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J.C.

MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

ESCRITOS SOBRE EL
ESPAÑOLISMO
LINGÜÍSTICO
(2011-2012)
Juan Carlos Moreno Cabrera
Universidad Autónoma de Madrid

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

1. “De la cuna a la cuña.


Brevísima relación del nacionalismo lingüístico español”
[Actas del primer Simposi Internacional sobre Situació i perspectives del
plurilingüisme a Europa, València, 2008. Academia Valenciana de la Llengua 2011,
p. 173-181.]

2. “La evolución del nacionalismo lingüístico español desde la trasición


democrática (1975-2010)”
[A. Fernández García y Mathieu Petithomme (dir.) Les nationalismes dans
L’Espagne contemporaine (1975-2011). Compétition politique et identités
nationales, París: Armand Colin, 2012, pp. 384-412 ; versión española]

3. “La manipulación de la lingüística al servicio del nacionalismo españolista.


El caso del andaluz en la fonología de la Nueva gramática de la RAE y la
Asale”
[Actas de la VI reunión de escritores/as en andaluz. Málaga: Z.E.A 2012
pp. 3-29.]

4. “Lengua, nación y nacionalismo español”,


[H. Monteagudo (ed.) Linguas, sociedade e política. Un debate multidisciplinar.
Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega, 2012 pp. 83-126.]

5. “El aragonés, la lingüística y el imperialismo filológico”.


[Alazet, nº 24, 2012 pp. 57-73.]

6. “«Unifica, Limpia y Fija». LA RAE y los mitos del nacionalismo lingüístico


español” (Extractos)
[Silvia Senz y M. Alberte (eds.) El Dardo en la Academia. Esencia y vigencia de las
academias de la lengua española. Barcelona: Melusina, 2011, vol I. pp.157-314.]

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1. CAPÍTULO I
DE LA CUNA A LA CUÑA
BREVÍSIMA RELACIÓN DEL NACIONALISMO LINGÜÍSTICO ESPAÑOL

a. Introducción

Las ideologías lingüísticas centradas en la promoción de una lengua determinada


crean un discurso de carácter mitológico que intenta presentar la lengua en cuestión
como superior a los demás idiomas con los que convive y justificar su posición
dominante o ventajosa sobre ellos. En este artículo me voy a ocupar de algunos de los
tópicos principales del nacionalismo lingüístico español, que, lejos de constituir una
postura marginal o residual, propia de grupos o personas exaltados, conforma un corpus
muy bien articulado y desarrollado de conceptos promovidos por las instituciones del
Estado español y presentados como características inherentes, naturales e indiscutibles
de la lengua española supuestamente basadas en el sentido común. Voy a mostrar que
esos tópicos se apoyan en presupuestos falsos, para lo cual basta echar mano de la
ciencia lingüística moderna.
Hay que advertir que, en general, estas ideologías se suelen fundamentar en una serie de
hechos empíricos indiscutibles para, sobre su base verificable, construir todo un
conjunto de ideas propagandísticas que presentan esos hechos empíricos constatables
como naturales e inevitables. El caso más frecuente consiste en que, después de que una
lengua, mediante la imposición, ha ampliado su territorio de forma muy importante
(como ha ocurrido con el inglés, el francés, el español o el portugués), se toma el hecho
objetivamente verificable de que esa lengua goza de un número de hablantes enorme y
de un uso muy notable, como patente de corso para asociar esa lengua con una serie de
cualidades inherentes, que la hacen intrínsecamente superior a las demás lenguas con las
que convive en ese territorio ampliado. De esta manera, las valoraciones ideológicas de
la lengua quedan aparentemente justificadas y son presentadas como propiedades
necesarias e inevitables de ella.
En este artículo voy a examinar cuatro de los tópicos típicos del nacionalismo
lingüístico español. En primer lugar, hablaré sobre la idea del nacimiento de la lengua
española, materializada a través de la metáfora de la cuna. En segundo lugar, examinaré
el tópico de la presunta conversión del castellano en español a través de su extensión
geográfica, ilustrada mediante la imagen de la cuña. En tercer lugar, voy a comentar
otro de los tópicos preferidos del nacionalismo lingüístico español: el que hace
referencia a las cinco vocales, como garantes de su facilidad de aprendizaje y
manejabilidad práctica. En cuarto lugar, trataré sobre lo que es, sin duda, el tópico más
importante de la versión moderna del nacionalismo lingüístico español. Se trata del
concepto de español como lengua común, en el que se explota de forma más clara el
mecanismo de justificación de una ideología lingüística a través de una determinada
base empírica, que acabo de esbozar.

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b. La cuna del español: el acta de nacimiento de la lengua


castellana
Es un tópico muy extendido dentro de la opinión pública española que los primeros
testimonios escritos del castellano —y, por tanto, del español— están en las Glosas
Emilianenses. He aquí tres muestras entre muchas otras que se podrían aportar:

“El castellano, cuyos primeros balbuceos aparecen en las Glosas


Emilianenses, en torno a los siglos X y XI, es el idioma común de una
veintena de naciones. Forma nuestro patrimonio cultural más extenso y
constituye nuestra auténtica patria espiritual.” (VV.AA. 1999: 9; cursivas
de JCMC)

“Su trabajo [el del glosador] le ha valido una sonora recompensa, pues los
siglos quisieron conservarlo hasta llegar a nosotros como el primer
testimonio escrito en lengua castellana: las Glosas Emilianenses. (Lozano
2005: 78; cursiva de Lozano, subrayado de JCMC)

“Nuestra lengua escrita se alumbró en San Millán de la Cogolla. […] Los


inicios del ‘castellano’ surgen del valle de San Millán” (Lamela 2008: 48;
cursivas de JCMC)

En estas breves citas podemos ver una expresión quintaesenciada de la ideología


nacionalista del español que, partiendo del dato falso de que en las Glosas Emilianenses
encontramos los primeros testimonios del castellano, asocia esta acta de nacimiento con
el concepto de lengua común, tal como podemos comprobar en la primera de las citas,
que es otro de los principales tópicos de este nacionalismo, que examinaré en la sección
quinta del presente artículo.
Además, estas humildes y breves glosas son ensalzadas de forma desproporcionada para
dar la máxima importancia a estos supuestos inicios del castellano:

“Pocos casos hay en la historia de la humanidad en que un grupo tan


reducido de palabras haya producido semejante torrente de saber y de
cultura. Y esto ha sucedido en San Millán de la Cogolla.” (Nieto Viguera
2007: 87)

No voy a hacer referencia ahora a la falsedad del dato de que las Glosas Emilianenses
son el primer testimonio escrito de castellano, porque ya lo he comentado en otro lugar
(Moreno Cabrera 2008: 165-167). Lo importante es constatar que la ideología del
nacionalismo español intenta asociar esta lengua con el nacimiento de una nación y, por
ello, es fundamental que esa nación sea anterior a cualesquiera de las otras naciones
situadas en el Estado español o, si no es anterior, al menos, es lo suficientemente
pujante culturalmente para que su lengua sea la primera en aparecer en un escrito. Un
pequeño inconveniente, en este caso, es que en estas glosas aparecen también frases en
euskera, aunque esto podría ser una ventaja para la ideología del nacionalismo
lingüístico español, ya que, dado que el euskera no es una lengua romance, el hecho de
que los supuestos primeros testimonios del castellano aparezcan junto a los de una
lengua no romance, ni siquiera indoeuropea, son un claro indicio de antigüedad y
precocidad sobre otras lenguas romances. En esa dirección parece apuntar el siguiente
comentario:

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Pero la gloria de San Millán no acaba ahí. En ese mismo monasterio donde
tanto se confiaba en Dios para alcanzar la vida eterna, otro hombre, o tal vez
el mismo, copió dos glosas en otra de las lenguas habladas en la zona, el
vasco, dejando así de forma imperecedera la huella de su pluma también en
los escritos más antiguos, no epigráficos, conservados en esa lengua.”
(Lozano 2005: 78-79)

Ese supuesto carácter de mayor antigüedad y abolengo en la lengua escrita del romance
castellano sobre los demás romances de la Península es un resto ideológico de la teoría
del castellano primitivo característica de la etapa renacentista del nacionalismo
lingüístico español (Binotti 1995), según la cual el castellano era incluso anterior al
latín, supuesto manifiestamente incompatible con nuestros conocimientos lingüísticos
actuales. Sin embargo, como acabamos de comprobar, la ideología nacionalista no tiene
inconveniente en manipular la interpretación de los primeros testimonios escritos en
lengua romance para dar a la lengua española una preeminencia sobre las demás lenguas
romances desde los primeros testimonios escritos. Que se trata de una operación
puramente propagandística se ve de forma clara en el libro de Nieto Viguera (2007)
titulado Glosas Emilianenses. Cuna de la lengua castellana y en el que se afirma lo
siguiente:

“Mas las glosas, en su mayoría, ya no son latín, se trata de otras formas, de


otros modos de comunicarse, de otra nueva lengua, aunque todavía no sea el
‘castellano’ o el español, como prefieran otros.” (Nieto Viguera 2007: 75,
comillas de Nieto Viguera)

Si este autor afirma que las glosas no son todavía castellano o español, el subtítulo del
libro en que el se encuentra esta afirmación no tiene más que — suele ocurrir
habitualmente con los títulos de los libros— una función puramente propagandístico-
educativa que se contradice con lo afirmado en la obra que presenta y que el propio
autor caracteriza de forma clarividente al principio del libro:

“Para que usted no se vaya defraudado hemos escrito estas páginas sobre las
Glosas. Y al redactarlas hemos pensado en el visitante normal, que no tiene
especiales inquietudes lingüísticas o históricas, que ha oído hablar de ‘San
Millán, cuna de la lengua’, de las ‘Glosas Emilianenses’ o de la Rioja, como
lugar del nacimiento del castellano, y que desea una información cumplida
sobre el significado de esta especie de eslogan publicitario que le ha traído
hasta San Millán.” (Nieto Viguera 2007: 4; cursivas de JCMC)

Es una pena que el lector tenga que esperar hasta la página 75 (de las 95 de que consta
el libro) para hacerle saber la falsedad de ese eslogan publicitario. Resulta curioso y
revelador que, a partir de la página 81 hasta el final del libro, en donde se pondera la
importancia de estas glosas emilianenses, se habla de nuestra lengua al referirse a esas
glosas y se afirma:

“Partamos de una realidad perfectamente verificable: entre nosotros ha sido


una constante histórica que nuestra lengua, en momentos críticos de
maduración, ha sentido la necesidad de reafirmarse y dejar constancia de su
capacidad como medio adecuado de expresión en su forma escrita o gráfica,
no hablada.” (Nieto Viguera 2007: 81)

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Es decir, al hablar sobre la importancia de las glosas emilianenses se reafirma


precisamente uno de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico español: el
español tiene una capacidad perfectamente verificable para ser un medio adecuado de
expresión escrita desde los primeros testimonios escritos: da igual que las glosas
emilianenses no estén escritas en esta lengua, tal como había afirmado el autor unas
pocas páginas antes.

c. La cuña y la supuesta conversión del castellano en


español

Otro de los tópicos esenciales del nacionalismo lingüístico español es la supuesta


conversión de la variedad lingüística castellana en una lengua completa y desarrollada
denominada español. Esta idea lleva a decir a algún autor que el castellano ya no existe
porque sus hablantes decidieron abandonarlo para usar solo la lengua española común:

“Por supuesto, el “castellano” también es una lengua española, tristemente


ya desaparecida al haber sido sustituida, a lo largo de los tiempos, de
manera total y absoluta, por el idioma nacional, el “español” […]. Ha sido
una renuncia que no se ha sabido valorar y agradecer todavía a los
castellano-hablantes y a sus respectivos territorios” (Lamela 2008: 69-70)

Esta conversión va asociada a la expansión del castellano por toda la Península, a su


adopción por poblaciones de habla no castellana y a los procesos de koineización y
mezcla que acabaron por convertir el castellano en una nueva entidad lingüística de
superior calidad. No voy a aducir aquí las formas concretas que adopta esta visión del
español, que abarca desde la metáfora de la cuña de Menéndez Pidal o la del abanico de
Amado Alonso hasta el cambio de forma interior del castellano en su presunta
transformación lingüística, porque lo he hecho en otro lugar (Moreno Cabrera 2008:
87ss).
Ante ello conviene decir que el castellano medieval no se ha transformado en otra
lengua superior, sencillamente porque sigue existiendo en la forma de castellano
moderno que, sin duda alguna, procede de ese castellano medieval. Lo que aprovecha
aquí la ideología nacionalista española es el hecho de que la lengua estándar española
tal como es adoptada por el Estado español y por sus instituciones educativas y
culturales es una versión cultivada y elaborada del castellano vulgar moderno. Ello hace
que la variedad castellana moderna esté muy próxima, si es que no es casi idéntica, a esa
lengua española estándar. Pero esto es así, no porque el castellano se haya convertido en
español, sino porque la lengua estándar fundamentalmente escrita que denominados
mediante la expresión español estándar o normativo peninsular no es más que una
variedad o registro culto elaborado del castellano vulgar moderno. De aquí podemos
deducir que no es cierto, como dicen los apóstoles del nacionalismo lingüístico español,
que el castellano vulgar moderno es un dialecto del español, sino que ocurre
exactamente todo lo contrario: el español estándar normativo no es más que una
variedad culta del castellano moderno:

“No tiene sentido, por tanto, decir que las variedades orales empleadas en,
pongamos por caso, Soria o La Mancha son «dialectos del español», ya que
esto implica una falsa relación histórica entre cada una de esas variedades y

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

el español (esto es, la lengua estándar que tuvo su origen en el dialecto de


Burgos, transferido más tarde [con modificaciones ] a Toledo durante la
Reconquista y finalmente codificado después como la lengua de Castilla y
posteriormente del Estado español).” ( Penny 2004: 38)

Tampoco es cierto que el castellano moderno haya desaparecido ni que los


castellanohablantes hayan renunciado a su lengua para pasar a ser hablantes del español,
como se afirma en la cita que inicia esta sección. Esta absurda idea solo puede tener un
propósito: la indicación de que los hablantes de lenguas distintas del castellano deben
también renunciar a usar su lengua propia para adoptar la lengua común, como hicieron
supuestamente los castellanos con el español.

d. Las cinco vocales del español


Otro de los tópicos más conocidos y utilizados del nacionalismo lingüístico español
es la idea de que el sistema pentavocálico del español (surgido del sistema
heptavocálico del castellano antiguo, Penny 2006: 63) estándar facilita grandemente el
aprendizaje y uso de esta lengua, lo cual es una característica que puede explicar parte
de su extensión y pujanza. Esta idea procede de Menéndez Pidal y, tal como he
mostrado recientemente (Moreno Cabrera 2008: 79), es aceptada sin reservas por
algunos filólogos y académicos en la actualidad.
Curiosamente, esta característica la comparte el español con el euskera, compañero de
glosas según la ideología del nacionalismo lingüístico español. Sin embargo, en el caso
de esta lengua, no parece que este rasgo haya sido especialmente importante para su
expansión. Al contrario, el euskera ha ido viendo reducido su territorio desde la Edad
Media y en la actualidad va recuperando hablantes paulatinamente pero no tan
rápidamente como ocurrió en el caso del español.
Es muy revelador que se mencione este aspecto de las cinco vocales y se omitan otros
detalles de la estructura lingüística del español que deberían parecernos mucho más
decisivos a la hora de juzgar la presunta facilidad de esta lengua. El español comparte
con otras lenguas romances unos paradigmas de conjugación verbal realmente
complejos, con diversos subgrupos diferenciados cuyos modelos de conjugación siguen
los denominados verbos irregulares. En español se podrían contabilizar al menos medio
millar de estos verbos irregulares (muchos menos que los verbos irregulares del inglés o
del alemán, por ejemplo). Comparada con la facilidad de las cinco vocales, esta
característica podría ser considerada como un escollo importante más que como una
ventaja. Por esta razón, esta propiedad morfológica del español como lengua romance es
oportunamente silenciada en el discurso del nacionalismo lingüístico español.

e. El español como lengua común

Llegamos ahora al tópico más importante del nacionalismo lingüístico español. Se


trata de que el español es la lengua común de todos los ciudadanos del Estado español,
en el sentido de que es la única lengua compartida por todos los ciudadanos de ese
estado. Es la idea sobre la que se basa el Manifiesto por la lengua común presentado en
Madrid en Junio de 2008, que tanta polvareda levantó. Las concepciones ideológicas
que hay detrás de este concepto se pueden ver reflejadas de modo cristalino en las
siguientes citas:

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“La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional – a


pesar de que se le denomine “castellano”— es por ser la lengua común de
todo el territorio nacional, la que conocen todos los españoles, y no por
razones políticas impositivas de ningún tipo […]. El idioma español ha sido
aceptado y adoptado en toda España como lengua común de convivencia
desde la época medieval…” (Lamela 2008: 129-130; cursivas de JCMC)

“En efecto, el español o castellano, como queramos llamarlo, se habla en


toda España, incluidas las comunidades bilingües, donde además de ser la
lengua oficial del Estado —su aspecto más formal—, es la lengua común de
todos los españoles y la única en la que todos pueden comunicarse y cuyo
conocimiento por parte de todos los ciudadanos residentes en las
Comunidades bilingües les permite, en la actualidad, la posibilidad de
competir con grandes ventajas en el área más extensa de las Comunidades
castellanohablantes, precisamente por ser bilingües.” (Herreras 2006: 376;
cursivas de JCMC)

El carácter excluyente del nacionalismo lingüístico español se ve perfectamente en la


expresión del segundo de los pasajes según la cual el español es la única [lengua] en la
que todos pueden comunicarse. Es posible que sea verdad que el español es la única
lengua en la que todos los ciudadanos españoles se comunican de hecho, dado que la
educación de muchos de estos ciudadanos, desde hace siglos, ha dado la espalda al
reconocimiento de cualquier realidad lingüística del Estado español distinta de la
castellana. Sin embargo es palmariamente falso que el español sea la única lengua en la
que se pueden comunicar todos los ciudadanos del Estado español. Esto es así porque
todas las lenguas de este Estado español menos una (el euskera) son lenguas romances
y, por consiguiente están estrechamente emparentadas. Esto significa que, mediante la
vía de una educación adecuada, todo castellanohablante está capacitado para que pueda
entender con poco esfuerzo el gallego, el asturiano, el catalán o valenciano o el
aragonés. Sabemos que, al menos desde la edad media, los gallegos, los valencianos o
los aragoneses, partiendo de sus lenguas propias han sido capaces de entender a los
castellanohablantes; más aún, han sido capaces de hablar castellano. ¿Por qué, entonces,
los castellanohablantes no habrían de ser capaces de al menos entender —voy a dejar de
lado el hablar— las demás lenguas romances peninsulares? ¿Es que acaso el castellano
es más fácil de entender que otras lenguas romances? ¿Es que acaso los castellanos
están menos dotados para entender otras lengua romances que los gallegos, catalanes,
valencianos, asturianos y aragoneses? Las únicas respuestas no racistas a estas
preguntas solo pueden ser negativas.
Partiendo, entonces, de esa respuesta negativa a la última pregunta formulada, podemos
deducir fácilmente que, por ejemplo, el gallego puede ser perfectamente una lengua de
comunicación entre todos los ciudadanos españoles en el siguiente sentido. Un gallego o
valenciano podría hablar en gallego o en valenciano en todo el territorio del Estado
español y ser entendido sin dificultad por todos los castellanohablantes. Esto es
perfectamente posible y factible y hasta socialmente razonable y, desde luego,
aconsejable.
Por consiguiente, es falsa la idea de que el español sea la única lengua en la que todos
los ciudadanos españoles pueden comunicarse. El gallego, el catalán o valenciano, el
asturiano o el aragonés, todas lenguas romances, también tienen esa posibilidad, mal

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

que le pese al nacionalismo lingüístico español, que es, aunque las apariencias parezcan
indicar lo contrario, claramente excluyente.
Con todo, el nacionalismo lingüístico español insiste en los siguientes puntos:

• El castellano nunca se ha impuesto y cuando se intentó imponer; ello fue poco


operativo pues ya era la lengua común.
• Toda acción de promoción y afianzamiento del castellano es legítima y
necesaria, porque es la lengua común, la lengua nacional.
• Ninguna acción a favor del castellano es impositiva, ni vulnera derecho alguno.

El siguiente pasaje insiste en la primera de las ideas:

“Lo que sostengo es que los intentos de imponer el castellano, cuando


existieron, llegaron tarde, no fueron ni continuados ni sistemáticos, y se
vieron obstaculizados por mil avatares. […] La prueba definitiva de la débil
imposición del castellano la dan hoy varios millones de hablantes de
catalán, gallego y vasco” (Lozano 2005: 101-102; cursivas de JCMC)

Las ideas anteriores son el haz de un envés muy tenebroso, que incluye ideas como las
siguientes:

• Las demás lenguas de España son menos entendibles que el castellano


• Las demás lenguas de España están menos unificadas y están más
dialectalizadas que el castellano. Por ello, dificultan la comunicación de forma
más o menos notable .
• Las demás lenguas de España son menos útiles.
• Las demás lenguas de España limitan, empobrecen y aíslan a las personas.
• No conocer estas lenguas no es un déficit importante. En todo caso, es un lujo
caprichoso prescindible aprenderlas y usarlas.

De las que se derivan las siguientes:

• Las acciones de promoción de las lenguas diferentes del castellano son siempre
impositivas y suponen un atropello de los derechos individuales y un ataque
directo e intolerable a la lengua común.
• La promoción de las lenguas diferentes del castellano es ilegítima, innecesaria,
excluyente, particularista y pretende socavar la lengua común.
• La obligación de conocer esas lenguas es intrínsecamente reprobable y
constituye un atropello intolerable.

Las siguientes palabras radican en los anteriores supuestos que consideran que la
promoción de las lenguas distintas del castellano es impositiva y excluyente:

“Aprender y usar la lengua local, considerarla lengua propia en exclusiva


implica negar que a lo largo de los siglos el castellano también ha formado
parte de su cultura. Así se cierra la puerta del bilingüismo […] y se facilita
la exclusión de los otros […] los que no hablan la lengua propia” (Lozano
2005: 167; cursivas de Lozano, subrayado de JCMC)

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Según otros autores esto pone en peligro al castellano y crea una situación de extrema
gravedad:

“Poner las lenguas comunes en situación de castigo y persecución es


caminar hacia atrás, es pura regresión. Es un mal para todos. […] Es crear
limitaciones regresivas de grave repercusión. […] El español tiene
problemas en España. Es bien conocido. Ante una situación que ha sido
creada artificialmente, ha llegado el momento de exigir una solución al
problema. Pero nadie se atreve.” (Lamela 2008: 130-131)

Las dos citas anteriores son de dos libros escritos por una periodista y un arquitecto, que
se tienen aquí en cuenta para mostrar el hecho de que que la ideología del nacionalismo
lingüístico español está implantada en los ámbitos generales de la opinión pública
autorizada y de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, podemos encontrar
pasajes similares en obras escritas por profesionales de la lingüística. El libro citado de
Herreras es un ejemplo paradigmático de cómo ha penetrado este discurso corrosivo del
nacionalismo lingüístico español en el ámbito académico moderno. Para mostrarlo voy
a citar y comentar algunos párrafos de la conclusión de esta obra:

“Si es cierto que el aprendizaje de la lengua autonómica puede favorecer la


integración dentro de la sociedad, no lo es menos que puede ser también un
factor de discriminación que dificulte el éxito escolar del alumno en esa
Comunidad y, por consiguiente, el éxito social, tanto dentro de esa
Comunidad como fuera de ella.” (Herreras 2006: 364-365; cursivas de
JCMC)

Este razonamiento se aplica a la lengua autonómica pero no a la lengua española.


Esta última no parece ser ni haber sido nunca un factor de discriminación que
dificulte el éxito escolar. ¿No lo ha sido durante los siglos en los que los hablantes
nativos gallegohablantes, euskaldunes y catalanohablantes han sido escolarizados
en español? El nacionalismo español lo tiene muy claro: el español nunca ha sido
lengua de discriminación ni de exclusión, ni ha sido un estorbo para el éxito
escolar. La razón es clara: es una lengua superior a las demás lenguas con las que
ha convivido tanto en el ámbito lingüístico como en el social.
Más adelante dice este autor:

“Por todo ello pensamos que imponer, en la actualidad, una enseñanza


monolingüe en lengua autonómica en las Comunidades bilingües supondría
un engaño, además de un retroceso y una contradicción.” (Herreras 2006:
374; cursivas de JCMC)

Afirmaciones como ésta se desprenden del ideario del nacionalismo lingüístico


español que he apuntado en esta sección. La enseñanza monolingüe de una lengua
distinta del español es un engaño, un retroceso y una contradicción. Sin embargo,
la enseñanza monolingüe en español es sincera (no es una engaño), es un avance
(no un retroceso) y es coherente (no es contradictoria). Se podría argumentar que
Herreras se refiere solo al momento actual. Aun concediendo esto, ¿en qué época
o período habría que conceptuar la enseñanza monolingüe en español como un
engaño, un retroceso y una contradicción? El nacionalismo lingüístico español lo
tiene muy claro: nunca. La lengua española siempre ha sido una lengua sincera,

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

progresiva y coherente y las demás lenguas han ido asociadas al engaño, al atraso
y a la contradicción.
Un último apunte en la misma dirección lo podemos ver en el siguiente pasaje del
libro de Herreras:

“Es cierto que imponer una enseñanza monolingüe en lengua autonómica no


hará perder a todos los ciudadanos de las Comunidades bilingües este
instrumento de comunicación tan importante que es el español. Con toda
seguridad, los más dotados económicamente podrán suplir esta carencia del
sistema de enseñanza en su Comunidad de origen, enviando a sus hijos,
como ya se hace, a estudiar a otros lugares de España, pero la inmensa
mayoría se verá condenada por sus escasos recursos económicos, a un
monolingüismo reductor, hipotecando así en gran parte sus posibilidades de
futuro.” (Herreras 2006: 377, cursivas de Herreras, subrayado de JCMC)

Tenemos en este pasaje un compendio en verdad elocuente de los tópicos principales


del nacionalismo lingüístico español. Primero, el español es un instrumento de
comunicación importante, parece que más o mucho más que el gallego, el euskera oel
valenciano. He aquí el tópico de que el español es una lengua más comunicativa, más
entendible que las otras lenguas de España. No enseñar español o en español es una
carencia grave. No enseñar en catalán o valenciano, gallego, asturiano o euskera no
parece una carencia tan grave, incluso no parece una carencia en absoluto. El
monolingüismo en las lenguas diferentes del castellano es necesariamente reductor,
frente al monolingüismo en español que parece ser ampliador. El monolingüismo en
español es una riqueza, frente al monlingüismo en catalán o valenciano, gallego o vasco,
que es una hipoteca.
Queda clara la posición del nacionalismo lingüístico español. Todo lo que no sea
predominio absoluto y total del castellano sobre las demás lenguas de España es
excluyente, limitador, atentatorio contra los derechos individuales, empobrecedor,
particularizador y regresivo. Todo lo que sea la promoción de ese dominio del
castellano será beneficioso, progresivo, liberador, enriquecedor, universalizador y
protector de los derechos individuales. Creo que hay razones más que suficientes para
expresar en estos términos tan radicales la ideología del nacionalismo lingüístico
español en sus formas de manifestación actuales: el examen detenido y crítico de
muchos de los discursos públicos informados por esta ideología, tanto los
especializados como los dirigidos al público en general, no dejan lugar para una
caracterización más moderada.

f. Conclusión

A lo largo de las páginas anteriores, he pasado revista a cuatro de los principales


tópicos del nacionalismo lingüístico español tal como se formulan en la actualidad. He
intentado mostrar de modo breve que ninguno de esos cuatro tópicos tiene una base
lingüística real, sino que se fundamentan en determinadas manipulaciones interesadas
de diversos aspectos empíricamente verificables. Estas manipulaciones, algunas de las
cuales he intentado hacer evidentes en este artículo, ponen de manifiesto una ideología
profundamente nacionalista de carácter excluyente y retrógrado.
Siglos de imposición del castellano en todo el territorio del Estado español han
propiciado que esta lengua sea la más usada en la actualidad. Este es un hecho objetivo

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

que no se puede negar. Ahora bien, la ideología del nacionalismo lingüístico español lo
aprovecha para asignar a la lengua castellana una serie de bondades que, en realidad, se
derivan de una convergencia de circunstancias socio-históricas contingentes y no de
ninguna supuesta superoridad de esa lengua sobre las demás lenguas del Estado español.
Esa supuesta superioridad es utilizada para presentar la lengua castellana como
fácilmente asimilable y con un alto valor comunicativo (para explicar su supuesta
expansión natural), como especialmente progresiva (permite el progreso y el avance
social), como especialmente moderna y útil en la sociedad actual (permite la
comunicación en todos los ámbitos de la sociedad moderna), como lengua de
entendimiento y concordia (permite el entendimiento entre todos y evita los malos
entendidos) o como lengua global (permite la comunicación con otros países más allá
del Atlántico). Pero esta ideología tiene un reverso extremadamente oscuro, ya que esa
caracterización del castellano es inseparable de una concepción de las demás lenguas
que va justamente en sentido opuesto. Esas otras lenguas de España son menos fáciles
de asimilar y tienen un bajo valor comunicativo (se explica así su ámbito local), son
regresivas (no permiten el progreso y el avance social, sino que nos sumen en el
localismo y el retroceso cultural), están anticuadas y son poco útiles en la sociedad
actual (no permiten al comunicación eficiente en todos los ámbitos de la sociedad
moderna), son lenguas de incomprensión y discordia (impiden el entendimiento entre
todos y producen malos entendidos) y son lenguas estrictamente locales (no permiten ir
más allá de un pequeño territorio).
Las inquietudes, desazones y desvelos que hemos visto reflejados en las citas que he ido
aportando a lo largo de este artículo, ponen de manifiesto este lado oscuro de una
ideología que, lejos de luchar en favor de la promoción de las lenguas que se han visto
limitadas y reducidas por la imposición contingente del castellano, intenta justificar y
contribuir al mantenimiento de esa situación de desequilibrio mediante las supuestas
esencias lingüísticas de esa lengua tan privilegiada. La alabanza de la lengua propia, en
este caso, sigue sirviendo de coartada para la justificación de un etnocidio lingüístico
que, por fortuna, en muchos casos no ha podido todavía ser llevado a cabo hasta sus
últimas consecuencias.
Que, contra lo que se suele afirmar, este tipo de nacionalismo lingüístico español
existe, creo que se puede deducir fácilmente del contenido de muchos discursos de
personalidades e instituciones representantes de instancias culturales de gran relevancia
en el Estado español actual (Moreno Cabrera 2008). En este breve trabajo me he
limitado a esbozar algunas pistas para su correcta caracterización y valoración.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Binotti, L. (1995) La teoría del “Castellano Primitivo”. Nacionalismo y reflexión
lingüística en el Renacimiento español. Münster, Nodus Publicationen.
Herreras J. C. (2006) Lenguas y normalización en España. Madrid: Gredos
Lamela, A. (2008) El idioma español y su futuro. Madrid: Espasa.
Lozano, I. (2005) Lenguas en guerra. Madrid: Espasa.
Moreno Cabrera, J. C. (2008). El Nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva.
Barcelona: Península.
Nieto Viguera, J. A. (2007) Glosas Emilianenses. Cuna de la Lengua Castellana. León:
Edilesa.
Penny, R. (2004) Variación y cambio en español. Madrid: Gredos.
Penny, R. (2006) Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel.

12
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

VV.AA. (1999) Agenda para el año 2000. La lengua castellana y la escritura. La


Rioja: Edición y Diseño D&B.

13
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

2. CAPÍTULO II
LA EVOLUCIÓN DEL NACIONALISMO LINGÜÍSTICO ESPAÑOL DESDE LA
TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA (1975-2010)

a. Introducción
En este capítulo voy a examinar la evolución del nacionalismo lingüístico español
en el período 1975-2010. Uno de los puntos esenciales de este nacionalismo se basa en la
idea de que la lengua española ha llegado a convertirse en la lengua común del estado
gracias a un proceso natural de propagación por toda España y de aceptación entusiasta por
parte de las comunidades del reino de España con una lengua diferente. Este tópico
nacionalista de la lengua común no impuesta, sino libremente adoptada por todos los
ciudadanos españoles para comunicarse y entenderse es una constante del pensamiento
nacionalista español a lo largo de todo este período analizado en el presente libro. Como
ejemplo de ello puedo citar extractos de uno de los discursos públicos de dos importantes
autoridades, que se sitúan en los extremos de este intervalo. El primero de ellos es del
presidente Adolfo Suárez y fue pronunciado en Cataluña a finales de 1976 y el segundo se
debe a Juan Carlos I, rey de España y fue pronunciado veinticinco años después, en la
entrega del premio Cervantes.

1976
Palabras pronunciadas por el presidente del gobierno Adolfo Suárez en diciembre de 1976
en las que hacía referencia al derecho de autonomía de Cataluña y a la oficialidad de la
lengua catalana:

“El gobierno entiende que de la misma manera que el bilingüismo


castellano-catalán es un hecho normal en la vida familiar, cultural y social,
puede y debe serlo también en la vida oficial. Por ello, el gobierno comparte
el principio de la cooficialidad del castellano y del catalán en el territorio de
Cataluña. […] Pretendemos, en fin, el gobierno, algo tan normal como que
todos los españoles puedan expresarse en la lengua española que realmente
hablan y todo ello con naturalidad sin perjuicio de la lengua común que
España eligió libremente y sin ninguna imposición y que es de hecho su
unitario medio de expresión hace ya más de que cuatro siglos.” 1

2001
Palabras del Rey Juan Carlos I en el acto de entrega del premio Cervantes de 2001 en el
Instituto Cervantes el 23 de Marzo de 2001:

1
Este extracto del discurso de Adolfo Suárez puede verse y escucharse en el capítulo XII (titulado «El
referéndum para la reforma») de la serie de televisión La Transición producida por Radio Televisión
Española, dirigida y realizada por Elías Andrés y emitida en 1995 en la televisión española.

14
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Nunca fue la nuestra lengua de imposición, sino de encuentros, a nadie se


le obligó nunca a hablar en castellano: fueron los pueblos más diversos
quienes hicieron suyo por voluntad libérrima el idioma de Cervantes.”2

Podemos observar que en ambos discursos se insiste en que la extensión del español a lo
largo y ancho de España fue un proceso de elección libre y que no conllevó imposición ni
obligación alguna por parte de los ciudadanos españoles.
Muchos lingüistas españolistas también mantienen esta opinión:

“La expansión del castellano y su generalización en España se deben a una


aceptación voluntaria de los hablantes de las otras lenguas peninsulares e
insulares. […] [L]a actitud de los hablantes, demostrada por el conjunto de
los casos, fue de empleo de las lenguas vernáculas en actividades
domésticas y de ámbito restringido y aceptación del castellano para la
comunicación general, como lengua de prestigio.” 3

Y más recientemente:

“Los que copiaron este modelo en España ordenaron hacer lo mismo con el
español, sin advertir que su expansión medieval y renacentista se había
producido en calidad de lengua común no impuesta.”4

Otros autores, que no son lingüistas ni filólogos, pero que son sensibles a las cuestiones
lingüísticas, mantienen la misma opinión. Las siguientes palabras son de un afamado
arquitecto:

“La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional – a


pesar de que se le denomine “castellano”- es por ser la lengua común de
todo el territorio nacional, la que conocen todos los españoles, y no por
razones políticas impositivas de ningún tipo […] El idioma español ha sido
aceptado y adoptado en toda España como lengua común de convivencia
desde la época medieval…”5

Esta idea de que el español ha llegado a ser la lengua nacional, la lengua común de España
por un simple consenso libremente adoptado por todas las poblaciones de habla no
castellana, no solo aparece en discursos políticos significativos, como los citados aquí, sino
que constituye una constante del pensamiento lingüístico del nacionalismo español que no
solo no se reconoce nacionalista, sino que se considera a sí mismo como no nacionalista y,
por tanto, libre de los pecados de particularismo y secesionismo que achaca a quienes en
España promueven y defienden alguna de sus lenguas propias (catalán, gallego, euskera,
asturiano, aragonés). Por supuesto, la idea de que el español nunca se impuso en España es
claramente falsa, dado que durante varios siglos, antes y después de la dictadura fascista de

2
P. BAZTARRIKA, Babel o Barbarie. Una política lingüística legítima y eficaz para la convivencia,
Zarautz, Alberdania, 2009, p. 40
3
F. MARCOS MARÍN, Conceptos básicos de política lingüística para España. Madrid, Fundación para
el Análisis y los estudios Sociales, 1994, p. 6
4
A. LÓPEZ GARCÍA, La lengua común en la España Plurilingüe, Madrid, Iberoamericana / Verwuert,
2009, p. 68.
5
A. LAMELA, Del idioma español y su futuro, Madrid, Espasa, 2008, p. 129-130.

15
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Franco, la enseñanza, por ejemplo, se realizó en España de forma generalizada únicamente


en castellano, sin que hubiera espacio alguno para las demás lenguas de los diferentes
pueblos de España. Lo mismo cabe decir de las instituciones oficiales del estado, en donde
el castellano ha sido durante siglos la única lengua aceptada. Por ello, el mito del español
como idioma libremente adoptado de forma entusiasta no es más que uno de los tópicos
fundamentales del nacionalismo lingüístico español que aparece una y otra vez, tal como
vamos a comprobar en este capítulo, en los discursos de los políticos, académicos,
profesores, filólogos, lingüistas, periodistas, literatos, educadores o jueces a lo largo de todo
el período cronológico que nos ocupa en este trabajo.

b. El nacionalismo español de la constitución de 1978


A partir de la muerte del general Franco, se abrieron perspectivas democráticas para
la sociedad española sobre la base de las luchas obreras y sociales contra la dictadura y por
la libertad política y sindical. Dentro de esas perspectivas surgieron posibilidades para
redefinir el Estado español, de forma que se pasara de un estado monolítico dictatorial a un
estado plural que reconociera en pie de igualdad las diversas naciones que se encuentran
dentro de él y, por tanto, las diversas lenguas características de ellas.
Desde el inicio mismo de la transición española a la democracia hubo propuestas que
iban dirigidas a reconocer en pie de igualdad todas las naciones y lenguas que
constituyen el actual reino de España, que había que reconocer como estado
plurinacional y plurilingüe. Dentro de esta línea, hubo al principio de la etapa que
comentamos propuestas de esta naturaleza. Una de ellas es la de Rafael Ninyoles que el
mismo autor resume de la siguiente forma:

“Quizá la alternativa más coherente implicaría la instrumentación de un


modelo de unilingüismo territorial en las regiones autónomas, combinado
con garantías eficaces respecto a los sectores de habla castellana sobre la
base de unos derechos lingüísticos personales, e inserto en un programa
socialista capaz de asumir una transformación cultural democrática y de
instaurar una relación de auténtica coigualdad y reciprocidad entre las
distintas comunidades de un Estado español multilingüe.” 6

Sin embargo, este tipo de propuestas chocó desde el principio con el nacionalismo
españolista de carácter chovinista, cuyo objetivo fundamental es mantener España como un
estado en el que la nación y la lengua españolas han de ser necesariamente dominantes en
todos los ámbitos respecto de las demás naciones y lenguas integradas en el nuevo estado
democrático.
Este nacionalismo español, que conformaba y sigue conformando ideológicamente
instituciones del estado fundamentales tales como el ejército, el poder legislativo o el poder
judicial, se encarna de forma clara en la constitución española de 1978.
El nacionalismo español se caracteriza por una serie de ideas indiscutibles que están
debajo del discurso relativo a la lengua común y la lengua propia y que afectan tanto a
las concepciones como a las políticas lingüísticas de los diversos organismos e
instituciones que toman parte en algún aspecto de la planificación lingüística del Estado
español. Voy a enumerar dos de esos axiomas:

1. La nación española es indisoluble.


2. Solo en el pueblo español reside la soberanía.

6
R. NINYOLES, Cuatro idiomas para un estado, Madrid, Cambio 16, 1977: 258
16
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Estas posiciones están expresadas de modo explícito en la Constitución de 1978 y no


debemos olvidar que los partidos de ámbito nacional que se autodenominan no-
nacionalistas en general defienden y no ponen en cuestión en ningún caso estos dos
axiomas.

Constitución española de 1978


Artículo 1.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado.
Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria
común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas
ellas.

Este es el anverso del nacionalismo constitucional español. Sin embargo, este anverso
tiene un reverso que es de carácter negacionista respecto de uno de los derechos
fundamentales de las naciones: el derecho a la autodeterminación. Dicho reverso se
concreta en estos dos axiomas:

1. No existen las naciones gallega, catalana y vasca como equiparables a la nación


española. Por tanto, estas nacionalidades o regiones no tienen derecho a ejercer
la autodeterminación.
2. Los catalanes, gallegos y vascos nunca podrán conformar una nación (o un
pueblo) con los mismos derechos y competencias que la nación española.

Son muy reveladoras al respecto algunas de las palabras de la reciente (9 de Julio de


2010) sentencia del Tribunal constitucional sobre el Estatut de Cataluña7, que hacen
valer en su sentido literal la expresión “indisoluble unidad” referida a la nación
española:

«La Nación española es el fundamento de la Constitución misma (art. 2


CE), el sujeto constituyente, y su “indisoluble unidad” no es un flatus vocis,
sino la expresión de un designio inequívoco del constituyente, a saber, que
no hay otra nación que la española.» (p. 36).

Todo ello lleva a este tribunal a negar que Cataluña sea una nación equiparable a la
nación española:

«En suma, observado desde la perspectiva de la Constitución, Cataluña no


sería nación en el sentido en que lo es España, sino nacionalidad con
derecho a la autonomía.» (p. 39)

7
Puede encontrarse el texto completo de esta sentencia en la siguiente dirección electrónica:
http://www.tribunalconstitucional.es/es/resolucionesrecientes/Documents/SENTENCIA_RI_8045-
2006.pdf , consultada el 8 de enero de 2011.

17
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

El concepto nacionalista clave aquí es el de unidad de la Nación española desde la cual


se enfocan las autonomías de las nacionalidades y regiones que supuestamente integran
esa Nación. Eso significa que la separación o disgregación de las nacionalidades de esa
Nación con mayúsculas, supondría su disolución, por lo que se atentaría contra sus
esencias propias. Esta formulación de la Nación española va claramente dirigida a
impedir el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones que
forman parte del reino de España, tal como afirma X. Bastida Freixedo:

“Tras lo dicho ha de quedar claro que en el artículo 2 no hay lugar ni para la


libertad colectiva, ni para la democracia. Sería posible hablar de verdadera
‘patria común’ si se hubiese establecido un procedimiento en el que las
partes nacionales que son reconocidas por la misma Constitución pudiesen
expresar su voluntad libérrima de pertenencia al todo nacional. Nos
referimos al derecho de autodeterminación, expresamente planteado por
Euskadiko Ezkerra en el debate constitucional y rechazado de manera
igualmente expresa por el resto de la cámara.” 8

Este autor, además, hace notar en el trabajo citado que la redacción de este artículo fue
con toda probabilidad impuesta por los elementos franquistas de la cúpula militar:

“Así las cosas, tenemos que el artículo 2 de la Constitución es el producto


de una imposición extraparlamentaria, casi con toda seguridad de
proveniencia militar.”9

Todo esto no ha impedido que este artículo segundo goce de forma generalizada de un
consenso y de un prestigio totalmente ajenos a su auténtica naturaleza antidemocrática:

“No obstante, la opinión de la doctrina dominante es otra y, desde luego, lo


es también el punto de partida de nuestros patriotas de la Constitución, que
hablan sin rubor del artículo 2 como ‘un gran pacto histórico de la transición
democrática’ que muestra ‘la voluntad de todos para encontrar un marco en
el que podamos sentirnos razonablemente cómodos’.” 10

Como vemos, el carácter no democrático de este aspecto del texto constitucional no es


óbice para que en la sociedad española actual muchos sigan considerando que este
artículo se adecua perfectamente al régimen democrático en el que se consideran
inmersos.

c. La lengua española y la constitución de 1978


Para empezar, veamos lo que dice exactamente la Carta magna respecto de la lengua
española. El artículo 3 de la Constitución española establece lo siguiente:

8
X. BASTIDA FREIXEDO, «La senda constitucional. La nación española y la constitución», en C.
TAIBO, (dir.), El Nacionalismo español. Esencias, memoria e instituciones, Madrid, Catarata, 2007, p.
146.
9
BASTIDA FREIXEDO 2007, p. 122
10
BASTIDA FREIXEDO 2007, pp. 146-147, comillas del autor

18
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Artículo 3 1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos


los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2. Las
demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas
Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. 3. La riqueza de las
distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que
será objeto de especial respeto y protección.

Una institución que ha adoptado desde el principio el nacionalismo lingüístico español


es la Real Academia Española cuyos juicios sobre la lengua española también se basan
en los presupuestos nacionalistas sobre la naturalidad de la expansión del castellano
como lengua común que hemos visto enunciados al principio de este trabajo.
En su página web, la RAE establece como su objetivo prioritario el siguiente:

“La institución ha ido adaptando sus funciones a los tiempos que le ha


tocado vivir. Actualmente, y según lo establecido por el artículo primero de
sus Estatutos, la Academia «tiene como misión principal velar porque los
cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a
las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que
mantiene en todo el ámbito hispánico”.11

El mantenimiento de la unidad del español tiene mucho que ver con la noción de la unidad
de la nación española: la unidad lingüística no es más que el reflejo idiomático de una
unidad étnica que no se puede poner en cuestión. Pero, además, la unidad de la lengua
trasciende esa relación con la nación española para convertirse en una identidad
internacional, una especie de patria cultural común a muchos países de América. 12
El momento en el que se redactó la constitución de 1978 era clave para dejar claros y
asentados los elementos fundamentales del nacionalismo lingüístico español y la RAE fue
totalmente consciente de que tenía que contribuir a ello de forma contundente e imperiosa.
Las alarmas se dispararon cuando se conoció la propuesta de que en la constitución, además
de al español propiamente dicho, se iba a hacer referencia a las demás lenguas del estado, a
las que también se les aplicaba el mismo adjetivo; por ello, el catalán, gallego y vasco iban
a ser calificados como lenguas españolas. Además, se hace referencia a la lengua nacional
del estado como castellano y no como español. Esto podía llegar a comprometer el
reconocimiento del carácter dominante y nacional del castellano, que se cita en la
Constitución como un idioma español más entre las demás lenguas de España, por lo que
era absolutamente necesario que quedara claro el predominio absoluto del castellano, como
español por antonomasia, en este ámbito identitario. Para ello, es imprescindible, además,
utilizar la denominación de español para referirse a la lengua nacional, dado que en el
pensamiento nacionalista radical la lengua y la nación van indisolublemente unidas.
Precisamente, de esta inquietud surgió el escrito que la RAE entregó al señor Hernández
Gil, presidente de las Cortes el 16 de Junio de 1978. En este escrito se defiende, a partir de
un enfoque nacionalista excluyente, una jerarquía de españolidad en cuya cumbre se sitúa
por derecho propio el castellano, al que hay que hacer referencia como español. La RAE
propone en este escrito que se añada el siguiente párrafo en el título 1 del artículo 3 de la
Constitución:

11

http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300E8D943D3FC12571360037C
C94?OpenDocument&i=0, consultada el 8 de enero de 2011.
12
J. DEL VALLE, «La lengua, patria común: la hispanofonía y el nacionalismo panhispánico», en J.
DEL VALLE (ed.), La lengua, ¿patria común?, Madrid, Vervuert Iberoamericana, 2007, pp. 31-56.

19
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

ENMIENDA DE LA RAE A LA CONSTITUCIÓN DE 1978


Entre todas las lenguas de España, el castellano recibe la denominación de
español o lengua española, como idioma común a toda la Nación.

En esta enmienda no se utiliza el término lenguas españolas que aparece en la


Constitución, sino el término lenguas de España y se insiste en que al castellano se le
denomine español y en que se hable de lengua española. Es decir, se intenta preservar
la relación preferente e indisoluble entre español y castellano. La fundamentación de
esta propuesta, que no fue aceptada, se argumenta en siete puntos. El primero de ellos es
muy interesante para lo que nos ocupa aquí. El escrito de la RAE concede la
denominación lenguas españolas para las lenguas de España. Sin embargo, insiste en
que la lengua castellana ha de ser denominada como lengua española por antonomasia.
Esta observación supone la introducción de una jerarquía dentro de la españolidad
lingüística. A los ojos del nacionalismo lingüístico español, la lengua castellana es la
esencialmente española, la representativa más legítima de la españolidad. Eso hace que
las demás lenguas españolas se vean situadas en un nivel de inferioridad respecto de
esta propiedad. Ello significa, entonces, que hay una lengua mucho más española que
las demás: el castellano y que las demás lo son en un grado menor. Ello explica además
que, para el nacionalismo lingüístico, la única cultura auténticamente española es la que
se expresa en castellano. En las antologías de la literatura española rara vez aparecen
textos en lenguas distintas del español (euskera, catalán o gallego).
Esta propuesta de la RAE hace ver que, en la ideología nacionalista española representada
oficialmente por la docta institución, las lenguas diferentes del castellano están en un
segundo plano por encima del cual se sitúa la lengua española por antonomasia. Esta
ideología se puede calificar de retrograda y excluyente, tal como se argumenta en el
siguiente pasaje:

Se pueden apreciar dos vertientes del término lengua española. En la


primera vertiente se dice que el español es la lengua castellana; es decir, el
español se basa en el castellano de Castilla, dado que, según lo visto antes,
no se piensa en otro dialecto como el murciano, el extremeño, el andaluz o
el canario cuando se habla de lengua castellana a secas. En la segunda
vertiente, se dice que este español (registro culto del castellano moderno) es
la lengua de España por antonomasia, siendo las demás lenguas de España,
lenguas españolas de segundo orden. Dicho de otro modo, el español es el
castellano por antonomasia (es decir, el castellano de Castilla) y el español
es además la lengua española por antonomasia (las demás lenguas de
España no lo son). Todo esto es suficiente para caracterizar el nacionalismo
lingüístico español como retrógrado (el castellano tradicional es la norma
indiscutible) y excluyente (el castellano es la única lengua realmente
española; las demás están en un segundo plano dentro de la españolidad). 13

El segundo punto argumenta que las naciones de América de habla española denominan la
lengua como español y no como castellano y hace notar que si en España se denominase
lengua castellana, “resultaría sorprendente para millones de hispanohablantes que, en el
propio solar de su lengua, se frenara el proceso de difusión de ese término.” Es interesante
la frase propio solar que hace referencia a un territorio que es propio de la lengua. En sus

13
J. C., MORENO CABRERA, El Nacionalismo Lingüístico. Una ideología destructiva, Barcelona,
Península, 2008, pp. 94-95.

20
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

críticas a los nacionalismos periféricos, el nacionalismo español mantiene que no hay


relación directa alguna entre la lengua y el territorio por lo que esta territorialidad propia es
negada para las lenguas distintas del castellano por parte de esa ideología nacionalista
españolista, con lo que se pone de manifiesto su carácter excluyente. El tercer punto hace
referencia a que, para la mayor parte de los españoles, español y castellano son sinónimos a
la hora de referirse al idioma. Es esta una afirmación que es posible que no sea válida en
todo el territorio hispanohablante, ya que en las comunidades autónomas con lengua
nacional, no siempre español es el término preferido para referirse al idioma cooficial de
esas comunidades.
El cuarto punto afirma que en el extranjero se denomina español al castellano y que en
todos los diccionarios de todos los idiomas del mundo figura con la definición: “lengua
nacional de España”. Además, se insiste en que la forma más generalizada de denominar
un idioma es la utilización del adjetivo derivado del nombre de la nación. Este argumento
apunta a que la RAE da por buena la idea de que el español es la lengua de la nación
española, lo cual parece poner en cuestión la idea de que el catalán, gallego, vasco o
asturiano son lenguas españolas, tal como se afirma en la Constitución, para evitar lo cual la
RAE afirma que ello no significa que no haya “otros idiomas franceses, italianos y rusos”.
Habría sido muy interesante que la RAE hubiera aducido ejemplos concretos. Para ello
habría que haber dicho, por ejemplo, que el ucraniano, el azerí o el kazajo son idiomas
rusos; o que el bretón, el vasco o el occitano son idiomas franceses. Evidentemente, es claro
que pocos filólogos y lingüistas apoyarían estos asertos, dado que realmente son
francamente disparatados desde un punto de vista estrictamente lingüístico. El kazajo es una
lengua túrquica y es la lengua nacional de Kazajistán: decir que es una lengua rusa carece
de toda justificación lingüística, tal como decir que el catalán es una lengua española o que
el bretón es una lengua francesa. De hecho, la idea de que el catalán es una lengua española
no se puede basar en la relación de parentesco genético de ambas lenguas, dado que el
catalán no procede históricamente del castellano y menos aún del español estándar, que es
una lengua muy posterior al catalán y al mismo castellano. Lo mismo puede decirse del
bretón y del francés: desde el punto de vista genético, el bretón es una lengua celta
emparentada con el galés y no con el francés. La idea de que existen lenguas españolas,
rusas o francesas diferentes del castellano, ruso o francés, parece fundamentarse más bien
en un criterio basado en un colonialismo cultural interno. El punto quinto hace referencia
precisamente a los lingüistas y explica que solo utilizan el término castellano cuando hacen
estudios dialectales. Además, en el punto séptimo se argumenta que en el extranjero los
departamentos dedicados al estudio del español se denominan de Lengua española y en
España, para adecuarse a la Constitución, habrían de denominarse de Lengua castellana,
situación que la RAE califica de chocante.
El punto sexto es especialmente interesante porque se afirma que hoy por hoy el castellano
es un dialecto del español desde el punto de vista científico. En otro lugar 14 he argumentado
en contra del carácter científico de esta afirmación. Desde el punto de vista de la ciencia del
lenguaje, no se puede mantener de ninguna manera que el castellano es un dialecto del
español, si por español entendemos la lengua estándar adoptada como oficial en las
instituciones del Estado y en el sistema educativo 15. El castellano contemporáneo procede
del castellano de los siglos XVI-XVIII y éste, a su vez, procede del castellano renacentista y
medieval y, por tanto, es muy anterior a la lengua estándar que se usa hoy en día. El español
estándar es una variedad elaborada del castellano moderno, dado que se trata de una

14
J. C., MORENO CABRERA, El Nacionalismo Lingüístico. Una ideología destructiva, Barcelona,
Península, 2008.
15
Se hace muy difícil entender español de otra forma, dado que la lengua española no debería
identificarse ni lingüística ni ideológicamente con ninguna variedad concreta actual tal como la de,
Castilla, Andalucía, Canarias, Argentina, Colombia, Chile o México, de manera que una de estas
variedades se identificara con el español auténtico y las demás como desviaciones o variaciones de él.

21
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

creación artificial muy posterior a la lengua en la que se basa. Por consiguiente, el


castellano no puede ser un dialecto, entendido como una variedad del español estándar; lo
que es científicamente correcto es decir que el español estándar es una variedad, un registro
culto y más o menos elaborado del habla espontánea o vulgar castellana moderna que, como
digo, no procede en absoluto del español estándar sino del castellano dieciochesco,
renacentista y medieval. Es decir, lo científico es precisamente lo contrario de lo afirmado
por la RAE en este escrito.
En este mismo punto se insiste de nuevo en el carácter territorial del español; “es la lengua
surgida por evolución del latín en un cierto territorio de la Península”, “el castellano, como
modo de hablar propio de su viejo solar…”. Observamos que, al referirse al castellano, la
RAE utiliza nuevamente la referencia a un territorio propio de esa lengua.
Esta petición de la RAE para que se utilizase la denominación de lengua española con el fin
de referirse a la lengua oficial del Estado español no fue atendida. Es interesante el
comentario que hace al respecto Zamora Vicente, en su historia de la Real Academia
Española:

Hoy, con los avatares subsiguientes, se ve claro que la designación


extramuros del uso real consagrado puede ser causa de trastornos y
malentendidos, etc., como la Academia aventuraba en su escrito. Y que
puede convertirse, la solución definitivamente aprobada, en un elemento
disgregador, alarma que, ante el surgimiento de otras variedades lingüísticas
también españolas, se ha señalado.16

Para el nacionalismo lingüístico español, cualquier atisbo de colocación del la lengua


nacional el español, en el mismo o parecido nivel de oficialidad que las demás lenguas
de España no puede conducir a otra cosa que la tendencia a la disgregación y, por tanto,
al camino hacia la disolución de la nación española. Este desvelo es el que explica la
reacción de los intelectuales e instituciones españolistas ante las consecuencias que se
derivan de la cooficialidad de lenguas como el catalán, el gallego o el euskera y de las
acciones de promoción que van dirigidas a convertir esa cooficialidad legal en una
cooficialidad real de modo que esas lenguas tengan una posición equiparable a la de la
lengua española en cada una de las correspondientes comunidades autónomas.

d. LA REACCIÓN DEL NACIONALISMO LINGÜÍSTICO


ESPAÑOL ANTE LA OFICIALIZACIÓN DE LAS DEMÁS
LENGUAS DE ESPAÑA.
Conforme fueron desarrollándose en los años siguientes los estatutos de
autonomía de las distintas comunidades autónomas, especialmente los de Cataluña, el
País Vasco y Galicia, lenguas como el gallego, catalán y euskera fueron reconocidas
como oficiales en pie de igualdad con el castellano, por lo menos desde un punto de
vista legal. De esta manera, en el estatuto de Autonomía de Cataluña de diciembre de
1979, en los puntos primero y segundo del artículo tercero, consta el catalán como
lengua propia de Cataluña y como lengua oficial junto con el castellano 17. De forma
similar, el estatuto de autonomía del País Vasco de diciembre de 1979, establece en el
punto primero de su artículo sexto, que el euskera es la lengua propia del País Vasco y

16
A. ZAMORA VICENTE, Historia de la Real Academia Española. Espasa. Madrid, 1999, p. 440.
17
J. C. HERRERAS Lenguas y normalización en España, Madrid, Gredos, 2006: 85.

22
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

además es, junto con el castellano, lengua oficial 18. Por su parte, el estatuto de
autonomía de Galicia, promulgado en abril de 1981, establece en el punto primero de su
artículo quinto que el gallego es la lengua propia de Galicia y en el punto segundo que
el gallego es lengua oficial de Galicia junto con el castellano.
Sin embargo, cuando en los años sucesivos algunos de los gobiernos de estas
comunidades autónomas han intentado llevar a cabo las necesarias acciones de
promoción de las correspondientes lenguas propias para conseguir que la cooficialidad
legal se convierta en una cooficialidad real y efectiva en las instituciones públicas y
privadas, las instituciones y personalidades del nacionalismo lingüístico español han
levantado su voz de forma estridente para condenar insistentemente estas acciones como
actividades que buscan marginar y menoscabar la lengua española considerada como
lengua común de entendimiento entre todos los ciudadanos españoles. Esta actitud
nacionalista se encarna a la perfección en los diversos escritos publicados en los años
ochenta y noventa por el filólogo y académico don Gregorio Salvador 19. Las tesis de
este autor, compartidas por muchos escritores, académicos e intelectuales en la
actualidad, consiste en decir que el objetivo de promover las lenguas distintas de la
española en España consiste en arrinconar, minorizar e incluso eliminar la lengua
común castellana para sustituirla por las lenguas propias de cada autonomía, que tienen
un limitado valor regional y particular, que puede llevar a sumir en la incomunicación a
una buena parte de los ciudadanos españoles. Lo que hay que hacer, según este autor, es
seguir promoviendo el español y hacer lo necesario para que siga siendo la lengua
dominante en todos los lugares de España, dejando como mucho un espacio
subordinado y minoritario para lenguas propias de cada una de las comunidades
autónomas.
El pensamiento nacionalista lingüístico español se caracteriza por la exaltación del
concepto de lengua común y la desacreditación del concepto de lengua propia. Ambos
aspectos están inextricablemente unidos. La supuesta obviedad del carácter común del
castellano lleva aparejada, por los propios imperativos excluyentes de ese nacionalismo,
el intento de eliminar de las demás naciones uno de sus rasgos culturales fundamentales:
su caracterización lingüística, reconocida, como hemos visto, en los respectivos
estatutos de autonomía. De esa manera, además, se contribuye a la justificación de que
determinadas comunidades no constituyen una nación que pueda desmembrar o disolver
la nación española.
En consonancia con lo anterior, podemos apreciar, en primer lugar, cómo el concepto
de lengua común es un constituyente conceptual indispensable e irrenunciable de la
ideología del nacionalismo lingüístico español:

“Este carácter histórico y social de lengua común de los españoles es un


rasgo indiscutible, que se toma ineludiblemente como arranque de todo el
planteamiento político de la cuestión lingüística.”20

Además, del carácter de común del castellano se deriva de forma natural su índole
internacional y universal, propiedad de la que carecen las demás lenguas de España:

18
J. C. HERRERAS Lenguas y normalización en España, Madrid, Gredos, 2006, p. 98
19
G. SALVADOR, Lengua española y lenguas de España, Barcelona, Ariel, 1987 y Política lingüística y
sentido común, Madrid, Istmo, 1992.
20
F. MARCOS MARÍN, Conceptos básicos de política lingüística para España. Madrid, Fundación para
el Análisis y los estudios Sociales, 1994, p. 7, cursiva del autor

23
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Toda acción estatal de política lingüística ha de tener en cuenta la realidad


de que tenemos una lengua común de todos los españoles, que es además
una lengua internacional, el castellano o español (la lengua española
castellana) y tres lenguas de cultura, nacionales pero no internacionales:
catalán, gallego y vasco.”21

El propio Marcos Marín se encarga de poner de manifiesto la falsedad de la segunda


parte de este aserto cuando dice más adelante en el mismo escrito:

“Hasta ahora no hemos señalado que todas las lenguas iberoeuropeas se hablan
fuera de las fronteras nacionales de los dos países. El vasco también es lengua del
país vasco francés, el castellano o español es una de las primeras lenguas del
mundo. El catalán se habla en la Cataluña francesa y en el pequeño principado de
Andorra; en el norte de Portugal se hablan variedades dialectales del gallego. El
portugués es también una lengua mundialmente difundida.”22

Es decir, el gallego, el catalán y el vasco son lenguas internacionales. Sin embargo, en


realidad este pasaje no se contradice con el primero ya que cuando se habla de
internacional en el primer pasaje de lo que se está realmente hablando es del poder
económico, político o cultural asociado con las lenguas y no de las lenguas mismas.
Esta acepción jerárquica en la que las relaciones de poder son las determinantes para
calibrar el peso de las lenguas aparece también en este pasaje cuando se dice que el
castellano es una de las primeras lenguas del mundo: ahora no se habla exactamente de
extensión geográfica sino de una posición superior en las relaciones jerárquicas del
poder mundial. Como ni el vasco, ni el catalán ni el gallego están asociados a ese poder
internacional, no pueden ser lenguas de primer orden. En la ideología nacionalista
española, basada en las relaciones de poder político, económico o cultural, estas otras
lenguas de España siempre están y estarán en un plano subordinado, anejo,
circunstancial, y étnico o puramente folclórico. Pedir otra cosa a esa ideología es pedirle
peras al olmo.
Otra de las ideas fundamentales del nacionalismo lingüístico español, derivada de las
acciones de promoción de las lenguas propias de las comunidades autónomas es la de
que el español se encuentra oprimido, perseguido y atacado en muchos lugares de
España.
En primer lugar, se dice que los supuestos ataques al castellano se hacen a costa de los
derechos de los ciudadanos en actos revanchistas:

“En cualquier caso, superado el régimen del general Franco, la persecución


lingüística que pudiera haber en aquella época, en años en los que no había
nacido la mayoría de los españoles de 1994, no justifica ninguna clase de
‘venganza lingüística’ a costa de los derechos de los ciudadanos.” 23

Esta supuesta venganza lingüística consiste en la utilización de la lengua oficial


nacional de cada comunidad como vehículo principal de la educación. Si, como dice el
profesor Marcos Marín, los niños actuales nacieron después del régimen de Franco, no
21
F. MARCOS MARÍN, Conceptos básicos de política lingüística para España. Madrid, Fundación para
el Análisis y los estudios Sociales, 1994, p. 9.
22
F. MARCOS MARÍN, Conceptos básicos de política lingüística para España. Madrid, Fundación para
el Análisis y los estudios Sociales, 1994, p. 31
23
F. MARCOS MARÍN, Conceptos básicos de política lingüística para España. Madrid, Fundación para
el Análisis y los estudios Sociales, 1994, p. 9, comillas del autor.

24
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

se entiende cómo se puede considerar una venganza el que sean educados en la lengua
en la que sus padres y abuelos no pudieron ser educados, a pesar de ser su lengua nativa
(el catalán, el gallego, el vasco, por ejemplo). Más que venganza habría que llamarlo
justicia. Pero el problema está en realidad en que, para la ideología nacionalista, el
castellano es una lengua intrínsecamente superior a las demás, la única que garantiza los
derechos democráticos y la igualdad de oportunidades, tal como afirma de modo
taxativo el propio Marcos Marín:

“Naturalmente, este conocimiento de ‘la otra lengua’ no tiene siempre el


mismo grado; pero precisamente es el sistema educativo el que debe
corregir esta diferencia natural y social, haciendo que los niños y
muchachos acaben, paradójicamente, perjudicados por ella y privados de un
dominio de la lengua común, única que les garantiza la igualdad de
oportunidades en todo el territorio español.”24

Esta misma opinión aparece en publicaciones más recientes. He aquí un ejemplo de los
muchos que podrían aportarse aquí:

“Por todo ello pensamos que imponer, en la actualidad, una enseñanza


monolingüe en la lengua autonómica en las Comunidades bilingües
supondría un engaño, además de un retroceso y una contradicción.” 25

Ante estas opiniones, hay que decir que si el castellano es la única lengua que garantiza
esa igualdad en todo el territorio ello se debe a la actuación injusta y antidemocrática a
favor de una única lengua en toda España y en contra de las demás lenguas y no a que el
castellano, tal como supone Marcos Marín, sea una lengua intrínsecamente superior por
su universalidad y por su carácter democrático. Si se puede decir que hay alguna lengua
en España que no ha tenido carácter democrático ésa ha sido precisamente el castellano.
En segundo lugar, el reverso de esta exaltación totalitaria del concepto de lengua común
está en la crítica inflexible y ridiculizadora del concepto de lengua propia, que tiene
todas las características negativas que le faltan al concepto de lengua común: es
cuestionable, criticable, relativizable, ridiculizable, rechazable, refutable y desechable
para el nacionalismo lingüístico español. Veamos algunos ejemplos prácticos.
Para empezar, la expresión lengua propia carece de contenido conceptual, es una
locución vacía y manipuladora:

“Los nacionalistas observan el bilingüismo de sus sociedades como una


anomalía de la historia que ellos están llamados a enderezar llevando hasta
sus últimas consecuencias ese concepto vacío de contenido, acuñado hace
menos de treinta años como una referencia simbólica y que hoy, al fin, ha
cobrado cuerpo: el de lengua propia.”26

Además de lo anterior, el concepto de lengua propia produce de forma inevitable


desarreglos conceptuales que impiden comprender la realidad:

24
F. MARCOS MARÍN, Conceptos básicos de política lingüística para España. Madrid, Fundación para
el Análisis y los estudios Sociales, 1994, p. 11.
25
J. C. HERRERAS Lenguas y normalización en España, Madrid, Gredos, 2006, p. 374.
26
I. LOZANO, Lenguas en guerra, Madrid, Espasa, 2005, p. 150.

25
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Lengua propia” […] Se trata de un término que provoca inevitablemente un


fuerte desajuste cognitivo para la percepción razonable de la situación lingüística
de una sociedad.”27

Según el pensamiento nacionalista español, este concepto de lengua propia nos lleva al
absurdo de inducir la idea que las comunidades monolingües castellanohablantes
carecen de lengua propia, lo que supone una peligrosa añagaza política:

“Pero seguramente el mayor error del ordenamiento estatutario es la


distinción entre comunidades con ‘lengua propia’ y comunidades sin ella.
[…] Esta distinción encierra una gran trampa política.”28

Esta trampa parece ser la misma que se esconde bajo la denominación de castellano
para referirse al español como lengua común:

“Algunos de esos hablantes bilingües son quienes proponen, al referirse al


idioma nacional español, volver a la denominación más antigua que tuvo la
lengua, castellano, entendido como “Lengua de Castilla”. Peligrosa trampa
político-lingüística, para igualar los diferentes idiomas o lenguas autóctonas
y ponerlas en el mismo nivel que el del idioma nacional común, lo cual no
es razonable.” 29

En el fondo, para el nacionalismo lingüístico español hay un principio desgraciado y


falso en este concepto: el de que los grupos tienen derechos lingüísticos y no los
individuos.

“La idea de que los territorios puedan tener una «lengua propia» es la
consecuencia de un desgraciado principio que se ha instalado en los
recientes usos políticos con consecuencias imprevisibles. Se ha convertido
en una moda política: los grupos (o «colectivos») son los que tienen
derechos, no tanto los individuos. No digamos si esos derechos son
considerados como «históricos», adjetivo que, en ese contexto, no se sabe
muy bien qué quiere decir.” 30

Esta cita es muy clara. No hay nación catalana, gallega o vasca, sino unos simples
grupos o colectivos y, por tanto, no hay ninguna historia, cultura nacional de estos
colectivos.
Lo mismo que, para el nacionalismo lingüístico español el concepto de lengua común
se asocia a todo lo que tiene que ver con el bien de España, el de lengua propia es
responsable de una gran cantidad de desmanes y entuertos que derivan del nulo
contenido racional que se denunciada en una de las citas anteriores:

27
J. M. RUIZ DE SOROA, «Política lingüística y democracia constitucional», en La política lingüística
vasca a debate, Vitoria, Ciudadanía y Libertad, 2008: 21.
28
J. J. de BUSTOS TOVAR, (2009) “A modo de introducción: identidad social e identidad lingüística”,
en Bustos Tovar, J. J. de y S. Iglesias Recuero (coords.) Indentidades sociales e identidades lingüísticas,
Madrid, Editorial Complutense, 2009, p. 24
29
A. LAMELA, El idioma español y su futuro, Madrid, Espasa, 2008, p. 69.
30
F. MARCOS-MARÍN, y A. DE MIGUEL, Se habla español, Madrid, Biblioteca Nueva, 2009, p. 94,
comillas de los autores.

26
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“El concepto de lengua propia, superlegitimador ideológico de la política


lingüístico-educativa vigente, no posee, desde el punto de vista de un
análisis teórico mínimamente riguroso, ninguna fundamentación racional.”31

En todos estos pasajes puede comprobarse cómo quienes exaltan y alaban el concepto
de lengua común cuando se refiere a su lengua nativa, la lengua de su nación, son los
mismos que critican de forma furibunda el concepto de lengua propia cuando se refiere
a una lengua de otra de las naciones que el nacionalismo español considera inexistentes.
Supongo que ellos estarán de acuerdo con la idea de que el español es lengua propia de
los españoles y el inglés es lengua propia de los ingleses, por más que muchos insistan
en que el inglés es o debería ser la lengua común entre las dos naciones mencionadas.
Por supuesto, aunque se diera esa circunstancia, la lengua propia de los españoles
seguiría siendo el español. Supongo que nada tendrán que objetar a este razonamiento.
Sin embargo, el mismo razonamiento no puede hacerse respecto de aquellas naciones
que el nacionalismo español considera parte integrante e inalienable de su propia
nación.

e. El manifiesto por la lengua común de Junio de 2008


Un grupo de intelectuales, algunos de ellos académicos de la RAE, encabezados por
el filósofo Fernando Savater presentó en Madrid, a finales del mes de junio de 2008, un
manifiesto por la lengua común. Este manifiesto aparece treinta años después del escrito de
la RAE de 1978 y busca lo mismo que intentaba conseguir aquel escrito: la modificación
del texto constitucional respecto de las cuestiones relativas a la lengua española, junto con
una modificación adicional de los estatutos autonómicos. Igual que en el caso del escrito de
la RAE, las peticiones se argumentan sobre una serie de premisas. En este caso, cuatro
premisas. En la primera premisa se recoge la expresión lenguas españolas y se dice
expresamente que la españolidad de esas lenguas es exactamente la misma, lo cual parece ir
en la línea original de la Constitución. Pero esto es solo una pequeña cortina de humo,
porque en seguida aparece la tesis fundamental del manifiesto: que una de las lenguas
españolas es la lengua española por antonomasia, como afirmaba la RAE en su escrito de
1978. La razón que se da para ello consiste en decir que es la única que es común a todos,
que goza del deber constitucional de ser conocida. Se habla, por consiguiente de una
asimetría respecto de las demás lenguas españolas oficiales. Esta argumentación es a
posteriori dado que el castellano es situado como la lengua oficial universal de España
porque todo el mundo la conoce; es decir, se constata una situación de hecho y a partir de
ella se establece la propiedad de la españolidad. No se trata de una definición a priori en la
línea de que esta lengua representa de modo más puro que otras la esencia española. Se
parte de un hecho puramente cuantitativo, como si lo nacional estuviera directamente
relacionado con la cantidad. Pero si se parte de un razonamiento a posteriori sobre la
primacía de la lengua oficial, que es la lengua común, habría que preguntar por las razones
o los fundamentos de esa universalidad o comunidad lingüísticas. Las razones son bien
claras y se pueden enunciar de forma práctica como se indica a continuación:

Si la comunidad A impone su lengua a la comunidad B y además no solo la


comunidad B no puede imponer su lengua a la comunidad A, sino que la
comunidad A se niega a conocer la lengua de la comunidad B, se dará la
situación de que la lengua común de esas dos comunidades será la de A y,
31
A. SANTAMARÍA, (1999) «Lengua propia, conducta impropia», en A. Santamaría (ed.) Foro Babel.
El nacionalismo y las lenguas de Cataluña, Barcelona, Áltera, 1999, p. 195.

27
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

por tanto, habrá una asimetría entre la lengua de la comunidad A y la de la


comunidad B, ya que todos los miembros de la comunidad B conocerán la
lengua de la comunidad A, pero ninguno o muy pocos miembros de la
comunidad A conocerán la lengua de la comunidad B, por lo que la lengua
de esa comunidad no podrá ser concebida como común.

Este tipo de imposición ha sido caracterizado mediante el término de superposición por


Pilar García Mouton:

“Al llamarlo ‘superpuesto‘ estamos refiriéndonos a un castellano que ha


cubierto en parte tierras que en origen no eran lingüísticamente
castellanas.”32

Por consiguiente, hay que decir, contra lo que afirma el manifiesto, que la asimetría entre
las lenguas españolas oficiales sí implica una injusticia, una serie de imposiciones de una
lengua en una serie de comunidades con lengua diferente. El castellano es originario de
Castilla y si se habla también en Cataluña es porque ha sido impuesto/ adoptado en ese país.
Pero esta imposición/ adopción no se ha producido respecto del catalán en Castilla. Los
catalanohablantes han adoptado el castellano pero los castellanos no han adoptado el
catalán. La razón de esto está en las relaciones de poder, que han sido asimétricas en este
caso. La segunda premisa hace referencia a la idea de que ni las lenguas ni los territorios
tienen derecho alguno, solo los tienen los individuos. Esto parece entrar en contradicción
con la insistencia del escrito de la RAE en hablar del viejo solar del español. Pero esta
contradicción es solo aparente. La premisa inmediatamente anterior a ésta se basa en el
argumento de que el español, al ser la lengua común, es la lengua hablada en todo el
territorio del Estado y por todos. Se dice textualmente en la primera premisa “pero sólo una
de ellas es común a todos, oficial en todo el territorio nacional”. Es decir, la referencia a la
comunidad hablante (no al individuo) y al territorio se considera esencial para definir y
justificar que la lengua oficial sea la lengua dominante y exigible en todo el Estado español.
Por tanto, si la comunidad y el territorio, tanto en el escrito de la RAE como en el
manifiesto de Savater son tan decisivos, ¿por qué se enuncia esta negación en la premisa
segunda? Sencillamente porque se pretende eliminar el derecho asociado a los territorios y a
las comunidades de las lenguas distintas del castellano. Ello supone en la práctica la
negación de que existan tales territorios y tales comunidades. No existe, pues, una
comunidad lingüística catalana ni un territorio asociado a esa nación. Por tanto, ni la una ni
el otro pueden ser objeto de derecho lingüístico alguno.
Y precisamente en la premisa tercera se propone y justifica una auténtica monstruosidad:
que las lenguas diferentes de la castellana no sean dominantes ni siquiera en su propio
territorio y en su propia comunidad de hablantes. No solo se intenta justificar el atropello de
que la lengua española debe ser dominante en todos los territorios extra-castellanos, que se
han convertido en buena medida a la fuerza en castellanohablantes, sino que se pretende
justificar otro atropello aún mayor: que las lenguas no castellanas no sean la lengua común
ni siquiera de los territorios en los que se han desarrollado históricamente esas lenguas.
Cualquier iniciativa para lograr esto es calificada por los profetas del nacionalismo
lingüístico español de imposición abusiva. La cuarta premisa va precisamente dirigida a
deslegitimar las iniciativas de promoción de las lenguas distintas del castellano dentro de su

32
P. GARCÍA MOUTON, «El castellano hoy: sus principales rasgos lingüísticos. Variedades del
español hablado en España. Teoría y práctica», en E. DE MIGUEL APARICIO (dir.) Las lenguas
españolas: un enfoque filológico, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 2006, p. 158.

28
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

propio territorio y comunidad lingüística. Esas iniciativas se consideran un intento de


discriminación, marginación o minusvaloración del castellano.
A partir de estas premisas se propone una serie de puntos que habrán de ser fijados de forma
inequívoca por las leyes. El primer punto consiste en que el castellano es la única lengua
que ha de serle supuesta a todos los españoles. Esto supone un desprecio intolerable de las
demás lenguas de España y del bilingüismo, que caracteriza muchos millones de ciudadanos
españoles. El catalán, gallego, euskera o asturiano no pueden ser supuestos en una parte
muy importante del total de ciudadanos españoles. El segundo punto establece que todos los
ciudadanos tienen el derecho a ser educados en lengua castellana y que las lenguas no
castellanas nunca serán lenguas vehiculares exclusivas de la educación. Nada se dice de los
derechos de los hablantes de otras lenguas de España a ser educados en su lengua nativa.
Vemos, pues, que solo una lengua puede ser exclusiva, el castellano. Por consiguiente,
comprobamos ahora, en el nivel educativo, el carácter excluyente del nacionalismo
lingüístico español, que ya quedaba patente en el escrito de la RAE de 1978. El tercer punto
establece que en las comunidades bilingües cualquier ciudadano tiene derecho a ser
atendido en las dos lenguas oficiales. Sin embargo, en las comunidades monolingües no
parece que deba garantizarse eso. Quizás se deba la ausencia de esa garantía a que los
españoles de las comunidades bilingües son ciudadanos españoles de segunda categoría en
el resto del territorio del Estado, mientras que los ciudadanos de las comunidades
monolingües son ciudadanos de primera categoría en todas las comunidades del territorio
del Estado. El cuarto punto hace referencia a la rotulación de edificios oficiales y de las vías
públicas. Se pide que estos letreros nunca podrán aparecer solo en la lengua autonómica. La
razón de esto se basa de modo perfectamente claro en la defensa a ultranza del
monolingüismo de la nación dominante: se trata de que ningún ciudadano español ajeno a
una comunidad lingüística tenga la menor necesidad de conocer la lengua de esa
comunidad, incluso cuando esté en ella. Este es un caso claro de un atropello inadmisible de
la nación dominante a la nación dominada, en el ámbito lingüístico. El quinto punto hace
referencia a los representantes políticos, a quienes se exige que usen el castellano en todas
sus funciones institucionales de alcance estatal y en el extranjero. Se trata simplemente de
mantener por la fuerza en la administración el predominio total y absoluto del castellano y
una de las funciones primordiales de ese predominio: hacer invisibles las lenguas no
castellanas y mantenerlas reducidas en el ámbito más estrecho y particular posible.
Este manifiesto, pues, aparte de ser un exponente fidelísimo de la ideología nacionalista
lingüística española, es un auténtico programa para el mantenimiento en la mayor medida
posible de la subordinación y dominio de las lenguas no castellanas por parte del castellano.
Constituye un auténtico programa de etnocidio lingüístico 33 consciente y cuidadosamente
planificado. Es algo consustancial con las ideologías nacionalistas más radicales y
destructivas, un ejemplo paradigmático de las cuales es la ideología del nacionalismo
lingüístico español.
En realidad, las dos tesis principales de este manifiesto son, en primer lugar, el carácter
común, democrático y el gran valor cultural y universal del castellano en España; y, en
segundo lugar, la idea de que el castellano está siendo agredido en las comunidades
autónomas en las que convive con otras lenguas de España o españolas, según la
constitución y el propio manifiesto. Es decir, volvemos a encontrar dos de los tópicos
fundamentales del nacionalismo lingüístico español en este manifiesto.
La segunda idea fundamental del manifiesto y de la versión actual de la ideología del
nacionalismo lingüístico español es que el castellano está siendo atacado, perseguido,
marginado y discriminado en las comunidades lingüísticas en las que es lengua cooficial.

33
Por etnocidio lingüístico entiendo todas aquellas acciones que van dirigidas a menoscabar o eliminar
las características lingüísticas de una comunidad determinada.

29
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Como se insiste en el manifiesto, los supuestos ataques al castellano se hacen a costa de los
derechos de los ciudadanos en actos revanchistas.
Hay que decir que si el castellano es la única lengua que garantiza esa igualdad en todo el
territorio ello se debe a la actuación injusta y antidemocrática a favor de una única lengua
en toda España y en contra de las demás lenguas y no a que el castellano, tal como supone
el manifiesto de Savater, sea una lengua intrínsecamente superior por su universalidad y por
su carácter democrático. Si se puede decir que hay alguna lengua en España que no ha
tenido carácter democrático ésa ha sido precisamente el castellano. Este carácter
profundamente etnocida del manifiesto que examinamos y de la ideología en la que se
sustenta, es puesto en evidencia por las numerosas críticas que han aparecido de él en la
prensa escrita.
Entre las críticas más moderadas podemos destacar la de Violeta Demonte34. En ella, se
muestra que el manifiesto carece de una base sólida de tipo lingüístico y sociolingüístico y
que su argumentación tiene una base conceptual extremadamente débil. El diagnóstico de
esta lingüista se resume en tres sustantivos: extemporaneidad, obviedad y, acaso,
equivocación.
Por su parte, Albert Branchadell considera que la ideología detrás de esta manifiesto es
claramente destructiva de los cimientos de la convivencia en el Estado español. Se critica
muy acertadamente el concepto de lengua común que pasa de una constatación puramente
cuantitativa (es la lengua que todos los ciudadanos españoles entienden) a un valor
cualitativo excluyente (la única lengua realmente universal y de obligado conocimiento). En
palabras de este autor:

“Sin duda, la propuesta debe ser entendida en términos exclusivistas: lo que


se propone es que se prohíba la posibilidad de establecer el deber de conocer
una lengua española diferente del castellano, de modo que su comprensión
puede serle supuesta a todos los ciudadanos de la comunidad afectada. Es
decir, que se prohíba lo que prevé el Estatuto de Cataluña para el catalán y
que se abandone el conocimiento obligatorio del catalán por parte de los
alumnos y de los funcionarios de la Administración catalana.”35

A propósito del manifiesto, Josep Ramoneda menciona que todo él se basa en la promoción
y defensa de la asimetría entre el castellano y las demás lenguas de España:

“Un ciudadano de Cataluña que lo desee puede vivir en este país sólo con la
lengua castellana; un ciudadano de Cataluña que lo desee no puede vivir
solo en catalán. Ésta es la asimetría sobre la que está construido el
Manifiesto por una lengua común que la prensa conservadora madrileña ha
convertido en juguete político de la temporada. Para un catalanohablante, el
bilingüismo es obligatorio; para un castellanohablante, no. Es una peculiar
interpretación de la equidad lingüística.” 36

Estas palabras bastan para hacer ver que lo que se pretende en el manifiesto es mantener,
promover y afianzar la desigualdad entre las diversas comunidades lingüísticas de España y
contribuir de esa manera a la marginación, minorización y mengua de las comunidades
lingüísticas de España. Es decir, intenta dar pasos hacia una política opresiva y etnocida, tal
como la caracteriza Val del Olmo:

34
V. DEMONTE, «La levedad de un manifiesto», El PAÍS, 5 de Julio de 2008, p. 27
35
A. BRANCHADELL, «Un manifiesto contra España», El PAÍS, 7 de julio de 2008, p. 27.
36
J. RAMONEDA, «La lengua obligatoria», El PAÍS, 6 de julio de 2008, p. 12.

30
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“El euskera fue reprimido brutalmente por la dictadura española. Prohibida


su enseñanza, su utilización en las instituciones y en la vida social, el
euskera fue perseguido en todos los rincones de Euskal Herria, hasta en los
cementerios. En esta actitud se hallaba el sello inconfundible del
chovinismo español y su larga historia de atrocidades con las nacionalidades
y minorías. Por eso cuando desde la barricada de la burguesía españolista se
clama contra la ‘marginación’ del castellano en Euskal Herria o en
Catalunya, en realidad lo que se pretende es volver a la situación en la que
el castellano era utilizado para aplastar las lenguas maternas de las
nacionalidades y prohibir las expresiones culturales en dichas lenguas. Por
tanto, los marxistas defendemos la recuperación, el conocimiento y la
utilización plena, oral y escrita, de las lenguas de las nacionalidades: el
euskera, el catalán y el gallego. Los idiomas nacionales deben ser enseñados
en las escuelas públicas con medios materiales y humanos suficientes y
utilizados en las instituciones públicas sin ninguna restricción.”37

f. Conclusión
Como hemos visto a lo largo de estas páginas, el nacionalismo lingüístico
español se caracteriza por la idea de que el castellano se ha convertido en la lengua
nacional de España mediante un proceso, que se inició en la Edad media, de aceptación
natural y entusiasta por parte de todas aquellas poblaciones o comunidades cuya lengua
nativa era diferente. Esto proceso, que ha convertido el castellano en español o en la
lengua española por antonomasia, ha supuesto el surgimiento de una lengua común para
todos los ciudadanos españoles. No ha habido ninguna evolución de esta idea a lo largo
del período que examinamos, ya que su formulación se manifiesta de modo idéntico en
los discursos personales e institucionales, tal como hemos podido comprobar. Una idea
nueva en este nacionalismo lingüístico surge como consecuencia de las acciones para
promover las lenguas propias de las diversas comunidades autónomas (especialmente
Cataluña, el País Vasco y Galicia) con el fin de hacer que su oficialidad legal sea
efectiva, sea real y no meramente nominal. Consiste esta idea en mantener que el
español o castellano está siendo marginado y perseguido en algunas comunidades
autónomas españolas. Como consecuencia de este supuesto se desarrolla una serie de
ataques contra el concepto de lengua propia, con el objetivo de impedir la promoción de
esas otras lenguas españolas de que habla la constitución de 1978.
La formulación y desarrollo sistemático de esta ideología se comprueba muy bien en
parte de la obra del desaparecido profesor Juan Ramón Lodares 38. En una de sus últimas
publicaciones, realiza este autor un diagnóstico sociolingüístico de España. Se parte de
la idea de que España no es un país multilingüe: «España […] no es estrictamente
hablando un país plurilingüe»39. La expansión del español a lo largo de la historia,
según este autor, se produjo por la adopción espontánea de esta lengua como medio de
37
E. VAL DEL OLMO, «Euskal Herria y el socialismo», en A. Woods y Val del Olmo, Euskal Herria y
el socialismo. Marxismo y cuestión nacional, Madrid, Fundación Federico Engels, 2005, p. 270-271.
38
J. R. LODARES, El paraíso políglota, Madrid, Taurus, 2000, Gente de Cervantes. Historia humana del
idioma español, Madrid, Taurus, 2001, Lengua y Patria, Madrid, Taurus, 2002 y El porvenir del español,
Madrid, Taurus, 2005
39
J. R. LODARES «Un diagnóstico sociolingüístico de España», en M. CASTILLO LLUCH y J.
KABATEK (eds.) Las lenguas de España. Política lingüística, sociología del lenguaje e ideología desde
la Transición hasta la actualidad, Madrid, Iberoamericana/ Vervuert, 2006, p. 19.

31
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

comunicación, sin que interviniera ningún tipo de coerción: «El español se difunde en la
península no por simple presión legal […] sino, sobre todo, porque los hablantes de
otras lenguas lo absorben por necesidad y de ahí el aparato legal para extenderlo.» 40. Por
otra parte la promoción de las lenguas propias de las comunidades tiene como ineludible
consecuencia la marginación y la dejación del español, la lengua común: «Si hay una
comunidad lingüística basada en el español, cuyas ventajas resultan evidentes, ¿por qué
se desarrollan con éxito iniciativas que tarde o temprano tenderán a menoscabarla? […]
¿Por qué a una población que puede expresarse perfectamente en una lengua común se
le recomienda como más natural, conveniente, razonable, que refuerce cuanto pueda su
capacidad de expresarse en una lengua particular?»41.
El discurso del nacionalismo lingüístico español es particularmente claro y
transparente y lleva un par de siglos sin cambiar de modo sustancial. Se siguen
repitiendo los mismos tópicos basados en la idea de que el castellano es una lengua
intrínsecamente superior a las demás: es más fácil de entender y de usar, más útil, más
universal42. La promoción de otras lenguas diferentes se ve como una amenaza directa a
ese predominio absoluto y total del castellano y éste es un aspecto de esta ideología que
ha surgido de forma insistente en los últimos años, como consecuencia de los intentos
de algunas comunidades autónomas de potenciar el uso de su correspondiente lengua
propia, una lengua particular, retrógrada, inútil y empobrecedora, según la perspectiva
del nacionalismo lingüístico español. En los treinta años transcurridos entre el escrito de
la RAE de Junio 1978 y el manifiesto por la lengua común de Junio de 2008, hemos
comprobado que la ideología del nacionalismo lingüístico español sigue utilizando los
mismos tópicos y los mismos supuestos que lo definen desde hace muchos años.

40
J. R. LODARES «Un diagnóstico sociolingüístico de España», en M. CASTILLO LLUCH y J.
KABATEK (eds.) Las lenguas de España. Política lingüística, sociología del lenguaje e ideología desde
la Transición hasta la actualidad, Madrid, Iberoamericana/ Vervuert, 2006, p. 23.
41
J. R. LODARES «Un diagnóstico sociolingüístico de España», en M. CASTILLO LLUCH y J.
KABATEK (eds.) Las lenguas de España. Política lingüística, sociología del lenguaje e ideología desde
la Transición hasta la actualidad, Madrid, Iberoamericana/ Vervuert, 2006, p. 20.
42
Véase J. C., MORENO CABRERA, El Nacionalismo Lingüístico. Una ideología destructiva,
Barcelona, Península, 2008

32
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

APÉNDICES DOCUMENTALES
(1978-2008)
Escrito que la RAE entregó al señor Hernández Gil, presidente de las Cortes el 16 de
Junio de 1978
“Excmo. Sr.:
La Real Academia Española tiene el honor de dirigirse a V. E. para elevar a las Cortes
Españolas el ruego de que, en el artículo 3, título I, del proyecto de Constitución aprobado
por la Comisión correspondiente, se añada, tras el punto final, el siguiente párrafo: «Entre
todas las lenguas de España, el castellano recibe la denominación de “español” o “lengua
española”, como idioma común a toda la Nación.»
Funda su petición en estas consideraciones: 1.ª Según reconoce la propuesta de enmienda,
todas las lenguas que se emplean en España, como constitutivas de su patrimonio
idiomático, son lenguas españolas, y su libre utilización debe ser protegida, conforme a la
garantía que establece el proyecto constitucional. Sin embargo, y puesto que se reconoce
que la lengua castellana será oficial en todo el territorio de la nación y servirá de
instrumento de comunicación para todos los ciudadanos españoles, parece natural que sea
denominada lengua española por antonomasia.
2. ª Este idioma constituye un patrimonio que España comparte con numerosas naciones
americanas. Una decisión tan importante como es la de reconocer constitucionalmente su
nombre oficial, no parece que deba ser adoptada por nuestro país desconociendo el hecho de
que en tales naciones, tras lo lógicos recelos que surgieron a raíz de su independencia y que
las llevaron a favorecer el término lengua castellana, exista hoy una preferencia
generalizada por el de español y lengua española. Resultaría sorprendente para millones de
hispanohablantes que, en el propio solar de su lengua, se frenara legalmente el proceso de
difusión de este término.
3.ª No parece que la Constitución puede dejar de reconocer el hecho evidente de que, en el
uso y en el sentimiento de la mayoría de los españoles, el nombre de su lengua común es el
de español (o lengua española), usado en perfecta sinonimia con el de castellano (o lengua
castellana). Esa sinonimia, recogida en los diccionarios españoles, no puede ser ignorada
por la Constitución.
4.ª Esos términos, cuyo reconocimiento constitucional se propone, son los normales para
designar internacionalmente el idioma común de nuestro país. Lo emplean de modo casi
unánime los extranjeros, y con la definición de «lengua nacional de España» figura en los
diccionarios de todos los idiomas del mundo. La norma universalmente generalizada es la
de designar con el adjetivo derivado del nombre de la nación su lengua oficial o más
difundida: francés, italiano, ruso, etc., sin que ello signifique que no haya otros idiomas
franceses, italianos y rusos.
5. ª Ese es también es el nombre empleado en sus trabajos científicos por todos los
lingüistas, que solo utilizan el término castellano cuando se refieren a fenómenos
específicos de la lengua de Castilla, frente a los que se producen en otras áreas románicas.
6.ª Designar exclusivamente como castellano el idioma común de España e Hispanoamérica
implica reducir abusivamente la realidad que español y lengua española significan. Porque
el castellano es la lengua surgida por evolución del latín en un cierto territorio de la
Península, que, al extenderse, en un secular proceso de difusión para implantarse en su
ámbito actual, fue transformándose y enriqueciéndose paulatinamente con multitud de
elementos no castellanos: árabes, vascos, catalanes, aragoneses, leoneses, gallegos, canarios

33
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

y, muy en espacial, hispanoamericanos, etc. De tal manera que, científicamente, el


castellano, como modo de hablar propio de su viejo solar, es hoy un dialecto del español. A
la constitución de este han contribuido generaciones de hablantes castellanos y no
castellanos. Solo por costumbre, consagrada por el Diccionario, se llama al español con el
término castellano. Pero sería abusivo que este último nombre desplazara al anterior en el
texto constitucional, donde, insistimos, la igualdad sinonímica de ambas designaciones debe
quedar reconocida.
7.ª De no hacerse así, pueden producirse circunstancias tan chocantes como esta: los
Departamento que, en nuestras Universidades, se denominan de Lengua española tendrías
que pasar a llamarse de Lengua Castellana, para ajustarse a lo que determine la
Constitución; mientras que en las Universidad extranjeras, a las cuales, como es natural,
esta no obliga, podrán seguir manteniendo su denominación actual, es decir, la de
Departamento de Lengua Española.
La Academia renuncia a aportar argumentos históricos a favor de su petición, entendiendo
que esta puede apoyarse con hechos, como los anteriores, de observación general.
Al elevarla a V. E., la Academia declara explícitamente que no la guía ninguna motivación
de tipo político —motivación que sería completamente ajena a su misión— y sí únicamente
la de solicitar que nuestro primer texto legal reconozca, ateniéndose a la lógica y a la
realidad, la sinonimia espontánea, a todas luces irreversible, decidida por la mayor parte de
los hispanohablantes. En cualquier caso, la Academia acata la autoridad soberana que en
este grave asunto poseen las Cortes y el pueblo español. Y al formular su petición, lo hace
obligada por sus propios Estatutos, que le imponen el deber de expresar su criterio ante
cualquier problema importante que afecte a la Lengua Española.
Dios guarde a V. E. muchos años VºBº
Madrid, 16 de Junio de 1978 El Director
El Secretario Dámaso Alonso
A. Zamora Vicente
Excmo. Sr. Presidente de las Cortes Españolas”

[A. ZAMORA VICENTE, A, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa


1999, p. 439-440]

34
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Manifiesto por la lengua común


(Junio de 2008)

Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por la
situación institucional de la lengua castellana, la única lengua juntamente oficial y
común de todos los ciudadanos españoles. Desde luego, no se trata de una desazón
meramente cultural -nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el
mundo entero, sólo superada por el chino y el inglés- sino de una inquietud
estrictamente política: se refiere a su papel como lengua principal de comunicación
democrática en este país, así como de los derechos educativos y cívicos de quienes la
tienen como lengua materna o la eligen con todo derecho como vehículo preferente de
expresión, comprensión y comunicación.

Como punto de partida, establezcamos una serie de premisas:

1. Todas las lenguas oficiales en el Estado son igualmente españolas y merecedoras de


protección institucional como patrimonio compartido, pero sólo una de ellas es común a
todos, oficial en todo el territorio nacional y por tanto sólo una de ellas -el castellano-
goza del deber constitucional de ser conocida y de la presunción consecuente de que
todos la conocen. Es decir, hay una asimetría entre las lenguas españolas oficiales, lo
cual no implica injusticia de ningún tipo porque en España hay diversas realidades
culturales pero sólo una de ellas es universalmente oficial en nuestro Estado
democrático. Y contar con una lengua política común es una enorme riqueza para la
democracia, aún más si se trata de una lengua de tanto arraigo histórico en todo el país y
de tanta vigencia en el mundo entero como el castellano.

2. Son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho
menos las lenguas mismas. O sea: los ciudadanos que hablan cualquiera de las lenguas
cooficiales tienen derecho a recibir educación y ser atendidos por la administración en
ella, pero las lenguas no tienen el derecho de conseguir coactivamente hablantes ni a
imponerse como prioritarias en educación, información, rotulación, instituciones, etc...
en detrimento del castellano (y mucho menos se puede llamar a semejante atropello
«normalización lingüística»).

3. En las comunidades bilingües es un deseo encomiable aspirar a que todos los


ciudadanos lleguen a conocer bien la lengua cooficial, junto a la obligación de conocer
la común del país (que también es la común dentro de esa comunidad, no lo olvidemos).
Pero tal aspiración puede ser solamente estimulada, no impuesta. Es lógico suponer que
siempre habrá muchos ciudadanos que prefieran desarrollar su vida cotidiana y
profesional en castellano, conociendo sólo de la lengua autonómica lo suficiente para
convivir cortésmente con los demás y disfrutar en lo posible de las manifestaciones
culturales en ella. Que ciertas autoridades autonómicas anhelen como ideal lograr un
máximo techo competencial bilingüe no justifica decretar la lengua autonómica como
vehículo exclusivo ni primordial de educación o de relaciones con la Administración
pública. Conviene recordar que este tipo de imposiciones abusivas daña especialmente
las posibilidades laborales o sociales de los más desfavorecidos, recortando sus
alternativas y su movilidad.

4. Ciertamente, el artículo tercero, apartado 3, de la Constitución establece que «las


distintas modalidades lingüísticas de España son un patrimonio cultural que será objeto

35
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

de especial respeto y protección». Nada cabe objetar a esta disposición tan generosa
como justa, proclamada para acabar con las prohibiciones y restricciones que padecían
esas lenguas. Cumplido sobradamente hoy tal objetivo, sería un fraude constitucional y
una auténtica felonía utilizar tal artículo para justificar la discriminación, marginación o
minusvaloración de los ciudadanos monolingües en castellano en alguna de las formas
antes indicadas.

Por consiguiente los abajo firmantes solicitamos del Parlamento español una normativa
legal del rango adecuado (que en su caso puede exigir una modificación constitucional y
de algunos estatutos autonómicos) para fijar inequívocamente los siguientes puntos:

1. La lengua castellana es COMUN Y OFICIAL a todo el territorio nacional, siendo la


única cuya comprensión puede serle supuesta a cualquier efecto a todos los ciudadanos
españoles.

2. Todos los ciudadanos que lo deseen tienen DERECHO A SER EDUCADOS en


lengua castellana, sea cual fuere su lengua materna. Las lenguas cooficiales
autonómicas deben figurar en los planes de estudio de sus respectivas comunidades en
diversos grados de oferta, pero nunca como lengua vehicular exclusiva. En cualquier
caso, siempre debe quedar garantizado a todos los alumnos el conocimiento final de la
lengua común.

3. En las autonomías bilingües, cualquier ciudadano español tiene derecho a ser


ATENDIDO INSTITUCIONALMENTE EN LAS DOS LENGUAS OFICIALES. Lo
cual implica que en los centros oficiales habrá siempre personal capacitado para ello, no
que todo funcionario deba tener tal capacitación. En locales y negocios públicos no
oficiales, la relación con la clientela en una o ambas lenguas será discrecional.

4. LA ROTULACION DE LOS EDIFICIOS OFICIALES Y DE LAS VIAS


PUBLICAS, las comunicaciones administrativas, la información a la ciudadanía, etc...
en dichas comunidades (o en sus zonas calificadas de bilingües) es recomendable que
sean bilingües pero en todo caso nunca podrán expresarse únicamente en la lengua
autonómica.

5. LOS REPRESENTANTES POLITICOS, tanto de la administración central como de


las autonómicas, utilizarán habitualmente en sus funciones institucionales de alcance
estatal la lengua castellana lo mismo dentro de España que en el extranjero, salvo en
determinadas ocasiones características. En los parlamentos autonómicos bilingües
podrán emplear indistintamente, como es natural, cualquiera de las dos lenguas
oficiales.

Firmado por Mario Vargas Llosa, José Antonio Marina, Aurelio Arteta, Félix de Azúa,
Albert Boadella, Carlos Castilla del Pino, Luis Alberto de Cuenca, Arcadi Espada,
Alberto González Troyano, Antonio Lastra, Carmen Iglesias, Carlos Martínez
Gorriarán, José Luis Pardo, Alvaro Pombo, Ramón Rodríguez, José Mª Ruiz Soroa,
Fernando Savater y Fernando Sosa Wagner.

36
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

3. CAPÍTULO III
LA MANIPULACIÓN DE LA LINGÜÍSTICA AL SERVICIO DEL
NACIONALISMO ESPAÑOLISTA.
EL CASO DEL ANDALUZ EN LA FONOLOGÍA DE LA NUEVA GRAMÁTICA
DE LA RAE Y LA ASALE43

a. El panhispanismo como justificación del nacionalismo


lingüístico españolista

Existen dos enfoques muy diferentes en el estudio de la diversidad


lingüística que se esconde detrás del concepto lengua española. La ideología de
las academias de la lengua, encabezadas por la RAE, se fundamenta en el
concepto de panhispanismo, que no es un concepto lingüístico sino ideológico y
que parte de la idea de que existe y hay que proteger y potenciar una unidad
lingüística intercontinental que es utilizada como justificación cultural de un
proceso capitalista imperialista basado en un mercado económico en expansión
en el que las multinacionales de base española buscan imponer su ley del
máximo beneficio con el mínimo coste en toda la América hispanohablante 44.
Este concepto de panhispanismo obedece a una concepción esencialista de la
diversidad lingüística a la que que hay que oponer una concepción variacionista,
mucho más acorde con las averiguaciones e hipótesis de la lingüística
contemporánea. Defino ambas de la siguiente manera:

Concepción esencialista de la diversidad lingüística hispánica:

Existe un único sistema lingüístico unitario panhispánico que se


realiza de forma más o menos diversa en distintas variedades.

Concepción variacionista de la diversidad lingüística hispánica:

Hay diversos sistemas lingüísticos completos hispánicos que, por su


evidente afinidad, pueden ser agrupados en un conjunto coherente.

Desde el primer punto de vista, existe un solo sistema lingüístico del español que se
realiza en diversas variedades tanto peninsulares como americanas. Todas las
variedades lingüísticas hispánicas de Europa, América, África y Asia serían
realizaciones de un único sistema lingüístico con validez internacional, que no vendría a
ser otra cosa que el reflejo fonológico de la ortografía unificada a la que se atienen todas
las comunidades que utilizan el español45. La base de esta ortografía es la siguiente:

43
Este artículo es una nueva versión ampliada y reformulada de una parte del capítulo 7 de mi libro El
imperio de la lengua común. Ideología, política y economía del españolismo lingüístico. Barcelona:
Destino, 2013.
44
Véase sobre la vinculación de la RAE con determinadas empresas multinacionales de capital español de
base española los diversos capítulos de S. Senz y M. Alberte (eds.) (2011) en especial los capítulos 2, 3,
5, 6 y 9.
45
Explicada y razonada en la nueva ortografía panhispánica: RAE y Asale Ortografía de la lengua
española. Madrid: Espasa, 2010.

37
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“En la escritura del español, como en todas las de tipo alfabético, la


finalidad de las letras o grafemas es representar gráficamente los
fonemas, no sus múltiples variantes de realización. Gracias a ello, la
ortografía de la lengua española es la misma para todos sus hablantes
y en todo su territorio, con independencia de las diferencias de
pronunciación que pueden darse en el habla por razones contextuales,
geográficas o individuales.”46

Esto significa que existe un único sistema fonológico del español, que la ortografía
pretende reflejar visualmente y que lo que encontramos son realizaciones fonéticas o
alófonos de una serie universal de fonemas a través de las diversas realizaciones de ese
sistema fonológico unitario.
Pero como vamos a ver concretamente en el caso de la fonología, este punto de vista es
insostenible, dado que diversas variedades hispánicas presentan claramente sistemas
fonológicos, morfológicos, sintácticos y semánticos muy parecidos pero fonológica y
gramaticalmente diferentes, no idénticos. En el caso de la fonología, que es el que nos
ocupa, la existencia de una ortografía unificada en modo alguno garantiza que todas las
variedades del español presenten exactamente el mismo sistema fonológico. Es
evidente, como vamos a ver en las siguientes páginas, que hay varios sistemas
fonológicos diferentes que en modo alguno pueden concebirse como un único sistema
fonológico unitario. La idea de que la ortografía panhispánica unificada justifica la
existencia de un único sistema fonológico panhispánico es un supuesto ideológico, no
una verdad científica objetiva.
El segundo punto de vista es incompatible con la ideología del panhispanismo
actualmente vigente y mantiene que las diversas variedades de español son lenguas de
pleno derecho con sus sistemas fonológicos y gramaticales distintivos. Por supuesto,
entre todos esos sistemas lingüísticos existe una afinidad clarísima, que tiene una
justificación histórica, en virtud de la cual podemos agrupar todos esos sistemas
lingüísticos o lenguas independientes en un conjunto lingüístico coherente, pero no en
modo alguno en un único sistema lingüístico homogéneo.
Voy a partir de la siguiente suposición:

La única forma de mantener la hipótesis esencialista es desvirtuando


los datos empíricos y manipulando los instrumentos lingüísticos para
su análisis.

La hipótesis esencialista es fundamental para mantener la ideología del panhispanismo


uno de cuyos basamentos fundamentales es el sistema ortográfico unificado, que no es
otra cosa que un fantasma que pretende hacernos creer que existe un solo sistema
lingüístico hispánico universal que se realiza de diferentes modos según el ámbito
geográfico concreto. Vamos a ver en las secciones siguientes que los argumentos que se
esgrimen para negar la existencia de distintos sistemas fonológicos son extremadamente
débiles y discutibles, y en algún caso no solo no apoyan ese punto de vista, sino la
hipótesis opuesta.

46
RAE y Asale Ortografía… p. 31.

38
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

b. Las cinco vocales como tópico del nacionalismo


español
Dentro de la ideología del nacionalismo lingüístico español, el tópico del sistema de
cinco fonemas vocálicos, como un sistema más perfecto y sencillo que el de otras
lenguas como el francés, el portugués o el inglés, es uno de los elementos más
característicos y más frecuentemente esgrimidos por algunas personas desde la época de
Menéndez Pidal hasta nuestros días.

“Otro de los tópicos más conocidos y utilizados del nacionalismo


lingüístico español es la idea de que el sistema pentavocálico del
español (surgido del sistema heptavocálico del castellano antiguo;
Penny, 2006: 63) estándar facilita grandemente el aprendizaje y uso de
esta lengua, lo cual es una característica que puede explicar parte de
su extensión y pujanza. Esta idea procede de Menéndez Pidal y, tal
como he mostrado recientemente (Moreno Cabrera, 2008: 79), es
aceptada sin reservas por algunos filólogos y académicos en la
actualidad.”47

Las cinco letras vocálicas del español: <a, e, i, o , u> van unidas de forma biunívoca con
los cinco fonemas vocálicos de esta lengua: /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/. Esta supuesta
constatación objetiva es uno de los rasgos característicos de la ideología españolista y
obliga a priori a mantener que si alguna variedad de español presenta otras vocales
adicionales, no serán más que realizaciones alofónicas sin función lingüística interna
alguna.
Para comprobar la debilidad de esta postura, podemos citar la siguiente entrada de la
wikipedia48:

Primero se afirma que todas las variantes del español distinguen cinco vocales aunque
en seguida y entre paréntesis se advierte de que en algunas variantes el número de
fonemas es mayor. Al final, puede leerse que en las variedades vernáculas del sureste de
la Península ibérica, existen 8 ó 10 fonemas vocálicos, basados en diferencias de
apertura.

47
Moreno Cabrera 2011: 176. R. Penny Gramática histórica del español. Edición actualizada. Barcelona:
Ariel, 2006, J. C. Moreno Cabrera El nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva. Barcelona:
Península 2008.
48
http://es.wikipedia.org/wiki/Fonología_del_español

39
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Es decir, se reconoce que coexisten en español diversos subsistemas fonológicos


vocálicos, a pesar de que la ortografía oculte este hecho.
En la misma enciclopedia digital, en este caso, en la entrada referida al idioma
españolencontramos este otro pasaje 49:

En él se habla de la existencia de entre ocho y diez vocales en diversos dialectos del


español, determinados por diferencias de apertura vocálica.
Cabe preguntarse si estos datos se basan en observaciones científicas de la tradición
lingüística hispánica. Y así es, en efecto. En el año 1939 el filólogo y fonetista Tomás
Navarro Tomás publicó un artículo en el que observó el fenómeno denominado
desdoblamiento de fonemas en andaluz oriental y en el que se analizaba la existencia de
más de cinco vocales en estas variedades andaluzas 50. Después, fue analizado con más
detalle en un estudio realizado por tres eminentes filólogos españoles 51. Estos datos y
análisis son recogidos en el manual de dialectología española de Alonso Zamora
Vicente52. En este manual se afirma lo siguiente:

“Este juego de cerrazón-abertura de las vocales desempeña un papel


de la máxima importancia en la conjugación, donde se produce con
una maravillosa regularidad, recordando el funcionamiento de otras
lenguas románicas (portugués, hablas réticas).”53

Más adelante, este autor afirma:

“La existencia de estos sonidos con personalidad propia acarrea un


sistema vocálico distinto del español oficial. El sistema triangular
español que sustituido por otro cuadrangular, de dos clases de timbre.

49
http://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_español

50
T. Navarro Tomás “Dédoublement de phonèmes dans le dialecte andalou”, en Études phonologiques
dédiées à la mémoire de N. S. Troubetzkoy, TCLP, VIII, 1939, p. 184 y “Desdoblamiento de fonemas
vocálicos”, en RFH, I , 165-167.
51
D. Alonso, A. Zamora Vicente y M. Josefa Canellada “Vocales andaluzas. Contribución al estudio de la
fonología peninsular”, en NRFH, IV, 1950, p. 209-230.
52
A. Zamora Vicente Dialectología española. Madrid: Gredos, 1966.
53
A. Zamora Vicente Dialectología…. p. 293.

40
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

[…] De todo esto deduce M. Alvar que el habla de Andalucía oriental


se caracteriza por un sistema vocálico cuadrangular con dos puntos
fundamentales de localización (las series anterior y posterior o palatal
y velar, respectivamente), y cinco grados de abertura.” 54

Las investigaciones a que hace referencia Zamora Vicente son de los años cuarenta y
cincuenta del siglo pasado. Es evidente que la lingüística ha cambiado mucho en años
posteriores. Por ello, vamos a ver la opinión al respecto de uno de los investigadores
referidos por Zamora Vicente. En un manual de dialectología hispánica publicado en los
años noventa del siglo pasado 55, Manuel Alvar repite casi en los mismos términos las
ideas que aparecen en el libro de Zamora Vicente. Primero, hace referencia al carácter
morfológicamente distintivo de la diferencia de apertura vocálica en andaluz oriental:

“En andaluz oriental las categorías gramaticales del singular y del


plural se diferencian, respectivamente, por el cierre o abertura de la
vocal final, en grados mucho más extremos que la cerrazón o abertura
que tales vocales tienen en español.” 56

En segundo lugar hace una observación muy parecida a la de Zamora Vicente respecto
del verbo andaluz oriental:

“Se ha señalado en el oriente de Andalucía una perfecta adecuación de


timbres vocálicos para distinguir cada una de las personas.” 57

Observamos, pues, que los datos de los años cuarenta se vuelven a confirmar en los
años noventa. Además, Alvar realiza una importante observación en los dos extractos
que he seleccionado: la apertura vocálica tiene una función morfológica sistemática y
totalmente regular, ya que sirve para distinguir el número en el sustantivo y la persona
en el verbo. Es decir, las diferencias de apertura vocálica tienen una función
morfológica fundamental.
Todo este análisis, además, se basa en el siguiente principio fundamental del análisis
lingüístico moderno:

LEY FUNDAMENTAL DE LA INTERACCIÓN ENTRE FONÉTICA-


MORFOLOGÍA
Las distinciones fonéticas que sirven para distinguir categorías morfológicas
son necesariamente distintivas, es decir, fonológicas.

Expresado con otras palabras, las distinciones fonéticas no pueden indicar categorías
morfológicas (número, persona…) sin ser también fonológicas. En el caso que nos
ocupa, por ejemplo, la distinción en castellano estándar de canto (primera persona de
singular del indicativo) frente a cante (primera persona del singular de subjuntivo), se
basa en la diferencia fonética entre [o] y [e] que, por la generalización mencionada,
debe constituir también una oposición fonológica, como ocurre efectivamente: /o//e/.
Lo mismo puede aplicarse a la diferencia entre canta (tercera persona de singular del
indicativo) y cante (tercera persona del singular de subjuntivo). La diferencia fonética
54
A. Zamora Vicente Dialectología… p. 295.
55
M. Alvar (dir.) Manual de dialectología hispánica. El español de España. Barcelona: Ariel 1996.
56
M. Alvar “Andaluz”, en M. Alvar (dir.) Manual de dialectología… p. 245.
57
M. Alvar “Andaluz”, p. 246

41
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

entre [a] y [e] puede expresar la diferencia de persona, porque se trata de una oposición
fonológica: /a/  /e/. Ninguna distinción fonética que funcione como indicadora de una
distinción morfológica puede dejar de ser también fonológica. Lo contrario no es cierto,
dado que hay oposiciones fonológicas, como la existente entre /t/ y /d/, que no indican
ninguna distinción morfológica; lo cual no les quita carácter fonológico, ya que pueden
funcionar para distinguir elementos léxicos tales como te y de o cata y cada. De todas
formas, hay que observar que cuando una distinción fonológica tiene pertinencia
morfológica se usa mucho más frecuentemente y mucho más sistemáticamente que
cuando no la tiene. Técnicamente, su rendimiento funcional es mucho mayor y, por
tanto, el número de pares mínimos que se pueden formar en el caso de una distinción
fonológica que tiene pertinencia morfológica es muchísimo mayor. En el ejemplo que
he puesto, la oposición fonológica /o//e/, como distinguidora de la persona en el
verbo, da lugar a miles de pares mínimos en los verbos, mientras que la oposición
/t//d/ da lugar a unos pocos pares mínimos que no tienen ningún carácter sistemático.
Por consiguiente, de la ley que acabamos de observar se puede colegir que cuando una
distinción fonética indica una distinción morfológica tiene, por fuerza, que ser también
fonológica. En consecuencia, los numerosísimos pares mínimos en andaluz oriental del
tipo [páto], singular, frente a [pátω], plural, indican sin lugar a la menor duda que la
oposición fonética entre una [o] cerrada y una [ω] abierta, que indica la diferencia
morfológica entre singular y plural, debe ser concebida como una oposición fonológica
entre /o/ y /ω/, lo cual, a su vez y tal como he razonado, indica que se trata de dos
fonemas vocálicos del andaluz oriental.

c. Las vocales del andaluz oriental en la nueva gramática


de la RAE
En el año 2011 sale a la luz el esperado tomo de la Nueva gramática de la lengua
española dedicado a la fonética y la fonología 58. De una obra tanto tiempo esperada y
necesitada, se debería esperar rigor analítico y honradez científica. Pero estas
características brillan por su ausencia. En el tratamiento que se da a la cuestión de las
vocales del andaluz oriental, se vuelve a planteamientos anteriores a los años cuarenta
del siglo pasado con una argumentación científicamente incoherente y de un nivel
propio de quienes se inician en el estudio de la ciencia lingüística.
Primero se recoge la opinión de M. Alvar que se mencionó en la sección anterior:

“Por una parte se ha defendido que estas vocales abiertas tienen valor
fonológico, pues sirven para distinguir algunos pares léxicos tras la elisión
de la consonante final.”59

Pone como ejemplos el caso de gato/gatos y de come/comes. Pero merece la pena


llamar la atención de quien lea estas líneas sobre el cuantificador algunos. De forma
absolutamente manipuladora, se desea insuflar en la persona lectora la idea de que estas

58
RAE y Asale (2011) Nueva Gramática de la lengua española. Fonética y fonología.
Madrid: Espasa.
59
RAE y Asale (2011) Nueva Gramática…. p. 96

42
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

distinciones morfológicas fundamentales no son sistemáticas y regulares, sino que se


dan solamente en algunos pares léxicos. Es decir, se enmienda la plana a M. Alvar, A
Zamora Vicente, a Dámaso Alonso y a Tomás Navarro Tomás. La distinción de número
y persona, lejos de ser sistemática y regular, pasa a observarse solo en algunos pares
léxicos, cuando es más que evidente que estamos aquí en el campo de la morfología, no
del léxico.

A continuación, se incluye la opinión de algunas personas que niegan que la abertura


vocálica tenga la función distintiva observada en la tradición filológica española:

“En opinión de algunos investigadores, en cambio, las diferencias de


timbre no servirían para discriminar el número cuando se comparan
pares mínimos con plurales que presentan elisión de /s/ final, sino que
otros factores, de carácter léxico y gramatical, contribuirían a
establecer las distinciones numéricas: había dos casas […] el perro
frente a los perros, ¿Quieres comer? frente a ¿Quiere comer?, etc.60

Frente al criterio sistemático y totalmente regular, considerado en este libro como


característico de algunos pares léxicos, de las distinciones de género y número se nos
ofrece como un contraargumento supuestamente sólido y creíble un recurso a la
psicología popular, consistente en la detección de contextos a partir de los cuales las
personas hablantes pueden deducir algunas categorías gramaticales no expresas. En
efecto, si alguien dice tu viene, el pronombre tú nos puede ayudar a interpretar viene
como segunda persona del singular y no como tercera persona del singular. Pero esto no
es una argumentación gramatical, sino una argumentación pragmática relativa a la
actuación lingüística. De hecho, si una persona que se inicia en los estudios de
lingüística pusiera en duda que en español estándar perro no necesariamente indica
singular porque esa pluralidad se puede deducir de una expresión como los perro
obtendría un rotundo suspenso en el examen de morfología, ya que los perro es una
expresión agramatical en español estándar por más que pueda ser interpretada
adecuadamente por las personas hablantes viendo el contexto. Se ponga como se ponga
quien realice ese análisis perro no es una forma plural, por mucho que se pueda deducir
de esos factores léxicos y gramaticales a que se alude.
En el siguiente cuadro doy unos datos para entender adecuadamente este extremo:

60
RAE y Asale (2011) Nueva Gramática…. p. 96-97.

43
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Dependiendo de la estructura morfosintáctica de las lenguas un sustantivo se pondrá en


singular o plural cuando va precedido de un numeral. Es evidente que si alguien dice
cinco perro en castellano central a pesar de ser agramatical, la expresión se puede
entender fácilmente de modo que se puede interpretar perro como plural. Pero lo
esencial aquí es que cinco perro es agramatical en castellano central,
independientemente de que por el contexto se pueda deducir que es plural. En otras
lenguas, el sustantivo que va precedido de un numeral ha de ponerse en singular, como
ocurre en georgiano, lengua en la que existe morfema de plural en el sustantivo pero en
la que el sustantivo precedido de numeral se pone siempre en singular, tal como vemos
en el caso de cinco perros. Esto no se debe a que el plural del sustantivo se pueda
inducir fácilmente del numeral, sino a las reglas morfosintácticas del georgiano, que
son diferentes de las reglas morfosintácticas del español. El caso del euskera es más
interesante todavía porque la presencia del morfema de plural en el sustantivo con un
adjetivo numeral depende de un factor gramatical: aparece el morfema de plural cuando
el sintagma es definido y no aparece cuando el sintagma es indefinido.
Por consiguiente, de los ejemplos anteriores se deduce que la aparición o no del
morfema de plural en el sustantivo depende de las reglas morfosintácticas de la lengua
implicada y no de la posibilidad de que la interpretación plural pueda deducirse del
contexto léxico-gramatical. Alguna persona no versada en cuestiones lingüísticas podría
pensar que el georgiano es más sencillo o lógico que el castellano porque la pluralidad
en cinco perros no se expresa en el sustantivo pues el numeral ya indica pluralidad.
Pero si esto es así se debe a las reglas morfosintácticas del georgiano y no a ningún
criterio de sentido común. Esto es lo primero que debe aprender una persona que se
inicia en lingüística y que, por lo visto, no ha sido asimilado por quienes proponen este
criterio para negar o poner en duda el carácter sistemático y regular de la abertura
vocálica en andaluz oriental para la expresión de las categorías gramaticales de número
y persona.
A continuación, las academias esgrimen un nuevo argumento y repiten el anterior.
Veamos el pasaje que presenta la novedad:

“Desde el punto de vista fonológico, es difícil determinar si la abertura


de las vocales, por sí sola, distingue significados. Por un lado, en
algunas variedades la abertura de la vocal provoca, como se ha

44
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

señalado, la ARMONÍA VOCÁLICA: la abertura por metafonía de las


vocales que la preceden.” 61

Este argumento no solo no apoya lo que se pretende demostrar, sino que puede
utilizarse, si se manejan adecuadamente los conceptos, para demostrar exactamente lo
contrario de lo que las academias están empeñadas en probar. Se afirma que la abertura
de la vocal final, que indica pluralidad, se impone por metafonía a las demás vocales de
la palabra, de manera que la vocal final de la palabra plural glóbω, con una o final
abierta, pasa a la vocal anterior, de modo que el plural de globo se pronuncia como
glωbω, con las dos vocales abiertas, frente al singular globo con las dos o no abiertas.
Se califica este hecho de armonía vocálica. Mediante el recurso a este concepto, se
intenta demostrar que las vocales abiertas finales /ε/, /ω/ no son fonemas, dado que su
carácter abierto estaría determinado por un fenómeno de concordancia fonética sin valor
distintivo alguno.
Para entender la debilidad de este argumento hay que explicar brevemente qué es la
armonía vocálica. Este fenómeno se produce en lenguas como el húngaro, finés y turco;
en esta última lengua es donde aparece de modo más sistemático y regular. En turco,
por ejemplo, el morfema de tercera persona del singular aparece como dir en kim-dir
‘quién es’ y como dur en bulutlu-dur ‘está nublado’. El morfema de tercera persona del
singular aparece en el primer caso como dir y en el segundo caso como dur. La
vocal que presenta este sufijo depende de las vocales que tenga la palabra a la que
afecta. En el primer caso, el pronombre kim ‘quién’ presenta un fonema /i/ y el sufijo de
persona adopta obligatoriamente esa vocal; por tanto, en posición de sufijo, la /i/ no se
opone a los demás fonemas vocálicos como /u/, dado que, en ese contexto, solo puede
aparecer /i/ y ninguna de las otras vocales. Sin embargo, de esto no puede deducirse de
ninguna manera que la oposición i/u no exista en turco. De hecho, la vocal /i/ del
pronombre sí es un fonema, por lo que podemos obtener pares mínimos como /kim/
‘quién’ frente a /kum/ ‘arena’, lo que demuestra que aunque en el contexto morfológico
de la armonía vocálica no hay oposición fonológica entre /i/ y /u/, si la hay en turco en
contextos léxicos como el que acabamos de ver.
En la segunda de las palabras, el sufijo de tercera persona del singular aparece como
dur, cuya vocal está determinada por las vocales del adjetivo al que afecta, butlutlu
‘nublado’. Vemos, entonces, que en turco la vocal del sufijo no es fonológica y sí lo son
las vocales del elemento léxico, que determinan la del sufijo. En forma de esquema:

Kim-dir ‘¿Quién es?’


Kim ‘quién’ / Kum ‘arena’
Bulutlu-dur ‘está nublado’

61
RAE y Asale (2011) Nueva Gramática…. p. 98, mayúsculas en el original.

45
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

La vocal de kim, que está en posición fonológica (como lo demuestra,ya lo hemos visto,
la palabra kum ‘arena’) es impuesta como la vocal del sufijo, que no ocupa una posición
fonológica; pues en ella, no puede aparecer ninguna otra vocal. A partir de este hecho
no puede deducirse que en turco no haya oposición entre las vocales /i/ y /u/: sí la
hay,tal como he dicho antes, pues de lo contrario no podría distinguirse kim ‘quiém’ de
kum ‘arena’.
Por consiguiente, aunque se probara que la armonía vocálica del andaluz oriental es
idéntica a la del turco (cosa que como vamos a ver ahora no es cierta), de ahí no se
deduciría que no existe oposición fonológica entre vocales cerradas y abiertas.
Sin embargo, en el caso del andaluz oriental estamos ante el fenómeno opuesto al del
turco, como dan a entender las mismas academias, pues no se trata de una asimilación
progresiva (del elemento léxico al sufijo), como el caso del turco, sino de una
asimilación regresiva por metafonía, es decir, por influencia de la vocal del sufijo sobre
las vocales del lexema. Por consiguiente, es la vocal del sufijo la que modifica el timbre
de las vocales del sustantivo o verbo y no al revés como en turco.
Hay una generalización importante en el fenómeno de la armonía vocálica que podemos
enunciar como sigue:

LEY MORFONOLÓGICA FUNDAMENTAL DE LA ARMONÍA VOCÁLICA


El constituyente morfológico que impone su vocal a toda la palabra contiene
el contexto en el que esa vocal está en posición fonológica

Esto tiene que ser necesariamente así porque entonces no podría haber armonía
vocálica, pues este fenómeno solo se puede dar si hay una posición en la que puedan
aparecer distintas vocales. Hay dos lugares posibles para esa posición fonológica: el
lexema (el caso del turco) y el afijo morfológico (el caso del andaluz oriental).
Si, como, acertadamente en mi opinión, expresan las academias, es la vocal final la que
impone su abertura en los lexemas a los que afecta, entonces se deduce que la vocal que
asociamos como sufijo plural está en posición distintiva o fonológica, tal como
esquematizo en el siguiente diagrama, que hace referencia al caso de [glωbω], forma
plural de globo, en la que la o del lexema se abre por influencia de la o abierta del sufijo
de plural:

Por consiguiente, el recurso al fenómeno de la armonía vocálica no solo no pone en


duda en carácter fonológico de las vocales /ε/ y /ω/ abiertas en andaluz oriental, sino
que lo refuerza. En efecto, el hecho de que la oposición vocal abierta/vocal cerrada no
sea distintiva en la raíz de la palabra, no quiere decir que no exista esa oposición
fonológica, que, al contrario del turco, se da solo en la terminación morfológica de

46
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

persona o número, que es la que determina el timbre de las vocales de la palabra


flexionada para número o persona. Aquí es decisivo el principio fundamental que
enuncié en la sección segunda del presente artículo: toda diferencia fonética que se usa
para distinguir categorías morfológicas es necesariamente una diferencia fonética
distintiva; es decir, fonológica.

d. Conclusión: lo reconozcan o no las academias el


andaluz es una lengua natural.

La conclusión que extraen las academias de la aplicación de los criterios que he


examinado críticamente en la sección anterior, es la siguiente:

“Aunque el fenómeno contribuye a la diferenciación de


significados, la limitación de posición y contexto dificulta las
posibilidades de considerar un inventario más amplio de segmentos
vocálicos del español”62 (RAE y Asale Nueva Gramática…. p. 98)

Es decir, no es aconsejable tener en cuenta la posibilidad de que el sistema fonológico


del español tenga más de cinco vocales.
Precisamente, en este pasaje se desvelan los miedos e inquitudes de las academias: los
dialectos andaluces orientales ponen en cuestión la idea fundamental del españolismo
lingüístico de las cinco vocales de nuestra lengua. Y, además, se pone en grave peligro
otra de las asunciones básicas de este españolismo: la concepción esencialista de la
diversidad lingüística hispánica y, en última instancia, del propio concepto lingüístico
de panhispanismo.
A partir de aquí podemos comprender fácilmente por qué se recurre en la nueva
gramática de las academias a estas alambicadas consideraciones para poner en discusión
el carácter fonológico de las vocales abiertas en andaluz oriental que, fuera de toda duda
razonable y según nuestra mejor tradición filológica, expresan de forma sistemática las
diferencias de número en el nombre y de número y persona en el verbo.
En efecto, la razón no puede ser lingüística dado que los argumentos lingüísticos
utilizados son muy débiles, cuando no claramente erróneos. La causa hay que buscarla,
como acabo de enunciar, en la ideología del nacionalismo lingüístico españolista. En
efecto, aquí nos topamos, como he hecho notar en la sección 2 de este artículo con uno
de los mitos fundamentales del españolismo lingüístico: las cinco vocales del español en
las que Menéndez Pidal y Gregorio Salvador, entre otros, sitúan una de las fortalezas
indiscutibles de la lengua española. El español supuestamente unitario y homogéneo no
se puede realizar en una variedad que tenga más vocales que las establecidas en su
versión común panhispánica. Pero desde un punto de vista lingüístico, no ideológico, no
tiene por qué haber ningún problema en decir que el andaluz oriental, como variedad
de la lengua andaluza que es, tiene un sistema de ocho vocales.
A pesar de todo lo dicho, supongamos que las sospechas de las academias estuvieran
justificadas y que, en efecto, llegara a demostrarse que las vocales [ε] y [ω] no expresan
la pluralidad en andaluz oriental. Esto tendría la siguiente consecuencia: en andaluz
oriental el sustantivo ha dejado de tener morfema de número. La lengua española, como
el resto de las lenguas romances (e indoeuropeas), presenta de modo característico una

62
RAE y Asale (2011) Nueva Gramática…. p. 98

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

distinción de número en el sustantivo (frente a otras familias como la malayo-polinesia


o la sino-tibetana, que no la tienen). Si es verdad que el andaluz oriental prescinde de
esta característica, se apartaría de forma radical del español estándar y de las demás
lenguas romances (e indoeuropeas), lo que contribuiría a la confirmación de su carácter
de lengua independiente. Entonces se rompería de forma aún más radical la supueste
unidad esencial de la diversidad lingüística hispánica: habría un dialecto del español en
el que los sustantivos no tendrían morfema de plural. Esto supondría un cambio
morfológico radical que haría imposible proponer que existe un único sistema
morfológico para todas las variedades lingüísticas hispánicas.
De todas formas, las propias academias no parecen percatarse de este resultado, dado
que este supuesto cambio radical en la morfología nominal del andaluz oriental no
merece ni una sola línea en la parte de la gramática dedicada a la morfología del número
en el sustantivo63. Dado el carácter casi exhaustivo de la parte dedicada a la morfología
de la Nueva gramática de las academias, resulta extremedamente llamativo que no se
dedique ni una sola línea a este importante fenómeno de desaparición del morfema de
plural en el andaluz oriental. Claro, que si decimos que las vocales abiertas, realizan ese
morfema, entonces no hay cambio morfológico radical alguno. Pero esto las academias
no lo pueden reconocer porque no pueden dar a entender al público que unas variedades
del español tienen más de cinco fonemas vocálicos, dado que estamos ante un tópico
fundamental del españolismo lingüístico. Por ello, no parece importarles eliminar de
esas variedades una característica morfológica esencial del español: la presencia de un
morfema de plural en el sustantivo. Pero, claro, como este particular no está dentro de
los tópicos promocionales básicos del españolismo lingüístico, se puede asumir sin que
se diga explícitamente. Así es como parecen actuar las academias, con prejuicios
ideológicos y con poco afán científico.
Quiero acabar estas páginas con una reflexión sobre el estatus del andaluz como lengua.
Es evidente que desde el punto de vista esencialista que adoptan las academias, solo hay
un sistema lingüístico en español.
Sin embargo, desde el punto de vista variacionista, que defiendo en este artículo, hay
diversos sistemas lingüísticos hispánicos completos y no un único sistema lingüístico
del que esos sistemas serían una realización particular.
Desde mi punto de vista no hay ningún problema en reconocer al andaluz como lengua
hispánica de pleno derecho. El andaluz no puede ser un dialecto, porque no es
homogéneo, sino que se compone de variedades con elementos que las asemejan y con
elementos que las hacen diferentes. Eso es lo que ocurre con las lenguas en general: son
un conjunto de variedades o dialectos íntimamente relacionados entre sí.
Por consiguiente, el hecho de que el andaluz oriental y occidental sean diferentes en este
y en otros aspectos no solo no contradice el carácter de lengua del andaluz, sino que lo
confirma, ya que, una lengua no es más que un conjunto de sistemas lingüísticos
completos que tienen una afinidad lingüística demostrable. Cualquier persona, lingüista
o no, puede diferenciar fácilmente una variedad andaluza de una variedad cántabra o
castellana central, por lo que la afinidad lingüística de las variedades andaluzas es
incluso percibida por los no especialistas: muy poca gente confundiría a una persona de
habla gaditana, onubense, granadina o sevillana con una persona de habla riojana o
vallisoletana. De todas formas, también es justo decir que hay especialistas
especializados en no querer ver lo evidente.

63
RAE y Asale, Nueva gramática de la lengua española. Morfología. Sintaxis I, Madrid: Espasa, 2009,
pp. 127-180

48
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Cuando se dice que una lengua natural no es lengua se hace referencia muchas veces a
la existencia de una lengua estándar escrita homogénea. En el caso del andaluz, al no
existir esa lengua estándar escrita, se puede mantener con razón que no es una lengua
natural estandarizada. Pero es claro que lengua estandarizada y lengua natural son dos
conceptos muy diferentes64. La mayor parte de las lenguas del mundo son lenguas
naturales aunque no estén estandarizadas (ni mucho menos escritas).
¿Tiene sentido proponer una lengua estándar para el andaluz distinta de la lengua
estándar castellana peninsular? Por supuesto que lo tiene igual que tuvo sentido en su
día proponer y desarrollar un estándar escrito castellano, provenzal, gallego-portugués o
catalán frente a la estándar latino escrito. Ahora bien, la implantación de un estándar
lingüístico requiere un apoyo explícito de los poderes políticos, ideológicos, culturales y
sociales que posibiliten esa adopción e imposición de una lengua estándar andaluza en
la sociedad andaluza actual. Y esto es lo que falta en este momento. Pero se puede
trabajar para conseguirlo en un futuro desoyendo los quejumbrosos lamentos y los
despiadados improperios y burlas de quienes se rasgan las vestiduras cuando las
personas que creen en la dignidad de su lengua andaluza intentan proponer y desarrollar
un estándar escrito que reivindique esa dignidad lingüística que poseen todas las
lenguas naturales del mundo, tengan o no tradición escrita.

64
Para una explicación de las diferencias entre lengua natural y lengua cultivada (a la que pertenecen las
lenguas estándar) véase Juan Carlos Moreno Cabrera Cuestiones-clave de la lingüística. Madrid: Síntesis
2013, capítulos 2 y 5.

49
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

4. CAPÍTULO IV
LENGUA, NACIÓN Y NACIONALISMO ESPAÑOL65

a. Nacionalismo y no-nacionalismo
En este artículo voy a analizar algunos aspectos de la relación entre el
nacionalismo español y otros nacionalismos en el ámbito de la lengua, concretamente en
la sección 6 haré referencia al nacionalismo asociado con la lengua gallega. Esos
aspectos se cristalizan en última instancia en términos de la oposición entre lengua
común y lengua propia, que examinaré en la sección 5 del presente artículo. Se
considera habitualmente como lengua común el español y como lengua propia, cada
una de las lenguas de las Comunidades Autónomas, por ejemplo, el gallego en Galicia.
Esta dicotomía parece totalmente objetiva e indiscutible. Pero vamos a ver en este
estudio que está recorrida de arriba abajo por los presupuestos de un nacionalismo
oficialmente inexistente, pero que, a mi juicio, es el nacionalismo más virulento y
manipulador que existe en estos momentos: el nacionalismo español. La manipulación
más evidente que se asocia con este nacionalismo es la de que no existe o de que, como
mucho, aparece en ciertos grupos marginales de la política actual. De aquí surge, como
vamos a ver ahora, la dicotomía entre nacionalismo y no-nacionalismo, que parece
recorrer toda la vida política del Estado español.
El nacionalismo lingüístico se ve como una concreción del nacionalismo en general y,
debido a lo anterior, solo existen oficialmente nacionalismos lingüísticos asociados a
algunas Comunidades autónomas, pero no se da la concreción lingüística del
nacionalismo español, es decir, el nacionalismo lingüístico español, pues se parte de la
falsa idea de que no existe el nacionalismo español como ideología dominante en
nuestra sociedad.
Por consiguiente, se considera muy a menudo que las políticas y discursos relativos a
las lenguas injustamente denominadas autonómicas están ligadas a una ideología
nacionalista. Por ello, conviene referirse a esta ideología antes de analizar la cuestión
lingüística en el Estado español.
La ideología política dominante hoy en día en muchos discursos de personalidades e
instituciones y en una parte muy importante de la opinión pública consiste en el
establecimiento axiomático de una dicotomía indiscutida y, al parecer, indiscutible. Esta
dicotomía se basa en las siguientes suposiciones:
Hay en España una serie de ideologías nacionalistas cuyo fin es defender a toda costa
sus intereses particulares como nación, incluida su lengua nacional, por encima y
muchas veces en detrimento del interés general de España. Estas ideologías son muy
frecuentemente particularistas, aislacionistas, impositivas, discriminatorias y egoístas.
Los partidos nacionalistas del País Vasco (PNV, EA), de Cataluña (CiU, ERC) o de
Galicia (BNG) son representantes de esta ideología mezquina y egoísta.
Hay en España otras ideologías políticas no-nacionalistas que se basan o dicen basarse
en el interés general del país por encima de particularismos y regionalismos y que
consideran en pie de igualdad a todos los ciudadanos independientemente de su
condición adicional de ciudadanos de alguna de las Autonomías. Frente a las ideologías
particularistas, impositivas y manipuladoras típicas de los nacionalismos autonomistas,

65
Este trabajo se basa en la ponencia que presenté en el Seminario sobre lingua, sociedade e política en
Galicia organizada por el Consello da Cultura Galega en Junio de 2010. Agradezco a Albert Branchadell
y a Fermín Bouza las interesantes observaciones que realizaron a mi ponencia; a partir de ellas, la he
reelaborado de forma significativa y creo que he conseguido llegar a una exposición más satisfactoria y
clarificadora que la inicial.

50
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

estas ideologías no-nacionalistas presentan una visión mucho más objetiva y mucho
menos manipulada de la historia, índole y naturaleza de la sociedad española. Los
partidos no-nacionalistas (PP, PSOE, UPD) representan en mayor o menor medida esta
ideología no-nacionalista.
Pero lo cierto es que los partidos que se definen como no-nacionalistas no solo
defienden un concepto determinado de nación española y una lengua propia de esa
nación, el español, sino que suelen anteponer la defensa de la unidad nacional y de la
lengua española a cualquier consideración o actuación que impulsen o defiendan o en la
que cooperen. No solo esto, sino que, además su discurso al respecto pretende
desacreditar y desarmar ideológicamente las iniciativas y propuestas de los partidos
nacionalistas autonómicos en lo tocante a su concepto de nación y de lengua propia de
esa nación.
La idea de la que parto en este artículo es que los partidos denominados no-
nacionalistas, son nacionalistas en el peor sentido del término. Esa suposición ayuda a
explicar muchos aspectos de los discursos ideológicos supuestamente no-nacionalistas o
anti-nacionalistas y a poner al descubierto que la ideología nacionalista dominante, la
española, se puede permitir el lujo de expresar de forma descarnada y sin tapujos
muchas opiniones y propuestas que, en boca de los partidos denominados nacionalistas,
resultarían claramente ofensivas, si no subversivas.
Como muestra, un ejemplo. El artículo 2 de la Constitución, que veremos en la sección
tercera del presente artículo, en la caracterización del nacionalismo español, habla de
modo directo y sin tapujos de la indisolubilidad de la nación española. Sin embargo, a
los gallegos, catalanes o vascos es casi seguro que no se les admitiría un postulado
similar respecto de sus naciones.

b. Nación y nacionalismo: una perspectiva marxista


Es perfectamente sabido que sobre los conceptos de nación y nacionalismo
existe una enorme variedad de definiciones y análisis que ni de lejos podemos resumir y
discutir en estas páginas, ni siquiera si reducimos la cuestión a la relación entre nación y
lengua66. Estas cuestiones se insertan, quiérase o no, dentro del ámbito político e
ideológico. Por ello, es imprescindible adoptar un enfoque político, dado que aquellos
enfoques que pretenden estar por encima de las posturas políticas e ideológicas caen
casi siempre en un claro servilismo hacia una posición política e ideológica subyacente
más o menos disimulada y determinada por la clase a la que se asocian de forma más o
menos directa.
Voy a adoptar aquí un enfoque marxista, puesto que no pretendo tratar la cuestión desde
el punto de vista de la clase o pueblo política e ideológicamente dominante, sino desde
la perspectiva de las clases y de los pueblos dominados u oprimidos. Los que afirman
estar por encima de estas posturas políticas caen de forma más o menos irremediable en
un servilismo realmente vergonzoso respecto de las clases e ideologías dominantes.
El punto de vista marxista se diferencia del punto de vista pequeño burgués por la
rebeldía contra cualquier forma de opresión lingüística:

«Los marxistas lucharán contra cualquier forma de opresión nacional, incluida la


lingüística. No se puede permitir que un hombre o mujer sea privado del derecho a hablar
su lengua, a pensar en ella o a utilizarla en un juzgado o en cualquier otra función oficial.»
(Woods, 2005, p. 40)

66
Una interesante y sistemática exposición de la las ideas sobre la relación existente entre los
nacionalismos y las lenguas puede encontrarse en Zabaltza, 2006.

51
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Un caso muy claro de esta intransigencia contra la opresión nacional lingüística es el del
euskera:

«El euskera fue reprimido brutalmente por la dictadura española. Prohibida su enseñanza,
su utilización en las instituciones y en la vida social, el euskera fue perseguido en todos los
rincones de Euskal Herria, hasta en los cementerios. En esta actitud se hallaba el sello
inconfundible del chovinismo español y su larga historia de atrocidades con las
nacionalidades y minorías. Por eso cuando desde la barricada de la burguesía españolista se
clama contra la ‘marginación’ del castellano en Euskal Herria o en Catalunya, en realidad
lo que se pretende es volver a la situación en la que el castellano era utilizado para aplastar
las lenguas maternas de las nacionalidades y prohibir las expresiones culturales en dichas
lenguas. Por tanto, los marxistas defendemos la recuperación, el conocimiento y la
utilización plena, oral y escrita, de las lenguas de las nacionalidades: el euskera, el catalán y
el gallego. Los idiomas nacionales deben ser enseñados en las escuelas públicas con medios
materiales y humanos suficientes y utilizados en las instituciones públicas sin ninguna
restricción.»”(Val del Olmo, 2005, pp.:270-271)

A la pregunta de ¿qué es una nación? el marxismo no tiene por qué dar una definición
filosófica alambicada y esencialista. Se puede simplemente decir que una nación es
«una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la
comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta
en la comunidad de cultura» (Woods, 2005, p. 45). Fuera de fundamentalismos y
esencialismos pequeñoburgueses, es necesario reconocer el papel que desempeña el
idioma como característica cultural de una nación. Según el autor que citamos la lengua
«parece ser la marca más indistinguible de la nacionalidad.» (Woods, 2005, p. 45).
A partir de la idea de que la nación está históricamente determinada, es a partir de
donde podemos superar los conceptos burgueses de nación, basados en un idealismo y
un esencialismo trasnochado e inoperante: «Una nación no es algo fijo y estático. Puede
cambiar y evolucionar. Se pueden crear naciones donde no existían antes. Así es
precisamente como llegan a surgir los Estados Nacionales modernos» (Woods, 2005, p.
46).
El reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación es una de las
premisas fundamentales del punto de vista leninista sobre las naciones: «reconocer el
derecho de las naciones a la autodeterminación es el eje central de la posición de Lenin
sobre la cuestión nacional» (Woods, 2005, p. 54). Sin embargo, este reconocimiento no
se enuncia en abstracto, de modo absoluto, como se haría dentro de una concepción
esencialista pequeño-burguesa, sino respecto de unas circunstancias históricas
determinadas: «de ninguna forma Lenin consideraba el derecho a la autodeterminación
como una panacea, aplicable universalmente en todas las circunstancias.» (Woods,
2005, p. 57). En general puede decirse que «la cuestión nacional siempre está
subordinada a los intereses generales del proletariado y la lucha de clases, y es necesario
defender la autodeterminación exclusivamente cuando promueve la causa del
proletariado y la lucha por el socialismo en un caso concreto» (Woods, 2005, 60). Las
ideas de Lenin son muy claras al respecto:

«Luchar contra todo nacionalismo y, en primer término, contra el nacionalismo ruso;


reconocer no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino
también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las
naciones a la autodeterminación, a la separación; y, al mismo tiempo y precisamente en
interés del éxito en la lucha contra toda clase de nacionalismo de todas las naciones,
propugnar la unidad de la lucha proletaria y de las organizaciones proletarias, su más íntima
fusión en una comunidad internacional, a despecho de las tendencias burguesas al
aislamiento nacional. Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho de
autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones; tal es el

52
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO
programa nacional que enseña a los obreros el marxismo, que enseña la experiencia del
mundo entero y a la experiencia de Rusia.» (Lenin, 2005 [1914], 376)

Estas palabras escritas en 1914 encuentran su reflejo en las amargas palabras del
testamento de Lenin escrito en el año 1922, que reconocen el fracaso parcial de su
programa sobre las naciones no rusas: «creo que soy muy culpable, ante los obreros de
Rusia, por no haber intervenido con la suficiente energía y rigor en el famoso problema
de la autonomía, llamado oficialmente, a lo que parece, problema de la unión de las
repúblicas socialistas soviéticas» (Lenin, 2000 [1922],p. 243). En las siguientes palabras
de Lenin vemos a qué se refiere nuestro autor:

«Por lo tanto, el internacionalismo por parte de la nación opresora, o así llamada “grande”
debe consistir, no solo en el respecto a la igualdad formal de las naciones, sino también en
una desigualdad que compense, por parte de la nación opresora, de la gran nación, la
desigualdad que se manifiesta prácticamente en la vida. Quien no haya entendido esto no ha
entendido tampoco la actitud verdaderamente proletaria en relación con el problema
nacional: ha quedado, en el fondo, en el punto de vista pequeñoburgués y, por consiguiente,
no puede dejar de caer a cada instante en el punto de vista de la burguesía.» (Lenin,
2000[1922], p. 246)

Estas ideas se materializan en una política lingüística hacia las naciones no rusas muy
distinta de la que Stalin llevó a cabo después de la muerte de Lenin:

«Es necesario introducir las reglas más rigurosas en cuanto al empleo de los idiomas
nacionales en las repúblicas no rusas que forman parte de nuestra Unión, y verificar esas
reglas con el máximo cuidado. No es dudoso que, con el pretexto de la unidad de los
servicios ferroviarios, con el pretexto de la unidad fiscal, etc,., surgirán entre nosotros, con
nuestro aparato actual, una infinidad de abusos auténticamente rusos. Para luchar contra
dichos abusos hace falta una inventiva muy especial, sin hablar ya de la especial sinceridad
de los que emprenden esa lucha. Será necesario un código minucioso, y sólo los nacionales
que habitan la república serán capaces de elaborarlo con algún éxito.» (Lenin,
2000[1922],p. 247)

En su penetrante estudio sobre la revolución rusa, L. Trotsky describió perfectamente el


tipo de opresión nacional rusa al que se refería Lenin:

«A medida que la revolución ganaba más ampliamente a las masas en la periferia, aparecía
más claramente que la lengua oficial era allí la de las clases dominantes. El régimen de la
democracia formal, debido a su libertad de prensa y reunión, daba lugar a que las
nacionalidades oprimidas y atrasadas sintieran todavía más profundamente hasta qué punto
estaban privadas de los medios más elementales de desarrollo cultural: escuelas, tribunales
y funcionarios propios.» (Trotsky 2007 [1932], p. 714)

El diagnóstico de Trotsky es perfectamente indicativo de una situación que se da


todavía en muchos lugares del mundo (incluida España):

«En realidad, la caída de la monarquía ponía por primera vez completamente de manifiesto,
que no sólo los propietarios reaccionarios, sino también toda la burguesía liberal y, tras ella,
toda la democracia pequeñoburguesa, con algunos líderes patriotas de la clase obrera, se
manifestaban adversarios irreductibles de una verdadera igualdad de derechos nacionales,
es decir, de la supresión de los privilegios de la nación dominante: todo su programa se
reducía a una atenuación, a un refinamiento cultural y aun camuflaje democrático de la gran
dominación rusa.» (Trotsky 2007 [1932], p. 725)

53
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Al describir el nacionalismo español y su concreción lingüística voy a tener muy


presentes las ideas de Lenin y Trotsky que he citado en esta sección. Ello me permitirá
adoptar un punto de vista crítico revolucionario, que es el único que puede contribuir a
acabar con los procesos de dominio y opresión política e ideológica experimentados aún
por las naciones diferentes de la española que conviven en el estado español actual.

c. Breve caracterización del nacionalismo español


El nacionalismo español se caracteriza por una serie de ideas
indiscutibles que están debajo del discurso relativo a la lengua común y la lengua propia
y que afectan tanto a las concepciones como a las políticas lingüísticas de los diversos
organismos e instituciones que toman parte en algún aspecto de la planificación
lingüística del Estado español. Voy a enumerar dos de esos axiomas:

3. La nación española es indisoluble.


4. Solo en el pueblo español reside la soberanía.

Estas posiciones están expresadas de modo explícito en la Constitución de 1978 y no


debemos olvidar que los partidos que se autodenominan no-nacionalistas en general
defienden y no ponen en cuestión en ningún caso estos dos axiomas.

Constitución española de 1978


Artículo 1.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado.
Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria
común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas
ellas.

Este es el anverso del nacionalismo constitucional español. Sin embargo, este anverso
tiene un reverso que es de carácter negacionista respecto de uno de los derechos
fundamentales de las naciones: el derecho a la autodeterminación, cuya defensa es un
postulado característico de la concepción marxista-leninista, tal como hemos visto en la
sección anterior. Dicho reverso se concreta en estos dos axiomas:

3. No existen las naciones gallega, catalana y vasca como equiparables a la nación


española. Por tanto, estas nacionalidades o regiones no tienen derecho a ejercer
la autodeterminación.
4. Los catalanes, gallegos y vascos nunca podrán conformar una nación (o un
pueblo) con los mismos derechos y competencias que la nación española.

Son muy reveladoras al respecto algunas de las palabras de la reciente sentencia del
Tribunal constitucional sobre el Estatut de Cataluña, que hacen valer en su sentido
literal la expresión “indisoluble unidad” referida a la nación española: «La Nación
española es el fundamento de la Constitución misma (art. 2 CE), el sujeto constituyente,
y su “indisoluble unidad” no es un flatus vocis, sino la expresión de un designio
inequívoco del constituyente, a saber, que no hay otra nación que la española.» (p. 36).
Todo ello lleva a este tribunal a negar que Cataluña sea una nación equiparable a la
nación española: «En suma, observado desde la perspectiva de la Constitución, Cataluña

54
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

no sería nación en el sentido en que lo es España, sino nacionalidad con derecho a la


autonomía.» (p. 39)
Como la soberanía reside en el pueblo español exclusivamente, a los pueblos o naciones
catalán, gallego y vasco se les niega la soberanía. Para ello es fundamental, que a estas
comunidades no se las reconozca como naciones o pueblos, sino como parte
constituyente inalienable de una única nación o pueblo: el español, que, según la
Constitución, es indivisible. En consecuencia, el nacionalismo español constitucional
oficial se fundamenta en la negación de que los catalanes, gallegos y vascos puedan
constituir un pueblo o nación soberana. Es evidente que esta fundamentación
negacionista es claramente lesiva de un derecho internacionalmente reconocido. La idea
que parece razonable es que la definición de una nación no debería basarse en la
suposición de que determinadas comunidades no son naciones o pueblos. Esta
fundamentación, basada en la negación de un derecho, nunca podrá ser la base una
convivencia armónica y productiva; siempre será origen de problemas, conflictos y
dificultades de todo tipo. Estos problemas se derivan de la opresión de una nación sobre
otras y fueron reconocidos por el propio Lenin en su testamento político de la siguiente
forma:

«Yo he escrito, en mis obras sobre el problema nacional, que es en todo


sentido vano formular en abstracto el problema del nacionalismo en general.
Es indispensable distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el
de la nación oprimida […]. En relación con el segundo nacionalismo,
nosotros, los nacionales de una nación grande nos hacemos casi siempre
culpables, a través de la historia, de una infinidad de coerciones, y aun
llegamos a cometer una infinidad de violencias y de ultrajes, sin advertirlo.
Sólo tengo que evocar mis recuerdos del Volga, sobre la forma en que se
maltrata entre nosotros a la gente de otras nacionalidades.» (Lenin,
2000[1922], p. 245)

He aquí las confesiones de un revolucionario. Estas palabras de Lenin pueden aplicarse


a muchos casos, entre ellos el de la nación española frente a otras naciones como la
gallega, catalana o vasca. El nacionalismo español no solo no es capaz de reconocer las
violencias e injusticias que denuncia Lenin, sino que ha desarrollado un discurso para
ocultar, disimular o justificar esas violencias e injusticias. En el caso de la lengua
española, la estrategia es muy sencilla: esta lengua ha sido y es superior a las demás
lenguas con las que convive y, por tanto, no ha habido imposición alguna sino una
especie de adaptación de la situación al elemento más ventajoso y más apto para el
desarrollo de la sociedad, siguiendo una vergonzosa e ilegítima aplicación al desarrollo
social del darwinismo biológico.
Para el nacionalismo lingüístico español, las lenguas distintas del castellano valen
menos que éste y, por tanto, su promoción y defensa constituyen un ataque directo al
predominio absoluto de la lengua mejor y más ventajosa: la lengua española. Cualquier
defensa o promoción de una nación distinta de la española es vista por el nacionalismo
español como un ataque directo a la unidad de la nación española que, recordémoslo, se
proclama indisoluble. Por tanto, igual que el reconocimiento del derecho de
autodeterminación de las naciones catalana, gallega o vasca se conceptuaría como un
ataque inadmisible a la unidad de la nación española, el reconocimiento y promoción
de la oficialidad efectiva y real (que implica la obligación de conocer la lengua, según la
constitución del 78) de una lengua nacional distinta del español se ve como un ataque y
persecución al predominio absoluto de la lengua española y a la propia lengua española.

55
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Cuando la naturaleza de una nación y la oficialidad de una lengua se fundamentan


esencialmente en la negación de derechos elementales a otras naciones y a otras
lenguas, el resultado que se obtiene es este tipo de nacionalismo lingüístico excluyente
de la nación grande, al que se refiere Lenin.
Si examinamos el texto constitucional, tomado como referencia inexcusable por las
clases dirigentes burguesas del estado español, veremos que se basa en una idea absurda
e incoherente. Esta idea consiste en mantener que España es una especie de nación de
naciones, lo cual se fundamentó en su momento en el sinsentido de “considerar que una
nación podía albergar en su seno a otra.” (Bastida Freixedo, 2007, p. 125), cosa bastante
difícil de justificar y racionalizar políticamente de forma coherente, tal como muestra el
autor citado (Bastida Freixedo, 2007, pp. 124-131). En cuanto al término de
nacionalidad utilizado en la Constitución, está claro que no fue más que un apaño
terminológico para evitar dar cuenta de la cuestión de la autodeterminación:

«El nuevo significado de nacionalidad nació criticado por unos y por otros para salir
de un paso difícil; pero su uso no está asegurado en la forma de plural como referencia a las
nacionalidades que forman España, y lo está muchísimo menos en el singular, referido a
una nacionalidad concreta.» (Pascual y Pascual, 2000, p. 216).

Respecto de la necesidad terminológica de introducir este término en la Constitución


estos autores son muy claros:

«Si nos avenimos a explicar la realidad del uso a través de la realidad del diccionario, con
éste en la mano, no hubiera habido problema en utilizar el término nación para designar los
territorios autónomos que se han creado en España, a partir de la última Constitución.
»(Pascual y Pascual, 2000, p. 208)

Estos autores recogen opiniones que van en el mismo sentido, como la siguiente
(Pascual y Pascual, 2000, p. 209 n. 28):

«Los redactores de la Constitución hubieran podido utilizar la palabra nación, ateniéndose a


una de las acepciones que de ella da el mismo diccionario de la Academia: «Conjunto de
personas de un mismo origen étnico y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen
una tradición común». Pero prefirieron utilizar una palabra prácticamente sinónima,
nacionalidad, sin duda para evitar las reacciones apasionadas que pudiera suscitar el uso de
una palabra mitificada en la era de los nacionalismos.» (J. M. Jover, El País, 30.05.98,
Babelia, p. 14)

Es curiosa esta “explicación” de por qué se evitó el término nación en la Constitución,


cuando precisamente se utiliza en su artículo segundo y además calificada nada menos
que calificada por el adjetivo indisoluble. Se evita el uso de nación, no por sus
connotaciones míticas porque se usa para el caso de la nación española, cosa que
pocos critican, sino para evitar cualquier reconocimiento al derecho de la
autodeterminación de una nación que no sea la española, que es indisoluble, lo que
cierra el paso al reconocimiento como nación de cualquier comunidad
históricoculturalidiomática dentro de su seno.
He aquí el carácter ideológicamente opresivo del nacionalismo de una nación grande
sobre otras naciones más pequeñas, que ya nos explicó Lenin de forma contundente.

d. El nacionalismo lingüístico español


En consonancia con los dos postulados fundamentales del nacionalismo
negacionista constitucional, obtenemos, cuando nos remitimos al ámbito lingüístico, un

56
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

postulado fundamental que tiene que ver con las esencias del nacionalismo y que se
puede denominar nacionalismo lingüístico español o españolismo lingüístico, como
propone M. Rodríguez Alonso (2004)67. Este nacionalismo lingüístico, que no es más
que una versión particular de un fenómeno que puede denominarse lingüismo o racismo
lingüístico (García Negro (ed.) 2009) se fundamenta en la justificación de una violencia
lingüística generalizada y continuada a lo largo del tiempo: la imposición de una única
lengua en todo el territorio del estado a costa de las demás lenguas de las naciones
incluidas en dicho territorio. He aquí una definición suficientemente clara del racismo
lingüístico:

«Falamos a mantenta de racismo lingüístico, por nos referir sen paliativos á estratexia de
exclusión da lingua galega, sobre a base do imperio da lingua oficial do Estado, o español,
isto é, o imperio da globalización a escala española, que, submiso perante o inglés como
lingua do Amo Universal, quer exercer o seu deominio monocrático sobre as linguas
inferiores, as que sobran no panorama uniformista e uniformizador: o galego, o basco, o
catalán.» (García Negro, 2009, 11).

La constitución de 1978 sienta las bases legales para la justificación del nacionalismo
lingüístico español. El artículo 3 de la Constitución española establece lo siguiente:

Artículo 3
1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles
tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas
Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un
patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección

En el primer apartado del artículo 3 se selecciona una lengua como la oficial del Estado.
Dado que el artículo 2 establece la indisoluble unidad de la nación española, queda
entonces establecida la siguiente relación:

UNIDAD INDISOLUBLE DE LA NACIÓN ESPAÑOLA  LENGUA ESPAÑOLA COMO


COMPONENTE LINGÜÍSTICO DE LA INDISOLUBILIDAD NACIONAL

Podemos ahora aportar una descripción sucinta y quintaesenciada del nacionalismo


lingüístico español. En ella, se pone de manifiesto que, para ocultar su carácter
esencialmente nacionalista, esta ideología se basa en el falso postulado de que la lengua
española tiene unas cualidades intrínsecas que han ocasionado su expansión y
generalización, de donde se deduce que no ha habido imposición del español, sino
simplemente predominio de esa lengua por su carácter intrínsecamente superior a las
demás lenguas con las que ha convivido y convive.

DEFINICIÓN DE NACIONALISMO LINGÜÍSTICO ESPAÑOL


Ideología según la cual el español es una lengua superior a los demás
idiomas con los que convive o ha convivido. En esa superioridad radica la
razón de su imparable expansión tanto dentro de la Península ibérica como

67
Este libro es una exposición muy detallada del desarrollo de la ideología del nacionalismo lingüístico
español desde las ideas de Menéndez Pidal hasta las de G. Salvador o J. R. Lodares pasando por Amado
Alonso, Américo Castro o Sánchez Albornoz. El lector encontrará en sus páginas una exposición mucho
más detenida de este españolismo lingüístico, que la que se puede hacer en el marco del presente artículo.

57
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

allende los mares. Según esta ideología, el castellano fue visto desde el
principio, por razón de esa superioridad, como una lengua especialmente
ventajosa para la comunicación y el entendimiento mutuo así como para
todo tipo de actividades jurídicas, políticas y económicas. Todo ello supuso
su adopción libre y muchas veces entusiasta como lengua común en España
por parte de las comunidades que reconocen como propia una lengua
diferente del español.

Esta breve caracterización es suficiente para dar sentido y entender muchos discursos
típicos de este nacionalismo que aparecen en numerosas publicaciones e intervenciones
orales en la España actual y que, en general, pocos se atreven a considerar como
discursos nacionalistas, precisamente por esa maniobra de ocultación a que acabo de
hacer referencia.
De este postulado esencial se derivan otras ideas secundarias que sirven para desarrollar
un tipo de discurso muy trabado y coherente y que son tan falsas como la idea matriz de
la superioridad de la lengua española. Voy ahora a enumerar y comentar críticamente
algunos de esas ideas falsas en torno a los que se articulan los discursos del
nacionalismo lingüístico español actual, que constituyen un corpus perfectamente
estructurado y planificado intencionalmente y basado en una serie de manipulaciones y
falsificaciones claramente evidentes para cualquier investigador serio de las lenguas.

AXIOMAS INDISCUTIBLES DEL NACIONALISMO LINGÜÍSTICO ESPAÑOL

1. Mito del abolengo documental del español:


Las Glosas Emilianenses están entre los primeros testimonios del castellano. El
castellano es la primera lengua romance que se pone por escrito.
Es absolutamente necesario presentar la lengua nacional como la primera que se pone
por escrito, dado que el medio escrito da una autoridad y prestigio a una variedad
lingüística, que se consideran imprescindibles para justificar históricamente la
preeminencia de esa lengua nacional. He aquí tres citas reveladoras al respecto:

A. «El castellano, cuyos primeros balbuceos aparecen en las Glosas Emilianenses, en


torno a los siglos X y XI, es el idioma común de una veintena de naciones. Forma
nuestro patrimonio cultural más extenso y constituye nuestra auténtica patria
espiritual.» (VV.AA., 1999, p. 9; cursivas de JCMC)
B. «Su trabajo [el del glosador] le ha valido una sonora recompensa, pues los siglos
quisieron conservarlo hasta llegar a nosotros como el primer testimonio escrito en
lengua castellana: las Glosas Emilianenses. » (Lozano, 2005, 78; cursiva de
Lozano, subrayado de JCMC)
C. «Nuestra lengua escrita se alumbró en San Millán de la Cogolla. […] Los inicios
del ‘castellano’ surgen del valle de San Millán.» (Lamela, 2008, p. 48; cursivas de
JCMC).
D. «Pocos casos hay en la historia de la humanidad en que un grupo tan reducido de palabras
haya producido semejante torrente de saber y de cultura. Y esto ha sucedido en San
Millán de la Cogolla.»” (Nieto Viguera, 2007, p. 87)

El texto A asocia directamente las glosas con el castellano, con el concepto de lengua
común que, como vamos a ver, es un concepto fundamental del nacionalismo
lingüístico español, y con el concepto de patria espiritual, típico de un nacionalismo
romántico decimonónico. Fijémonos en esta asociación claramente nacionalista:

CASTELLANO LENGUA COMÚN PATRIA ESPIRITUAL

58
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

El texto B enuncia directamente la falsedad de que se trata del primer texto escrito en
lengua castellana. El texto C extrapola la atestiguación escrita enunciada en la primera
oración al nacimiento de la lengua, lo cual es claramente ilegítimo: los primeros
testimonios escritos de una lengua no son los primeros pasos de esa lengua. El texto D
es simplemente una exaltación propagandística realmente grotesca de las Glosas.
En todos los casos, se produce una manipulación de la historia lingüística dado que
según la opinión de algunos expertos de solvencia científica reconocida como Ramón
Menéndez Pidal o Rafael Lapesa, las Glosas Emilianenses no están redactadas en
castellano sino en navarro-aragonés. Es un pequeño inconveniente que no parece
presentar mayores problemas para quienes manipulan la historia en aras de la defensa de
su nacionalismo lingüístico.

2. Mito de las virtudes del castellano primitivo:


El castellano era una lengua más fácil de aprender, más regular, más accesible.
Las cinco vocales del castellano moderno han facilitado enormemente su extensión.
Esta idea aparece en los escritos de Menéndez Pidal, lo cual, dada la innegable
autoridad científica de este autor, ha hecho que estas ideas sigan siendo enunciadas hoy
en día sin el menor pudor incluso por parte de académicos, filólogos y lingüistas:

E. «En otras ocasiones Castilla no sigue un rumbo lingüístico diverso de los otros
territorios vecinos, pero observamos que en ella la evolución está más adelantada.
[...] Castilla muestra un gusto acústico más certero, escogiendo desde muy
temprano, y con más decidida iniciativa, las formas más eufónicas.»” (Menéndez
Pidal, 1950, p. 486)
F. «El dialecto castellano representa en todas esas características una nota diferencial
frente a los demás dialectos de España, como una fuerza rebelde y discordante que
surge en la Cantabria y regiones circunvecinas. » (Menéndez Pidal, 1950, 487)
G. «Ciertos países muestran una orientación espontánea hacia la estabilización más
decididamente que otros. Castilla se adelanta a todos los dialectos hermanos. »”
(Menéndez Pidal, 1950, 529)

En el texto E se caracteriza la evolución del castellano como más adelantada y regida


por un gusto acústico certero y eufónico. Estos conceptos no forman parte de la ciencia
fonética moderna y se remiten a una visión intuicionista y romántica de esta disciplina
lingüística. El texto F hace referencia al carácter rebelde y renovador del castellano y en
el texto G se vuelve a insistir en el adelantamiento lingüístico de Castilla y en una
supuesta orientación espontánea hacia la estabilización.
Estas ideas siguen teniendo eco en los escritos del nacionalismo lingüístico español
actual. He aquí un ejemplo revelador.

«Visto con nuestros ojos de hoy, resulta difícil entender lo que significó ese temprano
patrón que otorgó certezas a los hablantes, pero resultó crucial en un momento en que
alrededor de él muchas evoluciones de las lenguas vulgares titubeaban. Cuando los
guerreros de la vieja Castilla van ganando nuevas tierras, esa koiné resulta crucial como
instrumento de comunicación» (Lozano, 2005, p. 81)

El castellano otorgó certezas frente a los titubeos de las demás variedades romances. He
aquí una interpretación de la superioridad del castellano basada en un nefando e
injustificado darwinismo social. El castellano, lleno de certezas, era la lengua llamada a
generalizarse en toda España y a convertirse en la lengua nacional porque desde el
principio era la lengua más apta. Esto es lo que mantiene también Ángel López García
(2009):

59
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO
«Este modelo era el romance protector simplificado de los vascones. Y es que si bien se
mira, tenía muchas ventajas. Dadas las especiales características de su nacimiento, como
segunda lengua carecía de la enorme variación y de las numerosas irregularidades
sintácticas y morfológicas que dificultaban el aprendizaje de las demás variedades
románicas» (López García, 2009, p. 61)

Encontramos ecos claros de la exaltación lingüística de Menéndez Pidal en el siguiente


extracto de la misma obra:

«Este romance protector en el que la lengua vasca ha dejado sus marcas indelebles
representa una solución audaz.» (López García, 2009, p. 58)

Lo que postula este lingüista es que el español, anterior al castellano, surgió de la


acomodación del vasco al latín:

«Entre el siglo VII y el siglo XII, el vasco se acomodó al latín y el resultado fue el
español.» (López García, 2009, p. 88)

Según esto, el español es una especie de lengua mixta que surgió del contacto entre el
vasco y el latín.
Por otra parte, las otras lenguas, aunque desarrollaran formas koinéticas, eran más
complicadas:

«Este catalán koinético, que se desarrolla en muchas ciudades que y aldeas reconquistadas,
representaba una transición hacia las variedades romances del centro de la península,
aunque no pueda decirse que fuese un idioma simplificado por gentes que habían intentado
aprender latín desde otro mundo lingüístico» (López García, 2009, p. 78)

3. Mito de la conversión del castellano en español

Con el correr de los tiempos el dialecto local castellano se ha convertido en un


idioma cualitativamente superior; ha pasado de ser dialecto a ser lengua; ha pasado de
castellano a español.

«Algunos de esos hablantes bilingües son quienes proponen, al referirse al idioma nacional
español, volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano, entendido
como “Lengua de Castilla”. Peligrosa trampa político-lingüística, para igualar los diferentes
idiomas o lenguas autóctonas y ponerlas en el mismo nivel que el del idioma nacional
común, lo cual no es razonable.» (Lamela, 2008, p. 69)

Otro autor opina que el español es anterior al castellano:

«Se dice que el castellano se volvió español, cuando lo que sucedió fue lo contrario, que el
español se volvió castellano. Dicho de otra manera: la lengua española nació como
romance protector simplificado en los límites del territorio vascohablante, y sólo más tarde
fue castellanizada.» (López García, 2009, p. 59)

Esto le sirve a este lingüista para afirmar que, desde el principio, el español nació con
vocación inequívoca de lengua de comunicación, de koiné, de lengua común.

«Los que copiaron este modelo en España ordenaron hacer lo mismo con el español, sin
advertir que su expansión medieval y renacentista se había producido en calidad de lengua
común no impuesta.»” (López García, 2009, p. 68, subrayado de JCMC)

60
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Puede apreciarse con toda claridad en estas citas que estamos ante la construcción
ideológica de un concepto nacionalista de lengua española basada en una metamorfosis
de un simple dialecto o habla en una lengua común que supuestamente trasciende los
localismos y regionalismos particularistas.
Desde el punto de vista lingüístico, los idiomas se transforman con el tiempo por
convergencia (mezcla de lenguas) o divergencia (cambios independientes de una
comunidad lingüística respecto de otra cuando se separan o aíslan), pero esto no las
hace adquirir un status lingüístico de naturaleza cualitativamente diferente. El castellano
medieval se transformó en castellano moderno y luego en castellano contemporáneo. De
esta forma, la manera de hablar en Madrid, Valladolid, Burgos o Salamanca es
continuación de las variedades castellanas urbanas tradicionales cuya naturaleza
lingüística es exactamente la misma que la que tenían aquellas hablas locales o
regionales. Lo que ha cambiado no es la lengua natural, sino la idea de que hay una
lengua española común o general de la que esas hablas o dialectos son variedades
vulgares. El concepto de lengua española general, común omnicomprensiva y modélico,
que se usa en estos casos es político e ideológico, es un invento del nacionalismo
lingüístico español. Por supuesto, también lo son los conceptos de lengua catalana,
gallega o vasca. Lo cual, indica que los pueblos que hablan estas lenguas tienen una
conciencia lingüística de ser nación, igual que los españoles. La diferencia es que los
nacionalistas españoles piensan que su propia lengua el español es la única y exclusiva
lengua común de posible entendimiento, como veremos a continuación. Ello indica que
el grado de nacionalismo lingüístico español es mucho mayor que el de otros
nacionalismos lingüísticos.

4 .Mito de la dialectalización del castellano moderno


Al convertirse en español, el castellano moderno ha pasado a ser un dialecto de
la lengua española.

«Por supuesto, el “castellano” también es una lengua española, tristemente ya desaparecida


al haber sido sustituida, a lo largo de los tiempos, de manera total y absoluta, por el idioma
nacional, el “español” […] Ha sido una renuncia que no se ha sabido valorar y agradecer
todavía a los castellano-hablantes y a sus respectivos territorios» (Lamela, 2008, p. 69-70)

Del mito anterior surge este otro mito, que no solo no tiene justificación lingüística
alguna, sino que además supone una manipulación ideológica manifiesta que, por
desgracia, es asumida de buen grado por muchos lingüistas. Se dice que el castellano, el
andaluz o el canario son dialectos del español. Pero si por español entendemos esa
lengua normalizada y estandarizada oficialmente sancionada y común, entonces la idea
es claramente falsa. Las diversas variedades castellanas, andaluzas o canarias no
proceden ni tampoco son variaciones del español estándar que podemos comprobar en
los medios de comunicación del Estado español. Son variedades que proceden
directamente de un conjunto de variedades castellanas desde la Edad Media hasta
nuestros días mediante una serie de cambios lingüísticos diacrónicos. Sobre la base de
algunas variedades urbanas del castellano (Toledo, Burgos, Madrid) se estableció una
lengua artificial y artificiosa, el español estándar peninsular, que procede de una
elaboración culta y literaria del castellano vulgar. Este español es el que se propone
como modelo lingüístico de prestigio, el que se usa las más de las veces en la lengua
escrita tanto administrativa como literaria, el que se enseña en las escuelas y el que se
utiliza para enseñar español a los extranjeros. Pero ni el castellano vulgar moderno, ni el
andaluz, ni el canario son variedades o realizaciones vulgares de este español estándar;
es justamente al revés, el español estándar es una variedad culta del castellano moderno.

61
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Por ello se da justamente lo contrario: el español es un dialecto o variedad del


castellano. Ahora bien, esto no puede ser admitido por el nacionalismo lingüístico
español, ya que presenta su lengua como un idioma que excede los localismos y
regionalismos y que adquiere el estatus de lengua común o de compromiso. Es decir, si
presentamos el español estándar como lo que es, como una variedad culta o elaborada
del castellano, queda inmediatamente de manifiesto que la posición de este español
como lengua estándar, oficial y común se debe a una imposición de un localismo
lingüístico determinado sobre todo un territorio considerado integrante inalienablemente
de la nación española (es decir, el territorio español). Pero esta idea es incompatible con
la ideología nacionalista que se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación
española, en la visión de que el castellano es el exponente lingüístico de dicha
indisolubilidad y en la convicción de que esta lengua es definitoria en sí misma de una
españolidad no impuesta, sino natural e imprescindible para la convivencia y la paz. La
idea de que el español no es más que una variedad culta del castellano central pone de
manifiesto que tal unidad indisoluble y tal esencialidad se derivan de una imposición y
no de ningún proceso natural de construcción histórica de una nación, dado que la
variedad castellana ha sido impuesta como la única prestigiosa, la única unificadora, la
única común y la única entendible, tal como vamos a ver al comentar el siguiente mito.

5. Mito del español como lengua común


El español es la lengua común en España porque es la única lengua que conocen
todos los ciudadanos del Estado español, que conviven armónicamente gracias a que es
lengua común.

«La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional – a pesar de que se
le denomine “castellano”- es por ser la lengua común de todo el territorio nacional, la que
conocen todos los españoles, y no por razones políticas impositivas de ningún tipo […] El
idioma español ha sido aceptado y adoptado en toda España como lengua común de
convivencia desde la época medieval…» (Lamela, 2008, p. 129-130)

Pero la ideología nacionalista española va más allá todavía. El español no solo es la


lengua más conocida y común, sino que además tiene una propiedad extraordinaria, casi
mágica: se trata de la única lengua en la que todos los españoles pueden comunicarse o
entenderse.

«En efecto, el español o castellano, como queramos llamarlo, se habla en toda España,
incluidas las comunidades bilingües, donde además de ser la lengua oficial del Estado —su
aspecto más formal—, es la lengua común de todos los españoles y la única en la que todos
pueden comunicarse y cuyo conocimiento por parte de todos los ciudadanos residentes en
las Comunidades bilingües les permite, en la actualidad, la posibilidad de competir con
grandes ventajas en el área más extensa de las Comunidades castellanohablantes,
precisamente por ser bilingües.» (Herreras, 2006, p. 376; cursivas de JCMC)

Que el castellano, en sus muchas variedades, es la lengua más utilizada y generalizada


de España no se puede poner en duda. Ahora bien, este hecho de la generalización
absoluta del español es aprovechado por la ideología del nacionalismo lingüístico
español para introducir más o menos subrepticiamente la idea de que los españoles nos
entendemos o podemos comunicarnos exclusivamente gracias al castellano, porque es la
única lengua comprensible por todos. Esto es lo que dice exactamente Herreras en la
cita anterior. Y esto no es una idea aislada; está muy extendida en los medios de
comunicación la convicción de que gracias al español podemos entendernos todos los
ciudadanos de España y de que la promoción de otras lenguas de España distintas del

62
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

castellano contribuirá de forma importante a la falta de entendimiento y de cooperación


entre los ciudadanos españoles. Como muestra de lo que digo, he aquí glosado un
conjunto de comentarios sobre la reciente aprobación de un reglamento que permite usar
las diversas lenguas de España en el Senado:

«Qué atrevimiento, mancillar la patricia Alta Cámara permitiendo en ella el chapurreo de


las bárbaras fablas vernáculas. Casi todos a una, los columneros diestros se levantan contra
semejante afrenta a la Lengua Única. “La cámara de los horrores”, titula Martín Ferrand en
ABC su versión del apocalipsis filológico. Asústense: “A partir de una iniciativa de ERC
que, en servicio al PSC, arropó con entusiasmo el PSOE, el Senado puede convertirse en un
remedo de la torre de Babel de que nos habla el Génesis. Como en Babilonia, podremos
asistir a la confusión de las lenguas.
En la misma hojarasca impresa, Ignacio Camacho aportaba su bilis hasta rellenar la taza y
media reglamentaria: “El resultado es un ridículo cantonalista que diluye la idea de una
nación unida para sustituirla por el dispositivo simbólico -las ’sensaciones’ perceptivas tan
gratas al zapaterismo- de una ficticia pluralidad confederal”. ¿Que qué quiere decir lo del
dispositivo simbólico? No estoy seguro, pero el autodenominado filósofo Agapito Maestre
lo tradujo en Libertad Digital como burdel. Vean: “Mantengo que la aprobación de ese
reglamento impositivo del Senado es una cosa de chulos, proxenetas y alcahuetas. La
imposición de esas lenguas es una forma de prostituirlas”. Y por lo que parece, es a ellas a
las que les toca poner la cama.»”(Blog de Javier Vizcaíno http://blogs.publico.es/trama-
mediatica/2010/05/01/el-senado-de-babel/)

En la idea de que el español es la única lengua en la que todos los ciudadanos pueden
entenderse o comunicarse se adivina una serie de manipulaciones que van en contra de
algunos hechos lingüísticos perfectamente establecidos, tales como los siguientes:

 La inter-comprensión es posible cuando se hablan lenguas


pertenecientes a la misma familia lingüística y al mismo grupo y
subgrupo.
 La inter-comprensión se ve facilitada y aumentada cuando, además,
esas lenguas han estado en contacto prolongado durante siglos y han
experimentado una serie de procesos lingüísticos muy comunes de
acomodación.
 Los hablantes de una lengua mantienen durante toda su vida la
capacidad de entender formas de hablar que no son la suya y estas
formas de hablar son próximas en mayor o menor grado a la que
tienen estos hablantes.
 Existe el fenómeno, ampliamente atestiguado, de la acomodación o
adaptación lingüística en la que hablantes de dos lenguas o
variedades lingüísticas diferentes acomodan o ajustan su modo de
hablar para posibilitar un entendimiento mutuo.

Una vez que tenemos en cuenta estos mecanismos bien atestiguados y comprobados en
el comportamiento lingüístico de los hablantes, podemos comprender perfectamente que
lenguas como el gallego, el asturiano y el catalán, cumplen todos estos requisitos o
características enunciados y, por tanto, son claramente válidas como lenguas de
entendimiento común en todo el ámbito español.
Supongamos que un castellano no sabe nada de gallego y un gallego no sabe nada de
castellano. Las dos lenguas están lo suficientemente próximas como para posibilitar un
entendimiento entre esos dos hablantes. Si el castellano es válido para hacerse entender
en Galicia por parte de los gallegohablantes, entonces hay que deducir que el gallego es
también igualmente válido para hacerse entender en Madrid por los castellanohablantes.
63
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Estas dos lenguas posibilitan la inter-comprensión mutua con los ajustes de


acomodación pertinentes. Esta situación en la que un gallegohablante no sabe hablar
castellano pero lo entiende es hoy por hoy prácticamente inexistente, pero no hay que
olvidar que hace doscientos o trescientos años era una situación mucho más
generalizada. Lo mismo puede decirse de los catalanohablantes o asturiano-hablantes.
Dicho de otra manera: es totalmente falso que del hecho de que el castellano sea la
lengua más extendida se derive el hecho de que es la única lengua en la que se pueden
entender o comunicar los ciudadanos españoles. Solo es un axioma indiscutible para el
nacionalismo lingüístico español.
Para entender esto más cabalmente conviene darse cuenta de la siguiente realidad. Los
canarios, andaluces, vallisoletanos, cántabros, cubanos, uruguayos, argentinos,
mexicanos o colombianos no se entienden entre sí porque hablen igual  es evidente
que no hablan igual sino porque las variedades que hablan son muy parecidas o
próximas por más que presenten importantes diferencias en los ámbitos fonético, léxico,
morfológico, sintáctico y semántico. Siempre que intentemos entendernos con alguien
que habla una variedad diferente de la nuestra, tenemos que hacer un esfuerzo de
acomodación y de acercamiento lingüístico para el que, en consonancia con lo dicho
antes, estamos perfectamente preparados. El hablante de una lengua está preparado por
la naturaleza de su conocimiento lingüístico para entender formas de hablar diferentes
de la suya. Es muy posible que para entender a un argentino o boliviano haya que hacer
en algunos aspectos un esfuerzo mayor que para entender de modo natural y más o
menos espontáneo a un gallegohablante. La razón es que el gallego y el castellano han
estado en contacto durante siglos y han desarrollado una afinidad geográfica añadida a
su afinidad genética. Sin embargo, el hablante boliviano está en muchos casos influido
por una lengua como el quechua o el aymara que provoca la existencia de palabras,
giros o calcos de estas lenguas que pueden hacer que el esfuerzo que tengamos que
realizar para entender a un hispanohablante peruano pueda ser mayor que el que
tenemos que realizar para entender a un gallegohablante.
En resumidas cuentas, el gallego, el asturiano y el catalán son lenguas comprensibles e
inteligibles para los hispanohablantes. Por ello, no es cierto que el español sea la única
lengua en la que se pueden entender los ciudadanos de España.

6. Mito del español global


Para el nacionalismo lingüístico español, el castellano no solo se transformó en
el español como lengua común de España sino que se ha convertido en la actualidad en
una lengua superior de carácter internacional, que rivaliza con otras lenguas globales
como el inglés o el francés.
Ya he razonado que las lenguas locales no se transforman, lingüísticamente hablando en
lenguas nacionales, por lo que debería quedar claro que las lenguas nacionales no se
transforman en lenguas internacionales o globales desde el punto de vista lingüístico. El
hecho de que una lengua se use internacionalmente no le da ninguna característica
gramatical cualitativamente superior. El inglés es una lengua gramaticalmente
equivalente al asturiano. Normalmente, cuando se habla de inglés o español como
lengua internacional se está pensando en el inglés o español estándar, el que se enseña a
los extranjeros. Pero ¿es cierto que todos esos millones y millones de hablantes que se
asignan a esas lenguas internacionales o globales hablan esa lengua estándar? La
respuesta es un rotundo ¡No! En Inglaterra, por ejemplo, no se habla inglés estándar,
sino un conjunto de variedades lingüísticas diferentes. En general, los nativos de una
lengua no hablan habitualmente el estándar y cuando lo hablan lo hacen a partir de una
mezcla más o menos intensa con su dialecto local. Hay que tener en cuenta, además, que

64
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

el inglés y el español tienen muchas variedades como lengua nativa o primera. Los
extranjeros intentan hablar ese estándar que les han enseñando y han intentado aprender,
pero, de nuevo, esa habla está mezclada en mayor o menor medida con las
peculiaridades de su lengua o lenguas nativas. Solo una selecta minoría es capaz de
hablar fluidamente y sin ningún tipo de mezcla con su lengua nativa ese inglés o
español estándar que les han enseñado. Por tanto, en ningún caso es cierto que el inglés
o español estándar son hablados por millones y millones de personas, en todo caso, sólo
se podría decir que son entendidos, no hablados. Por consiguiente, una lengua global o
internacional es un conjunto de variedades nativas complementado por un conjunto aún
mayor de variedades individuales no nativas que, como acabo de razonar, presentan una
variación aún mayor que las variedades nativas, debido a que no todos han llegado a un
dominio total de esa lengua segunda aprendida y presentan casi tantas peculiaridades
como personas hay que hablan inglés como lengua segunda. Desde este punto de vista,
el asturiano, el gallego y el catalán son lenguas mucho más cohesionadas y homogéneas
que el español o el inglés, por razones obvias. Las lenguas globales son idiomas
enormemente fragmentados y variables. Claro que siempre nos podemos fijar en la
lengua estándar escrita, que es invariable y homogénea. Por ello, podríamos decir que
las lenguas globales lo son solo sobre el papel, no en la realidad lingüística cotidiana
natural.
A modo de resumen de lo explicado hasta ahora, enumeremos los elementos esenciales
del nacionalismo lingüístico español referidos a la lengua española misma:

Axiomas del nacionalismo lingüístico español


 La Nación española está asociada de forma intrínseca e indiscutible a la lengua
castellana como lengua común, que se convierte por ello en española o en la
lengua española por antonomasia.
 La lengua española garantiza y preserva la unidad de la nación española.
 La lengua española es la única en la que todos los ciudadanos españoles pueden
entenderse y comunicarse.
 El castellano nunca se ha impuesto y, cuando se intentó imponer, ello fue poco
operativo, pues ya era la lengua común.
 Toda acción de promoción y afianzamiento del castellano es legítima y
necesaria, porque es la lengua común, la lengua nacional.
 Ninguna acción a favor del castellano es impositiva, ni vulnera derecho alguno.

Vemos que la instauración de la lengua española como lengua nacional común


generalizada se produce de forma simultánea y consustancial a la propia construcción de
la nación española, de la que es signo de identidad lingüística indiscutible e
irrenunciable. Por tanto, no hay imposición, simplemente hay construcción nacional y la
correspondiente construcción lingüística nacional. Por todo ello, la promoción del
castellano solo puede ir dirigida al afianzamiento y a la sustanciación de la unidad y la
esencia de la nación española, que tiene derecho a auto-determinarse, es decir, a ejercer
su personalidad y su poder de decisión cuando se vea en peligro ese afianzamiento y
solidificación.
Las demás lenguas de España se encuentran en una posición completamente diferente
para este nacionalismo españolista. Ocupan un lugar periférico, folclórico y casi
anecdótico. Eso explica las siguientes ideas que se contraponen claramente a las
enumeradas para la lengua española. Veámoslas:

65
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

El nacionalismo lingüístico español y las otras lenguas de España


 Las demás lenguas son menos entendibles que el castellano.
 Las demás lenguas están menos unificadas y están más dialectalizadas que el
castellano.
 Las demás lenguas son menos útiles.
 Las demás lenguas limitan, empobrecen y aíslan a las personas.
 No conocer estas lenguas no es un déficit importante. En todo caso, es un lujo
caprichoso prescindible aprenderlas y usarlas.
 Las acciones de promoción de las lenguas diferentes del castellano son siempre
impositivas y suponen un atropello de los derechos individuales y un ataque
directo e intolerable a la lengua común.
 La promoción de las lenguas diferentes del castellano es ilegítima, innecesaria,
excluyente, particularista y pretende socavar la lengua común.
 La obligación de conocer esas lenguas es intrínsecamente reprobable y
constituye un atropello intolerable.
 El español está siendo sometido a un proceso de persecución y agresión en las
Comunidades Autónomas con lengua propia distinta del castellano.

Estas nueve características se derivan de la posición aneja y periférica que ocupan las
lenguas diferentes del castellano en el nacionalismo lingüístico español.
La primera característica ha sido ya comentada antes: el catalán, gallego y asturiano son
menos comprensibles para la mayoría de los ciudadanos que el español. La segunda de
las características se puede apreciar cuando los nacionalistas españoles aceptan de buen
grado catalán-valenciano-balear para referirse al catalán pero nunca aceptarían
castellano-andaluz-canario-murciano-extremeño para referirse al español peninsular.
La tercera idea se deriva de las anteriores y sirve para atacar a las lenguas diferentes del
castellano por motivos utilitaristas. La idea cuarta se basa también en las anteriores y es
manifestada con explicitud en muchas ocasiones, tal como veremos a continuación. De
ella se derivan el resto de las ideas, según las cuales no es importante conocer las
lenguas diferentes del castellano y, por tanto, su promoción es innecesaria, ilegítima y
supone una imposición empobrecedora y retrógrada. Vamos a ver unos textos que
ilustran estas convicciones del nacionalismo lingüístico español:

«Aprender y usar la lengua local, considerarla lengua propia en exclusiva implica negar
que a lo largo de los siglos el castellano también ha formado parte de su cultura. Así se
cierra la puerta del bilingüismo […] y se facilita la exclusión de los otros […] los que no
hablan la lengua propia»” (Lozano, 2005, 167; cursivas de Lozano, subrayado de JCMC)

Como la lengua no castellana es local y además es no entendible, tal como hemos visto
antes, es lógico que considerarla propia en exclusiva sea un acto de exclusión y de
cerrazón porque, por lo visto, además de ser incomprensible, es no-aprendible por los
demás. Además hay que observar que se juzga que excluir la lengua común del ámbito
propio implica negar que el castellano haya formado parte de su cultura. Lo que habría
que preguntarse también, a tenor de este razonamiento, es si negar o excluir el catalán
como lengua propia por parte de los castellanohablantes supone también negar que
Cataluña sea parte de la cultura española, como, según se deduce de este razonamiento,
tendrían que opinar los que no hablan esa lengua propia.
En el siguiente pasaje se pone de manifiesto de nuevo el carácter supuestamente
discriminatorio de la promoción de la lengua propia de una determinada comunidad:

66
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO
«Si es cierto que el aprendizaje de la lengua autonómica puede favorecer la integración
dentro de la sociedad, no lo es menos que puede ser también un factor de discriminación
que dificulte el éxito escolar del alumno en esa Comunidad y, por consiguiente, el éxito
social, tanto dentro de esa Comunidad como fuera de ella.» (Herreras, 2006, p. 364-365;
cursivas de JCMC).

El carácter menos útil, menos entendible y menos importante de la lengua propia puede
dificultar el éxito escolar del alumno. Sin embargo, este razonamiento es sorprendente
dicho por un investigador, ya que durante varios siglos se ha venido escolarizando en
España a miles de estudiantes en castellano , aunque su lengua nativa fuera el gallego, el
vasco o el catalán y, sin embargo, ello no ha hecho que en Cataluña, Galicia y el País
Vasco haya una tasa de fracasados escolares mayor que en otras comunidades
monolingües: que se sepa, el conjunto de intelectuales, políticos, escritores,
académicos, científicos de esas comunidades es del todo equiparable, si no mayor, que
el de las comunidades castellanohablantes monolingües. ¿Ha habido menos éxito social
tanto dentro de cada una de esas comunidades como fuera de ellas en los individuos que
no teniendo como nativa la lengua castellana han sido escolarizados de modo
impositivo en castellano durante varios siglos? No he hecho el estudio pertinente, pero
mi impresión es que la única respuesta razonable a esa pregunta es ¡No! Ha habido
grandes escritores en castellano cuya lengua nativa no ha sido el castellano desde hace
mucho tiempo, por ejemplo.
El siguiente texto, continúa el anterior y es un colofón de él perfectamente coherente
con la ideología del nacionalismo lingüístico español en la que la enseñanza en lengua
propia es siempre una imposición y la enseñanza en la lengua común es siempre una
obligación:

«Por todo ello pensamos que imponer, en la actualidad, una enseñanza monolingüe en
lengua autonómica en las Comunidades bilingües supondría un engaño, además de un
retroceso y una contradicción.» (Herreras, 2006, p. 374; cursivas de JCMC).

Este autor además mantiene que el monolingüismo en la lengua dominante, la lengua


común, es enriquecedor y universalista y el monolingüismo en la lengua propia es
reductor y localista:

«Es cierto que imponer una enseñanza monolingüe en lengua autonómica no hará perder a
todos los ciudadanos de las Comunidades bilingües este instrumento de comunicación tan
importante que es el español. Con toda seguridad, los más dotados económicamente podrán
suplir esta carencia del sistema de enseñanza en su Comunidad de origen, enviando a sus
hijos, como ya se hace, a estudiar a otros lugares de España, pero la inmensa mayoría se
verá condenada por sus escasos recursos económicos, a un monolingüismo reductor,
hipotecando así en gran parte sus posibilidades de futuro.» (Herreras, 2006, p. 377, cursivas
de Herreras, subrayado de JCMC)

El propio autor se encarga de explicar el porqué de estas palabras. Se parte de la idea de


que el español es un instrumento de comunicación más importante que la lengua propia
y, además, la ausencia en la educación de la lengua propia no sería una carencia dado
que se basaría en un monolingüismo enriquecedor comunicativamente, pero la ausencia
de la lengua española sería un ejemplo de monolingüismo reductor y daría lugar a una
importante carencia o déficit educativo. Todo esto se entiende perfectamente si
reparamos en las nueve ideas que hemos enumerado anteriormente relativas a las
consideraciones que realiza el nacionalismo lingüístico español respecto de las demás
lenguas de España.

67
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

La idea novena se deriva todas de las anteriores y se manifiesta en el siguiente texto,


que no se puede considerar extraño o excepcional, ya que recoge una opinión muy
extendida hoy en día:

«Poner las lenguas comunes en situación de castigo y persecución es caminar hacia atrás, es
pura regresión. Es un mal para todos. […] Es crear limitaciones regresivas de grave
repercusión. […] El español tiene problemas en España. Es bien conocido. Ante una
situación que ha sido creada artificialmente, ha llegado el momento de exigir una solución
al problema. Pero nadie se atreve.» (Lamela, 2008, 130-131)

Ante ello, hay que decir que el gallego, el asturiano y el catalán son lenguas comunes en
su Comunidad autónoma respectiva, en el sentido de que la inmensa mayoría de la
población de la Comunidad correspondiente al menos entiende la lengua propia de esa
Comunidad. Respecto de la idea propuesta en un manifiesto de la asociación catalana
Veu Pròpia según la cual el catalán sea concebido como lengua común de Cataluña,
López García dice lo siguiente:

«Si el catalán es llengua comuna de los catalanes, la cual debe emplearse en todos los
ámbitos de la vida pública y, por otro lado, el español (castellà en el texto) es lengua
común de los españoles, incluidos los catalanes, habría dos lenguas comunes que se
disputan ámbitos coincidentes. Si ambas se conciben como comunes en el sentido de
mayoritarias, describimos una situación cuantitativamente exacta —en España predomina
numéricamente como lengua materna el español, en Cataluña, aunque por escaso margen, el
catalán—, pero cualitativamente conflictiva y problemática.» (López García, 2007, p. 583-
584.)

Da la impresión de que el conflicto cualitativo surge, según López García, porque al


concebir el catalán como la lengua común de Cataluña, el castellano y el catalán se
disputarían ámbitos coincidentes. Pero el profesor López García pasa por alto el hecho
de que el ámbito del catalán como lengua común no coincide con el ámbito del español
como lengua común: son claramente diferentes. La lengua catalana nunca ha aspirado ni
aspira a arrebatar ámbitos de uso distintos de Cataluña o de los Países catalanes al
español. Pero éste sí que ha intentado durante siglos arrebatar a la lengua catalana su
ámbito como lengua común de los Países Catalanes. Por tanto, la conflictividad de las
dos lenguas comunes se ha producido y se produce mucho más por parte del español
que del catalán: es una conflictividad claramente asimétrica. La pretensión de que el
catalán sea lengua oficial, común y dominante en Cataluña nunca debería considerarse
como conflictiva y problemática. Si lo es, se debe a las aspiraciones del castellano de
seguir siendo dominante y común en un ámbito que no es su dominio originario.

e. Lengua común y lengua propia en el nacionalismo


lingüístico español.
El concepto del español como lengua común es, sin duda, la idea-fetiche típica
del pensamiento nacionalista español. Este tópico, machaconamente repetido en los
escritos españolistas referidos a la lengua puede enunciarse de la siguiente manera.

TÓPICO DE LA LENGUA COMÚN


El castellano es la única lengua de España que es común a todos los
ciudadanos del Estado y la única que puede garantizar la comunicación
entre todos ellos.

68
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

El pensamiento nacionalista lingüístico español se caracteriza por la exaltación del


concepto de lengua común y la desacreditación del concepto de lengua propia. Ambos
aspectos están inextricablemente unidos. La supuesta obviedad del carácter común del
castellano lleva aparejado, por los propios imperativos excluyentes de ese nacionalismo,
el intento de eliminar de las demás naciones uno de sus rasgos culturales fundamentales.
Veamos primero una enunciación del carácter indiscutible del concepto de lengua
común:

«Este carácter histórico y social de lengua común de los españoles es un rasgo indiscutible,
que se toma ineludiblemente como arranque de todo el planteamiento político de la cuestión
lingüística.» (Marcos Marín, 1994, p. 7, cursiva del autor)

Este carácter intocable e indiscutible del concepto de lengua común se proyecta hacia el
pasado de forma absoluta:

«Los que copiaron este modelo en España ordenaron hacer lo mismo con el español, sin
advertir que su expansión medieval y renacentista se había producido en calidad de lengua
común no impuesta.» (López García, 2009, p. 68)

También se proyecta de forma decidida hacia el futuro este carácter de lengua común,
que da la impresión de ser algo intrínseco a la propia lengua castellana:

«Lo cierto es que, quiérase o no, constituye [la lengua española] la lengua común de los
ciudadanos españoles. Más aún: en el supuesto de que alguna comunidad bilingüe se
independizase del resto, el español seguiría siendo lengua común.»” (López García, 2009,
p. 10)

Por último, este concepto hace referencia a un hecho trascendental, que debe ser el
gozne sobre el que gire toda política lingüística razonable.

«Lengua común es un término ignorado por las normas vigentes que, sin embargo, hace
referencia a un hecho trascendental, probablemente el más importante a tener en cuenta en
una política lingüística razonable.» (Ruiz de Soroa, 2008, p. 22)

El reverso de esta exaltación totalitaria del concepto de lengua común está en la crítica
inflexible y contundente del concepto de lengua propia, que tiene todas las
características negativas que le faltan al concepto de lengua común: es cuestionable,
criticable, relativizable, ridiculizable, rechazable, refutable y desechable para el
nacionalismo lingüístico español. Veamos algunos ejemplos prácticos.
En primer lugar, la expresión lengua propia carece de contenido conceptual, es una
locución vacía y manipuladora:

«Los nacionalistas observan el bilingüismo de sus sociedades como una anomalía de la


historia que ellos están llamados a enderezar llevando hasta sus últimas consecuencias ese
concepto vacío de contenido, acuñado hace menos de treinta años como una referencia
simbólica y que hoy, al fin, ha cobrado cuerpo: el de lengua propia» (Lozano, 2005, p. 150)

En segundo lugar, el concepto de lengua propia produce de forma inevitable


desarreglos conceptuales que impiden comprender la realidad:

«Lengua propia” […] Se trata de un término que provoca inevitablemente un fuerte


desajuste cognitivo para la percepción razonable de la situación lingüística de una
sociedad.»” (Ruiz de Soroa, 2008, p. 21)

69
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

En tercer lugar, este concepto de lengua propia nos lleva al absurdo de inducir la idea
que las comunidades monolingües castellanohablantes carecen de lengua propia, lo que
supone una peligrosa añagaza política:

«Pero seguramente el mayor error del ordenamiento estatutario es la distinción entre


comunidades con ‘lengua propia’ y comunidades sin ella. […] Esta distinción encierra una
gran trampa política.»” (Bustos Tovar, 2009, p. 24)

En el fondo, hay un principio desgraciado y falso en este concepto: el de que los grupos
tienen derechos lingüísticos y no los individuos.

«La idea de que los territorios puedan tener una «lengua propia» es la consecuencia de un
desgraciado principio que se ha instalado en los recientes usos políticos con consecuencias
imprevisibles. Se ha convertido en una moda política: los grupos (o «colectivos») son los
que tienen derechos, no tanto los individuos. No digamos si esos derechos son considerados
como «históricos», adjetivo que, en ese contexto, no se sabe muy bien qué quiere decir.»
(Marcos-Marín y de Miguel, 2009, p. 94, comillas de los autores)

Esta cita es muy clara. No hay nación catalana, gallega o vasca, sino unos simples
grupos o colectivos y, por tanto, no hay ninguna historia, cultura nacional de estos
colectivos.
En cuarto lugar, lo mismo que el concepto de lengua común se asocia a todo lo que
tiene que ver con el bien de España, el de lengua propia es responsable de una gran
cantidad de desmanes y entuertos que derivan del nulo contenido racional que se
denunciada en la primera de estas citas:

«El concepto de lengua propia, superlegitimador ideológico de la política lingüístico-


educativa vigente, no posee, desde el punto de vista de un análisis teórico mínimamente
riguroso, ninguna fundamentación racional.» (Santamaría, 1999, p. 195)

En todos estos pasajes puede comprobarse cómo quienes exaltan y alaban el concepto
de lengua común cuando se refiere a su lengua nativa, la lengua de su nación, son los
mismos que critican de forma furibunda el concepto de lengua propia cuando se refiere
a una lengua de otra de las naciones que el nacionalismo español considera inexistentes.
Supongo que ellos estarán de acuerdo con la idea de que el español es lengua propia de
los españoles y el inglés es lengua propia de los ingleses, por más que muchos insistan
en que el inglés es o debería ser la lengua común entre las dos naciones mencionadas.
Por supuesto, aunque se diera esa circunstancia, la lengua propia de los españoles
seguiría siendo el español. Supongo que nada tendrán que objetar a este razonamiento.
Sin embargo, el mismo razonamiento no puede hacerse respecto de aquellas naciones
que el nacionalismo español considera parte integrante e inalienable de su propia
nación.

f. La lengua gallega y el nacionalismo lingüístico español


Toda la ideología que ha sido caracterizada en las secciones anteriores de este
artículo se manifiesta de forma contundente respecto de la lengua y la cultura gallegas.
Algunos autores han puesto de manifiesto de forma explícita y clara las manipulaciones
sobre el estatuto de la lengua castellana en Galicia y su relación con la lengua gallega
que han sido realizadas por los profetas del nacionalismo lingüístico español. Voy a
repasar en esta sección algunas de esas aportaciones.

70
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Un tópico sobresaliente que merece la pena resaltar en primer lugar es la idea de que el
castellano se extendió por Galicia debido a su supuesta tendencia natural a la expansión
como lengua especialmente apta para ello. Esta idea es la primera de las 55 mentiras
sobre la lengua gallega que aparecen desveladas en un libro reciente (Costas (coord.),
2009, p. 11). Sobre la supuesta convivencia armónica entre el castellano y el gallego en
Galicia en el libro citado se puntualiza lo siguiente:

« Convivir non é a palabra exacta. O castelán chega a Galicia imposto polos cargos
públicos casteláns (bispos, abades, notarios, militares etc.), cando os postos dirixentes en
Galicia foron ocupados por persoas de fora, unha minoría elitista e urbana que nunca pasou
do 3% de poboación e que sempre renegou de Galicia. […] Deste xeito, a gran maioría da
poboación tivo que aprender castelán obrigadamente para se relacionar con médicos,
avogados, administradores, xuíces, bispos, militares etc. […] O castelán, orixinario de
Castela, impúxose por presión, non polo desexo de que así fose, nunha terra da que non era
a lingua propia, Galicia, sobre unha poboación que falaba outra, a súa, o galego.» (Costas
(coord.), 2009, 11)

En su libro sobre la lengua, la nación y la identidad el profesor Freixeiro Mato (2006)


dedica un apartado a la imposición del castellano sobre el gallego en Galicia y en él
denuncia el intento de manipulación al respecto realizada recientemente por el
nacionalismo lingüístico español, que intenta negar esa violencia lingüística ejercida
sobre el pueblo gallego durante siglos:

« Hai uns cantos anos, en plena etapa de efervescencia do espírito recentralizador do


goberno estatal, desde as máis altas instancias oficiais españolas intentouse, con escasa
fortuna, asentar a idea de que o castelán nunca fora un idioma de imposición, mais de
encontro e libre aceptación. Evidentemente, tal falsidade histórica foi de inmediato posta en
relevo desde diferentes instancias periféricas, nomeadamente desde a Galiza, Euscadi e
Cataluña.» (Freixeiro Mato, 2006, 66)

Este intento de manipulación ideológica es tanto más sangrante cuanto más


profundizamos en la historia de Galicia, un brevísimo repaso de la cual se realiza en este
pasaje:

« Unha vez establecida en Galiza unha clase dirixente foránea, portadora dun idioma alleo
ao conxunto da poboación galega e posuidora xa das rendas do poder, feito que se pode dar
por consolidado entre fins do século XV e principios do XVI, vaise iniciar de inmediato,
polas necesidades de comunicación entre os administradores e os administrados, unha
relación conflitiva entre o castelán, lingua única dos primeiros, e o galego, lingua única dos
segundos. Tal conflito lingüístico, onde unha lingua ocupa a esfera do poder e outra se
converte na lingua dos subordinados a ese poder, produce necesariamente unha situación de
diglosia, que inicia un lento proceso de substitución lingüística.» (Freixeiro Mato, 1999, p.
53).

Este mismo autor niega también la supuesta convivencia armónica entre el castellano y
el gallego en Galicia:

« Galego e castelán, por tanto, partillan espazo na Galiza, mais non conviven
harmonicamente, como algúns nos pretender facer crer. […] No noso caso, o castelán foi
usurpando historicamente os usos que posuía o galego. Este hoxe só poderá mellorar a súa
presenza social se conseguir recuperar usos que aquel lle roubara. Mais cando o galego
intenta recobrar usos perdidos, por exemplo en notarías e tribunais de xustiza,
automaticamente xorde un problema. Por tanto, hoxe por hoxe na Galiza existe un conflito
entre as dúas linguas, que permanece oculto ou latente cando as persoas galegofalantes
renuncian ao uso da súa lingua en determinados contextos ou fan deixación dos seus

71
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

dereitos lingüísticos, mais que se activa en canto pretenden exercitalos». (Freixeiro Mato,
2006, 87)

En la sección cuarta de este artículo vimos cómo para el nacionalismo lingüístico


español, la lengua castellana pasó de ser un simple dialecto local a una lengua de
encuentro, de una lengua común de relación, de una koiné cuya naturaleza misma
facilitó su generalización como lengua de entendimiento y concordia. En el libro sobre
las 55 mentiras acerca de la lengua gallega se critica de forma contundente este punto de
vista basado en una manipulación ideológica de la historia de las lenguas de España:

«O castelán non foi lingua de encontro porque en Castela non coincidiron nin se fusionaron
poboacións galegas, catalás ou portuguesas que axudaron a crear entre todas o español. O
castelán non foi lingua franca do comercio  por central da península xa que os
comerciantes adoptaban a lingua dos clientes ou acudían a algún crioulo que permitise a
comunicación. Hai documentación que demostra que os xudeus casteláns instalados en
Galicia no medievo empregaron axiña o galego nos seus documentos e actividades
comerciais, polo que de ningún xeito o castelán era ‘a lingua común do comercio e da
comunicación xa desde a época medieval.» (Costas (coord.), 2009, pp. 17-18)

La negación de que el gallego sea la lengua propia del pueblo gallego frente al
castellano, que esconde un claro propósito etnocida, es decir, de negación de una parte
importante de la personalidad cultural de una nación, es otra de las agresiones
ideológicas que se realizan de modo frecuente en contra del pueblo gallego. La
respuesta no puede ser otra que la siguiente:

« Non, a única lingua propia, autóctona, natural, nativa de Galicia é o galego. As outras, por
moi ou pouco faladas que sexan, non son propias, autóctonas, naturais desta terra, son
linguas de persoas que aquí viven, desde hai moitos años ou desde hai poucos.» (Costas
(coord.), 2009, p. 21).

Mantener esta postura, que el gallego es la lengua propia de Galicia, en modo alguno
tiene que ver con una concepción esencialista de la nación. Es evidente que la existencia
de una lengua distintiva no es una condición necesaria para conformar una nación: la
nación argentina es sin duda una nación distinta de la española, aunque una y otra
presenten dos variedades de una misma lengua. Tal como aduce Woods (2005, p. 45)
Suiza es una nación que, sin embargo, no se asocia a una única lengua. Es claro que el
binomio una sola lengua/ una sola nación no puede ser una verdad general ni invariable.
Ahora bien, eso no significa que en muchos casos una nación desarrolle su propia
lengua distintiva: es el caso de las naciones gallega, vasca y catalana. En estos casos, la
lengua distintiva y propia de esa nación es un componente fundamental de su
idiosincrasia cultural. Esto no se puede negar razonablemente. El gallego es una
creación lingüística del pueblo gallego y el castellano no lo es. Nadie en su sano juicio y
mínimamente informado puede negar esta evidencia, que está históricamente
determinada y no se deriva de ningún esencialismo filosófico apriorístico. Por
consiguiente, decir que el gallego es la lengua propia del pueblo gallego, lejos de ser un
sinsentido y un absurdo, como proclaman de forma obcecada los discursos del
nacionalismo lingüístico español que hemos citado en la sección cuarta de este artículo,
es una simple constatación empírica que no merece la pena discutir. Y por supuesto, no
tiene que ver con ningún nacionalismo esencialista, ni nada parecido.
Vemos, pues, que la lengua gallega sigue sufriendo los ataques ideológicos del
nacionalismo lingüístico español, que despliega toda su retórica manipuladora para
intentar hacernos ver que el castellano está siendo perseguido o menospreciado en

72
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Galicia, que el gallego no es la lengua propia del pueblo gallego, que la promoción del
gallego en Galicia supone una imposición y un ataque intolerable contra la lengua
española, entre otros razonamientos tan falsos como absurdos. Todo ello, para echar una
cortina de humo sobre la situación real de la lengua gallega en Galicia; una situación de
inferioridad y sometimiento frente al castellano en muchísimos ámbitos de la vida civil.

g. Conclusión
El nacionalismo lingüístico español tiene su basamento fundamental en un
nacionalismo españolista, reflejado en la constitución de 1978, para el cual la Nación
española, compuesta de varias nacionalidades, es indivisible e indisoluble y a ella se
asocia de forma inalienable la lengua española, verdadera lengua común que está en un
nivel de españolidad superior a la de las otras lenguas de España que, como las
nacionalidades a las que se asocian, han de estar subordinadas a dicha lengua común.
Cualquier intento de situar las otras nacionalidades y lenguas propias de ellas en el
mismo nivel que la nación española se va a ver como un ataque a la unidad de la nación
española y de la lengua española, cuyo predominio absoluto garantiza la comunicación,
la educación, la igualdad de oportunidades y la convivencia pacífica.
La ideología del nacionalismo lingüístico español ha creado un discurso contemporáneo
de carácter mitológico que intenta presentar la lengua propia, el español en este caso,
como superior a los demás idiomas con los que convive y justificar su posición
dominante o ventajosa sobre ellos. En este artículo me he ocupado de algunos de los
tópicos principales del nacionalismo lingüístico español, que, lejos de constituir una
postura marginal o residual, propia de grupos o personas exaltados, conforma un corpus
muy bien articulado y desarrollado de conceptos promovidos por las instituciones del
Estado español y presentados por pensadores, escritores, académicos y periodistas como
características inherentes, naturales e indiscutibles de la lengua española supuestamente
basadas en el sentido común. He indicado que, con la ciencia lingüística en la mano, se
puede mostrar que esos tópicos se apoyan en presupuestos falsos.
Queda clara, pues, la posición del nacionalismo lingüístico español. Todo lo que no sea
predominio absoluto y total del castellano sobre las demás lenguas de España es
excluyente, limitador, atentatorio contra los derechos individuales, empobrecedor,
particularizador y regresivo. Todo lo que sea la promoción de ese dominio del
castellano será beneficioso, progresivo, liberador, enriquecedor, universalizador y
protector de los derechos individuales. Creo que hay razones más que suficientes para
expresar en estos términos tan radicales la ideología del nacionalismo lingüístico
español en sus formas de manifestación actuales: el examen detenido y crítico de
muchos de los discursos públicos informados por esta ideología, tanto los
especializados como los dirigidos al público en general, no dejan lugar para una
caracterización más moderada.
Siglos de imposición del castellano en todo el territorio del Estado español han
propiciado que esta lengua sea la más usada en la actualidad. Este es un hecho objetivo
que no se puede negar. Ahora bien, la ideología del nacionalismo lingüístico español lo
aprovecha para asignar a la lengua castellana una serie de bondades que, en realidad, se
derivan de una convergencia de circunstancias socio-históricas contingentes y no de
ninguna supuesta superioridad de esa lengua sobre las demás lenguas del Estado
español. Esa supuesta superioridad es utilizada para presentar la lengua castellana como
fácilmente asimilable y con un alto valor comunicativo, como especialmente progresiva,
moderna y útil en la sociedad actual, como lengua de entendimiento y concordia o como
lengua global. Todas estas cualidades se asocian al concepto de lengua común que es

73
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

una de las ideas fundamentales del nacionalismo lingüístico español. Pero este concepto
de lengua común es la cara de una moneda cuya cruz, el concepto de lengua propia, es
extraordinariamente negativo, problemático y origen de todo tipo de problemas y
disputas. Esas otras lenguas de España, esas lenguas propias, son menos fáciles de
asimilar y tienen un bajo valor comunicativo, que da cuenta de su ámbito local; son
regresivas, ya que no permiten el progreso y el avance social, sino que nos sumen en el
localismo y el retroceso cultural; además de ello, son lenguas de incomprensión y
discordia que impiden el entendimiento entre todos y producen continuos malos
entendidos.
He examinado brevemente el caso concreto de la lengua gallega en este artículo desde el
punto de vista del nacionalismo lingüístico español. Hemos visto que se trata de lo que
se puede esperar de esa ideología: la justificación de la situación desfavorable del
gallego en Galicia respecto del castellano y la idea de que la aplicación efectiva de las
medidas para promover el gallego, la lengua del pueblo gallego, constituye una
imposición, un ataque al castellano y una vulneración de los derechos lingüísticos.
Debería quedar claro, por lo dicho en este artículo, que la ideología del nacionalismo
lingüístico español es incompatible con la defensa y promoción verdadera y efectiva de
la lengua gallega.

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

5. CAPÍTULO V
EL ARAGONÉS, LA LINGÜÍSTICA Y EL IMPERIALISMO
FILOLÓGICO

a. Introducción
En este artículo me voy a ocupar de la forma en la que algunos filólogos y
lingüistas nos presentan el aragonés. Me refiero a la idea de que, en realidad, no existe
la lengua aragonesa como tal, sino solamente un conjunto más o menos desmembrado
de hablas diversificadas, que no pueden constituir una unidad reconocible tanto
lingüísticamente como socialmente. Desde la perspectiva de la ciencia lingüística
contemporánea, este enfoque es totalmente injustificable. ¿Cómo es entonces posible
que algunos filólogos y lingüistas a los que no podemos acusar ni de lejos de ignorantes
mantengan en los medios de divulgación (manuales, prensa, radio, televisión…) este
punto de vista utilizando su autoridad para darle credibilidad a numerosos prejuicios
muy extendidos entre los legos en estas materias sobre lo que son o no lenguas?
Existe, en mi opinión una respuesta inmediata. Los lingüistas y filólogos, como los
demás mortales, estamos influidos de forma intensa por determinadas ideologías
dominantes en nuestra sociedad. Una de esas ideologías consiste en la exaltación de la
lengua estándar oficialmente adoptada por las instituciones del estado, el español en este
caso, y en el menosprecio o marginación de las demás lenguas. Es lo que se puede
denominar imperialismo lingüístico (Phillipson 1992). A esta ideología se suma otra
específica de los filólogos y lingüistas (aunque extendida por toda la sociedad); es
aquella según la cual la lengua escrita es la lengua por antonomasia y la lengua vulgar
oral es una especie de degeneración o realización imperfecta o defectiva de la lengua
culta escrita, la única considerada correcta. Es lo que denomino imperialismo filológico
(Moreno Cabrera 2013: 71-76). En este artículo me voy a ocupar solo del imperialismo
filológico, que no es más que una manifestación concreta del imperialismo lingüístico.

b. Lengua, habla y dialecto


Es muy frecuente, incluso dentro del ámbito de la filología y de la lingüística,
utilizar la diferencia terminológica entre lengua y dialecto como una manera de
justificar una jerarquización de las lenguas naturales: algunas de ellas son verdaderas
lenguas y otras son un mero agregado de dialectos y no llegan a ser lengua. El término
habla se utiliza también en esta evaluación manipuladora, de modo que hay formas de
hablar que ni siquiera llegan a la categoría de dialecto (mucho menos a la de lengua) y
se quedan en un conjunto de hablas. Precisamente, tal como he dicho en la introducción,
algunos lingüistas y filólogos insisten en que el aragonés no llega a categoría de lengua,
ni siquiera a la de dialecto, sino que se quedan en un mero agregado de hablas. Esto lo
veremos con más detalle en la sección 5 del presente artículo.
Para plantear racionalmente esta cuestión desde el punto de vista de la lingüística,
podemos citar un pasaje de un libro de introducción a la lingüística influyente donde los
haya, el Cours de Linguistique Général de Ferdinad de Saussure, publicado a principios
del siglo pasado.
He aquí un pasaje muy famoso de esa obra:

76
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Livrée à elle même, la langue ne connaît que des dialectes dont aucun
n’empiète sur les autres, et par là elle est vouée à un fractionnement
indéfini. Mais comme la civilisation, en se développant, multiplie les
communications, on choisit, para une sorte de convention tacite, l’un des
dialectes existants pour en faire le véhicule de tout ce qui intéresse a la
nation dans son ensemble.” (Quatrième partie, chapitre II “Complications
de la diversité géographique, § 2. Langue littéraire et idioma local. Saussure
1979 : 267-268 )

A continuación, voy a citar la traducción de Amado Alonso, que ha tenido una gran
influencia en la formación de los lingüistas y filólogos de habla española:

“Abandonada a sí misma, la lengua sólo conoce dialectos, ninguno de los


cuales se impone a los demás, y con ello está destinada a un
fraccionamiento indefinido. Pero como la civilización, al desarrollarse,
multiplica las comunicaciones, se elige, por una especie de convención
tácita, uno de los dialectos existentes para hacerlo vehículo de todo cuanto
interesa a la nación en su conjunto.” (Saussure 1945: 312)

Conviene hacer algunos comentarios sobre este pasaje. Lo que dice el Cours es que las
lenguas naturales, en su devenir espontáneo, se realizan exclusivamente en un conjunto
de dialectos (“la langue ne connaît que des dialectes”). Esto significa que, en su
desarrollo natural (“Livrée à elle même”), una lengua no es otra cosa que un conjunto de
dialectos. Por consiguiente, no existe una entidad unitaria y aislable que se pueda
individuar y que funcione como un objeto autónomo. En la traducción de Amado
Alonso se utiliza el verbo abandonar para traducir el francés livrée. No voy a objetar a
la idoneidad de esta traducción; en lo que sí debemos reparar es en que, quizás, el verbo
abandonar tenga un sentido algo más negativo que el correspondiente término francés,
que tiene que ver con el étimo de la palabra libre. No digo que el verbo español no
tenga una acepción próxima a alguna de las del verbo francés. Sin embargo, parece que
la utilización del verbo abandonar da a entender que las lenguas que no se controlen o
regimenten están condenadas a la fragmentación. Sin embargo, el sentido de este pasaje
del Cours no es éste en absoluto. Lo que yo interpreto es que, si no se interviene de
forma consciente y deliberada, la naturaleza de las lenguas es inherentemente diversa,
dado que damos esa etiqueta a lo que no es más que un conjunto de variedades.
Conviene reflexionar ahora sobre el concepto de fraccionamiento. En realidad, este
término no es del todo acertado porque entra en contradicción con la afirmación inicial.
Si la lengua no es más (ni menos) que un conjunto de dialectos o variedades, es evidente
que no hay fraccionamiento alguno, ya que la entidad analizada está ya fraccionada
desde el principio, es decir, existe solo a través de una serie de variedades que
denominamos dialectos. Solo hay fraccionamiento cuando una entidad completa va
desgajándose en entidades más pequeñas. Pero esto no es lo que nos dice el Cours. Lo
que se nos asegura es algo realmente revolucionario: no existe una lengua unitaria que
se va desgajando en variedades, sino que la variedad, la variación, forma parte de la
existencia misma de las lenguas naturales. Por consiguiente, más que de
fraccionamiento, habría que hablar de diversificación. Las diferentes variedades en las
que existe una lengua, se pueden ir diversificando con el tiempo. Esto es así, en efecto,
aunque también existen procesos de convergencia lingüística que disminuyen la
diversificación. Por consiguiente, los dialectos, la forma de existencia primigenia de las

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

lenguas, con el paso del tiempo, pueden diversificarse u homogeneizarse según


diferentes circunstancias y factores.
Pasamos a la segunda de las oraciones del párrafo citado. Ahora entramos en un nuevo
terreno que tiene que ver con las circunstancias sociales e históricas por las que pasan
las lenguas naturales. Esas circunstancias pueden hacer que una variedad concreta, entre
las que forman parte a lo que llamamos lengua, sea impuesta o sobreimpuesta sobre
otras variedades o dialectos de ella. Este proceso de imposición o generalización no es
lingüístico, sino social, tal como se detalla a continuación de este pasaje en el Cours. En
él se enumeran los siguientes tres factores:

• Se da preferencia al dialecto de la región donde la civilización está más


avanzada.
• [Se da preferencia] al de la provincia que tiene la hegemonía política y la sede
del poder central.
• A veces es una corte la que impone su habla.

Creo que se ve con toda claridad que hay dos procesos implicados y perfectamente
diferenciados. Uno es el proceso lingüístico de divergencia (y convergencia) que
experimenta un conjunto de variedades lingüísticas, denominadas dialectos, que
constituyen una lengua natural. El otro proceso no es lingüístico, sino social y se refiere
a la actuación, más o menos consciente y directa según los casos, que supone la
proclamación de una determinada variedad lingüística o dialecto de una lengua, como la
variedad o dialecto general, común.
En este artículo voy a hablar del imperialismo filológico. Pues bien, uno de los puntos
de vista de este enfoque consiste en concebir que solo hay lengua cuando se ha
producido un proceso social de imposición de una variedad dialectal sobre un territorio
más amplio de aquel en el que esa variedad se usa y que supone la elaboración
deliberada de esa variedad para convertirla en un modelo de referencia respecto de las
demás variedades o dialectos de una lengua. Esta visión, solo da categoría de lengua a
determinados idiomas que conocen una forma estándar escrita, quedando relegadas las
lenguas en las que no se ha producido este proceso a meros conjuntos de dialectos o
hablas, que no llegan a la categoría de lengua.
Este punto de vista, claro es, supone la adopción de un etnocentrismo radical, según el
cual solo hay lenguas plenamente desarrolladas en determinadas sociedades
occidentales u occidentalizadas y las lenguas de las sociedades tradicionales, que no
tienen un estándar al estilo occidental, son en realidad idiomas de segundo orden en
donde lo que predomina es la coexistencia de diversas variedades o dialectos.

c. Dante y las lenguas de Italia


En el siglo XIV, Dante escribió un tratado inconcluso que se puede considerar
como uno de los escritos de lingüística más importantes de todos los tiempos, aunque su
influencia solo se deja sentir a partir del siglo XVI, cuando se publicó (Burke 2006: 78).
Se trata de su ensayo compuesto en latín y titulado De vulgari eloquentia. En él aparece
una observación que a algunos les puede resultar sorprendente. Es ésta:

“Quare adminus XIIII vulgaribus sola videtur Ytalia variari. Que adhuc
omnia vulgaria in sese variantur, ut puta in Tuscia, Senenses et Aretini; in
Lombardia, Ferrarenses et Placentini; nec non in eadem civitate aliqualem

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

variationem perpendimus, ut superius in capitulo inmediato posuimus.


Quapropter, si primas et secundarias et subsecundarias vulgaris Ytalie
variationes calculare velimus, et in hoc minimo mundi angulo, non solum ad
millenam loquele variationem venire contigerit, sed etiam ad magis ultra.”
(X, 9)

He aquí la traducción:

‘Por lo que parece que sólo Italia se divide en catorce lenguas vulgares, al
menos, y que, además todas las lenguas vulgares se dividen entre sí, como
por ejemplo en Toscana, seneses y aretinos, en Lombardía, ferrareses y
placentinos; e incluso en una misma ciudad observamos algunas diferencias,
como hemos confirmado más arriba en el capítulo anterior. Por lo cual, si
quisiéramos calcular las diferencias primarias, secundarias y
subsecundarias, de la lengua común de Italia, e incluso de este pequeño
rincón del mundo, se podría llegar, no hasta mil variedades de la lengua
vulgar, sino a más, incluso’. (Dante Alighieri, De vulgari eloquentia, X, 9.
edición de Manuel Gil Esteve y Matilde Rovira Soler, Madrid, Palas
Atenea, 1997: 107)

Dante, un agudo observador lingüístico, parte de la idea de en Italia hay al menos


catorce lenguas vulgares, aunque, cuando se analiza el asunto más en detalle, se
encuentra un grado de variación mucho mayor, de modo que el insigne poeta llega a la
sorprendente conclusión de que en la Italia del siglo XIV se hablan mil variedades de
lengua vulgar, si no más. No hay constatación más precisa e ilustrativa de lo que se
afirma seiscientos años más tarde en el Cours de Saussure. Que las lenguas naturales se
realizan únicamente en variaciones dialectales, es un conocimiento que la lingüística
moderna a heredado de observaciones hechas hace mucho, como la de esta obra de
Dante.
Alguien podría aducir que, al fin y al cabo, Dante no era un lingüista avezado, ni
tampoco tenía los conocimientos de que ahora disponemos sobre el funcionamiento y la
historia de las lenguas de Italia y de Europa. Quizás, Dante se equivoca al ver tanta
variedad en el sentido de que dicha variedad no es en realidad lingüísticamente
significativa y, por tanto, no afecta a la definición lingüísticamente adecuada de lengua
y dialecto.
Para comprobar si esta objeción es o no adecuada, voy a recurrir a unas observaciones
hechas por un lingüista contemporáneo y publicadas en un libro de lingüística teórica
avanzada publicado en el año 2000 (Kayne 2000), casi setecientos años después de la
composición de la obra de Dante. En la introducción de este libro aparece el siguiente
pasaje:

“The question of the number of syntactic parameters leads in turn to the


question of the number of syntactically distinct languages/dialects. To begin
with, I take for granted that there is no syntactically significant distinction to
be drawn between ‘language’ and ‘dialect’ and no justification for
neglecting the latter. Now it is often estimated that the number of languages
presently in existence is 4000-5000. Such estimates must evaluate the
contribution of Italia as one.” (Kayne 2000: 7, comillas del autor)

79
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Kayne pone de manifiesto que no existe ninguna diferencia lingüística decisiva entre
lengua y dialecto, lo que recoge la idea del Cours de que una lengua se identifica con un
conjunto de variedades o dialectos. Por otro lado, hace referencia al hecho de que la
mayor parte de los catálogos de lenguas del mundo consideran que en Italia se habla
solo una lengua autóctona: el italiano. Lo que suele entender la gente por italiano es el
italiano estándar no el italiano dialectal y esa parece ser la variedad de italiano que se
tiene en cuenta en dichos catálogos.
A continuación, este lingüista hace referencia a diversos trabajos llevados a cabo por
lingüistas italianos respecto de los denominados dialectos italianos.

“Yet Renzi and Vanelli (1983) showed that in Northern Italy alone one can
individuate at least 25 syntactically distinct language/dialects solely by
studying the syntax of subject clitics. More recently, I have had the privilege
of participating in a Padua-based syntactic atlas/ (micro)comparative syntax
project with Paola Benincà, Cecilia Poletto, and Laura Vanelli, on the basis
of which it is evident that one can easily individuate at least 100
syntactically distinct language/dialects in Northern Italy. A very
conservative estimate would be that present-day Italy has at least 500
syntactically distinct languages/dialects. 500,000 would in consequence, I
think, then be a very conservative extrapolation to the number of
syntactically distinct languages/ dialects in the world at present.” (Kayne,
2000: 7)

Lo que se desprende de estas palabras, es que los lingüistas italianos han mostrado que
estos dialectos italianos no son ni mucho menos simples formas vulgares del italiano
estándar con diferencias superficiales de léxico o pronunciación, sino que presentan una
gramática específica con reglas particulares que los presentan ante los ojos de los
gramáticos como sistemas lingüísticos perfectamente trabados y coherentes. La
conclusión de Kayne es muy parecida a la de Dante. Este autor es de la opinión de que
en Italia existen al menos qunientas lenguas italianas gramaticalmente diferentes. Por
consiguiente, la observación de Dante, hecha mucho antes de la generalización del
italiano estándar como lengua oficial del estado italiano, resulta ser exacta desde el
punto de vista de la lingüística teórica contemporánea y en una época en la que el
italiano estándar es una variedad lingüística perfectamente asentada en la enseñanza y
en los medios de comunicación desde hace muchas décadas.
Lo que ha de quedar claro, es que el italiano estándar es una forma elaborada y
cultivada de la variedad románica italiana toscana y que, por tanto, los demás romances
italianos tales como el piamontés, el lombardo, el véneto, el friulano, el genovés, el
emiliano-romañol o el sardo no son dialectos o variedades del italiano estándar, sino
lenguas romances de pleno derecho que proceden de diversas formas que adoptó el latín
vulgar en la península itálica (véase el panorama de Price (ed.) 1998: 254-276).
Como afirma H. Walter, en un recuadro resaltado dentro del capítulo dedicado a Italia
de su libro de introducción a las lenguas de Europa, los denominados dialectos son
lenguas de pleno derecho:

“No hay que pensar que un dialecto o un habla regional sea una lengua «mal
hablada»: al contrario, se trata de una lengua completa, con una gramática y
un léxico específicos. Si hoy se dice que el italiano, el español o el francés
son lenguas, no es porque sean más ricos, más bellos o estén mejor
estructurados que el leonés, el napolitano o el picardo, sino porque han

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

adquirido mayor prestigio al convertirse en lenguas literarias y oficiales de


Estados constituidos. Es más, los idiomas que fueron los puntos de partida
de estas tres lenguas, es decir, el dialecto toscano de Florencia, el dialecto
castellano y el dialecto de la Île-de-France no eran, en un principio, más que
unas hablas locales de un área geográfica muy reducida.” (Walter 1997:
140)

Por consiguiente, no existe ninguna justificación para la idea de que los dialectos
italianos en realidad no constituyen lenguas sino un agregado de variedades o hablas
más o menos dispersas. Tampoco existe justificación lingüística alguna (aunque sí la
hay social y política) para considerar que el lombardo, el napolitano o el friulano no son
lenguas de pleno derecho con su estructura gramatical, fonológica y léxica
perfectamente trabada.

d. El imperialismo filológico
Tal como expongo detalladamente en otros lugares (Moreno Cabrera 2011: 219-
254, 2013: 71-75), el escriturismo y imperialismo filológico se caracterizan mediante
los siguientes supuestos:

 Actitud consistente en tomar, como patrón lingüístico de referencia para la


investigación lingüística, las versiones escritas literarias o estandarizadas de las
lenguas.
 Actitud según la cual el habla vulgar espontánea es una versión imperfecta,
degenerada o distorsionada de la lengua de los textos escritos literarios o
religiosos.
 Actitud consistente en tomar la literatura escrita como patrón de referencia
exclusivo para el estudio de la actividad literaria de una comunidad.
 Actitud según la cual la literatura oral sería una manifestación menos
desarrollada, más pobre, menos valiosa del ingenio literario que la literatura
escrita.
 Actitud según la cual la auténtica literatura es la literatura escrita y, por tanto, las
comunidades humanas que no usen la escritura no tienen literatura o la que
tienen es de rango evolutivamente inferior.

Este imperialismo filológico se extiende a cuestiones sociolingüísticas, de forma que se


tiende a considerar que las comunidades que no tienen una lengua estándar escrita
suprarregional no conocen una lengua completamente desarrollada, sino que lo único
que presentan es un conjunto de dialectos o hablas más o menos relacionados entre sí.
Como vamos a ver en el caso del aragonés, debido a que no se ha logrado implantar una
lengua aragonesa estándar escrita, se dice que en realidad no existe la lengua aragonesa,
sino más bien un conjunto de hablas que no forman unidad lingüística alguna. La mayor
parte de las lenguas habladas hoy en el mundo están en una situación parecida a la del
aragonés; es decir, son lenguas locales habladas por unos pocos miles de hablantes.
Concretamente, se calcula que casi cinco mil de las seis mil lenguas existentes en el
mundo tienen entre cien y cien mil hablantes (Tuson 2011: 175). Siguiendo los
postulados del imperialismo filológico, habría que deducir de ello que la mayor parte de

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

las comunidades humanas carecen de lengua en el sentido propio de la palabra: lo que


hay son meros agregados de hablas.

e. El aragonés y la divulgación del imperialismo


filológico
En esta sección voy a analizar lo que se dice sobre el aragonés en dos manuales
de divulgación hechos por científicos expertos en el estudio de las lenguas romances.
Estos manuales de divulgación escritos por estudiosos reconocidos por la comunidad
científica, poseen la autoridad y el prestigio necesarios para difundir determinadas ideas
y análisis que se ven amparados en un halo de cientifismo que las hace poco menos que
indiscutibles, pues pretenden representar un determinado consenso alcanzado por la
comunidad de filólogos y lingüistas. Sin embargo, como vamos a ver ahora mismo, se
aprovecha ese prestigio científico para introducir y hacer pasar por verdades
establecidas una serie de manipulaciones muy sutiles y difíciles de detectar para la
persona no experta, que vienen a indicar que determinadas realidades lingüísticas, tales
como el aragonés, no constituyen en realidad lenguas, sino entidades lingüísticas de un
nivel o rango inferior. No hace falta insistir en la gravedad de este proceder que
resultará en la manipulación capciosa de las mentes de quienes se acercan a estas obras
con el propósito de ser instruidas adecuadamente y de aprender.
Veamos, en primer lugar, la breve presentación que se hace del aragonés en un
libro de divulgación (García Mouton 1994). Según afirma la autora en la nota al pie de
la página 7, el libro va dirigido a alumnos del Curso de Orientación Universitaria y a los
alumnos de primer curso de universidad y, dado que el tema de las lenguas de España
levanta en muchas ocasiones discusiones y disputas varias, la autora afirma su intención
de realizar un acercamiento respetuoso a las realidades lingüísticas.
El aragonés y el leonés aparecen en este librito en el capítulo 2 bajo la denominación de
dialectos históricos. Lo primero que se nos dice es que el leonés y el aragonés son
dialectos del latín que no han alcanzado la categoría de lengua:

“Reciben esta denominación los dialectos del latín que no han llegado a
alcanzar la categoría de lenguas. El aragonés y el leonés siguen siendo
dialectos del latín. Sus hablantes son herederos del latín que se conservó en
estas tierras, un latín vulgar con rasgos propios. Las circunstancias
sociopolíticas y culturales le impidieron alcanzar un uso culto que les diera
la categoría de lengua. […] Con el paso del tiempo, lo que técnicamente
consideramos como dialecto ha quedado reducido en realidad a una serie de
hablas con mayor o menor vitalidad, muy erosionadas por la presencia del
castellano y, después, del español.” (García Mouton 1994: 16)

Para un lector avisado y con conocimientos lingüísticos, se deduce de esta cita que el
aragonés y el leonés no son lenguas en el sentido socio-político, pero sí lo son en el
sentido estrictamente lingüístico. Pero un lector inexperto, con pocos o nulos
conocimientos de lingüística, deducirá inmediatamente que lo que hablan algunos
aragoneses no es una lengua, sino una especie de habla informe y nebulosa. Y
recordemos que este libro va dirigido a estudiantes con poca o nula formación en estos
temas.
Precisamente, en la introducción al libro, nos dice la autora lo siguiente respecto de los
conceptos de lengua, dialecto y habla:

82
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Desde un punto de vista científico, todos estos conceptos son equiparables,


pertenecen al mundo de las ideas, de las abstracciones, pero la aplicación
real de los términos, la que de ellos hacen los hablantes, establece
jerarquías. Así, se suele valorar más una lengua que una dialecto y éste, a su
vez, más que un habla, porque desde el punto de vista del hablante, dialecto
es un término cargado de connotaciones peyorativas.” (García Mouton
1994: 10)

Después de esta advertencia realmente correcta y sensata que se hace en la introducción


del libro, es absolutamente increíble que en el pasaje que estamos comentado se adopte
la visión del hablante ingenuo y lleno de prejuicios y se diga literalmente que el
aragonés no ha alcanzado la categoría de lengua y ni siquiera la de dialecto, ya que se ha
visto reducido a una serie de hablas. Si se nos advirtió contra la jerarquización habitual
de los conceptos lengua-dialecto-habla que hace el público lego en materia de
lingüística, ¿por qué ahora se nos afirma de modo taxativo que el aragonés no ha
alcanzado la categoría de lengua, ni siquiera la de dialecto y se ha quedado reducido a
una serie de hablas?
La autora insiste un poco más adelante en que el aragonés no llega a la categoría de
dialecto:

“Se llama aragonés a las hablas procedentes del latín que se hablaron, y en
parte se siguen hablando, en Aragón. Aunque se utiliza la denominación de
dialecto aragonés, no tienen estas hablas la uniformidad mínima que se le
supone a un dialecto.” (García Mouton 1994: 16).

Empecemos por el concepto de habla. ¿Qué es habla? En el sentido técnico de la


lingüística europea de corte estructural del siglo XX, la dicotomía lengua/habla se
establece en los siguientes términos:

“El término ‘lengua’ forma parte de la DICOTOMÍA lengua-habla propia


del ESTRUCTURALISMO EUROPEO. Con la DICOTOMÍA
‘lengua/habla’, Saussure introduce en el Curso de Lingüística General
(1945: 65) un instrumento que permite separar (a) el sistema lingüístico, o
‘lengua’, esto es, el conjunto de unidades y de reglas del sistema, de (b) la
puesta en funcionamiento de dicho sistema o habla.” (Alcaraz Varó y
Martínez Linares 2004: 370, mayúsculas, comillas, cursivas y negritas de
los autores)

Desde el punto de vista de la lingüística europea del siglo XX, el habla no es otra cosa
que la realización de una lengua determinada, de un sistema lingüístico. En
consecuencia, solo hay habla cuando hay lengua. Si no hay lengua no hay habla. Por
consiguiente, en este sentido, si hay hablas aragonesas es porque hay al menos una
lengua aragonesa.
Pero, quizás, la autora del libro introductorio que analizamos no está tomando habla en
este sentido de la lingüística contemporánea, sino en otro sentido perteneciente al
ámbito de la dialectología. Para ello recurrimos al diccionario de Lázaro Carreter, en el
que al término habla se le asignan dos acepciones: la que acabamos de ver y la
siguiente:

83
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Habla. 2. Lengua de una comunidad. Podemos hablar de habla española,


latina, húngara, etc., pero, en general, el término habla se reserva para
aludir a la lengua de comunidades más pequeñas (hablas locales) o de
grupos sociales (jergas). Dicho término traduce el A. Sprache, Mundart; I.
Language; F. Parler.” (Lázaro Carreter 1974: 217)

Sin duda, parece claro que la definición de habla que la autora tiene en mente debe ser
esta segunda acepción del término, en su sentido general caracterizado por el profesor
Lázaro Carreter. Entonces, no cabe duda de que un conjunto de hablas no es otra cosa
que la forma en que se realiza una determinada lengua en una comunidad local más o
menos reducida. Es decir, nos volvemos a topar con la misma conclusión que la que
extraíamos de la primera de las acepciones: no hay habla sin lengua. Por tanto, si hay
hablas aragonesas es porque hay una lengua aragonesa, dialecto histórico del latín
vulgar.
¿Es tan difícil explicarles a quienes se inician en el estudio de las lenguas que el
aragonés es una lengua en sentido estrictamente lingüístico, aunque no haya llegado a
ser reconocida como tal desde el punto de vista socio-político? ¿Por qué se sigue la
jerarquización de los conceptos lengua/dialecto/habla típica de los prejuicios de las
personas que no tienen conocimientos profundos sobre la materia, en vez de mostrar que
no tiene ninguna justificación lingüística? ¿Por qué no se dice que las hablas castellanas
son tan dignas, ricas, sistemáticas y organizadas como las hablas aragonesas? ¿Es esto
educar o manipular?
Pasamos a la cuestión del dialecto. Recordemos que la autora dice que no se puede
hablar de dialecto aragonés porque no tienen estas hablas la uniformidad mínima que se
le supone a un dialecto. Esta afirmación es uno de los ejemplos más palmarios que se
pueden dar de manipulación ideológica de los términos, en un texto que se supone
formativo y que, por lo que estamos viendo, resulta ser deformativo.
En efecto, naturalmente que no se puede hablar de un dialecto aragonés unitario, ya que
todos los estudiosos han descrito diversas variedades dialectales de aragonés:
occidental, central, oriental y meridional (Nagore Laín 1999: 177-178). Y precisamente
por esta razón, porque tenemos varios dialectos del aragonés es por lo que hay que
reconocer el aragonés como lengua tal como se afirma en el Cours de F. Saussure:
abandonada a su suerte, una lengua solo conoce dialectos ninguno de los cuales se
impone a los demás, y nadie puede negar que la lengua aragonesa desde hace mucho
tiempo ha sido abandonada a su suerte.
No tiene, pues, sentido hablar de un único dialecto aragonés, que, en efecto, carecería de
uniformidad porque, como las demás lenguas vecinas (español, catalán o euskera) el
aragonés se compone de una serie de dialectos. Por supuesto, esa lengua aragonesa con
sus variedades puede ser concebida como un dialecto del latín, como afirma la autora al
principio de la exposición. Probablemente, a esta acepción histórica se refiere Manuel
Alvar cuando dedica un capítulo del Manual de dialectología histórica al dialecto
aragonés (Alvar 1996). Lo que de ningún modo se puede afirmar es que el aragonés es
un dialecto del castellano y, menos aún, del español. Pero, por desgracia, esta
afirmación se sigue haciendo por parte de profesores y estudiosos de las lenguas de
España:

“El aragonés, considerado en la actualidad por los especialistas como un


dialecto arcaico del castellano, como el astur-leonés, recibe también el
nombre de navarro-aragonés. […] En realidad se trata de una serie de

84
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

hablas, que se mantienen más bien como modalidades locales de


comunicación oral en los valles pirenaicos” (Herreras 2006: 111)

Volvemos a ver aquí el juego de la jerga pseudocientífica de dialecto, habla y


modalidad local, realizado para evitar decir algo mucho más sencillo y cercano a la
realidad como afirmar que el aragonés es una lengua romance peninsular procedente del
latín vulgar, que presenta diversos dialectos. Algo que se dice del español o incluso del
catalán pero, no se sabe por qué ocultas razones ideológicas, no se quiere decir del
aragonés.
Vamos a examinar ahora otro manual de divulgación, pensado también para los
alumnos de primeros cursos de la universidad y publicado diez años después del que
hemos visto hasta ahora (Echenique Elizondo y J. Sánchez Méndez 2005). Se trata de
un libro mucho más detenido y detallado que supera las quinientas páginas, frente a las
sesenta del manual anterior. Al aragonés y al aranés está dedicado el capítulo quinto de
este manual, que ocupa unas sesenta páginas, es decir, la misma extensión que el librito
que hemos visto hasta ahora.
Esperamos, pues, una descripción más detallada y matizada del aragonés. Veamos
algunas de sus propuestas y análisis.
Llama mucho la atención que al principio de este capítulo se haga una afirmación que es
prácticamente idéntica a la del manual de García Mouton:

“A este conjunto de variedades que se hablaron o se hablan se denomina


aragonés. Sin embargo, como veremos, aunque se utiliza la denominación
dialecto aragonés, no tienen la uniformidad mínima que se le supone a un
dialecto.” (Echenique Elizondo y Sánchez Méndez 2005: 136)

De hecho, los autores citan este manual en la página 30 de su libro. Tal como he
razonado en los párrafos anteriores, éste es claramente un mal comienzo para realizar
una exposición razonablemente científica y pedagógica de la situación pasada y actual
de la lengua aragonesa.
En la sección 5.2.5.1 del libro, bajo el epígrafe de hablas pirenaicas encontramos la
siguiente caracterización de dichas hablas:

“En general, se trata de un conjunto de hablas surgidas en una zona de


contacto lingüístico (donde convergen distintas tendencias) que muestran
muchos rasgos comunes, algunos de los cuales les son propios frente a otros
romances vecinos, pero también presentan otros diferenciadores.”
(Echenique Elizondo y Sánchez Méndez 2005: 149)

A partir de esta caracterización, bastante genérica y aplicable a muchos casos diferentes,


se llega a la siguiente conclusión:

“Por lo tanto, ni en la Edad Media, ni en la época actual ha existido en esta


región un dialecto unitario aragonés que pueda describirse como tal, sino
que en todo caso […] puede trazarse un diasistema de las hablas aragonesas,
hablas que han tenido y tienen rasgos comunes por un lado y discrepancias
notables, por el otro.” (Echenique Elizondo y Sánchez Méndez 2005: 150)

De nuevo estamos ante la trampa terminológica del dialecto unitario aragonés, que he
examinado críticamente en los párrafos anteriores. No existe un dialecto unitario

85
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

aragonés porque el aragonés es una lengua con varios dialectos, como casi todas las
demás. ¿Es tan difícil entender esto?
En este pasaje se añade además el concepto de diasistema, término técnico de la
dialectología introducido por el lingüista U. Weinreich en los años cincuenta del siglo
pasado y que ha sido sometido a todo tipo de manipulaciones ideológicas por los
mismos lingüistas, la más sangrante de las cuales es la caracterización de la lengua
estándar escrita culta como diasistema (Moreno Cabrera 2008: 177-186). Un diasistema
es una construcción teórica que intenta recoger los elementos comunes entre varios
sistemas lingüísticos relacionados, dejando lugares inespecificados (o de especificación
variable dispuestos en un continuum) para aquellos aspectos lingüísticos que varían de
un sistema a otro.
Si consideramos que todos los dialectos de una lengua constituyen sistemas lingüísticos
completos, entonces, el concepto de diasistema se puede aplicar a todas las lenguas
conocidas respecto de sus dialectos. Si comparamos todas las hablas españolas, de
ambos lados del Atlántico, no podemos reconstruir un único sistema lingüístico, sino
solo un diasistema: es decir, un esquema de sistema lingüístico que se puede realizar en
cada uno de los sistemas lingüísticos que informan necesariamente cada una de las
hablas y dialectos el español. Por consiguiente, si no existe una lengua o dialecto
aragonés, sino solo un diasistema, lo mismo cabe decir del español o del inglés, tal
como afirma taxativamente un lingüista anglosajón:

“But there is no ‘Pan-English’ grammar, one which encompasses every


sentence possible in all dialects and idiolects of English.” (Newmeyer 2005:
161)

Pensar que el inglés estándar escrito es un diasistema y no una variedad o dialecto del
inglés está fuera de toda justificación científica, dado que un diasistema no es un
sistema lingüístico sino un metasistema o sistema abstracto generador de varios
sistemas posibles. Tampoco un sistema de sistemas, concepto que se usa a veces, es un
sistema lingüístico, igual que un conjunto de dialectos no es un dialecto (por eso dicen
los autores que hemos examinado que el aragonés no tiene la uniformidad que se le
supone a un dialecto) o un conjunto de lenguas no es una lengua.
Un ejemplo de esto mismo en el ámbito hispánico nos lo proporciona la Nueva
Gramática de la Lengua Española (RAE y Asale 2009), obra que logra un alcance
descriptivo inédito hasta la fecha en la bibliografía hispánica. Es tal la amplitud
descriptiva de esta obra que resulta imposible extraer de ella una gramática unitaria y
uniforme del español, lo cual no quiere decir que el español no sea una lengua. Lo único
que quiere decir es que es imposible proponer una gramática panhispánica de la lengua
española, como ocurre precisamente con el inglés y con otras lenguas que presentan
gran número de variedades.
Por consiguiente, lo que los autores están caracterizando es una propiedad que comparte
el aragonés con las demás lenguas del mundo, que presentan diversas variedades o
dialectos. Lo que afirman es una constatación definitiva de lo que niegan: el aragonés es
una lengua.
Cuando los autores van adentrándose en la explicación del devenir histórico de la
lengua aragonesa empieza a aflorar la palabra lengua a pesar de las numerosas
advertencias anteriores respecto de que no estamos ante una lengua o dialecto, sino ante
un conjunto de hablas sin uniformidad suficiente. He aquí un párrafo relevador:

86
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Las hablas pirenaicas fueron el germen del que surgió lo que conocemos
como aragonés medieval. Se trata de la lengua aragonesa que encontramos
en los documentos medievales y en los pocos textos literarios que se
escribieron en ella. […] La lengua escrita de notarios y escribanos no podía
tomar como modelo la de los valles pirenaicos, que se presentaba muy
fragmentada y con numerosas variantes, sino la de los núcleos urbanos. […]
La lengua que con la Reconquista se estableció en los valles y tierras
centrales de Aragón se fue distanciando de las hablas pirenaicas a medida
que cambiaba sustancialmente de fisonomía.” (Echenique Elizondo y
Sánchez Méndez 2005:155)

A partir de la segunda línea se habla ya sin ambages de la lengua aragonesa y este


cambio terminológico aparece unido a la mención de la lengua escrita: lo que hay en los
documentos medievales y en los textos literarios ya no es habla, ni dialecto: es lengua.
He aquí una manifestación quintaesenciada del escriturismo y del imperialismo
filológico. Lo que encontramos en los documentos, por definición, ha de ser lengua. Se
afirma que el modelo de esa lengua escrita había de ser la variedad urbana porque las
demás variedades estaban muy fragmentadas. Sin embargo, esta no es la razón por la
que se utiliza la variedad urbana para la lengua escrita, una variedad más entre otras.
Las razones son de tipo sociopolítico y no lingüístico. En una época en la que
prácticamente todo el mundo era analfabeto, el aprendizaje de la lectura y de la escritura
no se llevaba a cabo en el medio rural de los valles pirenaicos, sino en centros
eclesiásticos o urbanos en los que se situaba las instituciones que ejercen el poder
espiritual, político y cultural. No existen razones estrictamente lingüísticas por las que
las variedades de los valles pirenaicos no se pudieran poner por escrito para
fundamentar un modelo de lengua escrita. Lo que les faltaba era la sombra del poder
terrenal o espiritual. Es una cuestión de poder, no una cuestión lingüística.
La lengua aragonesa escrita de los documentos medievales es la que, de haber sido
distintas las circunstancias históricas, podría haber llegado a ser una lengua culta
literaria:

“Este tipo de aragonés debió haberse convertido en una lengua


suprarregional aragonesa, que hubiera podido llegar con el tiempo a ser
lengua oficial y lengua literaria.” (Echenique Elizondo y Sánchez Méndez
2005:158)

Si esto no se produjo es evidente que fue por la asociación de castellano con el poder
político, religioso y militar. La escasa utilización del aragonés en la literatura escrita
durante el siglo XIV, que señalan los autores en una cita que detallábamos antes, tiene
mucho que ver con este proceso, que dio prestigio al castellano y desprestigió al
aragonés. Los autores insisten en que este proceso de predominio del castellano no fue
ocasionado por medidas impositivas sino por una integración de dos romances
próximos:

“Por lo tanto, el proceso de castellanización de buena parte de Aragón no se


debió a medidas coercitivas de ningún tipo, sino que más bien refleja la
integración paulatina de dos variedades románica muy afines.” (Echenique
Elizondo y Sánchez Méndez 2005: 159)

87
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Una de las constantes más persistentes del españolismo lingüístico es concluir, después
de una exposición del progresivo aumento del poder territorial de Castilla, que en
realidad son los factores lingüísticos y no los extralingüísticos los responsables del
ascenso del castellano y el descenso de las otras lenguas romances que convivieron con
él. En una tradición que se remonta a Menéndez Pidal, el predominio del castellano, en
última instancia, deriva de las supuestas excelencias lingüísticas de este dialecto
romance y las circunstancias extralingüísticas no han sido más que un catalizador y
potenciador de la superioridad que al castellano le otorgaban esas excelencias
lingüísticas (Moreno Cabrera 2008: 76-83).
Es realmente lamentable que se utilicen obras de divulgación lingüística para adoctrinar,
de modo subrepticio y capcioso, en una ideología determinada a quienes desean
aprender sobre una situación o cuestión y que esto sea tan frecuente tanto en el ámbito
de la lengua como en otros ámbitos de las ciencias humanas.
En la sección 5.2.7.2 los autores hacen referencia a la creación de un aragonés
unificado. Esta iniciativa es debida, según los autores, a una corriente regionalista y
autonomista que se inició en España en los años setenta del siglo pasado, mediante la
cual las distintas regiones trataban de recuperar su identidad histórica. Habría que añadir
a esta consideración que esa identidad había sido negada, marginada y menospreciada
durante siglos por la ideología españolista y que la cuestión no es puramente
regionalista y autonomista, sino de lucha a favor de identidades lingüísticas y nacionales
negadas explícitamente y perseguidas en algunas ocasiones por el nacionalismo español
durante los tres últimos siglos.
Afirman los autores que el aragonés unificado fue propuesto a iniciativa de unos
estudiantes universitarios entusiastas y que se trata de algo artificial:

“La fabla, o lengua aragonesa, es por tanto, el resultado de una elaboración


artificial que combina en una gramática unitaria rasgos pertenecientes a
distintas hablas pirenaicas.” (Echenique Elizondo y Sánchez Méndez 2005:
167)

Esta caracterización es correcta en sus aspectos generales pero, no porque le convenga


al aragonés particularmente, sino porque es válida para todas las lenguas estándares. El
español y el inglés estándar cultos son lenguas artificiales que se enseñan en la escuela y
que pocas personas llegan a dominar de manera completamente satisfactoria. La
dificultad que tienen los estudiantes para escribir correctamente en español o inglés
estándar culto o para hablar adecuándose estrictamente a las directrices de esa lengua
estándar se deben al carácter artificial de las lenguas estándar en general y de la lengua
estándar culta escrita en particular. Existen ortografías, gramáticas y diccionarios
normativos o autorizados del inglés y del español a los que han de ajustarse todos
aquellos que deseen que su forma de escribir y hablar sea considerada culta. Sin
embargo, solo una parte pequeña de la población es capaz de atenerse
consecuentemente a esas normas. Incluso los profesionales de la lengua escrita, tales
como periodistas o escritores en medios de comunicación públicos, se desvían a
menudo de esa lengua estándar escrita culta, tal como demuestran las numerosas
compilaciones de deslices e incorrecciones que se multiplican, por ejemplo, en la prensa
escrita. Esto ocurre así, no porque la gente sea estúpida o porque los periodistas sean
incapaces. Se debe a que la lengua estándar normativa considerada correcta es una
invención artificial y, en modo alguno, una lengua natural como la que se adquiere sin
esfuerzo de niño. Se trata de lo que denomino lengua cultivada (Moreno Cabreras 2013:
163-200).

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

El español estándar peninsular se basa en el dialecto castellano, el más extendido como


forma culta, el más influyente, el de más prestigio y el más parecido a lo que hablan
quienes tienen como lengua nativa el castellano. Pero ninguna de esas circunstancias
debería impedir que nos demos cuenta de que estamos ante una elaboración culta del
dialecto castellano y no ante una lengua natural, sino artificial.
Por tanto, decir que la lengua aragonesa unificada que se propone es artificial es no
decir nada decisivo, ni característico. Tal como demuestra la historia de las lenguas, lo
esencial para que una propuesta de lengua estándar se pueda generalizar está en su
asociación con los poderes culturales, políticos y económicos. Ahí es donde están las
bases de la implantación de un estándar en las sociedades capitalistas occidentales u
occidentalizadas. La lengua unificada aragonesa podría tener alguna leve perspectiva de
éxito si, como ocurrió con el castellano, fuera impuesta de modo implacable en la
educación y en los medios de comunicación. Pero para conseguir esto hay que tener
poder político y económico. Tiene poco o nada que ver con las supuestas cualidades
positivas o negativas de una lengua determinada. Creo que estas cuestiones deberían
ponerse de manifiesto de forma clara y precisa en un texto educativo de la naturaleza
del que estoy comentando. Por desgracia, después de estudiar las páginas dedicadas al
aragonés del libro que comento, el lector puede quedarse con la impresión de que la
fragmentación del aragonés y su reducción a un conjunto de hablas sin uniformidad es
lo que hace imposible que dichas hablas tengan futuro alguno en nuestra sociedad como
una lengua de pleno derecho, frente a las demás lenguas con las que convive. Pero, en
mi opinión, el problema no está en el aragonés, lengua romance ancestral tan digna
como las demás, sino en la sociedad y, por tanto, no es un problema lingüístico sino
social e ideológico.

f. Conclusiones
En este artículo he intentado esbozar una contestación razonada a la
pregunta de por qué algunos lingüistas, filólogos y estudiosos de las lenguas siguen
diciendo que el aragonés no constituye una lengua natural, sino solo un conjunto
diversificado de hablas que no llega a la categoría de lengua. Los instrumentos
conceptuales y las averiguaciones de la lingüística contemporánea garantizan que este
juicio carece de base científica. Pero los estudiosos son personas que están integradas en
una sociedad en la que predominan determinados prejuicios ideológicos sobre las
lenguas y se ven irremediablemente afectados por ellos como todos los demás mortales.
Sin embargo, como científicos, tienen la obligación de utilizar los instrumentos de la
ciencia y de la filología para poner de manifiesto los errores objetivos a que llevan esos
prejuicios y, sobre todo, la responsabilidad de contribuir a que las nuevas generaciones
de filólogos y lingüistas puedan liberarse de ellos.

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90
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

6. CAPÍTULO VI
‘UNIFICA, LIMPIA Y FIJA’
LA RAE Y LOS MITOS DEL NACIONALISMO LINGÜÍSTICO
ESPAÑOL*

a. Introducción. Los mitos de la autoridad lingüística de


las academias
En este capítulo voy a analizar los fundamentos lingüísticos, míticos e ideológicos
de lo que se podría denominar autoridad unificadora y correctiva de las academias de la
lengua en general y de la RAE en particular.
Voy a mostrar que la autoridad y prestigio popular de las Academias de la lengua están
enraizados en uno de los mitos fundamentales de la cultura occidental: el mito de la
lengua perfecta y el carácter universal de esa lengua. Según ese mito, la lengua
coloquial espontánea está llena de imperfecciones e impurezas, pues está limitada
gravemente por la inmediatez, rapidez, informalidad e irreflexividad propias de las
actividades cotidianas. Para remediar esas imperfecciones hay que someterla a un
proceso de elaboración purificadora que no solo la libera de la mayor parte de esas
imperfecciones e impurezas, sino que la fija y la hace universal o, al menos,
universalizable. Esta creencia, basada en el mito que acabo de mencionar, es uno de los
pilares fundamentales en los que se basa la autoridad lingüística de las Academias de la
lengua.
Por otro lado, las averiguaciones y descubrimientos de la ciencia lingüística
contemporánea han puesto y siguen poniendo de manifiesto que la visión del
funcionamiento de las lenguas humanas en la que se basa el mito de la lengua perfecta
universal es profundamente errónea, ya que no es capaz de dar cuenta de su verdadera
naturaleza, desarrollo y evaluación.
Por consiguiente, la autoridad lingüística de las Academias de la lengua no solo tiene
entre sus fundamentos esenciales una serie de ideas y conceptos míticos, sino que
también carece de justificación estrictamente lingüística. La lingüística contemporánea
no puede ser utilizada para razonar y justificar científicamente dicha autoridad.
Queda, pues, como único fundamento de la autoridad de las academias el predominio
social de una determinada forma de lengua, asociada con los estamentos política,
cultural y económicamente dominantes de las sociedades en las que ejercen su papel.
El proceso mediante el cual las clases hegemónicas imponen sus formas de hablar como
las únicas correctas o como modelos de corrección y referencia es muy frecuente en la
historia de las lenguas europeas modernas y se da tanto en los procesos de unificación
lingüística como en los procesos de creación, desarrollo e implantación de una lengua
estándar asociada a un estado moderno. Así ocurrió, por ejemplo, con el italiano en los
siglos XVI y XIX:

“Es evidente que desde la Historia, los italianos del XVI propugnaban una
lengua común cuya autoridad ante el conjunto estaba en su cristalización,
mientras que, en el XIX, ante la realidad de la unidad política de la nación
italiana, los ciudadanos lo que sienten es la necesidad de su uso en la
comunicación cotidiana y en la enseñanza. En ambos momentos, sin
embargo, aun respondiendo a dos concepciones diferentes de la
organización de la colectividad, es la atención a los planteamientos de las

91
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

clases hegemónicas la que prepondera: en el XVI, la necesidad de una


lengua de distinción; en el XIX, la necesidad de una lengua de extensión.”
(Gil Esteve y Rovira Soler 1997: 17)

En efecto, como observa, R. Penny:

“Los procesos en que consiste la normalización reflejan los diferentes


grados de poder ejercidos por los distintos grupos sociales. Las variedades
habladas por grupos política y económicamente poderosos son las únicas
con probabilidades de ser seleccionadas como base de una lengua estándar.
Asimismo, sólo tales grupos (o individuos) son capaces de imponer
codificaciones particulares de la lengua y de asegurar que serán usadas en
un número creciente de ámbitos. Del mismo modo, sólo los poderosos
pueden promover la aceptación de la norma emergente, ya que únicamente
ellos gozan de suficiente prestigio social como para provocar que otros
grupos sigan sus preferencias lingüísticas.” (Penny 2000: 295)

El concepto de lengua culta escrita y hablada que manejan la RAE y las demás
Academias de la lengua y que, como vamos a ver, considera esencial para la definición
de su labor unificadora y orientadora y para la fundamentación de su autoridad en
materia lingüística, tiene precisamente esta índole política. Así conciben precisamente
Gil Esteve y Rovira Soler la adopción de la norma culta italiana sobre la base de la
autoridad cultural de los grandes escritores de Italia:

“Claro está que si en el inicio fue la auctoritas de los que la habían


convertido en modelo estético mediante su uso escrito (Dante, Petrarca,
Boccaccio), en el siglo XVI y el XIX el uso escrito viene presidido
conceptualmente por el de una determinada franja sociocultural que posee la
fuerza económica y política. En ambos momentos, se excluye la lengua no
hegemónica de la praxis de poder en la unidad, y se le atribuye la categoría
de no culta. Porque cultura y hegemonía se identifican.” (Gil Esteve y
Rovira Soler 1997: 17)

El concepto de lengua culta, por cuyo tamiz se pasan todas las consideraciones respecto
de los modelos de uso lingüístico aconsejables —tal como puede comprobarse, por
ejemplo, en el Diccionario Panhispánico de Dudas, cuya introducción analizaré en la
sección novena del presente capítulo — sirve de basamento principal de la autoridad
académica, que no es, por consiguiente, más que un ejemplo en el terreno lingüístico del
dominio de una clase o estamento privilegiado en una sociedad dividida en clases
sociales, tal como voy a ir desarrollando en las páginas que siguen.
Dado que, en la actualidad, la labor de la RAE, según se establece en el propio
ideario contemporáneo de esta institución, no está situada tanto en el ámbito de la
determinación de las normas del hablar y escribir correctamente, sino en otros ámbitos
que voy a examinar en los apartados siguientes de este trabajo, no parece aventurado
afirmar que la idea de que la principal tarea de la RAE es establecer cómo debemos
hablar y escribir y hacernos ver y corregir los errores para evitar el deterioro de la
lengua española se ha convertido en un mito de amplia aceptación por parte del público
en general. Siguen muy extendidas las ideas de que la función principal de la RAE es
establecer las reglas gramaticales del español correcto y de que debe actuar como un

92
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

juez que dictamina si tal o cual uso es o no correcto o adecuado. Por esa razón muchas
personas se dirigen a la docta institución para que indique si tal o cual palabra o
expresión es o no correcta o se usa de modo legítimo. Si esto no es cierto, es decir, si
esta institución no considera que esa es su función principal ni, posiblemente, su
cometido legítimo, entonces me siento autorizado a calificar esa idea tan extendida de
mito del pensamiento español contemporáneo.
Veamos la definición de mito que se proporciona en el diccionario electrónico de la
RAE:

1. m. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por


personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del
mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.

2. m. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad


humana de significación universal.

3. m. Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima.

4. m. Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen,


o bien una realidad de la que carecen.

La cuarta acepción es la más próxima al uso que tengo en mente al hablar del mito de la
autoridad normativa de la RAE y de las demás academias de América. Ciertamente, de
la RAE y de las Academias americanas se puede predicar la tercera acepción. No cabe
duda de que estas instituciones son mitos en esa acepción, dado que puede mantenerse
que están rodeadas de extraordinaria estima, que disfrutan de una gran consideración,
respeto y admiración en el ámbito hispánico y muy posiblemente, en muchos otros
ámbitos culturales no hispánicos.
Sin duda, en el caso que nos ocupa, la condición de mito en la acepción tercera podría
anular la condición de mito en la acepción cuarta. Si las Academias gozan de un
prestigio y autoridad en materia lingüística casi universalmente reconocidos, entonces
no debería ser mítica la idea de que son estas instituciones las que deben establecer los
usos correctos de la lengua española, la norma o normas a las que se debe atener todo
uso de la lengua que pretenda o aspire a ser reconocido como correcto y culto.
Si estas instituciones, de acuerdo con la adaptación a los tiempos actuales, insisten en la
idea de que ellas no establecen las normas lingüísticas que determinan los usos
correctos de la lengua española o, al menos, que esa no es su función única, ni principal
o, en otros casos, que esa es una función totalmente ajena, entonces esa función
normativa y correctora formaría parte de un mito ampliamente reconocido y admitido en
la actualidad.
En estas páginas voy a mostrar dos cosas. Primero, que en las versiones que da la propia
RAE sobre su función real o primordial, no se ha eliminado la función normativa o
prescriptiva que determina los usos adecuados de la lengua española, sino que se ha
enmascarado de forma más o menos evidente, al mantener que se trata simplemente de
sancionar los usos aceptados generalmente por la comunidad lingüística; según lo cual,
la fuente normativa provendría de la sociedad y no de las Academias.

“La norma […] no es algo decidido y arbitrariamente impuesto desde arriba:


lo que las Academias hacen es registrar el consenso de la comunidad de los
hispanohablantes y declarar norma, en el sentido de regla, lo que estos han

93
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

convertido en hábito de corrección.” (RAE y AALE 2005: XI, cursiva en el


original)

Si esto fuera efectivamente así, la idea de que las Academias deben decir cómo hay de
hablar y escribir sería un mito en la cuarta acepción de esta definición. Pero mostraré a
lo largo de las páginas que siguen que, en la práctica, la creencia de que las Academias
deben especificar cómo hay que hablar una determinada lengua sigue vigente tanto en
su ideario como en la opinión pública, a pesar de las versiones edulcoradas, que
pretenden quitar importancia o enmascarar esos aspectos prescriptivos.
En segundo lugar, intentaré mostrar, siguiendo las enseñanzas y averiguaciones de la
lingüística contemporánea, que la función prescriptiva de toda institución cultural o
política sobre el habla real de los ciudadanos constituye una utopía de realización
imposible en términos estrictamente lingüísticos y, por consiguiente, esa función
prescriptiva tiene carácter mítico, dado que atribuye a una institución una cualidad que
no tiene ni puede llegar a tener: la de influir en aspectos esenciales del habla real de la
comunidad en la que ejerce su autoridad, que tendría que adecuarse de forma fiel a las
normas fonéticas, léxicas, morfológicas, sintácticas y semánticas dictaminadas por esa
institución.
En la sección segunda de este trabajo voy a examinar el famoso lema fundador
de la RAE «Limpia, fija y da esplendor». Analizo su significado originario y la
reinterpretación moderna del lema que aparece en el prólogo de la edición del año 1999
de la Ortografía académica. Mostraré que se fundamenta en una ideología
profundamente nacionalista que se proyecta a un imperialismo cultural constituido
ideológicamente en torno al concepto de panhispanismo. La nueva interpretación viene
dada por el lema renovado «Unifica, limpia y fija», en donde aparece un concepto de
unificación cuya base nacionalista está en la indisoluble unidad de la Nación española
que consta en el artículo segundo de la Constitución de 1978. La insistencia en la
unidad de la lengua surge, en mi opinión, de esta visión nacionalista de la Nación
española, pero proyectada a todo el ámbito hispánico, en el terreno lingüístico y en
buena medida cultural y económico, dado que en el político esto ya no es posible.
En la sección tercera analizo los fundamentos míticos de la lengua estándar y del
habla culta. Esos fundamentos míticos se encuentran en el ideal de la lengua perfecta.
Hago una descripción detallada de ese ideal y luego muestro cómo el concepto de
lengua estándar escrita culta en su propuesta inicial, elaboración e implantación está
basado y justificado en gran parte por ese ideal de la lengua perfecta. También
argumento que esas variedades estándares escritas presentan características opuestas, y
aun incompatibles, con las de las lenguas naturales espontáneas omnipresentes en todas
las comunidades humanas conocidas y que han sido desarrolladas de modo espontáneo
a lo largo de decenas de miles de años de evolución de la humanidad. Por esa razón, las
lenguas estándares escritas cultas nunca podrán sustituir a las lenguas naturales
espontáneas sobre cuya base se elaboran.
En la sección cuarta analizo el mito de la imperfección y la degeneración de la
lengua vulgar, en el que se basa gran parte de la justificación de la autoridad correctiva
o preceptiva de las academias o de instituciones similares. Hago referencia al hecho
establecido de que la lingüística moderna no da ningún atisbo de verosimilitud a esta
idea y describo brevemente las raíces históricas próximas de este mito fundamental,
cuyo origen puede situarse en la Grecia Antigua y cuya formulación moderna puede
asociarse a la escuela de Alejandría. Aunque, precisamente, voy a mostrar también que
en la Antigua Grecia encontramos las primeras afirmaciones de dignificación de la
lengua vulgar, como auténtico exponente de la capacidad lingüística humana natural,

94
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

que puede asociarse a la escuela de Pérgamo (Arens 1975: 37, Matthews 1994: 61). En
esta misma línea podemos considerar la obra de Dante Alighieri De Vulgari Eloquentia
escrita a principios del siglo XIV, algunos de cuyos revolucionarios postulados
fundamentales expongo y explico.
En la sección quinta ilustro de modo didáctico lo absurdo de la idea de
considerar la lengua vulgar espontánea como una desviación o degeneración de la
lengua culta y explico con detenimiento un símil de arte escultórico, que servirá para
una mejor comprensión y valoración del habla vulgar espontánea, sobre cuya
devaluación se fundamenta buena parte de la autoridad lingüística de instituciones como
las Academias. Luego, ilustro mediante sencillos ejemplos lingüísticos concretos las
conclusiones principales que hemos de extraer del símil en cuestión.
En la sección sexta analizo la importancia que ha tenido el concepto de lengua
estándar para el desarrollo de la filología y de la lingüística. Muestro que una de las
diferencias esenciales entre la lingüística antigua y la moderna, es que la primera se
centraba casi exclusivamente en la lengua escrita normativa y tomaba esta lengua como
punto de referencia de todas las demás manifestaciones del lenguaje humano. La
segunda, es decir, la lingüística moderna, parte de que el objeto primario de estudio que
ha de tomarse como referencia para la investigación de todas las manifestaciones de la
capacidad lingüística humana, es la lengua oral espontánea tal cual es utilizada por la
gente en situaciones informales y cotidianas en las que no existe presión alguna para
hablar bien y en las que la auto-conciencia lingüística esta poco o nada activa. Esto
debería haber supuesto una gran revolución en la ciencia lingüística, pero en realidad,
ha ocurrido que la tradición de la lingüística antigua, basada en los métodos filológicos,
es tan fuerte que la lingüística contemporánea sigue usando muchos conceptos y puntos
de vista heredados directamente de la tradición gramatical basada en la lengua escrita
normativa.
En la sección séptima explico los procesos de evolución lingüística histórica que
hacen que las lenguas vayan cambiando y diversificándose con el tiempo y con la
actuación de las leyes de cambio lingüístico. Estas leyes son naturales y regulan el
funcionamiento espontáneo de las lenguas y son las que hacen posible que el anglosajón
del siglo VI y el inglés actual sean lenguas muy distintas, o que el castellano del siglo
XII sea muy distinto del castellano actual. El enfoque preceptivista y normativista del
cambio lingüístico ha consistido en ver ese cambio como una especie de degeneración o
corrupción continua de unos modelos de lengua de carácter literario o culto. Voy a
mostrar que algunos de los usos censurados por la RAE y las demás Academias son
exactamente de la misma naturaleza que los que se producen a través de las inexorables
leyes del cambio lingüístico y voy a concluir que las prohibiciones o advertencias
correspondientes carecen de toda justificación lingüística. También mostraré que
fenómenos marginales y poco importantes se convierten en normativos simplemente
porque están generalizados en los estamentos sociales considerados cultos. De esta
manera, la actuación normal y habitual de las leyes de cambio lingüístico se ve, en
muchos casos, como causante de errores que hay que evitar, mientras que algunos
errores esporádicos y no sistemáticos, ni debidos tampoco a las leyes naturales de
cambio lingüístico, pero generalizados en las capas cultas de la población, se adoptan
sin reservas como normativos.
En la sección octava, analizo brevemente la influencia que ejerce el mito de la
lengua universal en las novísimas concepciones panhispánicas de las Academias. En
esas concepciones se nos quiere hacer pasar una lengua estándar normativa basada
principalmente en una variedad concreta de España, la castellana, como una lengua
panhispánica, válida como referencia única y correcta en todo el ámbito hispánico. Esta

95
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

cuestión es analizada como más detalle en mi libro El nacionalismo lingüístico (Moreno


Cabrera 2008b, capítulo X) y en otros capítulos de la presente obra (Barrios 2008, Lara
2008).
La sección novena es una reflexión sobre algunas de las cosas que hacen las
Academias y sobre otras que, en mi opinión como lingüista comprometido con la
diversidad lingüística, deberían hacer. Primero hago un breve repaso de lo que la RAE
ha producido a lo largo de su dilatada trayectoria y concluyo que esta institución no ha
cumplido satisfactoriamente algunos de sus objetivos fundamentales. A continuación,
analizo con detenimiento el prólogo y la introducción del Diccionario panhispánico de
dudas (en adelante, DPD), que puede considerarse un manifiesto quintaesenciado del
nuevo giro panhispánico de la docta institución, en que se reflejan algunos de los
elementos fundamentales de su ideario. Hago un análisis crítico del concepto de norma
tal como aparece definido y fundamentado en la introducción al DPD. Al final de esta
sección enumero de forma lacónica algunas de las cosas que tendrían que hacer
instituciones como la RAE en defensa de la diversidad lingüística. El artículo termina
con una última sección, que hace un resumen de algunas de las cuestiones analizadas en
las secciones anteriores, en especial de los mitos fundamentales del nacionalismo
lingüístico español y que enuncia las principales conclusiones que cabe extraer de lo
visto a lo largo de las secciones anteriores.

b. El lema fundacional de la RAE: del crisol de la


purificación al crisol de la unificación

Voy a comenzar esta sección con el análisis del lema funcional de la RAE, el
famoso «Limpia, fija y da esplendor» y su reinterpretación contemporánea. Según relata
Zamora Vicente (1999: 26), el 13 de Marzo de 1715, el Marques de Villena encargó a
los académicos que aportaran propuestas para el lema de la RAE. A mediados del mes
de abril, se eligió lema definitivo: un crisol en el fuego con la leyenda «Limpia, fija y da
esplendor», al parecer, original de don José Solís, conde de Saldueña y duque de
Montellano.

FIGURA 1

Según nos aclara Zamora Vicente, la interpretación que se dio a este lema es la
siguiente:

“Dice que el lema alude a que «en el metal se representan las voces, y, en el
fuego, el trabajo de la Academia, que, reduciéndolas al crisol de su examen,
las limpia, purifica y da esplendor, quedando solo la operación de fijar, que
únicamente se consigue apartando de las llamas el crisol y las voces del
examen»” (Zamora Vicente 1999: 27)

96
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Este metáfora del crisol en el que, mediante el fuego de la actividad de la RAE, se


limpia las palabras y se les da esplendor, para luego dejar que se fijen al enfriarse, es
realmente interesante porque aparecen ya algunos elementos que pueden ilustrar el mito
de la autoridad de la Academia que intento desvelar en estas páginas. Uno de ellos está
constituido por las llamas:

“El fuego, identificado con la divinidad latina Vulcano, puede ocultar de


forma críptica distintas realidades. […] Como ya advertimos, las llamas
purifican con su calor el contenido del crisol y convierten esa materia
heterogénea inicial en una realidad lingüística sometida a los efectos de la
curación inicial a través de la panacea o remedio que libra al español del
empobrecimiento y la corrupción. Por tanto las llamas, es decir, el fuego,
constituyen el verdadero símbolo de la institución académica.” (Rodríguez
Barcia 2008: 45)

El crisol y las llamas me sugieren otro símil relacionado conceptualmente que, en mi


opinión, sirve para expresar mejor la naturaleza mítica del ideario de las Academias.
Este símil se basa en la epopeya de los nibelungos, magistralmente llevada a la ópera
por Richard Wagner. El enano nibelungo Mime intenta recomponer la espada Notung a
partir de los fragmentos que se conservan de ella, sin conseguirlo. El héroe Sigfrido,
prepara y lima los fragmentos, los funde en un crisol y reconstruye la mítica espada con
la que parte el yunque en dos y mata al dragón Fafner. El enano Mime representa el
vulgo, que no logra, a pesar de sus esfuerzos, limar y unir los fragmentos del idioma, la
espada y el héroe Sigfrido simbolizan la labor de los académicos —representantes
cualificados de los hablantes cultos, que establecen un modelo de corrección
idiomática—, ya que consigue arreglar y limar las asperezas de los fragmentos del
idioma (la espada) para reconstruir una lengua fija y unificada que puede usarse como
un instrumento robusto, contundente e irrompible, de gran pureza, brillo y resistencia.

FIGURA 2 SIGFRIDO Y LA ESPADA NOTUNG

Este símil ilustra mejor los fundamentos míticos del ideario de las Academias, porque
hace evidente la contraposición entre el habla inculta, representada por Mime, y el habla
culta, representada por Sigfrido. Más adelante veremos que esta oposición es
absolutamente esencial para entender y valorar en su justa medida esos fundamentos

97
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

míticos e ideológicos que constituyen la raíz que cimenta la autoridad lingüística de


estas instituciones en gran parte de la opinión pública.
Fuera de este enfoque simbólico, D. Fries (1984) interpreta de la siguiente manera el
lema académico:

“Originariamente, el cuidado de la lengua comprendía para la Academia


española dos amplios ámbitos de actuación: 1.) una actuación sobre la
propia lengua en forma de una ‘limpieza’ y estabilización expresada en el
lema a través de ‘limpia’ y ‘fija’; 2.) un ‘cuidado de la imagen’ realizado
con los ojos dirigidos al extranjero, que se corresponde con la expresión ‘da
esplendor’ del lema.” (Fries 1984: 42-43, subrayado y comillas del autor)

Ambos aspectos, nacional e internacional, siguen vivos hoy en día en las nuevas
formulaciones de los cometidos académicos que vamos a ver ahora mismo y en la
sección 8 de este capítulo.
En el prólogo de la ortografía compuesta en 1999 por la RAE junto con las demás
academias de la lengua española se expresa que, con los nuevos tiempos, se ha
cambiado el objetivo prioritario de la RAE, lo cual supone una reinterpretación del lema
fundacional:

“La Real Academia Española ha elevado a la categoría de objetivo


prioritario en los estatutos vigentes el de «velar porque los cambios que
experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades
de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el
ámbito hispánico». Quiere esto decir que nuestro viejo lema fundacional,
«limpia, fija y da esplendor», ha de leerse ahora, más cabalmente, como
«unifica, limpia y fija» y que esa tarea la compartimos, en mutua
colaboración, con las veintiuna Academias de la Lengua Española restantes,
las de todos los países donde se habla español como lengua propia.” (RAE
1999: XV)

Podemos preguntarnos cuáles son las bases de este cambio de enfoque. Tal cambio tiene
que ver con el nuevo concepto de panhispanismo (cf. J. del Valle (ed.), 2007) que
supone una puesta al día de la ideología fundadora de la RAE, basada en el
reconocimiento y preservación de una unidad cultural y lingüística entre la metrópoli y
sus antiguas colonias, que va mucho más allá de la unidad política, y en la idea de que
es la RAE la institución que ha de llevar el papel dirigente en esa labor de preservación
de la unidad. Esta idea de liderazgo de la RAE aparece explícitamente mencionada en el
artículo segundo de los estatutos de 1951, que especifican lo siguiente:

“Art 2º Las Academias Correspondientes de la Real Academia Española


reconocen que esta es, por derecho propio, la llamada a dirigir esta labor
colectiva de defensa y promoción del idioma castellano.” (Zamora Vicente
1999: 356)

Esta propuesta de la RAE como directora de los empeños de mantenimiento de la


unidad de la lengua española, está íntimamente unida con la interpretación de lengua
española como lengua castellana, que aparece de modo revelador en esta versión de los
estatutos de 1951. Es decir, este papel dirigente por derecho propio de la RAE está
fundamentado en una interpretación estrecha del concepto de lengua española: aquél

98
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

que tiene como basamento fundamental las variedades castellanas peninsulares


centrales. Es bien sabido que bajo la etiqueta de lengua española se incluyen, de forma
razonable, muchas variedades lingüísticas diferentes tanto en España como en América.
Esto se hace así porque se estima que, entre todas esas variedades lingüísticas, hay una
evidente, palpable y demostrable afinidad lingüística. Ahora bien, esa afinidad no puede
estar representada o encarnada en ninguna de las variedades concretas, ni siquiera en la
variedad castellana. A pesar de ello, es crucial para la justificación del liderazgo de la
RAE que esta variedad lingüística castellana sea precisamente la más relevante o
decisiva como estandarte del mantenimiento de dicha unidad. Por ello, sin decirlo
explícitamente, se presenta el dialecto castellano culto moderno, en el que se basa la
norma lingüística peninsular, como un elemento esencial para mantener la unidad de
toda la lengua española en la Península y en América. Por ello, en la ortografía de la
RAE del año 1999, en cuyo prólogo hemos visto que figura como prioritaria la empresa
de la preservación de la unidad, subyace la idea de que el castellano ocupa un lugar
primordial o central —lo cual sigue justificando el papel dirigente de la RAE— respecto
de las demás variedades. Esto explica por qué, por ejemplo, al indicar la pronunciación
de la letra z (RAE 1999: 15) se describe de forma prominente la pronunciación
castellana (como sonido fricativo interdental sordo) y solo como observación final se
señala escuetamente: “En zonas de seseo representa el sonido correspondiente a s.”
(RAE 1999: 15).
Como afirmo en otro lugar (Moreno Cabrera 2008b: 136-138), si realmente se persigue
promover, defender y potenciar la unidad de la lengua española habría que hacer énfasis
precisamente en uno de los rasgos abrumadoramente mayoritarios de las diversas
variedades de español, que es la pronunciación de z como s. La pronunciación castellana
de z es minoritaria en el ámbito hispánico, pero es precisamente la que se adopta en el
español estándar normativo peninsular, basado, como he dicho antes, en la variedad
castellana peninsular nor-central. Por consiguiente, en todo caso habría que mencionar
esa pronunciación castellana al final del párrafo dedicado a la letra z como restringida a
ciertas zonas bien delimitadas y afirmar al principio que la letra z se pronuncia igual que
la letra s en el mundo hispánico.
Esta actitud no es exclusiva de la RAE, ya que está firmemente implantada en el sistema
educativo y universitario, y, además se extiende a todos los ámbitos de la gramática, tal
como señalan muy acertadamente Bosque y Gutiérrez Rexach en los siguientes
términos:

“En España se produce a menudo una paradoja raramente advertida: es


habituar explicar «el español de América» en los cursos universitarios de
dialectología, mientras que e «el español de España» se desarrolla en las
demás asignaturas (sintaxis, morfología, fonología). Lo cierto es que
algunas de las variantes que se estudian en esos cursos de dialectología son
mayoritarias en la lengua española, incluso en los registros formales. Al
presentarlas en dichos cursos como «variantes dialectales» se interpretan
indirectamente como opciones marcadas, frente a otras variantes de «lengua
general» que resultan ser, en cambio, minoritarias.” (Bosque y Gutiérrez-
Rexach 2009: 41)
A continuación, los autores citados mencionan construcciones como fue por eso que
ocurrió el accidente, que ejemplifica la construcción mayoritaria en el ámbito hispánico
frente a la forma estándar peninsular fue por eso por lo que ocurrió el accidente.
Siguiendo a estos autores, no tiene justificación estudiar la primera construcción (la
dominante en América) en la clase de dialectología y la segunda (la dominante en

99
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

España) en la clase de gramática española; y tiene menos justificación aún mantener que
la construcción americana es incorrecta o menos correcta que la peninsular, tal como se
hace en el DPD (RAE y AALE 2005: 543)
Sería, pues, necesario reconocer que si hay que hacer referencia a formas dialectales de
ámbito geográfico restringido, entre éstas tienen necesariamente que estar algunas de las
expresiones, palabras y sonidos característicos del español estándar peninsular. Ahora
bien, este reconocimiento es claramente incompatible con la idea de que el castellano
estándar peninsular es la variedad que ha de encabezar la unidad de la lengua española
que, como digo, es imprescindible para justificar el liderazgo que la RAE se asigna,
reclamando un derecho propio, en los novísimos esfuerzos unificadores.
Antes señalaba que la afinidad lingüística de las diversas variedades y modalidades del
español no puede estar encarnada por una variedad particular, que sería una especie de
compendio completo y exclusivo de esa afinidad. No hay ninguna variedad del español
que contenga solo todo aquello que es común a todas las variedades de esta lengua. Por
supuesto, el estándar normativo peninsular, con su base claramente castellanista central,
no puede ser esa variedad que presenta solo los rasgos comunes a todas las variedades.
Tampoco puede serlo ningún estándar americano. Por tanto, es un hecho que no se
puede presentar ninguna variedad escrita o hablada del español como encarnación más o
menos pura de esa unidad. Las lenguas estándares que a menudo se nos presentan como
expresión de la unidad de la lengua española, no constituyen la expresión de esa unidad
lingüística. La unidad lingüística tampoco consiste en que todos los hablantes aspiren a
hablar tal como dictan determinadas normativas lingüísticas: ello es un deseo más que
una realidad tangible. En última instancia, el concepto de lengua unitaria no es más que
un caso concreto del mito de la lengua universal, al que me referiré en la sección tercera
de este capítulo y el concepto de panhispanismo que se concreta en una ortografía, un
diccionario y una sintaxis panhispánicas, en la línea de los nuevos esfuerzos
académicos, se basa claramente en ese mito de la lengua universal de un amplísimo
ámbito geográfico, tal como explico en la sección octava del presente capítulo.
En última instancia, esta insistencia en la preservación de la unidad se basa en una serie
de

“…estrategias de autolegitimación utilizadas por la Real Academia


Española (RAE) en sus esfuerzos por elaborar, a través del sistema
lingüístico-ideológico que he venido llamando hispanofonía, un nuevo
imaginario colectivo para la comunidad hispanohablante.” (del Valle 2007b:
82)

Como sostiene Del Valle, por otro lado, es necesario disociarse del colonialismo del
pasado para que la docta institución pueda adquirir una legitimación cultural de
fundamentación lingüística basada en los criterios de la sociedad moderna, que ha sido
en alguna ocasión bautizada como hispanofonía:

“La tesis que aquí defiendo es que, ante la posibilidad de que este panorama
sea percibido o construido como neocolonial (interpretación que de hecho
ha surgido en múltiples ocasiones), estas instituciones aspiran a
conceptualizar y presentar públicamente la presencia de España en sus
antiguas colonias como un hecho natural y legítimo y ha promovido
decididamente la elaboración de una ideología lingüística que he llamado
hispanofonía.” (del Valle 2007b: 96)

100
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

En este punto, para entender el pensamiento que subyace a su política de


actuación y a su renovado enfoque panhispánico, es importante relacionar la autoridad
lingüística que emana directamente de instituciones como la RAE con una ideología
más amplia en la que se fundamenta esta autoridad: el nacionalismo lingüístico español
(Moreno Cabrera, 2007 y 2008b). En la ideología nacionalista, la lengua y la nación van
inextricablemente unidas y no se pueden separar sin correr el riesgo de no entender
adecuadamente cómo funciona.
Es necesario definir y delimitar aquí brevemente los conceptos de nacionalismo y
nacionalismo lingüístico, dado que ambos son habitualmente sometidos a muchas
tergiversaciones y confusiones interesadas, que hacen muy difícil un uso coherente y
utilizable de estas etiquetas. Estos usos dan lugar a innumerables prejuicios que impiden
o dificultan un tratamiento racional de estas cuestiones.
Para clarificar las ideas podemos partir de las definiciones de nacionalismo que
aparecen en la vigésima primera edición del diccionario de la lengua de la RAE:

“Nacionalismo
1. m. Apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece.
2. Doctrina que exalta en todos los órdenes la personalidad nacional
completa, o lo que reputan como tal sus partidarios.
3. Aspiración o tendencia de un pueblo o raza a constituirse en estado
autónomo.” (RAE 1992: 1423)

La primera acepción no es de uso muy habitual y se refiere a los sentimientos que tienen
respecto de su nación o patria las personas que se sienten pertenecientes a ella. Nos
interesan sobre todo la segunda y tercera acepción, que son las más habituales y las que
dan lugar a más manipulaciones y confusiones. La segunda acepción hace referencia a
una doctrina que va dirigida a la exaltación en todos los órdenes de la personalidad o
esencia de una nación. Esta es, precisamente, la acepción más habitual en el uso común.
La tercera acepción alude de forma más o menos explícita a un derecho fundamental de
todos los pueblos o naciones: el derecho a la autodeterminación, que puede llevar, según
los casos, a la independencia política.
Una de las virtudes de esta definición de nacionalismo está precisamente en la
separación entre este derecho fundamental, que unas naciones han podido ejercer y otras
no, y las doctrinas o ideologías que se fundamentan en la exaltación nacional en todos
los ámbitos, que suelen conducir al etnocentrismo más radical y egoísta y que pueden
ser utilizadas para justificar las tropelías y excesos más execrables que se puedan
imaginar. El derecho a la autodeterminación y la exaltación nacional son cosas
totalmente independientes y que, como vamos a ver a continuación, no tienen por qué
estar esencialmente relacionadas. Una de las manipulaciones más habituales que se
pueden observar en el uso común de este concepto es el de relacionar con un credo
nacionalista radical las aspiraciones legítimas de poder ejercer su derecho a la
autodeterminación por parte de los pueblos que hasta ahora se han visto imposibilitados
de hacerlo. Es decir, se intenta confundir la exigencia de un derecho legítimo de toda
nación o pueblo, con un tipo de credo absolutista y radical para, de ese modo,
deslegitimar esa exigencia. Quienes propugnan esa confusión son normalmente los
ideólogos pertenecientes a naciones que han podido ejercer ese derecho y que han
podido mantenerlo mediante mecanismos políticos, militares o económicos. Estos
ideólogos suelen razonar habitualmente desde un credo nacionalista radical excluyente
(la segunda acepción del concepto de nacionalismo) que se basa en la exaltación de la
nación propia y en el desprecio y el insulto a la nación que pide ejercer ese derecho, a la

101
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

que a menudo incluso se le niega la condición de tal. Por otro lado, el discurso de dichos
ideólogos se presenta a sí mismo, a pesar de una clara exaltación de la propia nación,
como no nacionalista y se tacha de tal el discurso de quienes defienden con todo
derecho y justicia el ejercicio de la autodeterminación.
Es muy revelador que, en la versión electrónica de la vigésima segunda edición de este
diccionario, se hayan producido algunos cambios en estas definiciones. La segunda y la
tercera acepción han sido convenientemente atenuadas para intentar ocultar la
importante diferenciación conceptual que acabo de ilustrar. Respecto de la segunda
acepción se sustituye doctrina por ideología y no se habla de exaltación sino de
atribución de una entidad propia y diferenciada:

“m. Ideología que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a


sus ciudadanos, y en la que se fundan aspiraciones políticas muy diversas.”

En la tercera acepción, para evitar una referencia directa al derecho de


autodeterminación, se habla de una cierta independencia. Dice así: “Aspiración o
tendencia de un pueblo o raza a tener una cierta independencia en sus órganos rectores.”
Esta modificación de las acepciones va dirigida claramente, no tanto a la modernización
del diccionario, sino a la necesidad política de eliminar cualquier expresión que pueda
llevar a poner sobre la mesa el derecho de la autodeterminación de las naciones
integradas en este momento en el Estado español. Lo cual no es más que un botón de
muestra, sutil pero revelador, del tipo de ideología que predomina en las publicaciones
de la RAE, cuyos fundamentos doctrinales se basan, en un claro y contundente
nacionalismo españolista, como vamos a ver a continuación.
Un aspecto fundamental del nacionalismo español está claramente enunciado en el
artículo 2 de la constitución española de 1978:

Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y
garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la
integran y la solidaridad entre todas ellas.(
http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/constitucion.tp.html)

El concepto nacionalista clave aquí es el de unidad de la Nación española desde la cual


se enfocan las autonomías de las nacionalidades y regiones que integran esa Nación.
Eso significa que la separación o disgregación de las nacionalidades de esa Nación con
mayúsculas, supondría su disolución, por lo que se atentaría contra sus esencias propias.
Esta formulación de la Nación española va claramente dirigida a impedir el
reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las Naciones que forman parte
del Estado español, tal como afirma X. Bastida Freixedo (2007):

“Tras lo dicho ha de quedar claro que en el artículo 2 no hay lugar ni para la


libertad colectiva, ni para la democracia. Sería posible hablar de verdadera
‘patria común’ si se hubiese establecido un procedimiento en el que las
partes nacionales que son reconocidas por la misma Constitución pudiesen
expresar su voluntad libérrima de pertenencia al todo nacional. Nos
referimos al derecho de autodeterminación, expresamente planteado por
Euskadiko Ezkerra en el debate constitucional y rechazado de manera

102
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

igualmente expresa por el resto de la cámara.” (Bastida Freixedo 2007: 146;


comillas del autor)

Este autor, además, hace notar en el trabajo citado que la redacción de este artículo fue
con toda probabilidad impuesta por los elementos franquistas de la cúpula militar:

“Así las cosas, tenemos que el artículo 2 de la Constitución es el producto


de una imposición extraparlamentaria, casi con toda seguridad de
proveniencia militar.” (Bastida Freixedo 2007: 122)

Todo esto no ha impedido que este artículo segundo goce de forma generalizada de un
consenso y de un prestigio totalmente ajenos a su auténtica naturaleza antidemocrática:

“No obstante, la opinión de la doctrina dominante es otra y, desde luego, lo


es también el punto de partida de nuestros patriotas de la Constitución, que
hablan sin rubor del artículo 2 como ‘un gran pacto histórico de la transición
democrática’ que muestra ‘la voluntad de todos para encontrar un marco en
el que podamos sentirnos razonablemente cómodos.” (Bastida Freixedo
2007: 146-147, comillas del autor)

Como vemos, el carácter no democrático de este aspecto del texto constitucional no es


óbice para que en la sociedad española actual muchos consideren que este artículo se
adecua perfectamente al régimen democrático en el que se consideran inmersos. Como
vamos a ver en estas páginas, la autoridad normativa de las academias también se basa
en unos presupuestos que no están justificados lingüísticamente, sino solo
ideológicamente, por más que se diga que lo que se pretende es que se ejerza esa
autoridad para que no se desvirtúe o deteriore la esencia de lengua nacional desde el
punto de vista estrictamente lingüístico.
El nacionalismo lingüístico ha de verse como un aspecto concreto de esa
exaltación en todos los órdenes de la personalidad nacional, focalizada en la lengua; en
este sentido, la autoridad de la RAE surge del papel de guardián de las esencias de la
lengua española que van paralelas a las esencias de la nación española.
El mantenimiento de la unidad lingüística de la lengua española, que, como vamos
a ver ahora mismo, es un elemento fundamental de la ideología de la RAE, está, en mi
opinión, directamente relacionado con esta ideología nacionalista española según la cual
la variedad central castellana es la lengua española por antonomasia, tal como figura en
el escrito que la RAE elevó a las Cortes en 1978 (Moreno Cabrera 2008b: 93-95 y
Moreno Cabrera 2008c, sección 3). En efecto, la RAE propuso, sin éxito, que se
añadiera el siguiente párrafo en el título 1 del artículo 3 de la Constitución:

“Entre todas las lenguas de España, el castellano recibe la denominación de


“español” o “lengua española”, como idioma común a toda la Nación.”

La docta institución insiste en que la lengua castellana ha de ser denominada como


lengua española por antonomasia. Esta observación supone la introducción de una
jerarquía dentro de la españolidad. La lengua castellana es la esencialmente española, la
representativa más legítima de la españolidad. Eso hace que las demás lenguas
españolas se vean situadas en un nivel de inferioridad respecto de esta propiedad. Ello
significa, entonces, que hay una lengua mucho más española que las demás: el
castellano y que las demás lo son en un grado menor.

103
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

La ideología que está detrás de esta observación se puede calificar, sin duda alguna, de
nacionalista, pues hay una clara exaltación del español estándar peninsular (basado en el
dialecto de Castilla) como elemento esencial de la españolidad que tiene importantes
implicaciones tanto para las demás variantes del castellano en la Península como para
las distintas lenguas que conviven con ellas en ese ámbito geográfico:

“Se pueden apreciar dos vertientes del término lengua española. En la


primera vertiente se dice que el español es la lengua castellana; es decir, el
español se basa en el castellano de Castilla, dado que, según lo visto antes,
no se piensa en otro dialecto como el murciano, el extremeño, el andaluz o
el canario cuando se habla de lengua castellana a secas. En la segunda
vertiente, se dice que este español (registro culto del castellano moderno) es
la lengua de España por antonomasia, siendo las demás lenguas de España,
lenguas españolas de segundo orden. Dicho de otro modo, el español es el
castellano por antonomasia (es decir, el castellano de Castilla) y el español
es además la lengua española por antonomasia (las demás lenguas de
España no lo son). Todo esto es suficiente para caracterizar el nacionalismo
lingüístico español como retrógrado (el castellano tradicional es la norma
indiscutible) y excluyente (el castellano es la única lengua realmente
española; las demás están en un segundo plano dentro de la españolidad).”
(Moreno Cabrera 2008b: 94-95)

Es interesante considerar ahora el punto sexto de ese mismo escrito. Puede leerse a
continuación:

Designar exclusivamente como castellano el idioma común de España e


Hispanoamérica implica reducir abusivamente la realidad que español y
lengua española significan. Porque el castellano es la lengua surgida por
evolución del latín en un cierto territorio de la Península, que, al extenderse,
en un secular proceso de difusión para implantarse en su ámbito actual, fue
transformándose y enriqueciéndose paulatinamente con multitud de
elementos no castellanos: árabes, vascos, catalanes, aragoneses, leoneses,
gallegos, canarios y, muy en espacial, hispanoamericanos, etc. De tal
manera que, científicamente, el castellano, como modo de hablar propio de
su viejo solar, es hoy un dialecto del español. A la constitución de este han
contribuido generaciones de hablantes castellanos y no castellanos. Solo por
costumbre, consagrada por el Diccionario, se llama al español con el
término castellano. Pero sería abusivo que este último nombre desplazara al
anterior en el texto constitucional, donde, insistimos, la igualdad sinonímica
de ambas designaciones debe quedar reconocida. (Zamora Vicente 1999:
439)

Este pasaje ilustra perfectamente uno de los elementos más importantes de la ideología
del nacionalismo lingüístico español. Se trata de la idea de que el castellano se
transformó en otra lengua cualitativamente distinta, superior y mucho más comprensiva,
que pasa a designarse como español. Amado Alonso fue quien con más claridad
enunció este tópico nacionalista (Alonso 1967: 14, 19), aunque también se suman a él
autores como Manuel Alvar (véase Moreno Cabrera 2008b: 88-96). A resultas de esta
metamorfosis, el castellano se ha convertido en un dialecto de la lengua española. Sin
embargo, en este razonamiento hay algo que no encaja. Si el castellano se transformó de

104
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

hecho en otra lengua superior, el español, no se explica cómo es posible que el


castellano siga existiendo hoy en día. Si una crisálida se transforma en mariposa, parece
imposible que subsistan al mismo tiempo tanto la crisálida como la mariposa a que ha
dado origen. Esto es lo que ha llevado a algún autor ha mantener que el castellano no
existe en la actualidad:

“Por supuesto, el «castellano» también es una lengua española, tristemente


ya desaparecida al haber sido sustituida, a lo largo de los tiempos, de
manera total y absoluta, por el idioma nacional, el «español»...” (Lamela
2008: 69-70)

Lo único que se podría mantener es que se están perdiendo hoy en día algunas
variedades castellanas rurales, pero de ahí no se puede deducir que el castellano
moderno, el habla de las dos Castillas, no exista con sus características especiales que la
oponen a otras variedades castellanas peninsulares septentrionales o meridionales.
Por consiguiente, la única forma cabal de ver esta situación se manifiesta al decir que la
lengua española estándar, la lengua escrita codificada y fijada por la RAE y otras
instituciones culturales y políticas, es una variedad elaborada y enriquecida del
castellano moderno, si es que entendemos por lengua española esa lengua estándar. Por
consiguiente, el español estándar peninsular no es más que una variedad o variante del
castellano central moderno o, si se quiere, un dialecto de él. Desde esta perspectiva, no
hay problema alguno en decir que el castellano moderno y el español estándar —una
natural y otro artificial— son dos lenguas que en este momento coexisten. Como dice la
RAE en el punto sexto del escrito que comentamos, el castellano moderno tiene una
historia continuada que se puede retrotraer a la Edad Media, época en la que se
denomina castellano antiguo. Por consiguiente, el castellano moderno procede en
última instancia del castellano antiguo a través de una serie de transformaciones, como
las que explico en la sección séptima de este capítulo. Aquí sí que ha habido
metamorfosis. El castellano del siglo XIII, el castellano del siglo XVIII y el castellano
del siglo XXI por definición no pueden ser coexistentes: la existencia del posterior
supone la desaparición del anterior. No ocurre esto con el castellano actual, la lengua
que se habla en las dos Castillas y el español estándar peninsular, basado en una
variedad culta del castellano central moderno. Por ello, el español a que parece hacerse
referencia en el escrito de la RAE es, en puridad, una variedad del castellano y no al
revés como, de forma manipuladora se argumenta en dicho escrito. Precisamente esto es
una muestra de cómo el nacionalismo lingüístico lleva a tergiversar los hechos para, de
ese modo, presentar una lengua española supuestamente unificadora como garante de la
unidad nacional y como fundamento de un panhispanismo de esencias ultramarinas.
Como veremos al final de la sección séptima de este capítulo, la manipulación alcanza,
dentro del nacionalismo lingüístico, hasta el nacimiento mismo de la lengua. Al
principio de la sección octava volveremos a tratar esta cuestión.
Mediante argumentos como los anteriores, la RAE dejó claro que había que dar
lugar preferente y primordial a la variedad castellana central como asociada de modo
privilegiado con la Nación española. Por tanto, la preservación de la unidad de la
Nación española se extiende de forma natural a la preservación de la unidad de la
Lengua Española y queda legitimada en la ideología nacionalista por aquella. Es
relevante al respecto el artículo primero de los estatutos de la RAE:

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Artículo 1.
La Academia es una institución con personalidad jurídica propia que tiene
como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua
Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no
quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe
cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la
lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como
de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de
contribuir a su esplendor.
Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre la
historia y sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios,
especialmente clásicos, y no literarios, que juzgue importantes para el
conocimiento de tales cuestiones, y procurará mantener vivo el recuerdo de
quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra lengua.
Como miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española,
mantendrá especial relación con las Academias Correspondientes y
Asociadas. (http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/rd1109-
1993.html#a1)

En este primer artículo de los Estatutos se plantea como preferente el objetivo de la


preservación de la unidad del idioma nacional, que hemos visto que la RAE considera
parte constituyente y característica de la Nación Española y que se conseguirá en la
medida en la que la lengua española no vea deshecha su unidad esencial a través de los
cambios que va experimentando a lo largo del tiempo en todo el ámbito hispánico. De
aquí deduzco que, en última instancia, la unidad indisoluble de la Nación Española no
solo legitima la preeminencia del castellano y su unidad como lengua nacional dentro
del Estado español, sino que también legitima la pretensión del mantenimiento de la
unidad lingüística dentro de todo el ámbito hispánico, constituido además por diferentes
estados soberanos de América.
Estas ideas del nacionalismo lingüístico más radical adoptadas por la RAE fueron
ya enunciadas y defendidas de forma cristalina y vehemente por Ramón Menéndez
Pidal, quien en su discurso de ingreso en la RAE, leído en octubre de 1902, dice:

“Por otro lado, me siento demasiado pequeño para formar parte del más alto
Centro literario de la nación, del que, por cima de la nación, representa para
el bien del progreso humano el principio de unidad y conservación de uno
de los idiomas más propagados por el mundo.” (Menéndez Pidal 1902 apud
García Isasti 2004: 325)

A propósito de este pasaje comenta García Isasti:

“Pero el hecho verdaderamente importante es que Pidal coloca a la Real


Academia Española de la Lengua como ‘cima de la nación’; de este modo,
la definición de nación española (‘la idea moderna de nación’) resulta
inseparable de una lengua, de la lengua cuya reglamentación corresponde en
exclusiva a la Academia Española. Por primera vez nuestro autor liga
explícitamente nación y lengua (ambas españolas), de tal manera que las
demás lenguas de esa nación quedan relegadas al ámbito del idealismo
regionalista, estatus social y político evidentemente inferior.” (García Isasti
2004: 325)

106
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Más adelante, continúa este autor:

“El nexo que une la nación con estas consideraciones universales es la


Academia. En efecto, dicha institución cumple un doble papel: por una parte
es cima de la nación española, y por otra vela por la unidad y conservación
de un idioma, con lo cual cumple una tarea asociada al bien del progreso
humano. Resulta fácil concluir que, a través de la Academia, Pidal vincula
la nación española con el progreso humano, aunque sea indirectamente.”
(García Isasti 2004: 325)

El mismo Menéndez Pidal insistió en el problema del mantenimiento de la unidad de la


lengua española teniendo en mente el español de los países americanos, en los que el
idioma se empobrecía y deterioraba, tal como afirmó el insigne filólogo en un artículo
sobre el español de América de 1896:

“El idioma no cesaba de empobrecerse y debilitarse; aún las personas


pertenecientes a la clase educada, según el biógrafo de Bello, hablaban y
escribían espantosamente mal la lengua nativa. La pronunciación era
detestable, la ortografía peor, y las conjugaciones, concordancias y
construcciones de toda especie no eran mejores que la pronunciación y la
ortografía. Podía decirse que aquello era una jerigonza de negros.”
(Menéndez Pidal 1896 apud García Isasti 2004: 314)

Como observa García Isasti,

“La independencia política de las colonias parece arrastrarlas a la situación


anterior a la colonización, una situación nada halagüeña desde el punto de
vista cultural. Nuestro autor nos pinta un cuadro ciertamente tenebroso. La
solución, como veremos en la siguiente cita, es restaurar la unidad del
idioma mediante la acentuación de la comunicación intelectual entre la
metrópoli y las antiguas colonias.” (García Isasti 2004: 314)

La cita a la que se refiere García Isasti, del artículo de 1896 sobre el español de
América, es la siguiente:

“Después que los rencores políticos cedieron el paso a la amistad


desinteresada entre la metrópoli y las antiguas colonias, la comunicación
intelectual se hizo continua entre éstas y aquélla. Desde entonces, los
escritores de todos los países hispano-americanos como Bello, Baralt,
Irisarri, Suarez, Caro, Cuervo y otros tantos, vienen haciendo una guerra de
exterminio contra los barbarismos, neologismos inútiles y expresiones
viciadas, y luchando con ardor por que la lengua castellana se mantenga
pura desde Méjico hasta la Patagonia.” (Menéndez Pidal 1896 apud García
Isasti 2004: 314)

Según García Isasti (2004: 549), para Menéndez Pidal, en primer lugar, España es
eterna, no tiene principio ni fin y su unidad e individualidad son indiscutibles. En
segundo lugar, la unidad lingüística de España es condición indispensable para su
unidad política; si se quiebra la unidad lingüística, España se desintegrará. En tercer

107
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

lugar, España tiene una vocación imperial y universalista que la empuja a proyectar su
lengua y su cultura en todo el mundo. Europa y América han sido y son sus dos grandes
líneas de expansión.
Por consiguiente, podemos decir que el ideario de la RAE, según se ve reflejado en sus
estatutos y en las ideas de algunos de sus más ilustres próceres, está anclado en una
ideología nacionalista esencialista procedente de la fase colonial de la ideología del
nacionalismo lingüístico (Moreno Cabrera 2008b: 104-143), a partir de la cual esta
institución ha de cumplir el papel dirigente entre las demás Academias
hispanoamericanas en la función de contribuir a preservar de la unidad esencial de la
lengua española y el genio o idiosincrasia propios de la lengua, claramente
fundamentados en la ideología nacionalista española.
En definitiva, todo esto no es más que una extensión de la unidad de la lengua española
dentro de la nación española, pero tal como estaba en la época colonial, en la que había
un imperio político, que ahora sobrevive solo en lo lingüístico. Como es evidente que el
término indisoluble no se puede aplicar a la unidad lengua española porque es
perfectamente sabido que las lenguas presentan múltiples variedades tanto en el espacio
como en el tiempo y que con su extensión se produce un incremento de dicha variación
de forma inevitable, se recurre a las esencias y se habla de unidad esencial. Veremos, en
las secciones cuarta y séptima del presente capítulo, que la unidad no es una propiedad
esencial de las lenguas naturales reales, sino más bien accidental.
En su página web, la RAE insiste en que su función principal es contribuir a
mantener las esencias identitarias de la lengua española para que no se produzca la
fragmentación de esta lengua en diferentes idiomas:

“La institución ha ido adaptando sus funciones a los tiempos que le ha


tocado vivir. Actualmente, y según lo establecido por el artículo primero de
sus Estatutos, la Academia «tiene como misión principal velar porque los
cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a
las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que
mantiene en todo el ámbito hispánico»”.
(http://www.rae.es/rae/gestores/gespub000001.nsf/voTodosporId/CEDF300
E8D943D3FC12571360037CC94?OpenDocument&i=0)

Por tanto, por encima —o, quizás, en vez de— la labor normativa y correctiva de los
usos anómalos, incorrectos o inadecuados, la RAE es depositaria de los esfuerzos por la
preservación de la unidad esencial de la lengua española que, como he argüido antes,
viene legitimada por la unidad indisoluble de la Nación española, aunque esta vez en un
ámbito mucho mayor que el de esa nación española indisoluble: un ámbito
transnacional que agrupa todos los países que en su día estuvieron subordinados
políticamente a la metrópoli rectora.
La RAE, además, ha de velar por el mantenimiento del genio de la lengua —se dice
literalmente en el artículo primero de los estatutos de la RAE que recojo en la página
15—, concepto también claramente nacionalista, esta vez de base romántica. La
acepción sexta de genio en el diccionario electrónico de la RAE es: “Índole o condición
peculiar de algunas cosas”. Hay que mantener las peculiaridades que definen la lengua
española en su esencia. Estamos ante un concepto de esencialidad o peculiaridad típico
de los nacionalismos. La RAE ha de procurar que no se desvirtúen las esencias (el
genio) de la lengua española (véase del Valle 2007a y 2007b, Moreno Cabrera 2008b).

108
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Esta rancia idea del genio de la lengua ha sido resucitada recientemente por A. Grijelmo
en algunas de sus reeditadas publicaciones (Grijelmo 1998 y 2004). He aquí una
caracterización de este genio del idioma:

«[El genio del idioma] es lo más democrático que existe, porque compete no
sólo a los que estamos ahora en el planeta, sino también a los que estaban
antes que nosotros. El genio del idioma es la síntesis de lo que han pensado
sobre la lengua todas esas personas. Y lo interesante es que han tomado
decisiones increíblemente homogéneas a uno y otro lado del Atlántico.» (
http://www.diariocritico.com/chile/2008/Febrero/noticias/62034/efe.html)

Esta esencia de la lengua tiene un carácter permanente y subsiste a lo largo de


generaciones; es decir, no se ve afectada por el paso del tiempo y además regimenta el
pensamiento de los hablantes a lo largo de grandes distancias, dado que tiene carácter
universal. He aquí explícitamente enunciado uno de los recovecos metafísicos del mito
de la lengua universal, que examinaré en las secciones tercera y octava de este capítulo.
Por otro lado, el supuesto genio de la lengua se llega a caracterizar a través de una serie
de propiedades: es analógico, lento, pacifista, caprichoso, tacaño, genial (Grijelmo,
2004). Por supuesto, esto solo puede ser interpretado por parte del lingüista como una
licencia expositiva para hablar sobre el devenir de las lenguas en general y del español
en particular de una forma desenfadada, didáctica e ilustrativa. El problema, es que esta
caracterización puede llevar a mucha gente no especializada a pensar que realmente
existe un genio inmaterial de la lengua que dirige nuestras formas de hablar e incluso de
pensar y que nos permite entendernos. Esta creencia le puede venir muy bien al
nacionalismo lingüístico que exalta su lengua como la lengua de la concordia, del
entendimiento, de la cultura, de la internacionalidad y de la modernidad; aquí radica
precisamente el peligro de este tipo de formas de hacer divulgación sobre qué es y cómo
funcionan las lenguas: ese lenguaje figurado puede ser muy útil en los procesos de
manipulación ideológica.
La reafirmación del ámbito territorial internacional de la autoridad lingüística de
la RAE, que está en la base de la hispanofonía y del panhispanismo, no solo tiene las
raíces nacionalistas tradicionalistas que he esbozado en los párrafos anteriores, sino que
se proyecta en el presente y hacia el futuro en una serie de políticas que van mucho más
allá de lo puramente lingüístico y cultural:

“Esa afinidad cultural, sicológica y afectiva basada en la lengua común no


es ni más ni menos que esa ideología lingüística a la que yo me refiero como
hispanofonía. […] Es en este contexto, ante la fragilidad inherente a la
hispanofonía, en el que los gobiernos españoles y los líderes empresariales
movilizan estratégicamente las instituciones lingüísticas y culturales para
asegurarse de que la presencia de los agentes económicos españoles en
América Latina sea percibida no como la versión posmoderna de la vieja
relación colonial sino como ‘natural’ y ‘legítima’.” (del Valle 2007a: 40)

Volviendo al artículo primero de los estatutos de la RAE, además de velar por el


mantenimiento de la unidad de la lengua española y la conservación del genio del
idioma, esta institución ha de establecer y difundir criterios de propiedad y corrección,
por lo que podemos comprobar que, en el ideario de la RAE, la actividad normativa o
prescriptiva no está descartada, sino que sigue muy presente como elemento
fundamental de sus quehaceres. De esta manera, la RAE reconoce tener unos fines

109
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

claramente prescriptivos y correctivos: ha de hacer explícitos los criterios según los


cuales unas formas de hablar o escribir son correctas o adecuadas a la norma y otras no.
Téngase en cuenta que la evolución de la lengua española es independiente de la RAE y
es esta institución —aunque no necesariamente en exclusiva, dado que nada dicen los
estatutos sobre esa exclusividad—, la que ha de cuidar de que esa evolución no se
desvíe de las esencias diferenciales o particulares de la lengua española, ni caiga en
incorrecciones o degeneraciones que desvirtúen dichas esencias nacionales.
Con respecto al modo en que la RAE acomete su labor prescriptiva, en el Diccionario
Panhispánico de Dudas (PDP) se hace énfasis en el consejo o recomendación, más que
en la autoridad correctora:

“Debido a la naturaleza relativa y cambiante de la norma, el Diccionario


panhispánico de dudas evita conscientemente, en la mayoría de los casos, el
uso de los calificativos correcto o incorrecto, que tienden a ser interpretados
de forma categórica. Son más las veces en que se emplean expresiones
matizadas, como Se desaconseja…” (RAE y AALE 2005: xv)

La imagen general que se tiene de la RAE es, sin embargo, la de un organismo que
determina y legisla lo que está bien dicho y lo que no está bien dicho y al que se acude
para dirimir cuestiones relativas a la corrección o propiedad de un vocablo o expresión
compleja o de algunos de sus usos. Esta imagen no coincide exactamente con lo que
esta institución afirma en la actualidad sobre sí misma y sobre sus funciones.
En efecto, en las nuevas formulaciones de la cuestión, que analizo en la sección octava
del presente capítulo al examinar las introducciones del DPD, se insiste en que la RAE
y sus filiales americanas, simplemente toman nota de cuanto acaece en el campo
idiomático y de ahí surge la norma académica. En palabras de Víctor García de la
Concha:

«La lengua se hace en la calle, no en las academias. Allí sólo ponemos el


oído a como se habla y luego emitimos la norma»
(http://www.eluniversal.com.mx/notas/401057.html )

«La Academia no crea palabras, no impone su uso. La Academia hace una


función notarial, dice cómo es el habla de los españoles hoy»
(http://www.senado.es/legis7/publicaciones/html/textos/CS0301.html)

A pesar de todo, la RAE sigue mostrando una clara actitud impositiva en materia
idiomática, basada en la idea de que la gente habla mal la lengua, de la que me ocupo en
las secciones quinta y séptima de este capítulo. He aquí dos pasajes, en esta dirección,
que recogen palabras atribuidas también a Víctor García de la Concha:

«Respecto a las amenazas que acechan al español, el director de la RAE ha


comentado que la principal es “el mal uso que los hispanohablantes
hacemos de él”»
(http://www.fundeu.es/Noticias.aspx?frmOpcion=NOTICIA&frmFontSize=
2&frmIdNoticia=2063)

«[...] en el diccionario panhispánico de dudas estamos dejando, de acuerdo


con todas las academias americanas, principios muy claros que puedan
ilustrar a una persona porque, si no, va a llegar un momento en que ya no va

110
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

a saber cómo tiene que expresarse»


(http://www.senado.es/legis7/publicaciones/html/textos/CS0301.html),

Un ejemplo palmario de esta actitud descalificadora es el uso del signo , la bolaspa —


término que, curiosamente, no aparece en la edición electrónica del diccionario de la
RAE, ni en el DPD—, que se usa para señalar las palabras o usos de palabras
incorrectos o desaconsejados. Este símbolo es casi ubicuo en el DPD y se utiliza para
tachar de incorrectas muchas palabras y expresiones registradas en ese diccionario. En
la página XXXV del DPD, en donde se da el significado de los signos utilizados, al
explicar el signo  se dice lo siguiente:

“ Precede a las formas consideradas incorrectas o desaconsejables, y


a los ejemplos que ilustran usos no aceptados en la norma culta”
(RAE y AALE 2005: XXXV)

De esta manera, en el artículo del verbo coger del DPD aparece lo siguiente:

“3. Debe evitarse en la lengua culta el uso de coger por caber: «Como
sardinas en banasta, [...] las rodillas del uno contra las rodillas del otro, no
cogíamos, oiga» (Delibes Guerras [Esp. 1975] 262).” (RAE y AALE 2005:
142)

El uso de la bolaspa en este caso significa que una expresión como no cogemos en el
ascensor es incorrecta en la lengua culta, por lo que debe evitarse en ella. Ahora bien,
esto no quiere decir que este uso de coger sea ciertamente incorrecto, inadecuado,
anómalo, desviado lingüísticamente; es tan legítimo como cualquier otro uso común
existente de este verbo en la comunidad hispánica; éste lo es, al menos en la comunidad
lingüística española peninsular. Puede ser desviado o incorrecto respecto del habla
culta, pero da la casualidad de que el habla culta no es más que una manifestación
minoritaria y elitista del uso de la lengua española en general, y, por tanto, la no
utilización de este verbo en esta acepción es un rasgo peculiar de la lengua culta, no un
rasgo peculiar de la lengua popular, que es la lengua real de la mayoría de la comunidad
hispanohablante; una lengua cambiante y dinámica, como todas las lenguas que se
hablan efectivamente, que no puede reducirse a unas únicas normas fijas. Por otro lado,
en un diccionario que se reclama de lo panhispánico, se debería señalar que este verbo
es una palabra malsonante y zafia en algunos países como Argentina.
Por consiguiente, la bolaspa habría de ponerse adjudicarse a la lengua culta, que no
admite este uso existente en la lengua vulgar. Dado que, como veremos en las secciones
cuarta y séptima, la esencia de las lenguas es la variación y el cambio, dentro de unos
determinados límites establecidos implícitamente de modo natural, la anomalía no está
en la lengua vulgar que admite o presenta este uso, sino en la lengua culta, que no
admite la variación lingüística, elemento esencial de todas las lenguas vivas, o la reduce
a un mínimo incompatible con el funcionamiento real de las lenguas, tal como iremos
viendo en las secciones siguientes.
En conclusión, según he explicado, en la interpretación moderna del ideario tradicional
de la RAE se pueden detectar elementos fundamentales del nacionalismo lingüístico en
su fase colonial en convivencia con los rancios propósitos correctivos y sancionadores
heredados del preceptivismo tradicional, apenas disimulados en las nuevas
formulaciones de los juicios académicos sobre el habla común.

111
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

c. ¿Cuál es y cuál debe ser la función de las Academias de


la lengua?
La RAE siempre ha asumido, desde su origen mismo, unas labores fundamentales,
entre las que se encuentran la elaboración de al menos un diccionario, de una gramática
y de una ortografía, que son los tres pilares básicos de lo que se conoce habitualmente
como estandarización y planificación lingüísticas. De lo que se trata es de detallar lo
que ha de entenderse por lengua estándar normativa y, por tanto, de crear un cuerpo de
referencia de esa lengua normativa que pueda ser consultada con provecho y eficacia
por el conjunto de la población. De la amplitud, coherencia y utilidad de estos tres
puntos de referencia fundamentales dependerá el juicio que habremos de hacer sobre si
la RAE ha cumplido satisfactoriamente a lo largo de los siglos este cometido.
En los estatutos de la docta institución se mencionan explícitamente estos extremos.
En el artículo segundo aparece una referencia a los diccionarios:

Artículo 2.
Será constante ocupación de la Academia perfeccionar su Diccionario
común de consulta general y proseguirá la elaboración del Diccionario
Histórico de la Lengua Española. Dado el complejo crecimiento de los
vocabularios científicos y técnicos, la Academia registrará en sus
inventarios léxicos los tecnicismos de uso general, previa consulta a las
Academias competentes si lo juzga preciso. Publicará periódicamente el
resultado de sus trabajos, así como Diccionarios que, derivados de los
anteriores, contribuyan al mejor conocimiento y difusión del idioma.

En el artículo cuarto de los estatutos de la RAE se hace referencia a la labor


fundamental de realizar una gramática

Artículo 4.
Asimismo será ocupación constante de la Academia tener al día su
Gramática. La Academia fomentará, y en su caso acogerá o publicará, obras
gramaticales de particulares, sean o no miembros de ella. Finalmente podrá
publicar compendios y epítomes de su propia Gramática acomodados a los
distintos niveles de enseñanza.

Aunque no aparece mencionada en estos artículos, la ortografía es, como digo, otro de
los tres grandes códigos en que se expresa la norma académica (RAE y AALE 2005:
XI). De hecho, ha constituido desde el principio uno de los elementos emblemáticos de
esta institución.
Nos podemos preguntar si, basándose en una experiencia de más de dos siglos, la RAE
ha sido capaz a día de hoy de cumplir satisfactoriamente estos requisitos.
Empecemos por los diccionarios. Podemos preguntarnos si hoy por hoy la RAE ha sido
capaz de proporcionarnos un diccionario común de consulta general que sea un punto de
referencia coherente, utilizable, aclaratorio y adaptado a los tiempos que corren. Si
pensamos en su Diccionario de la Lengua Española y leemos algunos de los capítulos
de este libro, podemos sacar la conclusión de que este diccionario no responde a las
necesidades de un diccionario común de uso general. Puedo citar aquí, como simple
botón de muestra, la opinión de un experto en la cuestión como Martínez de Sousa:

112
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Por lo que respecta al Diccionario de la lengua española, el Diccionario


por antonomasia para quienes hablamos y escribimos en español, arrastra tal
cantidad de defectos lexicográficos, que su consulta se convierte a menudo
en un engorro.” (Martínez de Sousa 2007: 54)

Esto a pesar de que la RAE lleva publicadas veintidós ediciones de su diccionario de


referencia oficial desde el año 1780, ninguna de las cuales se puede considerar
completamente adecuada para el uso al que debe destinarse esta obra: una guía
lexicográfica fiable y coherente para todos los usuarios del español. La vigésima edición
de 1984 suscitó el siguiente comentario:

“Como resumen, el DRAE de 1984 deja mal sabor de boca a quienes hemos
adquirido la obra con la intención de tener una guía cierta en este riquísimo
bosque que es hoy nuestro lenguaje. Hemos descubierto poco trabajo por
parte de los académicos; poca dedicación a la obra normativa más
importante del idioma español, hablado y escrito por más de doscientos
cincuenta millones de personas; no demasiada exactitud en sus definiciones;
ninguna innovación en los aspectos lexicográficos.” (Martínez de Sousa
1984: 155)

El mismo autor examinó la edición vigésima segunda de 2001 y llegó a la siguiente


conclusión:

“Mantener al día un diccionario como el de la Academia no es tarea fácil, lo


sabemos. Equilibrarlo es asimismo difícil, como lo es dotarlo de coherencia
interna. Pero de sus aciertos y sus fracasos solo la Academia es responsable,
y tal responsabilidad debe exigírsele. Para eso tiene el prestigio que tiene,
para eso goza de la obediencia de que goza en el mundo hispánico, para eso
dispone de los medios de que actualmente dispone, con apoyos oficiales y
empresariales varios. Es obligación de todos pedir que el trabajo reflejado
en el Diccionario común esté conforme con los tiempos que corren y con la
época que nos toca vivir. Del superficial análisis que procede parece que
puede deducirse que la Academia no le ha dedicado el tiempo y la atención
que esta edición merecía.” (Martínez de Sousa 2002: 174)

Al final de este pasaje se hace alusión a un aspecto importante de las definiciones


lexicográficas del Diccionario de la RAE, que merecen una atención y sensibilidad
especiales. Se trata de los aspectos ideológicos de esas definiciones, que han sido a
veces demasiado evidentes en las primeras ediciones del DRAE y que continúan
siéndolo a pesar de los más de doscientos años transcurridos; véase, por ejemplo, el
capítulo de E. Forgas en el presente libro (Forgas 2008). En un reciente análisis
pormenorizado de la evolución de estos aspectos ideológicos en las definiciones del
diccionario se afirma lo siguiente, a propósito de la vigésima segunda edición del
DRAE

“La asignatura pendiente de la Academia sigue siendo el proceder


sistemático y la exhaustividad en la realización del proceso de revisión y
enmienda de su Diccionario. Muchos son los avances que se observan en
cuanto a la temática religiosa en este repertorio en relación con el trabajo de
1992, pero la continuidad en el mantenimiento de fórmulas obsoletas y esa

113
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

ausencia de metodología sistemática en la tarea de revisión siguen


empañando los esfuerzos de una institución que nunca parece alcanzar las
metas fijadas por ella misma.” (Rodríguez Barcia 2008: 260-261)

Como conclusión final de su detallado estudio aduce esta autora la siguiente reflexión:

“La Real Academia Española ha sido sin duda adalid, guía y cabeza, para
todos los que contribuyeron al desarrollo de la Lexicografía monolingüe del
español; pero, tras el análisis realizado, es posible afirmar también que sus
diccionarios han dilatado los márgenes de una tradición obsoleta, han fijado
tabiques invisibles en el proceso de conformación del pensamiento que
dividen lo correcto y lo incorrecto más allá de los fundamentos de la moral
y la ética, por lo que ha sido, pues, lastre ideológico para la codificación de
una lengua libre del filtro impresionista.” (Rodríguez Barcia 2008: 280)

Volviendo a los aspectos puramente lexicográficos, puedo decir que hasta ahora la RAE
no ha sido capaz de ofrecernos, como resultado de su trabajo corporativo, un diccionario
de la variedad lingüística peninsular de calidad similar al Diccionario del Español
Actual (Seco, Andrés y Ramos 1999), una obra de gran solvencia, que es un auténtico
hito en la nómina de diccionarios del español actual por su seriedad, por su coherencia y
por su amplitud (Rodríguez Barcia 2008: 255). A este diccionario podemos añadir,
como obras lexicográficas realmente sobresalientes y de gran utilidad y valor como
referencia, el Diccionario de uso del español de María Moliner (Moliner 1988), el
Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Coromines y José
Antonio Pascual (Coromines y Pascual 1980-1981), el Diccionario de arabismos y
voces afines en iberorromance de Federico Corriente (Corriente 1999), el Diccionario
Combinatorio del español contemporáneo dirigido por Ignacio Bosque (Bosque (dir.)
2004) o el impresionante Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español (s.XIV-1726), en 11
volúmenes (Alvar Ezquerra y Nieto Jiménez (2007). Teniendo en cuenta que algunos de
los autores o directores de los diccionarios citados son académicos, es de justicia
afirmar que a la RAE no le faltan lexicógrafos expertos que puedan contribuir a la
realización de obras similares a las referidas firmadas por la docta corporación.
Aparte de ello, se echan en falta diccionarios especializados en diversos ámbitos
técnicos cuyo caudal terminológico crece sin cesar. Precisamente, al ser los tecnicismos
palabras nuevas que se inventan artificialmente con un determinado propósito y al no
ser, pues, de uso común, ni estar plenamente afectadas por los fenómenos de cambio
natural de las lenguas, la labor de fijación y unificación de las Academias cobra aquí un
sentido pleno. Pues bien, en este terreno, en el que la labor académica tiene sentido y
justificación lingüísticos es en el que se echan de menos precisamente diccionarios que
propongan una versión unificada de los términos técnicos para todo el ámbito hispánico.
¿Dónde están los diccionarios académicos de informática, ciencias sociales, ciencias
naturales que tanta falta hacen en el mundo hispánico? En este punto, queda claro que la
RAE no ha sabido responder a las crecientes demandas de la sociedad en este ámbito
terminológico. La creación de un observatorio del neologismo en el año 2001 (López
Morales 2004: 935 y 944) parece una iniciativa inexplicablemente tardía, cuyos frutos
hasta ahora no parecen tener gran influencia.
La gramática es otro de los pilares en los que, según el DPD, se basa la doctrina
normativa de las Academias. En este ámbito, los resultados en estos últimos tiempos
están muy lejos de ser satisfactorios. Es evidente que ni la gramática de 1931, la que aún
sigue vigente hasta que aparezca la nueva gramática académica, ni el Esbozo de una

114
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Nueva Gramática de la Lengua Española, publicado en 1974, constituyen una


referencia adecuada en lo relativo a las cuestiones sintácticas del español normativo. En
este terreno han aparecido obras mucho mejor adaptadas a este fin y que gozan de gran
popularidad, como los manuales de español correcto de Leonardo Gómez Torrego, cuya
última revisión es del año 2002 (Gómez Torrego 2002). El profesor Gómez Torrego ha
hecho algo que la Academia hasta este momento ha sido incapaz de llevar a cabo con
éxito: un manual que caracterice de forma relativamente completa, directa y accesible
para todos el español normativo y que permita un uso ágil y una consulta eficaz. Esta
obra demuestra que sí es posible hacer algo que debería haber hecho hace muchos años
la docta institución, que se considera adalid de esa norma del español culto moderno.
Si queremos encontrar gramáticas de consulta del español de España hechas con
criterios modernos tenemos que recurrir a obras como las de J. Alcina y J. M. Blecua
(1975), Alarcos Llorach (1994) o Bosque y Demonte (1999), todas mucho mejores que
las académicas para los fines que ha de cumplir este tipo de publicaciones. La tercera de
las mencionadas es un logro muy notable, que coloca la lengua española entra las mejor
descritas del mundo. Aunque esta última obra y la anterior están dirigidas o elaboradas
por académicos y están publicadas en una colección de libros de la RAE, no obedecen a
un esfuerzo conjunto de la docta institución, sino a iniciativas personales muy
meritorias, competentes y esforzadas. No se pueden considerar, por consiguiente, como
productos de la RAE (Martínez de Sousa 2007: 54).
En conclusión, se puede decir que la RAE, en sus muchos años de existencia no ha sido
capaz de ofrecer a la sociedad una descripción completa, moderna, fiable y accesible del
español estándar normativo peninsular. Es una tarea que continúa pendiente y que
tendrá que ser colmada con la nueva gramática académica, de próxima publicación.
En cuanto a la ortografía, la novísima edición panhispánica (RAE 1999) ha resultado ser
decepcionante, tal como podemos deducir de lo dicho en otros capítulos de este libro.
He aquí un juicio ciertamente alarmado y alarmante:

“En Julio de 1999, entró en circulación Ortografía de la lengua


española, obra de la Real Academia, revisada por las veintiún
Corporaciones asociadas.
La habíamos esperado algún tiempo. Mas, apenas iniciada la lectura,
el libro se nos cayó de las manos. ¿Dónde “el magisterio docente de la
Academia”?
Hemos pensado, entonces, en los millones de educandos, escolares y
jóvenes estudiantes. Preocupados por su aleccionamiento, sin atribuirnos
autoridad alguna, hemos decidido tomar la plana y enmendar en ella los
inesperados errores cometidos, precisamente, contra normas que constan en
la Gramática de la lengua española, obra académica en actual vigencia.
De manera alguna a lo Zoilo. Aunque el lector puede vislumbrar
nuestro desencanto ante tan solemne deterioro.” (Jácome 2004: 15)

No es el único. He aquí otro igualmente severo:

“La ortografía que la Academia se ha dignado a publicar en 1999 apenas


tiene nada nuevo; y lo poco que tiene es, en algunos casos, muy discutible y
probablemente muy dañino para el sistema de la lengua escrita.” (Martínez
de Sousa 1999: 294)

Continúa este autor de la siguiente manera:

115
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“De la nueva ortografía, en conjunto, se puede decir, antes de entrar en


detalles, que es algo mejor que la anterior. Mejor porque está más trabajada,
tiene más coherencia interna, hay más orden en la exposición, está más
ejemplificada (aunque los ejemplos sean inventados, a veces
incomprensiblemente forzados), etcétera. Pero tiene un defecto que pocos
van a poder superar: la Academia se introduce, desarmada, por vericuetos
ortotipográficos y de escritura científica, temas en los que no es especialista
(al menos, a la vista de lo que dice), por lo que el daño que pueda hacer o
las vacilaciones que va a provocar pueden ser graves.” (Martínez de Sousa
1999: 294)

Sobre este aspecto de la labor académica se puede tener una panorámica en este mismo
libro, en la contribución escrita por el autor de la cita precedente (Martínez de Sousa
2008).
Podemos, sin embargo, encontrar en la actualidad obras más completas, útiles y fiables
para obtener directrices sobre las normas ortográficas del español. En este ámbito hay
que mencionar la amplia, completa, sólida y útil obra de José Martínez de Sousa. En
concreto, puedo hacer referencia a su ortografía (Martínez de Sousa 2004) y a su
manual de estilo de la lengua española (Martínez de Sousa 2001), obras que, entre
muchas otras publicaciones imprescindibles de este autor, superan con creces la
menguada y endeble ortografía panhispánica de la RAE y de las demás Academias
americanas.
Ante todo lo examinado hasta ahora en esta sección, llama la atención el balance que
hace el profesor López Morales sobre la actuación de las Academias en la historia del
idioma (López Morales 2004), que cae de forma patente en un triunfalismo y una
autocomplacencia que estimo que no están en modo alguno justificados. He aquí un
botón de muestra:

“Desde su fundación en 1713 hasta hoy, la Real Academia Española ha sido


una pieza fundamental en el ámbito cultural hispánico: ha trabajado y
promovido con ahínco la unidad de nuestra lengua [...], se ha preocupado
por la formación de importantes depósitos bibliográficos que guardan
celosamente páginas y páginas de nuestro glorioso pasado literario, ha
rescatado, gracias a la imprenta, obras de singular significado, y ha
estimulado, a través de sus premios, a los talentos más jóvenes del país, a la
par que consolida y consagra a figuras de envergadura de nuestro quehacer
creativo, crítico y ensayístico.” (López Morales 2004: 920)

A continuación voy a examinar la reformulación que ha hecho la Academia de


sus funciones. Para ello, voy a analizar con detenimiento las primeras páginas del
Diccionario Panhispánico de Dudas (RAE y AALE 2005), en las que se exponen los
fundamentos y propósitos de esta obra emblemática de la novísima expresión de la
ideología panhispánica. Haré una crítica de ellas de acuerdo con lo explicado en las
ocho secciones anteriores; por consiguiente, será una crítica hecha desde un punto de
vista que intenta situarse en la ciencia lingüística contemporánea. Otras críticas pueden
verse en Martínez de Sousa 2005, y Méndez García de Paredes 2008b, entre otras
referencias.
El Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD en adelante) se abre con una
Presentación y una sección titulada Qué es el Diccionario Panhispánico de Dudas.

116
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Estas dos secciones introductorias ocupan solamente seis páginas, por lo que pueden
considerarse como la expresión quintaesenciada de los fundamentos de buena parte de
la empresa panhispánica que constituye la formulación actual del ideario de las
Academias de la lengua.
Empezaré analizando el contenido de la Presentación. El primer párrafo se inicia con la
siguiente información

“Centenares de hispanohablantes de todo el mundo se dirigen a diario a la


Real Academia Española, o a cualquier otra de las que con ella integran la
Asociación de Academias de la Lengua Española…” (RAE y AALE 2005:
XI).

Observamos que, ya desde el principio, la RAE aparece explícitamente mencionada y


las demás Academias de los demás países de habla hispana aparecen indirectamente
nombradas haciendo referencia a la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Esto que, en realidad, no es más que una de las manifestaciones de esa contraposición
simplificadora del español de España frente al español de América que ya hemos visto
en la sección anterior podría interpretarse como un reflejo del artículo 2º de los
estatutos de la RAE —analizado desde una perspectiva ideológica en Moreno Cabrera
2008b:133ss— que dispone explícitamente que las demás Academias de la lengua
reconocen la autoridad rectora o dirigente de la academia dieciochesca primigenia:

“Art. 2º Las Academias Correspondientes de la Real Academia Española


reconocen que esta es, por derecho propio, la llamada a dirigir esta labor
colectiva de defensa y promoción del idioma castellano.” (Zamora Vicente
1999: 356, la cursiva es mía)

Dado el carácter panhispánico del DPD, parece que es necesario, desde el comienzo
mismo, resaltar el nombre de la RAE sobre el cúmulo de Academias pertenecientes a la
AALE, para señalar, aunque solo sea de modo implícito e indirecto, ese papel dirigente
reconocido de la docta institución respecto de las demás Academias.
Una vez enunciado el carácter sobresaliente o prominente de la RAE, se pasa, en la
última parte de este primer párrafo, a constatar la autoridad indiscutible de las
Academias en materia lingüística. En efecto, respecto de estos centenares de
hispanohablantes se afirma lo siguiente:

“Buena parte de estas personas conocen y consultan de ordinario alguno de


los manuales de corrección idiomática, diccionarios de dudas o libros de
estilo existentes, pero quieren oír de manera directa la voz propia de las
Academias, que tienen secularmente reconocida la competencia de fijar la
norma lingüística para el mundo hispánico.” (RAE y AALE 2005: XI, la
cursiva de es mía).

Aquí se hace referencia al deseo de conocer de primera mano la opinión de las


Academias, que tienen reconocida desde siglos la competencia para fijar la norma.
En el segundo párrafo de la Presentación se aclara lo que ha de entenderse por norma y
se dice explícitamente que…

“…no es algo decidido y arbitrariamente impuesto desde arriba: lo que las


Academias hacen es registrar el consenso de la comunidad de los

117
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

hispanohablantes y declarar norma, en el sentido de regla, lo que estos han


convertido en hábito de corrección, siguiendo los modelos de la escritura o
del habla considerados cultos.” (RAE y AALE 2005: XI, la cursiva es mía).

Este segundo párrafo parece entrar en contradicción directa con el anterior, dado que
primero se afirma que las Academias tienen la competencia de fijar la norma lingüística,
pero, a continuación, se dice que esa norma lingüística no la deciden esas instituciones.
Si esto es así, entonces las Academias no tienen la competencia de fijar la norma
lingüística, sino que simplemente levantan acta — ‘registran’ dice el texto de la
Presentación— del consenso al que ha llegado la comunidad de hispanohablantes. Todo
esto parece querer fundamentar la idea de que la autoridad de las Academias procede de
la comunidad lingüística, que es la que realmente fija la norma que las Academias se
limitan a reconocer y recoger. Ahora bien, es perfectamente conocida y está
perfectamente constatada la enorme variedad de usos que presenta esa presunta
comunidad hispanohablante compuesta por millones de hablantes; también es muy fácil
entender que, en realidad, tal supuesta comunidad está formada por centenares, si no
miles, de comunidades lingüísticas diseminadas a lo largo y ancho de miles de
kilómetros y que sería realmente milagroso que todas ellas convinieran en unos mismos
usos normales o considerados tales. Ante ello, se restringe la amplitud del acuerdo para
reducirlos a los modelos de la escritura o del habla considerados cultos. Esta restricción
es inmensa: los modelos de la lengua escrita son claramente minoritarios y exclusivos
de una pequeña parte de las poblaciones que constituyen la supuesta comunidad
hispánica, que tiene tiempo y ganas para conocer con suficiente profundidad ese modelo
escrito. Por otro lado, cabe hacer las siguientes preguntas: ¿Cuáles son esos modelos de
habla a los que aspiran o deben aspirar los hablantes? ¿Quién o quiénes los considera
cultos?
Quizás la labor de las Academias consista en determinar qué habla es culta y qué habla
es inculta; si esto es así, entonces son las Academias las que fijan los modelos, en
contradicción con lo dicho en este párrafo. De todas formas, tiene razón la Presentación
cuando afirma que la norma no es algo “arbitrariamente impuesto”. En efecto, al
reducirse la fuente de la autoridad académica a los hablantes considerados cultos, se
puede comprender fácilmente que los modelos lingüísticos que determinan la norma
culta constatada y registrada por las Academias son los de los estamentos de la
población dominantes, es decir, aquellos que han gozado de los privilegios más altos de
la educación media y superior y que han dispuesto de los medios económicos que les
han proporcionado el tiempo necesario para cultivar su uso de la lengua a lo largo de su
vida y adquirir así un determinado nivel de competencia dentro de la norma culta. No se
trata, pues, de una imposición arbitraria, sino claramente motivada. Se trata de imponer
los usos de las clases dominantes como los únicos usos correctos o cultos.
Pero ya hemos visto en las secciones anteriores que los modelos de la lengua escrita
culta no son otra cosa que los modelos vulgares de las clases dominantes con algunos
añadidos cultos adicionales.
En el tercer párrafo de la Presentación se hace referencia a la Ortografía, al Diccionario
y a la Gramática como “los tres grandes códigos” (RAE y AALE 2005: XI) de la norma
académica. Respecto del Diccionario se afirma:

“El Diccionario, en fin, por su condición de repertorio léxico oficialmente


reconocido, exige la consolidación en el uso general de las nuevas palabras
y acepciones, así como de las propuestas de adaptación de voces extranjeras,

118
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

antes de incorporarlas y, cuando lo hace, se limita a registrar sus sentidos.”


(RAE y AALE 2005: XI).

Curiosamente, para aceptar una palabra en el Diccionario, debe estar consolidada en el


uso general. Aquí se relaja considerablemente el ámbito de la fuente de la autoridad
normativa de las Academias, ya que no se habla de uso considerado culto o escrito, sino
de “uso general”. Realmente, es difícil establecer cómo se puede realizar una tarea de
fijación de la norma con un concepto tan vago como éste, máxime cuando estamos ante
un conjunto inmensamente grande de hablantes. Quizás lo que se quiere decir, aunque
no se dice, es que hay que tener en cuenta la consolidación en el uso general dentro del
conjunto de hablantes cultos.
En el siguiente párrafo se habla de “los miles de dudas concretas que asaltan a los
hablantes en su manejo cotidiano del idioma.” Un buen observador de las comunidades
lingüísticas podrá constatar fácilmente que la gente que usa la lengua española o
cualquier otra de forma cotidiana lo hace de modo fluido, rápido y contundente, sin
titubeos ni indecisiones continuos. Los hablantes hacen diariamente centenares de
intercambios lingüísticos sin que les asalte duda alguna sobre cómo hablar. Es más, si
los hablantes fueran asaltados en su uso cotidiano de la lengua por dudas continuas, la
comunicación sería farragosa, entrecortada, lenta, insegura, ineficaz y desesperante,
similar a la que se produce en el caso de los extranjeros que no dominan
suficientemente el español.
¿Cuándo se produce esta situación dubitativa entre los hablantes de una lengua? Cuando
el hablante es más o menos consciente de que su forma de hablar va a ser evaluada. En
ese momento, interviene un mecanismo psicológico de supervisión y auto-corrección —
el procesador de Hale ya visto— que dificulta grandemente, y a veces impide, la
realización adecuada de la capacidad lingüística natural adquirida en la infancia y
practicada sin problemas en casi todo tipo de situaciones. Esta auto-conciencia
lingüística es, en una mayoría de hablantes sin el entrenamiento suficiente, un factor
importantísimo de distorsión, degeneración y corrupción de sus habilidades lingüísticas
naturales. Los problemas que surgen debido a este factor de auto-conciencia lingüística
distorsionadora impuesta por las instancias evaluadoras, no se solucionan con el
aumento de la tensión auto-observadora que supone la provisión de más
recomendaciones, sugerencias y prohibiciones o proscripciones, sino que se agravan. Es
decir, de cuantas más normas sea consciente el hablante habitual de una lengua, más
interferencia ocasionará esa consciencia en sus habilidades lingüísticas naturales. Un
procesador de Hale excesivamente recargado puede tener consecuencias negativas en la
actuación lingüística.
La solución al factor distorsionante de la auto-conciencia lingüística inducida por una
evaluación impuesta desde arriba, no está en el incremento del número de
recomendaciones, normas o prohibiciones, sino en la dignificación de las habilidades
lingüísticas naturales, del habla vulgar habitual, por parte de las instituciones, como las
Academias, que gozan de prestigio y autoridad reconocidos en las comunidades o
sociedades correspondientes. Porque “los moldes propios de nuestra lengua” (RAE y
AALE 2005: XII) no son sólo los establecidos sobre la base del vulgar de las clases
pudientes o dominantes, sino también los modos vulgares de las clases dominadas o
desfavorecidas. No hay que olvidar, como he puesto de manifiesto en la sección séptima
de este trabajo, que el castellano estándar culto no es más que una elaboración parcial y
defectiva de una forma del castellano vulgar.
En el antepenúltimo párrafo de la Presentación se vuelve a tratar el concepto de norma,
y se habla de “norma en realización”, que introduce un concepto abierto y dinámico que

119
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

va justamente en contra de la norma como fijada a que se hace referencia en el párrafo


primero. Se reconoce que hay que hacer referencia y orientar sobre lo no fijado que, por
cierto, abarca la mayor parte de la lengua real, pues lo fijado no es más que un aspecto
de la inmensa variación de lenguas de ámbito intercontinental como el español, el inglés
o el francés. Los criterios que han de servir de guía son la prudencia y el ideal de la
unidad lingüística. Sin embargo, ninguno de estos dos criterios son operativos en el
devenir de las lenguas, tal como puede constatar cualquier estudioso del cambio
lingüístico y quienes hayan asimilado las páginas anteriores; además, parece difícil que
se pueda conseguir que esa prudencia y ese ideal de la unidad tengan una influencia
decisiva en el devenir del español. Por otro lado, el ideal de unidad lingüística no es otra
cosa, como hemos tenido ocasión de ver a lo largo de este trabajo, que un aspecto del
sempiterno mito de la lengua perfecta universal, tan decisivo en muchas de las
manifestaciones culturales e ideológicas de la sociedad actual. Además, ese ideal de
unidad esconde un propósito no declarado de impedir que el modelo castellano-centrista
de la lengua pierda valor, prestigio o vigencia en el mundo hispánico, tal como he
intentado demostrar en otro lugar (Moreno Cabrera 2008b: 104-143).
Después de la Presentación está la sección introductoria titulada Qué es el Diccionario
Hispánico de Dudas. Bajo este epígrafe se recogen siete subsecciones, tres de las cuales
están dedicadas de nuevo a la cuestión de la norma y llevan por título, respectivamente
Carácter normativo, La norma de hoy y La norma culta. En la primera, se define la
norma de la siguiente manera:

“La norma no es sino el conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en


una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus
miembros y convertidas en modelos de buen uso” (RAE y AALE 2005:
XIII).

Se vuelve, pues, a la idea inicialmente expuesta según la cual la norma nada tiene que
ver con un conjunto de leyes impuestas desde arriba por instituciones o individuos, sino
con un consenso implícito entre los miembros de una comunidad lingüística pero se
añade una conversión en modelos de buen uso.
A continuación, se dice que sin ese conjunto de preferencias implícitas la lengua no
podría funcionar eficazmente:

“Si no existiera ese conjunto de preferencias comunes, y cada hablante


emplease sistemáticamente opciones particulares, la comunicación se haría
difícil y, en último extremo, imposible. La norma surge, pues, del uso
comúnmente aceptado y se impone a él, no por decisión o capricho de
ninguna autoridad lingüística, sino porque asegura la existencia de un
código compartido que preserva la eficacia de la lengua como instrumento
de comunicación.” (RAE y AALE 2005: XIII).

Estas consecuencias tienen que ver con el primer punto de la definición de norma, el
referente al consenso implícito, pero no con el añadido, el referente a los modelos de
buen uso. Porque, precisamente, lo que suele ocurrir —tal como hemos tenido ocasión
de comprobar anteriormente y como se puede constatar observando las numerosas
entradas con bolaspa del DPD— es que, en muchas ocasiones, el consenso general
implícito a través del cual funcionan las lenguas, se aparta de los modelos conceptuados
como de buen uso. Ello es así porque el fundamento del funcionamiento habitual de las
lenguas no son estos modelos, sino más bien ese consenso implícito no regimentado.

120
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Por tanto, cuando se dice que la norma surge del uso comúnmente aceptado y se impone
a él para permitir la eficacia comunicativa y no por decisión o capricho individual, no se
puede incluir en esa norma todos los aspectos de los modelos considerados como de
buen uso. Esto se debe a que los modelos de buen uso, como las modas, sí que se
pueden imponer por imitación, por capricho, por emulación y por otros muchos factores
independientes de los fines puramente comunicativos de las lenguas.
En la subsección titulada La norma de hoy se insiste en la mezcla de los dos factores: el
natural de tendencia al consenso implícito y el artificial-cultural, referido a los usos
considerados buenos:

“Como toda institución humana, la lengua experimenta cambios en el


transcurso de su evolución histórica, de manera que ese conjunto de
preferencias lingüísticas convertidas en modelos de buen uso que
constituyen la norma no es igual en todas las épocas.” (RAE y AALE 2005:
XIII)

Aquí, como en los casos anteriores, se produce una mezcla entre dos sentidos del
concepto de norma que puso muy bien de manifiesto en su día el profesor Víctor
Sánchez de Zavala al hacer una crítica del concepto de norma en la obra del lingüista
rumano Eugenio Coseriu, cuya doctrina ha tenido una notable influencia en el ámbito
hispánico. Sánchez de Zavala afirma que en ese concepto…

“…se hallan mezclados —por más que no confundidos— dos conceptos en


realidad muy distintos: por un lado, el de la realización o conjunto de
realizaciones estadísticamente preferidas con respecto a todas las demás
realizaciones posibles sin transgredir los límites del idioma; y, por otro, el
de género de realización obligado si es que el hablante ha de mantenerse
[…] dentro de una variedad lectal determinada de un idioma utilizado por
una comunidad histórica.” (Sánchez de Zavala 1982: 106-107)

En el caso concreto que nos ocupa, podemos comprobar cómo hay situaciones en las
que el consenso preferencial puede no coincidir con los límites de la norma considerada
culta. Si se demuestra estadísticamente —para sacar a colación un ejemplo que he
analizado en la sección séptima— que la comunidad peninsular española prefiere las
expresiones este agua o ese aula, proscritas en el DPD, a las formas del modelo culto
esta agua y esa aula, podremos decir que las primeras son las normales y que las
segundas son las normativas y que la única manera de que la comunidad se atenga a la
propuesta del DPD es mediante una imposición de lo normativo sobre lo normal. Pero
sabemos perfectamente —ya lo he ilustrado con varios ejemplos en la sección
séptima, que es muy raro que lo normativo prevalezca sobre lo normal, dado que la
fuerza del consenso implícito en el funcionamiento de las lenguas no se puede ampliar a
la de los modelos normativos, que no cumplen una función lingüística natural, sino
cultural, política e ideológica.
En la última subsección dedicada a la norma, cuyo epígrafe es, de forma elocuente, la
norma culta es donde se especifica el concepto de norma de forma más detallada y en
donde se produce el gran desplazamiento desde el consenso implícito de la mayor parte
de la comunidad, hacia el consenso de una parte pequeña y exclusiva de dicha
comunidad: el estamento culto, integrado en su gran mayoría por personas de las clases
más privilegiadas de la sociedad. He aquí un párrafo muy revelador:

121
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Por su carácter de lengua supranacional […] el español constituye, en


realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una
amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel
formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico.” (RAE
y AALE 2005: XIV)

Aquí se produce una reducción drástica del consenso implícito general al que se hacía
referencia al principio, porque se selecciona como modelo lingüístico un modo de
expresión, la expresión culta formal, que es utilizado de forma habitual por una minoría
del conjunto de los hablantes del español. Según los cálculos sugeridos en mi libro
sobre el nacionalismo lingüístico (Moreno Cabrera 2008b: 153) los hablantes habituales
de esa variedad culta formal (que, por ejemplo, nunca diría este agua o patrás o
palante, típicas del habla vulgar) podrían difícilmente superar los cuatro millones, lo
que constituye aproximadamente un 1% de la totalidad de hablantes del español, que en
algunos medios se calcula en unos cuatrocientos millones de personas. Por supuesto, el
habla de este colectivo culto más reducido tiene que ser por fuerza más homogénea que
la de un colectivo cien veces mayor.
La RAE y las demás Academias son muy explícitas en cuanto a cuál ha de considerarse
la variedad estándar de la lengua:

“Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español estándar:
la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la
necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las
escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público
o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los
libros científicos y técnicos.” (RAE y AALE 2005: XIV)

Es harto evidente que la norma constituida por el conjunto de convenciones implícitas


que se adoptan en una comunidad no puede coincidir con esa lengua estándar culta que
domina una parte muy pequeña de la población (un 1% si interpretamos domina de
forma estricta; si relajamos esa interpretación se podría ampliar ese tanto por ciento,
pero cuanto más creciera dicho porcentaje más desviaciones tendríamos respecto de que
lo que se considera la norma culta): sería milagroso que mediante una convención
implícita se llegara a un tipo de lengua escrita fijada y normalizada típica, por ejemplo,
de los ensayos y libros científicos y técnicos.
A partir de todo lo anterior, vemos la auténtica naturaleza de la norma académica.
Consiste en elevar a norma general lo que no es más que un conjunto de convenciones
—como he mostrado en las secciones anteriores, de base vulgar— de una minoría de la
comunidad lingüística. Es decir, estamos ante una imposición pura y dura que se
fundamenta en el privilegio de las convenciones lingüísticas de las capas superiores de
la sociedad, que tienen las riendas del poder político, económico, informativo, jurídico o
legislativo. Pero se nos quiere hacer creer que esas convenciones que se busca imponer
como correctas o normales surgen en realidad de la mayor parte de la población y se
basan en las convenciones generales implícitas que sustentan el funcionamiento habitual
de las lenguas naturales. En resumidas cuentas, el habla de las personas instruidas que
dominan la lengua culta estándar escrita podría considerarse e incluso aceptarse como
normativa, pero de ningún modo como normal. Además, si se conceptúa como
normativa, ello no puede ser debido a que esa lengua culta tenga características
lingüísticas superiores gramaticalmente a las de otras variedades, —ya hemos visto

122
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

antes que es también vulgar—, sino a un predominio no lingüístico: político,


económico, cultural y social, principalmente.
Por todo lo anterior no es extraño que en la subsección siguiente, que lleva por título
Respuestas matizadas, se afirme lo siguiente:

“Muchos modos de expresión que no son aceptables en la comunicación


formal, sea escrita u oral, se juzgan perfectamente normales en la
conversación coloquial, más espontánea y, por ello, más propensa al
descuido y a la laxitud en la aplicación de ciertas normas de obligado
cumplimiento en otros contextos comunicativos.” (RAE y AALE 2005: XV)

En este párrafo se hace referencia al desajuste entre los modelos cultos de la lengua y el
habla coloquial, basada ésta en las convenciones implícitas aceptadas común y
generalmente. Pero ese desajuste no se explica por su razón natural: la que consiste en
reconocer que esos modelos cultos no son generales, sino específicos de unos
determinados estamentos de hablantes y, por tanto, no pertenecen al conjunto de
convenciones implícitamente aceptadas que caracterizan la base común de una
comunidad lingüística. Sin embargo, en el texto citado anteriormente, se achaca al
descuido y a la laxitud en la aplicación de normas de obligado cumplimiento. Es decir,
ya que el tipo de habla que se adopta como modelo, el de las personas instruidas y
cultas, es un modelo minoritario y específico y de ámbito muy restringido (que he
estimado de modo tentativo en un 1% de la población total) que en todos sus términos
no tiene vigencia generalizada en la sociedad, una forma de justificar esa posición
minoritaria es mantener que procede de la actuación defectiva e imperfecta de los demás
hablantes que, en realidad, se sugiere que no hablan a partir del conjunto de
convenciones implícitamente asumidas por la población en general, —que constituye lo
que se denomina despectivamente habla coloquial—, sino que lo hacen a través de una
aplicación imperfecta, descuidada, laxa de las convenciones generales entre los
hablantes cultos. Es este enfoque del habla coloquial como desviada del habla culta lo
que supone una manipulación evidente de los datos lingüísticos. El habla de la gente
calificada de vulgar e inculta no es descuidada o laxa; simplemente, sigue unas
convenciones distintas en muchos puntos de las convenciones de los modelos del habla
de las personas cultas, pero tan correctas lingüísticamente como las de éstas.
La idea de que la gente inculta habla mal, que es la idea tradicional del prescriptivismo
más rancio y aparentemente pasado de moda, está patente en el párrafo que estoy
analizando, a pesar de las declaraciones iniciales (“Muchos modos de expresión que no
son aceptables en la comunicación formal, sea escrita u oral, se juzgan perfectamente
normales en la conversación coloquial, más espontánea”) en contra de ese punto de
vista, que se considera trasnochado y caduco.
En la última subsección, titulada Tratamiento de las variedades lingüísticas, se hace
referencia a las variedades regionales, sobre las cuales se afirma:

“Por la misma razón, se reconocen, cuando existen, las divergencia entre la


norma española y la norma americana, o entre la norma de un determinado
país o conjunto de países y la que rige en el resto del ámbito hispánico,
considerando en pie de igualdad y plenamente legítimos los diferentes usos
regionales, a condición de que estén generalizados entre los hablantes
cultos de su área y no supongan una ruptura del sistema de la lengua que
ponga en riesgo su unidad.” (RAE y AALE 2005: XVI, la cursiva es mía)

123
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Al leer este párrafo se vuelve a confirmar la misma actitud manipuladora: se menciona


que las diversas normas o variedades y usos regionales están en pie de igualdad con la
condición de que estén generalizados entre los hablantes cultos. Está claro que estar
generalizado entre hablantes cultos no supone que estén generalizados en la población
total, dado que, como acabo de decir, ese conjunto de hablantes forma una minoría. Por
tanto, se aceptan usos no generalizados en la población total y, por consiguiente, usos
que no responden a ese consenso implícito que rige en una comunidad lingüística de
forma natural entre la mayor parte de los hablantes de dicha comunidad, en el que se
fundamenta el funcionamiento y eficacia de la lengua. Este peso específico de
determinados usos cultos, estén o no generalizados en el total de la población, abunda
precisamente en los aspectos impositivos y coercitivos de las normas de las Academias,
que parecen seguir siendo tan estrictas como siempre, a pesar de las declaraciones
académicas.
Por ello, puedo decir que las Academias son uno de los instrumentos que está a
disposición de las clases dominantes para imponer su modo de hablar como modelo que
ha de ser imitado por toda la sociedad. Es evidente que la competencia lingüística en
este modelo es más fácil de adquirir y ejercer perfectamente por parte de esas capas
dominantes de la sociedad en cuya variedad se basa la norma culta, que por parte de las
demás clases sociales, cuyas normas lingüísticas son diferentes, en muchos puntos, de
las de la clases cultural o políticamente dominantes y a cuyos miembros les resulta
mucho más difícil asimilar y usar de forma rápida y eficaz una variedad lingüística que
no es la suya. De esta manera, los individuos de las clases dominantes lo tienen siempre
más fácil para prosperar en la sociedad que los de las clases dominadas.
En efecto, al final de esta subsección se afirma lo siguiente:

“[S]olo el dominio del registro culto formal, que constituye la base de la


norma y el soporte de la transmisión del conocimiento, permite a cada
individuo desarrollar todo su potencial en el seno de la comunidad. Por esa
razón, todas las recomendaciones que aquí se expresan deben entenderse
referidas al ideal de la máxima corrección que representa el uso culto
normal.” (RAE y AALE 2005: XVI)

Se hace explícita la idea que rige toda la labor de vigilancia del uso de la lengua. Los
únicos buenos usos son los de una minoría del conjunto de hablantes de la lengua: la de
los que dominan el registro formal culto sobre el que recae nada menos que la
transmisión del conocimiento. Esto hace que todas las demás variedades lingüísticas,
sobre todo las que más que alejan de la norma culta, se vean devaluadas de forma
patente por comparación, ya que no se asocian explícitamente a la transmisión de
conocimiento, cuando sabemos perfectamente que en todas las variedades lingüísticas
espontáneas orales se transmiten conocimientos e información, no sólo en la variedad
culta escrita. En las comunidades que no tienen un estándar reconocido y en las que no
se emplea la escritura se transmite conocimiento e información tan eficazmente como en
las que lo tienen, aunque no necesariamente el mismo tipo de conocimiento y de la
misma manera. Por otro lado, se insiste en el carácter selectivo del dominio del registro
culto formal, dado que se dice que solo aquellos que lo dominen pueden desarrollar todo
su potencial en el seno de la comunidad; esto solo es así si en la comunidad la exigencia
de ese dominio se establece como una vía de selección, que, inevitablemente, pone en
lugar privilegiado a la mayoría de los miembros de las clases dominantes, en cuyas
variedades idiomáticas está basada la norma reconocida como culta. Por último, se
termina el párrafo haciendo referencia al ideal de la máxima corrección que presenta el

124
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

uso culto normal. Esta idea no es más que la plasmación discursiva del mito de la
lengua perfecta, en la que las variedades lingüísticas de las clases dominantes se
conciben como las más próximas a ese ideal de perfección lingüística del cual adquieren
su excelencia; con ello, la justificación natural de su imposición como modelo universal
queda resuelta y queda oculta o velada la auténtica razón de ese predominio, que tiene
una naturaleza social, política, económica o cultural y no estrictamente lingüística.
Llegados a este punto nos toca hacer referencia al segundo elemento de la pregunta que
da título a esta sección. ¿Cuáles habrían de ser funciones de las Academias de la lengua
en el mundo actual? Voy a atreverme a hacer una serie de orientaciones al respecto, sin
la pretensión de ser exhaustivo, ni de abarcar todos los detalles y aspectos que se
podrían tratar. Dado el carácter crítico de las páginas anteriores voy a empezar por los
aspectos puramente ideológicos de la actividad académica y luego mencionaré algunos
aspectos más técnicos de carácter fundamentalmente descriptivo.
Dada la autoridad y prestigio de que gozan las Academias en el ámbito hispánico y la
influencia ideológica y cultural de que disfrutan, creo que estas instituciones deberían
contribuir a deshacer muchos de los prejuicios sobre el idioma que están generalizados
en la población y en los que, precisamente, se basa buena parte de esa autoridad y
prestigio. Por ello, me parece difícil, por no decir imposible, que dichas instituciones
contribuyan de forma decisiva a esa crítica de los prejuicios a que aludo. Pero,
precisamente, si hay algo que corregir en la conciencia lingüística de la mayoría de la
población, es precisamente ese conjunto de creencias falsas, sin base científica alguna,
que hacen posible el sometimiento lingüístico de mucha gente a unas normas y que no
solo produce inseguridad lingüística —de ahí los centenares o miles de consultas hechas
a las academias, que refiere la introducción del DPD— sino que, como he argumentado
anteriormente, entorpece y deteriora de forma notable las capacidades lingüísticas
naturales de los individuos. Aquí es donde las Academias deberían ejercer su autoridad
correctiva, más que en la imposición desde arriba de un modelo de lengua artificial, la
lengua estándar culta escrita, como único modelo correcto.
Un aspecto importante de esa labor correctiva de los prejuicios consiste en desvelar el
auténtico carácter de la norma culta escrita, su índole minoritaria, artificial y su función
de pura etiqueta social convencional, rasgos que impiden que constituya una forma
natural de comunicación que todo el mundo debería dominar.
Para ello, no hace falta recurrir a complicados razonamientos lingüísticos dirigidos a
expertos en materia de lengua. Se puede hacer de forma sencilla y comprensible. Para
demostrar esto voy a echar mano de un símil didáctico que paso a exponer a
continuación.
La norma culta escrita es similar a la vestimenta; no constituye un sustrato natural
esencial, sino un adorno (o protección, según los casos) adicional de carácter artificial,
que se ha de usar en determinadas ocasiones como etiqueta verbal. Igual que en nuestra
sociedad no se puede ir en bañador a un acto de entrega de diplomas, tampoco se puede
usar la lengua coloquial familiar en un acto oficial. El vestido o traje es al cuerpo
desnudo lo que la lengua culta escrita es a la lengua coloquial espontánea. Solo el
cuerpo desnudo es natural, igual que solo la lengua oral o signada espontánea es natural;
el traje es un adorno artificial que, sin duda, integra en la sociedad, da prestigio y es
imprescindible en nuestra sociedad en muchas ocasiones, pero que no forma parte del
acervo natural del ser humano: el cuerpo humano que precisamente sirve de sustento a
dicho traje. El traje sin cuerpo es un trapo inútil; el cuerpo sin traje es perfectamente
operativo en todos los niveles biológicos esenciales.
Igual que el médico no tiene o no ha de tener en cuenta la vestimenta a la hora de hacer
sus diagnósticos sobre la salud de los individuos, ya que una persona con harapos no

125
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

necesariamente tiene peor salud que una persona con un vestido o traje nuevo de marca,
el estudioso de la lengua no puede deducir la salud lingüística de un individuo por su
dominio de la lengua culta estándar escrita. Hay muchos analfabetos en el mundo que
tienen grandes habilidades lingüísticas orales y muchos alfabetizados que apenas saben
hilvanar oralmente un discurso mínimamente atractivo y persuasivo o que apenas son
capaces de producir escritos mínimamente organizados, coherentes, elegantes,
persuasivos o simplemente inteligibles; de hecho, quienes lo hacen con facilidad suelen
ser premiados en la sociedad e incluso pueden llegar a ganarse la vida con sus escritos,
lo que revela que es una tarea que pocos pueden llevar a cabo de forma sobresaliente.
Por consiguiente, el dominio natural de una lengua no es equivalente al dominio de la
variedad normativa culta, que, al ser una forma elaborada artificialmente de una
variedad vulgar, nunca puede llegar a aprenderse y utilizarse de forma natural y
generalizada en la población. Pretender lo contrario sería pedir a la naturaleza, a
nuestros genes, que incorporaran la información necesaria para que los trajes y vestidos
nos brotaran espontáneamente como desarrollo último de nuestra epidermis, según lo
requerido en cada ocasión. El habla culta normativa de las academias nunca nos podrá
surgir espontánea y naturalmente como tampoco nunca podrán crecernos de forma
natural trajes y vestidos, como distintivos culturales, a partir de la piel. Por ello, los
preceptistas se quejan una y otra vez de lo mal que habla la gente en general a pesar de
que la educación, la lectura y la escritura llevan ya muchos decenios generalizados en
nuestra sociedad. Estos «expertos» siempre tendrán el campo necesario para sus
llamadas de atención hacia la corrección lingüística. Las Academias deberían adoptar
una posición al respecto alejada de este preceptivismo con el fin de no utilizar la
corrección idiomática como instrumento para ejercer un determinado dominio cultural
sobre una población sometida a la que se le arrebata la seguridad en su actuación
lingüística y a la que se desposee de la posibilidad de tener una voz segura y decidida.
Es momento de articular un discurso positivo respecto de las funciones que instituciones
como las Academias podrían desempeñar en la sociedad contemporánea.
Debido a la indudable influencia y prestigio de las Academias en amplios sectores de la
población, es razonable mantener que estas instituciones pueden contribuir de modo
muy significativo a eliminar la vigencia de muchos mitos y prejuicios infundados sobre
las lenguas y las variedades lingüísticas. Por consiguiente, se pueden enumerar las
siguientes tareas de educación lingüística de la población:

 Contribuir a la valoración de las formas lingüísticas vulgares distintas del habla


culta escrita, poniendo de manifiesto que ésta se basa en aquellas y que en ellas
encuentra su sustento permanente.
 Para conseguir lo anterior es perentorio que se renuncie a calificar unas formas
como correctas y otras como incorrectas. Conforme con todo lo explicado en las
páginas anteriores es nefasto, deplorable e imperdonable que se siga utilizando
en pleno siglo XXI el calificativo incorrecto en el DPD, cuando se explica el
significado del símbolo , que “precede a las formas consideradas incorrectas o
desaconsejadas, y a los ejemplos que ilustran usos no aceptados en la norma
culta.” (RAE y AALE 2005: XXXV)
 Luchar por la defensa, promoción y valoración de las variedades lingüísticas
pequeñas o minoritarias y de las lenguas que conviven con la lengua que
constituye la principal ocupación de las Academias, es decir, con el español
tanto en España como en América.
 Promover y valorar el conocimiento pasivo y activo de otras lenguas en contacto
con el castellano tanto de la Península como las indígenas de América.

126
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

 Promover la valoración del bilingüismo en todo su ámbito de actuación y no


solo en aquellos territorios en los que convive una lengua local con la lengua
principal de las Academias, es decir, con el español.
 Servir de crítica y denuncia permanentes e intransigentes a todos los intentos de
mercantilizar la lengua y la cultura, de convertir estos elementos en moneda de
cambio económica al servicio del imperialismo capitalista destructor de nuestro
entorno vital, de nuestros recursos y de la esperanza de un futuro mejor para
nuestros descendientes y causante de gravísimos desequilibrios económicos y
políticos responsables del sufrimiento y malestar de una parte muy importante
de la población mundial.
 En consonancia con lo anterior, luchar contra la minorización, marginación y
aniquilación de las variedades lingüísticas y de las lenguas, tanto en el ámbito
nacional como en el ámbito internacional americano.
 Contribuir a la formación de una opinión pública que denuncie
permanentemente todas las actividades estatales o privadas que producen las
situaciones a que se hace referencia en el punto anterior.
 Combatir los prejuicios lingüísticos que abundan en la población y en la opinión
pública en vez de alentarlos y potenciarlos, mediante acciones educativas
dirigidas a este fin.
 Como consecuencia de lo anterior, desautorizar a los muchos «expertos» de la
lengua que circulan por ahí que, la mayoría de las veces sin conocimientos
profundos de lo que están criticando, se dedican a protestar y a rasgarse las
vestiduras por lo mal que habla la gente y por los supuestos atentados que hacen
contra el español quienes son considerados incultos o indoctos.

Desde un punto de vista estrictamente descriptivo, hay cosas que se podrían hacer desde
las Academias o en colaboración con ellas.

 Describir los diversos sistemas lingüísticos que se dan en el ámbito hispánico


mediante monografías gramaticales y repertorios lexicográficos.
 Ofrecer descripciones completas de los diversos niveles de uso: desde la lengua
coloquial hasta la lengua culta.
 Contribuir a paliar en lo posible el clamoroso desconocimiento lingüístico de la
lengua oral espontánea de España y de los países americanos de habla española.
Es un hecho sobradamente conocido y señalado que las propiedades lingüísticas
de la lengua coloquial espontánea, la lengua que sirve de fundamento a todas las
variedades elaboradas, son prácticamente desconocidas incluso entre los
lingüistas, gramáticos y filólogos, demasiado centrados en la normal escrita
culta.
 Proporcionar descripciones detalladas de las diversas normas vigentes en los
distintos países de habla hispana, que incluyan el léxico, la morfología, la
sintaxis y la semántica.
 Ofrecer propuestas unificadoras en aquellos terrenos del vocabulario que son
artificiales, como los de las diversas especialidades técnicas. Elaborar y publicar
vocabularios o lexicones técnicos de referencia de los diversos campos actuales
de las ciencias y de las artes.
 Elaborar atlas lingüísticos detallados de todo el ámbito hispánico prestando
especial atención a los numerosos fenómenos ocasionados por contacto con
otras lenguas que conviven con el español a lo largo y ancho del mundo.

127
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

 En última instancia, contribuir al conocimiento exhaustivo de las variedades del


español, a partir del cual se podrán evaluar y realizar iniciativas referidas a la
preservación, potenciación y dignificación de dichas variedades, que
contribuyen de forma esencial a enriquecer el patrimonio lingüístico hispánico y
de la humanidad.

Algunos de estos asuntos son tratados pormenorizadamente en otros capítulos del


presente libro, por lo que no me extenderé en ellos aquí.
Por otro lado, tampoco se puede pensar que éstas son las únicas cosas que las
Academias deberían hacer: se trata solo de ejemplos que intentan poner de manifiesto a
qué tendrían que dedicarse las Academias en caso de que decidieran abandonar su
política elitista centrada en una lengua normativa culta, que tiene escaso arraigo en la
población general y que difícilmente puede fundamentar un conocimiento profundo de
una realidad lingüística dinámica y plural en la que hay poco o ningún lugar para
preceptos y reglas normativos.

d. Conclusión. Los mitos fundamentales del nacionalismo


lingüístico español

A la hora de hacer una recapitulación de todo lo dicho hasta ahora, cabe citar un
breve artículo del periodista ya desaparecido Cándido, que es una de las exposiciones
más lúcidas sobre el papel de las Academias que se haya publicado nunca en la prensa.
Helo aquí:

FIGURA 3 Artículo de Cándido publicado en el diario El Mundo

En el presente trabajo he hecho un recorrido sobre algunos de los elementos que


caracterizan la función normativa de instituciones como la RAE y sus filiales
americanas. He analizado los fundamentos de los mitos nacionalistas en los que se basa
la autoridad lingüística de estas instituciones para poner de manifiesto de la forma más

128
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

clara y precisa posible algunos de los supuestos básicos en los que se apoya la imagen y
el prestigio del que las Academias gozan en la sociedad y en el que basan buena parte
de su actividad normativa.
He procurado mostrar a lo largo de todo este capítulo que existe toda una serie de mitos
del nacionalismo lingüístico español, nunca o pocas veces cuestionados, que sirven de
sustento no solo a la autoridad lingüística de la RAE en la sociedad actual, sino a toda
una serie de presupuestos ideológicos que configuran un modo de pensamiento y
actuación que tiene enorme influencia en la opinión pública de la sociedad española
contemporánea. Enumero brevemente a modo de recapitulación esos mitos del
nacionalismo lingüístico español que he ido estudiando a lo largo de este capítulo con
una explicación breve, entre claudátors, de por qué se basan en falsedades:

Mitos del nacionalismo lingüístico español

Mito del abolengo documental del español:


Las Glosas Emilianenses están entre los primeros testimonios del castellano. El
castellano es la primera lengua romance que se pone por escrito.

[Las Glosas Emilianenses, en opinión de algunos expertos de solvencia científica


reconocida como Rafael Lapesa, no están en castellano sino en navarro-aragonés
(Moreno Cabrera 2008b: 166).]

Mito de las virtudes del castellano primitivo:


El castellano era una lengua más fácil de aprender, más regular, más accesible. Por
ejemplo, el sistema de cinco vocales ha ayudado a la progresiva expansión de esta
lengua (Moreno Cabrera 2000: 115-136 y 2008b: 78-79).

[Todas las lenguas del mundo conocidas tienen aspectos fáciles y puntos difíciles de
aprender. En efecto, el castellano tiene cinco vocales, pero también tiene más de medio
millar de verbos irregulares. Puede consultarse una lista en Alcoba 1999: 4971-4972.]

Mito de la conversión del castellano en español


Con el correr de los tiempos el dialecto local castellano se ha convertido en un idioma
cualitativamente superior; ha pasado de ser dialecto a ser lengua; ha pasado de
castellano a español.

[La distinción entre lengua y dialecto no es lingüística sino socio-política y se basa en el


poder político, militar o económico. Es habitual entre los lingüistas citar la sentencia de
que una lengua es una dialecto con un estado y un ejército.]

Mito de la dialectalización del castellano moderno


Al convertirse en español, el castellano moderno ha pasado a ser un dialecto de la
lengua española.

[Cuando en España se habla de español a secas casi siempre se piensa en la variedad


española estándar peninsular. Pero lo cierto es que el castellano moderno no es un
dialecto del español estándar peninsular, sino que es éste el que es una variedad o
registro culto de aquél.]

129
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Mito del español como lengua común


El español es la lengua común en España porque es la única lengua en la que todos los
ciudadanos del Estado español pueden entenderse.

[Para desmontar este mito basta una breve reflexión. Si, por ejemplo, los
gallegohablantes monolingües no han tenido nunca grandes dificultades para entender a
los castellanohablantes monolingües, ¿por qué estos no tienen la misma facilidad para
entender a los gallegohablantes si las lenguas implicadas son las mismas? ¿quizás
porque los castellanohablantes monolingües estamos menos dotados para entender otras
lenguas cercanamente relacionadas con la nuestra? ¿quizás porque el castellano es la
lengua romance más fácil que existe? A poco que se reflexione un momento se verá que
ninguna de las dos preguntas puede tener una respuesta razonada afirmativa, si no
queremos caer en graves y abominables prejuicios o en otros mitos nacionalistas.]

Mito del español global


El castellano no solo se transformó en el español como lengua común de España sino
que se ha convertido en la actualidad en una lengua superior de carácter internacional,
que rivaliza con otras lenguas globales como el inglés o el francés.

[El inglés, francés o español actuales no son, desde el punto de vista estrictamente
lingüístico y gramatical, lenguas cualitativamente diferentes del navajo, groenlandés o
koriako, idiomas de ámbito geográfico muy limitado. Su carácter global se debe a las
consecuencias del colonialismo y al imperialismo político y cultural asociado al
imperialismo económico del capitalismo contemporáneo. Esta condición global no ha
cambiado nada esencial de la naturaleza gramatical de estas lenguas.]

Estos mitos del nacionalismo lingüístico español han sido fundamentados, desarrollados
y divulgados por eximios miembros de la RAE tales como Menéndez Pidal, Manuel
Alvar o Gregorio Salvador, entre muchos otros estudiosos, escritores, conferenciantes,
editorialistas o periodistas. En general, los lingüistas españoles no hemos tenido entre
nuestras tareas prioritarias poner de manifiesto que dichos mitos son incompatibles con
las averiguaciones de la lingüística contemporánea —yo mismo he intentado hacerlo
con mayor o menor fortuna desde hace solo unos nueve años—; no hemos sometido
estos tópicos a los rigores de los instrumentos analíticos, algunos de ellos muy precisos
y perfeccionados, de la moderna ciencia del lenguaje. Al contrario, algunos de sus más
brillantes representantes intentan sustentar dichos mitos con esos instrumentos
analíticos para afianzar, justificar y objetivar el nacionalismo lingüístico que profesan.
Los trabajos al respecto del profesor Ángel López García (1985, 2004 y 2007) son un
ejemplo paradigmático de ello. Voy a comentar aquí las propuestas del libro más
reciente de este lingüista (López García 2007), en donde se realiza una síntesis de los
mitos del nacionalismo lingüístico español y en donde se lleva uno de esos mitos hasta
unos extremos a los que hasta ahora nadie había osado llegar.
Una característica común de los ideólogos del nacionalismo lingüístico español es que
rechazan que exista ese nacionalismo. Un ejemplo de esto lo da el autor cuyas ideas
examinamos ahora, que considera que la ideología del imperialismo lingüístico español
—que, como intento mostrar en otro lugar (Moreno Cabrera 2008b: 106-109) tiene sus
raíces en el prólogo de la gramática de la lengua española de Nebrija a finales del siglo
XV— es una pura apariencia :

130
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Es verdad que parece como si el Instituto Cervantes, la RAE, algún que
otro grupo editorial y la monarquía española estuviesen empeñados en
propagar una ideología lingüística imperialista. Pero se trata de una mera
apariencia: lo que les une es el deslumbramiento ante la creciente demanda
del español en el mundo, un fenómeno reciente y acaso eruptivo.” (López
García 2007: 58)

En este razonamiento parece que se pone la carroza delante de los caballos. Si visitamos
en España una librería lo suficientemente grande como para tener una sección de
métodos de aprendizaje de idiomas, nos encontraremos, casi con toda seguridad,
métodos para aprender inglés, francés, español (para extranjeros) y, en el momento
actual, también chino y japonés, entre otras lenguas. Pero también casi con toda
seguridad no encontraremos métodos de navajo (lengua autóctona de los Estados
Unidos de América), groenlandés (lengua de Groenlandia) o koriako (lengua hablada en
la Península de Kamchatka, en la Siberia oriental). Podríamos aducir que hay métodos
para aprender aquellas lenguas porque hay muchas personas deslumbradas por ellas: el
inglés, español, francés, chino y japonés son lenguas que atraen a la gente y hay que
atender esa demanda. Sin embargo la gente no se ve atraída en masa por el navajo, el
groenlandés o el koriako. ¿A qué puede deberse esto? ¿Tiene algo que ver con el hecho
de que los países originarios del inglés, francés, español, chino o japonés han sido
grandes potencias coloniales y están directamente asociados con potencias económicas
de ámbito mundial? ¿Tiene algo que ver con el colonialismo e imperialismo económico
y cultural que han ejercido durante siglos las potencias que han expandido estas
lenguas? ¿Hace falta recordar la esclavitud, el exterminio, el genocidio y etnocidio
sistemáticos a que fueron sometidos desde la época colonial centenares de pueblos y
regiones de todo el planeta por parte de quienes difundieron estas lenguas que ahora
tienen tanta atracción y predicamento? Por si a algún lector le hiciera falta esto, le
recomiendo el libro dirigido por Marc Ferro (Ferro 2005). Nadie con un mínimo de
conciencia y humanidad que haya leído este libro puede enorgullecerse de que su lengua
colonial esté expandida por todo el mundo o una parte apreciable de él y de que, a
resultas de ello, haya una demanda creciente de su idioma colonial. En esta línea, el
profesor López García no está solo; en un libro reciente, Mufwene (2008: 225-252)
mantiene que la explicación fundamental de la extensión de estas lenguas coloniales se
debe en esencia a que los colonizados eligieron libremente estas lenguas en su propio
beneficio para adaptarse a las situaciones cambiantes. Es decir, según este autor, la
esclavitud y el genocidio, que no sé si pondrá en duda también, no se vieron
acompañados, afortunadamente, por un lingüicidio.
Según el profesor López García las instituciones a que hace referencia en su cita, a pesar
de estar deslumbradas por el fulgor de la lengua española, son totalmente
independientes en sus posiciones ideológicas:

“Fuera de ese deslumbramiento, cada uno tira por su lado: quién, como el
Cervantes, quiere propagar la cultura española sirviéndose de un embalaje
de fácil aceptación; quién, como la RAE, intenta mantener unido el
diasistema lingüístico, a pesar de su dispersión geográfica, precisamente
porque la aldea global exige un modelo unificado; quién, como las empresas
mediáticas, pretenden simplemente hacer negocio y ganarles la partida a los
competidores; quién, como la Casa Real, en fin, busca apuntalar la acción
exterior del Estado español en su embajador más fiable.” (López García
2007: 58)

131
J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

Resulta ahora que en la época de la globalización, donde todo está cada vez más
interconectado a nivel mundial y en donde lo que ocurre en la bolsa de Nueva York
tiene una influencia casi instantánea en lo que ocurre en la Bolsa de Tokio, tres
instituciones de la España contemporánea que reciben el apoyo explícito económico y
político del Estado español y de las empresas multinacionales españolas, van cada una
por su lado, sin que exista ninguna planificación, ni ninguna empresa cultural o
ideológica común. Sin embargo, es muy fácil descubrir una gran unidad y coherencia
ideológicas en los discursos oficiales del rey, las declaraciones oficiales de la RAE y las
del Instituto Cervantes, que muestran todo lo contrario de lo que se sugiere en este
pasaje. Las tres instituciones coinciden en que el español nunca se impuso a nadie, en
que se expandió por sus propios méritos y en que es uno de los capitales generadores de
riqueza cultural y económica más importantes de los que dispone en estos momentos
España. Y actúan en una misma dirección de acuerdo con estos supuestos; es más,
cuando hay alguna discrepancia al respecto suenan todas las alarmas y se producen las
acciones correctivas necesarias.
La propuesta de Ángel López García contiene además una reformulación sustancial y
ciertamente extrema de uno de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico
español, que lleva hasta sus últimas consecuencias la idea de Menéndez Pidal de que el
castellano fue una lengua revolucionaria, distinta de las demás lenguas romances desde
los inicios mismos de su formación; el idioma de una nación destinada a triunfar en los
ámbitos lingüísticos, jurídicos, políticos y militares. Tal como recojo en mi libro sobre
el nacionalismo lingüístico (Moreno Cabrera 2008b: 76-83), Menéndez Pidal funda la
teoría de la excepcionalidad del dialecto y de la nación castellanos que llevó a elegir
aquellas formas gramaticales más fáciles de generalizar, lo que da unos sólidos
cimientos a las bases lingüísticas de su expansión posterior. He aquí una cita relevante
de Menéndez Pidal:

“En suma, la Castilla primitiva en su lenguaje, lo mismo que en la política y


la guerra, lo mismo que en el derecho, se adelanta a cumplir una evolución
que estaba destinada a triunfar. Iba guiada por un fino sentido selectivo que
atinaba pronto con aquellas formas que más tarde prosperarían también
espontáneamente en los dialectos circunvecinos, o con aquellas más
peculiares que mejor podrían ser aceptadas por los demás.” (Menéndez
Pidal 1943: 31)

Pues bien, el profesor López García sustituye la idea nacionalista de que el castellano,
mediante un proceso de koineización, se convirtió en español como lengua común, por
la idea mucho más osada de que, desde sus primeros testimonios conocidos, el español
ya era una koiné, era una lengua común, otro de los tópicos del nacionalismo lingüístico
español. El español es más excepcional aún que lo entrevisto por Menéndez Pidal:

“El español nació de forma diferente a todas las demás lenguas románicas.
[...] Los romances de ciego y los cuentos de toda España —el mundo del
espectáculo, para entendernos, lo que hoy pueden ser las revistas del
corazón y los concursos televisivos— se desarrollaron en español desde la
alta Edad media en el centro de la península, y en su periferia desde finales
de la baja también.” (López García 2007: 64)

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

“Lo único que importa es destacar que el español primitivo nunca caminó
hacia la unidad, nació bastante más uniforme que los demás romances, es
decir, desde la unidad y no hacia ella.” (López García 2007: 67)

Este español medieval era, siguiendo el camino ya iniciado por Menéndez Pidal, una
lengua más sencilla, más fácil de aprender, semejante funcionalmente al esperanto:

“Esta koiné de intercambio peninsular, esta lengua común, debía cumplir


una condición fundamental: ser una especie de esperanto, con reglas
sencillas, fonética accesible, ya que sus usuarios privilegiados no iban a
serlo los clérigos o los nobles, sino la gente del pueblo.” (López García
2007: 65)

“[E]s fácil comprender la utilidad que para sus hablantes debía revestir la
koiné, un romance simplificado y regular en el que las vacilaciones, que
para cada forma lingüística acompañaron a la variedad lingüística de
Burgos, Toledo, Santiago o Gerona, tanto da, se habían resuelto
tempranamente mediante el triunfo de una sola forma.” (López García 2007:
66)

Por tanto, el español no fue adquiriendo con los siglos su carácter de lengua común, ya
lo tenía desde el principio. Se trata de la versión más esencialista posible de este mito
del nacionalismo lingüístico español.
El mito de la cuna el idioma se reformula aquí mediante la afirmación de que lo que se
registra en las glosas emilianenses no es castellano, sino español primitivo:

“Y aunque las modalidades idiomáticas que se habrían podido tomar como


base dicha koiné eran muchas, se adoptó la del rincón del Alto Ebro en el
que confluían tres reinos, el de Castilla, el de Navarra y la Corona de
Aragón: el primer documento peninsular en romance está escrito en dicha
modalidad lingüística y procede de dicha zona, se trata de las Glosas
Emilianenses, una suerte de paráfrasis escritas al margen de un texto
litúrgico latino por algún monje en el monasterio de San Millán de la
Cogolla entre fines del siglo X y mediados del XI. ¿Es castellano?, ¿es
navarro?, ¿es aragonés?: es todo esto y nada de ello, es simplemente
español. Una koiné, una lengua de todos...” (López García 2007: 65, las
cursivas son mías)

Esta idea de que cabe calificar ya como español en tanto que idioma común la lengua de
las Glosas Emilianenses supone la culminación de la ideología nacionalista española,
para la que el español es ya desde sus primeros testimonios la lengua común, idea que
conforma, como he dicho antes, el tópico fundamental de esta ideología. Además
supone que el español, como lengua común de la Península Ibérica, es muy anterior a
los inicios de la construcción de la entidad política unitaria que da origen al Estado
español actual, y además fundamenta, prácticamente ab ovo¸ la unidad de destino en lo
universal de la nación. Con las propuestas de López García se cierra el círculo que
comenzamos a trazar al principio de este capítulo. Recuerdo al lector que, en la sección
segunda de este capítulo, propongo que la defensa de la unidad de la lengua española,
que la RAE considera su cometido fundamental, está relacionada con la indisoluble
unidad de la nación española a la que se refiere el artículo segundo de la constitución

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J.C. MORENO ESPAÑOLISMO LINGÜÍSTICO

española de 1978 (pp. 9ss). Las propuestas de López García dan pleno sentido a esta
afirmación: la unidad de la lengua española preexiste al propio Estado español y es, por
consiguiente, uno de los fundamentos esenciales de la unidad de nación española.
Gracias al profesor López García ya sabemos por qué la RAE da tanta importancia al
mantenimiento de la unidad de la lengua.
Sobre la base de la explicación y aclaración de los mitos del nacionalismo lingüístico
español anteriormente enumerados, he intentado demostrar que la autoridad que hace
relativamente efectiva la actividad normativa de las academias de la lengua en general y
de la RAE en particular no se puede justificar en términos estrictamente lingüísticos,
sino que se apoya en factores de predominio social y político y en mitos de la sociedad
occidental tales como la lengua perfecta y la lengua universal, que se concretan, a su
vez, en los mitos del nacionalismo lingüístico español examinados aquí.
El presente capítulo podrá ayudar al lector a eliminar la aureola de autoridad
indiscutible que distingue las publicaciones y opiniones académicas para que pueda
comprender los supuestos e implicaciones de algunos aspectos de su actividad y para
que, de este modo, pueda valorar sus atribuciones y contribuciones en sus justos
términos, alejándose tanto de la crítica arbitraria, apasionada e irracional como de la
aceptación acrítica e irreflexiva de lo que constituye un aspecto importante y casi
omnipresente de la cultura de las sociedades en las que predomina el castellano.

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