El Estado existe para impulsar, sostener, conducir, ampliar el desarrollo nacional.
La filosofía desarrollista dominante del siglo XX otorgó lógicamente a la administración pública un lugar de rango relevante en tanto organización proveedora de bienes, servicios y recursos fundamentales para la operación económica, pero provocó también su ineficiencia operativa y desprestigio social. Las administraciones públicas quedaron subordinadas en las posiciones político económicas de los gobernantes quienes concibieron el aparato público (supuestamente) burocrático como un instrumento para alcanzar los objetivos últimos de su proyecto político. La vida de la administración pública se ha caracterizado también por la ausencia o limitación de servicios públicos profesionales y por inestables condiciones institucionales de organización, lo cual ha dificultado construir el tipo de dominación racional-legal del gobierno, Entendida en el sentido típico Weberiano. La administración pública del siglo XX latinoamericano ha tenido cuatro grandes tiempos 1) su organización en la primera mitad del siglo en función del desarrollo 2) Su reordenamiento en los años 60 y 70, 3) su redimensionamiento obligado en los años 80 y 90, después de las crisis fiscales de los estados, que fue componente de la liberalización de los mercados y que se combinó con las transiciones democráticas, 4) el actual tránsito hacia una administración de calidad institucional y gerencial, a la vez que abierta al público ciudadano a ritmo con el cambio del proceso tradicional de gobernar hacia el post gubernamental de la nueva gobernanza asociada o en Red. La organización de la primera mitad del siglo; Esta primera etapa se caracterizó por el intento de los gobiernos latinoamericanos de estructurarse administrativamente conforme a los modelos probados de las burocracias de los estados europeos y, más tarde, por el intento de reorganizarse de acuerdo con los principios de la llamada “gestión científica”, que tomaron forma en la administración del y para el desarrollo en los años 50. La solución de los varios problemas del desarrollo que implica el suministro de bienes y servicios concretos, materiales, a la población, obligó a la acción gubernamental a incorporar como criterio de su acción la productividad, la eficacia, la eficiencia y, por ende, actuar según la racionalidad técnica que es fundamental para poder ser eficaz y costo eficiente en la producción de los bienes y servicios materiales. Una mirada al futuro. Y seguido a la vuelta del siglo XX son las tendencias que animan y reorientan a la AP. La primera se orienta a reivindicar, recuperar, reconstruir la naturaleza pública de la app, mientras la segunda busca recuperar, reactivar y reconstruir la capacidad administrativa de la AP. Las dos tendencias tienen puntos de convergencia y complementariedad, pero también orientaciones, preferencias, temas y acentos distintos, sin faltar tensiones recíprocas. En parte, las dos tendencias, la pública y la gerencial, corresponden a las respuestas que en las dos décadas pasadas dieron los gobiernos y las sociedades, por convicción o por fuerza. La segunda tendencia, la que acentúa la reconstrucción de la capacidad administrativa de la AP, guarda indudablemente relación directa con las medidas de ajuste y equilibrio fiscal, que fueron indispensables para poder sacar al Estado desarrollador de su bancarrota fiscal y su marasmo administrativo y asegurar la vialidad del mismo estado. La administración pública que puede construir que puede contribuir a que la democracia acredita capacidad de gobierno, ya que el gobierno democrático goce duramente de la confianza social es la de calidad institucional, la que opera en conformidad con la legalidad y el nexo con la deliberación y corresponsabilidad ciudadana.