Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cross
SUGAR DADDY SWEETHEART
Solo una de las razones por las que la vida es mejor por mi cuenta.
—Te sorprenderá. — le dice McKenzie a la mujer con una sonrisa
cómplice. —He oído que ese tipo vive en algún lugar de Colorado.
Puede que te lo encuentres uno de estos días.
—Lo dudo. Todos esos locos de los famosos viven en Nueva York
o California. — dice el hombre. —Aquí no va a vivir ningún escritor
mariquita. — añade. McKenzie se ríe y sacudo la cabeza. —De todos
modos, será mejor que volvamos antes de que empiece a nevar.
Pongámonos en marcha, Maude. — ordena, alzando la bolsa de sal
sobre el hombro.
—Hasta la próxima, Walter. — dice McKenzie mientras la pareja
se marcha.
—Que te vaya bien.
Una vez que la puerta se cierra tras él, nos miramos y luego nos
echamos a reír.
—Oh, chico. — murmuro. —Supongo que no es uno de mis fans.
¡Maldita sea...!
Mis ojos se fijan en una pelirroja muy sexy al otro lado de la
carretera. Llena un suéter azul marino con todas las curvas de un
camino rural. Jesús, en cuanto la veo, mi polla se pone dura como
una roca.
— ¿Quién es esa?— Pregunto, levantando la barbilla hacia la
chica.
—Oh, he olvidado cómo se llama. ¿Amber? ¿Jasmine? Algo así.
— dice con un encogimiento de hombros desinteresado. Pero, de
nuevo, lo haría. Nunca le he visto mostrar interés por ninguna mujer,
ni por ningún hombre. —Es algo callada. Habla con Pepper de vez en
cuando en la cafetería. Acaba de abrir esa herboristería. Todo tipo de
cosas como remedios homeopáticos, jabones y champús orgánicos.
Cosas de chicas. — Exhala, sonando aburrido, mientras empuja un
billete por el mostrador para que lo firme.
Firmo mi nombre al azar, mis pensamientos -y mi mirada-
vuelven a la mujer. —Me pregunto si tendrá algo para mi dolor de
cabeza.
McKenzie levanta una ceja. —Dudo que venda algo para el tipo
de dolor de cabeza que tienes, amigo. — bromea. Le miro, dándome
cuenta de que no he podido dejar de mirar a la chica desde que me
llamó la atención, y McKenzie tiene mi número.
Doy una risa de auto-desprecio cuando me voy. Parecía muy
joven, demasiado joven para mí. Aun así, cuando salgo al frío viento
Maldita sea.
Habría sido mejor que sonara como un camionero llamado Ernie,
con un hábito de cuatro paquetes al día y tos de fumador. Me ofrece
una sonrisa sexy pero tímida y, por un momento, empiezo a sentirme
poseído.
Dios, lo que daría por ver esos labios carnosos rodeando mi polla.
—Probablemente sea el regulador. — respondo, conociendo un
poco los aparatos de calefacción y refrigeración. Cuando prefieres no
tener gente a tu alrededor, vale la pena saber cómo hacer las cosas
por tu cuenta. — ¿Quieres que eche un vistazo?
—Um, bueno, eso sería genial, pero odio hacerte pasar por
ningún problema. — se muerde el labio inferior, y la acción va
Debería ser ilegal. Estoy bastante seguro de que las cosas que quiero hacerle
lo son.
—Gracias. — susurra mientras se baja. Me quedo mirándola,
hipnotizado por su dulce rostro, sus labios carnosos y sus brillantes
ojos verdes. Su pelo me recuerda al cobre bruñido, hermoso y
ondulado. Está recogido en una coleta con un broche, pero apostaría
a que cuando se lo suelta le cae hasta la espalda.
No hasta Brandi.
Cierro los ojos, dejando que la oscuridad me rodee mientras
imagino los brillantes labios rosados de Brandi, tan perfectamente
llenos, envolviendo la cabeza de mi polla. Gira su lengua sobre ella,
recogiendo el pre-semen que se acumula sobre la cabeza.
Y yo soy el suyo.
Fin…