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Le d an u n a n alg ad a

30 y se p re c ip ita gruñendo en u n a cueva.


A hora es u n a n tru e jo bailan d o
a n te la lu n a que le co rta el cuello.
E l unicornio, con dos jinetes,
com ienza a lam er las flechas.
35 V an a la nieve de la extensión,
a la in v ariab le línea del horizonte.
R egresa el unicornio, los jinetes
se p erd iero n al co n tem p lar
las flechas cubriendo los ojos,
40 la boca y los labios b albuceando
el aislam iento de las letras,
sin ser pesadas por la boca,
ni d erretid as por los labios.
Los jin etes regresaron con un nuevo lenguaje
45 ta rd a ro n dem asiado tiem po
en ser in te rp re ta d o s
y h u y ero n de nuevo.
D esaparecían y ceñían
la novísim a d isco n tin u id ad
50 del tiem po, ro to el sueño
de la sucesión num érica.

Las flechas curvóndose


en las colinas del oído
co n v ierten el m a r en la «estéril llanura»
55 de los an tig u o s, las algas salitreras
se re tra e n del alejam ien to de las aguas.
E l desierto, en la m u e rte del sonido,
ofrece la in fin itu d de las playas.
La to ta lid a d del cuerpo azul,
60 recibiendo la fu ria de la luz
en sus detalles, la ay u d am o s
con n u e stro cuerpo a d ep o sitar
la fuerza oscura que se desdobla
en el yo u n id a d en la luz
65 y la diversidad de la lluvia y los sentidos.

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