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Categorías de contratos
Carlos Julio Giraldo Bustamante*
1. Introducción
*
Abogado de la Universidad de Medellín. Doctor en Derecho de la Universidad
Externado de Colombia. Especialista en derecho financiero y bursátil de la misma uni-
versidad, y en Derecho Comercial de la Universidad de los Andes. Profesor asociado
de la Facultad de Derecho en la misma universidad. Director de la Especialización en
Legislación Financiera de la Universidad de los Andes.
1
Luis Díez-Picazo y Antonio Gullón, Sistema de derecho civil, vol. ii, 7ª ed., Madrid,
Tecnos, 1995, pág. 29.
38 Derecho de las obligaciones
2
Eugène Gaudemet, Teoría general de las obligaciones, trad. de Pablo Macedo,
México, D. F., Porrúa, 1974, pág. 37.
3
Christian Larroumet, Teoría general del contrato, vol. i, trad. de Jorge Guerre-
ro, Santa Fe de Bogotá, Edit. Temis, 1999, pág. 140.
4
Raimundo Emiliani Román, Curso razonado de las obligaciones, t. i, Bogotá, Uni-
versidad Sergio Arboleda, 2001, pág. 95.
5
Díez-Picazo y Gullón, op. cit., vol. i, pág. 195.
Hay muchas y muy variadas clasificaciones de contratos elaboradas por la doctrina;
6
así, por la función económica, estos se han clasificado en: contratos de cambio (cambio
para recibir una cosa o cambio para recibir un servicio), contratos de colaboración,
contratos de custodia, contratos de garantía, contratos de prevención del riesgo y de
previsión y contratos para la solución de controversias. Véase Atilio Aníbal Alterini,
Contratos civiles, comerciales, de consumo. Teoría general, Buenos Aires, Abeledo-
Perrot, 1999, pág. 184. Algunos hablan también de contratos traslaticios y traslativos.
Aquellos serían los que unidos a la tradición transfieren el dominio, y estos, los que
solo por su propia virtud lo transfieren, por el hecho de ser en ellos el modo uno de sus
elementos constitutivos. En los primeros el contrato y el modo son dos actos distintos,
separados y autónomos. Una cosa es vender y otra traditar lo vendido; en los segundos
el contrato y el modo se confunden en un solo acto jurídico. Existen también los contra-
tos normativos, que son aquellos convenios mediante los cuales se regulariza y unifor-
ma una contratación privada futura, ordinariamente en masa.
Categorías de contratos 39
Los criterios para clasificar los contratos son de lo más diverso. Al-
gunos hacen relación a la eventual contraprestación de las obligaciones
que nacen; o a la permanencia o no de las obligaciones durante el tiempo
de vigencia de la relación contractual. En otros casos, él énfasis está en
la forma como se perfecciona el contrato, exigiéndose a veces que el
consentimiento conste o no en determinada formalidad, o que se cum-
pla con la entrega o tradición de los bienes. También hay clasificaciones
que dependen de su reglamentación legal o de la utilidad que surge del
contrato para las partes celebrantes.
Un criterio que no aplica en nuestro sistema jurídico, pero sí en otros,
consiste en presentar una clasificación de contratos fundamentada en
la antítesis entre contratos de enajenación y contratos de disposición.
Representan aquellos un cambio inmediato en la titularidad de los
derechos reales, en especial el de propiedad, y estos comportan la obli-
gación asumida, para un cambio futuro de derechos. En nuestro sistema
7
Alterini, op. cit., pág. 171.
40 Derecho de las obligaciones
11
Luis Díez-Picazo, Fundamentos de derecho civil patrimonial. Introducción a la
teoría del contrato, 5ª ed., Madrid, Civitas, 1996, pág. 81.
12
Se los llama también lucrativos o de beneficencia.
13
El art. 1105 del C. C. francés define el contrato gratuito como “aquel por el que una
de las partes procura a la otra un beneficio puramente gratuito”, y el art. 1106 define el
contrato oneroso como aquel que “obliga a cada una de las partes a dar o hacer algo”.
Código Civil francés, trad. de Álvaro Núñez Iglesias, Madrid, Marcial Pons-Ediciones
Jurídicas y Sociales, 2005.
14
Algunos hablan de contratos neutros, que son los que según el caso, pueden ser
gratuitos u onerosos, tal como sucede con el mandato o con el depósito. Pedro La-
font Pianetta, Manual de contratos, Bogotá, Ediciones Librería del Profesional, 2001,
pág. 32.
15
Hay una clasificación intermedia: onerosos para las partes y gratuitos para un ter-
cero, como es el caso del contrato de fiducia, que es oneroso para el fideicomitente y la
fiduciaria y gratuito para el beneficiario.
16
C. C., art. 1497.
42 Derecho de las obligaciones
En este sentido, Pothier hablaba de contratos interesados por una y otra parte y
17
20
Luis Díez-Picazo y Gullón, op. cit., pág. 200.
21
En este sentido, Larroumet da cuenta de una distinción entre los contratos
gratuitos, así: entre las liberalidades entre vivos, que implicarían una disminución y
un aumento correlativo en el patrimonio de quienes realizan el contrato, y de contratos
de servicios gratuitos, en los que el deudor no tiene la voluntad de empobrecerse en
beneficio de la contraparte.
22
Determinar si un contrato es oneroso o gratuito no es siempre sencillo. Gullón
sostiene que la fianza es un contrato oneroso, pues el acreedor hace sacrificios, esto es, la
44 Derecho de las obligaciones
concesión del crédito, y no deja de ser oneroso, porque el sacrificio que hace el acreedor
no vaya a parar al fiador. Piénsese por ejemplo en el caso de la fianza que da un socio
para que se conceda un crédito a la sociedad de la cual forma parte.
Luis Díez-Picazo y Gullón, op. cit., vol. ii, pág. 36.
23
En contra Alterini, en cuya opinión todo contrato bilateral es oneroso. Véase Alte-
24
rini, op. cit., pág. 175. Según Díez-Picazo también, todo contrato bilateral es oneroso.
En este mismo sentido, Sergio Rodríguez Azuero; de la misma opinión es De Ruggie-
ro. De acuerdo con Larroumet, “casi todos los contratos a título gratuito son contratos
sinalagmáticos”.
Vallejo Mejía, op. cit., pág. 47.
25
Umberto Breccia y otros, Derecho civil, t. i, vol. ii, Hechos y actos jurídicos, trad.
26
En esta clasificación hay unos contratos que son onerosos por esen-
cia —aquellos cuyo objeto típico es el intercambio, como la compra-
venta o el arrendamiento—, mientras que otros, también por esencia,
serán gratuitos, como el comodato, y otros que no son necesariamen-
te onerosos o gratuitos, aquellos “cuya disciplina se construye princi-
palmente en vista de la específica naturaleza de una prestación”27, por
ejemplo, el mandato, que cuando es remunerado será oneroso y cuando
no, gratuito, o el mutuo, que será oneroso o gratuito, dependiendo de
que se pacten intereses o no. ¿Se podría hablar de contratos mixtos;
esto es, “que pueda ser tenido como oneroso hasta cierta medida y
gratuito por el resto”?28. Pensamos que sí. El contrato de fiducia mer-
cantil puede considerarse gratuito para el beneficiario y oneroso para
el fideicomitente y la fiduciaria.
Por último, es importante subrayar que la definición del Código Civil
colombiano es diferente de la contenida en el Código Civil francés, en
el que el contrato oneroso es aquel en el que se “obliga a cada una de
las partes a dar o hacer alguna cosa”. Dentro de las varias críticas que
se le pueden hacer a esta definición podemos mencionar que excluye
las obligaciones de no hacer que se pueden dar como contrapartida de
un provecho que se obtenga y además es una definición que concuerda
con la de contrato bilateral. Para que haya título oneroso basta con que
quien se comprometa reciba una ventaja, “como contraprestación de
su compromiso, pues poco importa que esta ventaja consista o no en
una obligación a cargo de la otra parte del contrato”29.
a) Interés de la distinción
a’) Derechos fiscales. Son más elevados tratándose de contratos
gratuitos que de contratos onerosos, con el propósito de que no se
utilicen de manera fraudulenta. Las liberalidades ponen en peligro el
patrimonio personal, en cuanto hacen salir sin contrapartida un bien.
Por esa razón, están sometidas a una reglamentación muy estricta.
b’) La consideración a la persona. Es ordinariamente indiferente
tratándose de contratos onerosos y no lo es así en los contratos gratui-
tos. En el primer caso, piénsese en un contrato de arrendamiento y la
27
Díez-Picazo y Gullón, op. cit., pág. 198.
28
Marcel Planiol y Georges Ripert, Tratado práctico de derecho civil francés,
t. vi, Las obligaciones, trad. de Mario Díaz Cruz y Eduardo Le Riverend, La Habana,
Editorial Cultural, 1946, pág. 53.
29
Larroumet, op. cit., pág. 142.
46 Derecho de las obligaciones
da, del cual hacen depender esencialmente la existencia o la cuantía de sus obligacio-
nes”, op. cit., pág. 55.
El Código suizo prescindió de esta categoría, considerando aisladamente algunas
44
juego, la apuesta, la lotería y la renta vitalicia, y los contratos aleatorios por voluntad
de las partes.
51
Díez-Picazo, Fundamentos..., op. cit., pág. 82.
Categorías de contratos 51
como regla general en los contratos conmutativos, pues la ley nacional, en parte alguna,
impone o garantiza la plena equivalencia de las prestaciones que los caracteriza. Son
muchos, tal vez los más, los contratos que siendo de ese linaje no contemplan la lesión.
Entre ellos la misma venta de muebles, que no deja de ser conmutativa por el hecho de
no admitirla. Al fin y al cabo, como lo ha puntualizado la Corte, «lo que caracteriza el
contrato conmutativo es que las prestaciones a que da nacimiento se conocen ciertamente
desde el momento mismo de su celebración; cada parte sabe o está en capacidad de
saber en ese instante el gravamen que se impone en beneficio de la otra y lo que recibe
en cambio y de determinar, en consecuencia, la utilidad o la pérdida que el contrato le
reporta» (“G. J.”, t. lxxii, pág. 503). Cosa distinta es que el concepto de lesión, cuando
la ley expresamente lo consagra, únicamente se aplique a contratos conmutativos, pero
a ello no le sigue que aquella le sea esencial a estos, en los que prevalecen, se reitera,
los principios de libertad contractual y autonomía privada”. C. S. de J., sent. de 6 julio
2007, exp. 11001-31-03-037, M. P. Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo.
56
En contra están Ospina Fernández y Ospina Acosta, en cuya opinión esta deno-
minación es tautológica, porque proviene del griego synallagma, que precisamente
significa “contrato”.
57
El art. 1496 del C. C. dispone que “el contrato es unilateral cuando una de las partes
se obliga para con otra que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las par-
tes contratantes se obligan recíprocamente”.
58
Eduardo Álvarez Correa, Contratos bancarios, Santa Fe de Bogotá, Universidad
de los Andes, 1991.
59
De Ruggiero los llama bilaterales perfectos. Véase De Ruggiero, op. cit., pág. 265.
En este mismo sentido, Planiol y Ripert, Tratado práctico..., op. cit., pág. 45;
60
61
Francesco Messineo, Manual de derecho civil y comercial, trad. de Santiago Sentís
Melendo, t. iv, Santiago de Chile-Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América,
1955, pág. 473.
62
Según Barros Errázuriz, “las obligaciones recíprocas han de ser principales y
simultáneas y han de existir al momento de la celebración del contrato”. Véase Barros
Errázuriz, op. cit., pág. 6.
63
“Lo dicho se observa sin lugar a dudas en el mandato: aunque sea gratuito, crea
obligaciones a cargo del mandante y obligaciones a cargo del mandatario; cuando unas
y otras sean interdependientes entre sí, el contrato será bilateral. Por ejemplo, cumplido
el encargo que es objeto delmandato, debe el mandante retribuir al mandatario los gastos
razonables causados por la ejecución del mandato. Pues bien: la existencia de esta
obligación por parte del mandante es ajena al cumplimiento, v. gr., de la obligación de
rendir cuentas que tiene el mandatario. Este no podrá excusarse de rendirlas alegando
que no se la han retribuido los gastos hechos; ni el mandante podría eximirse de pagar
tales gastos debidamente comprobados, so pretexto de que no se le han rendido cuentas.
A menos que sin la rendición de tales cuentas sea imposible deducir dichos gastos”.
Álvaro Pérez Vives, Teoría general de las obligaciones, vol. i., 4ª ed., Bogotá, Ediciones
Doctrina y Ley, 2009, pág. 92.
64
Messineo, op. cit., pág. 473.
65
Manuel Albaladejo, Derecho civil, t. ii, Derecho de obligaciones, 10ª ed., Barce-
lona, Bosch Casa Editorial, 1997, pág. 415.
54 Derecho de las obligaciones
72
Albaladejo, op. cit., pág. 416.
73
Algún sector de la doctrina los llama contratos bilaterales ex pox facto.
74
Algunos autores, entre ellos Ospina Fernández y Ospina Acosta, rechazan esta
clasificación con fundamento en que las obligaciones eventuales a cargo del acreedor
originario se generan por hechos posteriores a la celebración del contrato unilateral y
distintos de este y ese hecho, aun cuando no se hubiere dado por personas ligadas por
un contrato, hubiere ocasionado una acción de reembolso. También en contra, Planiol
y Ripert, Tratado práctico..., op. cit., pág. 48, señalan: “Si ello fuera así, todos los con-
tratos serían susceptibles de convertirse en sinalagmáticos, ya que con respecto a todos
ellos el acreedor puede llegar a ser deudor del deudor, por lo cual el simple hecho de que
esta nueva deuda guarde cierta relación con el contrato existente pudiera dar lugar a la
relación de conexión que sirva de base a la exceptio non adimpleti contractus”. En este
mismo sentido, Albadalejo: “Lo que puede inducir a pensar que se trata de obligaciones
nacidas de los contratos de mandato, de depósito y de comodato. Mas, en realidad, es más
correcto entender que no surgen de estos, sino ex post facto, o sea, del hecho posterior
[...] No hay obligación ex contractu, no se está obligado desde que este se celebra [...]”.
75
Henri, Léon y Jean Mazeaud, Lecciones de derecho civil, Parte segunda, vol. i,
trad. de Luis Alcalá-Zamora y Castillo, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-
América, pág. 111.
56 Derecho de las obligaciones
84
“Cuando el legislador se refiere a contratos de ejecución sucesiva o periódica nos
remite a los que la doctrina, principalmente la española, denomina contratos de duración
en el sentido de que generan obligaciones duraderas a cargo de las partes”, en Gabriel
Correa Arango, De los principales contratos mercantiles, Medellín, Ediciones Jurídicas
Diké, 1987, pág. 338.
85
El art. 868 del C. de Co. se refiere a los contratos de ejecución sucesiva, periódica
o diferida como aquellos en los que es posible aplicar la teoría de la imprevisión. En
este contexto serían contratos de ejecución sucesiva “aquellos en que las obligaciones
se cumplen continuamente a través del tiempo, como en los de suministro de agua o
electricidad; (ii) contratos de «ejecución periódica» aquellos en donde ciertas obliga-
ciones deben cumplirse en forma repetitiva en momentos futuros precisos, como en los
de financiación de vivienda en cuotas fijas, y, salvo regla especial, todos los contratos a
plazos (artículo 1651 del Código Civil); y (iii) contratos de «ejecución diferida» aquellos
en donde algunas obligaciones, de naturaleza heterogénea, están sujetas a uno o varios
plazos, como en los de obra por etapas”. Palacios Mejía, op. cit., págs. 81-82.
60 Derecho de las obligaciones
prudenciales y sociales.
Categorías de contratos 61
89
En este sentido, Castán Tobeñas señala: “El principio de libertad contractual que
inspira el derecho de obligaciones permite que al lado de aquellos que la ley hace ob-
jeto de consideración especial y solamente a una particular disciplina jurídica, pueden
existir otros que carecen de regulación específica (contratos innominados o atípicos)”.
90
La Corte Suprema de Justicia ha sostenido que el contrato de leasing es nominado y
atípico; sent. de 13 diciembre 2002, exp. 6462, M. P. Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo.
91
En el derecho italiano, del mutuo han ido desprendiéndose otras figuras como la
apertura de crédito, el anticipo, el descuento, el reporto. Héctor Masnatta, El contrato
atípico, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1961, pág. 15.
62 Derecho de las obligaciones
“[...] En América Latina y en numerosos países, por lo menos durante largo tiempo,
92
los contratos bancarios han sido contratos atípicos, eso es, no regulados específicamente
por la ley, sino surgidos de la iniciativa de los particulares, en concreto, de las entidades
de crédito que los han desarrollado y en relación con los cuales se explica, precisamente,
su existencia, siguiendo el interesante proceso de creación del derecho mercantil que
parte del reconocimiento directo de la realidad operativa de los comerciantes [...]”.
Véase Sergio Rodríguez Azuero, Contratos. Su significación en América Latina, 5ª
ed., Bogotá, Legis, pág. 114.
93
E. Chuliá Vicent y T. Beltrán Alandete, Aspectos jurídicos de los contra-
tos atípicos, t. i, 4ª ed., Barcelona, J. M. Bosch, 1999, pág. 11.
94
En la regulación de los contratos atípicos tienen especial importancia los usos y
las reglas profesionales.
95
Luis Díez-Picazo y Gullón, op. cit., pág. 207.
Categorías de contratos 63
97
El Código Civil holandés de 1992, en el art. 215, aplica a estos contratos “las dis-
posiciones propias de los contratos típicos afines, siempre que estas sean compatibles
entre sí, y se adecuen a la naturaleza del contrato celebrado”. Citado por Alterini, op.
cit., pág. 190.
Categorías de contratos 65
98
Díez-Picazo, Fundamentos..., op. cit., pág. 105.
99
Mazeaud, op. cit., pág. 79.
100
C. de Co., art. 830.
101
Aunque en el Código Civil no hay una norma tan directa como la del Código
de Comercio, hay otras de las que indirectamente se puede inferir el principio de la
consensualidad en materia contractual, como son los arts. 1502 y 16.
66 Derecho de las obligaciones
102
Algunas razones que justifican esta categoría contractual: permitir a las partes
una mayor reflexión sobre el contrato que van a celebrar; proporcionar seguridad sobre
la existencia y contenido de un contrato, garantizar claridad sobre dicho contenido y
asegurar el control fiscal del contrato.
103
En la duda acerca de la voluntad de las partes se deberá tener el contrato por no
solemne, que es la regla general.
104
Marcel Planiol y Georges Ripert, Tratado elemental de derecho civil, trad. de
José M. Cajica, México, D. F., Cárdenas Editor y Distribuidor, 1983, pág. 29.
105
En contra, Néstor Humberto Martínez Neira, que afirma que el contrato de com-
praventa de bien inmueble en materia comercial es consensual, en consideración, entre
otros argumentos, a que no hay ninguna norma comercial que establezca una formalidad
para este contrato.
Categorías de contratos 67
que la solución debe ser que el requisito sea en cuanto a la prueba del
contrato, ya que la solemnidad para la existencia de este es un régimen
eminentemente exceptivo de la voluntad de las partes.
Uno de los medios adoptados por diferentes legislaciones para la de-
fensa del consumidor ha sido la del regreso en algunos casos al for-
malismo. Algunas de las leyes especiales que reglamentan algunos
contratos en particular exigen la solemnidad del contrato para defensa
del consumidor como en el leasing habitacional. En otros casos se
exige lo que se ha conocido como el formalismo indirecto106, que no tie-
ne efectos para el perfeccionamiento del contrato, sino para su oponi-
bilidad a terceros, como en el caso de la licencia de uso de marca o de
la prenda abierta en materia comercial.
El legislador también ha rodeado de garantías —que consisten en
formalidades— los contratos celebrados en beneficio de los incapaces
por quienes ostentan la condición de representantes de tales incapaces.
En cierta medida, el formalismo lo que hace realmente es proteger a
las partes, pero sobre todo protege a los terceros. Pero también estos
estarían protegidos si la falta de formalidades no produjera la inexis-
tencia del contrato, sino su inoponibilidad a los terceros.
Como ya lo mencionamos, las formalidades previstas en las normas
de derecho privado en materia contractual son muchas y muy varia-
das: la escritura pública acompañada de su registro en la oficina de
registro de instrumentos públicos correspondiente, como en el caso
de la hipoteca; la sola escritura pública, en el caso de la compraven-
ta de bienes inmuebles y en la permuta de la misma clase de bienes; el
escrito privado, en el caso de la promesa de contrato en materia civil;
un escrito privado reconocido ante autoridad competente, como en el
caso de la enajenación de un establecimiento de comercio; la autori-
zación judicial para la enajenación o hipoteca de los bienes del hijo de
familia o la subasta pública, para la venta de los bienes de propiedad
del pupilo. En fin, son formalidades que se refieren a diferente clase
de documentos o actuaciones, pero nunca, en materia contractual, a la
utilización de fórmulas o palabras solemnes.
En tercer lugar nos referiremos a los contratos reales. Estos mar-
caron en un primer momento un avance en la historia jurídica de
los contratos, pues el contrato ya no nacía de pronunciar determi-
nadas palabras o de la realización de determinados ritos107; en ellos, su
106
Mazeaud, op. cit., pág. 84.
107
Mazeaud, op. cit., pág. 91.
68 Derecho de las obligaciones
110
Mazeaud, op. cit., pág. 92.
111
C. de Co., art. 1226. Este es un tema discutido, pero nos parece que la definición
de la norma jurídica no deja lugar a dudas cuando manifiesta que por medio de este
contrato el fideicomitente transfiere. Por tanto, hasta cuando se dé dicha transferencia,
que exigiría por supuesto título y modo, no se perfeccionaría el contrato de fiducia.
Categorías de contratos 69
7. Bibliografía
Albaladejo, Manuel: Derecho civil, t. ii, Derecho de obligaciones, 10ª ed.,
Barcelona, Bosch Casa Editorial, 1997.
Alterini, Atilio Aníbal: Contratos civiles, comerciales, de consumo. Teoría
general, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1999.
Álvarez Correa, Eduardo: Contratos bancarios, Bogotá, Universidad de los
Andes, 1991.
112
Art. 1352.
113
Art. 1390.
114
Art. 1353.
115
Art. 1432, 1437 y 1438.
72 Derecho de las obligaciones