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CURSO:
PLENITUD HUMANA E INTEGRACION EN DIOS
Profesor: Lic. Luis Martínez Servellón
Email: luisbmar704@gmail.com
Cómo vimos, el término bíblico “espíritu” evoca el aire (ruah) que respiramos
para vivir. El espíritu posibilita que las personas tengan vida y sean lo que son. Las
llena de fuerza, las mueve, las impulsa, las lanza al crecimiento y la creatividad.
«El espíritu es la dimensión de más profunda calidad que tiene el ser humano,
sin la cual no sería persona humana” (P. Casaldáliga). Espiritualidad es entonces la
expresión de vivir la vida con una ética: autenticidad, rectitud, respeto, pasión por
la justicia, espíritu de servicio, bondad, madurez, libertad… Espiritualidad es un
talante, un “estilo” que empapa toda la vida de una persona. Espiritualidad viene
a ser también, como un clima, una forma de pensar y actuar en nuestras relaciones
con los demás, con el mundo, con nosotros mismos, y con Dios.
2. Conocimiento propio
No es pequeña lástima que no nos conozcamos…
Con una mirada podemos voltear y ver las más tristes y vergonzosas imágenes
de muerte alrededor de todo el mundo. Basta con ver las guerras en los últimos
años, los abusos sexuales a menores y a mujeres indefensas, la miseria con que
miles de personas viven en nuestro planeta, las injusticias cometidas a miles de
personas por parte de gobiernos corruptos.
Pero… como escuchar, como saber de las necesidades de los demás sino
sabemos las nuestras, como mostrarnos solidarios sino conocemos con
profundidad, hasta dónde mis huesos pueden vibrar con los de mi prójimo.
A las personas nos falta conocimiento de nosotros mismos, nos falta sabernos
profundos y misteriosos, nos falta un reconocimiento de nuestra hermosura.
Todos los seres humanos por lo menos una vez en el transcurso de nuestra vida,
nos hemos preguntado ¿Quién soy yo?, y la mayoría de las veces, después de
reflexionar largo tiempo, nos vamos dando cuenta que este conocernos a nosotros
mismos nunca termina, sino que nos conocemos en la medida que nuestra
conciencia está abierta al crecimiento y cuando crecemos nos acercamos a nuestro
ser, a nuestro yo.
Teresa de Jesús, a partir del símil del castillo interior (la persona), dice: «basta
decir su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender
la gran dignidad y hermosura del ánima» (1M 1,1). Hermosura que no se pierde,
aunque la persona viva en el pecado (Cfr. 1M 2,3) y se sienta indigna de Dios: «y
como estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma,
entendí: no es baja, hija, pues está hecha a mi imagen» (R 54 ó CC 41,2). San Juan
de la Cruz piensa de la misma manera: «grande contento es para el alma entender
que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, ¡cuánto menos de
la que está en gracia!» (CB 1,8), y, además, «Dios en cualquier alma, aunque sea en
la del mayor pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente» (2S 5,3), pues el
alma en cualquier situación en que esté: «en sí es una hermosísima y acabada
imagen de Dios» (1S 9,1).
b. Las virtudes
Santa Teresa nos habla de su importancia: «mientras vivimos, aun por humildad,
es bien conocer nuestra miserable naturaleza» (V 13,1). Sin embargo, el
conocimiento propio no debe de ninguna manera llevar a la persona a tener su
alma estrujada (Cfr. 1M 2,8), pues sería un conocimiento «ratero y cobarde» (1M
2,11; V 13,2-3), nunca se saldría del cieno de miserias (Cfr.1M 2,10). Por eso debe
partir del conocimiento de Dios: «jamás nos acabamos de conocer, si no
procuramos conocer a Dios; y, mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza y,
mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad,
veremos cuán lejos estamos de ser humildes» (1M 2,9).
ayudar más que abundantes días de oración: «tengo por mayor merced del Señor
un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas
aflicciones y trabajos, que muchos de oración» (F 5,16). Es, en suma, «el pan con
que todos los manjares se han de comer» (V 13,15). Por eso Teresa invita a que
cada persona se valore, y reconozca los dones que tiene y que Dios le ha dado:
«Nos cure de unas humildades que hay... que le parece humildad no entender que
el Señor les va dando dones» (V 10,4). En San Juan de la Cruz, también
encontramos esta impronta: «el ejercicio del conocimiento de sí, que es lo primero
que tiene de hacer el alma para ir al conocimiento de Dios…» (CB 4,1).
En los inicios de la vida orante, la persona tiene muchas penas que nacen «del
conocimiento de sus miserias propias» (S pról. 5). Por ello se hace necesario que
vengan las noches pasivas a remover todas las raíces del hombre viejo: «y éste es
el primero y principal provecho que causa esta seca y oscura noche de
contemplación: el conocimiento de sí y de su miseria» (1N 12,2). Es así que a
medida que crece la vida orante, irá creciendo también el conocimiento propio y
se irá tomando conciencia progresiva de la hermosura y dignidad del alma: «y al
principio que se hace esto (desposorio), que es la primera vez, comunica Dios al
alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad, y arreándola de
dones y virtudes, y vistiéndola de conocimiento y honra de Dios» (CB 14,2).
a. Andar en verdad
El conocimiento tiene que ver con la humildad, que para Teresa es andar en
verdad: aceptar y asumir la propia situación de la persona, así como es, delante de
Dios y de los hombres.
La verdad tiene que ver con lo que vivimos, actuamos y somos ante los demás.
Conocerse es abarcar toda la propia realidad, la verdad total. Conocerse es
reconocer con humildad quien soy. Es reconocer mis habilidades y mis miserias.
por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a
Dios, pues él mismo nos dice que nos crió a imagen y semejanza (Gen 1,26)».
Por ello, «es cosa tan importante el conocernos.... es muy bueno y muy rebueno
tratar de entrar primero adonde se trata de esto, que volar a los demás, porque
éste es el camino....»
¿Qué soy?
Soy un ser humano que vive, que ríe, que llora, que siente, que ama, que sufre
y que está en continuo crecimiento.
¿Quién soy?
Soy un ser único e irrepetible, soy un ser sexuado. Estay hecho a imagen y
semejanza de Dios, con todas las inquietudes para ser extraordinarios en la vida.
¿Cómo soy?
Yo soy como creo que soy, o soy diferente a lo que creía que era… Yo me
conozco, yo me acepto como soy; a las personas no las voy a hacer cambiar, las
voy a aceptar como son.
Estoy conformado por factores que influyen tanto interna como externamente:
b. La “interioridad” y “exterioridad”
que poseo y de aquello que tengo que crecer, sin experimentar angustia,
desesperación sino posibilidad de transformar mi vida en la búsqueda de todo
hombre de alcanzar la felicidad en Dios.
Por ello te invito a decir SOLO POR HOY, deseo conocer lo importante,
hermoso y maravilloso que soy.