajes
más extraordinarios se realizaron a otras zonas de Europa, por ejemplo el del artista
florentino Stamina a España o el del sienés Simone Martini a Aviñón. La barrera
natural de los Alpes limitó tal vez estos desplazamientos, pero contamos con la re-
ferencia de un arquitecto de Siena, Ramo di Paganello, que regresó de algún lugar
del otro lado de los Alpes a Siena en 1281, y del pintor sienés Duccio, quien es muy
posible que estuviese en París en 1296 y en 1297. De hecho, sabemos que el mosai-
quista romano Filippo Rusuti trabajó para el rey de Francia en Poitiers en 1308.
Como se desprende de la lista, quizá por razones de reputación o tal vez por
falta de trabajo, algunos artistas viajaron mayores o menores distancias. Giotto,
por ejemplo, viajó por toda Italia y quizá llegó incluso hasta Provenza. Otros, sin
embargo, parece que no se movieron, como su discípulo Taddeo Gaddi, que pro-
bablemente nunca abandonó Toscana. Es asimismo posible especular con los iti-
nerarios de los viajes, como, por ejemplo, el de Tomaso da Modena, quien pintó
frescos en Treviso y alrededor de 1360 recibió el encargo de unas tablas para el
palacio de Carlos IV en Karlstein, en las afueras de Praga. Aunque es posible que
las tablas se enviasen una vez finalizadas, Treviso está entre Modena y Praga y no
es del todo imposible que emprendiese lo que entonces habría sido una verdade-
ra aventura.
Por muy útiles que sean las pruebas de estos desplazamientos, debemos recordar
que, como todas las pruebas históricas, no explican todo el contexto. Existieron, sin
duda, muchas más interacciones y contactos de los que conocemos, y debemos
aceptar que los artistas viajaron más a menudo y más lejos de lo que somos capaces
de establecer con seguridad.
R. Tarr
Escultores y arquitectos
Nicola Pisano (hacia 1210, Apulia?): Capua, años 1240; Lucca, 1258; Pisa, 1260;
Siena, 1265-1268; Pistoia, 1273; Perugia, 1277-1284?
Giovanni Pisano (hacia 1250, Pisa): Siena, 1265-1268; Perugia, 1277-1284?; Siena,
1284-1296; Massa Marittima?, 1287; Pisa, 1298; Pistoia, 1300-1301; Pisa, 1302-1310;
Padua?, hacia 1305-1306; Prato, hacia 1312; Génova?, 1313; Siena, 1314.
Arno!fo Di Cambio (hacia 1245, Florencia): Siena, 1265-1268; Roma, 1276?-1277; Vi-
terbo?, 1276; Perugia, 1281; Orvieto?, 1282?; Roma, 1285, 1293, 1300; Floren-
cia, 1296, 1300-1302.
Tino Da Camaino (hacia 1280--1285): Pisa, hacia 1306-1315; Siena, 1319-1320; Flo-
rencia, 1321-1323; Nápoles, 1323/1324-1337.
Lorenzo Maltani (hacia 1275, Siena): Orvieto, 1310-1330; Perugia, 1317, 1319-1321;
Siena, 1322.
324
AndreaPisano (hacia 1290, Pontedera, cerca de Pisa): Florencia, 1330-1340; Pisa?, 1343-
1347?; Orvieto, 1347-1348_
Nino Pisano (hacia 1315?): Pisa?, 1342?; Orvieto, 1349-1353; Pisa, 1357-1358.
Andrea Orcagna (hacia 1308, Florencia): Florencia, 1343/1344-1357; Orvieto, 1358-1360;
Florencia, 1364-1368.
Giovanni Di Balduccio (hacia 1300, Pisa?): Pisa, 1317-1318; Bolonia, 1320-1325?; Sar-
zana?, 1327-1328; Milán, hacia 1334-1360.
Bonina Da Campione (hacia 1330, Campione, L. Lugano): Cremona, 1357; Milán, 1363;
Verona, 1374.
Pintores
R. Tarr
325
O Brujas
Touma l o
LOS VIAJES DE GUILLAUME DUFAY
Cond é Oo Mons
@ Cambrai
® Laón (?1424-1426)
O Nouvion-le-Vinea ux
• Lugares de res idencia o visitados por Dufay
0 Lugares en los que Dufay desempeñó
un oficio eclesiastice
O km 100
• Bern (1438)
VercolxO O Lausana
• Génova (1454?- 14 56?)
e Chambéry (I 434)
Ferrara (1437)
•·-::.::... Boloniae
•
·-·-:•<: __(1427-1 428)
la Iglesia. Entre los años 1420 y 1450 trabajó por toda Italia, y entre sus ilustres pa-
tronos se encuentran los Malatesta de Rímini, los Este de Ferrara y los duques de
Saboya, además del papado, en cuyo coro sirvió durante dos temporadas, en los
pontificados de Martín V (1417-1431) y Eugenio IV (1431 -1447). Las composiciones
musicales de Dufay, tanto religiosas como profanas, fueron extensas y variadas.
Entre las que se han conservado se incluyen siete misas completas, veintiocho mo-
vimientos de misa individuales, así como numerosos himnos, motetes y canciones.
Sus obras italianas incluyen Nuper roarum flores, un motete festivo dedicado a la
construcción de la cúpula de la catedral de Florencia por Brunelleschi (1436), así
como otras piezas ceremoniales como las que conmemoraron la coronación de
Eugenio IV (1431) y la paz de Viterbo (1433). Aunque muy productiva y solicitada,
la obra de Dufay no fue realmente innovadora y su reputación descansa en compo-
siciones de melodía agradable y en el uso de estilos isorrítrnicos tradicionales. Se le
asocia sobre todo con una técnica distintiva para cantar polifonía improvisada, co-
nocida como fauxbourdon. A menudo también se le ha atribuido ayudar a establecer
la voz de bajo, bastante más grave que la de tenor, y consolidar el uso de intervalos
mayores y menores que se convertirían en las bases de la armonía hasta principios
del siglo xx.
D. Ditchburn
326
REDESCUBRIMIENTO DE LOS TEXTOS CLÁSICOS
327
w
N
00
REDESCUBRIMIENTO DE LOS
TEXTOS CLÁSICOS
LONDRES Capitales
Ciudades
+ Monasterios
~ Manuscritos descubiertos en el siglo XIV
o 250
km
Vercelli Milán•
~ ~d1
' ~
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. ~.
••.
-
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·.·····
E
nares de Tácito, trasladadas de Fulda a Roma en 1455, y los Anales !-VI de Tácito,
que llegaron a Roma procedentes de Corvey en 1508 y llevaron a la impresión de la
primera edición de la Obras Completas de Tácito en 1515.
El interés por los textos griegos también se inició en el Trecento con la lectura
de Petrarca y Boccaccio de traducciones latinas de Homero, pero en 1397 Manuel
Chrysoloras llegó a Florencia y enseñó griego a humanistas como Bruni y a traducir
al latín a Plutarco y a Platón. Una idea del entusiasmo por el griego puede deducirse
del regreso de Giovanni Aurispa de Grecia en 1423 con 238 manuscritos. En 1438,
el Concilio de Ferrara-Florencia alentó una nueva entrada de eruditos griegos, como
ocurrió cuando cayó Constantinopla (1453). Durante esta popularidad de la cultura
griega, Marsilio Ficino (1433-1499) tradujo la obra completa de Platón al latín
(1485), y mientras la Poética de Aristóteles modelaba la crítica literaria del siglo XVI,
la moda de Platón se extendió por toda Europa y desafió el dominio medieval de
Aristóteles en el campo de la filosofia.
M. L. McLaughlin
EXPANSIÓN DE LA IMPRENTA
329
B
EXPANSIÓN DE LA IMPRENTA
·.·······.·.·.·.·.·.·.·.·....
o 500
km
B
330
príncipes también sucumbieron a los encantos que influyeron a tantos otros; así, el
emperador Maximiliano, por ejemplo, mandó que le hicieran un retrato en el taller
de un impresor.
A. MacKay e l. Beavan
M. M. Mulchahey
331
B e
AUGE DE LAS UNIVERSIDADES
::'!>:•
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c415enhagu~- ·.
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2 Greifswa1d
1456
• f.rankfun-on·Oder
1496
• Colonia
1388
Tréveris • • Maguncia
1<'154 1476 • Wur.i:burg • Praga
• Parls Cncovia •
Heidd
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6;gJ • 1402
1347
1364
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Sitl.unanca • Valladol1d Pt~)-• Lucca(l369) ·}~.~,:'
1218-121 t
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Florencia 1349 ·-.::i..
S • • An"Z:Z:O 1215
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Akal:i •
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...;~8:~;t tm ::~~,., 1< Y.:,..> ,.
S1ud1um cun,u 1245
Studi1m1urbu 1303
250
km
B o
Fuente: H . de Ridder-Symoens (ed.), A History ofthe University in Europe, vol. 1, CUP, 1992.
332
ciudades del Níger y las expediciones marítimas visitaban las islas del Atlántico,
atacando las Canarias para capturar esclavos que se vendían muy bien en la Europa
mediterránea. Los genoveses también hicieron grandes inversiones en la producción
de azúcar en regiones meridionales de la península Ibérica.
A principios del siglo xv, franceses y castellanos se instalaron de forma perma-
nente en las Islas Canarias, lo que incitó a los portugueses a ocupar las Azores y
Madeira, donde los genoveses no tardaron en introducir el cultivo de caña de azú-
car. La nobleza portuguesa también centró su interés militar en Marruecos cuando
acabó la Guerra de los Cien Años en la península Ibérica en 1411. El principal ob-
jetivo de la tropa encabezada por el infante Don Enrique (Enrique el Navegante) era
tomar territorios marroquíes, y para ello organizó grandes asaltos a Ceuta, Tánger,
Alcácer y Arzila, que habían caído en manos portuguesas en 1471. La nobleza por-
tuguesa también capturó esclavos por la costa africana y en las Islas Canarias. Du-
rante la regencia del infante Don Pedro (1440-1449), los portugueses, animados por
el elevado precio de los esclavos, navegaron al sur del Sáhara para comerciar con los
bien organizados reinos de la región de Senegambia, donde descubrieron que po-
dían obtener oro y marfil a cambio de sal, caballos, trigo y tejidos procedentes de
los países e islas del Mediterráneo.
El comercio era menos importante para la nobleza portuguesa que la obtención
de territorios y de supremacía militar. Si bien aceptaban con satisfacción los dere-
chos señoriales de las islas que descubrían, los nobles estaban más interesados en las
aventuras marroquíes y españolas, y entre 1469 y 1474, bajo Alfonso V, el comercio
con África se cedió al mercader lisboeta Fernao Gomes. Los capitanes de Gomes
exploraron el Golfo de Guinea y descubrieron las oportunidades lucrativas del co-
mercio del oro. Las actividades comerciales quedaron interrumpidas con la guerra
contra Castilla entre 1474 y 1479. La primera guerra colonial europea estalló en las
Canarias y en la costa de Guinea y la amenaza de Castilla animó a la Corona portu-
guesa a ceder el control directo del comercio africano al infante Joao. Antes de su
subida al trono en 1481, el Tratado de Alcac;:ovas entre Castilla y Portugal había es-
tablecido el primer reparto de territorio, por el cual Castilla cedía el comercio de las
islas del Atlántico y Guinea a Portugal a cambio de que se reconociese su soberanía
en las Islas Canarias.
Tras la caída de Granada en 1492, los castellanos explotaron las nuevas posibili-
dades de ultramar. Se organizaron expediciones contra Marruecos a imitación de las
portuguesas y se repartieron las Islas Canarias entre los futuros conquistadores. El
deseo de sacar el máximo partido a las disposiciones del tratado llevó a Isabel de
Castilla a firmar un contrato con el aventurero genovés Colón para que se ocupase
de los viajes y conquistas hacia el oeste. Entre tanto, los portugueses habían exten-
dido el comercio y abrieron una factoría real oficial en la corte del rey del Congo
para canalizar el comercio de esclavos de la región a través de manos regias. Fue asimis-
mo la Corona la que organizó los viajes de exploración de Diogo Cío (1483-1486) y
Bartolomeu Dias (1487-1489), así como el viaje por tierra de Pero de Covilhao, al
que se despachó a India, África y Arabia para investigar las oportunidades comercia-
les de la Corona.
Tras los descubrimientos de Colón en 1492, las islas del Caribe y todo el Nuevo
Continente parecían a punto de escapar al control castellano porque el contrato de
Colón le otorgaba el gobierno hereditario de todos los territorios que descubriese.
Ansiosa por establecer su autoridad, la Corona castellana se apresuró a organizar sus
333
e
LA EXPANSIÓN EUROPEA A FINALES DE LA
EDAD MEDIA (hasta h. 1540) ~ 'º Cl ~
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--- Región conocida po r marinos y m ercaderes
europeos an tes de 1440
~ Expansión durante la regencia del infante
don Pedro de Portugal (1440-1449)
..
[7
mm Expansión d urante Ja vigencia del contrato
de Fem ao Gomes (1469- 1474)
P
Áieas exploradas en aped iciones españolas
Áreas exploradas en expediciones po rtuguesas
m Expansión durante el rein ado de Juan II
de Portugal (148 1-1 495)
■ Fortaleza o asentamiento portugués 22 Área de ocupació n española en 1540
E Áreas explo radas en exped iciones inglesas
Áiea brasileña ocupada por PortugaJ en 1540
G Állas exp loradas en expediciones alemanas (Welser)
Límites de las capitanías brasileñas
E G H
335
propios viajes y a emprender la lucha por el control del Nuevo Mundo entre con-
quistadores rivales y entre los conquistadores y la Corona. La disputa por la conquista
entre los españoles basados en Santo Domingo, que se lanzaron a la conquista de
Cuba, México y Honduras, y los basados en Darién y Panamá, que se dirigieron
hacia el norte a Nicaragua y luego organizaron la conquista del Imperio inca, es un
reflejo de la carrera entre los españoles de Santa Marta y Cartagena y los alemanes
de Venezuela por la conquista de la meseta colombiana.
Las rivalidades individuales entre los conquistadores dieron paso a una lucha
instigada por la Iglesia entre los conquistadores y la Corona por el control de los
botines. Esta lucha no se resolvió definitivamente hasta los años 1550 a la muerte
de los hermanos Pizarra, el cese del control de los Welser en Venezuela y el estable-
cimiento definitivo de los virreinatos de Perú y México.
Mientras tanto, los portugueses habían establecido un imperio comercial marí-
timo que en el Atlántico estaba basado inicialmente en el comercio del oro de El-
mina y del palo de Brasil por la costa americana. Sin embargo, la expansión de la
producción genovesa de azúcar de un grupo de islas a otro condujo a la emergencia,
primero en Sao Tomé y luego en Brasil, del clásico comercio triangular del Atlántico
que ligaba el comercio de esclavos en el continente africano con las regiones pro-
ductoras de azúcar y el mercado azucarero de Europa. Al este, los portugueses trata-
ban de imponer el monopolio real en el comercio de las especias de Malabar y las
Malucas, y en el comercio internacional de caballos, marfil y oro. Este monopolio
se controlaba desde varios puertos fortificados que protegían el acceso al océano
Índico occidental y que servían de aduanas para la regulación de todo el comercio
oriental.
Desde 1479, los ibéricos habían logrado evitar el conflicto. En Tordesillas (1494)
acordaron la división del mundo Atlántico, y cuando Magallanes, navegante portu-
gués al servicio de Castilla, descubrió una ruta alternativa al Lejano Oriente en 1519,
los monarcas ibéricos evitaron de nuevo el conflicto extendiendo dicha división al
hemisferio oriental con el tratado de Zaragoza (1529). La solución pacífica a la
disputa se vio facilitada, puesto que los españoles no habían encontrado una forma
de navegar de regreso a través del Pacífico, pero el desarrollo divergente de los im-
perios finalizó en 1545 cuando los españoles descubrieron las primeras minas de
plata en Sudamérica. El envío de plata a Europa proporcionó el medio necesario
para cubrir el enorme déficit comercial de los portugueses con los países del océano
Indico y el Lejano Oriente. La plata peruana viajó vía Sevilla hasta la India y la
China y, por primera vez, unió a las economías de todo el mundo.
M. Newitt
336
Prólogo a la segunda edición
7
sobre Dufay. En Taylor & Francis, Eve Setch se aseguró de que el proyecto no se
saliese demasiado de los plazos fijados y Susan Dunsmore emprendió con eficiencia
la corrección del texto.
Por último, querríamos destacar que aunque Angus MacKay no estuvo directa-
mente implicado en la revisión del texto, éste sigue siendo un homenaje a su prolí-
fica investigación y enseñanza.
DAVID DITCHBURN
Departamento de Historia
Universidad de Aberdeen
S1MoN MAcLEAN
Departamento de Historia Medieval
Universidad de St. Andrews
8
Prólogo
9
inevitables en una empresa colectiva como ésta. Estoy especialmente agradecido a
David Ditchburn, quien con su eficiencia y talento polivalente me ha hecho aver-
gonzar a menudo de mis fallos.
Richard Stoneman fue quien concibió originalmente el proyecto, y todos he-
mos apreciado sus ánimos constantes y paciencia ejemplar. Sus ayudantes sucesivos,
Anita Roy, J ackie Días, Kate Morrall y, en particular, Victoria Peters, han reacciona-
do con comprensión y generosidad a mis despistes.
Por último, quisiera dar las gracias a la cartógrafa Jayne Lewin por su capacidad
de convertir en mapas borradores y hasta simples bocetos, por aceptar pacientemen-
te cambios de última hora y resolver contradicciones implícitas en algunas de las
enrevesadas instrucciones enviadas por los autores. Espero que este atlas sea útil y
enriquecedor para estudiantes, diplomados e historiadores profesionales. También
desearía que muchos turistas iluminados, interesados en la historia y cultura de los
países que visitan, encuentren valiosa información en los mapas y los comentarios
de nuestros eminentes colaboradores.
ANcus MAcKAv
Departamento de Historia
Universidad de Edimburgo
1
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LA EXPANSIÓN EUROPEA
360
Índice
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN .... ..... ... ...... ...... ..... ... ........ .... ...... ..... ...... ... ...... .... ... .. ... .... .. 7
PRóLOGO ······· ·· ·········· ·· ················ ······ ········ ······ ········ ·· ········ ·········· ······················ ·················· 9
COLABORADORES ... ..... ..... .... ..... ..... ... .. ......... ....... ...... ............ .. ..... ..... ..... ..... ... ... ... ..... ... ... ... . 11
EUROPA OCCIDENTAL: CARACTERíSTICAS FÍSICAS (MAPA) .... ...................................... ....... ....... 13
GOBIERNO, SOCIEDAD Y ECONOM1A ... ....... ......... ..... ..... ...... .... ...... ... ........... ...... ... ..... ...... ..... 61
361
Burgos y casas de moneda en las postrimerías de la Inglaterra anglosajona ........ ... 66
Itinerarios reales por Francia y Alemania (siglo XI) .... ..... .... ... ... ... .. ................. .. ........ 67
La Inglaterra de Guillermo I ........ ........ ....................................................................... 69
Asentamientos escandinavos en las Islas Británicas ...................... ....................... .... 71
Hamwic: el Southampton anglosajón ....................................................................... 73
Do restad ........................ ....................................................... ......... ............. .... ..... ..... ... 74
Dublín ............................................................................................................. ............ 74
Constantinopla ........................................................................................................... 74
Roma ..... .............. ................... ........................................................ .... .............. ..... ...... 76
Ravena ....... .................. ............ .... ............................................................. .......... ......... 77
Rutas comerciales del Imperio carolingio .......................... ....................................... 78
La situación económica de San Vincenzo al Volturno .. .... ...... ..... ... ..... ..... .... ......... . 80
RELIGIÓN y CULTURA ... ...... .. ... .. .. ... .. .. ... ..... .... ... .. ... ········· ... .. .. .... ...... .. .. .. .............. ... ······ .... ... 85
GUERRA Y POLÍTICA .............. ..•..... ... .. .. .... .... .. •...• .. •. .. ... .. ....... ...•...•.... .. .. ..• •.....•.••..•••...•.•...••.• 115
362
La red de los Caballeros templarios ........... ............................................................... . 140
La Jerusalén de los cruzados ....................... .......... ......... ........................................... . 141
La Acre de los cruzados ............................................................................................. . 142
El Imperio bizantino en el siglo XIII ...... ..... ..... ............................. .. ................ .... ...... . 143
Italia en la segunda mitad del siglo XIII ... ............ ..................... ... .............. ................ . 144
El Ostsiedlung ......................................................................... ..................................... . 147
Polonia durante la Plena Edad Media ..... ......................... ........................................ . 149
Conflicto centroeuropeo entre Premyslidas y Habsburgos .................................... . 151
Las invasiones mogol-tártaras y su impacto en Occidente ............................... ........ 153
Francia bajo el reinado de Felipe el Hermoso ......................................................... . 155
Reconquista de la península Ibérica (siglos XII y XIII) ... ................................... ......... . 158
GOBIERNO, SOCIEDAD Y ECONOMiA ........ .. ... ............... .. .... ....... .... ... ... .. ... .......... ... .............. . 161
Sedes episcopales latinas a finales del siglo XIII ................ .......... ............... ............... . 191
Cistercienses, premonstratenses y otros .................... ............................................... . 195
Las órdenes mendicantes ........................................................................................... . 197
Beguinas y begardos .................................................................................................. . 199
Los humiliati ............................................................................................................... . 200
El papado y los padres conciliares (1215) ................................................................ . 203
Santuarios y resurgimiento del cristianismo popular (1200-1300 aproximadamente) . 204
Herejías, la Cruzada albigense y la Inquisición (1200-1240 aproximadamente) .. .. 206
Antisemitismo (1096-1306) ................................................................................ ...... .. 209
Renacimiento del siglo XII ......................................................................................... . 211
El surgimiento de las universidades .......................................................................... . 212
Difusión de la épica francesa antigua (la leyenda de Roldán) ................................ . 214
Trovadores: centros de creatividad y viajes de los poetas ....................................... .. 215
Europa románica ....................................................................................................... . 217
Europa gótica ............................................................................................................. . 218
Los viajes de Villard de Honnecourt ........................................................................ . 219
Palacio de Westminster, Londres ............................................................................. .. 220
La Sainte Chapelle, París .............................................................................................. . 222
363
Las lenguas vernáculas (hacia 1200) ....... .......................................... ............ .............. 224
Viajeros occidentales al Lejano Oriente (siglo xm) .......... .......... .................. ........ ..... 226
GuER.RA Y roLtncA .... .... ..... ... .... .... ... .. ..... ... .... ...... ........ .... .. ..... .. .... ...... ... .. .... ............. ..... .. .. 231
La Guerra de los Cien Años ... .... ..... .. ................ .. ............... ..... ..... .. .......... ..... ....... .. .... 231
Expansión del Estado de Borgoña ......... .. ...... ... ..... ........ ..... ...... ... ...... .... ................ ... . 234
Guerras de independencia escocesas ..... .... .................. ......... ......... ........ .... .. .. ... .. .. ..... 237
País de Gales: el principado y las marcas .................. ........... ......... ............ ................ 237
Irlanda: señorío inglés y gaélico (hacia 1350) ...... ........ .. ... .. ... ......... .................... ...... 241
La creación de Suiza ............... ................ ..... ............................. ............. ........ ......... .... 243
Escandinavia en la Baja Edad Media ..... .... ......... .................. .......... ............ ......... ...... 244
Emperadores y príncipes: Alemania en las postrimerías de la Edad Media ..... .. .... 245
El norte de Italia desde el levantamiento de los sign.ori hasta la Paz de Lodi .......... 247
Expansión de la Corona de Aragón .. .. ........ ......... ........ ................................ ......... .... 249
La Guerra de las Dos Rosas ......... .............................. ............. ... ......... ........................ 251
Escocia: la Corona y los magnates (1400 y 1460 aproximadamente) .. ... .... ............. 251
La península Ibérica en la Baja Edad Media: Castilla y Portugal .......................... .. 255
El avance de los turcos y la Cruzada . .. .. ... .... ..... .... ..... .... ..... .... ............ .. .. .. ... .... .. ... .... 257
La unión dinástica de Polonia y Lituania (1386-1569) ....................... ........... .. ......... 260
El auge de Moscovia ................................................................. .. .............. .................. 261
364
RELIGIÓN y CULTURA .... ....... ...... . .. .... ... .. ···· ····· · ... ..... ..... .... .. ··· ···· ··· .. ............... ... .. .. ... ... .. .. . ... . 301
BIBLI OGRAFÍA ..... ... .. ... .. .... .. .. ... .... ... .. .. .. .... .. ..•..... ...... ... .. ..... ... ..... .. ....... ..... ........... ... .... ..... . .. .. 337 ,1
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365
COLECCIÓN HISTORIA
SERIE MAYOR
ISBN 978-84-376-2723-6
0170060
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