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La Teología de la Liberación parece estar de vuelta. Tal vez sería mejor decir que
sigue vigente, que tiene actualidad, como el mismo marxismo del cual se inspiró
en parte, pero que transita de una posición que hoy es calificada por el
conservadurismo de pétrea y ahistórica a una posición de compromiso práctico con
los que sufren la opresión y la injusticia. Sin embargo, sin que tenga que asumirse
como un ramal del marxismo, como le atribuye el Cardenal Ratzinger su origen,
aún está pendiente su constitución plena como paradigma; aún hay tareas que tiene
que cumplir, incluyendo la de desligarse de una posición reformista que deriva de
una falta de definición con respecto al futuro de la lucha por los pobres en el marco
de un sistema capitalista que produce y tolera la miseria, la opresión, la injusticia,
la codicia, la idolatría, la arrogancia, el individualismo y el egoísmo. La Teología de
la Liberación puede navegar, más vigorosamente que antes, contracorriente de un
sistema capitalista que parece desbordar incluso cualquier barrera cultural, en
occidente como en oriente, en el norte como en el sur del planeta.
Un mundo al revés
L a esencia del mundo capitalista permanece intocable desde sus orígenes. Domina
como un demiurgo las acciones mercantiles, culturales y políticas que millones de
personas realizan en este planeta. La dominación del capital es planetaria en el
inicio del siglo XXI y ha penetrado incluso las economías protegidas de países socialistas
como Cuba y China desde hace algunos años, sobre todo desde la desaparición de la URSS
y el bloque soviético, con una furtiva mercantilización al principio y luego con una
pequeña oferta de inversiones formales para apuntalar las plantas productivas y el
intercambio comercial. De hecho, las diferencias culturales nunca han sido un obstáculo a
esa dominación. La dominación y explotación del capital sobre el trabajo que produce
plusvalor sigue siendo la piedra angular de la abundancia capitalista de mercancías, pero
también de la pauperización de millones de personas condenadas a mirar esa abundancia
como ajena a su propia capacidad productiva. Del mismo modo, la riqueza socialmente
creada sigue concentrada en pocas manos que no la produjeron directamente, mientras
millones de personas sobreviven con raquíticos salarios y otros más lo hacen en la pobreza
con ingresos que apenas alcanzan para medio comer o ni para eso. En el planeta tierra,
habitado actualmente por poco más de seis mil millones de habitantes, hay mil
7 ochocientos millones de personas que sobreviven en la pobreza extrema con menos de
dos dólares al día, según un parámetro actualizado de medición de esta situación utilizado
por el Banco Mundial. De esa cantidad, alrededor de ochocientos millones de personas
viven en la miseria, son las consideradas por esta institución personas literalmente
«hambrientas», personas que casi no tienen que comer y agonizan sin haber conocido una
vida digna. Esa es una realidad lacerante en muchos países de América Latina, de África y
de Asia, y aun en algunos sectores de países llamados del primer mundo.
Decir, como suele decirse en el medio empresarial y, sobre todo, en el libre mercado,
que el objetivo central de las economías de mercado consiste en incrementar los
beneficios, significa que unos cuantos acumularán capital y muchos tendrán que
conformarse con salarios para medio vivir o, en el peor de los casos, tendrán que soportar
la condena de sobrevivir sin empleo y casi sin comer. José Ignacio González Faus subraya
esta situación del siguiente modo:
En segundo lugar,
La acción caritativa suele ser considerada por la Iglesia católica como la acción
central de entre todas aquellas con que se puede asistir socialmente a los pobres y
oprimidos. Inculcar la caridad y la fe no está mal en un mundo lleno de miseria y falto de
espiritualidad. Pero con ello no se va a la raíz de los males que padecen millones de
personas. Jesús mismo nos enseña que la caridad sin alternativas de conversión interior
y para con los demás se reduce a una acción sin sentido. Nuevamente citamos aquellas
palabras de aliento que Jesús dice a propósito de todas las acciones orientadas a cumplir
con los mandamientos de justicia, respeto, tolerancia y caridad en un mundo puesto al
revés: «Felices ustedes si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran
delincuentes a causa del Hijo del Hombre. En ese momento alégrense y llénense de gozo,
porque les espera una recompensa grande en el cielo. Por lo demás, ésa es la manera como
trataron también a los profetas en tiempos de sus padres» (Lc 6,22-23). Jesús se dirige a
todos aquellos que desean seguir esos mandamientos, no sólo a los pobres o sólo a los
ricos. Pero, con respecto a los ricos, es frecuente que éstos se sientan satisfechos de bienes
materiales y de reconocimiento social, del mismo modo que, en algunos casos, se
conforman con ayudar a los pobres de vez en cuando con una actitud de condolencia,
coherente con su posición dominante y tratando de descargar así, por un momento, su
propia conciencia de las angustias y carencias espirituales sufridas. Aquí vale la pena
recordar esas palabras de Jesús a los fariseos enseguida de que uno de ellos se extrañara
porque no lo había visto lavarse las manos antes de la comida: «[...] según ustedes, basta
dar limosna sin reformar lo interior y todo está limpio [...]» (Lc 11,41).
El llamado a los pobres, en ese sentido, no es precisamente para que acepten de
buena gana esa ayuda y se conformen con eso; esto no está en la estrategia de Jesús,
aunque ninguna ayuda de buena voluntad puede ser rechazada. El llamado es para asumir
una alternativa de cambio interior y para con los demás como medio y finalidad. Nada
se puede esperar de quienes detentan las riquezas materiales y el poder político en este
mundo, como no sea una acción caritativa y una actitud de condolencia. Lo ordinario es la
injusticia, la opresión, la miseria, el odio, la ambición, la idolatría, el engaño, la
arrogancia, porque de los demás esperamos retribución inmediata, económica, social o
política, y sentimos desconfianza hacia quienes incumplen tal retribución o la queremos
obtener a cualquier costo y por cualquier medio. La estrategia de Jesús señala que la
eliminación de todos estos males sociales hoy, como antes, debe comenzar en el interior de
cada persona tratando de hacer lo que queremos que los demás hagan hacia nosotros. A
pesar de no gozar de riquezas materiales, las personas pueden practicar todos los
mandamientos que las hagan justas, tolerantes, misericordiosas, respetuosas y llenas de
fe; y aquel que tiene riquezas materiales y quiere hacer esto mismo puede comenzar a
darlas a los pobres, como ya se ha señalado.
7 La práctica de la justicia y el desprendimiento humano y material parecen ser, pues,
una primera alternativa de cambio interior que, por lo tanto, conlleva a adoptar un cambio
profundamente espiritual, así como un reconocimiento a los que hasta ese momento son
vistos como diferentes, porque, como bien pregunta Jesús, ¿qué caso tiene ser justos con
quienes son justos, amar a quienes nos aman, prestar algo a quienes nos pueden retribuir,
etc.? «También los pecadores prestan a pecadores para recibir de ellos trato igual» (Lc
6,32-52). Aquí no interesa cualquier tipo de justicia, porque no sólo cuenta la regla de
reciprocidad, que puede ser aplicada a muchos casos en donde se persigue la retribución,
incluso entre delincuentes. Y, desde luego, descartamos la reciprocidad condicionada. La
justicia que propone Jesús sigue más bien una regla de desprendimiento desinteresado
que puede ser resumida con las siguientes palabras: «Por el contrario, amen a sus
enemigos, hagan el bien y presten sin esperar algo a cambio. Entonces la recompensa será
grande y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y los pecadores. Sean
compasivos, como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no
condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará;
recibirán una medida bien llena, apretada y rebosante; porque con la medida que ustedes
midan serán medidos» (Lc 6,35-38).
Si bien las palabras de Jesús son trascendentales, no debemos descuidar el contexto
cultural en que se dicen. Hablar de una alternativa de cambio interior y para con los
demás como medio y finalidad significa que, lejos de la posibilidad de un cambio de las
estructuras sociales y políticas en aquellos tiempos, la fuerza interior, la conciencia, el
desprendimiento desinteresado, se erigen en punta de lanza de una revolución de mayores
dimensiones. Ahora bien, ¿por qué comenzar con esta prédica primero ante los pobres que
ante los ricos? La respuesta la proporciona Jesús, como posteriormente, desde otro
paradigma, Karl Marx: En primer lugar, es justificable que los pobres obtengan primero el
Reino de Dios porque no se han servido de los medios materiales dominantes, sociales y
políticos, que sólo propician injusticia, opresión, miseria, intolerancia, codicia y
arrogancia. La parábola del camello y el rico resume esta posibilidad: «Es más fácil para
un camello pasar por el ojo de la aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios» (Mc
10,25). En segundo lugar, los pobres tienen mucho que ganar y nada que perder; no
sacrifican ningún bien social o material puesto que no lo poseen. En tercer lugar, el
injusto, el opresor, el intolerante, el arrogante, el codicioso, no vendrá a despertar la
conciencia de los demás, por razones obvias. En cuarto lugar, conviene recordar que entre
los mismos pobres se corre el riesgo de asumir actitudes propias de aquél. En los dos
últimos casos, «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán juntos en el hoyo? Pues el
discípulo no es superior a su maestro; si se deja guiar se parecerá a su maestro» (Lc 6,39-
40). Aún suponiendo esos dos casos, del lado de los pobres y oprimidos hay una mayor
propensión a escuchar y asumir los valores y prácticas cristianas, y eso equivale a decir
que ellos son los elegidos. Después de todo, Jesús quiere que los pobres y oprimidos no se
hundan en su condición, y los llama a tener fe en todo aquello que Dios les manda hacer.
Ahora vemos mejor que la fe no es una fe abstracta ni constreñida a una creencia
personalizada. La fe es nuestra propia capacidad de hacer y creer puesta en movimiento
en todo aquello que es desprendimiento total y desinteresado hacia los demás; ella
supera, por lo tanto, cualquier tipo de misticismo contemplativo y cualquier metafísica por
cuanto se fortalece en una praxis eminentemente social y no solamente religiosa.
Nuestra concepción de la fe es totalmente compatible con la crítica lanzada por
Leonardo Boff al Cardenal Joseph Ratzinger por los «errores teológicos de fondo» que
marca el discurso que éste emitió en 1998 (véase Ratzinger, 2001). En efecto, para Boff «la
fe sola no salva», sino que debe estar «informada de amor», de amor a Dios y al prójimo al
7 mismo tiempo. Quien vacía a la fe de este contenido «sólo se adhiere perezosamente a las
verdades escritas y abstractas». Para Ratzinger, por el contrario, «la fe, junto con su
praxis, o nos llega del Señor a través de Iglesia y la vida sacramental, o no existe en
absoluto» (Ratzinger, 2001: séptimo apartado de su discurso), de modo que ella no es
asimilable a ningún programa, ni la praxis reductible a ningún pragmatismo.
Ese discurso de Ratzinger sólo extiende algunas de las afirmaciones condenatorias
que él y Alberto Bovone habían intentado sistematizar en la conocida «Instrucción sobre
algunos aspectos de la “Teología de la Liberación”», documento suscrito el 6 de agosto de
1984. Dicha Instrucción, a decir de sus autores, tiene un fin preciso y limitado:
7
Tareas de antes y ahora
¿Por qué la aparición de la llamada TL en América Latina? Dicha aparición parece
obedecer a varios factores cuya mención no es posible agotar en este trabajo y a la
lógica de un conjunto de interpretaciones y acciones especialmente consistentes que
actualizan la crítica al capitalismo y la formulación de alternativas socialmente válidas y
creíbles. En dicha aparición destacan especialmente tres circunstancias explicativas: (a) La
apertura promovida por el Concilio Vaticano II, que representa un acceso visible a un
nuevo campo de interpretaciones y acciones desde arriba; (b) la conjunción de acciones
liberadoras que recorren Latinoamérica en una trayectoria de nuevas revoluciones desde
el Tercer Mundo, inspiradas en la polarización entre el mundo capitalista y el mundo del
«socialismo real» como referencia práctica fundamental; y (c) la constitución de una
corriente de pensamiento que sugiere nuevas dimensiones políticas y sociales para el
concepto de «salvación» que, sin embargo, tiende a pluralizarse. Concentremos nuestra
atención en el último inciso, sin dejar de mirar los dos primeros como un contexto
específico.
La primera exposición sistemática en torno a una concepción práctica de «Teología
de la Liberación» corresponde a Gustavo Gutiérrez, sacerdote y teólogo peruano.
Posteriormente aparecerían variantes de género, culturales y étnicas de esta concepción,
de modo que hoy hablaríamos de «teologías de la liberación» (véase al respecto, Tamayo-
Acosta, 2001; Regina, 2001; López Hernández, 2001). A la vuelta de pocos años, el libro de
Gustavo Gutiérrez, Teología de la Liberación, publicado en 1971, rápidamente polarizaría
a la Iglesia católica como hace mucho tiempo no ocurría, porque «sostiene que obrar con
justicia es el principal compromiso cristiano y el medio para alcanzar la salvación. Para
actuar con justicia el individuo debe solidarizarse con aquellos que padecen injusticias: los
pobres». El libro está inspirado en el análisis marxista de la condición de los pobres
desprovisto de su carácter ateo y materialista y recupera una interpretación práctica de
los evangelios que durante largo tiempo la jerarquía católica había rehuido, a pesar de la
evidente presencia fuerte de Jesús entre los pobres y los pecadores, como una presencia
de entrega real a los demás para salir de la postración humana producto del autoengaño,
la dominación social y la idolatría (cfr. Enciclopedias electrónicas Micronet, voz «Gustavo
Gutiérrez», y Encarta, voz «Teología de la Liberación»). La concepción seminal y
sistemática de Teología de la Liberación (TL) es obra indiscutible de Gustavo Gutiérrez,
pero, como posición de protesta ético-religiosa contra el capitalismo, tiene su antecedente
inmediato en los documentos producidos por un sector brasileño de comunidades
eclesiales de base, en 1960, en tanto que la concepción en su conjunto es producida y
desarrollada, también desde entonces, gracias a una amplia contribución de una corriente
de teólogos y pensadores de izquierda cristiana algunos de ellos asesinados arteramente
por sus ideas formada en las décadas de los sesenta y setenta principalmente por Rubén
Alves, Hugo Assmann, Juan Luis Segundo, José Miguez Bonino, Clodovis Boff, Enrique
Dussel, Leonardo Boff, Frei Betto, Pedro Casaldáliga, Pablo Richard, Franz
Hinkelammert, Jon Sobrino e Ignacio Ellacuría, en un contexto político de luchas de
liberación nacional, como las de Nicaragua y El Salvador (Tamayo-Acosta, 2001: segundo
apartado; y Löwy, 2001). No sólo por su aportación, sino sobre todo por su protagonismo,
tal vez Leonardo Boff destaca entre todos ellos.
Treinta años después de la publicación de ese libro, y por los resultados de la intensa
contraofensiva llevada a cabo por El Vaticano, puede parecer que la TL «se ha congelado»
como era la impresión de Frei Betto en 1998 (en entrevista reproducida por Zenit, 1998).
También, no hace mucho, José María Vigil hizo un explícito reconocimiento de la «crisis»
7 de la TL, en términos de una «caída» de su producción intelectual y de su actividad
deliberativa que, sin embargo, apuntaba a un cambio de paradigma con respecto al
adoptado originalmente (Vigil, 2001c). A pesar de los embates sufridos, con José Ma
Castillo pienso que la TL tiene actualidad, vigencia, y, como dice Leonardo Boff, «tal vez
no esté visible», pero no cabe duda que ya forma parte del pensamiento teológico católico
(citado por Solís Alpuche, 2001), y pocos evaden ahora la cuestión de los pobres. La TL es
actual no sólo por los valores que defiende, sino, sobre todo, por las razones básicas que la
hicieron nacer (y que constituye un «método») con referencia a un mundo capitalista
erigido sobre la opresión, la idolatría, el autoengaño, la dominación y la desigualdad
social, que es desnudado y no puede ser soportado. En consecuencia, se desprende de esas
razones básicas la necesaria formulación de alternativas desde la visión de los oprimidos,
en convergencia con una perspectiva de izquierda socialista/marxista (Castillo, 2001).
Esta convergencia, «en una relación de atracción y selección recíproca», estaría trazada a
partir de cuatro «homologías estructurales» señaladas por Michel Löwy: (a) La creencia o
«fe» en valores trans-individuales; (b) el rechazo al individualismo burgués; (c) la
supremacía de la vida y los valores comunitarios; y (d) la «esperanza utópica» sintetizada
en la idea de un reino de la libertad, de la justicia, de la fraternidad por venir o, mejor, por
construir. Lo que tienen en común la TL y el marxismo, en este campo, «es el ethos moral,
la rebelión profética , la indignación humanista contra la idolatría del mercado y lo que
es aún más importante la solidaridad con sus víctimas» (Löwy, 2001).
No obstante esa convergencia, no se puede señalar un reduccionismo marxista de la
TL. Al contrario, la TL se ha mantenido abierta a otras expresiones teóricas en distintos
momentos (al dependentismo, al freudianismo, al existencialismo, a la fenomenología),
así como a movimientos étnicos y culturales afines, y a problemáticas recientes que
conciernen a los derechos humanos, la ecología y los excluidos. Hoy en día, por ejemplo,
cada vez más se habla de «Teologías Indias» (en plural), para denotar un reciclamiento de
la TL y las luchas indias en un mismo movimiento por la defensa de las identidades
colectivas y contra la opresión del capitalismo globalizado (al respecto, López Hernández,
2001; y Regina, 2001); o de teología de los derechos humanos (Frades, 2001; Gutiérrez,
2001); o de teología y nuevo orden ecológico mundial (Boff, 2001c); o de teología y género
(véase González Faus, 2001; Tamez, 2001; Vuola, 2001). La pluralidad teológica, sin
embargo, debe ser señalada con mucho cuidado, no sólo en el sentido de una diversidad de
«ortodoxias» (De la Serna, 2001), que se descalifican entre sí al reconocer «una»
ortodoxia que es la propia y muchas «ortopraxis» (formas distintas de correcto obrar,
pero carentes de fe), o de una diversidad de campos de reflexión y acción, como en la
Teología de la Liberación, sino en el de una distorsión netamente ideológica para desviar
la atención de la originalidad de posiciones contrarias, como el intento del Cardenal
Joseph Ratzinger y el Arzobispo Alberto Bovone de introducir la idea de que hay una
auténtica «teología de la liberación», «la que está enraizada en la Palabra de Dios,
debidamente interpretada», distinta de «teologías de la liberación» no auténticas, las que,
según ellos, han tomado «préstamos no criticados de la ideología marxista» y corrompen
«lo que tenía de auténtico el generoso compromiso inicial a favor de los pobres» (véase
Ratzinger y Bovone, 2001).
En el caso de la TL contemporánea, todas esas facetas y la pluralidad de
problemáticas revelan que «no se puede hacer teología en abstracto» (Boff). Y,
justamente, esa multiconvergencia teórica y práctica ha llevado a varios teólogos a
reafirmar la actualidad y el carácter histórico de la TL. Al respecto, recurro a un breve
trabajo de Jon Sobrino sobre dos opiniones que aluden a esta cuestión: (a) El mundo
actual exige más y no menos TL, «porque la injusticia e inhumanidades crece también en
7 los países industrializados» (dixit J. Moltmann); y (b) la fe en Dios y su Cristo exige más y
no menos TL (dixit Alois Pieris) (Sobrino, 2001a). Después del ataque despiadado contra
la TL (una cruel persecución selectiva de teólogos liberacionistas y una difamación
generalizada por todos los medios posibles) que llevó a cabo El Vaticano, en los años
setenta y ochenta, se puede decir que de ella no queda «algo», sino mucho, porque su
realidad (los pobres) sigue siendo producida por el capitalismo, y no como un residuo,
sino como sujeto histórico. Esto es lo que queda, medularmente, pero para que ello no
quede como un simple vestigio, sino como una evidencia viviente y autoliberadora,
Sobrino señala varias tareas que la TL debe realizar para superar sus limitaciones:
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http://ekeko.rcpip.net/IAL/vm/bec/etexts/libnum11.htm (Este es uno de tres documentos
producidos por encargo del Papa Juan Pablo II a la Congregación para la Doctrina de la Fe, con
la finalidad de emprender una contraofensiva doctrinal del Vaticano y ofrecer una alternativa a
la Teología de la Liberación).
Ratzinger, Joseph (Cardenal) (2001), «La situación actual de la fe y la teología», conferencia
dictada en el encuentro de presidentes de comisiones episcopales de América Latina para la
doctrina de la fe, celebrado en Guadalajara, Méx., en 1998, documento consultado en
http://www.catolico.org/doc/teologia_situacion_actual.htm y http://www.corazones.org.
Regina, Silvia (2001), «La teología negra latinoamericana como un espacio de descubrimiento y
afirmación del sujeto», en Revista Pasos núm. 89, consulta en http://www.dei-
cr.org/pasos.htm#89
Richard, Pablo (2001), «Teología de la solidaridad en el contexto actual de economía neoliberal
de libre mercado», en Revista Pasos núm. 83, consulta en http://www.dei-
cr.org/pasos.htm#83
Sobrino, Jon (2001a), «¿Qué queda de la teología de la liberación?», en RELaT (Revista
Electrónica Latinoamericana de Teología) núm. 182, http://www.sjsocial.org/relat/182.htm
(Se indica el año de descarga del archivo). (Publicado originalmente en Éxodo núm. 38, abril
1997, Madrid, pp. 48-53).
Sobrino, Jon (2001b), «Crisis de apostolado y pastoral en la Iglesia: reflexiones sobre la
decisión de Leonardo Boff», en RELaT (Revista Electrónica Latinoamericana de Teología)
núm. 24, http://www.sjsocial.org/relat/24.htm
Tamayo, Alfredo (2001), «¿Qué nos queda a los cristianos de Karl Marx?», en RELaT (Revista
Electrónica Latinoamericana de Teología) núm. 82-83, http://www.sjsocial.org/relat/82-
83.htm (publicado originalmente en enero-abril de 1993).
Tamayo-Acosta, Juan José (2001), «Impacto y acogida de la teología latinoamericana de la
liberación. Veinticinco años después», en RELaT (Revista Electrónica Latinoamericana de
Teología) núm. 181, http://www.sjsocial.org/relat/181.htm
Tamez, Elsa (2001), «El sujeto “racializado” y “generizado”», en Revista Pasos núm. 88,
http://www.dei-cr.org/pasos.htm#88
Trujillo, Gary S. (2001), «La Teología de la Liberación y el levantamiento indígena en Chiapas»,
en http://www.ejesus.com.br/teologia_de_la_liberacion_y_chiapas.htm, fechado el 24 de
febrero de 1994.
Vico, José (2001), «Ética teológica de la liberación», en RELaT (Revista Electrónica
Latinoamericana de Teología) núm. 151, en http://www.sjsocial.org/relat/151.htm
Vigil, José María (2001a), «La opción por los pobres. Evaluación crítica», en RELaT (Revista
Electrónica Latinoamericana de Teología) núm. 112, en
http://www.sjsocial.org/relat/112.htm
7
____________ (2001b), «Evangelización y erradicación de la pobreza», en RELaT (Revista
Electrónica Latinoamericana de Teología) núm. 160, en
http://www.sjsocial.org/relat/160.htm
____________ (2001c), «¿Cambio de paradigma en la Teología de la Liberación», en RELaT
(Revista Electrónica Latinoamericana de Teología) núm. 193 y 177, en
http://www.sjsocial.org/relat/193.htm y http://www.sjsocial.org/relat/177.htm (Este trabajo,
uno de los más importantes en la visualización de perspectivas de la TL, ha sido publicado
originalmente en Revista Eclesiástica Brasileira, en junio de 1998; en la revista Alternativas,
en junio de 1997; en la revista Christus, en agosto de 1997; y en Ladoc, en septiembre-octubre
de 1997).
Vuola, Elina (2001), «El derecho a la vida y el sujeto femenino», en Revista Pasos núm. 88, en
http://www.dei-cr.org/pasos.htm#88
Documentos
Documentos completos del Vaticano II, Librería Parroquial de Clavería, S.A. de C.V., México,
1991, décima tercera edición, 534 pp.
Carta del Pbro. Eduardo de la Serna a Mons. Jorge Novak, Obispo de Quilmes, del 30 de julio
de 2000, bajada de Internet con la denominación «Cuestiones en torno a la Teología de la
Liberación».
IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Ediciones Paulinas, Santo
Domingo, República Dominicana, 12 al 28 de octubre de 1992, 209 pp.
Teología de la Liberación, definición de aspectos presentada por Las Siervas de los Corazones
Traspasados de Jesús y María, en http://www.corazones.org/ y
http://www.catolico.org/apologetica/practicas/teologia_liberacion.htm
Entrevistas
Entrevista a Frei Betto, en Zenit, Roma, 22 de mayo de 1998, «La teología de la liberación se ha
congelado», aparecida originalmente en el periódico italiano Avvenire, en el sitio
http://www.zenit.org/spanish/archivo/9805/980522.htm
Entrevista Gustavo Bueno, en La nueva España, 19 de octubre de 1998 «El Papa recupera la
escolástica contra la teología de la liberación», en http://www.lanuevaespaña.es/
Entrevista a Leonardo Boff por Sergio Ferrari, en Nuevo Amanecer Cultural, «El documento
Vaticano es totalitario y ahistórico», en el marco de los festejos de los dos mil años de
cristianismo, en Brasil.
Entrevista a Leonardo Boff por Sergio Ferrari, para Nuevo Amanecer Cultural, «La Teología de
la Liberación está viva y goza de muy buena salud», publicada también en El Nuevo Diario, 26
de diciembre de 1998, Managua, Nicaragua.