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Propuesta metodológica:
Realizar un cine-foro con el segundo episodio de la primera temporada de “sex
education”, proponiendo ver desde allí como se vive un ambiente escolar
adolescente en el cual los jóvenes viven una sexualidad libertina y desaforada. Los
alumnos de teología habrán leído el documento preparatorio y a partir de la serie en
la segunda hora de clase se tratará de hacer una simbiosis entre lo visto en la serie, lo
leído y lo conocido a partir de terceros, buscando conclusiones claras respecto de la
castidad, tanto para aplicar, como para instruir a los fieles que se acerquen a
nosotros buscando acompañamiento.
Síntesis
El ser humano no posee un cuerpo, sino que es el mismo, a partir de la corporalidad
es que el hombre se relaciona con el entorno y en el mundo, es allí donde se hace
manifiesta la obra creadora de Dios. A partir del cuerpo, tanto del propio, como el
del otro es que la sexualidad adquiere un grado sacramental, mi cuerpo es
sacramento de salvación para las necesidades humanas; una sexualidad orientada
integralmente, propicia la santificación del ser humano, obra de Dios.
La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la
comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento;
pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por
amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y
se entrega a su Creador (GS 19).
Mi cuerpo me permite ser y estar en el mundo. Gracias al cuerpo estoy presente en
medio de la sociedad y soy capaz de sentirme acogido por los demás y de acoger a
otros en mi propia intimidad. Mi cuerpo es expresión de mi persona. YO soy cuerpo
y alma, espíritu corpóreo y cuerpo espiritual a la vez. Solo quien acepta el cuerpo
como un don, como parte de uno mismo que se ha de cuidar con respeto y gratitud,
entiende el verdadero valor de su persona.
En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una
síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta
cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto,
despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y
honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último
día (GS 14).
El catecismo de la iglesia católica define la castidad como un don en el cual se da
una integración lograda de la sexualidad en la persona. Justamente es la sexualidad
en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico. La
persona casta mantiene la integridad de las fuerzas de vida y amor depositadas en
ella. No tolera ni la doble vida un el doble lenguaje (Mt 5, 37). Se opone a todo
comportamiento que pueda lesionar.
El dominio de sí supone un esfuerzo reiterado, puesto que es una obra que dura toda
la vida; no puede considerarse adquirida de una vez para siempre, es un esfuerzo
reiterado en todas las edades de la vida (Tt 2,1-6). El esfuerzo requerido no es
siempre el mismo, en algunas épocas o momentos de la vida debe redoblarse la
guardia, como cuando se está formando la personalidad, durante la infancia y la
adolescencia. Siendo justamente un esfuerzo de toda la vida, debe presuponer un
crecimiento, que demuestra que el afanarse en el dominio de sí trae resultados,
nunca suficientes ni completos. Bien lo expresa la carta encíclica Familiaris
Consortio: “el hombre, llamado a vivir responsablemente el designio sabio y
amoroso de Dios, es un ser histórico que se construye día a día con sus opciones
numerosas y libres; por esto él conoce, ama y realiza el bien moral según las
diversas etapas de crecimiento” (34).
La castidad también tiene unas amenazas, que a su vez se convierten en ofensas para
esta como virtud; estas son:
Bibliografía
Fe, C. p. (1975). Declaración persona humana. Roma: Vaticana.