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MARIA VALTORTA LECCIONES SOBRE LA EPISTOLA DE SAN PABLO A LOS ROMANOS Traduccién del original italiano por: SANTIAGO SIMON ORTA. Titulo original de la obra en italiano: “SCRITTI DI MARIA VALTORTA” “LEZIONI SULL’EPISTOLA DI PAOLO AI ROMANI” Copyrigth 1977 by Emilio Pisani editore Isola del Liri (Frosinone) ITALIA PRO MANUSCRIPTO - NO COMERCIAL Depésito Legal: Z-2466/89 Imprime: GORFISA. TIf. 352222. Zaragoza ‘Leccién NP Sowruauawny BS5 4 INDICE PROLOGO.. Capitulo I, versiculos 3-4 de la EPISTOLA A LOS ROMANO: Capitulo I, versiculo 17 Capitulo I, versiculo 19 Capitulo I, versiculos 20- Capitulo I, versiculos 24 al 31 Capitulo If, versiculo 1. Capitulo II, versiculos 2 al 8. Capitulo I, versiculos 9-10-11. Capitulo If, versiculo 12... Capitulo If, versiculos 17 al 29 Capitulo IIi, versiculos 1 al 20. Capitulo II, versiculos 21 al 3 Capitulo IV’. i con una frase contenida en la Leccién n® 3 Capitulo V, versiculos 1 al 5 Capitulo V, versiculo 5 "Todo cuanto Dios determina es perfecto” Capitulo VI, versiculos 1 al 10. Capitulo VI, versfculos 11 al 23... Capitulo VII, versiculos 1 al 13. Pentecostés... Capitulo VII, versiculos 14 al 25.. Leccién exhaustiva sobre el PE Insistiendo en el Capitulo VII, versiculos 14 al 25 Capitulo VIL.- La Gracia de Dios por Jesucristo Capitulo VIIL.- Jesucristo expié en su Cuerpo santisimo todos los pecados Respuesta del Espiritu Santo a su prolongado silencio de 18 meses. Capitulo VII, versiculos 6-7- desorden de un Sngel y de los Primeros Padres" "Se dirige el Apdstol a los hijos de Dios" Capitulo VIII, versiculos 12 al 16. Capitulo VIII, versiculos 17 al 19. Capitulo VIII, versiculos 20 y 2! Capftulo VIII, versfculos 22 al 25. Capftulo VIII, versiculos 26 y 2 Capitulo VIII, versfculos 28-29-30. La Ascensign.... Capitulo IX, versiculos 1 al 1 Capitulo IX, versiculos 30 al 33 Capitulo X, versiculo 1. Capitulo X, versiculos 5 al 21 Capitulo XI, versiculos 1 al 2 lo XI, versiculos 25 al 36 Capitulos XIV y XV hasta el final de la Epistol PROLOGO Correspondiendo a los deseos de ese circulo, reducidisimo por cierto, de buenos ami- gos que con espiritual avidez recibieron las lecciones de sabiduria eterna contenidas en los “CUADERNOS DE 1943”, he acometido la tarea de traducir al espafiol la ultima de las publicaciones de los escritos de Maria Valtorta: “LEZIONI SULL’EPISTOLA DI PAOLO AI ROMANI”. Versando estas Lecciones sobre dicha Epistola, parece obligado, como se hace en el original italiano, encabezar el libro con ella. Mas, dado que los lectores a los que esta tra- duccién va dirigida principalmente cuentan todos, a no dudar, con un ejemplar de la Bi- blia o del Nuevo Testamento al menos, tengo por ociosa dicha transcripci6n; y, asi, la omito. Las notas citas biblicas van al final de cada Leccién. Ello resultar4 un tanto engorro- so para el lector que sabra disculpar esa molestia en gracia de la dificultad que entrafia el colocarlas al pie de las paginas respectivas. Las 48 Lecciones que integran esta obra aparecen dictadas por el Espiritu Santo. A El, sin duda, han de atribuirse ya que es el propio Espiritu Santo el que asi lo asegura y, Por otra parte, lo corrobora igualmente Maria Valtorta, que no se arroga en ellas otra par- ticipacién que la de mero amanuense. No obstante la profunda e impresionante riqueza teolégica de estas Lecciones, otro bagaje no es preciso para adentrarse en ellas que: fe de niiio y simplicidad de coraz6n. De una vez por todas, con seria determinacién, pongamos por obra la solemne y apre- miante recomendacién del Seftor de “hacernos como nifios para entrar en el Reino de los Cielos” y todo asi nos aparecerd didfano y sencillo. Recibamos con esa disposicién las Lecciones que aqui se nos ofrecen y acometamos su estudio y puesta en practica con las palabras del joven Samuel: “;Habla, Sefior, que tu siervo escucha!”, EL TRADUCTOR 2/l/Ag Lecciones. De las Epistolas de San Pablo. A LOS ROMANOS: Cap. 1, wv. 3 y 4, «..acerca de su Hijo que Le naci6, segun la carne, del linaje de David; declarado Hijo de Dios por propia virtud, segin el espiritu de santificacion, y por la resurrecci6n de la muerte». Dice el Autor Santisimo: «Declarado Hijo de Dios por propia virtudy. Cual? ;Una? ;Muchas? Te lo diré, Primero. De naturaleza divina. EI Hijo del Padre es Dios como el Padre, y el haber tomado carne humana no des- truy6 ni tampoco interrumpis Ja unién con el Padre del que el Hijo procede por genera- cién y en cuyo Hijo el Padre se complace. Y no s6lo esto sino que el Hijo de Dios, por mas que haya asumido la naturaleza humana, no deja por ello de ser Dios. Engendrado por el Padre Dios mediante expansién natural del amor perfecto que, de su naturaleza, necesita amar, y, conforme a su dignidad, ha de amar una Perfeccién igual a la suya in- finita —pues todo otro amor de Dios, exceptuando el profesado a la Benditisima, nues- tro amor, es benignidad de Dios— El sdlo, con su amor de Hijo y de Hijo de Dios, sa- tisface a Dios con un amor digno de El. Me adelanto a tu objecién diciéndote: Al amar a Maria, amase Dios igualmente a Si mismo, puesto que, mediante un pensamiento de Gracia hizola lena de Gracia a fin de que diese a luz la Gracia para el mundo. Marfa puede ser llamada “seno de Dios” por cuanto dio a luz al Hijo de Dios de cuya Gracia se encontraba lena y dio a la Tierra un Hijo digno del Amor del Padre. Como estanque de circuito cerrado en el que el agua, en su fluir, no va al desagiie, asi Maria, agua purisima de fuente sellada', broté del ardor incandescente del Pensamien- to eterno y discurrié por margenes de paz portando consigo paz y pureza y reentré en Dios para acogerle y engendrar al Hijo de Dios; y retorn por entre arenales dridos para proporcionar a los desiertos de los corazones la Luz, la Verdad y la Vida; y, una vez cum- plida su misién, torné de nuevo, como agua aspirada por el sol, al mistico seno que os la alumbré para que Ella diese a luz para vosotros la Salvacién. Y alli esta: Fuente in- violada de pureza, tinico espejo digno de la Perfeccién que olvidada cuanto supone ofen- sa mirando a la Inmaculada. Porque hayase hecho Hombre, no deja el Verbo de ser Dios. La Humanidad asumi- da no es en menoscabo de la Divinidad, Naturaleza suya eterna, antes, sin perder su na- turaleza, es elevada la Humanidad a la perfeccién de union con la Divinidad, como se acredita con los prodigios obrados por Cristo. El Padre siempre con el Hijo. El Hijo siem- pre como el Padre, ya que la Divinidad no puede partirse o mudar su naturaleza por di- vision aparente y aniquilamiento en una naturaleza inferior a la divina. Jesucristo es, pues, Hijo de Dios por la Naturaleza divina del Verbo engendrado del Padre, habiéndose encarnado por obra del Espiritu Santo? para la salvacion de la humanidad. 3 Mas —de una segunda manera— hase declarado también Hijo de Dios por natura- leza humana, virtuosa en grado perfecto. Jesucristo, el Hijo que le nacié al Padre de la estirpe de David?, gozaba, lo mismo como Dios que como hombre, de libre voluntad y esta libertad de su voluntad la decla- ran sus actos, realizados como El queria, cuando queria y sobre quien queria. Ni elemen- tos‘ ni criatura alguna podian oponerse a su voluntad, perfecta con la libertad propia de Dios. No podian. Sélo una vez pudieron y fue entonces porque el Hijo de Dios no preva- ricé, no abus6 del poder de esta su libre voluntad para rehuir la muerte de cruz’, De ha- berlo hecho, habria cometido hurto, abuso, prevaricacion de su infinito poder de Hijo de Dios. Y, nuevo Lucifer rebelde’, habria llegado a superar al mismo Lucifer. Pero Cristo nunca fue rebelde. Nada, ni atin la natural repugnancia al suplicio hizo- Ie ser tal, puesto que sobre su voluntad libre estaba la Voluntad del Padre, y asi el per- fectisimo Hijo divino, igual por su Naturaleza al Padre, no se prevalié de ello, antes con amor reverencial dijo siempre a Aquél que habfale engendrado: “Hagase tu voluntad””, y, manso y obediente, ofrecié sus manos a las ligaduras para ser arrastrado al sacrificio®. Tuvo, pues, voluntad libre; pero us6 de ella para ser perfecto como hombre lo mis- mo que lo era como Dios. Suele decirse: “No podia pecar”. Tal frase seria exacta si Cristo hubiera sido Dios tan s6lo. Dios, al ser la misma perfeccién, no puede pecar. Mas su segunda naturaleza hallase sujeta a tentaciones® y las tentaciones, si no se las rechaza, vienen a ser un medio para pecar. Las mas duras tentaciones se desencadenaron contra el Hombre. Todo el odio, el rencor, el miedo, la envidia del Infierno y de los hombres se concitaron contra El, con- tra el Fuerte al que advirtieron Vencedor por mas que tuviera mansedumbre de cordero", Ahora bien, Jestis no quiso pecar. Tributad al Fuerte el justo reconocimiento de su fortaleza. No pecé porque no quiso pecar. Y no sélo por ésta su perfecta santidad sino ain a pesar de todas las insidias y aconteceres, El se declaré Hijo de Dios. éNo se os dijo también a vosotros: “Sois dioses ¢ hijos del Altisimo”?"! El lo fue por- que én su humanidad, igual a la vuestra, fue Dios hijo del Altisimo por la santidad de todos sus actos. Hombres, os dice la Sabiduria que la declaracién de la filiaci6n divina en Jesus, na- cido de Maria de la estirpe de David, se manifiesta, no s6lo por la palabra del Padre, por los milagros, por sus ensefianzas de Maestro y por su resurreccién, sino también por éste su sefiorio sobre las pasiones humanas y las tentaciones que acometieron al Hombre, San- to por su naturaleza divina, guiso serlo también por su naturaleza humana, verdadero Pri- mogénito’? de la familia eterna de los hijos de Dios, coherederos del Reino de los Cielos'. Declarése, en fin, Hijo de Dios por su espontdnea resurrecci6n. Dios: El, a Si mis- mo: Dios-Hombre, muerto por los hombres para la Salvacién de éstos, consumado el sa- crificio, dad la prueba segura de haber quedado muerto, se infundié de nuevo la vida'* y El mismo, sin esperas ni juicio, glorificé igualmente su Cuerpo vencedor de todas las miserias consiguientes al pecado original primero». Mientras habla la Voz divina, pienso yo: «Dirdn que ya fue dicho todo esto». Y dice Ja Voz divina: «Es verdad. Y los doctos que, por estar harto convencidos de serlo, hurgan entre las perlas sin nuimero con que Dios te ha regalado para adornarte con ellas, anotaran una vez més estas palabras, las confrontardn y las desmenuzaran al modo que los médicos indagan los seoretos de la naturaleza y los de la vida y muerte de los hombres. 4 Mas ti, no. No rememores ni catalogues. Siempre es nuevo y hermoso para ti. Eres el nifio sencillo, pletérico de amor y de fe, y Yo hablo para ti, para ti sola. Qué mejor y més apacible compafifa para encaminarte al Reino de la Vida y tras- poner sus umbrales que mis lecciones extrafdas de las cartas de aquél que predicé a Cris- to atin después de su muerte con el triple brote de las tres fuentes en el lugar donde ahora ha surgido un manantial de milagros por la miscricordia de Marfa'’ que es la Llave con que se abren las misericordias divinas?». ' Cantar de los Cantares 4, 12. 2 Lucas 1, 35. 3 Mateo 9, 27. 4 Lucas 8, 22-25; Mateo 8, 23-27; Marcos 4, 35-41. 5 Mateo 26, 36-46; Marcos 14, 32-42; Lucas 22, 39-46; Juan 18, 1. 6 Isaias 14, 10-15. 7 Mateo 26, 39; Marcos 14, 36; Lucas 22, 42. 8 Isaias, del 52, 13 al 53, 12. 9 Mateo 4, 1-11; Marcos 1, 12-13; Lucas 4, 1-13. 10 Isaias 53, 7; Mateo 11, 29; Juan 1, 29. 1 Salmo 82 (vulgata: 81), 6. '2 Colosenses 1, 15; Apocalipsis 1, 4-5. 13 Romanos 8, 14-17; Galatas 4, 1-7. 44 Juan 10, 17-18. 15 Alusién al martirio de San Pablo que fue decapitado en Roma el afio 67 y cuya cabeza, al dar tres botes, habria hecho surgir tres fuentes de agua. En ese mismo lugar, conocido precisamente con el nom- bre de las «Tres Fuentes», se apareci6 nuestra Sefiora en 1947. 4/1/48 Dice el Autor Santisimo: «El justo vive de la fe”! (A los Romanos c. 1, v. 17). Al citar estas palabras el Apéstol, orgulloso un tiempo de su ciencia rabinica, hacese “nifio”, es decir,humilde y sencillo’, y confiesa e, incluso, profesa: “Yo no me avergiienzo del Evangelio, virtud de Dios para la salvacin de todos los creyentes... En él, en efecto, se manifiesta la justicia de Dios que proviene de la fe y tiende a la fe”, Hubo un tiempo en que Pablo, atin mds que avergonzarse de creer por su cuenta en el Evangelio, se avergonzaba de El como de una ignominia lanzada entre las inspiradas o doctas palabras de la sabiduria de Israel. Y, al objeto de borrar aquella ignominia im- presa en las mentes de los secuaces del Nazareno, perseguiales apagando de consuno pa- labras evangélicas y vidas, creyendo asi vencer. Mas la Palabra eterna a la que fuerza al- guna humana ni diabdlica puede hacer callar, le aterré en el camino de Damasco pregun- tandole: “;Por qué me persigues?”*. Aquellos que ahogan las pequefias voces, los que oprimen a quienes hablan en nom- bre de Dios, y ellos, los doctos de ahora, saben cémo se les Ilamaba en el Antiguo Testa- 5 mento’ y cual sea su misién —pues ellos son y siempre serén, hasta el fin de los tiempos, como heraldos de Dios entre las turbas ciegas— deberian meditar mucho y aprender de aquel “me persigues” a temer perseguir al Verbo y temblar de hacerlo. Dios vive en su instrumento. Vive no de un modo corriente sino de una manera ex- traordinaria. La personalidad humana no es més que el velo que guarda al Santo de los Santos‘ que esta operando, ya que Dios, tras el velo, nunca esta inerte en su trono. Cuando las feroces huestes de los caldeos, una vez vencidos los israelitas de manera absoluta en su corte, dieron fuego a Ia casa de Dios y se Ilevaron las riquezas y cosas san- tas del Templo’; cuando las potentes legiones romanas destruyeron para siempre, confor- me a la profecia de Jesucristo’, el Templo sobre el Moria, ,contra quién, de verdad, se lanzaron? {Contra el edificio, contra los sacerdotes, contra los utiles del Templo o bien contra ese Ente inmaterial que, en la mente de los israelitas, lo lenaba de Si?”. Digo “en la mente de los israelitas” porque, a partir de la hora nona de aquel Paras- ceve, abismo de Misericordia y de Delito, el Espiritu de Dios habia abandonado" el San- to de los Santos y, ain a las horas del incienso'', halldbase vacia la gloria del Tabernacu- lo, Mas todavia subsistia la Idea. Y esa Idea lo era todo para Israel. {Contra quién fue la persecucién del enemigo? {Contra los hombres y las piedras 0 contra la Idea? Contra la Idea. Para herir al pueblo, hiri6 la Idea. Y asi lo destruyé y lo dispersé. jOh miseros, miseros hombres superficiales! que, por maé que sedis cat6licos practi- cantes, sois tan tibios para la Idea, para el Cristianismo y para la Iglesia que son los que constituyen la Idea que proporciona fuerza, poder, cohesi6n, victoria, salvacién contra los ejércitos humanos y extrahumanos de los servidores del Drag6n'?, meditad en esta gran leccién que se desprende de los ejemplos de la historia: Cuando la inercia, el pecado o el asentimiento a doctrinas satanicas hacen que los enemigos de Dios y de las almas asal- ten, destruyan, desbaraten la Gnica Idea santa, verdadera y eterna —Dios— en aquello que lo pregona y representa, todo, digo todo, viene a desbaratarse y destruirse, ain aque- Ilo que no querriais que lo fuese: vuestro bien personal egoista, el patrimonio familiar, la tranquilidad y, a las veces, la misma familia. jLevantad, cristianos! Un dia, a Jestis que dormia, le gritaron: “Despierta, Maestro, que perecemos”'}. Pero ahora es Dios el que os grita: “Despertad, cristianos, pues si no despertais, pereceréis. La tormenta la tenéis encima”. Para agruparlo en la defensa de la religion y de la patria se le decia al Israel antiguo: “jA tus tiendas, Israel!”"*. Os grito Yo a vosotros: “jA tus tabernaculos, pueblo cristiano! ;A tu fe! ;A tu Sefior Jesucristo! jA la Vencedora de Satanas! ;Levantate! Vuelve a encender la luz y el fuego de la fe y de la ca- ridad; despéjate de esos vestidos por demds carnales que te hacen orgulloso ¢ indolente, y revistete de justicia”!s, Tu, tu sélo has de salvarte. En tu voluntad radica tu victoria. Dios te observa, mas no es su voluntad la que te salva. jTantas veces lo intenté...!; mas tu, de la victoria de la salvacién has hecho escalén por el que descender a las tinieblas, al hielo y al vicio. Lo dije ya al comienzo de la labor del pequefio Juan'®, Os habéis reido, burlado o increpado a la pequeiia voz que os repetia mis palabras, muchas de las cuales, por ser divinas, han tenido ya cumplimiento. No 05 ridis, no os burléis, no denigréis éstas, pues, al defender la Idea divina, la Igle- sia y la Fe, os defendéis a vosotros mismos, defendéis vuestra tranquilidad y vuestro bien estar. Lo que Satands y sus secuaces pretenden es atacar a la Idea, a la Iglesia y a la Fe, es decir, al corazén, a la sangre y al aliento que mantienen viva vuestra misma vida, do- lorosa, es cierto, penosa, también. Mas si triunfase Satan4s en un mundo ya sin Dios..., 6 tres veces jay de vosotros! iNada sabéis! No alzo el velo tendido sobre ese horror que ya es actual y cierra filas para lanzarse al asalto. Os apunto a lo alto: el Cielo, Dios; os indico el corazén de la Cris- tiandad: la Roma Vaticana; os sefialo el taberndculo. Defendedlos si queréis estar defen- didos, y meditad bien mis palabras. Y, sobre todo, no sedis de aquellos que se aprestan a perseguir a Dios en su Idea, en la Iglesia Romana, en la Fe, al perseguir a Jesucristo en sus pequefias voces. No persigais a Jesucristo os repito, porque El, al perseguir vosotros a sus instrumentos, os dice con su divina y justa sinceridad: “;Por qué me perseguis?”. Si. Le perseguis en éstos a los que no dejais en paz. Si. Le perseguis en éstos porque negais que sea el Verbo el que habla en ellos, que lo sea el Espiritu Santo que es siempre autor de toda ensefianza divina. Imitad a Pablo en el segundo periodo de su vida mortal, pues sabéis imitarle cuando aun era Saulo de Tarso, de la tribu de Benjamin, fariseo y perseguidor de los cristianos'”. Y vosotros, rabinos noveles, no os avergoncéis de aprender cosas de fe y de sabiduria, que al presente ignordis y de aprenderlas de una pequefia voz. Comparado con el rico, poderoso e imponente Gamaliel'’, semejante a un rey en su fausto y cortesanos, libro viviente de la sabiduria de Israel, el humilde Maestro de Naza- ret debiale parecer harto despreciable a Saulo de Tarso, desconocedor de su condicién so- cial, de su método de ensefianza y de su género de vida. Mas cuando las escamas del fa- risaismo cayeron”, no de las pupilas de sus ojos sino de su espiritu, y con perseverante estudio penetré en la sabiduria del Evangelio, “virtud de Dios para la salvacién de los cre- yentes”®, Pablo reconocié que en el Evangelio “se manifiesta la justicia que deriva de la fe y tiende a la fe”. Esta justicia, hecha luminosa y comprensible por la bondad de la misma Palabra de Dios que se compadece de vosotros, viene a manifestarse en el don que la pequefia voz os ha proporcionado en nuestro Nombre. Los justos aman. El amor es luz. La luz hace posible la visién. Los justos creen y tie- nen sed ardiente de creer cada vez mas. Comprenden que el conocimiento es una ayuda poderosisima para creer. Sienten que el creer es vida por ser caridad y que la caridad es vida por ser Dios, el Viviente, acogido en ellos y ellos en Dios”. Y he aqui cémo, a través de un largo proceso, hemos Iegado a la primera proposi- cién del dictado de hoy: “El justo vive de la fe”. Y cuanto el justo mas de nifio tenga el coraz6n, més sabra vivir de la fe. Por esto dijo el divino Maestro: “Si no Iegdis a haceros como nifios, no entraréis en el Reino de los Cielos””. El nifio sabe creer. Y por este su saber creer conoce a Dios y es merecedor de poseerlo y gozarlo eternamente por mas que muera antes de llegar a ser docto cual lo sois vosotros. Verdaderamente, el mucho saber dificilmente constituye salvacion’, aunque no sea sino porque “a quien més se le dio més se le reclama”™, y “a quien acumulé tesoros di- ficilmente dejardn de asaltarle los ladrones”®. Mas este antiguo proverbio atin no lo co- nociais ni sabéis de qué ladrones Yo hablo. Vosotros, que sois tan sabios, intentad cono- cerlos y asi, conociéndolos, podréis defenderos de la muerte que ellos tratan de daros con sus armas. Mas los “nifios pequefiitos” se hallan libres de tales peligros. Ellos saben vivir de la fe con simplicidad, Ellos confian en el Sefior, y esta dicho que quien confia en el Seftor comprende la verdad, Por eso ellos comprenden pot mas que no lo sepan cientificamen- te. Comprenden: por la caridad que vive en ellos y porque tienen por maestros la Caridad y a su Angel de la guarda». 7

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